Sanguis Ligno

Ni siquiera podía decía que había comprendido lo que había pasado, por que no lo había comprendido, en cualquier caso, Goth, el dragón rojo y Artamir el dragón plateado no se pelearon, lo que fue un alivio.

Azula dejó de tener la lanza preparada y la electricidad desapareció de su punta o más bien se disipó, mientras volvía a poner una posición firme ante Shyvanna cuando pasaba, pero solo consiguió que le recordarán las órdenes.

-Como me habéis ordenado.

Cuando los Dragones hubieran desaparecido, y las sacerdotisas volvían a la tranquilidad, un destacamento de guardias de avalon se presentó, a lo que Azula tenía ganas de recibir con un "a buena hora" no obstante esta comitiva estaba precidida por un general de las fuerzas de los Pendragon quien se dirigió a ella primero.
-Veo que todo está bien
-Si, señor, Todo esta resuelto
-Bueno, no todo, oí lo que hiciste.
-¿Cumplir mi deber?
El general la miró como si considerará azotar la ahí mismo, pero por alguna razón continuo con el pragmatismo.
-Nuestro deber es proteger y salvar a los herederos de Pendragon... Los Dragones son sólo herramientas de nuestro ejército, armas que los Pendragon pueden usar, como los caballos o la magia, son sólo herramientas de guerra y asedio...
Azula permaneció firme y mirándolo con su único ojo de forma impasible.
-Me ha parecido entender que diste prioridad a la vida de uno de tu... "sangre" antes que la vida de Shyvanna Pendragon.
Azula comprendió qué se debía tratar del ballestero que convenció de retirarse, o tal vez el hablaba de no enfrentarse a Goth, algo que habría sucedido si Goth hubiera oído a ese general referirse a Azula como de "su sangre".

-Si vuelves a dudar entre la lealtad a los tuyos y tu deber como soldado... Haré que te ahorquen... Así tendrán más motivos para llamarte "Azulita" ¡jajaja!
—Si me disculpa is, tengo una misión que cumplir por orden directa de la señora Pendragon.

Azula entonces salió de la escena, lo justo para cuando dejó de estar a la vista, lanzar un potente golpe contra una de las grandes rocas que conforman el castillo, dejando una grieta y sus nudilleras algo abolladas, mientras respiraba con dificultad, como odiaba que se burlar an de ella en su cara, algún día les partiría la cara y los silenciaria a todos.

Por ahora tenía que marchar, a cumplir con su misión.

El ocaso del día anterior había traído muerte y una revelación inesperada. La matriarca de los Pendragon se había ido sin que nada se pudiese hacer por su vida. No habíamos llegado a tiempo de hacer lo que se debía para anular la maldición, y aquello era algo que difícilmente podría perdonarme. Ni siquiera Shyvanna había logrado detener aquello mediante su magia de sanación. Por más que lo intentase no sirvió de nada, únicamente pudimos despedirnos.

Un día después todavía estaba intentando procesar lo sucedido, además del último secreto que nos contó Aelle. Sólo lo había hecho porque se agotaba su tiempo. Había tenido años para hacerlo, pero se había esperado justo a ese maldito momento para que no pudiésemos preguntar nada. Tal vez el hijo de Catherine había corrido la misma suerte y ella no lo sabía. A pesar de eso teníamos que celebrar la boda antes de que siguiesen sucediéndose las desgracias. Había que hacerlo aunque fuese lo que menos nos apeteciese en ese momento. Había que ponerle fin.

Pasé casi todo el día siguiente encerrado en mis aposentos, dejando que fuesen otros los que se encargasen de los preparativos. Los vasallos ya habían sido convocados, y el ritual para Catherine ya debía estar realizado para ese momento. Al atardecer comencé a prepararme para la ceremonia, escogiendo unos ropajes diferentes a las dos bodas anteriores para que nada me recordase a esos momentos. Inspiré profundamente antes de salir de la habitación, permitiéndome unos segundos para mentalizarme antes de adoptar la actitud que se esperaría del patriarca de los Pendragon. En la entrada del castillo me esperaba el dragón negro que solía montar a menudo. Subí a  él para que me llevase hasta el Sanguis Ligno, descendiendo en círculos antes de llegar a la zona destinada al aterrizaje para dragones.

Alcé la mirada hacia el Sanguis con una mezcla de respeto y rechazo, comenzando a caminar hacia él con la cabeza alta . Todo estaba preparado. Nuestro ejército y las familias vasallas ya estaban allí, luciendo sus emblemas en los ropajes. Los dragones sobrevolaban el cielo, a la espera de que comenzase la ceremonia. Mantuve la vista en el árbol para no hacer contacto visual con nadie, ni siquiera busqué a mis hermanos porque no quería ver sus caras después de lo de nuestra abuela.

Vestimenta:

Umm… Boda. De la noche a la mañana. Y según los rumores Aelle había fallecido…poco después de que Goth hiciera una magnífica demostración de la ira dragonil y los hermanos se hubiesen reunido en Avalon. ¿En qué andaban los Pendragon? Wthyr Pendragon, de nuevo, casado. ¿Cuánto le duraría la esposa? Era triste pensar en ello. Ella había perdido a su esposo pero no había decidido casarse de nuevo, cuando muriera, que los interesados pelearan por el puesto. No necesitaba ni quería críos.

Avanzó, engalanada en un vestido hecho a medida, con una capa a juego para protegerle del frío. Los tacones no se diferenciaban mucho de las botas que solía usar, simplemente, eran más delicados. Sus ojos se mantenían atentos a todo, enmarcados en aquel maquillaje de guerra azul que contrastaba con su piel y su gran melena oscura.  

No llevaba armas encima porque, de ponerse complicada la cosa, sólo le bastaban sus puños y…De necesitarlas sólo debía convocarlas. Siendo líder del linaje Lothbrock tenía un asiento reservado en una de las primeras filas y las organizadoras le movieron hacia allí. Freyja deslizó su mirada por Wthyr con curiosidad, viéndolo engalanado en el color de los Pendragon. La vikinga cruzó su pierna tatuada sobre la otra y dejando que la tela se deslizara hacia donde quisiera. Volvió los ojos a su compañero del lado y sonrió a Ixion -¿Habrá baño de sangre esta noche? ¿Quieres hacer una apuesta?- Inquirió porque pese a ser una boda, en su opinión, el ambiente estaba tan tenso que podía cortarse con una daga…

Que ni siquiera tuviera filo.

Chasqueó brevemente la lengua con un gesto irreverente antes de ver de nuevo al moreno, preguntándose qué tal se sentía con su tercera esposa. Los rumores decían que era nada más y nada menos que Catherine Le Fay, descendiente de Morgana y miembro del Consejo de los 20. Curioso todo... Porque también decían que la mujer estaba casada y que había penetrado la seguridad de Avalon hace poco. Si Wthyr se dignaba a dedicarle una mirada, la nórdica le guiñaría su ojo verde y luego haría una ligera reverencia con la cabeza al principito.

Vestido:

Tatuaje:

Catherine había tenido que estar temblando cuando ella le amenazó y sin embargo, Gwen le había regañado después de que la morena le había amenazado a ella. Maldita pelinegra. Pero se iba a vengar…Oh, claro que sí porque en el fondo, en el fondo había temido horriblemente su amenaza. Era cierto, a diferencia de Catherine, ella aún tenía mucho que perder. No había visto a Darren en todo el día excepto en el entierro de su abuela, pero también había estado muy ocupada…Mucho.

Se miró las manos, donde llevaba una caja de ébano con terciopelo negro. En él habían dos anillos de matrimonio y, en cada uno de ellos, un precioso rubí. Cualquiera diría que era una pieza bonita, una obra de arte pese a su sobriedad. El rubí, el rojo, color de los Pendragon pero Shyvanna conocía perfectamente la función de aquellas gemas preciosas y pese a que en el fondo de su corazón no estaba para nada contenta con aquella boda con la frígida esa, al menos, iba a entregársela en bandeja de plata  a su hermano.

Avanzó sola por el pasillo, aunque en otrora hubiese ido acompañada por cualquiera de sus hermanos. Rechazó con una sonrisa el brazo de Cedric. Si a Darren le parecía tan bien andar con Lake, que lo hiciera y Cedric sin duda escoltaría a Gwen. Ella quería estar sola en ese momento. Haciendo gala de su precioso cuerpo y los dotes que el destino le había dado camino por el pasillo de sillas después de que Artamir la dejara junto a los dragones. Iba erguida y con el gesto más bien neutro pero cuando vio a su hermano sonrió…

Dijo que iba a ayudarlo.
Y eso haría.

Se puso de su lado, pero no se sentó, se mantendría de pie durante la ceremonia para entregarles ella misma los anillos y vigilar que la maldita Le Fay no lo atravesara con la daga.

vestido de luto Y_Y:

Las últimas horas en el Sanguis Ligno las usaron para preparar a Catherine para la boda. Había sido una noche incesantemente larga en vigilia total y el cuerpo le estaba comenzando a pagar factura. Tanta era su necesidad de verse entera y tranquila, que terminó por tomarse un poco de poción para energizarse y poder terminar la velada con atención plena. También aquello le ayudó para el estómago, pues ya no la estaba matando como antes, pero sabía bien que el cuerpo tenía un límite que no debía cruzar ni con la ayuda de las pociones...

Una vez las sacerdotisas salieron, arregló a Catherine, no sin cierta confrontación por el modelo que había elegido, pero con ciertos ajustes menores todo quedó bien. Le insistió en dejarle aquella corona preciosa y gruesa sobre la cabeza, pero solo Dios sabía si se la dejaría puesta. Al final, le colocó los zapatos, los accesorios y le dio un poco de color en la cara para que no pareciera tan sombría. Tenía que decir que había hecho un trabajo exquisito y que hizo todo lo que pudo por ella a pesar del nudo que tenía en el pecho. Incluso le dejó en el escote una pequeña poción de amortencia, porque conociéndola iba a necesitarla junto con una piedra de obsidiana. Sabía que el negro era su color y la obsidiana protegía de todos los males. Cualquier precaución era poca con los Pendragón.

Cuando Matvey estuvo listo para llevarla al altar, ella salió de la habitación con una amarga sonrisa en el rostro y con el corazón en un puño. Envuelta en su vestido dorado, que más que vestido era una pequeña y hermosa armadura metálica, se encaminó al Sanguis Ligno. Quizás algo negro hubiera sido más apropiado dadas las circunstancias pero ya no había ocasión de cambiarlo. Solo le quedaría dar el pésame, ya que el día anterior no había tenido cabeza para hacerlo. Si tan solo pudiera evitar la boda... Pero ya no había nada que hacer. Solo esperaba que Giordano se diera prisa para poder descansar la cabeza en su hombro, o que Matvey y Catherine se apuraran.

Nada más ver el árbol, la imponente naturaleza la abrumó como si de una explosión nuclear se tratara. Lo sintió en las entrañas. Había magia ahí, magia antigua, magia que iba muy atrás en el linaje de cualquiera. Magia concentrada y cultivada. Se dio cuenta de las espadas hasta que estuvo entre ellas, entendiendo entonces que aquello no llevaba la misma naturaleza de lo que todo fue hecho. El árbol no se sentía cómodo con ella ahí. Y el sentimiento era mutuo. El estómago se le había cerrado en seco. Tuvo que detenerse un momento para unir las manos y pedirle a la naturaleza el permiso para acercarse. Pero nunca hubo una respuesta por más tiempo que ocupó en ello. Los oidos eran sordos. No hubo negativas tampoco, simplemente no hubo respuesta. Como si el canal de comunicación entre ellas estuviera interrumpido. Como si la naturaleza de aquel árbol no tuviera nada que ver con todo lo que ella conocía. Como si no hablaran el lenguaje común de la energía vital del universo. Ese árbol le parecía siniestro, pero aquella era una observación demasiado superficial. Nada que pudiera existir en la naturaleza tenía maldad por sí misma. Eran las circunstancias.

Avanzó entonces con respeto hacia el árbol. Despacio y tranquila. Se permitió sentir la vibración de la tierra, pero con todos los cristales de protección que llevaba encima, reaccionaban entre sí. Cuando llegó a las raíces principales, se arrodilló un momento cerrando los ojos, rindiendo pleitesía a aquella naturaleza caótica que, según podía sentir, daba energía a todo el espacio. Colocó entonces una mano desnuda en el suelo, sintiendo con toda la atención la vastedad de la energía que manejaba. Sin embargo, sus raíces terminaban abruptamente. Debía haber alguna especie de acantilado cerca o un fin, una península, una falla terrestre, una línea de cruce, una isla, cosas de ese tipo. De lo único que estaba segura era que el corazón estaba justo frente a ella. Por lo demás, parecía un árbol con una vibración baja, negativa, que era tan contrastante con la propia que no podían entenderse entre sí. Con cuidado, tocó apenas con las yemas de los dedos una de las ramas más pequeñas que encontró y la incomodidad entre ambas era bastante.- Lo siento, me iré pronto.- Le aseguró antes de abrir los ojos y levantar el rostro sellando su promesa. Tras aquello, retrocedió y volvió a los asientos designados. Como una parte ya estaba ocupada por los vasallos de los Pendragón, y Shyvanna, se colocó en el "lado de la novia", aún intentando conectar con ese árbol, pero sin forzar la relación en lo más mínimo. Quería entenderlo, solo eso.

Vestido:

Había un evento más al que atender ese día. En aquella ocasión, no tenía a la abuela para decirle que cerrara la boca, dejara de ser impertinente y sonriera, pero tenía a Ares, que la llevó hasta el Sanguis Ligno en el silencio pétreo que lo caracterizaba. Y, sin embargo, la conocía también que seguro entendía que no estaba de humor para absolutamente nada. Caminó entonces a paso lento y largo por el pasillo. Ya estaban Shyvanna y Wthyr en aquel lugar, por lo que avanzó a pesar de las diferencias que solo unas horas atrás los habían distanciado. Ella, sobre todos sus hermanos, entendía la necesidad de permanecer juntos y leales al apellido a pesar de todo, por lo que cuando llegó a sus hermanos, les miró con serenidad y halagó a la rubia con un sincero susurro.

Te ves hermosa.- Sabía que eso era importante para ella, por lo que decidió concederle unas palabras amables antes de fijar su atención Wthyr. Una vez más, colocó la mano en el escudo Pendragón en sus ropas, justo como lo había hecho en aquella última visita al árbol. Sus ojos azules y profundos hacían contraste con el negro de su vestido, y de su alma en aquel instante. Su ira estaba contenida y enfocada en una auto destrucción más profunda que lo que podía odiar de cualquier otra persona. No buscó la mirada de Wthyr. De todos sus hermanos, sentía que él era el que más se le parecía, y lo que ella quería en ese momento era pasar desapercibida, estar sola, quería creer que él también lo habría preferido si fueran otras las circunstancias. Solo el toque de su mano contra su cuerpo sería lo que le diría que estaba ahí para él a pesar de todas las cosas.

Después de algunos segundos, deshizo el toque y regresó a su asiento designado. Viendo a los vasallos y a la Descendiente, todo aquello le sabía a falso. La maldición nunca se quitaría, estaba segura, y aquello solo era un punto negro más en las miserables vidas de todos. Solo esperaba que fuera rápido. Que todo fuera rápido.

Vestido:

Como predije la noche había sido larga para las sacerdotisas. No solo se había tratado de preparar a la novia para la boda, también tuvimos que hacerlo con el cuerpo de mi abuela. Por suerte aquella mañana reposó por fin junto al resto de nuestra familia. Era importante que no transcurriese mucho tiempo entre la muerte y la unión con el Árbol Sagrado o así me habían enseñado que era.

Con un rito completado solamente quedaba uno para finalizar el día, aunque posiblemente tendría que organizar un tercer ritual que propiciase la fertilidad de la pareja. No tenía ánimo para hacerlo, pero tenían la esperanza de que con la concepción de un hijo aquella maldición cesaría de alguna forma, yo lo dudaba. El destino posiblemente querría una vida en su totalidad y no bastaría con aquello.

Antes de ir hacia el Sanguis Ligno pasé por el templo, las sacerdotisas estaban preparadas en sus ropajes blancos impolutos mientras que yo vestía el negro correspondiente. Preparaban los escasos enseres que necesitaban. Tomé entre mis manos el cofre con la daga ritual tomándome la libertad de ir a la sala donde se encontraba LeFay ya preparada. No hice comentarios y simplemente cogí aire antes de suspirar.

-Lamento importunar en estos escasos momentos de paz. Sin embargo, he creído necesario que conozcas parte de nuestras costumbres que supongo nadie te ha explicado.-Traté de sonar amigable, aunque por naturaleza no era muy notorio. Abrí el cofre mostrando la daga.-Somos magos de sangre y con sangre nos unimos. Llegado el momento se te entregará esta daga y tendrás que marcar tu nombre en el cuerpo de mi hermano. Es una promesa de él hacia ti.-Cerré el cofre.-También habrá una promesa ala inversa, implica sangre pero no resultarás herida, solamente marcada, no dolerá.

Apreté mis labios sabiendo que seguramente le parecería tan horrible como cualquier otra cosa que viniese de nosotros y aparté la mirada por un segundo. -Debo ir. -Incliné la cabeza como despedida pero antes de marchar la miré.-Gracias.-Tras aquello por fin la dejé en paz.

Marché hacia el lugar cofre en mano y conforme avanzaba hacia el Sanguis  Ligno mi mirada cambió notoriamente confusa. ¿Era la Descendiente de Dioscórides la que estaba tan cerca del Árbol Sagrado? Busqué a las sacerdotisas que también la observaban del mismo modo y estuve a punto de acelerar el paso hacia ella pero marchó a sentarse. Demente. Eso era. Alcé la vista a la copa del Sanguis que se tornaba roja y miré con desconfianza a la mujer mientras me acercaba a las sacerdotisas.

[Está loca][Descarada][¿La habéis visto?]-Shhh-Susurré por lo bajo entregando el cofre a mis compañeras. Estaba de acuerdo con ellas pero a pesar del notable malestar del Árbol Sagrado por suerte no había tomado venganza contra la mujer.

Retorné al lugar que me correspondía, cerca de mis hermanos. Cedric apareció a los pocos minutos y unas letras doradas aparecieron en el aire. [Te esperaba ¿Dónde estabas?¿Es que ninguna de mis hermanas quiere acompañarme ya?]Sonreí levemente a modo de disculpa mientras se marchaba a ocupar su lugar.

Vestido:

Las había dejado hacer y hacer y hacer. Quizás un maniquí habría dado mejor interacción pero aún así se sentía reconfortada de que Sofía estaba allí. En algún momento de aquellas horas le había preguntado si ella también sentía el zumbido…Era bajo, susurrante, pero aún así de alguna forma agotante porque estaba esperando algo…O había despertado algo pero… Nada. Se dedicó a pensar en…nada. Porque si le daba vueltas a la cabeza sólo iba a peor así que se concentró en el zumbido.

El único momento de discusión que dio fue con el vestido pero acabó optando por uno igual de elegante pero no tan voluminoso como el otro. Aceptó de buena gana lo que le dio Sofía, se quedó con la corona que le dio, con el maquillaje, con todo. No debatió nada. Ella sabía mejor de aquellas cosas y Catherine no tenía cabeza para nada más. Se quedó sola cuando Sofía se retiró, después de darle las gracias. Se sentó, observándose las manos con lentitud y acariciándose los dedos como intentando rastrear aquel flujo de magia y tratando de recordar las runas que habían usado.

Alzó la mirada hacia Gwen cuando ingresó mirándola a los ojos cuando soltó aquella palabra “paz”. ¿Paz? Tenía el cuerpo inestable y se sentía inquieta. No había nada de paz en ella -¿Qué?- Preguntó parpadeando cuando dijo que tenía que marcar su nombre en Wthyr -No quiero hacerle daño- Frunció el ceño. ¿Qué tipo de ritual es ese? ¿Qué tipo de promesa? ¿Cómo iba a empezar un matrimonio con ese tipo de dolor? Negó con la cabeza pero entonces soltó aquello de que ella también iba a ser marcada y durante un instante iba a rebatir pero entonces sólo parpadeó y asintió. Era lo que tenía que hacer, por Aedan. Y por su propia palabra.

Una vida entera.

Aquella palabra de agradecimiento hizo que frunciera suavemente el ceño. La vio retirarse pero no dijo nada al respecto. Maldito Wthyr, podría haberle dicho…Es más… ¿Qué mierda estaba esperando?

Salió de aquella antesala sin esperar a nadie. Tenía que acabar con ello ya. Encontró a Matvey de caminó y le enganchó el brazo con poca gracia y elegancia. “Sofía está abrumada y el árbol, si yo lo siento lo de ella será peor…Vigílala. No hemos dormido. ¿Has podido ver algo de Avalon? ...Eso que ves hacia tu izquierda es la cúpula de dragones. Tienen miles…” Le dio la información mientras avanzaban por el pasillo. Había algo de música pero Cath no estaba oyéndola sólo estaba fijando su atención en el descendiente Pendragon. “2 a 0, Matvey… Si es que al final cumplo las normas hasta cuando no quiero”, soltó de un modo un tanto oscuro.  

No sabía cómo se veía. Ni la más remota idea. Confiaba en Sofía, seguro estaba despampanante que venía bien para ser su primera impresión ante ese montón de gente que no conocía, y que ignoró porque se concentró en  Wthyr, que se veía muy…Pendragon. Ladeó suavemente la cabeza y entrecerró los ojos al mirarlo y no lo dudó ni una sola vez, extendió su campo mental hacia él para rebuscar en su mente y… Y sorprenderse de que no supiera nada de lo de Ian. Nada. Aquello … la dejó pasmada unos segundos mientras caminaba pero cuando llegó a su altura se despidió de Matvey con una leve sonrisa y asentimiento de cabeza. No sabía si tenía que cogerle las manos o no, básicamente, porque no conocía el ritual así que simplemente lo enfrentó, alzando la cabeza para mirarlo a los ojos. “Debiste explicarme algo de este ritual, Wthyr. Empezando porque debo hacerte daño. Lo haré, pero debes saber que no me gusta”. Su rostro estaba sereno aunque el tono de su “voz” en la conexión mental era tenso.

Vestido:

Corona:

La espera frente al árbol siempre se me hacía eterna, especialmente  porque lo único que podía hacer era recordar todo lo que había salido mal las veces anteriores. Era casi imposible evitar aquellos pensamientos, por eso quería acabar con todo cuanto antes para ver si esa vez era la definitiva. La última boda en el Sanguis tampoco había acabado bien. La mayoría de los  presentes recordarían el baño de sangre de Shyvanna, incluso ella misma tendría aquellos recuerdos desagradables. Por muy indigno que fuese el Lothbrok, seguro que la melliza prefería haberse ahorrado aquello. La nueva dirigente de esa familia era mucho más adecuada. La prefería, por mucho que con ese guiño de ojo y ese gesto pareciese estar llamándome de esa manera que ella tenía. No era habitual verla tan elegante, pero no me pasó desapercibido lo bien que le sentaba aquel vestido a Freyja. Le devolví el saludo con un leve gesto con la cabeza, sin apenas variar mi posición. Después alcé la mirada al Sanguis, como esperando alguna señal. Por fin iba a hacer lo que había pedido, lo que había dicho Gwen. Lo único que lamentaba era que la abuela no hubiese resistido para salvarse y para verlo. Seguro que Shyvanna debía estar pensando lo mismo, y a pesar de eso sonrió cuando se acercó. Me extrañó no verla con Darren, y supuse que seguirían distanciados desde la última reunión. - Quiero hablar contigo cuando acabe la ceremonia. - susurré de modo confidencial cuando se quedó cerca a la espera de entregar los anillos.

Tuve que lanzar una mirada fulminante a Dioscórides cuando se atrevió a tocar el árbol con sus indignos dedos. Con eso y con los murmullos de las sacerdotisas le quedaría claro que no debía acercarse. Se notaba que no  había visto lo que el Sanguis era capaz de hacer. Rebajé un poco mi nivel de hostilidad al notar el toque de Lake como saludo al llegar, y también cuando vi a Gwen y a Cedric llegando para colocarse en su lugar. El único que faltaba era Darren, así que hice un gesto al resto de hermanos como preguntando dónde estaba. No hubo tiempo para mucho más. Enseguida comenzó la música con la aparición de Catherine Le Fay, acompañada por el nigromante. Dirigí la mirada hacia ella mientras avanzaba, dedicándome a observarla con detenimiento. Era innegable que era una mujer bella, y aquella indumentaria junto con la tiara le daban un aspecto regio. Tal vez fuese una declaración de intenciones y realmente sí quisiese más poder para sí misma, por mucho que estuviese casándose para salvar la vida de su hijo. Conecté con su mirada cuando decidió enviarme aquel mensaje mental, sorprendida por lo que debía hacer en el ritual.

"Debiste imaginar algo así con el ritual de anoche en el templo. Así es como hacemos las cosas. Ese dolor es un precio mínimo a pagar."

Al menos ella renunciaba a más cosas, puesto que había tenido que anular su matrimonio. Había algo de satisfacción para mí en aquello, en saber que había puesto a un plebeyo en su sitio. Esperé hasta que llegó a mi lado, momento en que la sacerdotisas se acercaron a nosotros para entregarnos las daga ceremoniales. Después comenzaron a recitar palabras en gaélico al árbol, ofreciendo respetos a los antepasados. Hice un gesto a Catherine para que se girase, pues era la que debía ser marcada en primer lugar. Dirigí mis manos a su espalda para quitar la lazada que llevaba la capa, encontrando un gran tatuaje en la espalda que me disgustó porque dejaba menos espacio para grabar mi nombre sobre su piel. Un lobo...cómo no. Disimulé el gesto de desaprobación, comenzando a usar la magia de sangre en su espalda para dibujar las letras de mi nombre y mi apellido. El proceso fue rápido, únicamente eran como una especie de marcas sanguinolentas pero que no salían al exterior. Luego dejé caer al suelo mi pesada capa, desabrochando después varios botones del jubón por delante para que pudiese llegar a mi espalda.

¡Qué estoico el principito Pendragon! Agh, aquello pintaba como otra boda aburrida. Sangre, daño, Sanguis. No le pasó desapercibido el movimiento de la Descendiente pelirroja. ¿Era esa la que había secuestrado Shyvanna, la mujer de las plantas? La repasó con la mirada, un tanto pálida parecía aunque tampoco la conocía de nada. Ixión ni pitos ni matracas, qué ensimismado. Chasqueó la lengua mientras la espera se hacia eterna. Qué bien le vendría un barril de cerveza, o de vino, o de ron, o de whisky o lo que sea para relajarlos a todos un poco.

Convocó una pequeña daga y empezó a jugar con ella entre sus dedos mientras esperaba. Pero lo cierto es que no tardó mucho la novia, así que finalmente Freyja conoció a la futura princesita. La recorrió de arriba abajo un momento pensando que parecía una muñequita de porcelana, adornada para que el mundo la admirara... Notó la diferencia de alturas y tensó los labios en un pucherito. ¿Wthyr se cargaría a su mujer en la noche de bodas? Porque esa muchacha parecía un poco endeble para un dragón. Miró de nuevo a Wthyr y alzó las cejas varias veces (1313) preguntándose si había pensado lo mismo que ella.

La ceremonia empezó a avanzar, palabras, sangre... Le vio la espalda a la muchacha no esperandose que tuviera un tatuaje tan grande. Al menos le era familiar el dolor. Cuando Wthyr se quitó el jubón asintió, ahora sí que se ponía buena la cosa...Porque empezaba a correr a sangre y se preguntó si el Sanguis Ligno catalogaría a Catherine Le Fay como ...

¿Cómo le había dicho a Alric?

Ah, sí...Indigno.

Un “tsk” salió de los labios de Shyvanna para llamar la atención de Sofía cuando tuvo el descaro de inclinarse para tocar el Sanguis. Las sacerdotisas no hicieron más que hablar porque eran conscientes de que el árbol podría defenderse, pero eso no detenía a Shyvanna de soltar soniditos despectivos hacia la Descendiente.  Luego de eso llegó Lake que le dedicó unas palabras que la hicieron verla con los ojos entrecerrados. ¿Habría malicia en sus palabras? No habían acabado bien la última vez que se dirigieron la palabra abiertamente, pero…

En la unión está la fuerza.
O algo así había dicho la abuela.

-Gracias…El negro te sienta bien- Mencionó sin añadir que era el color de su alma, por ejemplo, así que se dio una palmadita a sí misma a modo de aplauso. Luego de ello se mantuvo tranquila, sonriendo contenta y graciosa a todas, pero evitando mirar demasiado alrededor o hacia los vikingos. Las palabras de Wthyr le hicieron volverle la mirada - ¿Es porque amenacé a Catherine? Me porté bien – Se defendió y saludó a Gwen y Cedric con un gesto de cabeza -Podría haberle cortado el cuello- Añadió alzando suavemente un hombro y desvió la mirada cuando preguntó por Darren porque entonces la susodicha hizo acto de presencia.

De acuerdo, ese vestido era precioso y …Sofía había hecho un excelente trabajo. Quizás tan buen trabajo que Shyvanna se olvidó momentáneamente que ella era su enemiga y pensó que podría ser una potencial miembro de su harem….Ella le quitaría lo frígida. Sonrió para sí misma  y se mantuvo así mientras esperaba que la ceremonia siguiera su curso. Sabía que era siempre el contrario al Pendragon el marcado primero así que vio a Wthyr contemplar la tatuada, para su sorpresa, espalda de Catherine. Intercambió una mirada con Gwen y después con Lake antes de volver la vista hacia su hermano. Cuando la sacerdotisa le dio paso a Catherine para que hiciera lo propio Shyvanna se movió un poco hacia su hermano…Si lo mataba…Iba a desatar el infierno.

Darren había vuelto a Avalon después de su pequeña excursión en el hospital para tratar de localizar a doctora que habían secuestrado, tenía el extraño presentimiento que algo estaba pasando con el árbol pero, a su llegada, nadie supo responderle… o no quiso hacerlo. Porque la maldición estaba a punto de cobrarse la siguiente víctima y le estaban exigiendo la premura que las despedidas de duelo requerían. Cuando Darren llegó a la habitación Aelle se encontraba en sus últimos estertores, revelando aquella información que no quería llevarse al lecho. Tras aquello la despedida final.

Y la noche pasó en el silencio del suelo. Darren asistió al funeral por protocolo, por la misma razón por la que debía asistir a la boda de su hermano mayor, y patriarca de la familia, aunque pocas eran las ganas de asistir a aquello. Tras el último adiós a Aelle, el hermano rubio se apartó del resto de los suyos para pasar el duelo en silencio, reflexionando sobre aquel último testimonio que llenaba un vacío que siempre había existido y, a la vez, sembraba un mar de dudas que lo llenaban todo de incertidumbre. Ni siquiera había hablado con Shyvanna de lo del hospital, de la mirada de la recepcionista, del trato del médico, de por qué tenía aquella necesidad de ayudar a la maga secuestrada. Era alguien que tenía que quitarse de la cabeza. Suspiró, cerró los ojos para pensar en cualquier otra cosa, y aspiró profundamente el frío aire invernal de Inglaterra. Si no hubiese sido por Alwaid, Darren no se habría percatado de la hora que era. Cuando llegó el dragón el sol estaba casi oculto, lo que significaba que la ceremonia de casamiento ya estaba comenzada. Y cuando llegó a las inmediaciones del Sanguis así era. No se había preparado ni engalanado para la ocasión, ni falta ni ganas. No entró al espacio que compartían los vasallos, quedó en el hueco de la puerta que daba paso al espacio del árbol, apoyado sobre la pared y con los brazos cruzados por delante del pecho. Desde allí echó un vistazo a todos los presentes, encontrando a la hermosa Sofía Dioscórides, a DaVinci y el descendiente de Rasputín. Los vasallos. La pareja a desposar, los dragones de sus hermanos y hermanas. Ellas habían elegido vestidos negros para vestir el luto, se fijó en la modestia de Gwen y cómo dirigía el protocolo, en Lake y paró en Shyvanna. Y fue ella el que le robó un suspiro que no supo bien interpretar. Se movió incómodo en aquella esquina, apartando la mirada del centro de la ceremonia, encontrándose, de repente, terriblemente incómodo con aquella situación que había generado él mismo el día anterior.

La recuperación tras el regreso de la misión de Londres había sido lenta y terriblemente aburrida. Los entrenamientos dejaron paso a otras actividades más intelectuales, donde trataba de recabar todos los recuerdos que podía del asedio a SAM para poder almacenar un ejemplar sobre aquel evento en la biblioteca. Seríamos tratados como héroes en la historia. No sonaba mal aquello: “héroe”. Las tardes eran mucho más placenteras, a pesar de la limitación de movimientos, había cientos de formas de poder divertirse y en Avalon Ixión se las conocía todas y a todas con las que podía compartirlas.

La sorpresa de todo el vasallaje fue el anuncio de aquella boda que prácticamente pilló a todo el mundo desprevenido o en recuperación. ¿En qué andaban los Pendragon? Aquel era un pensamiento común, sembrado en todas las mentes de aquella colmena que constituía la población de Avalon. Ixión había tratado de averiguar algo más en los pensamientos del populacho, con bastante poco éxito, había que añadir. La tarde de ceremonias llegó a punto álgido y todo el mundo estaba convocado allí. Estaba cómodamente sentado en el espacio que le habían reservado cuando unas fuertes y largas piernas se pasaron por su campo de visión y atrajeron toda la atención del moreno que las siguió con la mirada hasta el asiento de su lado.  -Con ese vestido, cualquier diría que todos los tuyos tengan que buscar el norte en su Vegvísir- Sonrió abiertamente a Freyja, al sentarse a su lado, añadiendo cierta picardía en aquel comentario. -Al menos haría todo esto mucho más interesante, pero lo mismo tenemos regalo antes de tiempo- Señalé con la cabeza a la descendiente pelirroja que se estaba acercando demasiado a un lugar donde seguramente no fuese bienvenida, y las caras de las sacerdotisas lo decían todo. Podría venir a calentar mi lecho si tanto le apetecía jugar con cosas prohibidas. El Descendiente de DaVinci también estaba por allí y se llevó una silenciosa mirada fugaz que se arrugó al ver a la descendiente de LeFay. ¿En serio se iba a desposar con ella? La había visto en los recuerdos de su marido, me parecía tan …. Aburrida. Suspiró, con hastío. -Como esto no se acabe ya, el que se va a morir, pero de aburrimiento voy a ser yo- Le confesé en confidencia a Freyja, que todavía seguía a mi lado.

El resto del tostón de las letras y la sangre y esas cosas me las permanecí en silencio, desnudando en mis pensamientos a Shyvanna y a Sofía, imaginándomelas a las dos desnudas frotándose sus turgentes pechos. Quiso compartir y probar los labios de la pelirroja, que le incitaban al deseo, y saborear la feminidad de Shyvanna de nuevo… ¿qué era aquello? Aquella mancha oscura llamó la atención del griego, dio un codazo y señaló sutil y levemente la marca que lucía Shyvanna en el pecho.

Traje:

Había escuchado el barullo general que se levantó entre las filas de los Pendragon, pero jamás pensó que habría levantado por ella. Ni siquiera cuando volvió a su asiento reparó en las críticas que le daban, no podía escucharlas. Estaba demasiado ensimismada, lidiando con el estrés de su cuerpo y la ansiedad que le generaba el árbol, contemplando con devoción aquel hermoso monumento que en algún momento había pensado malvado. Pero no lo era. Después de un rato de reflexión, caía en cuenta que lo sentía como la firmeza paterna, como un juez duro, muy duro, muy difícil pero justo. De esas cosas que fácilmente rozaban la maldad para quien no veía la otra cara de la moneda. Que difícil existencia. En su rostro solo podía haber admiración, pues cualquier otra cosa habría sido un insulto.

Algún ruido cualquiera la sacó de su ensoñación, y solo entonces cayó en cuenta de que no estaba sola. Mientras trataba con dificultad de normalizar su respiración, cayó en Wthyr, en sus hermanas vestidas en largo negro, en los vasallos en las filas traseras. Había más gente que no conocía de nada que caras familiares. ¿Tendría que fingir amabilidad a aquellas personas o le odiaban por el simple hecho de existir, tal como los Pendragon? Después de todo, estaban por ser la familia de Catherine. Temió por ella, pero ella debía estar en Ouroboros, era parte del Consejo y sus responsabilidades estaban ahí. Aunque la muchacha siempre había sido rebelde. Terminó por aparentar una suave sonrisa amable, procurando parecer tranquila porque no quería que por un desprecio de su parte quisieran tomar medidas contra la morena y porque fuera de eso, no podía más. Si ya estaba ahí, cooperaría. Cuando Catherine apareció, por un momento su belleza la transportó a otro lugar más amable en el mundo. Levitó entonces la cola de su vestido para que no se ensuciara con el suelo y se mantuviera extendida en todo momento. Preciosa. Cuando la vio junto al novio, volvió a caer a la realidad de una manera dura y poco agradable. Si bien, la parte de las marcas en la espalda de Catherine fue difícil de ver, no fue nada que la preparara para lo que vería a continuación en la ceremonia.

Asintió a las palabras de Shyvanna, principalmente porque eran verdad que por otra cosa, y después de aquello se dedicó a mirar alrededor. Ares ya se había colocado justo detrás de ella en aquella soberana e imponente forma élfica, y agradecía su cercanía. Así sabía que nadie la molestaría en aquel momento en que la amargura la embargaba. Se tomó unos momentos para ver a sus hermanos. Hasta Cedric le parecía soportable en aquel momento y le puso una mano en la espalda por apenas unos segundos tras leer sus letras, aunque no fueran dedicadas para ella. Y tras ello, se dispuso a ver el ritual.

Tras un primer vistazo, Catherin parecía más sosa aún que cuando la había visto en Ouroboros. No demostraba emoción y, bueno, quien era ella para juzgarla. La mirada que intercambió con Shyvanna parecía indicar que todos pensaban lo mismo sobre el contraste entre su sosa personalidad y el atrevimiento de un tatuaje tan grande. No se le olvidaba el resentimiento que le tenía por haber manchado su piel impoluta, pero se la cobraría pronto, lo sabía.- Bueno... pasamos a lo interesante.- Susurró, soltando el aire muy lentamente mientras esperaba que el árbol no terminara por comerse a Wthyr. Si se comía a Catherine, la verdad no le sorprendería.

Le sostuvo la mirada cuando le respondió aquello sobre el ritual, tensó los labios. “Mínimo a pagar para qué exactamente? A mi me vale tu palabra, no mi nombre en ti”, le hizo saber pero decidió desconectar de aquel puente mental y concentrarse en lo que había a su alrededor un instante. Alguien se acercó para entregar las dagas y cuando Catherine la sostuvo acarició brevemente el mango con el ceño levemente fruncido.  Al ver el gesto de Wthyr se giró y elevó suavemente la vista hacia el árbol, iba a enterarse de una cosa nada más quitarle la capa… No hubo un sonido que le hiciera saber su opinión, aunque tampoco es que le importara. No supo qué pasó porque, aunque percibió el torrente de magia recorrer su cuerpo, no sabría decir con exactitud cuál había sido el resultado.

Miró por encima del hombro cuando dejó caer la capa y tensó suavemente los labios. Lo cierto es que Wthyr era más alto que ella, por ende, no tenía siquiera que inclinarse. Observó las letras de las otras esposas y respiró profundamente. No le pasó desapercibido el gesto de Shyvanna al acercarse, pero sólo atinó a lanzarle una mirada de advertencia y, con un leve nudo en el estómago, se encargó de usar la daga para hacer los cortes de su nombre pensando e imaginando en el propio para no equivocarse en las letras por su dislexia. Era evidente que lo tenía aprendido pero los nervios…Los nervios y la sangre. Tragó en seco mientras terminaba de hacer su apellido sintiendo la sangre de Wthyr en sus manos y… Y sintió angustia… “Lo siento, mi nombre es muy largo”, le envió el mensaje antes de cortarlo sintiendo que… Que sí, estaba pálida. Se alejó intentando no prestar atención a la sangre que había chispeado a su vestido. Enfrentó su mirada un instante, tenía el gesto tenso y volvió la vista a la sacerdotisa que volvía  a tomar la palabra. Observó las manos de Wthyr limpias y las propias llenas de sangre. ¿Cuánta sangre Pendragon ya tenía en las manos? ¿Era Aelle también culpa suya? Aquello estaba tan lejos de ser como su boda original. Allí no había habido sangre… Hubo muchas otras cosas, pero no aquello. Era como si, de pronto, hubiese ingresado en una etapa de su vida en el que el color rojo estaría profundamente ligado a su vida…Y no tenía salida. No. No había. Empezó a sentir que se le cerraba la garganta y, otra vez, le costaba meter aire en los pulmones.

Desvió la mirada hacia los presentes y se dio cuenta de que había tanta…Tanta gente. Todos desconocidos a excepción de las tres personas con las cuales había venido acompañada. Los había traído hacia allí… Poniéndolos en peligro. ¿Y si la maldición los alcanzaba?  Quiso decirles que se fueran, que corrieran, que huyeran. Sintió náuseas, sólo por los nervios. Bajó la vista de nuevo a sus manos y a la daga. Nada tenía que ver con la luz dorada y mágica que Jack había hecho aparecer. Esperaba que no hubiese votos… Porque entonces ¿Qué iba a decirle a Wthyr? ¿Qué iba a decirle él a ella? ¿Acaso debían fingir que aquello no era un matrimonio por conveniencia?

Tu poder. Tu magia. Nuestro linaje. Un futuro...

Alzó la mirada cuando la sacerdotisa se quedó en silencio como esperando la respuesta de algo, volvió los ojos hacia Wthyr sin llegar a comprender qué más debía hacer así que simplemente esperó que se lo dijera porque…No sabía si era el horroroso zumbido en sus oídos, su cerebro lleno de información o el cansancio…Pero parecía no poder estarse quieta y tranquila en su lugar.

Negué a la pregunta de Shyvanna con respecto a Catherine, no tenía nada que ver con ella. Eran asuntos más familiares, y tenían que ver con su mellizo. Ella acabó hablando de más, y ahora tendría que preguntarle también por qué querría cortarle el cuello a Catherine. La necesitábamos, eso lo sabía tanto como yo. Lo de la abuela nos había afectado a todos, pero por eso mismo teníamos que terminar con aquello.

Precisamente eso fue lo que intenté que viese mi futura esposa, que supiese que el precio a pagar con la boda no era nada comparado con librarnos de aquella maldición que duraba siglos. No supe si logró leer ese último pensamiento, pues enseguida comenzamos con el primer paso del ritual, el de marcar el nombre en la espalda del otro. Para ella no hubo dolor, al menos físico, pues llevaría el suyo por dentro.
No llevaba el nombre de su ex marido marcado, pero el tatuaje de lobo podría tener ese significado. Mi espalda sí que estaba marcada con los nombres de mis esposas anteriores, Dana y Awen, nombres mucho más cortos que las tortuosas letras que había comenzado a grabar Catherine con la daga. Ya estaba mentalizado y acostumbrado a aquello, pero agradable no resultaba.

"No importa. Sigue...todavía queda el final del ritual. Ahora haz todo lo que yo haga."

Advertí en el momento en que me dirigió ese pensamiento de disculpa por su nombre largo, dándome la vuelta cuando me aseguré de que ella había terminado. Por su expresión parecía estar a punto de echar a correr o de desmayarse, lo que sucediese antes. No podíamos permitirnos errores, ni ella ni yo. - Los votos de sangre. - Tomé sus manos ensangrentadas con las mías, cogiendo la daga para hacer un corte en la palma de mi mano. Rápido y no demasiado profundo. Luego hice otro corte igual en la palma de la suya, otro más para la colección de las heridas que ya tenía. De ese modo nuestras sangres entraron en contacto al entrelazar las manos en el momento de empezar a recitar los votos establecidos. Comencé pronunciándolos en gaélico, casi de memoria, y después traduje a nuestra lengua para que todos entendiesen. No había ningún sentimiento en aquellas palabras, obviamente. Aquello era respeto hacia un ritual mágico que debíamos cumplir, y las palabras tenían una implicación real. Le sostuve la mirada mientras decía mis votos, le tocaría memorizarlos para repetir también.

Is tusa fuil m ’fhuil agus cnàmhan mo chnàmhan.
Bheir mi mo bhodhaig dhut gus an urrainn dhuinn an dithis a bhith mar aon.
Bheir mi mo spiorad dhut gus an tig ar beatha gu crìch.

Eres sangre de mi sangre y huesos de mis huesos.
Te doy mi cuerpo para que los dos seamos uno.
Te doy mi espíritu hasta que termine nuestra vida.

En ese momento la copa del Sanguis Ligno comenzó a brillar de modo más intenso, desprendiéndose unas cuantas hojas que se dirigieron hacia nuestras manos. Éstas las envolvieron formando una especie de lazo luminoso que fue estrechándose más y más. Contuve la respiración, temiendo por un momento que el árbol hiciese algo como lo sucedido con Aric. No sucedió nada de aquello, pero sí que me pareció escuchar ecos y murmullos que provenían del árbol. Tal vez sólo estuviese en mi cabeza, no los escuché las veces anteriores. Nuestras manos comenzaron a calentarse y casi quemar durante la unión de sangre, terminando aquello en una especie de descarga mágica producida por las hojas del Sanguis al deshacerse en luz. Únicamente quedaban los anillos para terminar la ceremonia de manera definitiva, así que miré de reojo a Shyvanna esperando que los acercase.

Asintió a lo de Wthyr cuando mencionó que no era por lo de Catherine así que no sabía por qué. ¿Sabría lo de los anillos? Se preguntó aquello pero entonces… Volvió la mirada, por instinto, hacia el lugar donde estaba su mellizo. Recorrió su rostro con la mirada un momento y luego su cuerpo. No se había arreglado. ¿Pretendía que hubiese problemas? Tensó los labios y volvió la vista hacia la ceremonia.

Ignoró deliberadamente el gesto de Catherine y observó la espalda de su hermano, con tanto contraste entre los pequeños nombres de sus ex cuñadas a los trazos que estaba haciendo Catherine. Notó que, como mínimo, estaba tratando de hacerlos del mismo tamaño pero se notaba su inexperiencia con la daga. O con herir gente…Por la palidez de su rostro al ver sus manos llenas de sangre.  Notó que pronto su corazón se aceleró, cuando se separó de su hermano, y frunció el ceño. ¿Se iba a…desmayar o algo? Volvió la vista a Lake cuando Catherine miró alrededor pensando que quizás, sólo quizás su hermana le habría hecho algo pero no había otra magia allí.  Los votos continuaron y Shyvanna escuchó con atención hasta que las hojas cayeron del árbol. Para ella misma la ceremonia apenas había comenzado cuando el árbol catalogó como indigno a Alric. ¿Ella había tenido el mismo rostro? Recorrió el gesto de Catherine un momento y tensó los labios.

Tras la unión supo que venían los anillos así que pasó suavemente la mano y descargó su magia en los dos anillos. En principio, había pensado en hacerlo en el de Wthyr porque seguramente él cumpliría perfectamente su cometido, pero…Si lo hacía con predisposición…Era distinto. Activó los dos sodomas y se acercó hasta ambos manteniendo la caja frente a ellos para que cada uno tomara el anillo. Las palabras y la magia estaban listas, el anillo era sólo un aspecto visual para sellar la unión. A fin de cuentas, ya tenían otro tipo de marcas muchas más fuertes y significativas en su cuerpo. Después de que los tomaran se retiró hacia un lado para que pudieran volverse hacia el público.

Un ligero gesto de su mano hizo que los dragones, aún lejos pero contemplando la escena, rugieran hacia el cielo. El sonido viajó a través de la tierra reverberando con el poder del linaje Pendragon para darle la bienvenida a Catherine. Entonces vendría el viaje…Y los hermanos le escoltarían durante un momento antes de la Ceremonia del Cielo así que Shyvanna encabezó la marcha ante la ausencia, en ese preciso lugar geográfico, de Darren y volvió la vista hacia éste haciéndole un llamado de atención y luego a sus hermanos para que le siguieran junto a sus dragones.

En cuanto Wthyr mencionó lo de los votos, Catherine asintió, intentando volver a la realidad y se tomó un poco demasiado fuerte de las manos de él. La iba a cortar…Otra vez. Extendió la palma sintiendo su mano muy pequeña entre las suyas  y frunció el ceño al sentir el corte pero…Lo que vino después sobrepasó aquello. Soltó un jadeo y volvió la vista hacia él para saber si lo sentía…

¿O es que ella era demasiado sensible?
Es decir, siempre lo había sido. En el Laberinto le había sucedido algo parecido pero...
¿Qué estaba diciendo?

El zumbido se hizo más fuerte y el torrente de magia en su cuerpo estaba alzándola a un nivel de canalización que nunca había sentido. ¿Eran los rituales? ¿Qué le habían hecho? Otra vez…El silencio. Esperaban algo. Esperaban…por ella. Conectó con la cabeza de Wthyr y fue poco menos que amable antes al buscar las palabras que tenía que decir y que no había memorizado. Fue una invasión, quizás, demasiado potente, dolorosa y poco concisa.

Is tusa fuil m ’fhuil agus cnàmhan mo chnàmhan.
Bheir mi mo bhodhaig dhut gus an urrainn dhuinn an dithis a bhith mar aon.
Bheir mi mo spiorad dhut gus an tig ar beatha gu crìch.

Eres sangre de mi sangre y huesos de mis huesos.
Te doy mi cuerpo para que los dos seamos uno.
Te doy mi espíritu hasta que termine nuestra vida.

Repitió y cuando lo hizo el árbol pareció bendecir aquella unión haciendo caer sus hojas hacia ellos y estrechando un lazo luminoso. Catherine soltó el aire por la nariz lentamente intentando controlar ese pulso, ese latido de sus sombras, esa exasperación de su magia que le estaba erizando la piel. Apretó las manos de Wthyr intentando contener las sombras y desde su propia marca de la maldición la oscuridad parecía querer salir para poseerla. Tensó los labios y apretó las muelas, intentando mantener el jadeo dentro, pero en cuanto el nudo de luz se deshizo, una ola expansiva abandonó el cuerpo de Catherine drenando magia hacia el suelo de Avalon en el momento en el que los dragones rugieron. Con dedos temblorosos, Catherine logró deslizar el anillo en el dedo de Wthyr.

Esperaba que nadie lo hubiese sentido, que hubiesen creído que se trataba de los dragones.
Pero su magia necesitaba liberarse.
Al menos no habían salido los zarcillos de oscuridad para atravesar cosas.
O sus ilusiones.

Vio que los hermanos empezaron a incorporarse para ir a otro sitio y miró el anillo en su dedo para luego observar a Wthyr sintiéndose, repentinamente, atraída por él. Parpadeó un momento con cierta…sorpresa por encontrar aquellos sentimientos en sí misma. Se miró la marca de la maldición que se había vuelto hacia dentro, las pequeñas líneas oscuras ya no estaban. Frunció el ceño y miró hacia el árbol sin entender qué había ocurrido…

El zumbido seguía ahí.
Pero estaba mucho más calmado.

Inspiró con profundidad y cuando Wthyr le tendió el brazo, lo tomó. Ya se había acomodado el jubón así que estaban perfectamente vestidos. Siguió sus pasos sintiendo las miradas de todos encima pero ella sólo podía concentrarse en tener un pie adelante del otro…Y de lo bien que olía el Pendragon. ¿Siempre había olido así? Le miró de reojo un momento.

“¿Podrías limpiar tu sangre de encima? ¿Y… cerrar mi sangrado?”, inquirió en un tono de voz, sin duda, mucho más relajado. Observó que se dirigían a los dragones y esperó que ahora no la bañaran en fuego porque eso…No estaba segura de poder soportarlo.


OFF: Rubí de sodoma 1/8

La sensación de la unión mágica me era familiar, pero no recordaba que hubiese sido tan potente en los dos rituales anteriores. Quise tomar aquello como una señal de que, definitivamente, íbamos por el camino correcto. Ella parecía tremendamente abrumada por todo lo que debía estar sintiendo, hasta el punto de que su invasión mental resultó en dolorosas punzadas en mi cabeza. Supe que lo había hecho para poder repetir las palabras con exactitud, pero no me agradó en absoluto ese modo de hacerlo. Pude percibir también la ola expansiva de magia que emitió su cuerpo, aunque para el resto tal vez pasase desapercibido por el rugido de los dragones en ese preciso instante.

Aquel exceso de energía comenzó a resultarme cada vez más interesante, convirtiéndose en una especie de atracción extraña que comenzó a partir de tocar su mano en el momento de ponernos los anillos que trajo Shyvanna. Ni siquiera fui consciente de que fue ella la que encabezó la comitiva hacia los dragones, al menos hasta que pasaron unos segundos y volví a tomar el brazo de Catherine para comenzar a movernos. Su siguiente intromisión mental no fue agresiva, fue más bien una petición práctica. - La sangre debe permanecer durante la ceremonia. Pero puedo frenar los sangrados. - Le di la vuelta a la palma de su mano, haciendo un leve gesto con la mía para hacer que se detuviese su sangrado. El mío de la espalda también lo detuve de manera rápida, concentrándome en detener el flujo de sangre hacía ahí. Con la capa no se vería la mancha que había quedado.

Ambos avanzamos por el pasillo nupcial entre los invitados, caminando del brazo y con la cabeza erguida hasta llegar a los dragones que nos esperaban para montar. En esta ocasión la ayudé a subir al dragón, tomándola por la mano para trepar con ella. Volví a colocarla delante de mí, pegando su espalda contra mi pecho nuevamente. Me detuve unos segundos antes de dar la orden de alzar el vuelo, apartando a un lado el cabello de Catherine a la par que rozaba su cuello con mis dedos. Aspiré disimuladamente su aroma, cerrando más las piernas en torno a las suyas antes de alzar por fin el vuelo con el dragón. En el ritual se hacia un recorrido de varias vueltas alrededor del Sanguis, elevándose por encima de las nubes para recorrer parte de Ávalon. La formación de dragones pronto comenzó a ir por libre, y el nuestro se elevó varios metros por encima del resto. Pronto los perdimos de vista, de modo que nos quedamos a solas, atravesando nubes mientras le mostraba nuestro hogar desde las alturas . - Esta es la mejor parte del ritual. Al menos ahora no pareces a punto de desmayarte como antes. - Era imposible que a alguien no le gustase la libertad que se sentía al volar con los dragones, pronto aprendería a amarlo como hacíamos nosotros.

Minutos después regresamos de nuevo al lugar de partida, aterrizando los últimos. Descendí en primer lugar, volviendo a ayudarla a bajar para que no se cayese con aquel vestido larguísimo. Las mesas para el banquete ya estaban listas, sólo quedaba hacer el inicio de la comida oficial. Nos situamos en la mesa central preparada para los contrayentes y sus familiares, alzando mi copa de vino de sangre para hacer el brindis.  - Nos honra vuestra presencia en la unión mágica del linaje Pendragon con el linaje Le Fay. Ahora daremos comienzo al banquete en el que comeremos y beberemos para celebrar esta unión y las alianzas con todos los linajes que habitan Ávalon. ¡Tlachd a ghabhail! - alcé la copa antes de que comenzasen a aparecer en los  platos los manjares de la ceremonia. Algunos de ellos eran pata de hipogrifo asada con salsa de hidromiel, sopa de escreguto de cola explosiva o salteado de piel de mantícora.

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Off: Rubí de Sodoma, 1 de 8