The last raven ~ Soliloquio (Pasado real)

Había gastado algo de tiempo para buscar un libro en su biblioteca y ropa para él. Tras ello apareció directamente en la morgue, recibiendo miradas de cordero degollado que no estaba dispuesta a soportar -Dejadme sola- Ordenó y entró ubicando el cuerpo de Desmond en la última camilla. Fue directo hacia él y cuando estuvo  allí descubrió la parte superior del cuerpo con cuidado mirando la profunda herida que le había robado la vida. Catherine acarició el borde de la misma con curiosidad por saber quién se había cobrado su vida -Me dijeron que no iban a matarte- Indicó al cuerpo inerte de su hermano. Una vez más -En estos tiempos las palabras de los demás ya no valen nada para mí. Ya no habrá promesas que valgan, no se puede confiar en nadie- Dijo mientras empezaba a ponerle la camisa. Podía sentir la piel fría de su cuerpo y su rostro sereno, echó en falta su sonrisa y en ese momento sintió que de nuevo las lágrimas empezaban a rodar por sus mejillas.

-Vi las señales pero pensé que estabas teniendo uno de tus capítulos rebeldes a mi forma de vivir- Le confesó con tristeza. Se habían separado tanto en los últimos años. Uno por sus decisiones, luego su psicosis, su vida familiar -Pero no fui yo. Fue Bellatrix la que lo dejó entrar…Ahora entiendo porqué querías cortejarla. No eras tú…- Musitó abotonándole la camisa con sumo cuidado. Se sacó un pañuelo del bolsillo para limpiarse las lágrimas y lo dejó a un lado de la camilla, después de todo, seguiría necesitándolo. Agradeció que le hubiesen puesto ropa interior y procedió con las medias, pantalones y zapatos mientras mantenía su silencioso sollozo -Le explicaré todo a Aedan, él sabía que no eras tú pero no sabía cómo decírmelo- Se mordió el labio y sorbió por la nariz un poco antes de volver hacia la parte superior y colocarle la americana tradicional con los bordes en dorado. Revisó sus dedos, observando el anillo Le Fay que se encontraba en su mano. Lo acarició con suavidad y sintió un escalofrío, un torrente de magia que subía por sus dedos hacia su propio anillo. Frunció suavemente el ceño y luego alzó la vista hacia los ojos cerrados de su hermano -Tú sabrías qué había sido eso-

Se sentó en la camilla y alargó una mano a su cabello, desordenándolo y haciendo que los rizos castaños volvieran a estar en su sitio. Como siempre había sido, incluso Desmond peinándose no siempre había tenido control de su cabellera -Este eres tú, siempre has sido tú- Le acarició suavemente la mejilla y esperó mientras lo miraba largamente. Casi esperaba que le leyera la mente, que le advirtiera algo sobre lo que estaba a punto de hacer.

Pero no recibió nada.

Catherine se incorporó y tomó su báculo, en la mano libre estaba el libro que había ido a buscar. Buscó el verso específico que necesitaba y carraspeó un poco. Repitió en sus mentes las palabras y la pronunciación y cuando se consideró lista empezó a entonar palabras en una lengua antigua que pronto generó que el báculo vibrara y sus ojos se encendiera con una luz violácea que pronto mutó a negra. Se mantuvo realizando el hechizo durante un largo tiempo recitándolo con un tono de voz neutro pero poderoso. Cuando finalizó el cuerpo de Desmond seguía exactamente igual.

Una sonrisa triunfal apareció en el rostro de la bruja.

Tomó la mano de su hermano y desapareció de allí para enterrarlo.