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Por más que se tomará el tiempo de recorrer los pasillos del castillo, siempre acababa perdida. Conocía bien el camino desde la entrada hasta donde eran sus aposentos pero intentaba encontrar otras zonas donde no tuviera que cruzarse con tanta gente. No se esperaba que los Pendragon tuvieran semejante servicio pero los había visto restaurando varias partes del castillo así que tenía sentido.
El problema no era ese, el problema era como la miraban e incluso reverenciaban. Se sentía incómoda y estaba segura de que al devolverles el gesto se veía cuan fría era. La situación era irregular, Catherine estaba segura de que todos lo sabían pero realmente nunca había hablado con Wthyr sobre el anuncio de su boda.
Realmente no hablaba de nada con Wthyr.
A menos que fuera justo y necesario.
No es que no quisiera. Es decir… no quería pero sabía que tenía qué, así que de vez en cuando, dependiendo de su propio humor -que estaba muy cambiante últimamente- incitaba ciertas conversaciones en la cena. Generalmente rondaban sobre lo mismo: Teorías y más teorías sobre la maldición y cómo asegurarse de que… de que… el hijo que tuvieran pudiera romperlo.
La idea seguía pareciéndole bizarra, como si no fuera ella la encargada de romper la maldición y aún no sabía determinar cómo es que la intimidatoria mirada del Pendragon pasaba de generarle cierto miedo a encender cualquier tipo de instinto básico que tuviera su cuerpo. Era casi un parpadeo… un instante en el que pasaba de observarlo con curiosidad, quizás, a sentir el deseo de sentarse en su regazo y besarlo como si sus labios fueran lo único que necesitará para vivir. Nunca había conocido un deseo así de irrefrenable, donde se olvidaba de todo alrededor y solo importaba ella y la satisfacción de ambos. Se sentía egoísta… y… hedonista también.
Ese día había ido a la biblioteca de los Pendragon buscando más información sobre maldiciones, su propia biblioteca se la sabía de memoria así que disfrutaba de nuevos tomos o puntos de vista sobre la magia. Era hora de cenar, y quién sabía que pasaría después, así que cuando fue avisada salió de la biblioteca con algunos tomos levitando tras ella mientras extendía un pergamino delante de sí misma, tomándose el tiempo para leerlo.
Sus botas, porque aunque ahora ya no llevaba pantalones rotos y un aspecto desprolijo, seguía usando sus botas militares y una forma de vestir…particular para quien era; hacían un ruido raro en el piso. Esa noche, en específico, parecía que su memoria muscular iba trabajando bastante bien porque iba directo hacia el comedor que compartía con el Pendragon. Sumergida como estaba en la lectura no oyó los otros pasos que bajaban por un pasillo y más pronto que tarde acabó estampandose contra Wthyr y clavándose su propio puño en la nariz, ya que lo llevaba en alto por el pergamino. Tras ella los libros cayeron al piso haciendo un ruido catastrófico -Mierda- Bajó la mano con cuidado para enrollar el pergamino que volvió a su forma. Parpadeó un poco para luego alzaré la vista hacia él, como odiaba tener que hacerlo y más aún cuando se encontraba con la frialdad de esos ojos metálicos -Lo siento, no veía por dónde iba- Le dijo en un tono bajo antes de girarse y agacharse para volver a apilar los libros, hizo una mueca al sentir algo de dolor en la nariz. Como si no fuera suficiente todo lo que se había rebajado para poder conseguir aquel trato ahora iba a tildarla de torpe. Contuvo el suspiro que pugnaba por salir de sus labios.
El problema no era ese, el problema era como la miraban e incluso reverenciaban. Se sentía incómoda y estaba segura de que al devolverles el gesto se veía cuan fría era. La situación era irregular, Catherine estaba segura de que todos lo sabían pero realmente nunca había hablado con Wthyr sobre el anuncio de su boda.
Realmente no hablaba de nada con Wthyr.
A menos que fuera justo y necesario.
No es que no quisiera. Es decir… no quería pero sabía que tenía qué, así que de vez en cuando, dependiendo de su propio humor -que estaba muy cambiante últimamente- incitaba ciertas conversaciones en la cena. Generalmente rondaban sobre lo mismo: Teorías y más teorías sobre la maldición y cómo asegurarse de que… de que… el hijo que tuvieran pudiera romperlo.
La idea seguía pareciéndole bizarra, como si no fuera ella la encargada de romper la maldición y aún no sabía determinar cómo es que la intimidatoria mirada del Pendragon pasaba de generarle cierto miedo a encender cualquier tipo de instinto básico que tuviera su cuerpo. Era casi un parpadeo… un instante en el que pasaba de observarlo con curiosidad, quizás, a sentir el deseo de sentarse en su regazo y besarlo como si sus labios fueran lo único que necesitará para vivir. Nunca había conocido un deseo así de irrefrenable, donde se olvidaba de todo alrededor y solo importaba ella y la satisfacción de ambos. Se sentía egoísta… y… hedonista también.
Ese día había ido a la biblioteca de los Pendragon buscando más información sobre maldiciones, su propia biblioteca se la sabía de memoria así que disfrutaba de nuevos tomos o puntos de vista sobre la magia. Era hora de cenar, y quién sabía que pasaría después, así que cuando fue avisada salió de la biblioteca con algunos tomos levitando tras ella mientras extendía un pergamino delante de sí misma, tomándose el tiempo para leerlo.
Sus botas, porque aunque ahora ya no llevaba pantalones rotos y un aspecto desprolijo, seguía usando sus botas militares y una forma de vestir…particular para quien era; hacían un ruido raro en el piso. Esa noche, en específico, parecía que su memoria muscular iba trabajando bastante bien porque iba directo hacia el comedor que compartía con el Pendragon. Sumergida como estaba en la lectura no oyó los otros pasos que bajaban por un pasillo y más pronto que tarde acabó estampandose contra Wthyr y clavándose su propio puño en la nariz, ya que lo llevaba en alto por el pergamino. Tras ella los libros cayeron al piso haciendo un ruido catastrófico -Mierda- Bajó la mano con cuidado para enrollar el pergamino que volvió a su forma. Parpadeó un poco para luego alzaré la vista hacia él, como odiaba tener que hacerlo y más aún cuando se encontraba con la frialdad de esos ojos metálicos -Lo siento, no veía por dónde iba- Le dijo en un tono bajo antes de girarse y agacharse para volver a apilar los libros, hizo una mueca al sentir algo de dolor en la nariz. Como si no fuera suficiente todo lo que se había rebajado para poder conseguir aquel trato ahora iba a tildarla de torpe. Contuvo el suspiro que pugnaba por salir de sus labios.
Los días que siguieron a la boda fueron bastante extraños en muchos sentidos. Se habían mudado a la residencia de Ouroboros, en las montañas, todo para que Catherine pudiese estar cerca de su hijo mientras se recuperaba en el hospital. Nada más llegar habían tenido una fuerte discusión, y después de aquello el ambiente se había vuelto más tenso e incómodo. Lo que Wthyr no lograba entender era por qué su atracción hacia ella era tan fuerte e iba mucho más allá de lo sucedido en la noche de bodas, cuando hicieron lo necesario para asegurar la descendencia. No tenía sentido ni lógica con lo mal que se llevaban, lo mucho que chocaban en casi todo y lo poco que se conocían.
Aquella noche se encaminó hacia el comedor mientras le daba vueltas a todo aquello, sacudiéndose un poco la nieve del pelo y de la capa porque venía de sobrevolar las montañas a lomos de Tauren. Supo que Catherine se acercaba por el pasillo por el irritante sonido de las pisadas de aquellas botas que usaba, totalmente inapropiadas. Ella no pareció percatarse de su presencia, iba muy concentrada leyendo un pergamino y otros tantos libros que llevaba levitando. O tal vez sólo era una excusa para ignorarlo, puesto que apenas compartían conversaciones y momentos salvo en contadas ocasiones.
Frunció el ceño cuando comprobó que no se detenía, que iba absorta hasta el punto de llegar a chocarse con él. Apenas se inmutó con el choque, se limitó a cruzarse de brazos y a soltar un sonido de disgusto al ver todos esos libros regados por el suelo. Si pensaba que se iba a agachar a recoger el desastre iba lista. - Ya, eso es evidente. - respondió con frialdad a la obviedad que acababa de soltar con eso de que no veía por dónde iba. - La mayoría de esos libros tienen cientos de años, si se rompen son irremplazables. - no era simple información, era una advertencia para que tuviese más cuidado. Clavó su mirada en la de ella, entornando los ojos un instante antes de apartarlos con un sonido de desaprobación. Encima se había acabado dando un golpe en la nariz, mejor no dejarle un arma porque seguro que acabaría golpeándose a sí misma de un modo absurdo.
- Veamos qué era tan interesante como para que la honorable Descendiente no se percate de mi presencia...- comentó con sorna antes de hacer un gesto con la mano para levitar del suelo el pergamino que iba leyendo ella antes de chocarse. Era una especie de tratado breve a modo de resumen, algo que parecía pertenecer a un manual sobre Artes Oscuras. Su gesto se volvió algo más serio al leer la temática que había estado buscando. Claro, maldiciones. Era lo que los unía...el motivo por el que habían tenido que enlazar sus linajes con tanta premura. Decidió leerlo en voz alta, aunque era información que ya conocía porque había devorado más de media biblioteca desde el momento en que empezó a obsesionarse con la idea de que las desgracias que sucedían fuesen por eso.
"Las maldiciones más famosas de la historia:
- La maldición de Tutankamón.
- La maldición de Timur.
- La maldición de Tecumseh.
- La maldición de los Romanov.
- La maldición de la boda.
- La maldición de Ötzi.
Algunos sacrificios ofrecen magia de protección contra potentes maldiciones, aunque pueden no funcionar en todos los casos. Existen indicios a lo largo de la Historia de maldiciones activadas o provocadas por actos cuestionables. Uno de los casos más famosos es la maldición de Tutankamón. La profanación de su tumba en 1922 provocó una maldición que cayó sobre aquellos que cometieron dicho acto. Todos murieron posteriormente... "
Hizo una pausa para tomar aire, cerrando después el pergamino antes de entregárselo a ella en mano. Apenas rozó sus dedos un momento antes de dejárselo, aunque era el primer contacto que tenían desde hacía días puesto que ni dormían juntos. Después se fijó en los libros que aún seguían por el suelo, aunque ella ya podía hacerse a la idea de que su maldición encajaba en parte de la descripción que acababan de leer. - Como ves no somos los únicos...y esas historias acabaron todas mal. - quería ponerla a prueba, ver si flaqueaba o si le llevaba la contraria con aquello, si intentaba encontrar algún ejemplo de alguna que se solucionase.
---------
¿Le contaron ya lo del Sodoma?
éxito: Sí
Fallo: No
Aquella noche se encaminó hacia el comedor mientras le daba vueltas a todo aquello, sacudiéndose un poco la nieve del pelo y de la capa porque venía de sobrevolar las montañas a lomos de Tauren. Supo que Catherine se acercaba por el pasillo por el irritante sonido de las pisadas de aquellas botas que usaba, totalmente inapropiadas. Ella no pareció percatarse de su presencia, iba muy concentrada leyendo un pergamino y otros tantos libros que llevaba levitando. O tal vez sólo era una excusa para ignorarlo, puesto que apenas compartían conversaciones y momentos salvo en contadas ocasiones.
Frunció el ceño cuando comprobó que no se detenía, que iba absorta hasta el punto de llegar a chocarse con él. Apenas se inmutó con el choque, se limitó a cruzarse de brazos y a soltar un sonido de disgusto al ver todos esos libros regados por el suelo. Si pensaba que se iba a agachar a recoger el desastre iba lista. - Ya, eso es evidente. - respondió con frialdad a la obviedad que acababa de soltar con eso de que no veía por dónde iba. - La mayoría de esos libros tienen cientos de años, si se rompen son irremplazables. - no era simple información, era una advertencia para que tuviese más cuidado. Clavó su mirada en la de ella, entornando los ojos un instante antes de apartarlos con un sonido de desaprobación. Encima se había acabado dando un golpe en la nariz, mejor no dejarle un arma porque seguro que acabaría golpeándose a sí misma de un modo absurdo.
- Veamos qué era tan interesante como para que la honorable Descendiente no se percate de mi presencia...- comentó con sorna antes de hacer un gesto con la mano para levitar del suelo el pergamino que iba leyendo ella antes de chocarse. Era una especie de tratado breve a modo de resumen, algo que parecía pertenecer a un manual sobre Artes Oscuras. Su gesto se volvió algo más serio al leer la temática que había estado buscando. Claro, maldiciones. Era lo que los unía...el motivo por el que habían tenido que enlazar sus linajes con tanta premura. Decidió leerlo en voz alta, aunque era información que ya conocía porque había devorado más de media biblioteca desde el momento en que empezó a obsesionarse con la idea de que las desgracias que sucedían fuesen por eso.
"Las maldiciones más famosas de la historia:
- La maldición de Tutankamón.
- La maldición de Timur.
- La maldición de Tecumseh.
- La maldición de los Romanov.
- La maldición de la boda.
- La maldición de Ötzi.
Algunos sacrificios ofrecen magia de protección contra potentes maldiciones, aunque pueden no funcionar en todos los casos. Existen indicios a lo largo de la Historia de maldiciones activadas o provocadas por actos cuestionables. Uno de los casos más famosos es la maldición de Tutankamón. La profanación de su tumba en 1922 provocó una maldición que cayó sobre aquellos que cometieron dicho acto. Todos murieron posteriormente... "
Hizo una pausa para tomar aire, cerrando después el pergamino antes de entregárselo a ella en mano. Apenas rozó sus dedos un momento antes de dejárselo, aunque era el primer contacto que tenían desde hacía días puesto que ni dormían juntos. Después se fijó en los libros que aún seguían por el suelo, aunque ella ya podía hacerse a la idea de que su maldición encajaba en parte de la descripción que acababan de leer. - Como ves no somos los únicos...y esas historias acabaron todas mal. - quería ponerla a prueba, ver si flaqueaba o si le llevaba la contraria con aquello, si intentaba encontrar algún ejemplo de alguna que se solucionase.
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¿Le contaron ya lo del Sodoma?
éxito: Sí
Fallo: No
Dados

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mensajes
puntos
Alineamiento
Ocupación
Bando
Apodo
Edad
Nacionalidad
El miembro 'Wthyr Pendragon' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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El sonidito de Wthyr la hizo poner los ojos en blanco. Era un maldito insoportable, malhumorado, egocéntrico e imbécil a fin de cuentas. ¿Cómo se suponía que iba a vivir el resto de su vida con un tipo así? Al menos había respetado lo de las habitaciones separadas porque la idea de tener que dormir junto a él le daba repulsión. ¿Y si se pasaba la maldición por el bolsillo y acababa matándola? No confiaba mucho en él…
No dijo nada respecto a los libros porque ya se lo habían dicho los bibliotecarios y Catherine no solía ser tan descuidada, Desmond era mucho más tikismikis pero eso no implicaba que su hermana fuera una destrozadora de libros -Quizás es que tu presencia me es indiferente, Wthyr- Soltó en un siseo de víbora porque hasta las narices estaba de su ego -¿No te has planteado eso? ¿Qué no eres tan interesante como crees?- Inquirió alzando ambas cejas mientras le sostenía la mirada. Es que no podía aguantar las tonterías que le decía, de verdad.
Dejó que lo cogiera, a fin de cuentas, era algo en lo que se SUPONÍA que debían trabajar juntos pero pronto se había dado cuenta que sus sonidos de exasperación la sacaban de quicio y decidió ir haciendo algunas anotaciones e investigaciones sola. Escuchó de fondo la narración del pergamino, que le ahorraba trabajo y dolores de cabeza, mientras recogía los libros lentamente, apilándolos de nuevo y revisando cada uno para ver que no se hubiesen descuartizado con la caída. Finalmente se incorporó, con la columna levitando tras ella, cuando Wthyr le entregó el pergamino. Notó su calor en el roce de sus dedos y ese pequeño movimiento generó un cosquilleo que le recorrió el brazo y se anidó en su nuca. Catherine frunció el ceño y se miró la mano con… curiosidad.
Pero su “esposo” le llamó la atención con sus “radiantes” palabras. El gesto de Catherine se ensombreció y lo observó con dureza -¿Por qué te casaste conmigo?- Preguntó y ladeó la cabeza -¿Por qué seguimos buscando nuestro heredero?- Siguió negando con la cabeza -Si crees que estoy destinada a fracasar, Wthyr, bien podrías clavarme una daga en el corazón ahora mismo- Dijo moviendo las manos y abriendo los brazos -Y ahorrarnos toda esta tragedia griega-
No dijo nada respecto a los libros porque ya se lo habían dicho los bibliotecarios y Catherine no solía ser tan descuidada, Desmond era mucho más tikismikis pero eso no implicaba que su hermana fuera una destrozadora de libros -Quizás es que tu presencia me es indiferente, Wthyr- Soltó en un siseo de víbora porque hasta las narices estaba de su ego -¿No te has planteado eso? ¿Qué no eres tan interesante como crees?- Inquirió alzando ambas cejas mientras le sostenía la mirada. Es que no podía aguantar las tonterías que le decía, de verdad.
Dejó que lo cogiera, a fin de cuentas, era algo en lo que se SUPONÍA que debían trabajar juntos pero pronto se había dado cuenta que sus sonidos de exasperación la sacaban de quicio y decidió ir haciendo algunas anotaciones e investigaciones sola. Escuchó de fondo la narración del pergamino, que le ahorraba trabajo y dolores de cabeza, mientras recogía los libros lentamente, apilándolos de nuevo y revisando cada uno para ver que no se hubiesen descuartizado con la caída. Finalmente se incorporó, con la columna levitando tras ella, cuando Wthyr le entregó el pergamino. Notó su calor en el roce de sus dedos y ese pequeño movimiento generó un cosquilleo que le recorrió el brazo y se anidó en su nuca. Catherine frunció el ceño y se miró la mano con… curiosidad.
Pero su “esposo” le llamó la atención con sus “radiantes” palabras. El gesto de Catherine se ensombreció y lo observó con dureza -¿Por qué te casaste conmigo?- Preguntó y ladeó la cabeza -¿Por qué seguimos buscando nuestro heredero?- Siguió negando con la cabeza -Si crees que estoy destinada a fracasar, Wthyr, bien podrías clavarme una daga en el corazón ahora mismo- Dijo moviendo las manos y abriendo los brazos -Y ahorrarnos toda esta tragedia griega-
Tomó una calculada pausa antes de responderle a su supuesta provocación sobre serle completamente indiferente, si pretendía usarlo como forma de desprecio más le valía buscarse otra cosa mejor. Mientras no le nombrase al arrastrado del licántropo constantemente le daba igual. - Lo que tú o cualquier desconocido piense sobre mí me importa bien poco. Tranquila, no me traumaré porque no me consideres interesante.- concluyó de manera sarcástica, sosteniéndole la mirada con frialdad hasta que se puso a terminar de recoger libros. Después de aquella lectura no le dio la respuesta que buscaba, por lo que hizo un sonido de decepción. Le parecía increíble que le dijese aquello después de haber sacrificado su propio matrimonio.
- ¿En serio me estás preguntando por qué me casé contigo? Lo sabes muy bien. Sabes perfectamente cuál era la otra opción. No hace falta que te recuerde que tu hijo sigue en el hospital. - al menos el crío podía contarlo, no como su abuela. Aelle no había sobrevivido ni habían llegado a tiempo. Eso le seguiría pesando durante bastante tiempo. - La muerte es la única opción si no traemos un heredero. - declaró para que lo tuviese bien presente, por si en algún momento rondaban dudas por su cabeza o pensaba volverse atrás, por si creía que aquello ya había terminado sólo por haberse casado. - Qué derrotista. - al pronunciar aquellas palabras quiso claramente molestarla para que se replantease su actitud. Ninguno de los dos podía rendirse todavía. Se aproximó más a ella mientras le decía lo de la daga, llevando la mano hacia la que él llevaba en el cinturón. La sacó lentamente, con parsimonia, mirándola de manera un tanto altiva mientras la ponía delante de sus ojos antes de señalar a su pecho. Sabía que lo suyo había sido un modo de hablar, algo figurado, pero decidió sacar el arma sólo para que se diese cuenta de lo absurda que era esa sugerencia.
- Sería ilógico por mi parte eliminar a quien necesito para un fin. Porque eso es lo que somos el uno para el otro, un medio para un fin, con una unión poderosa. Además...si lo hiciera me convertiría en el puñetero villano de tu drama, y sinceramente, no me apetece repetir los errores del maldito Urien Le Fay.- después se la tendió del mismo modo que había hecho con el pergamino, pero esta vez sujetó su mano obligándola a cogerla. - Hazlo tú, y desata otra maldición ya de paso. Total, qué más da. -le soltó la mano en cuanto se aseguró de que la hubiese cogido, pasando de largo. No sabía ni para qué se molestaba en intentar cruzar más de dos palabras con ella. Era una niñata malcriada que se creía mejor que nadie por estar en el Consejo de los 20. Por un momento pensó que le apuñalaría por la espalda por pura frustración, así que tras dar un par de pasos se giró nuevamente hacia ella para atraer la daga hacia él con magia. Aquella canalización hizo brillar un instante y de manera casi imperceptible el anillo de matrimonio que llevaba en el dedo.
- ¿En serio me estás preguntando por qué me casé contigo? Lo sabes muy bien. Sabes perfectamente cuál era la otra opción. No hace falta que te recuerde que tu hijo sigue en el hospital. - al menos el crío podía contarlo, no como su abuela. Aelle no había sobrevivido ni habían llegado a tiempo. Eso le seguiría pesando durante bastante tiempo. - La muerte es la única opción si no traemos un heredero. - declaró para que lo tuviese bien presente, por si en algún momento rondaban dudas por su cabeza o pensaba volverse atrás, por si creía que aquello ya había terminado sólo por haberse casado. - Qué derrotista. - al pronunciar aquellas palabras quiso claramente molestarla para que se replantease su actitud. Ninguno de los dos podía rendirse todavía. Se aproximó más a ella mientras le decía lo de la daga, llevando la mano hacia la que él llevaba en el cinturón. La sacó lentamente, con parsimonia, mirándola de manera un tanto altiva mientras la ponía delante de sus ojos antes de señalar a su pecho. Sabía que lo suyo había sido un modo de hablar, algo figurado, pero decidió sacar el arma sólo para que se diese cuenta de lo absurda que era esa sugerencia.
- Sería ilógico por mi parte eliminar a quien necesito para un fin. Porque eso es lo que somos el uno para el otro, un medio para un fin, con una unión poderosa. Además...si lo hiciera me convertiría en el puñetero villano de tu drama, y sinceramente, no me apetece repetir los errores del maldito Urien Le Fay.- después se la tendió del mismo modo que había hecho con el pergamino, pero esta vez sujetó su mano obligándola a cogerla. - Hazlo tú, y desata otra maldición ya de paso. Total, qué más da. -le soltó la mano en cuanto se aseguró de que la hubiese cogido, pasando de largo. No sabía ni para qué se molestaba en intentar cruzar más de dos palabras con ella. Era una niñata malcriada que se creía mejor que nadie por estar en el Consejo de los 20. Por un momento pensó que le apuñalaría por la espalda por pura frustración, así que tras dar un par de pasos se giró nuevamente hacia ella para atraer la daga hacia él con magia. Aquella canalización hizo brillar un instante y de manera casi imperceptible el anillo de matrimonio que llevaba en el dedo.
-Ah, menos mal- Soltó con ironía llevándose una mano al corazón con fingida calma -No habría podido dormir de haber sabido que herí tu ego- Le dijo manteniendo su rostro estoico y sus ojos brillando con aquel cinismo tan característico de ella cuando no soportaba a la persona que tenía al frente.
La respuesta a su pregunta fue otro cuestionamiento que le hizo poner los ojos en blanco -Eres tú el que parece obcecado con creer que fracasaremos- Mencionó porque su frase anterior sonaba que se basaba en antiguas maldiciones como punto de comparación y, en ninguna de las mencionadas, figuraba ninguno de los dos linaje; lo que la convertía en algo único. Es más, nadie había escrito sobre una maldición como la suya. Al escucharlo mencionar a Aedan, Catherine se enfureció. ¿Por qué lo traía a colación? Imbécil. Era un maldito imbécil -No menciones a mi hijo- Le espetó y luego alzó el mentón, aunque era inútil tomando en cuenta que ya estaba mirando hacia arriba -Lo sé. ¿Lo tienes tu digerido?- Soltó con rintintin -Ah, mira quien lo dice- Definitivamente, el apetito empezaba a diluirse. Mejor encerrarse en el cuarto y leer todos los libros que tenía allí pendiente, estaba para largo.
Afianzó los pies en el piso cuando lo vio acercarse, siguiendo con la mirada el movimiento de su mano en busca de la daga. Catherine utilizó sus poderes y recubrió su cuerpo con su piel de ébano bajo la ropa. Ahora, en invierno, agradecía que tuviera que cubrirse más para que no se diera cuenta de su método de defensa. Pero… Pero si realmente hubiese querido matarla, la habría atacado con su magia. Ella sabía lo que era capaz de hacer. Un movimiento de mano y su vida estaría finiquitada. Aquello era una…pantomima sólo para sacarla de sus cabales. No le daría el gusto.
-Hay una diferencia, Wthyr…- Sonrió de lado -Guinevre amaba a Urien- Así que no, no iba a desencadenar ninguna maldición si la asesinaba sólo iba a arrastrar consigo la muerte de su linaje y el de ella. Ella no quería coger la daga, pero igualmente le obligó a hacerlo y Catherine entrecerró los ojos y arrugó la nariz, como si estuviese hablándole a un niño - No sabría apuntar bien. No sé aún si tienes corazón- Susurró sintiendo que el propio amenazaba con salírsele del pecho. No había un instante alrededor de Wthyr en el que tuvieran un minuto en paz… Todo escalaba demasiado rápido. Era…intenso. Era…exhaustivo y agotante.
Se giró hacia él cuando pasó de largo observándolo y dándose cuenta de que llevaba la capa, para entonces, él se volvió a mirarla y sintió el tirón en la daga que soltó con tranquilidad para luego reírse mirando la mano izquierda, donde antes estaba el arma. La extendió hacia él con la palma hacia arriba antes de mover suavemente los dedos con elegancia, canalizando energía a través de ésta ignorando las consecuencias reales de aquello -¿Miedo, Wthyr?- Preguntó y mientras ladeaba la cabeza, estudiando sus atractivos rasgos, la sala se oscureció brevemente mientras la capa de Wthyr parecía chorrear oscuridad para luego alzarse en numerosos y espinosos zarcillos que le apuntaban - No necesito ninguna daga - Dijo acercándose a él, sintiendo de nuevo que los latidos de su corazón pasaban de una rabia incontenible a algo más…
Los zarcillos empezaron a rodear al Pendragon: Piernas, brazos, cuello. No de forma agresiva, sino lentamente. Catherine llegó a su altura y cogió ambos lados de la capa tras ponerse el pergamino bajo un brazo, se la acomodó inocentemente aunque lo único que estaba pintando su mente era el torso esculpido de su esposo y la fuerza de su cuerpo. Un escalofrío le recorrió la espalda antes de alzar la mirada hacia él - No seas tan… - ¿Cómo definirlo? Soltó un suspirito decepcionado -Humano-
La respuesta a su pregunta fue otro cuestionamiento que le hizo poner los ojos en blanco -Eres tú el que parece obcecado con creer que fracasaremos- Mencionó porque su frase anterior sonaba que se basaba en antiguas maldiciones como punto de comparación y, en ninguna de las mencionadas, figuraba ninguno de los dos linaje; lo que la convertía en algo único. Es más, nadie había escrito sobre una maldición como la suya. Al escucharlo mencionar a Aedan, Catherine se enfureció. ¿Por qué lo traía a colación? Imbécil. Era un maldito imbécil -No menciones a mi hijo- Le espetó y luego alzó el mentón, aunque era inútil tomando en cuenta que ya estaba mirando hacia arriba -Lo sé. ¿Lo tienes tu digerido?- Soltó con rintintin -Ah, mira quien lo dice- Definitivamente, el apetito empezaba a diluirse. Mejor encerrarse en el cuarto y leer todos los libros que tenía allí pendiente, estaba para largo.
Afianzó los pies en el piso cuando lo vio acercarse, siguiendo con la mirada el movimiento de su mano en busca de la daga. Catherine utilizó sus poderes y recubrió su cuerpo con su piel de ébano bajo la ropa. Ahora, en invierno, agradecía que tuviera que cubrirse más para que no se diera cuenta de su método de defensa. Pero… Pero si realmente hubiese querido matarla, la habría atacado con su magia. Ella sabía lo que era capaz de hacer. Un movimiento de mano y su vida estaría finiquitada. Aquello era una…pantomima sólo para sacarla de sus cabales. No le daría el gusto.
-Hay una diferencia, Wthyr…- Sonrió de lado -Guinevre amaba a Urien- Así que no, no iba a desencadenar ninguna maldición si la asesinaba sólo iba a arrastrar consigo la muerte de su linaje y el de ella. Ella no quería coger la daga, pero igualmente le obligó a hacerlo y Catherine entrecerró los ojos y arrugó la nariz, como si estuviese hablándole a un niño - No sabría apuntar bien. No sé aún si tienes corazón- Susurró sintiendo que el propio amenazaba con salírsele del pecho. No había un instante alrededor de Wthyr en el que tuvieran un minuto en paz… Todo escalaba demasiado rápido. Era…intenso. Era…exhaustivo y agotante.
Se giró hacia él cuando pasó de largo observándolo y dándose cuenta de que llevaba la capa, para entonces, él se volvió a mirarla y sintió el tirón en la daga que soltó con tranquilidad para luego reírse mirando la mano izquierda, donde antes estaba el arma. La extendió hacia él con la palma hacia arriba antes de mover suavemente los dedos con elegancia, canalizando energía a través de ésta ignorando las consecuencias reales de aquello -¿Miedo, Wthyr?- Preguntó y mientras ladeaba la cabeza, estudiando sus atractivos rasgos, la sala se oscureció brevemente mientras la capa de Wthyr parecía chorrear oscuridad para luego alzarse en numerosos y espinosos zarcillos que le apuntaban - No necesito ninguna daga - Dijo acercándose a él, sintiendo de nuevo que los latidos de su corazón pasaban de una rabia incontenible a algo más…
Los zarcillos empezaron a rodear al Pendragon: Piernas, brazos, cuello. No de forma agresiva, sino lentamente. Catherine llegó a su altura y cogió ambos lados de la capa tras ponerse el pergamino bajo un brazo, se la acomodó inocentemente aunque lo único que estaba pintando su mente era el torso esculpido de su esposo y la fuerza de su cuerpo. Un escalofrío le recorrió la espalda antes de alzar la mirada hacia él - No seas tan… - ¿Cómo definirlo? Soltó un suspirito decepcionado -Humano-
Las pullas verbales cargadas de sarcasmo volaban en ambas direcciones, ninguno de los dos parecía querer quedarse callado. No, no podía herirle el ego fácilmente porque lo tenía bastante fuerte. - Mentira. No proyectes en mí tus inseguridades. - replicó rápidamente cuando le acusó de estar obcecado con que fracasarían. Fracasar no era una opción, lo conseguiría fuese como fuese. Lo único que le había sugerido era que investigara un poco para encontrar algo de interés. El modo en el que dijo lo de su hijo no le gustó lo más mínimo, era como si no valorase la deferencia que había tenido con ella al permitirle quedarse en Ouroboros para que pudiese estar más cerca del crío mientras se recuperaba. No dijo nada más sobre eso, pero soltó el aire con exasperación. ¿Qué se pensaba? ¿Que tenía algo en contra de su primogénito?
- Pues claro. Más que tú seguramente. Lo he visto más de cerca. - su voz sonó más áspera y amarga de la cuenta al tratar el tema de lo que les esperaba si no cumplían, la muerte. Claro que tenía digerido el argumento, lo habría sufrido en sus propias carnes con hijos y esposas. Sabía que Catherine también había perdido hermanos y padres, pero en ese momento no lo consideraba al mismo nivel. Luego se puso más a la defensiva cuando le explicó la diferencia entre ellos y los Pendragon-Le Fay del pasado. Era como si necesitase remarcar constantemente lo mucho que le desagradaba y lo indiferente que le era.
- Obviamente... - reconoció porque había sido un buen "golpe", pero contraatacó. - Una absurda pérdida de tiempo que no sirve para nada práctico. Y además nada dura para siempre, como has comprobado hace poco. - no dejó pasar la oportunidad de recordarle que ya no estaba con el licántropo, de recordarle lo que le dijo en el coliseo de Ouroboros sobre que la felicidad no era duradera. Alzó levemente la comisura del labio en un gesto cínico al escuchar lo de no tener corazón, tirando un poco de su camisa para que quedase a la vista la horrible marca de maldición que ambos compartían.
- Prueba a apuntar aquí, tienes una diana y todo. Hasta alguien que no sabe usar armas acertaría. - podía haberse quedado a gusto y dar la conversación por despachada con todo aquello, pero no. Tuvo que quedarse a retarla con el tema de la daga. Ni siquiera se opuso a que se la quitase, así que se la volvió a guardar en la funda que llevaba colgada del cinturón. Entrecerró los ojos al ver las sombras que comenzaban a salir de su capa, sin duda obra de Le Fay con su magia de sombras. - ¿Miedo? más quisieras tú. - Si es que en el fondo le buscaba, él ya se iba. Al alzar de nuevo la cabeza cruzó su mirada con la de ella, pero en esta ocasión sintió algo más que ganas de seguir discutiendo...aquel aura de reina oscura le resultó de lo más atrayente. Se quedó inmóvil mientras los zarcillos de oscuridad trepaban por su cuerpo lentamente, esperando que ella se acercase más cada vez. El modo en que dijo aquello de humano era de desprecio, de seres inferiores sin magia. - Ven si te atreves y te muestro lo que puedo llegar a hacer. - susurró de manera casi amenazadora, haciendo contacto por fin al rozar la piel de su cuello con la mano, hasta alzarle la barbilla. Le recorrió una especie de escalofrío extraño que nada tenía que ver con el miedo, pero trató de ignorarlo. Aprovechó aquello para tratar de absorber su magia de sombras, intentando hacerse con sus zarcillos de oscuridad a las malas.
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off: Sodoma activado 1/10
- Pues claro. Más que tú seguramente. Lo he visto más de cerca. - su voz sonó más áspera y amarga de la cuenta al tratar el tema de lo que les esperaba si no cumplían, la muerte. Claro que tenía digerido el argumento, lo habría sufrido en sus propias carnes con hijos y esposas. Sabía que Catherine también había perdido hermanos y padres, pero en ese momento no lo consideraba al mismo nivel. Luego se puso más a la defensiva cuando le explicó la diferencia entre ellos y los Pendragon-Le Fay del pasado. Era como si necesitase remarcar constantemente lo mucho que le desagradaba y lo indiferente que le era.
- Obviamente... - reconoció porque había sido un buen "golpe", pero contraatacó. - Una absurda pérdida de tiempo que no sirve para nada práctico. Y además nada dura para siempre, como has comprobado hace poco. - no dejó pasar la oportunidad de recordarle que ya no estaba con el licántropo, de recordarle lo que le dijo en el coliseo de Ouroboros sobre que la felicidad no era duradera. Alzó levemente la comisura del labio en un gesto cínico al escuchar lo de no tener corazón, tirando un poco de su camisa para que quedase a la vista la horrible marca de maldición que ambos compartían.
- Prueba a apuntar aquí, tienes una diana y todo. Hasta alguien que no sabe usar armas acertaría. - podía haberse quedado a gusto y dar la conversación por despachada con todo aquello, pero no. Tuvo que quedarse a retarla con el tema de la daga. Ni siquiera se opuso a que se la quitase, así que se la volvió a guardar en la funda que llevaba colgada del cinturón. Entrecerró los ojos al ver las sombras que comenzaban a salir de su capa, sin duda obra de Le Fay con su magia de sombras. - ¿Miedo? más quisieras tú. - Si es que en el fondo le buscaba, él ya se iba. Al alzar de nuevo la cabeza cruzó su mirada con la de ella, pero en esta ocasión sintió algo más que ganas de seguir discutiendo...aquel aura de reina oscura le resultó de lo más atrayente. Se quedó inmóvil mientras los zarcillos de oscuridad trepaban por su cuerpo lentamente, esperando que ella se acercase más cada vez. El modo en que dijo aquello de humano era de desprecio, de seres inferiores sin magia. - Ven si te atreves y te muestro lo que puedo llegar a hacer. - susurró de manera casi amenazadora, haciendo contacto por fin al rozar la piel de su cuello con la mano, hasta alzarle la barbilla. Le recorrió una especie de escalofrío extraño que nada tenía que ver con el miedo, pero trató de ignorarlo. Aprovechó aquello para tratar de absorber su magia de sombras, intentando hacerse con sus zarcillos de oscuridad a las malas.
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-No estoy proyectando nada- O quizás sí. ¿Había malinterpretado sus palabras? Entrecerró los ojos ante esa idea. Y, la verdad, es que algo en ella se removió. ¿Y si eso era lo que estaba haciendo? ¿Estaba realmente segura de que ese “soñado” bebé iba a acabar de una vez por todas con la maldición? ¿Qué pasaba si no lo hacía? Tensó un poco la mandíbula…que se marcó más al oír lo que le respondió, recordando que mientras ella se había quedado sola…Él también había saboreado la pérdida de gente importante en su vida. Sus hijos…y sus esposas. No pudo decirle nada. ¿Qué podría decirle? Ante la sola idea de perder a Aedan, las rodillas le flaqueaban y saber que él no había podido hacer nada en ambas ocasiones seguía generándole sentimientos encontrados.
Lo siguiente no pareció hacerle demasiado efecto y Catherine maldijo para sí misma, tenía que encontrar un punto de inflexión retórica en el que le dejara en silencio como él había hecho con ella antes. La referencia a aquella frase que le había dicho en el Coliseo penetró profundamente, sintiendo ardor en el centro del pecho. Tenía razón pero… -Y sin embargo, es tan fuerte que ha desatado una maldición durante siglos- Porque allí estaba la raíz del problema ¿verdad? El asesinato de Guinevre y su bebé no se trataba sólo de la muerte de la Pendragon, iba más allá, apuntando a la traición de un amor puro -Práctico no sé, pero poderoso es- Se mordió la lengua para preguntarle si lo había experimentado porque… No estaba segura de qué iba a responderle.
Bajó la vista hacia la runa de la maldición sintiendo una repulsión horrible por la forma en la que sus destinos estaban condenados por acciones que no les pertenecían. Alzó la cabeza hacia él para conectar con su mirada -¿No es mejor cortar la cabeza de la víbora?- Soltó con curiosidad mientras lo veía irse y luego se rió un poco, sintiendo que sus hombros se aligeraban -¿Para qué querría que me tuvieras miedo?- Negó con la cabeza -Es decir, lo entendería…- Dijo ladeando la cabeza hacia un lado y luego hacia el otro -Pero puedo convertirte en mi marioneta sin necesidad de que me tengas miedo, Pendragon-
Y caminó, por supuesto que caminó pese a sus palabras. Como el mosquito que se acerca a la lámpara preparado para una aventura peligrosa. ¿Era eso lo que le estaba provocando esa estúpida arritmia? En el instante en el que su mano recorrió la piel de su cuello, Catherine se estremeció, se dejó guiar para observarlo con intensidad -¿Tienes alguna nueva carta bajo la manga?- Preguntó y cuando sintió aquel bajón de energía soltó un siseo mientras apretaba las manos en su capa. El sonido de los libros al caerse ya no le importó demasiado, estaba concentrada en él; como si sus sentidos no pudiera registrar nada de lo que pasara fuera de aquella aura mágica que los envolvía.
Los zarcillos de oscuridad se erizaron creando pequeñas espinas que buscaban advertirle de su peligrosa maniobra -Envidioso- Susurró, tirando de su capa para atraerlo hacia ella hasta que su nariz rozó la de él -¿Quieres que te muestre lo que yo puedo hacer?-
off: Sodoma activado 1/10
Lo siguiente no pareció hacerle demasiado efecto y Catherine maldijo para sí misma, tenía que encontrar un punto de inflexión retórica en el que le dejara en silencio como él había hecho con ella antes. La referencia a aquella frase que le había dicho en el Coliseo penetró profundamente, sintiendo ardor en el centro del pecho. Tenía razón pero… -Y sin embargo, es tan fuerte que ha desatado una maldición durante siglos- Porque allí estaba la raíz del problema ¿verdad? El asesinato de Guinevre y su bebé no se trataba sólo de la muerte de la Pendragon, iba más allá, apuntando a la traición de un amor puro -Práctico no sé, pero poderoso es- Se mordió la lengua para preguntarle si lo había experimentado porque… No estaba segura de qué iba a responderle.
Bajó la vista hacia la runa de la maldición sintiendo una repulsión horrible por la forma en la que sus destinos estaban condenados por acciones que no les pertenecían. Alzó la cabeza hacia él para conectar con su mirada -¿No es mejor cortar la cabeza de la víbora?- Soltó con curiosidad mientras lo veía irse y luego se rió un poco, sintiendo que sus hombros se aligeraban -¿Para qué querría que me tuvieras miedo?- Negó con la cabeza -Es decir, lo entendería…- Dijo ladeando la cabeza hacia un lado y luego hacia el otro -Pero puedo convertirte en mi marioneta sin necesidad de que me tengas miedo, Pendragon-
Y caminó, por supuesto que caminó pese a sus palabras. Como el mosquito que se acerca a la lámpara preparado para una aventura peligrosa. ¿Era eso lo que le estaba provocando esa estúpida arritmia? En el instante en el que su mano recorrió la piel de su cuello, Catherine se estremeció, se dejó guiar para observarlo con intensidad -¿Tienes alguna nueva carta bajo la manga?- Preguntó y cuando sintió aquel bajón de energía soltó un siseo mientras apretaba las manos en su capa. El sonido de los libros al caerse ya no le importó demasiado, estaba concentrada en él; como si sus sentidos no pudiera registrar nada de lo que pasara fuera de aquella aura mágica que los envolvía.
Los zarcillos de oscuridad se erizaron creando pequeñas espinas que buscaban advertirle de su peligrosa maniobra -Envidioso- Susurró, tirando de su capa para atraerlo hacia ella hasta que su nariz rozó la de él -¿Quieres que te muestre lo que yo puedo hacer?-
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La experiencia le decía que llevaba razón al asegurar que la felicidad era muy fugaz, y le dio la impresión de que aquel recordatorio no le había gustado a Catherine nada en absoluto. Normal, había vivido en su mundo feliz y paralelo con el plebeyo aquel buscapleitos. - Juraría que fue la traición la que lo desató...- y no el "amor", como ella decía. Fueron traiciones en toda regla. Sobre lo de poderoso tenía sus dudas...le parecía una visión muy simplista del tema. Según cómo se enfocase. - Depende. También es un punto débil que pueden usar contra ti. - él ya no tenía nada que perder en cuanto a parejas, pero a ella aún le importaba alguien. El Pendragon estaba dispuesto a hacer lo que fuese para alejar al licántropo y que así dejase de importunarles de manera agresiva. Podía hacer buena la frase de "muerto el perro se acabó la rabia". Eso tenía mucho que ver con lo que dijo ella de cortar la cabeza de la víbora. - Soy más de aplastar que de cortar.- añadió como quien informa de cómo prefiere el café, sin darle ninguna importancia. Arqueó levemente una ceja ante el cuestionamiento sobre los motivos para querer hacer que tuviese miedo, como si ella misma no valorase lo poderoso que podía ser el miedo como arma.
- Porque te gusta el control más de lo que tú misma quieres reconocer, ya te darás cuenta. - lo que dijo después sí que le irritó bastante, esa amenaza de controlarle mentalmente como lo haría cualquiera que fuese su enemigo. El problema consistía en que ese "enemigo" era ahora su nueva esposa, que tenían que convivir sin soportarse y que en poco tiempo serían coronados juntos como reyes de Ávalon cuando no podían tener posiciones más opuestas sobre casi todo.
- Cuidado con esos atrevimientos, Le Fay. Lo complicaría todo más aún, y no creo que quieras echar más leña al fuego. - porque de lo contrario iban a acabar bastante quemados los dos. No le hizo falta seguir aquella línea de pensamiento para darse cuenta de el calor que le estaba entrando por tan sólo haberle rozado el cuello un instante. Le mantuvo la barbilla alzada unos instantes sin poder apartar la vista de su rostro, más concretamente de aquellos labios...ni siquiera se había dado cuenta de en qué momento había empezado a desear volver a probarlos. De repente le vino una fugaz imagen de algún momento de la noche de bodas, transportándolo por un instante a ese momento. Frunció el ceño un momento, levemente confuso pero tratando de disimularlo. Apartó la mano despacio, pero no se separó de ella ni un ápice. No habría podido ni aunque hubiese querido, como si le atrajese con un extraño magnetismo.
- Tal vez...pero no te las voy a revelar todas a la primera. Me han dicho que los del Consejo de los 20 sois unos tramposos en todos los juegos...poco de fiar. - comentó bajando la voz a un tono confidencial, tratando a la vez de retorcer y domar aquellos zarcillos oscuros que ella había modelado en forma de espinas. Todavía no tenía muy claro cómo hacer que la magia absorbida de otros le obedeciese, hasta ahora no no le había pasado con nadie más y no lo dominaba demasiado. Se centró en hacer lo suyo con sus poderes, pero cuando se enfocó en el pulso de Catherine se dio cuenta de que estaba más alterado de lo habitual. Esbozó una leve sonrisa ladeada ante aquello, guardándose el dato para sí mismo. Sus rostros quedaron bastante cerca tras el tirón que Catherine para atraerle hacia él, pero para ese momento ya casi se había olvidado de que un instante antes estaban discutiendo. Plantó las manos en las caderas de ella para acercarla a su cuerpo de un tirón, sintiendo cómo su pulso también comenzaba a acelerarse con aquel contacto. - Adelante, demuéstramelo. Rétame lo que quieras.- juraría que apenas unos segundos atrás estaban hablando de otra cosa, pero ya no estaba tan seguro.
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Sodoma 2/10
- Porque te gusta el control más de lo que tú misma quieres reconocer, ya te darás cuenta. - lo que dijo después sí que le irritó bastante, esa amenaza de controlarle mentalmente como lo haría cualquiera que fuese su enemigo. El problema consistía en que ese "enemigo" era ahora su nueva esposa, que tenían que convivir sin soportarse y que en poco tiempo serían coronados juntos como reyes de Ávalon cuando no podían tener posiciones más opuestas sobre casi todo.
- Cuidado con esos atrevimientos, Le Fay. Lo complicaría todo más aún, y no creo que quieras echar más leña al fuego. - porque de lo contrario iban a acabar bastante quemados los dos. No le hizo falta seguir aquella línea de pensamiento para darse cuenta de el calor que le estaba entrando por tan sólo haberle rozado el cuello un instante. Le mantuvo la barbilla alzada unos instantes sin poder apartar la vista de su rostro, más concretamente de aquellos labios...ni siquiera se había dado cuenta de en qué momento había empezado a desear volver a probarlos. De repente le vino una fugaz imagen de algún momento de la noche de bodas, transportándolo por un instante a ese momento. Frunció el ceño un momento, levemente confuso pero tratando de disimularlo. Apartó la mano despacio, pero no se separó de ella ni un ápice. No habría podido ni aunque hubiese querido, como si le atrajese con un extraño magnetismo.
- Tal vez...pero no te las voy a revelar todas a la primera. Me han dicho que los del Consejo de los 20 sois unos tramposos en todos los juegos...poco de fiar. - comentó bajando la voz a un tono confidencial, tratando a la vez de retorcer y domar aquellos zarcillos oscuros que ella había modelado en forma de espinas. Todavía no tenía muy claro cómo hacer que la magia absorbida de otros le obedeciese, hasta ahora no no le había pasado con nadie más y no lo dominaba demasiado. Se centró en hacer lo suyo con sus poderes, pero cuando se enfocó en el pulso de Catherine se dio cuenta de que estaba más alterado de lo habitual. Esbozó una leve sonrisa ladeada ante aquello, guardándose el dato para sí mismo. Sus rostros quedaron bastante cerca tras el tirón que Catherine para atraerle hacia él, pero para ese momento ya casi se había olvidado de que un instante antes estaban discutiendo. Plantó las manos en las caderas de ella para acercarla a su cuerpo de un tirón, sintiendo cómo su pulso también comenzaba a acelerarse con aquel contacto. - Adelante, demuéstramelo. Rétame lo que quieras.- juraría que apenas unos segundos atrás estaban hablando de otra cosa, pero ya no estaba tan seguro.
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Sodoma 2/10
-Sí, la traición a ese amor, Wthyr. Estoy bastante segura de que Guinevre lo amaba, de forma pura y Urien… Bueno, hizo lo que hizo- Suspiró como si estuviera explicándole porqué 1 + 1 era igual a 2. Advertir que se podría usar como punto débil hizo que Catherine frunciera el ceño, ella lo veía de otra forma, quizás la motivación a seguir pero… Pero recordar la ansiedad que la había llevado a negociar con Wthyr su estadía en Ávalon con tal de que no hiriera a Ian…Bueno, podía comprender su punto de vista. Aquello de aplastar, cortar, eliminar y etc le hizo poner los ojos en blanco -Sorprendente- Dijo sin ningún gesto que evidenciara que fuera sorpresa alguna pero sí destilaba una profunda ironía en su tono de voz.
Aquello del control hizo que frunciera el ceño. Ella no era controladora. ¿Lo era? No…¿Lo era? No, definitivamente no. Ella dejaba a todo el mundo a su bola, lo que generaba… Ese tipo de situaciones. Pero no podía controlar las acciones de otros, sólo su propia respuesta. Quizás…a veces era un poco más intensa pero eso no era negativo ¿O sí? Maldito Pendragon de mierda que estaba empezando a comerle la cabeza con tonterías sobre el control y el poder.
Pero tenía un punto, no, ella no quería seguir echando leña al fuego. Específicamente, a ese en el que ambos sólo se dedicaban palabras hirientes para probar quién se rendía primero. Además, él no la conocía lo suficiente y esa era la única carta que tenía para amenazarlo con el control mental. No era algo que soliera usar a menudo porque le parecía una invasión a la privacidad bastante…agresiva. Además, esperaba mucho más de las personas y sus reacciones le permitían conocerlas y juzgar si las quería en su vida o no. De momento, estaba atada a Wthyr por lo que restaba de su existencia. Mantuvo la mirada en sus ojos, que habían descendido para apreciar sus labios y la sola idea de que los tomara hizo que un escalofrío le recorriera el cuerpo. Podía recordar perfectamente la forma en la que besaba. Era tan demandante como lo era en todos los aspectos de la vida que le conocía. Brusco y bruto, como preso de un deseo inexplicable. Como el que le recorría a ella.
-No creas todo lo que te dicen, Wthyr- Le susurró en respuesta, emulando su tono que…a fin de cuentas, en aquella cercanía no era necesario alzar demasiado la voz -Porque no querrás que te juzgue por lo que hicieron tus antepasados ¿Verdad?- La sonrisa que se deslizó en los labios del Pendragon hizo que una cálida sensación se expandiera en su bajo vientre. Argh, era un creído y deseaba borrarle esa sonrisa… con sus besos. Sí, queria besarlo de nuevo y calmar esa necesidad tan agobiante. Sintió sus manos en la cadera y la forma en la que su cuerpo se acopló al de él y se mordió el labio para no soltar un gemido, el gesto le había recordado al baile de apertura de su boda. Era un desubicado pero… le encantaba y podía sentir lo que sea que ella estaba sintiendo, él también. Lo leía en su rostro pero también en su cuerpo.
Por Morgana…lo bien definido que tenía el cuerpo. Los hombros anchos, la espalda trabajada, la fuerza de sus brazos… Claro que le iba a demostrar algo. No estaba segura de qué era lo que le tenía que demostrar porque en ese instante no podía pensar en otra cosa que no fuera su piel contra la de él. Subió una mano hasta su nuca y lo terminó de atraer hacia ella para besarlo, soltando un suspiro de satisfacción ante el cálido contacto mientras todo su cuerpo se tensaba ante la expectativa de satisfacer la lujuria que le recorría. Lo empujó suavemente contra la pared mientras con la otra mano se deshacía del nudo que ataba su capa, para quitársela y dejarla caer en el piso. Sabía que estaban en invierno, sabía que estaba haciendo frío pero el agobiante calor que sentía en ese momento le hizo olvidarse de esos pequeños detalles y concentrarse en el increíble exceso de ropa que tenía puesta. Usó sus zarcillos para ayudarse a romperle la ropa y abrirse paso hacia su piel, deslizando los dedos por su abdomen y luego por su pecho, aruñando suavemente a medida que subía y su mente se enturbiaba con aquella niebla de deseo insatisfecho, lo que la llevó a morderle el labio con fuerza antes de volver a retomar el beso.
Sodoma 2/10
Aquello del control hizo que frunciera el ceño. Ella no era controladora. ¿Lo era? No…¿Lo era? No, definitivamente no. Ella dejaba a todo el mundo a su bola, lo que generaba… Ese tipo de situaciones. Pero no podía controlar las acciones de otros, sólo su propia respuesta. Quizás…a veces era un poco más intensa pero eso no era negativo ¿O sí? Maldito Pendragon de mierda que estaba empezando a comerle la cabeza con tonterías sobre el control y el poder.
Pero tenía un punto, no, ella no quería seguir echando leña al fuego. Específicamente, a ese en el que ambos sólo se dedicaban palabras hirientes para probar quién se rendía primero. Además, él no la conocía lo suficiente y esa era la única carta que tenía para amenazarlo con el control mental. No era algo que soliera usar a menudo porque le parecía una invasión a la privacidad bastante…agresiva. Además, esperaba mucho más de las personas y sus reacciones le permitían conocerlas y juzgar si las quería en su vida o no. De momento, estaba atada a Wthyr por lo que restaba de su existencia. Mantuvo la mirada en sus ojos, que habían descendido para apreciar sus labios y la sola idea de que los tomara hizo que un escalofrío le recorriera el cuerpo. Podía recordar perfectamente la forma en la que besaba. Era tan demandante como lo era en todos los aspectos de la vida que le conocía. Brusco y bruto, como preso de un deseo inexplicable. Como el que le recorría a ella.
-No creas todo lo que te dicen, Wthyr- Le susurró en respuesta, emulando su tono que…a fin de cuentas, en aquella cercanía no era necesario alzar demasiado la voz -Porque no querrás que te juzgue por lo que hicieron tus antepasados ¿Verdad?- La sonrisa que se deslizó en los labios del Pendragon hizo que una cálida sensación se expandiera en su bajo vientre. Argh, era un creído y deseaba borrarle esa sonrisa… con sus besos. Sí, queria besarlo de nuevo y calmar esa necesidad tan agobiante. Sintió sus manos en la cadera y la forma en la que su cuerpo se acopló al de él y se mordió el labio para no soltar un gemido, el gesto le había recordado al baile de apertura de su boda. Era un desubicado pero… le encantaba y podía sentir lo que sea que ella estaba sintiendo, él también. Lo leía en su rostro pero también en su cuerpo.
Por Morgana…lo bien definido que tenía el cuerpo. Los hombros anchos, la espalda trabajada, la fuerza de sus brazos… Claro que le iba a demostrar algo. No estaba segura de qué era lo que le tenía que demostrar porque en ese instante no podía pensar en otra cosa que no fuera su piel contra la de él. Subió una mano hasta su nuca y lo terminó de atraer hacia ella para besarlo, soltando un suspiro de satisfacción ante el cálido contacto mientras todo su cuerpo se tensaba ante la expectativa de satisfacer la lujuria que le recorría. Lo empujó suavemente contra la pared mientras con la otra mano se deshacía del nudo que ataba su capa, para quitársela y dejarla caer en el piso. Sabía que estaban en invierno, sabía que estaba haciendo frío pero el agobiante calor que sentía en ese momento le hizo olvidarse de esos pequeños detalles y concentrarse en el increíble exceso de ropa que tenía puesta. Usó sus zarcillos para ayudarse a romperle la ropa y abrirse paso hacia su piel, deslizando los dedos por su abdomen y luego por su pecho, aruñando suavemente a medida que subía y su mente se enturbiaba con aquella niebla de deseo insatisfecho, lo que la llevó a morderle el labio con fuerza antes de volver a retomar el beso.
Sodoma 2/10
- ¿Quién ha dicho que os juzgo por vuestros antepasados? Os juzgo por cómo sois ahora...- susurró ya sin saber muy bien cómo quería continuar la frase porque su raciocinio cada vez estaba más nublado y seguir hablando no era precisamente lo que más le interesaba en ese momento. Su cuerpo sólo quería una cosa, y se lo dejó bien claro en aquel primer contacto al atraerla por las caderas. El inicio del beso fue la explosión definitiva que necesitaba su cabeza para desconectar por completo y cederle paso únicamente a los sentidos, a los instintos. Profundizó más el beso, haciendo que aumentase la temperatura lo suficiente como para terminar de derretir los pocos copos de nieve que le quedaban en el cabello. Sintió que sus labios y la calidez de su boca estaban hechos a medida para él, sólo para él.
Se encontró de espaldas contra la pared como tope, comenzando con ella una especie de batalla por ver quién conseguía romperle antes la molesta ropa al otro. ¿Por qué estaba haciendo eso? Ni puta idea, pero no le importaba lo más mínimo. Tampoco es que pudiese pensar con claridad, aunque hubiese querido averiguar cómo era posible haber acabado así tras estar discutiendo. Rasgó la parte la parte superior de las vestimentas de Catherine, dejando a la vista por fin su piel, un lienzo perfecto para todos aquellos tatuajes que llevaba. Se le erizó la piel al notar sus dedos deslizándose desde el abdomen al pecho, mordiéndose el labio apenas un instante antes de que ella volviese a la carga con otro beso.
Una de sus manos le apretó con fuerza el trasero, deleitándose con su redondez. La otra se enredó en su cabello a la altura de la nuca, inspirando profundamente su aroma que en ese momento era para él como una droga, adictivo y obnubilante. Le echó la cabeza hacia atrás, buscando espacio en su cuello para comenzar a besarlo con lascivia. Tenía tantas ganas de ella que fue dejando algún mordisco hasta llegar a la clavícula. La despojó del sujetador para descubrir sus pechos, cuya visión lo encendió más aún. La cargó tomándola por las caderas, poniéndola contra la pared mientras su boca seguía de manera sinuosa el recorrido por las zonas más sensibles. Para ese momento la tensión en sus pantalones ya era más que palpable, deseaba continuar con aquella escalada de lujuria, satisfacer la necesidad.
De repente se escuchó un sonido en el pasillo, y por lo cerca que sonaba supo que no se habían fijado hasta el momento. Gruñó levantando la cabeza de sus senos, girándola hacia la esquina. - Mierda, la ronda de noche...- no quedaba nada para que doblasen el pasillo, y se pondría furioso si los interrumpían. En lo primero que pensó fue en la biblioteca, por todos los libros tirados por el suelo a los que ahora acompañaban sus ropas. Hizo un par de intentos por desaparecerse tal cual estaban, así enroscados el uno en el otro, pero la nebulosa que tenía en la cabeza le obligó a hacer un tercer intento antes de lograrlo. Justo a tiempo...los guardias sólo verían el desastre de cosas tiradas por el suelo.
Reaparecieron en la antigua y oscura biblioteca, apenas alumbrada por un candil. La precipitación y falta de cálculo hizo que chocasen con una estantería, tirando más libros por el suelo. Aún así la sección era perfecta, nunca iba nadie. Paleontología mágica.
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Sodoma 3/10
Se encontró de espaldas contra la pared como tope, comenzando con ella una especie de batalla por ver quién conseguía romperle antes la molesta ropa al otro. ¿Por qué estaba haciendo eso? Ni puta idea, pero no le importaba lo más mínimo. Tampoco es que pudiese pensar con claridad, aunque hubiese querido averiguar cómo era posible haber acabado así tras estar discutiendo. Rasgó la parte la parte superior de las vestimentas de Catherine, dejando a la vista por fin su piel, un lienzo perfecto para todos aquellos tatuajes que llevaba. Se le erizó la piel al notar sus dedos deslizándose desde el abdomen al pecho, mordiéndose el labio apenas un instante antes de que ella volviese a la carga con otro beso.
Una de sus manos le apretó con fuerza el trasero, deleitándose con su redondez. La otra se enredó en su cabello a la altura de la nuca, inspirando profundamente su aroma que en ese momento era para él como una droga, adictivo y obnubilante. Le echó la cabeza hacia atrás, buscando espacio en su cuello para comenzar a besarlo con lascivia. Tenía tantas ganas de ella que fue dejando algún mordisco hasta llegar a la clavícula. La despojó del sujetador para descubrir sus pechos, cuya visión lo encendió más aún. La cargó tomándola por las caderas, poniéndola contra la pared mientras su boca seguía de manera sinuosa el recorrido por las zonas más sensibles. Para ese momento la tensión en sus pantalones ya era más que palpable, deseaba continuar con aquella escalada de lujuria, satisfacer la necesidad.
De repente se escuchó un sonido en el pasillo, y por lo cerca que sonaba supo que no se habían fijado hasta el momento. Gruñó levantando la cabeza de sus senos, girándola hacia la esquina. - Mierda, la ronda de noche...- no quedaba nada para que doblasen el pasillo, y se pondría furioso si los interrumpían. En lo primero que pensó fue en la biblioteca, por todos los libros tirados por el suelo a los que ahora acompañaban sus ropas. Hizo un par de intentos por desaparecerse tal cual estaban, así enroscados el uno en el otro, pero la nebulosa que tenía en la cabeza le obligó a hacer un tercer intento antes de lograrlo. Justo a tiempo...los guardias sólo verían el desastre de cosas tiradas por el suelo.
Reaparecieron en la antigua y oscura biblioteca, apenas alumbrada por un candil. La precipitación y falta de cálculo hizo que chocasen con una estantería, tirando más libros por el suelo. Aún así la sección era perfecta, nunca iba nadie. Paleontología mágica.
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Sodoma 3/10
- +18:
- Podía sentir que su necesidad era correspondida por la forma en la que las manos de Wthyr buscaban deshacerse de su ropa también. Era maravilloso, fantástico… que la rompiera toda y le ayudará a deshacerse de esa calor infernal que estaba carcomiendola por dentro. Se arqueó un poco cuando finalmente la brisa fresca del invierno acarició su piel, soltando un suspiro de satisfacción antes de pegar su cuerpo el de él. Volvió a besarlo, encantandole la forma en la que apretaba su cuerpo y cómo pequeños gestos como sus dedos en su cabello generaban un estremecimiento que descargaba una cálida sensación en el centro de sus piernas.
Lo escuchó inspirar, como si pudiera absorberla toda en solo aquella respiración y la morena sintió que se derretía por dentro. Un gesto tan básico pero tan lleno de un significado erótico. Ella también quería tenerlo sofocando cada uno de sus sentidos. Se dejó hacer, en ese instante, se permitió a sí misma solo disfrutar de la suave caricia de sus labios en la delicada piel de su cuello mientras sus dedos trazaban el camino a la inversa, en dirección a su cinturón, pero deleitándose en lo bien trabajado que tenía el abdomen. Joder…es que debía entrenar día sí y día también. El mordisco la pilló desprevenida, tanto, que acabó riéndose por lo bajo. Aquello iba a acabar con una marca en su piel, lo sabía. Llegó hasta el cinturón pero esperó un instante para ayudarlo a deshacerse del sujetador, dejándolo en el piso sin prestarle ni la más mínima atención. Sus dedos trabajaron el cinto antes de que la cargara.
En cuanto lo hizo, las piernas de Catherine le rodearon la cadera y le resultó tan brutalmente excitante la forma en la que su cuerpo calzaba perfectamente en el de él, que gimió al sentir la dureza del contrario. Sin tabúes, sin ningún tipo de remordimiento y más guiada por instintos que por la lógica, Catherine enredó las manos en el cabello de Wthyr mientras movía la cadera con suavidad, restregándose lentamente contra él a sabiendas de que ambos compartirían el placer que aquel roce les proporcionaba. Y, por supuesto, disfrutaba de su endemoniada lengua y sus besos que despertaban nuevas sensaciones. Un delicioso contraste entre el frío de la piedra en su espalda y el fuego que le daba Wthyr.
Al principio Catherine no se percató del sonido y cuando el Pendragon se detuvo, se quejó con un sonidito caprichoso hasta que su cerebro procesó el sitio donde estaban -Oh…- Cierto, eso…era…inoportuno. Inspiró profundo, como intentando poner en orden sus pensamientos, pero al hacerlo percibió ese perfume que llevaba Wthyr puesto y su cadera se movió sola en respuesta, buscando de nuevo la dureza de su cuerpo y el ramalazo de placer que le deba frotarse contra él… estaba perdidamente caliente y no estaba muy segura de querer detenerse.
De pronto, ya no estaban allí y la penumbra hizo que parpadeará varias veces antes de escuchar un montón de libros caer al piso. Libros irremplazables le había dicho. Y no podían importarle menos. Tiró de su cabello para que volviera la cabeza hacia él -Shhh- Le dijo sobre los labios antes de besarlo con profundidad, pegando su pecho al de él. Soltó una de las manos solo para ir hacia sus propios pantalones y quitarse el cinturón… iba a tener que bajarse para poder quitárselos o, al menos, dejarlos a la mitad. No es que Catherine fuera muy creativa en ese aspecto pero en ese momento era más presa del instinto que otra cosa. En cualquier otra situación quizás habría puesto el gritó en el cielo por tener una ataque de lujuria y cometer el erótico acto fuera de la cama o de la ducha…mejor dicho, en un lugar potencialmente público -Bájame- Susurró apartándose un poco de sus labios y desenrrollando las piernas para poder quitarse y quitarle esa parte de la ropa.
No conocía esa parte de la biblioteca pero sospechaba que debía haber una mesa, algún sofá… o podía otra vez apoyarla en la pared. Eso le parecía… sexy, intenso, impensable mente erótico. Por favor, en ese instante podía ponerla como le diera la gana con tal de que calmara ese deseo latente que tenía de él.
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El roce intenso de sus cuerpos antes de desaparecer le había llevado a un punto en el que cada vez quería más, sin pausa, sin descanso. Retomaron de nuevo con un beso candente que llevaba implícita toda la urgencia que querían saciar en ese momento. Tenía que bajarla al suelo para seguir despojándola de la ropa, aunque hizo un sonido de frustración al tener que alejarla de él un momento. - No...así no. - Dejó que sus pies tocasen el suelo, pero antes de darle tiempo a nada la alzó fácilmente por la cintura.
Enseguida la encaramó, sentándola en uno de los peldaños de esas escaleras que solían haber en las bibliotecas para acceder a las estanterías, quedando ella un poco por encima de la altura de él. Ahora la tenía donde quería. - Sujétate. - Se deshizo de sus pantalones sin muchos miramientos, tirándolos por ahí antes de ponerle las manos en las rodillas y separarle las piernas. Seguía con la sangre revolucionada y en plena ebullición, y esa especie de electricidad que sentía cuando la tocaba parecía una mezcla potente de energía mágica y atracción pura y dura.
Su mano empezó a subir por la cara interna del muslo hasta que llegó a su destino. Acarició su intimidad primero por encima de la tela de su ropa interior, pero enseguida sus dedos hábiles se deslizaron hacia dentro. Empezó a tocarla ya sin nada de por medio, sin quitarle de encima una mirada voraz al notar el efecto que producía en ella. Se deshizo finalmente de esa última prenda, sacándosela con premura para poder seguir con aquella locura que le tenía encendido.
Sus labios buscaron nuevamente sus pechos, al principio de manera apremiante, descendiendo y besando cada centímetro de su piel en un tortuoso recorrido que le llevó hasta su abdomen. Sintió el deseo de seguir bajando más aún hasta quedar entre sus piernas, recreándose allí para darle placer de todas las maneras posibles, buscando llevarla al límite hasta el punto que olvidase quiénes eran y dónde estaban. Él mismo ya lo había hecho, y en ese momento también necesitaba liberarse de una vez de la ropa que le quedaba. Inspiró antes de sujetarla por los muslos al separarse, sonriendo de manera ladina. Luego bajó las manos a su propio pantalón para comenzar a desabrocharlo. Cogió la mano de ella para llevarla a la cinturilla de la prenda, dejando que fuese ella la encargada de terminar de desvestirlo.
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Sodoma 4/10
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- No entendía a qué venía su "no, así no" si no tenía ni idea de lo que ella quería hacer. Aunque era algo bastante básico, eliminar barreras… aún así cuando sus pies tocaron el piso se vio levantada de nuevo cual pluma. Wthyr la subió por encima de él, en una de las escaleras y Catherine frunció el ceño porque se le hacía una distancia desfavorable de sus labios y de todo el calor de su cuerpo. Siguió su consejo y se tomó de los laterales de la escalera mientras movía las piernas para ayudarle a quitarse los pantalones.
En el instante en el que se quedó observándola Catherine se sintió particularmente femenina y… tuvo un sentimiento de poderío que no lograba entender, como si abrazar su sexualidad fuera una parte que hubiese estado perdida y que ahora había encontrado. Con la mirada enfebrecida siguió sus movimientos, sintiendo un escalofrío que se enroscó en su vientre justo antes de que Wthyr le enseñara, de nuevo, lo diestro que podía ser con los dedos. Con cada uno de sus movimientos, la morena sentía que la tensión se construía en su bajo vientre avivado por la forma en la que le miraba y como aquel acto tan pecaminoso le resultaba absolutamente devastador, robándole más de un gemido. El deseo incrementó y por un momento cerró las piernas, apretando su brazo para mover ella misma las caderas contra él. La escalera no daba mucha estabilidad así que cesó un poco en su carrera por encontrar la liberación, dejando que Wthyr volviera a abrirse paso hacia sus pechos.
Enredó los dedos en su cabello mientras volvía a percibir el roce de su piel, de su cuerpo contra el de ella, sintiendo un cosquilleo que iba más allá de todo lo que el deseo sexual insatisfecho podía despertar. Al sentir que empezaba a descender perdió la cabeza, ya lo había experimentado una vez y la había dejado laxa en la cama… ahora esperaba poder tener la fuerza para no caerse de las escaleras.
Poco tardó el Pendragon en llevarla a ese punto culmine que le robó un maldición mientras se estremecía de placer entre sus atenciones y su cuerpo. Sus sentidos, embotados, ya no le importaba nada más que continuar con ese viaje de autodescubrimiento que había embarcado. Al separarse observó su sonrisa soberbia y se rió porque… por todos los Dioses, tenía razones para sonreír así. Ella también quería hacerlo y cuando le cogió de la mano, Catherine bajó de la escalera y alzó la vista hacia él -Quiero intentarlo- Le confesó sin mucho tapujo, sin un tabú que se atravesará en su mente ni por el lugar ni por quién estaba y aunque tampoco es que tuviera mucho conocimiento… podía aprender.
Se inclinó para volver a atrapar sus labios en un beso mientras sus manos acariciaban su longitud por encima de la ropa antes de deshacerse de ella y descubrir la calidez de su cuerpo con sus propias manos. Si él había podido hacerlo … ella también debería. No era menos. Se separó de sus labios para besar la línea de su mandíbula, bajando hacia la zona sur hasta acortar la distancia entre sus manos y su boca. Acabó arrodillándose porque se sentiría más cómoda y tras intercambiar una encendida mirada con él dejó que sus instintos le guiarán sobre cómo darle placer con su propia boca.
Los movimientos un poco toscos se volvieron mucho más suaves y fluidos y Catherine pudo comprender por los gestos, la tensión de su cuerpo o incluso el sonido qué era lo que más disfrutaba y qué no tanto. Además, podía leerlo en su rostro cuando atisbaba parte de sus rasgos a la débil luz del candil. Era curiosa la relación entre su propia excitación y saber que lo que él estaba sintiendo lo generaba ella… su deseo y su lujuria se incrementan y podía notar como su propio cuerpo estaba aún desesperado por más.
Acabó alejándose de él, relamiéndose los labios mientras se incorporaba moviendo la cabeza para echarse el cabello hacia atrás. Ella también dibujó una leve sonrisa antes de echarle los brazos al cuello con el único objetivo de atraerlo y besarlo nuevamente con lascivia, con la búsqueda innata del placer pero también de ese cálido cosquilleo mágico que estaba filtrándose bajo su piel.
Sodoma 4/10
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- Saber que era el causante de los sonidos de placer que escapaban de los labios de Catherine le provocó satisfacción y excitación propia, por lo que no se detuvo hasta que la escuchó soltar aquella maldición en voz alta cuando llegó al punto álgido. Esta vez estaba disfrutando mucho más que con el precipitado y turbulento primer encuentro tras la boda, incluso más que con aquella segunda ronda que recordaba mejor en comparación con la primera. La misma pasión desbocada corría por su cuerpo, pero en esta ocasión era distinto...era como un juego entre ambos, uno en el que no conocían límites y en el que querían seguir explorando.
Catherine se lo dejó claro al tomar la iniciativa para satisfacerle del mismo modo que había hecho él. De no haber estado tan ebrio de lujuria se habría parado a pensar si era la primera vez que su nueva esposa hacia eso. - Intenta todo lo que quieras y más...- la invitó antes de besarse nuevamente con desenfreno. No se separó mientras la dejaba hacer con las manos para que lo despojase por fin de las dos últimas prendas que le oprimían, liberando su virilidad. Sintió una especie de escalofrío en la espina dorsal mientras ella descendía por su pecho y después por su abdomen. La mirada previa al momento lo hizo ponerse a mil, más aún si era posible.
Hasta el momento desconocía que esa faceta suya, no recordaba algo así de la vez anterior. Cerró los ojos y echó la cabeza ligeramente hacia atrás dejando escapar un ronco gruñido de placer que le nació de la garganta. Sus dedos se hundieron de manera instintiva en el cabello azabache de Le Fay, mientras su cuerpo entero se tensaba y estremecía con las atenciones dedicadas. Si seguía así no tardaría en llegar a su límite, así que en cuanto ella se separó correspondió a su sonrisa con otra obscena antes de volver a enredarse en su cuerpo con impaciencia.
En un arrebato sus manos fuertes la alzaron nuevamente del suelo, sujetándola por las nalgas para dejarla sobre la mesa que tenían al lado. Contempló su sensual desnudez un instante, con los contrastes de sombras producidos por la luz anaranjada del candil y la luz azulada de la luna que se filtraba por las ventanas. Esa imagen se le quedaría grabada mucho tiempo después, quisiese o no. Tras ese fugaz momento presionó con su cadera para entrar en ella de manera progresiva, exhalando una respiración profunda al terminar de acoplarse entre sus piernas y sentir su calidez.
Le mordió el labio inferior suavemente un momento antes de soltarlo, subiendo una mano por su espalda antes de hacer lo que le pedían a gritos sus instintos. El vaivén de sus caderas comenzó cadencioso y rítmico al principio, pero pronto no fue suficiente para todo lo que necesitaba. Quería más, emborracharse de ella. Cada empujón era más potente, levantándola un poco de la mesa en cada movimiento. Susurró su nombre contra su cuello con la respiración agitada, sintiendo oleadas de deleite que se extendían por todo su cuerpo.
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Sodoma 5/10
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- ¿Más? ¿Cómo podía…intentar más? Por un instante no supo bien qué responderle porque sus ideas, su cabeza se había quedado en blanco. ¿Qué más podía haber? Ella solo lo quería a él y su cuerpo estaba bastante claro en lo que necesitaba y de no ser porque estaba en un estado de tranquilidad tras su primera explosión, también le habría mordido -No sé mucho más- Le respondió sobre los labios -Pero puedo aprender- Eso era cierto, o al menos en ese momento se sentía preparada para cualquier cosa que le pudiera mostrar siempre que aliviara la tensión y lujuria que la recorría.
En otra situación, esa sonrisa satisfecha y obscena de Wthyr le habría subido los colores pero después de escucharlo gruñir de placer gracias a ella, a lo que podía darle, había poco que pudiera hacer para sonrojarla. Se sentía… salvaje, libre y temeraria. Dispuesta a responder a cada capricho, a cada deseo que le pasará por la cabeza. Recorrió sus brazos, que le rodeaban y apretó los músculos con los dedos antes de acariciarlo con las uñas ascendiendo hasta su nuca. Está vez, cuando lo besó, había de todo menos contención. Dientes, labios, lengua y la imperativa necesidad de ser uno.
Se dejó hacer, apoyándose en la mesa con una mano para equilibrarse cuando notó su mirada. Era…encendió algo más en ella. Algo que no pensó que tenía. Era un sentimiento de ¿Auto conocimiento? ¿Autoestima? Quizás, porque se empapó en él y en cómo su mirada la hacía sentir femenina y deseada. Algo que escasas, muy escasas veces en la vida había vivido, y menos de alguien como él. Catherine recorrió con la mirada la magnitud del cuerpo de Wthyr y alargó la mano con la que no se sostenía para atraerlo por la nuca -Si sigues mirándome así…- la oración se vio cortada en el momento en el que se unió a ella. Un gemido alto abandonó sus labios, importandole más bien poco que le escucharán. Lo rodeó con las piernas, impidiéndole que se alejara demasiado y volvió sus ojos hacia él cuando le mordió el labio. Sí… ella entendía esa necesidad. Lamió los contrarios, sin llegar a besarlo y bajo los propios por la línea de su mandíbula para luego bajar por su cuello mientras sentía como se movían al unísono.
Cerró los ojos, perdiéndose en las sensaciones que una y otra vez la llenaban de satisfacción, reuniéndose más y más en su zona sur. Así como estaban, sus pechos rozaban la piel de él constantemente y era una tortura deliciosa. Ahogo un gritó mordiéndole el cuello cuando profundizó más en sus embestidas sintiendo que estaba cerca de volver a aquel estado de éxtasis. Escuchó su nombre y ronroneó levemente, reconociendole, antes de alzar la cabeza un poco hacia su oído para susurrarle - Sí… Wthyr, más…- Solo quería eso - Más- enredó una mano en su cabello para tirar con suavidad y buscar sus labios, fundiéndose de nuevo en un beso antes de sentir como cada uno de sus movimientos la arrastraba de nuevo a la gloria.
Abrió su canal mental, dejándole paso para conectar ambas mentes y sintió que el zumbido de la magia le recorría; como si hubiese estado esperando ese instante para hacer su aparición estelar. Jadeó de sorpresa ante la mezcla de las sensaciones mágicas, físicas y mentales que en ese momento se apoderaban de ella. Se separó de sus labios para mirarlo a los ojos, los propios empezando a encenderse con la potencia de su energía mágica, mientras sus sentidos entraban en una vorágine que finalmente explotó haciéndola estremecerse de pies a cabeza con un grito. Arqueó la espalda, como entregándose abiertamente a todo lo que estaba sintiendo ignorando como la ola de energía había acabado tirando más libros al piso. No había control alguno, ni de su magia ni de sí misma, pero aun así se movió contra él buscando alargar más esas sensaciones que le resultaban agobiantes pero bien merecidas… y si ella podía, él también.
Sodoma 5/10
- +18:
La perspectiva de que Catherine quisiera aprender y explorar con él le pareció de lo más prometedora, ni siquiera había terminado y ya quería más. Era como tener una necesidad de ella que no tenía fin. No le dejó terminar la frase sobre el modo en que la miraba, pero suponía cómo seguía porque a él le estaba pasando algo parecido. ¿Acaso podía mirarla de otra forma que no fuese esa? en ese instante le resultaba inconcebible alejarse de su cuerpo, que ejercía un desconcertante magnetismo sobre el suyo. Sus piernas rodeándole eran una jaula perfecta de la que no quería escapar.
La apertura del baile comenzó con el ir y venir de sus caderas en una sinuosa compenetración que iba aumentando en intensidad, con acometidas cada vez más profundas. En ese momento no existía nada más que el inmenso placer que le inundaba desde abajo con cada movimiento, su piel ardiente como una continuación de la suya, y el sonido de sus respiraciones agitadas y compartidas. El mordisco en el cuello le robó un jadeo de sorpresa y satisfacción, respondiéndole él con otro en el hombro mientras sus dedos se hundían con mas fuerza en sus muslos.
El ritmo se volvió endiablado después de que le susurrara aquello al oído, buscando arrancarle un gemido tras otro hasta dejarla exhausta. Se entregó a ella en un beso salvaje en mitad de las desaforadas embestidas, escalando de manera vertiginosa hacia el momento del clímax. En uno de esos empujes la madera de la mesa crujió, amenazando con romperse bajo ese frenesí, pero ni siquiera se dieron cuenta.
El torrente de magia se abrió paso entre ellos como un huracán cuando ella le compartió su canal mental, llevándolo a más planos de sensaciones más allá de lo físico. Se separó lo justo de Catherine para conectar con aquella mirada refulgente por la energía mágica, que les confería el aspecto de galaxias en formación. Los de él también se encendieron, como el acero incandescente.
Aquello superaba con creces la breve conexión que había experimentado antes, o tal vez simplemente estaba siendo más consciente de todo. Quiso decir algo, pero no fue capaz de hilar dos palabras. La cabeza le daba vueltas, estaba sintiendo más y de manera concentrada en aquel momento que durante muchos años. La explosión de todo aquello, onda mágica incluida, le arrancó un grito casi al unísono que ella, retumbando en el lugar. Una sacudida como un relámpago le recorrió por todo su ser, acabando por fin con un potente movimiento final. Apoyó la frente sobre su hombro con la respiración alterada y la mente aún totalmente dispersa...en aquel instante se sintió preso de una fugitiva eternidad.
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Sodoma 6/10
Sabía… con exactitud como se estaba sintiendo. La forma en la que sus sentidos físicos parecían dispersarse y no pertenecer a tu cuerpo de tanta estimulación; el instante en el que las sensaciones y los pensamientos llenos de placer y de lujuria eran lo único que ocupaba su mente pero ahí, en un retazo, se hallaba aquel llamado de la magia que vibraba entre ellos… que hizo que los ojos de él le recordarán el brillo plateado de la luna en un cielo oscuro.
Bajó las manos con suavidad por su espalda dejando que sus dedos trazarán desacertadas caricias sobre las cicatrices de su piel, aprendiendolas, escuchando su respiración agitada al compás que la de ella y simplemente disfrutando de los pequeños estremecimientos que compartían, los resquicios de placer que seguían ahí; la tregua que le daba la lujuria para descansar.
Pero aún así no deseó separarse de él, ni moverse demasiado pero… pero le apetecía besarlo. ¿Cómo era posible que después de aquel intenso encuentro siguiera deseando más? Era menos… bruto, menos animal e instintivo pero aún así muy real. Se alejó un poco para acariciar su mejilla con la nariz antes de buscar sus labios, en un beso más lento, más profundo y más unido a la conexión mental y mágica que estaban compartiendo.
Aún así el cambio leve en la posición hizo que el ruido que antes no habían oído fuera un poco más fuerte antes de que, finalmente, la madera cediera y se desplomara al piso, haciendo que la pareja perdiera el equilibrio y acabarán un poco desparramados allí. Aquello le robó el aire a Catherine cuando el peso de Wthyr cayó sobre ella pero… luego se echó a reír, un ataque de risa absolutamente espontáneo lleno de la dicha, satisfacción y gloria que sentía en ese momento. Definitivamente, ignorando el lugar en el que estaban. Inspiró profundo y aligeró un poco el apriete en la cadera de Wthyr con sus piernas mientras relajaba su cuerpo. -¿Estas bien?-
Bajó las manos con suavidad por su espalda dejando que sus dedos trazarán desacertadas caricias sobre las cicatrices de su piel, aprendiendolas, escuchando su respiración agitada al compás que la de ella y simplemente disfrutando de los pequeños estremecimientos que compartían, los resquicios de placer que seguían ahí; la tregua que le daba la lujuria para descansar.
Pero aún así no deseó separarse de él, ni moverse demasiado pero… pero le apetecía besarlo. ¿Cómo era posible que después de aquel intenso encuentro siguiera deseando más? Era menos… bruto, menos animal e instintivo pero aún así muy real. Se alejó un poco para acariciar su mejilla con la nariz antes de buscar sus labios, en un beso más lento, más profundo y más unido a la conexión mental y mágica que estaban compartiendo.
Aún así el cambio leve en la posición hizo que el ruido que antes no habían oído fuera un poco más fuerte antes de que, finalmente, la madera cediera y se desplomara al piso, haciendo que la pareja perdiera el equilibrio y acabarán un poco desparramados allí. Aquello le robó el aire a Catherine cuando el peso de Wthyr cayó sobre ella pero… luego se echó a reír, un ataque de risa absolutamente espontáneo lleno de la dicha, satisfacción y gloria que sentía en ese momento. Definitivamente, ignorando el lugar en el que estaban. Inspiró profundo y aligeró un poco el apriete en la cadera de Wthyr con sus piernas mientras relajaba su cuerpo. -¿Estas bien?-
Dejó que su respiración fuese calmándose poco a poco, al igual que la de ella. Luego subió las manos por su espalda en una caricia más relajada. Después de aquello tendría que haberse quedado satisfecho, pero decidió quedarse así algo más de tiempo, procesando aún el intenso acúmulo de sensaciones. Todavía no entendía lo que acababa de suceder, pero tampoco quería analizarlo demasiado. Rozó los labios de ella con los propios, sintiendo que todavía perduraba el cosquilleo en su piel, producto de toda la magia que habían expandido a su alrededor. Ladeó la cabeza para profundizarlo, pero... enseguida se escuchó un "crack" bajo ellos.
La mesa de madera acabó cediendo después de todo el movimiento, haciéndolos caer al suelo. Lo malo fue que cayó sobre ella, aunque intentó amortiguar un poco el peso apoyando las manos a ambos lados de su cuerpo. Lo bueno fue el modo en que la escuchó reír, de esa manera tan espontánea y sincera. Quiso grabar aquel sonido en su memoria, por si no volvía a suceder y se le olvidaba que era posible. Sobre lo de estar bien...no sabía qué decir. Estaba mejor que nunca, y a la vez era todo muy confuso. Le hizo la misma pregunta sobre si estaba bien, más que nada porque era él el que se había caído encima.
- Así que sabes hacer todo eso y también sabes reírte así...- la picó antes de separarse definitivamente de ella, echándose de espaldas a un lado con una sonrisa pretenciosa. - No sabía que guardabas tantas sorpresas. - al mirar un poco alrededor se dio cuenta de que la mesa no era lo único que se había roto. En la onda expansiva mágica habían caído algunas estanterías más y había libros por el suelo. Soltó un largo silbido, apartándose después hacia atrás el cabello. - Tampoco sé qué ha sido esto, pero...- le dedicó una mirada cargada de picardía, como queriendo decirle que no le importaría repetir. La inquietud por volver al contacto no le dejaba relajarse por completo. Se apoyó de lado sobre un brazo y la cara sobre la mano, comenzando a delinear su figura con la mano que tenía libre. No quería irse aún...
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Sodoma 7/10
La mesa de madera acabó cediendo después de todo el movimiento, haciéndolos caer al suelo. Lo malo fue que cayó sobre ella, aunque intentó amortiguar un poco el peso apoyando las manos a ambos lados de su cuerpo. Lo bueno fue el modo en que la escuchó reír, de esa manera tan espontánea y sincera. Quiso grabar aquel sonido en su memoria, por si no volvía a suceder y se le olvidaba que era posible. Sobre lo de estar bien...no sabía qué decir. Estaba mejor que nunca, y a la vez era todo muy confuso. Le hizo la misma pregunta sobre si estaba bien, más que nada porque era él el que se había caído encima.
- Así que sabes hacer todo eso y también sabes reírte así...- la picó antes de separarse definitivamente de ella, echándose de espaldas a un lado con una sonrisa pretenciosa. - No sabía que guardabas tantas sorpresas. - al mirar un poco alrededor se dio cuenta de que la mesa no era lo único que se había roto. En la onda expansiva mágica habían caído algunas estanterías más y había libros por el suelo. Soltó un largo silbido, apartándose después hacia atrás el cabello. - Tampoco sé qué ha sido esto, pero...- le dedicó una mirada cargada de picardía, como queriendo decirle que no le importaría repetir. La inquietud por volver al contacto no le dejaba relajarse por completo. Se apoyó de lado sobre un brazo y la cara sobre la mano, comenzando a delinear su figura con la mano que tenía libre. No quería irse aún...
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Sodoma 7/10
Asintió con suavidad cuando preguntó si estaba bien. ¿Bien? ¿Sólo bien? Soltó un largo suspiro después de que la risa empezó a menguar. Hacia un par de semanas que no se sentía así, tan ella… tan libre, tan en paz con su cuerpo y tan vacía a nivel mental. Era una especie de liberación que dejaba a un lado el estrés, los problemas, todo lo que no fuera lo que sentía en ese momento. Cerró los ojos un poco y volvió a respirar lentamente cuando él se giró hacia un lado, aprovechando para estirar el cuerpo y percibir las sensaciones que solo eran propias. Tenía algo de molestia en la cadera pero nada demasiado importante, es más, dudaba que fuera de la caída.
Abrió los ojos al escucharlo referirse a su risa y lo que había hecho, sonriendo de lado. No sentía, al menos en ese momento, ningún tipo de vergüenza al respecto. Menos aún al recordar la forma en la que gruñía gracias a ella o cómo enredaba los dedos en su cabello. Le recorrió un momento el rostro, sus ojos aún guardaba algo de ese brillo mágico -No es muy común- Confesó con sinceridad porque eran escasas las veces que algo le causaba ese tipo de risas… pero existían. Y él ya tenía una prueba.
-Bueno… no pienses que guardo muchas más- Mencionó volviendo a estirar las piernas y los pies, enroscando luego los dedos cuando un estremecimiento de placer volvió a recorrerla. La ausencia del cuerpo de Wthyr hacia que el frío de febrero volviera a colarse pero notó que miraba alrededor y Catherine empezó a mirar el desastre con una ceja arqueada -Magia…evidentemente- Soltó con un tono de soberbia antes de volver la vista hacia él, reconociendo su sonrisa y compartiéndola -No es que me haya pasado… haciendo esto, pero sé lo que es compartir un vínculo- Y eso… le era mucho más atractivo. Cerró los ojos otra vez cuando Wthyr acarició el contorno de su cuerpo, soltando un ronroneo de satisfacción.
-Supongo…- Susurró, girándose también para enfrentarlo, doblando el brazo para apoyar la cabeza. Su mano libre subió hasta su cabello, quitándole otro par de mechones de la cara -Que la unión íntima ayuda a despertarlo…más- La verdad es que seguía teniendo esa atracción hacia él, la necesidad imperativa de estar cerca, y no se trataba solo del frío. Se movió un poco hasta acortar la distancia entre ellos, percibiendo de nuevo que su calor corporal se filtraba en ella -Siempre han estado vinculados… ambos activan una parte intuitiva del ser- Susurro contra su hombro antes de besarlo y subir por su cuello, saboreando su piel y grabándose aquel gusto en la memoria mientras su perfume la rodeaba. Inspiró con profundidad cuando alcanzó su cuello.
Abrió los ojos al escucharlo referirse a su risa y lo que había hecho, sonriendo de lado. No sentía, al menos en ese momento, ningún tipo de vergüenza al respecto. Menos aún al recordar la forma en la que gruñía gracias a ella o cómo enredaba los dedos en su cabello. Le recorrió un momento el rostro, sus ojos aún guardaba algo de ese brillo mágico -No es muy común- Confesó con sinceridad porque eran escasas las veces que algo le causaba ese tipo de risas… pero existían. Y él ya tenía una prueba.
-Bueno… no pienses que guardo muchas más- Mencionó volviendo a estirar las piernas y los pies, enroscando luego los dedos cuando un estremecimiento de placer volvió a recorrerla. La ausencia del cuerpo de Wthyr hacia que el frío de febrero volviera a colarse pero notó que miraba alrededor y Catherine empezó a mirar el desastre con una ceja arqueada -Magia…evidentemente- Soltó con un tono de soberbia antes de volver la vista hacia él, reconociendo su sonrisa y compartiéndola -No es que me haya pasado… haciendo esto, pero sé lo que es compartir un vínculo- Y eso… le era mucho más atractivo. Cerró los ojos otra vez cuando Wthyr acarició el contorno de su cuerpo, soltando un ronroneo de satisfacción.
-Supongo…- Susurró, girándose también para enfrentarlo, doblando el brazo para apoyar la cabeza. Su mano libre subió hasta su cabello, quitándole otro par de mechones de la cara -Que la unión íntima ayuda a despertarlo…más- La verdad es que seguía teniendo esa atracción hacia él, la necesidad imperativa de estar cerca, y no se trataba solo del frío. Se movió un poco hasta acortar la distancia entre ellos, percibiendo de nuevo que su calor corporal se filtraba en ella -Siempre han estado vinculados… ambos activan una parte intuitiva del ser- Susurro contra su hombro antes de besarlo y subir por su cuello, saboreando su piel y grabándose aquel gusto en la memoria mientras su perfume la rodeaba. Inspiró con profundidad cuando alcanzó su cuello.
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