Detrás de la leyenda

¿Alguna vez escuchaste sobre las guerras celestiales? Seguramente, si eres un versado lector te habrás topado con alguna escondida referencia. Quizás incluso la mención de algún nombre…Si no, entonces son sólo leyendas que viajan de generación en generación cada vez con menos detalles.
Y sin embargo, entre vosotros caminan dos protagonistas que podrían contaros historias y vivencias si alguien sacara el polvo de aquellos recuerdos y los reviviera.

Los alados son fácilmente confundidos con los ángeles pero distan de tener la gracia sagrada, por el contrario, dentro de las jerarquías son más bien considerados vasallos y, en definitiva, carne de cañón en las guerras de los celestiales. Son aquellos que forman las primeras líneas de batalla para defender los ideales y creencias de sus superiores.

Así pues, Diana fue una excelente guerrera desde el momento en el que tuvo la habilidad de empuñar un arma. Convirtió su carrera militar en su credo y ascendió con rapidez hasta convertirse en comandante de la casa de Uriel, el arcángel de las revelaciones. Encabezó las  líneas en la guerra contra los demonios sin cuestionar absolutamente ninguna orden. Su deber era… Destruirlos. Y así lo hizo durante mucho tiempo.


Pero…Cuando perteneces a ciertos círculos posees información privilegiada que, evaluada desde un punto de vista objetivo, podía inferir demasiado. Dueño de las visiones e intérprete de las mismas, Uriel dictaba el camino de la guerra con estrategias para ganar sin ser consciente, quizás, de lo que eso le estaba costando a la raza alada. Y de que el futuro que veía…No cambiaba. Pero Diana sí. La comandante veía sangrar y convertirse en luz a sus hermanos y hermanas de armas.  Y el futuro…El futuro se veía igual de oscuro.


Una nueva orden, una nueva zona…Una debilitada fe. Conoció a uno de los líderes de la facción demoníaca en el campo de batalla. Reconocía a un demonio de nivel con sólo echarle un vistazo  y observar a los vasallos moverse a su alrededor. Era consciente de que debía acabarlo para dar un golpe en el orgullo ajeno y no dudó en desviar su vuelo para ir a por él. La encarnizada batalla los llevó cada vez más lejos del campo ensangrentado hasta que a su alrededor sólo la naturaleza temía la fuerza de aquel encuentro.

La espada de llamas de Belialt atravesó uno de los corazones de Diana y la comandante soltó su arma mientras sus debilitadas alas perdían el vuelo. Su mirada azul se empañó antes de volverse tan luminosa como el sol. El futuro se vislumbraba en segundos. Tantos escenarios. Tantas posibilidades. Tanto… Cayeron al piso mientras la alada colocaba las manos sobre el rostro del demonio y compartía con él lo que estaba mirando. Una visión en común. Un mutuo y silencioso acuerdo.   El cuerpo de Diana comenzó a emitir una cálida luz que envolvió al demonio mientras él la tomaba a ella.



Diana desapareció del campo aquel día y no volvió a ser vista entre sus iguales durante un par de meses. Meses en los que Belialt y ella no sólo estudiaron la estrategia a seguir para acabar con la guerra sino…Que cayeron el uno por el otro pese a ser enemigos naturales, pese a que en su propia naturaleza no hubiese cabida a algo así.

Cuando Diana volvió a aparecer entre sus hermanos y hermanas de armas fingió mantener su regio carácter y determinación aunque predicó la palabra de la paz para acabar con aquella guerra. No fue hasta meses y meses después que Uriel fue consciente de lo que ocurría y sólo lo hizo porque una de sus visiones reveló los constantes encuentros con el demonio. La alada fue acusada de herejía y aunque peleó por huir la fuerza de los celestiales fue suficiente para no sólo arrancarle la memoria sino también sus alas, dejándola vagar por la tierra sin recuerdo alguno más allá de su nombre, su raza, la marca del exilio y la certeza de que debía ser desgraciada toda la vida…La certeza de que había tenido algo maravilloso y lo había perdido para siempre. Un hueco que nunca llegaría a llenar.

Y sin embargo… Era exactamente lo que habían planeado. La guerra finalizó poco tiempo después de aquello y los alados desaparecieron de la tierra, los demonios volvieron al infierno y las leyendas empezaron a contarse como historias llenas de tabú y misticismo de labios de aquellos que no conocían la realidad.


Relatos que contaban la historia de Diana, la hereje pero no de la Comandante de las huestes celestiales que sacrificó todo por acabar con la guerra que condenaría al mundo.