Dimensión De Molay (dimensión paralela)

Tras aparecer en la guarida, camino hacia el centro de la sala con paso tranquilo, ya estaba en casa y mi tranquilidad es completa.
Llevaba tanto tiempo luchando contra lo que iba a acontecer este día, que ahora estaba un poco en negación, no es fácil dejar morir a alguien con quien has pasado tanto tiempo de tu vida, años buscando una forma de evitarlo, pero no lo habia, y el lo sabía, pero solo tenía un deseo. Cath.
Cuando finalmente llegó al final del pasillo, me encuentro frente a una mesa redonda, o más bien, LA mesa redonda. Recuesto a la.mujer en un lado, moviendo algunos libros y cachivaches a un lado para que no le estorben. Pero aún duerme… aún.
Una voz detrás de mí llama mi atención. -Ha crecido tanto, despiertala, quiero oír su voz-

Sonrió un poco con ternura, pero también comprensión, conozco todas las historias de su niñez, si hay algo que extrañaba por sobre todo, era a los pequeños.

Con un dedo comienzo a toquetearle la cara a Cath hasta que terminó por sacudirla de los hombros y alejarme un poco cuando veo que comienza a recobrar la conciencia, no quiero que me aplaste con su monstruosa fuerza de embarazada, o sea, ya parió, pero aún debe de conservarla, eso es como las conservas, mientras lo tapes se sigue conservando.

- Cath... Cath, tranquila, estás a salvo y tu bebé también, está con su padre… no me golpees-

Termino un poco cubriéndome por si se le ocurre tirarme un mega puñetazo.

-No tenemos mucho tiempo, así que aguantate las preguntas, y tan solo disfrútalo, habrá tiempo para preguntas más tarde.-

En ese momento, desde las sombras una figura comienza a tomar forma, un torso fuerte pero con paso cuidado, como si sufriera, se acerca a nosotros. Su voz, con la dulzura de un niño y la gravedad de un hombre se dirige a nuestra visita, la primera en muchos años, desde que lo rescaté de las garras de la muerte, no por un magnífico plan, sino todo lo contrario, por amor, olvidando y rompiendo toda regla de los De Molay, rompiendo toda regla de la naturaleza, Altaïr Le Fay, hace su aparición, más digno que la reina de Holanda.

Después de mandarle el mensaje a Azahar, sencillamente, cayó dormida. Envuelta en las sábanas junto a Aedan era un sitio cómodo, sólo le faltaba Ian pero estaba demasiado agotada para llamarlo. Realmente lo intentó, pero el agotamiento se hizo con ella más rápido de lo que esperbaa y cayó en los brazos de Morfeo. Querría decir...Que Catherine escuchó a Aedan, pero no lo hizo. El agotamiento físico, emocional  y psiquico que había tenido en menos de un par de horas la había dejado knoc out. Querría decir que escuchó a Ian, pero tampoco lo hizo. Ni siquiera sintió la madera donde fue recostada y tardó bastante en despabilarse hasta que Jean la agitó.

Aquello le provocó un dolor de cabeza muy fuerte y mientras abría los ojos, parpadeando con tranquilidad, escuchó la voz de Jean hablandole. Tardó un poco en reconocerlo y luego en enfocarlo, tenía los párpados pesados. Pero cuando habló del bebé, lejos de ella con su padre algo se despertó en su interior. Instinto. Peligro. Un flashback le recordó cómo de enojado se había ido Jean del último cónclave y todo lo que estaba pasando en la isla.

-Si vas a matarme, te juro que primero te haré tragar tu corazón- Mencionó mientras se sentaba y movía una mano con brusquedad, invocando látigos y ganchos de aquella extraña oscuridad que...Que no aparecieron. Catherine no percibió el cosquilleo de la magia recorrer sus venas  y volvió a mover la mano sin notar nada. Algo en su interior se quebró, su peor miedo volvía a salir a flote y su psiquis tembló. Inhabilitada de la magia que poseía por nacimiento, Catherine Le Fay, ahogó un grito llevándose la mano a la boca.

-¿Qué... me has hecho?- Dijo, pero salió con aquello de no hacer preguntas y la muchacha lo miró con el ceño fruncido, bajandose de golpe de la mesa y llevándose la mano al vientre por el dolor del parto -¿QUÉ ME HAS HE…- Escuchar su nombre en una voz ronca que nunca creyó oír de nuevo hizo que se callara, sólo para saber si había oído bien. Pero cuando la figura de Altair se posicionó en su campo de visión, Catherine se cogió a la mesa por miedo de estar en una ilusión, en un sueño manipulado por Max… Fue lo único que pudo pensar

-¡¡¡¿Esta es tu venganza Max?!!! ¡SUCIO, RASTRERO!- Gritó al aire antes de llevarse ambas manos a la cara para no ver lo que sucedía a su alrededor. Sentía las lágrimas empezar a subir a sus ojos justo antes de que una mano pesada se pusiera sobre su hombro. La apretó con afecto y luego la envolvió en un abrazo. Catherine lloró aún más negando con la cabeza -Estoy tan cansada…- Confesó en voz alta -Sólo quiero paz… - Volvió a decir con la voz quebrada, algo que sin duda partiría el corazón de su hermano mayor pero que aún así se alejó para verle el rostro -Ni Max, ni nadie, Cat. Aquí nadie tiene poder. Escúchame, por favor- Le dijo y la muchacha miró a su hermano, notandolo un poco pálido y débil. Miró a Jean acusadoramente antes de volver a él -Él no tiene la culpa, al contrario, me trajo aquí para salvarme. Fue Layla… Y Elise- Aquello hizo que Catherine diera un leve respingo. No amaba  a su madre, tampoco a Layla pero eso… Eso eran palabras pesadas.

-De qué hablas Altair? ¿De qué te ha salvado? ¿Por qué estás aquí? ¿Qué es esto? ¿Por qué mi magia no funciona? ¿ Por qué… Por qué no te has puesto en contacto conmigo antes?-  Cuestionó, mirándole a los ojos con aún más preguntas en mente pero los cerró y decidió rodearlo con los brazos para estrecharlo contra sí. Nunca antes había encontrado tan cálidos los ojos de color hielo de su hermano. Era como volver a una época en donde se podía preocupar de nimiedades y no de la destrucción del mundo.

Tensó un lado de mi cuerpo cuando hace un pequeño berrinche, listo para saltar a un lado y esquivar lo que fuera que me arrojaría, a las madres les encanta arrojar cosas, es parte del instinto materno.
Puedo comprender su confusión, yo tampoco entendería mucho si de pronto me despertara aquí, solo, acostado sobre una mesa sin mi familia, en territorio enemigo, desnudo, bueno, ella no está desnuda, pero se entiende a que me refiero. Intento calmarla un poco, de lejos claro, para poder pasar al asunto entre manos, pero al escucharla que le grita a Max, tan segura y mirando detrás de mí, no puedo evitar sentir un escalofrío recorrerme la espalda, y me giro de un saltó para ver si de casualidad lo había metido dentro sin darme cuenta. Pero no, detrás de mí solo hay un pasillo enorme que conduce a los lavabos. La luz de atardecer ilumina esa zona, el reflejo de las antorchas, mantiene viva esa zona, incluso arroja un poco de luz sobre las tres personas que ahora se reúnen, porque entre nosotros tres debemos planear el futuro de la magia.

Así que los dejo, que se abracen y se recuerden, pronto deberán despedirse, y esta vez si será definitivo. Carraspeó cuando no deja de hacer preguntas, la pequeña Le Fay no suele hacer caso, pero en fin.

-Cath, hay un par de cosas que debes entender, primero, soy el puto amo, y no he matado a nadie… últimamente… Lo que sea que pasa en Ouroboros no tiene nada que ver conmigo.-

Me acerco un poco a ellos, no quiero interrumpirlos, pero no tenemos tanto tiempo como creía, ya casi puedo ver el veneno llegando al pecho de Altaïr, la guarida lo está rechazando más rápido de lo que esperaba. Tras años de mantenerlo aquí, como un espécimen congelado, buscando cualquier cosa que me ayudara a salvarlo, es mi propio poder el que me traiciona y comienza a matarlo, o más bien, dejándolo morir.
Mi rostro debe haber reflejado mis pensamientos, porque siento la mano de Altaïr apoyarse en mi brazo, dándome su apoyo y a la vez apresurandome.
Sus labios murmuran con una sonrisa.-Adelante, comienza tú-

-Cath, este lugar es especial, es de mi familia, la magia, la tecnología, e incluso la naturaleza no funcionan si yo no lo permito, este es, digamos, la guarida DeMolay para lo extrañó, poderoso y peligroso del mundo. Por eso tú hermano está aquí, durante los últimos años el veneno con el que quisieron matarlo estuvo en pausa, mientras yo buscaba una cura, pero no la hay, y este santuario está rechazandolo, el veneno está retomando su camino de destrucción.-

“Será mucha información junta? Nah, no creo, aún queda más”

-Creo que el resto te corresponde contarlo a ti Altaïr.- Cada segundo cuenta, apresurate.

Cuando Altair hace énfasis en que Jean no tiene la culpa, Catherine hace un gesto con los ojos en plan “por qué?” pero es Jean, y una rara química entre ellos, lo que hace espacio. Jean comienza a hablar, empezando por decir que es el “puto amo”, expresión que desenfoca un poco a la muchacha para luego hacer un gesto extraño -Esto es lo que vi. Esto fue lo que vi aquella vez que entré en tu mente. Así fue como me sacaste de la batalla… Y tú, tú estabas aquí- Murmuró mirando hacia Altair, notandolo un poco más pálido que antes.

-¿Fue madre?- Altair cerró los ojos -No la llames así. Es tu progenitora, pero nunca fue tu madre y lo sabes. Fue una Blood Keeper, Layla era una bastarda y ambas deseaban el consejo. Por eso me envenenaron con magia negra que ninguno de los dos ha podido dilucidar. Jean me extrajo del mundo antes de morir, pero ellas ya habían partido- Altair respiró antes de ponerse al lado de Catherine, apoyándose en la mesa para no perder las fuerzas  -Sé cómo te sientes, lo he vivido aquí, pero tienes a los mellizos y ahora a tu familia- Sonrió, tomando su mano para ver el anillo de matrimonio, acariciando la mano de su hermana con ternura.

La Le Fay miró a Jean con los ojos anegados en lágrimas y volvió su vista a Altair -Si lo hubiese sabido también habría buscado, lo siento…- Apoyó la cabeza en su hombro, ocultando un poco el rostro contra él - Catty…- La pelinegra elevó el rostro para mirarlo -Escuchame con atención.  La organización, debes tener cuidado. El consejo está en peligro y por ello tú y tu linaje. Quiero que sepas que… Aparte…- Buscó su otra mano, encontrando la reliquia familiar -Frustré el ataque al consejo por parte de Elise y Layla al no morir. Ahora, puedo morir en paz, porque sé que mi poder residirá en buenas manos pero no dejes, nunca, que este anillo recaiga en otras manos que no sean las tuyas o un verdadero Le Fay- Un agite de cabeza hizo que Altair comprendiera que Catherine no estaba procesando la información -Te falta tanta educación de nuestro linaje, pequeña- Le acarició el cabello -Lee...Por favor, por tu hijo y por tus hermanos. Cada vez que un Le Fay fallece, su poder se une a la reliquia familiar. Serás un poco más poderosa y cada generación que pase lo será aún más. Moriré en paz, porque sé que te he dado todo la información posible para que estés prevenida-

-Necesito más tiempo…- Lloriqueó mirando de nuevo  a Jean para luego ver a Altair abrazandolo una vez más -Te necesito. No sé qué hacer, no tengo ninguna guía, por favor… No…- Intentó abrazarlo más fuerte, si es que se podía, llorando con más fuerza -No te mueras- Suplicó, una vez más sintiendo ese nudo en el estómago de tener la imposibilidad de hacer algo, como si todas las decisiones las tomara alguien más -Te quiero-  Murmuró y Altair le devolvió el abrazo, acariciandole nuevamente el cabello -Mantén a Donovan de tu lado. Asesina la serpiente. Ten cuidado de cada luna roja- Sugirió sintiendo que sus venas empezaban a quemarle -Catty, por favor, respeta mi destino- Las palabras fueron duras de decir  pero aún así Catherine se separó de él para mirarlo -Te extrañaré aún más… Por favor, Jean…- Suplicó hacia el Descendiente -Debe morir en su hogar, tiene que hacerlo en el Castillo Le Fay… Por favor-

Quise calmarla un poco, hacerle saber que todo estaría bien, pero no era justo. Yo había tenido tiempo de sobra para despedirme, incluso lo había tenido para mí solo, pero ahora ella se reencuentra por apenas unos minutos y debe dejarlo ir nuevamente.

Quise acercarme… tocarlo una vez más, pero no era mi lugar ahora, mi deber estaba cumplido, y mi trabajo debe continuar sin interrupciones, antes de que sea demasiado tarde.

-Ayudare en todo lo que pueda… los LeFay recuperarán su poder y nadie podrá lastimarlos, te lo prometí hace mucho tiempo, hoy te lo vuelvo a prometer.-

Me acomodo el cabello un poco agotado, sé que mi deber es a la humanidad, lo sé desde que nací, mi vida no me pertenece, y he hecho las paces con mi destino, cuando las visiones se vuelvan el presente y la daga roja atraviese mi corazón hasta el puñal, cuando mi sangre bañé el suelo y los leones guardianes me reciban en mi muerte, ese será el momento en que mi deber terminé y alguno de mis hijos herede mis pendientes. Ahora es hora de luchar.

-Por favor, antes de irnos, Cath, debes entender, la razón por la que el consejo fue creado antes de su corrupción… no luchamos por la vida y la muerte, por eso nuestro nombre es Descendientes, somos los hijos del poder, somos quienes luchan por las almas, más allá del bien y el mal, nuestro deber es a la magia.-

Si logro que ella se haga cargo del consejo, tal vez nada de esto sea en vano, tal vez se pueda desterrar a la podredumbre fuera.

-Solo tú eres capaz de encontrar la luz fuera de la oscuridad que se nos viene encima, el mundo entero te necesitará, humanos, magos, seres, Er’eknos, criaturas, tú y solo tú puedes unir a las razas para sobrevivir.-

Tras escucharlos a ambos Catherine asintió brevemente. De alguna manera comprendía que aquel reencuentro era sólo un efímero recuerdo pero que habría marcado en ella un antes y un después. Tras la muerte de Altair sólo recordaría una frase “Lee”. Era lo mismo que le decía Desmond pero sin el tono imperativo, sin la determinación y sin recordarle que ahora tenía más cosas por las que luchar.

-¿Yo?- Volvió a preguntar sintiendo que las lágrimas empezaban a secarsele en la cara del shock -¿Los qué?- No había entendido lo que había dicho así que alzó ambas cejas -¿Pero por qué yo?- Volvió a preguntar pero de alguna manera comprendía las palabras de Jean porque a fin de cuentas… Era ella quien había empezado la verdadera movida del Consejo, la purga y aquello había ocasionado que Jean…

-Jean, no salgas de la dimensión. Te están cazando. Debo entregarte pero por respeto a lo que has hecho por mi familia no lo haré. El Consejo seguirá adelante y debes comprender que no eres bienvenido. Pero supongo que uno de tus hijos sí. ¿Puedes localizarlos? ¿Hay alguien para ocupar tu lugar?- Cuestionó y tras esperar la respuesta se bajó de la mesa dejándoles espacio para que hablaran y se despidieran, se alejó caminando para mirar todas las cosas extrañas que Jean tenía sintiendo que se le paraba el corazon al reconocer uno de los brazos de un centinela. Incluso dio un brinco y volvió directamente hacia donde estaban para verlos. Era extraño el íntimo contacto y fusionamiento de miradas que tenían pero Catherine no dijo nada porque no había nada que decir. Habían pasado años allí juntos y tal vez…

-Estoy listo- Dijo su hermano y lo miró a los ojos con pesadez  -Max volvió sabes? Me prometí con él y luego desapareció. No ha vuelto pero se mete en mis sueños… ¿Tienes algún consejo?- Cuestionó respirando profundo, después de todo, le tenía un poco de miedo a Maxwell –Sí. Puedes matarlo- Mencionó y Catherine parpadeó con sorpresa antes de que su hermano negara con la cabeza –Maxwell no es él en sueños, es Dream ¿No? Estudia oclumancia, tienes que saber cómo bloquearlo y trabajar la oniromancia. Estudialo, es tu mejor arma. Deja de improvisar y seguir tus instintos, a veces necesitas teoría , Catty- la muchacha arrugó la nariz y volvió hacia él abrazandolo por la cintura cuando Jean abrió la brecha. Catherine volvió su vista al Ex Descendiente –Intentaré limpiar tu nombre, pero el Consejo seguirá con la misma iniciativa- Señaló y luego suspiró –Gracias-  Y tras ello desaparecieron por la brecha.