Cabaña de Bucky

Tras saldar la deuda con el grupo de Mercenarios que me acogió, me puso la prótesis y cuidó de mi durante estos dos convulsos años, recogí las pocas cosas que consideraba mías, a Callum, y abandoné el campamento. Por supuesto, seguiría trabajando con ellos, pero ahora, tendría total libertad a la hora de elegir qué trabajos quería hacer. Hasta ahora, había hecho algunas cosas de las que no me sentía orgulloso.

El asunto de S.A.M. y ese árbol del que habló Ian me preocupaban, pero seguro que la gente de Azahar, y los míos, intentaríamos evitar una catástrofe aun mayor, dentro de nuestras posibilidades. Porque algo me decía que la Nueva Alianza Humana no iba a ponerse a ello urgentemente.

Callum estaba acostumbrado a viajar dentro de mi cazadora cuando íbamos en la Harley, y disfrutó del paseo juntos, tras tantos días separados. Al menos, habían cuidado de él en el campamento, como siempre hacían cuando debía ausentarme. Le debía mucho a esa gente.

Cuando llegamos, guardé la Harley en la cápsula, para protegerla de las posibles inclemencias del bosque, dejando que Callum se familiarizara con la cabaña, colocando sus cosas aquí y allá para su comodidad. Mientras lo cotilleaba todo, guardé cervezas en la nevera, dejando whisky y otras bebidas alcohólicas en un mueble cercano. Algunos amigos y compañeros Mercenarios vendrían en los próximos días a celebrar que por fin había podido acabarla. Me había llevado meses reunir el dinero, los materiales y el tiempo para construirla.

Dejé el busca que me había dado Thalos sobre la encimera de la pequeña cocina, por si se decidía a contactar, y colocando algunas cosas en la zona que seria mi cuarto, y dejando las armas a buen recaudo en un compartimento secreto de la cabaña, me serví una cerveza y salí fuera, observando la periferia desde allí. Callum se reunió conmigo, maullándome para que le cogiera en brazos. Me agazapé, dejándole trepar por mi prótesis hasta mi hombro, donde le gustaba acomodarse, y le di un besito en la naricilla.

-Bueno, pequeño, por fin tenemos nuestro propio hogar.

La verdad era que, tras estos días alocados, me apetecía mucho tener, al menos, un día para cortar algo de leña, terminar de acomodarnos y esperar al próximo encargo. Estar parado sin hacer nada me aburria muchísimo.

Estaba a punto de prepararme algo para comer cuando oí a alguien llamaba a la puerta. Oí la voz de Mónica al otro lado, sonriendo al acercarme, escuchando sus palabras. Callum se sentó en la esquina del reposabrazos del sofá, mirando atentamente en dirección a la puerta.

Abrí con una gran sonrisa, muy contento por volver a verla. Apenas si nos conocíamos, pero tras lo que habíamos vivido juntos, y siendo una compañera Mercenaria, su visita era todo un placer.

-¡Hola!_No me lo pensé siquiera, le di un buen abrazo, realmente contento de verla. La solté en apenas dos segundos, antes de incomodarla, y le ofrecí entrar con un gesto, cerrando la puerta_-Ese es Callum. Es un cielo, muy mimoso, le encantan las caricias.

Le cogí la cesta que traía consigo, dejándola sobre la mesita, ofreciéndole asiento.

-Estas en tu casa, ponte cómoda. ¿Qué tal todo, has hecho las paces con Culo Bonito?

Mientras nos sentábamos, Callum empezó a olisquear a Mónica, dándole cabezazos cariñosos en el brazo, pidiendo mimos, haciéndome sonreír.

-Es todo un seductor. Eres la primera en verla, algunos compañeros vendrán en unos días a celebrar que por fin la he terminado. Te avisaré por si puedes pasarte. Es poca cosa, pero para nosotros dos…

Callum ya estaba intentando meterse dentro de la cesta que había traído Mónica, lo cogí en brazos y los dejé a mi lado en el sofá, dejando que ella sacara las cosas mientras me comentaba sus pasos tras abandonar la base.

Mónica seguía disculpándose por lo que pasó en la base, pero le quité importancia con un gesto de la mano. Esas cosas pasaban, y más con este trabajo.

-No te preocupes más, fue como un revulsivo, en realidad. Nos dejó claro que la Alianza Humana sigue siendo el mismo perro, pero con diferente collar.

Sonreí cuando habló de Callum, que un Mercenario hecho y derecho, tuviera un compañero peludo tan mimoso no parecía casar mucho… pero yo no era el típico Mercenario, y me sentía realmente bien con eso.

-Realmente, él me encontró a mí. Fue al poco de que me operaran. Un día entró en la enfermería, era un cachorrito hambriento. Cuidar de él hizo que levantara cabeza.

Ahora, recordar esos días no dolía tanto, pero si sentía una pequeña punzada en el pecho. Traté de alejar esa sensación preguntándole por Thalos, y ella me contó como estaba realmente el tema entre ellos.

-Vaya, siento oír eso. Se supone que servir juntos debería crear lazos inquebrantables, pero ya veo que no es de fiar. Bueno… nos peleamos en un bar nada más salir de la celda, y si, nos sirvió para hacer las paces, más o menos…Lo dije con una sonrisa maliciosa al recordar la pelea. -Fue genial, nos dijimos algunas borderías, aclaramos lo que pasó en la base… y bueno, quiere contratarme para un trabajo, puedo avisarte, si quieres. Ah, y conocí a un Licántropo, a una sanadora y a una maga. O eso creo. Hizo algunos conjuros sencillos de lo más chulos. Han sido días de lo más interesantes, la verdad.

Se lo comenté bastante animado, la verdad era que había hecho contactos variados que, nunca se sabía, podían venirme muy bien, y más en este trabajo. Mónica me ofreció vino y dulces, que cogí dándole las gracias, mientras le ofrecía venirse a la fiesta en unos días.

-Es verdad, mencionaste que tenías hijos, perdona mi mala educación. ¿Cómo están? ¿Alguna foto que pueda cotillear?

Se lo pregunté mientras saboreaba el vino, dulce y burbujeante, mientras me ponía al día sobre sus hijos. Yo no veía como padre, la verdad, y casi nunca había tratado con niños, pero tenía mucha curiosidad por saber sobre los hijos de mi nueva amiga.

-No pasa nada si no puedes venirte, puedo pasarte los contactos, si vas de mi parte, no habrá problema. O si quieres, cuando tengas un hueco, vamos y te los presento. De mi grupo, alguno hay que no te vería con buenos ojos si saben que eres maga, te diré quienes son para que no tengas problemas. Yo ahora voy por mi cuenta, pero si me necesitan, iré a echar una mano. Si me surge algún trabajo que pinte bien, puedo avisarte por si te interesa.

-¡Estos pastelitos están de muerte!

Lo dije con la boca llena de dulce, riendo ante lo mal que se me había dado pronunciar esas palabras, ayudando a bajarlo con un buen trago de vino. Me sentía cómodo con ella, la verdad.

-Por cierto, me he enterado que hay una especie de árbol maligno haciendo de las suyas por ahí. No sé mucho, pero la maga a la que conocí, que fue de la Resistencia también en su día, me ha comentado que intentará ponerse al día. Al parecer, quiere devorarnos a todos, o algo así. Entre esa maldita I.A. y esa cosa, estoy empezando a pensar que el universo quiere quitarnos de en medio a toda costa.

No estaba seguro si Mónica conocería a Azahar, o sabría algo sobre el condenador árbol, pero siendo Mercenarios, traficar con información era parte de nuestros negocios, y podía dar mucha pasta, si se vendía al cliente ideal.

Asentí en silencio a los crímenes de la antigua Alianza Humana, desviando la mirada con cierta vergüenza. Conocía esos sitios, bueno, sabia de su existencia en su momento, cuando aun servía en ella. En aquellos días, yo era tan fiel a las filas de dicho ejercito que no veía más allá del deber. Despertara la dura realidad, y descubrir cuanto había estado mintiéndome a mi mismo era algo que aún no había superado.

-Si, cierto. Pero son heridas que no creo que terminen de cicatrizar nunca.

Y cuando me relacionaba con personas como Mónica, Azahar o Anteia, intentaba ser mejor persona, ser amable y ayudar en todo lo posible. Eso no quitaba que hubiera sido cómplice indirecto de las atrocidades que se cometieron contra ellos en su día, pero quería intentar redimirme, aunque fuera solo un poco.

Cuando le expliqué como había ido todo estos últimos días, su reacción me hizo sonreír de nuevo, mientras hacía migas con Callum. Me habló de sus hijos, sonriendo mas ampliamente al imaginarles junto a ella. Que tomara precauciones como no llevar fotos de ellos encima, era mas que comprensible. Me preguntó entonces por aquellos a los que había conocido, y me sentí realmente bien al rememorar lo que había experimentado junto a ellos en tan poco tiempo.

-El chico licántropo se llama Ian. Un cabeza loca como yo, me gusta. La Sanadora se llama Anteia, es un cielo de mujer. Y luego conocí a Azahar… Un torbellino de mujer, es maga, como tú.Ante su pregunta de si estaba con alguien, negué levemente. -Estoy solo. Y no creo que ser padre sea lo mío… no me veo cuidando de un pequeñín. Se me mueren las plantas, imagínate un niño…Y no quise decir que, tal como estaba todo, traer a un niño a este mundo tan devastado no era lo ideal.

Seguí saboreando el vino mientras rememoraba el breve pero intenso tiempo que había compartido con Azahar. Una mujer sexy y fuerte, inteligente… Cuando le ofrecí colaborar con mi antiguo de Mercenarios, no le gustó mucho la idea, y no podía culparla.

-Esos dos gilipollas que te comentaba antes, van por libre, no estaban con nosotros. El líder con el que trabajaba antes tiene a una veintena de mercenarios trabajando para él, pero te presentaría solo a tres de ellos, son los más decentes. Uno de ellos cuidaba siempre de Callum cuando yo debía ausentarme por un trabajo. Estarías a salvo, por eso no te preocupes. Yo… tampoco tengo muy claro de qué va eso del árbol, pero Thalos parecía saber bastante, quiso hacer callar a Ian cuando empezó a anunciar el apocalipsis a grito pelado en el bar donde nos peleamos. Quizá a ti quiera contarte algo más.Alcé una ceja cuando me preguntó si beber era lo mío, y la miré con una sonrisa divertida.

-Hace meses que no me emborracho en condiciones, pero te diré algo: Tras la tercera cerveza empiezo a soltar muchas chorradas, y como no pare de beber, empiezo a contar batallitas en plan épico, yo aviso…

Alcé el vaso de vino bebiéndome el contenido que quedaba de un trago, alargándolo hacia ella para que me echara un poco más. Si pretendía emborracharme, ¿quién era yo para no darle el gusto? Y la pregunta era… ¿por qué querría emborracharme? Tenia curiosidad, así que la dejé hacer, a ver cuáles eran sus intenciones.

-Seguro que has tenido momentos memorables mientras estabas en la resistencia, o como Mercenaria, venga, cuenta.

Se lo pregunté con una sonrisa picara mientras me servía mas vino, queriendo intercambiar vivencias. No todos los días puedes compartirlas con personas como ella, que ha debido vivir de todo.

-Yo tengo algunas realmente vergonzosas, no te creas, sobre todo cuando empecé a trabajar en esto. Imagina, pasar de ser un soldadito obediente y disciplinado, a tener que infligir un montón de normas y leyes para conseguir mi objetivo… no siempre salía bien, yo era un completo paquete al principio.

Lo recordaba incluso con humor, esas situaciones eran las que te hacían espabilar y cambiar, porque si no te adaptabas rápido, podías acabar muerto o entre rejas. Y lo segundo, había pasado más de una vez.

Por suerte, conocía a los miembros de la casa Hacksaw, y eso podría ser de mucha utilidad si las cosas acababan saliéndose de madre. Ellos juntos serian de gran ayuda, sobre todo con su magia. Siguió hablándome de sus pequeños, y de como su marido, también iba por libre.

-Que vayáis por libre creo que es lo mejor, yo empezaré ahora, y no creo que me arrepienta de la decisión. Sería interesante poder trabajar juntos algún día.

Lo que hizo Ian en el bar pareció extrañarle, pero por desgracia, Thalos quedaba descartado como posible ayuda si las cosas empeoraban, aunque fuera por los viejos tiempos, sin meter a la Alianza Humana de por medio. Y como no, se metió conmigo por, al parecer, aguantar poco con la bebida.

-Debo confesar que bebo de vez en cuando, un par de cervezas de vez en cuando.

Y entonces, todo se torció. Quería compartir con ella experiencias para ir conociéndonos un poco más, y afianzar nuestra amistad, pero su pasado debía ser demasiado doloroso, y se marchó con mucha rapidez. Intenté detenerla, para arreglarlo al menos, pero salió con suma rapidez, dejando la cesta con algunos dulces y bastante vino.

No quise ser pesado y me quedé dentro, mirando la puerta con tristeza. Quizá yo había conseguido pasar pagina en estos dos años, aunque aun arrastraba ciertas cosas, pero sus heridas debían ser muy profundas.

-Bueno, pequeño… está claro que he metido la pata hasta el fondo. Otra vez.

Suspiré con un poco de bajón, acariciando a Callum mimosamente,  y recogí todo, guardando los dulces y el vino en la nevera, dejando la cesta en un rincón de la cocina. Era bastante mona, y seguramente, podría usarla para pedirle perdón por mi torpeza. Me di una ducha, me metí desnudo bajo las sábanas y traté de dormir un poco.

Al día siguiente, me levanté como nuevo, aunque seguía pensando en Mónica. Cuando se reencontraran algún día, le pediría perdón, no importaba cual había sido la causa de su malestar, pero era lo menos que podía hacer.

Me terminé los deliciosos pastelitos, le dediqué a Callum muchos mimitos, y me vestí algo mas... acorde con la zona por donde debía ir hoy, para buscar trabajos por mi cuenta. Había un tío en la zona de Neo Londres que podía darme buenos trabajos. Una camisa negra mate con varios botones desabrochados, unos tejanos negros y calzado oscuro, eran mi carta de presentación por hoy.

Me despedí de Callum, saqué mi Harley de la cápsula y me dirigí a la ciudad.