Jardines Dioscórides

Los recientes acontecimientos me habían dejado hecho un despojo emocionalmente, tenía mucho en lo que pensar mi mente no dejaba de recordarme una y otra vez la muerte de Desmond, sus últimas palabras y sobretodo cómo me enfrentaría a Catherine.

Zaphira se había marchado sin decirle nada a nadie sobre lo que estaba ocurriendo, en ese momento me parecía lo de menos, solo quería que estuviera conmigo cómo hacía siempre , al final me aferré a Lucio pero también estaba ocupado, había una emergencia en el hospital y nos desaparecimos hasta la entrada. No quería que me dejara solo pero no era capaz de decirle una cosa así cuando otros dependían de él por lo que me limité a morderme la lengua y dejarlo marchar.

Pasé un ben rato en la sala de espera, abrazándome a mi mismo, nervioso, temblando y temiendo ante cualquier movimiento cerca de mi por lo que al final simplemente levanté una barrera, aislándome del ruido de la sala y del mundo exterior consiguiendo tranquilizarme un poco.

Recogí mis piernas y las abracé agachando la cabeza de forma que mi frente casi tocaba con mis rodillas, el Fénix en mi hombro parecía notar que algo no andaba bien y picoteaba suavemente mi cabeza en busca de una señal, fue entonces cuando una voz conocida me preguntó dónde estaba, respondí de forma automática pero realmente no quería verla, no era capaz de enfrentarla pero era demasiado tarde.

Sin quererlo me vi arrastrado hacia el exterior, el frío de la noche otoñal y el aroma de las flores me decía que me encontraba muy probablemente en los jardines de Sofía pero el rugido de los dragones no ayudaba en absoluto pues se escuchaban en toda la isla. -Cath... dime que eres tu de verdad... por favor...- mi voz sonaba rota y frágil además de temerosa pues la idea de que mi amiga fuera la siguiente en ser poseída me rondaba la cabeza y esperaba que esa pregunta al aire fuera contestada con la habitual actitud de la bruja.

La conexión con Sean había sido caótica. Su mente saltaba de un pensamiento a otro en una cadena de autoflagelación que agobiaba a Catherine. Entonces a sabienda de que no podía hablar con él mentalmente hasta que se calmara decidió sacarlo de donde estaba. La pelinegra se apareció en los jardines de Discórides e inmediatamente lanzó un hechizo para evitar que los oyeran, tras ello observó a Sean. Lo miró de arriba a abajo escuchando su pregunta.

-¿Quieres percibir el aroma a tierra en mis manos? Acabo de enterrar a Desmond, Sean. Sabes perfectamente que soy yo- Indicó con seriedad. Estaba encontrando difícil lidiar con su amigo siendo un manojo de nervios. Pero por supuesto, así había estado ella la noche anterior cuando escapó con Aedan. Se le quedó mirando en silencio, como si no supiera qué hacer o cómo reaccionar.

Maldijo interiormente.

-¿Necesitas un abrazo?- Inquirió haciendo un suave movimiento con su mano derecha, generando que su báculo se replegara en sus pedazos en un haz de luz violeta y un halo negro. Lo guardó en su sitio y se aproximó hacia él. No era necesario que le respondiera, sabía que lo necesitaba así que lo abrazó. Apoyó suavemente su cabeza contra la de él recordando el preciso momento donde se disculpó por abandonarlo -Estoy aquí ahora- Agregó en un susurro mientras miraba a la distancia con una intensidad muy propia de ella -Y vamos a planificar como deshacernos de la amenaza Pendragon que pende sobre nuestras cabezas- Agregó con firmeza -Para eso necesito que salgas del bucle en el que estás. Sufres, lo sé. Y no hay forma de que puedas sobreponerlo a menos que pases por ese momento. Pero necesito que sea rápido Sean- Se alejó tomándolo por los hombros -Tenemos a los dragones aquí y ya se cobraron su primera víctima. No permitiré que toquen a Aedan y tampoco que extingan nuestros linajes. Así que...- Tronó los dedos -Espabila. Primero lo primero ¿Cómo te devuelvo la vista?-

OFF: Catherine pasó el resto de la noche del conclave durmiendo. Para ella es el amanecer/mañana. Por eso he ignorado lo de la noche xD

Al parecer el alba ya rayaba el horizonte pero para mi no se trataba más que de una noche eterna, la voz de Catherine sonaba seria pero no identificaba nada más en su voz y probablemente otro tatuaje marcara su piel otra vez -Catherine... lo siento, lo siento mucho, no pude protegerlo, no puedo proteger a nadie- ese pensamiento era el que más se repetía en mi cabeza una y otra vez, tal vez Altair tuviera razón, no era más que un ciego inútil que lo único que causaba era problemas.

La propuesta del abrazo me tomó por sorpresa, era contrario a lo que la bruja siempre hacía que era escapar del contacto pero esta vez fue ella la que dio el primer paso y en cuanto la sentí cerca de mi no pude retener más mis sentimientos echándome a llorar, por mi y por ella -Catherine, no sabía lo que estaba pasando, estaba muy asustado y Desmond... desmond..!! me dijo que huyera, que venían por nosotros!- solo esperaba que me entendiera entre los sollozos, levanté mis brazos y la rodee aferrándome a ella -dijo qué sentía dejarte sola, que todos lo sentían... que siempre te querrán... pero es culpa mía que se haya marchado Catherine, no puedo hacer nada bien...-

La bruja mantenía la calma, pero yo necesitaba un momento y aún entre lágrimas escuchaba todo cuanto decía, solucionar a los Pendragon y salir de mi bucle... me separé de ella secando mi cara con las mangas de la túnica, aún la llevaba quemada y hecha un asco por la incursión a la ciudadela además de llena de mi propia sangre por un lado, La morena me tomó por los hombros, era fácil decirme que me repusiera pero no era algo tan simple, cierto era que ella conocía atajos pero nunca me pareció lo correcto.

Asentí con la cabeza a todo lo que me decía, los dragones... -Necesitamos a Zaph... ella sabe lo que ocurre pero sé que tiene una razón para no decir nada, y ya la conoces... puede que sea hasta más cabezota que tu- sorbí los mocos mientras hipaba y me seguía limpiando la cara que gracias al hollín de la túnica estaba cada vez más negra dándome un aspecto más deplorable por el que en una situación normal Catherine probablemente se reiría de mi.

Lo de mi ceguera me tomó por sorpresa, no lo esperaba y tampoco lo sabía a ciencia cierta -Pues no lo sé, Lucio quería investigar con las lágrimas de fénix, a él le ayudamos con ayuda de un encantamiento y unas gafas especiales de Giordano, íbamos a investigar en cuanto nos mudáramos juntos pero ahora... no tengo derecho a hacerlo y ponerlo en peligro....- y aquella era una de las tantas ideas que me pasaban por la cabeza, ¿y si no era capaz de protegerlo? ¿y si acababa como Desmond? con solo pensarlo sentía que lloraría de nuevo.

En el estómago se le revolvió al oír la disculpa de Sean, le miró a los ojos con seriedad antes de bajar la vista al piso -No era tu responsabilidad- Agregó y tampoco iba a decir lo que realmente pensaba. Menos mal que había decidido que lo mejor era no establecer una conexión mental. Pero decidió no caer en ello sino que se fundió en un abrazo con él, sintiendo que a medida que pasaba el tiempo Sean la apretaba aún más. Su estabilidad emocional sufrió un desequilibrio cuando escuchó las palabras de su hermano en la boca del Descendiente, dejó caer los párpados pero no lloró sino que volvió a aferrarse a esa promesa que se había hecho a sí misma. Esa misión.

-Esa es la cosa, Sean...Nunca comprendieron que yo no estaba sola- Agregó y lo estrechó un poco más. Ya no sólo pensaba en él, pensaba en Adael, Mei, Ling...Y por supuesto, la familia que le había puesto la vida por el camino. Los Knox....E Ian  y Aedan, su núcleo. Así como su propia familia, ellos formaban parte de ella pero esta vez se creía capaz de soportar el dolor porque lo usaba de arma para sus objetivos -Es muy fácil echarnos la culpa...Y mira que de eso tengo yo historia, Sean- Agregó sintiendo que podía empatizar mucho con la situación -Pero lo que nos queda es tratar de solucionar lo que podamos. ¿De acuerdo? Si te sigues afligiendo por el pasado...No hay manera de que enfrentes tu presente y entonces, mi querido amigo, no tendrás futuro- Sonrió de lado y luego soltó una pequeña risa -¿A que me ha quedado como una de esas cosas que tú dices?-

Inspiró profundamente cuando escuchó los dragones sintiendo que su cuerpo vibraba en respuesta. Alerta, sobretodo. No era un lugar seguro y ya había arriesgado demasiado. La mención sobre Zaphira la hizo sonreír -¿Cabezota? A cabezota no me gana nadie y menos si Aedan está de camino. Aparte, no necesito que colabore, puedo entrar en su mente-  No estaba segura de querer verla en persona porque si se ponía en un plan...Esquivo, Catherine no sabría si se controlaría y aparte le apreciaba. Observó a su amigo seguir siendo un despojo humano y puso los ojos en blanco con un gesto de hastío -Estás hecho un asco, así pareces un refugiado, no un Descendiente. Deja de limpiarte, te estás poniendo negro- Espetó cogiéndole de la manga como solía hacer con Aedan.

-No le quites el derecho a Lucio de hacer lo que le venga en gana. Si el quiere ayudarte es decisión de él y serías un idiota de no querer recibir su ayuda. Sabe los peligros que conlleva...- Pensó un momento en Ian y las veces que había estado allí para ella sabiendo lo que arriesgaba. Hoy...Hoy era otro amanecer igual. -Mudaros, esconder vuestra casa ...Pero primero. Báñate. Apestas- Agregó con un rintintin claro y lo cogió del hombro desapareciendo inmediatamente de allí.

Se mostró poco convencido con la idea de hacer trabajar a todos, aunque estuvo de acuerdo con la idea del invernadero y le indicó que continúe con su buen trabajo de regado. Apoyó su mano derecha en el hombro derecho del hombre, le dedicó una sonrisa de lado y aceptó con gusto su compañía.

Avanzó hasta llegar a los jardines de Dioscorides donde se detuvo patitieso al notar que Benjamin y Sofia no lo seguían y se extrañó ya que fue la mujer la que había propuesto la retirada. Con su magia sobre el aire y pidiéndole permiso al árbol, como la bruja de las plantas le había indicado, subió hasta la copa para mirar hacia los campos. Se le hizo un nudo en el estómago al ver que disparaban sus flechas hacia su estudiante, aunque también vió que éste se encontraba bien por el momento.

Incluso cuando sus acciones son valientes y sus intenciones puras, la osadía no siempre es la respuesta, sin importar lo que digan los demás ya que no hay nada que demostrarles. El joven maestro decidió quedarse allí para observar como actuaba su aprendiz, mantenerse alerta por si comenzaban los ataques y esperar a que el mago y la bruja lo alcancen.

Notó que el cielo se cubría de nubes oscuras y el ambiente se volvía húmedo con el correr del tiempo. Podía oler y sentir la humedad a su alrededor, tanto que casi podía moverla con su mano desnuda, sin ningún tipo de magia.

La aparición del imponente dragón plateado y su jinete, la de Sayid, la de Altaïr y la de los Guardias de Ouroboros no hizo disminuir la tensión del mago, el cual se agarró de las ramas con fuerza y susurró un "No..." cuando vio impotente cómo se llevaban a Sofía lejos de su vista. Con la vista borrosa por las lagrimas que no caían alcanzó a distinguir la anciana figura encorvada de un nuevo personaje, la desaparición de sus colegas y la puesta en marcha de la Guardia para levantar un campamento. A su vez alcanzó a distinguir a Benjamin que se retiraba de los campos, así que se desapareció.

Tras el encierro del torneo y su semana de "descanso" en el hospital con Kyllian taladrándole la cabeza todo el día, comenzaba a sentirse paranóica y encerrada. Había tratado de mantenerse en cuarentena y disuadir a Reiv de salir. Habían hablado de cosas banales y habían matado el tiempo en muchos ratos sin hablar... pero cuando sintió la urgencia no tardó mucho en convencer a Reiv de que lo mejor era salir. Había además algo raro en el aire. Una necesidad de acercarse a los dragones de la isla. Les escuchaba día y noche desde que sus sentidos regresaron a ser agudos tras la gran gripe. ¿Estarían en cuarentena por eso, por la gripe? Nadie les decía nada...

Aparecieron en los jardines que Reiv había destrozado algún tiempo atrás. Ya se les veía mejorados. Habían tenido que desaparecerse para evadir a la gente que les pudiera ver, a pesar de su deseo de correr para sentir algo de actividad, o al menos caminar. En el centro de los jardines no parecía haber mucha diferencia. Los animales cantaban como solían hacerlo, el sol apenas tocaba la tierra por las frondosas copas de los árboles, incluso el viento se sentía agradable después de tanto encerrados.-Ay, como se extraña esto cuando no te dejan salir.- Suspiró con nostalgia abrazando un árbol, después echándose a reír por su ocurrencia. Había pensado mucho en su prolongado encierro durante aquella semana y cada vez caía más en cuenta de cuanto había cambiado, pues antes habría supuesto solo un día más en cautiverio, cuando ahora ya no podía consigo misma. Se acercó de nuevo a Reiv, mirando a los alrededores. No sabía si debían ser cautos o podían estar tranquilos en aquel lugar.- Vamos a explorar. No he visto a Svart desde que lo dejamos con Smaug. Espero que no esté resentido conmigo.

Tanto Juliet como yo estábamos hasta los cojones de estar encerrados, así que decidimos pasar del absurdo toque de queda para irnos por ahí a que nos diese el aire. Además, nadie nos había explicado exactamente lo que pasaba, sólo teníamos vagos rumores. Aparecí de su mano en los jardines en los que una vez pelearon Kyllian y Leila, aunque ya los habían arreglado. Lo primero que hice fue respirar profundamente y disfrutar de la brisa otoñal en el rostro, dejando libre a Jul para que fuese a hacer de abrazárboles. - Ya casi ni me acuerdo de lo que era estar en el exterior. - reí al verla abrazada al tronco, encogiéndome de hombros. - Creo que ya te has cansado de mí con tanto encierro, así que te dejaré a solas con tu plantofilia- caminé hacia otro lado con las manos en los bolsillos, deteniéndome después cuando me dijo que fuésemos a explorar.

- Pues sí, vamos a enterarnos de por qué el toque de queda. Se rumorea algo de un asedio. Tal vez tenga que ver con lo que pasó en la reunión aquella de los Descendientes, o con la avalancha de las montañas el día que ganaste el torneo. - sí, nos habíamos enterado tarde de que era la ganadora, y yo me había puesto muy pesado diciéndole lo orgulloso que estaba de ella.

- Svart se quedó en la isla, a no ser que haya venido aquí con Smaug , que conoce este sitio por Setelah. - puse cara de disgusto al pensar en él, en lo que hice secuestrando a su crío. La verdad es que no tuvo ningún sentido, aunque fue efectivo porque parecía realmente asustado. No conocía ese punto débil de Setelah. Tener hijos a los que proteger los hacía más débiles.

- ¿Puedes rastrear algo desde aquí? - tanta tranquilidad era rara, así que estaríamos alerta. - No sé si estás ya en condiciones para pelear si se presenta la ocasión. - me puse a su lado, pegándole un pequeño empujón en su hombro con el mío.

Rió a manera de afirmación a Reiv, pues aunque sí recordaba lo que era estar afuera, sentía que se acartonaba pasando tanto tiempo encerrada.- ¡Si, vete! Me cansé de ti y de tus cuatro paredes, de tu aire viciado. No quiero volver a verte, déjanos solos, por favor.- Bromeó dándole un beso al árbol, dejando correr su risa después. Se sentía de buen humor y no tenía manera de ocultarlo cuando sentía el aire fresco abrir cada poro de su piel. Soltó por fin el árbol, llegando por atrás a Reiv, subiéndose a su espalda y sujetándose con fuerza de su cadera y hombros, riendo de nuevo tras dejar un suave beso en su cuello.- ¿Pero un asedio cómo? He estado escuchando a los dragones muchísimo. No alcanzo a distinguir lo que dicen, el rugido viene de muy lejos pero se siente...- Con el final de su oración, aquello de "el día que ganaste el torneo" ocultó el rostro tras el hombro de Reiv. No le gustaba que la viera sonrojarse y sonreír cada vez que se lo recordaba, sobre todo porque recordaba cuando se enteraron de aquello y la reacción del moreno.

Espero que esté bien allá. No me gustaría que escuchara esto, a los dragones. Se siente como... angustia. Es extraño.- No había sabido nada de Setelah, excepto que no había necesitado entrar al hospital. Menos mal. Ya se sentía culpable con los participantes del torneo por todo lo que pasó, pero aquella avalancha definitivamente había tenido algo que ver con todo lo que ocurría. Ya de sobra se sabía que no había sido prevista. Se bajó de Reiv, comenzando a caminar a su lado, mirándole cuando le pidió rastrear. No había detectado nada en cuando llegaron, pero quizás era porque no había querido hacerlo. Ahora que se concentraba, el aire estaba cargado con la esencia de una ciudad entera. Aquello era muy raro si tomaba en cuenta que aquel jardín, por lo general, solo olía a bosque y animales. Aceptó el empujón, aunque con el rostro serio por su descubrimiento anterior, sobre todo por no haberlo encontrado en un primer momento.- Sí, hay algo.- Respondió final, de manera tímida. También escuchaba un murmullo a lo lejos y a los dragones mejor que desde el hospital. Comenzó a caminar en la dirección, aunque un poco confusa porque aquello lo escuchaba de muchas direcciones. A medida que caminaba, giraba, se detenía y cambiaba de ángulo de manera constante a donde el barullo comenzaba a hacerse más fuerte. En un momento dado, se detuvo un poco frustrada. Habían empezado en un lugar muy profundo de los bosques y el sonido variaba demasiado.- Es como... como una aglomeración, pero muy lejana y muy vasta. Es por allá.- Señaló con la mano en dirección a la que escuchaba todo.- Pero es que... también lo escucho... por allá. Y hay dragones cerca aquí, y lejos, por allá. No sé si sean la guardia entera o... o algo más. No percibo nada.- Frunció el ceño. Si en determinado momento se acercaban demasiado, sentía que podían acabar rodeados, y la duda era si serían "amigos" a quienes les habían desobedecido, o enemigos.- ¿Quieres que sigamos avanzando? No está ya muy lejos, solo que empezamos muy adentro en el bosque. Podríamos acabar demasiado cerca de todo...

Puse cara de que se le iba la pinza, haciendo un gesto con el dedo. Recuperé enseguida el equilibrio cuando ella salto para subirse a mi espalda, cargándola así unos cuantos metros. Sabía que le daba corte cada vez que le decía lo del torneo, así que aproveché para fastidiarla un poco más con eso. - Así que por ganar ya te crees con derecho a que te lleve a cuestas a cualquier sitio, ¿eh? llévame tú ahora a mí, que yo también gané mi torneo. - comenté medio bromeando, aunque en realidad yo no había sido ganador único, ganamos varios en aquel torneo.

- ¿A qué te refieres? ¿que es lo que notas en el rugido de los dragones? - pregunté con curiosidad antes de que se bajase de mi espalda, intentando afinar el oído para ver si escuchaba algo así. Cuando Snagov vivía mantenía a todos los dragones de la isla en armonía, nunca se escuchó que hubiese ningún problema con ellos. - Lo que he escuchado del asedio ha sido lo que murmuraban los guardias bajo la ventana mientras vigilaban los edificios en el toque de queda. Un campamento en la zona de los campos de cultivo. Creo que empezó el día que mataron al Le Fay en aquella reunión. Yo estuve allí... - omití que fue porque entré ahí a molestar como endemoniado, tal vez no venía al caso. - Pendragon. Alguien había poseído a Desmond. - bajé la voz aunque no había nadie escuchando, al menos nadie cerca. La seguí para ver si encontraba el camino, aunque ella misma parecía confusa sin saber hacia dónde ir.

- No hay tantos dragones en Ouroboros, creo. Puede que también hayan venido de fuera. - me pareció que tenía miedo de seguir por si nos metíamos en algún lío, y lo cierto es que tampoco tenía sentido buscar problemas sin motivo. Todavía teníamos que solucionar el problema de S.A.M, lo de no poder salir de la isla. Puede que tampoco estuviésemos a salvo dentro. Tras unos pocos pasos más escuchamos una amenaza descendiendo hacia nosotros, así que retrocedimos unos cuantos pasos ante aquel dragón que aterrizó aplastando unos cuantos árboles. Su jinete me resultaba totalmente desconocida, y su mirada no era para nada amistosa. Intercambié un gesto con Juliet como preguntando si le sonaba el dragón o la chica, girándome después hacia ésta para preguntar en primer lugar.

- ¿Te has perdido o eres otra de las que tienen afición por destruir el jardín de Dioscórides? -

Ante la despreocupación, siguió riendo por la libertad, por el aire fresco mientras se veía a espaldas de Reiv. Tuvo que enterrar la cabeza más detrás de su cuello para poder intentar controlar su sonrisa boba y la sensación que le producía cada vez que el moreno mencionaba el tema.- Créeme, te llevaría, pero parece que te gusta más desaparecer que volar. Seguro te da pánico que te tire o algo así. O terminar entre mis dientes.- Terminó en un susurro detrás de la oreja, justo antes de mordérsela con cuidado y con eróticas intenciones a pesar del lugar. El tema de los dragones la volvió a hacer sentir extraña. Hablaba cortando las oraciones porque no sabía muy bien como terminar las frases. Le costaba expresarse, con lo que respondió antes de bajarse de Reiv y comenzar a caminar:- Es que... los escucho y siento angustia. Nunca escuché dragones de pequeña, mis referencias no son muy buenas, pero es casi como si... estuvieran... preparándose. Para algo. Para... salir a cazar.

Caminó pensativa por el bosque, tratando de enfocarse en lo que sus sentidos le mostraban.- Pendragon...- Susurró de vuelta tras escuchar el nombre de nuevo y la historia del campamento. Sí, era lo suficientemente vasto para ser un campamento y según lo poco que conocía de Ouroboros, la zona de cultivos estaba justo en la dirección correcta. Giró el rostro hacia Reiv con anhelo en la mirada.- Debería haber un lugar seguro...- Suspiró, tan solo deseando que aquello fuera realidad. Pero sabía también que algo así sería adictivo para ella. Un lugar seguro la obligaría a sentarse a solas consigo misma y aceptar sus debilidades. El caos del mundo le permitía enfocarse en otra cosa que en sus propios demonios. Aspiró fuertemente, con más resolución en la mirada. Poco más pudo avanzar cuando sintió como por encima de sus cabezas algo se aproximaba. La sombra se hacía cada vez más grande en el suelo a medida que caía casi en picada. Retrocedieron, dejando que el enorme dragón cayeran frente a ellos. Tras mirar intercaladamente al dragón, a la jinete y a Reiv, entendió que no les conocía de nada, pues su rostro también reflejaba sorpresa. Ante aquel comentario, le soltó un golpe a Reiv con el dorso de la mano, a modo de advertencia de que bajara el tono chulo. También se puso medio paso por delante de él. No recordaba bien a los dragones blancos, no sabía qué era su particularidad o de momento no lo recordaba. No sabía tampoco si la jinete era amiga o enemiga. Bien podían detenerlos para regresarlos a su habitación como para otros fines más macabros.- Qué majestuoso dragón.- Observó sin demostrar miedo, sino admirando las escamas de aquel brillante dragón blanco... Y también un poco para evitar que les mataran.

Había seguido en vuelo a Alud en su ágil vuelo a través del aire. Había decidido que acompañaría a la joven mas allá de aquella triste defensa que habían realizado para, de paso, poder observar más de aquella isla plagada de dragones.

Rugí al descender poco después que Alud, posicionándome a su lado a cierta distancia.  La observé con mis ojos dorados, cual sería el próximo movimiento? El mago que habló....ese tono de voz. Habia rostizado a muchos por menos. Iba acompañado por una dragona.

Lancé una llamarada de fuego por encima de las cabezas de ambos. No iba con intención de matar, aún. Pero si de hacerlos que se agachasen, así qu el fuego lo habia lanzado bastante al ras.

Una inclinación era todo lo que debían hacer por saludo.

Las plantas tras ellos quedaron rostizadas, crepitando ennegrecidas.

"No parecen soldados"

Un momento. Me había dejado una planta mas allá...levemente menos tostada. Entrecerré mis reptilianos ojos, brillantes por el enfado, y lancé una nueva (e inesperada llamarada) hasta que todo quedó perfectamente de la misma tonalidad de quemado. Despues emití un largo y profundo sonido de satisfaccion desde el fondo de mi garganta, acompañado de una nube de humo que salió por mis fosas nasales. Aproveché el momento para adquirir mi apariencia humana, la de un elfo bastante alto.

- Harías bien en medir tus palabras, chico.- comenté bastante entretenido, echándole un vistazo de arriba abajo. A ella no le dije nada. Había demostrado bastante más inteligencia que él.

El par de chicos parecieron sorprenderse poco por aquella intromisión, aunque si que se lanzaron una interrogante mirada entre ellos. Para entonces Goth Morgon se posaba en el suelo.
Alud se movió con inquietud por lo que palmeé su lomo susurrando unas palabras en su idioma poco antes de que el chico se dirigiese a mi. Mi ceño se frunció levemente. Aunque después no pude evitar dejar escapar un soplo de aire a modo de risa.
Al parecer aquel muchacho no era un simple habitante de aquella isla, o al menos su expresión me dio a entender que había librado más de una contienda. Sin embargo no había mostrado signo mayor de hostilidad por lo que abrí la boca para responder.
Desvié la mirada a mi acompañante cuando lo hizo por mi, tal vez de un modo más ofensivo del que hubiese usado yo.
-Goth...
Comenté con tranquilidad una vez transformado haciendo un gesto con la mano como pidiendo algo de tranquilidad. Decidí bajar del lomo de Alud, con una desaparición, quedando al lado de mi dragón que agachó su cabeza. Comencé a acariciar su cuello mirando a la chica que acompañaba a aquel que tenía la lengua suelta. Incliné mi cabeza como agradeciendo ese amable comentario respecto a Alud.
-Sois una bella raza, sin duda.
Podía sentir que lo era, había convivido demasiados años con dragones, les había criado y conocía ciertos rasgos que eran inconfundibles aún presenciando su forma humana. Miré a Goth Morgon sonriendo de medio lado. Tras palmear el cuello de Alud caminé al frente manteniendo la postura erguida, tal y como se me había enseñado. Dejé mis manos entrelazadas a la altura de mi abdomen y observé al chico con calma, mi ojo rasgado por la voluntad de los ancestros recorrió sus facciones. No, el no era uno de ellos.
Volví a mirar a Goth Morgon cuando habló con el muchacho.
-Ellos no saben quienes somos.
Traté de disculpar así al chico volviendo la vista a la pareja de nuevo concretamente a ella.
-Aunque tu...tal vez tu puedas sentir que no somos una amenaza, tal vez... al menos no una como los que habitan esta isla o tierra firme.

Off: Juliet tira dado de 20. Si sacas 1, no caes bajo la influencia Pendragón. Si sacas de 1 a 20 si caes. (se basa en la edad del dragón tienes como 20)

Me quedé con las ganas de replicar a Juliet con eso de que me daría miedo volar con ella, más que nada porque ya lo había hecho antes. También de seguirle el juego cuando hizo eso del mordisco, pero pronto tuvimos que prestar atención a otras cosas como la irrupción del dragón desconocido. Ese en concreto no parecía angustiado tal y como había descrito Juliet, yo no había escuchado nada parecido. La pelirroja no tardó en darme ese golpe en la mano para que me callase, una advertencia que solía hacer cuando creía que yo estaba metiendo la pata. - ¿Qué? no he dicho nada malo. - murmuré por lo bajo para que sólo ella pudiese oírme, mirándola contrariado. Alcé una ceja cuando Jul hizo ese comentario, que no sabía si era peloteo o de verdad le parecía así. Vale, era un dragón majestuoso, pero a mi no me apetecía halagar a una desconocida posiblemente hostil.

Empezó a mosquearme el asunto cuando apareció otro dragón, esta vez uno rojo bastante enorme e imponente. - ¡Cuidado! - Tiré rápidamente de la mano de Juliet para agacharnos y evitar así la llamarada que nos lanzó de gratis, porque le dio la gana. Ya tenía bastante con el vengativo Smaug, no quería ganarme la enemistad de otro dragón borde. Lo miré entornando los ojos cuando por fin pudimos enguirnos, sintiendo que esas llamas habían pasado demasiado cerca. No contento con eso tuvo que acabar con la única planta que había dejado en pie. La otra comentó que no sabíamos quiénes eran ellos. Obviamente no.

- Pues no, no tenemos ni idea, pero podríais decirnos de qué va todo esto. ¿Por qué deberíamos medir nuestras palabras si no sois una amenaza? - estaba claro que Juliet les había caído mejor que yo, por el modo en que le hablaban. Tal vez fuesen los del asentamiento de los campos, era una posibilidad. - ¿Qué les pasa a los dragones de las montañas? - pregunté sin poder contener la curiosidad, por si podían corroborar lo que había dicho Juliet antes. - Dicen que están alterados...con Snagov esas cosas no pasaban.

No, pero debemos ir con cuidado. No sabemos quienes son.- Murmuró en el mismo volumen tras el golpe que le dio al moreno y el reclamo que le siguió. Era algo que ya sabía que pasaba, pero su manera de acercarse a los extraños era por demás gruñona. Un encuentro inicial un poco más amable podía hacer las cosas más fáciles... no que ella supiera de eso, pero lo intuía. Al menos hizo algo para que el dragón (ahora dragones) no se los comieran. Eran criaturas con ego grande, eso lo sabía. Los halagos servían al menos para seguir con vida.

Si bien de primera instancia no hubo reprimendas por el comentario de Reiv, el segundo dragón sí tuvo réplica.-¡Agáchate! - Alertó, aunque para cuando terminó, Reiv ya la estaba jalando desde abajo para llegar al suelo. Había actuado más rápido que ella, que se había confiado en ambos de manera muy extraña para ella. Se levantó con cautela, aunque sin miedo, echando un vistazo alrededor, a la destrucción causada. Le hubiera gustado que todo quedara normal tras su visita a los jardines y ya veía eso como imposible.

Se sorprendió de escuchar las palabras de la chica. Primero porque a simple vista no cualquiera podía adivinar su raza, y segunda por el halago, agachando el rostro levemente sonrojada, colocándose además un mechón de cabello tras la oreja, signo inequívoco de que se sentía apenada por el comentario. No sabía por qué se sentía halagada, si realmente no había dicho nada del otro mundo, y sobre todo nada sobre ella en particular. Era el modo, o algo en ese modo que le hacía sentirse algo tímida al respecto. Pensó en las últimas palabras de la chica unos segundos, elevando su mirada al dragón blanco y de nuevo a ella para después negar suavemente con el rostro. Giró la mirada a Reiv, sintiéndose extrañada de sus palabras. Era casi como se sentía estar junto a él. En aquel lugar se sentía bien, protegida, a salvo; una sensación que había perdido algunos minutos atrás.

Dejó que Reiv hiciera las preguntas, tratando de sacar de su cuerpo esa timidez repentina. Igual podía sonar amenazador, no le gustaba lo que él decía, pero siempre salían mas o menos bien librados. Tenía que confiar un poco en su intuición. No quería hablar, no quería decir nada en realidad. Quería escuchar más de lo que decía aquella chica, pero tenía la sensación de que el elfo no la iba a dejar hablar mucho...- Tienen días rugiendo. Los escucho por toda la isla. Como si estuvieran... intranquilos.

El miembro 'Juliet Bennett' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

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'Dado de 20 caras' : 10

Una docena de guardias de Ouroboros, liderado por uno de los tenientes Royden, a quien bautizaré como Vishous, llegó hasta los jardines de Discórides tras la orden de Amaya; encontrándose directamente con un elfo, una dragona y su jinete (o eso parecía) y otros dos. Evaluó la zona y  se dio cuenta de que la llamarada venía del dragón blanco (porque claro, no iba a reconocer al elfo como dragón, right?).

No reconocía del todo al hombre pero, por supuesto, si a la ganadora del torneo así que se pusieron de su lado, rodeándolos y poniéndose entre ellos y los Pendragon (o eso asumía, hello, dragón a la vista) -No deberíais estar aquí. Hay toque de queda. Volved a vuestros hogares ahora mismo- Ordenó clavando sus ojos diamantinos en Reiv y luego en Juliet pues sabía que era dragona. Envió mensaje mental de aquella información  a su pelotón  y finalmente se enfrentó a la bonita muchacha y al elfo con ojos de demonio. Pasó informe a su prima Amaya.

- Vuestro lugar no está aquí. En nombre del Consejo de los 20 os solicito vuestra retirada- Dijo Vishous con voz solemne mientras mantenía la mano en la espada aunque estaba seguro que el hierro de su arma no haría nada contra el fuego de un dragón, tendrían que apelar a la magia así que ordenó a sus hombres estar preparados para una estrategia de escudo.

Gruñí como aburrido cuando Gwen me llamó a la tranquilidad diciendo mi nombre, y di un paso atrás cruzando mis brazos y mirando hacia arriba. Pese a todo, me encantaba el temple de la joven, su saber hacer. Pero había cierto encanto en hacerla llamarme al orden.

Seguí con la mirada muy atentamente los pasos de Gwen, cualquier paso en falso de los otros dos, y cumpliría mi misión.

- Porque vosotros dos también estáis al tanto de la "guerra" que acabamos de comenzar en esta Isla, a no ser que el Consejo os haya mantenido en la inopia... y....supongo que ahora es el momento de de elegir de un modo inteligente.

Crucé las manos tras mi espalda y miré hacia el cielo. Inspiré el aire para cerrar los ojos despues, escuchando las palabras de la dragona.

- Intranquilos, no. Sus corazones...están despertando. Es la agitación de nuestra naturaleza....

Lamentablemente, la guardia se presentó en aquel lugar. No me mostré alterado o asustado por aquello, realmente mi postura no cambió, solamente abrí los ojos para recorrer a cada guardia con interés antes de fijarme en el que hablaba.

"ugh. Que modo de formar filas. Hay huecos por todas partes. Están muy descolocados."

- Pero si este es su hogar. - dije tranquilamente, mirando después a Gwen. - Una palabra y.... - le dije a la mujer, indicandole que a una palabra suya estaría dispuesto a lo que fuera.

Mantuve la serenidad y aunque pareciese que iba a contestar las preguntas de aquel chico el buen Goth lo hizo por mi. Él era mucho más elocuente que yo al hablar, mucho más desenvuelto en aquel aspecto, lo cual me tranquilizaba.  Asentí a sus palabras volviendo a mirar al chico.
-Solamente será una guerra si ellos lo quieren así.
Aclaré con tranquilidad mirando los jardines con cierta curiosidad mientras ellos se dedicaban a preguntar por los dragones. Volví a clavar la vista en la chica y mi cabeza se ladeó observan sus gestos, negó. Comprendí que lo sentía aunque sintiese rechazo por aquella sensación y simplemente sonreí amablemente mientras Goth explicaba las reacciones de los dragones.
-Es exactamente lo que sientes.
Expliqué a la muchacha tratando así de que abrazase ese sentimiento que había despertado en ella.  La expresión del chico era desconfiada por el contrario.
-No debes temer por ella si eso es lo que te aflige. Solamen...
Alud se agitó en cuanto los guardias llegaron, rugió y elevó sus alas tomando posición de ataque más giré mi cuerpo extendiendo una mano hacia el dragón susurrando unas palabras de calma.
-Nid Alud, Dein.
El dragón volvió a posar sus patas delanteras sin perder vista de la guardia y giré para observarlos. Fijé la vista en aquellas espadas mientras Goth explicaba que aquel lugar era nuestro hogar. Hogar, se suponía que debía sentirlo así, tal y como me habían enseñado, pero por alguna razón extrañaba la magnificencia del Sanguis Ligno en aquellos momentos.
Espabilé al instante al oír su voz, por un momento había caído presa de la nostalgia. Miré a mi acompañante y asentí sabiendo a que se refería.
Comencé a quitar mis guantes lentamente tomándolos con una sola mano y caminé hacia aquel guardia con total entereza y sin gesto aparente de ataque hasta quedar ciertamente cerca de él.
-Nosotros somos el consejo.
Pronuncié tajante con la mirada clavada en sus ojos, buscando que prestase atención a los míos. Extendí mis manos hacia la espada, una de ellas sobre la suya forzando a que la desenvainase y la otra se aferró a la hoja que produjo un corte en mi palma.
-Sanguis Sha hai bûb-hosh!
Exclamé juntando ambas palmas haciendo que los guantes se resbalasen hasta el suelo. Las froté aún con la vista clavada en aquel hombre, frunciendo un segundo el ceño antes de extenderlas a ambos lados.
-krimpatul Sanguis örol emem hai
El líquido de mis palmas se extendió en el aire para con rapidez colarse entre la armadura de aquellos guardias, excepto el que estaba frente a mi. No pareció suceder nada. Volví a tomar una posición calma y busqué con la mirada a los chicos.
-Tratad de no juzgarnos por esto.
Desvié la mirada a la chica sabiendo que ella no lo haría y volví a mirar al guardia que suponía que estaba al mando.
-Si pretendéis herirme debéis saber que no sería prudente.
Poco a poco el resto de guardias comenzó a retorcerse y la sangre comenzó a brotar de ellos mientras uno a uno caían al suelo.
-Pero es decisión de vuestro...consejo.
Alcé una ceja aún con mis ojos clavados en él sonriendo mínimamente. Contando además con la presencia de Goth y su inestimable ayuda en caso de que el guardia pretendiese hacerse el valiente, o el chico. El chico parecía de esos también.