Sanguis Ligno

No esperaba menos de su "rival". Supo al instante que la intención no era encontrarse con un Pendragon, sino que su interés debía ser con Ávalon, o con el árbol sagrado si había hecho huir a todos los presentes con tanta premura. Eso o ella era la Pendragón equivocada. Lástima, era la que le tocaba.

Una vez en presencia del árbol, la visita se hizo del rogar. Ares estaba alerta y preparado para que la situación cambiara de un segundo a otro. Sin embargo, ella permanecía con una aparente tranquilidad. Tenía que ser paciente, pues debía entender las intenciones del forastero antes de arrastrarlo encadenado hasta el castillo. Un suave viento llegó en su dirección, enfriando la piel descubierta de sus brazos y pecho con aquel escote profundo que le restaba inocencia a su apariencia, pero le ganaría puntos con aquel hombre.- ¿De verdad quieres que te encuentre? - La respuesta obviamente era no. Ya se habría mostrado ante ella. Giró el rostro a donde se mantenía erecta su espada favorita clavada en el suelo. Ares, de inmediato, comenzó a moverse alrededor del árbol. Sus movimientos eran calculados y gráciles para un dragón de sus proporciones. Fue y vino un par de veces, moviendo la cabeza de la izquierda de Lake a la derecha, incluso revisando detrás del árbol. Tenía desde el inicio un punto detectado, pero se estaba tomando su tiempo para realmente encontrar el espacio correcto. Cuando finalmente se decidió, colocó la cabeza justo frente a aquel punto en el espacio y mantuvo sus ojos fijos, buscando ver más allá de aquel vacío.

Cuando Ares estuvo seguro, Lake se giró en aquella dirección, evaluando si era alguna especie de hechizo. Si era invisibilidad, ilusión, tecnología. Le daba igual. Con la voz más suave y sedosa que le salía, suspiró.- Te encontré... ¿Qué haces aquí? - Se mantuvo alejada, pero una sonrisa suave zurcaba sus labios.

La risa que recorrió la zona del árbol fue baja, también. Catherine estaba tirando de recuerdos que tenía a buena custodia pero que dejaba florecer porque es que ambas personas parecían cortadas por la misma tijera. No odiaba a Max, tampoco a esa mujer, pero tenían la misma energía aunque la morena no hubiese visto a Maxwell así a la primera. No, había sido el tutor que había necesitado, la guía…En su ausencia había aprendido que todo lo que necesitaba para explotar su poder era ella misma.  No hubo respuesta a su primera pregunta y cuando Catherine observó al dragón supo que no había enmascarado su olor. Trató de recordar el perfume de Max pero los recuerdos acabaron con un fin tan erótico que hizo una mueca. Recordaba que nada más olerlo algo en ella se derretía y una imperiosa necesidad de besarlo se apoderaba de ella. Le recorrió un escalofrío de sólo imaginarlo.

Dio un par de pasos hacia atrás observando al dragón verde que posaba su vista en ella pero no en “ella”. Ladeó la cabeza examinándolo casi podía percibir el calor que expulsaba en cada respiración y, sabía, muy bien que ante una llamarada de su boca acabaría calcinada. En otrora, Catherine habría disfrutado mucho de jugar con Lake. La Catherine Le Fay que aún tenía a los mellizos consigo, la Catherine que disfrutaba de ciertas bromas… O sin ir muy lejos, la Catherine que había enviado una imagen a Giordano con un sentido del humor algo curioso hacía sólo una semana…Esa…Habría seguido el juego.

Ya no era esa Catherine Le Fay.

Movió el báculo con suavidad y la ilusión desapareció, dejando ver su imagen -sin la mano cortada- hacia Lake -Hola, Lake- Saludó observándola directamente a los ojos con un gesto tan neutral como vacío -Estoy de visita. ¿No os llegó la notificación? - Preguntó y cualquiera diría que sus palabras saldrían con rin tintín, pero no había nada en ellas más allá de un tono de voz plano y carente de emoción. Parpadeó y le recorrió el rostro un instante antes de moverse, a sabiendas de que ambos dragones tenían su vista posada en ella. Y en realidad…también los curiosos que se habían acercado. Catherine empezó a caminar hacia el árbol pasando por el lado de la pelirroja sin prestarle más atención. Que ella estuviera allí no cambiaba sus planes.  Volvió la vista hacia Lake para examinarla un instante y luego frunció el ceño. Miró de nuevo al árbol y rememoró la forma en la que se había acercado ella, pero también las sacerdotisas…y a Gwen, en el duelo…Cubierta de sangre. Había una forma particular de comunicarse con él, no sólo a través de la sangre ¿No?

-Tu hermano me invitó a escuchar sus propuestas. Dile que estoy aquí-

Escuchó aquella risa como un susurro del viento mientras Ares captaba su atención. Algo había cambiado en él. Sus ojos se habían interesado en aquel ente, lo que la sorprendió con extrañeza. Algo había cambiado en aquella persona de un instante a otro, pero no alcanzaba a detectar el qué, por lo que levantó barreras y se mantuvo más atenta a los sonidos, los movimientos del aire, a Ares con aquella extraña... excitación. Quien no tuviera un vínculo cercano con él, no notaría aquello en absoluto, pero para ella era obvio. Y eso solo ocurría cuando veía la posibilidad de un buen asesinato o... A partir de ahí, el dragón estuvo más pendiente del ente. A pesar de su edad, su control sobre sí mismo, Ares seguía atado en cierta medida a su naturaleza aunque en ciertos puntos era una gran fortaleza.

Unos instante después, tuvo que alzar una ceja y esbozar una sonrisa, porque con la aparición de Catherine Le Fay entendió bien a Ares.- Descendiente, qué honor.- Dijo, haciendo una reverencia como era debido.- Lo siento, no me llegó el informe. Le aseguro que de saberlo, este espacio habría estado a su disposición con anterioridad.- No era cierto, pero tenía que aparentar aquella calma. Ahora que la morena había descubierto su truco, la dejó caminar a placer, dándole incluso la espalda, pues se sabía bien cubierta. Entendió entonces el por qué de todo. No se había prestado a entender antes la relación que Wthyr quería con aquella mujer. Para ella, la morena no era una Pendragón y no la necesitaban bajo ningún concepto, pero él tenía una extraña fijación que le daba repele. No respondió a sus demandas, pero sí envió un patronus cuando consideró prudente. El dragón de "luz" salió volando al instante con dirección al castillo. Dándole la espalda al árbol, lo vio volar, esperando a que el mayor de sus hermanos acudiera al llamado.

Freyja y yo nos trasladamos a Ávalon poco después de salir del hospital de Ouroboros, pues era el mejor sitio para recuperarse alejados de aquel lugar. Shyvanna y Gwen se quedaron por allí, se requería representación Pendragon en aquella fiesta que habían organizado. Que todos supiesen lo que habíamos hecho por el bien de la misión. Lo que vendría a partir de ahora sería crucial, y el momento de que el Consejo tomase su decisión final se aproximaba.  Me encontraba descansando en mis aposentos cuando entró por la puerta el patronus de Lake con un mensaje, uno que tuve que repetir mentalmente porque no entendía cómo demonios había llegado allí Catherine Le Fay. Nadie le había mostrado el camino, y el único modo de llegar era ese, con alguien que la trajese. Lo bueno de aquello es que al final habíamos conseguido atraerla, aunque me inquietaba la facilidad para llegar. Me levanté de la cama con presteza, aunque la rapidez de movimientos me recordó que aún seguía tocado. De cualquier modo lo disimularía, jamás se debía aparentar muestras de debilidad ante un rival. Me vestí con un jubón de cuero negro con el escudo de los Pendragon, poniendo por encima una capa de pieles bastante pesada. Tras eso abandoné la habitación, apareciendo directamente en la zona del Sanguis Ligno.

Avancé unos cuantos pasos hacia el imponente árbol, distinguiendo enseguida las figuras de Lake y Catherine recortadas contra el brillo que emitía el Sanguis. Al llegar me detuve erguido frente a ellas, saludando en primer lugar a mi hermana con un ligero gesto con la cabeza. - Lake. - no, ella no tenía pinta de haberla traído. A no ser que alguien le hubiese dicho algo sobre los planes con la Le Fay. - ¿Estás haciendo de anfitriona para nuestra invitada? aunque la pregunta sería cómo ha llegado hasta aquí. - pasé la mirada de los celestes ojos de Lake a los purpúreos de Catherine, escrutando su expresión para saber si estaba inquieta, desafiante o qué. Había algo distinto en su mirada, aunque no sabría decir qué era. Puede que simplemente fuese fachada para no dejarse intimidar en territorio supuestamente hostil.  Después la examiné de arriba a abajo, su atuendo distaba bastante de la ropa poco agraciada que la había visto utilizar en otras ocasiones.  - Comprendo...has recordado nuestra conversación. Vienes en busca de respuestas.  - el día que la interrumpí mientras pintaba, fue entonces cuando le hablé del Sanguis. Había mordido el anzuelo, y estaba vez no tenía al perro guardián cerca.

Catherine se mantuvo estoica y tranquila -Puedes ahorrarte las mentiras- Primero que nada porque no se tragaba ninguna, segundo porque no tenía humor para ellas. Pero sí tenía una duda latente sobre Lake, se giró hacia ella y luego observó a su dragón que no le quitaba el ojo de encima. Ni sonrisa, ni miedo, ni nada cruzó su rostro -Dicen que eres una desquiciada ¿Es por eso que te vemos poco en Ouroboros?- La pregunta fue lanzada carente de malicia, carente de segundas intenciones, era sólo algo que se le había cruzado por la mente.

Sí respondía, perfecto; si no, siempre podía leerle la mente…Aquel pensamiento cruzó su rostro un instante y entonces volvió la mirada hacia el árbol. Habían hablado de espíritus…Tenía que ir con cuidado pero… ¿Podría leerlos? Lo dudaba.  Y no estaba dispuesta a arriesgarse tan abiertamente.  La llegada de Wthyr, ni su presencia, ni su altura, ni nada hicieron que Catherine reaccionara más allá de posar su mirada sobre él. No respondió a su deseo de saber cómo había llegado a Avalon.  Era un secreto que se llevaría a la muerte

-Retírate, has cumplido tu propósito- Ordenó a Lake, moviendo una mano en un aspaviento de despedida, como haría a un sirviente, sin apartar la mirada del moreno -He comprendido, en el poco tiempo que llevo descubriendo Avalon, que el árbol necesita un tipo de comunicación especial que no estoy dispuesta a hacer ahora- Resumió y adelantó un par de pasos hacia Wthyr, pero no se detuvo, siguió caminando hacia donde había avistado una de las avenidas principale. No iba a desaparecerse, quería caminar, quería seguir aprendiendo de la isla para que Morgana viera todo -Espero que tu castillo tenga una sala donde pueda escuchar las propuestas del Linaje Pendragon hacia el Consejo. En privado- Indicó, pero no se detuvo, siguió avanzando importándole poco menos que nada si alguien la oía -Y quizás hablar de esa maldición tuya-

Mentiras no había dicho. Quizás era solo... ironía. No era un honor, pero podría serlo si la morena jugaba bien sus cartas. Había escuchado que no era como Sofía, a quien alguna vez había visto cuando fue secuestrada por su hermana Shyvanna. Esta mujer era bastante más directa y, por lo que veía, no tenía molestia en expresar lo que pensaba. Que deleite. Soltó una suave risa ante su pregunta. Si la hubiera observado con detenimiento, quizás se habría formado ella su propia respuesta y no estaría preguntándola.- Ouroboros no me es tan interesante como lo es para otros.- Ni Ouroboros, ni su gente.- Puede verme siempre que quiera, Descendiente, solo tiene que encontrarme.

No esperaron mucho antes de que Wthyr apareciera. Cuando este apareció, se acercó a su hermano mientras reconocía de su voz su propio nombre, pasándole la mano por el escudo de la familia tallado en el jubón. Catherine no era familia. Y ella solo era leal a una cosa.- Por supuesto, hermano. Llegó aterrorizando Ávalon, pero ya todo está bien.- Dijo con una sonrisa en los labios antes de alejarse del moreno y permitirle la interacción con la recién llegada. Sin embargo, parecía que la morena ya había acabado con ella. Soltó una carcajada casi al instante mientras sus labios zurcaban una sonrisa divertida, pero no por eso menos cruel. Aquel movimiento de la mano le habría sacado de quicio... si aquella mujer no fuera tan poca cosa para ella. No era, ni siquiera, la mitad de lo que creía de sí misma. El despacho no resultaba otra cosa que un patético intento desesperado de ganar algo de poder sobre ella misma.- Un placer servirle, descendiente.- Remató en ironía con una reverencia, o en mentira como ella lo llamaba. Dio media vuelta aún riéndose, acercándose a la cabeza de Ares. El dragón la conocía tan bien que en seguida le dio el ángulo perfecto para que subiera, mientras que ella caminaba por su cuello con destreza a la vez que este se elevaba. Ares, en todo su poder, se elevó en segundos, mientras la sonrisa de diversión de la pelirroja se volvía cada vez más y más siniestra a medida que desaparecían a la lejanía.

El gesto de Lake al pasar la mano por el escudo Pendragon dejaba entrever que sus lealtades estaban con la familia, a pesar de su forma de ser. Todos teníamos nuestras idiosincrasias. - Ávalon no se aterroriza así como así. - respondí con calma ante lo que contaba sobre Catherine, pues no me parecía que hubiese hecho nada de eso. Además, los habitantes de Ávalon eran menos asustadizos que los de Ouroboros, que armaban un escándalo solo por unas cuantas casas atacadas. No me pasó por alto que no había obtenido respuesta para el modo de llegar a nuestro hogar, pero ya se lo sacaría de algún modo. Su modo de hablarle a Lake era inapropiado teniendo en cuenta que estaba en territorio ajeno, pero no intervine porque mi hermana era completamente capaz de lidiar con aquello. Y lo hizo de la mejor manera posible, ironizando y dejándole claro que su orden no tenía ningún efecto. La pelirroja era una persona muy libre, sabía qué responder siempre y se defendía muy bien sola. Me despedí de ella con un breve gesto, llegado el momento nos reuniríamos para hablar.

Quedé a solas con Catherine tras aquello, aunque no estábamos realmente solos. El Sanguis Ligno estaba de testigo. ¿Juzgaría aquello como un intento de cumplir el designio de Catherine Pendragon? - La comunicación con el árbol no está en el plano mental, sino en el espiritual. Nuestros ancestros están en él, y las sacerdotisas con las encargadas de interpretar sus señales. Aún así has venido al lugar apropiado para averiguar lo que buscas. En caso de que sepas qué estás buscando... - la seguí con la mirada adivinando sus intenciones de explorar el lugar, comenzando a caminar con ella en dirección opuesta al árbol sagrado. Su hermetismo era el de siempre, pero parecía más fría y menos hostil que en ocasiones anteriores. - Por supuesto, en la sala del trono. Aunque la pregunta es si el Consejo escuchará. Si serás suficiente para que lo hagan. Sabes la mala costumbre que tienen cuando alguien destaca o se desmarca del rebaño. - los apartaban, los silenciaban y desterraban. Me detuve un instante cuando mencionó lo de mi maldición, tensando levemente la mandíbula pero sin mirarla. Era un tema espinoso, aunque quisiera averiguar si realmente había maldición y quisiese solucionarlo. - La descendiente de Morgana dirá.- Volví a caminar tras ese instante incómodo, comenzando a guiarla por los senderos que conducían al castillo de nuestro linaje.

No estaba en Ávalon cuando me avisaron de la locura repentina del Sanguis Ligno. Era extraño, los comportamientos agresivos no eran desconocidos para las sacerdotisas y sin embargo hacía poco que ya había saciado su sed de sangre en la boda de Shyvanna. Además, no era común que se volviese en contra de aquellas que le cuidaban con esmero.

No tardé en partir hacia la isla, esta vez acompañada de un dragón distinto pues me había resultado imposible despertar a Alud. Debía haber bailado hasta el amanecer. Mientras me preparaba para alzar el vuelo un dolor notorio atravesó mi pecho, una marca que no tenía significado para mi apareció y fui consciente de un peso nuevo instaurado en mi interior. ¿Tendría que ver con el incidente?

Al llegar, no perdí tiempo y marché directamente al lugar. El Árbol Sagrado parecía en calma y silencio en ese momento. Sin embargo las sacerdotisas no tardaron en explicar su comportamiento, además de que informaron de la sorprendente visita de la Descendiente de Morgana.

Aún así y sin seguir el protocolo de vestimenta acerqué mis pasos a su enorme tronco, esquivé sus raíces que se elevaban serpenteadamente del suelo y tras retirar mis guantes de montura apoyé ambas palmas en su corteza, concentrada, escuchando.

Nada.

Ni un susurro.

Ni un movimiento.

Nada.

Alcé la vista a la copa entrecerrando mis ojos. ¿Acaso no quería hablar? la última vez... Apreté mis labios pensando que tal vez ya no me considerase digna para escucharles. Algo se encogió en mi pecho al ser consciente de que tal vez, había perdido aquella misión para la que estaba destinada. Ser el sustento del Árbol Sagrado. Proteger a mi familia. Las palabras de la abuela volvieron a mi mente, tal vez no había elegido bien al librar a mis dos hermanas de aquellos matrimonios, y a los Descendientes con ellas. Tal vez, la única forma de protegerlas habría sido siguiendo los designios del Sanguis Ligno. Cerré los ojos apoyando la frente en el tronco, maldiciendo.

Una brisa rápida meció mi cabello y casi no me permitió el tiempo de abrir los ojos antes de encontrar la rama rodeando mi cuello. Se tensó y alzó con rapidez mientras yo buscaba apoyo en la corteza. Los pies rozaban la misma, encontrando algún apoyo ocasional mientras mis manos trataban de destensar el agarre de la rama enzarzada, buscando aire.

[Las palabras son importantes][Mentiras][Traición][Tienes que escuchar][Es una niña][La familia][Escucha][Engaños][impura][La necesitamos][NO]

Miles de voces, claras como el agua del lago de Ávalon. Jamás las había escuchado así. Discutían entre ellas pero la mayoría, la mayoría recriminaba lo que yo temía. Varias de las sacerdotisas se acercaron pero a pesar de la situación no intervinieron en absoluto. Cuando el Sanguis Ligno hacía algo, no podía cuestionarse. Una bocanada de aire, costosa.

[Matadla][Lo merece][¡La familia!][Necesitan hijos]-Exclamó uno de ellos. - [¿La marca?][susurros][Morgana]-Sentenció una de las voces claramente en tono despreciativo. Hubo un silencio en el que la presión que ejercía en su agarre disminuyó.-[Aún no]-Y sin más terminó por soltarme. Caí tocando suelo por fin y me apoyé en su tronco mientras tosía fuertemente. ¿Morgana? Miré a mis compañeras, que para mi suerte no habían escuchado nada y negué haciendo un gesto con la mano. Regresaron a sus tareas.

No cabía duda de que los antepasados no estaban contentos conmigo y al parecer tampoco con Le Fay. Tardé un rato en recuperar el aire del todo pero en cuanto fui capaz abandoné el lugar para ir en busca de Wthyr, pensando si aquello solamente era un preludio de lo que me esperaba.

La visión del Sanguis Ligno, era una visión entre aterradora, solemne y espectacular, para empezar el árbol sagrado irradiaba un aura sagrada o mágica que parecía bañarlo todo a su alrededor, su gran altura y el grueso de sus ramas y raíces hacían parecer pequeña a Azula en comparación, quien casi querría convertirse en dragón para reducir la diferencia de tamaño, pero aun así, sentía que aquel árbol de alguna forma sobrenatural intimidaría mucho mas que un dragón, por raro que esto pueda parecer. Si, un dragón puede matarte, destruir todo lo que amas, pero de alguna forma ese árbol parecía juzgar, como un dios que juzga tus actos, sentías el peso de tus pecados ante él.

Por otro, entre unas nudosas raíces y la extraña niebla que cubría aquel lugar, se hallaban clavadas al suelo, muchas espadas, armas de filo y incluso estandartes, entre lo que parecía la sanguinolento suelo cuya sangre de los caídos parecía haber bebido, como si hiciera unas horas allí hubiera habido una guerra, con un terrible choque de ejércitos. Pero no era eso, eran monumentos, cual lapidas de los caídos. Algunas armas parecían ser realmente buenas, desperdiciadas allí, oxidándose y abocadas al olvido al igual que sus portadores antes que ellas.

El oxido, sembraba la tierra alrededor del árbol, no obstante sabia que no todo era oxido de viejas armas, el Sanguis Ligno era conocido por aceptar ofrendas de sangre de los Pendragon, lo cual lo hacia verse un poco como un vampiro, pero estaba mucho mas arraigado que esos chupopteros sin honor, la cultura celta alimento durante años a arboles como aquel para sus rituales a los dioses. En lo personal no creía que existirá un "dios", pero si sabia una cosa, en el Sanguis Ligno residían las almas de los Pendragon, y cuando sus descendientes acudían en busca de consejo estos les respondían.

Tal vez por eso Azula estaba allí, clavando su lanza en el suelo frente al árbol, mientras inclinaba la rodilla frente a este,  para luego quitarse el Yelmo liberando su melena rojiza cual cascada de fuego, y desvelando su monstruosa faz, esperando que así demostrara sus respetos al árbol sagrado de los Pendragon, tal vez esperando de él alguna respuesta a sus preguntas, sus dilemas, una guía para alzarse como realmente creía que estaba destinada, pero que a veces una dudaba de si misma. No obstante el árbol permaneció completamente silencioso, exceptuando el crujido de sus ramas y el susurro de sus hojas mecidas por el viento.  Tal vez los Pendragon muertos no quieran responderle, tal vez no la veían digna de su atención, como una mosca insignificante, o tal vez sus dudas internas no eran lo bastante importantes, o simplemente no era lo bastante digna para escuchar sus voces pese a sus sentidos draconicos aumentados.

Pero ¿Cuáles eran estas dudas?

-No se que debo hacer- llevaba 2 años entrenando, había demostrado su valía, y su inquebrantable fuerza de voluntad, había demostrado que ser mujer, o hibrida no la diferenciaba de cualquier otro caballero, o que incluso esas cosas la hacían buscar superarse a si misma.- Aun siguen sin respetarme...

Azula creía que ya a estas alturas le habrían asignado un trabajo, algo importante que hacer, proteger huevos, un dragón joven, escoltar a un Pendragon, cualquier cosa, pero se limitaba a entrenar y le asignaban guardias en el castillo de Avalon ¿Acaso eso era importante? si había su labor, pero en una isla donde nadie sin sangre de los Pendragon puede entrar... ¿de que serbia hacer rondas de vigilancia? Se sentía desperdiciada, infravalorada ¿Cuándo llegaría el momento en que pondrían a prueba su temple? ¿Cuándo podría brillar? ¿Cuánto mas debía esperar a que cumpliera su labor y así finalmente pudiera restaurar el honor de sus padres?

-Perdonad mi atrevimiento, señores Pendragon, solo esperaba hallar algo, que guiara mi camino.

Dijo finalmente alzándose y sacando la lanza del suelo, parecía que desde luego el Sangis ligno no estaba por la labor de responder, pero al menos lo trataría con cortesía, nunca se sabe... Tras colocarse el Yelmo, volviendo así a ocultar su rostro, se dispuso a retirarse.

No había querido dejar que las palabras de Lake se asentaran dentro suyo. Le había insinuado a Gwen su interés en Giordano y, pese a que Shyvanna iba directa a un juicio, era el peso de haberse metido en el camino de su hermana lo que ahora le revolvía el estómago. Sumado, por supuesto, al fantasmagórico yunque que tenía en el pecho. Aún recordaba el rostro de Gwen cuando entró en esa habitación. ¿Qué le había pedido al árbol? ¿Qué había entregado?

Tan sumida estaba en sus pensamientos que sus pies la llevaron sola hacia el guardián de Avalon y de su linaje. El Sanguis Ligno en toda su gloria, con escasas sacerdotisas cuidándolo pero, se percató, un montón más de guardias alrededor. La presencia de Catherine Le Fay había generado ansiedad y preocupación. ¿Cómo había entrado? Gwen había hablado de la sangre en común pero…¿Quién se lo había dicho? ¿Lo había descubierto en sus mentes?

Inconscientemente, Shyvanna se había abierto dos heridas en el antebrazo de tanto clavarse las uñas y rascarse mientras su mente era una cascada de pensamientos que se lanzaban el uno al otro sin sentido alguno. Gwen y Giordano, ella en el medio. ¿Cómo se había atrevido? ¿Cómo Gwen no le había dicho nada? ¿Por qué Darren había hecho eso? Sería un buen líder de la Brigada…Pero… Y Cedric.

Por todos los espíritus.
Iban a conquistar Ouroboros.
Finalmente...Aunque quizás ella ya no jugaría un papel.

Levantó la mirada hacia el árbol cuando una inconfundible Azula se incorporaba con un gesto que ella misma seguramente llevaba en el rostro. ¿Las buenas acciones equilibrarían las malas? Quizás antes de partir a ese camino sin retorno podía hacer UNA cosa buena. Sólo una. Perdió un suspiro -Azula- Llamó a la híbrida. No había oído sus plegarias y sus susurros, pero era muy consciente de la situación que vivía. Quizás sólo una acción podía cambiarlo todo. Quizás -Quítate el casco- Ordenó, era un tono de voz amable pero que bajo ninguna circunstancia aceptaba una negativa. Una voz que Shyvanna usaba para todos los dragones, en todas las formas. Un tono que la había convertido en la líder de la Brigada Blödhren, aunque Azula estaba atada a la tierra, ante los comandos de sus hermanos.

Observó algunos mechones de pelo rojo caer fuera del casco y la repulsión que sintió no tenía nada que ver con Azula y demasiado que ver con su hermana Lake. Volvió la mirada hacia sus ojos, tragando en seco -Camina conmigo- Dijo, empezando a moverse hacia uno de los costados del árbol. Ella no se había acercado desde su boda. En el fondo, le tenía terror. Quizás si se acercaba mucho no llegaría ni a contarle nada a su abuela, los espíritus, vigilantes siempre, tomarían la justicia en sus propias manos -¿Qué estabas pidiéndole al Sanguis Ligno?- Inquirió. Mismo tono. Una mezcla rara de temple y empatía. Siempre líder, accesible, pero imposible dominar un dragón si no mostrabas supremacía incluso aunque su cuerpo fuera mucho más débil que el de Azula, ella sabía perfectamente su lugar. ¿No? Mantuvo la mirada en ella, ladeando la cabeza, invitándola a hablar.

Entre tantos pensamientos, la orden de la Pendragon se sintió como un latigazo, por un lado con la exigencia con que se lo habían pedido, por otro por que reconocía esa voz, algo en su sangre la hacia sentirse doblegada ante una de las hijas de Cedric Pendragon, quien solo tuvo 3 hijas, Guinevere la que habría sido mas común encontrarse en el Sanguis Ligno, por motivo de sus deberes de sacerdotisa con los templos, pero la cual probablemente ni se habría fijado en un guardia, otra posibilidad podria haber sido Lake Pendragon, la belleza pelirroja de los Pendragon, aunque en sus dos años de entrenamiento, nunca le habia quedado claro a que se dedicaba exactamente, y Shyvana Pendragon, Líder de la Brigada Blödhren.
Cuando estaba de recluta, oía a otros reclutas hablar de las bellezas de los Pendragon, y quienes apostaban por cual era la mas bella, hombres.. aunque esas discusiones solían acabar en incomodos empates, habían otros temas de discusión que si llamaron su atención por aquel entonces, cuando comparaban las miradas de Lake y Shyvana, ambas con un color azulado muy hermosos pero de diferente tono, y si algo coincidía Azula, es que Lake tenia la mirada mas fría que el hielo.

Aquella voz emocional y exigente solo podía pertenecer a una de las 3.

-¡Si! mi señora- dijo tras inclinar la rodilla ante ella, con un claro nerviosismo mientras se quitaba el casco- Estoy para serviros.

Azula no se cuestiono si la mirada de desagrado estaba dirigida a ella, era algo a lo que estaba acostumbrada, y aunque se diga que los Pendragons aman a los dragones y los quieren mas que a los humanos, eso no la hace menos humana, menos monstruosa y amorfa, pero daba igual su aspecto, si aun tenia su honor.

Tras quitarse el casco, dejando caer la cascada de pelo pelirrojo y desvelando su amorfa cara escamosa, con esa fea cicatriz ocultada a penas con un parche en el ojo, esa mandíbula prominente con afilados dientes de reptil, mientras sus curiosas y palmeadas orejas se movían levemente, ellas solas, para dejar caer algunas hebras rojas de cabello un poco despeinado. Examino con su único ojo de reptil a Shyvanna .

-Como ordenéis, mi señora.

Dijo poniéndose a su lado, llevando la lanza en su mano derecha mientras la izquierda rodeaba el yelmo en su cintura, mientras seguía el paso de la Pendragon, esperando que aquellas enigmáticas ordenes tuvieran algún tipo de significado que aun no llegara a comprender,

-Le pedía una oportunidad para demostrar mi Valía.

No había razones para mentir, no había motivo aun menos para ocultar sus ansias a uno de sus señores, tal vez fueran esos genes de dragon con ansias de volar, pero Azula tenia ganas de hacer algo mas que encender almenas y vigilar tierras muertas de Avalon a la espera de... ¿que?

No iba a mentir y decir que Azula le resultaba preciosa. Pero sí exótica. Shyvanna había crecido alrededor de los dragones, estaban atados a su alma,  y Azula era una híbrida que quizás había alcanzado lo mejor de ambas razas excepto por su falta de alas y libertad. Atada a tierra. Su mirada se desvió directamente a sus orejas y la curiosidad vibró tan fuerte a través de ella que no pudo evitarlo, acortó la distancia al ponerse delante de ella y alzó una mano para deslizar su dedo por el contorno de esta con extrema suavidad, el susurro de su piel contra la de ella -Me pregunto…- Su mirada azul se volvió hacia el ojo de Azula -Cuan sensible son…Y qué has escuchado con ellas. ¿Tienes la misma capacidad que tus compañeros dragones?- Inquirió. Quizás estaban desaprovechando su potencial. Quizás Azula podía ser una excelente espía.  Pero entonces el dedo bajó por su mandíbula, con perezoso avance, hasta darle un toque divertido en la nariz. Su sonrisa no le llegó a los ojos -¿Te duele colocarte el casco? ¿Atrofia tus sentidos? - Preguntó con genuino interés.

Empezaron a caminar alrededor del Sanguis, Shyvanna vigilando las ramas. No le había pasado desapercibida la herida de Gwen en el cuello. No esperaba que el Sanguis la atacara pero…estaba en alerta. Su hermana había advertido que la presencia de Frígida Le Fay había generado algo de inquietud y no sólo en el árbol, podía sentir a las sacerdotisas bastante más nerviosas que de costumbre.

Frígida Le Fay
Su futura cuñada
Y la salvación del linaje Pendragon.

Las náuseas no eran fingidas, sintió el estómago retorcerse y la maldición latir sobre su pecho. Arregló su ropa de cuero para montar con un gesto suave y despreocupado -¿No es lo que pedimos todos?- Le preguntó a la híbrida sin mirarla, algo en su mirada se había opacado. Si terminaban por atacar Ouroboros y ella no estaba allí, todo su trabajo con la Brigada se vendría abajo. Deshonor. Un vacío se instaló en su pecho. De nada servía el estúpido título que se había autodeclarado como salvadora tras la misión si cuando realmente importaba estaba…Atada a tierra. Observó a Azula por el rabillo del ojo -¿Cuál es tu mayor defecto?- Inquirió en un tono suave.

Azula miro de reojo a la Pendragon, cada vez se ponía mas misteriosa la conversación , estaba claro que buscaba algo o necesitaba de algo de Azula, pero no terminaba de ser directa, y Azula odiaba los rodeos, le gustaba ir mas directa al grano, no obstante se armo de paciencia, era su deber como caballero al fin y al cabo.
-Si así es, he heredado los sentidos del dragón.-dijo mientras asentía- No obstante nunca utilizaría esos sentidos para espiar a los Pendragon, tiene mi palabra.Inquirió para eliminar cualquier duda sobre si la habría estado espiando, una duda razonable, pero también una advertencia un poco escondida, no le gustaba ser usada como objeto de intrigas políticas, pese a los Pendragon se mostraban como una unidad unida, había oído que los Pendragon les gustaba competir entre ellos de forma superflua, que se gastaban bromas o incluso tenían peleas políticas por ver quien tenia mas control en Avalon, aunque a lo mejor eran solo comidillas sin fundamento, a lo mejor era normal entre hermanos chincharse de esa forma.
Pero como caballero y como dragón debía lealtad a TODOS los Pendragon, lo que no podía hacer es tener favoritismo, por muy atractivos que fueran los Pendragon.

-Y estoy mas que acostumbrada al yelmo, no me molesta.

Cunado Azula respondió a su pregunta, Shyvanna le respondió con una pregunta, pero no respondió a esta, pues tenia olfato suficiente para entender que esta era retorica, tal vez pudiera parecerle algo simple a la noble, pero la vida de Azula ya era compleja, no necesitaba complicarse con objetivos a largo plazo. Exceptuando tal vez el "perdón" de sus padres, pero eso ya es otro tema.

NO obstante las preguntas continuaban, y Azula se tomo un poco a Chiste esta ultima.
-¿Dice un defecto? Muchos dirían que mi existencia es el defecto a arreglar.-no obstante no fue una pregunta fácil de responder, cuando uno habla de sus defectos, hay dos opciones segun la manera de pensar de uno mismo, o bien siempre piensas mal de ti mismo, o bien siempre piensas que eres "lo mejor" y otros siempre son malos o quienes cometen errores. Ante una pregunta asi, quienes son mas pesimistas tienen que pensar en "lo menos malo" mientras que los segundos tienden a pensar en cosas tipo "soy demasiado confiado con los demás"

En el caso de Azula directamente todo el mundo solía echarle en cara todo lo "malo" así que eligió los que señalaron gente de confianza.

-Mis instructores suelen decirme que son demasiado "impulsiva", actuó demasiado rápido ante las situaciones sin detenerme a pensar demasiado.

Por otro lado, usar un "defecto" para realzar algo bueno de tu carácter, deja mejor impresión del defecto, truco de dragona.

-No estoy cuestionando tu lealtad-  Le hizo saber porque se dio cuenta de la inmediata defensa que puso en cuanto pregunto lo de sus orejas. También le pareció curioso que no reaccionara a su leve caricia. Indiferente. Los dragones tenían distintas formas de reaccionar pero la pasividad era rara vez vista -Esa no fue mi pregunta, Azula- Ahogó una pequeña risa y le miró por encima el hombro, estudiando sus rasgos. Estaba segura de que alguna parte terminaba por molestarle.

-Qué suerte que no estoy preguntándole a muchos, sino a ti- Mencionó pero captó el verdadero significado de aquellas palabras. Miró de nuevo al Sanguis Ligno preguntándose si aquello era cierto. La verdad es que los Pendragon podrían ser muchísimas cosas pero a veces se daban golpes en el pecho hablando de lealtad, hablando de honor y ser ejemplo y sin embargo, ella iba por el mundo metiendo en su lecho a cualquier persona que le sonriera  cuando técnicamente debería ser pura y casta en la espera de su compromiso. ¿Eso sería un defecto? -Yo…soy de las que piensa que…todos estamos aquí para cumplir algún tipo de papel, algún tipo de misión y luego somos descartados cuando la acabamos. Algunos vienen  a sufrir, otros a disfrutar, otros a servir…- Alzó un hombro -Así que no creo que seas un defecto, pero quizás, Azula, no hemos encontrado realmente tu puesto. ¿Cuánto tiempo llevas sirviendo como soldado?- Inquirió.

-Impulsiva- Saboreó la palabra y acabó riéndose por ella -En eso te pareces a mí entonces… Me he metido en un tremendo lío por andar detrás de un hombre- Soltó el aire lentamente para luego mirarla de nuevo con un gesto pícaro -Pero supongo que esa es la historia de mi vida- Pero ese no era el tema real por el que venía allí. Si en efecto, los hermanos votaban por aquello de llevar a cabo esas acciones que les eran muy propias aún había alguien en esa isla a quien necesitaba extender su protección y no sabía muy bien si aún era bien recibida en Ouroboros -Debes ir a Ouroboros, buscar a Julieth y averiguar exactamente de qué lado esta. Necesito que evalúes su compromiso con los Pendragon. Aún no hemos…Realmente presionado, la hemos dejado ir con cierta libertad pero se acabó – Tenía información que nos podía servir, o eso sospechaba -Estará con un hombre moreno, él también es bien recibido- Se cruzó de brazos pensando en la dragona y en cómo había asesinado a una persona sin pensar -Es también impulsiva y ha asesinado a vuestra especie así que ve con cuidado- Se quedó un momento en silencio y luego continuo -Ouroboros no será amable-

En cuanto Azula se fijo que Shyvanna miraba a otro lado, empezó a agitar la oreja que esta le había tocado, con la intención de resistir el picorcito que le había causado su toque.

Si, sus orejas eran un lugar... Sensible, por poner una palabra no deshonrosa, de echo había tenido que usar todo su temple para no reaccionar visiblemente.

Pero la tonalidad de sus mejillas poco a poco iba tornando se un poco más... ¿Violacea?

Por suerte las preguntas de la Pendragon eran una vía de escape al picor de su oreja y a lo que enturviaba su mente.
-Hem... Si! Llevo dos años de entrenamiento con los instructores- informo mientras buscaba ocultar su perturvación- Y 4 meses de guardia en las murallas de Avalon.

Azula pestañeo con so ojo y miro a la joven Pendragon, pero con un carácter menos observador, no la observaba, la miraba.
-Si de algo sé, es de historias de quienes anteponen el corazón a su deber. - dijo abiertamente, pues su propia existencia era el ejemplo perfecto- Y créame, he oído que es dificil.

Azula escucho las órdenes con una clara excitación y emoción por su primer encargo, y aunque su ojo brillo cuando ella habló de a quien tenía que buscar, había matado a un dragón.

Hinco la rodilla sin miramientos, agachado la cabeza en gesto sumizo.
-A sus órdenes, mi señora

Una centella de color rojo cruzó el cielo sobre el Sanguis Ligno, acompañado de un profundo rugido de dragón que se prolongó como el trueno de una anunciada tormenta. Llamaradas de fuego empezaron a cubrir el cielo en las alturas....si no lo hacía ahí, acabaría haciéndolo en tierra, y eso sería peligroso para los que habitaban ahi, pegados al suelo. Tenía que descargar la rabia.

Describí un circulo en el aire, bajando en picado hacia el maldito árbol, cegado por la furia y la ira. ¿Qué más podía hacer? Esa endemoniada maldición.

Aterricé pesadamente, haciendo temblar la tierra y levantando el aire y el polvo, agitando las hojas del Sanguis. Alli se encontraba Shyvanna, a quien había estado buscando en principio. Ella sería la primera en enterarse. Cambié de forma, adquiriendo aquella del elfo, quedandome parado en el mismo lugar en el que había aterrizado.

- Shyvanna. - dije con los dientes apretados, con los ojos encendidos todavía. - Es...es Aelle.....vuestra abuela... no creo que dure mucho...

Maldecía a la mujer por haberme ordenado que me separase de su lado en un momento como ese, que podían ser los ultimos. Queria estar a su lado pero una vez mas no me dejaba. Quería controlarlo, no podía controlarlo, quiza no queria realmente? El fuego ardía en mi pecho aun en esta forma elfica. Me giré hacia el arbol, el maldito arbol Pendragon. Lo quemaría hasta sus mismisimas raices si con ello.... no, era el casi extinto linaje Le Fay el que merecía arder hasta no dejar ni las cenizas.

Me giré al maldito árbol, conocedor de cuantas almas lo habitaban. Harto de sus sacrificios. Parásito que se alimentaba de la magia de la estirpe de los Pendragon, que aprisionaba las almas de los que exigía en sacrificio. Por un momento deseé destruirlo. Y ese momento comenzó a tornarse en una decisión.

- No te cobraras las vidas de más Pendragon.... - convertí mi cuerpo nuevamente en la de un dragón, comenzando a cargar una gran bocanada de fuego. Haría que todo ardiese, y no me quedaría en esto solo.

Mmm… - Qué aburrimiento de vida, la verdad. No iba a decirle eso porque seguramente iba a pensar mal sobre su opinión de ella. No es que hiciera un mal trabajo es que estar viendo las murallas… Y aún así, la Frígida Le Fay había burlado la seguridad. Se humedeció los labios pensando en la mujer. Hermosa, sí pero oscura y no le agradaba el hecho de que jugara con ellos. No, no.

Le sonrió, de lado, cuando mencionó aquello del corazón e inevitablemente pensó en Thoren. No, allí no había corazón de por medio sólo una especie de entendimiento sobre lo que necesitaban. Sin ataduras, sin problemas; sólo y simplemente el disfrute de la compañía de ambos en una vía de escape a lo que les imponía la vida. Pero no había llegado a nada…Sólo a un escaso minuto de… Cerró los ojos y se dejó llevar a aquel recuerdo. Era todo lo que había esperado y más. Salvaje, fuerte, divino y esperado.

Pero Azula la trajo de vuelta al oír eso de a sus órdenes y recordó todo lo que debía hacer. El recuerdo se disolvió en nada y le quedó un vacío en el pecho, y otras zonas. Sin embargo, no pudo responderle porque el cielo…

-Mierda- Se saltó unos 7 protocolos al decir aquella palabra delante de Azula pero no le importó. La tensión se acumuló en sus hombros. Ella conocía ese dragón rojo, vamos si no. En sus entrañas algo se removió -¡IROS!- Gritó con fuerza a toda las personas que permanecían cerca del Sanguis Ligno -Sácalos a todos, AHORA, AZULA- Le dio una orden clara cuando vio a Goth bajar como una centella directo al árbol. El temblor estremeció la tierra y le subió a Shyvanna por todo el cuerpo mientras iba encendiendo su propia magia, conectando con ese poder propio sobre los dragones.

-¿Se ha ente…- Pero aquello de que no durara mucho le hizo mirarlo con sorpresa -¿Qué? ¿Cómo? ¿Dónde está? Puedo sanarla- Haría cualquier cosa… Fue acercándose hacia él notando que estaba histérico. Demasiado alterado. Tenía que calmarlo. Intercambió una mirada con Azula obligándola a ir más rápido, una orden silenciosa. -Goth- Le llamó un momento para que fijara su mirada en ella, no en el árbol…El árbol se defendería y …Lo castigaría.

Empezó a correr al verlo transformarse, aquellas palabras habían calado ondo en ella. Ojalá fuera así de fácil. Sacó su daga y se cortó la mano en seguida haciendo que su sangre fluyera abiertamente y poniendose entre el Sanguis y él -¡GOTH MORGON AGUNNARYD!- Gritó preguntándose dónde demonios estaba Wthyr. Elevó un escudo que poco a poco se fue extendiendo por delante de ella  y siguió, siguió y siguió a medida que ella lo miraba -Llévame con Aelle. Puedo curarla- Esperó un momento y entonces alcanzó ese pozo de magia tan dentro de ella,  cuando supo que había acumulado gran parte de su magia sobre la raza dragoniana habló. Si alguien hubiese estado lo suficientemente cerca para verla habría disfrutado del cambio en aquellos ojos zafiro a un rojo ardiente mientras su pupila pasaba de ser redonda a una más alargada - ¡Eka aí fricai un Shur´tugal! (¡Soy un jinete y un amigo!)- Aguantó un momento - Blöthr  (Detente)- No necesitó girarse para saber que Artamir estaba a su espalda, en su inmensidad plateada, observando a Goth con intensidad. Si se atrevía a atacar a Shyvanna iba a encontrarse con una resistencia mucho más grande que el escudo de la Pendragon - Skulblaka, eka celöbra ono un mulabra ono. Vel eïnradhin iet ai Shur’tugal ( Dragón, te respeto y no pretendo ningún mal para ti, por mi palabra de Jinete)- Primero calmarlo y luego ir con Aelle. No podía dejar a Goth allí para ir con ella. El Sanguis era demasiado grande y sabía que a través de las palabras estaba ganando tiempo, esperando poder armar todo el escudo completo para protegerlo.

Azula no tuvo que mirar a su señora para saber que lo que estaba diciendo no iba dirigido a ella, podía oír las grandes alas del dragón,  cerniéndose sobre el cielo, solo que había esperado que simplemente los sobrevolase, pues no se le ocurría ningún motivo para que un dragón aterrizara frente al Sanguis ligno, no entendía que podía llevarlo a hacerlo y mas de una forma tan apresurada, pero quedo bastante claro cuando se volvió en la forma de un elfo pelirrojo, bastante agradable a la vista, y dijo aquellas cosas ... En el fondo podía entenderlo, los dragones eran criaturas orgullosas, fuertes y que se creen invulnerables por su dura piel, pero cuando abren su corazón, no esperan que una afilada arma algún día se los arrebate.

Sabia de ello, por que su madre era muy protectora con su padre, quien cada día, era mas viejo. Al parecer los humanos tienen un periodo muy rápido de envejecimiento, mientras que los magos son mas longevos, un dragón lo es mucho mas, y les hacia ver que todo a su alrededor esta destinado a destruirse, normal que hubiera oído que los dragones mas ancianos causen mayores desastres, poco les ha de importar. Pero ¿Cómo le afectaría esto a Azula? Era tanto dragón como humana ¿Cuánto viviría? No valía su tiempo actual hacerse esa pregunta.

-¡SI SEÑORA!

Azula dejo que Shyvanna se ocupara del dragón, mientras ella corría hacia el grupo de sacerdotisas, mientras lazaba la mano para avisar a los soldados de las murallas próxima de paso, usando toda la fuerza que tenia en sus pulmones para dar un largo y profundo grito.

-¡AAAAAAARRRRRRRGGG! ¡MARCHAOS DE AQUÍ! ¡LARGO! ¡CORREIS PELIGRO!

Azula llego junto a las sacerdotisas, quienes ya se habían dado la vuelta, y habían empezado a alejarse, pero con un poco de lentitud, o al menos eso pensaba Azula quien las instigo con mas gritos.

-¡CORRED, MALDITA SEA! ¡VENGA! ¡GO,GO,GO!

Su voz debía sonar como latigazos, por que aceleraron con sus gritos, no obstante percibió un sonido con su agudo oído, uno de los guardias que vio al dragón transformarse y encarar el árbol, y acababa de recargar la ballesta...

-¡TU! ¡SAL DE AHÍ!-¿Qué carajos estaba pensando? Para el dragón, una saeta era como un mondadientes ¿Acaso pensaba pararlo con unas flechas? ¿Qué esperaba lograr aparte de enfurecerlo?- ¡LLAMA A LA BRIGADA! ¡QUE VENGA UN ESCUADRON!

tal vez fue la voz de la razón en busca de supervivencia dentro de su cabeza, o la necesidad de encontrar una escusa para salir de allí sin deshonor, pero el guardia dejo de apuntar al reptil y salió corriendo hacia la base, y Azula no podia culparlo, ella también tenia su propio instinto de estupidez.

Podía sentir las garras de la dragona arañando su piel, tal vez no tuviera su gran tamaño, ni alas para volar, pero tenia el humor de los dragones, y el instinto de proteger su territorio era fuerte, o tal vez era instinto materno de cuidar a sus crías, si podíamos incluir a Shyvanna como tal.

Pero era una mala idea, quitando el echo de que el otro dragón arrastraría su cuerpo por todo Avalon antes de poder ser siquiera un digno rival, una lucha entre dos lagartos gigantes causaría mayos destrucción, y podría ser perjudicial para la Pendragon que de forma contraria a lo esperado, permaneció cerca del dragón.

NO obstante su voz golpeo a Azula como seguramente sus gritos a las sacerdotisas, por que dejo de sentir el instinto de la dragona escondida debajo de su piel, por así decirlo, el lenguaje draconico era como un mazazo en sus oídos.

Pero aun así, Enarbolo la lanza mientras utilizaba su magia sobre el rayo, para electrificar la lanza, estaba claro que no podía hacerle daño, pero si intentaba dañar a la Pendragon, tendría que intervenir para llamar su atención, y estaba claro que su lanza no traspasaría sus escamas, pero ¿la electricidad? eso ya era otro cantar.

Ignoré a Shyvanna antes de volver a transformarme, porque.... porque solo quería ver el Sanguis Ligno arder, y porque por lo que había  visto en Aella, Shyvanna no podría sanar eso.

- NO PUEDES! - rugí, solo podía posponerlo, o morir ella misma en el proceso, algo que tampoco podía permitir. La miré cuando usó el lenguaje antiguo de los dragones, y sus ojos adquirieron ese aire tan dracónico, pero... mi ira no iba hacia ella, iba hacia el Sanguis.  Miré al imbécil de Artamir, detrás de ella. Ese estúpido dragón plateado no tenía ni idea de nada.

Agaché mi inmensa cabeza hacia ella, estrechando los ojos y resoplandole aire caliente en el cuerpo.
- Yo tampoco te pretendo ningun mal, pero no puedo decir lo mismo del Sanguis. Se llevó a tus padres, se llevará a Gwen, y a Aelle. - era un dragón egoísta, que se le iba a hacer, me daban lo mismo sus "dioses", me daba lo mismo que hubiesen hecho eso durante generaciones y generaciones.

Notaba la magia que estaba acumulando alrededor del arbol. Un escudo. Es mas, incluso podía notar la magia fluir a traves del suelo, las propias raíces del arbol...tenía consciencia mágica de algun modo. Gruñí de modo sonoro cuando oi los gritos de Azula, y también noté como ella hacía fluir su magia.

Y yo también, pero en forma de fuego. Las escamas de mi garganta pasaron de su color rojizo a un amarillo encendido, y luego practicamente blanco, como el metal cuando sube mucho de temperatura. No iba a hacerle daño a Shyvanna, de verdad creian que seria capaz? Mostré los dientes, clavando la reptiliana mirada amarilla en el arbol....

- Si pierdo a alguno más, estás muerto. - no lo necesitaban, nos tenían a nosotros, por qué confiarse a ese árbol? Podían tomar Ouroboros cuando quisieran, a fuego y sangre. Y prescindir del Sanguis.

Desesperado, el fuego comenzó a salir de entre mis colmillos como pequeñas lenguas de fuego que lamían los cuchillos que tenía por dientes, anunciando la inminente llamarada, frente a Shyvanna. Alcé la cabeza para finalmente abrir la boca y dejar salir todo el fuego contenido, hacia ningun lugar en concreto, solo....el cielo. Luego baje la cabeza y miré a Azula, y seguidamente, a Shyvanna... podría...haber sido peor. Podría haberlos reclamado ya.

"pero eso no me consuela en lo mas minimo"

Me tuve que destransformar y adoptar la forma de elfo nuevamente, para que tanto Artamir como los soldados dieran por cesada la amenaza. Cuando pude retirar mi mirada de odio del arbol, le dediqué una intensa y determinada mirada a Shyvanna.
- Debéis ir a verla.

-CLARO QUE PUEDO- Le gritó de vuelta a Goth. ¿Quién se creía que era? ¡Era la única Pendragon nacida en generaciones con el don de curar! Y estaba allí, estaba en ese momento del tiempo y el espacio porque podía hacer cosas que otros no. Eso estaba claro -LA ÚNICA QUE COSA QUE NO PUEDO HACER ES…- Después…Cuando fue consciente de lo que iba a decir, se calló y gruñó con fuerza hacia el dragón rojo.

Alzó la barbilla cuando Goth acercó su dracónica cara a ella y se regodeó en el aire cálido que expulsó, escuchando claramente lo que le decía. Su mandíbula se tensó cuando habló sobre Gwen -Todos tenemos un destino que cumplir- Expresó respirando profundamente, alguien le había dicho eso hace mucho tiempo, no recordaba quién pero lo había hecho su mantra. Ella debía desposarse cuando fuese necesario y con quien fuese necesario y beneficioso para su familia. Inspiró profundo y miró alrededor, hacia Azula y a la gente que ya se había ido del Sanguis Ligno. De acuerdo, ya no había nadie. Siguió fortificando su escudo  y observó a Goth, percibió a Artamir moviéndose hacia ella.

Las palabras de Goth hicieron que tensara los labios. La advertencia estaba hecha pero también estaba segura de que el árbol respondería a ella de la forma más inesperada.  Shyvanna miró hacia atrás y cuando Goth abrió la boca, el ala plateada de Artamir la cubrió, protegiéndola de la estela de las llamas y del calor que tan cerca estaba de ella. La rubia cerró los ojos y esperó.

Artamir retomó su forma élfica cuando Goth lo hizo y Shyvanna soportó la mirada de éste, sus propias orbes retomando aquel color azul profundo. En cosa de un momento el escudo bajó y Shyvanna se dibujó una runa en el antebrazo para curarse.  Asintió brevemente a las palabras del pelirrojo y empezó a caminar detrás de él para luego ver a Azula, un asentimiento de agradecimiento y reconocimiento antes de hablarle -Tienes una misión que cumplir- Tras ello los dos dragones y ella desaparecieron de allí.