Entrada del Castillo Principal de Ouroboros

No había pensado mucho en que fuera del calor de la carpa…Bueno, que fuera era invierno pero no le importó. El mordisco del frío le ayudó a mantener la cabeza clara. Un objetivo, necesitaba un objetivo. Subió las escaleras hasta ingresar en el lugar, viendo a los guardias. Habían reducido la cantidad desde la última vez que estaba allí. ¿Sería por la fiesta? Probablemente.

La siguieron con la mirada, pero no se atrevieron a acercarse. Bien. No necesitaba más hombres en su vida. No necesitaba ninguna tentación. Caminó, escuchando el eco de sus altos tacones llenando la sala mientras se dirigía al pasillo donde estaban los cuadros. Necesitaba ponerle cara a Altaïr, así si lo veía alrededor podía ir a por su garganta. Eso, lo primero, luego torturaría a los guardias y le pediría la dirección. ¿Qué se ganaba otra noche en los calabozos? Bien, no le importaba. Encerrada en esas cuatro paredes al menos podía pensar en paz.

Fue adelantando los cuadros mirando uno tras otro hasta alcanzar el de Altaïr. El apellido, griego. Recorrió el rostro de Altaïr, grabando cada detalle en su retina para tenerlo tan presente como la mismísima imagen de Johan Scalovix, pero con diferente resultado. Movió la mano con suavidad y con ayuda del metal descolgó el cuadro lentamente para colocarlo en el piso. Querría destruirlo pero…Sí podía plantar la semilla del caos ¿Por qué eliminar la evidencia? Con la ensangrentada uña metálica en su índice cortó el cuadro exclusivamente en el cuello de Altaïr, dejando la mancha inundar el óleo.

La Emperatriz del Caos había dictado su primera sentencia de muerte en muchos, muchos años.

Tras ello ascendió el cuadro y cuando uno de los guardias se acercó le dedicó un pérfida sonrisa. Inocencia en su máximo esplendor. En la oscuridad de la noche no se apreciaba bien el cambio, también por el hecho de que Lyosha estaba parada frente al cuadro de Sean. De vez en cuando, había que cubrir los rastros. Salió de ahí de vuelta a la fiesta, aún con la ráfaga de adrenalina y excitación encima pero... Feliz.

Azula finalmente llego a su destino, la isla "escondida del mundo" Uroboros, fue mas fácil de encontrar que encontrar Avalon en su día, así que no entendía por que muchos seguían asegurando que Uroboros era el centro del mundo ahora mismo, si cierto, estaba defendido, pero sus defensas eran lastimosamente muchísimo mas bajas, con soldados menos aptos, estaba claro que allí confiaban, posiblemente de forma justificada, en el poder de los magos que habitaban la ciudad.

Mínimamente parecía haber un registro previo a la ciudad, habían guardias y observaban, no era del todo exceso de confianza que había pensado en un primer momento, parecía mas bien un intento de imagen falsa de que la vigilancia era mínima, pero conociendo a los magos, era mas probable que allí se dependiera mas de estructuras mágicas que de la guardia.

Vete a saber cuantas defensas mágicas, barreras, conjuros y otros métodos vigilaban y custodiaban el lugar, vete tu a saber cuantas de esas estatuas no serian Golens en realidad escondidos, preparados en caso de asedio o de contratiempos violentos, por otro lado Undyne destacaba mucho con su armadura completa con el relieve de un monstruo y su lanza... aunque en estos días ¿realmente es tan raro? no creía que la miraran mal por ir por esas salvajes tierras con lanza, y la armadura era un método de defensa bastante común. A lo mejor no llamaba la atención.

Aunque lo dudaba, seguramente tendrían algún detector de Pendragons en alguna parte, en cualquier caso sus motivos no le impedían entrar en la ciudad, de forma amistosa y sin beligerancia así que simplemente continuo su camino sin darle tantas vueltas, si la detenían para hacerle preguntas, simplemente, esperaba que no pudieran a prueba su paciencia.

Esta tenia un limite muy fino.

En la entrada del castillo principal de Ouroboros había una especie de... campaña. Era un punto de ida y venida de personas que bajarían de la isla después de que la misión de reconocimiento terminara, pero con el censo, los refugiados y el caos general de la vida, aquello parecía no tener fin. Ella, por el momento, estaba bastante sin quehacer. El hospital también se había desplegado en ciertos pequeños puntos, para evitar que el edificio principal terminara por estar lleno de casos pequeños y eso impidiera los más graves.

Hasta ese momento, solo había curado raspones a algunos niños, dado algunas pociones y señalado la salida a un señor mayor un tanto perdido. El día anterior había sido un poco más movido, y el anterior, pero a medida que los días pasaban, la gente iba recuperándose de todo lo que les aquejaba. La expectativa de poder bajar estaba curando a la gente milagrosamente; debía ser ese optimismo generalizado que ella no compartía. Curiosamente, nadie le había dicho nada a ella de si debía irse o no, pero sabía que habían estado movilizándose desde hacía algunos días. Se rumoreaba que los conejillos de indias habían sido los humanos, los primeros en bajar, pero no tenía ningún dato certero al respecto. Las noticias tardaban mucho en llegarle. Mientras tanto, ella continuaba con aquella... vida. Era lo más parecido que alguna vez había tenido a un hogar al lado de Reiv. Servía, y a veces la gente le daba las gracias por ayudarles. Había días en las que ya no se sentía una molestia para la gente del hospital y estaba cada día más cerca de decir que tenía amigos en ese lugar. Y su felicidad más grande era que Reiv se recuperaba cada vez más rápido. No veía la hora de que su cuerpo terminara de sanar y poder dejar de tratarlo con pinzas, que a él parecía molestarle pero ella lo hacía encantada. Habían sido buenos días desde que volvió de la misión. Demasiado buenos. Mientras esperaba a que alguien más requiriera sus servicios, se sentó en la camilla y bostezó un poco, girando entre las manos la moneda comunicadora, esperando que pasara al menos una hora antes de molestar a Reiv de nuevo con su amor.

Cuando al fin el instructor de lenguaje de señas indicó que era hora del receso, se puso a limarse las uñas al ras, emprolijándoselas, pensando que una sesión de manicura y pedicura sería la gloria y recordando a su familia con nostalgia. En eso, el teniente Fred Royden llamó a la puerta y pidió hablar con el descendiente que accedió sin dudarlo, le explicó que en la entrada había un individuo desconocido ataviado con una armadura extraña, no tuvo que decir más para que el maestro elementarista entendiera su preocupación así que lo instó a que lo llevara.

Aparecieron frente a las puertas cerradas de la entrada del castillo principal de la isla flotante, desde donde pudo ver los puestos de asistencia para los heridos en tierra y encontró al sujeto en cuestión casi al instante. Era difícil ignorarlo dada su altura. -Parece que la montaña vino a Mahoma.- Le dijo en broma al teniente pero éste no parecía tener ganas ni de fingir una risa, se lo notaba agobiado, no podía culparlo, había días en los que la melancolía hacía que levantarse de la cama sea una tarea titánica. Le pidió al teniente que se quedara allí y se encaminó al encuentro de la montaña.

Caminó de frente directamente hacia el misterioso soldado sin quitarle los ojos de encima. Notó que le sobresalía una cola de caballo pelirroja del casco que tenía una forma un tanto inquietante. Por su parte, el pelo castaño le caía suelto hasta los hombros, la angulosa mandíbula estaba definida por una barba de unos días y los guanteletes de acero negro rompían un poco la aerodinámica del traje volador especial para elementaristas de aire, al igual que la bolsa que le cruzaba el pecho. Se detuvo frente al de extraña armadura a cierta distancia pero con la clara intención de cortarle el paso, al tiempo que recargaba un poco de su peso en su vara alargada que usaba para pastorear al ganado.

-Buen día, yo soy el señor Cohen ¿Cuál es tu nombre?- Sus cálidos ojos color café brillaban con amabilidad al mirar al casco. Debía alzar la cabeza para mirar donde suponía que tenía los ojos, aún así su cuerpo esbelto y firme adoptó una postura desenvuelta pero no por eso menos alerta. -Puedes quitarte el casco.- Comentó.

Azula avanzaba sin que nada ni nadie la de tuviese, algo que le pareció insólito, pero por otro lado, agradeció no tener que lidiar con guardias y preguntas incidiosas.


Pero hablaba demasiado pronto, un hombre de largos cabellos y de aspecto altruista y muy estilo de un monje, exceptuando por sus guanteletes metálicos y esa mirada penetrante.

-Al menos envían al guardia guapo...

Mascullo entre dientes y bajito debajo de su yelmo, sin pensar que pudiera haber un elfo de orejas incidiosas por ahí cerca escuchando con sus oídos privilegiados.

Azula permaneció en silencio dejando hablar al desconocido, que tuvo la amabilidad de presentarse primero.

-Cohen?... ¿Cohen?
El Yelmo de su armadura podría ocultar sus facciones, su fealdad, su gesto, o sus deformidades, pero no así el tono femenino de su voz. Aunque no sabía si en Uroboros eran tan machistas como en Avalon con las mujeres guerreras.
-Ya recuerdo... ¿No eres el descendiente Elementalista? - en Avalon se hablaba mucho de los enemigos de la nación, pero no se sabía del todo hasta que punto era todo real o parte de la "Leyenda" - No esperaba que alguien tan "Importante" me recibiera, no merezco tal honor... Gracias por darme "Permiso" para quitarme el casco, ahora "Sabré " que podré quitármelo cuando quiera.

No le había gustado su tono con el "puedes quitarte el casco", por otro lado no quería llamar escesivamente la atención... Por otro lado, era demasiado impulsiva, y tenía demasiadas ganas de demostrar su valía ¿que mejor forma de demostrar su poder que midiendose con una leyenda? Esto se alejaba de sus órdenes, pero no podía evitarlo.

—Mi nombre Azula, Azula Morgan, aunque no creo que ese nombre os diga nada... Solo he venido a contactar con unas personas, luego, me iré por donde he venido sin causar problemas- dijo anunciando sus intenciones, como toda una caballero legal--No tengo motivos para pelear contigo... Pero, no puedo dejar pasar esta oportunidad, no sé si me explico. ¿Podría atacarte? Con tu permiso claro.

Azula alzó la mano donde no tenía la lanza y esta empezó a emitir energía eléctrica, azulada y vibrante. La electricidad era violenta, activa, insatiable, hiperactiva, Como Azula.

—Veras, yo también controlo un elemento, pero tengo entendido que tu los controlas todos... Mi ataque no debería hacerte el más mínimo daño, deberías incluso controlarlo, si es cierto la mitad de las cosas que se dicen de ti. - Azula debajo del Yelmo sonreía Salvajemente- Naturalmente, puedes negarte, y no te atacaré, tienes mi palabra. Sería un acto ilegal y nada noble por mi parte atacar sin su consentimiento, incluso podría parecer una declaración de guerra o similar, pero si tengo su permiso, técnicamente no sería un ataque ilegal. No debería acusarseme de atacar a un descendiente, si tengo su permiso. - naturalmente si se negaba, no solo no sería la gran cosa su leyenda, sino que Azula no tendría por qué escuchar sus palabras ¿Por qué escucharía a un débil que ni seguro de sus poderes estaba? - Decide ¿Puedo o no puedo?

La brisa fresca acarició las telas que adornaban las imponentes columnas mientras trasladaba las nubes blancas que cubrían el cielo. Un ligero gesto de su rostro delató lo desprevenido que lo tomó la voz femenina que salió de la armadura pero se recompuso sin más. -El mismo.- Respondió a la pregunta de si se trataba del descendiente experto en los cuatro elementos inclinando la cabeza suavemente a modo de saludo. Tensó los labios y miró el casco con cara de circunstancias cuando dió por hecho que estaba siendo recibida. Miró la armadura de arriba a abajo cuando no se quitó el yelmo pero alivió el momento tenso diciendo su nombre.

-Mi nombre también podía darte pocas pistas de mi identidad, sin embargo es un gesto atento dar el nombre y llamar a los demás por su nombre.- Comentó manteniendo la soltura en su pose, su voz grave y el aspecto aterciopelado en sus ojos pardos que la observaban con curiosidad. -¿A quiénes buscas?- Fue la pregunta inmediata que le siguió a la declaración de intenciones. Cuando mencionó que no podía dejar pasar esa oportunidad entrecerró los ojos dando a entender que no la estaba comprendiendo pero alzó las cejas evidentemente sorprendido cuando explicó lo que quería decir. Vió la electricidad que comenzó a danzar en su mano y les hizo un gesto a los guardias para señalar que todo estaba bajo control cuando los sintió moverse en su dirección.

La escuchó atentamente manteniendo la postura relajada pero en sus ojos castaños se adivinaba la cautela. El desafío lo desconcertó, se preguntó si la había ofendido y por eso quería atacarlo. La electricidad es un derivado de la magia elementarista del fuego y los magos pirómanos tienden a ser agresivos, prefieren los ataques preventivos para atacar primero y llegar a sus oponentes con toda su fuerza y poder absoluto. Estos son atributos del Jing positivo, también se encuentran en las actitudes voluntariosas que son comunes entre los magos elementaristas del fuego y sus derivados. Miró a Azula con el ojo crítico del maestro de los cuatro elementos; su jing positivo era fuerte.

-Puedo acusarte de utilizar la magia elementarista con imprudencia. No hay honor alguno en atacar por el mero hecho de alardear. La magia elementarista no es un juguete, es un regalo que el Espíritu de la Naturaleza nos ha concedido y, como tal, merece respeto.- Su voz sonó dura. -Hablas como si los elementos fueran simples medios de destrucción cuando son capaces de brindar vida.- Enderezó los hombros y su mandíbula se tensó por el disgusto cuando lo instó a decidir. Utilizar de modo tan irrespetuoso su magia era un insulto así que pensó en una alternativa suspirando pesadamente. Notó que el lugar no era el más indicado cuando miró alrededor y vió la pelirroja cabellera de Juliet Bennett.

-Será una lección de cortesía; tu me atacarás y yo te daré los consejos que considere pertinentes para que puedas mejorar. La lección tiene dos condiciones, la primera es que si rompes algo o si hieres siquiera a una mosca, deberás enfrentar las consecuencias. Los ataques a mí. Y la segunda es que me des tu palabra de que contestaras mis preguntas.- Dijo mirando directamente a donde suponía que tenía los ojos. Realizó un saludo como signo de respeto tanto a Azula como a la magia elementarista y adoptó una postura con las rodillas flexionadas y separadas y los brazos hacia adelante a la espera del ataque. -Si aceptas, siéntete libre de atacar, estoy listo.-

Azula ladeo la cabeza como el Yelmo y la armadura le permitían, no mucho, mientras enarcaba la ceja de su único ojo bueno, no visible bajo el yelmo, estaba extrañada, de que aquel hombre, le tratara con total condescendencia,  como si fuera, no se, 20 años mayor que ella o similar, como si se tratara de algún sabio monje de la montaña o similar.

¿Qué tendría? 40 años y como mucho, por que parecía mucho mas joven.

-Hablas de los elementos como si estuvieran vivos...- dijo algo incomoda con la idea de que se la acusaran de ser "imprudente"- Aunque supongo que debe seros fáciles a los que vivís aquí, allá afuera aprendes a utilizar lo que tienes, cualquier cosa que te mantenga viva un día mas... no te cuestionas si lo usas bien o no, mientras te mantenga con vida, pensar otra cosa... es de privilegiados que pueden permitirse vivir tranquilamente.- Y si Azula estaba viva fue por aprender a luchar y utilizar la magia en su favor, pero también la fuerza, las armas, el instinto, y aun así no escapo, del "todo", como demostró inconscientemente llevándose la mano a su ojo izquierdo, oculto bajo el yelmo, pero donde tenia el parche.- Entiendo tus condiciones.

No obstante Azula bajo el brazo mientras los rayos se deshicieron, había actuado por impulsividad, pero incluso siendo impulsiva, al tener un ferreo codigo al que tenia que aferrarse, tendría que cumplir con su palabra, no tenia problemas en solo atacar Adael y no dañar nada mas, pero en cuanto a responder a cualquiera de sus preguntas, tenia lealtades, y mas importante una misión que cumplir, no podía perder excesivo tiempo en una charla amena y menos en interrogatorios.

Era una pena le habría encantado ver de primera mano cuan fuerte era Adael.

-Admito que tienes cojones Cohen, me gustan los hombres que no se achantan fácilmente- Y como recompensa, Azula clavo la lanza al suelo entre las juntas de las Baldosas, para poder llevar ambas manos al Yelmo y quitárselo, creando una breve lluvia de cabellos pelirrojos, antes de finalmente mostrar su deformada y reptiliana faz, su ojo tuerto, sus orejas palmeadas, sus pupilas rasgadas, y el color azulado de su piel humana escamada, todo muy antinatural para un humano normal, obviamente- Busco a una dama, su nombre es Juliet, lamento no poder informarle del asunto que tengo con ella... Podría decirse que es un asunto entre mujeres.

Un asunto entre Shyvanna y Juliet, es un asunto entre mujeres, no obstante los hombres solían malinterpretar esas expresiones, algo que le venia bien por que odiaba tener que mentir, no era su estilo, le gustaba ser directa y sin rodeos, ahora mismo necesitaba acabar con "aquella misión" cuanto antes, no querría poner a prueba la paciencia de un Pendragon.

Hizo una suave mueca con los labios y meció ligeramente la cabeza de un lado a otro mientras alzaba los ojos con aire pensativo dando a entender que, considerar a los elementos como un organismo vivo, se acercaba bastante a su filosofía. En su expresión corporal se notó la tensión de su cuerpo ante la alusión al mundo exterior a la isla flotante, evitó mirar los agujeros donde suponía que estaban los ojos de Azula. -Entonces supongo que estás agradecida por tener el don de la electricidad porque te mantiene con vida allá afuera o ¿acaso lo consideras una condena? Hay quienes se sienten maldecidos por él.- Dijo suavizando la voz y posando la mirada examinadora en ella.

En parte sintió cierto alivio al ver desaparecer la electricidad de la mano de la acorazada porque la entrada al castillo no era el lugar para un enfrentamiento, pero por otra parte se sintió frustrado ya que, si había algo que amaba de ser descendiente, era la docencia y le gustaba aprovechar cada oportunidad que tenía para hacer lo posible por dejar una enseñanza en los demás. Resopló sonriente cuando dijo que tenía cojones mientras volvía a adoptar una postura desenvuelta. -Tu también eres valiente Azula Morgan, no cualquiera desafía a un descendiente cuando está rodeado por los guardias.- Dijo mirando a los agentes de seguridad que los rodeaban y los miraban atentamente desde lejos. -Pero no lo vuelvas a hacer. Si quieres lecciones para perfeccionar tus habilidades puedes pedirlas.- Dijo endureciendo la voz y la expresión mientras observaba su casco.

Ahogó una exclamación al ver lo que tenía enfrente, sus ojos se abrieron como platos y parpadeó impactado ya que no esperaba las escamas azules que cubrían la piel de Azula ni las orejas palmeadas, ni la delgada pupila vertical. El parche que le cubría el ojo izquierdo era lo más normal que parecía tener. Por su parte, la larga y lacia melena rojiza también era llamativa. Mientras la escuchaba hablar se giró para mirar a los guardias con cara de “¿Están viendo lo mismo que yo?”. Al escuchar el nombre de Juliet se volvió rápidamente, aguantando las ganas de mirar a la susodicha y posó la mirada en el ojo de Azula. ¿“Asunto de mujeres”?¿A qué se refería con eso?

-Ah, si, la ganadora del Torneo Fenix.- Luego de varios segundos que necesitó para espabilar, habló lentamente mientras avanzaba sin prisa para acortar la distancia que lo separaba de la acorazada. Quería verla de cerca. -¿Sabes dónde estás?- Preguntó alzando la barbilla para mirarla al ojo. -¿Has estado aquí antes?- Sus cálidos ojos castaños recorrían las escamas de la piel de su rostro con curiosidad.

Azlua seguía con el gesto de extrañeza, solo que ahora no tenia casco que ocultara sus facciones.

-Agradecida... si claro...- Habia ironia en sus palabras, al fin y al cabo siempre pensó que el control de los rayos fue una herencia mas de su maldito legado, algo mas que la marcaba con una "desviada"- Puedes darle las gracias a "los elementos" de mi parte ¿vale?

la extraña y escrutadora mirada no es que fuera algo anormal, mucha gente veía raro ver a alguien de color azul, pero en estos días, lo normal era mantener cierta distancia, no obstante  Cohen se aproximaba a ella y la examinaba de cerca, sentía como invadía su espacio personal, aunque de echo no estaba tan cerca. Aquello además permitía también ver al hombre mas de cerca lo cual hacia que las mejillas de Azula se volvieran violáceas (la unión de rojo y azul) debido a el escrutinio del varón y sus comentarios tan extraños.

-creo que si se...- respondió algo extrañada ante la pregunta tan extraña, como si no hubiera venido andando.- ¿Lo sabes tu?- Azula si dudo ante la segunda pregunta, a lo que permaneció un momento pensativa- Mi padre me hablo de la Uroboros, pero no... Nunca he estado aquí antes.

Azula empezaba a pensar que perdían el tiempo con tanta charla que no llegaba a ninguna parte por lo que decidió preguntar con fuerza.

-Entonces... ¿SABES DONDE ESTA? ... JULIET, GANADORA DEL TONEO FENIX.... ¿lo sabe?

Y si estaba alzando mucho la voz, haciendo que la gente que los rodeaba empezara a voltearse lo cual, hacia que se quedaran mirando lo que parecía una mujer azul que acabara de bajarse de la luna o algo similar, lo cual hacia que llamara mas la atención de la gente para ver que miraban los demás.

-Lo haré.- Prometió, pasando por alto el tono irónico en las palabras de la mujer. Durante el tiempo que pasaba con el ganado aprovechaba para rezar, podía incluir a Azula es sus oraciones sin problema. Detuvo el avance cuando se encontró a un palmo de distancia de la tuerta, dudó en si el sonrojo se debía a furia acumulándose que estaba a punto de estallar o a una súbita timidez pero pensar eso último le enterneció ya que ella se veía tan feroz que pensar que pueda sentirse apenada por algo era conmovedor. La pregunta de si él sabía dónde estaba le hizo sonreír, dejando a la vista dos hileras de dientes relucientes que contrastaban con su piel bronceada. -Estoy intentando descubrirlo.- Respondió de forma enigmática.

Asintió pensativo a sus palabras sobre que nunca había estado en la isla flotante antes apartando la intensa mirada del ojo de Azula para volver a contemplar la armadura que vestía, de cerca pudo ver que se trataba de gruesas placas de metal, tenía piernas largas y fuertes, toda ella parecía larga y fuerte pero la armadura no dejaba adivinar los detalles de la silueta de su cuerpo. Su sonrisa se borró cuando le habló alzando la voz, en parte porque el tono no le gustó para nada y también porque la visión de los largos dientes afilados de la mujer tan de cerca no le hizo ninguna gracia. Haciendo caso omiso a las miradas curiosas, el joven maestro expulsó la lanza de donde la tuerta la había clavado con un pisotón al suelo utilizando su magia sobre la tierra y la agarró.

-Si me gritas, no te voy a responder.- Sentenció y debía agradecer que no la regañe por dañar el inmueble al clavar la lanza en el suelo. Apoyó el extremo no filoso del arma de la mujer contra el metal de su armadura a la altura del tórax y comenzó a caminar a su alrededor moviendo el arma a su paso, llevándola por la parte superior del brazo y la espalda de ella. -¿Quien te trajo a la isla?- Preguntó con suspicacia. Por el camino del arma, el cabello del color de la sangre fue acumulándose así que, cuando pasó por el otro hombro al volver a estar frente a ella, depositó todo el pelo delante del hombro para que quede recogido de lado. El resultado fue una visión exótica y encantadora. Se rascó la barba incipiente y le tendió la lanza para que la agarre, mientras desviaba la mirada.

Las Orejas palmeadas de Azula se encogieron, mientras miraba furibundamente a aquel hombre moreno de dientes perfectos, que por alguna razón hablaba y decia cosas sin sentido ¿De verdad era un Descendiente? No parecía ni peligroso, ni poderoso, tanta humildad, tanto saber sobre la naturaleza de la magia elemental y tanto altruismo, se lo imaginaba mas con un sombrero de paja, mordiendo una ortiga mientras el viento revoloteaba su camisa de volandas abierta hasta el pecho... vamos, como un granjero pordiosero antes que como un poderoso mago que podría hacer temblar la tierra con su poder.

Pero sobre todo le molestaban sus propias reacciones, esto no era un juego, era una misión, y estaba perdiendo el tiempo con lo que hasta ahora solo parecia un charlatan muy curioso, incluso se quito el yelmo ante él ¿solo por ser un irresponsable?

Tonta,tonta,tonta,tonta,tonta,tonta,tonta,tonta,tonta...

¡EL ES EL ENEMIGO! no debería estar de charletas, ni sonrojándose ante una mirada escrutadora, simplemente bajo sus defensas por que su primer instinto no fue escupirla, a veces tenia que recordarse que existían humanos muy raros que les gustaba lo raro, ya paso de pequeña que algunos intentaron asaltarla con la peor de las intenciones.

-Que yo sepa, no tengo por que responder a tus preguntas.- Dijo mientras como si se castigara o lo castigara, hizo amago de volver a ponerse el yelmo, tal vez sintiéndose mas segura detrás del metal, sabiendo que el metal no le haría mas daño que ningún humano que lo empuñase con intención de matarla- Pero te diré que mi padre fue mago, me hablo de este lugar ¿no es suficiente? Ya he satisfecho tu curiosidad, ahora devuelve el favor, tengo cosas que hacer.

Dejarse sentir vulnerable, Tal vez Shyvanna se había equivocado, tal vez aun no estaba preparada para el mundo exterior.

(En cuanto regrese doblare los ejercicios, todas las mañanas 40 flexiones, 50 sentadillas, 40 abdominales, 30 vueltas a todo el castillo y 40 levantamientos de pesas.)

Aquello sonaba excesivamente duro, pero el ejercicio no iba a cambiar sus traumas, no iba a sanar las heridas, un corazón musculoso no es menos vulnerable al frio acero.

Al final, alguien la había creído capacitada para hacer algo y la habían contratado como parte del personal administrativo en el edificio grande y bonito. Aparentemente, necesitaban gente que llevara papeles de un lado para el otro. Era un trabajo aburridísimo y se la pasaba mandándole mensajes por moneda a Gen. Menuda baja maternal. La chica de la silla…Pedorretas mentales se la pasaba haciendo todo el rato.

Era la decimo cuarta vez que le corregían el lugar al que tenía que ir. En su defensa, era como demasiado grande aquel lugar y Mérida se quedaba hablando con la mitad de la gente. Aparentemente, los papeles que llevaba eran del censo. ¿Kyll había hecho eso? Porque ella no. Llevaba los papeles flotando y un donut metido en la boca, riquísimo por cierto, relleno de dulce de leche. Con ese trabajo podía comer cuando quisiera, eso si era guay.

Cuando llegó a la entrada Adael estaba hablando con una chica azul. Mérida se puso en medio de la chica azul que tenía orejas raras y se quedó mirando a Adael mientras mordía el donut y masticaba ruidosamente, vamos, una metiche en toda regla -¿Qué preguntas? ¿Las del censo? Porque esas si tienes que responderlas. Mira- Se metió todo el donut a la boca en una muestra de cuánto podía comer con esa bocota y quitó uno de los papeles de su columna de papeles que levitaba y se lo agitó frente las narices a Azula, aunque no la conocía de nada luego de eso alzó las cejas hacia Adael varias veces modo “Mira mi eficiencia”.

Miró el casco cuando Azula lo movió con intención de volver a ponérselo. Ahora sabía que su padre fue mago y que le habló de la isla flotante, aunque eso último ya lo había dicho antes. Se mantuvo tendiendole su lanza esperando que la agarre pero alzó las cejas con expresión escéptica, como si él no tuviera cosas que hacer. Se le escapó un grito ahogado cuando Mérida surgió de la nada, estaba prestando atención a Azula por eso no vió venir a la pelirroja. Iba a decirle a la bruja elementarista del fuego que no eran esas preguntas a las que se refería pero le hizo gracia su expresión así que le sonrió con complicidad.

-¿Tú estás yendo casa por casa haciendo las preguntas del censo?¿Me acompañas a visitar las casas de los que todavía no respondieron?- Le preguntó a Mérida. -Ella se llama Azula Morgan, elementarista de la electricidad. Azula, ella es Mérida Pyro, elementarista del fuego.- Las presentó. Ellas dos juntas harían explotar el lugar en mil pedazos. -La cuestión, Mérida, es que no sabemos cómo llegó Azula, ella dice que no estuvo aquí antes pero, como bien sabes, no se puede llegar a Ouroboros sin invitación, por lo que alguien que no haya estado en la isla flotante antes desconoce el modo de llegar, eso quiere decir que alguien que estuvo aquí la trajo, el problema es que ella no quiere decir quién fue. ¿Qué opinas?- Le preguntó a Mérida mirando a Azula.

-Las preguntas del censo son para los que tienen el permiso de residencia, no creo que ella quiera vivir aquí, incluso cuando le dije si quería que la ayude a perfeccionar su habilidad sobre la electricidad, ella no me respondió. Ah, hablando de eso, tenemos cosas que hacer tu y yo.- Le mencionó a Mérida mientras apoyaba una mano en el hombro de la mujer de los rizos del color de las llamas, no se había olvidado del fuego azul. -En verdad lo siento, Azula Morgan, pero tendrás que irte. Estarás en mis oraciones.- Sentenció mirando seriamente a la... criatura de color azul.

El día seguía más lento de lo que le gustaría, por lo que realmente no estaba poniendo atención a su alrededor. En un día normal habría escuchado su nombre gritado por extraños en un lugar determinado, y habría huído rápidamente del centro de atención, pero no ese día. Ese día estaba tan distraída en sus pensamientos que no pudo sino ignorar el gentío alrededor. Hasta que, durante el extraño alboroto, algunas cabezas voltearon a verla. Se sintió tan incómoda que hubiera preferido irse. Es más, ya nada la mantenía ahí, su ronda practicamente terminaba. Saltó de la camilla estirándose un momento antes de ponerse a recoger el indumentario médico y resguardarlo en las cajas especializadas. La enfermera del siguiente turno llegó mientras se dedicaba a eso, por lo que la saludó tímidamente, pero esforzándose en la conversación antes de lavarse las manos, acomodarse un poco el uniforme y alejarse del puesto.

Cuando comenzaba a alejarse hacia la salida para ya regresar al hospital, alguien llegó a su lado para pedir sus servicios... o eso creyó. Era más la gente la que le había preguntado por el censo ese día que por cualquier cosa que ella pudiera ofrecer, así que ya sabía el camino. Tras un momento de escuchar la historia de aquella amable anciana, aceptó llevarla hasta la mesa que le correspondía.

Aún estaba lejos cuando distinguió la melena roja y enorme de Mérida. Aún no lograba abrirse del todo con ella, pero se esforzaba cada vez que la veía en hacerle plática y ya se sentía mucho más cómoda con ella y su sentido del humor que cuando recién la conoció.- Adael, Mérida.- Logró decir su nombre sin titubear, y aquello ya era un progreso que celebrar.- La señora quiere completar el censo, ¿podrías ayudarla, por favor?- Al ver que la silla estaba desocupada frente a la chica, y a pesar de que estaba acompañada por el Descendiente y la otra... dra... go... na?, la señora la retuvo del brazo para agradecerle, por lo que no tuvo más que quedarse en aquella mesa unos momentos más, mientras le aseguraba que allí le ayudarían. Tras recuperar su brazo, sonrió tímidamente a los presentes y comenzó a alejarse a lento paso del lugar. No tenía prisa y no había manera de caminar más rápido si trataba de no golpear a nadie a su paso, o más bien de tocar lo menos posible a la gente. El lugar estaba a reventar.

Mentiria si dijera que no se sobresalto cuando aquella joven de pelirrojas cabelleras, era una chica muy mona y adorable, esas pecas hacían casi irresistibles sus mofletes que claramente estaban para darles algún pellizco amistoso, lo cierto es que tenia proporciones algo envidiables, muestra de ello es que alguien ya había ocupado sus caderas de venus como su encinta barriga así demostraba, se notaba mucho que allí podían permitirse tomarse las cosas con calma.

En Avalon, todo estaba casi militarizado, si habia paz, pero habia una cadena de mando, si en Uroboros una secretaria cualquiera puede interrumpir a su jefe sin un motivo de peso, es que no estaba tan serios como en Avalon con ese tema... o tal vez fuera Azula la frígida en ese sentido.

¿Eran así las mujeres que les gustaban a los hombres? No podía culparles la verdad, Hasta Azula le parecían hermosos aquellos rizos de fuego no como el suyo que era como una cascada de sangre de los inocentes derramada.

-No vivo aquí... pero gracias.- Dijo dirigiéndose con suavidad a la pelirroja, después Azula entrecerró su único ojos, destilando profunda ira contra Adael por la forma en que empezaba a tratarla ahora ¿Era por la pelirroja? ¡BIEN! que os vaya bien a los dos, por que desde luego Azula no pensaba quedarse hablando mas con alguien tan ... Terco. - JA... ¿Así que aquí obligáis a las mujeres embarazadas a trabajar? ¡QUE DESCARO! De donde provengo se las protege.

Cada cultura con lo suyo, aunque lo decía mas por despecho y furia por las palabras de Adael, que la estaba provocando con aquella ultima frase.

-¡CLARO QUE ME VOY! ¡DE ESTA CONVERSACIÓN! De Uroboros no me iré hasta cumplir mi misión- dijo tajante y claramente malhumorada, no era bueno provocar a los dragones inestables- Ya pueden seguir con... su censo... ¡PERO NO ME VOY SIN ENCONTRAR A JULIET!. Buenas Tardes.

Y Azula movió sus pies para adentrarse mas en Uroboros, por que no pensaba estarse quieta ni obedecer a un pinche cretino, ella tenia una misión encontrar a Juliet. Y eso pensaba hacer.

-No- Le respondió a Adael negando con la cabeza, estaba más que claro que lo de ella era recepcionar los papeles que llegaban, hacerles copias  y ponerlos en sus cajas respectivas, cajas que luego llevaba a otro sitio que ahora no se acordaba como se llamaba pero siempre olía a lavanda -Ehhh… ¿Eso es tipo una orden modo Descendiente? ¿O puedo negarme?- Preguntó porque aún no le quedaba claro el rango político ni la cadena de mando de la isla.

-Hola Azula, encantada, soy miembro de la Brigada de las Mil Grullas- Se presentó como lo que era, sus poderes bueno…eso era otra cosa. Ella era una Grulla. La exposición de Adael le hizo mirarlo con una ceja alzada -Eh..- Miró a Azula y luego a Adael un instante, para fruncir el ceño -¿Eres consciente de que cuando se empezó la evacuación hubo toneladas de persona moviéndose hacia la isla? Tipo que es por eso que estás haciendo el censo ¿No? ¿Por controlar cuántos refugiados nos quedamos en Ouroboros?- Intentó que no le saliera con rintintin -Me parece que estás exagerando-

Lo de que se indignara porque estaba trabajando le hizo mirarla con las cejas alzadas -¡Oye! Que yo trabajo porque me da la gana…¿Te crees que a este bebé le va a caer la ropa y los pañales del cielo?- Para encendida, encendida y media. No iba a tolerar que se le tildara de inútil sólo por tener un bebé en la panza. De pronto Adael habló de habilidades y frunció un poco el ceño -¿Le quieres ayudar a perfeccionar las habilidades….echándola de la isla?- A ella le parecía un poco ilógico.

-Hola Jul…- Sonrió con tranquilidad señalándole el sitio donde debía ir y dándole el papel -Sólo dicte, el vuelapluma lo escribe todo- Le dijo a la señora antes de que Azula gritara algo de que se iba. Mérida abrió grande sus ojos y escuchó aquello de la misión. El nombre de Juliet hizo que mirara  a Azula, luego a Juliet, luego a Azula, luego a Juliet -¿Estás buscando a esa Juliet?- Preguntó señalando la cabellera pelirroja que intentaba irse de allí al igual que ella -Si vas hacia ella gritando seguro que se escapa- Miró a  Adael un poco incómoda.

-Me voy a entregar esto, luego hablamos- Se despidió de él  para perderse por los pasillos del edificio hacia la sala con olor a lavanda y donuts gratis.

OFF: Mérida out

-Puedes negarte.- Respondió encogiéndose de hombros. Ladeó la cabeza ante la furibunda mirada de Azula, no la estaba tratando diferente, desde un principio la cuestión había sido resolver cómo había llegado un extraño a la isla flotante. -¿Crees que, si un renegado la trajo, ella ocultaría la identidad de éste?- Le respondió con otra pregunta a Mérida. Contempló la discusión entre las mujeres sobre trabajar durante el embarazo y miró a Azula encogiéndose de hombros ante la declaración de Mérida sobre que trabajaba porque quería.

-Si a ella le interesa perfeccionar sus habilidades, puede decirlo.- Respondió a Mérida manteniendo la actitud distendida. Se giró cuando llamaron su nombre y saludó amablemente a su vez. -Hola.- A continuación vió a la elementarista de fuego encargarse de ayudar a la señora pero tensó los labios suavemente. -También puede aguardar en su casa la visita del censista para que le haga las preguntas.- Le ofreció cortésmente a la mujer mayor, tal vez la agradable anciana tenía problemas con la vista y le costaba leer.

Suspiró ante la reacción de Azula y, cuando vió la expresión de Mérida, supo lo que vendría a continuación pero le hizo reír un poco eso de que, si la de piel azul iba hacia Juliet gritando, la dragona saldría huyendo. Asintió suavemente a modo de despedida hacia la de pelo rizado y movió la lanza de la acorazada para sostenerla en el aire con un solo dedo. -Azula ¿No te olvidas de algo?- Le preguntó mientras sujetaba el arma haciendo equilibrio.

Los preparativos para abandonar la isla ya estaban en marcha, y con ellos las ganas de hacer algo diferente por primera vez en bastante tiempo. Por mi parte iba a tomarme un descanso con los renegados, pues ni ellos mismos tenían claro lo que iba a pasar con la situación caótica en tierra. Estaría si Johan me necesitaba, pero por ahora estaba muy a lo suyo.

Reuní mis pocas pertenencias y me fui con Svart a buscar a Juliet, a la zona de la plaza en la que me dijo que estaría. También le vendría bien cambiar de aires y dejar de lado el hospital en el que había pasado demasiado tiempo entre hacer de voluntaria y cuidar de mí cuando aquel ataque me dejó tan jodido.

Al llegar a la plaza traté de buscarla entre el gentío, abriéndome paso con Svart para localizarla. El joven dragón negro imponía lo suficiente a pesar de que su tamaño aún no era como el del resto, la gente se apartaba por la fama de malhumorados que tenían esos dragones. Tampoco ayudaba la manía que les tenían muchos a los Pendragon, pues se rumoreaba que ahora todos los dragones les obedecían a ellos. Estupideces...Svart y Juliet seguían conmigo. Finalmente encontré su característica melena pelirroja, acercándome a ella por detrás despacio para acabar rodeándola por la cintura con mis brazos. - ¿Lista para el viaje? ¿o te querías escabullir? -

Comenzaba a abrumarse cuando encontró, entre todo el lugar, un espacio con menos gente. Tenía la necesidad de dirigirse ahí para no caer en el pánico que le daba tanta gente junta. Le recordaba demasiado a los desfiles hacia el Coliseo, donde la gente se arremolinaba a los lados y la tocaba animándola a morir. La vida le había recompensado con creces todo lo que había perdido, pero aún quedaban ciertos lugares grises en su memoria.

Justo estaba saliendo del flujo principal de gente cuando la tomaron por detrás. En otra situación, habría actuado rápido para zafarse, pero la gente no solía atacar al personal sanitario y eso le permitía bajar la guardia un poco. La voz de Reiv la tranquilizo, e incluso le sacó una gran sonrisa, girándose entre sus brazos para quedar de frente a él y colocar las manos sobre sus brazos.

Escabullir, sí, hay demasiada gente aquí. Adentro es una locura. Al menos ya no están necesitando tanto al hospital.- Suspiró, ya sin necesidad de moverse, porque Svart evitaba que la gente se acercara. Se emocionó de verle y le acercó la mano para hacerle una caricia en la trompa. Siempre lo vería como el pequeño bebé que conoció, de eso no tenía duda.- Quería pasar a decir adiós al hospital, pero... - Pero aquella había sido la idea más estúpida que había tenido en años. No iba a soportar la charla, las despedidas, incluso si solo se despedía de Aldaron le iba a dar remordimiento y con el resto iba a ser muy incómodo. Ya había pedido la baja como voluntaria en RH y le habían dejado las puertas abiertas para volver, suponía que por las horas extra que había hecho para cuidar a Reiv. Quizás las habían confundido con alguien muy comprometida con la labor.- Pero mejor así. ¿Ya tienes todo lo que necesitas? ¿Haz sabido algo de la situación abajo?- Su mochila anterior la había cambiado por una bolsa mágica donde había puesto libros que aún quería leer, cosas que quería conocer y todas las pocas pertenencias que tenía. No necesitaba más y tampoco tenía más. De instinto, le colocó una mano a Reiv en el corazón, solo para asegurarse de nuevo de que siguiera ahí después de tanto. Luego miró a Svart con una sonrisa.- ¿Tú también ya lo tienes todo?

No era el mejor momento para las presentaciones, pero la pelirroja no tenia culpa del enfado que tenia Azula con Adael, asi que simplemente inclino la cabeza como un gesto de "encantada de conocerte" No pensó mucho en las mil grullas, tenia otras cosas en la cabeza ahora mismo, como alejarse de aquel entrometido y déspota descendiente.
Y así lo hizo alejándose, al menos hasta que nuevamente la pretenciosa voz del mismo le llevo, recordándole que se dejaba algo detrás.
Azula se le Erizo la piel escamosa al darse cuenta de que iba a tener que dar la vuelta, lo hizo a paso ligero, con cara de mosqueo, y con los dientes afilados muy apretados en una sonrisa un tanto forzada volviendo hacia donde estaba Adael sosteniendo su lanza, para arrebatársela de la mano con un gesto un tanto brusco.

-¡GRACIAS! - Argumento con cierta rabia mientras mantenía ese gestor forzado para no tener que andar dando mas explicaciones absurdas que no llevaban a ninguna parte- Por sostenérmela un rato.

Pero gracias a tener que volverse, escucho lo que la pelirroja dijo sobre Jul.

Fue entonces cuando vio a la pelirroja, y miro a Mérida ahora mucho mas calmada
-Gracias... Seguiré tu consejo.

¡POR FIN ALGUIEN QUE AYUDABA DE VERDAD! Ya por fin sabia donde estaba Juliet, ahora solo tenia que alcanzarla, pero si la perseguía ella simplemente desaparecería, y tal vez cierta persona tuviera razón y no debiera ir por ahí gritando su nombre.

Azula se encamino detrás de los pasos de la pelirroja con el fin de cumplir su misión, sin prisas, pero sin pausas.