Bar

Por su tono y comentario me dio la impresión de que me estaba regañando, y por un momento me sentí como una cría siendo reprendida. No me gustó mucho, prefería hacerle ver que no era una ingenua estúpida. - Las aventuras tienen algo de divertido, y esto... - negué con la cabeza, dando a entender que había sido de todo menos eso. - Aún así agradezco el consejo, no me fiaré de la gente tan fácilmente. - el caso es que el puñetero Collins parecía estar enfermo de verdad, por eso no esperé que me timase así.

- Ya...te habrán hecho rellenar los papeles para justificarlo en el cuartel. - acabé tomando asiento a su lado, aunque dudé un momento porque tal vez prefería estar solo. - Prometo compensarte de algún modo. Puedo hacerte las guardias de los fines de semana, por ejemplo. - ofrecí con una sonrisa, intentando destensar un poco el ambiente inicial. - Vale, pues la siguiente ronda invito yo. Una de lo mismo. - pedí al camarero, aunque seguro que yo no parecía tan interesante como él bebiendo whisky caro. Me apoyé de lado en la barra para poder conversar con él, suspirando con cara de agobio al escuchar lo de Amaya.

- Sí, ahora lo estoy. En cuanto a Amaya...es muy incisiva. Parecía como si no me creyese. Pero claro...con los recuerdos ya no hay duda alguna. Al principio estaba nerviosa, aunque me fui calmando porque no tengo nada que ocultar. Sé que es algo muy serio que esos dos no estén en prisión. Pero si lo piensas fríamente ya no tienen ningún poder ni nadie que les siga. Me preocupa más Tobías. - agradecí al camarero cuando nos trajo la ronda, bebiendo un trago del whisky aquel. No era a lo que estaba más acostumbrada, pero parecía de buena calidad. Al menos no dejaría resaca. - ¿Y tú? ¿cómo estás llevando lo de ser parte del Consejo? me han dicho que el otro día hubo reunión por lo del árbol ese que nos han plantado aquí los Pendragon. Mi hermano no los puede ni ver, y no me extraña después de lo que le han traído.

-Lo sé- Respondí brevemente al comentario de la pelirroja. Evidentemente no había sido una aventura, sino una especie de mala pesadilla. De la misma manera, esperaba que hubiera aprendido la lección sobre la traición. Había un dicho, que se usaba mucho, que decía que no podías ni fiarte de tu propia sombra. En estos tiempos, todavía parecía que cogía más fuerza. -En mis tiempos jóvenes, en la televisión muggle, había un médico que decía que el paciente siempre miente. El tiempo le ha dado la razón- Le expliqué el anécdota con cierto tono divertido, pero con cierta pena en la voz, recordando tiempos mejores y sintiendo a la vez penas por las almas bondadosas como la de Chloe, Anteia, Josephine, Arleen… Al final el mundo cruel se alzaría y solo esperaba que fueran lo suficientemente fuertes como para poder sortear aquella tempestad. Ya no era la vida real a lo que había que tener miedo, sino a los habitantes de la misma, esperaba que tuvieran piedad con ellas, que no conocieran la maldad del humano. No se lo merecen. Bastaba de tanta guerra absurda.

-Me conformo con que nunca cambies. Solo que te andes con más ojo- Le respondí, con sinceridad, mientras apartaba la chaqueta de la zona que había ocupado para dejarla un poco más apartada y que no se manchara. No di importancia al tema del papeleo, más allá de su travesura, el resto tampoco tenía gran interés para rellenar una conversación. Sencillamente eran aburridos papeles. Guiñé un ojo, todavía con el whisky anterior sin terminar en la mano, para aceptar su invitación. Le sonreí cuando me pareció ver que quería hacerse la interesante al pedirse lo mismo que estaba bebiendo y volví a la bebida para darle un trago y dejarla sobre la barra.

-Es su trabajo. Ser desconfiada y llegar hasta el fondo- Defendí a la General… no sabría si a su método. No me hacía mucha gracia que anduviera desconfiando de lo que le había contado, pero era su trabajo, más valdría que lo hiciera bien. No, no me hacía mucha gracia que esos dos estuvieran sueltos, pero tampoco me apetecía verles pudrirse en una cárcel, debían pagar por sus pecados, pero… él no se dedicaba a las leyes. -Tobías, ¿eh? Me preocupa más Collins. Un quinceañero que se ha dejado manipular por un adulto astuto para usar su odio hacia nosotros. Para seguir alargando esta batalla hasta la extenuación de todos- Pensó en Khan también. Suspiró con pesar después de darle otro trago al alcohol y dejar que el sabor templara la garganta. -Al final, todo esto, nos llevará a la aniquilación como especie- Qué decepción. Terminé el segundo whisky y lo dejé en la barra para que el camarero sirviera la siguiente. Le seguí con la mirada cuando se alejó de nosotros -Esa panda de energúmenos lo único que hacen es hablar. Creen que pueden gobernar un mundo hecho mierda desde cuatro tronos de madera en su palacio de piruletas del país de la golosina- Gruñí asqueado con las actitudes de todos ellos, lo único que sabían hacer era lanzarse puñales los unos a los otros, empezando por Adael y acabando por Rosse. De nuevo, decepcionante. La opinión del hermano de Chloe sobre los Pendragon me la traía al pairo -¿Y qué opinión tienes tú de ellos?- Giré para mirar a Chloe con claro gesto de interés.

No tenía ni idea del médico de la tele del que hablaba Oscurus, así que simplemente me encogí de hombros. Diferencias de edad. Apoyé la mejilla en la mano mirándole con resignación cuando me pidió que nunca cambiase, ya empezaba a estar harta de que me pasasen cosas por tonta o confiada, o por esperar lo mejor de los demás. - No sé, empiezo a no verle ninguna ventaja. Pero luego es que...¡no puedo evitar ayudar! no sé pasar de largo. - asentí a lo que dijo de Amaya, dándole la razón. - Sí, si fue educada. Pero me sentí intimidada, eso es todo. - incluso el estúpido Collins me dio penilla porque en el fondo era un adolescente atolondrado que sólo quería recuperar a su padre. - Tal vez en su lugar habría hecho lo mismo. No lo sé. - abrí mucho los ojos con el panorama de extinción muerte y aniquilación que pintó, bebiendo otro trago para digerir su visión del mundo apocalíptica. - Hombre...algo habrá que hayamos hecho bien en los últimos tiempos. A ver, piensa en algo. - le pedí, casi como tarea de deberes. Luego fruncí levemente el ceño por el odio que destilaban sus palabras hacia el Consejo.


- No hables así de tus compañeros...ni los metas en el mismo saco. Hay muchos que se han implicado bastante y que han trabajado duro, como Catherine, Matvey, Giordano...son los que más conozco. Por el resto no puedo hablar. - no mencioné a Lucio porque ya no formaba parte de ellos, pero en su día también se había implicado bastante e incluso había acabado muy maltrecho por ir a misiones. No, desde luego que la visión de Oscurus estaba condicionada por una especie de resentimiento que tenía hacia el Consejo. ¿Qué era lo que le daba ese aura de amargura constante? no recordaba haberlo visto feliz de verdad ni una sola vez. La pregunta que me hizo el jefe me dejó pensativa, pero no respondí al instante.

- Te lo diré, pero juguemos a algo...cada turno podemos hacer una pregunta complicada o personal, y si no podemos o queremos responder nos bebemos el vaso de una vez. Venga, seguro que han pasado siglos desde que jugaste a algo. - me vine un poco arriba de más con aquel comentario, así que inmediatamente me centré en los hielos del vaso de whisky, moviéndolos como él lo había hecho. - No soy imparcial porque son parte de la causa del sufrimiento de mi hermano, pero...sé que no han provocado lo de la maldición que obligó a Catherine a separarse de Ian. Opino que hasta ahora todo lo que han hecho ha sido para obtener algo a cambio. Querían un puesto en el Consejo, ¿no? ahora como no lo han conseguido pues atacan la isla. - di un pequeño trago a mi bebida, sin esperar a saber si había quedado satisfecho con mi respuesta. Que me interrumpiese si quería.

- Me toca. ¿Tienes interés en alguno de los Pendragon y por eso quieres saber mi opinión?

No añadí nada más a su réplica sobre las ventajas o no de ser buena gente. Ya estaba todo dicho, al menos por mi parte. Ya se dará cuenta con la edad de qué es lo que quiere ser o no. Vivir con desconfianza te distancia de los demás, creando barreras con las personas cercanas. Pero al menos te ayuda a sobrevivir. Una cosa por la otra, quizás. -Seguramente. Y no serías la única- Le repliqué a lo de tratar de todas las maneras de rescatar a mis padres, no pensando tanto en mis progenitores, sino más bien en mis cercanos. El “tratado” de ayuda con los Pendragon salió bien, pero podría haber salido terriblemente mal. Era consciente de ello, pero ante situaciones extremas, medidas desesperadas.

Devolví la mirada a Chloe por el rabillo del ojo. Luego la volví al frente, expulsando aire por la nariz, marcando la mandíbula al apretar las muelas. Respondí con bastante calma, sin mirar a la pelirroja de nuevo hasta la pregunta retórica final, haciéndolo, de nuevo, con el rabillo del ojo -Entiendo que destruir una máquina con ideación tiránica y psicótica creado por nosotros mismos no cuenta como logro, ¿o sí?- Tras aquella pregunta irónica, volví a la bebida.

-¿Mis compañeros?- Me sorprendió que los tratara como tal. De hecho, lo que más le sorprendió fue que los defendiera tan a rajatabla y más pensando en lo que Newton, por ejemplo, le hizo. -Si por implicarse te refieres a seguir con los juegos de Ouroboros en plena guerra mundial, como entretenimiento en el coliseo de Roma. Sí, considero que se han implicado bastante- Trago -Expulsar a los refugiados con una mano delante y otra detrás a la superficie, donde lo han perdido todo. Dedicarse a mandar fowlers al personal que trabaja en la isla. Pensar únicamente en sus intereses o en sus posesiones en islas que nadie quiere. Anteponer la guerra a cualquier mínimo ápice de diálogo…- Di un trago al whisky, largo, porque me estaba calentando con el tema. Que hubiera dos que hubieran participado de alguna forma no implicaba que el consejo funcionara como debería hacerlo. O como se supone y esperaba de ellos. Con aquel trago, di aquella conversación por zanjada.

Giré levemente el rostro hacia Chloe, con la ceja alzada cuando me propuso aquel juego de quinceañeros, lo siguiente sería jugar a la botella o alguna tontería de esas. Iba a gruñir algo de una forma malhumorada, pero en esto tenía razón. Y en que tampoco tenía mucho que hacer. -¿No hay opción a réplica?- Ironicé después de su discursito sobre los Pendragon. En resumen, no les hacía mucha gracia. La respuesta era fácil. Me encogí de hombros y negué con la cabeza -Si lo que pretendes es saber si tuviera un idilio con a la hermana rubia, la respuesta es sí. Más allá de eso, no. No tengo un especial interés es alguno de los hermanos, sino en su poder de control de la sangre. Ha resultado ser muy útil en varias ocasiones. Me toca, ¿no?-

Rodeé los ojos y me atusé la perilla, aclarándome la garganta -Ouroboros, para ti, ¿es una etapa pasajera en tu vida, o te gustaría poder quedarte en la isla con alguien?- Estiré la espalda y me crucé de brazos girando el taburete en dirección a Chloe.

Tuve que suspirar negando con la cabeza ante su manera de ver lo de derrotar la máquina, aunque acabé asintiendo como dándole por bueno que contase aquello como logro, a pesa de hacerlo a su manera pesimista. Luego fui alzando las cejas cada vez más por el modo en el que hablaba de todo el Consejo, como si no hubiésemos estado viendo lo mismo. - Que sí, que tardaron mucho en implicarse, pero lo hicieron. Ahora tú estás en el mismo barco, tienes la oportunidad de cambiar las cosas que criticas. - apreté los labios molesta porque me recordó lo que me hizo Jack, pero sólo le corregí una palabra. - Era un howler. Y sí, fue muy maleducado por su parte. - bebí para olvidar las penas del disgusto aquel, y otro más por el marrón del interrogatorio y lo de sacar a unos criminales de la cárcel contra mi voluntad. Despues lo miré expectante y casi emocionada esperando por ver si aceptaba mi juego. Empezaba bien sin negarse a responder lo de los Pendragon.


- Oyoyoyoyy...¡has dicho idilio! - Me reí como si fuese un secreto, no sin antes darle una palmadita en el antebrazo. Mi parte cotilla de marujeo se sintió satisfecha con ese comentario de salseo, por mucho que fuese con un Pendragon implicado. Claro, esa rubia era bastante llamativa para cualquier hombre. - Eso es mucho más que forniciar...forni...¿lo he dicho mal? bah, como sea. - hice gesto pasota, sabía decirlo pero con el whisky empezando a hacer efecto se me soltaba más la lengua. - A ver, eres un hombre bastante atracativo...si te pones seguro que logras tu idilio. - me di cuenta de lo que había soltado ya demasiado tarde, así que carraspeé y seguí con lo que la utilidad de los Pendragon y la sangre. - Naada que no logres con un buen anticoagulante. Su poder es hacer coágulos. No son para tanto. - casi estuve a punto de decir ¡putos Pendragon! como habría soltado Ian, pero en lugar de eso seguí bebiendo el whisky caro ese hasta acabarme el vaso. La pregunta que me hizo después me hizo ponerle cara de "nada mal", porque era una pregunta buena y comprometida.

- Pues no lo he pensado, la verdad. Estoy a gusto aquí, la mayoría se ha portado bien conmigo, tengo trabajo, amigos...sí, podría quedarme. Peeero...nunca se sabe. Tampoco abandonaría tierra firme definitivamente. - pedí al camarero que nos rellenase las copas, o más bien que nos dejase la botella al lado. - Vale, mi turno. En realidad tengo muchas preguntas, pero poco a poco. ¿Quién o quiénes te hicieron algo en el pasado para que seas tan desconfiado y para que estés como harto de todo?

Chasqué la lengua ante la imposible idea de cambiar las cosas. El hospital tuvo un ataque, incluso antes de ser construido. Luego rodeé los ojos ante aquella corrección. Si de todo lo dicho solo era capaz de corregir eso, parte de razón tenía -Lo que sea- Gruñí malhumorado a su corrección sobre si era un fowler o un howler, una letra mal pronunciada de diferencia no marcaba la diferencia a lo dicho. Un fallo fonético lo puede tener cualquiera. Y sí, por supuesto, tenía yo razón, no iba a sentirse orgulloso de ello, ni victorioso, al contrario, era todo una mierda. Lo notó por la actitud de Chloe, que cambió y se dio a la bebida. Hubiera permanecido así un rato largo, al menos hasta que se le ocurrió aquello del juego. Sin muchas ganas acepté a participar, aunque me daba la sensación de que ella ya iba un poco tocada por el whisky.

Alcé la ceja con cierta irritación ante aquella risita, ladeando el labio para morderme el carrillo por dentro. No le dejaban a uno ni ser fino. Suspiré y bebí del whisky mientras ella se mofaba de la declaración, hasta que empezó a balbucear torpemente -Follar- Ahora fui yo la que corregí a la pelirroja, imitando su actitud previa cuando me corrigió el fallo de pronunciación. -Se dice follar. Y sí, me la tiraría con gusto- Reconocí, otra vez. No sabía a qué se escandalizaba tanto, había que reconocer que Shyvanna Pendragon era una mujer exuberante y quien dijera lo contrario era ciego o estaba muerto de envidia. Ladeé el rostro cuando se fue de la lengua, encorvando una leve sonrisa, pero no di mucha más importancia a aquel comentario desvergonzado. Es más, seguí a lo mío hasta que soltó aquello de los coágulos. Acompañé mi explicación con un suave recorrido del dedo índice desde la mano de ella que cogía el vaso, la más cercana, para ascender por su brazo y terminar en el centro de su tórax, con un leve toque sobre el manubrio del esternón -La magia de sangre es mucho más fuerte que hacer coágulos. Puede matarte por dentro sin que te enteres. Poom: un infarto, una coagulopatía, una aneurisma. Y fin. Incluso a la distancia podrían matarnos a cualquiera- Noté el calor sanguíneo en el recorrido de piel con piel, incrementado porque mi mano estaba bastante fría debido al contacto con el vaso de whisky frío. Me recoloqué con satisfacción cuando pareció gustarle aquella pregunta, acompañando la victoria con un trago. Ni añadí mucho más a su respuesta, aunque quizás hubiera esperado que hablara algo más de aquella especie de idilio prepubescente con el soldadito.

La pregunta sobre mi pasado no me hizo ni pizca de gracia. Arrugué el gesto y aparté la cara, con la mandíbula levemente ladeada. Cogí el vaso de whisky, lleno hasta arriba, y me lo bebí de un trago. Su sabor había cambiado en ese momento a un sabor agrio y ácido a la vez, casi vomitivo. -No me gusta este juego- Rellené el vaso, de nuevo y me lo bebí de otra sentada, dejando el vaso con un golpe. Cogí aire y me hice con la cazadora, mientras los fantasmas del pasado empezaban a emborronar mi juicio. Me juré a mí mismo que no volvería a tocar aquel tema que me terminó por abandonar primero Londres y luego Alemania. -La puta humanidad es lo que me ha hecho esto- Contesté casi escupiendo aquellas palabras mirándolo con un enfado profundo, tajante y arrastrando la cazadora por encima de la barra del bar y dejando en su lugar las monedas de la bebida, tanto de la chica como de las mías. Tras aquel momento en el que se jodió la fiesta, y ligeramente mareado por el alcohol, salí de allí golpeando la puerta, para parar por cualquier banco de la plaza de la isla para recomponer la compostura antes de marcharme a casa.

Tuve que mover cielo y tierra para averiguar dónde se había metido la pelirroja después del interrogatorio con Amaya. Aún no había terminado de atar todos los cabos de aquella rocambolesca historia, sino que tenía ligeros retazos del completo. Sabía lo de la droga aquella inyectada, lo del control mental era algo que ya me había supuesto, pero no sabía en qué encajaba en todo aquello Éamon o Andreas y mucho menos cómo habían conseguido acceder a la mente de Chloe. En la Guardia tampoco obtuve muchas más respuestas, por lo que tuve que pasar por el hospital antes de que alguien me chivara que se encontraba en el bar.

Ya había acabado mi turno, por lo que iba en ropa de calle. Vaqueros pitillo, deportivas blancas, un jersey de pico. Aquel día habíamos estado de maniobras vigilando a los Pendragon y al árbol, por lo que me había duchado antes de salir de casa. Al llegar me choqué con Oscurus, que salía de aquel tugurio de mala muerte. No le dije nada porque parecía ir un poco tocado, apenas le dirigí una mirada molesta para verle alejarse antes de que se cerrara la puerta y pudiera buscar entre los presentes cierta cabellera roja que me arrancó una sonrisa. Traté de llegar a la barra, pero por algún tipo de razón, la gente parecía quererse en medio del camino, joder, ¿no tenían bar para moverse y no por el medio de mi camino? Suspiré algo mosqueado por el tema hasta llegar a ella -¡Chloe! Fui a buscarte al hospital cuando me dijeron que Amaya te había llamado a declarar. ¿Todo bien?-

Iba a buscar su mano para mostrarle mi apoyo cuando me topé con el vaso de whisky y la botella a su lado. No me parecía una actitud muy sensata emborracharse sola después de un testimonio y por un segundo pensé que la cosa había salido mal y mi gesto cambió al de preocupación para mirarle a los ojos y la cara… sin embargo, me topé con el otro vaso de whisky vacío a su lado. No, claro, idiota, no estaba sola. No quise preguntar ni añadir nada más sobre aquello, pero me hizo sentir terriblemente incómodo -Igual he interrumpido algo, lo siento-

Conforme pasaban los minutos comencé a darme cuenta de que el humor de Oscurus empeoraba, si es que eso era posible. Al principio pensé que se había molestado por corregirle una palabra, o incluso por haber bromeado con lo de tirarse a la Pendragon. - Estaba de broma, no te lo tomes tan en serio. - Después me empezó a parecer hasta siniestro por su explicación sobre el poder de la magia de sangre a la vez que movía su mano desde mi brazo hacia el pecho, mirándolo con desconfianza y cierta incomodidad por el modo en que un simple juego de beber había transformado la situación. Dejé el vaso en la barra cuando dijo que no le gustaba ese juego, negando con la cabeza perpleja mientras intentaba reconducir la situación.

- Vale, ya está, lo dejamos. - mi gesto de confusión fue a más cuando dijo lo de la puta humanidad, así, en general. Me puse en pie de manera impulsiva por culpa del alcohol, tambaleándome levemente antes de apoyar una mano en la barra. - ¿Sabes qué? que así es imposible ayudarte. ¡Sólo quería comprenderte mejor! - estaba claro que algo le había pasado, de lo contrario no reaccionaría de ese modo tan exagerado. Bufé frustrada mientras dejaba las monedas en la barra, ya no quería que me invitase a nada. Lo vi marcharse sin intentar detenerlo, murmurando por lo bajo cosas como "inmaduro" o "amargado". Había sido todo muy raro y repentino.

La voz de Ben me hizo dar un pequeño respingo, pues ni siquiera lo había oído o visto acercarse. El día podía mejorar bastante o fastidiarse definitivamente. Lo miré con cara de infinitas disculpas por lo que le había hecho al atacarle en la celda, pero no llegué a decir nada porque se dio cuenta de lo del vaso. - No interrumpes nada. El jefe se ha enfadado conmigo por hacerle preguntas. - suspiré resignada, dándole un abrazo con demasiado ímpetu a continuación hasta tal punto que choque la cabeza contra su pecho de forma un poco bruta. - Perdona por lo de pincharte en el cuello, y por lo de dejarte en la celda, y por lo de engañarte para sacar a los ministros. Quiero compensarte de algún modo.

Justo cuando entraba Oscurus salía y chocaba con mi hombro. Mascullaba, y no precisamente en un tono bajo, algo como “¡Ni falta que me hace!”. Le miré con molestia, antes de que la puerta recibiera aquel golpe. Con la confesión de Chloe quedaba clara aquella reacción tan exacerbada por parte del sanitario… el problema con él es que, en verdad, nunca sabías cuándo estaba realmente enfadado o simplemente era él. Y por el murmullo de Chloe, sí, debía de haber llegado en el peor momento de… algo. Todas las sospechas infundadas se pasaron una vez que Chloe explicó la versión de los hechos, cuadrando todas las piezas. Rodeé con mis brazos su cuerpo cuando me abrazó, tratando de quitarle peso a aquella incómoda situación, golpe de cabeza incluido, del que conseguí librarme con bastante estilo -No le hagas mucho caso. Él es así, ya sabes: “soy un hombre atormentado y el mundo me odia”. Muy cliché de alguna película muggle-

El comentario sobre el pinchazo, las disculpas, hicieron que dibujara una sonrisa divertida. Un anécdota más. Me separé de aquel abrazo, con cuidado, para sentarme en el taburete que estaba más cerca, el contrario a donde estaba Oscurus. -Uhm… te perdono si invitas a una ronda- Le dije señalando la botella de whisky y pidiendo un vaso -Parece que quieres tomar la delantera, pero no pienso quedarme atrás- Teatralicé con un ficticio gesto de dolor mientras esperaba el vaso. Entonces atraje la botella con magia y me serví un buen trago, que no tardé en saborear. Uff, estaba fuerte… cerré los ojos, estiré los músculos de la boca y arrugué la nariz. Aquello pegaba con ganas -¿Y qué le preguntabas al pobre Oscurus para que saliera corriendo de aquella manera? ¿Si tenía sentimientos o algo parecido?-

Quedé algo más tranquila cuando me devolvió el abrazo, demostrándome que no estaba enfadado por todo el jaleo del otro día. Enseguida lo apretujé un poco más y restregué la mejilla gatunamente contra su pecho de manera sentida. Era tan comprensivo que hasta intentaba que no le diese importancia a lo de Oscurus. - Ya...pero ahora me sabe mal que se haya ido así. Es mi jefe y últimamente creo que he abusado de su paciencia entre unas cosas y otras. Espero que no me despida. - solté a Ben por fin, separándome de él antes de que me pusiese esas condiciones para el perdón. Apoyé una mano en la barra, alzando el índice de la otra a modo de advertencia.

- Vaale, te invito a una ronda más, por ser tú, que ya creo que he bebido de más esta noche. - agité el vaso de whisky medio vacío, llenándolo después de que él lo hiciese. Me eché un par de tragos largos, haciendo una mueca al dejar el vaso. A poco que él bebiese también acabaría borracho con un par de esas. - Esto me recuerda a algo...- comenté con una sonrisa pícara desviando la mirada un momento hacia la zona de los baños, seguro que se acordaba de la noche que nos conocimos bastante a fondo. Parecía que había pasado una eternidad, y muchos problemas entre medias. Dejé el vaso en la barra un momento, negando con la cabeza sobre las preguntas a Oscurus.

- Claro que tiene sentimientos, pero no iba de eso. Era un juego de beber y hacer preguntas. Le he preguntado que...qué le hicieron en el pasado, o qué le pasó. Está claro que le ha pasado algo, de lo contrario pues no reaccionaría así ni sería de ese modo. Sólo quería ayudar. - me encogí de hombros, rellenando mi vaso y de paso el de Ben. - Pero mejor no me entrometo, porque mira lo que ha pasado. - tampoco era mi intención haber provocado eso, ni quería seguir hablando de él. - Contigo es más fácil hablar...no te enfadas por cualquier cosa.

Chloe se sentía calentita, y reconfortante, a pesar de que ella seguía rayada con aquel tema. Froté con suavidad su espalda con la palma de la mano -Como sigas frotándote así, me vas a gastar la ropa- Reí abiertamente, para separarme de ella mientras la tomaba por los hombros, sin desdibujar la sonrisa -O peor, le van a salir bolitas- No me importaba, en verdad, que las prendas se envejecieran rápido e hicieran bolitas si era por culpa de aquellos momentos. Era raro sentir tanto aprecio por una persona tan rápido, o eso es lo que siempre se había hablado. Pensándolo bien, la verdad, es que haber dejado todo atrás, quedarme en la isla… había sido una de las mejores ideas que se me habían planteado en la vida. Me senté en el taburete, todavía degustando el calor y olor, a pesar de que estaba mezclado con el whisky, de la brujita pelirroja -No te va a despedir. Idiota sería si lo hiciera. Él es así, ya lo viste en Turín. Además, y te lo confeso en secreto, creo que, en el fondo, le caes bien- Alcé la ceja al acabar aquella confesión, para la cual, bajé el tono de voz a uno más confidente. Aquello no era un secreto, por supuesto, pero tenía su gracia decirlo de esa manera. Aunque, debía reconocer, que eso me ponía un pelín celoso.

Desvié la mirada a donde ella lo hizo, localizando enseguida el baño. Enseguida retorné a la posición inicial, sonriendo con la misma malicia que ella. Ascendí la copa con whisky, antes de beberlo, a modo de brindis, con un breve guiño de ojo -Por los buenos momentos aún por descubrir- Claro, que el momento de galán se fue al traste por lo fuerte que estaba aquella mierda. Todavía seguí gesticulando la sensación de quemazón del alcohol mientras ella hablaba, con cara de asco. Mejor, porque creo que aquella bebida me había robado la voz como Úrsula a Ariel, menos mal que era ella la que había retomado la conversación. -Todo…. Todo el mundo tiene cicatrices del pasado, hay veces… ¿en serio cómo puedes beber eso con tanta facilidad? Sabe peor que una multijugos…- Aquel brebaje daba vueltas por mi esófago de una manera hiriente y cruel. -Todos tenemos nuestro carácter- No quería mentirle al respecto, Lyran pudo haber sido testigo de ello. Ella misma lo vio aquel día en el hospital -Está claro que, de buenas no te va a decir nada. Si quieres hacerle hablar usa una veritaserum… un pensadero…. Control mentaaaaaal- Gesticulé con los dedos haciendo chiribitas alrededor de nuestras caras. Esperaba que no le diera una idea. Eso sí, pedí al camarero enseguida que me diera cualquier otra cosa que no fuera aquel engrudo. Y comida, necesitaba matar aquel mal sabor.

-Oye, ¿y qué te ha dicho Amaya?- Habían traído unas chips, de modo que aquel tentempié se tornó de lo más interesante como acompañamiento de la historia, como palomitas con una película.

Acabé por reírme con su comentario de sacarle bolas a la ropa, disculpándome después porque a veces podía ser cercana de más sin proponérmelo. Luego puse cara de no tenerlas todas conmigo con eso de que Oscurus no fuera a despedirme. Podía sustituirme por otra que no le incomodase con preguntas o no le causase problemas. - Ya veremos. - murmuré poco convencida, recordando el incidente de Turín cuando fuimos a derrotar definitivamente a S.A.M. Había partes que recordaba mejor que otras, sobre todo las que tenían que ver con Ben protegiéndome. - Bah, me da igual caerle bien. Ya he asumido que no le puedes caer bien a todo el mundo. - alcé la copa para unirme al brindis con él, chocando más fuerte de la cuenta de modo que cayeron unas cuantas gotas a la barra. La cara que puso fue bastante graciosa, así que le pinché en la mejilla con el dedo.

- No es para taaanto. Aunque he probado otras cosas mejores y que suben menos. - admití, suponiendo que aquello me iba a dejar dolor de cabeza al día siguiente. Por suerte libraba en el trabajo. - Una cosa es tener carácter y otra...bueno, ya has visto cómo se ha ido. - le miré con incredulidad alzando una ceja cuando propuso todo eso para que hablase, desde veritaserum a control mental. En esas cosas se notaba su pasado como auror. - ¿Qué dices? no voy a obligarle a nada...si lo hace que sea porque confía en mí o necesita hablar. Además, tampoco soy investigadora ni tengo que ir detrás de él a sacarle la verdad. - empecé a picotear el aperitivo que trajeron, acabándome enseguida lo poco que quedaba de la copa. Me aparté un poco el pelo de la cara, resoplando agobiada con el tema de Amaya. - Pues nada, que hasta que no viera mis recuerdos en un pensadero no iba a creerlo del todo. Muchas preguntas concretas. Hace bien su trabajo, de eso no hay duda, pero...suponía que después de todo tendrían más confianza en mí. Ya te dirá algo a ti, supongo. - me quedé con gesto pensativo mirando al fondo de la copa, dándome cuenta de que me estaba entrando algo de sueño.

- Creeo que lo mejor será que me vaya a casa a dormir, pero habiendo bebido es mejor no desaparecerse. No quiero acabar por ahí escindida. ¿Me acompañas por el camino?

-No seas agonías. No te pega- Terminé por reñirle, con confianza con ella, por seguir con aquella actitud. Se había empecinado en que iba a despedirla, y sinceramente, dudaba mucho que por cuatro comentarios sacados de contexto el medimago tomara represalias. Añadí un gruñido mudo cuando siguió con aquello. Ni que tuviera ganas de que la despidiera, quizá fuera eso. -Por todos aquellos a los que no les caemos bien- Resumí y zanjé, con aquel brindis.

Alcé la mirada hacia la puerta al hablar del carácter de aquel hombre, por si le daba por aparecer, luego volví a Chloe. -Nadie dijo nada de obligar. Todo puede ser… accidental. Accidentalmente pronuncié este hechizo de la verdad cerca de ti…- Me encogí de hombros, bastante divertido por su tono en el que parecía escandalizada por aquello. No sé de qué se sorprendía, le habían pinchado no sé qué mierda en el cuello para controlar su cuerpo y/o mente. -En el fondo te cae bien, por eso quieres que confíe en ti, pobre alma atormentada. Admítelo, aunque te pongas a la defensiva, sabes que tengo un poquitito de razón. Conociéndote, tratarás de salvarle de sí mismo- Alcé las cejas, declarando mi propia conclusión. Solo esperaba que todo aquello no fuera más que una amistad que se extendía más allá de las horas del trabajo. Con Lucio no se tomaba esas licencias, por algún motivo sería. Las patatas se tornaron un manjar espectacular para pasar aquel mal sabor de boca de la bebida, siendo el acompañante perfecto para la historia de Amaya, asintiendo a lo del trabajo.

-Se solucionará pronto. No te preocupes por mí, me las apañaré- Me incliné hacia ella cuando la vi tan agobiada. Le retiré de la frente el mismo mechón que ella había tratado de apartarse, pero con el soplido había vuelto a descolocarse, y le di un suave beso en la frente. Asentí a lo de no desaparecerse. Me levanté del taburete para empezar a recoger cuando dijo que estaba cansada. -Por supuesto- Pagamos y salimos de allí. Y como buen caballero acompañé a la pelirroja hasta sus habitaciones, un tanto taciturnos por los temas que habíamos dejado atrás, pero dejándome que pensar a mi regreso sobre lanzar una campaña hacia cierto tipo.

Había tratado de engañarme a mí mismo que aquella mofa había sido el empujón que Arleen necesitaba para poder, de verdad, tomar el suficiente coraje como para atreverse a abofetear a aquellos tipos que le habían inculcado desde pequeños, que estaban en la cumbre de la sociedad mágica. Sabía que si no era contundente al final se reblandecería, agacharía las orejas y volvería a esconderse, como había hecho en la sala de personal antes. Sí, trataba de engañarme de aquella manera. Que aquello era el punto de inflexión que necesitaría.

Pero el bofetón todavía dolía. Y sabía que con aquella era una marca que se borraría, pero no la herida creada en la relación con la maga. Otra relación que se iría a la mierda, con total seguridad. Se enfadaría, con razón, y no la culpo por ello, pero las consecuencias no habían sido medidas. La culpabilidad me terminó por llevar, de nuevo, al bar de Ouroboros. Ya habían cerrado la tasca de mala muerte y olor a vómito que había encontrado en la superficie. Apestaba a alcohol, culpabilidad y muy mal humor cuando entré en la taberna zigzagueando. Era de día, creo, o estaba despuntando el alba. Con un suspiro pesado me dejé caer en uno de esos taburetes, pidiendo al camarero algo, de lo de siempre. Y esta vez cargado. Hubo un grito de que aquello era una orden, bajo el alcoholismo, la reticencia del tendero y las pocas ganas de hablar con nadie a aquella hora.

Es más, le quité la botella y yo mismo me serví lo que quería en aquel momento y con un gruñido le dije que se fuera. Debía oler a sudor, whisky, pero tenía los sentidos tan embotados en aquel momento que ni lo pude saber. El primer vaso entró solo a pesar de que la bebida estaba caliente, y ya no sabía si lo que estaba tragando era Jack Daniel’s o garrafón, en ese momento ya todo daba igual, como tantas otras cosas. Suspiré de una forma pesada, cansada, botella en mano y el vaso medio vacío en la otra. Medio vacío como mi vida. Hosco, malhumorado y borde. Soledad. Aquello era lo que me merecía. Morir solo.

Una ducha, media cafetera cargada en el sistema, unas prendas de ropa elegidas con buen gusto para la fresca mañana que hacía ese día en la isla, y todo listo para empezar aquel día.

Sí, se había tomado muchas molestias por acicalarse y mejorar bien su aspecto, que, salvo por aquellas sempiternas ojeras y un pelo un tanto despeinado, era impoluto. Nadie podría adivinar la resaca que llevaba encima por lo del dia anterior. Nadie salvo su nonna, claro, que al verlo llegar de esa guisa al taller, le habia tirado la chancla a la cabeza y casi lo mata. Discutieron en italiano, una vez más, y al final todo se saldó con que él iría y le traería limoncello del bar, para el desayuno, se arreglaría las pintas antes y seguiría con su trabajo.

Asi que en ello estaba, leyendo los mensajes que tenía...releyendo uno en concreto porque no terminaba de entenderlo del todo.

"bueno, pues vale, pues se lo hago. Puedo pedirle ayuda a Arleen, asi se marca ella otro diseño"

Entré al bar dandome cuenta que quizá era muy temprano, pero alcé las cejas al ver a Oscurus.

- A tí quería yo verte. Buongiorno, camariere! - le dije despues al barman. - Teneis limoncello? - al acercarme a Oscurus me percaté de su peste, su mal aspecto, el vaso, la botella...todo. Era yo, pero sin asear.

El muy guarro.

El barman se fue para adentro del almacen con la excusa de buscarme el limoncello.... y yo me senté al lado de Oscurus mirandolo con asquito. Aprovechando, comencé a hablarle en italiano.

- Que diablos estás haciendo Oscurus? - vamos, que era evidente y lo entendía muy bien. Pero el camarero se habia ido casi con cara de acojone.

El objetivo del día era aprovechar el día libre para ir a comerse al bar una de esas hamburguesas tan buenas que ponían a primera hora, y de paso olvidarse un poco del plantón que le había dado Ben el día que habían quedado. Total...para qué iba a molestarse si no eran nada. Sólo amigos o algo así que una vez se liaron. No iba a amargarse por ello. Quería su maldita hamburguesa y luego vería en qué se entretenía el resto del día.

Al entrar al bar fue directa a pedirla al camarero, aunque su ojo cotilla no pudo evitar fijarse en Oscurus y Gio, sentados en la otra esquina de la barra. No escuchaba mucho de su conversación, pero parecía que el jefe iba bebido y llevaba su habitual cara de amarguer. Todavía recordaba cuando había intentado ayudarle y hablar con él y solo había obtenido malas caras y malas respuestas. Aún así le daba pena, pero si no le dejaba acercarse...difícil. Tal vez le quedase grande el puesto de Descendiente. Esperó a que le trajesen la hamburguesa, y se puso a comerla poniendo la oreja a la conversación.

Voces. Voces cantarinas, madrugadoras. Estridentes. Es que no podían dejarme en paz, que no veían que estaba mejor solo. Solo me había criado, bueno pues solo moriría. Era un tren que solo que se pilla una vez en la vida y el mío ya pasó. Ciao, bambina. Siguiente estación. Ni siquiera me digné a girar el rostro para darle la bienvenida al italiano, más bien rodé los ojos y mascullé con molestia algún insulto que podría ser en alemán, inglés o italiano. A esas horas daba igual, que podía ser suajili. Gili, de gilipollas. Terminé el vaso de whiskey calenturiento para servir otra copa, ¿Que qué estaba haciendo? Supuse que explicar que sumirse en una espiral de autodestrucción, tratar de olvidar las malas decisiones con alcohol, afrontar que la habías cagado y tu orgullo no te iba a permitir pedir disculpas porque sabías que tenías razón era algo demasiado largo de explicar. Y no tenía ni ganas, ni paciencia, ni humor, ni la cabeza en su sitio para hablar.

Añadí una risotada mientras dejaba la botella con un golpe sobre la barra -Desayunar, no te jode- Le contesté de forma airada, con la poca vocalización que permitía que el alcohol nocturno, arqueando un tanto más la espalda. ¿Qué mierda hacía aquí? Ah, sí, había quedado con él. Mal momento. Ni siquiera le pregunté qué hacía allí, porque ahora mismo la isla me daba exactamente igual. Ojalá el árbol es de mierda se extendiera por todas partes, acabara con la magia de todo y de todos y la isla cayera al Atlántico. Oh, sí, sería un espectáculo digno de ver: un pedrolo insufrible sumido en el desagüe de su propio ego, mientras salpicaba a todas las costas con el posible tsunami. A la mierda la humanidad. A la mierda la sociedad. A la mierda la Paz. A la mierda todos.

Uf. Odiaba hacer de persona que se preocupa por otra persona, se me daba fatal. O sea no es que no me importase que un compañero del Consejo estuviera jodido, si me importaba, era solo que me incomodaba, y con Oscurus pues tenia como cero confianza, me caia regulero.

- Ah, muy bien. - respondi cuando dijo que estaba desayunando y estampó asi la botella antes de sumirse en su silencio de nuevo, tras rellenarselo.

- Porque apestas a autocompasión y whisky calentuzo, no a desayuno. - seguí hablándole en italiano, veréis, queria preservar un poco su imagen, pese a todo. Le hablé con una falsísima sonrisa, aunque mis palabras eran horriblemente sinceras. - Y es patético, Oscurus.

Vale, que yo me había dedicado a lo mismo y probablemente la misma noche que él, habiamos andado los dos por Londres...borrachos como cubas y vete a saber. Pero yo mantenía mis affairs y mis resacas a raya, y sobre todo, habia dejado de beber hacía mas de 8 horas.

Con no demasiada agilidad porque me dolia todo el cuerpo, me aupé sobre la barra, rodé por encima de ella y caí del otro lado, apoyando los pies y pasando del lado del camarero ausentado. Miré a la recién llegada, pero no reparé mucho en ella. Me fui a la cafetera del bar y comencé a preparar una buena jarra de café intenso, dejando a Oscurus un par de minutos más sumido en su mierda. Cuando estuvo, volví con él, con la jarra y dos tazas que llené hasta arriba. Luego, le quité el vaso y la botella de whisky, arrancándoselas de sus ebrias y pegajosas manos.

- no puedo dejar que ninguno de mis compañeros sea tan patético. Bebe café.

-Sí, claro, de puta madre- Mascullé entre dientes a su estúpida respuesta, clavando la mirada en el frente, frunciendo más el ceño y tornándose la mirada más oscura. ¿Es que no podrían dejarle en paz? Se conoce que no y que el italiano se había levantado con especial verborrea, y seguía dándole a la sinhueso, con aquella voz tan taladrante, ¿en serio estaba pensando, por una milésima de segundo, que lo que estuviera diciendo me importaba? -Me come las pelotas por detrás, lo que sea o no sea-

Sí, era patético. Ya lo sabía, como todas y cada unas de las noches, no hacía falta que se lo recordaran a cada momento. Lo que más le jodía es haber sobrepasado la línea roja que no tendría que haber hecho. Pero ya daría igual. Bufó con molestia dándole la espalda al italinao, pero como parecía que no lo había entendido siguió con sus cosas detrás de la barra -Lo que opines o dejes de opinar tiene el mismo valor que … - ¿Mi palabra? ¿Mi opinión? ¿Mi vida? -… yo qué sé, niente. Nada. Cero- No tenía la mente en aquel momento para buscar cualquier respuesta matemática interesante para responderle.  En verdad, cuando le respondí aquello ya no había delante nadie a quien gruñirle, pensando que se había ido. Tan solo la barra de madera, toca marcada por los cercos de las bebidas, como cráteres de la luna, o dunas del desierto dibujando formas curiosas. Desierto que podría abrirse en aquel momento.

Alcé la mirada con hostilidad cuando volvió, pensando que si de verdad no se cansaba nunca. Ah, pero lo de la botella ya era la gota que colmó el vaso, nunca mejor dicho. Golpeé la barra con las dos manos para ponerme en pie, aunque al hacerlo perdí el equilibrio patéticamente -¿Es que no lo entiendes? ¡No quiero tu puto café! ¡No quiero nada de nadie!-  Le grité, primero me señalé con los dedos cerrados la sien, y entonces cogí la taza de café, le amenacé con ella y la tiré al suelo. Quizás salpicase a todos los presentes, quizás manchara las prendas impolutas de Giordano, quizás saltaran cascotes a Chloe. Sinceramente, me daba igual, así se fueran todos al infierno -Dejadme en paz. Dejadme todos en paz- Le gruñí quitándole la botella de la mano con un gesto brusco y me dispuse a salir de aquella taberna, si es que no iba a dejarme en paz, bebería en el borde la isla. Con suerte me caería, o me empujasen, por desgracia era demasiado patético hasta para librar al mundo de mi hastío por mi propia fuerza de voluntad. Que vuelva Lucio, todos eran más felices con Lucio. Había que reconocerlo.

Pero no pude salir. Porque estaba demasiado mareado para ello. Me apoyé en el resquicio de la puerta con el codo. Sed. Bebí de la botella para tratar de bajar lo que el estómago se empeñaba en expulsar. Solo… necesitaba un segundo para recobrar fuerzas… Un segundo que me pareció durar una hora, con la cara escondida entre el ángulo del codo y los dientes apretados. Empecé a mascullar, seguramente nadie lo entendiera, pero luego se fue escuchando más claramente y los golpes con el puño tampoco ayudaban a pasar desapercibido. Ya qué más daba -Merda…. Merda…. Merda….- Era la culpabilidad la que hablaba en aquel momento. Profunda, visceral. Remordimiento. Asco. Culpa.



Éxito (para Gio): bebe café
Fallo (te jodes): le tiro el café

El miembro 'Oscurus Galenus' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

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'Probabilidad' :