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Recuerdo del primer mensaje :
La calma reina en el bosque que ni los insectos atreven a perturbar. Un laberinto de ramas prominentes y follaje de hojas, En lo profundo del bosque, un sitio sagrado, donde la línea entre dos mundos deja de existir. Una combinación a viejo bosque, mezclado con la revitalizante y juvenil esencia de las flores.
Dotados de una arquitectura y jerarquía única el clan de Fenrir vive casi recluido, entregados a sus costumbres, creencias y tradiciones. El marrón y verde lo cubren todo, mantos de pintura natural, de madera contra madera y de formas que respetan el más cuidado balance primigenio. Así, el corazón de la villa está atravesado por un viejo río que, según leyendas transmitidas de generación en generación, jamás se ha secado o escapado de su cauce. Todo edificio es abierto, de múltiples entradas y ventanas que permiten mantener todo sentido bañado en lo que ocurre fuera. El lobo no es un animal que se permita encierro. No existe una división física entre los grupos que pertenecen a este clan, sin embargo las alturas y zonas más accesibles a la luz son ocupadas por las familias bajo el manto del lobo del sol. Su contracara prefiere los lugares de perpetua sombra o donde la luz de la noche puede filtrarse y crear bellos patrones color plata sobre el lienzo del bosque. Asimismo, hay gran cantidad de cuevas y túneles que conectan distintas partes de este refugio lleno de historia, ancestrales huecos que mucho tiempo atrás dieron cobijo a los primeros integrantes del clan.
Pocos conocen las historias detrás del estilo de construcción, y son contados con los dedos de una mano los aún capaces de reproducirlo. En la actualidad, los esfuerzos están puestos en mantener lo ya creado y expandir el territorio de la manada con estructuras más simples.
Las Fauces de Fenrir:
Frase grabada dentro del recinto y que le da nombre al estrictamente más grande edificio dentro del territorio. De controlado acceso, es un sitio al cual solo los devotos de más alto rango de la creencia pueden acceder. Repleto de mitos y secretos, muchos han llegado ingresar a lo largo de la historia y luego perdido entre sus laberínticas paredes de madera y metal cubiertas de vegetación. Se le considera el único templo dedicado al gran lobo y se le respeta como tal. Mucho se rumorea de este sitio pero poco con algo de certeza. De boca en boca pasa el cuento de que se ha visto una figura transitar, entrar y salir con potestad en aquél misterioso interior.
El roble blanco
Es un descomunal árbol que se esconde más allá del templo cuidando la parte trasera del mismo. Los pocos magos que han llegado a verlo concuerdan que dadas sus características, algo así no puede ser simplemente casualidad de la naturaleza. Las raíces de este árbol se abren en el centro, dando paso a una enorme entrada hacia el núcleo que actualmente se encuentra prácticamente hueco y hace de residencia para el líder Hati, Oren Hitz. Coincidencia o no, todo su alrededor se conforma por un campo de flores de igual tono, en su mayoría lirios. Apartado, no es un lugar muy concurrido más que por su dueño y aquellos que van en su búsqueda.
La calma reina en el bosque que ni los insectos atreven a perturbar. Un laberinto de ramas prominentes y follaje de hojas, En lo profundo del bosque, un sitio sagrado, donde la línea entre dos mundos deja de existir. Una combinación a viejo bosque, mezclado con la revitalizante y juvenil esencia de las flores.
Dotados de una arquitectura y jerarquía única el clan de Fenrir vive casi recluido, entregados a sus costumbres, creencias y tradiciones. El marrón y verde lo cubren todo, mantos de pintura natural, de madera contra madera y de formas que respetan el más cuidado balance primigenio. Así, el corazón de la villa está atravesado por un viejo río que, según leyendas transmitidas de generación en generación, jamás se ha secado o escapado de su cauce. Todo edificio es abierto, de múltiples entradas y ventanas que permiten mantener todo sentido bañado en lo que ocurre fuera. El lobo no es un animal que se permita encierro. No existe una división física entre los grupos que pertenecen a este clan, sin embargo las alturas y zonas más accesibles a la luz son ocupadas por las familias bajo el manto del lobo del sol. Su contracara prefiere los lugares de perpetua sombra o donde la luz de la noche puede filtrarse y crear bellos patrones color plata sobre el lienzo del bosque. Asimismo, hay gran cantidad de cuevas y túneles que conectan distintas partes de este refugio lleno de historia, ancestrales huecos que mucho tiempo atrás dieron cobijo a los primeros integrantes del clan.
Pocos conocen las historias detrás del estilo de construcción, y son contados con los dedos de una mano los aún capaces de reproducirlo. En la actualidad, los esfuerzos están puestos en mantener lo ya creado y expandir el territorio de la manada con estructuras más simples.
Las Fauces de Fenrir:
Frase grabada dentro del recinto y que le da nombre al estrictamente más grande edificio dentro del territorio. De controlado acceso, es un sitio al cual solo los devotos de más alto rango de la creencia pueden acceder. Repleto de mitos y secretos, muchos han llegado ingresar a lo largo de la historia y luego perdido entre sus laberínticas paredes de madera y metal cubiertas de vegetación. Se le considera el único templo dedicado al gran lobo y se le respeta como tal. Mucho se rumorea de este sitio pero poco con algo de certeza. De boca en boca pasa el cuento de que se ha visto una figura transitar, entrar y salir con potestad en aquél misterioso interior.
El roble blanco
Es un descomunal árbol que se esconde más allá del templo cuidando la parte trasera del mismo. Los pocos magos que han llegado a verlo concuerdan que dadas sus características, algo así no puede ser simplemente casualidad de la naturaleza. Las raíces de este árbol se abren en el centro, dando paso a una enorme entrada hacia el núcleo que actualmente se encuentra prácticamente hueco y hace de residencia para el líder Hati, Oren Hitz. Coincidencia o no, todo su alrededor se conforma por un campo de flores de igual tono, en su mayoría lirios. Apartado, no es un lugar muy concurrido más que por su dueño y aquellos que van en su búsqueda.
El chico no se dio por vencido y le pidió que le hablara a su lider sobre él. "Bueno, ya solo te queda conocer a otro de ellos" se le pasó por la cabeza en un pequeño momento de ironía, pero no le dijo nada, todavía no.
Apretó su mano con fuerza y energía, contándole las nuevas más recientes. ¿Los humanos iban ganando la guerra? ¿En serio? No es que Connor tuviera una preferencia u otra por aquel conflicto, pero le parecía que los magos con todos sus trucos y habilidades tendrían más posibilidades. Claro que, después de tantos años, si no había terminado la guerra es porque todos son lo suficientemente fuertes como para aguantar.
Ian retrocedió un poco, se le veía nervioso, por supuesto sentía el peso de la luna más fuerte que ellos, que llevaban toda una vida aprendiendo a hacer lo posible por controlarse.
-No te separes de mí.
Fue lo único que le dijo, y luego se dio la vuelta y caminó por el bosque, sus hombres escoltándolos a una distancia prudente, dejando suficiente espacio para que pudiesen hablar sin sentirse incómodos.
-Nuestro Clan se rige por dos ramas: aquellos que siguen al líder Hati, lobos de la noche, menos dolor y sufrimiento. Me temo que no podrás conocerlo en un futuro próximo, pero nunca se sabe. En cuanto al otro, el líder Skoll se encarga de los lobos del día, mayor capacidad de regeneración y para recordar tus acciones lobunas. Considérate importante para que un líder venga a conocerte en persona, sobre todo justo antes de la luna llena.
Lo miró por encima del hombro, asegurándose que seguía allí. Apartó unas ramas para que pudiese pasar sin golpearse el rostro y poco después, más perdidos que encontrados, llegaron al pueblo. Las vistas desde allí eran preciosas, podía observarse el lugar casi al completo, (ciertos sitios quedaban ocultos, por si los enemigos llegaban hasta el poblado) y la gente caminaba ya hacia sus casas para prepararse para la noche.
-Este es mi hogar, mi gente y mi familia. Si eres capaz de que te acepten, entonces serás parte de ellos también. Pero primero debemos prepararnos, acompáñame.
Los dos, ya solos, bajaron hacia el campamento y recorrieron los caminos verdes hasta el río, donde algunos comenzaban a llegar, en un profundo silencio. La curiosidad se reflejaba en los ojos de todos, pero nadie decía nada. Los lobos del sol, pronto bajo la luna, vestían elegantes túnicas que cubrían sus cuerpos templados, desnudos bajo las telas. Era el momento en que comenzaban sus plegarias al Gran Lobo, dejando que la naturaleza los invadiera con paz y armonía que lucharían por conservar durante la noche.
Una mujer hermosa, de cabellos plateados como Connor y unos labios finos se acercó a ellos, dándoles sus túnicas.
-Gracias, madre.
El joven miró a Ian, una mirada profunda, diciéndole que aquello no había sido presenciado por nadie de fuera del Clan en mucho tiempo, que tuviese cuidado. No solo con aquellas personas, sino consigo mismo. Ellos seguirían a su líder, en cierta manera, y su líder los protegería de cualquier amenaza, por lo que el chico corría cierto peligro si se descontrolaba demasiado. Solo que así es como Connor, y todos, habían aprendido: a fuerza de cometer errores y de intentar superarse. Tal vez con los rayos del nuevo día, el joven cambiase de opinión sobre querer unirse, pero él cumpliría su promesa brindándole una oportunidad. Si era capaz de sobrevivir a aquella noche entre desconocidos, bajo los ojos de los espíritus, entonces era muy probable que la mayoría lo aceptasen y lo animaran a intentar el control con los métodos del Clan, pero para eso debía mostrar su valía.
Connor se puso la capa sobre los hombros, dejó a un lado sus armas y luego se desvistió, para entrar al río con sus hermanos, los ojos cerrados y la respiración profunda, llamando la concentración y dejando ir todo lo demás.
-No pienses ahora, deja tu mente en blanco, deja que el agua lave tus pensamientos, tus sensaciones, tu rabia y frustración, no vas a necesitarlas esta noche.
Esas palabras le sonaron en cierto modo a Oren, y una pequeña sonrisa apareció en su rostro, pero se esfumó prontamente.
Apretó su mano con fuerza y energía, contándole las nuevas más recientes. ¿Los humanos iban ganando la guerra? ¿En serio? No es que Connor tuviera una preferencia u otra por aquel conflicto, pero le parecía que los magos con todos sus trucos y habilidades tendrían más posibilidades. Claro que, después de tantos años, si no había terminado la guerra es porque todos son lo suficientemente fuertes como para aguantar.
Ian retrocedió un poco, se le veía nervioso, por supuesto sentía el peso de la luna más fuerte que ellos, que llevaban toda una vida aprendiendo a hacer lo posible por controlarse.
-No te separes de mí.
Fue lo único que le dijo, y luego se dio la vuelta y caminó por el bosque, sus hombres escoltándolos a una distancia prudente, dejando suficiente espacio para que pudiesen hablar sin sentirse incómodos.
-Nuestro Clan se rige por dos ramas: aquellos que siguen al líder Hati, lobos de la noche, menos dolor y sufrimiento. Me temo que no podrás conocerlo en un futuro próximo, pero nunca se sabe. En cuanto al otro, el líder Skoll se encarga de los lobos del día, mayor capacidad de regeneración y para recordar tus acciones lobunas. Considérate importante para que un líder venga a conocerte en persona, sobre todo justo antes de la luna llena.
Lo miró por encima del hombro, asegurándose que seguía allí. Apartó unas ramas para que pudiese pasar sin golpearse el rostro y poco después, más perdidos que encontrados, llegaron al pueblo. Las vistas desde allí eran preciosas, podía observarse el lugar casi al completo, (ciertos sitios quedaban ocultos, por si los enemigos llegaban hasta el poblado) y la gente caminaba ya hacia sus casas para prepararse para la noche.
-Este es mi hogar, mi gente y mi familia. Si eres capaz de que te acepten, entonces serás parte de ellos también. Pero primero debemos prepararnos, acompáñame.
Los dos, ya solos, bajaron hacia el campamento y recorrieron los caminos verdes hasta el río, donde algunos comenzaban a llegar, en un profundo silencio. La curiosidad se reflejaba en los ojos de todos, pero nadie decía nada. Los lobos del sol, pronto bajo la luna, vestían elegantes túnicas que cubrían sus cuerpos templados, desnudos bajo las telas. Era el momento en que comenzaban sus plegarias al Gran Lobo, dejando que la naturaleza los invadiera con paz y armonía que lucharían por conservar durante la noche.
Una mujer hermosa, de cabellos plateados como Connor y unos labios finos se acercó a ellos, dándoles sus túnicas.
-Gracias, madre.
El joven miró a Ian, una mirada profunda, diciéndole que aquello no había sido presenciado por nadie de fuera del Clan en mucho tiempo, que tuviese cuidado. No solo con aquellas personas, sino consigo mismo. Ellos seguirían a su líder, en cierta manera, y su líder los protegería de cualquier amenaza, por lo que el chico corría cierto peligro si se descontrolaba demasiado. Solo que así es como Connor, y todos, habían aprendido: a fuerza de cometer errores y de intentar superarse. Tal vez con los rayos del nuevo día, el joven cambiase de opinión sobre querer unirse, pero él cumpliría su promesa brindándole una oportunidad. Si era capaz de sobrevivir a aquella noche entre desconocidos, bajo los ojos de los espíritus, entonces era muy probable que la mayoría lo aceptasen y lo animaran a intentar el control con los métodos del Clan, pero para eso debía mostrar su valía.
Connor se puso la capa sobre los hombros, dejó a un lado sus armas y luego se desvistió, para entrar al río con sus hermanos, los ojos cerrados y la respiración profunda, llamando la concentración y dejando ir todo lo demás.
-No pienses ahora, deja tu mente en blanco, deja que el agua lave tus pensamientos, tus sensaciones, tu rabia y frustración, no vas a necesitarlas esta noche.
Esas palabras le sonaron en cierto modo a Oren, y una pequeña sonrisa apareció en su rostro, pero se esfumó prontamente.
Me tomo como un sí eso de que no me separe de él, con eso queda más que respondido lo de si debo largarme ya o no. Sea lo que sea ha decidido dejarme permanecer aquí. Probablemente vaya a guiarme a algún lugar del bosque todavía más alejado del exterior, mucho más de lo que ya estampamos. La transformación es ahora inminente, no sé si nos dará tiempo a alejarnos mucho. Lo sigo en silencio al principio, un poco extrañado por lo tranquilo que parece estar. Escucho sus palabras y explicaciones prestando toda mi atención, no tenía ni idea de que tienen dos líderes.
- Así que tenéis como dos cargos...tomando los nombres de la mitología. Supongo que el licántropo de los Descendientes sabrá también cosas sobre vosotros. - sería lógico, teniendo en cuenta que él también es capaz de dominar sus impulsos asesinos durante la luna llena. Está a otro nivel, algo que no es fácil de alcanzar para otros licántropos. Lo que no le digo es que yo soy capaz de recordar lo que hago durante la luna llena, pero no lo considero algo positivo, sino más bien una maldita secuela de lo que nos hicieron con aquel aparato de transformación permanente que duró un par de meses. A cada uno de los que estuvimos sometidos a eso nos quedó una secuela, aunque hubo varios que se llevaron la peor parte, perdiendo la memoria. Me quedo algo parado al sobreentender que él es uno de los líderes, por eso que dice de venir a buscarme, esperando haberle causado buena impresión para que me deje acceder al grupo y pertenecer a él. No sé cómo haré para que me acepten, parece que eso es decisión de varios. Y no lo veo mal, suena bastante 'democrático'. Lo sigo por los senderos por los que me guía, hasta llegar al más recóndito lugar de aquel bosque, en el que tienen el campamento. No pierdo detalle del paisaje que nos rodea, maravillado en cierto modo por el hecho de que puedan vivir allí, alejados de todo en plena naturaleza. Sólo le veo un aspecto negativo. Estar al margen del mundo significa abandonarlo. Dudo que yo sea capaz de hacer eso y de olvidarme de todo, aunque quisiera.
Cada vez siento más cerca la llamada de la luna, comenzando a sentir los primeros efectos de ésta. En otro momento intentaría salir corriendo para alejarme, pero no aquí. Al parecer tienen un extraño ritual antes de la transformación, desnudarse para ir hacia el río. Tiene sentido en cierto modo, así no se rompe la ropa cada mes, todo un desperdicio. No tengo ningún pudor en eso de quitarme la ropa, ya estoy más que acostumbrado a que casi todo el mundo me vea en cueros, así que me quito la ropa para dirigirme hacia el río junto a esos desconocidos. - Es difícil eso de dejar la mente en blanco...pase lo que pase intenta asegurarte de que no hago daño a nadie. - aunque lo más probable es que me lo hagan a mí al ser el que se descontrola, pero da igual, es lo que toca. Me meto hasta la cintura, sin dar demasiada importancia al agua helada, especialmente porque empieza la transformación y los dolores que ésta conlleva. Siento como mis huesos se desencajan y mis músculos se estiran, cayendo de rodillas al lecho del río, de tal manera que mi cabeza queda bajo el agua. El grito bajo el agua hace que trague bastante líquido, retorciéndome bajo la superficie como si estuviese ahogándome. Finalmente la transformación termina y mi altura de multiplica hasta hacer que la fuerte figura de un licántropo negro emerja de la superficie.
Aúllo a la luna tras sacudirme el agua de encima, husmeando después el aire para buscar presas. Pero no estoy rodeado de presas esta vez, sino de iguales. No los reconozco como tal, soy un lobo solitario en una manada ajena, así que me siento amenazado por ellos. Inicio así una lucha por el territorio, lanzándome contra el licántropo que ha quedado más cerca de mí, Connor.
- Así que tenéis como dos cargos...tomando los nombres de la mitología. Supongo que el licántropo de los Descendientes sabrá también cosas sobre vosotros. - sería lógico, teniendo en cuenta que él también es capaz de dominar sus impulsos asesinos durante la luna llena. Está a otro nivel, algo que no es fácil de alcanzar para otros licántropos. Lo que no le digo es que yo soy capaz de recordar lo que hago durante la luna llena, pero no lo considero algo positivo, sino más bien una maldita secuela de lo que nos hicieron con aquel aparato de transformación permanente que duró un par de meses. A cada uno de los que estuvimos sometidos a eso nos quedó una secuela, aunque hubo varios que se llevaron la peor parte, perdiendo la memoria. Me quedo algo parado al sobreentender que él es uno de los líderes, por eso que dice de venir a buscarme, esperando haberle causado buena impresión para que me deje acceder al grupo y pertenecer a él. No sé cómo haré para que me acepten, parece que eso es decisión de varios. Y no lo veo mal, suena bastante 'democrático'. Lo sigo por los senderos por los que me guía, hasta llegar al más recóndito lugar de aquel bosque, en el que tienen el campamento. No pierdo detalle del paisaje que nos rodea, maravillado en cierto modo por el hecho de que puedan vivir allí, alejados de todo en plena naturaleza. Sólo le veo un aspecto negativo. Estar al margen del mundo significa abandonarlo. Dudo que yo sea capaz de hacer eso y de olvidarme de todo, aunque quisiera.
Cada vez siento más cerca la llamada de la luna, comenzando a sentir los primeros efectos de ésta. En otro momento intentaría salir corriendo para alejarme, pero no aquí. Al parecer tienen un extraño ritual antes de la transformación, desnudarse para ir hacia el río. Tiene sentido en cierto modo, así no se rompe la ropa cada mes, todo un desperdicio. No tengo ningún pudor en eso de quitarme la ropa, ya estoy más que acostumbrado a que casi todo el mundo me vea en cueros, así que me quito la ropa para dirigirme hacia el río junto a esos desconocidos. - Es difícil eso de dejar la mente en blanco...pase lo que pase intenta asegurarte de que no hago daño a nadie. - aunque lo más probable es que me lo hagan a mí al ser el que se descontrola, pero da igual, es lo que toca. Me meto hasta la cintura, sin dar demasiada importancia al agua helada, especialmente porque empieza la transformación y los dolores que ésta conlleva. Siento como mis huesos se desencajan y mis músculos se estiran, cayendo de rodillas al lecho del río, de tal manera que mi cabeza queda bajo el agua. El grito bajo el agua hace que trague bastante líquido, retorciéndome bajo la superficie como si estuviese ahogándome. Finalmente la transformación termina y mi altura de multiplica hasta hacer que la fuerte figura de un licántropo negro emerja de la superficie.
Aúllo a la luna tras sacudirme el agua de encima, husmeando después el aire para buscar presas. Pero no estoy rodeado de presas esta vez, sino de iguales. No los reconozco como tal, soy un lobo solitario en una manada ajena, así que me siento amenazado por ellos. Inicio así una lucha por el territorio, lanzándome contra el licántropo que ha quedado más cerca de mí, Connor.
-Tenlo por seguro.-fue lo último que dijo, antes de que empezase la transformación.
Los demás, poco a poco, iban retorciéndose y dejando que sus cuerpos se cubrieran de pelo y garras y afilados caninos. La Luna se elevaba sobre el horizonte, comenzando su camino por el cielo para contemplar a sus criaturas. Entonces…
Abrí los ojos. La oscuridad ya no era un problema, podía ver a través de ella y comprobar que mi manada estaba allí, a salvo. Entonces un olor llegó hasta mi hocico, un extraño que llamaba a la Luna, un extraño en mi territorio. Apenas tuve tiempo de girar la cabeza para interceder en su trayectoria hacia mi cuello, llevándome una dentellada peligrosamente cerca del ojo. Eso me enfureció, y puso al resto alerta, pero no permití que interfirieran, era mi lucha. Un lobo solitario no podría contra uno de los líderes del Clan y descendiente del Gran Lobo, iba a matarlo.
Rápido salí del agua, guiándolo al terreno plano de la orilla, donde me deshice de la tela que cubría mi figura y dejando que mi grisáceo pelaje reflejara la luz de nuestro astro. Entonces puse todo el peso en mis patas traseras y me lancé hacia aquel lobo intruso, buscando tumbarlo en el suelo, dominarlo.
-¡Grraaah…!
Los demás, poco a poco, iban retorciéndose y dejando que sus cuerpos se cubrieran de pelo y garras y afilados caninos. La Luna se elevaba sobre el horizonte, comenzando su camino por el cielo para contemplar a sus criaturas. Entonces…
Abrí los ojos. La oscuridad ya no era un problema, podía ver a través de ella y comprobar que mi manada estaba allí, a salvo. Entonces un olor llegó hasta mi hocico, un extraño que llamaba a la Luna, un extraño en mi territorio. Apenas tuve tiempo de girar la cabeza para interceder en su trayectoria hacia mi cuello, llevándome una dentellada peligrosamente cerca del ojo. Eso me enfureció, y puso al resto alerta, pero no permití que interfirieran, era mi lucha. Un lobo solitario no podría contra uno de los líderes del Clan y descendiente del Gran Lobo, iba a matarlo.
Rápido salí del agua, guiándolo al terreno plano de la orilla, donde me deshice de la tela que cubría mi figura y dejando que mi grisáceo pelaje reflejara la luz de nuestro astro. Entonces puse todo el peso en mis patas traseras y me lancé hacia aquel lobo intruso, buscando tumbarlo en el suelo, dominarlo.
-¡Grraaah…!
Afortunadamente para ambos mi ataque directo a la yugular no tiene éxito, Connor consigue zafarse de la dentellada dirigida hacia él. Rápidamente sale del agua para que yo lo siga, cosa que no dudo en hacer, sacudiéndome el agua del negro pelaje al pisar la orilla. Gruño mostrando mis dientes, bajando la cabeza como si estuviese acechando y a punto de atacar de nuevo. Actúo de manera más agresiva al sentirme amenazado por estar en terreno extraño y rodeado de desconocidos, tal y como lo haría un animal acorralado. En estos momentos no soy consciente de que ellos no son el enemigo, simplemente ataco a todo lo que tenga a mi alrededor.
Tanteo la fuerza de mi enemigo, moviéndome delante de él de un lado hacia otro, como describiendo un semicírculo. Él resulta ser más rápido que yo, lanzándose para atacarme a gran velocidad. Al principio consigue empujarme y tumbarme en el suelo, haciendo que caiga sobre uno de los costados, quedando aprisionado bajo sus patas traseras. El líder del clan intenta doblegarme de ese modo, hacerse valer como dueño del lugar. Por mi parte trato de zafarme de él, removiéndome todo lo que puedo, agitando la cabeza de manera furiosa y gruñendo, soltando un zarpazo con mi garra libre a una de sus patas para tratar de quitarlo de encima. Necesito ganar espacio, ahora que he comprobado su fuerza necesito alejarme un poco para continuar con el ataque. El resto de lobos de alrededor permanecen quietos por ahora, como si respetasen la decisión de su líder. Mi intención es seguir luchando, al menos mientras pueda. Cuantos menos lobos tenga alrededor, más fácil me resultará luchar, al menos puedo intentarlo en un uno contra uno. Si su intención es doblegarme, tendré que aprender a base de golpes.
Tanteo la fuerza de mi enemigo, moviéndome delante de él de un lado hacia otro, como describiendo un semicírculo. Él resulta ser más rápido que yo, lanzándose para atacarme a gran velocidad. Al principio consigue empujarme y tumbarme en el suelo, haciendo que caiga sobre uno de los costados, quedando aprisionado bajo sus patas traseras. El líder del clan intenta doblegarme de ese modo, hacerse valer como dueño del lugar. Por mi parte trato de zafarme de él, removiéndome todo lo que puedo, agitando la cabeza de manera furiosa y gruñendo, soltando un zarpazo con mi garra libre a una de sus patas para tratar de quitarlo de encima. Necesito ganar espacio, ahora que he comprobado su fuerza necesito alejarme un poco para continuar con el ataque. El resto de lobos de alrededor permanecen quietos por ahora, como si respetasen la decisión de su líder. Mi intención es seguir luchando, al menos mientras pueda. Cuantos menos lobos tenga alrededor, más fácil me resultará luchar, al menos puedo intentarlo en un uno contra uno. Si su intención es doblegarme, tendré que aprender a base de golpes.
El lobo negro se agachó, acechando, esperando el momento para atacarme y buscando algún lugar mientras giraba entorno a mí. Pero no le dejé hacerlo y me tiré a por él primero, con fuerza. Conseguí aprisionarlo bajo mis patas, sentía cómo se revolvía y apretaba más contra el suelo, enseñando mis dientes. Los demás lobos escucharon el ruido de un animal, un enorme animal, tal vez un ciervo desvelado o un oso que despertaba tardío de su hibernación. Mi manada se separó, yo podía controlarlos en cierto modo, pero no contra sus instintos de caza y sangre. Algunos se quedaron, los más cercanos, y el resto partió junto con los lobos de la luna hacia aquel sonido. Otra noche yo los habría guiado, encabezando aquella partida, siendo el primero en atacar lo que se pusiese por delante. Pero no esa vez, no cuando mi liderazgo estaba siendo amenazado por un intruso, cuando lo creía tener ya dominado.
Era fuerte, seguía luchando por liberarse, y así consiguió arañar una de mis patas. Nada grave, pero escocía. Salté hacia atrás como acto reflejo y una loba ya mayor, de pelaje cano y poco abundante con ojos marrones que brillaban de ira se interpuso entre nosotros: era mi madre. Un pequeño instante de pánico me inundó, no, aquello no iba a pasar. La empujé a un lado tal vez con más ímpetu del que pretendía, pero la aparté de donde pudiese recibir daño y volví al ataque, abriendo mis fauces para clavar los dientes en la piel de su hombro.
Era fuerte, seguía luchando por liberarse, y así consiguió arañar una de mis patas. Nada grave, pero escocía. Salté hacia atrás como acto reflejo y una loba ya mayor, de pelaje cano y poco abundante con ojos marrones que brillaban de ira se interpuso entre nosotros: era mi madre. Un pequeño instante de pánico me inundó, no, aquello no iba a pasar. La empujé a un lado tal vez con más ímpetu del que pretendía, pero la aparté de donde pudiese recibir daño y volví al ataque, abriendo mis fauces para clavar los dientes en la piel de su hombro.
Mi zarpazo consigue apartar al líder del clan contra el que estoy luchando, haciendo que salte hacia atrás. Consigo ponerme en pie ahora que se ha alejado de mí, así que retrocedo unos cuantos pasos de espaldas, sin dejar de vigilar atentamente los movimientos del gran lobo que es mi rival esta noche. El resto de lobos de los alrededores se dispersan, a excepción de una loba de aspecto algo más anciano que el resto. No parece que quiera atacar, por lo que no le presto demasiada atención. Mi lucha es con el otro, el que supone verdaderamente una amenaza. La loba que se pone en medio recibe un buen empujón cuando Connor decide lanzarse de nuevo al ataque, justo en el momento en el que yo decido hacer lo mismo, tras gruñir y mostrar los colmillos de manera más que hostil. Lanzo un zarpazo dirigido a su ojo, pero al arrojarme con tanto ímpetu lo único que logro es que las fauces del Fenrir acaban hundidas en mi hombro de manera mucho más profunda, atravesando y desgarrando al intentar tirar hacia fuera. Aún así sigo tirando hasta que me libero de la mordida, retrocediendo de un salto hacia atrás. La sangre comienza a brotar de la herida, descendiendo por el oscuro pelaje hasta caer a la hierba.
A partir de ahora la pelea está bastante sentenciada, incluso si no siguiese podría decirse que él ya ha ganado ventaja. Pero todavía no me retiro de la pelea, aunque vaya cojeando. Vuelvo a la carga para seguir enfrentándome al lobo jefe, pero con el paso de las horas la situación se va inclinando cada vez más a su favor. Su fuerza y su técnica de control son mejores que las mías, su velocidad también es superior, y en general...podría decirse que es mejor en casi todos los aspectos. Eso no quiere decir que yo no consiga acertar en algún que otro ataque, pero el marcador de ataques exitosos sigue estando a su favor. Las heridas y el cansancio se van acumulando, las horas siguen transcurriendo en una encarnizada pelea hasta casi el amanecer. Durante la lucha nos hemos ido alejando del refugio de manera progresiva, hasta adentrarnos cada vez más en el bosque. Llegado el momento admito mi derrota, no puedo seguir luchando. Bajo la cabeza con un gruñido que ahora suena menos hostil, más bien suena a sonido de molestia, de aceptación. Además, las primeras luces del alba empiezan a despuntar en el horizonte, y con ello comienza nuestra vuelta a la normalidad.
Poco a poco voy recobrando mi forma normal, entre aullidos de bestia y gritos cada vez más humanos, hasta que tras varios minutos de transformación el lobo se marcha, dejando paso a mi forma humana. Quedo tendido boca abajo en la hierba, demasiado cansado todavía como para abrir los ojos.
A partir de ahora la pelea está bastante sentenciada, incluso si no siguiese podría decirse que él ya ha ganado ventaja. Pero todavía no me retiro de la pelea, aunque vaya cojeando. Vuelvo a la carga para seguir enfrentándome al lobo jefe, pero con el paso de las horas la situación se va inclinando cada vez más a su favor. Su fuerza y su técnica de control son mejores que las mías, su velocidad también es superior, y en general...podría decirse que es mejor en casi todos los aspectos. Eso no quiere decir que yo no consiga acertar en algún que otro ataque, pero el marcador de ataques exitosos sigue estando a su favor. Las heridas y el cansancio se van acumulando, las horas siguen transcurriendo en una encarnizada pelea hasta casi el amanecer. Durante la lucha nos hemos ido alejando del refugio de manera progresiva, hasta adentrarnos cada vez más en el bosque. Llegado el momento admito mi derrota, no puedo seguir luchando. Bajo la cabeza con un gruñido que ahora suena menos hostil, más bien suena a sonido de molestia, de aceptación. Además, las primeras luces del alba empiezan a despuntar en el horizonte, y con ello comienza nuestra vuelta a la normalidad.
Poco a poco voy recobrando mi forma normal, entre aullidos de bestia y gritos cada vez más humanos, hasta que tras varios minutos de transformación el lobo se marcha, dejando paso a mi forma humana. Quedo tendido boca abajo en la hierba, demasiado cansado todavía como para abrir los ojos.
Jean de Molay
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Nacionalidad
Un portal se forma a un par de metros de donde se desarrollaba la pelea principal de lycans, y de pronto me asomo, en medio de la oscuridad que se forma alrededor de mi magia y me encuentro, aunque un poco alejado, rodeado de unos gigantes lobos hambrientos.-Eh... mierda, me equivoque de coordenadas... lo siento!-
Me meto de nuevo desapareciendo de allí mientras puedo para no salir herido y me pongo a revisar mis coordenadas.
Me meto de nuevo desapareciendo de allí mientras puedo para no salir herido y me pongo a revisar mis coordenadas.
Sentí la sangre del lobo inundar mi mandíbula y su piel hundiéndose bajo mis dientes. Intentó liberarse, y aunque lo consiguió se llevó una buena herida de vuelta. Luego todo siguió como debía, nosotros luchando bajo la luna, los animales sobrecogidos por los guturales gruñidos que salían de nuestras gargantas, los demás lobos apartándose por la creciente violencia entre el lycan negro y yo. Nos fuimos alejando, hasta acabar en el bosque, la luna cayendo para alzarse el sol. Pero el otro lobo no había previsto que, tras pasar una vida aquí, sabía cómo utilizar los árboles y el terreno a mi favor. Llevó su coste, pero finalmente lo logré, y vi cómo ese gran animal de pelaje oscuro con el que llevaba batallando toda la noche se daba por vencido. Me acerqué a él, tal vez para examinarlo de cerca, para imponer, o para rematar lo empezado y acabar con el intruso. Pero realmente se había ganado su sitio allí, no podía discutir eso.
Antes de hacer nada más sentí la luna desapareciendo, clamando mi parte animal, llevándome por los senderos del dolor y la transformación una vez más. Mi cuerpo cayó al suelo sobre las hojas secas y la hierba húmeda por el rocío, gruñendo y moviéndose inquieto. Podía sentir mis huesos chocando, creciendo, estirando mi piel que iba dejando atrás su pelaje. Era hora de dejar a la bestia. Entonces…
Abrió los ojos. Connor se encontraba tumbado en el suelo, bocarriba, observando cómo el cielo se iba iluminando poco a poco, mientras respiraba despacio el aire frío de la mañana. El dolor iba menguando, pero seguía ahí, una palpitación permanente que le recordaba quién era. Al rato pudo incorporarse un poco sobre su brazo izquierdo, que mostraba el arañazo recibido, ya cicatrizando. El resto de heridas, menos profundas, se habían ido curando durante la noche.
Vio al joven allí tendido, de espaldas a él, todavía recuperándose de la transformación. Terminó de levantarse con cuidado pues sabía ya de ese terrible mareo que lo recorría después de volver a su forma humana, y se acercó a Ian despacio, examinándolo para ver la magnitud de sus heridas.
-Lo has hecho bien.-le dijo, tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse.
Tenían que volver al campamento, comprobar que nadie había sufrido daños, (no más de lo normal) y que todo seguía como debía ser. Ya le dirían algunos sobre el personaje que se había aparecido en medio de los lobos, aunque nadie comprendía bien si había pasado realmente o no.
Antes de hacer nada más sentí la luna desapareciendo, clamando mi parte animal, llevándome por los senderos del dolor y la transformación una vez más. Mi cuerpo cayó al suelo sobre las hojas secas y la hierba húmeda por el rocío, gruñendo y moviéndose inquieto. Podía sentir mis huesos chocando, creciendo, estirando mi piel que iba dejando atrás su pelaje. Era hora de dejar a la bestia. Entonces…
Abrió los ojos. Connor se encontraba tumbado en el suelo, bocarriba, observando cómo el cielo se iba iluminando poco a poco, mientras respiraba despacio el aire frío de la mañana. El dolor iba menguando, pero seguía ahí, una palpitación permanente que le recordaba quién era. Al rato pudo incorporarse un poco sobre su brazo izquierdo, que mostraba el arañazo recibido, ya cicatrizando. El resto de heridas, menos profundas, se habían ido curando durante la noche.
Vio al joven allí tendido, de espaldas a él, todavía recuperándose de la transformación. Terminó de levantarse con cuidado pues sabía ya de ese terrible mareo que lo recorría después de volver a su forma humana, y se acercó a Ian despacio, examinándolo para ver la magnitud de sus heridas.
-Lo has hecho bien.-le dijo, tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse.
Tenían que volver al campamento, comprobar que nadie había sufrido daños, (no más de lo normal) y que todo seguía como debía ser. Ya le dirían algunos sobre el personaje que se había aparecido en medio de los lobos, aunque nadie comprendía bien si había pasado realmente o no.
Permanezco tendido en el suelo durante algunos minutos más, despertando poco a poco, aunque el cansancio durará por lo menos un par de días. Es lo habitual después de la luna llena, pasarse los días siguientes como si hubieses tenido una resaca de las gordas, a las que no te acostumbras por mucho que repitas. Apoyo las manos sobre la hierba para incorporarme y sentarme después, con la cabeza un tanto ida. Las heridas hechas durante la noche han comenzado a curarse, aunque las más profundas tardarán un poco todavía. Al poder recordar el enfrentamiento sé que he perdido, antes incluso de que él venga a echarme la mano para decirme que lo he hecho bien. Tardo unos segundos en aceptar su mano, mirándolo con extrañeza al ver que no está enfadado conmigo por haberle atacado en su territorio, por mucho que yo no fuese consciente de mis actos. El hecho de que ambos estemos sin ropa no me importa lo más mínimo para hablar.
- No lo suficiente como para vencerte. - termino aceptando su mano con cierta resignación, poniéndome en pie con su ayuda. En parte me siento algo 'culpable' por haberlo atacado en su casa, pero también tranquilo al saber que estaba aquí, en este bosque, y que no ha pasado nada porque todos son licántropos. Puede que sea esto lo que necesite. Si me aceptan, claro. - Siento si causé muchos problemas anoche en tu clan. Ya sabes que no era mi intención armar jaleo aquí, aunque así has podido ver a lo que me refiero. No tengo la más mínima capacidad de control. Juraría que en tu caso no era así, que sabías lo que hacías, y...aunque me jode perder, sea a lo que sea, en este caso me importa menos porque creo que puede servirme para un futuro. - acepto mi derrota sin más problema, mirando con respeto al líder del clan que acabo de conocer.
No sé si me aceptarán, e imagino que la decisión tendrá que tomarla con más gente, pero tampoco puedo esperarme hasta que terminen de decidir qué harán porque me están esperando en otro sitio. - Supongo que tendréis que decidir si puedo entrar o no, y que os llevará algún tiempo pensarlo. Por mi parte sigo queriendo entrar. Ahora he de marcharme, pero en una luna o dos regresaré, para saber lo que habéis decidido respecto a mi. Hasta entonces, hijo de Fenrir. - me despido de Connor tras dejarle claro que regresaré aquí para saber qué pasa con mi futuro, comenzando a alejarme del lugar para marcharme, pensando en todo lo sucedido desde que llegué al bosque.
- No lo suficiente como para vencerte. - termino aceptando su mano con cierta resignación, poniéndome en pie con su ayuda. En parte me siento algo 'culpable' por haberlo atacado en su casa, pero también tranquilo al saber que estaba aquí, en este bosque, y que no ha pasado nada porque todos son licántropos. Puede que sea esto lo que necesite. Si me aceptan, claro. - Siento si causé muchos problemas anoche en tu clan. Ya sabes que no era mi intención armar jaleo aquí, aunque así has podido ver a lo que me refiero. No tengo la más mínima capacidad de control. Juraría que en tu caso no era así, que sabías lo que hacías, y...aunque me jode perder, sea a lo que sea, en este caso me importa menos porque creo que puede servirme para un futuro. - acepto mi derrota sin más problema, mirando con respeto al líder del clan que acabo de conocer.
No sé si me aceptarán, e imagino que la decisión tendrá que tomarla con más gente, pero tampoco puedo esperarme hasta que terminen de decidir qué harán porque me están esperando en otro sitio. - Supongo que tendréis que decidir si puedo entrar o no, y que os llevará algún tiempo pensarlo. Por mi parte sigo queriendo entrar. Ahora he de marcharme, pero en una luna o dos regresaré, para saber lo que habéis decidido respecto a mi. Hasta entonces, hijo de Fenrir. - me despido de Connor tras dejarle claro que regresaré aquí para saber qué pasa con mi futuro, comenzando a alejarme del lugar para marcharme, pensando en todo lo sucedido desde que llegué al bosque.
Connor no quería admitirlo, pero se sentía bien, no era solo el pobre chico que se había visto en la obligación de tomar el mando de su padre, realmente era merecedor de él, y podía defender a su manada incluso cuando la luna se llevaba su cordura.
Sí, los otros lobos no habían viso bien a Ian, pero se habían mantenido al margen dejando que su líder se encargara del intruso.
-El control se gana poco a poco, ya sabes, constancia, decisión y esfuerzo. Ellos decidirán si puedes aprender con nosotros, pero has demostrado mucho esta noche, por mi parte, eres bienvenido.
El joven se despidió, tenía otros asuntos que atender, pero se le notaba agradecido, ahora conocía lo que era estar entre los suyos, no temer por acabar con nadie... En el fondo, le caía bien.
-Esperaremos tu regreso, hijo de la Noche.
Y después desapareció de allí, camino del campamento, de vuelta a su hogar, a poner todo en orden tras la luna.
Sí, los otros lobos no habían viso bien a Ian, pero se habían mantenido al margen dejando que su líder se encargara del intruso.
-El control se gana poco a poco, ya sabes, constancia, decisión y esfuerzo. Ellos decidirán si puedes aprender con nosotros, pero has demostrado mucho esta noche, por mi parte, eres bienvenido.
El joven se despidió, tenía otros asuntos que atender, pero se le notaba agradecido, ahora conocía lo que era estar entre los suyos, no temer por acabar con nadie... En el fondo, le caía bien.
-Esperaremos tu regreso, hijo de la Noche.
Y después desapareció de allí, camino del campamento, de vuelta a su hogar, a poner todo en orden tras la luna.
Oren Hitz
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En lo profundo del bosque, un sitio sagrado, donde la línea entre dos mundos deja de existir. Una noche única, pérdida entre segundos que no pertenecen a nadie. Dueños de la nada. Incluso la oscuridad agacha la cabeza, solemne, siempre en espera. Los árboles pierden su ancla, abriendo paso a su ser. La vida lo celebra, el espíritu contempla en un silencio de sepultura. Un santuario para un blanco prístino y puro en forma de hombre de larga cabellera. El firmamento pronto se descubría, mostrándose sólo, carente de cualquier cubierta que pudiera tapar su negro manto. Las estrellas irradiaban un brillo tímido, pequeños puntos que se afianzaban a su lugar como única esperanza de ser notadas. Por sobre ellas, la Luna se mostraba en esplendor, el velo argénteo que todo lo bañaba. Completando el panorama, tocando hasta el último de los sentidos, el aroma. Una combinación a viejo bosque, mezclado con la revitalizante y juvenil esencia de las flores. Por encima, al igual que un colchón de plumas es para el tacto, un agregado de lirios, suave, perceptible solo para quien se detiene a disfrutar de los detalles. Una noche olvidada, donde la luna crecía en el firmamento. Ignorantes a la verdad, a lo que volvía a caminar en voluntad propia, portador de ojos de plata.
Puedes pensar que tras milenios la historia se vuelve aburrida, monótona. La caída y surgimiento de reinos y civilizaciones es un proceso continuo, sin fin. Una palabra de consejo: nunca lo hace. El mundo, perpetuo cambiante, jamás ofrece iguales. Pueden existir similitudes, características compartidas, incluso factores en común, pero no dos del mismo tipo. El aburrimiento, la pesadez de la eternidad, conceptos que se me han negado a conocer. Múltiples veces me han llamado, pero siempre seré uno, y a la vez todos. Historiador, juez, líder, dios. Guardián. Con tu último aliento, tu espíritu busca en mí su paz. No rastrees en la lejanía, contigo he ido a cada paso, no sé lo que es detenerse. Incluso la muerte no puede separarnos. En el frío de un limbo eterno, estaré para cobijarte. La nieve sabe de la helada soledad, y sólo ella puede cubrirte en un blanco abrazo. El pasado ha sido mi cuna, donde siempre he existido. En el presente me muevo, nunca estático, esperando un futuro que conozco y del que no puedo hablar. Hierba de un otoño adelantado. Así como ahora mis manos caen, acariciando este último bastión de vida, vigilo al renacer. Ese es el don y la maldición del lobo. Concedida la inteligencia y la astucia, un hermano a cada lado, el instinto obliga a callar. Sabio de axiomas perdidos, gran defensor de consecuencias prohibidas, el límite que todos tenemos y respetamos. Abandonar esa voz es negar la propia sangre, el animal que llevamos dentro. Muchos quieren ser escuchados, pero en esta noche hay única monarca. ¡Alégrate! Yo seré la pena. ¿Cuántas veces me has preguntado lo mismo, a sabiendas de la respuesta? Yo corro en la misma dirección, con un anhelo compartido. ¿Qué es lo que quiero? Lo que todo niño, el cálido abrazo de una madre. Tan lejana que el corazón se encoge con la distancia. Conozco el mundo en su extensión, llegado a lo más alto pero jamás le he alcanzado. Un amor inconmensurable que no puede ser respondido. Adelante, tú canta, yo lloraré las penas no dichas. La verdad siempre existe, sin importar cuanto intentes enterrarla.
Lo sé.
Lo sé
Cual piensas haber visto, o conocer, no siempre se ajusta a los rumores. Es sólo un paso más, un último escalón. Adelante, acércate, aquí nadie puede oírnos. Te siento, tu ser resonando como una melodía perfecta que llama a encontrarnos. Tú, que entrelazas la realidad con la luz de nuestra Madre. ¿Qué te aproxima hacia mí? La retórica juega en contra, de escuchar, entiendes mi dicotomía. Comprendo, pero las palabras han de salir de tu boca, selladas y tejidas en la existencia. Toma tu tiempo, pues tengo algo último que decir, un mensaje que has de llevar y que sabes quién debe oír.
La sangre hierve, conoce de la guerra pero el sabio no la busca. En esa cúpula la paz reina, tan efímera como el fin que traerá el próximo amanecer. Grandes piernas que se cruzan una sobre la otra, de manos que acarician la hierba con el cuidado de un padre. Espera, sopesa, reúne la voluntad para enfrentar lo inevitable.
La primera vez que nuestros caminos se han cruzado, tu historia quedó grabada, y palabras fueron dichas. Tu eres aquél ser, dije sin que comprendieras. Pronto estarás listo, la verdad que portas es tu estandarte. Has que el aullido llegue a todo rincón, devuelve lo que se ha perdido, protege su eco. Tú eres aquél ser, reflejo de mi imagen, criado en mi propia mente. La próxima vez que nos veamos, escribiré tu historia, y tú la mía.
Puedes pensar que tras milenios la historia se vuelve aburrida, monótona. La caída y surgimiento de reinos y civilizaciones es un proceso continuo, sin fin. Una palabra de consejo: nunca lo hace. El mundo, perpetuo cambiante, jamás ofrece iguales. Pueden existir similitudes, características compartidas, incluso factores en común, pero no dos del mismo tipo. El aburrimiento, la pesadez de la eternidad, conceptos que se me han negado a conocer. Múltiples veces me han llamado, pero siempre seré uno, y a la vez todos. Historiador, juez, líder, dios. Guardián. Con tu último aliento, tu espíritu busca en mí su paz. No rastrees en la lejanía, contigo he ido a cada paso, no sé lo que es detenerse. Incluso la muerte no puede separarnos. En el frío de un limbo eterno, estaré para cobijarte. La nieve sabe de la helada soledad, y sólo ella puede cubrirte en un blanco abrazo. El pasado ha sido mi cuna, donde siempre he existido. En el presente me muevo, nunca estático, esperando un futuro que conozco y del que no puedo hablar. Hierba de un otoño adelantado. Así como ahora mis manos caen, acariciando este último bastión de vida, vigilo al renacer. Ese es el don y la maldición del lobo. Concedida la inteligencia y la astucia, un hermano a cada lado, el instinto obliga a callar. Sabio de axiomas perdidos, gran defensor de consecuencias prohibidas, el límite que todos tenemos y respetamos. Abandonar esa voz es negar la propia sangre, el animal que llevamos dentro. Muchos quieren ser escuchados, pero en esta noche hay única monarca. ¡Alégrate! Yo seré la pena. ¿Cuántas veces me has preguntado lo mismo, a sabiendas de la respuesta? Yo corro en la misma dirección, con un anhelo compartido. ¿Qué es lo que quiero? Lo que todo niño, el cálido abrazo de una madre. Tan lejana que el corazón se encoge con la distancia. Conozco el mundo en su extensión, llegado a lo más alto pero jamás le he alcanzado. Un amor inconmensurable que no puede ser respondido. Adelante, tú canta, yo lloraré las penas no dichas. La verdad siempre existe, sin importar cuanto intentes enterrarla.
Lo sé.
Lo sé
Cual piensas haber visto, o conocer, no siempre se ajusta a los rumores. Es sólo un paso más, un último escalón. Adelante, acércate, aquí nadie puede oírnos. Te siento, tu ser resonando como una melodía perfecta que llama a encontrarnos. Tú, que entrelazas la realidad con la luz de nuestra Madre. ¿Qué te aproxima hacia mí? La retórica juega en contra, de escuchar, entiendes mi dicotomía. Comprendo, pero las palabras han de salir de tu boca, selladas y tejidas en la existencia. Toma tu tiempo, pues tengo algo último que decir, un mensaje que has de llevar y que sabes quién debe oír.
La sangre hierve, conoce de la guerra pero el sabio no la busca. En esa cúpula la paz reina, tan efímera como el fin que traerá el próximo amanecer. Grandes piernas que se cruzan una sobre la otra, de manos que acarician la hierba con el cuidado de un padre. Espera, sopesa, reúne la voluntad para enfrentar lo inevitable.
La primera vez que nuestros caminos se han cruzado, tu historia quedó grabada, y palabras fueron dichas. Tu eres aquél ser, dije sin que comprendieras. Pronto estarás listo, la verdad que portas es tu estandarte. Has que el aullido llegue a todo rincón, devuelve lo que se ha perdido, protege su eco. Tú eres aquél ser, reflejo de mi imagen, criado en mi propia mente. La próxima vez que nos veamos, escribiré tu historia, y tú la mía.
La manada me siguió bajo la brillante luz de la Luna llena, que se elevaba en el cielo alumbrando nuestro camino a través del bosque. Algunos animales dormían, otros como nosotros vigilaban a su alrededor con grandes ojos, escuchando el rumor del viento que acariciaba las altas ramas de los árboles. Entonces unos pesados golpes sordos se escucharon a lo lejos, toda la manada se detuvo de una vez, todos alerta. Mi respiración se volvió entrecortada mientras aspiraba el aire cercano con mi hocico, buscando confirmar lo que mis instintos ya me decían: un oso andaba cerca, y estaba solo.
Todos los lobos corrían conmigo hacia el lugar donde escuchamos los pasos, saltando silenciosamente raíces y rocas que se cruzaban en nuestro camino. Los jadeos se volvieron cada vez más sonoros, nuestras bestias interiores comenzaban a surgir desde el estómago pasando por nuestra garganta y se convirtieron en aullidos. Alcanzamos al oso, lo rodeamos entre todos, no nos costó abatirlo incluso si algunos se habían quedado atrás. Gruñí enfadado cuando un zarpazo alcanzó en el lomo a mi hermano pequeño Matt, y lo empujó al suelo.
Mi madre se acercó rápido, llegó antes que yo y comenzó a explorarlo con sus patas y nariz, lamiendo la herida después de ver que solo eran unos arañazos. Aún le faltaba cuerpo, apenas tenía 15 años, pero soportaba el dolor para hacerse el fuerte, tan cabezota como yo.
Después de comprobar que todo andaba bien por los alrededores reuní a la manada y volvimos a casa, la Luna comenzaba a esconderse, y ya teníamos algo para comer mañana. El río seguía su curso a través de nuestro hogar, las capas extendidas en la orilla, los cachorros jugaban revolcándose en la hierba. Comenzamos a introducirnos en el agua, un suave contacto fresco en nuestros cuerpos calientes, un calmante para el dolor de nuestras almas. La bestia iba desapareciendo, y los rayos del sol que anunciaban el nuevo día iluminaban a los hombres y mujeres, tendidos en la hierba y la orilla del río, simples figuras al amparo del bosque.
Todos los lobos corrían conmigo hacia el lugar donde escuchamos los pasos, saltando silenciosamente raíces y rocas que se cruzaban en nuestro camino. Los jadeos se volvieron cada vez más sonoros, nuestras bestias interiores comenzaban a surgir desde el estómago pasando por nuestra garganta y se convirtieron en aullidos. Alcanzamos al oso, lo rodeamos entre todos, no nos costó abatirlo incluso si algunos se habían quedado atrás. Gruñí enfadado cuando un zarpazo alcanzó en el lomo a mi hermano pequeño Matt, y lo empujó al suelo.
Mi madre se acercó rápido, llegó antes que yo y comenzó a explorarlo con sus patas y nariz, lamiendo la herida después de ver que solo eran unos arañazos. Aún le faltaba cuerpo, apenas tenía 15 años, pero soportaba el dolor para hacerse el fuerte, tan cabezota como yo.
Después de comprobar que todo andaba bien por los alrededores reuní a la manada y volvimos a casa, la Luna comenzaba a esconderse, y ya teníamos algo para comer mañana. El río seguía su curso a través de nuestro hogar, las capas extendidas en la orilla, los cachorros jugaban revolcándose en la hierba. Comenzamos a introducirnos en el agua, un suave contacto fresco en nuestros cuerpos calientes, un calmante para el dolor de nuestras almas. La bestia iba desapareciendo, y los rayos del sol que anunciaban el nuevo día iluminaban a los hombres y mujeres, tendidos en la hierba y la orilla del río, simples figuras al amparo del bosque.
No supe muy bien dónde meterme en los días posteriores al asunto del laberinto de los Le Fay, aquello no había acabado como esperaba. Tampoco sabía exactamente qué esperaba, pero desde luego no aquello. No varios días de constante tensión entre peleas con seres reales o peor todavía, con ilusiones abominables. Al menos habíamos salido vivos, aunque unos habían salido mal parados. Desmond había tenido que abandonar a la mitad, y Catherine había salido del laberinto como desequilibrada, completamente alterada. Según ella no le habían hecho nada en la cabeza, pero no estoy tan seguro. Y luego estaba el irritante Maxwell, sin dejar espacio ni para respirar. Al final se había metido a interrumpir, estropeando el momento en el que podíamos hablar. Y ella le deja, cosa de extrañar con el carácter que tiene y lo poco que le gusta la cercanía con otros. Pues bien, que elija a quien quiere tener cerca, ya me he cansado de tener que esperar para conseguir un momento a solas.
Con todo esa decepción y cabreo sólo me apetecía meterme en nuestra antigua casa en ruinas, ahora que mi padre está por Belfast la casa ha quedado vacía. Últimamente pasa mucho tiempo por allí, rondando a Shamandalie Foster, la dueña de la taberna en la que él se crío y que perteneció a su mentor, Ian Foster, nombre que yo heredé. Elegir la base de los renegados habría sido un error teniendo en cuenta mi mal humor de estos días, no me apetece tener que socializar o fingir un mínimo de amabilidad, habría respondido con malas formas y gruñidos. No se lo merecen, así que prefiero alejarme. El tiempo que paso allí lo dedico a leer, reparar alguna de mis armas o revisar las cajas con los viejos recuerdos familiares para recordar los buenos tiempos. Cuando considero que me he calmado un poco decido salir de nuevo, con un destino ya decidido.
Retorno hacia el bosque en el que conseguí localizar al clan de los Hijos de Fenrir, que me habían acogido como uno más de la manada. Apenas he convivido con ellos porque me tuve que marchar, pero ahora tengo ocasión de hacerlo. Tras una buena caminata llego al lugar, aunque cuesta un poco encontrarlo. Algunos de los lobos me recuerdan de la vez anterior, otros me miran todavía con recelo. Entre todos ellos busco a Connor, uno de los líderes que me aceptó aquí. Me acerco despacio cuando lo encuentro, llamándolo por su nombre para que se percate de mi presencia.
- Esta vez tengo pensado quedarme más tiempo, lo de la luna pasada fue demasiado rápido. Quiero ser uno más aquí, ya que me habéis aceptado. También me gustaría conoceros mejor, saber más de vosotros, de vuestro pasado...y por supuesto, hacer algo por el clan. Vengo de un sitio similar a esto, como una especie de gran familia. Sé lo importante que es que todos aporten algo al grupo.
Con todo esa decepción y cabreo sólo me apetecía meterme en nuestra antigua casa en ruinas, ahora que mi padre está por Belfast la casa ha quedado vacía. Últimamente pasa mucho tiempo por allí, rondando a Shamandalie Foster, la dueña de la taberna en la que él se crío y que perteneció a su mentor, Ian Foster, nombre que yo heredé. Elegir la base de los renegados habría sido un error teniendo en cuenta mi mal humor de estos días, no me apetece tener que socializar o fingir un mínimo de amabilidad, habría respondido con malas formas y gruñidos. No se lo merecen, así que prefiero alejarme. El tiempo que paso allí lo dedico a leer, reparar alguna de mis armas o revisar las cajas con los viejos recuerdos familiares para recordar los buenos tiempos. Cuando considero que me he calmado un poco decido salir de nuevo, con un destino ya decidido.
Retorno hacia el bosque en el que conseguí localizar al clan de los Hijos de Fenrir, que me habían acogido como uno más de la manada. Apenas he convivido con ellos porque me tuve que marchar, pero ahora tengo ocasión de hacerlo. Tras una buena caminata llego al lugar, aunque cuesta un poco encontrarlo. Algunos de los lobos me recuerdan de la vez anterior, otros me miran todavía con recelo. Entre todos ellos busco a Connor, uno de los líderes que me aceptó aquí. Me acerco despacio cuando lo encuentro, llamándolo por su nombre para que se percate de mi presencia.
- Esta vez tengo pensado quedarme más tiempo, lo de la luna pasada fue demasiado rápido. Quiero ser uno más aquí, ya que me habéis aceptado. También me gustaría conoceros mejor, saber más de vosotros, de vuestro pasado...y por supuesto, hacer algo por el clan. Vengo de un sitio similar a esto, como una especie de gran familia. Sé lo importante que es que todos aporten algo al grupo.
Era un día como otro cualquiera, Connor andaba practicando en el campo de tiro que tenían habilitado, con dianas pintadas colgando de los árboles. Bajó su arco al escuchar una voz que lo llamaba, dándose la vuelta para enfrentar los ojos verdes de Ian. Tiempo llevaba esperándole, pero nada le reprochó, la libertad pertenece a cada persona y solo a ella.
-Me alegra verte.-dijo con su voz típicamente seria.
No le notaba especialmente feliz, pero no parecía herido ni nada, así que supuso que no tendría un buen día y olvidó el tema. Escuchó sus palabras mientras colgaba el arco a su espalda, y el carcaj en su cintura. Una extraña costumbre que cogió en sus vacaciones por el bosque y que su padre no había conseguido quitarle. Con una señal de su cabeza los dos comenzaron a caminar por la aldea, a paso tranquilo. Quería que Ian se fijase mejor en todo ello, ahora que no tenían el peso de la luna llena sobre sus cabezas. La gente los saludaba silenciosamente y seguían con sus tareas, no dando mayor importancia a la charla que los dos jóvenes pudieran tener.
-Nuestro pasado es extenso, con profundas raíces en las leyendas que por el mundo cuentan. Sin embargo puedo decirte algo sobre ello.
Con sus dorados ojos miró un momento hacia el cielo, imaginando que aquella esfera áurea se tornaba en plata, perdía luz y oscurecía la celeste capa que los cubría, dejando ver las estrellas.
-En algún momento en el comienzo de los tiempos Fenrir quiso darnos su bendición, a los hijos del Gran Lobo. Eran muchos, tuvieron peleas, se separaron en clanes y cada uno siguió el que creía que era el camino elegido por él, uno de los cuales conservamos nosotros. Los ancianos escribieron libros, transmitiendo sus enseñanzas y aquello que conocían del Gran Lobo, pero como dije, había y sigue habiendo hoy una rivalidad entre clanes muy preocupante. Se perdió mucha historia, y hoy tan solo nos queda aquello que aprendemos de nuestros mayores, pasando el conocimiento de unos a otros. Nuestra meta, como ya sabes, es aprender a convivir en paz con los lobos de nuestro interior, y eso es imposible de conseguir estando en guerra con uno mismo.
Pasaron junto a varios niños que estaban sentados en la orilla del río, meditando, controlando su respiración para hacerla tan suave como la brisa más sutil, vaciando sus mentes de todo pensamiento que no les llevase a la tranquilidad y el descanso de sus cuerpos. Connor los señaló con una mano, como ejemplo de sus palabras, y continuó andando por el camino con sus pies descalzos hasta un lugar sin hierba, donde varias personas practicaban el arte de la lucha cuerpo a cuerpo. Unos recuerdos acudieron a su mente, apenas un año atrás él había estado ahí, peleando contra su padre mientras ácidas palabras salían de sus labios, incitando la rabia de su hijo.
-En las noches de luna, cuando nuestro lobo toma el control y luchamos por arrebatárselo, la ira y otros sentimientos nos nublan la mente. Aquí aprendemos a enfocar tales distracciones, y a pelear en nuestra forma más débil.
De las lindes del bosque llegó un grupo de exploradores, con un gran venado que cargaban entre cuatro, una flecha certera en su cabeza. Connor se acercó silencioso y puso su mano en el cuerpo aún caliente de la criatura, rezando una corta oración. Después los dejó marchar y se giró hacia Ian, su rostro menos serio que antes, más triste tal vez.
-El bosque nos alimenta, y nosotros a él. Convivimos en una armonía que no permitimos que nadie perturbe y que tomamos como meta de nuestra relación con los lobos que llevamos dentro.
Mirando desde allí arriba a la aldea se sentía bien, todo estaba tranquilo, todo como debía ser, cada uno en el lugar que le correspondía y ocupándose de las tareas que se le encomendaban. Ian tenía mucho que conocer aún (y no estaría mal empezar por el otro jefe de la manada) pero todo a su debido tiempo.
-Me alegra verte.-dijo con su voz típicamente seria.
No le notaba especialmente feliz, pero no parecía herido ni nada, así que supuso que no tendría un buen día y olvidó el tema. Escuchó sus palabras mientras colgaba el arco a su espalda, y el carcaj en su cintura. Una extraña costumbre que cogió en sus vacaciones por el bosque y que su padre no había conseguido quitarle. Con una señal de su cabeza los dos comenzaron a caminar por la aldea, a paso tranquilo. Quería que Ian se fijase mejor en todo ello, ahora que no tenían el peso de la luna llena sobre sus cabezas. La gente los saludaba silenciosamente y seguían con sus tareas, no dando mayor importancia a la charla que los dos jóvenes pudieran tener.
-Nuestro pasado es extenso, con profundas raíces en las leyendas que por el mundo cuentan. Sin embargo puedo decirte algo sobre ello.
Con sus dorados ojos miró un momento hacia el cielo, imaginando que aquella esfera áurea se tornaba en plata, perdía luz y oscurecía la celeste capa que los cubría, dejando ver las estrellas.
-En algún momento en el comienzo de los tiempos Fenrir quiso darnos su bendición, a los hijos del Gran Lobo. Eran muchos, tuvieron peleas, se separaron en clanes y cada uno siguió el que creía que era el camino elegido por él, uno de los cuales conservamos nosotros. Los ancianos escribieron libros, transmitiendo sus enseñanzas y aquello que conocían del Gran Lobo, pero como dije, había y sigue habiendo hoy una rivalidad entre clanes muy preocupante. Se perdió mucha historia, y hoy tan solo nos queda aquello que aprendemos de nuestros mayores, pasando el conocimiento de unos a otros. Nuestra meta, como ya sabes, es aprender a convivir en paz con los lobos de nuestro interior, y eso es imposible de conseguir estando en guerra con uno mismo.
Pasaron junto a varios niños que estaban sentados en la orilla del río, meditando, controlando su respiración para hacerla tan suave como la brisa más sutil, vaciando sus mentes de todo pensamiento que no les llevase a la tranquilidad y el descanso de sus cuerpos. Connor los señaló con una mano, como ejemplo de sus palabras, y continuó andando por el camino con sus pies descalzos hasta un lugar sin hierba, donde varias personas practicaban el arte de la lucha cuerpo a cuerpo. Unos recuerdos acudieron a su mente, apenas un año atrás él había estado ahí, peleando contra su padre mientras ácidas palabras salían de sus labios, incitando la rabia de su hijo.
-En las noches de luna, cuando nuestro lobo toma el control y luchamos por arrebatárselo, la ira y otros sentimientos nos nublan la mente. Aquí aprendemos a enfocar tales distracciones, y a pelear en nuestra forma más débil.
De las lindes del bosque llegó un grupo de exploradores, con un gran venado que cargaban entre cuatro, una flecha certera en su cabeza. Connor se acercó silencioso y puso su mano en el cuerpo aún caliente de la criatura, rezando una corta oración. Después los dejó marchar y se giró hacia Ian, su rostro menos serio que antes, más triste tal vez.
-El bosque nos alimenta, y nosotros a él. Convivimos en una armonía que no permitimos que nadie perturbe y que tomamos como meta de nuestra relación con los lobos que llevamos dentro.
Mirando desde allí arriba a la aldea se sentía bien, todo estaba tranquilo, todo como debía ser, cada uno en el lugar que le correspondía y ocupándose de las tareas que se le encomendaban. Ian tenía mucho que conocer aún (y no estaría mal empezar por el otro jefe de la manada) pero todo a su debido tiempo.
El saludo calmado de Connor me transmite bastante paz, algo que me hace bastante falta, tanto por mi carácter como por lo crispado que vengo. Comienzo a caminar con él cuando inicia el paseo, lo que me da la oportunidad de poder ver la aldea con más calma, de observar mejor el entorno en el que se encuentra y de comprobar como viven allí los licántropos del clan. Parece todo bastante idílico ahora que no hay luna llena, es casi como estar en una dimensión completamente diferentes. Aquí viven sólo ellos, con sus reglas, con sus iguales. Y no sé si al margen de todo...es algo que debo saber, y es muy probable que así sea teniendo en cuenta lo que me ha costado encontrar su asentamiento.
- Cuéntame más sobre el clan. Empezaba a creer que sólo eran leyendas inventadas para dar esperanzas a los licántropos, estuve bastante tiempo intentando localizaros. - era muy importante para mí poder formar parte de esto, por mucho que Catherine se empeñase en que aprendiese con Altair. Seguro que él podría haberlo logrado, pero prefiero conseguir dominio durante mis transformaciones mediante mis propios méritos, por haberlo buscado yo. Y tampoco podía aceptar la ayuda de Catherine, después del accidente de la playa me prometí que no volveríamos a entrenar.
Presto toda mi atención al relato que inicia Connor, especialmente a la parte de lucha entre los clanes. Espero a que termine para no interrumpirle, mirando hacia abajo algo incómodo cuando dice eso de lograr la paz con nuestro lobo interior. Conectar con esa parte mía me cuesta, y sólo he conseguido algo de conexión cuando estaba Catherine interviniendo. - Supongo que con entrenamiento con el clan podré conseguirlo. Eso y trabajando mucho la parte mental. - vuelvo a alzar la cabeza, observando primero a los niños haciendo ejercicios de meditación y después a los que practican la lucha cuerpo a cuerpo, todo ello de manera bastante respetuosa. Paso la mirada hacia Connor, para preguntar una duda que había dejado pasar antes. - ¿Qué otros clanes? ¿por qué hay conflictos? - no comprendo que pueda haber licántropos que se opongan a esto en lugar de querer unirse. Intento empaparme de las enseñanzas de Connor sobre el modo de tratar a nuestro lobo interior o el modo de controlar la ira, pensando lo mucho que me falta para acercarme a lo que son ellos. No quiero traer aquí problemas que puedan estropear el ambiente. Me llama también la atención el respecto con el que tratan a las presas que acaban de cazar. Sé que mi vegana hermana Chloe no lo apoyaría, pero él lleva razón, es el ritmo de la naturaleza.
Algo llama mi atención en el grupo de cazadores, una persona que llevaba ya mucho tiempo buscando desde que le perdí la pista. - ¡JARKKO! - echo a correr hacia mi desaparecido amigo, sintiendo una alegría que hacía tiempo que no sentía. Le pego un abrazo bastante bruto, separándome después. Él parece estar entero (si obviamos los brazos que perdió en el asalto a la torre que hizo conmigo, repuestos después con aquella especie de masa oscura), y bastante tranquilo. Se le ve bien, como hacía tiempo que no lo veía. - ¿Dónde te habías metido? No sabía nada de ti desde que desapareciste del bosque de Sherwood...- él había estado viviendo con Dana en el bosque, pero supongo que se aburrió de esperarla cuando la mandaron al torneo Ouroboros. Ahora la que está desaparecida es ella, aunque tampoco descarto que haya venido aquí con él. Él me responde que ha estado todo este tiempo aquí, ya que desaparecimos los que éramos más cercanos a él. Dedico unos minutos a preguntarle cómo está, si ha terminado de recuperar la memoria que perdió por todo aquello de la máquina de transformación permanente en licántropo, si ha contactado con mi padre (su padrino) por carta...en definitiva, demasiadas preguntas. Ahora tengo un motivo más para sentirme aquí como en casa, a pesar de que creo que me sentiré dividido por no poder olvidarme por completo de mi otra familia: los renegados (principalmente los Knox).
En ese momento recibo un mensaje a la moneda comunicadora, informando de un gas extraño en la base, que no entremos ahí. - Está pasando algo en Bastion Hollow...tengo que ir. Debe ser una especie de ataque químico, menciona algo de un gas. - guardo la moneda tras leer el mensaje, contándole a Connor la situación. No estoy en posición de pedirles nada. Los acabo de conocer, me acaban de acoger. Podría pedirles que su clan (nuestro clan ahora) se uniese a la causa y ayudase, pero dudo que pueda conseguir algo así de la noche a la mañana, es algo que habrá que hablar con tiempo. - Parece que nunca podemos terminar de hablar tranquilamente. - me lamento antes de despedirme, prometiendo volver pronto para poder reanudar la conversación y comenzar de una vez a entrenar. Desaparezco de allí, rumbo a la zona de Bastion Hollow.
- Cuéntame más sobre el clan. Empezaba a creer que sólo eran leyendas inventadas para dar esperanzas a los licántropos, estuve bastante tiempo intentando localizaros. - era muy importante para mí poder formar parte de esto, por mucho que Catherine se empeñase en que aprendiese con Altair. Seguro que él podría haberlo logrado, pero prefiero conseguir dominio durante mis transformaciones mediante mis propios méritos, por haberlo buscado yo. Y tampoco podía aceptar la ayuda de Catherine, después del accidente de la playa me prometí que no volveríamos a entrenar.
Presto toda mi atención al relato que inicia Connor, especialmente a la parte de lucha entre los clanes. Espero a que termine para no interrumpirle, mirando hacia abajo algo incómodo cuando dice eso de lograr la paz con nuestro lobo interior. Conectar con esa parte mía me cuesta, y sólo he conseguido algo de conexión cuando estaba Catherine interviniendo. - Supongo que con entrenamiento con el clan podré conseguirlo. Eso y trabajando mucho la parte mental. - vuelvo a alzar la cabeza, observando primero a los niños haciendo ejercicios de meditación y después a los que practican la lucha cuerpo a cuerpo, todo ello de manera bastante respetuosa. Paso la mirada hacia Connor, para preguntar una duda que había dejado pasar antes. - ¿Qué otros clanes? ¿por qué hay conflictos? - no comprendo que pueda haber licántropos que se opongan a esto en lugar de querer unirse. Intento empaparme de las enseñanzas de Connor sobre el modo de tratar a nuestro lobo interior o el modo de controlar la ira, pensando lo mucho que me falta para acercarme a lo que son ellos. No quiero traer aquí problemas que puedan estropear el ambiente. Me llama también la atención el respecto con el que tratan a las presas que acaban de cazar. Sé que mi vegana hermana Chloe no lo apoyaría, pero él lleva razón, es el ritmo de la naturaleza.
Algo llama mi atención en el grupo de cazadores, una persona que llevaba ya mucho tiempo buscando desde que le perdí la pista. - ¡JARKKO! - echo a correr hacia mi desaparecido amigo, sintiendo una alegría que hacía tiempo que no sentía. Le pego un abrazo bastante bruto, separándome después. Él parece estar entero (si obviamos los brazos que perdió en el asalto a la torre que hizo conmigo, repuestos después con aquella especie de masa oscura), y bastante tranquilo. Se le ve bien, como hacía tiempo que no lo veía. - ¿Dónde te habías metido? No sabía nada de ti desde que desapareciste del bosque de Sherwood...- él había estado viviendo con Dana en el bosque, pero supongo que se aburrió de esperarla cuando la mandaron al torneo Ouroboros. Ahora la que está desaparecida es ella, aunque tampoco descarto que haya venido aquí con él. Él me responde que ha estado todo este tiempo aquí, ya que desaparecimos los que éramos más cercanos a él. Dedico unos minutos a preguntarle cómo está, si ha terminado de recuperar la memoria que perdió por todo aquello de la máquina de transformación permanente en licántropo, si ha contactado con mi padre (su padrino) por carta...en definitiva, demasiadas preguntas. Ahora tengo un motivo más para sentirme aquí como en casa, a pesar de que creo que me sentiré dividido por no poder olvidarme por completo de mi otra familia: los renegados (principalmente los Knox).
En ese momento recibo un mensaje a la moneda comunicadora, informando de un gas extraño en la base, que no entremos ahí. - Está pasando algo en Bastion Hollow...tengo que ir. Debe ser una especie de ataque químico, menciona algo de un gas. - guardo la moneda tras leer el mensaje, contándole a Connor la situación. No estoy en posición de pedirles nada. Los acabo de conocer, me acaban de acoger. Podría pedirles que su clan (nuestro clan ahora) se uniese a la causa y ayudase, pero dudo que pueda conseguir algo así de la noche a la mañana, es algo que habrá que hablar con tiempo. - Parece que nunca podemos terminar de hablar tranquilamente. - me lamento antes de despedirme, prometiendo volver pronto para poder reanudar la conversación y comenzar de una vez a entrenar. Desaparezco de allí, rumbo a la zona de Bastion Hollow.
Lorelai Evans Scalovix
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Cuando apareció en el bosque cayó de lleno rodando con el cachorro entre sus brazos. Escuchó su aullido, pero no sabía si era de dolor o de pena por la pérdida de sus hermanos. El pecho de Lorelai subía y bajaba con velocidad mientras intentaba incorporarse con el lobo entre sus brazos, apretándolo hacia sí como si su vida dependiera de ello. Se puso en pie y miró por encima de su hombro con ansiedad y temor.
Nadie.
No había nadie tras ella.
Cerró los ojos dos segundos, intentando comprender qué era lo que había pasado pero no consiguió explicación lógica alguna. En lo absoluto. Cuando los volvió a abrir lo hizo porque el lobo buscaba con su hocico el mentón de su madre y la muchacha lo miró con dulzura y tristeza al mismo tiempo. Se permitió sentarse para poder revisar al cachorro y evaluar si Hades no le había hecho algo. Y no lo hizo, lo único que deseaba era matarlos pero no lo había logrado. No a él. Acarició el pelaje del lobo con suavidad -Tranquilo, estamos a salvo...Estamos...-
No, no sabía donde estaban. Por ende, no sabía qué tan cerca estaban de Hades y su manada. No quería volver a ver al Clan de la Luna Roja en toda su maldita vida. Se incorporó -Vamos... Vamos...- murmuró para sí misma dándose cuenta de cuan sola estaba. Ni siquiera tenía a donde ir. Había abandonado su casa por Hades y sus cinco hermanos estaban muertos. No tenía familia...Sólo algún primo muy, muy lejano. Un Black. Johan, creyó. En la Resistencia. Sólo debía caminar... Sólo debía caminar hasta encontrar algo.
Y así lo hizo.
Nadie.
No había nadie tras ella.
Cerró los ojos dos segundos, intentando comprender qué era lo que había pasado pero no consiguió explicación lógica alguna. En lo absoluto. Cuando los volvió a abrir lo hizo porque el lobo buscaba con su hocico el mentón de su madre y la muchacha lo miró con dulzura y tristeza al mismo tiempo. Se permitió sentarse para poder revisar al cachorro y evaluar si Hades no le había hecho algo. Y no lo hizo, lo único que deseaba era matarlos pero no lo había logrado. No a él. Acarició el pelaje del lobo con suavidad -Tranquilo, estamos a salvo...Estamos...-
No, no sabía donde estaban. Por ende, no sabía qué tan cerca estaban de Hades y su manada. No quería volver a ver al Clan de la Luna Roja en toda su maldita vida. Se incorporó -Vamos... Vamos...- murmuró para sí misma dándose cuenta de cuan sola estaba. Ni siquiera tenía a donde ir. Había abandonado su casa por Hades y sus cinco hermanos estaban muertos. No tenía familia...Sólo algún primo muy, muy lejano. Un Black. Johan, creyó. En la Resistencia. Sólo debía caminar... Sólo debía caminar hasta encontrar algo.
Y así lo hizo.
Cuando el grupo de cazadores vuelve, Connor ve cómo Ian corre hacia uno de ellos, abrazándolo con ímpetu. Parecía que no solo se conocían, sino que eran buenos amigos separados por la guerra que se llevaba a cabo fuera de esos bosques. Connor los observó, no perdiendo información del reencuentro. El cielo estaba azul, no había nubes cubriendo la cúpula sobre ellos, aquella noche se verían las estrellas. Entonces Ian sacó una moneda, una moneda en apariencia normal que empezó a observar con detenimiento. Luego supo el porqué: había recibido algún tipo de mensaje, avisando de que se había producido un ataque. Sabía que él participaba en la guerra, la primera vez le había contado sobre lo que ocurría fuera de aquellos bosques y aunque tenía curiosidad su deber era velar por su pueblo. Ya le contaría lo sucedido cuando volviese, y estaba convencido de ello, aquel lobo no era de los que se dejan matar fácilmente, por eso en parte había sido bien recibido en el clan.
-A la próxima entonces, ve y salva a los tuyos.
Y así se despidió de él, viendo cómo desaparecía camino al lugar donde debía haber comenzado una fuerte pelea. Connor no esperó mucho antes de volver a sus tareas como jefe, pues era otro día cualquiera en aquel rincón del bosque al que llamaban hogar.
Pero esa noche se dio cuenta de que no, no era como cualquier día. Una de las jóvenes lobas de la manada lo despertó en su lecho, el rostro serio e incluso preocupado. Connor la observó un momento, su estado adormilado desapareciendo conforme escuchaba las palabras que le traía. Una mujer en el bosque, caminando con su cachorro en brazos. ¿Adivina adivinanza? Lorelai.
-¡Avisa a Oren, ahora!
Connor tomó sus armas sin molestarse en coger una camisa, corrió por el campamento y el bosque junto a otros lobos que lo seguían, todos sintiendo no solo la preocupación de su jefe, sino la incomodidad, el estado en que se encontraba. Bien podría haber sido una trampa, y probablemente lo fuese, pero no podía sino comprobar con sus propios ojos aquella escena, aquella mujer que caminaba por el bosque alejándose de su hogar. Cuando por fin la encontró, se quedó sobre una rama, sus pies descalzos sintiendo la corteza clavarse en su piel. No decidió acercarse, esperaría a Oren, o a que ella hiciese algo que no debía. Pero en ese momento solo la miraba, escondido, buscando alguna explicación para su presencia en ese lugar.
-A la próxima entonces, ve y salva a los tuyos.
Y así se despidió de él, viendo cómo desaparecía camino al lugar donde debía haber comenzado una fuerte pelea. Connor no esperó mucho antes de volver a sus tareas como jefe, pues era otro día cualquiera en aquel rincón del bosque al que llamaban hogar.
Pero esa noche se dio cuenta de que no, no era como cualquier día. Una de las jóvenes lobas de la manada lo despertó en su lecho, el rostro serio e incluso preocupado. Connor la observó un momento, su estado adormilado desapareciendo conforme escuchaba las palabras que le traía. Una mujer en el bosque, caminando con su cachorro en brazos. ¿Adivina adivinanza? Lorelai.
-¡Avisa a Oren, ahora!
Connor tomó sus armas sin molestarse en coger una camisa, corrió por el campamento y el bosque junto a otros lobos que lo seguían, todos sintiendo no solo la preocupación de su jefe, sino la incomodidad, el estado en que se encontraba. Bien podría haber sido una trampa, y probablemente lo fuese, pero no podía sino comprobar con sus propios ojos aquella escena, aquella mujer que caminaba por el bosque alejándose de su hogar. Cuando por fin la encontró, se quedó sobre una rama, sus pies descalzos sintiendo la corteza clavarse en su piel. No decidió acercarse, esperaría a Oren, o a que ella hiciese algo que no debía. Pero en ese momento solo la miraba, escondido, buscando alguna explicación para su presencia en ese lugar.
Oren Hitz
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Balance, una palabra que repetía una y otra vez en su mente. Un mantra que le permitía seguir, continuar sin mirar atrás, dar la importancia justa a las causas y consecuencias. En su afán de sabiduría, en aquella búsqueda personal de mejorar esa parte de sí mismo había descuidado otros aspectos, unos que ahora estaba dispuesto a pulir con toda determinación. Para defender los ideales, propios y comunes, tenía que convertirse en la mejor versión de sí mismo, recordar sus propias raíces, someterse a límites insospechados. El cuerpo tiene su propia memoria, y para avanzar hay que aplicar fuerzas que obliguen al cambio. Ya no podía ignorar el llamado, los susurros se hacían más fuertes, los suspiros y llantos lejanos amenazaban con quebrar el espíritu. Necesitaba hacerlos oír, evitar la catástrofe que las voces del silencio profesan. Cuanto más ahondaba en sí mismo, más intrincadas y confusas eran las preguntas y cuestiones. Sin embargo, las palabras se hacían claras, no podía seguir negando su don, debía encontrar su balance, por el bien propio…por el bien de todo lo que había jurado proteger.
Mirada hacia el frente de quien espera que una silueta se materialice rogando por aire en bocanadas de cansancio. Presupone las razones que confirman sus presentimientos. Dio permiso al respiro, recibiendo el mensaje, procesando el llamado de su otra parte en un segundo. Deposita su mano en una caricia fantasmal sobre la cabeza de quien avisa y lleva consigo un manto de estrellas tras el velo dorado y trigo que es su larga cabellera. La vanguardia de esa nebulosa tenía un rostro bello y entre brazos la vida misma.
¿Qué encuentras en esa mirada sino desconocimiento e incertidumbre? ¿Quién puede culpar y juzgar por ello, conocedor del todo absoluto? El lobo permitió que su sonrisa se deslizara por sus facciones, tenue y sutil como una caricia al viento. La tormenta llegaba mas los daños colaterales aún estaban por verse. No tenía sentido el arrastrar a otro a un caos personal, dando su aprobación a Connor con un gesto tradicional. Con cada hilo que une a las personas, calmar al ajeno significa actuar también en uno mismo, y viceversa. Hombro a hombro, quizás solo así podrían despejarse las nubes de confusión que amenazaban con llover no solo sobre el níveo lobo, sino sobre toda su gente.
-Estas a salvo, Lorelai- Los segundos pasaban sin ser contados, y la interacción entre los casi desconocidos se limitaba a un intercambio regio de miradas. Un simple vistazo dice mucho de la otra persona: seguridad, sinceridad, sus intenciones, e incluso secretos que creen ser guardados tras un muro imperceptible de cristal. Notaba la extrañeza ajena, casi como si esta estuviera grabada a flor de piel. Un destello curioso y a la vez cuidado de la misma manera que uno observa algo interesante desde la distancia, solo que esta era apenas una bola de pelos con cuatro patas. Si habría de buscar las razones para esa mirada ¿Qué encontraría como respuesta? ¿Sería parte de algo que pudiera sospechar o el destino estaba dispuesto a depararle una sorpresa? Como el agua, era su trabajo, su forma, el simplemente dejarse fluir, amoldarse a la situación jamás dejando de ser sí mismo. Sin embargo, su voz era capaz de romper con la ilusión, o quizás de crear una distinta.
-¿Cuándo un Fenrir a negado una pata a quién lo necesita? – preguntó a todo presente. Entendía las preocupaciones de Connor pero el aire estaba vacío de otros aromas que evocaran al peligro. – Escoltémosla a casa– Volvió a encontrar los ojos de la joven. No se sentía intimidado por aquella mirada que parecía buscar razones para correr hasta lo más profundo de su ser. Llegado el caso, le gustaría ser capaz de explicarse mejor, que sus experiencias se convirtieran en ejemplos, un libro abierto para aquél dispuesto a aprender. Su mano amenazó a moverse, acariciar la melena de la joven pero sin confianza, carente de un lazo, su gesto podría pasar menospreciado. Lobos que tomaron formación a varios metros a la distancia, ocultos entre una infinidad de gruesos troncos.
–¿Qué paso? – sin razón, su voz había sonado como el rayo al caer; abierto el tejido que definiría al Fenrir.
Mirada hacia el frente de quien espera que una silueta se materialice rogando por aire en bocanadas de cansancio. Presupone las razones que confirman sus presentimientos. Dio permiso al respiro, recibiendo el mensaje, procesando el llamado de su otra parte en un segundo. Deposita su mano en una caricia fantasmal sobre la cabeza de quien avisa y lleva consigo un manto de estrellas tras el velo dorado y trigo que es su larga cabellera. La vanguardia de esa nebulosa tenía un rostro bello y entre brazos la vida misma.
¿Qué encuentras en esa mirada sino desconocimiento e incertidumbre? ¿Quién puede culpar y juzgar por ello, conocedor del todo absoluto? El lobo permitió que su sonrisa se deslizara por sus facciones, tenue y sutil como una caricia al viento. La tormenta llegaba mas los daños colaterales aún estaban por verse. No tenía sentido el arrastrar a otro a un caos personal, dando su aprobación a Connor con un gesto tradicional. Con cada hilo que une a las personas, calmar al ajeno significa actuar también en uno mismo, y viceversa. Hombro a hombro, quizás solo así podrían despejarse las nubes de confusión que amenazaban con llover no solo sobre el níveo lobo, sino sobre toda su gente.
-Estas a salvo, Lorelai- Los segundos pasaban sin ser contados, y la interacción entre los casi desconocidos se limitaba a un intercambio regio de miradas. Un simple vistazo dice mucho de la otra persona: seguridad, sinceridad, sus intenciones, e incluso secretos que creen ser guardados tras un muro imperceptible de cristal. Notaba la extrañeza ajena, casi como si esta estuviera grabada a flor de piel. Un destello curioso y a la vez cuidado de la misma manera que uno observa algo interesante desde la distancia, solo que esta era apenas una bola de pelos con cuatro patas. Si habría de buscar las razones para esa mirada ¿Qué encontraría como respuesta? ¿Sería parte de algo que pudiera sospechar o el destino estaba dispuesto a depararle una sorpresa? Como el agua, era su trabajo, su forma, el simplemente dejarse fluir, amoldarse a la situación jamás dejando de ser sí mismo. Sin embargo, su voz era capaz de romper con la ilusión, o quizás de crear una distinta.
-¿Cuándo un Fenrir a negado una pata a quién lo necesita? – preguntó a todo presente. Entendía las preocupaciones de Connor pero el aire estaba vacío de otros aromas que evocaran al peligro. – Escoltémosla a casa– Volvió a encontrar los ojos de la joven. No se sentía intimidado por aquella mirada que parecía buscar razones para correr hasta lo más profundo de su ser. Llegado el caso, le gustaría ser capaz de explicarse mejor, que sus experiencias se convirtieran en ejemplos, un libro abierto para aquél dispuesto a aprender. Su mano amenazó a moverse, acariciar la melena de la joven pero sin confianza, carente de un lazo, su gesto podría pasar menospreciado. Lobos que tomaron formación a varios metros a la distancia, ocultos entre una infinidad de gruesos troncos.
–¿Qué paso? – sin razón, su voz había sonado como el rayo al caer; abierto el tejido que definiría al Fenrir.
Lorelai Evans Scalovix
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Había vagado por más de 20 minutos con el cachorro entre sus brazos. Su mirada estaba al frente, mirando algún punto perdido pero sin realmente observar nada. El resto de sus instintos hacía el trabajo mientras acariciaba a su hijo. Aún podía sentir el reflejo de las manos de Hades intentando atraparla. Unas manos manchadas con la sangre de sus hijos. Suyos. De él y de ella. Tenía que poner tanta distancia entre ellos como fuese posible, no dejaría que sus garras cayeran sobre Kion. No sobre él. Bajó la vista hacia éste, que tenía tal vez demasiadas ganas de bajar a corretear por los bosques desconocidos que pisaban -No te va a pasar nada. Va a tener que pasar por encima de mí…- Murmuró y se prometió a sí misma nunca quitarle un ojo de encima.
Cuando el viento cambió de posición, Lorelai se detuvo de ipso facto. Sus hombros se tensaron y las manos alrededor del cachorro detuvieron sus caricias. Cada uno de su sentidos le dio una información diferente. Mientras Kion olisqueaba el aire curioso, la muchacha solo sentía amenazas. No había percibido el aroma antes. Caminó lentamente, pues sabía que ese no era Hades, ni tenía hedor a sangre como el resto del clan. Cuando bajó la ladera se encontró con dos hombres que no conocía pero ellos a ella sí.
Tuvo que alzar la vista hacia quien le dirigió la palabra. Su altura y cuerpo le recordaron a Hades y por un momento sintió ganas de salir corriendo como alma que lleva el diablo. No obstante, sus ojos contaban otra historia. La mirada caoba de la muchacha brilló con desconfianza pero sus instintos le decía otra cosa muy diferente. Observó luego al otro removiéndose incómoda -No conoces a Hades- Musitó frunciendo el ceño. Si la conocía a ella, debía conocerlo a él.
Eso de Fenrir debía sonarle de algo. Allá, en el fondo de su cerebro, había una pista pero no lograba vincularla. Se le escapaba. No quiso decirlo en voz alta, pero Lorelai sabía que no tenía casa. No pertenecía a ningún lado y una parte de ella pertenecía a todos. Se movió defensivamente ante el fantasmal movimiento de Oren, abrazando a Kion. Cerró los ojos cuando él preguntó qué había pasado y negó con la cabeza -No- Fue un simple monosílabo que indicó que no estaba dispuesta a hablar. Ni siquiera podía moverse. Segundos después empezó a llorar silenciosamente. -No los conozco...Y no puedo traer a Hades aquí. Lo siento. Necesito irme. Necesito ir a la Resistencia- Debía confiar en que Johan se acordaría de ella, debía...Debía... Pero sabía que estaba rodeada, podía sentirlo. Necesitaba el permiso, la bendición, para que la dejaran ir en paz. No podía sacrificar a nadie más.
Cuando el viento cambió de posición, Lorelai se detuvo de ipso facto. Sus hombros se tensaron y las manos alrededor del cachorro detuvieron sus caricias. Cada uno de su sentidos le dio una información diferente. Mientras Kion olisqueaba el aire curioso, la muchacha solo sentía amenazas. No había percibido el aroma antes. Caminó lentamente, pues sabía que ese no era Hades, ni tenía hedor a sangre como el resto del clan. Cuando bajó la ladera se encontró con dos hombres que no conocía pero ellos a ella sí.
Tuvo que alzar la vista hacia quien le dirigió la palabra. Su altura y cuerpo le recordaron a Hades y por un momento sintió ganas de salir corriendo como alma que lleva el diablo. No obstante, sus ojos contaban otra historia. La mirada caoba de la muchacha brilló con desconfianza pero sus instintos le decía otra cosa muy diferente. Observó luego al otro removiéndose incómoda -No conoces a Hades- Musitó frunciendo el ceño. Si la conocía a ella, debía conocerlo a él.
Eso de Fenrir debía sonarle de algo. Allá, en el fondo de su cerebro, había una pista pero no lograba vincularla. Se le escapaba. No quiso decirlo en voz alta, pero Lorelai sabía que no tenía casa. No pertenecía a ningún lado y una parte de ella pertenecía a todos. Se movió defensivamente ante el fantasmal movimiento de Oren, abrazando a Kion. Cerró los ojos cuando él preguntó qué había pasado y negó con la cabeza -No- Fue un simple monosílabo que indicó que no estaba dispuesta a hablar. Ni siquiera podía moverse. Segundos después empezó a llorar silenciosamente. -No los conozco...Y no puedo traer a Hades aquí. Lo siento. Necesito irme. Necesito ir a la Resistencia- Debía confiar en que Johan se acordaría de ella, debía...Debía... Pero sabía que estaba rodeada, podía sentirlo. Necesitaba el permiso, la bendición, para que la dejaran ir en paz. No podía sacrificar a nadie más.
Oren no tardó en aparecer, haciendo uso de su característica suavidad, calma y misticismo. Con un gesto calmó a Connor, indicándole que no encontraba peligro en aquella muchacha que aferraba a su cachorro, se veía asustada. Ella no los conocía, claro, Hades se encargaba de todos los asuntos exteriores al clan y procuraba que el resto no supieran más de lo necesario. Connor tenía sus ideas sobre las hembras, pero una cosa era protegerlas y otras aislarlas para tenerlas a su servicio dando a luz cada pocos meses o usándolas de sirvientas. Se dio cuenta de que la joven no era como él había imaginado, no era una mujer fuerte y autoritaria al igual que su marido, parecía todo lo contrario.
Él dejó hablar a Oren, pues era el que más tacto tenía, a pesar de encontrarse siempre por los mundos de su mente. Pero Lorelai no estaba dispuesta a hablar, tan solo dejándoles la imaginación para intuir lo que la había hecho abandonar a su manada, y probablemente ganarse la cólera y desprecio de Hades. El lobo tenía razón, unos meses antes no había dudado en invitar a Ian al clan, tras comprobar sus intenciones. ¿Por qué ella debía ser diferente? ¿Por su pasado? Eso no sería justo...
-Somos los líderes de este clan, los Hijos de Fenrir. Oren-dijo haciendo un gesto hacia su compañero-, y Connor. Yo conozco a alguien que puede llevarte con la Resistencia, pero no ahora, ni aquí. Volvamos, los dos necesitáis descansar.
Intentó ser más suave, tal vez sus nombres no le dirían nada a la joven, pero como el líder había dicho no se abandona a un lobo cuando lo necesita, nunca. Y estaba seguro de que aunque asustada y reticiente, haría lo posible por poner a salvo a su cachorro. Confió en eso para que acompañara a los dos hacia el pueblo, que poco a poco se diese cuenta que no debía temerlos pues, de haber querido herirla, lo habrían hecho a la primera oportunidad. Esperaba que Ian no tardase en regresar, contaba con él para llevar a Lorelai donde quisiera, no le agradaba la idea de tener entre su gente a la esposa de Hades. Ya había oído lo que pasaba cuando ella estaba en casa esperándolo, y no quería imaginar lo que pasaría ahora que no está.
Él dejó hablar a Oren, pues era el que más tacto tenía, a pesar de encontrarse siempre por los mundos de su mente. Pero Lorelai no estaba dispuesta a hablar, tan solo dejándoles la imaginación para intuir lo que la había hecho abandonar a su manada, y probablemente ganarse la cólera y desprecio de Hades. El lobo tenía razón, unos meses antes no había dudado en invitar a Ian al clan, tras comprobar sus intenciones. ¿Por qué ella debía ser diferente? ¿Por su pasado? Eso no sería justo...
-Somos los líderes de este clan, los Hijos de Fenrir. Oren-dijo haciendo un gesto hacia su compañero-, y Connor. Yo conozco a alguien que puede llevarte con la Resistencia, pero no ahora, ni aquí. Volvamos, los dos necesitáis descansar.
Intentó ser más suave, tal vez sus nombres no le dirían nada a la joven, pero como el líder había dicho no se abandona a un lobo cuando lo necesita, nunca. Y estaba seguro de que aunque asustada y reticiente, haría lo posible por poner a salvo a su cachorro. Confió en eso para que acompañara a los dos hacia el pueblo, que poco a poco se diese cuenta que no debía temerlos pues, de haber querido herirla, lo habrían hecho a la primera oportunidad. Esperaba que Ian no tardase en regresar, contaba con él para llevar a Lorelai donde quisiera, no le agradaba la idea de tener entre su gente a la esposa de Hades. Ya había oído lo que pasaba cuando ella estaba en casa esperándolo, y no quería imaginar lo que pasaría ahora que no está.
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