Guarida Tepes

Volé tan rápido como pude hasta la guarida de Tepes en la que vivían los dragones de la isla, siempre me rehusé a que otro linaje que controlara dragones se uniera al consejo pero nadie me escuchó, al fin y al cabo nunca fui parte del consejo, aún así con los años aprendí a tolerar su existencia sobretodo por las grandes diferencias con los traidores, ellos no dominaban, por el contrario, eran cercanos a nosotros y aunque siempre mantuve las distancias debía admitir que echaba de menos a Snagov.

La llamada de los Pendragon era más fuerte cuanto más cerca estaba pero me negaba a sucumbir, me había jurado a mi misma que jamás volverían a controlarme. Al llegar a la isla me sorprendí por lo que mis ojos veían, el lugar estaba casi vacío y apenas quedaban unos pocos dragones, los de más edad al parecer pues los más jóvenes se habían marchado, aquello era un caos de rugidos unos por encima de otros, estaban confusos y no sabían lo que ocurría y de seguir así ellos también se verían influidos por el linaje maldito.

Volé para posicionarme en la zona más alta que encontré, una en la que todos pudieran verme y escucharme mientras rugía con todas mis fuerzas para llamar su atención y con suerte distraerlos de eso que los estaba llamando -Escuchadme bien, tenéis que marcharos de aquí, volad lejos de la isla a un lugar seguro, viajad juntos por si aparecen centinelas, pero creedme, eso será menos horrible que quedaros aquí para morir por los deseos de otros- los dragones parecían confusos pero no había tiempo para pensar y si no se marchaban por las buenas lo harían por las malas, rugí de nuevo y esta vez lancé mi aliento de rayo a zonas cercanas -QUÉ OS MARCHÉIS HE DICHO!-
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1-14 se resiste
15-20 la sedusen

El miembro 'Zaphira Eire' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

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'Dado de 20 caras' : 5

Un pequeño pinzón azul del Teide, con un mechón de color rojo, llega volando a toda la velocidad que un pájaro de esa envergadura puede a la dragonera de Snagov. Mucho tiempo por detrás que Zaphira, ya que no podía igualar su potencia de vuelo. Podría haberme desaparecido desde los pasillos, pero preferí volar para despejarme del sueño de pasar toda la noche en vela, y para quitarme parte de los acontecimientos de la reunión. Necesitaba la mente clara y enfocada. Y el patronus de Adael, en ese preciso momento, no ayudaba nada. Había cosas más urgentes que tratar, como el estado de sitio, el tema de los dragones… y nada pintaba bien.


De ser otras circunstancias la imagen que se dibujó ante la vista de Sarah era preciosa. Al albor del alba, la figura de Zaphira en su forma dragón, al horizonte, se recortaba con el cielo cambiando de color y el inicio de otro nuevo día, el renacimiento del Sol. Un fénix. El rugido de Zaphira hace que todas mis plumas se ericen y me hagan perder la flotabilidad. No comprendía bien las palabras de la dragona, pues todavía estaba muy verde en su lenguaje, pero intuyo que debe estar relacionado con que los dragones alterados volvieran a casa o se tranquilizasen.

Aprieto el vuelo para cruzar los últimos metros que me separan de la guarida, esquivando dragones enfurecidos que cruzan el aire de un lado a otro. Enfrente, hacia mi, se dirige un dragón conocido en ese estado alterado, con la boca abierta. Le esquivo por poco, pero me permite terminar sobrevolándole. Y justo cuando estoy encima de él, me destransformo y caigo sobre su cintura esternal, a la que me agarro fuerte, pegando fuerte mi cabeza a su cuello, proyectando mi voz le llamo, pero no le llamo por su nombre humano, sino usando su lengua, la lengua de los dragones, tal y como me había enseñado Snagov a mi, y yo se lo estaba enseñando a su hijo. Le grito su nombre, para que vuelva a su ser, que reaccione. Por supuesto él se revuelve, quiere morderme, pero no llega con la cabeza. Vuelvo a llamarle una y otra vez, y en una de las ocasiones le doy un golpetazo que con su gruesa piel será como unas cosquillas, pero para que reaccione. De esta forma parece que lo consigo, y él no tarda en reconocerme y confundido le explico muy por encima lo que está ocurriendo y que le diga a Zaphira que estábamos a su disposición.

Mi rugido solo sirvió para alborotar aquel nido de dragones, eran pocos pero los suficientes para parecer un rebaño de ovejas descarriadas, eso solo me haría perder el tiempo, alcé el vuelo y me puse en modo perro ovejero intentando que ninguno se me fuera o se acercase demasiado a la parte occidental de la guarida pues era la zona más cercana a las montañas del dragón.

Parecía conseguirlo pero era bastante complicado controlar a tantos dragones yo sola, mucho más en aquella situación en la que todos se veían atraídos por el poder de los pendragon. La chica del linaje de Darwin era persistente, mucho y desde luego debía darle un punto al verla aparecer a lomos de uno de los dragones. "estamos contigo" dijo aquel muchacho, no tendría mucho más de 300 años pero parecía obedecer a la bruja -Hay que llevarlos a tierra firme y lo más lejos que podamos de la isla, aquí no estáis a salvo, vamos a intentar que algunos más vuelvan en si para que ella os pueda guiar a un lugar seguro- dije al pequeño dragón sobrevolandolo para volver a mi forma humana y esta vez hablar con Sarah -llévalos fuera de la isla y sobretodo no os acerquéis a las montañas, vuela por la parte oriental y no te detengas... esto es muy importante Sarah Darwin, si se quedan aquí tendrás que matarlos con tus propias manos- mi mirada era seria y mis ojos ahora de un color oscuro se clavaban en ella pero no había un ápice de duda, estaba totalmente segura de lo que decía y probablemente eso era lo que más debía temer la chica, que iba totalmente en serio.

Salté del lomo del dragón para convertirme yo misma en uno con gran facilidad y no menos elegancia, la experiencia me permitía hacer ese tipo de maniobras y era algo que agradecía pues no podía perder el tiempo entre transformaciones, volé alto y de forma inmediata pude alcanzar a los dragones que más se alejaban reconduciéndolos al rebaño que poco a poco se iba alejando, algunos dragones parecían recuperar levemente la consciencia y se unían a la chica de cabello rojo que volaba con gran maestría sobre su compañero alado. Mi rugido se escuchó varias veces mientras intentaba que no se me descarriara el rebaño pero algo causó una interferencia en mi mente cuando el sol de la mañana se veía reflejado en mi armadura -Catherine!..- la descendiente de Morgana me estaba enviando un mensaje mental, Tenía la espada y tenía a Sean.

Me detuve en seco, mirando hacia la isla cuando ya estábamos a punto de dejarla, hice contacto visual con el dragón que llevaba a Sarah para hablar con él -No os detengáis.. tened cuidado con las máquinas de los humanos- después de eso mi mirada se cruzó con la de la chica, le debía una y lo tendría en cuenta pero de momento me retiraba pues mi prioridad se encontraba en la boca del lobo.

En un lenguaje que no entiendo sé que los dragones se están comunicando, por cómo reacciona tanto Zaphira como sobre el que estoy montado. -A tus órdenes- Escucho con atención las órdenes de la dragona, que parecen muy concretas, pero poco aclaratorias. Pero la orden era clara: sacar a todos los dragones de allí, lo más lejos de las montañas o de lo contrario tendría que matarlos, algo de lo que, por supuesto, no quería encargarme -Cuenta con nosotros. Nos encargaremos- Asiento para que confíe en que trabajaremos como ha pedido. Por supuesto no quería mancharme las manos de sangre de dragón, por muy poderosa que esta fuera.

Una vez que Zaphira se separó de nosotros, indiqué a nuestro pequeño conocido que se acercara a otro dragón para envestirle. Era otro de los que había conocido con Snagov, de modo que utilicé la técnica de pronunciar su nombre en su lengua arcana. Éste se revolvía, nos escupía fuego, nos envestía. En una de las ocasiones casi me caigo del dragón sobre el que iba montada, uno de color negro azabache, cuyas escamas brillaban como la antracita. En ocasiones miraba a tierra, a la mancha negra que se abría paso por la montaña y llegaba a las lindes de los campos de cultivo, salpicando de campañas la superficie dorada del trigo y verde de las verduras. Chasco la lengua al recordar que Adael se encontraba en esa zona.

Habíamos conseguido que algunos dragones se unieran a nosotros. Después de haber deshipnotizado un par de ellos, los demás lo hicieron como de una función exponencial se tratara. Algunos estaban perdidos y se habían acercado a la montaña demasiado. Otros volvían a su ser gracias a Zaphira. Otros eran cosa nuestra. Súbitamente la dragona vuela a tierra -Zaphira, ¿qué pasa?- Pero solo puedo captar su mirada antes de descender. Es el dragón negro sobre el que monto el que me responde a la pregunta. -Pues nos vamos. Ya no podemos hacer nada aquí, vayamos al este- Silbo a los dragones, que se vuelven a mirarme. Les señalo en dirección a tomar, nos dirigimos en dirección al Sol. Nosotros quedamos en retaguardia, y cuando todos los dragones que están de nuestro lado han salido, nosotros lo hacemos también, no sin antes de echarle un último vistazo a la isla, a los campos de cultivo y mandar un patronus a Adael, volando sin cesar sobre aguas inglesas, evitando la tierra, hacia el este, para alejarnos de esa montaña maldita.

Me dediqué a merodear sin rumbo fijo tras haber dejado a Kyllian con Catherine para ir en busca de Mérida, esperando que tuviese suerte con la conversación que tenía que mantener con ella. Finalmente me dirigí a la zona de la guarida Tepes, lugar en el que había decidido reunirme con Svart. Una vez allí recibí un patronus de Johan convocando una reunión, cosa que me molestó porque sabía que aún no estaba listo para bajar de nuevo a algo así. Había pasado muy poco tiempo desde la salida del hospital, y sabía que si bajaba de nuevo sería un estorbo que no tardaría en caer. Casi como la vez anterior. A pesar de eso me jodía perdérmelo y quedarme atrás, aunque también tuviese algo de miedo porque ya sabía lo duras que eran las misiones y cómo acababa a veces. Estuve tentado de ir a la reunión, pero al final decidí no hacerlo para no tener que estar pensando en que Juliet probablemente bajaría  y yo no. Me había acabado enterando tarde de todo el tema del fracaso de misión porque ella no había querido contármelo, y tampoco en la cena me contaron nada.

- Tendrás que acompañarla, Svart...aunque ella sabe valerse bien por sí misma.

Quise distraerme de aquel asunto y ponerme a prueba entrenando un rato, pero tras varios minutos de intentos me di cuenta de que ni la parte física ni la mágica me respondían al nivel que quería. Me cansaba enseguida y el corazón se me aceleraba a la mínima. Al final acabé frustrado y malhumorado, sentándome junto Svart al pie de unas rocas altas. El joven dragón se tumbó en el suelo con la cola enroscada alrededor de su cuerpo. Yo me apoyé de espaldas en su lomo, pasando las manos tras la nuca para quedarme allí un buen rato mirando al nublado cielo y pensando en qué podía hacer para sacarme el mal humor de encima. Hubiese dicho dar palizas pendientes, de no ser porque no estaba seguro de poder ganar en este momento. Noté que la moneda comunicadora vibraba en mi bolsillo, así que la saqué para ver de qué se trataba. Suspiré al leer el mensaje de Juliet, escribiendo de vuelta.

"Salí esta mañana temprano, tenía que atender un asunto y después intenté entrenar. Estoy en la zona de guarida Tepes. No creo que vaya a la reunión, ya me contarás. Nos vemos más tarde."

No pasó mucho tiempo hasta que recibí un segundo mensaje suyo, pero esta vez tuve que releerlo dos veces para entender lo que pretendía. Éamon vivo, y se iba de cacería. No le había contado que ellos estaban vivos, y lo sabía desde que me lo dijo Kyllian en aquella fiesta. - Mierda. Se ha enterado. - volví a escribir otro mensaje, pero esta vez poniéndome en pie a la par que Svart.

"Dime dónde estás. No hagas ninguna tontería. Aún no."

Guardé de nuevo la moneda en el bolsillo, montando después a lomos del dragón para salir volando de allí hacia donde me dijera que estaba.

El joven Tepes vagaba por la zona de la antigua guarida de dragones, ahora vacía. Los malditos Pendragon se habían hecho con la mayoría de ellos, y ahora ese lugar estaba silencioso. Sólo deseaba que rechazaran aquel tratado para poder ir a la guerra contar ellos, para ajustar cuentas por quitarles la libertad a los dragones y por todo lo que habían hecho a Ouroboros y al Consejo. Su padre hasta había dado la vida para proteger a la isla y a sus habitantes, muriendo contra uno de esos robots asesinos cuando los localizaron.

Tenía que estar a su altura. Incluso si los Pendragon aceptaban el tratado, quería ir a por ellos. Desde que había cumplido los 15, apenas dos meses atrás, tenía la obligación de unirse formalmente al Consejo de los 20 para sustituir a su padre. La única reunión a la que había asistido le había resultado extraña, no sabía muy bien cómo encajaba allí ni qué esperaban de él. Estaba bastante perdido, y no sabía muy bien a quién recurrir. Se sentó en una de las rocas del lugar, alzando la vista hacia el cielo por el que antes volaban decenas de dragones.

El primer sitio al que se me ocurrió ir, según me había separado de Arleen, fue a ver a Khan. Antes incluso que ir a ver a Oscurus (por si necesitara algo del hospital) y por supuesto mucho antes de ir a ver a Leroy. Khan era un amigo y esperaba que tuviera respuestas sobre ese conflicto que parecía avecinarse antes o después con los Pendragon. No me podía creer lo del reclutamiento… era… una locura. A fin de cuentas, para eso estaba la Guardia y no cuatro alumnos despistados, como era yo. Si apenas controlaba bien mis propios poderes, ¿cómo iba a luchar contra nadie? Además, no había podido hablar con Tepes desde que nos fuimos de la isla, y, por supuesto, tampoco pude preguntarle por las conclusiones del famoso Consejo.

Cuando llegué a la guarida, alguien me indicó por los pasillos hasta el mirador de los dragones para luego marcharse por el mismo lugar por el que había venido. Asentí, agradecí y quedé solo, amarrando con fuerza las asas de la mochila. Recorrí la estancia con la mirada en silencio, haciendo que las pisadas resonaran por las paredes. Por el tamaño de aquel sitio, en algún momento del pasado, debería haber albergado dragones. Tan… imponentes. No me costó encontrar a Khan sentado en una de las piedras y supuse que estaría pensando en sus cosas, las cosas del Consejo, de lo que se hablase en la reunión. Se le veía tan… interesante en aquella posición que, por un momento, se me olvidó a lo que venía. Lo recordé en seguida, quitándome ese estúpido pensamiento de la cabeza, regañándome incluso. Cogí ímpetu y avancé con mayor velocidad -¡Khan!- Le llamé para captar su atención -He… He venido a verte. Me ha llegado una carta, de Ouroboros y… necesitaba consejo de amigo. ¿Estás bien? ¿Cómo fue la reunión del Consejo?- Terminé de caminar hacia él y traté de buscar un asiento en aquellas piedras, solo que no tenía la gracia y naturalidad para hacerlo que el castaño. Quizás hasta fuese un poco torpe.

Permaneció allí un buen rato más, perdido en sus pensamientos y en sus inseguridades como nuevo miembro del Consejo. Ahora que no le quedaba ninguno de sus progenitores no sabía a quién consultar sus dudas. No quería que los miembros del Consejo lo infravalorasen o pensasen que no estaba preparado para asumir el cargo. Por eso agradeció tanto el escuchar una voz amiga, la de Justin. Se giró en la roca en la que estaba sentado, haciéndole un gesto al chico para que se acercase. Lo conocía como aprendiz de Lucio y de Sean, pero se había hecho más amigo suyo a raíz de perder a su padre. Justin le había ayudado cuando peor estaba, y había estado allí para apoyarle.

Lo cierto es que últimamente se habían distanciado un poco, por cosas de su nuevo puesto, y porque Justin también estaba muy liado con sus cosas del hospital. Además, llevaba sin verlo bastantes días por la isla, desde lo del puñetero Sanguis que plantaron.  - Pensaba que te habías ido de la isla sin despedirte. - muchos se habían marchado, asustados tras la batalla de las montañas. Le invitó a sentarse al lado, para que le contase mejor. - ¿Quién te ha enviado una carta? no sé nada del tema. Creo que no me cuentan todo lo que pasa. - resopló ofuscado, pensando que pasaban de él. En los mensajes del brazalete no ponía nada de eso, pero sí sobre otros temas, lo que le recordó que debía responder a los mensajes generales.

- No sé si mis consejos serán los mejores, Justin, pero puedes contarme lo que pasa. - miró al frente con gesto indescifrable cuando le preguntó si estaba bien, sin llegar a responder claramente.  - La reunión fue mal, no se decidió ir a por los Pendragon, después de todo lo que nos han hecho. Les han enviado un "tratado", para ver si quieren aceptarlo y firmar la paz. ¿Es que no lo ven? ¡Son una amenaza que hay que eliminar! - al final sonó más vehemente de lo que esperaba, pero es que el asunto le enfadaba mucho. Bueno, en realidad últimamente siempre estaba enfadado.

Todo había pasado bastante rápido... Recapitulemos, la pequeña Lemóni estaba aprendiendo las bases de la magia elementarista de fuego, y estaba recibiendo la ayuda del maestro Cohen y de Nichollas, un alumno de él, Nichollas incluso la ayudaba a tener una mejor postura moviendola él mismo.

Ella aceptó esto sin reparar mucho en ella, no es algo que suela decir, pero es algo que se nota que es muy dada al contacto físico, no tiene la personalidad fría y distante qué podría esperarse de un nigromante, ella siempre ha sido feliz al lado de otros y siempre busca la compañía.

Estaba disfrutandolo de verdad... Hasta que bueno, quedó claro que iba a pasar, tenía que ir a buscar a Khan Tepes, ella no cuestionó, simplemente decidió seguir la indicación y de paso resultó qué Nichollas le podía ayudar, así que ella estaba encantada de recibir su ayuda otra vez.

Y también escuchó las cosas que el maestro Cohen dijo, y bueno, le hizo sonrojar mucho, tanto por el hecho de que le dijera que era una coqueta, como el que no dió un indicio de su edad, que bueno, ¡Es que a una dama no se le pregunta su edad! Eso es bochornoso.

Pero aún fuera del bochorno fue a buscar a Khan con la ayuda de Nichollas, quien afortunadamente le supo decir donde estaba así que se dirigieron al sitio, y mientras tanto, Lemóni decidió preguntarle a Nichollas con cierta curiosidad.

¿A que se refería el maestro Cohen con lo de la luz y el calor?...

Eso despertaba su curiosidad así que se lo preguntaba mientras iban andando y cuando finalmente regresó su vista al frente, resultó qué a quien buscaban estaba ahí... Y tenía a alguien más enfrente, por lo tanto, Lemóni antes que nada dijo.

¡D-Disculpen! ¿Tienen un momento?

Y corrió a su encuentro, no muy rápido porque no está demasiado en forma, pero sí hizo lo que pudo, pues supone que esto era importante.

-Sí, bueno, muchas cosas han pasado que se escapan a mi control- Me terminé de sincerar, en un suspiro, después de tardar unos segundos en contestar. Sabía que no había recriminación en el comentario de Khan, pero la verdad que, con la premura con las que nos sacó Johan de allí, quedaron muchos cabos sin atar. Este era uno de tantos. -¿Conoces a Leroy?- Quise inquirir para empezar a ver de qué pie iba ese nuevo Descendiente... O eso al menos decía, quizás fuera un impostor. A saber.

Al verle en aquella actitud tan sombría me traté de acomodar en la piedra, esa cosa me estaba destrozando las posaderas, y me acerqué. Sonreí levemente -Intercambio un mal consejo por otro igual de malo o peor- Sonreí con cierta tranquilidad, esperando que aquella estúpida broma le ayudara a sincerarse. Al final empezó a hablar sobre la última reunión y un poco por encima el tema del conflicto que se venía mascando. Vaya, que el tal Leroy estaba en lo cierto. Se acomodó en la piedra para separarse de Khan y arrugó la nariz, con cierta molestia. Ya no sabía si era el tema del conflicto, la forma en la que lo estaba contando o la maldita piedra. O todo a la vez. ¿Amenaza a eliminar? ¿En serio? Amenaza era la cochina máquina, con estos...

Iba a responder pero fueron interrumpidos. Dirigió un a última mirada disconforme con aquello y volvió la cara a los recién llegados -¿Nicholas? ¿Qué... Qué haces aquí?- Solo esperaba que el tratado de paz llegara a buen puerto...

La clase, aunque había terminado de una forma abrupta, había acabado de una forma muy divertida. El comentario de Adael sobre Limoni le había arrancado una carcajada que se había continuado durante todo el camino hasta la guarida de Tepes. Y por más que tratase de disimular o pedir disculpas, cada vez que recordaba la cara que Lemoni puso al comentario volvía a despertar las carcajadas imparables. Al menos había entendido mejor lo de bailar y los movimientos del baile del fuego, esperaría poder llevarlos a cabo en algún momento, aunque fuera a modo de calentamiento antes del kungfu... Eso sí, no elegiría un vals la próxima vez.

-Es por algo que le había dicho yo sobre... Bueno, le decía que el fuego tiene la propiedad de destruir, pero que también da calor y luz en la penumbra. Que no quería que mis poderes hicieran mal, sino que pudieran ayudar. Es muy largo de explicar, en otro momento te cuento, ya hemos llegado-

En efecto, la guarida se abría paso delante de ellos. Pidieron a la entrada que les guiaran ante Tepes. Nos miraron raro, pero insistimos en que teníamos un mensaje de Matvey y al final nos condujeron al interior, dónde Tepes estaba de charla con -Justin, ¿qué haces aquí? Pensé que te habías ido con Johan- Le miré confundido, ¿Habían vuelto ya? Ni siquiera se había despedido, simplemente hizo bomba de humo. Quizás luego se lo recriminaría, aunque no tuviera la culpa. ¿Habían interrumpido algo?¿Qué algo? Suspiró y respondió a la pregunta.

-Hemos venido a ver a Khan, Descendiente de Tepes, porque Matvey le necesita. Algo de magia de sangre, pero no ha especificado qué- Solté de una forma bastante directa, desviando la mirada al castaño

Khan lo miró con curiosidad cuando le preguntó por Leroy, aunque tenía cierto sentido porque era quien sustituía a Sean como maestro de Justin. - Sí...algo. Se presentó en la reunión en la que se habló del tratado. No sé mucho  de él aún, pero me pareció un poco pretencioso. ¿Por qué quieres saberlo?- se levantó de la roca en la que estaba sentado, metiéndose las manos en los bolsillos para mirar de reojo hacia él. Sus consejos le habían servido, aunque Justin pensase que no. Por su gesto le pareció que no le agradaba el modo en que había dicho lo de los Pendragon. No le entendía...no podía hacerlo.

- Déjate de rodeos, Justin. ¿Es Leroy el que te ha mandado la carta? ¿qué ponía? - podrían haber seguido hablando, pero no tardaron en tener visitas. Uno de ellos era el pelirrojo amigo suyo, y la otra chica...no la conocía, sólo le sonaba su cara por algo relacionado con Matvey. Precisamente parecía un encargo de su parte.  -  Vosotros diréis. - sacó las manos de los bolsillos, caminando hacia la pareja. - ¿Por qué Matvey no me ha enviado un mensaje en persona? - lo de la magia de sangre le hizo ponerse algo nervioso, porque no tenía ni idea de lo que podía ser. ¿Algo relacionado con los Pendragon?  

- Hum...claro, sí. Iré a su casa.- me giré a Justin con cara de disculpa, al final no habíamos tenido tiempo para hablar.  - Si quieres podemos hablar cuando regrese, esto parece urgente. Nuevas obligaciones...- le sabía mal, pero no podía ignorar la llamada.  - Acompáñame. - le dijo a la chica, poniendo una mano en su hombro para desaparecer de allí con ella en dirección al sótano de Rasputín.

-Ya, pero, ¿no dijo nada más? No comprobasteis que, yo qué sé, ¿era cierto lo que decía?- Se conoce que no, que simplemente creyeron a pies juntillas que aquel tipo decía ser Leroy descendiente de Merlín de alguna forma y otra. ¿Verdad o mentira? Siguió con la mirada a Khan, arrugando el labio un tanto disconforme, iba a responder a la pregunta, pero directamente fue él el que dedujo que me había mandado la carta. Asentí en silencio. De la misma manera que iba a responderle sobre el tema de los Pendragon. Sin embargo llegó la pareja y capté un tono en Nichollas que me hizo arquear la ceja -Así es- Le respondí, todavía confuso con todo aquello: la chica, el tono…

Yo también me incorporé según avanzaba la conversación. Me eché a la espalda la mochila para llegar hasta el grupo, donde se estaba transmitiendo el mensaje del nigromante. -No pasa nada, está bien. Hablamos luego- Mentí, pero, qué remedio. Los dos sabíamos que, una vez que cumpliera cierta edad, ese tipo de situaciones acabarían por aparecer y sería llamado para cosas urgentes. Despedí a la pareja y, una vez que lo hicieron, giré a Nichollas con los brazos cruzados por delante del pecho y la ceja alzada -¿Y bien? ¿algo que declarar?- ¿Quién era esa? ¿A cuento de qué ese tonito y esa actitud? A ver si se creía que me había de Ouroboros porque a mi me había apetecido. Iba a seguir diciendo algo sobre toda aquella situación cuando un patronus se nos apareció a los dos. No reconocí la figura, pero no tardé en distinguir la voz de Jack.

Pues al final sí le habían llamado a filas. Pero no contra los Pendragon, sino a Roma, ni más ni menos. -Vámonos de aquí. Hablaremos en casa- Suspiré dejando caer los hombros, pero sujetando la mochila, y salí de allí andando con mi primo en un silencio un tanto incómodo.

Bueno, luego de la locura del árbol y el hospital, Lemóni no estaba teniendo un tranquilo regreso... Parece que primero fue un demonio y luego una suerte de árbol maligno qué un poquito más y la deja postrada varios meses también, pero el mundo parece empeñado en tirarle peligros sobrenaturales más allá de sus capacidades.

Luego de tanto, y del hecho de que su maestro al final parece que no quizo hacerle el examen, Lemóni por un rato no supo que hacer... Al menos hasta que, luego de que se recuperó como corresponde, El descendiente de Tepes le recordó eso de ir a su casa a divertirse...

Y honestamente, no ve por qué no... Tal vez no lo conozca de nada, pero es un chico lindo y ella no deja de ser adolescente, las cosas son como son, y aunque su padre fue bastante reticente a dejarla ir, parece feliz de que ella tuviera algo de vida social, así que finalmente le ha permitido ir.

Y larga historia corta, ahora está aquí caminando al lado del descendiente de Tepes, entrando a su casa, y observando todo como si se tratase de un gatito con curiosidad.

Es... Un muy bonito lugar...

Comentó con cierto asombro, en parte por la situación... Nunca hubiera creído qué entraría al lugar de residencia de algún descendiente... Más allá de su maestro, por supuesto, que ya ha estado en su sótano más de alguna vez porque guarda muchas cosas de estudio por ahí.

Había pasado más o menos una semana desde que llegó herido de la misión de Italia, y algunos días desde que salió del hospital. Allí había acordado con Justin y Lémoni que quedarían en su casa para hacer una fiesta, así que invitó a ambos y envió otras cuantas invitaciones más a otros conocidos de Ouroboros. No sabía si acudirían, pero al menos el alcohol y la comida ya estaban preparados. No se había encargado él, pues no tenía ni idea de cocinar. El cocinero y el mayordomo eran los único que quedaban en su casa después de la muerte de su padre, pero esa noche se la dio libre para poder quedarse solo en casa. Se vistió de traje porque era a lo que estaba acostumbrado cuando se suponía que había que arreglarse, aunque se le hacía raro porque dudaba que sus visitas fuesen así.

A la primera que recibió fue a la aprendiz de Rasputín, saliendo al exterior para darle la bienvenida. La guarida Tepes era una casa excavada en la roca, con varios niveles y ventanas y balcones al exterior. Por fuera se confundía con el relieve rojizo entre el que antaño volaban los dragones, ahora desaparecidos por culpa de los Pendragon. Se arregló un poco el pelo antes de abrir, un tanto nervioso por eso de hacer de anfitrión. ¿Y si no venía nadie más?

- Bienvenida, Lémoni. Ven, pasa por aquí. - indicó para que entrase al salón principal, donde ya estaba la mesa con la comida puesta. - ¿Sabes si va a venir Justin? espero que le hayan dado el día libre de prácticas. - se dispuso a darle una copa, preparando otra para él. - Habría invitado a alguno más del Consejo, pero se fueron a la reunión esa con los Pendragon. Como si fuese a servir de algo...no sé si Matvey te habrá contado algo.

El lugar era muy pero que muy particular... Eso de estar excavando en la roca se le hacía muy raro pero interesante, además qué por dentro el lugar era más lo que se esperaría de la casa de un descendiente, así que supone que solo es una fachada un poco peculiar.

Ella por su parte iba vestida de una forma mucho más casual, con una faldita azulada y una camisa con un estampado qué ponía "Γλύκα" o "dulzura" escrito en griego, porque su padre dice que se ve bonita, y también... Vió al descendiente con un traje, y eso le hizo cuestionarse si la fiesta era un evento de etiqueta y se había equivocado, ese pensamiento casi de inmediato le hizo poner carita de inquietud existencial.

O-Oh... Muchas gracias, Descendiente...

Y luego de lo dicho pasaría... Mirando la comida en la mesa, que tenía tan buena pinta qué de solo verla le daba hambre.

Woaaah...

Solo la próxima pregunta hizo qué espabilara.

Oh... Um... Realmente no lo sé... Desde el hospital ya no lo he visto...

Y luego de eso, casi por inercia tomó la copa, y la miró unos segundos... En su vida había tomado nada de alcohol, pero considera qué sería muy descortés no tomar todo lo que él descendiente con tanta amabilidad le ofrece, así que apenas tuvo dudas un momento, y luego se decidió a beber, antes de seguir comentando con Khan.

Ahh... Pues realmente no... Se suponía qué el maestro Rasputin me daría un examen... Pero al final no ocurrió... Al parecer es justo eso lo que ha tenido ocupado...

En cuanto a si la reunión es inútil... Ella quería creer que no, no quería una guerra, esa idea le daba mucho miedo.

No estaba seguro de ir a aquella fiesta-celebración… no estaba seguro de cómo debía llamar a aquel encuentro. Se supone que debíamos estar todos preparados para lo que pudiera resultar de aquella reunión tan misteriosa y que había hecho que Oscurus se ausentara del hospital. Al final, Doris fue la que me incitó a ir. Aunque había que reconocer que la frase de “si llega el fin del mundo ya nos enteraremos mañana” no ayudaba mucho, a decir verdad. Y hasta fue ella la que le consiguió los pantalones de color beige entallados y el suéter de cuello en pico azul celeste, con una camisa blanca.

Cuando pasé por casa, aproveché y preparé una ensaladilla rusa porque…. Porque le copié la receta a los amigos rusos de la tía Jo y me pareció una buena idea. Aunque le quité el vodka por si se cortaba con la mayonesa, no quería una indigestión, por el amor de Morgana.

Total, que sabía que llegaba tarde, lo que no estaba seguro era de cuánto. Y después de lidiar varias veces con si debía o no tocar la puerta, al final me decidí a tocar y a esperar con cierta incomodidad. Qué poco me gustaban las fiestas a decir verdad. En fin, ¿por qué tardaban tanto? ¿Me había equivocado de día? -Qué tontería, igual debería volver…-

Le miró entre divertido y fastidiado por el modo tan formal en el que se dirigió a él, teniendo en cuenta que tenían la misma edad. No se acostumbraba a que le hablasen de ese modo. - No me llames Descendiente...queda raro, y más en una fiesta. Llámame Khan. - añadió con naturalidad, aunque estaba seguro de que a la chica le iba a costar tomarse confianzas. Parecía muy tímida. Asintió a lo de Justin, ninguno sabía nada de él. - Pobre, está muy ocupado siempre. - luego miró a la muchacha, fijándose mejor en el atuendo que se había puesto. Venía arreglada pero no en exceso. - ¿Cómo estás tú? te ves bastante bien...- enseguida se dio cuenta de que eso también podía sonar raro, así que añadió algo más rápidamente.

- Quiero decir...muy recuperada y eso. - dio un trago a su copa de vino, lo mismo que le había servido a Lémoni. No estaba muy acostumbrado a beber, pero esa noche pensaba estrenarse en esas cosas de fiestas de Descendientes. Carraspeó un poco por el vino que le quemó la garganta, sin poder responder de inmediato a eso del examen de Rasputín. - ¿Te hará levantar muertos? ¿de qué va el examen? - apenas segundos después escuchó que llamaban a la puerta, así que dejó a Lémoni un momento para ir a abrir.

- ¡Por fin! Justo de ti estábamos hablando, no sabíamos si ibas a venir. Por el momento solo estamos dos, lo de la popularidad no es lo mío. Pasa. - tiró del brazo de su amigo para meterlo dentro de la casa, llevándolo al salón donde estaba Lémoni, la bebida y la comida. - ¿Has traído más? - echó un vistazo a lo que traía el peliblanco, cogiéndolo de sus manos para dejarlo en la mesa también. Después le pasó la botella de vino y le echó una copa. - Para que te olvides un rato de todos los líos del hospital.