Área de habitaciones mixtas [Piso 4] EDIFICIO OUROBOROS

Me dejé caer en la cama de forma lenta mientras ella iba tomando la posición que más le gustaba, siempre sobre mi pero estaba siendo menos atrevida que de costumbre, tal vez pensaba lo mismo que yo, que no era el momento pero ninguno de los dos eramos personas demasiado sensatas y en ese momento más que nunca necesitaba su calor. Me giré lo justo para poder llevar ambas manos a sus caderas y guiarla para que se subiera sobre mi completamente sin abandonar sus labios, una vez en esa posición mis manos tomaron direcciones distintas, una bajó hasta su trasero y la otra subió por su espalda en una caricia bajo la camisa que llevaba la pelirroja.

Bajé la mano sobre su trasero hasta uno de sus muslos haciendo de punto de apoyo con la que tenía en su espalda y así girar sobre nosotros mismos para dejarla sobre la cama, me separé de sus labios y me incorporé para quitarme la camiseta, quería tenerla rápido pero a la vez tratarla con mimo y cuidado por lo que la miré como si necesitara pedirle permiso para todo y al ver que no se negaba fui levantando la camisa de ella y a medida que la tela iba dejando al descubierto su piel fui llenándola de besos, lentos y delicados desde la parte baja de su abdomen , pasando entre sus pechos, su clavícula y cuando finalmente la prenda salió por arriba , su cuello.

Se recostó, al menos hasta Kyllian se movió y la cogió de las caderas, Mérida se detuvo apenas un poco para acariciar sus labios sin besarlo mientras se ponía a horcajadas sobre él. Se acomodó, con tranquilidad, sobre él y volvió a besarlo. Puso una de las manos en su nuca y la otra la apoyó sobre la cama, aguantando un poco su peso aunque era consciente de que Kyllian no lo necesitaba.

La forma en la que los dedos de Kyllian iban subiendo por su espalda le generaba un escalofrío que le estremecía el cuerpo. Llevaba el calor en su mano y sus caricias parecían querer decirle algo más, eso que a viva voz no podía, y Mérida sentía que podía interpretarlas. Se dejo girar, observando cómo se alejaba de ella y los brillantes ojos celestes de la pelirroja lo miraron con curiosidad. No sabía decir porqué pero aquel momento lo sentía aún más intenso que el arrebato de pasión con el que se habían conocido.

Cuando pareció detenerse, Mérida alargó una mano hacia él para acariciar su brazo y luego su pecho aunque tuvo que desviar la mano a la espalda al sentir que sus labios besaban su piel en ascenso. Cerró los ojos y disfrutó de las sensaciones, del hormigueo y del calor que se instalaba en cada parte de su cuerpo, irradiando desde su corazón hasta la punta de los pies. Ambas manos se deslizaron por los músculos bien formados de la espalda de Kyllian mientras la cubría con su cuerpo. Se arqueó suavemente para sacar la cabeza con facilidad, ladeó la cabeza para darle acceso a su cuello y sintió el roce de su piel como una bendición.  

-Kyll…- Susurró, atrayendo su cara con una mano para que sus labios se unieran y así besarlo profundamente sintiendo que sus cuerpos parecían moverse en sincronía, buscando algo que ansiaban o que buscaban desde hace mucho sin ni siquiera saberlo.  Mérida no tenía mucha más ropa que él pero sin duda podrían deshacerse de ella en un movimiento, y, no obstante; la pelirroja sólo quería más de eso. Quería besarlo, quería grabarse a fuego la forma en la que le acariciaba y le decía eso. El qué…El qué no sabía el qué era pero le hacía sentir bien. No sólo hermosa, sino sensual y querida.

Podía sentir como Mérida se estremecía con cada beso dejado sobre su piel, captaba cada movimiento, cada gesto, todos mis sentidos estaban puestos en ella como si mi parte animal estuviera acechando a su presa pero no me la iba a comer en un sentido literal. La pelirroja levantó sus manos llevándolas a mi espalda, cuando por fin llegué a su cuello y la camisa dejó de ser un obstáculo sentí como mis dientes empezaban a doler, quería morderla y dejarle mi marca en la piel, abrí la boca para hacerlo pero conseguí contenerme dejando solo un lametón.

Al escuchar mi nombre salir de sus labios la miré a los ojos, el sol se estaba ocultando pero a medida que la penumbra nos iba envolviendo yo podía verla mejor, correspondí a su beso mientras me iba acomodando entre sus piernas, me apoyé con el antebrazo en la cama mientras con la mano contraria empezaba a acariciar su pecho. Moví la cadera rozando nuestras partes más íntimas dando solo un pequeño aperitivo del plato principal a Mérida, dejé sus labios y me puse de rodillas para bajarme el pantalón liberando mi creciente deseo por ella, mis ojos felinos centellearon por el reflejo de la luz en aquel tono dorado que los caracterizaba, arqueé la espalda de forma felina dejándome caer sobre ella con los brazos estirados por lo que no llegué a tocarla, acerqué mi rostro y de nuevo rocé mi mejilla contra ella pero esta vez con un ronroneo más animal que humano.

Una mano juguetona descendió hasta colarse por debajo de la ropa interior de la chicha para llegar a su zona más íntima, con un dedo la recorrí de arriba a bajo suavemente una y otra vez hasta centrarme en el punto más placentero que me dejaría escuchar su voz. Seguía ronroneando cerca de su oreja y rozándola con los dientes dando mordiscos juguetones a medida que mi respiración se iba haciendo más pesada, me aparté de esa zona y bajé para atrapar uno de sus pezones con mi boca sin dejar de atenderla con la otra mano y cuando sentí que estaba cada vez más suave y preparada me detuve, aparté la mano y guiándola con las mismas le indiqué que quería que se diera la vuelta quedando de espaldas a mi.

El cabello de Mérida estaba en medio así que lo aparté para tener una mejor vista de su espalda, besé sus hombros y después dejé la marca de mis dientes en su piel mientras acariciaba su trasero, pasé mi lengua sobre mis propios labios levantando las caderas de ella a una altura adecuada, empezando a rozar mi virilidad contra su sexo esperando que lo deseara tanto como yo y cuando no pude aguantarlo más me introduje en ella, lenta y tortuosamente sintiendo como me abrazaba su calor, por suerte no me hacía falta la voz para jadear de placer. Esperé un momento a que ella se amoldara a mi y entonces empecé a moverme contra su cuerpo en un delicioso vaivén, durante unos minutos fue suficiente pero quería más, llegar tan profundo como pudiera en ella y llenarla por completo de mi, así que me detuve para poder girarla y apoyar sus pies en mis hombros y de nuevo deleitarme en su calor esta vez admirando su rostro tan lleno de placer como el mío.

Nuestros cuerpos se fundieron el uno con el otro y cuando llegué al momento cumbre de mi excitación, el orgasmo se vio reflejado en un sonido de placer que se mezclaba con un rugido, di unas cuantas estocadas más sintiendo como ella se contraía también y en cuanto ambos nos vimos satisfechos me separé de ella y me dejé caer en la cama a un lado, jadeante pero con una sensación de plenitud en el pecho.

Durante todo el mes que habían pasado divirtiéndose nunca había conocido una faceta tan excitante y demandante como la que Kyll le mostraba ahora. Era pura búsqueda del deseo y satisfacción para ambos y cada caricia, cada beso y cada parte de su cuerpo que rozaba con él sólo pedía más. La expectativa hacía mella y aunque intentaba calmarla con sus labios, cada vez que se rozaba contra ella la pelirroja se estremecía. Verlo levantarse ante ella, con un cuerpo que Mérida sólo podía describir como cinzelado por los dioses y, encima, verlo tan deseoso de tenerla, poder ver la adoración en sus ojos le llenó el corazón.

Se rió suavemente, cuando estaba en modo sexual, casi nunca le salía su risa propia; cuando volvió a sentir que se restregaba contra ella. Le gustó, le encantó y ella le respondió de la misma forma porque el roce de su piel y la propia en lugares que antes no le parecían para nada erógenos despertaban nuevos sentimientos y sensaciones. Sin embargo, cuando sus dedos juguetearon con ella y él torturaba su piel con sus dientes Mérida pensó que podría morirse de placer. Una de sus manos se hundió en el pelo de Kyll para hacerle saber que lo que hacía era perfecto aunque sus gemidos evidentemente le daban una buena pista. Se arqueó buscando el contacto de su piel a medida que su lujuria se acrecentaba y él reptó para tomar sus pechos y saborearlos.

Pero tanto ella como él necesitaban más. Se dejó girar, sintiendo que de una extraña manera, estaba siendo más pasiva y entregada pero…Le gustaba. Darle la espalda se sintió como si de pronto se expusiera de una forma que no comprendía. Tal vez, si lo analizaba después y comprendía que era luna llena; el hecho de exponer su cuello y bajar la guardia cuando detrás tenía un cazador en potencia; era exactamente lo que estaba sintiendo. Pero los besos diluyeron aquella sensación y percibió a Kyll en todos lados. En su piel, en el aroma que los envolvían, en el sabor de sus labios. Cerró los ojos, concentrándose en cómo iba haciéndola suya centímetro a centímetro y Mérida se movió junto a él. Por alguna razón sintió que con cada embestida algo entre ellos se diluía… No sabía si eran las etiquetas, las palabras que intentaban describir lo que sea que tenían pero era… Era magnífico.

Después de eso se reacomodaron y cuando Mérida sintió cómo se hundió en ella se arqueó pero lo que más le gustó fue observarlo mientras la hacía suya. Levantó una de las manos y, aunque por cómo estaban no podía besarlo, le acarició el rostro y después los labios deseando poder morderle de vuelta. Un deseo que se acrecentaba a medida que su mirada se hacía más intensa y brillante, mientras aumentaba las embestidas y la llevaba al cénit del placer. El de ella fue el suyo y pronto los dos quedaron respirando agotados, satisfechos y con una sensación de felicidad bastante extraña.

Después de eso, una cosa llevó a la otra y Kyllian terminó sin ropa y sólo con el casco puesto. Mérida se tuvo que sacar la camisa por encima de la cabeza y la ropa interior voló por algún lado y en cuestión de minutos se unió a él en un gemido compartido. En ese momento, así como él había tenido la iniciativa la vez anterior, Mérida usó todo su poder femenino para tenerlo a su merced, marcando un ritmo intenso pero para nada lento. Era una descarga de todo el deseo que había despertado en ella sólo con una frase. Mantuvo sus labios cerca de los contrarios mientras lo cabalgaba hasta que el clímax, tempestuoso y  enérgico,  los alcanzó en mitad de un beso apasionado.  A la pelirroja le costó respirar normalmente,  y se dejó caer sobre el cuerpo de Kyllian agotada, estremeciéndose aún de placer. Le dio un par de palmaditas en los pectorales -Buen trabajo…Soldado- Había cumplido enormemente con su trabajo pero pronto la palma le empezó a arder y Mérida se incorporó un poco -Mierda…me olvidé las palabras…- Murmuró guiñando un ojo en una especie de mueca, aquello era un recordatorio -¿Lo hacemos esta noche en nuestra nueva casa? … Sé que mini tú estará feliz y yo mucho más...- Se rió socarronamente antes de tirarse sobre él de nuevo y besarlo.

Con Mérida sobre mi moviéndose de aquella forma no tardé nada en estar listo para ella, casi me arrancó la ropa hasta dejarme desnudo solo con el casco "joder que buena está" pensé para mi mismo mientras ella se quitaba la ropa quedando totalmente desnuda .Acaricié sus pechos suaves y voluptuosos pensando muchas más cosas "ojalá me deje meterla entre sus pechos" pero de momento ella mandaba y me encantaba cuando estaba modo fiera. Gemí de placer tanto en mi cabeza como de forma sonora cuando ambos nos unimos y ella se movía de forma placentera para ambos, estaba totalmente absorto por ella. cuando finalmente ambos llegamos al orgasmo ahogamos los gemidos en un beso tan candente como lo era ella, se dejó caer en mi pecho mientras ambos recuperábamos el aliento y una vez más un pensamiento invadió mi mente "joder, menudo polvazo"