A diferencia de sus hermanos, sólo tiene, aparte del aseo dos salas anexas: La de música, en la que reina un piano y un arpa, pero hay otros instrumentos y la otra es un vestidor. El vestidor, como mínimo, triplica el de cualquiera de sus hermanos y está repleto de ropa y demás accesorios
Llegó a sus aposentos y empezó a poner los pergaminos de la coronación en uno de los sofás y luego la carta de la Arleed esa. Decidió que no podía dejarla a la vista porque probablemente Darren entraría a su habitación y la encontraría así que abrió su cajón de ropa interior y la escondió en el fondo. Seguro que eso no lo revisaba. Tras eso se desnudó, quitándose la armadura de cuero parte por parte y poniendola sobre el maniquí casi de cualquier forma. Después la limpiaría y acomodaría. El resto de las piezas fueron cayendo dejando un camino hacia el baño.
Encendió la bañera y empezó a echarle sales y demás cosas. Mientras se llenaba se dio una ducha exprés para sacarse la mayor porquería de encima después del entrenamiento pero mientras se aseaba se entretuvo dejando su imaginación volar. Para cuando estaba dentro de la bañera se había traído varios juguetes sumergibles. No le mintió a la pareja, iba a pensar en ellos. Eran nuevos, era como un pequeño juguete con el que quería jugar pero debía… Esperar. Tener paciencia. Excepto en su mente así que se dejó llevar, imaginándose el sabor de los labios de Juliet o el tacto de las manos de Reif. ¿Serían buenos amantes? ¿Serían conservadores? Una cosa llevó a la otra y su cuerpo se incendió casi en seguida, encontrando calma sólo en sus propias manos expertas. Mucha calma….Varias veces… Cuando su cuerpo quedó laxo, se relajó un poco más en el agua pero finalmente salió de la bañera a por la toalla para secarse.
Pero antes de todo eso, debía recuperar SU carta. Aquella carta que le había robado su hermana. Sabía perfectamente dónde se escondía el ratoncito, y con paso firme, fue a darle caza a su ratonera. La puerta de los aposentos no estaba cerrada con llave y no se escuchaban voces en su interior. Entreabrió el portón con sumo cuidado. El suave rumor de la grifería del baño envolvía la sala. Aquello le daría tiempo de oro. El primer lugar al que se dirigió fue a la capa que había llevado la rubia y rebuscó en los bolsillos, sin éxito. La cota… tampoco. La ropa que llevaba puesta… tampoco. Si fuera Shyvanna, ¿dónde escondería la carta?
Fijó la mirada en el escritorio. Y el rumor del agua dejó paso a otro sonido ahogado, mucho más placentero. Darren lo identificó al instante y agudizó el oído buscando el susurro de un acompañante. Cuando quiso ser consciente, tenía uno de los pergaminos de la coronación en el puño cerrado, totalmente arrugado. Lanzó el papel, con disgusto sobre la mesa, mientras empezaba a notar cómo el calor recorría su cuerpo y el pulso se acompasaba a los gemidos de Shyvanna. Apretó la mandíbula y se obligó a enfocarse en lo que andaba buscando. Si él fuera Shyvanna, ¿dónde guardaría cualquier cosa que quisiera que me quitaran?
Bajó la mirada hacia el cajón que contenía la ropa íntima y abrió el cajón. Aquellas prendas deberían verse preciosas en el cuerpo de la hermana rubia, pero … al fondo del cajón… encontró su objetivo.
Empezó a correr hacia allí pero la carta ya estaba en manos de su mellizo cuando llegó así que le cogió de la muñeca con fuerza para que se detuviera -¡No me la quites!- Le espetó molesta mirándolo con cierta irritación -¿Por qué te escribe la Arleed esa? ¿Qué es lo que quiere contigo? ¿No es la mujer del Usurpador? - No forcejeo para quitarle el papel porque no quería romperla, quería enterarse pero en su tacto sintió su pulso acelerado y frunció el ceño. Levantó la mano libre para apoyarla en su frente, notando un poco acalorado. Suspiro, pesadamente - ¿Te sientes bien?- Esta vez su tono ya era más preocupado así que liberó un poco la mano de su mellizo, esa de la carta.
Tomó una larga inspiración. Sabía que la carta era suya pero aún así… -Léela en voz alta- Le dijo mientras miraba su cajón. Generalmente dormía desnuda pero si se quedaba hablando con Darren no era… apropiado. ¿No? No. Cogió la primera que encontró y empezó a ponérsela por debajo del albornoz para luego abrir el otro cajón y sacar uno de sus vestidos de cama en color azul claro, le dio la espalda y se quitó el albornoz para ponerse el vestido. Lo cierto es que Darren… bueno en realidad todos sus hermanos en algún momento la habían visto desnuda y no era algo que le causará pudor alguno pero de vez en cuando tenía un poco de decencia. Aunque su ropa no.
Se subió a la cama, dándole un par de palmadas para que se subiera con ella… y le hablara de la estúpida relación con esa morena. Se inclinó para abrir uno de los cajones de su mesa de noche y así sacar un cepillo y empezar a peinarse el pelo -Ven aquí, tengo que preguntarte una cosa
En cuanto su hermana dejó de forcejear, Darren se colocó el jubón tirando de la parte de abajo y expulsó aire por la nariz, relajando el gesto y el ceño. -Sí. La misma Arleen que conoces- Miró la carta con curiosidad, por todas sus caras, estudiando la caligrafía cuidada, tratando incluso de ver al trasluz de la carta por si contuviera, algún veneno en polvo. Aunque, por lo poco que conocía a la mujer, dudaba que fuera que ese tipo, tampoco podía confiarse. -Lo desconozco. Quizá sea para lanzarnos una maldición… otra- Se encogió de hombros, restándole importancia a todo. No encontró motivación para no leerla en voz alta, de modo que procedió a abrir el sobre con cuidado, mirando por encima del mismo a su hermana vistiéndose. Sacó el papel con lentitud, como excusa para poder disfrutar de las vistas, que ni aquella mancha maldita conseguía deslucir, hasta que estuvo totalmente fuera y extendido. Obedeció a aquella orden para acompañar a su hermana en la cama y se sentó en el otro lado, hacia los pies.
Estimado Señor Darren Pendragon.
Espero que esta misiva os encuentre bien. Comprendo que las últimas semanas han sido un poco complicadas para ambos, pero quise reservar un momento para dedicaros estas palabras tras enterarme, por Oscurus, de vuestra participación.
Quiero agradeceros por vuestra ayuda en mi rescate. La…tierra y su gente aún es intolerante a los magos y de haber tardado quizás sólo un par de segundos más no estaría aquí donde estoy ahora. Me encontraba en un mal momento y me era imposible comunicarme, por razones meramente personales. Pero no quiero atormentaros con mi pasado, sólo quería agradecer que hayáis hecho caso omiso a cualquier tipo de aspereza que exista entre vuestra familia y el Consejo de los 20, y me hayáis ayudado. Me recordáis que aún existe la bondad y la misericordia en las personas. Sólo hay que saber dónde y cómo buscar.
Entiendo que no podéis venir a la isla y espero que lo que sea que haya sucedido tenga una explicación lógica. Sé que la hay. Espero que el destino vuelva a encontrarnos en circunstancias más amenas y poder deciros en persona estas palabras.
PD: Sé que habéis hablado con vuestra hermana sobre mi condición. Ya no es necesario. Teníais razón y lo hemos descubierto muy tarde.
Atentamente,
Arleen
Recordaba a la mujer, de bonito cabello caoba y ojos violetas. Era atractiva y si no fuese porque parecía tener un palo metido en el culo quizás Shyvanna le habría lanzado los trastos. Pero en el momento en el que había corregido a Thoren se le había caído la idílica belleza. Pensar en Thoren le hizo fruncir suavemente el ceño, lo cierto es que en las últimas semanas había pensado pocas veces en él. Sólo esperaba que estuviera bien. Suspiró -No tiene cara de echar maldiciones. Parece una muñequita de porcelana…¿Y sabes qué pasa con esas muñecas?- Preguntó mirándolo con un deje de lo más siniestro y una sonrisa que dejaba entrever lo desquiciada que podía ser a veces -Se rompen con facilidad-
-Ven aquí- Le dijo cuando lo vio sentarse del otro lado. Rodó los ojos antes de ordenar algo de cenar porque el estómago le rugía de hambre. Arqueó una ceja al escuchar eso de “Señor”, cuánta formalidad. Mantuvo los ojos en Darren, no en la puta carta, leyendo cada uno de sus gestos a medida que leía. Quería ver qué tanto tenia que decirle la estúpida esa -¿Cómo que rescate? ¿Por qué estás rescatando la mujer de otros?- Le espetó con el ceño fruncido y un tono que lejos estaba de ser amable. En un arranque claro, le tiró el cepillo a la cabeza-Tiene marido- Le informó en un siseo, que se encargara el marido de buscarla y de llevarla a su casa -No tienes que ser el caballero de brillante armadura de nadie…- Lo que seguía de aquella frase de lo guardó para sí misma.
“Por razones meramente personales…Ridícula. ¿Se la da de misteriosa? No le queda”, se cruzó de brazos. Odiaba que supiera lo que había ocurrido con Thoren y cuando lo mencionó en la carta apartó la mirada hacia su hombro, no quería que su molestia se viera en su rostro y aprovechó para subirse una de las tiras de la ropa de cama -Ah… Qué vueltera. Que diga que perdió el bebé y ya… Te lo dije- Alzó el hombro con un gesto de desinterés, aunque por dentro la odiara un poco -Una muñequita de porcelana. Bonita pero inservible- Puso los ojos en blanco con un gesto de hastío y empezó a mover el pie al ritmo de alguna canción que se le quedó grabada en el cerebro en algún momento de su vida.
Pasó la yema por el suave sobre, perfumado, esperando a que el sirviente se fuera con la cena, poniéndose más cómodo en la cama. Se abrió el jubón de las reuniones importantes por la parte superior, liberando levemente el cuello y las clavículas, dejando entrever la camisa inferior. Así, aprovechó en un vistazo para disfrutar de la caligrafía de la medimaga. Su hermana también tenía una letra preciosa, pulcra y cuidada, pero distaba en cierta manera de aquella. Carraspeó para aclararse la voz y comenzó con la lectura. Aquel trato tan respetuoso le hizo dibujar una sonrisa azorada mientras continuaba leyendo hasta que la hermana interrumpió. -Un medimago mandó un patronus. Y estábamos todavía con la pantomima de hacerles el bien a la gente de Ouroboros- Se encogió de hombros, pareciéndole la cosa más lógica y del mundo. Protegiéndose del cepillo arrojado -Marido Descendiente. Puesto al que se supone que queríamos aspirar. Si hasta ayudé a salvarle la vida a Lucio- Añadió con una risotada, justificándose y quitándole importancia al tono que estaba usando Shyvanna con él. Aunque su último apunte le dejó descolocado. Tensó la mandíbula, bajó la mirada y suspiró. Y tras un breve silencio, de significado incierto, prosiguió con la lectura. Y es que él solo quería ser el caballero de brillante armadura de una única persona.
La lectura del fragmento de las asperezas, el consejo y la bondad le hizo arrugar el ceño, claramente incómodo, haciéndose que se tuviera que reacomodar en la cama. No le debía nada a esa mujer, ni a Ouroboros, ni al Consejo, pero ahora mismo sentía como si les hubiera clavado un puñal por la espalda. Un estoque certero y traicionero. Seguir con la lectura de lo sucedido en la isla le hizo ponerse nervioso, era algo del que todavía no tenía una explicación razonable, o mejor dicho, sí la tenía, pero no la quería hacer caso porque carecía de sentido. Terminó de leer, con un largo suspiro lánguido. Dobló con sumo cuidado la carta por los pliegues, pues no quería arrugar el papel, y dejó caer los hombros de una forma cansada. En efecto, la hermana se lo había advertido. La actitud de su hermana no le estaba agradando mucho, cogió aire y se apretó las sienes -Quizás podríamos haber hecho algo más por ella- Le dijo, tras un silencio, con un deje en el tono que denotaba culpabilidad y a la vez con la determinación para que su hermana no fuera por esos caminos, pues era una actitud que no iba para nada con ella, y que no iban a llevar a nigún lado constructivo.
Del resto, ignoró deliberadamente cada uno de los gestos de Darren que parecían desaprobar su actitud. No lo había visto tan delicadito con Thoren por ejemplo. Que por cierto, tampoco había hecho nada más que tratarla como una reina y robarle sonrisitas pícaras. Como la sonrisita que Darren estaba dibujando ahora, Shyvanna entrecerró los ojos sintiendo ganas de agarrar la puta carta y romperla con sus propios dedos - ¿Y por qué te buscaban a ti exactamente? - Añadió. Había SEIS HERMANOS PENDRAGON. O SEA, A ELLA PODRÍA HABERLE LLEGADO EL PATRONUS NO SÉ…. -Lo de Lucio lo comprendo… Sean es un amorcito y, además, Descendiente. Pero…- Lo miró a los ojos con cierta intensidad como si intentara poner en palabras lo que estaba pasando por su mente, pero no lograra realmente encontrarlas -¿Qué tiene de interesante esa mujer que has salido corriendo ante el llamado?- Añadió y más le valía tener cuidadito con lo que iba a responder -Podría haber ido Wthyr o Gwen. ¿Por qué has tenido que ir tú?- Era ese el problema. Que era él. ÉL.
Notó el cambio en su rostro con la otra parte pero ella no dijo nada. Apartó la mirada hacia sus sofás como si estuvieran muy interesantes y se cogió algunos mechones de pelo y jugó con ellos al mismo ritmo que llevaba en el pie. Mmm…quería romper cosas. Se le había pasado toda la calma felicidad de sus múltiples orgasmos. Volvió la mirada hacia él cuando le habló y tensó los labios -Podrían habernos buscado para eso. No querían. ¿Sabías que el Usurpador se alejó de mí mientras lo curaba, como si tuviera sarna?- Preguntó arqueando la ceja -No podemos ayudar a quien no quiere ser ayudado, Darren…Además, tenemos otras preocupaciones…- Apartó la mirada de él y se bajó de la cama para ir hacia su tocador y así poder observarse el cuello. La marca era horrorosa y subía hasta casi alcanzar la mitad de su cuello. Con él no tenía problema en mostrarla pero con los demás no dejaba de darle miedo preocuparlos demás. Se miró el pecho, donde nacía la marca y la trazó con los dedos pensando entonces en todo lo que Wthyr y Catherine tenían que hacer. ¿No habían funcionado los sodomas?
Al recordar a Wthyr su mente divagó hasta la reunión y entonces se giró bruscamente hacia Darren, caminó hacia donde estaba él, se subió a la cama de rodillas y le soltó un manotazo en el hombro -¿Qué te traes con Freyja?- Preguntó irritada. Diría que se trataba de las numerosas ofensas de los Lothbrock pero iba más allá. Lo sabía sólo que no le apetecía reconocerlo -¿Qué sabe ella de tu experticia en la cama? ¿Te estás acostando con ella?-
Retiró la mirada de la carta y la fijó en su mirada, con gesto confuso. -Shyvanna… el patronus era para todos- Chasqueó la lengua, por aquel comentario sobre Sean. El cervatillo que merecía ser cazado. De no ser por aquella dragona sobreprotectora ya se habría ahogado en sus propias lágrimas. Sin embargo, que lo tratara como amorcito le hizo arrugar el ceño, como un tick -Pues no le veo la diferencia, ambos pertenecen o están cercanos al Consejo. Y Arleen también es una persona muy agradable- Respondió, con cierto tono molesto, añadiendo algo de burla a la descripción de Arleen, imitando a Shyvanna cuando hablaba de Sean. Rodeó los ojos, poniéndolos en blanco, suspirando de una forma pesada -¡Nada! Nada más allá de ser la esposa de Sayid… del Usurpador- Trató de justificarse, Arleen era mujer atractiva, con carácter y conocimientos. Pero de eso a las ideaciones de Shyvanna había una brecha -No sé qué esperas que te diga, ¿que es la mujer más atractiva de Ouroboros?- Le reproché con cierto tono ofuscado, espirando con fuerza por la boca cuando volvió a sacar el tema de que fuera yo o no. -Había que ir. Y punto- Zanjó y se guardó la carta dentro del jubón, bastante molesto por cómo estaba desarrollándose aquella conversación que parecía ir caldeándose por momentos. ¿Para eso le había llamado su hermana en la reunión? ¿Para montarle este desagradable espectáculo? Se apretó el puente de la nariz y cerró los ojos, con cansancio, tratando de contenerse y decir algo de lo que seguro se arrepentiría -Shyvanna… por favor… no sigas por ahí…- Porque sabía que no iba a acabar bien y se habían prometido que estarían juntos. Que no habría nada que los separase. ¿Tan pronto lo había olvidado? Quería gritar. Necesitaba hacerlo. O golpear algo. ¿Era aquello una venganza por parte de su hermana por lo que había pasado con el ruso? No era lo mismo, aquel impresentable se estaba mofando de ellos. ¡Inequiparables!
Sin embargo el tono de la conversación bajó en intensidad y Darren tuvo la necesidad de respirar profundamente para calmarse. Se levantó para andar por la habitación, inquieto y nervioso. Esa era la forma de calmar la ira del dragón. Trató de enfocarse en la respiración mientras su hermana seguía hablando -Ya lo sé Shyvanna. Ya lo sé- Increpó, bruscamente, alzando la voz pero no gritando. El Usurpador era un imbécil, ya lo sabían, pero, ¿qué tenía que ver su señora esposa con él? -Aric era un imbécil brabucón y eso no te hacía que tú también lo fueras- Trató de hacerle entender verlo mientras le seguía con la mirada a su hermana acicalándose en el tocador. Tensó la mandíbula, ladeó la mirada y cogió aire de una forma cansada, observando a su hermana por el espejo, siguiendo la línea de su cuello desde su hombro hasta perderse en la línea del pelo.
Se acercó por detrás, de una forma muy pausada y contenida, buscando rebajar la tensión. -Shy…- Ni tan siquiera pudo terminar la frase, trataba de decirle que lo más importante para él era ella, por encima de todas las mujeres de la Tierra. El golpe simplemente le dejó descolocado, y miró a su hermana anonadado y confuso. Y entonces empezó la segunda ronda. A Darren le subieron los colores y se encendió como fuego de dragón, ruborizándose. -¡Estaba hablando de experticia en el combate! Hemos entrenado juntos, por Arturo, ¡estás viendo cosas que no son reales!- Trató de eludir la pregunta pues, a diferencia de Shyvanna, hablar de sus encuentros no era algo del que gustase fardar -Y, además, ¿a qué estás jugando con Ixión? Pronto has olvidado al vikingo- Le espetó, volviéndose a ofuscar. Todo Avalon, todo Ouroboros sabían que estaban de alguna forma juntos y verles ser el centro de atención le irritaba de una manera de la que tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para contenerse -¡Todo Avalon os ha visto coquetear como perros en celo!- Gruñó. Pero en aquel momento se dio cuenta de su error. Apretó los labios, se levantó de la cama y se apartó, apretando el puño. Respiró profundamente, extendió las manos para calmarse -Yo... Shy... No sigamos por aquí. Al final nos vamos a decir algo que no queremos y nos vamos a hacer daño. Y, no otra vez., no... -
La mujer más atractiva de Ouroboros.
La rubia se le quedó mirando un momento, como digiriendo esas palabras. ¿Estaba atraído hacia ella? ¿Su hermano tenía intenciones con esa mujer? Eso explicaría su necesidad de ayudarla. Apartó la mirada con un gesto serio. Odiaba ese sentimiento que tenía reverberando en su pecho. Eran celos. Si, los reconocía porque había convivido con ellos desde que Lake había nacido. Tenía celos de esa Arleed y las sonrisas que le robaba a su hermano. Tenía celos de las cartas que le escribía. Tenía celos de que le agradeciera. Tenía celos de que la rescatará. Tenía celos de que… le prestará atención cuando sus ojos esmeraldas debían estar fijos solo en ella. No debería tener ojos para otras. No. No. No. La rabieta que se estaba formando dentro de ella era… era inmensa. Podía sentir como la ira se acumulaba en el estómago y empezaba a caldearle todo el cuerpo, como preparándose para… escupir fuego.
Y punto.
Y punto.
Y punto.
La palabra resonó en su cabeza y le ignoró cuando le pidió que no fuera por allí. Tenía miedo de abrir la boca. Sabía que iba a decir algo hiriente. O, quién sabía, quizás si que acababa escupiendo fuego. Quería clavar las garras en la cara de esa mujer y destrozársela. Así ya no sería la más hermosa. La única mujer hermosa de la vida de su hermano tenía que ser ella. Y sus hermanas. Nadie más. NADIE.
Ladeó suavemente la cabeza hacia él cuando mencionó a Aric. ¿Por qué lo traía a colación? ¿Por qué seguía defendiéndola? Estaba poniéndola peor y un gruñido bajo empezó a salir de su garganta. Volvió la mirada hacia el espejo y al ver la marca supuso que más allá de que Aric fuera indigno quizás la maldición era lo que lo había llevado a su muerte. La oscuridad en su piel de porcelana era tan cruda, tan… odiaba el negro. Lo usaba por protocolo pero siempre había sentido que el color absorbía su naturaleza, su luz.
No, no era consciente de cuánto tiempo había pasado en silencio. No era consciente de que no le había dirigido la palabra, de que no le había respondido en lo absoluto. La lengua le sabía a cenizas. A humo. Cómo si el fuego se le enroscara en ella preparado para salir.
No le respondió la pregunta y fue consciente de ello. También de su sonrojo. De su agite. El hecho de que le echara en cara que había olvidado a Aric le dolió, porque ella apreció al vikingo. Y lo había ocultado bien, había llevado su luto por dentro y se había escudado en eso de "indigno". Pero fue una pérdida, y una traumática, que no quería recordar. Él le entendía, conocía los términos de su matrimonio y era alguien a quien soportaba. Nunca aspiro a nada más que ese título. Nunca aspiró a ganar su corazón ¿Ahora con quien iban a desposarla? Con un auténtico desconocido que no entendía nada Y finalmente dijo lo que estaba pensando. La rubia pestañeó. Su ira se apaciguó. El humo se calmó. Entonces sonrió, de lado -Eso es exactamente lo que soy y lo que siempre seré- Fueron las primeras palabras que le dirigió -Una perra en celo-
-¿Crees que me hiciste daño?- Le dijo cuando se alejó y se volvió a acomodar entre las sábanas -Yo tengo en claro quien soy. Busco sexo porque me ayuda a desvincularme de la realidad. Cuando estoy en los brazos de esos hombres no me preocupo ni por mis sentimientos, ni por mis obligaciones ni por nada. Solo existo y solo hay placer… y ya, y si eso me convierte en una perra… eso soy- Inspiró profundamente y ese instante llegaron los sirvientes con la cena. Durante esos minutos se quedó mirando sus pies sintiendo una tensión horrorosa en el centro del corazón… era como una catarata que estaba tratando de contener. Cuando se fueron tardó un momento más en hablar y entonces sintió que las lágrimas empezaban a caer por su cara casi sin poder controlarlas -¿Te vas a casar con Freyja?- Preguntó en un hilo de voz.
Después de la segunda oleada, Darren se dio cuenta de lo que había dicho. Era un pensamiento que le rondaba desde siempre la cabeza, que le enfurecía tanto. Eran rumores que no quería escuchar, que prefería ignorar, por mucho que todo Avalon hablara de las dotes en el lecho de su hermana. Y entonces habló. Cerró los ojos y trató de tragar aquella píldora que quemaba a su paso por la garganta. Aquella confesión era como una especie de jarro de agua fría de realidad, incluso de madurez por parte de su hermana, una forma de abstraerse de Avalon.
Que tuviera que buscar aquella necesidad en el lecho con otros hombres era lo que no entendía, estaban juntos, ¿por qué no había hablado con él? ¿por qué buscaba aquellas sensaciones fugaces en otras personas? ¿en otras personas que no fueran él? Los dos eran conocedores de los sacrificios que tanto la familia como la isla requerían. Que no tuviera el valor de pedírselo era incluso peor e igual de doloroso que la rabia provocada por los celos de imaginarse a Shyvanna siendo mancillada por otros hombres. Escuchó la puerta y los aromas de la comida inundaron la sala y tras unos breves minutos, de silencio por parte de los presentes, el servicio volvió a salir por el mismo lugar por el que había entrado. Un portazo, y silencio -Supongo que no quise ver la verdad ante mis ojos…- Divagó, bajando la voz. -Cegado por el orgullo, tanto tiempo- Se acercó a la chimenea, despacio, donde el fuego calentaba la habitación. Se apoyó con la mano en la decoración de la misma y sacó la misiva que antes había guardado con tanto ahínco. La estudió con lástima, pero había alguien que estaba por encima de las palabras de aquella desconocida, por muy complacientes que fuesen.
Rompió la carta perfumada de Arleen en varios trozos y lo arrojó al fuego de la chimenea. No respondió tampoco a la pregunta de Freyja, la había escuchado perfectamente. -En mis pensamientos solo hay una mujer presente- Respondió en una confesión, mientras seguía con la mirada fija en los papeles, que empezaron a teñirse de negro y doblarse por culpa del calor y del fuego -Y solo por ella entregaría mi vida, to whatever end- Volvió hasta la cama, donde estaba ahora ella en silencio. En esta ocasión se sentó al lado de Shyvanna, enfrente a ella. La tomó por las mejillas y alzó la cara de su hermana, congestionada por el berrinche y las lágrimas. A pesar de todo estaba preciosa, ella siempre lo estaba. Buscó su mirada azul y le secó las penas con la yema de su pulgar -Ya entregué mi corazón hace mucho tiempo a la mujer más hermosa, perfecta, llorona y enojona de la faz de la tierra- Le devolví una sonrisa, cómplice -Todas las demás, son meras aprendices-
And…What would happend if they were the end of each other?
Ese pensamiento rondó la cabeza de Shyvanna cuando fue más que consciente de que ella también le habría cortado algo a Arleen si estuviese en la isla…Que ella también habría explotado de ira si hubiesen estado en el mismo espacio geográfico. Y eso que ni siquiera… ¿Por qué? ¿Por qué tenía, una y otra vez, esos sentimientos rondándole el corazón?
-Nunca intenté ocultarlo- Le respondió directamente a Darren porque si en algo había sido abierta ella misma es que nunca intentó esconder su naturaleza porque no le afectaba, porque nunca hubo sentimientos mezclados, porque simplemente era un medio para un fin. Y aunque los rumores no carecían de argumentos, tampoco se había ocupado de que les descubrieran en cada esquina. Había sido quisquillosa. Su habitación el templo sagrado y todos podían decidir si salir por su propio pie o, como Giordano, ocultar sus actos. A ella le daba igual siempre que la complacieran. Un acuerdo tácito quizás.
A través de las lágrimas le miró cerca de la chimenea preguntándose si alguna vez sería capaz de confesarse con su futura esposa, si alguien le conocería como ella, si alguien lograría interpretar sus escasas sonrisas públicas o sus miradas…Si alguien realmente iba a entenderlo como ella y cada vez que pensaba en ello sentía más ganas de llorar. La ausencia de una respuesta hizo que bajara la cabeza para mirarse las manos, siendo consciente en ese momento de que se estaba clavando las uñas en la piel hasta hacerse sangre. Otra vez. Pero el dolor no llegaba, o no superaba a lo que tenía en el centro del pecho. Quiso preguntarle si era Freyja. No entendía en qué momento se habían vuelto tan unidos. Y no sabía cómo tenía que actuar para controlar la forma en la que el dolor estaba convirtiéndose en rabia por una vasalla con la lengua suelta.
Sin embargo, cuando Darren mencionó sus votos, Shyvanna alzó la cabeza para observarlo acercarse a la cama e inclinó la cabeza hacia su toque y aunque podría inferir que se trataba de ella por la forma en la que le miraba, por la forma en la que secaba sus lágrimas y le sonreía, necesitaba más. Alzó las manos para cogerle las muñecas, indiferente de las manchas de sangre que dejaría en su ropa, y llamó su atención -Di que soy yo, di mi nombre- Murmuró y empezó a gatear hacia él hasta sentarse en su regazo y refugiarse entre sus brazos, deseando que la acunara y que se quedaran así para siempre.
I wish that it could be like that
Why can't it be like that?
Cause I'm yours
Apoyó la cabeza en su pecho y negó con la cabeza, respirando profundo -¿Cómo lo haces?- Preguntó y alzó la mirada con la pregunta clara en sus ojos -¿Cómo puedes… Yo…- No encontraba las palabras porque no estaba segura de que debía decirlas -Yo no …- Frunció el ceño y se tomó un segundo para tratar de hacer la pregunta en su cabeza, observando los ojos de su hermano con profundidad. Ella quería que sólo se fijaran en ella, en nadie más. Alzó las manos y le acarició las mejillas, como si pudiera apreciar nuevamente cada uno de sus rasgos tan parecidos a los de ella -No quiero compartirte…Eres mío... Nos pertenecemos- Esa era una realidad tan grande como Ávalon. Al menos, en su cabeza -¿Cómo… Has hecho todos estos años? - Negó con la cabeza sin llegar a comprender la agonía por la que lo había hecho pasar – Nunca…pensé que podría llegar el día en el que podría compartirte- No realmente, al menos. Pero ella había estado prometida desde tan joven que no había visto que no había analizado cómo se habría sentido Darren, simplemente, había asumido que su papel era distinto... Siempre perteneciendo a alguien más.
Y si su castigo era tener que aguantar aquellos rumores, palabrerías, comentarios soberbios de los hombres de la isla, los soportaría, solo por el bienestar de su hermana. No podía arrebatarle aquellas huidas de la realidad, no era justo para ella. Sacrificaría sus sentimientos por hacerle feliz. En el fuego no solo ardería una carta, debería entrar en combustión todos sus sentimientos, quizás Ixión se los pudiera arrebatar de alguna forma. Y se acabarían. Para siempre. No habría más dolor, no habría más heridos.
Happily until the end,
to whatever the end,
at whatever price.
Miró a su hermana con ternura mientras se confesaba y se abría, solo con ella podía hacerlo. Nadie más le entendía. Porque estaban juntos, hasta el propio Wthyr lo había dicho. Arropó a su hermana con sus brazos, rodeándola con calidez, atrayéndola hacia su pecho. Unidos en uno solo, como debía ser. Apoyó sus labios en el suave y perfumado perlo de Shyvanna, disfrutando del olor dulce que la envolvía. -Shyvanna Pendragon- Susurró a su oído y ahogó la frase en un suave beso sobre la alocada cabeza de su hermana y luego apoyó la frente sobre su cabellera. Podría estar así toda una vida, si le dejaran, vulnerable, protegido y amado. Así todo estaba bien. Bajó la mirada hacia su hermana cuando le preguntó aquello -¿De verdad eso importa?- Dijo de una forma muy compasiva y tranquila. Alzó la mirada y la clavó en el fuego donde ya no quedaba ni rastro de aquella carta. Luego bajó la mirada, apretó la mano de su hermana, a pesar de la sangre, y la atrajo más hacia sí. Se pertenecían. Eran uno. Juntos eran más fuertes, como su elemental. Se complementaban. No podía haber uno sin el otro. Y se herían. Suspiró con aquella última pregunta final, perdiendo la mirada más allá de la ventana, tratando de poner en orden sus pensamientos, ¿cómo lo había hecho? Todo había ido bien, hasta que… Ouroboros -Negación. Aric lo podía entender, era fruto de las negociaciones, de nuestras obligaciones. Los demás… no quería verlo. No podía asimilarlo. No quería creerlo… el día que … aquel hombre de pelo blanco…- Tensó la mandíbula y la frase quedó inconclusa, muerta esperando poder acabar. En verdad no hacía falta. Los dos supieron cómo había acabado aquello. Suspiró de una forma pesada, pensando que quizás el final de la batalla estuviera más cerca de lo que quisiera y entonces ambos podrían ser libres, al fin, sin aquel yugo que les opríma y y liberarse de las formas que cualquiera de ellos necesitase. Libres, al final, ¿no era ese lo que más añoraban desde que eran pequeños?
-Para mí sí- Le dijo, notando que desvió la mirada hacia el fuego. ¿Por qué la esquivaba? Volvió la mirada hacia él y le atrajo la cara por el mentón -Mírame a mí. Quiero tus ojos en mí, siempre- Se dejó estrechar por él, la cercanía le era indiferente, ellos siempre habían sido íntimos. Quizá no a nivel físico como ella lo había sido con otros pero sí a nivel sentimental y en ese instante era lo que necesitaba, que ambas formas se mezclaran.
-Aric entendía mucho más que eso- Le aclaró a Darren, esta vez intentando que comprendiera lo que le estaba diciendo. Le acarició la mejilla con una suave sonrisa -Nunca intentó ganarse mi corazón, sabía que no había manera posible de hacerlo…- Confesó y en cuanto mencionó a Thoren, corrió dos dedos para taparle la boca. Negó con la cabeza, no quería que lo trajera a colación. No obstante, sentía la necesidad de decirle…De… -Busqué esa relación en otros porque…- ¿Cómo podía ponerlo sin que le rechazara? Tenía miedo… De que si dejaba entrever sus ideas, Darren la rechazara por ser tan oscuras y turbias. Frunció el ceño sintiendo que en ese instante su corazón se aceleraba con tanta fuerza que temía que su mellizo estuviera oyéndolo. Su respiración se tornó pesada y Shyvanna deslizó los dedos que antes había puesto sobre los labios de su hermano con lentitud, mirándolos durante un instante.
¿Y qué si él también pensaba lo mismo? Si ella era capaz de pensar en decirlo… ¿Por qué no hacerlo? Siempre había sido ella la física ¿No? La que le permitía a él ser quien era. En todo caso, tenía la fuerza para apartarla si quería. Y sabía que aquella jugada podía costarle su corazón. Su entereza. Su hogar. Pero ningún conquistador se aterrorizaba ante un intrincado terreno.
If you're gonna hurt someone, then let it be me
If you're gonna break my heart, I'm ready to bleed
Even if it kills me, oh, I'm begging you, please
If you're gonna hurt someone, then let it be me
Oh, let it be me
Apartó los dedos finalmente y alzó el rostro, inclinándose hacia él para besarlo… Pero no con el arrojo de siempre, no. Era un beso…tentativo y temeroso de lo que podía ser su reacción. Una parte de ella esperaba que la lanzara hacia el otro lado de la cama y se pusiera a gritarle. El otro sabía que le correspondería.
Suspiró cuando ella respondió que para ella sí era importante que le explicara aquello. ¿Cómo podía haber aguantado tanto tiempo? Claro que lo sabía, pero hablar de sus propios sentimientos no le era cómodo. Por eso buscaba el refugio del fuego, aquella fuerza de la naturaleza podía llevárselo todo por delante. Los pensamientos del rubio viajaron del fuego hasta la mirada profunda de su hermana, que sostuvo con cierto miedo e inquietud mientras explicaba aquello. Bajó la mirada y pensó, qué es lo que hubiera pasado si la situación hubiera sido la contraria, si él hubiese sido el que estuviera prometido. Pero el cargo de engendrar, de trasmitir el linaje, de gobernarlos a todos era correspondencia de uno, y ese podría jugar con todos los demás hermanos como fichas de ajedrez. Ya lo hizo y la cena del Yule acabó de aquella manera. El puesto de Darren era, sin lugar a duda, morir en batalla o morir desposado con alguien al que sabía no amaría. Su hermana empezó a explicarle sobre Aric y cómo él parecía entender a su hermana mucho antes de que él siquiera pudiera saberlo o entenderlo. Incluso estaba aquello del ruso plebeyo cuya historia quedó en el aire. Apretó los dientes y bajó la mirada, hacia la mano de Shyvanna, meciéndose suavemente sobre ella para dejarse acariciar, cerrando los ojos con cierto placer. Incluso se atrevió a dirigir, usando su propia mano, la mano de ella. Su tacto le reconfortaba, le tranquilizaba, le trasportaba a lugares lejanos de aquel castillo, de aquella isla, de aquella prisión. Lejos, en su mente, ambos eran libres: surcaban los cielos del mundo, sin cargas, sin preocupaciones, sin habladurías, sin interferentes en el lecho. Solo ellos. Como debiera ser y como él quería que fuese.
Cuando apartó la mano de su cara supuso que la conversación estaba llegando a su fin. Buscó la mirada de su hermana, como si fuera una despedida silenciosa. Ya no pasarían por esos problemas más. Estarían curados y podrían ser libres. El arrebato de ella le pilló con la defensa baja, le miró confundido con los ojos abiertos como dos discos. Cuando se separaron el cuerpo no le respondía, todavía paralizado por lo que acababa de ocurrir, durante un segundo que pareció durar un año. Dirigió la mirada a su hermana parpadeando con incredulidad y, entonces, simplemente, se dejó llevar. Su cuerpo gritaba qué debía hacer, su corazón se aceleró con el arrojo y la fuerza del fulgor de la batalla. Pasó las manos por la barbilla de Shyvanna y acercó sus labios a los de él, y los saboreó con pasión. Lo necesitaba. Los quería para él y para nadie más. Ella era de él y de nadie más, ¿cómo podría haber tardado tanto en darse cuenta? ¿Cómo podría haber tardado tanto en escuchar a sus instintos? Se separó con la respiración entrecortada y subió la nariz por el arco de la mejilla perdiéndose entre el dorado cabello de ella, hasta que su respiración se coló en la oreja de Shyvanna, junto a un hilo de voz -Siempre he deseado que llegara este momento-
Se separó de Shyvanna, y estudió su rostro. A él se le estaban ruborizando las mejillas, mientras que su cuerpo seguía acelerándose. Se volvió a la puerta y entonces con un gesto, la cerró para que nadie se atreviera a perturbarlos.
Por eso lo había besado, porque quería reclamarlo como suyo. Quería que comprendiera hasta donde llegaban sus palabras, sus sentimientos y sus pensamientos y cuando vio la sorpresa en su mirada supo que había sido un error. Algo frío le recorrió las venas y detuvo su corazón por un par de latidos en ese escaso segundo de estupefacción. Pensó en excusas… En algo para arreglarlo pero antes de que pudiera dar con respuesta alguna, fue él quien la besó. La rubia no pudo evitar el gemido de satisfacción y calma que se escapó de sus labios mientras le devolvía el beso. Quería saborearlo, sí, pero también expresarle cuánto le quería, cuánto le amaba y grabárselo en la piel a besos. Su corazón volvió a bombear con fuerza y Shyvanna subió las manos con suavidad por su pecho, aferrándose a las telas sueltas del jubón.
Mantuvo los ojos cerrados cuando acarició su mejilla y sintió sus labios en su oído, escuchando aquellas palabras que fueron directas hacia el centro de su cuerpo y de su alma, como una flecha certera. El pistoletazo de salida. El punto de inflexión dentro de la rubia. Cuando abrió los ojos un halo dorado los recorrió brevemente antes de desaparecer mientras su centro, su piel y el resto de su cuerpo se calentaba. Giró su rostro hacia Darren con un gesto más felino que humano, o quizás dragoniano, y lo miró a los ojos como si quisiera devorarlo.
Que era exactamente lo que quería.
Reclamarlo.
Pero a diferencia de ella, tenía demasiada ropa. Se incorporó un poco, lo suficiente para colocarse a horcajadas sobre él y tomar el jubón para sacárselo por encima de la cabeza. Observó la camisa y deseó poder incinerarla en el acto, pero a sabiendas de que no podía, simplemente volvió sacarla por encima de su cabeza y la tiró hacia un lado. Recorrió de nuevo su rostro en silencio antes de inclinarse -Déjame saborearte- Murmuró sobre sus labios, en una petición pero cuyo tono no admitía réplica. Lo besó, pero esta vez exploró su boca con avidez, con una necesidad que había estado dormida durante muchos años. Bajó las manos por los hombros de Darren hacia sus brazos y finalmente hacia sus manos para guiarlas por sus muslos y que se deslizaran por debajo de la ropa de cama y se deshiciera de ella, quería sentir su piel contra la de ella, quería sentir sus manos trazando su silueta…Lo quería encima de ella, explorando y descubriendo como ella lo estaba haciendo con él.
Lo empujó suavemente hacia la cama para que se recostara y sus labios pasaron de los contrarios hacia su mejilla, bajando por su cuello para besar, lamer, succionar y grabarse su sabor en la cabeza para siempre. Era una delicia de hombre. Eso ella ya lo sabía. Entrenaba con él, jugaba con él, vivía con él... Pero ahora con aquel límite físico difuminado entre ellos podía apreciarlo de otra forma, podía percibir la fortaleza de sus músculos, la promesa de resistencia, de fuerza, de poder... Siguió descendiendo con el único propósito de hacer desaparecer aquellos pantalones y realmente saborearlo.
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- Alzó la mirada verde a su hermana con la respiración entrecortada y las pupilas dilatadas cuando esta se incorporó, dejándola libertad de movimiento y que tomara el control en aquel momento, haciendo que las ropas sobrasen en aquel momento. Se desprendieron del jubón y la camisa, morirían atestiguando en silencio los secretos de aquella habitación. Clavó la mirada en azul de la rubia, con premura, casi exigiéndole que fuera. Se Incorporó para rodear el cuerpo de ella, tomando a su hermana por la espalda mientras sus bocas se buscaban con avidez, mientras sus lenguas se encontraban en la humedad y el calor del baile. Dejó guiar su mano, haciendo que recorriera con precisión la cadera, cintura, espalda y omóplatos de la rubia, deshaciéndose de aquella prenda suave, que nada tenía que envidiar a la de la mujer de sus sueños. Su labios se separaron su boca, traviesa, quiso explorar otros territorios. Quería conocerlos todos. Le devolvió un beso en la comisura, prometiéndole que volvería, y bajó despacio por la mandíbula, el cuello con sus palpitantes arterias, hasta que llegó al pecho. Los hizo suyos, rascando con suavidad con los incisivos, mordiscos que jamás verían la luz. Hasta que se topó con el pezón, rosado, turgente y caliente. Excitó aquella zona con la suavidad y humedad de la lengua, con la dureza de los dientes en contraposición al roce a la aspereza del músculo, con el efecto de la succión de los labios. El recorrido que ella empezó a hacer por su cuerpo le ahogó un gemido que nacía desde lo más profundo de sus vísceras. Arqueó la espalda hacia atrás, dejando caer la cabeza con los ojos cerrados y disfrutando del placer que Shyvanna le estaba produciendo en aquella zona, que permanecía oculta hasta hacía pocos segundos. Un ramalazo de placer le recorrió el cuerpo, contrayendo todos y cada uno de sus músculos, que se trasformó en un gemido. Apoyó la mano sobre la cabeza de la rubia, y ahora era él el que marcaba el ritmo y la profundidad, cada movimiento era algo indescriptible que no había disfrutado con cualquier otro ser con anterioridad. Se mordió el labio, estudiando a Shyvanna, mientras le alzaba la cara para mirarla a los ojos. La tomó de la barbilla para separarla y poder besarla con avidez, para girarla y hacer que ella ahora quedara tumbada boca arriba y él subido a horcajadas sobre ella.
Porque él también quería saborear a la dragona. Se tumbó sobre ella, separados escasos centímetros y sostenido por los brazos. Ambas puntas de nariz se rozaron, pero no permanecieron juntas por mucho tiempo. Recorrió toda la vertical de la mujer, parándose para besar el ombligo y seguir su recorrido hasta el final, donde se encontraba el tesoro mejor guardado, aquella zona de placer femenino que recorrió con sus labios. Humedad con humedad. Labio con labio. Fricción con fricción. La zona de placer requirió sus juegos propios y sus estimulaciones meticulosas con todo lo que podía ofrecer.
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- En el futuro, quizás se arrepentirían de dejarse llevar por sus instintos más bajos. But…Once you let the dragon out, there’s no way she’s coming back to the cage. Necesitaba el roce de su piel contra la de él como necesitaba respirar. Sus dedos se abrieron paso sobre su espalda, dejando halos de calor que penetraron hasta la parte más profunda de su ser. Alzó las manos suavemente para deshacerse de la ropa de cama que aún mantenía su cuerpo cubierto y cuando se abrazaron, la rubia soltó un leve suspiro arqueándose hacia él con cada centímetro recorrido.
Abrió los ojos para observarlo cuando se separó de sus labios y sonrió de lado ante esa promesa que, estaba segura, cumpliría. Tras eso, volvió a dejar caer los párpados para disfrutar del roce de sus labios, del delicioso cosquilleo que dejaba su barba y de la perversa promesa de sus colmillos. Era un momento de descubrimiento pero Shyvanna sabía, en el fondo, que ambos sabría el ritmo del otro por puro instinto. Perdió una mano en su cabello, incitándolo a continuar sobre sus pechos porque con cada caricia el calor que la envolvía aumentaba.
Pero era su turno de continuar, de emplear todas y cada una de sus experiencias en él; como si cada uno de aquellos encuentros le hubiese preparado para satisfacerlo. Y así era, aunque no pudo evitar sonreír un poco al sentir cómo marcaba él mismo su ritmo. Ella simplemente se dejó llevar, usando su lengua, sus labios e incluso sus dientes para robarle suspiros de placer. Levantó su mirada zafiro hacia él cuando la movió y no tardó demasiado en poseer sus labios y devolverle el beso, inspirándose en cada uno de los sentimientos que ardía en su corazón.
Se dejó acostar en la cama a sabiendas de lo que venía, le observó con cariño cuando sus narices se rozaron y Shyvanna alargó un momento más aquel instante, acariciándole el rostro con amor antes de que descendiera por su cuerpo. La rubia extendió los brazos sobre las sábanas y lo observó descender, sintiendo un pecaminoso cosquilleo allí donde pasaba y cuando finalmente llegó a aquel punto de delicado placer, la rubia expiró su nombre. Se dejó hacer, ya estaba sensible pero la suavidad, el mimo y la tortura de la espera hicieron que su cuerpo se preparara para lo que se construía en el fondo de su ser. Sus dedos atraparon las sábanas con fuerza y sintió la tensión extendiéndose por ella hasta que el placer explotó en un gemido que hizo eco en la habitación. La dragona, cerró las piernas en torno a la cabeza de Darren, y movió una mano hacia la cabellera rubia de su hermano y hundió los dedos con poca delicadeza, exigiéndole más, que alargara aquella deliciosa sensación. Sí, un poco bruta pero no podía dejar ir a una presa tan servicial.
Cuando el placer pasó lentamente y se dio cuenta de lo que estaba haciendo apartó la mano y abrió las piernas despacio, observándolo con una leve sonrisa en los labios -Eres bueno…- Ronroneó y tiró de su cabello para incorporarlo -Eres malditamente bueno- Pero estaba claro, ¿No? Eran dos caras de la misma moneda. Atrapó sus labios en un beso mientras se recostaba en la cama y lo atraía hacia ella. Ahora quería probar su fuerza, la resistencia de aquel cuerpo forjado en el campo de entrenamiento y batalla. El sólo pensamiento la hizo gemir sobre sus labios -Tómame- Le ordenó soltando su cabello y bajando las uñas por su espalda hasta clavarlas en sus perfectos glúteos esperando por él.
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Sonrió con cierta satisfacción, primero por contentar a su pareja y segundo por el cumplido que le estaba dedicando. Cada tacto, cada caricia, cada roce estaba perfectamente milimetrado para el disfrute de ambos, como si toda la vida se hubieran estado preparando para aquello. Como si fuese el acto final de la orquesta previa. Se soltó del agarre del pelo para avanzar sobre la rubia con ansiedad, buscando sus labios pedigüeños, con avidez y necesidad, mordiendo con suavidad el cuello palpitante, acompasando la respiración y palpitaciones de ambos en un único ser, mientras cada roce de las pieles ya humedecidas se notaba como un chispazo electrizante y mortalmente placentero, debido a la excitación. Sus piernas buscaron el hueco entre las de ella, y con suavidad retiraba la melena de la frente perlada de ella, observando en silencio cada surco, cada batalla, navegando en la perfección de su rostro, perdiendo la mirada en los labios autoritarios. Alzó la mirada hasta clavarla en los ojos de su pareja y le regaló un último beso feroz antes de separarse de ella para marcar la distancia e incorporarse.
Desde la altura podía contemplar la belleza que se postraba sobre el lecho. Ni la mancha horrible de la maldición podía eclipsarla, tan frágil en aquella posición. Ella, domadora de dragones. Levantó la pierna de ella hasta la altura en la que podía alcanzar sus labios y recorrió la longitud de la extremidad con suaves besos, hasta que se perdían en el interior de los muslos. Entonces, como un tigre acechando, se dejó caer hacia delante, acercando los cuerpos de los dos de nuevo, acercando sus respiraciones, acercando sus intimidades. Hasta que la humedad de las de ella pedían vorazmente las de él. Apenas hizo falta guiarlas porque ya había recorrido ese trayecto cientos de veces en los más dulces de sueños. El primer contacto fue pausado, abriendo el camino que la intimidad requería, mientras Darren clavaba la mirada en las piedras azules de ella, necesitando grabar a fuego en su memoria aquel momento tan deseado y tan fugaz. Se le escapó un suspiro cálido cuando entró del todo y ambas pieles se rozaron entre ellas con un cosquilleo. Cogió aire, separándose de nuevo y tomar el espacio necesario para una segunda entrada, manteniendo el tempo con suavidad, comprobando que las contracciones musculares debidas al placer, agravadas quizás al ser prohibido, se Shyvanna se acompasaban con las de él. Ahogó un gruñido que se asemejaba a un gemido cuando hubo una tercera, y una cuarta vez, en los cuales se aceleraba cada vez la velocidad, apretando con fuerza los dientes. Eran las caderas las que mandaban el movimiento del cuerpo, a petición de las exigencias de ella, mientras que su boca buscaba otro tipo de placer. Dejó caer el cuerpo para caer sobre el cuello de Shyvanna, notando la caricia de su aliento en el recorrido del cuello del hombre, indicándole así el tiempo que ella exigía, alzó la mirada, y le robó un beso que acabó con la mordida del labio inferior, como un depredador saboreando a su presa. -¿Estás bien?- Le musitó, con un hilo de voz, preocupándose por el bienestar de su compañera, durante el segundo que necesitaron para recuperar el aliento, casi como un permiso para continuar.
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- La suavidad, la calidez, el cariño con el que Darren hacía cada movimiento era nuevo para ella. Tan nuevo que a veces simplemente no sabía como reaccionar. Estaba acostumbrada a dejarse llevar por sus instintos en un nivel más básico, más bruto, más…animal pero la forma en la que su mellizo la miraba la desarmaba. Pero… había un extraño balance. Cuando sus labios se apoderaron de ella con aquella ansía sabía que tenía el mismo fuego ardiendo en su interior y respondió, queriendo quedarse prendada a él por más tiempo del regalado…
Tenía premura. ¿Por qué?... Porque las últimas dos veces que había tenido un encuentro tan especial le habían interrumpido. No quería que eso sucediera con él. No con él…Lo necesitaba como respirar. Se relamió los labios cuando se incorporó en su altura para observarla, Shyvanna sonrió a sabiendas de que estaba contemplándola y le regaló un espectáculo, acariciándose suavemente la piel desde sus hombros y entreteniéndose en sus pechos que él mismo había erizado de placer. Soltó una breve risita ante las cosquillas que sus besos dejaban sobre su piel y cuando se acercó a ella, suspiró de placer al sentir de nuevo su calor tan cerca de ella.
Le mantuvo la mirada mientras se unía a ella. Sabía que necesitaría su tiempo para adecuarse pero aún así el gemido que abandonó sus labios cuando llegó hasta el final la recorrió entera. Levantó un poco la cadera para buscar más pero Darren tenía otra idea y Shyvanna solo…. Quería más. No podía contener esa imperativa necesidad de poseerlo entero, de hacerlo gritar su nombre -Más- Susurró contra su oído cuando lo tuvo cerca, hasta que le robó un beso. Le saboreó con profundidad y soltó un sonidito de satisfacción cuando le mordió el labio. Perverso… Así le gustaba. Le observó con curiosidad cuando le preguntó si estaba bien, sonrió de lado. Alzó una mano para atraparlo de la mandíbula con un gesto algo dominante -Sí…- Poco a poco fue bajando las rodillas de sus hombros y le rodeó las caderas con las piernas -Pero quiero que grites mi nombre…- Tenía que decírselo o iba a explotar. El corazón le latía con tanta fuerza que dolía…De solo pensar en la cantidad de personas que habían pasado por su cama y que habían alabado su experticia. Ahora quería hacerlo para él -Quiero que pierdas el control…- Siguió, en un susurro bajo mientras su pulgar acariciaba la suave piel de su labio inferior -Quiero verte destrozado…Y quiero recomponerte, y volverlo hacer… Y otra vez- Le dijo aprovechando para girar sobre la cama poniéndose ella arriba.
Ella era una domadora de dragones y estaba acostumbrada a cabalgarlos, así que así sería. El cambio de posición le regaló un delicioso escalofrío que le erizó toda la piel. Ya no sólo por el placer que le recorría de forma física sino por el simple hecho de tenerlo bajo ella, a él… Se acomodó un poco, haciendo leves círculos con su cadera -Quiero que me muerdas… Quiero que me aprietes- Enumeró mientras se inclinaba contra él sin perder el contacto visual con aquellas esmeraldas que brillaban como dos joyas frente al fuego -Quiero tu marca sobre mí- Dijo llegando hasta sus labios y pasando su lengua por ellos, prometiendo un beso que no llegó a ejecutarse. Se inclinó dejando el roce de su boca sobre la mandíbula de su mellizo hasta llegar a su oreja -Quiero que te vuelvas berseker por mí- La sola imagen de su locura por poseerla la llevó a otro nivel de excitación y le clavó las uñas en los hombros mientras volvía a sentarse en horcajadas sobre él, apoyando las manos en su pecho con el único propósito de presionar su precioso escote para él -¿Me amarías así? – Inquirió en un tono oscuro, mientras su cadera se movía sobre él a un ritmo acompasado. Shyvanna echó lentamente la cabeza hacia atrás -Soy tu dragona...- El movimiento se aceleró en cortas estocadas que estaban buscando la caricia de aquel punto interno que deseaba, por ende, no acabó la frase. No estaba acostumbrada a jugar lento, por el contrario, necesitaba intensidad y eso es lo que estaba haciendo. Lo estaba tomando todo para él y ese simple pensamiento hizo que acelerara un poco más, llenando la habitación de gemidos nada contenidos.