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Recuerdo del primer mensaje :
A diferencia de sus hermanos, sólo tiene, aparte del aseo dos salas anexas: La de música, en la que reina un piano y un arpa, pero hay otros instrumentos y la otra es un vestidor. El vestidor, como mínimo, triplica el de cualquiera de sus hermanos y está repleto de ropa y demás accesorios
A diferencia de sus hermanos, sólo tiene, aparte del aseo dos salas anexas: La de música, en la que reina un piano y un arpa, pero hay otros instrumentos y la otra es un vestidor. El vestidor, como mínimo, triplica el de cualquiera de sus hermanos y está repleto de ropa y demás accesorios
Darren Pendragon
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- Alzó la mirada cuando contempló aquella sonrisa perfecta y preciosa y se la devolvió de una forma abierta, compartiendo con ella esos momentos de intimidad pausada que apaciguaban las llamas del desenfreno. Aquella risa era el mejor de los premios. No la cambiaría por todo el oro del mundo. Aquel sonido era un regalo para sus oídos. Darren se le quedó mirando a su melliza como embelesado, como si estuviera contemplando a la propia diosa Afrodita de los griegos y es que, en verdad, aquella mujer era una diosa. Por eso se tomaba sus tiempos, pausados cuando eran necesarios, para poder conservar aquellos instantes como si fueran diamantes y pudieran perderse en el lecho de un río. Por si alguien se atrevía a quitárselos. Se mordió el labio cuando se le escapó un gruñido placentero cuando alcanzó el final del recorrido y las pieles chocaron. Cerró levemente los ojos y le devolvió la mirada a su hermana. En verdad, no necesitaba todo aquello para sentir el éxtasis físico que recorría sus cuerpos y se entremezclaban con los movimientos, las respiraciones entrecortadas y los pulsos acelerados. La visión de Shyvanna ya era, por sí misma, éxtasis.
Aquello último no lo entendió. Pero para eso estaba ella, que decidió que ahora tocaba cambio de roles, y terminó ella por encima. Como la domadora que era. La poderosa Shyvanna Pendragon. El cambio de posición le regaló una visión perfecta de la mujer, le recorrió la figura, de arriba abajo, acariciando cada sinuosidad, cada curva y cada milímetro. El movimiento de la cadera de la rubia le despertó un gruñido placentero. Ella sabía cómo y qué tocar para satisfacer a un hombre. Las manos del rubio terminaron el circuito, y acabaron en las caderas de ella y se fijaron a las nalgas, apretándolas con más fuerza, para marcar la fuerza y la profundidad que podría darle a aquella pelea, empujando con fuerza el cuerpo de ella. Trató de alcanzar la boca de ella con aquel beso robado, lo que se convirtió en un torpe mordisco al aire, le sonrió con cierta malicia. Se pasó la lengua por los dientes y clavó la mirada en ella, mirada que le arrancó al tomarla por debajo de la mandíbula y colocar el rostro de ella sobre el suyo. -¿Despertar al dragón, eh?- Gruñó en un hilo de voz, agotada por el esfuerzo físico del baile de caderas. Apretó los dientes, como un animal que enseña los colmillos a su presa antes de batallar.
Incorporo el cuerpo con el roce de las uñas de ella sobre sus hombros. Su boca buscó con ansia su cuello, su mandíbula, su clavícula, sus senos, sus orejas -Te amaré siempre- Se atrevió a regalarle un mordisco en el trapecio perlino mientras terminaba los últimos embistes. Aprovechó que todavía estaba dentro de ella para rodearla con el brazo por la espalda de la mujer y pegó el cuerpo de ella con el suyo. Así la levantó por los aires para que él se pudiera poner en pie. Las mejillas se rozaron, y los labios y las orejas de cada uno se encontraron. La respiración acelerada y caliente de topaba con el pabellón de la rubia, mientras, más abajo, la cadera de él bailaba un son acelerado, rápido y enérgico, tal y como ella se lo había pedido. Los gemidos de ella le regalaban aquella energía que necesitaba. Se mordió el labio y arrugó la nariz, con fuerza, gruñendo con cada entrada, de modo que decidió callarlos volviendo a atacar con avidez el cuello de la mujer, con suaves, pero ya no tan delicados, mordiscos.
Shyvanna Pendragon
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- Eso, eso quería…Que acariciara, que tocara, que la hiciera suya reclamando cada ápice de su cuerpo. Cada uno de sus deliciosos gruñidos revolvía algo profundo en ella, algo que se erizaba y explayaba por todo su cuerpo. Quería más… Y se lo dio, al apretar su carne contra él y con aquella fuerza que la imprimía a cada movimiento; disfrutó de que…incluso estando bajo ella eran embestidas brutales que la arrastraban al éxtasis una y otra vez. Le respondió la sonrisa con un deje pervertido que era casi su firma personal y se dejó atraer. No respondió con una afirmación sino con un ronroneó mientras se movía en círculos sobre él, disfrutando de esa faceta peligrosa de su mellizo que -esperaba- fuera sólo para ella.
Shyvanna echó la cabeza hacia atrás cuando los labios de su hermano se arrastraron por su piel, dejándose llevar un poco por él, arqueándose para ofrecerse en todos los niveles posibles… Pero en el instante en el que le dijo aquellas palabras, Shyvanna sintió algo extraño en su corazón. Siempre había sabido que Darren le amaba en el mismo nivel que ella le amaba a él…Pero que pudiera conocerle en esta faceta que era tan propia, tan suya y que no saliera corriendo, que no la juzgara sino que la compartiera hizo que algo se rompiera en su interior. Cerró los ojos y dejó caer suavemente la cabeza entre el hueco del cuello y el hombro de Darren, pasándole los brazos por el cuello para apretarlo contra ella después de recibir aquel mordisco.
Sabía que podía levantarla sin problema, aunque Shyvanna no fuera ligera de carnes, y cuando estuvo entre sus brazos, la rubia percibió el delicioso cambio en los movimientos pero también dentro de sí misma. ¿Eso era, no? Esa incesante necesidad de demostrarle cuánto le amaba. Ahogó parte de sus gemidos al besar la piel de su cuello y seguir subiendo hasta su mandíbula. Movió una mano para atraer su cabeza hacia ella y que dejara de morderle, quería beberse sus gemidos y en el momento en el que sus labios hicieron contacto para besarle de forma profunda sintió cómo su placer y el de él se unían en una maravillosa vorágine que le hizo apretarlo contra ella con fuerza.
Se separó de sus labios lentamente y apoyó su frente contra la de él, dejando escapar un gemido mientras empezaba a llorar, cerrando los ojos. No estaba muy segura de si alegría o tristeza. Tal vez de...consciencia de que finalmente tenía entre sus brazos lo que sabía que tenía pero que no había disfrutado. No así -Te he esperado tanto…- No sabía cómo podía explicárselo… ¿Cómo decirle que todo había sido diferente? Aunque ella realmente no lo había entendido al principio. Se había dejado llevar por su propio deseo y se había dejado guiar por la costumbre. Subió una mano para acariciarle una mejilla -To whatever end- Murmuró antes de inclinarse y besarlo de nuevo, pero esta vez sin prisa, sin pausa… Sólo… Disfrutarlo, como no lo había hecho en años.
Poco después se metieron en la cama y por lo que resto de noche, Shyvanna le demostró que ella también podía aprender a amar con su cuerpo y su alma hasta que el amanecer los encontró dormidos.
OFF: Limbo.
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El miembro 'Shyvanna Pendragon' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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Shyvanna Pendragon
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Sí, la dragona había querido salir y disfrutar de la presa. Pero aún así se había quedado un rato más en el salón, bailando exactamente como le había prometido Wthyr y entre los brazos de Ixión cada vuelta, cada acercamiento y cada caricia no hacía más que despertar los índices de lujuria que tenía en su cuerpo. Y eso era todo, algo físico para sacarse de encima el estrés acumulado por la celebración y también por el compromiso de Darren y Freyja. Mentiría si tampoco reconociera que había un poco de histerismo porque el maldito griego también estaba coqueteándole a la guerrera, pero esos no eran pensamientos en los que quería enfocarse ahora. Tampoco evaluar las miradas de Darren… Ambos estaban “bien” en un impasse extraño del que tenían que hablar pero no en ese momento.
Ambos ingresaron a la habitación a tropicones, entre besos hambrientos y el deseo de quitarse la ropa de encima. Shyvanna habría terminado en cualquiera de los pasillos del castillo pero con la coronación había demasiada gente alrededor, en movimiento, por todo el edificio así que no era buena idea que la relacionaran tan abiertamente con Ixión aunque claro, era un secreto a voces que esos dos algo se traían. Pero era algo que había quedado pendiente.
Ambos ingresaron a la habitación a tropicones, entre besos hambrientos y el deseo de quitarse la ropa de encima. Shyvanna habría terminado en cualquiera de los pasillos del castillo pero con la coronación había demasiada gente alrededor, en movimiento, por todo el edificio así que no era buena idea que la relacionaran tan abiertamente con Ixión aunque claro, era un secreto a voces que esos dos algo se traían. Pero era algo que había quedado pendiente.
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- Shyvanna no esperó a llegar hasta la cama apenas si se adentró en la habitación, la desesperación le pudo antes y cuando dejó de lidiar con el cinturón lo detuvo y se arrodilló delante de él, bajando los pantalones con fuerza desmedida y liberando su hombría para atraparla entre sus labios y pagar parte de la deuda que tenía pero, también, por gusto propio y juego previo para lo que tenía que ser una noche épica. Subió las manos por sus torneados muslos y las apoyó en sus glúteos, antes de mirarlo a los ojos con un brillo de locura y obscenidad que prometida cosas de lo más perversas para ambos.
Oh, sí. La dragona tenía hambre, y aquello no dejaba de divertirle más todavía, y despertar un poco más los calores de ambos. Allí había algo más que un encontronazo sexual casual después de un baile divertido, allí había algo más: ansiedad, celos… posesión. Ah, pobre dragona si pensaba que solo tenía ojos para ella. Ni ataduras ni sentimentalismos más allá de la pura diversión, porque ¿era eso?
- +18:
No fue difícil deshacerse del vestido de Shyvanna, bajando con facilidad el traje desde los hombros y dejarlo caer con suavidad hasta los pies, exponiendo los turgentes senos de la mujer que disfrutó con ansiedad, disfrutando de su olor, textura y firmeza. Ella, por su parte, tenía otros planes en un cuadrante más inferior. Disfrutó de la humedad y calor de aquella boca y de la textura de la lengua divertida recorriendo su virilidad. Ahogó un gemido ronco, que sonó más a gruñido placentero, y empezó a dirigir los movimientos de la fémina hambrienta tomándola por el pelo rubio que enredó entre sus dedos, marcando los tiempos que a él le parecían oportunos para su propio gusto, hasta que un escalofrío recorrió su espalda y el gemido nació de las profundidades de su sexualidad.
De mordió el labio inferior con la avidez de querer más y dedicarse a la doma. Tomó a la dragona por el pelo que nacía de la nuca hasta sus propios labios, de los que saboreó a la mujer pero también su propio deseo, que impregnaba aquellos labios. Giró a la mujer sobre sí misma y la lanzó al colchón de la cama, donde la tendió boca arriba. Se colocó sobre ella, recorrió la verticalidad de la mujer desde el ángulo de su mandíbula hasta la clavícula, rodeó los senos con el entretenimiento de los pezones, bajó por la línea alba del abdomen. Se incorporó sobre sus dos rodillas al alcanzar la meta, abrió las piernas de la dragona y perdió la lengua en los orificios y labios de la rubia, recorriendo su feminidad, lubricándola, saboreándola, acariciando con las distintas texturas que su propia boca le ofrecía la sexualidad de Shyvanna, centrándose con avaricia en los puntos más erógenos, conocidos en encuentros anteriores.
Shyvanna Pendragon
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La libertad física de la vestimenta fue sólo un detalle que rompió cualquier tipo de atadura mental que tuviera con otra cosa que no fuera ese momento, colmado de sensaciones y deseos que la disuadían de una cadena de pensamientos que no estaba dispuesta a enfrentar. ¿Para qué? ¿Para saber cuán desdichada iba a ser por siempre? Era como un sueño que intentaba atrapar pero se le escapaba como agua entre los dedos. No, tenía que buscar otros caminos para distraerse y fuera de la coronación ya no había mucho más que la guerra…Pero eso era mañana. Hoy, hoy había que vivir y celebrar.
- +18:
Su propia lujuria se acrecentó al oírlo gruñir. ¿Había algún sonido mejor que oír a un hombre gemir por ti? ¿Por lo que le hacías? No… Un punto de orgullo y dos de excitación. Shyvanna le demostró cuánto se había perdido por no secuestrarla en algún pasillo de Ávalon. A saber qué había estado haciendo. Ella estaba acostumbrada a que la persiguieran, no al revés. Al sentir sus dedos en el cabello, la mirada azul se disparó a la contraria con un leve deje de advertencia. El trío fue una excepción, pero debía ir con cuidado si no quería que le pusiera los puntos sobre las ies.
Se incorporó relamiéndose los labios antes de besarlo, pasándole los brazos por el cuello para atraerlo hacia ella. Era un beso imperativo, salvaje y que respondía exclusivamente a una necesidad silenciosa de satisfacer sus instintos más bajos. Soltó un jadeo de sorpresa al caer sobre la cama porque…Bueno, estaba acostumbrada a que la apoyaran, no que la lanzaran. Soltó una risita endemoniada mientras ladeaba la cabeza dejándole espacio para que la besara, para que la adorara tanto como se merecía.
Y vaya si lo hizo. Shyvanna estaba entregada al placer, pero el digno trabajo de un amante conocedor siempre tenía un efecto devastador. Poco a poco, paso a paso, la tensión y excitación de su cuerpo fue reuniéndose en su zona sur y los gemidos aumentaron, hasta llenar la habitación con cada respiración, con cada momento que pasaba. Las sábanas quedaron aprensadas entre los dedos de la dragona cuando la maestría del moreno la llevó al punto cúlmine, robándole un grito que sació gran parte de sus necesidades. Su cuerpo se relajó, quedando tendido sobre la cama mientras intentaba recuperar la respiración. Ese instante…justo ese instante después del éxtasis que simplemente la noqueaba. Necesitaba unos segundos para reponerse.
Cerró los ojos y en la oscuridad de su mente no había nada. Ni nadie. Ni siquiera ella misma. No era nada. Y eso era perfecto.
La respiración agitada de ambos la trajo de nuevo a la realidad y buscó los labios de Ixion mientras era él, ahora, quien estaba de espaldas en la cama. Si pensaba que iba a tomarse alguna especie de titubeo estaba absolutamente equivocado, se sentó sobre él y en un experto movimiento los hizo uno, haciendo que un escalofrío le recorriera la espalda robándole un jadeo. No le dio ni un instante de tregua a su cuerpo para que se adaptara, empezó a moverse suavemente sobre él mientras clavaba su mirada zafiro en los oscuros y pecaminosos ojos del griego. Una de sus manos estaba apoyada sobre su pecho y la otra a un lado de su cabeza en la almohada. Bajó lentamente su rostro hacia el de él, retándolo con la mirada -Dime…- Porque adoraba escucharlo y recrear esas escenas eróticas en su cabeza -¿Qué quieres hacerme?- Y quizás, si se portaba bien, le dejaba hacerle una o dos cositas.
- ”+18”:
- La mirada de advertencia no se le pasó por alto, aquella mirada draconiana de ojos azules alertando de que se estaba acercando a terreno peligroso. Pero no había zona más divertida y excitante que recorrer el abismo que separa la cordura de la locura. Le regaló una sonrisa lasciva, por encima de aquel aviso, pero, por supuesto, no olvidaría aquel límite y en especial si la dragona tenía su masculinidad entre sus húmedos y cálidos labios. Así pues, y con el deseo que de la rubia fuera la que pidiera más se centró en su calidez inferior, ávida de placer, exigiendo más, verbalizando con aquellos gimoteos que no producían más allá que la pura diversión y excitación del contrario. Apretó los dientes cuando esta pareció alcanzar el culmen de su orgasmo, pero el moreno quería más. Se alzó por encima de la mujer que reposaba su propio placer, mientras ascendía a cuatro por el cuerpo sudoroso y cálido de la mujer, pegando piel con piel, compartiendo el ritmo de aquellas respiraciones y pulsaciones. Recorrió con la lengua la clavícula para beber de aquel sudor y alimentar sus propias necesidades fisiológicas, hasta que subió por el arco de la mandíbula y subir con la nariz recorriendo el perfil del rostro.
Las piernas se entrelazaron por un breve momento, mientras sus intimidades se aproximaban la una con la otra, clamando la de él seguir con aquel baile. El moreno recorrió la baja espalda y el glúteo de Shyvanna para colocar la pierna para el embiste, mientras seguía con la cabeza perdida en los labios de ésta, hasta que se voltearon las tornas y el hombre quedó tendido en la cama, con la rubia sobre él. La breve confusión se tornó en diversión, pues se le había escapado aquella lagartija que tenía por amante. Le dirigió una sonrisa que invitaba a todo tipo de lujurias, cediendo la doma a la jinete. El placer recorrió la espalda del griego, que se encorvó, apretó las muelas con fuerza y arrugó la nariz y el labio, para mordérselo al final, con cada movimiento del pecado rubio que tenía subido sobre sus caderas, que abrazó con las palmas de sus manos.
Aquella pregunta…. Aquella pregunta iba cargada de malicia. Se la devolvió con una sonrisa abierta llena de perspicacia. Podría leerle la mente y otorgarle los más oscuros deseos… sí, ¿por qué no? -Puedo otorgarle a mi señora cualesquiera de sus más oscuras perversiones- Una de las manos que sostenían la cadera de Shyvanna ascendió por su cuerpo, recorriendo con suavidad la piel de la mujer, facilitado por el sudor, que funcionaba como lubricante, hasta subir a la articulación esternoclavicular, recorriendo el hueco con el dedo pulgar como punto de apoyo para abarcar con el resto de la mano parte del cuello -Solo tiene que decidir cuál de ellas es la que más le apetece…- Los dedos traviesos siguieron el recorrido hasta alcanzar la zona inferior de la mandíbula -Y sus deseos serán órdenes- Le indicó con una voz y una sonrisa sombría mientras que con la otra mano, la que estaba en la cadera, seguía trazando suaves movimientos en vaivén, haciéndoles que todavía permanecieran unidos en un ser.
Shyvanna Pendragon
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- Shyvanna soltó una melodiosa carcajada -Mmm… Tú eres mi oscura perversión- Le confesó. Hoy no se sentía con muchas ganas de hacer gala de toda su colección de…Bueno, en resumidas cuentas, juguetes que estaban en el baúl a los pies de la cama. Siempre accesible para cuando tuviera deseo de usarlos, pero no iba a ser el caso en ese momento. Así que… simplemente se concentró en todas las sensaciones que recorrían su cuerpo, naciendo desde el centro de su ser y expandiéndose por cada centímetro de su piel quitándose de encimas las obligaciones, las cargas, el estrés de las responsabilidades que no quería llevar. Olvidándose del apellido…
-No me llames señora- Le dijo porque en la cama no solía jugar demasiado con su posición porque precisamente escapaba de ella. Echó la cabeza hacia atrás, dejándole acceder a todo su cuello -Ni esperes órdenes- Murmuró porque recordó que la única vez que habían estado juntos había sido con Giordano, un recuerdo que mantenía a buen recaudo para inspirarse en noches solitarias, pero quizás debía ser un poco más clara -Olvídate de mi apellido y de mi status, Ixión- Eso le había gustado de Thoren, había entendido que sólo debía jugar pero la confusión con sus vasallos era bastante normal. Incluso con su hermano, siempre esperando que tomara las riendas.
Inspiró profundamente y cerró los ojos para concentrarse en su propio placer, aumentando el ritmo mientras una de sus manos cogía la de Ixión y la llevaba de su cadera hasta uno de sus pechos mientras -No me gustan los títulos en la cama- Le instruyó abriendo los ojos para observarlo desde su altura de diosa con una sonrisa. Lo cogió de la muñeca, de esa mano que estaba en su cuello, y la alzó para llevarse el índice a la boca, le envolvió con la lengua y succionó lentamente haciéndole recordar su juego previo antes de sonreírle y desechar su mano como si fuera un juguete usado.
Si Ixión no iba a ser proactivo, ella sí. Así que con gracia se incorporó un poco y se giró, dándole la espalda, para luego reunirnos, haciéndola soltar un suspiro de satisfacción con el cambio de ángulo. Necesitaba más, necesitaba volver a quedar en esos segundos de absurda inconsciencia después de un placentero orgasmo. Se arqueó solo un poco hacia atrás, apoyando las manos en sus abdominales para mantener una firme cabalgata, justo antes de que, asegurada en su equilibrio, se estimulara ella solita en busca de ese torrente de lujuria que necesitaba.
Nivel de kinky ~bajito
¿me enfermo? ~ Éxito, tengo buenas defensas porque soy muy activa sexualmente. Wiwi manco...
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El miembro 'Shyvanna Pendragon' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
#1 'Dado (10)' :
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#2 'Probabilidad' :
#1 'Dado (10)' :
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#2 'Probabilidad' :
- +18:
- Aquella no era la respuesta que buscaba, pero a pesar de ello, le endulzó los oídos y le devolvió una divertida sonrisa mientras aquella mano, cerca del cuello de la Pendragon, se cernía ávida de poder y de fuerza, apretando la circunferencia de aquella zona pulsátil, acelerada por el placer del propio acto que andaban compartiendo. Y entonces la mujer empezó a murmurar algo sobre los títulos… que no la tratara de “señora”. Aquello le hizo dibujar una sonrisa oscura, pues el término con el que usaba aquel apelativo, en aquel oscuro, tórrido, sudoroso y placentero lugar no era para marcar el estatus de la dama, sino para reírse de que él y de cómo la rubia sucumbía a los más bajos instintos con un plebeyo como él. La mano giró, sin apartarse del cuello, pero colocando el dedo índice sobre los labios quejosos de ella, a fin de hacerla callar. Ya había captado la idea, que se callara era lo mejor que podría hacer, porque sí, todavía había un título que él quería mantener en aquella posición en la que ella suplicaba y el dominaba. Pensando en todas las brutalidades que le podría hacer a la mujer apretó los dientes, casi con satisfacción sádica, viajando más allá del movimiento de caderas, acelerando el ritmo de manera inconsciente: podría rajarle aquel sedoso cuello de lado a lado y lamer de su sangre escurriéndose por la carótida abierta, podría arrancarle la garganta de un mordisco si se lo planteaba y ahogar aquellos gritos lujuriosos para quedárselos para siempre él. Las narinas se le abrieron cuando aquella lengua jugueteó con su dedo, recordando el juego con otro de sus miembros.
El instante que ella le desechó y cambiaron de posición fue un instante para recobrar el aliento. La sensación de que, prácticamente, le escupiera era todavía más lujuriosa. Teniéndola subida a horcajadas sobre él, con su espalda mirándole, la recorrió con los pulgares mientras abarcaba con la mano abierta el perfil de la seductora mujer. Si no quería ser tratada como una señora quizás desearía ser usada como la puta que pretendía querer ser. La tomó por el pelo y atrajo su espalda hacia su cuerpo mientras que con la otra mano acompañaba a la de la mujer en la búsqueda de su propio placer. Se acabó aquello de estar sobre la cama: se puso en pie e hizo que Shyvanna descendiera su cuerpo hacia el lecho, dejándole ver toda su feminidad. Descendió a la profundidad para satisfacer su gusto mientras permitía que ella siguiera con su estimulación y, tras un instante de lúbrica, fue abriendo camino por aquella humedad. Hasta que llegó al fondo y las carnes se tocaron, primero con la suavidad de encontrar el recorrido del laberinto, luego con más fuerza, la que necesitaba una dragona para ser cabalgada. Hasta que calló encima de la mujer, separados por la distancia que creaban los brazos extendidos del griego, como las dos columnas hercúleas. Le dedicó una sonrisa a la rubia, mientras se relamía el colmillo con fascinación, deseando clavárselo en aquel cuello pulsátil.
Buscó aquel ángulo que creaba el hombro con el cuello, se perdió en el sabor salino del placer de Shyvanna, la abarcó con los brazos, y sin separar todavía la unión de los sexos, la tomó y la llevó a la pared. Dejó caer la cabeza para que ambas frentes se enfrentaran. -Te devoraría aquí mismo si no fuera pecado para el Sanguis- Le gruñó, de una forma casi animal, y entonces penetró de nuevo dentro de la mujer, sin separar las frentes, casi con cierto sadismo animal. Ixión había conectado su mente a la de su señora dragona, y le trataba de darle lo que, precisamente, una dragona emergente querría: la fuerza del guerrero.
Shyvanna Pendragon
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- Se dejó llevar por el placer, por la búsqueda del propio al menos, hasta que Ixión la ayudó y su cuerpo se estremeció en una oleada de satisfacción que fue la primera de muchas que acompañaron esa noche. En el momento de relajación posterior se dejó hacer, regalándole a su cuerpo la posibilidad de disfrutar las artes griegas sin imponer nada propio así que cuando Ixión se hundió en ella, percibió cada ápice de fuerza con delirio, arqueándose hacia él y deseando que lo repitiera una y otra vez.
Tras eso, la maravillosa idea de la pared, le hizo sonreír con picardía y se acomodó a su cuerpo mientras oía las pecaminosas palabras. Aún así no respondió, se inclinó hacia él mientras lo atraía por la nuca para besarlo con la misma pasión y ahínco, necesitando sólo ese desgaste corporal para poder saciar la intranquila y estresada mente por los últimos días y toda la situación de hoy mismo.
Cuando ambos alcanzaron el clímax compartieron más de un aliento antes de que Shyvanna se alejara, estirándose un poco, cual gata satisfecha mientras se dirigía al baño. Se detuvo en la puerta y le dedicó una mirada por encima del hombre -Repitamos esto…Otro día. Puedes irte- Dijo señalándola puerta y despidiéndolo mientras ella cerraba la del baño y ocupaba todo su tiempo en el ritual posterior a ese tipo de encuentros, tanto para evitar embarazos, como para relajarse completamente. Estaba agotada y… Sólo quería descansar.
Al salir se metió en la cama, tal como salió del baño, agradeciendo la amplitud de su cama porque era su propio reino. Ante la ausencia de Ixión y de Darren se echó las mantas encima para no morir de frío y quedó rendida a los brazos de Morfeo.
OFF: Los dos limbo.
Embarazo: Nada.
Tampoco se da cuenta de la invasión mental.
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El miembro 'Shyvanna Pendragon' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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Shyvanna Pendragon
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Me olvidé el dado de embarazo XD
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El miembro 'Shyvanna Pendragon' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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Darren Pendragon
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El silencio de aquella habitación era atronador. Allá donde siempre había habido música, risas, coqueteo ahora no había nada. Solo el murmullo de una suave respiración, pues las voces de los pasillos eran inaudibles para el rubio de los Pendragon.
Darren había permanecido en la habitación de Shyvanna desde antes que la subieran de las cuevas. Malherida, como estaba, el hermano velaría por sus sueños. No sabía hasta qué punto el dolor de la desaparecida maldición podría ralentizar la sanación de la hermana rubia. Estaba preparando el regreso a la campaña cuando el dolor atenazante de la maldición impedía su respiración, hasta el punto de casi hacerle desfallecer. Ahora la mano estaba limpia, eran tíos de un crío vivaz. Lo sabía por las sacerdotisas y los vasallos, de la misma manera que sabía de las graves lesiones de Shyvanna y del estado de Gwen y de Asiain porque el dragón plateado había informado según regresaron de Tintagiel. Y desde entonces, silencio.
El rubio se sentó en la banqueta del piano de la hermana y acarició con suavidad las teclas de color marfil con la yema de la mano sanada, tratando de recordar cómo era ésta antes de que fuera negra. Cómo era todo antes de que se despertara aquella maldición y qué pasaría a partir de ahora. Un año… un año… Tocó con suavidad una de las teclas blancas del lado izquierdo del piano, despertando un grave sonido. Luego otra, cercana, un poco más aguda, pero pesada y plomiza. Suspiró por la nariz, recordando la frase de Wthyr, aquella de que nos defendería a todos por igual. Tocó otra tecla, al azar, tan grave como la anterior, cuestionándose cuándo levantaría Shyvanna y si quedarían secuelas, más allá de la cicatriz parietal. El piano volvió a sonar, de una manera ronca y pesada, al pulsar la siguiente tecla, maldiciendo en silencio porqué él no podría sanar.
Darren había permanecido en la habitación de Shyvanna desde antes que la subieran de las cuevas. Malherida, como estaba, el hermano velaría por sus sueños. No sabía hasta qué punto el dolor de la desaparecida maldición podría ralentizar la sanación de la hermana rubia. Estaba preparando el regreso a la campaña cuando el dolor atenazante de la maldición impedía su respiración, hasta el punto de casi hacerle desfallecer. Ahora la mano estaba limpia, eran tíos de un crío vivaz. Lo sabía por las sacerdotisas y los vasallos, de la misma manera que sabía de las graves lesiones de Shyvanna y del estado de Gwen y de Asiain porque el dragón plateado había informado según regresaron de Tintagiel. Y desde entonces, silencio.
El rubio se sentó en la banqueta del piano de la hermana y acarició con suavidad las teclas de color marfil con la yema de la mano sanada, tratando de recordar cómo era ésta antes de que fuera negra. Cómo era todo antes de que se despertara aquella maldición y qué pasaría a partir de ahora. Un año… un año… Tocó con suavidad una de las teclas blancas del lado izquierdo del piano, despertando un grave sonido. Luego otra, cercana, un poco más aguda, pero pesada y plomiza. Suspiró por la nariz, recordando la frase de Wthyr, aquella de que nos defendería a todos por igual. Tocó otra tecla, al azar, tan grave como la anterior, cuestionándose cuándo levantaría Shyvanna y si quedarían secuelas, más allá de la cicatriz parietal. El piano volvió a sonar, de una manera ronca y pesada, al pulsar la siguiente tecla, maldiciendo en silencio porqué él no podría sanar.
Shyvanna Pendragon
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Alguien estaba tocando la puerta. Era un sonido grave y lento. Shyvanna no entendía por qué nadie atendía la puerta. Para algo tenían el servicio. Otra vez… Puso los ojos en blanco, mentalmente, porque el insistente sonido empezaba a irritarla. Estaba demasiado cansada para levantarse y…No, no estaba cómoda. Hacía calor. Alguien le había puesto sábanas encima ¿Por qué? ¿Eran sábanas? Tragó y sintió la garganta seca, lo que la molestó lo suficiente para abrir los ojos. La luz inundó su campo visual y soltó un leve quejido cuando le provocó una puntada en la cabeza que se perdió en el resonar del…
No era la puerta.
Era el piano.
-Darren- Murmuró en un hilo de voz. Sólo él tenía las narices, y el permiso, de tocar sus cosas cuando ella estaba dormida. Parpadeó un momento antes de volver a cerrar los ojos. Le dolía todo, le ardía la piel. Movió las manos por su cuerpo sintiendo entonces la seda de la bata que llevaba puesta. ¿Por qué la habían vestido? Eso estaba mal… -Darren- ¿Por qué sonaba así su voz? Intentó carraspear pero le dolió la garganta.
Empezaba a agobiarse. Subió las manos al vestido para poder sacárselo de encima pero cada movimiento era una agonía. Tenían que dejarla sin ropa porque su regener…Su regeneración. De repente, los recuerdos fluyeron en ella con tanta rapidez que le dolió de nuevo la cabeza. Estaba viva… Pero se había caído del dragón. Artamir. Había abandonado a Artamir por…el hechizo, no había podido rescatarla. El piano sonó de nuevo y fue consciente de otra cosa: Él también estaba vivo.
-¡DARREN!-
1/6- Pierde un brazo
2/7- Pierde una pierna
3/8- Ceguera temporal
4/9- Amnesia
5/10 - Cojera
No era la puerta.
Era el piano.
-Darren- Murmuró en un hilo de voz. Sólo él tenía las narices, y el permiso, de tocar sus cosas cuando ella estaba dormida. Parpadeó un momento antes de volver a cerrar los ojos. Le dolía todo, le ardía la piel. Movió las manos por su cuerpo sintiendo entonces la seda de la bata que llevaba puesta. ¿Por qué la habían vestido? Eso estaba mal… -Darren- ¿Por qué sonaba así su voz? Intentó carraspear pero le dolió la garganta.
Empezaba a agobiarse. Subió las manos al vestido para poder sacárselo de encima pero cada movimiento era una agonía. Tenían que dejarla sin ropa porque su regener…Su regeneración. De repente, los recuerdos fluyeron en ella con tanta rapidez que le dolió de nuevo la cabeza. Estaba viva… Pero se había caído del dragón. Artamir. Había abandonado a Artamir por…el hechizo, no había podido rescatarla. El piano sonó de nuevo y fue consciente de otra cosa: Él también estaba vivo.
-¡DARREN!-
1/6- Pierde un brazo
2/7- Pierde una pierna
3/8- Ceguera temporal
4/9- Amnesia
5/10 - Cojera
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El miembro 'Shyvanna Pendragon' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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Darren Pendragon
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En la obnubilación e hipnotismo del sonido grave y plomizo de las notas del piano el rubio de los Pendragon no escuchó el susurrante llamado de su hermana. Estaba demasiado ensimismado en cada arruga de aquella ya no ennegrecida mano: la forma de las uñas, el color de las venas atravesando el dorso para perderse en el interior de la muñeca y del brazo, las cicatrices y las durezas de los entrenamientos. Había vuelto todo. Quizás todo volviera a la normalidad, al menos durante un año, tal y como predijo el pontífice. Todavía no le había agradecido a Wthyr que acabara con la maldición y les terminara por llevar a otra peor. No, aún no había mostrado sus respetos merecidos a sus majestades ni al príncipe. Ahora, en qué quedaban todos los demás, ¿duques? ¿Vasallos sin más? ¿Dejarían de ser el centro de atención de todas las miradas? Sabía que no, ni de una cosa ni de la otra. Motivo por el cual sabía que, todavía, tenía obligaciones legales con el linaje y asegurar la paz de Avalon mediante uniones de casamiento. Un año. Ni siquiera podría disfrutar de la vida de pareja, si es que la dulce princesa regresaba de Morfeo. Ni las últimas cicatrices de la batalla en Tintagel podían afearla porque la ella, bajo la mirada del hermano, era imperfectamente perfecta.
Pulsó otra tecla.
Había conservado el pelo que ocupaba la parte de la cabeza que ahora lucía una cicatriz. Lo ató en un nudo en uno de los extremos y lo trenzó con cuidado, como un ritual, en el que cada bucle trenzado era una maldición para aquellos que se habían producido aquellos daños. ¿Cómo podían haber confiado en esos Descendientes? ¿Cómo permitieron que su hermana casi se rompiera la cabeza? Ese era el tratado de paz que andaban buscando. El ronco sonido del piano se disipó por las paredes y le pareció escuchar el siseante sonido de las telas frotándose la una contra la otra. Alzó la mirada y observó las cortinas volar al son de la brisa. Pulsó otra tecla, la más externa del teclado, la más grave y pesada, para sonar al unísono que el grito que pronunció el nombre del Pendragon.
Sintió una presión en el pecho que, por un momento, le oprimió hasta el extremo de hacerle la respiración costosa. Sabía que despertaría, más antes que después, y que irían a recibir a su nuevo sobrino cogidos de la mano, para envidia de todo Avalon. Lo sabía, por mucho que miedo que tuviera a lo contrario. Sonrió abiertamente y se dirigió a dar la bienvenida al mundo de los vivos a su hermana. Se acercó con cuidado para sentarse en el borde de la cama, mientras le tomaba con cariño pasando las yemas de los dedos por el perfil de la barbilla mientras clavaba sus ojos verdes en los azules de ella y perderse en ellos por unos segundos. Entonces le regaló un beso sobre la frente, cuidadoso y dulce -Pensé que me ibas a dejar solo con Wthyr- Bromeó para luego apoyar su frente con la de ella y respirar su aroma, oculto detrás de tanto desinfectante y poción para heridas. Cerró los ojos y se perdió en aquel perfume, mezcla de tantas cosas: heridas, derrota, supervivencia y una cuenta atrás -Es agradable tenerte de vuelta-
Pulsó otra tecla.
Había conservado el pelo que ocupaba la parte de la cabeza que ahora lucía una cicatriz. Lo ató en un nudo en uno de los extremos y lo trenzó con cuidado, como un ritual, en el que cada bucle trenzado era una maldición para aquellos que se habían producido aquellos daños. ¿Cómo podían haber confiado en esos Descendientes? ¿Cómo permitieron que su hermana casi se rompiera la cabeza? Ese era el tratado de paz que andaban buscando. El ronco sonido del piano se disipó por las paredes y le pareció escuchar el siseante sonido de las telas frotándose la una contra la otra. Alzó la mirada y observó las cortinas volar al son de la brisa. Pulsó otra tecla, la más externa del teclado, la más grave y pesada, para sonar al unísono que el grito que pronunció el nombre del Pendragon.
Sintió una presión en el pecho que, por un momento, le oprimió hasta el extremo de hacerle la respiración costosa. Sabía que despertaría, más antes que después, y que irían a recibir a su nuevo sobrino cogidos de la mano, para envidia de todo Avalon. Lo sabía, por mucho que miedo que tuviera a lo contrario. Sonrió abiertamente y se dirigió a dar la bienvenida al mundo de los vivos a su hermana. Se acercó con cuidado para sentarse en el borde de la cama, mientras le tomaba con cariño pasando las yemas de los dedos por el perfil de la barbilla mientras clavaba sus ojos verdes en los azules de ella y perderse en ellos por unos segundos. Entonces le regaló un beso sobre la frente, cuidadoso y dulce -Pensé que me ibas a dejar solo con Wthyr- Bromeó para luego apoyar su frente con la de ella y respirar su aroma, oculto detrás de tanto desinfectante y poción para heridas. Cerró los ojos y se perdió en aquel perfume, mezcla de tantas cosas: heridas, derrota, supervivencia y una cuenta atrás -Es agradable tenerte de vuelta-
Shyvanna Pendragon
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Cuando Darren entró en su campo de visión, Shyvanna se detuvo de su misión de arrancarse la ropa. Tomó un respiro mientras le enfocaba, era extraño como tratando de enfocar los bordes la cabeza le estallaba. Pero le veía, aunque no fuese bien del todo podía distinguir sus facciones y su sonrisa. Al sentir como acariciaba su piel, que estaba tan sensible, Shyvanna soltó un sollozo.
Se había despedido. De él. De Artamir. De sus hermanos. Sabía bien lo que una caída como esa implicaba. Sabía bien que así había muerto la antigua jinete de Artamir. Pero no había podido hacer nada para evitarlo y los descendientes no habían retirado el hechizo.
Soltó otro sollozo cuando la beso, sin poder encontrar las palabras hasta que le mencionó a Wthyr, soltó una leve risa y negó con la cabeza; lo que generó otra punzada de dolor -No…- Alargó la mano hasta ponerla sobre su antebrazo, subiendo por éste como si quisiera asegurarse de que era real.
Subió las manos hasta su rostro cuando apoyó la frente en la de ella, cerrando los ojos y compartiendo ese momento, viviendolo porque habían tenido la suerte de estar vivos después de que esa maldición los quisiera comer vivos. Movió los pulgares, sintiendo la piel bajo sus dedos, la barba perfectamente cuidada, todo él. Elevó suavemente la cabeza para depositar sus labios contra los de él en un beso que, pese a ser tan diferentes a aquellos que le otorgaban placer, resumía en sí mismo la relación que ellos tenía e iba más allá del plano físico -Lo siento- Murmuró -Debí haberme quedado e intentar curar a Catherine- Le explicó el porqué -Me pudo la furia…- Y en el fondo, lo mucho que la detestaba. Tanto que había olvidado que su vida pendía de la de ella hasta que había sido tarde.
Carraspeó un poco y al volver la cabeza a su sitio notó otra punzada y se llevó la mano a la cabeza para palparse y cuando sintió su cráneo, sin su precioso cabello dorado, miró horrorizada a Darren -¿Estoy calva?- Preguntó en un tono un ronco y volvió a carraspear -Agua…-
Se había despedido. De él. De Artamir. De sus hermanos. Sabía bien lo que una caída como esa implicaba. Sabía bien que así había muerto la antigua jinete de Artamir. Pero no había podido hacer nada para evitarlo y los descendientes no habían retirado el hechizo.
Soltó otro sollozo cuando la beso, sin poder encontrar las palabras hasta que le mencionó a Wthyr, soltó una leve risa y negó con la cabeza; lo que generó otra punzada de dolor -No…- Alargó la mano hasta ponerla sobre su antebrazo, subiendo por éste como si quisiera asegurarse de que era real.
Subió las manos hasta su rostro cuando apoyó la frente en la de ella, cerrando los ojos y compartiendo ese momento, viviendolo porque habían tenido la suerte de estar vivos después de que esa maldición los quisiera comer vivos. Movió los pulgares, sintiendo la piel bajo sus dedos, la barba perfectamente cuidada, todo él. Elevó suavemente la cabeza para depositar sus labios contra los de él en un beso que, pese a ser tan diferentes a aquellos que le otorgaban placer, resumía en sí mismo la relación que ellos tenía e iba más allá del plano físico -Lo siento- Murmuró -Debí haberme quedado e intentar curar a Catherine- Le explicó el porqué -Me pudo la furia…- Y en el fondo, lo mucho que la detestaba. Tanto que había olvidado que su vida pendía de la de ella hasta que había sido tarde.
Carraspeó un poco y al volver la cabeza a su sitio notó otra punzada y se llevó la mano a la cabeza para palparse y cuando sintió su cráneo, sin su precioso cabello dorado, miró horrorizada a Darren -¿Estoy calva?- Preguntó en un tono un ronco y volvió a carraspear -Agua…-
Darren Pendragon
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-Eh... Todo está bien- Susurró el rubio a la hermana cuando escuchó sus sollozo, acariciando con suavidad el pelo lado opuesto de la zona dañada por la caída, tratando de calmar el dolor emocional que podía sentir de Shyvanna. -Ya estás en casa. Todo está bien ahora- Siguió hablando en voz baja, en un hilo de voz, repitiéndolo de nuevo que todo estaba bien, como si fuera un hechizo de hipnosis. Darren siguió acariciando con suavidad, disfrutando de la textura del pelo entre los dedos y regalándole un suave beso que provocó en la hermana un nuevo sollozo y esta vez no quiso frenarlo.
Darren se quedó en aquella posición inmóvil, permitiendo que Shyvanna tuviera el derecho de marcar sus tiempos y vivir su propio duelo, sin interrumpirla más. Se merecía pasar página y llorar era la mejor manera. Ella sabía que ya no estaba sola, que no iba a dejarla sola. Que estaba allí para ella en cuerpo y alma. Era su apoyo en el trance. No, no se quedaría sola. Por eso disfrutó de aquel beso tímido, de bienvenida, tierno, cálido, y lejos de los ardientes y apasionados que habían compartido en otras ocasiones. Darren no propuso, en esta ocasión, solo recibió lo que la hermana necesitaba dar.
Posó con cuidado el índice sobre los labios de la hermana rubia cuando empezó a disculparse, de nada valía tratar de arrepentirse por el pasado que no podían cambiar. Ya no -Lo que importa es que estás aquí. Conmigo. Lo que fue, fue- Besó de nuevo la frente de Shyvanna y la dejó espacio para que pudiera acomodarse y carraspear. Supuso, incluso antes de que ella lo pidiera, que tendría la boca seca, después de estar varios días durmiendo, de modo que conjuró la jarra y el vaso para que llegara hasta ellos. Tendió el vaso, pero no contestó todavía a la pregunta, y debía responderla, porque antes o después vería su reflejo. -La caída te produjo una grave lesión en la cabeza- Explicó con suavidad -Necesitaron despejar la zona para sanar la herida…- En rubio se puso en pie para acercarse a la cuidada trenza rubia que había dejado sobre el asiento del piano y pasó la yema con cuidado sobre aquel cabello cortado. -Supuse que querrías … - Llevé con cuidado aquel mechón hasta la cama, entregándolo con el mismo cuidado que se entrega el ser o el objeto más frágil del planeta.
Ahora el reflejo de Shyvanna devolvería otra imagen, otra mujer. Igual, pero distinta. Darren no quería quitarle peso a ese tema, pues sabía lo importante de la imagen para la melliza. Actuó con todo el respeto y el estoicismo que le fue posible, sin quitarle la importancia al aquel asunto, ni siendo condescendiente. Ella, una mujer guerrera, cada señal era una marca de una victoria. Ella, la jinete de los dragones. Ella, hermosa, por dentro y por fuera, con o sin pelo. ¿Se vería ella a sí misma como él la veía a ella todos los días?
Darren se quedó en aquella posición inmóvil, permitiendo que Shyvanna tuviera el derecho de marcar sus tiempos y vivir su propio duelo, sin interrumpirla más. Se merecía pasar página y llorar era la mejor manera. Ella sabía que ya no estaba sola, que no iba a dejarla sola. Que estaba allí para ella en cuerpo y alma. Era su apoyo en el trance. No, no se quedaría sola. Por eso disfrutó de aquel beso tímido, de bienvenida, tierno, cálido, y lejos de los ardientes y apasionados que habían compartido en otras ocasiones. Darren no propuso, en esta ocasión, solo recibió lo que la hermana necesitaba dar.
Posó con cuidado el índice sobre los labios de la hermana rubia cuando empezó a disculparse, de nada valía tratar de arrepentirse por el pasado que no podían cambiar. Ya no -Lo que importa es que estás aquí. Conmigo. Lo que fue, fue- Besó de nuevo la frente de Shyvanna y la dejó espacio para que pudiera acomodarse y carraspear. Supuso, incluso antes de que ella lo pidiera, que tendría la boca seca, después de estar varios días durmiendo, de modo que conjuró la jarra y el vaso para que llegara hasta ellos. Tendió el vaso, pero no contestó todavía a la pregunta, y debía responderla, porque antes o después vería su reflejo. -La caída te produjo una grave lesión en la cabeza- Explicó con suavidad -Necesitaron despejar la zona para sanar la herida…- En rubio se puso en pie para acercarse a la cuidada trenza rubia que había dejado sobre el asiento del piano y pasó la yema con cuidado sobre aquel cabello cortado. -Supuse que querrías … - Llevé con cuidado aquel mechón hasta la cama, entregándolo con el mismo cuidado que se entrega el ser o el objeto más frágil del planeta.
Ahora el reflejo de Shyvanna devolvería otra imagen, otra mujer. Igual, pero distinta. Darren no quería quitarle peso a ese tema, pues sabía lo importante de la imagen para la melliza. Actuó con todo el respeto y el estoicismo que le fue posible, sin quitarle la importancia al aquel asunto, ni siendo condescendiente. Ella, una mujer guerrera, cada señal era una marca de una victoria. Ella, la jinete de los dragones. Ella, hermosa, por dentro y por fuera, con o sin pelo. ¿Se vería ella a sí misma como él la veía a ella todos los días?
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