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Recuerdo del primer mensaje :
El tradicional barrio chino de Londres se ha convertido en un lugar propicio para el contrabando y los negocios sucios, es una zona poco controlada por la ley, un lugar peligroso.
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Lo observaba con curiosidad, preguntándome qué se le pasaría por la cabeza. Era consciente de que estaba actuando de una forma un poco… Extraña, y más bajo los estándares de nuestra raza. Pero por ahora no había salido corriendo y eso era un hecho a tener en cuenta. Trataba de hacerle buena cara, de tomarme aquel lumínico y raro día de invierno con toda la positividad que pudiera. Él también parecía estar pendiente del paisaje, de las calles, aunque probablemente no saboreara la ya marchita belleza que yo veía en todo de la misma forma. Para mí el paisaje era… Siempre como teñido de gris, como si cada día los colores fueran más apagados, las personas más agónicas. La guerra contribuía a que viera el mundo, la realidad, como algo decadente, deteriorado.
Y es que poco a poco mi cuerpo se erosionaba, mi alma perdía su fuerza, su ánimo. Ya en el restaurante le dirigí bien la mirada en cuanto hicimos ambos el pedido, él decantandose por ternera y tallarines. Soltó una breve frase. -Esta guerra en la que se han metido es de interés de algunos pocos. Muchos… Ya no les importa si somos drows, elfos, humanos o cualquier otra cosa. Lo único que quieren es seguir con sus vidas, y despertarse sin tener que encontrarse medio Londres ardiendo.- Saqué un diario que había encontrado recientemente, The New Times.
Alto en connotaciones de derechas y una mala ostia increíble. Con fotos de varios de los líderes de la Alianza, y dos ministros. -¿Lo leíste? Ataques a la base, a un bar, a… Campos de Trabajo. Todos sabemos lo que eso significa.- Cogí una patata de estas chinas en cuanto las trajeron, mientras hacían la comida. -No hace demasiado. El palacio de la grotesca esa ardió. Y… La gente está cansada de despertarse, ver columnas de fuego en la distancia. Y esto no es una guerra de país contra país, la gente no defiende su nación, defienden su raza… Pero los civiles están cansados. Llevan tantos años matándose. Muchos prefieren ignorar todo este conflicto y tratar de seguir con sus vidas, solo quieren la normalidad. Creo que ya ni les importa un bando u otro.
En cuanto trajeron la comida empecé a partir uno de los rollitos. Yo ya no comía exactamente por… Necesidad. Mi cuerpo aún podía hacer algunas funciones vitales, pero lo que permitía que se moviera no era eso. Era la propia magia. Podía comer, podía saborear, pero sabía que sería algo pasajero. Ya había dejado de hacer algunas cosas. Por eso cada comida la disfrutaba como si pudiera ser la última. Antes de que todo supiera a ceniza. -Tienen hasta un drow en el ejército. ¿No es todo irónico? El destino se ríe de nosotros, como si fuera una retorcidísima novela de misterio y de angustia.- Yo no tenía especial apego a querer buscar a los de mi raza más allá de la breve pista que tenía sobre Vor’Kalth, que era que conocía otro drow, de ojos morados. Estábamos muy contados los que teníamos esa coloración. Dudaba que hubieran muchos merodeando por allí con esas características.
-Pero no te preocupes. Lo último que necesitamos es hablar de la guerra en los momentos de descanso. Dime. Llaulmyn, ¿Tu tienes familia?
Y es que poco a poco mi cuerpo se erosionaba, mi alma perdía su fuerza, su ánimo. Ya en el restaurante le dirigí bien la mirada en cuanto hicimos ambos el pedido, él decantandose por ternera y tallarines. Soltó una breve frase. -Esta guerra en la que se han metido es de interés de algunos pocos. Muchos… Ya no les importa si somos drows, elfos, humanos o cualquier otra cosa. Lo único que quieren es seguir con sus vidas, y despertarse sin tener que encontrarse medio Londres ardiendo.- Saqué un diario que había encontrado recientemente, The New Times.
Alto en connotaciones de derechas y una mala ostia increíble. Con fotos de varios de los líderes de la Alianza, y dos ministros. -¿Lo leíste? Ataques a la base, a un bar, a… Campos de Trabajo. Todos sabemos lo que eso significa.- Cogí una patata de estas chinas en cuanto las trajeron, mientras hacían la comida. -No hace demasiado. El palacio de la grotesca esa ardió. Y… La gente está cansada de despertarse, ver columnas de fuego en la distancia. Y esto no es una guerra de país contra país, la gente no defiende su nación, defienden su raza… Pero los civiles están cansados. Llevan tantos años matándose. Muchos prefieren ignorar todo este conflicto y tratar de seguir con sus vidas, solo quieren la normalidad. Creo que ya ni les importa un bando u otro.
En cuanto trajeron la comida empecé a partir uno de los rollitos. Yo ya no comía exactamente por… Necesidad. Mi cuerpo aún podía hacer algunas funciones vitales, pero lo que permitía que se moviera no era eso. Era la propia magia. Podía comer, podía saborear, pero sabía que sería algo pasajero. Ya había dejado de hacer algunas cosas. Por eso cada comida la disfrutaba como si pudiera ser la última. Antes de que todo supiera a ceniza. -Tienen hasta un drow en el ejército. ¿No es todo irónico? El destino se ríe de nosotros, como si fuera una retorcidísima novela de misterio y de angustia.- Yo no tenía especial apego a querer buscar a los de mi raza más allá de la breve pista que tenía sobre Vor’Kalth, que era que conocía otro drow, de ojos morados. Estábamos muy contados los que teníamos esa coloración. Dudaba que hubieran muchos merodeando por allí con esas características.
-Pero no te preocupes. Lo último que necesitamos es hablar de la guerra en los momentos de descanso. Dime. Llaulmyn, ¿Tu tienes familia?
El hombre sacó un periódico, haciendole un rápido resumen de lo que había pasado últimamente. Sí, él sabía que la guerra estaba en aquel mundo, que lo iba devorando poco a poco, cada persona, cada ciudad y cada lugar era asolado por la guerra. Pero mucha gente parecía pasarlo por alto, como si hubiesen asimilado que cada día pudiera ser el último, que en cualquier momento una bala perdida o un fuego cruzado los alcanzaría, y casi no les importaba.
Llaulmyn comenzó a echar la ternera encima de los tallarines con gran gusto, escuchando atento al comentario sobre el ejército.
-¿Y ese drow está en el cargo por voluntad propia? Porque no tiene mucho sentido apoyar al bando que quiere matarte...
Enrolló los tallarines pinchando algún trozo de carne y se lo llevó a la boca. Aquella comida de los humanos estaba muy buena, y eso que desde que había llegado apenas había salido de aquel barrio. Asintió cuando el otro le dijo que no deberían preocuparse en ese momento, estando de acuerdo en que la comida había que disfrutarla.
-Dos hermanas mayores, pero no hablo con ellas. Con mi padre en cambio sí, nunca ha sido muy abierto... pero parece que con los años va confiando más en mí, supongo. ¿Y usted? ¿Cuántos hijos tiene?
Le preguntó tranquilo, pensando en si aquel muchacho al que iba a llevarle la pluma tendría hermanos o estaban los dos solos.
Llaulmyn comenzó a echar la ternera encima de los tallarines con gran gusto, escuchando atento al comentario sobre el ejército.
-¿Y ese drow está en el cargo por voluntad propia? Porque no tiene mucho sentido apoyar al bando que quiere matarte...
Enrolló los tallarines pinchando algún trozo de carne y se lo llevó a la boca. Aquella comida de los humanos estaba muy buena, y eso que desde que había llegado apenas había salido de aquel barrio. Asintió cuando el otro le dijo que no deberían preocuparse en ese momento, estando de acuerdo en que la comida había que disfrutarla.
-Dos hermanas mayores, pero no hablo con ellas. Con mi padre en cambio sí, nunca ha sido muy abierto... pero parece que con los años va confiando más en mí, supongo. ¿Y usted? ¿Cuántos hijos tiene?
Le preguntó tranquilo, pensando en si aquel muchacho al que iba a llevarle la pluma tendría hermanos o estaban los dos solos.
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Se mezclaba la comida. Y yo reparaba en aquellos detalles sin saber exactamente porqué. Aquello, sin embargo, iba en contra de mi forma de ser. Cada cosa por un lado. Preguntó algo sobre tal drow, y yo me miré el diario y nuevamente a él. -Es ya imposible decirlo. Veo… razones por las que querría entrar en la Alianza Humana. Sobretodo si no es muy hábil con la magia.- Chasqueé la lengua y cerré los ojos, pensando en aquella ciudad ya tanto tiempo dejada atrás. -La ley del más fuerte predomina allí abajo. La mayor aspiración de un hombre drow no es otra que convertirse en profesor mágico en Sorcere, o quizás en alguna de las casas gordas, como los Baenre.- Abrí los ojos y me llevé una cucharada de arroz a la boca. -Pero si naces desvalido, si no eres hábil en el arte de la lucha, no es como aquí que siempre te pueden poner al mando de un vehículo, te pueden enchufar una pierna mecánica que te haga hasta lo colada… Allí… Solo te queda intentar sobrevivir.
Me rasqué un poco por debajo de la cuenca de donde salían los cristales. -Dale a un drow que tenga un mínimo sentido de la moral y una debilidad natural un arma de fuego. Para salir de aquel zulo se ha de tener un poco de diferencia de mentalidad. Y los hay, que vienen odiando aquella forma de ser, aquel poder morir en cualquier calle por asesinato. Especialmente aquellos que peor lo han pasado. Pero, y si tu les ofreces el poder de vengarte de aquellos que arruinaron tu vida, ¿Quién te dice que muchos de ellos no acaben corrompidos? Este debe ser un iluminado que quiera purgar la sociedad drow o algo así. Si lo han ascendido a capitán debe tener suficientes razones para estar allí.
Yo no tenía aprecio alguno por los de mi raza pero tampoco tenía nada en contra. Aunque todo eso eran teorías y no estaba exactamente seguro de si serían acertadas. Fue agradable cambiar de tema. La familia. Me dijo que tenía dos hermanas… Menuda infancia debió pasar. Y que su padre en principio era desconfiado, aunque con el tiempo parecía abrirse. La falta de mencionar la madre lo atribuí a la típica sociedad matriarcal, en la que una madre hacía de todo menos de madre. Los hijos eran criados por las hermanas, ella no solía atender aquel asunto. Naxira, tan elfa ella, había hecho algo muy similar.
Me comí otro tallarín y respondí a la pregunta. ¿Cuántos hijos tenía? Durante unos segundos fruncí el ceño y se me borró la sonrisa plácida del rostro, pero luego, tras pensarmelo por segunda vez, decidí afrontar aquello. -Tenía tres.- El pasado ya indicaba cosas -Actualmente… Dos. El mayor se llama Savant. Era medio artista, medio… Danzarín, ¿No te suena su nombre? Un chaval que se dio a conocer por las luchas de gladiadores. En sus días fue algo afamado por su aspecto exótico, pues solo es medio drow, y por su… Bueno, su peculiar vida.- Era consciente de qué había trabajado mi hijo y él pasó de hacerme caso, diciendo que prefería aquello. Que el dinero valía la pena. -Actualmente ando buscando uno de los menores, Vest, aunque se hace llamar Vor’Kalth. Este salió a la superfície hará cosa de un año.
Y luego venía el problema. -El otro, gemelo suyo, está muerto. Osten era su nombre. Actualmente ando enfrascado en tomar venganza contra el asesino… No es un ajuste de cuentas sin más. Sé porqué lo hizo. Y sé como acabar con él. Es esa la única razón por la que sigo en estre mundo al que ya no pertenezco.
Me rasqué un poco por debajo de la cuenca de donde salían los cristales. -Dale a un drow que tenga un mínimo sentido de la moral y una debilidad natural un arma de fuego. Para salir de aquel zulo se ha de tener un poco de diferencia de mentalidad. Y los hay, que vienen odiando aquella forma de ser, aquel poder morir en cualquier calle por asesinato. Especialmente aquellos que peor lo han pasado. Pero, y si tu les ofreces el poder de vengarte de aquellos que arruinaron tu vida, ¿Quién te dice que muchos de ellos no acaben corrompidos? Este debe ser un iluminado que quiera purgar la sociedad drow o algo así. Si lo han ascendido a capitán debe tener suficientes razones para estar allí.
Yo no tenía aprecio alguno por los de mi raza pero tampoco tenía nada en contra. Aunque todo eso eran teorías y no estaba exactamente seguro de si serían acertadas. Fue agradable cambiar de tema. La familia. Me dijo que tenía dos hermanas… Menuda infancia debió pasar. Y que su padre en principio era desconfiado, aunque con el tiempo parecía abrirse. La falta de mencionar la madre lo atribuí a la típica sociedad matriarcal, en la que una madre hacía de todo menos de madre. Los hijos eran criados por las hermanas, ella no solía atender aquel asunto. Naxira, tan elfa ella, había hecho algo muy similar.
Me comí otro tallarín y respondí a la pregunta. ¿Cuántos hijos tenía? Durante unos segundos fruncí el ceño y se me borró la sonrisa plácida del rostro, pero luego, tras pensarmelo por segunda vez, decidí afrontar aquello. -Tenía tres.- El pasado ya indicaba cosas -Actualmente… Dos. El mayor se llama Savant. Era medio artista, medio… Danzarín, ¿No te suena su nombre? Un chaval que se dio a conocer por las luchas de gladiadores. En sus días fue algo afamado por su aspecto exótico, pues solo es medio drow, y por su… Bueno, su peculiar vida.- Era consciente de qué había trabajado mi hijo y él pasó de hacerme caso, diciendo que prefería aquello. Que el dinero valía la pena. -Actualmente ando buscando uno de los menores, Vest, aunque se hace llamar Vor’Kalth. Este salió a la superfície hará cosa de un año.
Y luego venía el problema. -El otro, gemelo suyo, está muerto. Osten era su nombre. Actualmente ando enfrascado en tomar venganza contra el asesino… No es un ajuste de cuentas sin más. Sé porqué lo hizo. Y sé como acabar con él. Es esa la única razón por la que sigo en estre mundo al que ya no pertenezco.
Llaulmyn escuchó atento las divagaciones del drow, que hacía suposiciones sobre aquel capitán de la Alianza que luchaba contra su propia raza. Él no era partícipe de la política, ni le interesaba, pero aquel suceso le llamaba la atención, vaya que sí. Había vivido allí abajo, sabía lo que se escondía en las oscuras cuevas... y no eran solo monstruos. Criaturas de una maldad profunda, una mirada aterradora, el interés y la búsqueda del beneficio propio pintados en el rostro. Los drows no eran de naturaleza amable, pero aprendías a vivir con ello, ya que tú mismo eras parte de esos seres. Llaulmyn, acostumbrado a ser el juguete de sus hermanas, objeto de insultos y alguna broma pesada, aún conservaba la cabeza en su sitio. No las odiaba por aquello, eran pequeños, o al menos él, pensaba que todos merecen el perdón si sienten arrepentimiento. Pero...¿tomar venganza? Eso no era algo que Myn contemplara, menos a una escala tan grande como, bueno, toda la raza oscura. Si aquel tipo había sufrido en las cuevas tenía varias opciones, desde utilizarlo para ser más fuerte hasta ir a repartir un par de golpes, pero dentro no estaba luchar en una guerra de un mundo que no es el tuyo solo para sentirte bien contigo mismo, si es que conseguía dormir por las noches.
Él siguió comiendo sus tallarines chinos con ternera, que estaba bien embadurnado en salsa de fuerte y salado sabor. "Savant... Savant..."
-Lo conozco-admitió tras darle vueltas, fijándose en aquel ojo morado-. No en persona, pero me han hablado de él.
El pequeño, el que había subido primero. Gracioso, en cierto modo como Llaulmyn se encontraba en ese momento. Aunque viendo a Syg dudaba que el chico hubiese tenido muchos problemas, parecía un padre preocupado y atento por sus hijos.
-Lo siento...
Apenas unas pocas palabras salieron de su boca, nada podía calmar el dolor de perder a un hijo, ni siquiera la venganza. Pero Llaulmyn se guardó esos pensamientos para él, porque sabía que a pesar de todas sus experiencias él no dudaría en arremeter contra quien te arrebata a los tuyos.
-Le deseo suerte, entonces. Sea quien sea merece lo que le aguarda. -agachó la mirada, jugando con los tallarines que le quedaban- Osten... es un bonito nombre.
Él siguió comiendo sus tallarines chinos con ternera, que estaba bien embadurnado en salsa de fuerte y salado sabor. "Savant... Savant..."
-Lo conozco-admitió tras darle vueltas, fijándose en aquel ojo morado-. No en persona, pero me han hablado de él.
El pequeño, el que había subido primero. Gracioso, en cierto modo como Llaulmyn se encontraba en ese momento. Aunque viendo a Syg dudaba que el chico hubiese tenido muchos problemas, parecía un padre preocupado y atento por sus hijos.
-Lo siento...
Apenas unas pocas palabras salieron de su boca, nada podía calmar el dolor de perder a un hijo, ni siquiera la venganza. Pero Llaulmyn se guardó esos pensamientos para él, porque sabía que a pesar de todas sus experiencias él no dudaría en arremeter contra quien te arrebata a los tuyos.
-Le deseo suerte, entonces. Sea quien sea merece lo que le aguarda. -agachó la mirada, jugando con los tallarines que le quedaban- Osten... es un bonito nombre.
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No me dio a conocer su opinión sobre todo el asunto respecto a la Alianza Humana. Siguió comiendo y la única suposición que pude hacer es que no era exactamente afín a los temas de política o que no le acababa de agradar en general hablar de asuntos… Serios y complicados como aquel. Comí en silencio buscando alguna respuesta en su rostro, pero la siguiente palabra que surgió de su boca fue un “Lo conozco”, tras parecer pensar un rato. Esbocé un medio rastro de sonrisa, al menos alegre de que su nombre le hubiera llegado a sus oídos, aunque no tuviera exactamente… La mejor de las famas. -Se labró su fama a fuerza de sudor y otras tantas cosas. No lo llamaría exactamente artista, aunque para las matronas drow tenía el único arte que allí abajo se aprecia.- Y es que los otros “artes”, como la pintura o la escritura, son totalmente ignorados allí abajo y solo algunas familias concretas los aplauden. Alguien habilidoso debía existir para poder hacer mil esculturas a Lloth y todo su séquito.
Ante todo el asunto de Osten respondió un quedo “Lo siento”. -Lo… Lo pasado, pasado está. He aprendido a vivir con ello.- “Vivir” sería más correcto. Y él tampoco estaba muerto del todo. Quizás ese era el peor de los problemas. Me llevé otro trozo de comida que me sabió mucho más insulsa que el resto y no sé porqué. Pareció entender el porqué de mi venganza. -Sé cuales son sus razones, sé que le motivó a hacer un acto tan atroz, pero no estoy dispuesto a admitirlo. Si quería él dañarme, debería haberse dirigido a mí. Pero, él… Era un niño. Apenas pasaba del metro veinte cuando todo aquello sucedió. Nunca tuvo oportunidad de madurar, de querer, de crecer. Todo eso, se lo arrebataron.
Y a pesar de que siguiera en el mundo de los vivos le habían quitado toda la libertad para ser quien él quisiera ser. Agarraba con fuerza el tenedor, la mano temblando. No es justo, pensé. Y ya lo sé, respondió algo dentro de mí. Día tras día me repetía que todo era injusto, que era cruel, retorcido… Pero yo, todo eso, ya lo sabía. Repetírmelo una y otra vez en la mente no cambiaría en absoluto la realidad. Pareció admirar el nombre de Osten. Tras engullir algo que no me supo a nada le respondí con una sonrisa melancólica.
-Significa… Levante, el este, el oriente. Siempre pensé que él habría sido un gran viajero, quizás hasta aventurero. Él mismo me decía que le encantaría ver lo que había más allá de las cuevas.- Las frases sonaban sueltas, como si cada una reviviera un amargo recuerdo enterrado en el interior de mi mente. Pero las lágrimas ya no brotarían: Hacía demasiado tiempo que había aprendido a controlar aquello. Ya no era yo un adolescente. Había asumido mi responsabilidad, y había aprendido a hacer acopio de valor.
-Vest o… Vor’Kalth asumió la personalidad viajera desde que Osten se marchó. Tras la muerte de su gemelo él asumió parte de su responsabilidad, como si parte de él hubiera pasado a este al morir. Temo por él pues nunca ha acabado de adaptarse al mundo que le rodea sin la compañía de su hermano. Pero se va apañando, a pesar de que… Ha tomado quizás demasiada implicación en política. Está decidido a acabar con la guerra, así sea por encima de la Alianza entera. Qué cosas.
Yo me había acabado mi plato pero no había disfrutado siquiera la mitad. -¿Pedirás postre o pedimos ya la cuenta?
Ante todo el asunto de Osten respondió un quedo “Lo siento”. -Lo… Lo pasado, pasado está. He aprendido a vivir con ello.- “Vivir” sería más correcto. Y él tampoco estaba muerto del todo. Quizás ese era el peor de los problemas. Me llevé otro trozo de comida que me sabió mucho más insulsa que el resto y no sé porqué. Pareció entender el porqué de mi venganza. -Sé cuales son sus razones, sé que le motivó a hacer un acto tan atroz, pero no estoy dispuesto a admitirlo. Si quería él dañarme, debería haberse dirigido a mí. Pero, él… Era un niño. Apenas pasaba del metro veinte cuando todo aquello sucedió. Nunca tuvo oportunidad de madurar, de querer, de crecer. Todo eso, se lo arrebataron.
Y a pesar de que siguiera en el mundo de los vivos le habían quitado toda la libertad para ser quien él quisiera ser. Agarraba con fuerza el tenedor, la mano temblando. No es justo, pensé. Y ya lo sé, respondió algo dentro de mí. Día tras día me repetía que todo era injusto, que era cruel, retorcido… Pero yo, todo eso, ya lo sabía. Repetírmelo una y otra vez en la mente no cambiaría en absoluto la realidad. Pareció admirar el nombre de Osten. Tras engullir algo que no me supo a nada le respondí con una sonrisa melancólica.
-Significa… Levante, el este, el oriente. Siempre pensé que él habría sido un gran viajero, quizás hasta aventurero. Él mismo me decía que le encantaría ver lo que había más allá de las cuevas.- Las frases sonaban sueltas, como si cada una reviviera un amargo recuerdo enterrado en el interior de mi mente. Pero las lágrimas ya no brotarían: Hacía demasiado tiempo que había aprendido a controlar aquello. Ya no era yo un adolescente. Había asumido mi responsabilidad, y había aprendido a hacer acopio de valor.
-Vest o… Vor’Kalth asumió la personalidad viajera desde que Osten se marchó. Tras la muerte de su gemelo él asumió parte de su responsabilidad, como si parte de él hubiera pasado a este al morir. Temo por él pues nunca ha acabado de adaptarse al mundo que le rodea sin la compañía de su hermano. Pero se va apañando, a pesar de que… Ha tomado quizás demasiada implicación en política. Está decidido a acabar con la guerra, así sea por encima de la Alianza entera. Qué cosas.
Yo me había acabado mi plato pero no había disfrutado siquiera la mitad. -¿Pedirás postre o pedimos ya la cuenta?
El hombre no estaba muy contento con el trabajo de su hijo, y Llaulmyn lo entendía. Era normal en una sociedad que se considera a sí misma como civilizada el apartar a quienes satisfacen aquellos oscuros deseos de los elfos y las personas. Todo le recordó a su madre, una mujer que vivía por y para aparentar ser quien nunca llegaría a ser. Cruel, desinteresada de su familia, una arpía. Pero Llaulmyn hacía tiempo que había dejado de lado aquella figura que a él le resultaba tan extraña, centrándose en su nueva vida, decidiendo vivir y aprovecharla al límite, sin importarle de más las opiniones de otros. ¿Qué sabían ellos de arte y lo que sentía dentro?
Sygdom hablaba de su hijo Osten con dulzura y cariño, también con rabia e impotencia. El drow se sentía terriblemente mal por la tragedia que estaba escuchando, y cuando vio aquel temblor no pudo evitar alargar una mano hacia él y darle un ligero apretón, intentando darle un apoyo y consuelo que realmente no era capaz de dar, menos a un drow que acababa de conocer. Pero lo hizo, le miró al ojo y frunció los labios, en un gesto de entendimiento y algo de tristeza.
Le habló también de Vest, cumpliendo parte de los sueños de su hermano. Era hermoso tener tal grado de comprensión y lazos entre dos personas.
-Uh, no, estoy lleno. Tengo que volver luego al puesto a ver si puedo pintar algo.
Terminó de limpiarse la boca con la servilleta y levantó la mano, llamando al camarero.
Sygdom hablaba de su hijo Osten con dulzura y cariño, también con rabia e impotencia. El drow se sentía terriblemente mal por la tragedia que estaba escuchando, y cuando vio aquel temblor no pudo evitar alargar una mano hacia él y darle un ligero apretón, intentando darle un apoyo y consuelo que realmente no era capaz de dar, menos a un drow que acababa de conocer. Pero lo hizo, le miró al ojo y frunció los labios, en un gesto de entendimiento y algo de tristeza.
Le habló también de Vest, cumpliendo parte de los sueños de su hermano. Era hermoso tener tal grado de comprensión y lazos entre dos personas.
-Uh, no, estoy lleno. Tengo que volver luego al puesto a ver si puedo pintar algo.
Terminó de limpiarse la boca con la servilleta y levantó la mano, llamando al camarero.
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Me sobresalté al sentir el contacto de su mano con la mía, un simple apretón, un intento de relajarme. Lo observé con la mirada aterrada durante unos instantes, aunque el gesto prontamente se cerró y se transformó en una mirada algo distante. No. No podía permitirme esos altibajos, aquello se suponía que lo entendía. Me llevé ambas manos al regazo y miré a la mesa una vez más como si ella pudiera esconder mis respuestas. La conversación proseguiría aún por mi parte, pero por otra, tenía la… imperiosa necesidad de salir de allí.
Estaba retrasando mi objetivo y había demostrado ser completamente incapaz de sacar provecho de todo aquel asunto. No estaba ello para amistar, yo. No podía… Acabar hablando de mis cosas así. Negué con la cabeza suavemente a algún pensamiento. Él dijo que debía volver al puesto a pintar algo y se dispuso a volver al puesto. -Comprendo- Le respondí escuetamente, con un breve asensimiento de cabeza. En cuanto el camarero vino pagué mi parte y observé a Llaulmyn brevemente.
-Es… Preciso que yo también vuelva a mis quehaceres. Disculpa que te haya entretenido, Llaulmyn.- Le dije con algo de frialdad que yo mismo me imponía. -Supongo que nos cruzaremos de nuevo.- Le dije ya dirigidos a la salida del recinto. Con la garganta hecha un nudo. -Suerte en tu camino- Y tras eso me cubrí de nuevo en mis ropas, dando un giro y perdiéndome por las calles de China Town, abandonando el barrio tan pronto como me fue posible, casi como si huyera. Con algo indescriptible dentro de mí, con una furia, con…
Con impotencia. Gran impotencia.
Estaba retrasando mi objetivo y había demostrado ser completamente incapaz de sacar provecho de todo aquel asunto. No estaba ello para amistar, yo. No podía… Acabar hablando de mis cosas así. Negué con la cabeza suavemente a algún pensamiento. Él dijo que debía volver al puesto a pintar algo y se dispuso a volver al puesto. -Comprendo- Le respondí escuetamente, con un breve asensimiento de cabeza. En cuanto el camarero vino pagué mi parte y observé a Llaulmyn brevemente.
-Es… Preciso que yo también vuelva a mis quehaceres. Disculpa que te haya entretenido, Llaulmyn.- Le dije con algo de frialdad que yo mismo me imponía. -Supongo que nos cruzaremos de nuevo.- Le dije ya dirigidos a la salida del recinto. Con la garganta hecha un nudo. -Suerte en tu camino- Y tras eso me cubrí de nuevo en mis ropas, dando un giro y perdiéndome por las calles de China Town, abandonando el barrio tan pronto como me fue posible, casi como si huyera. Con algo indescriptible dentro de mí, con una furia, con…
Con impotencia. Gran impotencia.
Inicio la patrulla por la zona de China Town de modo bastante discreto, con los principales grupos de apoyo de soldados todavía lejos de aquí. Primero realizaré una ronda de reconocimiento, identificando posibles problemas a la hora de iniciar la escaramuza que teníamos planeada. En cuanto llego al lugar envío un mensaje al móvil de Ailanthus, avisando de que ya estaba en el lugar, que lo espero por aquí cuando llegue. Sigue pareciéndome extraño eso de tener que trabajar con un drow, ya no sólo como subordinado, sino como superior.
Tampoco es la primera vez que sucede eso en la Alianza, ya hubo una bruja reeducada que actuaba como capitana, sólo que nadie sabía que lo era. Aquí parece que lo están aceptando, o al menos una parte del ejército. Eso o fingen muy bien. Los detractores siguen ahí, y temo que con tanta lucha interna acabaremos con una crisis en la Alianza. Por un lado entre ejército y gobierno, y por otro dentro del propio ejército, entre los que se encuentran los partidarios de un único capitán, Javert, y los que están a favor de la doble capitanía. - Demasiado complicado todo...van a conseguir que perdamos la ventaja que tenemos. - murmuro para mi misma con cierto fastidio, sin perder de vista ni un detalle del entorno que me rodea. Camino con el rifle apuntando hacia abajo y apoyado en la cadera, en posición de reposo. También llevo puesto en uno de los ojos el scooter que me permite identificar si hay presencias mágicas en la zona. El uniforme militar hace que los escasos viandantes se fijen en mí, prefiriendo pasar rápido a mi lado y sin mirar. No salta ninguna alarma en el aparato que llevo, así que asumo que simplemente es gente normal que no quiere meterse en cualquier lío que surja. También voy dando un repaso a los puestos callejeros que hay, y al contrabando de las esquinas. Ya sé que existe, pero nuestra prioridad no es controlar ese tipo de delitos, sino mantener las calles limpias de chusma mágica.
En cierto momento se activa mi scooter, indicando que hay un individuo mágico cerca, aunque los niveles de energía que muestra no son demasiado elevados. Entorno la mirada tras girarla hacia el callejón del que parece proceder, dirigiéndome hacia allí preparada para atacar. Pego la pared tras la esquina, asomándome un instante antes de entrar en acción, apuntando con el rifle a la presencia detectada. Una presencia mágica que apenas pasa del metro. Suelto un sonido de decepción, pero no bajo el rifle. Ante mi se encuentra una especie de crío con rasgos de lagarto, escondido tras un cubo de basura. - Creía que ya lo había visto todo, pero entonces aparece ante mi una lagartija humanoide... ¿Qué mierdas eres? - al ver cosas así de extrañas cada vez tengo más claro que debemos erradicarlos antes de que esto se nos vaya de las manos. Hoy son niños, un peligro potencial que mañana será real. Y seguirán esparciendo su inmunda prole mágica por el mundo, habría que impedir que estas siguiesen teniendo hijos. El crío no contesta, sólo retrocede asustado, con el miedo reflejado en sus reptilianos ojos. Lo sigo con cada paso que da, hacia el fondo del callejón. Sigo sin bajar el arma.
Tampoco es la primera vez que sucede eso en la Alianza, ya hubo una bruja reeducada que actuaba como capitana, sólo que nadie sabía que lo era. Aquí parece que lo están aceptando, o al menos una parte del ejército. Eso o fingen muy bien. Los detractores siguen ahí, y temo que con tanta lucha interna acabaremos con una crisis en la Alianza. Por un lado entre ejército y gobierno, y por otro dentro del propio ejército, entre los que se encuentran los partidarios de un único capitán, Javert, y los que están a favor de la doble capitanía. - Demasiado complicado todo...van a conseguir que perdamos la ventaja que tenemos. - murmuro para mi misma con cierto fastidio, sin perder de vista ni un detalle del entorno que me rodea. Camino con el rifle apuntando hacia abajo y apoyado en la cadera, en posición de reposo. También llevo puesto en uno de los ojos el scooter que me permite identificar si hay presencias mágicas en la zona. El uniforme militar hace que los escasos viandantes se fijen en mí, prefiriendo pasar rápido a mi lado y sin mirar. No salta ninguna alarma en el aparato que llevo, así que asumo que simplemente es gente normal que no quiere meterse en cualquier lío que surja. También voy dando un repaso a los puestos callejeros que hay, y al contrabando de las esquinas. Ya sé que existe, pero nuestra prioridad no es controlar ese tipo de delitos, sino mantener las calles limpias de chusma mágica.
En cierto momento se activa mi scooter, indicando que hay un individuo mágico cerca, aunque los niveles de energía que muestra no son demasiado elevados. Entorno la mirada tras girarla hacia el callejón del que parece proceder, dirigiéndome hacia allí preparada para atacar. Pego la pared tras la esquina, asomándome un instante antes de entrar en acción, apuntando con el rifle a la presencia detectada. Una presencia mágica que apenas pasa del metro. Suelto un sonido de decepción, pero no bajo el rifle. Ante mi se encuentra una especie de crío con rasgos de lagarto, escondido tras un cubo de basura. - Creía que ya lo había visto todo, pero entonces aparece ante mi una lagartija humanoide... ¿Qué mierdas eres? - al ver cosas así de extrañas cada vez tengo más claro que debemos erradicarlos antes de que esto se nos vaya de las manos. Hoy son niños, un peligro potencial que mañana será real. Y seguirán esparciendo su inmunda prole mágica por el mundo, habría que impedir que estas siguiesen teniendo hijos. El crío no contesta, sólo retrocede asustado, con el miedo reflejado en sus reptilianos ojos. Lo sigo con cada paso que da, hacia el fondo del callejón. Sigo sin bajar el arma.
“Entrndido. Vpy allí, llegaré rnu na hora”. Odiaba los móviles y sus botones pequeñajos.
Y a pesar de lo incomprensible del mensaje, seguí exactamente aquello que anuncié a Morgana vía telefónica: Fui a China Town. Con parte de la patrulla que nos acompañaría en aquella velada. Iba bastante más silencioso que de costumbre. Me gustaba compartir conversaciones con los soldados y a veces dar ánimos a los más nuevos que solían tener algo de miedo ante lo aberrante que pudieran encontrar al luchar contra la magia. No era el caso de aquella ocasión. Mantenía la mano derecha reposando sobre donde llevaba mi arma de fuego, mientras que la izquierda, en vez de taparla, lucía al aire por cualquier cosa que pudiera ocurrir. Llevaba un traje completamente militar y me había dejado mis abrigos de mi tiempo pasado en su armario. No tenía nada que disimular.
Más taciturno que de costumbre, fui observando de reojo parte del apoyo de aquella ocasión. No había ninguna personalidad importante. En principio solo la cabo y yo haríamos allí acto de presencia, al menos de los altos cargos. Nuestro querido capitán Javert y el cabo de escasa inteligencia y obediencia seguían, aparentemente, más ocupados en sus asuntos privados que no en la lucha contra la erradicación de la raza mágica. Durante aquellos días en los que no se había sabido demasiado de Javert sentía que recaía sobre mis espaldas un peso mayor… Una extraña sensación de poder que nunca antes había sentido. Pensaba de nuevo en mis hermanas y mi familia. ¿Qué habrían pensado si supieran de todo eso?
Nada. No habrían pensado nada. Riddah estaba muerta. A Neyel le daría igual. Mis padres… No había sentido nada sobre ellos siquiera de la boca de mi hermano. Nada me indicaba que realmente siguieran con vida. Igual, en aquel momento, éramos solo nosotros dos el futuro de los Sreysnah. Y según como fuera aquella patrulla los números de herederos podían incluso menguar una vez más. Apreté con fuerza la pistola casi como si hubiera olvidado que seguía dentro del vehículo.
Aunque habíamos parado. Estábamos en China Town. Curioso barrio con aún más curioso ambiente. Seguía como siempre, o tal vez es que había pasado poco tiempo desde que fui por última vez a ver a la vieja Cadence, quien me dio la gruñona quebrantahuesos. Las paraditas que menos chanchullos llevaban vendían de todo: Desde productos artesanos, a hierbajos, a cualquier cosa que pudiera considerarse comestible… El olor a aquella comida tan curiosa llenaba el ambiente de, al menos, las zonas más transitadas. Aunque no había que ser demasiado inteligente para saber que bajo aquel intento de nromalidad habían connotaciones más oscuras: ya fuera contrabando, o ya fuera porque ni siquiera ellos podían ocultar el temor de la guerra. Y en general los soldados -y yo más- no parecíamos vistos con los mejores ojos del mundo.
Aunque nos dispersamos muy prontamente. No era cuestión de ir gritando que en poco rato empezaría una redada que amenazaba con poder hacer grandes daños. Yo tenía una finalidad: Encontrar a Morgana. No por ningun motivo en concreto, quizás… Porque no estaba seguro de aquello. Había salido con una idea muy distinta de lo que pudiera pasar en aquella ocasión. No había apartado la mano del arma ni medio segundo… Y no estaba seguro de si la usaría de verdad. Pero todo apuntaba que si. Era una sensación difícil de describir, pero… Por muy frío que me pareciera empezaba a pensar que había sido engañado...
Otra vez. Y no se lo iba a perdonar, a nadie. Siquiera… Alcé la cabeza y casi que también las orejas al ver en un callejón una figura con uniforme militar que parecía que fuera a liarse a tiros con un cubo de la basura. -Morgana, ¿Qué…?- La melena rubia era inconfundible, aunque lo que si que me despistaba es qué demonios andaba haciendo. Aunque tras un segundo vistazo lo vi: Un chaval con rasgos de reptil tratando de esconderse tras un cubo de basura. Un… Un chaval. Un pequeñajo…
Fingí no haberlo visto. -¿Qué ocurre ahí? ¿Estás de patrulla?- Me acerqué de un par de pasos con la mirada muy alterada. -Es… Es una suerte haberte encontrado. Un civil ha reportado que en un local cercano hay uno de los terroristas registrados, de los implicados en el ataque del palacio… No sabemos si tiene compañía, pero… No es prudente que actúe solo, y eres la única que está de patrulla por la zona. Deberíamos intervenir rápidamente: Ya sabes que los magos son muy dados a desaparecer por arte de magia. Y este podría ser un pez gordo.- Le hice un gesto sin acercarme demasiado al callejón como si quisiera que me siguiera, medio de espaldas como si tuviera muchísima prisa. Ahora sí: Tenía el arma en mano.
Y a pesar de lo incomprensible del mensaje, seguí exactamente aquello que anuncié a Morgana vía telefónica: Fui a China Town. Con parte de la patrulla que nos acompañaría en aquella velada. Iba bastante más silencioso que de costumbre. Me gustaba compartir conversaciones con los soldados y a veces dar ánimos a los más nuevos que solían tener algo de miedo ante lo aberrante que pudieran encontrar al luchar contra la magia. No era el caso de aquella ocasión. Mantenía la mano derecha reposando sobre donde llevaba mi arma de fuego, mientras que la izquierda, en vez de taparla, lucía al aire por cualquier cosa que pudiera ocurrir. Llevaba un traje completamente militar y me había dejado mis abrigos de mi tiempo pasado en su armario. No tenía nada que disimular.
Más taciturno que de costumbre, fui observando de reojo parte del apoyo de aquella ocasión. No había ninguna personalidad importante. En principio solo la cabo y yo haríamos allí acto de presencia, al menos de los altos cargos. Nuestro querido capitán Javert y el cabo de escasa inteligencia y obediencia seguían, aparentemente, más ocupados en sus asuntos privados que no en la lucha contra la erradicación de la raza mágica. Durante aquellos días en los que no se había sabido demasiado de Javert sentía que recaía sobre mis espaldas un peso mayor… Una extraña sensación de poder que nunca antes había sentido. Pensaba de nuevo en mis hermanas y mi familia. ¿Qué habrían pensado si supieran de todo eso?
Nada. No habrían pensado nada. Riddah estaba muerta. A Neyel le daría igual. Mis padres… No había sentido nada sobre ellos siquiera de la boca de mi hermano. Nada me indicaba que realmente siguieran con vida. Igual, en aquel momento, éramos solo nosotros dos el futuro de los Sreysnah. Y según como fuera aquella patrulla los números de herederos podían incluso menguar una vez más. Apreté con fuerza la pistola casi como si hubiera olvidado que seguía dentro del vehículo.
Aunque habíamos parado. Estábamos en China Town. Curioso barrio con aún más curioso ambiente. Seguía como siempre, o tal vez es que había pasado poco tiempo desde que fui por última vez a ver a la vieja Cadence, quien me dio la gruñona quebrantahuesos. Las paraditas que menos chanchullos llevaban vendían de todo: Desde productos artesanos, a hierbajos, a cualquier cosa que pudiera considerarse comestible… El olor a aquella comida tan curiosa llenaba el ambiente de, al menos, las zonas más transitadas. Aunque no había que ser demasiado inteligente para saber que bajo aquel intento de nromalidad habían connotaciones más oscuras: ya fuera contrabando, o ya fuera porque ni siquiera ellos podían ocultar el temor de la guerra. Y en general los soldados -y yo más- no parecíamos vistos con los mejores ojos del mundo.
Aunque nos dispersamos muy prontamente. No era cuestión de ir gritando que en poco rato empezaría una redada que amenazaba con poder hacer grandes daños. Yo tenía una finalidad: Encontrar a Morgana. No por ningun motivo en concreto, quizás… Porque no estaba seguro de aquello. Había salido con una idea muy distinta de lo que pudiera pasar en aquella ocasión. No había apartado la mano del arma ni medio segundo… Y no estaba seguro de si la usaría de verdad. Pero todo apuntaba que si. Era una sensación difícil de describir, pero… Por muy frío que me pareciera empezaba a pensar que había sido engañado...
Otra vez. Y no se lo iba a perdonar, a nadie. Siquiera… Alcé la cabeza y casi que también las orejas al ver en un callejón una figura con uniforme militar que parecía que fuera a liarse a tiros con un cubo de la basura. -Morgana, ¿Qué…?- La melena rubia era inconfundible, aunque lo que si que me despistaba es qué demonios andaba haciendo. Aunque tras un segundo vistazo lo vi: Un chaval con rasgos de reptil tratando de esconderse tras un cubo de basura. Un… Un chaval. Un pequeñajo…
Fingí no haberlo visto. -¿Qué ocurre ahí? ¿Estás de patrulla?- Me acerqué de un par de pasos con la mirada muy alterada. -Es… Es una suerte haberte encontrado. Un civil ha reportado que en un local cercano hay uno de los terroristas registrados, de los implicados en el ataque del palacio… No sabemos si tiene compañía, pero… No es prudente que actúe solo, y eres la única que está de patrulla por la zona. Deberíamos intervenir rápidamente: Ya sabes que los magos son muy dados a desaparecer por arte de magia. Y este podría ser un pez gordo.- Le hice un gesto sin acercarme demasiado al callejón como si quisiera que me siguiera, medio de espaldas como si tuviera muchísima prisa. Ahora sí: Tenía el arma en mano.
El móvil me vibra un momento en el bolsillo del pantalón, pero estoy ocupada como para ponerme a mirar el mensaje. El crío que tengo enfrente no parece ser muy peligroso como para estar excesivamente alerta, pero puede tener ayuda externa en cualquier lado, no hay que despistarse. En lugar de responderme sólo sigue retrocediendo, hasta llegar a chocar de espaldas contra un contenedor en el fondo del callejón. Me paro a un par de metros de él, mirándolo con frialdad. No, en serio, ¿qué es este ser?. Si fuese un dragón no tendría aspecto semihumano, aunque también puede ser uno de esos hombres lagarto de los que me han hablado algunos compañeros. Yo nunca he visto uno, pero me han dicho que existen, sobre todo por zonas de Europa del Este. Eso sin contar que pueda ser alguna especie de experimento, o una aberración de híbrido. Los híbridos...eso sí que resulta aberrante, no son ni una cosa ni otra. Marginados para siempre, en caso de que vivan. - Te he hecho una pregunta, engendro.- mi dedo se posa sobre el gatillo, apuntando directamente a la cabeza. El crío sólo me dice algo en un idioma extraño y me saca una lengua que parece más de sapo que de otra cosa. Seguro que es hasta venenoso. Escucho una voz a mi espalda, aunque no me giro porque es una voz aliada, supuestamente. Ailanthus...puede que el mensaje de antes fuese suyo. Alzo un poco la voz para que me escuche, sonando bastante tranquila.
- No pasa nada, estaba inspeccionando el terreno, enseguida termino con lo que estaba y voy para allá ahora mismo. - empieza a hablarme de algo de lo que se ha enterado, pero yo sólo escucho a medias, no me gusta dejar las cosas sin terminar. ¿Qué pasaría si le perdono la vida a este pequeño monstruo? Volverá a vengarse en algún momento. Si no de mí, de otro de los míos. Seguirá criando seres llenos de odio contra nosotros. - Muerto el perro se acabó la rabia...- mi dedo aprieta el gatillo finalmente, disparando un único tiro, dirigido al lugar al que llevo apuntando un rato. A sangre fría, sin vacilar. No ha tenido escapatoria, cae al suelo de manera inmediata. No me entretengo a mirarlo, para mí no es ni humano, es como si aplastara un insecto, así que NO debo sentirme culpable. ¿O tal vez sí?. Un mínimo instante de duda, pero doy la vuelta sin pensar demasiado en eso, he hecho mi trabajo. Regreso junto a Ailanthus, prestándole ahora más atención, hablando con normalidad, como si viniese de hacer cualquier cosa rutinaria.
- Pues que no se nos escape, vamos al local que dices. ¿Se sabe de quién se trata? ¿Está acompañado? Tengo al resto de patrullas un tanto alejadas de la zona, por ir llamando para que vengan. Necesitamos jaleo y pelea para atraer al personal.
- No pasa nada, estaba inspeccionando el terreno, enseguida termino con lo que estaba y voy para allá ahora mismo. - empieza a hablarme de algo de lo que se ha enterado, pero yo sólo escucho a medias, no me gusta dejar las cosas sin terminar. ¿Qué pasaría si le perdono la vida a este pequeño monstruo? Volverá a vengarse en algún momento. Si no de mí, de otro de los míos. Seguirá criando seres llenos de odio contra nosotros. - Muerto el perro se acabó la rabia...- mi dedo aprieta el gatillo finalmente, disparando un único tiro, dirigido al lugar al que llevo apuntando un rato. A sangre fría, sin vacilar. No ha tenido escapatoria, cae al suelo de manera inmediata. No me entretengo a mirarlo, para mí no es ni humano, es como si aplastara un insecto, así que NO debo sentirme culpable. ¿O tal vez sí?. Un mínimo instante de duda, pero doy la vuelta sin pensar demasiado en eso, he hecho mi trabajo. Regreso junto a Ailanthus, prestándole ahora más atención, hablando con normalidad, como si viniese de hacer cualquier cosa rutinaria.
- Pues que no se nos escape, vamos al local que dices. ¿Se sabe de quién se trata? ¿Está acompañado? Tengo al resto de patrullas un tanto alejadas de la zona, por ir llamando para que vengan. Necesitamos jaleo y pelea para atraer al personal.
Iba a dispararle. Iba a dispararle, era inminente. La escuché soltarle un improperio más que despectivo, con la pistola en mano, apuntando al pobre crío que ya no tenía más callejón para huir. Allí puesto contra la pared. Este habló, aunque no en inglés. Y ahí seguía… Algo dentro de mi gritaba que me pusiera en medio. Que lo sacara. Que impidiera aquella locura. Algo me decía que Morgana tenía más… Más corazón, que tenía un mínimo de sentido de culpabilidad, que no lo haría, que no se atrevería. Era un niño, un solo niño, no iba a hacer daño a nadie, no…
No. Era la guerra. Esto era la guerra, y ella, una sádica. Un monstruo. Como cualquier otro. Comentaba con una sencillez terrorífica que solo estaba inspeccionando la zona. Me pidió un momento, como si… Como si la vida del niño no fuera mucho más que una mera pérdida de tiempo. Las palabras se me atragantaban en la garganta. Con una última frase de sentencia, deshumanizándolo como si con eso se sintiera mejor consigo misma, acabó con el niño. Lo vi caer. Un charco de sangre. Esperanzas destrozadas. Lo que pudiera haber llegado a ser, todo, desperdiciado allí, en un callejón. Y yo me había limitado a mirar.
Cerré los ojos. No sabía porqué me había molestado en creer que igual Morgana era… distinta al resto. No sabía qué me hizo pensar que tendría algo de corazón. Sentimientos. Al menos, un mínimo de sentido común. Se giró y me habló como si nunca hubiera matado un niño. Quería armar jaleo, quería un baño de sangre. No. No importaba qué hiciera. Ninguno de los bandos eran buenos, ninguno de los dos tenían un mínimo de moral. Monstruos contra monstruos. Asesinos. Y ya. ¿Y a mí qué me importaba? El tan utópico Ailanthus que había sido de joven había muerto. Como reafirmando aquello ajusté la correa en mi cuello, sin soltar siquiera ni media lágrima, dándome la vuelta para caminar en dirección al primer local que parecía haber llamado mi atención.
-No sabemos si va acompañado. Y el hombre que me advirtió no supo acabar de reconocerlo. Dice que está casi seguro, pero… Ya sabes, son todos iguales. Igual solo quiere que hagamos limpieza en su tienda.- Entré en una especie de restaurante un tanto concurrido. No iba a mencionar nada más del niño. Estaba muerto. Nada iba a cambiar eso. Nada ni nadie. El local parecía igual algo alterado por el sonido del disparo que debían haber escuchado. Gente aquí y gente allá, algunas miradas sorprendidas. La miré de reojo y, tratando de que no se quebrara mi voz, le pregunté. -¿Ves algo tu, que llevas la Scooter? ¿A alguien? Yo no me fío de la mierda de la Dominator. Ya me ha dejado tirado suficientes veces.- Rezaba para que no hubiera nadie. Siempre podía decirle que habían abierto un portal o algo, que era común entre los seres mágicos. Cualquier cosa...
No. Era la guerra. Esto era la guerra, y ella, una sádica. Un monstruo. Como cualquier otro. Comentaba con una sencillez terrorífica que solo estaba inspeccionando la zona. Me pidió un momento, como si… Como si la vida del niño no fuera mucho más que una mera pérdida de tiempo. Las palabras se me atragantaban en la garganta. Con una última frase de sentencia, deshumanizándolo como si con eso se sintiera mejor consigo misma, acabó con el niño. Lo vi caer. Un charco de sangre. Esperanzas destrozadas. Lo que pudiera haber llegado a ser, todo, desperdiciado allí, en un callejón. Y yo me había limitado a mirar.
Cerré los ojos. No sabía porqué me había molestado en creer que igual Morgana era… distinta al resto. No sabía qué me hizo pensar que tendría algo de corazón. Sentimientos. Al menos, un mínimo de sentido común. Se giró y me habló como si nunca hubiera matado un niño. Quería armar jaleo, quería un baño de sangre. No. No importaba qué hiciera. Ninguno de los bandos eran buenos, ninguno de los dos tenían un mínimo de moral. Monstruos contra monstruos. Asesinos. Y ya. ¿Y a mí qué me importaba? El tan utópico Ailanthus que había sido de joven había muerto. Como reafirmando aquello ajusté la correa en mi cuello, sin soltar siquiera ni media lágrima, dándome la vuelta para caminar en dirección al primer local que parecía haber llamado mi atención.
-No sabemos si va acompañado. Y el hombre que me advirtió no supo acabar de reconocerlo. Dice que está casi seguro, pero… Ya sabes, son todos iguales. Igual solo quiere que hagamos limpieza en su tienda.- Entré en una especie de restaurante un tanto concurrido. No iba a mencionar nada más del niño. Estaba muerto. Nada iba a cambiar eso. Nada ni nadie. El local parecía igual algo alterado por el sonido del disparo que debían haber escuchado. Gente aquí y gente allá, algunas miradas sorprendidas. La miré de reojo y, tratando de que no se quebrara mi voz, le pregunté. -¿Ves algo tu, que llevas la Scooter? ¿A alguien? Yo no me fío de la mierda de la Dominator. Ya me ha dejado tirado suficientes veces.- Rezaba para que no hubiera nadie. Siempre podía decirle que habían abierto un portal o algo, que era común entre los seres mágicos. Cualquier cosa...
Habia conducido la moto de Ailanthus hasta aproximarme a aquel barrio chino. La verdad, me habia perdido un par de veces. Incluso me habia metido un callejon chungo para pedir indicaciones. Una panda de capullos me habian intentado dar una paliza pero se la habian acabado llevando ellos y ademas, les habia podido robar el casco de una de sus motos, asi que ahora ya tenia casco. Uno negro, integral, perfecto para taparme el careto de drow.
Aparqué la moto antes de llegar al barrio chino, y la dejé oculta por un globo de oscuridad. Tras un contenedor de basura .Hice el resto del camino a pie, sin quitarme el casco, me parecio que podria serme util de ese modo, y por muy ahumado que estuviese el cristal del visor, yo y mi vision infrarroja veiamos muy bien.
Asi que entré al barrio, y de momento, todo parecia normal. La gente iba a lo suyo, comia en puestos ambulantes, y alguno que otro divisé trapicheando en puertas de trastiendas. Empecé a dejar de sentirme agusto en el suelo, asi que rodee un edificio y subi por las escalerillas de incendios para llegar hasta la azotea. Me paré ahi, junto a la maquina extractora de algun aparato de ventilacion, mirando el ir y venir de la gente...
"si es una emboscada, haran venir a los centinelas mas tarde?"
Desde alli comencé a moverme, localizando algo...cierto movimiento atipico en las calles. Baje usando otra de esas escalerillas y mi buena agilidad, preguntando. Un tio con cara de yonki me dijo que si era the ghost rider y que habia oido un disparo por ahi. En ese momento no sabia si era mejor esparcir el rumor o hacer que hubiese mas bullicio....opté por lo primero.
-Seguramente sea una redada antidrogas de la policía. Haz correr la voz, que si no se va a la mierda el negocio de medio barrio.
"y tu por tu jeto, amigo, tienes inversiones en el negocio de la droga, estoy casi seguro"
Me alejé de el, decidiendo ir a encender la chispa por otro lado. Saqué el galeon que Johan me habia dado tan solo unas horas antes, aun alejado del area en el que se encontraban Morgana y Ailanthus, de aquella tienda a la que habian entrado. Le mando un mensaje al lider de los renegados. Escueto: Creo que el ejercito trama algo en China Town.
Aparqué la moto antes de llegar al barrio chino, y la dejé oculta por un globo de oscuridad. Tras un contenedor de basura .Hice el resto del camino a pie, sin quitarme el casco, me parecio que podria serme util de ese modo, y por muy ahumado que estuviese el cristal del visor, yo y mi vision infrarroja veiamos muy bien.
Asi que entré al barrio, y de momento, todo parecia normal. La gente iba a lo suyo, comia en puestos ambulantes, y alguno que otro divisé trapicheando en puertas de trastiendas. Empecé a dejar de sentirme agusto en el suelo, asi que rodee un edificio y subi por las escalerillas de incendios para llegar hasta la azotea. Me paré ahi, junto a la maquina extractora de algun aparato de ventilacion, mirando el ir y venir de la gente...
"si es una emboscada, haran venir a los centinelas mas tarde?"
Desde alli comencé a moverme, localizando algo...cierto movimiento atipico en las calles. Baje usando otra de esas escalerillas y mi buena agilidad, preguntando. Un tio con cara de yonki me dijo que si era the ghost rider y que habia oido un disparo por ahi. En ese momento no sabia si era mejor esparcir el rumor o hacer que hubiese mas bullicio....opté por lo primero.
-Seguramente sea una redada antidrogas de la policía. Haz correr la voz, que si no se va a la mierda el negocio de medio barrio.
"y tu por tu jeto, amigo, tienes inversiones en el negocio de la droga, estoy casi seguro"
Me alejé de el, decidiendo ir a encender la chispa por otro lado. Saqué el galeon que Johan me habia dado tan solo unas horas antes, aun alejado del area en el que se encontraban Morgana y Ailanthus, de aquella tienda a la que habian entrado. Le mando un mensaje al lider de los renegados. Escueto: Creo que el ejercito trama algo en China Town.
Ailanthus no hace ni la más mínima referencia a lo que acaba de ver en el callejón, tampoco parece que le haya importado mucho. Seguro que es uno de estos racistas a los que sólo le importaría si hubiese sido un niño de su raza, como si no les importasen más que otros drows. Yo tampoco tengo nada que decir respecto a lo del niño eliminado, no es la primera vez que elimino amenazas potenciales. Es lo que hay, no voy a dedicarle más tiempo a pensarlo. Echamos a andar hacia la calle principal, mientras me cuenta algunos detalles más. - ¿No supo darte más datos? deberíamos facilitar a la población la información de los delincuentes que tenemos en los archivos, así sería más fácil que los delatasen en cuanto los viesen. Están trabajando en ello, pero los del departamento de informática que están haciendo el archivo d criminales son unos lentos. Llevan meses con la página en construcción. Con los sueldazos que cobran...- sigo un rato más con una conversación un tanto banal, cosas del trabajo sin demasiada importancia y temas por el estilo.
Sigo a Ailanthus hasta un restaurante chino de poca monta, con pinta de haber vivido tiempos mejores. Tampoco está excesivamente concurrido, pero me dispongo a utilizar el scooter para comprobar si hay algún ser mágico entre ellos. El escáner da negativo por ahora, así que supongo que debe haberse escapado ya. - Nada, no se detecta ninguno en este local. Pero eso no quiere decir que no puedan estar por los alrededores. Vamos, no hay tiempo que perder aquí. A no ser que quieras interrogar a alguno de los presentes para que te den información. - vuelvo a salir del restaurante, mirando a ambos lados de la calle por si veo algo sospechoso. Preguntar a los del local no serviría de mucho, parecen asustados por nuestra presencia allí.
- Si el Dominator no te sirve ve y pide que te lo cambien, para eso están los científicos. A veces hay que recalibrar las armas. Ha habido algún que otro ejecutor con problemas con su arma. - comento mientras echo a andar de nuevo por la calle, preguntándome si no estaremos haciendo el idiota en caso de que se haya fugado el sospechoso. - En fin...el primer tipo con magia que encontremos será nuestro cebo, sea o no la persona que buscamos. Necesitamos empezar a crear confusión ya. - a los pocos minutos comienza a sentirse cierta incomodidad entre algunas de las personas de la calle, algunos de ellos nos miran mal o se marchan de manera apresurada, llevando bolsas cargadas de cosas que supongo que no quieren que miremos. Como si me importase si llevan chismes ilegales o no. Ya sean armas o drogas seguro que no valen nada, no comparado con lo que tenemos nosotros.
- Creo que se piensan que venimos a registrar los negocios estos que tienen. Idiotas...- ruedo los ojos al decir esto último, empezando a hartarme de no encontrar a ningún ser mágico, a ser posible de aspecto normal, porque siendo sinceros dudo que muchos fuesen a dar la cara por una especie de lagarto mutante. Al cabo de un rato empiezo a cabrearme por no encontrar nada. - Tenemos a los malditos bichos tan acojonados que no se atreven a salir como lo hacían antes. Así nunca podremos capturar a uno para nuestros propósitos. ¿Que hay que hacer para que salgan? - me apoyo de espaldas contra la pared, echando la cabeza hacia atrás mientras resoplo. Estar sin hacer nada me aburre mucho.
Sigo a Ailanthus hasta un restaurante chino de poca monta, con pinta de haber vivido tiempos mejores. Tampoco está excesivamente concurrido, pero me dispongo a utilizar el scooter para comprobar si hay algún ser mágico entre ellos. El escáner da negativo por ahora, así que supongo que debe haberse escapado ya. - Nada, no se detecta ninguno en este local. Pero eso no quiere decir que no puedan estar por los alrededores. Vamos, no hay tiempo que perder aquí. A no ser que quieras interrogar a alguno de los presentes para que te den información. - vuelvo a salir del restaurante, mirando a ambos lados de la calle por si veo algo sospechoso. Preguntar a los del local no serviría de mucho, parecen asustados por nuestra presencia allí.
- Si el Dominator no te sirve ve y pide que te lo cambien, para eso están los científicos. A veces hay que recalibrar las armas. Ha habido algún que otro ejecutor con problemas con su arma. - comento mientras echo a andar de nuevo por la calle, preguntándome si no estaremos haciendo el idiota en caso de que se haya fugado el sospechoso. - En fin...el primer tipo con magia que encontremos será nuestro cebo, sea o no la persona que buscamos. Necesitamos empezar a crear confusión ya. - a los pocos minutos comienza a sentirse cierta incomodidad entre algunas de las personas de la calle, algunos de ellos nos miran mal o se marchan de manera apresurada, llevando bolsas cargadas de cosas que supongo que no quieren que miremos. Como si me importase si llevan chismes ilegales o no. Ya sean armas o drogas seguro que no valen nada, no comparado con lo que tenemos nosotros.
- Creo que se piensan que venimos a registrar los negocios estos que tienen. Idiotas...- ruedo los ojos al decir esto último, empezando a hartarme de no encontrar a ningún ser mágico, a ser posible de aspecto normal, porque siendo sinceros dudo que muchos fuesen a dar la cara por una especie de lagarto mutante. Al cabo de un rato empiezo a cabrearme por no encontrar nada. - Tenemos a los malditos bichos tan acojonados que no se atreven a salir como lo hacían antes. Así nunca podremos capturar a uno para nuestros propósitos. ¿Que hay que hacer para que salgan? - me apoyo de espaldas contra la pared, echando la cabeza hacia atrás mientras resoplo. Estar sin hacer nada me aburre mucho.
Charla insulsa, como si no hubiera pasado nada. Como si no hubiera matado a nadie. Como si le hubiera dado, realmente, un tiro a un perro rabioso. Y ya. Hablaba sobre que se debía trabajar en recopilar datos para la población para facilitar a la población que delataran a los seres mágicos. Pero que los de informática eran lentos. -Si tuvieran medio interés en la guerra y no en el sueldo en vez de estar sentados delante de un ordenador estarían en el frente. Pero no son más que funcionarios.- Sentencié con voz bastante grave. Aún sin procesar lo que acababa de pasar… Sin… Sin poder perdonármelo.
Habíamos entrado en aquel restaurante, con la gente alborotada, intentando esconder cualquiera de las cosas que tuvieran encima de la mesa. Miradas asustadas y bullicio general. Claro que allí no había ningun terrorista, ni tampoco seres mágicos. Como que me lo había inventado todo. No dudó en darme prisaas para salir de allí, diciendo que perderíamos el tiempo sin interrogar a nadie. -¿Qué van a saber ellos? No sabrían diferenciar un dragón de una elfa así los mataran.- Respondí con bastante malhumor, como si estuviera decepcionado de no encontrar a nadie.
Salimos de nuevo a la calle. La luz que lucía ya más cercana al horizonte tenía ese matiz levemente naranja de la tarde, aunque aún quedaría una hora o dos antes de que empezara siquiera a ponerse. Demasiado tiempo hasta la oscuridad. Me puse mis gafas de Sol porque los ojos ya no aguantaban más el lloriqueo, mezcla de lo del niño y de la fotofobia. Mientras tanto Morgana seguía hablando como si no fuera una puñetera asesina. Explicándome que a veces, los ejecutores tenían problemas con sus armas. Que me la cambiaran…
-No es exactamente eso. Pero resulta que los del ministerio de sanidad tienen acceso a la información y pueden decidir qué les parece bien que salga y qué prefieren ocultar. Y en campos encontré uno de esos casos.- Comenté casi como un hecho anecdótico, no sin intención de demostrar que el ministerio abusaba de su poder. -¿Sabes? No sé exactamente porqué les gustaría esconder información sobre algunos seres mágicos… Pero a saber si no tienen chanchullos con algunos de ellos.- Y aparentemente quería cebo. Algun rehén. Algún pobre desgraciado más que usar para seguir su matanza. -¿Sabes, Morgana? El niño habría sido curiosamente útil para eso. Todos estos que juegan a ser héroes no se habrían resistido a delatarse por salvarle la vida a un criajo.
No como yo. ¿Quién demonios era ya? ¿Si siquiera había pensado en sacrificarme por un… por un pobre…? Paré en seco al ver la gente que chismorreaba, miraba de más, venga miraditas. ¿Qué? ¿Ahora iban a cuestionar qué demonios hacía un drow en la Alianza? Estaba ya tan paranoico que no me había parado a pensar que estuvieran escondiendo cosas de contrabando. Al menos hasta que me lo dijo Morgana. Suspiré. -En tiempos de guerra tienen casi libertad absoluta para trapichear lo que quieran.
Pero me sorprendía que hubiera gente pensando en hacer puto negocio en aquellos tiempos. ¡El dinero, siempre por delante de todo! Alguna parte de mi yo adolescente se revolvía al ver semejante disparate, semejante muestra del puñetero capitalismo y ansias de riqueza, presente aún en aquellos tiempos. Algún día… Agarré a uno que iba muy apresurado, él y una especie de maleta, y lo paré allí en seco. -¿Qué llevas ahí, eh? Ah, no me hagas esa cara, imbécil. No hace ni falta que me lo enseñes. No venimos buscando esto, si esa fuera nuestra intención, haría años que os habríais quedado sin negocio. Sabéis bien a QUIENES venimos a buscar. Si no os dignáis a colaborar un poco, sin embargo, igual tendremos que entretenernos con vosotros. ¿¡Me habéis escuchado!?- Y lo solté. Esperaba que ese numerito, al menos, los dispersara un poco para que dejaran de dar por culo.
Habíamos entrado en aquel restaurante, con la gente alborotada, intentando esconder cualquiera de las cosas que tuvieran encima de la mesa. Miradas asustadas y bullicio general. Claro que allí no había ningun terrorista, ni tampoco seres mágicos. Como que me lo había inventado todo. No dudó en darme prisaas para salir de allí, diciendo que perderíamos el tiempo sin interrogar a nadie. -¿Qué van a saber ellos? No sabrían diferenciar un dragón de una elfa así los mataran.- Respondí con bastante malhumor, como si estuviera decepcionado de no encontrar a nadie.
Salimos de nuevo a la calle. La luz que lucía ya más cercana al horizonte tenía ese matiz levemente naranja de la tarde, aunque aún quedaría una hora o dos antes de que empezara siquiera a ponerse. Demasiado tiempo hasta la oscuridad. Me puse mis gafas de Sol porque los ojos ya no aguantaban más el lloriqueo, mezcla de lo del niño y de la fotofobia. Mientras tanto Morgana seguía hablando como si no fuera una puñetera asesina. Explicándome que a veces, los ejecutores tenían problemas con sus armas. Que me la cambiaran…
-No es exactamente eso. Pero resulta que los del ministerio de sanidad tienen acceso a la información y pueden decidir qué les parece bien que salga y qué prefieren ocultar. Y en campos encontré uno de esos casos.- Comenté casi como un hecho anecdótico, no sin intención de demostrar que el ministerio abusaba de su poder. -¿Sabes? No sé exactamente porqué les gustaría esconder información sobre algunos seres mágicos… Pero a saber si no tienen chanchullos con algunos de ellos.- Y aparentemente quería cebo. Algun rehén. Algún pobre desgraciado más que usar para seguir su matanza. -¿Sabes, Morgana? El niño habría sido curiosamente útil para eso. Todos estos que juegan a ser héroes no se habrían resistido a delatarse por salvarle la vida a un criajo.
No como yo. ¿Quién demonios era ya? ¿Si siquiera había pensado en sacrificarme por un… por un pobre…? Paré en seco al ver la gente que chismorreaba, miraba de más, venga miraditas. ¿Qué? ¿Ahora iban a cuestionar qué demonios hacía un drow en la Alianza? Estaba ya tan paranoico que no me había parado a pensar que estuvieran escondiendo cosas de contrabando. Al menos hasta que me lo dijo Morgana. Suspiré. -En tiempos de guerra tienen casi libertad absoluta para trapichear lo que quieran.
Pero me sorprendía que hubiera gente pensando en hacer puto negocio en aquellos tiempos. ¡El dinero, siempre por delante de todo! Alguna parte de mi yo adolescente se revolvía al ver semejante disparate, semejante muestra del puñetero capitalismo y ansias de riqueza, presente aún en aquellos tiempos. Algún día… Agarré a uno que iba muy apresurado, él y una especie de maleta, y lo paré allí en seco. -¿Qué llevas ahí, eh? Ah, no me hagas esa cara, imbécil. No hace ni falta que me lo enseñes. No venimos buscando esto, si esa fuera nuestra intención, haría años que os habríais quedado sin negocio. Sabéis bien a QUIENES venimos a buscar. Si no os dignáis a colaborar un poco, sin embargo, igual tendremos que entretenernos con vosotros. ¿¡Me habéis escuchado!?- Y lo solté. Esperaba que ese numerito, al menos, los dispersara un poco para que dejaran de dar por culo.
Paseo por chinatown, con cierta tranquilidad a decir verdad. Mis armas, eso si, iban donde siempre. Bien a mano. Pero en esta ocasion mi mano derecha no iba ocupada por pistolas ni nada por el estilo, si no que llevaba entre mis dedos una mano mas pequeñita, una mano de tres años de edad, cuyo dueño camina a mi lado, ralentizando mi paso y obligandome a adaptarme a sus infantiles pasos. El caso es que esta noche me habia tocado de hacer de padre, cosa que por otra parte llevo haciendo un par de semanitas ya. Y el crio ya habia llegado al nivel insoportable por no salir de la casa, y bueno, habia que buscarle de cenar. Asi que a dar una vuelta con papi. En China Town no tendriamos problemas.
"maldita pelirroja, siempre se pierde nuestros paseos. Espero que sus hermanos me la esten cuidando bien..."
Aunque para que mentir, ella se cuidaba perfectamente bien solita. Lo cual era parte de su encanto...pero ahi andaba yo con nuestro mocoso de tres años, con su pelambrera castaño-rojiza mal peinada y sus bonitos ojos verdes.
-Te voy a llevar a comer sushi, Reed. El chino de la esquina lo prepara aceptablemente. Yao...Hao Fan o algo asi se llamaba. Antes le vendia materiales ilegales a papi, hasta que dejó el negocio. Ahora fabricar bombas con explosion tardia es mas complicado...
Reed me dice algo de que a el no le gusta el sushi, que quiere los cereales de la tia Maffy. Le regaño porque no se puede cenar todos los dias la misma mierda de cereales de colorines, y llegamos al puesto de comida en cuestion. Aúpo a mi chiquillo para apoyarlo en la barra del puesto, y el demoniaco mocoso ni corto ni perezoso agarra un palillero y se pone a agitarlo hasta tirar varios por ahi. Se lo disputo y como soy el adulto acabo triunfando y obteniendo el palillero.
-Oye, no me obligues a tomar medidas drásticas, mocoso.
Le digo muy serio, intentando que su cara de enfurruñamiento no tire mi fachada de enfadado por la borda. Porque se me hace muy parecido a Erika cuando me mira así. Llamo la atencion del chinorris, que me reconoce porque joder, son muchos años de negocio y trapicheo el uno con el otro...
-Lo de siempre, ya sabes. No, ahórrate la salsa especial esta vez. En esta ocasion que sea mas suave. ¿Has visto ya a mi mocoso? A que está enorme?
El dependiente me sirve la comida rapidamente, me habla con su raro acento sobre su niño, que ya ha cumplido los siete años, pero que aun no domina el idioma nada bien, y que habia salido a dar una vuelta y a hacerle unos recados, estaba esperando a que volviese aun. Mientras controlo a Reed y espero a que nos prepare la comida, que va a ser para llevar, me dedico a mirar con mi unico ojo sano por los alrededores, con mi tipica discrecion. El instinto de soldado seguía ahi vigente.
-La gente parece apresurada.
"maldita pelirroja, siempre se pierde nuestros paseos. Espero que sus hermanos me la esten cuidando bien..."
Aunque para que mentir, ella se cuidaba perfectamente bien solita. Lo cual era parte de su encanto...pero ahi andaba yo con nuestro mocoso de tres años, con su pelambrera castaño-rojiza mal peinada y sus bonitos ojos verdes.
-Te voy a llevar a comer sushi, Reed. El chino de la esquina lo prepara aceptablemente. Yao...Hao Fan o algo asi se llamaba. Antes le vendia materiales ilegales a papi, hasta que dejó el negocio. Ahora fabricar bombas con explosion tardia es mas complicado...
Reed me dice algo de que a el no le gusta el sushi, que quiere los cereales de la tia Maffy. Le regaño porque no se puede cenar todos los dias la misma mierda de cereales de colorines, y llegamos al puesto de comida en cuestion. Aúpo a mi chiquillo para apoyarlo en la barra del puesto, y el demoniaco mocoso ni corto ni perezoso agarra un palillero y se pone a agitarlo hasta tirar varios por ahi. Se lo disputo y como soy el adulto acabo triunfando y obteniendo el palillero.
-Oye, no me obligues a tomar medidas drásticas, mocoso.
Le digo muy serio, intentando que su cara de enfurruñamiento no tire mi fachada de enfadado por la borda. Porque se me hace muy parecido a Erika cuando me mira así. Llamo la atencion del chinorris, que me reconoce porque joder, son muchos años de negocio y trapicheo el uno con el otro...
-Lo de siempre, ya sabes. No, ahórrate la salsa especial esta vez. En esta ocasion que sea mas suave. ¿Has visto ya a mi mocoso? A que está enorme?
El dependiente me sirve la comida rapidamente, me habla con su raro acento sobre su niño, que ya ha cumplido los siete años, pero que aun no domina el idioma nada bien, y que habia salido a dar una vuelta y a hacerle unos recados, estaba esperando a que volviese aun. Mientras controlo a Reed y espero a que nos prepare la comida, que va a ser para llevar, me dedico a mirar con mi unico ojo sano por los alrededores, con mi tipica discrecion. El instinto de soldado seguía ahi vigente.
-La gente parece apresurada.
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No sé porqué volví. ¿Igual buscaba compañía? ¿Más comida china? ¿Sueñan los muertos con cerebros de ovejas? No… No estoy seguro. Pero tenía aquel escaso convencimiento de que si había de encontrar alguna cosa, sería en un ambiente como aquel. Me era difícil disimular un poco las pintas por eso de que iba pudriéndome en vida y llevaba una guadaña como demasiado grande. Pero aún así lo intentaba. Iba ataviado con una capa y capucha de un rojo oscuro, más lleno telas que mi propio hijo tras haber saqueado un armario entero.
Aquel día tenía el espíritu de padre más subido que nunca. Casi esbocé una sonrisa bien escondida por mi ancha bufanda al ver un hombre con un criajo bien pequeño pasear por la calle, pensando, un poco, en los tiempos en que los míos tenían ese tamaño y tono de voz. Savant había sido el más gamberro de los tres y el que más me había llevado a pasear. Los otros dos solían estarse calladitos siempre que estuvieran juntos. A veces pensaba que no había disfrutado nunca de la vida tanto como cuando había podido hacer tantas monigotadas con los pequeñajos. Pero habían crecido, tan… tan rápidos.
Aunque no parecía el mejor de los días para sacar al niño de paseo. Hacía buena temperatura -o eso intuía- y seguramente el aire fuera la mar de delicioso -pero a mi el olfato me iba ya cuando le daba la gana-. Pero la gente estaba como muy… No sé. Movida. Iban arriba, iban abajo, no dejaban de ir chusmeando cosas, y trataban de esconderse su mierda entre los pliegues de la ropa. Inkhial se los habría comido a todos porque detestaba el olorcilla que desprendían aquellas cosas, pero como era costumbre, lo había dejado en algún lugar menos concurrido. Casi con media sonrisa en la cara.
Me escurrí en un callejón al ver un grupo muy grande de chinos correr como en manada como si se hubiera empezado a liar una gorda por ahí. Me asomé poco a poco a ver si veía algo. Pero nada. Veía que hacía asquerosa luz de tarde y nada más. Destapé ahí tan escondido como estaba la guadaña y empecé a limpiar el filo como… Quien tiene una mala sospecha. Ahí en teoría no me iba a ver nadie. Hasta que vi en el reflejo de la superfície de cristal una piruleta negrata.
Un matao con un casco más grande que él que fijo que había robado, porque alguien con una chaqueta tan hecha polvo no se iba a permitir un lujazo como ese. -Qué, ¿Tu también tienes algo que esconder? Al menos no es el color del pellejo.- Yo con naturalidad. Seguramente lo estaría flipando por eso de que estaba medio muerto (y se veía mucho en la heridilla de la cara) y por eso de que era como un poco morado de piel. Y no mencionemos los cristales del ojo. -¿Están haciendo ahora, de verdad, una redada? ¿En medio de la guerra es lo que más les preocupa?
Aquel día tenía el espíritu de padre más subido que nunca. Casi esbocé una sonrisa bien escondida por mi ancha bufanda al ver un hombre con un criajo bien pequeño pasear por la calle, pensando, un poco, en los tiempos en que los míos tenían ese tamaño y tono de voz. Savant había sido el más gamberro de los tres y el que más me había llevado a pasear. Los otros dos solían estarse calladitos siempre que estuvieran juntos. A veces pensaba que no había disfrutado nunca de la vida tanto como cuando había podido hacer tantas monigotadas con los pequeñajos. Pero habían crecido, tan… tan rápidos.
Aunque no parecía el mejor de los días para sacar al niño de paseo. Hacía buena temperatura -o eso intuía- y seguramente el aire fuera la mar de delicioso -pero a mi el olfato me iba ya cuando le daba la gana-. Pero la gente estaba como muy… No sé. Movida. Iban arriba, iban abajo, no dejaban de ir chusmeando cosas, y trataban de esconderse su mierda entre los pliegues de la ropa. Inkhial se los habría comido a todos porque detestaba el olorcilla que desprendían aquellas cosas, pero como era costumbre, lo había dejado en algún lugar menos concurrido. Casi con media sonrisa en la cara.
Me escurrí en un callejón al ver un grupo muy grande de chinos correr como en manada como si se hubiera empezado a liar una gorda por ahí. Me asomé poco a poco a ver si veía algo. Pero nada. Veía que hacía asquerosa luz de tarde y nada más. Destapé ahí tan escondido como estaba la guadaña y empecé a limpiar el filo como… Quien tiene una mala sospecha. Ahí en teoría no me iba a ver nadie. Hasta que vi en el reflejo de la superfície de cristal una piruleta negrata.
Un matao con un casco más grande que él que fijo que había robado, porque alguien con una chaqueta tan hecha polvo no se iba a permitir un lujazo como ese. -Qué, ¿Tu también tienes algo que esconder? Al menos no es el color del pellejo.- Yo con naturalidad. Seguramente lo estaría flipando por eso de que estaba medio muerto (y se veía mucho en la heridilla de la cara) y por eso de que era como un poco morado de piel. Y no mencionemos los cristales del ojo. -¿Están haciendo ahora, de verdad, una redada? ¿En medio de la guerra es lo que más les preocupa?
Parecia que mis rumores sobre la redada antidrogas empezaban a surtir efecto, porque cada vez habia mas gente yendose en desbandada de alli. Hice una mueca bajo mi casco, en el fondo solo estaba logrando poner a salvo a los yonkis y camellos. Esperaba que la gente "honrada" de alli tambien tuviese sus miedos de esas redadas y se decidiesen a chapar el negocio. Revisé la moneda, por si los Renegados me habian dado respuesta, pero de momento, no fue el caso.
Entonces vi algo que me llamo la atencion, no es que fuese algo que iba buscando, porque yo buscaba atisbar soldados y tal. Pero un tio en un callejon, de pelambreras blancas y guadaña de un cristal identico al baston de Vor. Por un momento creo que es él, y me aproximo, pensando que mierdas hace aqui, si me dijo que iba a Irlanda con Roac...hasta que se gira y me habla, y muestra un rostro muy diferente al que esperaba ver. No solo diferente, si no demacrado.
"un drow eso, eso queda claro"
-¿Que te ha pasado en la cara?
Le pregunto directamene, sin responder a su pregunta, porque me he quedado jodidamente impresionado. Falto de tacto y modales, por supuesto, he sido yo en ese momento. ¿Se lo habrian hecho? ¿Se lo habria hecho el a si mismo? No me quito el casco. No de momento.
Atiendo por fin a su pregunta sobre las redadas y niego, zarandeando el casco.
-Eso es una tapadera. Los soldados quieren liarla en China Town, les da igual el motivo, sea por drogas,armas, o seres mágicos. Es mas bien por lo ultimo.
Señalo a su guadaña. Como siento que apremia el tiempo, no me ando con rodeos.
-¿De donde la has sacado?
Entonces vi algo que me llamo la atencion, no es que fuese algo que iba buscando, porque yo buscaba atisbar soldados y tal. Pero un tio en un callejon, de pelambreras blancas y guadaña de un cristal identico al baston de Vor. Por un momento creo que es él, y me aproximo, pensando que mierdas hace aqui, si me dijo que iba a Irlanda con Roac...hasta que se gira y me habla, y muestra un rostro muy diferente al que esperaba ver. No solo diferente, si no demacrado.
"un drow eso, eso queda claro"
-¿Que te ha pasado en la cara?
Le pregunto directamene, sin responder a su pregunta, porque me he quedado jodidamente impresionado. Falto de tacto y modales, por supuesto, he sido yo en ese momento. ¿Se lo habrian hecho? ¿Se lo habria hecho el a si mismo? No me quito el casco. No de momento.
Atiendo por fin a su pregunta sobre las redadas y niego, zarandeando el casco.
-Eso es una tapadera. Los soldados quieren liarla en China Town, les da igual el motivo, sea por drogas,armas, o seres mágicos. Es mas bien por lo ultimo.
Señalo a su guadaña. Como siento que apremia el tiempo, no me ando con rodeos.
-¿De donde la has sacado?
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La piruleta parecía una persona de lo más irrespetuosa. O tal vez meramente curiosa. Lo primero que pudo hacer el pobre no es responderme mis preguntas, si no preguntarme por el careto. ¿Tan mal lucía ya? Me rasqué la nuca casi como si no supiera a qué se refería y luego dejé ir una pequeña sonrisa, sin dejar de lucir los dientecillos que me quedaban siempre al aire. -Pequeñas imperfecciones, jovenzuelo. Es difícil mantenerse sano y lozano cuando tu cuerpo lucha por pudrirse.- Me encogí de hombros con mucha naturalidad, como quien acaba de decir la hora.
No debía ser más que un adolescente por eso de la altura. Medía más o menos lo que yo y yo era plenamente consciente que los drows no podíamos aspirar a mucho más. Seguía guardado en su casco del que tan orgulloso debía estar y me apoyé contra la pared para descansar un poco la espalda, si es que los muertos necesitan descansar. Se puso a negar y todo el casco se movió. Tenía hasta su gracia.
Aparentemente la redada iba más dirigida a los seres mágicos. Arqueé una ceja sin estar del todo seguro si el chaval en cuestión se incluiría dentro de ese grupo, pero para mi, eso suponía estar metido en un buen follón. -No tendrán mejores cosas que hacer con sus vidas…- Suspiré. -A ti el asunto ni te va ni te viene, ¿No? Si aún no me has echado de tu callejón de una patada no creo que tengas demasiado inconvenientes con bichos raros.
¿O igual tenía intención de defenderse de los soldados? Tenía un porte bastante atlético pero si iba armado no lo podría saber, por cosa de la chaqueta que llevaba. Yo seguía plácidamente trabajando en mi guadaña. La hoja de esta estaba manchada y no quería ni pensar porqué. Esta misma le llamó la atención. La señaló y muy directo me preguntó que de dónde la había sacado. Bueno… Siendo un vagabundo como él supongo que pensaría que igual debía venderse por bastante.
-Siento decir que son un poquito complicadas de conseguir, las cosas estas.- La cargué encima de mi hombro y me lo miré de refilón. Por si tenía la mano muy larga. -Fue un… Un… Eh… Un regalo, digamos.- Eso era cierto. -Cosa de un amigo de la infancia, Yden… En paz descanse.- Porque es que lo iba a reventar a ostias con tal de que pudiera descansar en paz. Era hombre muerto para mí. -Si te soy sincero no sé exactamente de donde saca las cosas hechas con este cristal, pero desde luego, hay más. Allí abajo… De donde vengo, que está todo bastante oscuro, a veces salen cosas de estas. O eso decía… En fin, si te soy sincero, no lo sé.
Observé sin embargo que en las calles definitivamente había agitación. Vi un tiparraco con un maletín muy apresurado y más rojo que un tomate. -¿Tu tienes pensado intervenir? Me dije no implicarme en todo este asunto, pero… Tengo ganas de partirle la boca a algún soldado. Pobre gente...
No debía ser más que un adolescente por eso de la altura. Medía más o menos lo que yo y yo era plenamente consciente que los drows no podíamos aspirar a mucho más. Seguía guardado en su casco del que tan orgulloso debía estar y me apoyé contra la pared para descansar un poco la espalda, si es que los muertos necesitan descansar. Se puso a negar y todo el casco se movió. Tenía hasta su gracia.
Aparentemente la redada iba más dirigida a los seres mágicos. Arqueé una ceja sin estar del todo seguro si el chaval en cuestión se incluiría dentro de ese grupo, pero para mi, eso suponía estar metido en un buen follón. -No tendrán mejores cosas que hacer con sus vidas…- Suspiré. -A ti el asunto ni te va ni te viene, ¿No? Si aún no me has echado de tu callejón de una patada no creo que tengas demasiado inconvenientes con bichos raros.
¿O igual tenía intención de defenderse de los soldados? Tenía un porte bastante atlético pero si iba armado no lo podría saber, por cosa de la chaqueta que llevaba. Yo seguía plácidamente trabajando en mi guadaña. La hoja de esta estaba manchada y no quería ni pensar porqué. Esta misma le llamó la atención. La señaló y muy directo me preguntó que de dónde la había sacado. Bueno… Siendo un vagabundo como él supongo que pensaría que igual debía venderse por bastante.
-Siento decir que son un poquito complicadas de conseguir, las cosas estas.- La cargué encima de mi hombro y me lo miré de refilón. Por si tenía la mano muy larga. -Fue un… Un… Eh… Un regalo, digamos.- Eso era cierto. -Cosa de un amigo de la infancia, Yden… En paz descanse.- Porque es que lo iba a reventar a ostias con tal de que pudiera descansar en paz. Era hombre muerto para mí. -Si te soy sincero no sé exactamente de donde saca las cosas hechas con este cristal, pero desde luego, hay más. Allí abajo… De donde vengo, que está todo bastante oscuro, a veces salen cosas de estas. O eso decía… En fin, si te soy sincero, no lo sé.
Observé sin embargo que en las calles definitivamente había agitación. Vi un tiparraco con un maletín muy apresurado y más rojo que un tomate. -¿Tu tienes pensado intervenir? Me dije no implicarme en todo este asunto, pero… Tengo ganas de partirle la boca a algún soldado. Pobre gente...
Sigo un rato más apoyada en la pared de espaldas, con el rifle apuntando hacia abajo mientras miro con cara de cabreo a todos los posibles contrabandistas que pasan ante nosotros como si viniésemos a por ellos. Inútiles...ahora mismo no me interesan lo más mínimo, a menos que el scooter detecte algo de interés. - Pues a lo mejor algo sabían, otra cosa es que se hagan los tontos...eso se le da bien a muchos para que no les molesten. - replico mirando hacia uno de los lados de la calle, creyendo ver por allí a alguien que conozco, aunque no estoy segura aún. Sonrío irónicamente al escuchar su comentario sobre tener chanchullos con otros seres mágicos, como si él no lo fuera. - Entonces yo ahora mismo estoy de chanchullos con un ser mágico, aquí en una misión para la que no hemos consultado con nadie. ¿Cómo lo ves? - me encojo de hombros quitando importancia, fijo que hay un montón de cosas de las que no nos enteramos, ni nos enteraremos. - Relájate un poco, defensor de la justicia, nunca vas a tenerlo todo bajo control, a menos que sepas los secretos de todos y cada uno de los que trabajan en la Alianza, empezando por el capitán Javert. Apenas sabemos nada de él, un hombre tan celoso de su vida privada...y tú pareces caerle bien. Vete a saber si no tuvo algún amigo como tú en su juventud. - especulo con cosas sobre la vida de Javert sobre las que no tengo ni idea, haciendo un gesto de desdén respecto a lo del niño que eliminé antes.
- Eso no era un criajo por el que nadie quisiese luchar. Era un engendro monstruoso. - tampoco espero que lo entienda, lo que para él era un niño al que querrían salvar para mí no es mucho más que una bestia en tamaño pequeño. No me he parado a pensar más allá. No digo nada respecto al comentario del trapicheo, está claro que ambos estamos pasando de detenerlos porque para eso ya está la policía, que por cierto no funciona muy allá. Pero eso no nos incumbe, es cosa de los ministerios. Luego Ailanthus se pone en plan poli malo agarrando a un traficante de malas formas para amenazarlo un poco, y parece que sirve, porque se dispersan un poco más rápido. - En fin...sígueme, creo que he visto a alguien conocido por allí hace unos minutos.- me separo de la pared para ir hacia el puesto de comida del final de la calle, utilizando el scooter para hacer un zoom y ver mejor la cara del sospechoso. - Thalos Draven...- murmuro para mí misma, haciendo un gesto a Ailanthus para que se acerque.
En lo que tarda en acercarse detecto presencia mágica por medio del scooter, también en el puesto de comida. Thalos no puede ser, eso no es algo que se pueda adquirir así como así. Tal vez el dependiente...aunque el indicador me muestra que es el niño que está sujetando Thalos en brazos para asomarlo a la barra. - No sabía que hubiese adoptado o tenido un crío. - arqueo una ceja con escepticismo, seguro que es hijo de alguna de esas perras de los renegados. El caso es que es una de esas criaturas, y por tanto un buen candidato para iniciar la escaramuza, tiene aspecto normal. - Ya tenemos a alguien para empezar la función. Coge tu al crío, yo me encargo de Thalos. - le digo a Ailanthus antes de echar a andar hacia el puesto de comida, disparando en primer lugar hacia el pie de Thalos para que se le caiga el crío o que por lo menos se caiga él al suelo. No me interesa matarlo todavía, necesito espectáculo, que venga gente a verlo.
- Eso no era un criajo por el que nadie quisiese luchar. Era un engendro monstruoso. - tampoco espero que lo entienda, lo que para él era un niño al que querrían salvar para mí no es mucho más que una bestia en tamaño pequeño. No me he parado a pensar más allá. No digo nada respecto al comentario del trapicheo, está claro que ambos estamos pasando de detenerlos porque para eso ya está la policía, que por cierto no funciona muy allá. Pero eso no nos incumbe, es cosa de los ministerios. Luego Ailanthus se pone en plan poli malo agarrando a un traficante de malas formas para amenazarlo un poco, y parece que sirve, porque se dispersan un poco más rápido. - En fin...sígueme, creo que he visto a alguien conocido por allí hace unos minutos.- me separo de la pared para ir hacia el puesto de comida del final de la calle, utilizando el scooter para hacer un zoom y ver mejor la cara del sospechoso. - Thalos Draven...- murmuro para mí misma, haciendo un gesto a Ailanthus para que se acerque.
En lo que tarda en acercarse detecto presencia mágica por medio del scooter, también en el puesto de comida. Thalos no puede ser, eso no es algo que se pueda adquirir así como así. Tal vez el dependiente...aunque el indicador me muestra que es el niño que está sujetando Thalos en brazos para asomarlo a la barra. - No sabía que hubiese adoptado o tenido un crío. - arqueo una ceja con escepticismo, seguro que es hijo de alguna de esas perras de los renegados. El caso es que es una de esas criaturas, y por tanto un buen candidato para iniciar la escaramuza, tiene aspecto normal. - Ya tenemos a alguien para empezar la función. Coge tu al crío, yo me encargo de Thalos. - le digo a Ailanthus antes de echar a andar hacia el puesto de comida, disparando en primer lugar hacia el pie de Thalos para que se le caiga el crío o que por lo menos se caiga él al suelo. No me interesa matarlo todavía, necesito espectáculo, que venga gente a verlo.
-De chanchullo con un drow chipeado, segundo capitán de la Alianza Humana. No seres mágicos en toda su plenitud del bando enemigo. Hay una diferencia sustancial en ello.- Le respondí con una firmeza y casi con severidad. No me gustaba abusar de mi posición como capitán, pero ante todo, era prudente recordarle que al fin y al cabo yo estaba por encima de ella. Y mientras Javert no apareciera no había quien tuviera que hacerme frente. Aunque ella ya no parecía siquiera querer darle importancia al asunto. Dejé ir el aire en forma de suspiro.
Luego parodió un poco el rol que intentaba jugar y me dijo que nunca podría saberlo todo. Remarcando que Javert llevaba una vida privada por su parte de la que no hablaba, e incluso destcando que no parecía caerle mal. Igual había tenido alguna amistad como yo. -Lo… Lo vi limpiar, en cierta ocasión, una tumba en el cementerio. No me paré a mirar el nombre, pero… No hizo comentarios al respecto. Créeme, Morgana. No hay ser en el ejército que esté completamente convencido de su misión. Son demasiados años de guerra y la gente empieza a sentirse contrariada. Si no, ¿Por qué no me has pegado un tiro en la nuca? El otro cabo se muere por hacerlo.- Casi solté una risa al respecto porque esas cosas ya no podía tomármelas en serio. Quizás, en el fondo, esperaba que eso sucediera de una vez.
Aunque se apagó por completo al recordarme el crío. El monstruo, según ella. -Créeme, alguno habría saltado. Por muy monstruosos que sean todos se sienten unidos en esta guerra como raza mágica. Si no… Créeme, haría años que esto habría acabado.- No pareció tener mucho a comentar sobre mi forma de proceder con uno de los contrabandistas. Pero al menos aceleró el ritmo en la calle y empezó a crear, al menos, un poco de confusión. O incluso más. ¿Quién les había dicho que estábamos buscando contrabandistas?
Morgana sin embargo anunció lo que no quería escuchar: Había visto a alguien. La tarde se antojaba quizás ya medianamente avanzada, y… No había señales de… De… ¿De verdad me lo había creído? ¿Que iba a venir? Emití cierto gruñido. Todo aquello ya había costado una vida, e iba en camino de provocar más muertes. Con aquel aparatejo del demonio pudo deducir finalmente a quién perseguíamos. Thalos Draven. Su nombre me sonaba ligeramente, un… traidor, si no me equivocaba. Miré a Morgana de reojo. Estaba segurísimo que debía tener el mismo tacto hacia los seres mágicos como a los traidores.
La fui siguiendo sin mediar palabra. Y se fijaba en… Otro niño. Uno que iba en la mano del hombre. Otro… otro niño… No. Iba a hacer lo mismo que con el otro. Un tiro, todo finalizado. Y encima parecía mágico. Parecía sorprendida por que Thalos tuviera un crío con él. Hizo un plan rápido: Iba a encargarse ella del mayor, y yo, debía hacerme con el niño. Durante unos instantes pensé en la terrible imagen que daríamos, pero… -Voy.- Corrí agazapado hacia el crío y traté de arrebatárselo de un tirón, sacando la cuchilla de inmediato. Peligrosamente cerca del cuello del niño. -¡DÁMELO O LE ARRANCO LA CABEZA!- Grité osadamente. Y en voz muy baja, entre los tiros de Morgana, susurré. -No… no le haré daño… Por favor...- Las gafas lograban disimular lo húmedo de mis ojos. No iba a dejar que lo matara a él también. No, no iba a dejarle. No otro, no otro...
Luego parodió un poco el rol que intentaba jugar y me dijo que nunca podría saberlo todo. Remarcando que Javert llevaba una vida privada por su parte de la que no hablaba, e incluso destcando que no parecía caerle mal. Igual había tenido alguna amistad como yo. -Lo… Lo vi limpiar, en cierta ocasión, una tumba en el cementerio. No me paré a mirar el nombre, pero… No hizo comentarios al respecto. Créeme, Morgana. No hay ser en el ejército que esté completamente convencido de su misión. Son demasiados años de guerra y la gente empieza a sentirse contrariada. Si no, ¿Por qué no me has pegado un tiro en la nuca? El otro cabo se muere por hacerlo.- Casi solté una risa al respecto porque esas cosas ya no podía tomármelas en serio. Quizás, en el fondo, esperaba que eso sucediera de una vez.
Aunque se apagó por completo al recordarme el crío. El monstruo, según ella. -Créeme, alguno habría saltado. Por muy monstruosos que sean todos se sienten unidos en esta guerra como raza mágica. Si no… Créeme, haría años que esto habría acabado.- No pareció tener mucho a comentar sobre mi forma de proceder con uno de los contrabandistas. Pero al menos aceleró el ritmo en la calle y empezó a crear, al menos, un poco de confusión. O incluso más. ¿Quién les había dicho que estábamos buscando contrabandistas?
Morgana sin embargo anunció lo que no quería escuchar: Había visto a alguien. La tarde se antojaba quizás ya medianamente avanzada, y… No había señales de… De… ¿De verdad me lo había creído? ¿Que iba a venir? Emití cierto gruñido. Todo aquello ya había costado una vida, e iba en camino de provocar más muertes. Con aquel aparatejo del demonio pudo deducir finalmente a quién perseguíamos. Thalos Draven. Su nombre me sonaba ligeramente, un… traidor, si no me equivocaba. Miré a Morgana de reojo. Estaba segurísimo que debía tener el mismo tacto hacia los seres mágicos como a los traidores.
La fui siguiendo sin mediar palabra. Y se fijaba en… Otro niño. Uno que iba en la mano del hombre. Otro… otro niño… No. Iba a hacer lo mismo que con el otro. Un tiro, todo finalizado. Y encima parecía mágico. Parecía sorprendida por que Thalos tuviera un crío con él. Hizo un plan rápido: Iba a encargarse ella del mayor, y yo, debía hacerme con el niño. Durante unos instantes pensé en la terrible imagen que daríamos, pero… -Voy.- Corrí agazapado hacia el crío y traté de arrebatárselo de un tirón, sacando la cuchilla de inmediato. Peligrosamente cerca del cuello del niño. -¡DÁMELO O LE ARRANCO LA CABEZA!- Grité osadamente. Y en voz muy baja, entre los tiros de Morgana, susurré. -No… no le haré daño… Por favor...- Las gafas lograban disimular lo húmedo de mis ojos. No iba a dejar que lo matara a él también. No, no iba a dejarle. No otro, no otro...
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