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Si tienes un anuncio, aparte de rolear que lo cuelgas aquí, envía un mp a Admin con el contenido de dicho anuncio para que editemos y aparezca aquí. Cuando encuentres lo que andabas buscando, ¡mandanos otro mp o avisanos para que retiremos el anuncio y no se acumulen papeles en el tablon!
Se busca técnico para misión peligrosa. La recompensa será todo aquello que el interesado pueda conseguir.
Preguntar por Rose.
Septiembre 2037
Se buscan mercenarios para diferentes labores, tales como defensa, infiltración, espionaje y realización de nuevos contactos y redes. Se pide discreción. Buen pago, tanto en dinero como en objetos. Se ofrecen también los servicios de un alquimista, desarrollador mágico y con conocimientos que fusionan el uso de la magia y la tecnología. Trabajo para cualquier bando que lo solicite. Los honorarios han de ser de acuerdo al trabajo realizado.
Interesados, para cualquiera de las dos propuestas, contactar aquí con T.G.S© HARDROCK
"Se buscan mercenarios/cazarrecompensas para mision de búsqueda y captura. Pagamos bien. Basta con que no te caigan bien los soldados del ejército."
Preguntad por Rybar Dvorak© HARDROCK
Oscura taberna que tuvo renombre en el pasado por ser un local al más puro estilo rockero. A día de hoy se ha transformado hasta convertirse en una taberna en la que se tratan asuntos turbios. Trapicheos, encargos, mercado negro, recompensas por búsqueda y captura. Los mercenarios suelen acudir aquí en busca de encargos y misiones, el sitio de encuentro para aquellos que se venden al mejor postor y para aquellos que desean encontrarlos. Se valora la discreción, ya que éste es un lugar perfecto para hacer una redada.
Para conocer las misiones y búsquedas de personal existe un tablón de madera colgado al fondo de la taberna, para aquellos que quieran dejar un encargo o cogerlo.
Para conocer las misiones y búsquedas de personal existe un tablón de madera colgado al fondo de la taberna, para aquellos que quieran dejar un encargo o cogerlo.
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ANUNCIOS COLGADOS EN EL TABLÓN
Septiembre 2037
Se busca técnico para misión peligrosa. La recompensa será todo aquello que el interesado pueda conseguir.
Preguntar por Rose.
Septiembre 2037
Se buscan mercenarios para diferentes labores, tales como defensa, infiltración, espionaje y realización de nuevos contactos y redes. Se pide discreción. Buen pago, tanto en dinero como en objetos. Se ofrecen también los servicios de un alquimista, desarrollador mágico y con conocimientos que fusionan el uso de la magia y la tecnología. Trabajo para cualquier bando que lo solicite. Los honorarios han de ser de acuerdo al trabajo realizado.
Interesados, para cualquiera de las dos propuestas, contactar aquí con T.G.S
Septiembre 2037
"Se buscan mercenarios/cazarrecompensas para mision de búsqueda y captura. Pagamos bien. Basta con que no te caigan bien los soldados del ejército."
Preguntad por Rybar Dvorak
En cuanto mi cuerpo empezó a espabilarse el pulso se aceleró muchísimo. Los nervios y el terror del momento iban a lograr que me diera algún tipo de ataque. No podía apenas moverme aún. Y seguía observando lo que ocurría. El centinela pasó a modo de ataque… Esperaba que fuera a acabar conmigo de una vez. Y prácticamente lo hubiera preferido, pues tomó a Dyospiros por objetivo. -¡NO!- Esa vez pude gritar de forma más comprensible.
El soldado iba a tener sus propios problemas, primeramente el ataque de la marmota. Mientras tanto el otro instaba a que sacara “mi negro culo” (es azul, viejo daltónico, mecagüentusmuertos) con “ese cacharro infernal” (es decir, mi bien más preciado comprado con los ahorros de mi vida). Fuera como fuera necesitaba hacer algo. Moverme de aquel maldito lugar. En cualquier momento. Entonces vi que Szyraenk ponía las manos en el suelo, y la tierra temblaba. En forma de grieta, que iba hacia mi. -Szyraenk, ¡Espera!- “No debe saber que no puedo moverme, no puede ser tan idiot…”
Salimos ambos disparados hacia arriba. Y ambos aterrizamos, al lado del soldado. No pude hacer ningún gesto para aminorizar el daño, pero sí que pude evitar por completo la segunda caída con unas palabras dichas muy deprisa y mentalmente, que si bien no lograron parar de todo el golpe, pude hacer un intento de levitación que hizo de la caida algo ligero. Y el viejo insistía que “agarrara eso que volaba”. Miré al soldado desde mi posición, tratando de usar el brazo mecánico para incorporarme a medias, por ser el único no herido.
El soldado gritaba. Y yo seguía mirando. La mano mecánica contra el suelo en un intento de incorprarme. Había agarrado a Morgana, pedía que se la llevara, y… Aproveché la proximidad y que había preferido atacar a Szyraenk para sacar la cuchilla del brazo bruscamente contra una de sus piernas, con intención de dejarlo cojo. Aunque entonces Dyospiros se acercó con la moto. Trató de levantarme y yo intenté moverme para ayudarlo, pero excepto el maldito brazo mecánico, tenía el resto del cuerpo aún muy entumecido.
Una vez tuve la espalda puesta traté de posicionarme usando el brazo mecánico. Casi había logrado apoyarme cuando él dejó caer casi todo peso sobre mi. Entonces lo vi. Las muchas heridas de bala. La sangre. Muchísima sangre. Y respiraba mal, y… -Her… Hermano…- Mascullé, como si la propia palabra fuera extraña. -Olvidalo, no…- Era preferible que huyera él. Siempre lo era. Entonces vi aquella expresión, y miraba la daga.
-Espera, ¡No! No, no...- Hice un brusquísimo movimiento en un intento de reposicionarme que finalmente me dejó sobre la moto. Sabía que pensaba, lo sabía. Y la cogió. No dejaba de repetirmelo. “No”. Y entonces la lanzó contra el maldito soldado. Respiré aliviado. -Ya… es hora…- Apenas alcanzaba a formar frases. Pero estábamos listos: Era el momento de huir. No íbamos a llegar muy lejos, pero fuera como fuera… No tenía un localizador en el condenado cuello. Podríamos ir a cualquier lugar sin preocuparnos, éramos libres, éramos libres...
-¡Somos libres, joder! ¡Esta noche somos libres! Y nadie puede negárnoslo, no ahora, Dyospiros Sreysnah... Nadie, ¡NADIE!-
El soldado iba a tener sus propios problemas, primeramente el ataque de la marmota. Mientras tanto el otro instaba a que sacara “mi negro culo” (es azul, viejo daltónico, mecagüentusmuertos) con “ese cacharro infernal” (es decir, mi bien más preciado comprado con los ahorros de mi vida). Fuera como fuera necesitaba hacer algo. Moverme de aquel maldito lugar. En cualquier momento. Entonces vi que Szyraenk ponía las manos en el suelo, y la tierra temblaba. En forma de grieta, que iba hacia mi. -Szyraenk, ¡Espera!- “No debe saber que no puedo moverme, no puede ser tan idiot…”
Salimos ambos disparados hacia arriba. Y ambos aterrizamos, al lado del soldado. No pude hacer ningún gesto para aminorizar el daño, pero sí que pude evitar por completo la segunda caída con unas palabras dichas muy deprisa y mentalmente, que si bien no lograron parar de todo el golpe, pude hacer un intento de levitación que hizo de la caida algo ligero. Y el viejo insistía que “agarrara eso que volaba”. Miré al soldado desde mi posición, tratando de usar el brazo mecánico para incorporarme a medias, por ser el único no herido.
El soldado gritaba. Y yo seguía mirando. La mano mecánica contra el suelo en un intento de incorprarme. Había agarrado a Morgana, pedía que se la llevara, y… Aproveché la proximidad y que había preferido atacar a Szyraenk para sacar la cuchilla del brazo bruscamente contra una de sus piernas, con intención de dejarlo cojo. Aunque entonces Dyospiros se acercó con la moto. Trató de levantarme y yo intenté moverme para ayudarlo, pero excepto el maldito brazo mecánico, tenía el resto del cuerpo aún muy entumecido.
Una vez tuve la espalda puesta traté de posicionarme usando el brazo mecánico. Casi había logrado apoyarme cuando él dejó caer casi todo peso sobre mi. Entonces lo vi. Las muchas heridas de bala. La sangre. Muchísima sangre. Y respiraba mal, y… -Her… Hermano…- Mascullé, como si la propia palabra fuera extraña. -Olvidalo, no…- Era preferible que huyera él. Siempre lo era. Entonces vi aquella expresión, y miraba la daga.
-Espera, ¡No! No, no...- Hice un brusquísimo movimiento en un intento de reposicionarme que finalmente me dejó sobre la moto. Sabía que pensaba, lo sabía. Y la cogió. No dejaba de repetirmelo. “No”. Y entonces la lanzó contra el maldito soldado. Respiré aliviado. -Ya… es hora…- Apenas alcanzaba a formar frases. Pero estábamos listos: Era el momento de huir. No íbamos a llegar muy lejos, pero fuera como fuera… No tenía un localizador en el condenado cuello. Podríamos ir a cualquier lugar sin preocuparnos, éramos libres, éramos libres...
-¡Somos libres, joder! ¡Esta noche somos libres! Y nadie puede negárnoslo, no ahora, Dyospiros Sreysnah... Nadie, ¡NADIE!-
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El miembro 'Ailanthus Sreysnah' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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El centinela se había limitado a coser a tiros a Dyospiros, uno tras otro. Algunos habían dado y otros no: La cuestión es que el drow había acabado malherido.
La máquina, pero, no perdió tampoco de vista los movimientos del resto. Szyraenk elevó a la cabo y al traidor por los aires y fueron a caer a la posición del soldado, el cual dio una orden al centinela: Que huyera con la cabo hasta la base.
¿Había de obedecer la máquina a un soldado raso? ¿Qué era más importante, la captura de los seres mágicos, tan debilitados, o recuperar un alto cargo? ¿Cuál era el valor de una vida humana? Preguntas filosóficas que una máquina no podía procesar. La cabo debía estar en mal estado: No habían tenido cuidado ninguno con ella durante todo el trayecto, Ailanthus prácticamente la había bañado en veneno, y había caído junto con él desde el tejado de la posada.
Atrapado donde estaba, logró con no mucha dificultad apartarse de las pobres rocas que Szyraenk había levantado. Se desplazó hasta el lado del soldado, ignorando el resto, y agarró a la herida Morgana. Tras eso trató se dispuso a alzar el vuelo. No había nada que pudiera impedírselo según sus cálculos.
La máquina, pero, no perdió tampoco de vista los movimientos del resto. Szyraenk elevó a la cabo y al traidor por los aires y fueron a caer a la posición del soldado, el cual dio una orden al centinela: Que huyera con la cabo hasta la base.
¿Había de obedecer la máquina a un soldado raso? ¿Qué era más importante, la captura de los seres mágicos, tan debilitados, o recuperar un alto cargo? ¿Cuál era el valor de una vida humana? Preguntas filosóficas que una máquina no podía procesar. La cabo debía estar en mal estado: No habían tenido cuidado ninguno con ella durante todo el trayecto, Ailanthus prácticamente la había bañado en veneno, y había caído junto con él desde el tejado de la posada.
Atrapado donde estaba, logró con no mucha dificultad apartarse de las pobres rocas que Szyraenk había levantado. Se desplazó hasta el lado del soldado, ignorando el resto, y agarró a la herida Morgana. Tras eso trató se dispuso a alzar el vuelo. No había nada que pudiera impedírselo según sus cálculos.
Mi efectiva mascota le pega un buen mordisco en los huevos al imbécil del soldado darkred, para sufrimiento de él y regocijo mío. Groundhog vuelve corriendo después hacia mí, quedando a mi lado como un perro guardián. Demasiado tarde para oír el 'espera' que pidió Ailanthus, ya estaba agachado en el suelo y con las manos sobre la tierra, haciendo de ella mi herrramienta. Blasfemo en voz alta al ver que mi plan de elevarlos por los aires sale mal, ya que tanto el drow como la rubia caen cerca del soldado recién mordido. El muy puñetero se encarga de coger a la mujer, pero al menos no se pone a disparar al otro, que es lo que temía. Me pego una palmada en la frente, gruñendo frustrado.
- ¡ Maldito mequetrefe! ¡ No te metas en medio de las cosas que caen del cielo! ¡Lo que te va a llover van a ser hostias hasta en el cielo de la boca! ¡ Qué clase de sociedad del futuro es esta en la que no le dejan a uno emborracharse tranquilo! ¡ En mis tiempos respetábamos las fiestas y no veníamos a joder con paparruchas! - grito al soldado a la par que me levanto del suelo para ir hacia él, por si acaso le da por enganchar también al otro. Al hacer el movimiento para ponerme en pie cae un chorreón de sangre sobre la tierra, consecuencia del anterior disparo. Empiezo a tener claro que no voy a salir de aquí en cuanto recibo la ráfaga de disparos por parte del mismo soldado, que esta vez si que me manda al suelo directamente. Mi marmota corre preocupada hacia mí, haciendo ruidos al lado de mi oreja para tratar de despertarme.
No tardo mucho en abrir los ojos de nuevo, entre toses y acercando la mano a la cabeza de la marmota para darle un par de golpecitos. - Ground...corre, corre con ellos. Súbete a la moto. - el animalejo se resiste, como si supiese que si se marcha no me verá más. Gimotea, lloriquea, hasta que le digo las palabras mágicas. - Tienen alcohol. Del bueno.- en ese momento pega un respingo, echando a correr hacia la moto de los drows, como el animal borracho traidor que es. Y yo que me alegro, al menos se salvará. Los hermanos consiguen acoplarse en la moto, y uno de ellos consigue hasta lanzar una daga al maldito que me ha dejado como un colador. El otro le ha dado antes un cuchillazo en la pierna.
El robot centinela se larga con la soldado, así que si sólo hay uno tal vez tenga una oportunidad. No para sobrevivir, que no lo creo, sino para cargármelo yo mismo. Hago un esfuerzo para incorporarme hasta sentarme, dudo que pueda matarlo a base de fuerza bruta ahora mismo. Pero tengo mi magia, y tengo el elemento que manejo a mi alcance. Poso la mano sobre la tierra, cerrando el puño. Después hinco una rodilla en tierra, dejando la otra pierna sobre el suelo. Éste comienza a temblar ligeramente, el tiempo suficiente para poder arrancar de la superficie una roca de gran tamaño, tal vez del tamaño de un vehículo medio. No tengo tiempo de modelarla para que deje de ser una burda arma arrojadiza, así que la arrojo con violencia contra el soldado, con la intención de aplastarlo entre la roca que le lanzo y el muro de la posada, puesto que lleva esa dirección. El humano (soldado darkred) en cuestión acaba machacado y muerto, evidentemente.
- ¡ Maldito mequetrefe! ¡ No te metas en medio de las cosas que caen del cielo! ¡Lo que te va a llover van a ser hostias hasta en el cielo de la boca! ¡ Qué clase de sociedad del futuro es esta en la que no le dejan a uno emborracharse tranquilo! ¡ En mis tiempos respetábamos las fiestas y no veníamos a joder con paparruchas! - grito al soldado a la par que me levanto del suelo para ir hacia él, por si acaso le da por enganchar también al otro. Al hacer el movimiento para ponerme en pie cae un chorreón de sangre sobre la tierra, consecuencia del anterior disparo. Empiezo a tener claro que no voy a salir de aquí en cuanto recibo la ráfaga de disparos por parte del mismo soldado, que esta vez si que me manda al suelo directamente. Mi marmota corre preocupada hacia mí, haciendo ruidos al lado de mi oreja para tratar de despertarme.
No tardo mucho en abrir los ojos de nuevo, entre toses y acercando la mano a la cabeza de la marmota para darle un par de golpecitos. - Ground...corre, corre con ellos. Súbete a la moto. - el animalejo se resiste, como si supiese que si se marcha no me verá más. Gimotea, lloriquea, hasta que le digo las palabras mágicas. - Tienen alcohol. Del bueno.- en ese momento pega un respingo, echando a correr hacia la moto de los drows, como el animal borracho traidor que es. Y yo que me alegro, al menos se salvará. Los hermanos consiguen acoplarse en la moto, y uno de ellos consigue hasta lanzar una daga al maldito que me ha dejado como un colador. El otro le ha dado antes un cuchillazo en la pierna.
El robot centinela se larga con la soldado, así que si sólo hay uno tal vez tenga una oportunidad. No para sobrevivir, que no lo creo, sino para cargármelo yo mismo. Hago un esfuerzo para incorporarme hasta sentarme, dudo que pueda matarlo a base de fuerza bruta ahora mismo. Pero tengo mi magia, y tengo el elemento que manejo a mi alcance. Poso la mano sobre la tierra, cerrando el puño. Después hinco una rodilla en tierra, dejando la otra pierna sobre el suelo. Éste comienza a temblar ligeramente, el tiempo suficiente para poder arrancar de la superficie una roca de gran tamaño, tal vez del tamaño de un vehículo medio. No tengo tiempo de modelarla para que deje de ser una burda arma arrojadiza, así que la arrojo con violencia contra el soldado, con la intención de aplastarlo entre la roca que le lanzo y el muro de la posada, puesto que lleva esa dirección. El humano (soldado darkred) en cuestión acaba machacado y muerto, evidentemente.
Robot Centinela
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Centinela darkred marchó con la cabo (por mucha rabia que me de, coño-) y por un momento, tras la muerte del soldado darkred, todo parecería haber acabado. Unos instantes de paz reinaron justo antes de que el sonido de un motor volviera a cebar las orejas de los criminales. Parte de los refuerzos habían llegado.
El centinela aterrizó con mucha seguridad tras comprobar que las posibilidades de recibir daños eran mínimas. El otro había marchado sin siquiera medio rasguño, la única baja había sido una vida humana. Un número más que poco o nada preocupaba a la máquina. Y muy probablemente a la panda de ministros que movían los hilos de toda la función.
Dos de ellos se encontraban sobre un vehículo y el otro había atacado y acabado con el soldado. Si bien los tres estaban en condiciones igual de desastrosas, solo el que estaba tirado en el suelo había demostrado poder mágico suficiente como para poder causar daños a la máquina. Se acercó a este con bastante tranquilidad y sin pensárselo dos veces lo acabó de paralizar con el rayo correspondiente. No había nadie en riesgo, y ante todo, un sujeto más para las enfermerías nunca sobraba.
Se giró hacia los otros dos casi con calma, preparando otro cañón. La salud de ambos ya apuntaba ser baja, y quizás otro rayo paralizador sería más que suficiente... Levantó el brazo mientras acababa de procesar las posibilidades.
El centinela aterrizó con mucha seguridad tras comprobar que las posibilidades de recibir daños eran mínimas. El otro había marchado sin siquiera medio rasguño, la única baja había sido una vida humana. Un número más que poco o nada preocupaba a la máquina. Y muy probablemente a la panda de ministros que movían los hilos de toda la función.
Dos de ellos se encontraban sobre un vehículo y el otro había atacado y acabado con el soldado. Si bien los tres estaban en condiciones igual de desastrosas, solo el que estaba tirado en el suelo había demostrado poder mágico suficiente como para poder causar daños a la máquina. Se acercó a este con bastante tranquilidad y sin pensárselo dos veces lo acabó de paralizar con el rayo correspondiente. No había nadie en riesgo, y ante todo, un sujeto más para las enfermerías nunca sobraba.
Se giró hacia los otros dos casi con calma, preparando otro cañón. La salud de ambos ya apuntaba ser baja, y quizás otro rayo paralizador sería más que suficiente... Levantó el brazo mientras acababa de procesar las posibilidades.
Soldado Alianza Humana
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El drow psicopata resiste mi embite. La gente de la posada comienza a huir. La bronca ya ha pasado a mayores para ellos, y el gas que lancé...termina de disuadirlos. No presto mucha atencion a las comunicaciones pero se que han llegado los benditos refuerzos por fin.
Tira la bomba por ahi y me empuja contra una pared. Grito de dolor cuando introduce su mano en mi corte y se pone ahi a ensañarse. Maldita bestia. Voy a dispararle, pero no lo logro...en ese momento una enorme piedra del tamaño de un coche arrambla con la pared de la posada contra la que estamos. Y obviamente yo soy lanzado por los aires. La parte buena, me he librado de su mano dentro de mi herida. La parte mala, que me ha dejado muy debil, no logro enteder por qué....y que me he llevado un buen meneo. Me incorporo a medias, hecho polvo, bajo unos tablones...e identifico el aplastado cadaver de mi compañero. Me arrastro hacia el, maldiciendo....y una lagrima de soldado escurre de mi ojo tras mi casco.
-He visto cosas que los humanos ni se imaginan: naves de ataque incendiándose más allá del hombro de Orión. He visto rayos C centellando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas... en la lluvia. Es hora... de morir.
Furioso, y con lo que probablemente es mi ultimo aliento, tumbado panza arriba en el suelo cual gato defendiendose, trato de localizar al drow de la armadura, para descargar sobre el el resto de mis balas.
Tira la bomba por ahi y me empuja contra una pared. Grito de dolor cuando introduce su mano en mi corte y se pone ahi a ensañarse. Maldita bestia. Voy a dispararle, pero no lo logro...en ese momento una enorme piedra del tamaño de un coche arrambla con la pared de la posada contra la que estamos. Y obviamente yo soy lanzado por los aires. La parte buena, me he librado de su mano dentro de mi herida. La parte mala, que me ha dejado muy debil, no logro enteder por qué....y que me he llevado un buen meneo. Me incorporo a medias, hecho polvo, bajo unos tablones...e identifico el aplastado cadaver de mi compañero. Me arrastro hacia el, maldiciendo....y una lagrima de soldado escurre de mi ojo tras mi casco.
-He visto cosas que los humanos ni se imaginan: naves de ataque incendiándose más allá del hombro de Orión. He visto rayos C centellando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas... en la lluvia. Es hora... de morir.
Furioso, y con lo que probablemente es mi ultimo aliento, tumbado panza arriba en el suelo cual gato defendiendose, trato de localizar al drow de la armadura, para descargar sobre el el resto de mis balas.
Soldado Alianza Humana
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Me divierto disparando a la gente que huye de la posada, hasta que alguien por el pinganillo me recuerda "¡nada de objetivos civiles, Dean!"
"Oh Dent, eres un aburrido"
Sorbo por mi nariz y me rio, dejando de disparar ala gente que huye. Un Centinela se va con la cabo....unos drows se mueren en una moto (o no tanto) y mi compañero disparador Rambo muere aplastado por una roca.
-HOSTIA PUTA EN HUEVO!!!!
Me sobresalto y apunto al causante de tal asesinato, pero...entonces llega un centinela y le lanza un rayo paralizador. Ademas estaba por los suelos. Resoplo, no debo preocuparme por ello. Abro comunicacion con el soldado del interior.
-Eres idiota?? Sal de ahi! Te cubro la retirada, vamos! Estas aplastado ya? Te ha aplastado la roca? te doy medio minuto!!!
Me pongo al volante y conduzco a donde quedo tirado el drow. Lo engrilleto manos a la espalda, paralizadito como está, y lo subo a la parte trasera del jeep.
"pa la saca"
Luego vuelvo a mi torreta de ametralladora y...por que no, me pongo a disparar a los de la moto.
-YIPI KAAAAAA YEEEEEEEEI MOTHERFUUUCKEEEEEEEEEEER!!!
"Oh Dent, eres un aburrido"
Sorbo por mi nariz y me rio, dejando de disparar ala gente que huye. Un Centinela se va con la cabo....unos drows se mueren en una moto (o no tanto) y mi compañero disparador Rambo muere aplastado por una roca.
-HOSTIA PUTA EN HUEVO!!!!
Me sobresalto y apunto al causante de tal asesinato, pero...entonces llega un centinela y le lanza un rayo paralizador. Ademas estaba por los suelos. Resoplo, no debo preocuparme por ello. Abro comunicacion con el soldado del interior.
-Eres idiota?? Sal de ahi! Te cubro la retirada, vamos! Estas aplastado ya? Te ha aplastado la roca? te doy medio minuto!!!
Me pongo al volante y conduzco a donde quedo tirado el drow. Lo engrilleto manos a la espalda, paralizadito como está, y lo subo a la parte trasera del jeep.
"pa la saca"
Luego vuelvo a mi torreta de ametralladora y...por que no, me pongo a disparar a los de la moto.
-YIPI KAAAAAA YEEEEEEEEI MOTHERFUUUCKEEEEEEEEEEER!!!
-Tranquilo, no iba a hacerlo. -le habia dicho despues de soltarle la daga al soldado aquel, la cual se le clavó....y la cual por cierto, acabé perdiendo en esa noche. Porque el rocazo de Szyraenk lo mando a volar, con mi daga ensartada incluida. Pero en ese momento no le di importancia.
El logra subirse a la moto y yo vuelvo a mi puesto...me asegura que somos libres, aunque yo aun no lo tengo claro. Aun asi el sabor de la sangre en mi boca y el latido fuerte de mi corazon es un estimulo para seguir en pie y batallando. Ahora que el soldado esta fuera de juego y que el centinela se ha ido....
-vamos a por el baenre
Y arranco la moto en su direccion. No ibamos a dejarlo tirado, estaba tambien malherido. Habia seguido dando por saco y gracias a su intervencion estabamos a salvo ahora...y mas con esa del final de aplastar al soldado con la inmensa roca. PEro entonces algo me obliga a frenar....la llegada de un nuevo centinela que paraliza a Szyr. Veo por el rabillo del ojo a su marmota venir corriendo y subirse con nosotros. Me quedo boquiabierto...pensando como llegar hasta el cuando nos apunta con el cañon tambien a nosotros
"mierda"
No hace falta ser un lumbreras para darse cuenta de que es ahora o nunca. De que si intento ir a por Szyr, al cual lo esta recogiendo otro soldado ahora mismo, estamos acabados. Y de que su esfuerzo no habra servido para nada. Recuerdo el grito que nos habia pegado el viejo cuando aun podia gritar, y giro bruscamente el acelerador haciendo rugir el motor. Para el justo momento que empiezan a dispararnos, sin mediar palabra, hago que la moto gire.
"Lo siento. Lo siento. Lo siento muchisimo"
Me aseguro que Ailanthus no se suelte ni se me caiga por ahi en plan bala perdida, y conduzco lo mas rapido que puedo dirigiendo la moto lejos de la posada, buscando alguna zona oscura. Pensando que diablos hacer. Y apagando las luces de la moto, por supuesto....mas tarde tendria tiempo de pensar CON DETALLE en que habia abandonado a un viejo a su suerte.
El logra subirse a la moto y yo vuelvo a mi puesto...me asegura que somos libres, aunque yo aun no lo tengo claro. Aun asi el sabor de la sangre en mi boca y el latido fuerte de mi corazon es un estimulo para seguir en pie y batallando. Ahora que el soldado esta fuera de juego y que el centinela se ha ido....
-vamos a por el baenre
Y arranco la moto en su direccion. No ibamos a dejarlo tirado, estaba tambien malherido. Habia seguido dando por saco y gracias a su intervencion estabamos a salvo ahora...y mas con esa del final de aplastar al soldado con la inmensa roca. PEro entonces algo me obliga a frenar....la llegada de un nuevo centinela que paraliza a Szyr. Veo por el rabillo del ojo a su marmota venir corriendo y subirse con nosotros. Me quedo boquiabierto...pensando como llegar hasta el cuando nos apunta con el cañon tambien a nosotros
"mierda"
No hace falta ser un lumbreras para darse cuenta de que es ahora o nunca. De que si intento ir a por Szyr, al cual lo esta recogiendo otro soldado ahora mismo, estamos acabados. Y de que su esfuerzo no habra servido para nada. Recuerdo el grito que nos habia pegado el viejo cuando aun podia gritar, y giro bruscamente el acelerador haciendo rugir el motor. Para el justo momento que empiezan a dispararnos, sin mediar palabra, hago que la moto gire.
"Lo siento. Lo siento. Lo siento muchisimo"
Me aseguro que Ailanthus no se suelte ni se me caiga por ahi en plan bala perdida, y conduzco lo mas rapido que puedo dirigiendo la moto lejos de la posada, buscando alguna zona oscura. Pensando que diablos hacer. Y apagando las luces de la moto, por supuesto....mas tarde tendria tiempo de pensar CON DETALLE en que habia abandonado a un viejo a su suerte.
La paciencia de Rhylaonar se iba acabando a pasos agigantados. La gente de la posada prefería huir en vez de entrar en aquella pelea. Y eso desagradaba enormemente al drow, que se sentía completamente insultado. “Panda cobardes”, pensó. Pero ahí estaba, contra el soldado, buscando acabar con él de la forma más salvaje posible. -¿Por qué lo estás haciendo tan lento?- Temía que quisiera hacerle sufrir. Eso no era una muerte digna.
-Este imbécil no se muere ni queriendo. Me habría gustado…- Entonces una roca atravesó el muro y escupió escombros hacia dentro. Rhylaonar se apartó de un salto hacia atrás, aterrizando sobre una mesa que casi partió por su peso. Desenfundó nuevamente a Viento de Oro y la usó a modo de escudo para parar posibles golpes que fueran a darle en la cara. De aquello sacó varios rasguños y abolladuras en la armadura que luego tendría que arreglar.
Su breve momento de impresión se vio interrumpido por unos disparos hacia él. Nuevamente algunos atravesaron su armadura, otros no. Pero Rhylaonar estaba tremendamente cansado. -¡DEJA DE DAR POR CULO!- Chilló. Saltó como un toro bravo sobre él, aterrizando con sus más de cien kg encima del maltrecho cuerpo del soldado. Le clavó la espada en el brazo del arma. Se agachó sobre él y se limitó a meter ambas manos en la herida, con intención de abrirlo ahí mismo por la mitad. Y yo hacía todo lo posible por drenar las energías del humano, con intención de limitar su sufrimiento y poder ayudar a Rhylaonar a cerrar las heridas propias, que podían ponerlo en apuro. Pronto no hubo demasiado más que absorber al que ya era un cadáver.
Se levantó con sangre ajena hasta el codo, empapando su armadura. Miró hacia fuera. Un centinela y un idiota gritando con una metralleta. -Joder…- Agarró una vez más a Viento de oro y se dispuso a atacar. -No, Rhylaonar. Es un suicido. Ocúpate de la gente de dentro. Deben haber heridos bajo los escombros, y…- Siempre solía repetirle la misma canción sobre ayudar al resto y matar menos… Pero aquella vez fue diferente. Quedó allí, de pie, observando la sangre bajo los escombros, gente intentando huir. Alguno atrapado.
Cerró los ojos y meditó. Al abrirlos parecía haberse calmado un poco. Sin mediar palabra se dispuso a ayudar, en un acto de simple altruismo. Subió a las escaleras y sin mucho respeto abrió las puertas de una patada y los mandó a salir. Ante todo eso guardé silencio y él respondió de misma manera. Solo cuando hubo acabado buscó con la mirada al drow que acababa de conocer, pensando en que al menos se ahorrarían pagar la cuenta.
-Este imbécil no se muere ni queriendo. Me habría gustado…- Entonces una roca atravesó el muro y escupió escombros hacia dentro. Rhylaonar se apartó de un salto hacia atrás, aterrizando sobre una mesa que casi partió por su peso. Desenfundó nuevamente a Viento de Oro y la usó a modo de escudo para parar posibles golpes que fueran a darle en la cara. De aquello sacó varios rasguños y abolladuras en la armadura que luego tendría que arreglar.
Su breve momento de impresión se vio interrumpido por unos disparos hacia él. Nuevamente algunos atravesaron su armadura, otros no. Pero Rhylaonar estaba tremendamente cansado. -¡DEJA DE DAR POR CULO!- Chilló. Saltó como un toro bravo sobre él, aterrizando con sus más de cien kg encima del maltrecho cuerpo del soldado. Le clavó la espada en el brazo del arma. Se agachó sobre él y se limitó a meter ambas manos en la herida, con intención de abrirlo ahí mismo por la mitad. Y yo hacía todo lo posible por drenar las energías del humano, con intención de limitar su sufrimiento y poder ayudar a Rhylaonar a cerrar las heridas propias, que podían ponerlo en apuro. Pronto no hubo demasiado más que absorber al que ya era un cadáver.
Se levantó con sangre ajena hasta el codo, empapando su armadura. Miró hacia fuera. Un centinela y un idiota gritando con una metralleta. -Joder…- Agarró una vez más a Viento de oro y se dispuso a atacar. -No, Rhylaonar. Es un suicido. Ocúpate de la gente de dentro. Deben haber heridos bajo los escombros, y…- Siempre solía repetirle la misma canción sobre ayudar al resto y matar menos… Pero aquella vez fue diferente. Quedó allí, de pie, observando la sangre bajo los escombros, gente intentando huir. Alguno atrapado.
Cerró los ojos y meditó. Al abrirlos parecía haberse calmado un poco. Sin mediar palabra se dispuso a ayudar, en un acto de simple altruismo. Subió a las escaleras y sin mucho respeto abrió las puertas de una patada y los mandó a salir. Ante todo eso guardé silencio y él respondió de misma manera. Solo cuando hubo acabado buscó con la mirada al drow que acababa de conocer, pensando en que al menos se ahorrarían pagar la cuenta.
Robot Centinela
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Un soldado se unió repentinamente al centinela y se encargó de disparar por él, la pólvora pronto impuso su olor una vez más en aquella noche. Mientras tanto, el edificio de la Posada de los Muertos había quedado dañado por el ataque del viejo. El cual no había manifestado más señales de vida. Era probable que si se entretenían a dar caza a los otros dos, no consiguieran sacarlo de allí con vida.
El otro soldado se había encargado de subirlo al jeep. Pero en lugar de transportarlo había considerado más oportuno liarse a tiros con los dos que huían. El centinela, de haber tenido sentimientos, habría suspirado largamente y habría hecho un largo facepalm. -Es precisa la asistencia de Soldado Naranja para el correcto transporte del prisionero- Soltó la máquina, con su mecánica voz.
Desde luego perseguirlos podría haber sido sencillo. Pero más valía pájaro en mano que ciento volando. Necesitaría a un soldado para acabar de transportar al viejo a donde hiciera falta, porque debido a su colosal tamaño no podía entrar en recintos. Sin mediar más palabras agarró al jeep, con soldado, torreta y rehén incluidos, y se marchó de allí muy desapasionado.
Había sido una noche larga y no había dejado a nadie una sensación de victoria: Dos muertes para la Alianza y un secuestro (y como no se den prisa un muetto también) para el otro bando. Más les valia que aquel anciano pudiera servir de algo para futuras investigaciones.
El otro soldado se había encargado de subirlo al jeep. Pero en lugar de transportarlo había considerado más oportuno liarse a tiros con los dos que huían. El centinela, de haber tenido sentimientos, habría suspirado largamente y habría hecho un largo facepalm. -Es precisa la asistencia de Soldado Naranja para el correcto transporte del prisionero- Soltó la máquina, con su mecánica voz.
Desde luego perseguirlos podría haber sido sencillo. Pero más valía pájaro en mano que ciento volando. Necesitaría a un soldado para acabar de transportar al viejo a donde hiciera falta, porque debido a su colosal tamaño no podía entrar en recintos. Sin mediar más palabras agarró al jeep, con soldado, torreta y rehén incluidos, y se marchó de allí muy desapasionado.
Había sido una noche larga y no había dejado a nadie una sensación de victoria: Dos muertes para la Alianza y un secuestro (y como no se den prisa un muetto también) para el otro bando. Más les valia que aquel anciano pudiera servir de algo para futuras investigaciones.
Le devolví una mirada insegura cuando trató de decirme que no iba a hacerlo. Pero asentí muy lentamente y me conformé. Recuperar la daga iba a resultar algo… Complicado. De hecho, pasó a un lugar muy secundario dadas las circunstancias. El soldado quedó estampado contra la pared. Lo contemplé con muchísimo miedo. Seguía importándome el asunto de la vida y la muerte.
"Vamos a por el Baenre". La frase era extraña de por si. No dejaba de pensar en los orígenes de aquel ya anciano drow, el valor de ese apellido: Era, desde luego, una de las familias más poderosas y más dignas de temer dentro de nuestra sociedad. Y ahora nosotros estábamos... implicados en lo que pudiera pasarle... Y nos acababa de salvar a ambos la vida, o la libertad. No sabía qué era más importante. -Vamos.- Afirmé. Casi me parecía imposible ligar la idea del borracho, gruñón y a veces incluso entrañable drow con lo que había tenido siempre en mente al oír ese maldito apellido. Si odiaba a mi sociedad, más lo debía hacer con quien la imperaba.
Pero todo se fue al traste. Otro centinela. Lo miré con los ojos muy abiertos. ¿Por qué habían tantas condenadas máquinas aquella noche? ¿De dónde estaban saliendo? La marmota vino corriendo hacia nosotros por orden del anciano. La cogí con el brazo izquierdo y con los ojos muy asustados. -Estaremos bien… pero…- Alcé la mirada para buscar la de Dyos, que estaba concentrado en conducir. Estando de espaldas todo lo que pude ver era sangre. Tantos disparos… -Espera, no… No vamos a…
Siquiera yo, tan idealista, iba a cometer la estupidez de pensar que podíamos huir todos. Vivos. Pero empecé a angustiarme. No era justo. Él no tenía nada que ver con todo eso, nos había ayudado por… Por sencilla compasión. No podíamos abandonarle. Pero ya lo cargaban al jeep, y Dyospiros huyó de allí, porque los disparos no se hicieron de esperar. No dejé de mirar hacia atrás en ningún momento, sin dejar de pensar en todo lo que podían hacerle. No tardaría el centinela en irse, con él, con el otro… Y sabía a donde iban. Y sabía qué le iban a hacer. Y sabía qué e iban a preguntar. Y sabía cuánto podía enloquecer.
-Dyos… A Szyraenk lo… lo…- En aquel momento me sentía como un niño asustado y responsable de todo lo sucedido aquella noche. Cuando dirigí la mirada hacia él una vez más, vi de nuevo las heridas de bala. “Maldita sea”. No íbamos a llegar muy lejos. Poco después de llegar a una zona medianamente oscura le pedí que parara. No nos habían perseguido… ¿No? No lo sabía. Yo me encontraba algo mejor. Acaricié la cabecilla de la marmota levemente. -Ya está bien. Déjame el volante. Has… has hecho demasiado, Dyospiros. Lo siento…
Acabé por substiturle, no sin decirle que intentara hacer algo con las pociones. Yo me quedé el animalillo de Szyraenk en el regazo incluso para conducir. Marchamos de allí en el vehículo. -Agárrate bien.- Algo me decía que si no me daba prisa, no podría siquiera cumplir con aquello. Abandonamos aquel lugar y, poco a poco, la Luna abandonaba el cielo y dejaba paso a una mañana que revelaría los desastrosos sucesos de aquella condenada noche.
"Vamos a por el Baenre". La frase era extraña de por si. No dejaba de pensar en los orígenes de aquel ya anciano drow, el valor de ese apellido: Era, desde luego, una de las familias más poderosas y más dignas de temer dentro de nuestra sociedad. Y ahora nosotros estábamos... implicados en lo que pudiera pasarle... Y nos acababa de salvar a ambos la vida, o la libertad. No sabía qué era más importante. -Vamos.- Afirmé. Casi me parecía imposible ligar la idea del borracho, gruñón y a veces incluso entrañable drow con lo que había tenido siempre en mente al oír ese maldito apellido. Si odiaba a mi sociedad, más lo debía hacer con quien la imperaba.
Pero todo se fue al traste. Otro centinela. Lo miré con los ojos muy abiertos. ¿Por qué habían tantas condenadas máquinas aquella noche? ¿De dónde estaban saliendo? La marmota vino corriendo hacia nosotros por orden del anciano. La cogí con el brazo izquierdo y con los ojos muy asustados. -Estaremos bien… pero…- Alcé la mirada para buscar la de Dyos, que estaba concentrado en conducir. Estando de espaldas todo lo que pude ver era sangre. Tantos disparos… -Espera, no… No vamos a…
Siquiera yo, tan idealista, iba a cometer la estupidez de pensar que podíamos huir todos. Vivos. Pero empecé a angustiarme. No era justo. Él no tenía nada que ver con todo eso, nos había ayudado por… Por sencilla compasión. No podíamos abandonarle. Pero ya lo cargaban al jeep, y Dyospiros huyó de allí, porque los disparos no se hicieron de esperar. No dejé de mirar hacia atrás en ningún momento, sin dejar de pensar en todo lo que podían hacerle. No tardaría el centinela en irse, con él, con el otro… Y sabía a donde iban. Y sabía qué le iban a hacer. Y sabía qué e iban a preguntar. Y sabía cuánto podía enloquecer.
-Dyos… A Szyraenk lo… lo…- En aquel momento me sentía como un niño asustado y responsable de todo lo sucedido aquella noche. Cuando dirigí la mirada hacia él una vez más, vi de nuevo las heridas de bala. “Maldita sea”. No íbamos a llegar muy lejos. Poco después de llegar a una zona medianamente oscura le pedí que parara. No nos habían perseguido… ¿No? No lo sabía. Yo me encontraba algo mejor. Acaricié la cabecilla de la marmota levemente. -Ya está bien. Déjame el volante. Has… has hecho demasiado, Dyospiros. Lo siento…
Acabé por substiturle, no sin decirle que intentara hacer algo con las pociones. Yo me quedé el animalillo de Szyraenk en el regazo incluso para conducir. Marchamos de allí en el vehículo. -Agárrate bien.- Algo me decía que si no me daba prisa, no podría siquiera cumplir con aquello. Abandonamos aquel lugar y, poco a poco, la Luna abandonaba el cielo y dejaba paso a una mañana que revelaría los desastrosos sucesos de aquella condenada noche.
Ra'aksa Kihrstee
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Ra'Aksa jugueteaba con la jarra de vino entre sus manos mientras masticaba un bocado de aquella cena. Quedaba algo menos de la mitad, pero la botella lucía prácticamente llena, y que lo quemasen vivo si no estaba dispuesto a bebérsela entera. Después de estos días de viaje se merecía una buena cogorza y se la iba a pillar costase lo que costase. De hecho, tan absorto estaba en sus pensamientos sobre borracheras que apenas prestó atención a las palabras de Rhylaonar. Al menos, hasta que mencionó el asco que le profesaba a Karma. Sintió a la araña estremeciéndose ante su afirmación.
—¿Tu crées? A mi me parecen unos animalillos de los más adorables. Son hermosas... A su manera— El jóven Drow hizo un movimiento de brazo que pronto la araña entendió cómo una señal para que saliese a saludar. Y así lo hizo, correteando a través de las mangas de Ra'Aksa hasta llegar a la mesa, para ser acariciada con cariño por su dueño —En Hah Allanar usamos a unas mucho más grandes cómo montura. Es la forma más cómoda de subir los barrancos. Y la más segura de bajarlos.— Se tomó un momento para reir, cómo si hubiese contado un chiste que sólo le había hecho gracia a él —Aún recuerdo la primera vez que monté una de ellas y cómo me hizo volar. Giró su gran cabeza mirándome con uno de sus múltiples ojos, fijamente, sin pestañear. Creo que estaba confirmando con su mediocre vista lo que su abdomen no acertaba a transmitir, que había alguien encima. Quizá mi escaso peso era un chiste para ella, pero no pude sentarme durante una semana por la caída. Ella rió la última.
—...En Sshamath nos las comemos. Fritas. O las aplastamos. Guardan demasiado resentimientos a esas… cosas— Su mueca de desagrado solo logró acrecentar la sonrisa de Kihrstee, que fue rematada por una carcaja
—Es bueno saberlo. Tendré cuidado con no dejarte sólo con Karma en una cocina— Su actitud, bromista en todo momento, no buscaba otra cosa que ver hasta donde llegaba el aguante de su compañero de mesa —De todas formas no se si quiero probar la carne de araña. Por mucho que aprecie Sshamath, no se si sería muy entusiasta de la gastronomía local
Aprovechó ese momento para dirigir una mirada a la araña, que descansaba algo tensa en la mesa, y guiñarle un ojo. La verdad es que desconocía si Karma podía entenderle, pero siempre había tenido cierta complicidad con ella.
—¿No es un lugar encantador? Tenemos un turismo la mar de agradable. Aunque no recomiendo que los señoritos remilgados se mezclen con la baja alcurnia, mucho más organizada gracias a nuestro querido Vhaeraun.— Rhylaonar soltó una risotada, y Ra'aksa le respondió con otra. No había entendido la broma, pero no hacía falta. A decir verdad, el elfo oscuro se reía por todo. —La primera vez que le pegué a alguien fue a un turista, un niñato muy arreglado, de mi edad, que se metió de pleno en un burdel y tuvo el descaro de vacilarme. Fue al dentista de gratis. Son tierras salvajes.— Ra'aksa rió de forma seca y pesada tras la anécdota. A decir verdad no debería. Él mismo podría haber sido aquel infeliz si no hubiese sido porque siempre estuvo con Kalanrak durante su estancia en Sshamath
Se preguntó si Kalanrak podría contra el tal Rhylaonar en una pelea.
—Pues a decir verdad no tuve ningún problema allí..— Sonrió, mientras seguía revisando los anuncios del corcho. No, definitivamente aquí no había nada. Se tomó un momento para escuchar las explicaciones de Rhylaonar sobre cómo las cosas cambiaban en el exterior con respecto a sus subterraneos natales.
—La cosa es que las cosas aquí se hacen aún más a escondidas. A veces tienes que buscar los trabajos por ti mismo. Tienen un juego muy ridículo de morales, y prefieren hacer tantas cosas como sean posibles por cubrirse. A veces tanto que no te enterarás que alguno compra pellejo de elfo hasta que se lo preguntas.— Asintió con entusiasmo. La verdad es que más le valía aprender cómo funcionaban allí las cosas, o iba a tener problemas a la larga. No obstante, para nada se esperaba que, su próxima pregunta, fuese a encender la mecha que hizo a Rhylaonar comenzar a hablar, de una forma que mezclaba a la vez una imprevista pasión por lo que decía y cierto grado de desasosiego.
—Mucho me temo que nosotros no tenemos demasiadas opciones.— Su voz era armoniosa, suave. Tanto cómo para casi invitar a la gente a oirla, a pesar de hablar en voz baja. Probablemente hubiese atraído la atención de algún humano de no ser por la cortina acústica que formaba el jolgorio de la taberna. Indudablemente nadie a más de un par de pasos nos escucharía —Es un poco… Complejo de explicar. Digamos que los humanos llevan inmersos en una guerra desde hace tres décadas. Lo que para nosotros es un instante, para ellos, es la mitad de su vida.— Sorprendente. En sus libros había leído más de una vez que la esperanza de vida humana era muchísimo menor que la de los Drow, y lo había tenido en cuenta al momento de emerger a la superficie. Pero... ¿Tanto? Él era un Drow jóven, y llevaba vivo desde muchísimo antes de que aquella guerra diese comienzo. —La mayoría de negocios se han disuelto. La gente vive como puede y de lo que puede. Ricos y pobres han sufrido un destino muy similar y la mayoría ahora vagabundean por las calles. Hay quien hace su fortuna, aunque las monedas que manejan suelen haber sido impregnadas de sangre en muchas ocasiones.
A decir verdad no era algo que fuese a atormentarle demasiado. Él era un Drow. Sólo por la cultura que le había sido inculcada sería ya tachado cómo un alma maligna por la gran mayoría de los humanos de aquella taberna. Probablemente sólo por aquellos con más vergüenza que él, y viendo el panorama, la verdad es que aquello no incluía a muchos. En aquel bareto de las afueras se juntaba toda clase de chusma capaces de hacer palidecer a cualquier despiadada sacerdotisa de Lloth.
—¿Las ves? Cada una de ellas tiene varias historias a contar.— A decir verdad, Ra’aksa no se había percatado de que su interlocutor había soltado sobre la mesa una bolsa de monedas, abriéndola y mostrando su contenido. Por ello, esta frase sirvió cómo toque de atención para que el Drow prestase atención. Se asomó un momento al interior de la bolsa. Una gran variedad de monedas brillaban en su interior. No era una bolsa tan abultada cómo la suya propia, pero las suyas eran todas monedas Drow, acuñadas en Hah Allanar.
—El brillo de los metales preciosos es encantador..— Añadió con una sonrisa, casi con un murmullo. Dudaba bastante de que Rhylaonar lo hubiese escuchado
—Por lo tanto, ¿Qué nos toca a nosotros? Nos contratarán todos los que tengan cuentas pendientes. Algunos los verás ahí, en el cartel. A otros tendrás que ir a buscarlos. En esta guerra hay bandos, a cada cual más empobrecido. La Alianza mantiene buen dinero pero no contratará un ser mágico si no es para tratarlo cual perro. Hay un grupo de… renegados, o algo así, que intentan combatir. Más pobres que las ratas, aunque igual te dan algo de comer. Los hay los extremistas, que esos pagan bien y no suelen indagar demasiado en tus orígenes. Pero nada fijo. Ellos solo quieren un cuchillo que acabe con sus peores enemigos y luego desaparezca de su vista.— El Drow asintió. Lo entendía. Sabía lo que conllevaban los tiempos de guerra. Una oportunidad para unos pocos y un martirio para muchos más. Pero él era listo, y estaba dispuesto a formar parte de una minoría. Aquel forzudo elfo oscuro siempre había formado parte de las clases más bajas, y ahora, en la superficie, la cosa no había cambiado mucho. Pero él sería quién más notase el cambio. A no ser que pudiese hacer algo para evitarlo. —Nosotros vivimos acostumbrados a estos entornos, pero no es su caso. ¿Decías que venías de una Villa de tu propia casa?— Ra'aksa esgrimió una sonrisa. Aquel tipo parecía que le leía la mente. —Mucho me temo que aquí alcanzar fortunas como las que tuvieras te será muy complicado. Todo eso está prácticamente limitado a humanos y algunos selectos magos. ¿Nosotros? Somos parias. Somos sus herramientas.
Su compañero comenzaba a estar más y más alterado. Pudo ver la mirada de asco que profirió a aquellos que bebían en la barra. Humanos todos. Humanos que se creían por encima que ellos en la cadena evolutiva. Parecía que en cualquier momento fuese a levantarse y cargar contra la barra, y viendo el porte que se gastaba y la pesada armadura que llevaba puesta, dudaba que nadie fuese a sobrevivir a aquello. Sinceramente, agradecía estar sentado allí. Fue a decir algo, alguna palabra tranquilizadora para Rhylaonar, pero vio que el Drow iba a seguir hablando, y se limitó a dar otro mordisco a su bocadillo.
—Estamos condenados a tener que mancharnos mucho las manos por cosas que con suerte nos darán para comer un par de días. Lo único que se me ocurre es jugar a este juego de bandos. Prestarse a unos, luego a los otros, intercambiar información, desvelar los más escabrosos secretos. Créeme. Pagarán buenas fortunas por saber a qué hora va a cagar el jefecillo de uno u otro lado. Y, ¿Lo mejor? La mayoría no esperan que los elfos oscuros se involucren en este embrollo. Nos ven como animalillos salvajes, más que seres realmente inteligentes.— Ra’aksa sonrió. Al parecer no era el único que, cómo una hiena carroñera, había visto el lado bueno de aquello.
Fue entonces cuando se percató de la presencia de alguien a su derecha. Su acto reflejo fue tratar de agarrar a Requiem, pero se dio cuenta a tiempo de que no era más que el camarero de antes. Traía una jarra vacía. De alguna forma había olvidado que había pedido otra jarra que llenar con vino para ofrecerle a su interlocutor. Justo a tiempo, pues acababa de terminarse la suya. Así pues, le dirigió una afilada sonrisa al camarero antes de que este se fuese, aprestando el ritmo. Era bastante obvio que prefería evitar estar con ellos. Que hubiese escuchado algo o no le resultaba indiferente. Dudaba que aquel tipo hablase Drow.
—Gracias.— Se limitó a mascullar en un inglés con una pronunciación bastante mejorable.
La verdad es que hubiese preferido hacer un chascarrillo o una broma ocurrente, pero la verdad es que el discurso sobre la supremacía humana que acababa de soltarle Rhylaonar le había dejado un sabor de boca más bien amargo. Una amalgama de pensamientos se amontonaban en su cabeza, convergiendo todas en preguntas sobre cómo aquella raza de mierda había conseguido subyugar a los poderosos descendientes de Lloth en aquella guerra estúpida. Aquel sentimiento de contrariedad logró borrar, por unos instantes, de una forma prácticamente imperceptible, la hasta ahora eterna sonrisa de Kihrstee.
—¿Por qué simplemente no..?
Ra’aksa no pudo terminar su frase, la cual había comenzado a hablar de forma quebrada y sin saber muy bien que decir, al ser interrumpido de sopetón por la puerta del bar al abrirse. No le hubiese dado mucha importancia, si no fuese porque desde su posición, en la cual tenía un ángulo perfecto de la puerta del bar, pudo disfrutar de un primer plano de cómo dos Drows entraban en la posada. No podía ser. Los afilados colmillos volvieron a mostrarse en su rostro, cómo un lobo gruñiendo a su presa. Era cási cómo si le hiciese gracia aquella situación, que de cómica tenía más bien poco.
No en balde, podía comprender la presencia de un Drow allí, pero tres ya le parecía demasiada casualidad. A fin de cuentas, su cabeza tenía un buen precio bajo tierra y los suyos le buscaban. ¿Por qué, si no, aquella afluencia de drows en un garito perdido de la mano de Lloth cómo era aquel? La desconfianza se estaba apoderando del escuálido elfo oscuro, y con razón. Incluso Rhylaonar había comenzado ya a parecerle sospechoso, y si bien quizá pudiese plantarle cara al gigantesco Drow, no podría enfrentarse a todos aquellos tipos en inferioridad numérica. No, estaba jodido. Y aquello, por alguna razón, le causaba risa.
—Espera, espera… ¿No son eso drows?.— Su compañero también se había fijado. Y parecía sorprendido, pero la semilla de la desconfianza estaba ya sembrada.
—Lo son, lo son..— Farfulló de manera atropellada y confusa mientras asentía levemente. A decir verdad no sabía que pensar. Un gemido agotado escapó de entre sus labios camuflado cómo una risotada.
Aquellos dos eran muy sospechosos. Aquello quizá tranquilizó levemente a Ra'aksa, pues parecían contrabandistas más que soldados drow. Aunque, probablemente, fue el agotamiento lo que permitió al drow tomarse un momento para respirar tranquilo. Miró a los recién llegados de arriba a abajo. Si bien no parecían buscarlo a él, tampoco parecían de demasiado buen humor. Pudo ver la cara de mal humor de uno de ellos al momento de entrar en la taberna y cruzar miradas con sus ojos carmesí.
—Dame un momento, Ra’aksa.— Dijo Rhylaonar mientras se levantaba de forma pesada, haciendo chirriar su armadura —Creo que estoy viendo una oportunidad de oro aquí. Un elfo oscuro poco hace. Dos igual más. Pero un buen grupo dejará hasta el capi de los de la Alianza con el rabo entre las piernas.
Ra’aksa respiró tranquilo.
Llevaba desde que entraron aquellos dos en el local atormentado por cierto desasosiego. Quería saber quienes eran aquellos tipos, pues era muy poco prudente tener Drows cerca sin tenerlos bien controlados. Pero no sería él quién se acercase a preguntar amablemente si les habían pagado por su cabeza, porque en caso de ser así sería un maldito suicidio. Un acercamiento por parte de Rhylaonar, si bien no le alejaba de todas sus dudas, le tranquilizaba levemente. Aquella fue la primera vez en la que Ra'aksa se alegró de aquel ansia de poder que albergaba ese Drow.
—Te espero aquí— Escupió simplemente.
Ra'aksa se limitó a observar desde su silla cómo el caballeresco Drow se levantaba y se acercaba a los otros dos, que ya se habían acercado a la barra. Y al no sentirse observado se permitió suspirar de forma pesada y sonora. Toda aquello estaba desembocando en una espiral de estrés de la que no iba a salir hasta que se tirase en una buena cama o se cagase en los muertos de alguien a toda voz. Mientras tanto, se conformaría con beber más vino. Y viendo que Rhylaonar se había levantado, decidió que era buen momento para seguir con la botella que había dejado a medias.
—¡Vengo de la gloriosa Sshamath!— La voz atronadora de Rhylaonar se alzó entonces entre el corrillo general de la taberma. Tal fue el sobresalto que sobrevino a Ra'aksa que, mientras trataba de llenar la jarra, las manos le temblaron y la botella se le escurrió de estas, cayendo al suelo y rompiéndose en el proceso. —En fin… Me parece que no estamos muy por colaborar, ¿No? ¿Ves ese panel? ¿Ves esos anuncios? Como te vea quitarme algo te reviento. Esta es mi posada, y el de estos desgraciados, es mi dinero. O se coopera o se va uno a la mierda.
Ra'Aksa lo maldijo todo. Maldijo a Rhylaonar por ponerse a gritar de aquella forma tan estúpida, se maldijo a si mismo por su torpeza, maldijo a aquellos estúpidos humanos prepotentes que lo miraban por encima del hombro por haber roto la botella y, por encima de todo, maldijo el momento en el que se le ocurrió que era buena idea sentarse en una taberna humana con un pordiosero impertinente sólo por tener la piel oscura.
—Tranquilo, yo aspiro a algo mas que estos encargos cutres, ya pasé por esta fase.— Le respondió el otro, bastante subido. Su tono de voz no era tan alto, pero mostraba un desprecio sorprendente incluso para un Drow. Kirhstee sonrió ante el comentario. —Todo tuyo...hasta que a mi se me antoje lo contrario.
Ra'aksa bufó decepcionado al ver cómo Rhylaonar volvía con él y aquel Drow se largaba escaleras arriba. Nada mejor que una buena tanda de hostias entre dos Drow para pasar el rato.
—Perdona, Raak— Murmuró el drow, cuya voz fue mitigada por el quejido lastimero de la silla al recibir el peso de la armadura. Kihrstee inclinó la cabeza, cómo forma de quitarle importancia tanto a lo que acababa de suceder cómo al hecho de que se hubiese tomado la libertad para acortar su nombre. Ante todo tenía que mantener la clase. —Esperaba no tener que estar cruzándome con otros de los nuestros. Sobran, ¿No te parece? Sobran…
Ra’Aksa asintió, conforme.
—Dan verdadero asco, están humanizados. Actúan cómo humanos de la superficie, mirando al resto por encima del hombro y creyéndose los reyes del universo.— En aquel momento Ra’Aksa se sintió algo hipócrita. Él no era tonto, y podía darse cuenta perfectamente que aquella actitud que criticaba era, precisamente, la que cómo Señor Drow había llevado hasta entonces. Pero las cosas habían cambiado, y la situación requería un cambio de miras. —No voy a hablarte de patriotismos ni a tratar de ensalzar la raza Drow, pero me resulta muy triste ver a los que debería considerar mi gente sometidos ante seres tan inferiores. ¿Por qué mostrar obediencia al humano? No somos perros, sómos Drows. Debemos pensar cómo Drows. Debémos ser tóxicos, retorcidos y hacer gala de la Mentira que la nuestra naturaleza mágica conlleva.— Y es que no hacía falta adorar a Lloth, ni tan siquiera tener la piel oscura y las orejas picudas, para darse cuenta de que esa descripción sobre su raza era tan universal cómo que las arañas son venenosas
—Esa Mentira, con mayúsculas, va más allá. Y es la única forma en la que jamás podremos alzarnos frente al humano. No en el sentido en el que el adúltero le dice a su esposa que siempre le ha sido fiel; no, es más grande que eso, es mentirle al mundo, engañar a la realidad diciéndole a un pútrido cadáver “estás vivo” y que este se mueva. Que el hecho de ser un mago implica una cuarta parte de magia y el resto de mentiras es algo que uno sólo descubre cuando se convierte en aprendiz. La magia existe, por supuesto que sí, pero tan importante como ella es el miedo hacia quien la practica, el misterio que le rodea y la incertidumbre sobre lo que se es capaz de hacer con ella, algo que normalmente se consigue con alguna que otra verdad a medias.— Él era un noble. Y de igual forma en la que un noble atemoriza al pueblo por no saber estos el alcance del poder de los primeros, para alzarse con el poder, los Drows debían usar algo de lo que los humanos adolecían, y por lo tanto, desconocían: La magia.
—Porque, seamos sinceros, si tu enemigo no sabe qué esperar gran parte de la batalla ha sido ganada. Por ejemplo, mucha gente cree saber que podemos crear ilusiones. El hecho de que duden ante la presencia de un mago sobre si lo que sus ojos ven y sus oídos escuchan es real es en sí una victoria mucho mayor que la del poder en bruto del que se puede hacer gala.— Se tomó unos segundos para tomar aire, con la mirada perdida —Quizá sería mucho más sensato seguir con mi camino en lugar de refugiarme entre humanos, arriesgándome a terminar cómo uno de ellos. Probablemente estaría mejor entre Elfos o Enanos, o en la guarida de algún Dragón. Quizá, allí no me arriesgaría a ser tragado por una sociedad repugnante cómo la humana. Quizá, así, no me arriesgaría a acabar cómo esos dos.— Por supuesto, había un pero. En estos casos siempre hay un pero —Pero no lo voy a hacer. Y no porque quiera ayudar a los Drows oprimidos, sino porque soy un mago. Uno tan poderoso cómo oportunista. Y creeme, Rhylaonar de Sshamath, que donde tu ves contratos basura, humanos engrandecidos y pobreza, yo veo una oportunidad de hacernos grandes en la superficie. Más grandes, si cabe, de lo que somos bajo tierra.
Los candentes ojos del heredero de los Kihrstee brillaban con el color de la sangre, clavados en su interlocutor. Su mirada buscaba una respuesta no en las palabras de Rhylaonar, sino en sus grandes ojos carmesí. No obstante, no tuvo tiempo de recibir una respuesta, pues pronto la relativa paz del bar volvió a romperse con una patada en la puerta que hizo que ámbos se girasen cual resortes a mirar. Dos soldados armados entraron, apuntándoles, cómo no, a ellos.
Aunque bueno, al menos no eran Drows.
—¡Esto es una redada! Mantenganse en sus asientos y nadie resultará herido!— Podía ver con total claridad una de las armas encañonándole directamente. La miró con perspicacia, unos segundos. No podía reconocerla, no había visto un arma así en su vida. Aunque el diseño le resultó cuanto menos, curioso. —Solicito escaneo.
No hacía falta ser un lince para darse cuenta de que alguna máquina los estaba escaneando, a ellos justamente. Pudo darse cuenta entonces de cómo Rhylaonar había llevado su mano derecha al mango de su mandoble, preparado para lanzarse a la batalla si fuese necesario. Cómo pudo, alargó su brazo izquierdo y se permitió asir el escudo que descansaba apoyado a la mesa. Esperaba no tener que combatir, no obstante. No sabía cómo enfrentar aquel tipo de armamento, y tal y cómo había expuesto previamente, si no sabes a que te enfrentas estás en clara desventaja.
—Vosotros! Habeis visto a alguno al segundo capitan de la Alianza? Un elfo oscuro? Sabemos que está aqui!— Los segundos que tardó en intentar hacerse al rápido inglés del soldado le hicieron parecer en babia, todo ello mientras en su mente traducía al Drow lo que aquel hombre acababa de decirles. Afortunadamente, no hizo falta que hablase, pues Rhylaonar, más acostumbrado al idioma, se apresuró a responder.
—¿Segundo capitán? Podría saber donde está. Los elfos oscuros somos un poco mafias, así que…— La tensión en el ambiente podía cortarse con un cuchillo. —¿Qué nos daríais a cambio? Imagino que nada. Disparos y gritos. Será tan sencillo como desaparecer de aquí y ya, en caso que os pongáis histéricos. ¿Sería una pena perder una fuente de información? Considéralo, cielo. A los de la posada los soldados les importáis una mierda y no es que tengan demasiadas ganas de ayudar con vuestros crímenes, no sin dinero de por medio.
A Ra'aksa le gustaba aquel Drow. Era un tío muy locuaz y al parecer trataba de hacer negocio de todo. Se preguntaba entonces, por qué seguía sumido en la inmundicia. Podía suponer, que, pese a su fuerza bruta y su vista para los negocios, no debía ser un tipo muy inteligente. Carencia que él suplía con creces, por cierto.
—De aquí no sale nadie hasta que aparezca Ailanthus, y a ser posible la cabo Wolf. No hemos venido a negociar. Unidad Centinela, levanta medidas de anti-desaparicion. Elimina a cualquiera que se salga del perímetro de seguridad, ahí sea un ratón. Realiza un escáner térmico edificio, plantas superiores incluidas, quiero un informe exacto de cuantas criaturas hay aquí, y cuántas de ellas son seres mágicos.
La verdad es que aquello no le gustaba. No le gustaba sentirse escaneado, no le gustaba que pudiesen conocer su naturaleza. Y no le gustaba no saber cómo reaccionar. Había estudiado la tecnología humana en alguna ocasión, pero no sabía cómo responder ante ella. No sabía el alcance que esta podía llegar a tener, y cómo podía reaccionar ante lo que pudiese pasar. Y aun con el escudo en alto y su mano asiendo el mangual con tanta fuerza que parecía que iba a hacerse daño, tenía miedo. Miedo a lo desconocido, miedo a lo humano. Un miedo que ni sus palabras ni sus gestos mostraban. Él estaba ahí, de pie, impasible y sonriente. Pero por dentro lo único que hacía era repetirse a si mismo lo pésima idea que había sido emerger a la superficie.
—Hey Rhy… ¿Qué hacemos?— Masculló en Drow. Su tono era atropellado y confuso. Esperaba que su acorazado compañero tuviese más clara la situación.
—Buscamos al Capitan de la Alianza Ailanthus y a la Cabo Morgana Wolf. No me hagais repetirlo mas.— Se impuso el soldado, cuya atronadora voz impidió a Rhylaonar responderle. Su tono era imperativo y autoritario. Y a Ra’aksa no le gustaba que le diesen órdenes —Alfa, controla la zona de abajo con ayuda del centinela. Voy a inspeccionar arriba. ¡Que nadie se mueva!
El soldado se perdió escaleras arriba, y los segundos se hacían horas mientras todo pasaba. Y entonces, cómo si todo fuese una broma pesada del tiempo, todo lo que hasta ahora había avanzado de forma lenta comenzó a hacerlo rápido, caótico y a tropicones. Disparos, tiroteos, carreras, gritos. Ra'aksa no entendía absolutamente nada, y se limitó a quedarse quieto, escudo en alto, en posición defensiva. QUería formar parte de aquella batalla campal que, de golpe y porrazo, se había desencadenado en la taberna. Pero estaba demasiado lento y espeso cómo para entender tan siquiera lo que pasaba, demasiado nervioso para determinar a por quién lanzarse. Sólo cuando Rhylaonar decidió embestir contra el Soldado que los vigilaba decidió que era una buena idea moverse levemente hacia él. Y aún con todo, no terminó de abandonar su posición defensiva.
Su inglés era bueno, y probablemente conociese más vocabulario que la gran parte de los nativos que en aquella taberna se encontraba. Pero la falta de práctica le causaba problemas a la hora de entender una conversación fluida, cómo era la que estaban manteniendo Drow y soldado. Pero lo que sí pudo entender fue la palabra Refuerzos, y no le fue muy difícil atar cabos. La cosa allí iba a ponerse complicada, y no le gustaba un pelo.
—Te cubro, grandullón— La verdad es que no era consciente de hasta que punto eso era un alivio para Rhylaonar. A fin de cuentas, Ra’aksa estaba tenso, nervioso y no sabía cómo actuar en ese tipo de situaciones.
Pero al menos tenía un escudo.
Rhylaonar era muy impulsivo. Consiguió cerrar el combate sin demasiado problemas y empotrar a su enemigo contra la pared. Era un estilo de combate tosco y bruto, aunque efectivo. No le disgustaba. Se limitó a observar el combate, mientras mantenía la mirada fija en la puerta, esperando para interceptar cualquier tipo de refuerzos que pudiese llegar.
Lo que no pudo interceptar, no obstante, fue la roca que, cómo lanzada por una enorme catapulta, golpeó la pared; Derribándolo a él en el proceso. Pudo evitar morir por el impacto gracias a su escudo. Pero Ra'aksa era cómo una torre, y al recibir el golpe fue inevitablemente derribado por esta, cayendo con fuerza al suelo. Pudo mantener su escudo en el brazo gracias al agarre de este, no tuvo Requiem la misma suerte, que voló unos metros hasta golpear una viga de madera con todo su cuerpo de pesado metal Drow y reduciéndola a astillas.
No había aportado a la pelea, pero sin quererlo puso su granito de arena en la destrucción de aquella posada.
Se arrastró con cuidado. Su pierna había quedado sepultada debajo de un pedazo de pared. Podía moverla, por lo que no estaba rota, pero era doloroso. Con cuidado intentó hacer palanca con el enorme escudo de metal para apartar los escombros. Nada, pesaban demasiado. Miró a su alrededor. Veía a Requiem brillando con luz propia, pero estaba demasiado lejos cómo para poder alcanzarlo. Y en cualquier caso, dudaba bastante que pudiese usarlo para liberarse. Entonces... ¿Cómo?
Su solución apareció cómo un colosal Drow embutido en su pesada armadura de acero. Parecía buscarlo precisamente ahí, fue ahí cuando Ra'aksa agradeció haber conocido aquella noche a Rhylaonar. Conforme, se limitó a esperar a ser liberado y a sonreir de nuevo. Una sonrisa diluida, desgastada. Era todo lo que sus mermadas fuerzas le permitían hacer.
Y comenzaba a parecerle demasiado.
—¿Tu crées? A mi me parecen unos animalillos de los más adorables. Son hermosas... A su manera— El jóven Drow hizo un movimiento de brazo que pronto la araña entendió cómo una señal para que saliese a saludar. Y así lo hizo, correteando a través de las mangas de Ra'Aksa hasta llegar a la mesa, para ser acariciada con cariño por su dueño —En Hah Allanar usamos a unas mucho más grandes cómo montura. Es la forma más cómoda de subir los barrancos. Y la más segura de bajarlos.— Se tomó un momento para reir, cómo si hubiese contado un chiste que sólo le había hecho gracia a él —Aún recuerdo la primera vez que monté una de ellas y cómo me hizo volar. Giró su gran cabeza mirándome con uno de sus múltiples ojos, fijamente, sin pestañear. Creo que estaba confirmando con su mediocre vista lo que su abdomen no acertaba a transmitir, que había alguien encima. Quizá mi escaso peso era un chiste para ella, pero no pude sentarme durante una semana por la caída. Ella rió la última.
—...En Sshamath nos las comemos. Fritas. O las aplastamos. Guardan demasiado resentimientos a esas… cosas— Su mueca de desagrado solo logró acrecentar la sonrisa de Kihrstee, que fue rematada por una carcaja
—Es bueno saberlo. Tendré cuidado con no dejarte sólo con Karma en una cocina— Su actitud, bromista en todo momento, no buscaba otra cosa que ver hasta donde llegaba el aguante de su compañero de mesa —De todas formas no se si quiero probar la carne de araña. Por mucho que aprecie Sshamath, no se si sería muy entusiasta de la gastronomía local
Aprovechó ese momento para dirigir una mirada a la araña, que descansaba algo tensa en la mesa, y guiñarle un ojo. La verdad es que desconocía si Karma podía entenderle, pero siempre había tenido cierta complicidad con ella.
—¿No es un lugar encantador? Tenemos un turismo la mar de agradable. Aunque no recomiendo que los señoritos remilgados se mezclen con la baja alcurnia, mucho más organizada gracias a nuestro querido Vhaeraun.— Rhylaonar soltó una risotada, y Ra'aksa le respondió con otra. No había entendido la broma, pero no hacía falta. A decir verdad, el elfo oscuro se reía por todo. —La primera vez que le pegué a alguien fue a un turista, un niñato muy arreglado, de mi edad, que se metió de pleno en un burdel y tuvo el descaro de vacilarme. Fue al dentista de gratis. Son tierras salvajes.— Ra'aksa rió de forma seca y pesada tras la anécdota. A decir verdad no debería. Él mismo podría haber sido aquel infeliz si no hubiese sido porque siempre estuvo con Kalanrak durante su estancia en Sshamath
Se preguntó si Kalanrak podría contra el tal Rhylaonar en una pelea.
—Pues a decir verdad no tuve ningún problema allí..— Sonrió, mientras seguía revisando los anuncios del corcho. No, definitivamente aquí no había nada. Se tomó un momento para escuchar las explicaciones de Rhylaonar sobre cómo las cosas cambiaban en el exterior con respecto a sus subterraneos natales.
—La cosa es que las cosas aquí se hacen aún más a escondidas. A veces tienes que buscar los trabajos por ti mismo. Tienen un juego muy ridículo de morales, y prefieren hacer tantas cosas como sean posibles por cubrirse. A veces tanto que no te enterarás que alguno compra pellejo de elfo hasta que se lo preguntas.— Asintió con entusiasmo. La verdad es que más le valía aprender cómo funcionaban allí las cosas, o iba a tener problemas a la larga. No obstante, para nada se esperaba que, su próxima pregunta, fuese a encender la mecha que hizo a Rhylaonar comenzar a hablar, de una forma que mezclaba a la vez una imprevista pasión por lo que decía y cierto grado de desasosiego.
—Mucho me temo que nosotros no tenemos demasiadas opciones.— Su voz era armoniosa, suave. Tanto cómo para casi invitar a la gente a oirla, a pesar de hablar en voz baja. Probablemente hubiese atraído la atención de algún humano de no ser por la cortina acústica que formaba el jolgorio de la taberna. Indudablemente nadie a más de un par de pasos nos escucharía —Es un poco… Complejo de explicar. Digamos que los humanos llevan inmersos en una guerra desde hace tres décadas. Lo que para nosotros es un instante, para ellos, es la mitad de su vida.— Sorprendente. En sus libros había leído más de una vez que la esperanza de vida humana era muchísimo menor que la de los Drow, y lo había tenido en cuenta al momento de emerger a la superficie. Pero... ¿Tanto? Él era un Drow jóven, y llevaba vivo desde muchísimo antes de que aquella guerra diese comienzo. —La mayoría de negocios se han disuelto. La gente vive como puede y de lo que puede. Ricos y pobres han sufrido un destino muy similar y la mayoría ahora vagabundean por las calles. Hay quien hace su fortuna, aunque las monedas que manejan suelen haber sido impregnadas de sangre en muchas ocasiones.
A decir verdad no era algo que fuese a atormentarle demasiado. Él era un Drow. Sólo por la cultura que le había sido inculcada sería ya tachado cómo un alma maligna por la gran mayoría de los humanos de aquella taberna. Probablemente sólo por aquellos con más vergüenza que él, y viendo el panorama, la verdad es que aquello no incluía a muchos. En aquel bareto de las afueras se juntaba toda clase de chusma capaces de hacer palidecer a cualquier despiadada sacerdotisa de Lloth.
—¿Las ves? Cada una de ellas tiene varias historias a contar.— A decir verdad, Ra’aksa no se había percatado de que su interlocutor había soltado sobre la mesa una bolsa de monedas, abriéndola y mostrando su contenido. Por ello, esta frase sirvió cómo toque de atención para que el Drow prestase atención. Se asomó un momento al interior de la bolsa. Una gran variedad de monedas brillaban en su interior. No era una bolsa tan abultada cómo la suya propia, pero las suyas eran todas monedas Drow, acuñadas en Hah Allanar.
—El brillo de los metales preciosos es encantador..— Añadió con una sonrisa, casi con un murmullo. Dudaba bastante de que Rhylaonar lo hubiese escuchado
—Por lo tanto, ¿Qué nos toca a nosotros? Nos contratarán todos los que tengan cuentas pendientes. Algunos los verás ahí, en el cartel. A otros tendrás que ir a buscarlos. En esta guerra hay bandos, a cada cual más empobrecido. La Alianza mantiene buen dinero pero no contratará un ser mágico si no es para tratarlo cual perro. Hay un grupo de… renegados, o algo así, que intentan combatir. Más pobres que las ratas, aunque igual te dan algo de comer. Los hay los extremistas, que esos pagan bien y no suelen indagar demasiado en tus orígenes. Pero nada fijo. Ellos solo quieren un cuchillo que acabe con sus peores enemigos y luego desaparezca de su vista.— El Drow asintió. Lo entendía. Sabía lo que conllevaban los tiempos de guerra. Una oportunidad para unos pocos y un martirio para muchos más. Pero él era listo, y estaba dispuesto a formar parte de una minoría. Aquel forzudo elfo oscuro siempre había formado parte de las clases más bajas, y ahora, en la superficie, la cosa no había cambiado mucho. Pero él sería quién más notase el cambio. A no ser que pudiese hacer algo para evitarlo. —Nosotros vivimos acostumbrados a estos entornos, pero no es su caso. ¿Decías que venías de una Villa de tu propia casa?— Ra'aksa esgrimió una sonrisa. Aquel tipo parecía que le leía la mente. —Mucho me temo que aquí alcanzar fortunas como las que tuvieras te será muy complicado. Todo eso está prácticamente limitado a humanos y algunos selectos magos. ¿Nosotros? Somos parias. Somos sus herramientas.
Su compañero comenzaba a estar más y más alterado. Pudo ver la mirada de asco que profirió a aquellos que bebían en la barra. Humanos todos. Humanos que se creían por encima que ellos en la cadena evolutiva. Parecía que en cualquier momento fuese a levantarse y cargar contra la barra, y viendo el porte que se gastaba y la pesada armadura que llevaba puesta, dudaba que nadie fuese a sobrevivir a aquello. Sinceramente, agradecía estar sentado allí. Fue a decir algo, alguna palabra tranquilizadora para Rhylaonar, pero vio que el Drow iba a seguir hablando, y se limitó a dar otro mordisco a su bocadillo.
—Estamos condenados a tener que mancharnos mucho las manos por cosas que con suerte nos darán para comer un par de días. Lo único que se me ocurre es jugar a este juego de bandos. Prestarse a unos, luego a los otros, intercambiar información, desvelar los más escabrosos secretos. Créeme. Pagarán buenas fortunas por saber a qué hora va a cagar el jefecillo de uno u otro lado. Y, ¿Lo mejor? La mayoría no esperan que los elfos oscuros se involucren en este embrollo. Nos ven como animalillos salvajes, más que seres realmente inteligentes.— Ra’aksa sonrió. Al parecer no era el único que, cómo una hiena carroñera, había visto el lado bueno de aquello.
Fue entonces cuando se percató de la presencia de alguien a su derecha. Su acto reflejo fue tratar de agarrar a Requiem, pero se dio cuenta a tiempo de que no era más que el camarero de antes. Traía una jarra vacía. De alguna forma había olvidado que había pedido otra jarra que llenar con vino para ofrecerle a su interlocutor. Justo a tiempo, pues acababa de terminarse la suya. Así pues, le dirigió una afilada sonrisa al camarero antes de que este se fuese, aprestando el ritmo. Era bastante obvio que prefería evitar estar con ellos. Que hubiese escuchado algo o no le resultaba indiferente. Dudaba que aquel tipo hablase Drow.
—Gracias.— Se limitó a mascullar en un inglés con una pronunciación bastante mejorable.
La verdad es que hubiese preferido hacer un chascarrillo o una broma ocurrente, pero la verdad es que el discurso sobre la supremacía humana que acababa de soltarle Rhylaonar le había dejado un sabor de boca más bien amargo. Una amalgama de pensamientos se amontonaban en su cabeza, convergiendo todas en preguntas sobre cómo aquella raza de mierda había conseguido subyugar a los poderosos descendientes de Lloth en aquella guerra estúpida. Aquel sentimiento de contrariedad logró borrar, por unos instantes, de una forma prácticamente imperceptible, la hasta ahora eterna sonrisa de Kihrstee.
—¿Por qué simplemente no..?
Ra’aksa no pudo terminar su frase, la cual había comenzado a hablar de forma quebrada y sin saber muy bien que decir, al ser interrumpido de sopetón por la puerta del bar al abrirse. No le hubiese dado mucha importancia, si no fuese porque desde su posición, en la cual tenía un ángulo perfecto de la puerta del bar, pudo disfrutar de un primer plano de cómo dos Drows entraban en la posada. No podía ser. Los afilados colmillos volvieron a mostrarse en su rostro, cómo un lobo gruñiendo a su presa. Era cási cómo si le hiciese gracia aquella situación, que de cómica tenía más bien poco.
No en balde, podía comprender la presencia de un Drow allí, pero tres ya le parecía demasiada casualidad. A fin de cuentas, su cabeza tenía un buen precio bajo tierra y los suyos le buscaban. ¿Por qué, si no, aquella afluencia de drows en un garito perdido de la mano de Lloth cómo era aquel? La desconfianza se estaba apoderando del escuálido elfo oscuro, y con razón. Incluso Rhylaonar había comenzado ya a parecerle sospechoso, y si bien quizá pudiese plantarle cara al gigantesco Drow, no podría enfrentarse a todos aquellos tipos en inferioridad numérica. No, estaba jodido. Y aquello, por alguna razón, le causaba risa.
—Espera, espera… ¿No son eso drows?.— Su compañero también se había fijado. Y parecía sorprendido, pero la semilla de la desconfianza estaba ya sembrada.
—Lo son, lo son..— Farfulló de manera atropellada y confusa mientras asentía levemente. A decir verdad no sabía que pensar. Un gemido agotado escapó de entre sus labios camuflado cómo una risotada.
Aquellos dos eran muy sospechosos. Aquello quizá tranquilizó levemente a Ra'aksa, pues parecían contrabandistas más que soldados drow. Aunque, probablemente, fue el agotamiento lo que permitió al drow tomarse un momento para respirar tranquilo. Miró a los recién llegados de arriba a abajo. Si bien no parecían buscarlo a él, tampoco parecían de demasiado buen humor. Pudo ver la cara de mal humor de uno de ellos al momento de entrar en la taberna y cruzar miradas con sus ojos carmesí.
—Dame un momento, Ra’aksa.— Dijo Rhylaonar mientras se levantaba de forma pesada, haciendo chirriar su armadura —Creo que estoy viendo una oportunidad de oro aquí. Un elfo oscuro poco hace. Dos igual más. Pero un buen grupo dejará hasta el capi de los de la Alianza con el rabo entre las piernas.
Ra’aksa respiró tranquilo.
Llevaba desde que entraron aquellos dos en el local atormentado por cierto desasosiego. Quería saber quienes eran aquellos tipos, pues era muy poco prudente tener Drows cerca sin tenerlos bien controlados. Pero no sería él quién se acercase a preguntar amablemente si les habían pagado por su cabeza, porque en caso de ser así sería un maldito suicidio. Un acercamiento por parte de Rhylaonar, si bien no le alejaba de todas sus dudas, le tranquilizaba levemente. Aquella fue la primera vez en la que Ra'aksa se alegró de aquel ansia de poder que albergaba ese Drow.
—Te espero aquí— Escupió simplemente.
Ra'aksa se limitó a observar desde su silla cómo el caballeresco Drow se levantaba y se acercaba a los otros dos, que ya se habían acercado a la barra. Y al no sentirse observado se permitió suspirar de forma pesada y sonora. Toda aquello estaba desembocando en una espiral de estrés de la que no iba a salir hasta que se tirase en una buena cama o se cagase en los muertos de alguien a toda voz. Mientras tanto, se conformaría con beber más vino. Y viendo que Rhylaonar se había levantado, decidió que era buen momento para seguir con la botella que había dejado a medias.
—¡Vengo de la gloriosa Sshamath!— La voz atronadora de Rhylaonar se alzó entonces entre el corrillo general de la taberma. Tal fue el sobresalto que sobrevino a Ra'aksa que, mientras trataba de llenar la jarra, las manos le temblaron y la botella se le escurrió de estas, cayendo al suelo y rompiéndose en el proceso. —En fin… Me parece que no estamos muy por colaborar, ¿No? ¿Ves ese panel? ¿Ves esos anuncios? Como te vea quitarme algo te reviento. Esta es mi posada, y el de estos desgraciados, es mi dinero. O se coopera o se va uno a la mierda.
Ra'Aksa lo maldijo todo. Maldijo a Rhylaonar por ponerse a gritar de aquella forma tan estúpida, se maldijo a si mismo por su torpeza, maldijo a aquellos estúpidos humanos prepotentes que lo miraban por encima del hombro por haber roto la botella y, por encima de todo, maldijo el momento en el que se le ocurrió que era buena idea sentarse en una taberna humana con un pordiosero impertinente sólo por tener la piel oscura.
—Tranquilo, yo aspiro a algo mas que estos encargos cutres, ya pasé por esta fase.— Le respondió el otro, bastante subido. Su tono de voz no era tan alto, pero mostraba un desprecio sorprendente incluso para un Drow. Kirhstee sonrió ante el comentario. —Todo tuyo...hasta que a mi se me antoje lo contrario.
Ra'aksa bufó decepcionado al ver cómo Rhylaonar volvía con él y aquel Drow se largaba escaleras arriba. Nada mejor que una buena tanda de hostias entre dos Drow para pasar el rato.
—Perdona, Raak— Murmuró el drow, cuya voz fue mitigada por el quejido lastimero de la silla al recibir el peso de la armadura. Kihrstee inclinó la cabeza, cómo forma de quitarle importancia tanto a lo que acababa de suceder cómo al hecho de que se hubiese tomado la libertad para acortar su nombre. Ante todo tenía que mantener la clase. —Esperaba no tener que estar cruzándome con otros de los nuestros. Sobran, ¿No te parece? Sobran…
Ra’Aksa asintió, conforme.
—Dan verdadero asco, están humanizados. Actúan cómo humanos de la superficie, mirando al resto por encima del hombro y creyéndose los reyes del universo.— En aquel momento Ra’Aksa se sintió algo hipócrita. Él no era tonto, y podía darse cuenta perfectamente que aquella actitud que criticaba era, precisamente, la que cómo Señor Drow había llevado hasta entonces. Pero las cosas habían cambiado, y la situación requería un cambio de miras. —No voy a hablarte de patriotismos ni a tratar de ensalzar la raza Drow, pero me resulta muy triste ver a los que debería considerar mi gente sometidos ante seres tan inferiores. ¿Por qué mostrar obediencia al humano? No somos perros, sómos Drows. Debemos pensar cómo Drows. Debémos ser tóxicos, retorcidos y hacer gala de la Mentira que la nuestra naturaleza mágica conlleva.— Y es que no hacía falta adorar a Lloth, ni tan siquiera tener la piel oscura y las orejas picudas, para darse cuenta de que esa descripción sobre su raza era tan universal cómo que las arañas son venenosas
—Esa Mentira, con mayúsculas, va más allá. Y es la única forma en la que jamás podremos alzarnos frente al humano. No en el sentido en el que el adúltero le dice a su esposa que siempre le ha sido fiel; no, es más grande que eso, es mentirle al mundo, engañar a la realidad diciéndole a un pútrido cadáver “estás vivo” y que este se mueva. Que el hecho de ser un mago implica una cuarta parte de magia y el resto de mentiras es algo que uno sólo descubre cuando se convierte en aprendiz. La magia existe, por supuesto que sí, pero tan importante como ella es el miedo hacia quien la practica, el misterio que le rodea y la incertidumbre sobre lo que se es capaz de hacer con ella, algo que normalmente se consigue con alguna que otra verdad a medias.— Él era un noble. Y de igual forma en la que un noble atemoriza al pueblo por no saber estos el alcance del poder de los primeros, para alzarse con el poder, los Drows debían usar algo de lo que los humanos adolecían, y por lo tanto, desconocían: La magia.
—Porque, seamos sinceros, si tu enemigo no sabe qué esperar gran parte de la batalla ha sido ganada. Por ejemplo, mucha gente cree saber que podemos crear ilusiones. El hecho de que duden ante la presencia de un mago sobre si lo que sus ojos ven y sus oídos escuchan es real es en sí una victoria mucho mayor que la del poder en bruto del que se puede hacer gala.— Se tomó unos segundos para tomar aire, con la mirada perdida —Quizá sería mucho más sensato seguir con mi camino en lugar de refugiarme entre humanos, arriesgándome a terminar cómo uno de ellos. Probablemente estaría mejor entre Elfos o Enanos, o en la guarida de algún Dragón. Quizá, allí no me arriesgaría a ser tragado por una sociedad repugnante cómo la humana. Quizá, así, no me arriesgaría a acabar cómo esos dos.— Por supuesto, había un pero. En estos casos siempre hay un pero —Pero no lo voy a hacer. Y no porque quiera ayudar a los Drows oprimidos, sino porque soy un mago. Uno tan poderoso cómo oportunista. Y creeme, Rhylaonar de Sshamath, que donde tu ves contratos basura, humanos engrandecidos y pobreza, yo veo una oportunidad de hacernos grandes en la superficie. Más grandes, si cabe, de lo que somos bajo tierra.
Los candentes ojos del heredero de los Kihrstee brillaban con el color de la sangre, clavados en su interlocutor. Su mirada buscaba una respuesta no en las palabras de Rhylaonar, sino en sus grandes ojos carmesí. No obstante, no tuvo tiempo de recibir una respuesta, pues pronto la relativa paz del bar volvió a romperse con una patada en la puerta que hizo que ámbos se girasen cual resortes a mirar. Dos soldados armados entraron, apuntándoles, cómo no, a ellos.
Aunque bueno, al menos no eran Drows.
—¡Esto es una redada! Mantenganse en sus asientos y nadie resultará herido!— Podía ver con total claridad una de las armas encañonándole directamente. La miró con perspicacia, unos segundos. No podía reconocerla, no había visto un arma así en su vida. Aunque el diseño le resultó cuanto menos, curioso. —Solicito escaneo.
No hacía falta ser un lince para darse cuenta de que alguna máquina los estaba escaneando, a ellos justamente. Pudo darse cuenta entonces de cómo Rhylaonar había llevado su mano derecha al mango de su mandoble, preparado para lanzarse a la batalla si fuese necesario. Cómo pudo, alargó su brazo izquierdo y se permitió asir el escudo que descansaba apoyado a la mesa. Esperaba no tener que combatir, no obstante. No sabía cómo enfrentar aquel tipo de armamento, y tal y cómo había expuesto previamente, si no sabes a que te enfrentas estás en clara desventaja.
—Vosotros! Habeis visto a alguno al segundo capitan de la Alianza? Un elfo oscuro? Sabemos que está aqui!— Los segundos que tardó en intentar hacerse al rápido inglés del soldado le hicieron parecer en babia, todo ello mientras en su mente traducía al Drow lo que aquel hombre acababa de decirles. Afortunadamente, no hizo falta que hablase, pues Rhylaonar, más acostumbrado al idioma, se apresuró a responder.
—¿Segundo capitán? Podría saber donde está. Los elfos oscuros somos un poco mafias, así que…— La tensión en el ambiente podía cortarse con un cuchillo. —¿Qué nos daríais a cambio? Imagino que nada. Disparos y gritos. Será tan sencillo como desaparecer de aquí y ya, en caso que os pongáis histéricos. ¿Sería una pena perder una fuente de información? Considéralo, cielo. A los de la posada los soldados les importáis una mierda y no es que tengan demasiadas ganas de ayudar con vuestros crímenes, no sin dinero de por medio.
A Ra'aksa le gustaba aquel Drow. Era un tío muy locuaz y al parecer trataba de hacer negocio de todo. Se preguntaba entonces, por qué seguía sumido en la inmundicia. Podía suponer, que, pese a su fuerza bruta y su vista para los negocios, no debía ser un tipo muy inteligente. Carencia que él suplía con creces, por cierto.
—De aquí no sale nadie hasta que aparezca Ailanthus, y a ser posible la cabo Wolf. No hemos venido a negociar. Unidad Centinela, levanta medidas de anti-desaparicion. Elimina a cualquiera que se salga del perímetro de seguridad, ahí sea un ratón. Realiza un escáner térmico edificio, plantas superiores incluidas, quiero un informe exacto de cuantas criaturas hay aquí, y cuántas de ellas son seres mágicos.
La verdad es que aquello no le gustaba. No le gustaba sentirse escaneado, no le gustaba que pudiesen conocer su naturaleza. Y no le gustaba no saber cómo reaccionar. Había estudiado la tecnología humana en alguna ocasión, pero no sabía cómo responder ante ella. No sabía el alcance que esta podía llegar a tener, y cómo podía reaccionar ante lo que pudiese pasar. Y aun con el escudo en alto y su mano asiendo el mangual con tanta fuerza que parecía que iba a hacerse daño, tenía miedo. Miedo a lo desconocido, miedo a lo humano. Un miedo que ni sus palabras ni sus gestos mostraban. Él estaba ahí, de pie, impasible y sonriente. Pero por dentro lo único que hacía era repetirse a si mismo lo pésima idea que había sido emerger a la superficie.
—Hey Rhy… ¿Qué hacemos?— Masculló en Drow. Su tono era atropellado y confuso. Esperaba que su acorazado compañero tuviese más clara la situación.
—Buscamos al Capitan de la Alianza Ailanthus y a la Cabo Morgana Wolf. No me hagais repetirlo mas.— Se impuso el soldado, cuya atronadora voz impidió a Rhylaonar responderle. Su tono era imperativo y autoritario. Y a Ra’aksa no le gustaba que le diesen órdenes —Alfa, controla la zona de abajo con ayuda del centinela. Voy a inspeccionar arriba. ¡Que nadie se mueva!
El soldado se perdió escaleras arriba, y los segundos se hacían horas mientras todo pasaba. Y entonces, cómo si todo fuese una broma pesada del tiempo, todo lo que hasta ahora había avanzado de forma lenta comenzó a hacerlo rápido, caótico y a tropicones. Disparos, tiroteos, carreras, gritos. Ra'aksa no entendía absolutamente nada, y se limitó a quedarse quieto, escudo en alto, en posición defensiva. QUería formar parte de aquella batalla campal que, de golpe y porrazo, se había desencadenado en la taberna. Pero estaba demasiado lento y espeso cómo para entender tan siquiera lo que pasaba, demasiado nervioso para determinar a por quién lanzarse. Sólo cuando Rhylaonar decidió embestir contra el Soldado que los vigilaba decidió que era una buena idea moverse levemente hacia él. Y aún con todo, no terminó de abandonar su posición defensiva.
Su inglés era bueno, y probablemente conociese más vocabulario que la gran parte de los nativos que en aquella taberna se encontraba. Pero la falta de práctica le causaba problemas a la hora de entender una conversación fluida, cómo era la que estaban manteniendo Drow y soldado. Pero lo que sí pudo entender fue la palabra Refuerzos, y no le fue muy difícil atar cabos. La cosa allí iba a ponerse complicada, y no le gustaba un pelo.
—Te cubro, grandullón— La verdad es que no era consciente de hasta que punto eso era un alivio para Rhylaonar. A fin de cuentas, Ra’aksa estaba tenso, nervioso y no sabía cómo actuar en ese tipo de situaciones.
Pero al menos tenía un escudo.
Rhylaonar era muy impulsivo. Consiguió cerrar el combate sin demasiado problemas y empotrar a su enemigo contra la pared. Era un estilo de combate tosco y bruto, aunque efectivo. No le disgustaba. Se limitó a observar el combate, mientras mantenía la mirada fija en la puerta, esperando para interceptar cualquier tipo de refuerzos que pudiese llegar.
Lo que no pudo interceptar, no obstante, fue la roca que, cómo lanzada por una enorme catapulta, golpeó la pared; Derribándolo a él en el proceso. Pudo evitar morir por el impacto gracias a su escudo. Pero Ra'aksa era cómo una torre, y al recibir el golpe fue inevitablemente derribado por esta, cayendo con fuerza al suelo. Pudo mantener su escudo en el brazo gracias al agarre de este, no tuvo Requiem la misma suerte, que voló unos metros hasta golpear una viga de madera con todo su cuerpo de pesado metal Drow y reduciéndola a astillas.
No había aportado a la pelea, pero sin quererlo puso su granito de arena en la destrucción de aquella posada.
Se arrastró con cuidado. Su pierna había quedado sepultada debajo de un pedazo de pared. Podía moverla, por lo que no estaba rota, pero era doloroso. Con cuidado intentó hacer palanca con el enorme escudo de metal para apartar los escombros. Nada, pesaban demasiado. Miró a su alrededor. Veía a Requiem brillando con luz propia, pero estaba demasiado lejos cómo para poder alcanzarlo. Y en cualquier caso, dudaba bastante que pudiese usarlo para liberarse. Entonces... ¿Cómo?
Su solución apareció cómo un colosal Drow embutido en su pesada armadura de acero. Parecía buscarlo precisamente ahí, fue ahí cuando Ra'aksa agradeció haber conocido aquella noche a Rhylaonar. Conforme, se limitó a esperar a ser liberado y a sonreir de nuevo. Una sonrisa diluida, desgastada. Era todo lo que sus mermadas fuerzas le permitían hacer.
Y comenzaba a parecerle demasiado.
Arañas. A Rhylaonar. -¿Tu crées? A mi me parecen unos animalillos de los más adorables. Son hermosas... A su manera- Las palabras causaron un efecto extraño en el siempre tan amistoso drow: Este entrecerró los ojos, con un resentimiento no extremadamente serio, pero desde luego tampoco agradable. No era nada racional: ni les tenía miedo, ni les tenía asco. Le habían enseñado que eran seres aborrecibles y los trataba como tal. Eso era todo. Y sin embargo aquella era mansa y se dejaba toquetear. -Como… Como un ratoncillo, casi...- Las palabras le salían aún entrecortadas a Rhylaonar, que no acababa de hacerse a la presencia del arácnido. Aunque que Ra’aksa considerara normal usarlas como montura excedió los intentos de mantener silencio ante tal imponente bestia.
-¿No os da cosa? Tienen pelo y… Y tienen demasiadas… patitas... Eugh. No importa. Nosotros preferíamos los lagartos, mucho más entrañables.- “Y seguros. Y adorables”. Pero a Ra’aksa todo aquello le hacía gracia, cosa que extrañamente no contagiaba al hercúleo drow, que lo observaba como si estuvieran hablando de un tema peliagudo. Y pocas cosas consideraba delicadas, él. La anécdota reafirmó aún más las teorías del drow sobre la crueldad y poca fiabilidad de aquellas aberraciones de ocho patas.
-Aún recuerdo la primera vez que monté una de ellas y cómo me hizo volar. Giró su gran cabeza mirándome con uno de sus múltiples ojos, fijamente, sin pestañear. Creo que estaba confirmando con su mediocre vista lo que su abdomen no acertaba a transmitir, que había alguien encima. Quizá mi escaso peso era un chiste para ella, pero no pude sentarme durante una semana por la caída. Ella rió la última.- Rhylaonar miró la mesa y al animal, negando levemente con la cabeza. -Seres del demonio...- Pensó para si mismo. Le costaría redimir las imágenes de los inocentes arácnidos en su cabeza.
Los comentarios de Ra’aksa sobre las arañas y… La gastronomía le trajeron recuerdos del pasado. Sonrió levemente, más tranquilizado, aún con ese sudor frío sobre su piel. Algo de nostalgia. Rhylaonar había amado demasiado aquella condenada ciudad, a pesar de que el sentimiento no fuera mútuo con la ciudad. A Sshamath le sobraban ladronzuelos como él. Aunque no le faltaban arañas, pensó el drow. Aún cuando observó el guiño que el drow dedicaba al animalillo. En cierta parte debía parecerle casi adorable, aquel trato. Nunca lo admitiría.
Las charlas sobre su ciudad lo reavivaban, la incomodidad sobre las arañas se borró al poner en boca las mil maravillas de aquella urbe del mal. Impura, sucia, terrible. -Eres… Eres un poco exagerado. No era tan bonita. Y dudo que haya mejorado.- Mis palabras hacían poca mella en Rhylaonar, que me ignoraba. Él ya sabía que yo le podía leer los pensamientos y conocer su propio pasado. Y odiaba que rebuscara en ello, pero no lo expresaba. Se olvidaba que también podía leer su desagrado.
Estaba muy ocupado riendo, tal vez. A sus propios chistes o menciones al pasado. Si Ra’aksa fingía (cosa que yo me planteé) él no se dio cuenta, o no quiso reparar en ello. Llevaba tanto tiempo sin poder charlar en paz que quería gozar de la ocasión… A sus risotadas, una pequeña frase las interrumpieron, -Pues a decir verdad no tuve ningún problema allí...- Rhylaonar le miró como si sospesara el porqué. “Igual no entró en los lugares peligrosos”. ¿Aunque dónde estaba uno “a salvo” en una ciudad drow?, o tal vez, “No es tan rico como explica…”. Tenía a su antiguo clan como el mejor. Y se enteraban de todo turista de renombre. O eso es lo que Rhylaonar recordaba.
Pronto la conversación derivó por senderos que a mi me aburrían. Sobre la forma de hacer negocio en el exterior, la situación, los pagos… Un conjunto de tejemanejes desagradable que el enorme elfo oscuro conocía de principio a fin, y explicó a Ra’aksa sin reparos, aunque sospechaba que no sería necesario. Gran parte de su discurso eran obviedades. Excepto por lo que refería a las particularidades del exterior.
No tardó en recoger y atesorar las monedas poco después de enseñarlas. No es que desconfiara de Ra’aksa. Que tal vez debería haberlo hecho. Pero preciaba el dinero como un buen dragón, sobretodo de los negros. A Rhylaonar le maravillaban aquellas bestias. Y a veces creo que eran una de sus motivaciones para querer acumular riqueza, al modo draconiano. No sé si es que aspiraba parecerse a ellos o si sencillamente quería atraer uno y cazarlo.
Pero al hablar de humanos y de la situación la tranquilidad fue abandonando el cuerpo de Rhylaonar. -Se prudente y no te alteres. No necesitamos más peleas ahora mismo, no nos convienen.- Me sentía como su propio Pepito Grillo. Una voz de consciencia que recordaba en todo momento qué era conveniente para el inmaduro crío que era. Hablar de negocios lo volvió a tranquilizar, como buen oportunista la idea de sacar beneficio, aunque fuera de la guerra, lo atrajo. Y la sonrisa cómplice de su compañero de velada le reveló que debía pensar de forma similar.
-Donde algunos ven el drama, otros ven… Oh.- La intervención del camarero acalló el discurso de Rhylaonar. Este trajo una jarra vacía. -Iba a darte vino o algo así, ¿No te acuerdas?- Asintió levemente con la cabeza muy ensimismado. A veces le costaba mantener el hilo de sus conversaciones y a su vez los contactos que yo estableciera con él. Se alegró de ver al camarero marcharse tras el seco, terrible “Gracias” de Ra’aksa. Era algo menos a lo que prestar atención. Se saturaba con demasiada facilidad.
-Hacía cara de mala ostia. Me habría gustado soltarle alguna.- Y nos sorprendió a ambos que Ra’aksa, tan inteligente, no hubiera abusado de sus capacidades para burlar al joven e inexperto chaval una vez más. Algo debía preocupar al elfo del mangual. Y Rhylaonar tenía esa misma sospecha, más, cuando hizo la pregunta… O lo intentó. Antes de la entrada de los dos drows.
Al guerrero le importaba menos la presencia de estos. Pero él tampoco debía olvidar que había huido tras asesinar uno de los suyos… Pero no se sentía perseguido. Dos o tres años de superfície habían limpiado por completo la obsesión con padecer una venganza por parte de sus antiguos compañeros. Él no reparó en el miedo que exhibía Ra’aksa. Yo si. -Lo son, lo son...- Le había dicho. La voz queda y el lamento que soltó me hizo intervenir nuevamente para intentar influir un mínimo en la mente de Rhylaonar. Para que fuera consciente de qué tenía al lado.
-No le gustan los de vuestra raza. Ve al tanto.- Me escuchó, meditó y comprendió. Me respondió mentalmente, contradiciendo sus pensamientos.
-Si no fueras un puñetero paladín mimado sabrías porqué no le gusta ver de su raza.-
-... No es eso. Creo que es otra cosa, Rhylaonar. Hazme caso.- Él debía sospecharlo. Pero prefería ignorarlo.
-Haz el puto favor de respetar sus miedos. Vas de santo y, mira tu por donde, no puedes aceptar lo que le pasa al chaval este. ¿Que tiene miedo de nuestra raza? Pues que lo tenga. ¿Sabes que a mi también me acojonan, no? Quizás porque asesiné a uno de ellos. Por influencia de un espíritu que tiene el descaro de ir de santo y tal. Tal vez él tiene otro puñetero acoplado de por vida y le ha pasado lo mismo que yo...-
Indirectas. Muchas indirectas agridulces. A Rhylaonar las razones por las cuales Ra’aksa pareciera mucho menos cobarde que al hablar poco o nada le importaban. Sencillamente las comprendía. Y casi que las compartía. Pero su carácter impulsivo lo hacía casi inmune a los arranques de terror de la idea de encontrar otro Rilyn’lyl exigiendo saber porqué habían desaparecido él y su compañero…
Eso permitió que se enfrentara a los recienes llegados directamente, con todas las consecuencias. Rhylaonar era ruidoso. Desde luego. Pero visto desde otro punto de vista, quizás sencillamente lo hacía por nervios. Se cubría no solo con una armadura física, si no con una armadura psicológica. Aparentaba fuerte, seguro, engreído, gritón… Imbécil. Tendía a ser valorado negativamente por los que le rodeaban. Y el enorme drow se sentía más cómodo cuando la gente juzgaba una falsa faceta que su verdadera. No iba a decir “es que los de mi raza me dan algo de miedo”. Tampoco era del todo el caso. Los apreciaba más que el resto de humanos por aquel orgullo racial natural. Pero consideraba que tener demasiados de los suyos cerca era peligroso.
Y no sabía porqué. No lo sabía. No sabía nada. Ni tampoco sabía porqué sentía que estaba tan alejado de su objetivo, algo le decía que debería estar pegándose con todos y negociando con humanos, y no con drows. -No son ellos tampoco, los que espero. Es otro.- ¿O tal vez no temía tanto encontrarse fantasmas del pasado, si no… que él buscaba algo?
-¿Qué buscas, Rhylaonar?-
-No lo sé. No lo sé. Tengo miedo, Sé que lo que busco ha de temer. Pero no va a ser uno del clan. Tres años después… Pero… No. Es él...-
-¿Él?- Se había sentado, se había disculpado a Ra’aksa por haber discutido con aquellos, sumiso. Y el largo discurso de este quitó a Rhylaonar las ganas de seguir hablando de sus inquietudes.
-Dan verdadero asco, están humanizados. Actúan cómo humanos de la superficie, mirando al resto por encima del hombro y creyéndose los reyes del universo.- Si. Eso era cierto. Aunque al pronunciar aquellas palabras, Rhylaonar le decicó una mirada ambigua. Ojos rojos brillando demasiado, el dorado de la espada tiñiendo un poco el reflejo. Los drows nobles hacían exactamente lo mismo. Pero lo que le daba rabia a Rhylaonar es que no lo juzgaran desde el punto de vista de los drows, si no el de ese: el de drow humanizado. Los dos iban con ropas plenamente humanas, uno incluso con casco. Ahora que pensaba, le sonaba mucho los rasgos cuadrados del que había protagonizado la discusión con él. Algún periódico… -No voy a hablarte de patriotismos ni a tratar de ensalzar la raza Drow, pero me resulta muy triste ver a los que debería considerar mi gente sometidos ante seres tan inferiores. ¿Por qué mostrar obediencia al humano? No somos perros, sómos Drows. Debemos pensar cómo Drows. Debémos ser tóxicos, retorcidos y hacer gala de la Mentira que la nuestra naturaleza mágica conlleva.- Esa segunda parrafada captó finalmente la atención de Rhylaonar. A él le asqueaban los humanos y no estaba dispuesto a someterse a ellos. Pero él sabía cosas que Ra’aksa no. Él había visto de primera mano las muchas razones por las que los humanos eran dignos de temer. “Sabes poco…” Pensó fugazmente. Pero asintió.
¿Eran los drows malos por naturaleza? ¿O eran desafortunados seres que habían nacido en condiciones nefastas, que los empujaban a la maldad? Rhylaonar se planteaba todo aquello y yo, sin embargo, lo tenía muy claro. Eran criaturas oscuras, retorcidas, hijas del mal y la oscuridad, y era más que nada su forma de ser. No creía en la redención, nunca se podrían librar de las cadenas de su naturaleza. En vida había aprendido a tratar con ellos, y hacer lo único debido: Juzgarlas. Esperé que Rhylaonar compartiera ese asco por su raza, pues los elfos oscuros odian tanto a los otros como a si mismos. Pero me equivoqué. El hombretón se volvió a acomodar para seguir el discurso de Ra’aksa. Ahora hablaba de una mentira.
-Esa Mentira, con mayúsculas, va más allá. Y es la única forma en la que jamás podremos alzarnos frente al humano. No en el sentido en el que el adúltero le dice a su esposa que siempre le ha sido fiel; no, es más grande que eso, es mentirle al mundo, engañar a la realidad diciéndole a un pútrido cadáver “estás vivo” y que este se mueva. Que el hecho de ser un mago implica una cuarta parte de magia y el resto de mentiras es algo que uno sólo descubre cuando se convierte en aprendiz. La magia existe, por supuesto que sí, pero tan importante como ella es el miedo hacia quien la practica, el misterio que le rodea y la incertidumbre sobre lo que se es capaz de hacer con ella, algo que normalmente se consigue con alguna que otra verdad a medias.—- Magia. Y engaño. El estilo bruto de Rhylaonar y su poca capacidad para invocar la magia le hacía sentir ese temor natural por los magos. Había aprendido, pero, que la mayoría de ellos están hechos de carne y hueso. (No todos…), y que casi siempre, mueren como cualquier otro ser. O incluso más fáciles, pues tendían a ser débiles.
-No todos han… Sido bendecidos con el don de la magia. Me temo que no es mi punto fuerte.- Rhylaonar prácticamente padecía esa repulsa que todos los que la desconocen padecen. Dependía de mi para explicarle qué era un geomante. “Controla piedras”. Y entonces se quedaba muy tranquilo. Pero tenía ese temor natural a los magos, que lo atormentaba, por orígenes muy remotos. Según tenía entendido se metió con un joven hechicero que, cien años después, temía más que nunca.
Rhylaonar ahora sentía algo más de respeto por Ra’aksa. Un mago. Otro… Todo su contacto con la magia lo podía hacer mediante la espada que con tanto recelo protegía. Pero el discurso de Ra’aksa proseguía. -Porque, seamos sinceros, si tu enemigo no sabe qué esperar gran parte de la batalla ha sido ganada. Por ejemplo, mucha gente cree saber que podemos crear ilusiones. El hecho de que duden ante la presencia de un mago sobre si lo que sus ojos ven y sus oídos escuchan es real es en sí una victoria mucho mayor que la del poder en bruto del que se puede hacer gala- Ahí Rhylaonar asintió, incluso cuando él no era hábil en lo arcano. El temor irracional a los drows -raza muy hábil con trucos de aquel estilo- le había valido cientas de veces para disfrutar del horror de sus víctimas al ver uno de los suyos. El discurso seguía. -Quizá sería mucho más sensato seguir con mi camino en lugar de refugiarme entre humanos, arriesgándome a terminar cómo uno de ellos. Probablemente estaría mejor entre Elfos o Enanos, o en la guarida de algún Dragón. Quizá, allí no me arriesgaría a ser tragado por una sociedad repugnante cómo la humana. Quizá, así, no me arriesgaría a acabar cómo esos dos.
-Es un pedazo de… ¡Maldita sea! Rhylaonar, no le hagas caso, ¡No tiene ni la más remota razón!- Veía venir hacia donde iba el discurso. Estaba tratando de “humanizar” a Rhylaonar, hacerlo algo más… aceptable. Decente. Que no fuera una máquina de odio y de matar, si no que aprendiera morales. Y poco a poco lo conseguía. Y veía que por influencia de un… De un monstruo de los suyos podría volver a los orígenes, echar atrás tres años de maldito esfuerzo…
-Pero no lo voy a hacer. Y no porque quiera ayudar a los Drows oprimidos, sino porque soy un mago. Uno tan poderoso cómo oportunista. Y creeme, Rhylaonar de Sshamath, que donde tu ves contratos basura, humanos engrandecidos y pobreza, yo veo una oportunidad de hacernos grandes en la superficie. Más grandes, si cabe, de lo que somos bajo tierra.- Lo iba a perder. Las palabras de gloria, de riqueza, de triunfo, todo aquello era música para los oídos de Rhylaonar. La labia y la belleza del discurso (que no comparto) de Ra’aksa habían logrado, definitivamente, ensimismar a Rhylaonar. Y no porque fuera escaso de inteligencia, sinó porque llevaba mucho tiempo esperando una oportunidad así. Y hasta ahora no había logrado formar la idea. Lo había estado intentando, pero yo, como su voz de raciocinio, no le dejaba que le diera demasiadas vueltas.
Ahora peligraban mis victorias. -Es nuestra oportunidad. Pero mucho me temo que necesitaremos convencer más gente para esta causa. Los humanos...- Pareció que los invocara con sus palabras. Ahora era el turno de enseñar al condenado Kihrstee los terrores de la superficie, la razón por la cual tantos temían los humanos, qué había domado al indomable, qué había encerrado al hombre libre que era Rhylaonar. Al menos él no se había integrado en aquella sociedad. Los temía, pero estaba expectante. Un fallo y… Trataría de dar la vuelta a la tortilla.
A Rhylaonar los cañones, las armas y todo aquello le asustaban muy poco. Temía más los centinelas, las máquinas de guerra y los terrores que había escuchado sobre los campos. Sobretodo la idea de ser encerrado y sometido lo asqueaba de sobremanera, y se sentía incapaz de tolerar aquella idea. El centinela, desde luego, fue su mayor preocupación en aquella velada. Pero aún le sobraba valor (que a Ra’aksa le faltaba) para anteponerse ante la situación. Mientras él tomaba lentamente el escudo, Rhylaonar estaba listo para abalanzarse cual lince. Solo necesitaba el momento preciso…
Le había costado algo conseguirlo. Habló, se hizo el loco, buscó el beneficio, todo ello para ganar tiempo. En realidad también había tenido la esperanza de conseguir algún tipo de recompensa monetaria, pero si no lo lograba por las buenas, lo haría por las malas. Un soldado con información tan candente como la desaparición de dos altos cargos podía cobrarse bien. Mientras tanto, Ra’aksa parecía un poco… Pusilánime en aquella situación. Transmitía seguridad con su sonrisa, pero tenía la rigidez de una estatua. Nuevamente el coloso no se percató del miedo, siquiera al preguntar con aquel hilo de voz qué debían hacer.
-No tardarán en irse o separase.- Pensó para mi, pues no pudo responder por los griteríos del soldado. Quería decirle a Ra’aksa lo mismo. Y que mirara fuera, al Centinela. Aquella máquina. Eso es lo que más temía a Rhylaonar, un conjunto de placas metálicas, cables, electricidad, escáneres, que podían derribarlo mucho mejor que cualquier ser humano. Aquella cosa. Si recelaba de la magia, la tecnología le daba pesadillas. Y a su vez lo asqueaba, como todo lo que no podía controlar.
Poco después estalló la batalla. La pelea acabó casi tan deprisa como acabó, y probablemente Rhylaonar nunca llegara a escuchar las intenciones de cubrirle de Ra’aksa, aunque dudaba muy sinceramente que fuera a necesitarlo. No sabía dejar a otras personas estar por medio, siempre esperaba que si alguien luchaba con él, estuviera por detrás. No le importaba llevarse los golpes. Sus casi cien kg de puro músculo lo hacían mucho más resistente que la mayoría de la raza… Tal vez Rhylaonar no se enorgullecería tanto si supiera el porqué de su constitución.
Nunca se lo preguntaba. Nunca iba a pensar que fue a costa de otra persona.
Se limitaba a abusar de ella y a ser más feliz que nadie al poder destrozar a cualquiera a puñetazos, o como en ese caso, al poder sencillamente empotrarlo contra la pared, y luego contra el suelo, y… La batalla había acabado. -Ya vas servido por una temporada.- Pensó. Y es que Rhylaonar se alimentaba de las muertes. No. No. Falso. Lo hacía yo. Como Revenant seguía dependiendo de la fuerza vital de otros, que solía conseguir cuando el monstruoso elfo acababa con alguno u otro. No hubieron más muertes en aquella posada, aunque fuera aún encontraría otra víctima. Notaba las desperdiciadas energías de un cadáver allí, poco a poco esfumándose…
-Rhylaonar… Hay un muerto allí fuera, y...- Me asqueaba demasiado tener que recurrrir a esa forma de alimentación.
-Me importa una mierda.- Contundente como siempre. Había estado recorriendo los escombros y el piso superior en búsqueda de algo. Pero ya había regresado. Estaba allí, otra vez, cerca de la mesa donde conversaran. Y finalmente lo vio: Ra’aksa, con una pierna bajo una roca. Creí que Rhylaonar reiría, que le parecería indigna de tan engreído drow, que incluso podría sacar provecho de aquello. Había un mangual tirado por otro lado por el impacto. Debía ser su arma. Pero la cuestión es que por un momento vi la perfecta oportunidad para acabar con aquel ser intrometido, peligroso. Y esperaba que Rhylaonar viera el porqué.
-Debe tener bastante dinero. Ese mangual parece bastante… Caro, también. Podrías aprovechar y...
-Cállate.
El guerrero escogió la bondad. O, tal vez, siquiera lo planteó como una decisión. Algo dentro de su corazón se despertó e impulsó los siguientes movimientos. Entre el polvo levantado se alzaba como una especie de héroe romántico ante un mar de niebla, como una especie de salvador para el ahora necesitado drow. Se agachó al lado y buscó la forma más segura de retirar aquellos escombros. -Esos son los de la Alianza Humana. Simpáticos, ¿No te parecen? No se ha quedado la máquina. Deberías haberla visto… Se llaman centinelas, y… Épale.- Sinceramente Rhylaonar no estaba pensando en la Alianza, en aquel momento les daba igual.
Fuera pared. Debía ser libre. Quedó unos instantes allí agachado, mirando la pierna de Ra’aksa. -¿Estás bien?- Dos palabras, una mera pregunta. Podía ser algo natural de preguntar para la mayoría, pero yo no dejaba de sorprenderme ante el compañerismo del falso paladín. Llevaba años sin pronunciar ni una mínima muestra de preocupación por el estado de otra persona fuera de un ámbito profesional. Enfundó a Viento de oro en la espalda y fue incluso a buscarle el mangual, que le dejó al lado mientras le daba tiempo para recuperarse del impacto, de la sorpresa, de… todo.
Los ojos de Rhylaonar le miraban con aquel profundo carmesí, como si estuvieran viendo algo más que antes. -¿Por qué les tememos, te preguntarás? Antes me preguntabas, ¿Y porqué no…? ¿Por qué no acabamos con ellos? ¿Los matamos a todos? Por esto. Porque nosotros somos dos, y ellos, miles. Millones. Las ciudades drow más grandes no alcanzan ni veinte mil habitantes. Ellos llaman a eso pueblo- Se puso en pie y se acercó a la caja. Ahora abandonada. Buscó el cajero y empezó a sacar todo el dinero como si fuera natural.
-Se reproducen como ratas, con una facilidad pasmosa. Y lo que más temo de ellos no son el número. Si no las máquinas…- Tras conseguir su botín y meterlo en su saco fue rebuscando entre las botellas que quedaban intactas algo que le interesara. Vinos. Alcohol de todo tipo. -¿Te apetece acabar la cena? La cocina está vacía. Mucho me temo que no será prudente quedarse a dormir…- Hacía girar las llaves en uno de sus dedos. -Volverán. Siempre vuelven. Y no es aún la hora de nuestra victoria.- Dejó la llave de la habitación 015 en su lugar y regresó una vez más al lado de Ra’aksa, aunque entonces, por el boquete, vio algo aún peor.
-Tras la oscuridad de la noche, cometidos los asesinatos, muertos los soldados, ametrallados los drows…- No se encontraba bien. Le seguía cayendo sangre de la cabeza y no había podido curarse del todo con la energía del soldado. -Llega la luz del día. Ella impera y baña a las criaturas lumínicas con una nueva esperanza.- Los rayos del amanecer bañaban el cielo. -Y los hijos de la noche han de buscar sus huecos para esconderse. La hora llegará, Ra’aksa. La hora llegará…-
Y pensó, para si mismo… -Y él, él también llegará… Y he de prepararme para ese día.
-¿No os da cosa? Tienen pelo y… Y tienen demasiadas… patitas... Eugh. No importa. Nosotros preferíamos los lagartos, mucho más entrañables.- “Y seguros. Y adorables”. Pero a Ra’aksa todo aquello le hacía gracia, cosa que extrañamente no contagiaba al hercúleo drow, que lo observaba como si estuvieran hablando de un tema peliagudo. Y pocas cosas consideraba delicadas, él. La anécdota reafirmó aún más las teorías del drow sobre la crueldad y poca fiabilidad de aquellas aberraciones de ocho patas.
-Aún recuerdo la primera vez que monté una de ellas y cómo me hizo volar. Giró su gran cabeza mirándome con uno de sus múltiples ojos, fijamente, sin pestañear. Creo que estaba confirmando con su mediocre vista lo que su abdomen no acertaba a transmitir, que había alguien encima. Quizá mi escaso peso era un chiste para ella, pero no pude sentarme durante una semana por la caída. Ella rió la última.- Rhylaonar miró la mesa y al animal, negando levemente con la cabeza. -Seres del demonio...- Pensó para si mismo. Le costaría redimir las imágenes de los inocentes arácnidos en su cabeza.
Los comentarios de Ra’aksa sobre las arañas y… La gastronomía le trajeron recuerdos del pasado. Sonrió levemente, más tranquilizado, aún con ese sudor frío sobre su piel. Algo de nostalgia. Rhylaonar había amado demasiado aquella condenada ciudad, a pesar de que el sentimiento no fuera mútuo con la ciudad. A Sshamath le sobraban ladronzuelos como él. Aunque no le faltaban arañas, pensó el drow. Aún cuando observó el guiño que el drow dedicaba al animalillo. En cierta parte debía parecerle casi adorable, aquel trato. Nunca lo admitiría.
Las charlas sobre su ciudad lo reavivaban, la incomodidad sobre las arañas se borró al poner en boca las mil maravillas de aquella urbe del mal. Impura, sucia, terrible. -Eres… Eres un poco exagerado. No era tan bonita. Y dudo que haya mejorado.- Mis palabras hacían poca mella en Rhylaonar, que me ignoraba. Él ya sabía que yo le podía leer los pensamientos y conocer su propio pasado. Y odiaba que rebuscara en ello, pero no lo expresaba. Se olvidaba que también podía leer su desagrado.
Estaba muy ocupado riendo, tal vez. A sus propios chistes o menciones al pasado. Si Ra’aksa fingía (cosa que yo me planteé) él no se dio cuenta, o no quiso reparar en ello. Llevaba tanto tiempo sin poder charlar en paz que quería gozar de la ocasión… A sus risotadas, una pequeña frase las interrumpieron, -Pues a decir verdad no tuve ningún problema allí...- Rhylaonar le miró como si sospesara el porqué. “Igual no entró en los lugares peligrosos”. ¿Aunque dónde estaba uno “a salvo” en una ciudad drow?, o tal vez, “No es tan rico como explica…”. Tenía a su antiguo clan como el mejor. Y se enteraban de todo turista de renombre. O eso es lo que Rhylaonar recordaba.
Pronto la conversación derivó por senderos que a mi me aburrían. Sobre la forma de hacer negocio en el exterior, la situación, los pagos… Un conjunto de tejemanejes desagradable que el enorme elfo oscuro conocía de principio a fin, y explicó a Ra’aksa sin reparos, aunque sospechaba que no sería necesario. Gran parte de su discurso eran obviedades. Excepto por lo que refería a las particularidades del exterior.
No tardó en recoger y atesorar las monedas poco después de enseñarlas. No es que desconfiara de Ra’aksa. Que tal vez debería haberlo hecho. Pero preciaba el dinero como un buen dragón, sobretodo de los negros. A Rhylaonar le maravillaban aquellas bestias. Y a veces creo que eran una de sus motivaciones para querer acumular riqueza, al modo draconiano. No sé si es que aspiraba parecerse a ellos o si sencillamente quería atraer uno y cazarlo.
Pero al hablar de humanos y de la situación la tranquilidad fue abandonando el cuerpo de Rhylaonar. -Se prudente y no te alteres. No necesitamos más peleas ahora mismo, no nos convienen.- Me sentía como su propio Pepito Grillo. Una voz de consciencia que recordaba en todo momento qué era conveniente para el inmaduro crío que era. Hablar de negocios lo volvió a tranquilizar, como buen oportunista la idea de sacar beneficio, aunque fuera de la guerra, lo atrajo. Y la sonrisa cómplice de su compañero de velada le reveló que debía pensar de forma similar.
-Donde algunos ven el drama, otros ven… Oh.- La intervención del camarero acalló el discurso de Rhylaonar. Este trajo una jarra vacía. -Iba a darte vino o algo así, ¿No te acuerdas?- Asintió levemente con la cabeza muy ensimismado. A veces le costaba mantener el hilo de sus conversaciones y a su vez los contactos que yo estableciera con él. Se alegró de ver al camarero marcharse tras el seco, terrible “Gracias” de Ra’aksa. Era algo menos a lo que prestar atención. Se saturaba con demasiada facilidad.
-Hacía cara de mala ostia. Me habría gustado soltarle alguna.- Y nos sorprendió a ambos que Ra’aksa, tan inteligente, no hubiera abusado de sus capacidades para burlar al joven e inexperto chaval una vez más. Algo debía preocupar al elfo del mangual. Y Rhylaonar tenía esa misma sospecha, más, cuando hizo la pregunta… O lo intentó. Antes de la entrada de los dos drows.
Al guerrero le importaba menos la presencia de estos. Pero él tampoco debía olvidar que había huido tras asesinar uno de los suyos… Pero no se sentía perseguido. Dos o tres años de superfície habían limpiado por completo la obsesión con padecer una venganza por parte de sus antiguos compañeros. Él no reparó en el miedo que exhibía Ra’aksa. Yo si. -Lo son, lo son...- Le había dicho. La voz queda y el lamento que soltó me hizo intervenir nuevamente para intentar influir un mínimo en la mente de Rhylaonar. Para que fuera consciente de qué tenía al lado.
-No le gustan los de vuestra raza. Ve al tanto.- Me escuchó, meditó y comprendió. Me respondió mentalmente, contradiciendo sus pensamientos.
-Si no fueras un puñetero paladín mimado sabrías porqué no le gusta ver de su raza.-
-... No es eso. Creo que es otra cosa, Rhylaonar. Hazme caso.- Él debía sospecharlo. Pero prefería ignorarlo.
-Haz el puto favor de respetar sus miedos. Vas de santo y, mira tu por donde, no puedes aceptar lo que le pasa al chaval este. ¿Que tiene miedo de nuestra raza? Pues que lo tenga. ¿Sabes que a mi también me acojonan, no? Quizás porque asesiné a uno de ellos. Por influencia de un espíritu que tiene el descaro de ir de santo y tal. Tal vez él tiene otro puñetero acoplado de por vida y le ha pasado lo mismo que yo...-
Indirectas. Muchas indirectas agridulces. A Rhylaonar las razones por las cuales Ra’aksa pareciera mucho menos cobarde que al hablar poco o nada le importaban. Sencillamente las comprendía. Y casi que las compartía. Pero su carácter impulsivo lo hacía casi inmune a los arranques de terror de la idea de encontrar otro Rilyn’lyl exigiendo saber porqué habían desaparecido él y su compañero…
Eso permitió que se enfrentara a los recienes llegados directamente, con todas las consecuencias. Rhylaonar era ruidoso. Desde luego. Pero visto desde otro punto de vista, quizás sencillamente lo hacía por nervios. Se cubría no solo con una armadura física, si no con una armadura psicológica. Aparentaba fuerte, seguro, engreído, gritón… Imbécil. Tendía a ser valorado negativamente por los que le rodeaban. Y el enorme drow se sentía más cómodo cuando la gente juzgaba una falsa faceta que su verdadera. No iba a decir “es que los de mi raza me dan algo de miedo”. Tampoco era del todo el caso. Los apreciaba más que el resto de humanos por aquel orgullo racial natural. Pero consideraba que tener demasiados de los suyos cerca era peligroso.
Y no sabía porqué. No lo sabía. No sabía nada. Ni tampoco sabía porqué sentía que estaba tan alejado de su objetivo, algo le decía que debería estar pegándose con todos y negociando con humanos, y no con drows. -No son ellos tampoco, los que espero. Es otro.- ¿O tal vez no temía tanto encontrarse fantasmas del pasado, si no… que él buscaba algo?
-¿Qué buscas, Rhylaonar?-
-No lo sé. No lo sé. Tengo miedo, Sé que lo que busco ha de temer. Pero no va a ser uno del clan. Tres años después… Pero… No. Es él...-
-¿Él?- Se había sentado, se había disculpado a Ra’aksa por haber discutido con aquellos, sumiso. Y el largo discurso de este quitó a Rhylaonar las ganas de seguir hablando de sus inquietudes.
-Dan verdadero asco, están humanizados. Actúan cómo humanos de la superficie, mirando al resto por encima del hombro y creyéndose los reyes del universo.- Si. Eso era cierto. Aunque al pronunciar aquellas palabras, Rhylaonar le decicó una mirada ambigua. Ojos rojos brillando demasiado, el dorado de la espada tiñiendo un poco el reflejo. Los drows nobles hacían exactamente lo mismo. Pero lo que le daba rabia a Rhylaonar es que no lo juzgaran desde el punto de vista de los drows, si no el de ese: el de drow humanizado. Los dos iban con ropas plenamente humanas, uno incluso con casco. Ahora que pensaba, le sonaba mucho los rasgos cuadrados del que había protagonizado la discusión con él. Algún periódico… -No voy a hablarte de patriotismos ni a tratar de ensalzar la raza Drow, pero me resulta muy triste ver a los que debería considerar mi gente sometidos ante seres tan inferiores. ¿Por qué mostrar obediencia al humano? No somos perros, sómos Drows. Debemos pensar cómo Drows. Debémos ser tóxicos, retorcidos y hacer gala de la Mentira que la nuestra naturaleza mágica conlleva.- Esa segunda parrafada captó finalmente la atención de Rhylaonar. A él le asqueaban los humanos y no estaba dispuesto a someterse a ellos. Pero él sabía cosas que Ra’aksa no. Él había visto de primera mano las muchas razones por las que los humanos eran dignos de temer. “Sabes poco…” Pensó fugazmente. Pero asintió.
¿Eran los drows malos por naturaleza? ¿O eran desafortunados seres que habían nacido en condiciones nefastas, que los empujaban a la maldad? Rhylaonar se planteaba todo aquello y yo, sin embargo, lo tenía muy claro. Eran criaturas oscuras, retorcidas, hijas del mal y la oscuridad, y era más que nada su forma de ser. No creía en la redención, nunca se podrían librar de las cadenas de su naturaleza. En vida había aprendido a tratar con ellos, y hacer lo único debido: Juzgarlas. Esperé que Rhylaonar compartiera ese asco por su raza, pues los elfos oscuros odian tanto a los otros como a si mismos. Pero me equivoqué. El hombretón se volvió a acomodar para seguir el discurso de Ra’aksa. Ahora hablaba de una mentira.
-Esa Mentira, con mayúsculas, va más allá. Y es la única forma en la que jamás podremos alzarnos frente al humano. No en el sentido en el que el adúltero le dice a su esposa que siempre le ha sido fiel; no, es más grande que eso, es mentirle al mundo, engañar a la realidad diciéndole a un pútrido cadáver “estás vivo” y que este se mueva. Que el hecho de ser un mago implica una cuarta parte de magia y el resto de mentiras es algo que uno sólo descubre cuando se convierte en aprendiz. La magia existe, por supuesto que sí, pero tan importante como ella es el miedo hacia quien la practica, el misterio que le rodea y la incertidumbre sobre lo que se es capaz de hacer con ella, algo que normalmente se consigue con alguna que otra verdad a medias.—- Magia. Y engaño. El estilo bruto de Rhylaonar y su poca capacidad para invocar la magia le hacía sentir ese temor natural por los magos. Había aprendido, pero, que la mayoría de ellos están hechos de carne y hueso. (No todos…), y que casi siempre, mueren como cualquier otro ser. O incluso más fáciles, pues tendían a ser débiles.
-No todos han… Sido bendecidos con el don de la magia. Me temo que no es mi punto fuerte.- Rhylaonar prácticamente padecía esa repulsa que todos los que la desconocen padecen. Dependía de mi para explicarle qué era un geomante. “Controla piedras”. Y entonces se quedaba muy tranquilo. Pero tenía ese temor natural a los magos, que lo atormentaba, por orígenes muy remotos. Según tenía entendido se metió con un joven hechicero que, cien años después, temía más que nunca.
Rhylaonar ahora sentía algo más de respeto por Ra’aksa. Un mago. Otro… Todo su contacto con la magia lo podía hacer mediante la espada que con tanto recelo protegía. Pero el discurso de Ra’aksa proseguía. -Porque, seamos sinceros, si tu enemigo no sabe qué esperar gran parte de la batalla ha sido ganada. Por ejemplo, mucha gente cree saber que podemos crear ilusiones. El hecho de que duden ante la presencia de un mago sobre si lo que sus ojos ven y sus oídos escuchan es real es en sí una victoria mucho mayor que la del poder en bruto del que se puede hacer gala- Ahí Rhylaonar asintió, incluso cuando él no era hábil en lo arcano. El temor irracional a los drows -raza muy hábil con trucos de aquel estilo- le había valido cientas de veces para disfrutar del horror de sus víctimas al ver uno de los suyos. El discurso seguía. -Quizá sería mucho más sensato seguir con mi camino en lugar de refugiarme entre humanos, arriesgándome a terminar cómo uno de ellos. Probablemente estaría mejor entre Elfos o Enanos, o en la guarida de algún Dragón. Quizá, allí no me arriesgaría a ser tragado por una sociedad repugnante cómo la humana. Quizá, así, no me arriesgaría a acabar cómo esos dos.
-Es un pedazo de… ¡Maldita sea! Rhylaonar, no le hagas caso, ¡No tiene ni la más remota razón!- Veía venir hacia donde iba el discurso. Estaba tratando de “humanizar” a Rhylaonar, hacerlo algo más… aceptable. Decente. Que no fuera una máquina de odio y de matar, si no que aprendiera morales. Y poco a poco lo conseguía. Y veía que por influencia de un… De un monstruo de los suyos podría volver a los orígenes, echar atrás tres años de maldito esfuerzo…
-Pero no lo voy a hacer. Y no porque quiera ayudar a los Drows oprimidos, sino porque soy un mago. Uno tan poderoso cómo oportunista. Y creeme, Rhylaonar de Sshamath, que donde tu ves contratos basura, humanos engrandecidos y pobreza, yo veo una oportunidad de hacernos grandes en la superficie. Más grandes, si cabe, de lo que somos bajo tierra.- Lo iba a perder. Las palabras de gloria, de riqueza, de triunfo, todo aquello era música para los oídos de Rhylaonar. La labia y la belleza del discurso (que no comparto) de Ra’aksa habían logrado, definitivamente, ensimismar a Rhylaonar. Y no porque fuera escaso de inteligencia, sinó porque llevaba mucho tiempo esperando una oportunidad así. Y hasta ahora no había logrado formar la idea. Lo había estado intentando, pero yo, como su voz de raciocinio, no le dejaba que le diera demasiadas vueltas.
Ahora peligraban mis victorias. -Es nuestra oportunidad. Pero mucho me temo que necesitaremos convencer más gente para esta causa. Los humanos...- Pareció que los invocara con sus palabras. Ahora era el turno de enseñar al condenado Kihrstee los terrores de la superficie, la razón por la cual tantos temían los humanos, qué había domado al indomable, qué había encerrado al hombre libre que era Rhylaonar. Al menos él no se había integrado en aquella sociedad. Los temía, pero estaba expectante. Un fallo y… Trataría de dar la vuelta a la tortilla.
A Rhylaonar los cañones, las armas y todo aquello le asustaban muy poco. Temía más los centinelas, las máquinas de guerra y los terrores que había escuchado sobre los campos. Sobretodo la idea de ser encerrado y sometido lo asqueaba de sobremanera, y se sentía incapaz de tolerar aquella idea. El centinela, desde luego, fue su mayor preocupación en aquella velada. Pero aún le sobraba valor (que a Ra’aksa le faltaba) para anteponerse ante la situación. Mientras él tomaba lentamente el escudo, Rhylaonar estaba listo para abalanzarse cual lince. Solo necesitaba el momento preciso…
Le había costado algo conseguirlo. Habló, se hizo el loco, buscó el beneficio, todo ello para ganar tiempo. En realidad también había tenido la esperanza de conseguir algún tipo de recompensa monetaria, pero si no lo lograba por las buenas, lo haría por las malas. Un soldado con información tan candente como la desaparición de dos altos cargos podía cobrarse bien. Mientras tanto, Ra’aksa parecía un poco… Pusilánime en aquella situación. Transmitía seguridad con su sonrisa, pero tenía la rigidez de una estatua. Nuevamente el coloso no se percató del miedo, siquiera al preguntar con aquel hilo de voz qué debían hacer.
-No tardarán en irse o separase.- Pensó para mi, pues no pudo responder por los griteríos del soldado. Quería decirle a Ra’aksa lo mismo. Y que mirara fuera, al Centinela. Aquella máquina. Eso es lo que más temía a Rhylaonar, un conjunto de placas metálicas, cables, electricidad, escáneres, que podían derribarlo mucho mejor que cualquier ser humano. Aquella cosa. Si recelaba de la magia, la tecnología le daba pesadillas. Y a su vez lo asqueaba, como todo lo que no podía controlar.
Poco después estalló la batalla. La pelea acabó casi tan deprisa como acabó, y probablemente Rhylaonar nunca llegara a escuchar las intenciones de cubrirle de Ra’aksa, aunque dudaba muy sinceramente que fuera a necesitarlo. No sabía dejar a otras personas estar por medio, siempre esperaba que si alguien luchaba con él, estuviera por detrás. No le importaba llevarse los golpes. Sus casi cien kg de puro músculo lo hacían mucho más resistente que la mayoría de la raza… Tal vez Rhylaonar no se enorgullecería tanto si supiera el porqué de su constitución.
Nunca se lo preguntaba. Nunca iba a pensar que fue a costa de otra persona.
Se limitaba a abusar de ella y a ser más feliz que nadie al poder destrozar a cualquiera a puñetazos, o como en ese caso, al poder sencillamente empotrarlo contra la pared, y luego contra el suelo, y… La batalla había acabado. -Ya vas servido por una temporada.- Pensó. Y es que Rhylaonar se alimentaba de las muertes. No. No. Falso. Lo hacía yo. Como Revenant seguía dependiendo de la fuerza vital de otros, que solía conseguir cuando el monstruoso elfo acababa con alguno u otro. No hubieron más muertes en aquella posada, aunque fuera aún encontraría otra víctima. Notaba las desperdiciadas energías de un cadáver allí, poco a poco esfumándose…
-Rhylaonar… Hay un muerto allí fuera, y...- Me asqueaba demasiado tener que recurrrir a esa forma de alimentación.
-Me importa una mierda.- Contundente como siempre. Había estado recorriendo los escombros y el piso superior en búsqueda de algo. Pero ya había regresado. Estaba allí, otra vez, cerca de la mesa donde conversaran. Y finalmente lo vio: Ra’aksa, con una pierna bajo una roca. Creí que Rhylaonar reiría, que le parecería indigna de tan engreído drow, que incluso podría sacar provecho de aquello. Había un mangual tirado por otro lado por el impacto. Debía ser su arma. Pero la cuestión es que por un momento vi la perfecta oportunidad para acabar con aquel ser intrometido, peligroso. Y esperaba que Rhylaonar viera el porqué.
-Debe tener bastante dinero. Ese mangual parece bastante… Caro, también. Podrías aprovechar y...
-Cállate.
El guerrero escogió la bondad. O, tal vez, siquiera lo planteó como una decisión. Algo dentro de su corazón se despertó e impulsó los siguientes movimientos. Entre el polvo levantado se alzaba como una especie de héroe romántico ante un mar de niebla, como una especie de salvador para el ahora necesitado drow. Se agachó al lado y buscó la forma más segura de retirar aquellos escombros. -Esos son los de la Alianza Humana. Simpáticos, ¿No te parecen? No se ha quedado la máquina. Deberías haberla visto… Se llaman centinelas, y… Épale.- Sinceramente Rhylaonar no estaba pensando en la Alianza, en aquel momento les daba igual.
Fuera pared. Debía ser libre. Quedó unos instantes allí agachado, mirando la pierna de Ra’aksa. -¿Estás bien?- Dos palabras, una mera pregunta. Podía ser algo natural de preguntar para la mayoría, pero yo no dejaba de sorprenderme ante el compañerismo del falso paladín. Llevaba años sin pronunciar ni una mínima muestra de preocupación por el estado de otra persona fuera de un ámbito profesional. Enfundó a Viento de oro en la espalda y fue incluso a buscarle el mangual, que le dejó al lado mientras le daba tiempo para recuperarse del impacto, de la sorpresa, de… todo.
Los ojos de Rhylaonar le miraban con aquel profundo carmesí, como si estuvieran viendo algo más que antes. -¿Por qué les tememos, te preguntarás? Antes me preguntabas, ¿Y porqué no…? ¿Por qué no acabamos con ellos? ¿Los matamos a todos? Por esto. Porque nosotros somos dos, y ellos, miles. Millones. Las ciudades drow más grandes no alcanzan ni veinte mil habitantes. Ellos llaman a eso pueblo- Se puso en pie y se acercó a la caja. Ahora abandonada. Buscó el cajero y empezó a sacar todo el dinero como si fuera natural.
-Se reproducen como ratas, con una facilidad pasmosa. Y lo que más temo de ellos no son el número. Si no las máquinas…- Tras conseguir su botín y meterlo en su saco fue rebuscando entre las botellas que quedaban intactas algo que le interesara. Vinos. Alcohol de todo tipo. -¿Te apetece acabar la cena? La cocina está vacía. Mucho me temo que no será prudente quedarse a dormir…- Hacía girar las llaves en uno de sus dedos. -Volverán. Siempre vuelven. Y no es aún la hora de nuestra victoria.- Dejó la llave de la habitación 015 en su lugar y regresó una vez más al lado de Ra’aksa, aunque entonces, por el boquete, vio algo aún peor.
-Tras la oscuridad de la noche, cometidos los asesinatos, muertos los soldados, ametrallados los drows…- No se encontraba bien. Le seguía cayendo sangre de la cabeza y no había podido curarse del todo con la energía del soldado. -Llega la luz del día. Ella impera y baña a las criaturas lumínicas con una nueva esperanza.- Los rayos del amanecer bañaban el cielo. -Y los hijos de la noche han de buscar sus huecos para esconderse. La hora llegará, Ra’aksa. La hora llegará…-
Y pensó, para si mismo… -Y él, él también llegará… Y he de prepararme para ese día.
Ra'aksa Kihrstee
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Nacionalidad
—Esos son los de la Alianza Humana. Simpáticos, ¿No te parecen? No se ha quedado la máquina. Deberías haberla visto… Se llaman centinelas, y…— Ra’aksa se lo apuntó mentalmente. Centinelas. En cuanto tuviese una biblioteca a mano tendría que investigar sobre ellos. No obstante, y por desgracia, algo le hacía pensar que pasaría bastante tiempo sin poder leer un libro. —Épale.
Kihrstee se sintió increíblemente liberado de forma súbita. No esperaba menos de su gargantuesco compañero, que a leguas se veía podía levantar aquella pared y más. Por ello, y aunque los escombros en ningún momento se hubiesen acercado a su pecho, respiró hondo. Por un momento, y aunque no quisiese aceptarlo dentro de sí, había llegado a temer por su vida. Había llegado a temer morir abandonado en aquella posada.
Al parecer Rhylaonar era más de confianza de lo que había parecido en un principio.
El agujero que había quedado en la pared después del impacto de la roca permitía ver el exterior. Más allá de la fina línea de horizonte había otra línea en el cielo de un gris como la ceniza. Podía ser simples nubes o un rastro enorme de humo a kilómetros de allí, no lo sabían. En cualquier caso no tenían que preocuparse por antelación, pero hubo algo en aquella visión que hizo que el mago tuviera un brusco escalofrío en su espalda.
Una luz anaranjada surgía de entre las nubes oscuras de pesadilla. No era un relámpago ni tampoco surgió sonido alguno. Era como una explosión de un naranja muy claro en el cielo que se mantenía omnipresente en el cielo. Ante sí se alzaba, recortado contra el horizonte, el enorme bloque granítico que hacía un momento había amenazado con cercenarle una pierna. Rhylaonar lo había quitado de encima de su pierna con desgano y lo había echado a un lado para permitirle salir. No obstante, desde la posición del Drow en el suelo, lo único que se le permitía ver eran los rayos de esta luz asomando por los bordes de la roca maziza, cómo un saludo macabro hacia su persona.
Un saludo que no hacía más que indicar que tenían que salir de ahí. Si bien sabía por sus textos de lo que se trataba, era la primera vez que veía el sol, y no sabía con exactitud lo que podía sucederle, más que por lo que los libros le habían narrado. Pero aquella luz no le había despertado el interés que si habían logrado el viento, las estrellas y el césped. Sin saber por qué, aquel extraño fenómeno le espantaba de una manera indecible y toda una parte de él deseaba salir corriendo cómo alma que lleva el diablo.
Durante eones, muchas han sido las historias de miedo que se cuentan a los niños, para que aprendan a temer a la noche, para que teman a los peligros de alejarse de la protección del grupo. O al menos asi era allí, en el exterior. Sabía de muy buena mano que los humanos preferían el día a la noche, y él mismo había leido alguna de aquellas historias. Pero en las oscuras ciudades Drow, el tabú era precisamente el contrario. La luz del día, la mañana.. En definitiva, el día que se cierne al rededor de los insensatos Drow que pasan demasiado tiempo fuera de la seguridad de sus túneles, cómo teje una araña ahogando su presa.
Y ese día, la presa era él.
—¿Estás bien?— Preguntó con un gesto de preocupación que el elfo oscuro no supo cómo interpretar.
—Lo suficiente. Podré caminar— Hizo el esfuerzo de incorporarse, sólo para ser cegado cara a cara por la potente luz del sol. El amanecer no había hecho más que comenzar, pero para unos ojos cómo los de Kihrstee, que nunca habían visto antes algo así, era algo destructivo
Tomó a Requiem con la mano libre cuando Rhylaonar tuvo el detalle de acercárselo, no sin antes sacudirse con cuidado el polvo que la avalancha de escombros había depositado sobre sus ropas. Karma surgió entonces de entre las mangas para subirse de un salto a la cabeza del Mangual. Agradecía ver que estaba viva. La verdad es que le tenía bastante cariño a aquel arácnido.
—¿Por qué les tememos, te preguntarás? Antes me preguntabas, ¿Y porqué no…? ¿Por qué no acabamos con ellos? ¿Los matamos a todos? Por esto.— Ra'Aksa comprendía. Había visto de primera mano la masacre, el cáos causado por los soldados humanos de la alianza. Y ahora entendía a que tendrían que enfrentarse. —Porque nosotros somos dos, y ellos, miles. Millones. Las ciudades drow más grandes no alcanzan ni veinte mil habitantes. Ellos llaman a eso pueblo.
Por un momento, Ra'aksa olvidó por completo la lumínica amenaza que se cernía sobre ellos y se centró en el miedo a la humanidad que podía ver en Rhylaonar. Se centró en su alrededor, en lo que el hombre quería decir. La sangre, su olor empalagoso y su sabor metálico. Carnes abiertas y sangrantes, cráneos aplastados, escudos rotos, huesos quebrados, lanzas rotas, ojos muertos. Podía sentir cómo los ojos de los muertos le miraban, y en ellos podía leer la pregunta ¿Ahora qué? No tenía respuesta para ellos, todavía no y esperaba tardar mucho en conocer su secreto.
—Se reproducen como ratas, con una facilidad pasmosa. Y lo que más temo de ellos no son el número. Si no las máquinas…— Las máquinas. Ra’aksa ya había pensado en ellas. Si lograban dominarlas, y combinarlas con la magia de la que eran poseedores y que los humanos jamás podrían soñar con alcanzar, serían invencibles, sin importar los números —¿Te apetece acabar la cena? La cocina está vacía. Mucho me temo que no será prudente quedarse a dormir…— Fue entonces cuando se dio cuenta de que su interlocutor estaba llenando un saco con todo lo que podía arrasar de la posada. “Son tiempos de necesidad” Se dijo a si mismo, y mejor que lo tuviesen ellos a que cualquier maleante viniese a aprovechar los restos que habían dejado atrás. —Volverán. Siempre vuelven. Y no es aún la hora de nuestra victoria.
—Pero esa victoria llegará.— Dijo, y parecía completamente convencido de sus palabras. —En la oscuridad nos hacemos fuertes, mientras los humanos duermen en su falsa seguridad.
Fue a avisar a Rhylaonar del amanecer, pero él se dio cuenta sólo antes de que pudiese abrir la boca.
—Tras la oscuridad de la noche, cometidos los asesinatos, muertos los soldados, ametrallados los drows…— No fue demasiado difícil para Kihrstee entender por donde iban las palabras de su oscuro compañero —Llega la luz del día. Ella impera y baña a las criaturas lumínicas con una nueva esperanza.— Siguió la miradal Drow hacia el amanecer que ya había visto venir previamente, pero que asomaba entre las nubes con una velocidad pasmosa.. —Y los hijos de la noche han de buscar sus huecos para esconderse. La hora llegará, Ra’aksa. La hora llegará…-
No habló, no respondió. Se limitó a sonreir y a comenzar a andar. Había que ponerse en camino.
Kihrstee se sintió increíblemente liberado de forma súbita. No esperaba menos de su gargantuesco compañero, que a leguas se veía podía levantar aquella pared y más. Por ello, y aunque los escombros en ningún momento se hubiesen acercado a su pecho, respiró hondo. Por un momento, y aunque no quisiese aceptarlo dentro de sí, había llegado a temer por su vida. Había llegado a temer morir abandonado en aquella posada.
Al parecer Rhylaonar era más de confianza de lo que había parecido en un principio.
El agujero que había quedado en la pared después del impacto de la roca permitía ver el exterior. Más allá de la fina línea de horizonte había otra línea en el cielo de un gris como la ceniza. Podía ser simples nubes o un rastro enorme de humo a kilómetros de allí, no lo sabían. En cualquier caso no tenían que preocuparse por antelación, pero hubo algo en aquella visión que hizo que el mago tuviera un brusco escalofrío en su espalda.
Una luz anaranjada surgía de entre las nubes oscuras de pesadilla. No era un relámpago ni tampoco surgió sonido alguno. Era como una explosión de un naranja muy claro en el cielo que se mantenía omnipresente en el cielo. Ante sí se alzaba, recortado contra el horizonte, el enorme bloque granítico que hacía un momento había amenazado con cercenarle una pierna. Rhylaonar lo había quitado de encima de su pierna con desgano y lo había echado a un lado para permitirle salir. No obstante, desde la posición del Drow en el suelo, lo único que se le permitía ver eran los rayos de esta luz asomando por los bordes de la roca maziza, cómo un saludo macabro hacia su persona.
Un saludo que no hacía más que indicar que tenían que salir de ahí. Si bien sabía por sus textos de lo que se trataba, era la primera vez que veía el sol, y no sabía con exactitud lo que podía sucederle, más que por lo que los libros le habían narrado. Pero aquella luz no le había despertado el interés que si habían logrado el viento, las estrellas y el césped. Sin saber por qué, aquel extraño fenómeno le espantaba de una manera indecible y toda una parte de él deseaba salir corriendo cómo alma que lleva el diablo.
Durante eones, muchas han sido las historias de miedo que se cuentan a los niños, para que aprendan a temer a la noche, para que teman a los peligros de alejarse de la protección del grupo. O al menos asi era allí, en el exterior. Sabía de muy buena mano que los humanos preferían el día a la noche, y él mismo había leido alguna de aquellas historias. Pero en las oscuras ciudades Drow, el tabú era precisamente el contrario. La luz del día, la mañana.. En definitiva, el día que se cierne al rededor de los insensatos Drow que pasan demasiado tiempo fuera de la seguridad de sus túneles, cómo teje una araña ahogando su presa.
Y ese día, la presa era él.
—¿Estás bien?— Preguntó con un gesto de preocupación que el elfo oscuro no supo cómo interpretar.
—Lo suficiente. Podré caminar— Hizo el esfuerzo de incorporarse, sólo para ser cegado cara a cara por la potente luz del sol. El amanecer no había hecho más que comenzar, pero para unos ojos cómo los de Kihrstee, que nunca habían visto antes algo así, era algo destructivo
Tomó a Requiem con la mano libre cuando Rhylaonar tuvo el detalle de acercárselo, no sin antes sacudirse con cuidado el polvo que la avalancha de escombros había depositado sobre sus ropas. Karma surgió entonces de entre las mangas para subirse de un salto a la cabeza del Mangual. Agradecía ver que estaba viva. La verdad es que le tenía bastante cariño a aquel arácnido.
—¿Por qué les tememos, te preguntarás? Antes me preguntabas, ¿Y porqué no…? ¿Por qué no acabamos con ellos? ¿Los matamos a todos? Por esto.— Ra'Aksa comprendía. Había visto de primera mano la masacre, el cáos causado por los soldados humanos de la alianza. Y ahora entendía a que tendrían que enfrentarse. —Porque nosotros somos dos, y ellos, miles. Millones. Las ciudades drow más grandes no alcanzan ni veinte mil habitantes. Ellos llaman a eso pueblo.
Por un momento, Ra'aksa olvidó por completo la lumínica amenaza que se cernía sobre ellos y se centró en el miedo a la humanidad que podía ver en Rhylaonar. Se centró en su alrededor, en lo que el hombre quería decir. La sangre, su olor empalagoso y su sabor metálico. Carnes abiertas y sangrantes, cráneos aplastados, escudos rotos, huesos quebrados, lanzas rotas, ojos muertos. Podía sentir cómo los ojos de los muertos le miraban, y en ellos podía leer la pregunta ¿Ahora qué? No tenía respuesta para ellos, todavía no y esperaba tardar mucho en conocer su secreto.
—Se reproducen como ratas, con una facilidad pasmosa. Y lo que más temo de ellos no son el número. Si no las máquinas…— Las máquinas. Ra’aksa ya había pensado en ellas. Si lograban dominarlas, y combinarlas con la magia de la que eran poseedores y que los humanos jamás podrían soñar con alcanzar, serían invencibles, sin importar los números —¿Te apetece acabar la cena? La cocina está vacía. Mucho me temo que no será prudente quedarse a dormir…— Fue entonces cuando se dio cuenta de que su interlocutor estaba llenando un saco con todo lo que podía arrasar de la posada. “Son tiempos de necesidad” Se dijo a si mismo, y mejor que lo tuviesen ellos a que cualquier maleante viniese a aprovechar los restos que habían dejado atrás. —Volverán. Siempre vuelven. Y no es aún la hora de nuestra victoria.
—Pero esa victoria llegará.— Dijo, y parecía completamente convencido de sus palabras. —En la oscuridad nos hacemos fuertes, mientras los humanos duermen en su falsa seguridad.
Fue a avisar a Rhylaonar del amanecer, pero él se dio cuenta sólo antes de que pudiese abrir la boca.
—Tras la oscuridad de la noche, cometidos los asesinatos, muertos los soldados, ametrallados los drows…— No fue demasiado difícil para Kihrstee entender por donde iban las palabras de su oscuro compañero —Llega la luz del día. Ella impera y baña a las criaturas lumínicas con una nueva esperanza.— Siguió la miradal Drow hacia el amanecer que ya había visto venir previamente, pero que asomaba entre las nubes con una velocidad pasmosa.. —Y los hijos de la noche han de buscar sus huecos para esconderse. La hora llegará, Ra’aksa. La hora llegará…-
No habló, no respondió. Se limitó a sonreir y a comenzar a andar. Había que ponerse en camino.
Si bien Rhylaonar no quedaba sorprendido por el Sol, aquella mañana tenía un tinte de especial. Iba a ver a alguien de su raza experimentar aquella tortura, aquel destino inevitable que a él tan por sorpresa le había pillado. La primera vez que vio el mundo -según él- arder en las llamas del día final, empezó a correr del ominoso horizonte en búsqueda de refugio, entre cegado y aterrorizado. Sus pobres piernecillas corrieron y corrieron, pero no hubo cueva que pudiera amparar a Rhylaonar. Se metió entre unas piedrecitas que le hacían cobijo, se arropó todo lo que pudo con el aún fresco cadáver de su amigo, y cerró sus ojos, lloriqueando.
El día no lo quemó como él temía. Pero el mundo le inspiraba un terror tremendo en aquellos momentos en los que no podía ver nada. No sabía mucho más que las historias que algunos viajeros y comerciantes le contaran, o leyendas exageradas que los adultos chismorreaban. La imagen restante de aquel pensamiento ecléctico era una confusa, un miedo a lo desconocido. Y se sintió más débil que nunca al estar solo, no poder ver nada, y encima tener que esconder el cadáver de alguien a quien había llegado a admirar.
Aunque aún con esas jamás me suplicó ayuda. -¿No te parecen divertidos esos recuerdos?- Ambos los reavivábamos al unísono, por eso de compartir mente. Negué. Él emitió una sonrisa irónica mientras observaba la bienvenida que pudiera dar Ra’aksa al astro rey. No le sorprendió en absoluto que pudiera cegarle, aunque todo aquello le arrancaba cierta risilla de ternura. -Capas, capuchas, gorros, gafas de sol… Lo he probado todo. Con el tiempo duele menos. Pero el dolor sigue, siempre sigue.- Le explicó mientras lustraba con un paño la armadura.
No dio más vueltas a ello. El estado físico de Ra’aksa cubrió los pensamientos de Rhylaonar muy de inmediato. Aquellos cambios repentinos de actitud me alertaban y no me permitían comprender el porqué de sus acciones, lo que no dejaba de hacer difícil la tarea de conducir al monstruoso elfo oscuro al lugar de la luz. -Lo suficiente. Podré caminar- La escueta respuesta fue suficiente. El guerrero dejó ir el aire como con desgana. Como si hubiera olvidado lo cansado que era caminar, a veces. Él había acudido a la posada con intención de dormir, llevaba más de un día entero sin pegar ojo. Y para un hombre enérgico, activo, tan acostumbrado a cargar unos veintitantos kilos de peso por puro vicio y protección, el sueño era una de las bases de su existencia.
La sangre seguía corriendo por su cara. Eso también aportaba un granito de arena al estado decadente del negro elfo. La tranquilidad de Rhylaonar tal vez no le venía por naturaleza, si no porque no tenía energías para seguir siendo el impulsivo, casi hiperactivo ser que tendía aparentar. Lo único que inmutó a este estando tan dedicado a la tarea que más lo apasionaba (manejar dinero), fue la presencia de la araña. -Sé que está pensando en picarme. Lo sé. Se lo veo en todos y cada uno de sus ojos. -
Se preguntaba si Ra’aksa comprendería el peso de sus palabras. Lo notaba extrañamente silencioso, al filósofo de la “Mentira”. Creo que aprendí a odiar ese término. -Creo, y digo creo, que le ha pillado por sorpresa la Alianza Humana. Igual necesitará tiempo para procesarlo.- Nuevamente el silencio fue la pared que Rhylaonar alzó en mi contra. Sus ojos carmesí se clavaban en Ra’aksa en búsqueda de una respuesta u otra.
Tardó un rato en obtenerla. Mencionar la palabra victoria fue probablemente el aceite que necesitara la mente de Ra’aksa para volver a abrir la boca. Para mi desgracia personal, por supuesto. -Pero esa victoria llegará.- No iba a dejar que tuviera victoria alguna. No iba a permitir que jamás venciera, no, si eso había de perjudicar a mi. Mi misión del bien podía opacarse por la sombra del espigado elfo oscuro. Su figura, estampada contra la pared destrozada, privaba mi propia visión de la bella imagen del Sol, que se alzaba como la verdad, tan benévolo… Su luz mostraba todos los rasgos de aquella criatura inmunda. Aquellos ojos sangrientos, aquella piel del color de la misma noche… Revelaba su identidad, que ahora ya no podía esconder. No de mi.
Era un mero obstáculo para mi misión. Mi camino era tan claro como quien camina buscando alcanzar el Sol. Solo sería necesario un empujón para quitarlo del medio y emprender de nuevo el camino. -¿Podrías dejar de pensar y sufrir fumadas mentales dentro de mi cabeza? Gracias. Besos. Muacks muacks.- La ironía y malhumorado comentario de Rhylaonar partieron mis esperanzas. No había redención posible para seres como él.
-En la oscuridad nos hacemos fuertes, mientras los humanos duermen en su falsa seguridad.- Rhylaonar asintió secamente. Acabó de limpiar un poco su traje y sacó de la mochila el casco. Antes de embutírselo dirigió una última mirada a Ra’aksa, como cómplice.
-Tenemos mucho más tiempo que ellos para ejecutar cual sea nuestro plan. Podemos esperar. Pero ahora, prima el refugio. Sé de un lugar…- Y él también echó a andar.
El día no lo quemó como él temía. Pero el mundo le inspiraba un terror tremendo en aquellos momentos en los que no podía ver nada. No sabía mucho más que las historias que algunos viajeros y comerciantes le contaran, o leyendas exageradas que los adultos chismorreaban. La imagen restante de aquel pensamiento ecléctico era una confusa, un miedo a lo desconocido. Y se sintió más débil que nunca al estar solo, no poder ver nada, y encima tener que esconder el cadáver de alguien a quien había llegado a admirar.
Aunque aún con esas jamás me suplicó ayuda. -¿No te parecen divertidos esos recuerdos?- Ambos los reavivábamos al unísono, por eso de compartir mente. Negué. Él emitió una sonrisa irónica mientras observaba la bienvenida que pudiera dar Ra’aksa al astro rey. No le sorprendió en absoluto que pudiera cegarle, aunque todo aquello le arrancaba cierta risilla de ternura. -Capas, capuchas, gorros, gafas de sol… Lo he probado todo. Con el tiempo duele menos. Pero el dolor sigue, siempre sigue.- Le explicó mientras lustraba con un paño la armadura.
No dio más vueltas a ello. El estado físico de Ra’aksa cubrió los pensamientos de Rhylaonar muy de inmediato. Aquellos cambios repentinos de actitud me alertaban y no me permitían comprender el porqué de sus acciones, lo que no dejaba de hacer difícil la tarea de conducir al monstruoso elfo oscuro al lugar de la luz. -Lo suficiente. Podré caminar- La escueta respuesta fue suficiente. El guerrero dejó ir el aire como con desgana. Como si hubiera olvidado lo cansado que era caminar, a veces. Él había acudido a la posada con intención de dormir, llevaba más de un día entero sin pegar ojo. Y para un hombre enérgico, activo, tan acostumbrado a cargar unos veintitantos kilos de peso por puro vicio y protección, el sueño era una de las bases de su existencia.
La sangre seguía corriendo por su cara. Eso también aportaba un granito de arena al estado decadente del negro elfo. La tranquilidad de Rhylaonar tal vez no le venía por naturaleza, si no porque no tenía energías para seguir siendo el impulsivo, casi hiperactivo ser que tendía aparentar. Lo único que inmutó a este estando tan dedicado a la tarea que más lo apasionaba (manejar dinero), fue la presencia de la araña. -Sé que está pensando en picarme. Lo sé. Se lo veo en todos y cada uno de sus ojos. -
Se preguntaba si Ra’aksa comprendería el peso de sus palabras. Lo notaba extrañamente silencioso, al filósofo de la “Mentira”. Creo que aprendí a odiar ese término. -Creo, y digo creo, que le ha pillado por sorpresa la Alianza Humana. Igual necesitará tiempo para procesarlo.- Nuevamente el silencio fue la pared que Rhylaonar alzó en mi contra. Sus ojos carmesí se clavaban en Ra’aksa en búsqueda de una respuesta u otra.
Tardó un rato en obtenerla. Mencionar la palabra victoria fue probablemente el aceite que necesitara la mente de Ra’aksa para volver a abrir la boca. Para mi desgracia personal, por supuesto. -Pero esa victoria llegará.- No iba a dejar que tuviera victoria alguna. No iba a permitir que jamás venciera, no, si eso había de perjudicar a mi. Mi misión del bien podía opacarse por la sombra del espigado elfo oscuro. Su figura, estampada contra la pared destrozada, privaba mi propia visión de la bella imagen del Sol, que se alzaba como la verdad, tan benévolo… Su luz mostraba todos los rasgos de aquella criatura inmunda. Aquellos ojos sangrientos, aquella piel del color de la misma noche… Revelaba su identidad, que ahora ya no podía esconder. No de mi.
Era un mero obstáculo para mi misión. Mi camino era tan claro como quien camina buscando alcanzar el Sol. Solo sería necesario un empujón para quitarlo del medio y emprender de nuevo el camino. -¿Podrías dejar de pensar y sufrir fumadas mentales dentro de mi cabeza? Gracias. Besos. Muacks muacks.- La ironía y malhumorado comentario de Rhylaonar partieron mis esperanzas. No había redención posible para seres como él.
-En la oscuridad nos hacemos fuertes, mientras los humanos duermen en su falsa seguridad.- Rhylaonar asintió secamente. Acabó de limpiar un poco su traje y sacó de la mochila el casco. Antes de embutírselo dirigió una última mirada a Ra’aksa, como cómplice.
-Tenemos mucho más tiempo que ellos para ejecutar cual sea nuestro plan. Podemos esperar. Pero ahora, prima el refugio. Sé de un lugar…- Y él también echó a andar.
Había pasado un día andando por puro gusto, atravesando el bosque tranquilamente hasta llegar la posada de los muertos. Últimamente la Alianza estaba tranquila, no duraría mucho aquello. No es que me apeteciera beber, sólo quería ojear qué trabajos se ofrecían por allí, captar algún nombre, aunque por lo general allí no encontraba nada que me interesase y la gente que había visto en otras ocasiones me daba mal rollo, sus pensamientos me hacían salir de allí enfurecida con el mundo entero. Aunque esta vez la posada parecía extrañamente silenciosa, a mi cabeza no llegaba ningún pensamiento.
- ¿Hola? - abrí la puerta lentamente asomando la cabeza. No, no llegaba ninguna señal de que allí hubiera ni una sola persona.
Entré con algo más de seguridad, hasta vi a medida que avanzaba por el local que allí había algunos cuerpos ya en descomposición, parecían soldados, no era el primero ni el último que vería, una pared tirada, todo normal... pero... de repente me vi justo a punto de pisar otro cadáver, este tenía todas la tripas fueras, o lo que quedaban de ellas porque ya se lo estaban comiendo los gusanos y las moscas. Me tapé las narices completamente horrorizada y me fui al otro extremo de la posada huyendo del olor a putrefacción. Una vez dentro de la barra, cogería un par de botellas de agua y la comida estuviese en buen estado y me largaría de allí cuanto antes.
- ¿Hola? - abrí la puerta lentamente asomando la cabeza. No, no llegaba ninguna señal de que allí hubiera ni una sola persona.
Entré con algo más de seguridad, hasta vi a medida que avanzaba por el local que allí había algunos cuerpos ya en descomposición, parecían soldados, no era el primero ni el último que vería, una pared tirada, todo normal... pero... de repente me vi justo a punto de pisar otro cadáver, este tenía todas la tripas fueras, o lo que quedaban de ellas porque ya se lo estaban comiendo los gusanos y las moscas. Me tapé las narices completamente horrorizada y me fui al otro extremo de la posada huyendo del olor a putrefacción. Una vez dentro de la barra, cogería un par de botellas de agua y la comida estuviese en buen estado y me largaría de allí cuanto antes.
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Había buscado refugio en el bosque después de acabar la jornada con aquellas personas. El padre humano con su niño, que esperaba que hubiera podido huir en paz, y los dos hermanos… De los que había llegado a tener algo más de información. Un diario difamatorio fue probablemente lo más relevante. El resto eran meras habladurías: Algunos mencionando aquí y allá haber visto a un par de elfos oscuros, que si en moto, que si andando, que si con magos… Lo cierto es que la noticia había corrido más la voz de lo que pudiera parecer. Y la Alianza había puesto en búsqueda a Ailanthus, lo que hacía que la gente quisiera vender información sobre ellos a cualquier precio.
Como Revenant, sabía que la gran parte mentían. Pero a partir de pistas y otros me enteré que había habido una batalla en la posada de los muertos… Y tenía la sensación de que allí encontraría información sobre ellos. Empezaba a tener la sensación de que sabían algo más de lo que me habían contado. Y debía encontrar a Vor’Kalth, a toda costa.
Lo que encontré allí, sin embargo, no era un lugar lleno de borrachos soltados de lengua. Era una pared destrozada, un enorme agujero de la pared, restos de… Una batalla. Munición. Sangre. No los debían haber capturado… No era posible. No. El diario no habría sido publicado si los hubieran capturado. Entré y choqué con una imagen desoladora. Gente tirada por el suelo grotescamente, cual cuadro romántico. Y más sangre. Era… Era irónico. Un muerto entre muertos. Aunque ellos estaban más podridos que yo. Con cuidado de no acercarme, no fuera a pillar yo gusanos, alcé la guadaña buscando cualquier pista… Y encontré una mujer…
-... Oh. Hola.- No supe que pensar de ella. ¿Igual vino a conseguir algo de comer? ¿Beber? -Parece que… Ha pasado algo aquí, ¿No? ¿Estuviste aquí? … ¿Has venido a investigar?- No lo hacía a modo de interrogación. Era curiosidad sincera, una búsqueda de cualquier cosa que me llevara a mi hijo. O tal vez a los otros dos.
Como Revenant, sabía que la gran parte mentían. Pero a partir de pistas y otros me enteré que había habido una batalla en la posada de los muertos… Y tenía la sensación de que allí encontraría información sobre ellos. Empezaba a tener la sensación de que sabían algo más de lo que me habían contado. Y debía encontrar a Vor’Kalth, a toda costa.
Lo que encontré allí, sin embargo, no era un lugar lleno de borrachos soltados de lengua. Era una pared destrozada, un enorme agujero de la pared, restos de… Una batalla. Munición. Sangre. No los debían haber capturado… No era posible. No. El diario no habría sido publicado si los hubieran capturado. Entré y choqué con una imagen desoladora. Gente tirada por el suelo grotescamente, cual cuadro romántico. Y más sangre. Era… Era irónico. Un muerto entre muertos. Aunque ellos estaban más podridos que yo. Con cuidado de no acercarme, no fuera a pillar yo gusanos, alcé la guadaña buscando cualquier pista… Y encontré una mujer…
-... Oh. Hola.- No supe que pensar de ella. ¿Igual vino a conseguir algo de comer? ¿Beber? -Parece que… Ha pasado algo aquí, ¿No? ¿Estuviste aquí? … ¿Has venido a investigar?- No lo hacía a modo de interrogación. Era curiosidad sincera, una búsqueda de cualquier cosa que me llevara a mi hijo. O tal vez a los otros dos.
Me quedo paralizada mirando al frente con la mirada perdida tratando de aclararlos, al menos no era un soldado, tampoco era un animal... pero... tampoco estaba vivo. Cuando entra por la puerta dirijo mi mirada hacia él, su guadaña, y esa rara mutación del ojo con cristales. A él también le extraña el estado del local, sin embargo no respondo a sus preguntas. Me quedo mirándole fijamente con los ojos entornados porque aunque era verdad que él sentía curiosidad por lo que había pasado allí, las verdaderas preguntas que había en su cabeza eran otras.
- Hola - respondo poco sorprendida con tono dulce, al fin y al cabo en su mente no había malas intenciones por ahora. - Yo también acabo de llegar, sólo venía a comer. - me agacho fuera de su vista tras la barra ojeando las estanterías, tras unos segundos le pregunto como si nada - ¿Cómo es ese Vor'kalth? Quizás lo haya visto. - le suelto tranquilamente. Y era verdad, por la base renegada andaban varios drows pero nunca había tenido oportunidad de hablarles.
No creo que si estuviese tan empeñado en buscar a ese Vor'Kalth que rondaba tanto sus pensamientos tuviese problema en que le preguntase. Además sólo dejaba de disimular que escuchaba los pensamientos cuando se trataba de asuntos de poca importancia, no lo hacía con malicia ninguna y siempre trataba de guardar la privacidad de la gente. Así me había logrado rodear de personas verdaderamente de confianza.
- Hola - respondo poco sorprendida con tono dulce, al fin y al cabo en su mente no había malas intenciones por ahora. - Yo también acabo de llegar, sólo venía a comer. - me agacho fuera de su vista tras la barra ojeando las estanterías, tras unos segundos le pregunto como si nada - ¿Cómo es ese Vor'kalth? Quizás lo haya visto. - le suelto tranquilamente. Y era verdad, por la base renegada andaban varios drows pero nunca había tenido oportunidad de hablarles.
No creo que si estuviese tan empeñado en buscar a ese Vor'Kalth que rondaba tanto sus pensamientos tuviese problema en que le preguntase. Además sólo dejaba de disimular que escuchaba los pensamientos cuando se trataba de asuntos de poca importancia, no lo hacía con malicia ninguna y siempre trataba de guardar la privacidad de la gente. Así me había logrado rodear de personas verdaderamente de confianza.
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Casi me había olvidado de la impresión que… Deja en alguien eso de ver un muerto, con alguna señal de descomposición y con cristales saliéndole de la cuenca, hasta que me miró. Me rasqué en la cabeza, como excusandome por no ser un agradable mozo o algo dentro de lo que ella pudiera considerar normal. También supuse que los drows no debían parecerle la cosa más normal del mundo, a pesar de que últimamente parecían esforzarse por eso de ganar popularidad.
Me saludó. Y se agachó a rebuscar algo, tras decir que venía a comer. A mi aquello me quitaba todo el hambre, tanto la de no muerto como la de… Persona. Lo que quedara de mi como persona, claro está. Cada vez ponía más en duda que fuera yo y que solo quedara aquella triste sombra de la vida, que estuviera intentando replicar lo que había sido antes. Su siguente frase, pero, me sorprendió un poco. Preguntó por Vor’Kalth. No me era nueva, la lectura de mentes. Aunque tendían a callárselo los que lo podían hacer, porque sabían que les confería más ventaja.
Interiormente agradecí que fuera abierta con ello. -Vor’Kalth es… Como decirlo.- “Rosa”. No era la mejor palabra. Aunque ya sabría que la había pensado. -No, rosa no… ¿Has visto muchos elfos oscuros? No tan oscuro. Pero tampoco es un color normal… Una mezcla, es semidrow. Semielfo.- Ya hacía con la mano como un gesto para decir que era un poco pequeño de altura. -Cicatriz en medio del rostro, ojos azules muy brillantes y un bastón de cristal. Probablemente con cosas brillantes por todos lados.
Un auténtico árbol de navidad. -También, los otros dos en los que pensaba… Creo que uno de ellos sabe algo. Quería hablar conmigo acerca de ello. En teoría pasaron por esta posada, y fue la razón por la cual la Alianza la destrozó.- Miré entre los cadáveres. No había mucho que me indicara que habían muerto por combate, la mayoría estaban aplastados contra las rocas, excepto el de la tripa abierta. Ese había sido un acto a mala fe. Habían cortes en su traje, también… Maldije no poder registrar en sus recuerdos- -¿Dónde crees que podrías haberlo visto?
Me saludó. Y se agachó a rebuscar algo, tras decir que venía a comer. A mi aquello me quitaba todo el hambre, tanto la de no muerto como la de… Persona. Lo que quedara de mi como persona, claro está. Cada vez ponía más en duda que fuera yo y que solo quedara aquella triste sombra de la vida, que estuviera intentando replicar lo que había sido antes. Su siguente frase, pero, me sorprendió un poco. Preguntó por Vor’Kalth. No me era nueva, la lectura de mentes. Aunque tendían a callárselo los que lo podían hacer, porque sabían que les confería más ventaja.
Interiormente agradecí que fuera abierta con ello. -Vor’Kalth es… Como decirlo.- “Rosa”. No era la mejor palabra. Aunque ya sabría que la había pensado. -No, rosa no… ¿Has visto muchos elfos oscuros? No tan oscuro. Pero tampoco es un color normal… Una mezcla, es semidrow. Semielfo.- Ya hacía con la mano como un gesto para decir que era un poco pequeño de altura. -Cicatriz en medio del rostro, ojos azules muy brillantes y un bastón de cristal. Probablemente con cosas brillantes por todos lados.
Un auténtico árbol de navidad. -También, los otros dos en los que pensaba… Creo que uno de ellos sabe algo. Quería hablar conmigo acerca de ello. En teoría pasaron por esta posada, y fue la razón por la cual la Alianza la destrozó.- Miré entre los cadáveres. No había mucho que me indicara que habían muerto por combate, la mayoría estaban aplastados contra las rocas, excepto el de la tripa abierta. Ese había sido un acto a mala fe. Habían cortes en su traje, también… Maldije no poder registrar en sus recuerdos- -¿Dónde crees que podrías haberlo visto?
Le sonreí como forma de comprensión, además que de agradecimiento. A menudo la gente se sentía incómoda o molesta por meterme en sus pensamientos, y además manifestarlos. Además lo que había en su mente era mucho tormento, no tenía motivos para negarle una pequeña ayuda a pesar de su apariencia. Salí de la barra para atender a su pregunta con mayor claridad, con la mano en la barbilla mirando hacia el techo, intentaba hacer memoria, y entonces negué con la cabeza algo indecisa...
- Mmmm... cerca de Bastion Hollow he visto algunos drows - no quise decir que era específicamente en la base Renegada, quizás él mismo lo intuiría.
Si era un semielfo quizás... no, no me sonaba. Tampoco aquella descripción tan variopinta... un árbol de navidad, retengo una sonrisa que creo que mis ojos no pueden disimular. La Alianza otra vez metiéndose donde no le llaman, me alegré entonces que que allí sólo hubieran cadáveres de sus soldados.
- Bueno... no sé cuantos drows pueden haber en el bosque... tampoco he visto muchos. - intenté hacer tiempo para averiguar qué pasaba por su cabeza. - En cuanto encuentre algo de comida y un poco de agua me marcharé de aquí, no es un lugar seguro. - vuelvo otra vez a detrás de la barra, abriendo con más prisa cada uno de los armarios y compartimentos hasta encontrar una bolsita de cacahuetes, los echo rápidamente en la mochila, hacía meses, quizás años que no los veía. Mientras tanto me pienso qué decirle al pobre drow mientras escarbaba algo más en su situación. - Te dejaría acompañarme, pero quiero estar segura que serás inofensivo. - y me refería su lado hambriento que ahora parecía estar saciado. No tenía malas intenciones, no, pero debía controlar a los individuos que acercaba al Bastión, al fin y al cabo yo no vivía allí y no quería tomarme confianzas indebidas.
- Mmmm... cerca de Bastion Hollow he visto algunos drows - no quise decir que era específicamente en la base Renegada, quizás él mismo lo intuiría.
Si era un semielfo quizás... no, no me sonaba. Tampoco aquella descripción tan variopinta... un árbol de navidad, retengo una sonrisa que creo que mis ojos no pueden disimular. La Alianza otra vez metiéndose donde no le llaman, me alegré entonces que que allí sólo hubieran cadáveres de sus soldados.
- Bueno... no sé cuantos drows pueden haber en el bosque... tampoco he visto muchos. - intenté hacer tiempo para averiguar qué pasaba por su cabeza. - En cuanto encuentre algo de comida y un poco de agua me marcharé de aquí, no es un lugar seguro. - vuelvo otra vez a detrás de la barra, abriendo con más prisa cada uno de los armarios y compartimentos hasta encontrar una bolsita de cacahuetes, los echo rápidamente en la mochila, hacía meses, quizás años que no los veía. Mientras tanto me pienso qué decirle al pobre drow mientras escarbaba algo más en su situación. - Te dejaría acompañarme, pero quiero estar segura que serás inofensivo. - y me refería su lado hambriento que ahora parecía estar saciado. No tenía malas intenciones, no, pero debía controlar a los individuos que acercaba al Bastión, al fin y al cabo yo no vivía allí y no quería tomarme confianzas indebidas.
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