Isla de Wight

No le gustaba sentirse vulnerable y el agua afloraba claramente esa parte de su persona. Se descubrió de repente abrazada con fuerza al pecho y espalda de Reiv, con el rostro tan preocupado como aliviado de tenerle.

Los segundos que había pasado sin respirar y los que habían pasado en lo que él llegaba hasta ella la habían puesto más nerviosa de lo que debería. Afortunadamente, ya estaba entre sus brazos y se sentía un poco más segura. Por supuesto, también estaba orgullosa, pues había avanzado un poco. Ahora lo que necesitaba era procurar no ahogarse, en otra ocasión. Por ahora, ya estaba más que servida.

El que el moreno diera por acabada la lección le indicaba que lo había hecho bien. Sentía que de un momento a otro la noche se los comería, así que más valía ir saliendo del agua antes de que un tiburón nocturno llegara. Asintió con un puchero cuando cuando preguntó si había tragado agua. No había sido demasiada, pero se sentía como si hubieran sido litros y litros. Mientras chapoteaban, aferró las piernas alrededor de las caderas del moreno.- Eres el mejor profesor que he tenido.- Sonrió colocándole un beso en la mejilla, dejando el rostro sobre su hombro con la tranquilidad que le llenaba al estar junto a él. Así, tan cerca, no le daba tanto miedo el agua.

Cansada como nunca, disfrutó por el rato que les quedaba del agua. Dejó un momento su flojera para pegar la frente a la de Reiv. El agua, la cercanía y la oscuridad se encargaban por si solos de hacer de aquel un momento íntimo.- Me gustas cuando estás relajado. Así como ahora. Me gusta que te rías, que bromees, que estes despreocupado... Voy a tratar de que cada día tengas al menos un instante así.- Susurró con los ojos cerrados para luego colocar un suave beso en los labios.- Me gustas mucho.- Susurró de nuevo para después proceder a profundizar el beso, alargando y aprovechando al máximo los últimos minutos que quedaban, sin importarle demasiado si le tocaba ahora una ahogadilla o si, por el contrario, su táctica funcionaría y el beso la salvaría de aquello.

Siento como cierto orgullo por eso de que me diga que soy el mejor profesor que ha tenido, atrapándola un poco mejor entre mis brazos cuando ella se aferra más a mí rodeando mi cadera con sus piernas. - Eso tal vez sea porque no has tenido mucho con lo que comparar...- sugiero en un pequeño lance de sinceridad, pensando que es probable con tanto tiempo atrapada en el Coliseo no haya tenido oportunidades de conocer a muchos. No menciono nada al respecto porque no quiero entristecerla en este momento con esos malos recuerdos, así que lo dejo correr, dedicándome simplemente a relajarme con ella mientras seguimos abrazados en el agua. El frío es el mismo, pero parece que en esta situación no te paras a pensar en eso.

La noche ya ha caído por completo, una noche bastante oscura porque apenas se ve la luna. La escasa iluminación sólo se ve interrumpida por algún que otro relámpago, seguida de truenos que indican que la tormenta se va acercando. Prestaría más atención a ese hecho si no fuese porque en este momento la está captando ella por completo. Permanezco con la frente apoyada sobre la suya mientras ella hace esa declaración de intenciones para conmigo, diciéndome esas cosas que no me ha dicho nadie antes y que creo que demuestran que de verdad le importo, que quiere que yo esté bien y hará lo posible porque así sea. Es difícil que podamos tener muchos más días así como ahora, pero al menos lo quiere intentar.

- Es un reto eso de intentar sacarme de mi modo gruñón, pero tú lo consigues. - bromeo como recurso más sencillo porque me cuesta expresar que de verdad me ha llegado mucho lo que me ha dicho. Me llamo idiota mentalmente por no ser capaz de expresarme mejor y de manera más fluida con las palabras, aunque intento expresarlo mediante actos, como con la intensidad del beso que nos damos después de que me confiese que le gusto. En esta ocasión me demoro mucho más que en los besos anteriores, pues poco a poco vamos encontrando nuestro propio ritmo y vamos tomando más seguridad el uno con el otro. Me separo levemente tras unos pocos minutos, susurrando con media sonrisa. - Joder...ojalá te hubiese encontrado antes. Incluso podría decir que me gustas desde antes de que yo mismo lo supiese. - aunque las cosas suceden cuando tienen que suceder, y este ha sido el momento. Ahora sé por qué no había sentido nada así con ligues anteriores, porque no eran ella. - Voy a hacer todo lo posible para que estés bien, y que pase lo que pase podamos contar siempre el uno con el otro, aunque a veces choquemos y tengamos nuestras cosas. - ninguno de los dos somos personas lo que se dice fáciles, tenemos nuestros momentos y a veces nos cuesta abrirnos, pero se asume y lo tenemos en cuenta. Si pudiésemos alargar este momento lo haría, pero no es cuestión de que nos caiga un rayo estando en el agua. - Creo que tenemos que salir, aunque antes...lo prometido es deuda.- sonrío maliciosamente, avisándola así de que por fin le iba a hacer la ahogadilla. Aprovecho que está cogida a mi para hundirnos los dos en el agua, aunque una vez abajo la suelto para que suba cuando quiera. Yo también subo a los pocos segundos a la superficie, esperando a que ella emerja para nadar juntos hacia la orilla.

Rió con soltura al escuchar que no tenía con que comparar. Los últimos maestros que recordaba como tales los había tenido antes de partir a Italia, en una escuela al centro de Londres. No habían sido especialmente inspiradores, pero sí habían logrado su cometido de motivarla lo suficiente para no acabar siendo una de esas chicas que no podían hacer nada por ellas mismas. Y también recordó a algunos de los que la habían entrenado en el Coliseo. No los podía calificar exactamente como buenos, pero algunos la habían empujado lo suficiente para romper los límites de lo que creía que podía hacer con su cuerpo.- Tengo algunos. Pero sigo pensando que eres el mejor. Ya veremos que pasa si consigo que alguien me enseñe a controlar mejor mi lado dragón. Más te vale convertirte en un especialista en dragones más pronto.- Susurró separando ligeramente su rostro con una sonrisa, aunque aún estaba apenas a unos centímetros.

Aún cuando acababa de hacer una confesión mayor, el humor del moreno le terminaba por sacar una sonrisa. Después de todo, él era así, nervioso con las cuestiones del corazón y fácil para el sarcasmo. Y, sobre todo, se dedicaba con todo al beso que acabó por sacarle un suspiro. A pesar de que tenían poco tiempo desde que descubrieron los labios del otro, sentía que nunca el universo había visto un beso más merecido. Y así lo dejó ver él cuando habló de haberla encontrado antes. Ella no se sentía igual. No le hubiera gustado encontrarlo antes, pues las probabilidades de perderle habrían sido mucho mayores. Pero ahora, ahora solo tenían una guerra que librar y podrían estar juntos. Aquello hacía que tuviera más ganas de integrarse a la batalla, para acabar con mayor rapidez.- Yo creo que antes no era momento para encontrarnos. Este es nuestro momento para estar juntos. Y si quieres estar conmigo, solo quiero que lo hagas con intensidad, que lo sientas, que me quieras... porque yo te voy a querer con todas mis fuerzas.

La promesa del moreno le llegó al alma. No se había sentido segura en muchos años, hasta que comenzó a pasar tiempo con él. Estaba por corresponder a sus pensamientos cuando un estruendo gigantesco en el cielo le sacó de sus pensamientos. Se abrazó más a Reiv, asintiendo a lo de que era hora de salir, y comenzando a gritar en vez de tomar aire cuando presintió que al final no se había librado de la ahogadilla.

Afortunadamente, al desenredar las piernas de la cintura del moreno, pudo llegar fácilmente a la arena, impulsándose para salir a la superficie. Comenzó a mover los brazos por encima del agua mientras las piernas las movía por debajo. No quería meter la cara, con tal de no irse en la dirección equivocada. A pesar de haber adelantado a Reiv al principio, rápidamente fue sobrepasada. Siguió hasta ver a Reiv emerger. Cuando sintió que podía correr, corrió con todas sus fuerzas para alcanzarle, tomándole de la mano mientras reía cuando le pasó para que corriera tras de ella. El agua casi había alcanzado el lugar donde habían dejado la ropa, pero se mantenía firme. Tuvo la intención de tirarlo en la arena para besarle, pero recordó los rayos de la tormenta que se acercaban.- Esa ahogadilla te acaba de perder la oportunidad de que me quite la ropa frente a ti.- Sentenció con la seguridad de que era verdad, aunque sabía que no lo habría hecho de cualquier modo. Aún así, le obligó a darse la vuelta para que se vistiera y le diera la espalda. Con toda la rapidez que pudo, se quitó lo mojado y se colocó la ropa seca y un par de bragas secas que llevaba en la mochila. No creyó que Reiv llevara un cambio extra, lo que le sacó una sonrisa al darse cuenta de que tendría que ir sin ella. Le avisó cuando terminó y se sentó en la capa negra que aún tenía en el suelo para ponerse los zapatos, dejándole un espacio para que se sentara él si así lo deseaba.

¿A dónde iremos ahora? - Preguntó sin saber muy bien que harían. Después de todo, ya habían visitado todo Londres, o al menos eso recordaba.

El recordatorio de Juliet sobre los expertos en dragones me hace darme cuenta de que he abandonado mis clases en Ouroboros durante demasiado tiempo, debería regresar allí próximamente. También tengo que ver a Svart, que lo dejé por allí haciendo trastadas. Pero todo eso no será hoy, al menos esta noche es completamente nuestra. Nos merecemos poder disfrutar de situaciones así, apenas posibles por vivir en una rutina bélica que no debería ser tal.  Ella opina al contrario que yo, que me lamento de no haberla conocido antes o de no haber llegado a esta situación antes. En cierto modo lleva razón en eso de que ha sucedido cuando tenía que suceder, lo importante es que ha llegado. - Intensidad y fuerza no me van a faltar, eso no lo dudes...hacia mucho tiempo que no estaba tan seguro de algo.  - susurro en su oído antes de depositar un pequeño beso en su hombro. Son nuestros últimos momentos de calma en el agua antes del episodio de la ahogadilla, que pone punto y final a nuestras "clases" de natación en el mar.

Salgo del agua entre risas, nadando hacia la orilla hasta poder hacer pie y salir andando. Soy rápidamente adelantado por ella durante un momento,  hasta que tira de mi mano para que corra detrás. Cuando llegamos a donde estaba la ropa nos detenemos, notando bastante el frío por la brisa marina sobre la piel mojada. - Pero si ha sido una ahogadilla de nada.- protesto bromeando a eso de que ahora no se iba a quitar la ropa delante de mí, resoplando con media sonrisa al darme la vuelta mientras que se cambia. Siento la tentación de echar una ojeada por el rabillo del ojo, pero no creo que le guste que lo haga sin que ella quiera, así que lo respeto.

Por mi parte me visto sin ningún pudor, quitándome la ropa interior mojada para ponerme el pantalón encima, modo comandos. Me pongo después la camisa y el jersey que me habían dado en la isla, además de mi cazadora. No me gusta nada ir de uniforme de Ouroboros, así que tendré que apañarme algo de ropa por mi cuenta. Me calzo las botas a la pata coja, dándome la vuelta cuando por fin termino. Ella también ha terminado y está calzándose sentada en la capa, así que le tiendo la mano para ayudarla a levantarse. En ese momento se escucha un trueno más fuerte que los anteriores, precedido de un relámpago. Eso indica que ya tenemos la tormenta encima, pues justo empieza a descargar lluvia sobre nosotros.  Nosotros ya estábamos mojados, pero ahora la ropa también lo está, por lo que sonrío encogiéndome de hombros. - Podemos pasar la noche en la isla, creo recordar que hay un faro abandonado como a un kilómetro de aquí. Encenderé un fuego y nos secaremos. - no me apetece mucho regresar a Londres todavía, es como tener que volver a enfrentarse a todo ya mismo.  - A no ser que quieras ir a la prisión, también abandonada y un tanto siniestra...no podrás decir que no te llevo a sitios originales.

Una sonrisa recorrió sus labios, su mirada y todo su rostro como si un rayo hubiera surcado el cielo. Aquellas pequeñas revelaciones que iban haciéndose poco a poco le confirmaban cada vez más la decisión de haberle confiado parte de su pasado en China Town. Él supo manejarlo y dejarlo atrás como lo que era, pasado. Y ahora, juntos, sabía que habría mejores oportunidades, no solo hablando de salir con vida, sino de calidad de vida. Siguió abrazándole con fuerza hasta el que el tiempo se cortó y fue momento de salir del agua.

Afortunadamente, tuvo ocasión de vestirse sin apuros, pues tenía la sensación de que no podría ser tan ligera de ropa como lo había sido una vez, cuando dejó de importarle el mundo entero, su propia alma y había aceptado su destino en el infierno como cualquier otra. Ahora le importaba lo que él pensaría, no solo si le gustaría o no, sino lo que pensaría de ella como persona. Terminaron de vestirse a la par, y tuvo que reírse por la manera en que él se colocaba las botas. Aceptó su ayuda para levantarse cuando el moreno la tendió y aprovechó para frotar su nariz con la del contrario.

Se volteó rápidamente para recoger su capa en el instante en que la lluvia los sorprendió.- ¡Creí que tendríamos más tiempo! - Rió abriendo los brazos para sentir la lluvia en cada rincón de su cuerpo. Ya daba igual si se mojaban o no.

Cogió lo que quedaba en la arena de las cosas de ambos y se cubrió con la capa pensando en una de las tantas malas ideas que había tenido.

¡Eso suena tan romántico, nunca he estado en una prisión abandonada! - Dijo con sarcasmo en tono meloso. La idea del faro le gustaba mucho más, aunque no le quitaba la idea de que las cosas abandonadas estaban llenas de polvo y cristales rotos.- Vamos al faro. Suena bien estar calientes frente al fuego.- Gritó bajo la lluvia sin saber a que lado correr o si, por el contrario, el moreno ya había estado en el lugar y podía teletransportarlos. Tomó la mano de él con la suya, por si había que correr, volar, desaparecer... estaba dispuesta por él.

En pocos segundos estamos empapados de arriba ya abajo por la tormenta que ha comenzado a descargar, pero no podemos hacer otra cosa que reírnos por todo lo que rodea la situación. Yo también pensé que tendríamos más tiempo antes de que empezase a llover, pero tampoco me importa que nos estemos mojando. Copio el gesto de Juliet por un momento, extendiendo los brazos y echando la cabeza hacia atrás mientras disfruto de la lluvia. Sólo espero que no me caiga un inoportuno rayo por andar haciendo el capullo.

- ¿Eso quiere decir que sí has estado en prisión, aunque no sea abandonada? - bromeo con eso de que nunca ha estado en una prisión abandonada, picándola un poco. - No sé, no sé, no debería juntarme con delincuentes. - hago como que me pienso eso de irme con ella, pero finalmente sonrío, atrayéndola hacia mi al coger su mano cuando por fin acepta lo de ir al faro. No puedo resistirme a aprovechar la cercanía para besarla de nuevo con ganas, de manera casi instintiva. Me separo de ella tras unos segundos, confesando con media sonrisa. - Quería saber lo que se siente al besar en medio de una tormenta...- en realidad me interesa saberlo con otras muchas situaciones en las que podamos estar, lo que cambiará será el escenario, no nosotros. Por fin consigo centrarme lo suficiente como para poder realizar la desaparición, dejando atrás la lluviosa playa en la que hemos pasado esos momentos que perdurarán en nuestras memorias.

Reaparecemos en la entrada del abandonado faro de la torre, justo frente a la puerta de madera medio rota. La empujo con el pie sin demasiada dificultad, haciendo que caiga al suelo bastante destrozada. - ¿Te imaginas que ahora está por aquí el espíritu del viejo farero? - murmuro por lo bajo, riendo un poco ante las muchas historias de miedo que se me ocurren. Después le hago un gesto con la mano para que me siga, señalando las escaleras de caracol que conducen a la parte alta del faro. - Ve con cuidado, puede que alguno de los escalones esté roto. - advierto cuando comienzo a subir escaleras, escuchando de fondo el sonido de alguna furtiva rata que corretea por el lugar. Cuando lleguemos arriba por fin podremos secarnos junto al fuego y descansar juntos después de la intensa jornada. Observando el abandonado faro se me vienen varias preguntas a la mente, todas ellas relacionadas con quienes se marcharon de aquí hace años.

- Me pregunto cuánta gente se habrá largado al rincón más recóndito del mundo para evitarse los problemas de la guerra... no sé si llamarlos cobardes o demasiado inteligentes. - reflexiono en voz alta mientras sigo subiendo escalones, mirando a Juliet de tanto en tanto para asegurarme de que me siga o de que no tenga problemas subiendo. Ya no quedan más que unas cuantas vueltas de escalones para llegar, pero nunca se sabe si se puede romper algo.

Uno, dos, tres, cuatro ¿Cuantos días llevo aquí? Hoy toca conocerme de nuevo, luna llena, esas noches siempre me quitan el sueño aun que con el pelaje el frió no cala mis huesos. “Como pican esas pulgas, serán desagradecidas” rasco un poco bajo las vendas en mi jorobada espalda antes de que se desprenda de ella otro trozo de piel. Abro el viejo armario donde tengo mi nueva colmena –Pequeñas… no tengáis miedo, sois preciosas- recojo unas cuantas larvas y dejo a mis polillas en paz, ya han establecido colonia, polillas nuevas, estas aun están limpias de enfermedad, listas para ser una muestra mas para mi colección de enfermedades. Tifus, gota gonorrea, tuberculosis, todas vividas y asimiladas, mis pequeñas polillas… revolotean entre los pelos de papá llenas de enfermedades y le traen y cosquillas.

Una de mis ratas me avisa ¿viene alguien? Vaya vaya, la noche se pone divertida, suspiron  -¿Tenia que ser hoy?-  No digo que sea un ser agradable a la vista, pero apuesto a que a nadie le gustaría encontrarse un hombre rata cultivando enfermedades, es que ya no se puede estar en soledad ni siquiera aquí. Me cruzo de piernas y enciendo mi incenso, un olor pesado para la mayoría, algunos lo compararían con putrefacción, a mi me gusta, nubla la mente de los demás y despeja la mía. Me concentro, la luna debería agudizar mis sentidos, ordeno a termitas, bichos y ratas estar alerta, que me informen de cada movimiento mientras espero a mis curiosos visitantes.

Ciertamente quedó impresionada por un momento. Reiv no parecía ser del tipo que se queda un momento quieto para sentir la lluvia, sino de los que pasan de ella. Aquella visión solo le hizo gozar más de la lluvia y del moreno frente a ella. Negó rápidamente con una sonrisa, si el delincuente de los dos claramente era él nada tenía que reclamar.- ¡No te preocupes! Mi cadena perpetua terminó cuando la cárcel cerró. Ahora estoy reformada.- Bromeó, pensando que sería el final de su danza bajo la lluvia cuando de pronto se supo entre los brazos del moreno, conectados por un sutil y enérgico beso que no tardó en hacerla enloquecer.

Y la sonrisa, la sonrisa con la que la recibió una vez que volvió del paraíso solo logró derretirla más, como si la lluvia estuviera llevándose con ella todo rastro de autocontrol. Su sonrisa grande y boba no hubo manera de ocultarla. Era el reflejo de todo lo que sentía en el pecho, cálido, ínfimo, delicioso.- Eres... Eres... ¡Alucinante!- Aseguró soltando un fuerte suspiro y con la sonrisa en los labios justo antes de que la desaparición se llevara acabo. Nunca se le habría ocurrido que un beso bajo la lluvia sería tanto.

Se apuró a entrar tras él al faro una vez que rompió la puerta. No era un lugar particularmente escalofriante, aún cuando había algo que no le gustaba, y tampoco era cálido, por lo que no protestó cuando empezaron a subir las escaleras de caracol que se extendieron por un buen tramo.- Tal vez pueda decirnos de su primer beso bajo las tormentas.- Bromeó mientras caminaba con más cuidado, pues no quería terminar cayéndose justo como él decía.

Se mantuvieron un momento en silencio subiendo, hasta que Reiv compartió sus pensamientos.- No hay a donde huir, Reiv.- Susurró, recordando por un instante que ella había tratado de huir años atrás y que solo encontró peores condiciones y esclavitud.- Quizás la salida a esto no esté afuera, sino adentro.- Susurró.

Estaban por llegar arriba cuando se dio cuenta de lo que no le había gustado del faro en un inicio. Dio un paso largo, saltándose un par de escalones hasta que tomó la mano de Reiv y se llevó el dedo a los labios, informándole que se mantuviera callado. La tormenta afuera hacía todo más difícil de escuchar, saturaba los sentidos con olor a mar y sonidos de lluvia, pero ahí arriba definitivamente había algo. Caminó con cuidado junto a él hasta que estuvieron a un par de escalones de la cima y alcanzó a escuchar pequeños y muy tenues canturreos. Hizo a Reiv una ceña con el índice y el dedo medio, indicándole que había al menos dos criaturas, y después los junto para señalar la dirección en la que estarían, que era a la izquierda del portón en la cima. Trató de captar más información, pero la tormenta frustraba cada intento. Solo quedaría subir o desaparecerse... Finalmente, subió sin soltar a Reiv, asomándose ligeramente por la puerta y permaneciendo oculta. No le soltó; si tenían que desaparecerse de repente, él era su transporte. Sus mediciones habían sido equivocas, como suponía, por la tormenta, pues solo se veía una criatura ahí arriba, y no parecía particularmente amigable.

- O tal vez pueda decirnos cómo se convirtió en el fantasma del faro...- comento bromeando en tono enigmático como respuesta a eso del beso bajo la tormenta. El ambiente poco cálido y acogedor del lugar hace que sea un sitio propicio par narrar historias de ese tipo, aunque suelen ser mejor cuando estás reunido alrededor de una buena hoguera, como la que haremos al llegar a la parte más alta. Asiento con una especie de resoplido a eso de que no hay lugar al que huir, pues la guerra acaba afectando a todos, de un modo u otro, o en mayor o menor medida. No comprendo bien lo que quiere decir a eso de buscar la salida dentro en lugar de fuera, aunque creo imaginarlo.

- ¿Te refieres a que sólo habrá solución si todo el mundo se implica en lugar de mirar para otro lado mientras el resto se mata? A mi me cuesta verle solución...si fuese sencillo hace años que se habría conseguido. Pero hay demasiados factores en juego, demasiadas piezas e intereses sobre el maldito tablero de juego. - Seguimos subiendo los innumerables escalones, teniendo que sortear algún tramo de aspecto poco fiable haciendo zig zag o saltándonos algún escalón. La tormenta del exterior parece estar arreciando, hemos buscado un lugar a cubierto justo a tiempo para evitar ser alcanzados por alguno de los rayos que iluminan el lugar de tanto en tanto.

Tras unos cuantos minutos conseguimos llegar a la parte alta del faro, aunque algunos ruidos extraños nos hacen ponernos en alerta. Avanzamos con cautela hacia la puerta, pues está claro que debe haber algo o alguien dentro. Intercambio un gesto de confusión con Juliet, pero tengo curiosidad por saber qué hay dentro de la estancia. Además, no podemos quedarnos en otro sitio, la idea es hacer noche aquí. La otra opción es desaparecernos, pero sería aburrido largarse tan pronto. Le hago un gesto para que nos asomemos al interior, del cual emana una especie de olor un tanto pesado y no muy agradable. No suelto la mano de Juliet, pero me adelanto para entrar al lugar en el que se encuentra nuestro "anfitrión". Frunzo el ceño al intentar adivinar lo que es, pues parece una especie de rata gigante, o rata humanoide, no lo tengo muy claro.

"me esperaba desde un fantasma hasta un zombie, pero no esto..."

- ¿Eres tú el guardián del faro? ¿o más bien un simple okupa que pasaba por aquí? - pregunto sin cortarme demasiado, aunque con cierta cautela para ver primero de qué palo va el ser. No me extraña mucho encontrarme con criaturas así, siendo parte del mundo mágico no me sorprenden estas cosas en absoluto. La cosa es que no había visto antes uno como él, así que no sé si será natural o una especie de experimento, como las quimeras que hacia cierto alquimista.

Al fin llegan mis nuevos amigos, vamos Skaab relájate, no vas a dar una mala impresión. Vamos a ser  un buen anfitrión, ya has perfumado el ambiente, solo te queda ser amable y dar lo mejor de ti...

Aclaro mi garganta - Bieeeeenvenidos, por favor tomen asiento, no muy cerca, no muy cerca, es tedioso controlar mis instintos y no quisiera asustar-los – Al menos por ahora - ¿Puedo ofrecerles algo? ¿Comida?- Llamo a una de mis ratas, se carca lo suficiente para que la pueda agarrar, de un mordisco separo su carne del hueso y el crujir de estos entre mis dientes llena la sala,  reparto la carne desollada y las vísceras en un semi-circulo unos metros delante de mí. Vuelvo a mi sitio para sentarme de nuevo. - Y ahora, las preguntas- Digo sonriente con el tono de mi concurso de televisión favorito de antaño, esa sonrisa se desvanece al pensar que probablemente no lo conocerán.

- ¿Soy el guardián del faro? Nooo. ¿Soy un okupa? Hmmmm tampoco. ¿Guardo mis cosas en este faro? Bingo. ¿Estoy ocupándolo ahora mismo? Si.- Otra de mis ratas de acerca al festín de mis invitados, no puedo permitirlo, ¿Que van a pensar de mi?

Me levanto de golpe y clavo mis zarpas al suelo para asustarla, una nube de polillas bajo mis ropas de levanta por el brusco movimiento, agarro la rata con la cola y la lanzo lejos, un desafortunado despiste por mi parte no avisar a las otras que esa no era su comida. Vuelvo a mi sitio de nuevo, intento calmarme, voy bien, voy bien, de momento nadie tiene heridas, heridas soporosas… pútridas… necrósicas…  Empiezo a salivar, eso sí que le abre a uno los apetitos, y no solo el hambre. Cruzo las piernas y recito en voz baja un mantra de mi antiguo maestro, control, de momento, control.

-¿Bueno así que chicos? ¿Tienen más preguntas? ¿Quieren descubrir quien hospeda este faro?- Digo mientras desde mis bigotes crece una maliciosa sonrisa

O tal vez pueda leernos la mano. Si es fantasma, debe tener vínculos con el más allá.- Sentenció siguiendo la broma que el moreno planteaba, pasando después a responderle con un comentario más serio a lo de cómo terminar con la guerra.- Yo decía adentro en el sentido de que no vemos las consecuencias de nuestras propias acciones. Y a veces no nos importa. Hay mucho ego y ansias de poder que van antes que las intenciones de cooperación, tal como tu dices.

No tardaron mucho en llegar arriba, y aunque ella había sido sigilosa, en los planes del moreno no estaba la discreción. Salió como si nada al encuentro del guardián del faro, y ella salió tras él por no dejarle solo y para no soltarle la mano. La criatura resultaba en una mezcla entre espeluznante y rara. Y aunque por un minuto su rostro mostró aquella confusión, de inmediato volvió a ser algo tranquilo.

Extrañamente, la rata gigante parecía sospechosamente amable. Ofreció asiento e incluso comida. No le tenía asco a las ratas, pero si podía evitar comerlas, tocarlas o verlas, definitivamente lo hacía.

Las respuestas que daba a Reiv parecían sensatas. Eso hasta que clavó las garras y tiró a la rata lejos por descuidada para enviar un mensaje al resto. Su rostro no podía estar más perplejo ni menos confundido.

No, no queremos. Solo veníamos a ver si había algo por aquí. Y no puedo pensar en nada más... interesante que un festín en medio de una tormenta.- Murmuró, como siempre diplomática esperando que a la rata no se le ocurriera comérselos o algo por el estilo.

Nuestra conversación sobre las opiniones que tenemos sobre el conflicto queda atrás en cuanto llegamos arriba del todo, a la misteriosa sala del faro que creíamos abandonado. Puede que no haya sido muy buena idea entrar al ver que ya estaba ocupada, incluso puede que lo más inteligente hubiese sido darse media vuelta y buscar un plan alternativo. Dudo que podamos quedarnos a dormir aquí, sobre todo teniendo en cuenta que hay un inquilino desconocido y que a simple vista no parece muy amistoso. Además, seguimos mojados por la tormenta que nos ha pillado antes, y al haber alguien aquí no sé yo si podré hacer la hoguera que tenía pensada.   - ¿Controlar tus instintos? - arqueo la ceja ante la bienvenida de la rata antropomorfa, pensando que eso quiere decir que le puede dar por intentar comernos en cualquier momento. No sé si me hace gracia la situación  o si me parece un tanto acojonante. Tal vez una mezcla de ambas. Niego con la cabeza a lo de la comida, no me ofrece mucha confianza lo que pueda darnos un desconocido.

- Da igual, no tenemos hambre, ¿verdad? - aprieto un poco la mano de Juliet para buscar complicidad en ella a la hora de dar una respuesta negativa al ofrecimiento de la comida, aunque creo que opinará como yo en ese sentido.  Busco unas cuantas cajas de madera apiladas junto a la pared, tomando allí asiento, a una distancia prudencial de Skaab. Todavía queda decidir si es enemigo, posible aliado o simplemente indiferente. - Así que este faro es como tu almacén, o algo así. ¿Y qué es lo que guardas aquí? si se puede saber...-
reprimo una pequeña risa al  escuchar lo del festín en la tormenta que dice Juliet, pensando que puede ir con segundas o que el instintivo hombre rata puede confundirlo con que nos ofrecemos de festín. - También podemos conversar un rato, sin festines de por medio. - su sonrisa maliciosa no me da muy buena espina, como si estuviese esperando una respuesta errónea por nuestra parte para reaccionar de manera hostil. Esa sensación de cierto peligro me hace ponerme alerta, y he de reconocer que no es una situación que me disguste del todo, pues me hace estar más despierto por si se presentan posibilidades de lucha. El asunto de la rata que arroja me da cierto mal rollo, pero no digo nada.

- Espero que eso no sea una pregunta trampa y te abras la gabardina cual hombre exhibicionista.- respondo bromeando, pensando en ese tipo de personas que van en bolas para abrirse el abrigo y mostrarlo a cualquiera. - Sí, tengo más preguntas. ¿Algún bando en concreto o vas por libre? ¿Has trabajado alguna vez para mercenarios? - miro de reojo a Juliet, por si quiere hacerle también alguna pregunta. Por ahora ella es la única con la que podría contar, en teoría,  para hacer trabajos o encargos de mercenarios, pero sería interesante conocer a más gente así.

-¡Si, era una trampa!-  Levanto mis túnicas y salen nubes y nubes de polillas de ellas, debajo mi cuerpo magullado cubierto por una vestimenta menos ostentosa, un par de harapos viejos agujereados por el hambre de mis pequeñas cubren mi pecho, y los pantalones de pana que solían llevar cubren mis huesudas piernas como dos campanas.

Me doy cuenta que probablemente los he alarmado, mal momento para hacer broma cuando tus huéspedes temen tu forma, seguramente si no estuviera bajo el influjo de la luna todo esto sería menos tenso.  Suelto una carcajada para rebajar la tensión mientras las polillas vuelven a meterse bajo las túnicas por los agujeros. – Uff, lo siento perdón, soy de broma fácil, nono, no es una trampa, solo quería responderte con una demostración. Lo que guardo en este faro, como en muchos otros sitios, son mis pequeñas, una nueva colmena.- Señalo a mis huéspedes y algunas de las polillas se posan suavemente sobre su pelo, son tan hermosas rodeados en el halo de luz de luna.

-Polillas de sangre, una especie curiosa, las perfectas compañeras de mi oficio. No, no tengo bando, y si, si he trabajado con mercenarios, siempre que paguen mi precio. Soy médico.- Pronunciar de nuevo esas palabras sonó reconfortante en su cabeza –Las polillas, son mis ayudantes, capaces de robar cualquier enfermedad. Como todo tiene su parte mala, (o no tan mala), almacenan la enfermedad en ellas y la esparcen a la voluntad de quien las cría, ósea yo.-

Espere unos segundos, casi nadie le gustaba mi don, pero era útil, capaz de curar y de protegerme. A lo mejor lo entenderían. Las polillas de su cabeza volaron de nuevo bajo mi túnica, no quería asustarlos, podría ser que incluso me quisieran en su equipo, alguien al fin necesitara mis servicios y me contratara, así podría encontrar-la, mi obra maestra.

-Bueno eso es lo que os puedo decir por ahora, vuestro turno para presentaros, amigos- La última palabra sonó dulce en mis labios, como un caramelo antes de derretirse

Después de un poco de conversación, parecía que al menos Reiv era lo suficientemente sensato para no considerar al inquilino como un simple roedor. A veces le gustaba lo impredecible que podía ser, pero había ocasiones en las que le daba ansiedad hasta verlo respirar.

Negó suavemente ante lo de la comida. Después de todo, los roedores nunca habían sido de su agrado. Le gustaban las presas más grandes, las que tenía que rastrear por días hasta lograr encontrarla y derribarla. Y aquel solo pensamiento fue suficiente para que le entrara un hambre repentina, aún cuando seguía segura de no querer lo que el inquilino ofrecía. Sin soltar la mano de Reiv, se movió con él, permitiéndole sentarse mientras ella se recargaba cómodamente en la pared, pasando una mano por detrás del cuello del moreno para mantener el contacto.

Reiv parecía tener la conversación bajo control por lo que, siguiendo a su propia tradición, prefería no decir palabra que pudieran ser utilizadas en su contra. Solo hasta que menciona la trampa y hace el truco de las polillas, desenvainó de inmediato la espada. No pensó en que poco podía hacer contra un montón de insectos, pero si contra una ratota. La carcajada, por más que lo intentara, no relajaba a nadie. Mucho menos la disculpa. Aún así, bajó la espada al ver que el contrario parecía un poco más calmado, espantándose con movimientos delicados a las polillas que merodeaban a los invitados. Una vez que dijo que eran de sangre, no podía evitar sentir que se iba a poner enferma si no salían de ahí a tiempo. Comenzaba a sentirse sobre pasada en número.

Logró respirar de nuevo cuando las polillas volvieron a él, reacia a pensar en ellas, pues sabía que le darían escalofríos. Si algo le daba escalofríos era también el tono con el que les llamó amigos. No había pensado que terminaría aquel maravilloso día en medio de una tormenta con un farero apolillado, pero recordó las palabras de Reiv sobre lo ser aburrido y rodó los ojos.- Irina.- Murmuró antes de que Reiv se adelantara a presentarla. Conocía bien la tendencia de los hombres Black de meter la cuchara en cazos ajenos, y si no podía hacer que lo evitaran, al menos podía combatirlo un poco.

El truco de Skaab con las polillas hace que me ponga en alerta casi al instante, alzando una de mis manos para conjurar rápidamente una pequeña bola de fuego que mantengo sobre la palma de la mano. La imagen de lo que hay debajo de los harapos tampoco es nada agradable, casi menos que las polillas. Hago desaparecer la bola de fuego mientras resoplo, dándome cuenta de que él no iba en serio, de que era una broma. - Joder...espero que no recibas así a todas tus visitas. - no sé ni en qué momento me he puesto en pie, pero vuelvo a sentarme de nuevo junto a Juliet, que también ha sacado su espada rápidamente en un alarde de reflejos. - No es la mejor manera de hacer amigos o socios.- señalo mientras observo a las polillas retornar hacia él tras finalizar su demostración. La sensación de tenerlas encima por unos instantes no me ha gustado demasiado.

- ¿En muchos otros sitios? ¿dónde más tienes colmenas? - pregunto con curiosidad, pensando en lo grimoso que debe ser estar en un lugar y que de repente te ataque ese enjambre de polillas. No sólo grimoso, sino peligros, pues según dice portan enfermedades. - Y...¿cómo esparcen la enfermedad? - pregunto con cierto recelo, por si decide hacerlo con otra demostración de esas. - Un sin bando entonces. Seguro que te has topado con todo tipo de mercenarios. - miro de reojo a Juliet cuando decide darle un nombre que no es el suyo, aunque a estas alturas ya no me sorprende. Siempre le cuesta revelar su identidad. Yo sí decido dar el mío. - Reiv Black.- después pongo una mano sobre la rodilla de Juliet, refiriéndome a la pelirroja.

- Ella y yo somos algo así como mercenarios. Tal vez nos interese una asociación contigo. No estaría mal mermar a la Alianza, aunque no sé yo si tus polillas serían efectivas contra ellos. A nivel de sanidad y tecnología están mucho mejor que el mundo mágico, puede que resuelvan esas cosas rápidamente. Además, intentaron enfermar a la población mágica esparciendo una cepa del virus de SPM, que anulaba los poderes mágicos y estuvo a punto de matar a mucha gente.

-Vale vale… tranquilos, lo siento…- Dijo con un canturreo arrepentido, no esperaba que se lo tomaran tan mal, luego recordó sus bigotes, su cola y dientes y se dio cuenta, como esperaba que no reaccionaban mal, si debía parecer un monstruo degenerado.

Se levanto poco a poco y saco de un viejo cajón unas esposas de plata, guardo la llave y volvió a su sitio. Se los coloco con una mueca de dolor en los labios. –Un pequeño precio a pagar eh, para que no se pongan violentos, y por lo que más quieras, no enciendas fuego de repente asustas a mis pequeñas…- Esbozo una sonrisa con esfuerzo disimulando la incomodidad de las esposas de plata. – Esto- Dijo levantando las manos atadas. – Tampoco se crean muy especiales porque me ponga esto, lo hago cada una de estas noches, ayuda a que no me mate a mi mismo-

Pensó que llevaba mucho sin responder a las preguntas del chico, este la caía mejor que la mujer, más alegre, menos reservado, al menos en su mirada no percibía aquella aura que le hacía sentir como un despojo, una aura demasiado común en los rostros de los demás.

-Chico, no puedo decirte donde están mis colmenas ¿Y si fueras a destruirlas? No no no, perdería mucho trabajo bien hecho hasta ahora, pero en fin, como veo que no os andáis con chiquitas tu con ese fuego, y esa mujer con lo que sea que tenga… no se… ¡Joder hace que todos mis instintos de supervivencia se activen!  Os contare como van mis peques. Ellas absorben curan cualquier enfermedad del cuerpo en el que nacen. ¿Tu tía abuela Mary esta enferma de cáncer? ¡Ningún problema! Córtale en algún tejido muscular y ponle un huevo de mis pequeñas, si aguanta el dolor hasta que nazca su enfermedad quedara olvidada. ¡Curan de todo! Menos disfunción eréctil claro…- Esperó unos segundos haber si esa broma era de mas agrado para ellos, al fin y al cabo si pretendía volver algún día con el resto de personas tenia que pulir su humor

Aclaro su garganta antes de proseguir, miro a los huéspedes esperando ver alguna expresión en su rostro que delatara sus expectativas o emociones pero nada, se le daba especialmente mal eso de la empatía cuando había luna llena. –La enfermedad la esparcen de manera similar, si ingieres o introduces un huevo de una polilla que contenga ya una enfermedad, esa la transmite al portador, aun que cura todas las demás, por eso es importante esta colmena del faro, es completamente virgen, todas de primera generación-

Se levanto y abrió una ventana, mientras poco a poco se acercaba al armario mientras seguía su discurso. –Hoy las hembras de la colmena empiezan su celo, las dejare salir y pondrán huevos “milagrosos” por la zona, probablemente nadie que no sea yo, o ahora vosotros, sabrá para que sirven y paran años antes de que alguna cure alguna enfermedad por si sola; para mi es como si ahora me trajeran un nuevo pack de viales de alquimia nuevos, con tantas posibilidades… Durante una gran parte de mi vida veo belleza en todo el bien que pueden hacer mis pequeñas,  durante otra más corta, estas noches, me gusta pensar en que enfermedades me traerán en unos años, pensar en si podre asimilarlas en mi o moriré, me resulta excitante, como un reto. Obviamente no es solo azar a donde vuelen ellas, con los años aprendí a hablar-les, no las controlo, pero podemos dialogar - lo que hace la soledad, suspiro - Y si, conozco el caso que me dijiste, creo que alguna de ellas porta la enfermedad que mencionaste, si no recuerdo mal la pude asimilar, pero no sabría decirte si me dejo séquelas. Aun soy un buen médico cuando la luna no me… hace estas putadas, el tratamiento fue difícil…
En fin mis queridos huéspedes. ¿Soy un monstruo por lo que hago? ¿O soy alguien digno de su atención, un medico que puede curar mas allá de lo convencional?-

Viendo como Reiv apagaba la bola de fuego de sus manos, se sintió menos paranóica por sacar la espada tras la ligera broma de Skaab. Decidió sentarse junto a Reiv y envainar la espada. Aún así, se mantuvo alerta y esperó a que el anfitrión hiciera otra de sus bromas para esta vez sacar su daga. Después de todo, aún con esposas puestas se podían hacer muchas cosas, por más que dijera que lo hacía por su propia protección.

Reiv parecía ir haciendo buenas preguntas, por lo que no se sintió con ganas de comentar nada hasta que el chiste de la disfunción erectil salió al aire. Le dio un ligero codazo a Reiv y sonrió ligeramente de lado para meterse un poco con él. Aún así, estaba agradecida y aliviada de que no se le hubiera ocurrido corregir su nombre cuando mencionó el que él le había dado.

Por más que fuera objetable, lo que el farolero mencionaba era interesante. Poder guardar y asimilar enfermedades, y curarlas de maneras que resultaban poco ortodoxas parecía algo genia.

¿Has curado a alguien de esta forma con anterioridad?

La disculpa de Skaab hace que me parezca un tipo más o menos civilizado, dentro de lo extraño que es. Lo de ponerse esposas se me hace también bastante raro, especialmente por el gesto de dolor que aparece en su rostro durante un momento cuando se las pone. - ¿Son para...contenerte? - eso o le va el sadomaso, pero me decanto más por la primera opción. Asiento a lo de no hacer fuego por lo de las polillas, al menos por ahora. Eso sí, si veo alguna situación de peligro no dudaré en utilizarlo. La tormenta en el exterior parece que arrecia y en el interior del faro hace bastante frío, sobre todo porque seguimos medio mojados por el chaparrón que nos cayó antes de entrar. Si las polillas esas no nos pegan nada acabaremos pescando un resfriado por nosotros mismos. Enseguida aclara que las esposas son también para evitar que se haga daño a sí mismo, lo que me recuerda un poco a los licántropos.

- Bah...no iría a destruirlas, a menos que representasen un problema grave. - eso de que haya un tío con un arsenal de polillas que esparcen enfermedades no me deja muy tranquilo, ya que puede usarlo como arma si le apetece. - Pero no vas a hacer que sean un problema, ¿verdad? - pregunto en un tono que indica que quiero que responda que no, que no serán un problema. Presto atención al modo en que dice que curan, entornando los ojos para mirar a Juliet cuando me da ese codazo por al broma de la disfunción eréctil. - Ja ja- respondo con sarcasmo, volviendo a mirar a Skaab para tratar de seguir el hilo de la explicación. Lo que cuenta es interesante a la par que inquietante, pero pensar que un médico así pueda atenderte da un poco de reparo. Entiendo que no siempre tiene ese aspecto, sólo con la luna, y que el resto del tiempo tendrá apariencia normal.

- No, no creo que te dejase secuelas...de ser así no tendrías capacidad alguna para hacer magia. Sobre lo de ser un monstruo...¿eso es lo que te han dicho otras personas? Si la intención es buena y lo usas para curar no veo el inconveniente. Aunque imagino que también tendrás la tentación de usarlo como arma contra tus enemigos. - justo lo que hizo Tobías, aunque él fue para hacer tratos sucios con la Alianza. - Un médico siempre es útil en tiempos de guerra, y si transmite sus conocimientos a otros más. Supongo que habrás tenido algún aprendiz...- lo que me recuerda que yo debería practicar con Juliet para aprender habilidades de magia curativa, aunque intuyo que no es lo mío y no se me va a dar muy bien.

-He curado a 3 humanos, o eran 2… Bueno 3 humanos y puede que a un mago, unos críos que no sé muy bien que eran, una pequeña manada de licántropos, un feral tan feo como yo y a medio goblin, digo medio goblin porque el tipo en cuestión se curó solo antes de que terminara con él, y eso que tenía una bonita enfermedad para mi… desagradecido…-

Empiezo a notar el peso de mis brazos, pronto tendré que dormir, ha sido una noche interesante- Si… las esposas… digamos que más de una vez me he sorprendido intentando matarme a mi por las mañanas, y no… las polillas… no serán un problema… no….- Balanceándome cierro el armario y me acurruco, llamo a mis pequeñas que enseguida me cubren como una manta. Con los ojos cerrados dejándome llevar por Morfeo, dios griego de los sueños intento terminar mi discurso.

-Yoo… ayudo… ellas curan y me defienden, pero para curar tengo que entender las enfermedades, como medico… debo hacerlo… cada enfermedad que me traen, me la transmito, así las entiendo y luego puedo curar… si…yo soy bueno aun que digan que no…- Doy un enorme bostezo- Yo era aprendiz…nadie sabe curar como yo… no se enseñar… además no suelen durar un mes de prueba aprendices… les tienen miedo a las ratas grandes… les tienen miedo a los secretos grandes…-

Noto todo el peso de mi alma, realmente va siendo hora de dormir, creo que llevaba días sin dormir con los preparativos de esta noche, todo va a salir bien. Con mis últimas fuerzas llamo a algunas ratas mas para que traigan algunas mantas a mis huéspedes, están un poco roídas y yo prefiero el calor corporal de las ratas pero supondré que ellos no.

-Mañana amigos… mañana os presento al otro Skaab… Ah, y el fuego… hacedlo lejos… no les gusta a las alimañas como yo ni como los hombres… como yo-

Escuchaba atentamente las hazañas que el inquilino mencionaba, tratando de imaginar como podía ser que alguien a quien aparentemente rechazaban bastante pudiera ayudar a tanta gente. Incluida la manada de licántropos.

Se tomó un momento para pensar en aquello mientras exprimía con delicadeza su cabello. El agua de la tormenta y del mar había quedado bastante atrapada. Una vez que logró que su coleta dejara de gotear, se pasó a los mechones sueltos que adornaban su rostro. Estaba por preguntarle algo a Skaab cuando sintió la vibración de la moneda en su pantalón. Casi la había olvidado después de que hacía mucho tiempo que nadie le enviaba un mensaje. Al principio se sorprendió, pues era de Johan, pero después, cuando vio el mensaje, cayó en cuenta de que había sido uno general. El mensaje prometía. Y le daba curiosidad saber que es lo que estarían tramando. Le pasó a Reiv la moneda, y aunque trató de reanudar la conversación, parecía que Skaab tenía más ganas de irse a dormir que de seguir. Por supuesto, las noches tan tormentosas podían ser agotadoras. Se veía más que cansado. Así que quizás era en parte por eso de que no se podía controlar.

- El otro Skaab...- Susurró suavemente mientras este se despedía y las ratas traían mantas. Las negó a medida que los roedores se acercaban. Por su parte no tenía frío, y tampoco tenía ganas de que las ratas se acercaran, aunque no les tenía del todo miedo. Y aunque Reiv podía tener frío, se le quedó viendo horrorizada por si se le ocurría tomar algo que una rata había tocado. Después de todo, aunque las ratas podían parecer dóciles, sí que transmitían enfermedades, y teniendo a un fanático de las enfermedades en frente, seguro que había doble agenda.

- No se tu, parece que yo no dormiré hoy.- Susurró a Reiv, con la mirada fija en el armario, pestañeando al mínimo. Ahora que la fuerte tormenta hacía que su oído fuera menos eficiente, solo le quedaba la vista para asegurarse de que nada estuviera merodeándolos como para matarlos.- ¿Leíste la moneda?