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Recuerdo del primer mensaje :
Isla situada al sur de Inglaterra. Antes de la guerra era un lugar habitual de veraneantes. Al inicio de la guerra se construyó un pequeño penal para encerrar a aquellos que se oponían a las fuerzas mágicas del Ministerio, desviando así alos presos que no cabían en prisiones mayores. La prisión se encuentra ahora abandonada, y la isla se ha convertido en un lugar de huida para aquellos que desean ocultarse y no inmiscuirse demasiado en los asuntos bélicos.
La caída de Reiv sirvió para darle a entender un poco su posición tan frágil en aquella cueva. Al menos el dragón de la entrada dejó de verlo como amenaza en cuanto lo hizo. Quizás así estaría más seguro, pues lo verían insignificante en caso de que las cosas salieran mal. Con todo y la tensión del momento, se soltó a decir disparates. Seguramente trataba de tranquilizarla, pero el que se pusiera la diana él solo en la espalda no aminoraba su estado de alerta. Le mostró los colmillos con un bufido para que dejara de decir tonterías, además de mirarle como advertencia de que, en ese lugar, tenía que guardar la compostura.
Al fin, la cueva se hizo más amplia y con la luz que entraba a raudales desde el techo pudo distinguir las formas en las que los dragones revoloteaban en el interior. Se fijó en cada uno de ellos, algunos apenas aprendían a volar y lo hacían con dificultad, otros eran ya expertos. La cueva estaba llena de una vida que no comprendía y de la que no se sentía parte. Y ahí, en medio de sus pensamientos, se impuso Svart con un vuelo rápido y dominado, llegando al suelo con precisión y clara molestia. Su posición era una versión miniatura de Smaug. Entendió entonces la importancia de haber ido hasta ese lugar a buscarle. Dio un par de pasos en su dirección, impulsada por el deseo de ir por él y acabar con todo el asunto con un abrazo, pero se detuvo. Él, su mirada, la detuvo.
Habiendo escuchado ya a Svart y al dragón azul de la entrada, le impresionó la forma en la que otros de su especie hablaban con naturalidad en su forma completa, mientras ella hacía un gran esfuerzo por sacar los sonidos de su garganta, algo que no le suponía la forma humana, ni en la lengua ancestral ni en la común.- Nos atraparon la noche que nos despedimos, nos sorprendieron. Cuando salimos no pude seguirte el rastro. Lo intenté, pero hacía mucho que ya no estabas ahí. El lluvia y el aire se llevaron todo y no había seña por los alrededores. No hemos dejado de buscarte en todo este tiempo. No te olvidamos. - ¿Había algo más que decir? ¿Sería suficiente una disculpa después de tanto tiempo? Más de un año había pasado y el rencor de un dragón negro podía ser infinito. Esperaba que las palabras de ambos pudieran abrir un poco el camino hacia el perdón.
Al fin, la cueva se hizo más amplia y con la luz que entraba a raudales desde el techo pudo distinguir las formas en las que los dragones revoloteaban en el interior. Se fijó en cada uno de ellos, algunos apenas aprendían a volar y lo hacían con dificultad, otros eran ya expertos. La cueva estaba llena de una vida que no comprendía y de la que no se sentía parte. Y ahí, en medio de sus pensamientos, se impuso Svart con un vuelo rápido y dominado, llegando al suelo con precisión y clara molestia. Su posición era una versión miniatura de Smaug. Entendió entonces la importancia de haber ido hasta ese lugar a buscarle. Dio un par de pasos en su dirección, impulsada por el deseo de ir por él y acabar con todo el asunto con un abrazo, pero se detuvo. Él, su mirada, la detuvo.
Habiendo escuchado ya a Svart y al dragón azul de la entrada, le impresionó la forma en la que otros de su especie hablaban con naturalidad en su forma completa, mientras ella hacía un gran esfuerzo por sacar los sonidos de su garganta, algo que no le suponía la forma humana, ni en la lengua ancestral ni en la común.- Nos atraparon la noche que nos despedimos, nos sorprendieron. Cuando salimos no pude seguirte el rastro. Lo intenté, pero hacía mucho que ya no estabas ahí. El lluvia y el aire se llevaron todo y no había seña por los alrededores. No hemos dejado de buscarte en todo este tiempo. No te olvidamos. - ¿Había algo más que decir? ¿Sería suficiente una disculpa después de tanto tiempo? Más de un año había pasado y el rencor de un dragón negro podía ser infinito. Esperaba que las palabras de ambos pudieran abrir un poco el camino hacia el perdón.
Svart
Raza
mensajes
puntos
Alineamiento
Ocupación
Bando
Apodo
Edad
Nacionalidad
El joven dragón se mantuvo en posición de recelo frente a Juliet y a Reiv, pero al menos dejó de agitar las alas en señal de enfado. Seguía confuso por la desaparición de ambos, aunque sí sabía que esos de la Alianza eran malos, o eso le habían enseñado unos y otros. Emitió algunos gruñidos como sin convencerse del todo, aunque la intervención de Juliet le pareció más creíble. Él mismo sabía lo difícil que era seguir rastros después de un tiempo, pues lo había intentado con otros de su especie, cuando se sintió tan solo en aquel bosque. Los violáceos ojos de Svart se detuvieron un momento en la dragona, pasando después a evaluar al mago que le había criado. Sus gestos y sus palabras parecían sinceros, pero al dragón negro le costaba olvidar la sensación de abandono que tuvo. Smaug se había encargado de decirle una y otra vez que lo robaron el nido, aunque eso no había tenido demasiado efecto en el testarudo Svart. Lo bueno es que le había proporcionado un hogar en el que conocer a más dragones, aunque ya se había dado cuenta de que Smaug tenía un comportamiento un tanto dominante con otros dragones. Eso sí, no había duda de que protegía la isla y los intereses de sus habitantes.
Svart se aproximó un poco más a Juliet, cabizbajo y con aire gruñón. Acabó por darle un pequeño cabezazo en la pata, como queriendo decir 'eh, te perdono pero sigo enfadado'. Después se restregó un poco contra ella, con aires más propios de un gato que de un dragón. - Pues quemaré humanos que os atraparon. -
replicó antes de separarse, acercándose después a Reiv para darle un empujón con la cabeza. Era su modo de pedir que le hicieran caso. - ¿Vosotros quedaros aquí a vivir? - ella era un dragón, podría quedarse, pero...¿el mago también podría?
Svart se aproximó un poco más a Juliet, cabizbajo y con aire gruñón. Acabó por darle un pequeño cabezazo en la pata, como queriendo decir 'eh, te perdono pero sigo enfadado'. Después se restregó un poco contra ella, con aires más propios de un gato que de un dragón. - Pues quemaré humanos que os atraparon. -
replicó antes de separarse, acercándose después a Reiv para darle un empujón con la cabeza. Era su modo de pedir que le hicieran caso. - ¿Vosotros quedaros aquí a vivir? - ella era un dragón, podría quedarse, pero...¿el mago también podría?
Los segundos comenzaron a parecerme eternos mientras esperaba alguna reacción por parte de Svart, sintiendo como su mirada de enfado y decepción se clavaba en mí. Habíamos traicionado su confianza, sólo nos tenía a nosotros y lo dejamos "abandonado", a pesar de que no fuese por voluntad propia. Tal vez no alcanzase a entenderlo, o pensase que le mentíamos. O tal vez había sido bueno para él que sucediese aquello, pues ahora estaba con los suyos. Agradecí enormemente la intervención de Juliet, ella sabía conectar mejor con Svart, no sé si por ser de la misma especie o porque tenían cierto vínculo. El caso es que el aparente enfado del dragón pareció ir menguando conforme ella hablaba, lo que me hizo avanzar un paso hacia ellos de manera inconsciente.
Entendí que la había perdonado cuando acercó su cabeza para restregarse, lo que me hizo respirar aliviado al ver que era capaz de perdonar. Los dragones negros tenían fama de rencorosos, pero tal vez eso no aplicase a los ejemplares más jóvenes y criados de manera diferente. Alcé las cejas sorprendido cuando dijo lo de quemar humanos, aunque a decir verdad no pude ocultar una leve sonrisa que podría significar un 'pues sí, que se jodan'. El empujón de Svart casi me tiró al suelo, no esperaba que tuviese ya tal fuerza. Mi respuesta fue casi inmediata, abrazando al dragón por el cuello para repetirle otra vez que lo sentía. - Ya no nos iremos más, te lo prometo. Iremos a por los que hacen daño. - aunque fuese una promesa que no sabía si podríamos cumplir. Lo siguiente que dijo me dejo sin saber qué decir, así que miré a Juliet de reojo. Ella tal vez podría, aunque la repudiarían por estar con alguien que no era de su raza.
- No lo sé...- admití sinceramente mientras me separaba un poco de él. - No creo que podamos. No nos quieren aquí. Puedes venir tú si quieres. O... - tenía que decirlo, aunque me doliese. - Puedes quedarte aquí si eres feliz con el resto de dragones, y venir a visitarnos cuando quieras.
Entendí que la había perdonado cuando acercó su cabeza para restregarse, lo que me hizo respirar aliviado al ver que era capaz de perdonar. Los dragones negros tenían fama de rencorosos, pero tal vez eso no aplicase a los ejemplares más jóvenes y criados de manera diferente. Alcé las cejas sorprendido cuando dijo lo de quemar humanos, aunque a decir verdad no pude ocultar una leve sonrisa que podría significar un 'pues sí, que se jodan'. El empujón de Svart casi me tiró al suelo, no esperaba que tuviese ya tal fuerza. Mi respuesta fue casi inmediata, abrazando al dragón por el cuello para repetirle otra vez que lo sentía. - Ya no nos iremos más, te lo prometo. Iremos a por los que hacen daño. - aunque fuese una promesa que no sabía si podríamos cumplir. Lo siguiente que dijo me dejo sin saber qué decir, así que miré a Juliet de reojo. Ella tal vez podría, aunque la repudiarían por estar con alguien que no era de su raza.
- No lo sé...- admití sinceramente mientras me separaba un poco de él. - No creo que podamos. No nos quieren aquí. Puedes venir tú si quieres. O... - tenía que decirlo, aunque me doliese. - Puedes quedarte aquí si eres feliz con el resto de dragones, y venir a visitarnos cuando quieras.
Si bien las palabras eran pocas, quizás era el corazón de Svart lo que creyó a las palabras, tanto de la dragona como del mago. Quizás su necesidad de creerle a las única persona que lo había criado desde el inicio y que estuvo con él, aunque su relación fuera un estira y afloja por lo terco de ambos. El acercamiento del dragoncillo, con aire mucho menos violento, logró apaciguar las aguas. Los dragones negros no eran muy de perdonar abiertamente, y sus acciones lo dejaban más que claro. El cabezazo sirvió para sacarle una sonrisa, así que cuando el pequeño comenzó a restregarse aprovechó para darle un par de lamidas en el lomo a modo cariños, como hizo cuando era más pequeño durante el encuentro y pelea con Smaug en el Moulin. Le gruñó a eso de quemar humanos, pero con la cara que Reiv puso ya parecía inútil el regaño, como padres que no se ponen de acuerdo en la crianza.
Si bien era un bonito reencuentro, la pregunta de Svart rompió la ilusión con la que brindaban el cariño. Quería quedarse. Echó un vistazo alrededor. Quizás Smaug no fuera el mejor, pero si eran justos a ella no le había hecho daño alguno. Solo a Reiv. Y Svart se veía bien. Había crecido mucho en el tiempo que estuvo con él. Era el estereotipo de un dragón negro que no querían para Svart, con la diferencia de que él aún sabía perdonar a quienes le cuidaron por mucho tiempo. Alrededor había pocos dragones, pero de alguna manera no había dragones ni buenos ni malos, solo dragones en una convivencia que parecía adecuada. Quizás tendría que asegurarse sin que Reiv estuviera presente de que los estuviera tratando como merecían. Los demás parecían felices y podía entender que Svart hubiera hecho amigos después de tanto tiempo con ellos. Además, no parecían estar encerrados. El dragón de la entrada seguía cerca, pero no impedía el paso, y ciertamente no se veía con la intención de bloquear la salida.
Acarició a Svart de nuevo con la trompa por un momento, mientras pensaba en lo que debería decir. Miró a Reiv, con la certeza de que darle la elección era algo acertado. Sonaba como una custodia compartida, pero menos complicado.- Hemos pensado antes que vivir en esta isla sería algo bueno. Nos trae buenos recuerdos. Si quieres quedarte, podríamos estar cerca. ¿Haz hecho amigos, cierto?
Si bien era un bonito reencuentro, la pregunta de Svart rompió la ilusión con la que brindaban el cariño. Quería quedarse. Echó un vistazo alrededor. Quizás Smaug no fuera el mejor, pero si eran justos a ella no le había hecho daño alguno. Solo a Reiv. Y Svart se veía bien. Había crecido mucho en el tiempo que estuvo con él. Era el estereotipo de un dragón negro que no querían para Svart, con la diferencia de que él aún sabía perdonar a quienes le cuidaron por mucho tiempo. Alrededor había pocos dragones, pero de alguna manera no había dragones ni buenos ni malos, solo dragones en una convivencia que parecía adecuada. Quizás tendría que asegurarse sin que Reiv estuviera presente de que los estuviera tratando como merecían. Los demás parecían felices y podía entender que Svart hubiera hecho amigos después de tanto tiempo con ellos. Además, no parecían estar encerrados. El dragón de la entrada seguía cerca, pero no impedía el paso, y ciertamente no se veía con la intención de bloquear la salida.
Acarició a Svart de nuevo con la trompa por un momento, mientras pensaba en lo que debería decir. Miró a Reiv, con la certeza de que darle la elección era algo acertado. Sonaba como una custodia compartida, pero menos complicado.- Hemos pensado antes que vivir en esta isla sería algo bueno. Nos trae buenos recuerdos. Si quieres quedarte, podríamos estar cerca. ¿Haz hecho amigos, cierto?
Me separé un poco más de Svart para darle espacio, dejando que volviera con Juliet. Al final había costado un poco menos de lo que pensaba, pues creí que no querría ni vernos y que Smaug le habría condicionado contra nosotros. Por suerte Svart parecía recordar lo que habíamos vivido en el pasado, y no se había dejado influir a pesar del largo tiempo sin saber nada de nosotros. La idea de Juliet parecía buena, así que asentí dando la razón a lo de vivir en la isla. - Vamos a construir una casa aquí, es un sitio más seguro. La Alianza no se ha interesado mucho en este sitio. - aunque probablemente sabían que aquí había una colonia de dragones, podían decidir destruirla cualquier día. Por ahora parecían más centrados en los magos, pero nunca se sabía...
- Así podrías quedarte cerca de los tuyos, y cerca de nosotros. ¿Qué te parece? - el dragón emitió unos gruñidos de aprobación, dando un par de vueltas sobre sí mismo para mostrar satisfacción. Luego soltó un gruñido más largo, como queriendo mostrar a Juliet que sí había hecho amigos allí. Descendieron un par de dragones de las rocas superiores de la cueva: uno de ellos era dorado y algo más pequeño que Svart, y otro era de la misma raza, negro, tal vez un par de años mayor. Los dos se pusieron a su lado, olisqueando el aire con curiosidad y observando a Juliet como si les extrañase verla conmigo. El dragón mayor dijo que no podíamos quedarnos aquí, a lo que Svart soltó humo por la nariz con indignación. No quería que se pusiese a pelear con el otro, así que decidí adelantarme.
- Ya nos íbamos. Somos amigos de Svart y veníamos de visita. - hablé en el lenguaje de los dragones esta vez, retrocediendo unos pasos hacia atrás e indicando a Juliet que debíamos marcharnos. También invité a Svart a seguirnos, por si quería despedirse de nosotros en el exterior. Comenzamos a caminar hacia allí. - Entonces...¿Smaug os trata bien a todos? - pregunté tanteando el terreno cuando nos alejamos suficiente de la cueva principal, esperando que Svart respondiese. El dragón aleteó levemente, diciendo algo así como que era un líder muy fuerte. No sabía cómo tomarme eso.
- Necesitamos algo para comunicarnos con él mientras no estemos aquí. ¿Se te ocurre algo, Juliet? - a ella si le dejarían quedarse, pero tampoco me quedaba tranquilo dejando aquí a ambos.
- Así podrías quedarte cerca de los tuyos, y cerca de nosotros. ¿Qué te parece? - el dragón emitió unos gruñidos de aprobación, dando un par de vueltas sobre sí mismo para mostrar satisfacción. Luego soltó un gruñido más largo, como queriendo mostrar a Juliet que sí había hecho amigos allí. Descendieron un par de dragones de las rocas superiores de la cueva: uno de ellos era dorado y algo más pequeño que Svart, y otro era de la misma raza, negro, tal vez un par de años mayor. Los dos se pusieron a su lado, olisqueando el aire con curiosidad y observando a Juliet como si les extrañase verla conmigo. El dragón mayor dijo que no podíamos quedarnos aquí, a lo que Svart soltó humo por la nariz con indignación. No quería que se pusiese a pelear con el otro, así que decidí adelantarme.
- Ya nos íbamos. Somos amigos de Svart y veníamos de visita. - hablé en el lenguaje de los dragones esta vez, retrocediendo unos pasos hacia atrás e indicando a Juliet que debíamos marcharnos. También invité a Svart a seguirnos, por si quería despedirse de nosotros en el exterior. Comenzamos a caminar hacia allí. - Entonces...¿Smaug os trata bien a todos? - pregunté tanteando el terreno cuando nos alejamos suficiente de la cueva principal, esperando que Svart respondiese. El dragón aleteó levemente, diciendo algo así como que era un líder muy fuerte. No sabía cómo tomarme eso.
- Necesitamos algo para comunicarnos con él mientras no estemos aquí. ¿Se te ocurre algo, Juliet? - a ella si le dejarían quedarse, pero tampoco me quedaba tranquilo dejando aquí a ambos.
Sentía que había comprometido un poco a Reiv cuando dijo aquello de la casa. Sin embargo, no tardó en apoyar la idea, dejándole también a Svart la decisión de dónde vivir. No quería decir ue estaría mejor con los dragones que con ellos, pero llegaba el punto donde era peligroso tener a un dragón tan grande todo el tiempo convertido junto a ellos. Quizás después debería mostrarle como hacer el cambio, aunque a ella misma se le dificultaba imaginárselo.
Escuchó el gruñido con una sonrisa en el corazón. A pesar de que cada vez se hacía más grave y fuerte, seguía pareciéndole tan lindo como antes. Le dio un par de lamidas más. No se daba cuenta que con eso quería compensarle todo el tiempo perdido. Lo dejó cuando llegaron sus amigos. Un dragón dorado y uno negro, según recordaba, no vivían muy bien en compañía. Si ahí podían, quizás la cueva no era tan mala. Observó a los pequeños con tranquilidad, pues aunque eran del tamaño de Svart, seguían siendo pequeños para el tamaño total.
Dejó que Reiv y Svart se adelantaran por el túnel, agradeciendo después a los pequeños dragones que fueran amigos de Svart y que se cuidaran entre ellos. No tardó en seguirlos, escuchando después a Svart salirse por la tangente con la pregunta. Al menos no se veía escarmentado. Señal de que no era con ellos tan autoritario como hacía ver.
Con la pregunta de Reiv, pensó un largo rato. Quizás no, pero algo había escuchado de un objeto en particular de los que poseía. Tuvo que deshacer su transformación, volviendo a su forma humana para tomar de su mochila de la espalda.- No sé, tengo algo pero se veía frágil.- Murmuró. Tenía un montón de objetos que había ido acumulando entre las idas a China Town, lo robado de lugares ajenos y lo de los dealers secretos de Reiv. Mucho no sabía para qué era. Pero eso... Sacó un colibrí de algo similar al cristal. Era más duro. Lo probó rápidamente contra una roca con poca fuerza, solo para comprobar que no se astillaría a la primera.
Tengo este colibrí.- Le murmuró a Svart mientras se acercaba a Reiv para dárselo. Ya él comprobaría si servía o no, que conocía mucho más de esas cosas.- Recuerdo que era para invocar un ave, creo que podría servir. Si no, podrá darnos tiempo de tener algo un poco más permanente. ¿Qué te parece? ¿Crees que está bien?
Escuchó el gruñido con una sonrisa en el corazón. A pesar de que cada vez se hacía más grave y fuerte, seguía pareciéndole tan lindo como antes. Le dio un par de lamidas más. No se daba cuenta que con eso quería compensarle todo el tiempo perdido. Lo dejó cuando llegaron sus amigos. Un dragón dorado y uno negro, según recordaba, no vivían muy bien en compañía. Si ahí podían, quizás la cueva no era tan mala. Observó a los pequeños con tranquilidad, pues aunque eran del tamaño de Svart, seguían siendo pequeños para el tamaño total.
Dejó que Reiv y Svart se adelantaran por el túnel, agradeciendo después a los pequeños dragones que fueran amigos de Svart y que se cuidaran entre ellos. No tardó en seguirlos, escuchando después a Svart salirse por la tangente con la pregunta. Al menos no se veía escarmentado. Señal de que no era con ellos tan autoritario como hacía ver.
Con la pregunta de Reiv, pensó un largo rato. Quizás no, pero algo había escuchado de un objeto en particular de los que poseía. Tuvo que deshacer su transformación, volviendo a su forma humana para tomar de su mochila de la espalda.- No sé, tengo algo pero se veía frágil.- Murmuró. Tenía un montón de objetos que había ido acumulando entre las idas a China Town, lo robado de lugares ajenos y lo de los dealers secretos de Reiv. Mucho no sabía para qué era. Pero eso... Sacó un colibrí de algo similar al cristal. Era más duro. Lo probó rápidamente contra una roca con poca fuerza, solo para comprobar que no se astillaría a la primera.
Tengo este colibrí.- Le murmuró a Svart mientras se acercaba a Reiv para dárselo. Ya él comprobaría si servía o no, que conocía mucho más de esas cosas.- Recuerdo que era para invocar un ave, creo que podría servir. Si no, podrá darnos tiempo de tener algo un poco más permanente. ¿Qué te parece? ¿Crees que está bien?
El camino hacia la salida se hizo más corto de lo que esperaba. La verdad es que no quería separarme del dragón ahora que lo habíamos encontrado, pero no había mucha más opción. Ni podíamos quedarnos ahí ni podíamos pedirle que nos siguiese, abandonando algo que nosotros no podíamos ofrecerle. Seguro que había aprendido mucho más con ellos durante todos esos meses que con nosotros durante años. Me adelanté un poco a Svart y a Juliet tras mi pregunta sobre el modo de comunicación, caminando pensativo y un tanto serio. Iba tan a lo mío que casi ni me di cuenta del momento en que Juliet volvió a adoptar su forma humana. Me giré hacia ella cuando la escuché hablar. Ya estábamos de nuevo en la entrada de la cueva y de nuevo con luz suficiente.
Observé el colibrí con curiosidad, me sonaba bastante. - Sí...he visto cómo lo usaban algunas personas. Podría ser útil para que nos envíe mensajes rápidos, aunque nunca lo he visto usar a un dragón. - sería más fácil si Svart adoptase forma humana, pero dudaba que lo hiciese. - Puede valer. Tienes muchos chismes mágicos útiles, no estaría mal que pusiésemos una tienda de objetos mágicos para hacer intercambios. Y eso se suma al negocio que dijimos hace ya, el cuchitril de sanación. - muchos negocios y proyectos en mente, aunque nos costaba materializarlos. Nos acercamos a Svart para explicarle cómo funcionaba, aunque al principio pensó que podía comérselo e hizo un par de intentos. No tardó mucho en comprender que tenía que hablarle al colibrí cuando se activaba, dejando que éste echase a volar hacia la persona cuyo nombre había dicho el dragón. Así llevaría el mensaje.
Nos aseguramos de que entendiese lo que tenía que tenía que hacer. Cuando por fin lo hizo, se acercó el momento de la despedida. No me gustaba en absoluto aquello, así que intenté ser rápido. Me acerqué de nuevo a él para darle otro abrazo, a lo que él respondió con un pequeño gruñido, diciéndome que viniéramos a visitarlo luego, y que él mismo iría a vernos volando. Me separé para no ponerme demasiado moñas, carraspeando para darme la vuelta mientras dejaba que Juliet se despidiera. - En cuanto estés lista nos desaparecemos.
Observé el colibrí con curiosidad, me sonaba bastante. - Sí...he visto cómo lo usaban algunas personas. Podría ser útil para que nos envíe mensajes rápidos, aunque nunca lo he visto usar a un dragón. - sería más fácil si Svart adoptase forma humana, pero dudaba que lo hiciese. - Puede valer. Tienes muchos chismes mágicos útiles, no estaría mal que pusiésemos una tienda de objetos mágicos para hacer intercambios. Y eso se suma al negocio que dijimos hace ya, el cuchitril de sanación. - muchos negocios y proyectos en mente, aunque nos costaba materializarlos. Nos acercamos a Svart para explicarle cómo funcionaba, aunque al principio pensó que podía comérselo e hizo un par de intentos. No tardó mucho en comprender que tenía que hablarle al colibrí cuando se activaba, dejando que éste echase a volar hacia la persona cuyo nombre había dicho el dragón. Así llevaría el mensaje.
Nos aseguramos de que entendiese lo que tenía que tenía que hacer. Cuando por fin lo hizo, se acercó el momento de la despedida. No me gustaba en absoluto aquello, así que intenté ser rápido. Me acerqué de nuevo a él para darle otro abrazo, a lo que él respondió con un pequeño gruñido, diciéndome que viniéramos a visitarlo luego, y que él mismo iría a vernos volando. Me separé para no ponerme demasiado moñas, carraspeando para darme la vuelta mientras dejaba que Juliet se despidiera. - En cuanto estés lista nos desaparecemos.
Dejó que Reiv inspeccionara el colibrí y determinara si era viable para las funciones que debería realizar. Quizás todo lo que haría sería repetir los sonidos de Svart, en todo caso solo ellos dos podrían dar por entendidos los mensajes que enviara. Esperaba que así funcionara. Por lo otro, dejó una sonrisa un tanto culpable por dejarse ver como acumuladora ante Reiv. Sonrisa que se deshizo en un rostro de pena y tristeza cuando mencionó de nuevo la idea de sanar gente.- Eso no. Perdí el anillo que me diste cuando nos capturaron en la Alianza.- Susurró soltando un suspiro, aunque trató de parecer menos afectada por no dejar que Svart le viera triste. Curiosamente, aquello era lo único que llevaba puesto aquella noche y lo único que terminó perdiendo. Solo le había durado unas horas y la pena parecía eterna.- Quizás luego podemos revisar el resto para ver que más tengo.- Dijo, acercándose a Svart para acariciarle un poco mientras Reiv trataba de enseñarle, y para calmarlo a que dejara de tratar de comerse el colibrí, que así no funcionaría de nada.
Le dio un poco de espacio a Reiv para la despedida con Svart, dando de nuevo un vistazo adentro de la cueva. Si no le fallaban los sentidos, los dragones seguían ahí esperando la vuelta de Svart. Serían recelosos, pero a fin de cuentas no parecía ser un mal lugar. Le forjaría un poco de carácter, aunque eperaba que no fuera demasiado. Cuando Reiv terminó, se acercó de nuevo a Svart, también abrazándole con el rostro en su mejilla. No dijo nada por algunos segundos, solo permitió llenar al dragón de cariño.- Cuídate. Sé bueno. Nadie puede hacerte daño. Estaremos muy cerca, aunque no nos veas.- Susurró, dejando un suave beso sobre su trompa y alejándose un poco hasta abrazar a Reiv por la espalda.- Vámonos. Él estará bien, no te preocupes.- Murmuró, dando un último vistazo a Svart antes de que la desaparición de Reiv hiciera lo suyo.
Le dio un poco de espacio a Reiv para la despedida con Svart, dando de nuevo un vistazo adentro de la cueva. Si no le fallaban los sentidos, los dragones seguían ahí esperando la vuelta de Svart. Serían recelosos, pero a fin de cuentas no parecía ser un mal lugar. Le forjaría un poco de carácter, aunque eperaba que no fuera demasiado. Cuando Reiv terminó, se acercó de nuevo a Svart, también abrazándole con el rostro en su mejilla. No dijo nada por algunos segundos, solo permitió llenar al dragón de cariño.- Cuídate. Sé bueno. Nadie puede hacerte daño. Estaremos muy cerca, aunque no nos veas.- Susurró, dejando un suave beso sobre su trompa y alejándose un poco hasta abrazar a Reiv por la espalda.- Vámonos. Él estará bien, no te preocupes.- Murmuró, dando un último vistazo a Svart antes de que la desaparición de Reiv hiciera lo suyo.
Parecían meses desde que esta pesadilla había comenzado, casi un año de ir de aquí para allí con mamá embarazada terminando en las ruinas de un castillo, siendo acogidos en la casa de un mago ciego acompañado por su pajaro loco y sus amigos hechiceros, lugar en el que mamá dió a luz a nuestra nueva hermana, Erin (vaya nombre más horrible, para cuando ella comience la escuela yo no podré defenderla porque ya me habré graduado desde hace tiempo), la cual secuestraron recién nacida para volver con noticias sobre diversas condiciones que tenía, de ahí de vuelta a Londres para buscar a papá y encontrarlo con Alasther, al tiempo que vimos el mensaje televisado que a papá y a mamá no les gustó, a mí la chica me pareció linda, luego nos pusimos a buscar algún refugio en las pocilgas de Whitechapel donde encontramos al hermano Draven traidor de la Alianza Humana, a una aberración mágica de pelo rojo y a la traidora de Morgana Wolf, para acabar en una isla, aparentemente repleta de más aberraciones mágicas, una colonia de bestias.
Henos aquí, en la isla de Wight, con mi hermano y mi hermana, acompañados por Alasther, dejados a nuestra suerte en una prisión abandonada siendo la única edificación del lugar mientras nuestros padres se van a Francia a hacer vaya uno a saber qué.
-Cuando todo vuelva a la normalidad, los meterás en la Arena de Combate ¿verdad?- Le pregunté a mi padre antes de que partieran refiriéndome a todos los traidores y a las abominaciones. Lo bueno del lugar era que teníamos donde descansar, lo malo era lo espeluznante que era, además la convivencia de los cinco por tanto tiempo estaba por llevarme a la locura, estaba acostumbrado a su ausencia. De todos modos esto no era más que un mal sueño, uno muy largo y realista. Cuando despierte, las criadas nos servirán el desayuno a mi hermano y a mí, iremos al colegio, todo el mundo atenderá nuestros caprichos, continuaría con el diseño del arma que impresione a papá, él y mamá seguirían distanciados y ausentes para dejarme hacer grandes fiestas en casa y salir con mis amigos mayores y papá traerá regalos caros para compensar su ausencia, ruedas nuevas para la moto me vendrían bien. Mientras tanto, debería crear algo como para defendernos, o tal vez no, quizás si me mataban en el sueño, despertaría, o el sueño reiniciaria, como los videojuegos.
Ay, como extraño mi consola, mi teléfono, mis cosas.
Pensaba recostado en el camastro de una de las oxidadas celdas de barrotes de metal. Quería despertar, pero no sabía cómo lograrlo. En eso llegó a mi un olor repugnante, proveniente del pañal de Erin, vaya momento para darnos una hermana, luego de casi 6 años de cada uno concentrarse en sus carreras mientras paulatinamente se distanciaban más y más hasta el punto de vivir en casas separadas. Aunque, para las cámaras debíamos dar la imagen de familia feliz, sonreír y esa clase de cosas, para proteger la carrera política de papá. Sentí la mirada de Michael sobre mi y cuando lo miré tenía la expresión de "¿La cambias tú?"
-Oh, no. Ni hablar. Tú eres el químico experto en sustancias peligrosas. Tú encárgate.- Le dije mientras me levantaba y salía de la celda para buscar materia prima con la que crear y para alejarme del epicentro del olor apestoso. Podría crear una bomba apestosa con lo que Erin depositaba en el pañal. Hasta me hacía lagrimear. Recorrí el edificio en busca de algo en buen estado. Tornillos, alambre, sopletes, lo que sea. Pero todo fue en vano, no había más que asquerosas alimañas, de seguro en donde mamá y papá estaban había muchos elementos con los que trabajar. Cuando vuelvan, como mínimo esperaba una batería de ión-litio cargada al 100%.
Henos aquí, en la isla de Wight, con mi hermano y mi hermana, acompañados por Alasther, dejados a nuestra suerte en una prisión abandonada siendo la única edificación del lugar mientras nuestros padres se van a Francia a hacer vaya uno a saber qué.
-Cuando todo vuelva a la normalidad, los meterás en la Arena de Combate ¿verdad?- Le pregunté a mi padre antes de que partieran refiriéndome a todos los traidores y a las abominaciones. Lo bueno del lugar era que teníamos donde descansar, lo malo era lo espeluznante que era, además la convivencia de los cinco por tanto tiempo estaba por llevarme a la locura, estaba acostumbrado a su ausencia. De todos modos esto no era más que un mal sueño, uno muy largo y realista. Cuando despierte, las criadas nos servirán el desayuno a mi hermano y a mí, iremos al colegio, todo el mundo atenderá nuestros caprichos, continuaría con el diseño del arma que impresione a papá, él y mamá seguirían distanciados y ausentes para dejarme hacer grandes fiestas en casa y salir con mis amigos mayores y papá traerá regalos caros para compensar su ausencia, ruedas nuevas para la moto me vendrían bien. Mientras tanto, debería crear algo como para defendernos, o tal vez no, quizás si me mataban en el sueño, despertaría, o el sueño reiniciaria, como los videojuegos.
Ay, como extraño mi consola, mi teléfono, mis cosas.
Pensaba recostado en el camastro de una de las oxidadas celdas de barrotes de metal. Quería despertar, pero no sabía cómo lograrlo. En eso llegó a mi un olor repugnante, proveniente del pañal de Erin, vaya momento para darnos una hermana, luego de casi 6 años de cada uno concentrarse en sus carreras mientras paulatinamente se distanciaban más y más hasta el punto de vivir en casas separadas. Aunque, para las cámaras debíamos dar la imagen de familia feliz, sonreír y esa clase de cosas, para proteger la carrera política de papá. Sentí la mirada de Michael sobre mi y cuando lo miré tenía la expresión de "¿La cambias tú?"
-Oh, no. Ni hablar. Tú eres el químico experto en sustancias peligrosas. Tú encárgate.- Le dije mientras me levantaba y salía de la celda para buscar materia prima con la que crear y para alejarme del epicentro del olor apestoso. Podría crear una bomba apestosa con lo que Erin depositaba en el pañal. Hasta me hacía lagrimear. Recorrí el edificio en busca de algo en buen estado. Tornillos, alambre, sopletes, lo que sea. Pero todo fue en vano, no había más que asquerosas alimañas, de seguro en donde mamá y papá estaban había muchos elementos con los que trabajar. Cuando vuelvan, como mínimo esperaba una batería de ión-litio cargada al 100%.
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El miembro 'Collins O'Connell' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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Abandoné Ouroboros tras haber visto el primer día del torneo y parte del segundo, y también después de haber dejado escritas unas notas para que fueran entregadas a sus destinatarias cuando fuese posible. Tras eso me desaparecí de la isla, sin haber llegado a ningún acuerdo concreto con Aslaug para que viniese al santuario de dragones. Ella sabría llegar, según me había dicho conocía los refugios. Pensé que tal vez Juliet se enfadaría por no haberme quedado a ver el resto del torneo, pero no podía quedarme allí sentado más que mirando, no era útil. Había ignorado por completo el mensaje de Johan hasta ahora, aún cuando sabía que quedarse de brazos cruzados no era la solución. Tampoco sabía muy bien qué hacer, aparte de informar a los Descendientes para que estuviesen al tanto y decidiesen actuar.
Me preparé para ese viaje a Francia, tomé lo necesario antes de partir, y después hice una parada en la isla de Wight para ver a Svart. No tardé demasiado en dar con él, siguiendo la ruta hacia la entrada de la cueva en la que lo encontré la vez anterior. Allí estaba tan entretenido, junto a otros dos dragones jóvenes más o menos de su mismo tamaño, que ya era el suficiente como para poder intimidar o llevar a alguien sobre su lomo. Qué lejos quedaba aquel día en que salió del huevo. Lo llamé por su nombre para que se acercase, apoyando la mano en su cabeza de manera amistosa cuando estuvo cerca.
Después nos alejamos un poco de la entrada de la cueva para ir a caminar hacia la zona de la playa, poniéndonos al día de todo. Él me comprendía en la lengua común, aunque yo me esforzaba por usar el lenguaje de los dragones. Por suerte no estaba Smaug por allí, y Svart pudo estrenarse con éxito en eso de llevarme a dar un paseo aéreo alrededor de la isla. Tras un rato de paseo me marché de la isla de nuevo, en compañía de mi dragón.
Me preparé para ese viaje a Francia, tomé lo necesario antes de partir, y después hice una parada en la isla de Wight para ver a Svart. No tardé demasiado en dar con él, siguiendo la ruta hacia la entrada de la cueva en la que lo encontré la vez anterior. Allí estaba tan entretenido, junto a otros dos dragones jóvenes más o menos de su mismo tamaño, que ya era el suficiente como para poder intimidar o llevar a alguien sobre su lomo. Qué lejos quedaba aquel día en que salió del huevo. Lo llamé por su nombre para que se acercase, apoyando la mano en su cabeza de manera amistosa cuando estuvo cerca.
Después nos alejamos un poco de la entrada de la cueva para ir a caminar hacia la zona de la playa, poniéndonos al día de todo. Él me comprendía en la lengua común, aunque yo me esforzaba por usar el lenguaje de los dragones. Por suerte no estaba Smaug por allí, y Svart pudo estrenarse con éxito en eso de llevarme a dar un paseo aéreo alrededor de la isla. Tras un rato de paseo me marché de la isla de nuevo, en compañía de mi dragón.
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El miembro 'Reiv Black' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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Los días pasaron y el frío aumentó, yo hasta estaba algo resfriado y con la garganta adolorida, posiblemente por ser el que más salía de la edificación junto a Alasther para buscar comida y lo que necesitáramos. La prisión abandonada era húmeda y helada, para mantener caliente a Erin tuvimos que protegerla con la ropa que llevábamos puesta dejándonos a nosotros más expuestos al frío, ése frío que corta y cala hasta los huesos.
No desistí en la búsqueda de materia prima, algo tenía que haber en ésta isla infestada de bestias, pero no encontré nada, ni un mísero alambre.
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El miembro 'Collins O'Connell' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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Al salir al patio alcancé a escuchar vagamente algo sobre los hijos de ambos, pude suponer de quién se trataba pero Lucio y los bufidos de Giordano me lo confirmaron, los tres ministros de la alianza humana estaban en mi jardín -Menudo problema...- el señor O´Connell se acercó a mi y no puedo negar que varios sentimientos se cruzaron por mi mente, entre ellos el miedo pues aquel hombre nos había puesto en situaciones demasiado comprometidas y por lo que ellos mismos habían creado ahora estábamos todos en peligro -Un por favor estaría bien señor ministro, recuerde que por el momento somos lo único que tienen- dicho eso nos desaparecimos hacia la isla.
Llegamos directamente a lo que yo recordaba como la entrada de aquella prisión abandonada, lo cierto es que había estado dos veces contadas por asuntos del consejo, como visitas oficiales y ese rollo, hacía mucho frío entre aquellas paredes de piedra , solo esperaba que los chicos se encontraran bien. Un llanto hizo eco en el lugar, era débil pero no parecía estar muy lejos -Vaya a por los chicos, yo esperaré aquí- de inmediato los pasos de aquel hombre se alejaron corriendo y haciendo bastante ruido, gritaba llamando a sus hijos con un tono preocupado y por primera vez podía sentir algo de humanidad en ese hombre que siempre había encarnado lo peor de la raza humana.
Cuando volvieron los chicos parecían vivos pero Collins no se encontraba bien -Le atenderemos en la cabaña, aquí hace mucho frío, volvamos- posé mi mano sobre el hombro de Michael que cargaba con su hermana y a la vez toqué al ministro que llevaba al otro chico en brazos, desaparecimos de aquel lugar sin dejar rastro alguno, tan rápido como habíamos llegado.
Llegamos directamente a lo que yo recordaba como la entrada de aquella prisión abandonada, lo cierto es que había estado dos veces contadas por asuntos del consejo, como visitas oficiales y ese rollo, hacía mucho frío entre aquellas paredes de piedra , solo esperaba que los chicos se encontraran bien. Un llanto hizo eco en el lugar, era débil pero no parecía estar muy lejos -Vaya a por los chicos, yo esperaré aquí- de inmediato los pasos de aquel hombre se alejaron corriendo y haciendo bastante ruido, gritaba llamando a sus hijos con un tono preocupado y por primera vez podía sentir algo de humanidad en ese hombre que siempre había encarnado lo peor de la raza humana.
Cuando volvieron los chicos parecían vivos pero Collins no se encontraba bien -Le atenderemos en la cabaña, aquí hace mucho frío, volvamos- posé mi mano sobre el hombro de Michael que cargaba con su hermana y a la vez toqué al ministro que llevaba al otro chico en brazos, desaparecimos de aquel lugar sin dejar rastro alguno, tan rápido como habíamos llegado.
S.A.M-9917
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Cientos de naves de combate sobrevuelan los cielos que se encuentran a unos 9 kilómetros de altura del suelo de la isla de Wight. Buscan un lugar secreto que llevan dos semanas buscando con la información de la que disponen. Triangulan posiciones, detectan intensas emisiones de energía mágica con sus radares. Esperan una orden...la orden de S.A.M-9917.
Localizan una enorme isla flotante que apenas se mueve en el aire, aunque sus leves desplazamientos son erráticos. Esa isla corresponde con los planos obtenidos durante la invasión, por lo que la ponen en el punto de mira. La rodean desde todos y cada uno de los rincones, cubriendo los ángulos. La orden finalmente llega.
Misiles y rayos láser se disponen a caer sobre la isla como un mortal aluvión...
Pero la atraviesan. No está ahí. No es más que una especie de holograma, un truco, una ilusión cargada de magia. Rápidamente reordenan coordenadas y cruzan datos. El engaño no dura mucho, les ha dado algo de tiempo. Preparan nuevamente las armas, disponiéndose a atacar el verdadero punto oculto.
Ouroboros.
El vuelo hasta la isla de Wight fue uno de los momentos más tristes y dolorosos que podía recordar, estando todavía en shock por lo que había pasado. No podía asumirlo, no quería. Nos dirijimos allí porque era uno de los lugares en los que Svart había sido feliz, en el que había hecho sus primeros vuelos. También era un lugar con significado para nosotros. Juliet aterrizó en la zona de los acantilados, depositando sobre el suelo el cuerpo sin vida de Svart para después recobrar su forma humana.
El llanto de las montañas había pasado a ser silenciosas lágrimas, sintiendo ya los ojos ardiendo de tanto llorar. Ni siquiera nos habían dejado tener el duelo en paz, aquel árbol monstruoso había hecho temblar la montaña. Había culpables en todo aquello, por supuesto que los había. Siempre había culpables cuando arrebataban una vida de ese modo.
- No puedo despedirme de él...aún no me lo creo. - tragué pesadamente con el nudo en la garganta, sin apartar la vista del dragón que había sido mi amigo. Ni siquiera sabía por dónde empezar ni qué hacer. Sentía que cualquier palabra de despedida que pudiese decir no le iba a hacer justicia. Busqué apoyo en Juliet, entrelazando su mano con la mía como esperando que diese ella el primer paso. Normalmente solía darlo yo, pero no me veía con fuerzas suficientes.
El llanto de las montañas había pasado a ser silenciosas lágrimas, sintiendo ya los ojos ardiendo de tanto llorar. Ni siquiera nos habían dejado tener el duelo en paz, aquel árbol monstruoso había hecho temblar la montaña. Había culpables en todo aquello, por supuesto que los había. Siempre había culpables cuando arrebataban una vida de ese modo.
- No puedo despedirme de él...aún no me lo creo. - tragué pesadamente con el nudo en la garganta, sin apartar la vista del dragón que había sido mi amigo. Ni siquiera sabía por dónde empezar ni qué hacer. Sentía que cualquier palabra de despedida que pudiese decir no le iba a hacer justicia. Busqué apoyo en Juliet, entrelazando su mano con la mía como esperando que diese ella el primer paso. Normalmente solía darlo yo, pero no me veía con fuerzas suficientes.
Hubo momentos durante ese viaje donde las alas simplemente no le respondían, donde su mente de disasociaba y olvidaba completamente lo que debía hacer. Se sentía por dentro como vacía, y era una sensación muy extraña siendo dragón, pues siempre se había sentido demasiado grande. Era una situación irreal. Fue cuando pudo concentrarse en el propio dolor, porque una vez en tierra, cerca de los acantilados donde había volado con libertad aquel precioso ser, toda la realidad se volcó sobre ella como un tren.
En ese lugar había confiado en Smaug por primera vez, dejando ahí a Svat en su colonia de dragones. Aquello había sido el principio del fin y no lo había detenido a tiempo. Ahora pagaba las consecuencias aquella criatura que, inocentemente, había sido tan feliz en ese lugar. Había hecho amigos y había conocido por fin lo que era tener una manada.
Cambiar a su forma humana solo hizo el recuerdo más doloroso, pues aunque el cuerpo de Svart parecía gigante, su rostro y su faz seguían siendo las de aquel pequeñuelo que había amado con tanta fuerza. Tenía que dejar todo de lado, pues Reiv estaba deshecho. Peor que como nunca lo había visto en la vida. Lo abrazó con cuidado contra su pecho, permitiéndole que descansara y llorara en paz mientras seguían cerca del rostro de Svart. Mientras acariciaba las escamitas del rostro de Svart, escuchó las palabras de Reiv. No. Aún era muy pronto. Solo había pasado un rato desde que había partido y no podía, no podía.
No tienes qué. Tenemos todo el tiempo del mundo para despedirnos.- Susurró suavemente en su oido, dejándole un beso en la sien, acunándolo aún contra su pecho. Quería sostenerlo, quería estar cerca de el, necesitaba tenerlo entre los brazos porque, de otro modo, nada era real. No podía dejar que él la dejara también. Entrelazó su mano con la de Reiv, consciente de que él también necesitaba el contacto, pero no sabía si tanto como ella. De pronto, se preguntaba si Reiv terminaría por sentirse tan vacía como ella cuando estuvo en el castillo Le Fay, y el dolor de pensarlo tan triste y herido se hizo casi insoportable. Con cuidado, recorrió la mano por el cuello de Svart, dando con algo que... no esperaba. Con una cuerda atada al cuello, llevaba aún el colibrí que le habían dado cuando se despidieron en esa misma isla la primera vez. Con mucho cuidado, se levantó por un instante, sacando con dificultad el colibrí y la cadena de cuero. Era tan joven. Un dragón tan joven. Los dragones no deberían preocuparse por la muerte, ella no lo hacía, ya no, y Svart no merecía tan poco tiempo en esa tierra. Se sentó de nuevo junto a Reiv y le abrazó de nuevo, entregándole aquel orbe que ambos le habían dado. Él debía quedárselo.
Svart. nunca te lo dije, pero es gracias a ti que estoy aquí, hoy, con el que será el compañero de mi vida, y aunque no quise abrir mi corazón, tu entraste sin pedir permiso.
Sé que no fui una buena madre, pero espero que hayas sido feliz. Espero que hayas disfrutado tu paso por este mundo. Espero que tus alas sean lo suficientemente fuertes para el vuelo eterno.
El vuelo eterno... De pronto, recordó una antigua tradición. Un antiguo funeral de un dragón que creyó que era un recuerdo o una historia por mucho tiempo, pero que había sido real. Había sido real. En él, sobre el cuerpo de aquel enorme dragón, una montaña de piedras había creado un cerro en la mitad de un claro a media noche. ¿Lo de la media noche era necesario? No lo sabía. Solo recordaba partes de aquel ritual y aquel momento. Un par de poemas se habían recitado, del que solo recordaba uno. El que había dicho su padre aquella noche. El que precedía al fuego de todos los dragones contra la enorme pira y al alba. Mientras acariciaba con amor su rostro y cabeza, recitó:
El dragón no es su cuerpo.
El dragón es el espíritu del viento.
El dragón es la llama viva en el fuego.
El dragón es de la tierra su alimento.
El dragón es en el agua fiel sustento.
No llorar por el dragón caído,
porque ha cruzado la batalla de los vivos.
Porque ahora el fuego lo reclama,
porque ahora la batalla dura llega.
Svart
Que las nubes cubran el sol cuando estés en el desierto.
Que encuentres el agua que en tu camino te haga falta.
Que el frío y la nieve lleguen cuando estés en una cueva tibia.
Que los ríos corran hacia donde los quieras navegar.
Una escama de dragón es la puerta hacia un mundo ideal.
Aav Zeim Fen Vahzah
Entrarás a través de la voluntad y la verdad.
Si bien la voz se le entrecortaba, había traducido lo mejor posible aquel poema y el mensaje, aunque no recordaba exactamente cada palabra. No era común que se usaran aquellos versos; nadie se despedía de un dragón con tristeza sino con la creencia de que todos se encontrarían, al final de los tiempos, en un vuelo eterno.
En ese lugar había confiado en Smaug por primera vez, dejando ahí a Svat en su colonia de dragones. Aquello había sido el principio del fin y no lo había detenido a tiempo. Ahora pagaba las consecuencias aquella criatura que, inocentemente, había sido tan feliz en ese lugar. Había hecho amigos y había conocido por fin lo que era tener una manada.
Cambiar a su forma humana solo hizo el recuerdo más doloroso, pues aunque el cuerpo de Svart parecía gigante, su rostro y su faz seguían siendo las de aquel pequeñuelo que había amado con tanta fuerza. Tenía que dejar todo de lado, pues Reiv estaba deshecho. Peor que como nunca lo había visto en la vida. Lo abrazó con cuidado contra su pecho, permitiéndole que descansara y llorara en paz mientras seguían cerca del rostro de Svart. Mientras acariciaba las escamitas del rostro de Svart, escuchó las palabras de Reiv. No. Aún era muy pronto. Solo había pasado un rato desde que había partido y no podía, no podía.
No tienes qué. Tenemos todo el tiempo del mundo para despedirnos.- Susurró suavemente en su oido, dejándole un beso en la sien, acunándolo aún contra su pecho. Quería sostenerlo, quería estar cerca de el, necesitaba tenerlo entre los brazos porque, de otro modo, nada era real. No podía dejar que él la dejara también. Entrelazó su mano con la de Reiv, consciente de que él también necesitaba el contacto, pero no sabía si tanto como ella. De pronto, se preguntaba si Reiv terminaría por sentirse tan vacía como ella cuando estuvo en el castillo Le Fay, y el dolor de pensarlo tan triste y herido se hizo casi insoportable. Con cuidado, recorrió la mano por el cuello de Svart, dando con algo que... no esperaba. Con una cuerda atada al cuello, llevaba aún el colibrí que le habían dado cuando se despidieron en esa misma isla la primera vez. Con mucho cuidado, se levantó por un instante, sacando con dificultad el colibrí y la cadena de cuero. Era tan joven. Un dragón tan joven. Los dragones no deberían preocuparse por la muerte, ella no lo hacía, ya no, y Svart no merecía tan poco tiempo en esa tierra. Se sentó de nuevo junto a Reiv y le abrazó de nuevo, entregándole aquel orbe que ambos le habían dado. Él debía quedárselo.
Svart. nunca te lo dije, pero es gracias a ti que estoy aquí, hoy, con el que será el compañero de mi vida, y aunque no quise abrir mi corazón, tu entraste sin pedir permiso.
Sé que no fui una buena madre, pero espero que hayas sido feliz. Espero que hayas disfrutado tu paso por este mundo. Espero que tus alas sean lo suficientemente fuertes para el vuelo eterno.
El vuelo eterno... De pronto, recordó una antigua tradición. Un antiguo funeral de un dragón que creyó que era un recuerdo o una historia por mucho tiempo, pero que había sido real. Había sido real. En él, sobre el cuerpo de aquel enorme dragón, una montaña de piedras había creado un cerro en la mitad de un claro a media noche. ¿Lo de la media noche era necesario? No lo sabía. Solo recordaba partes de aquel ritual y aquel momento. Un par de poemas se habían recitado, del que solo recordaba uno. El que había dicho su padre aquella noche. El que precedía al fuego de todos los dragones contra la enorme pira y al alba. Mientras acariciaba con amor su rostro y cabeza, recitó:
El dragón no es su cuerpo.
El dragón es el espíritu del viento.
El dragón es la llama viva en el fuego.
El dragón es de la tierra su alimento.
El dragón es en el agua fiel sustento.
No llorar por el dragón caído,
porque ha cruzado la batalla de los vivos.
Porque ahora el fuego lo reclama,
porque ahora la batalla dura llega.
Svart
Que las nubes cubran el sol cuando estés en el desierto.
Que encuentres el agua que en tu camino te haga falta.
Que el frío y la nieve lleguen cuando estés en una cueva tibia.
Que los ríos corran hacia donde los quieras navegar.
Una escama de dragón es la puerta hacia un mundo ideal.
Aav Zeim Fen Vahzah
Entrarás a través de la voluntad y la verdad.
Si bien la voz se le entrecortaba, había traducido lo mejor posible aquel poema y el mensaje, aunque no recordaba exactamente cada palabra. No era común que se usaran aquellos versos; nadie se despedía de un dragón con tristeza sino con la creencia de que todos se encontrarían, al final de los tiempos, en un vuelo eterno.
El abrazo de Juliet fue mi refugio mientras lloraba en silencio contra su pecho, amargamente. La rodeé también con mis brazos mientras estábamos arrodillados junto al cuerpo sin vida de Svart, sin ser capaz de articular palabra ni aunque me dijese que teníamos tiempo para despedirnos de él. Dolía demasiado hacerlo, mucho más sabiendo lo injusto, prematuro y evitable que había sido todo. No era como despedir a un viejo dragón que hubiese vivido feliz cientos de años. Él no había tenido esa oportunidad, lo habían asesinado cruelmente. El tiempo se había detenido y parecía no transcurrir, y sólo podía desear que aquello fuese una pesadilla. Ya había pasado por algo así una vez, con la elfa a la que quise, y ahora mi gran temor era perder a Juliet también. Nadie estaba a salvo. Me aferré más fuerte aún a ella ante esa idea, aflojando sólo un poco cuando se levantó para ir a coger el colgante de Svart, aquel orbe que le habíamos dado para comunicarse. Cerré el puño lentamente cuando me lo entregó, pasándome después ese mismo puño los ojos para limpiarme las lágrimas.
Después hice un esfuerzo por ponerme en pie para despedirle debidamente, entrelazando mi mano con la de ella mientras le dedicaba aquellas palabras tan tristes y sentidas a la vez. Le dediqué una mirada de admiración cuando me llamó su compañero de vida, alzando su mano un momento para dejar un beso en el dorso. Incluso en ese momento tan difícil podía sentirme afortunado de tenerla a mi lado.
La despedida y las palabras finales en lengua de dragón me hicieron darme cuenta de que debía marchar entre llamas, de que tenía que encargarme de aquello aunque no quisiese. Inspiré profundamente para intentar hablar y dedicarle unas palabras, aunque Juliet ya lo había dicho todo, había sido capaz de expresarse de un modo que yo no podía.
- Fuiste un gran amigo, estuviste conmigo en los buenos momentos y en los malos. Eras uno más en nuestra pequeña familia, nos alegraste con tu presencia y tu forma de ser. Gracias por tu compañía, por tu amistad, por ayudarme cuando lo necesité...gracias por todo, Svart, por todo. - logré decir finalmente sin que se me entrecortasen demasiado las palabras, sin apartar la vista de él. - ...Perdóname por no haber estado ahí para impedirlo, ni para despedirme de ti... no te olvidaré nunca. - Terminé con la voz quebrada, alzando la cabeza hacia arriba tragando las lágrimas. Después solté mi mano de Juliet para hacer levitar unas pequeñas rocas que estaban en el acantilado, haciendo que rodeasen el cuerpo de Svart a modo de pira. No me detuve, si paraba no sería capaz de hacerlo. Acabé conjurando llamas en la palma de mi mano para lanzarlas hacia la pira, haciendo que se prendiese fuego y comenzase a arder mientras retrocedía unos cuantos pasos hacia atrás.
No supe cuánto tiempo estuve allí parado, estático mirando las llamas, hasta que al final ambos acabamos retirándonos a una pequeña cabaña de la isla en la que nos habíamos quedado otras veces. Necesitábamos descansar e intentar recomponernos de algún modo.
Después hice un esfuerzo por ponerme en pie para despedirle debidamente, entrelazando mi mano con la de ella mientras le dedicaba aquellas palabras tan tristes y sentidas a la vez. Le dediqué una mirada de admiración cuando me llamó su compañero de vida, alzando su mano un momento para dejar un beso en el dorso. Incluso en ese momento tan difícil podía sentirme afortunado de tenerla a mi lado.
La despedida y las palabras finales en lengua de dragón me hicieron darme cuenta de que debía marchar entre llamas, de que tenía que encargarme de aquello aunque no quisiese. Inspiré profundamente para intentar hablar y dedicarle unas palabras, aunque Juliet ya lo había dicho todo, había sido capaz de expresarse de un modo que yo no podía.
- Fuiste un gran amigo, estuviste conmigo en los buenos momentos y en los malos. Eras uno más en nuestra pequeña familia, nos alegraste con tu presencia y tu forma de ser. Gracias por tu compañía, por tu amistad, por ayudarme cuando lo necesité...gracias por todo, Svart, por todo. - logré decir finalmente sin que se me entrecortasen demasiado las palabras, sin apartar la vista de él. - ...Perdóname por no haber estado ahí para impedirlo, ni para despedirme de ti... no te olvidaré nunca. - Terminé con la voz quebrada, alzando la cabeza hacia arriba tragando las lágrimas. Después solté mi mano de Juliet para hacer levitar unas pequeñas rocas que estaban en el acantilado, haciendo que rodeasen el cuerpo de Svart a modo de pira. No me detuve, si paraba no sería capaz de hacerlo. Acabé conjurando llamas en la palma de mi mano para lanzarlas hacia la pira, haciendo que se prendiese fuego y comenzase a arder mientras retrocedía unos cuantos pasos hacia atrás.
No supe cuánto tiempo estuve allí parado, estático mirando las llamas, hasta que al final ambos acabamos retirándonos a una pequeña cabaña de la isla en la que nos habíamos quedado otras veces. Necesitábamos descansar e intentar recomponernos de algún modo.
Isla de Wight
Zona de expansión del "velo" causada por la unión entre el Sanguis de Avalon y el de Ouroboros
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