Sótano//Residencia Rasputín

Había vuelto a mi sótano. Me encontraba en el último nivel, dando vueltas con las manos tras la espalda, yendo de un lado para otro. Esperaba a que el ghoul retornase con su misión cumplida. De vez en cuando me detenía frente a las llamas del brasero central, un fuego fatuo que ardía perpetuamente.

Pero nada. Fui hacia una de las sillas, un amplio sillón de madera antiguo, y lo moví hasta dejarlo en una posición adecuada en la sala y tomar asiento. El lugar era oscuro, y estaba muy desordenado. Nadie parecía haber intentado acceder a él en mi ausencia. Lo cual, a decir verdad, me alegraba.

Mi conversación con Stavron me había dejado las cosas mucho mas claras. Ahora tenia que realizar la segunda parte de la misión que me encomendase hacia años. O mas bien, barrer los desperfectos que aquello causase. Sentado y reposando los codos en los reposabrazos, pasaba una mano por mi frente, meditabundo.

Fue entonces cuando noté la inminencia de la apertura de una brecha demoniaca en el centro de mi sala. Me incliné un poco hacia delante, aun sentado, clavando unos brillantes ojos en el portal aun por abrirse. Mesaba mi barba mientras observaba. La boca infernal se retorció antes de abrirse por completo, y ahi estaba, el ghoul. Seguido de Catherine...y de Maxwell. La presencia de éste ultimo no me sorprendió, a decir verdad.  Con un gesto de mi mano el portal demoníaco se cerró y el ghoul arrastró los pies hasta marchar de la sala, emitiendo aquellos desagradables estertores suyos. Unos ojos en unos tarros subidos a los estantes mas altos se giraron rápidamente suspendidos en sus fosforitos liquidos para mirar a los dos recién llegados.

-Bienvenidos. Tomad asiento....

Hice un vago gesto de mi mano, haciendo levitar un monton de libros y pergaminos que ocultaban varias sillas, para que pudieran ser utilizadas.

“No liberes sus demonios si no estarás ahí para combatirlos”.

Las palabras de Max le resultaron evidentes, su mueca de desagrado fue tal que Catherine apretó la mano en un puño para evitar que el ghoul le tocara. Una orden no dicha pero cumplida al fin y al cabo. Desaparecida la impresión inicial, la mano libre se colocó alrededor de la taza apretando la cerámica con fuerza intentando llenarse de fuerza y determinación. Lo logró, de a poco, intentó recordar los buenos y serenos momentos que había compartido con el nigromante. No obstante, la sombra del asesinato de su padre seguía tan latente que no permitía construir una seguidilla de memorias que le dieran algo de sociego.

Cuando la brecha se abrió Catherine la miró, al principio, con desconfianza. Nunca antes había viajado en un portal de este tipo y su padre, siempre, le había advertido acerca de la nigromancia y los viajes a través de estos portales. Pero quería creer que Matvey, con aquella ofrenda de paz que sostenía entre sus manos, estaban actuando de buena fe. Y ella depositaría su confianza. Pero la entereza no llegó hasta que Max se puso a su lado. No fue solamente su perfume, que la hizo desconcentrarse un momento y acudir más hacia su cercanía  y su halo. Fue simplemente el estar. El saber que aquella situación no la pasaría sola pues Stavron significaba tanto para ella como para él. Es quien la había ayudado a abrir aquella puerta pese a la oscuridad que se derivaba de su interior y, aún así, se quedó allí.

Dio el primer paso  y cuando quiso darse cuenta, la luz volvió a hacerse delante de ella. La escena le era familiar. Había pasado más tiempo en el sótano de Matvey que en cualquier otro lado. El ghoul a veces ni la miraba cuando pasaba. Avanzó un poco hacia el centro, algo en su interior la invitaba a revisar el lugar por si existía alguna trama pero su otra voz le dijo que aquello era una tontería. Los orbes cristalinos de Catherine se depositaron en la mirada oceánica del nigromante. Los ojos le pasaron desapercibidos, demasiado acostumbrada estaba a que las cosas se comportaban de manera extraña en aquel sótano. Iluso aquel que creía que estando en territorio de un nigromante las leyes y estatutos de la naturaleza se cumplían al pie de la letra.

-Podrías haberme enviado un mensaje al comunicador. Me he pegado un buen susto- Le dijo mientras caminaba a sentarse en una de las silla. No había un tono particular en ello, sólo mera información aunque lo cierto es que podría haberlo ignorado. Al sentarse ladeó la cabeza hacia Max, paseando su mirada por él intentando controlar aquellas ardientes ganas de volver a saborear sus labios y acariciar su piel. Instintivamente, se llevó la taza a los labios para intentar controlar su nivel de ansiedad. Cerró los ojos al disfrutar de la bebida caliente, preparada a la perfección. Entre sus labios se escapó un malvavisco que masticó, trayendo dulces recuerdos de una niñez que falleció antes de florecer al completo.

Abrió los ojos nuevamente y respiró de manera profunda, en una antesala de algo que no quería enfrentar pero de lo cual venía huyendo desde hace mucho tiempo. Era momento de escuchar y conocer la verdad. Alzó su vista fría hacia Matvey con un gesto poco amigable y lo primero que abandonó sus labios no fue sobre el asesinato de su padre en sí.

Supernova. Un cálculo desfasado de la realidad que literalmente pone a temblar la entereza del concepto. Alza una mano que esconde claros orbes de la luminancia artificial del recinto mezclado con viciado aire; demasiado fotosensible. Demasiado todo. Toca la mente con la intensidad de sus palabras, las coloca sobre el estante más alto dentro de esta biblioteca de memorias y conciencia, reclamado su sitio en presente y posteridad. No lo había pensado muy bien, aunque era un hecho que no siempre recurría a la sabiduría almacenada en su cabeza. Increíble insinuación. Colisión inequívoca que mezcla tiempo, causalidad y casualidad. Un corazón desbocado fuera de curso, sonido de animal en plena caza. Todo había sucedido rápido, muy rápido hasta el punto que la percepción se convierte en una bruma como la baja luz que presencian sus ojos.

Él parecía a punto de sufrir un paro, morir en la fragilidad por una verdad desbocada. Un traspié entre cosas fuera de lugar y el choque contra una silla mal puesta, casi adherida al suelo. Confundido ante la multitud de aromas y sonidos desplegados en disonancia mágica.

Sin embargo la perfección aún era latente sobre la silueta femenina. Una idea contra otra, la siguiente casi por encima en una casi pirámide sin jerarquía. Desde el rojo más cercano se expande la bella expresión del espectro visual heterocromo. Cercanía de posible placer, escurridizo jabón invisible que no deja manos quietas y burbujas que reflejan curvas vírgenes al toque más experto ―Espero esta sea una buena historia ― Pide a Rasputín quien se encontraba más próximo que a Catherine a su flanco diagonal. Encuadre inverosímil, arte legendario de un ignorante universo. De sonidos y jolgorio compuesta la sinfonía maestra de invisible director. Ironías del destino, peleaba una guerra a dos bandos contra Matvey y la atención de su prometida. No rompe su ilusión de hombre inmaculado, creada la figura del cisne, su sonrisa se expresa en el florecer de expresiones que llenarían hasta la carencia de espíritu, reluce el hombre de los sueños con la bendición de un sol artificial de llama eterna.

―Nos mentiste ― repara la oración a pesar de que poca estima guarda al mago. Y como un trampolín se impulsa, segundos de reacción en velocidad sobrehumana; imperceptible pero no hay paso ni dios que valga. La pregunta en la punta de la lengua, si tan solo tan rápida. Su nombre, el de su maestro, se pronuncia en labios sin sonidos, faros de cristal que alumbran en una búsqueda vana. Una esperanza sin fundamentos ―Así que piensa bien como gastarás nuestro tiempo― cruza los brazos, extiende una mano ofrecida a su prometida, ofreciendo compañía y protección. Ilusión sin magia, engaño en busca de mantener viva la lujuria bajo la piel.

Con mirada grave seguía los movimientos de Catherine. No me pasaban desapercibidos tampoco los de Maxwell. El joven parecía algo desubicado allí, asi lo pude evidenciar por sus movimientos y sus primeros gestos. Me resultó curioso, cuanto menos....y me guardé aquel dato. Súbitamente, volví a pensar en Altair, no sabía por qué. La duda de Stavron también había hecho mella en mi. Apoyaba uno de mis codos en el reposabrazos de la silla, y esa misma mano se entretenia en pasar por mi barba, escuchando.

-Un mensaje en el comunicador no habría entregado el mensaje tan adecuadamente como debiera. - dije señalando con vaguedad la taza de chocolate de la que disfrutaba ahora. Aunque aquello eran...machas? Mi ceño se frunció levemente. Ghoul torpe...

Las miradas que ambos me dedicaban eran frias. No asi el lazo que parecía haber entre ellos, dadas sus interacciones de cercanía. Sin embargo ella parecía mas lucida que la ultima vez que la había visto, durante la celebración del cónclave por la muerte de Kira.

Miré a Catherine, y luego a Maxwell, cuando ambos terminaron de pronunciarse. El muchacho un tanto mas agresivo que ella. Con una voz pausada y carente de de tono beligerante le respondí, un tono grave y profundo que cuadraba perfectamente con el aire ancestral de aquel sótano.
- Tu has elegido estar aquí, Maxwell, no me culpes si luego sientes que has gastado el tiempo.

Lo miré directo a los ojos pues había oído aquel nombre en mi cabeza. "Mira bien", pensé. No tengo nada que ocultar, ya no. No sobre eso, al menos....no sobre Le Fay.
-Te mentí, Catherine. Te oculté una verdad que no habrías podido soportar en ese momento. Si te lo hubiera dicho entonces....hubieses estado furiosa, no habrias podido entender por qué alguien a quien amas elegiría voluntariamente abandonarte.

Extraje el disco de metal de una caja de madera de ébano que tenia en la mesa mas a mi alcance, abriéndolo. El disco, del tamaño de la palma de mi mano, aun con sus gravados, salió levitando desde mi mano hacia Catherine. Es aquel cuya forja terminé durante la invocación del espíritu de Stavron.
-Te he fabricado un Sigilo. Está cargado...eso quiere decir que podrás emplearlo una vez para invocar al espíritu de tu padre y hablar con él, sin intervención de ningún nigromante, chaman o médium. Un solo uso, Cat...Catherine.

"úsalo bien"

-En caso de que no creyeráis mis palabras. - no terminaba de fiarme de Maxwell, eso lo tenía claro. Me removí en mi asiento, inclinándome hacia delante de modo lento, hasta quedar con los hombros mas recargados. El fuego blanco del centro seguía ardiendo sin emitir calor alguno. Los ojos ya no los observaban.

-Stavron...como sabeis, abogaba por nuestra intervención en la guerra. Su idea al Consejo llegó unos cuantos años antes, pues muchos, por aquel entonces, no estaban de acuerdo. Él era obstinado...le dio igual que dijeran que no podía intervenir. - en algún punto de mi relato, había dejado de mirarlos. Mis ojos habían viajado a algún punto no tan lejano en el pasado. Apreté ligeramente el puño mientras hablaba, aquel que había usado antes para mesar mi barba.
-Contactó conmigo para hacerme partícipe de su plan. Aunque no llegó a hacerlo, fuimos intervenidos antes. Dos miembros del Consejo que ya no están entre nosotros se enteraron. Iban a desterrar a Stavron, y con él, a todos los Le Fay presentes en Ouroboros. No había modo de subsanar aquello.

Dejé de mirar a la nada y volví a mirarla a ella, exclusivamente a ella. Mi cabeza negó brevemente...antes de darse cuenta del inconsciente movimiento y quedar nuevamente fija.
-Entonces le hice caso. Él quería la protección de Ouroboros para ti, Altair y los mellizos...para su familia, en definitiva. Y el modo de lograr que no lo desterrasen ni a el ni a su estirpe para que siguierais ahí, era que su culpa muriese con él. Hice lo que hice, y no te negaré...que es algo que sigue atormentándome, es el favor que me han pedido que más me ha costado en la vida y quizá en la muerte. Él aceptó su destino de sacrificar su vida por sus ideales y por su familia, salvaguardando con su muerte ambos. Dijo que tendrías que entender esto.

Catherine bajó la mirada hacia el chocolate y deseó, con todas sus fuerzas, que aquella bebida caliente tuviera la habilidad de volver atrás el tiempo. Cuando dedicó el segundo sorbo a la taza cerró los ojos con tanta fuerza pensando, inocentemente, que tal vez si lo quería mucho podía hacerlo. Era una ilusionista...tal vez… Si sólo una vez lo intentara… Al abrir los ojos se dio cuenta de que nada había cambiado y una parte de sí misma se decepcionó mientras la otra le decía que era evidente que no iba a funcionar. Escuchó las palabras de Maxwell y luego las de Matvey con el ceño levemente fruncido.

“Tal vez si se callara más la boca, como yo, no le caería tan mal a tanta gente. Aunque yo sigo cayéndole mal a la gente… ”

Analizó la pelinegra mientras mordisqueaba uno de los malvaviscos con bastante ganas. Le miró por encima del hombro cuando extendió una mano hacia ella y fue muy difícil para ella tomar la decisión de apartar una de sus manos de aquella taza de chocolate caliente para dársela a él pero, finalmente, entrelazó sus dedos con los de Maxwell, inclinando suavemente la cabeza hacia él y su propio cuerpo. Aún podía sentir la energía fluyendo a través de la piel de él hacia ella. Eso siempre ocurría cuando lo tocaba, le daba cosquillas, le daba energía...La magia siempre floreciendo con su sola respiración, atrayéndola, llamándola. Esperaba que, algún día, ella pudiera darle lo mismo.

-Mi padre nunca me abandonaría-

Le espetó a Matvey cortando su frase inmediatamente. Su tono fue frío, sin dubitación. Stavron Le Fay nunca dejaría a su hija. ¿No es así? Él sabía cuánto le quería, él sabía que era su pilar, él sabía que no podía dejarle con Elise. Nunca tomaría esa decisión, no para con ella. No obstante, Catherine apretó con fuerza los dedos de Maxwell en un gesto inequívoco de temor y confusión ante las palabras de Matvey. Pero la forma en la que el nigromante le miraba y confesaba no aclaraba sus dudas, sino que las agrandaba. ¿Y qué si decía la verdad? ¿Cómo su padre podría traicionarla de esa manera? ¿A ella? ¿A Max? Mientras el silencio se alargaba la cabeza de Catherine se volvía un nido de vueltas y revueltas. No buscó la mirada de Maxwell esta vez porque no podía moverse, simple y llanamente.

Matvey le tendió algo que Catherine miró con suspicacia, la pregunta sobre el objetivo de aquel elemento desconocido estuvo a punto de abandonar sus labios pero él completó las palabras y la ira se vislumbró en cada rasgo de la Le Fay.

-No lo voy a convocar. Me dijeron que dejara en paz a los muertos. Todo el mundo se la pasa diciendome lo mismo… ¡Aparte….- No podía olvidar el grito de Ian en el laberinto.  La muchacha se incorporó soltando a Max y agarrando el sigilo con fiereza, empezando a moverlo sin cuidado alguno. Su tono sonaba claramente alterado. Había tocado una fibra muy sensible -Me dijiste que sufriría! ¡Me hablaste de Namtillaku y Agaku! ¿Crees que no lo voy a recordar?- Aquel encuentro, aquella noche se había grabado en su cerebro, en su corazón y en su alma. Hizo una muy breve pausa para luego señalarlo con la mano que sostenía el sigilo -Lo que esté muerto debe permanecer así. ¡Me enseñaste eso Matvey! ¡Y ahora quieres que hable con él! ¿Para verlo morir de nuevo? ¿Es que acaso...- Se perdió la oración en un hilillo de voz mientras negaba con la cabeza intentaba contener las lágrimas, exitosamente esta vez. -¿Cómo te atreves a darme esto?- Le cuestionó, dándose cuenta de que carecía de la fortaleza para ver a su padre de nuevo, para escuchar su voz y verlo desaparecerse...Esfumarse de su lado.


El nigromante no parecía inmutarse y empezó a contar algo que Catherine ya sabía. Stavron había vuelto de aquel Cónclave con un humor muy diferente al que acostumbraba. Ese día ni siquiera los había entrenado. A ninguno. No recibió ni siquiera a Altair en su despacho, su mano derecha. Pasó dos días sin dar la cara pero cuando volvió a verlos tenía una resolución clara en su forma de ser, cosa que le había extrañado a Cat...Pero lo que Matvey decía incluía ir en contra de un decreto del Cónclave. Aquello era penado. Aquello era penado con exilio, con de....La muchacha tenía el pecho agitado. Su respiración se aceleraba por momentos mientras, parada entre Maxwell y Matvey haciendo un perfecto triángulo, intentaba desentrañar todo lo que le decía él.

Los últimos argumentos de Matvey no hacen más que encajar con algo que haría su padre. Tomar la responsabilidad de sus acciones, proteger a su familia porque al final es lo único que queda, lo que resta. Stavron había implantado un amor profundo hacia la familia que Elise no había logrado cultivar, incluso a Max le había dado algo más que una casa, le había dado un hogar; porque así era él. Sacrificarse, sacrificarse por sus objetivos e ideales. Con sólo pensar en eso no podía olvidar las veces que ella misma había asumido culpas, regaños, había intentado mediar para hacer lo que creía que estaba bien. Tiempos en los que dio todo hasta perder casi la vida. Aquella vez con Ian, luego abajo, defendiendo sus ideales -¿Dijo que debía entenderlo?- Cuestionó tras un largo rato en silencio, había apartado la mirada de Matvey hacia Maxwell un momento -¿Cuándo...lo dijo? ¿Cómo te pidió que lo mataras? ¿Cómo lo asesinaste? ¿Cómo murió, Matvey?- Le preguntó al nigromante girándose hacia él con un gesto descompuesto en el rostro, no lloraba a cántaros, las lágrimas simplemente caían de sus ojos hacia sus mejillas, humedeciendo un rostro que se encontraba sereno...De alguna manera resignado.

Porque al final del día...Ella también se habría rebelado al Cónclave...Y habría hecho lo que fuera porque Los Descendientes protegieran a Rhaegar y Desmond.

Estaba haciendo lo que sea por protegerlos…Ahora mismo.

Se escapa del enclaustre de la silla. Inspira y desea no haberlo hecho tan cercano a lo que sea que el nigromante almacena allí abajo, toce para aclarar los sentidos y acelera el paso sin mirar para finalizar en un abrupto choque contra algo, o alguien de menor tamaño y cuyo peso no logró desbalancear su paso. Un único gruñido de advertencia que acongojó el aire. Solo entonces fue capaz de fijarse y tomar conciencia de a quién que había llevado por delante y como la pila de libros se desplomaba en caída libre. El estrés de la naturaleza de la reunión, el trabajo que se había tomado para la jornada y el esfuerzo por comenzar una buena relación le tenían al borde de una nueva condición adquirida. Un desequilibrio emocional era la única viable prognosis que explicara su repentina desazón. Una larga noche que acaba de comenzar y se veía en la necesidad de un primer trago — ¿Tienes bourbon? — prácticamente exige.

Pies de plomo, camina midiendo sus pasos hasta cubrir la espalda de Catherine todo su tamaño, las sombras juegan con su mente — ¿Él te dijo eso? — suelta la pregunta que hace eco entre paredes vacías, notas graves que retumban en octavas de un tono poco común. — No estoy de humor para juegos…— explica y entra, dando gracias internamente a la posibilidad de poder caminar sin interrupción, respirar sin tener que mirarles a la cara. Le alarma el sonido de un grito contenido, como si su nombre fuera pronunciado desde el interior de una caja de cristal que apalea el volumen y deja al aire un mensaje indescifrable. Así eran las cosas con Stavron. La idea hace doler su cabeza, poner en duda sus sentidos para terminar asociando todo a un error, jaquear las construcciones que habían mantenido su vida desde el deceso de su maestro. Las ideas arribaron como un torbellino, cuando toda la velada comenzaba a revelarse solo como el ojo de la tormenta.

La presión de su canino contra el labio inferior solo conocía aumento. La piel pulsaba bajo el filo, reseca a una fuerza que de mantener terminaría por romper con la capa superficial para terminar sangrando. Nervios a flor de piel. Blake parecía ausente en un mundo personal, trastabillando a cada paso con la entereza hecha trizas como rara vez. Lo que la mayoría buscaba evitar a él activaba un instinto de protección que lejos tenía de estar relacionado con la culpa o pena por su estado. Aunque si escarbaba dentro quizás había de ello un poco, pero antes que nada quería recuperar la imagen de quien le había dado todo de un mundo que se le volvía arena, el calor de una persona que había querido y que por dentro sabía aún querer. Los años no matan los recuerdos que marcan el trayecto que se transita aún si no iba a ponerle nombre.

―Tiene que haber más de un razón― agrega a los pensamientos de Catherine sin poder filtrar sus molestias de la voz ― Stavron era demasiado listo para caer en el simple martirio. Tiene que haber algo más ¡Di que más hay! ― la imagen de Blake se funde con la de Dream, una ilusión descontrolada que altera su físico de manera intermitente ― Catherine ― La nombra, se le ha inclinado desde atrás, respira al oído de la mujer y su aroma es un caos que atrae a la perdición ― Si tu no vas a usarlo. Lo quiero. Quiero escucharlo desde la mente, alma, lo que sea de tu padre ― tenía que ser una vuelta más en el laberinto. Así era Stavron. Él no los dejaría sufrir por un simple error de cálculo.

- Tu padre te iba a abandonar un dia inevitablemente. - le respondí tajante, impetuoso. Serio. Igual que habia hecho ella al interrumpirme a mi, pero cargando mas gravedad. - En un año, en varios, eso nadie lo sabe. Pero si lo hacia en ese momento, estaría consiguiendo proteccion para vosotros, una proteccion duradera que él no podría daros de otro modo. - mi ceño estaba fruncido, y mis labios tambien. Las manos colocadas sobre el reposabrazos de la silla aunque mi tronco inclinado hacia delante a causa de la intensidad de la conversacion. -Abre los ojos, Catherine. Eso no quiere decir que no te quisiera. No siempre hay una eleccion buena. - por no decir "nunca"

Catherine reaccionó exactamente como habia esperado a aquel Sigilo de Stavron que le entregué. Una memoria loable, la de la joven Le Fay.
-Habrías sido una buena nigromante... -dije en voz baja, levantandome por fin de mi silla. -Claro que las almas sufren, no es agradable que te arranquen de tu lugar de reposo. Tuve que llamarlo muchas veces. Pero yo? Yo estoy acostumbrado a causar sufrimiento. Y Stavron a recibirlo. ¿Tú? Tú estas acostumbrada a infligir sufrimiento a quien quieres? No te dejé invocarlo entonces...no por él, si no por tí, Catherine, por ti. -manos entrelazadas a mi espalda, con un gesto de dureza en mi rostro. - Lo que está muerto no puede volver a morir. Ahora estás preparada para invocarlo y hablar con él. Y sí, eso dijo.

Miré al rostro descompuesto de la chica, y a las lagrimas que caian a cantaros por una cara resignada totalmente. Intentaba parecer serena, asimilarlo todo, pero...la profundidad era otra. Luego sus preguntas oscurecieron mi mirada, pero no la aparté-. Eso si, me tomé largos segundos para responder. Aquellos recuerdos....
-Te aseguro...que...que no sufrió. Un sueño, uno dulce y tranquilo.

Maxwell en contraste, parecia bastante mas intranquilo que su compañera. El frio y calculador Blake, con su siempre ensayada sonrisa en la cara. Stavron debia de haber sido para él algo mas que un maestro...o estaba fingiendo? Que tan buen actor podia llegar a ser...? ¿Bourbon?
-Sólo vodka y sangre de demonio. - era totalmente cierto. - Eso dijo. Y os he dado un Sigilo. Podéis comprobarlo.

Las exigencias de Maxwell, su nerviosismo...aquel desdoble de su imagen fisica en si mismo y en una ilusoria...el joven parecia estar perdiendo el control. Recordaba en todo momento las palabras de Stavron. Que no podia ser una coincidencia, que jugara bien mis cartas.
- Nadie es "demasiado" inteligente como para evitar los martirios de la vida.... o la muerte. El ansia que escapa por tus labios delata tu insaciable hambre de conocimiento, poder, y dominio, Blake....el regalo es de la joven Le Fay. Sin embargo si ella te lo concede, yo no pondré reparos. Podeis invocarlo los dos juntos. El vínculo durará mientras el metal esté caliente, y las runas y simbolos sigan grabados, pero iran desapareciendo conforme habléis.

Caminé hacia ellos, bastón en mano, mi pesado abrigo sonó al moverme con una inesperada ligereza. Pese a los fuegos, en el sótano siempre hacia frío. Chocolate para la dama, y..... -¿Que te trajo de vuelta, Maxwell? Justo ahora, en este momento? -el ghoul, silencioso, habia caminado tras de mi. Una huesuda mano se estiró hacia la mia, alcanzandome un vaso. Que en un movimiento fluido acerqué a la mano de Blake, con la bebida mencionada para el caballero anteriormente.

El ceño de Catherine se frunció suavemente antes de relajarse cuando Matvey le dijo que abriera los ojos, no pudo soportar sostenerle la mirada y la bajó hacia el piso. Nunca antes los irises multicolores de la descendiente de Morgana habían estado más apagados. En su mano el sigilo del nigromante estaba apretado, había dejado de moverlo de un lado a otro. La furia que había corrido por sus venas como lava empezaba a mermar producto del conocimiento de aquella situación que, durante años, había permanecido oscura.

Al escuchar las palabras de Matvey alzó levemente el rostro pero sin alzar la vista del sigilo -Puedo ser una buena nigromante- Determinó, con atisbos de esa seguridad que estar cerca de Max le daba. El aura de energía mágica que exudaba y que en otrora la hacía sentir intimidada ahora la alimentaba. Y un recuerdo exacto de las palabras de Ian le influía valentía -Puedo ser lo que quiera- Sentenció, aún como si no estuviese ahí presente. Conversaba con ellos, pero realmente Catherine no estaba. Reflexionó sobre las palabras que dijo Matvey y cerró los ojos al darse cuenta de que no, no había llegado a ese punto en el que sería capaz de dañar a aquellos que amaba aunque a veces terminaba haciendolo sin querer...Y esas veces le perseguían con dureza. Aún podía sentir, si se dedicaba a recordarlo, el crudo placer que había sentido al herir al licántropo, a esa bestia que torturaba a su amigo.

¿Y ahora estaba lista? No lo creía.

La cercanía de Max la hizo alzar la cara de ipso facto, el aroma que despedía hacia que su cuerpo se calentara tan rápido que su mente volaba a las imágenes y a las sensaciones que sólo minutos antes habían poblado su cuerpo y en un movimiento espontáneo cerró las piernas, como si aquello sirviera para controlar aquella necesidad de estar con él. Su respiración se aceleró brevemente y giró levemente la cabeza hacia él cuando le llamó notando el cambio entre las dos imágenes, Dream y Max, con el ceño fruncido. Nunca lo había visto perder el control sobre sí mismo y aquello le sorprendió, pero la estupefacción fue a otro plano cuando dijo que él quería el sigilo -Es mío- Respondió, arisca  y egoísta, controlando los impulsos que tenía de ir a morderle los labios, de sentir nuevamente su cercanía, su perfume y sus manos sobre su piel. Se alejó un par de pasos tratando de no permitir que el cúmulo de sentimientos que se reunían en su interior la hicieran marearse.

Instintivamente se había acercado a Matvey mientras miraba con más preocupación a Max, notando entonces el nivel de alteración que tenía. Escuchó con claridad las palabras del nigromante y no pudo evitar sentirse curiosa por aquel aspecto -Nos dejaste. A todos… ¿Por qué?- Se permitió preguntar mientras le miraba a los ojos. Max había sido una especie de familiar no consanguíneo que había estado allí durante toda su niñez, incluso antes que ella, y de la nada como su padre se había esfumado de la faz de la tierra y aunque supieron el destino de Stavron, Max se había vuelto un fantasma. No le importaba por qué había vuelto, después de todo, los Le Fay habían sido su hogar por mucho tiempo y después de viajar por el mundo siempre era bueno volver al calor de una casa aunque esta estuviese más rota de lo que él esperaba. Pero ¿Por qué se había ido cuando más lo necesitaban? Recordaba que Layla había quedado deshecha por su ausencia.

Catherine respiró profundamente y un ligero brillo de preocupación ocupó sus ojos. Era, tal vez, la primera vez que le exigía algo así a Max. Lo cierto es que nunca se había sentado a pensar en el retorno del oniromante pero ahora que Matvey hacía hincapié le hacía notar recordar todas esas preguntas que ella misma se había hecho, que le había dicho a Ian y a Azahar y que había despertados sospechas sobre él -Respóndeme primero, después lo convocaré. No puedes querer verlo más que yo- Dijo convencida de ello y acariciando el sigilo con sus manos. Y mientras miraba sus ojos se preguntaba cómo es que, incluso alterado, podría parecerle el hombres más apuesto del mundo y socavar su integridad sólo con estar ahí...Parado.

Traje a Rybar de vuelta a Ouroboros, dejándolo descansar por fin en un lugar decente después de tanto tiempo malviviendo con los de la Alianza. La habitación que ocupaba seguía reservada para él, así que no tuvo problema para regresar al mismo lugar. Después acudí a mi cuarto para retorcarme para el encuentro con Matvey, que había tenido que esperar por culpa del asunto Rybar. Tras darme el visto bueno final (con rubí de sodoma incluido), salgo de mi dormitorio para ir a la zona en la que se encuentran las viviendas de los Descendientes.

El descendiente de Rasputín no vive en un sitio "normal", sino en una extravagante mazmorra. Descender hasta la entrada no es el problema, eso es relativamente sencillo. Lo que no me esperaba era esa especie de monstruo que tiene en la puerta vigilando. Un desagradable ghoul que no permite el paso a desconocidos, impidiendo que me acerque a la puerta. Ni siquiera sé si Matvey se encuentra dentro, o si está con alguien, el ghoul no me deja acercarme a llamar ni a escuchar. Me alejo unos cuantos pasos, con una mueca de desagrado.

- Dile a tu jefe que Adele Gaultier quiere verlo para asuntos importantes, cuanto antes mejor. ¿Sabes hablar o eres idiota? porque si es así me tocará ir a por papel para escribir una nota...- me alejo de la entrada con cara de desprecio absoluto hacia el ser, yendo a buscar papel y pergamino para escribir, por si acaso. Tampoco me voy muy lejos, me quedo rondando por la zona para ver si el bicho le da el mensaje o qué.

¿Qué es la magia? Una pregunta que ha atosigado mentes a lo largo de la historia una y otra vez sin dar jamás con única respuesta. Un conjunto de fuerza mística en constante crecimiento, de la misma manera que las notas de una canción pueden ir en crescendo. Atado a los sentidos, el juicio y la interpretación quedan atrapados entre gruesas paredes delimitadas por tiempo y espacio. ¿Cuál es el valor entonces? ¿Qué hace a la magia una creación que ha perdurado a ideas, conceptos, ideologías y las propias barreras de su subjetividad? Una simple, pero siempre personal respuesta, la debilidad  que es su más magnifica fuerza. El sentimiento, la emoción. El amor y el odio, los dos lados de la balanza son capaces de hacer eterno lo que en principio parece fugaz. Magia no es solo una imprenta del entorno que le da origen, sino un mensaje, cuya valía no está en su unicidad, sino en el perfil de cada interpretación, como los sueños. Lo que es fuerte queda grabado en la impresión, sumado a una voluntad colectiva que incorpora cada segmento como uno propio y entero. De lo que es único, se crea un mundo. Desde ese punto, la magia es un instrumento que acerca al hombre a la propia divinidad, un tejedor de universos. Las ilusiones no cambian, pero estas son capaces de transformar a las personas. El poder es uno que no puede ser resistido o ignorado, una llave capaz de hacer click en el momento más preciso. Una palabra basta para declarar o finalizar una guerra ¿Qué queda para una imagen que vale lo que miles? Esa dicotomía era la que atormentaba la mente pero alimentaba el alma. Frente a la magia, uno se vuelve ínfimo, un parpadeo a comparación del no existente pero ya creado momento. Si se analiza, es innumerable la cantidad de preguntas capaz de ser formuladas, los porque que se hacen al aire y los motivos que se buscan tras cada mirada, toque u escucha. Magia es la parte de la percepción que une sentidos, recuerdos, imaginación y sentimientos en el mismo instante. ― Porque estuve allí cuando lo que parece ha sido un teatro ocurrió. No podía confiar en nadie, si habían atacado a mi maestro con tanta facilidad poco les cortaría seguir conmigo. Sabía que la ignorancia y sangre te protegerían, que hoy estés aquí y tus hermanos respiren es el claro ejemplo. Lo de Layla fue una desgracia, pero todo bajo mano propia. Sabía que el Consejo no se atrevería a extinguir una de las líneas mágicas más poderosas y antiguas. ¿Yo? Aunque fuertes, los míos nunca se han caracterizado por resaltar en la sociedad de la que vivimos, nadie movería un dedo por defender a un Blake; no con el fervor que Le Fay despierta ―

El mundo no es uno color de rosa, esa parte que se cree bella y de carácter inexorable también tiene su contracara, y en otras, la verdad se tergiversa hasta culpar a lo menos debido. La magia no es excepción. Al ilusionista no le faltaban ejemplos para citar en caso de que la evidencia fuera un deber. Como mago, parte de su vida rondaba en tales circunstancias, y no solo lo visible, el resultado. Para entender y dar con cierre a las ilusiones, sus zapatos siempre cambian, la mente adaptándose a nuevas estructuras, ocupando el lugar de otros con relativa rapidez. Su ser, los axiomas a los que respondía, jamás le permitirían sucumbir a tan retorcidas y propias representaciones. Un nuevo arte místico suele surgir con el pasar de los años, pero ciertos límites existen para jamás se cruzados.  Y él quería aquél sigilo de manera enfermiza.

Volviendo de su mundo, como si las palabras fueran un ancla a lo terrenal, se centró en escuchar. Su mirada fue el preludio, fijándose de reojo a quien le dirigía la voz. No tardó en ladear la cabeza, introduciendo su sonrisa al nigromante. ― Porque ya no soy un chico a quien las fuerzas puedan dominar. Tuve que valerme de toda mi habilidad para dejar de existir para los nuestros y al mismo tiempo mejorar mi arte. Así que ¿Por qué ahora? Toda roca hace ondas, no soy ciego ni sordo para ver las que Catherine ha creado y el descontento que ello provoca, termine por ser testigo en pleno concilio. Si me preguntas, creo que he llegado a momento perfecto para evitarle una catástrofe que ni tu avecinas Rasputín ― Dream sisea en ese reflejo, una última imagen antes de desaparecer n lo que el mago recupera algo de compostura gracias al ego.

―¿Seguirán con conjeturas o vamos directo a los hechos con nadie menos que Stavron Le Fay? ―

Blake ni si quiera hizo amago de coger la copa que le habia extendido. Una lástima....lo miré con un desden anclado en lo mas profundo de mi retina y me la bebí yo. Vodka y...sí, sangre de demonio. En fin, no era una bebida hecha para todos los cuerpos. La copa se desvaneció en mis manos y me giré, dandoles las espaldas a ambos. Maxwell respondió.

- Descontento? El descontento lo causaste tú, no ella. Nadie en el Consejo confía en ti, como podras comprender .Desapareces y apareces. El aura de negrura que se arremolina entorno a ella ...no lo había sentido antes. No intentes confundirnos, ilusionista. No intentes confundirla. Pero entiendo por qué huiste....

El ghoul de antes me interrumpió, susurrando un mensaje en una lengua que tan solo yo entendia. Tenia visitas? Lo de menos ahora. Mis ojos estaban clavados en la hoguera de fuego azul del centro de la sala, sus llamas bailaban de modo extraño. Entonces se tornaron negras y mis labios se entreabrieron con...sorpresa.

"Actividad demoníaca fuera de lo corriente, cerca de la zona de la isla?...."

- Id directos a los hechos, invocad a Stavron, comprobad que digo la verdad, y recomponed vuestras almas. Pero no aquí. Vamos, fuera!!

Entré en mi modo de puto mal humor ermitaño asocial del averno dejadme en paz de una vez. Ya habia tenido suficiente, ya habia visto la triste figura de Stavron de nuevo, y los ojos igualmente tristes de Catherine. Suficiente. Y esta no era la primera vez ni seria la ultima en la que expulsaba a unos visitantes de mi sótano con malos modos.

Aguardo con impaciencia durante largos minutos, sin noticias de vuelta del inútil del ghoul. Al menos se había marchado, supongo que a llevar el mensaje. Espero un poco más, acercándome a la puerta para escuchar por saber si había alguien dentro o se había desaparecido de allí sin más. No llego a oír casi nada de lo que se dice, excepto que parece echar a alguien de allí, de manera muy enérgica y algo hostil.

"Encima del retraso no llego en buen momento. Estúpido Rybar...todo por su culpa y sus prisas de reunirse. Él ahora durmiendo y yo aquí teniendo que posponer mi plan por hacerle caso en primer lugar"

No pienso largarme y desaprovechar así la ocasión, ya que me había arreglado y vestido para encontrarme con el nigromante del Consejo. Además, para algo me he puesto el colgante y anillo con rubí de sodoma, que este hombre debe ser un tanto sieso y complicado para seducir. Puede que el ghoul no le haya dado el mensaje o que él pase de atender visitas, pero debo insistir. Toco la puerta con los nudillos un par de veces, llamando al dueño de la casa para que se digne a abrirme.

- ¿Matvey? ¿Estás ahí? Soy Adele, me gustaría hablar contigo sobre algunos asuntos importantes

"y tu ridículo guardián no responde ni sabe recibir a las visitas, así que abre de una maldita vez que estoy harta de esperar"

Después de haber expulsado de modo tempestivo a Catherine y a Maxwell de allí, me acerqué a las llamas negras que ardian en oscuridad en el gran brasero del centro de la sala. No volvían a tornarse azules. Y eso solo podia ser algo malo.

"si retornasen a su color azul eso indicaria una actividad demoniaca interplanar habitual...temporal. Eso suele pasar a menudo. Pero si permanecen asi demasiado tiempo, no es ninguna invocacion de ningun nigromante, no es ningun demonio controlado. Nadie que haya sido invitado a esta esfera"

Y me dejé caer pesadamente en mi silla de madera, masajeandome la frente. Aun estaba todo demasiado reciente como para....y entonces vino el ghoul y me informó de una visita.

-NO RECIBO VISITAS AHORA!

Le grité en plan furioso, malhumorado. Justo entonces llamaron y oí la voz de Adele, una de las aprendices. Habria creido que era algun miembro del Consejo...de los cuales no me apetecia nada ver. Pero con aquella mujer no tenia tantas confianzas y queria mantener un poco los modales. Carraspeé y con un gesto de mi mano la puerta se abrió.

-Podias haberme dicho que se trataba de una de las aprendices. - le susurré al ghoul antes de que este se perdiese en la oscuridad. Invité a Adele a entrar desde mi asiento. -Cuales son esos asuntos tan urgentes?

Por fin recibo respuesta por parte del dueño de la casa, aunque con ese mal humor que se gasta se quitan las ganas de intentar nada. Me repito mentalmente que todo sea por el plan, a pesar de que eso implique aguantar un poco de malos humos. Confío en que se le pase pronto, y si no para eso está el poder del rubí que llevo puesto, toca comprobar su eficacia. La puerta se abre para dejar paso al interior de la casa, momento en el que me recoloco el pelo y la ropa por enésima vez antes de entrar. También me aseguro de que las piedras mágicas que llevo canalicen a la perfección la magia que deben hacer. Saludo de manera educada y cordial al pasar, disculpándome por el momento inoportuno en el que parece que vengo mientras camino hasta situarme delante de él, que ni se ha molestado en levantarse para recibir a la visita.

- No he podido evitar escuchar el grito de antes. Lamento llegar en mal momento. ¿Hay algo que pueda hacer al respecto?

"tampoco me importa mucho que me cuentes tu vida, pero bueno...vamos a comenzar de modo amable. He de esperar a que actúe el poder del rubí sobre él, y si empiezo a atacar tan pronto parecerá sospechoso"

- Son varias cosas, pero la primera de ellas es solicitar un cambio de maestro. Creo que prefiero ampliar las disciplinas que manejo, en lugar de centrarme en una que ya conozco. Estaría interesada en aprender más sobre nigromancia. ¿Tiene ya algún aprendiz o se puede permitir coger a alguien nuevo?. También me preocupan los rumores de escisión del consejo que hay tras la reunión que hubo. Ya sabe...se han filtrado cosas.

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Utilizando objeto rubí de Sodoma, post 1 de 10

Miré a la mujer atentamente cuando aparecio en mi campo de vision. La verdad es que algo que escapaba a mi comprension captó mi atencion de modo un tanto incomprensible pero potente. Adele parecia envuelta en una especie de aura mágica que hacia dificil pensar en otra cosa que no fuese en ella precisamente. Lo achaqué a mi cansancio mental de ese momento.

-No, en realidad no hay nada que ninguno pueda hacer, ya no. Toma asiento...

Movi mi mano y una silla se desplazó de su lugar hasta ponerse a su lado. Yo seguia recostado en la mia. Solo habia hablado con Adele en una ocasion pero la habia visto otras tantas veces, y recordaba tener una vision de ella bastante reservada. Me parecia una mujer peligrosa y codiciosa. Pero ahora mismo esas cosas resultaban irrelevantes...

-¿Quien era o es tu maestro? -pregunté con un vago despiste, haciendo levitar un libro a mi mano para abrirlo y consultarlo, confirmar lo que ella me dijese. -No, nadie eligió la nigromancia como un arte deseable a aprender. Requiere mucho estudio y la gente de hoy es muy vaga. -cerré el libro y la miré, poniendome en pie y acercandome a ella. -¿Tú te atreverias....? -le dije pausadamente, con un reto en mi pregunta y en el tono de mi voz.

El otro dato me hizo entrecerrar los ojos con un chispazo de desagrado en el iris de mis claros ojos. Qué poco me gustaban los rumores.
- No soy partícipe de hablar de los rumores y de con ello alimentarlos. Te aseguro que hay diversidad de opiniones, como siempre la ha habido en el Consejo y como siempre la habrá, pero eso no significa escisión.

Entrelacé las manos en mi espalda e inspiré aire profundamente, mirando a las llamas negras con algo de preocupacion. Y luego volví a mirar a Adele, olvidandome momentaneamente de aquellas llamas. - Los aprendices y los invitados a esta isla...deberiais tener cuidado. Un paso en falso y temo que se cierre el telón por muchos años, como hasta el momento.

Finjo estar algo apenada por el hecho de no poder ayudarle en lo que quiera que sea que suceda, accediendo después a tomar asiento frente a él. Cruzo las piernas de manera elegante, dejando a la vista una pierna a través de la abertura de la falda del vestido de terciopelo bermellón que llevo puesto. Apoyo mis manos sobre mi rodilla, inclinándome levemente hacia delante de modo que se hiciese más evidente el escote que llevaba. Trato de comenzar sutil, hablando de lo que se supone que vengo a hablar.

- Asistí a un par de sesiones con Sofía Dioscórides, pero no avanzamos mucho. Creo que no congeniamos como maestra y aprendiz, o tal vez ella no tenía muchas ganas de tener discípulos. Además, he pensado que cuanto más amplie mis conocimientos mejor. No me asusta trabajar duro si es necesario para alcanzar un buen nivel de conocimientos mágicos. Sería una aprendiz muy entregada...

Aseguro con convencimiento, manteniendo la mirada fija en sus  ojos cuando se acerca a mí. Capto que el tema de los rumores no le ha agradado, así que decido dejarlo y cambiar de tema. Ya sacaré información de otros más dados a abrir el pico. - Espero que así sea. Necesitamos un sitio como este, por el bien de todos. - realmente soy sincera con esto, creo que es necesario mantener la isla, aunque si  yo tengo más control mejor que mejor. Ahora es a mí a la que no le agrada eso de cerrar la isla, aunque en parte es culpa mía. Si tienen miedo por lo del asesinato de Kira es más probable que quieran cerrar las fronteras. Toca comportarse por una buena temporada.

- Es un regalo estar aquí. Hay que colaborar para que no se retroceda en lo conseguido. - desvío un momento la mirada hacia el fuego negro que tanto observa, pero creo que es otro tema que no le agradaría. Trato de retomar la conversación del aprendizaje, poniéndome también en pie para quedar con él cara a cara, tal vez algo más cerca de lo que sería necesario para una conversación normal.  - Entonces... ¿sería usted mi maestro? -


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objeto rubí de sodoma 2/10

Mis ojos se habian desviado un momento hacia sus piernas cuando hizo aquello. En el momento en el que fui consciente, aparté los ojos.  La situacion se me antojaba un tanto extraña.... aquella mujer habia venido a mi simplemente para solicitar un cambio de maestro? Las dudas comenzaron en mi interior. Me sentía atraído hacia ella de un modo que no podia comprender. Valia la pena oponerme a ello? Sabía muy bien hasta donde debia llegar.

-Sofía....será porque os asemejáis bastante que no habeis conseguido llevaros bien?

Sofía era, como ella, una mujer astuta, seductora, segura de si misma. Y cauta tambien. Me fijé en que ella tambien miró hacia las llamas negras, que seguian ardiendo de aquel modo oscuro. Supe que sentía curiosidad pero que su cautela le impediria preguntarme nada sobre aquello. No de momento.

-Colaboracion...una palabra tan sencilla de pronunciar y tan dificil de obrar.

Adele se puso en pie quedando frente a mi, a una distancia no demasiado amplia. Mi cabeza iba por dos lados a la vez. Una parte examinaba la situacion constantemente, lo curioso de ella, lo extraño y lo contradictorio. Y la otra se dedicaba a analizar a Adele, deleitandose. Ambas daban el control a la situación, y ambas decidieron no resistirse si no investigar.  Me preguntó si yo sería su maestro. La observé largamente, pasando mis ojos por cada uno de sus rasgos antes de levantar una de mis manos y rozar con los dedos el angulo de su mandibula, pasando despues por su garganta, en toque tenue. Después, hablé lentamente.

-Eso depende....el mundo ya está lleno de nigromantes corruptos. Demasiados. Debo ser cuidadoso eligiendo a mis aprendices....no quiero crear nada que luego deba destruir.

"Y te destruiría, si fueses el resultado corrupto de mis malas decisiones...no lo dudes...."

- Y Adele, conozco muy pocas cosas sobre tí como para poder decidirme ahora. Tus ejecuciones en el torneo no son suficientes para determinar nada. Tu pasado como reina en Francia...demuestran tus ansias de poder. Pero quien soy yo para decir que eso es malo?

Intuyo que el rubí de Sodoma está actuando bien porque ha comenzado a mirar de la manera esperada, fijándose en mi gesto de cruce de piernas. Puede que sin la ayuda de la joya no se hubiese producido esa mirada, o hubiese sido menos evidente. Es la primera vez que uso este objeto, pues por lo general no lo he necesitado, pero este tipo parece un hueso duro de roer y demasiado recto. Sin ayuda extra dudo que dejase que hubiese acercamiento, y si l por un casual llegase a producirse sería con mucho tiempo. No estoy dispuesta a esperar tanto.

- Es posible. Las personas muy parecidas tienden a chocar. Puede que ella sea la mejor en su campo y una persona muy entregada a su cargo, pero no terminaba de funcionar el aprendizaje. Por eso he decidido que era hora de explorar otras vías. Incluso estoy dispuesta a colaborar en lo que sea necesario.

Le dejo clara mi predisposición para lo que él desee, demostrando que no tengo miedo a implicarme. Por fin se decide a iniciar él cierto contacto físico, alzando la mano hasta mi cuello de manera bastante sutil. No me muevo ni aparto la mirada de sus ojos, en cierto modo intimidantes. Por un momento se me ocurre pensar que se le puede ir la cabeza y puede tratar de ahogarme después de esa ligera aproximación. Bajo mi mirada a sus labios un instante, lo justo para que él se percate de ese gesto. Busco de nuevo sus ojos, sonriendo con picardía al comentario de crear algo que luego deba destruir. Me hubiese gustado decirle que no se lo crea tanto, ni va a crearme ni va a destruirme, como si yo fuese una simple marioneta.

- No te preocupes tanto por eso. Nunca haría nada que me echase a perder a mi misma. Me ha costado mucho llegar hasta donde estoy como para acabar de nigromante corrompida. Además, no estarías creando nada, sólo transmitiendo conocimientos para que la magia siga viva en el mundo. Justo la labor de los Descendientes.


Parece que no lo tiene claro, así que espero convencerlo poco a poco para que sea mi maestro durante un tiempo, aunque ese no haya sido el objetivo principal de mi visita. No me vendría mal aprender de él y tenerlo cerca, al menos por ahora. Soy consciente de que el efecto del rubí no durará durante mucho tiempo, luego requerirá tiempo de descanso, así que debo darme prisa para tenerlo a mi merced cuanto antes. - Comprendo.- finjo cierta decepción cuando dice que necesita tiempo para decidirse, aunque no parezco molesta por lo que dice de la ambición como reina de Francia. - No hace falta que te decidas ahora, puedes posponer la decisión...trataré de demostrarte que no te arrepentirás si me escoges como aprendiz. - conforme voy hablando termino de acortar la distancia con él, subiendo una mano por su pecho hasta llegar a su cuello. Aproximo mis labios a los suyos, rozándolos un instante antes de besarlo con suavidad, casi con calculada contención.
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usando rubí de sodoma, post 3 de 10

Desvié la mirada de ella ante lo primero que dije, con un deje distraído. Primero porque habia escuchado la voz de Catherine en mi cabeza informandonos de lo que iba a hacer. Segundo, porque las palabras de la francesa me resultaban palabreria vacía.

-Habia oído de vuestra naturaleza embaucadora. De los franceses.... tenéis habilidad con la palabra.

Volví a mirarla a ella en cuanto la voz de Cat desapareció de mi cabeza. Stavron. Por algun motivo la voz de él seguia flotando en el fondo de mi cerebro, diciendome, advirtiendome...que era el momento de jugar nuestras cartas. Pero que hacia esta atractiva mujer frente a mi distrayéndome? Distrayéndome de un modo fuera de mi comprension?

"las llamas negras"

Sonreí de lado con una sutileza asombrosa cuando vi el juego de sus ojos.
-¿Te crees que eso es algo que avisa? Una sombra con ojos que se te agarra a los hombros y te dice...eh, aqui estoy, ahora puedes elegir el camino del poder y la corrupcion, o seguir por tu cuenta...? No, no es tan fácil de distinguir.  El conocimiento es poder y yo tengo la responsabilidad sobre a quien se lo transmito.

La mujer parecio admitir que esperaría a mi decision, que no habia sido de momento ni afirmativa ni negativa, si no de que esperase.Su frase me hace alzar una ceja aunque de algun modo no puedo resistirme a su acercamiento. Me besa, despacio, como si se estuviese conteniendo.
-No tienes que demostrar nada de este modo. ¿A que estás jugando? - le dije cuando nos separamos, en voz baja.  -Hay algo...en tí....  - yo no amaba. Hacía tiempo que no. Y sabía estar rodeado de mujeres bellas y contenerme sin abalanzarme sobre ellas. Sin embargo.... Me acerqué de nuevo a ella, sujetandola por la nuca, besándola con una inesperada pasión y haciendo presa de su cintura con fuerza, arrinconandola contra una pared, para despues susurrarle al oido sin soltarla. -Puedes arrepentirte de esto..... -  Lo había estado deseando.