Cueva de Merlín

No había estrellas esa noche pues el cielo de casi toda Inglaterra estaba cubierto por el humo del fuego que habían provocado los ataquen en distintos lugares, por suerte el sitio al que me dirigía estaba en calma, los mismos acantilados, el mismo sonido de las olas rompiendo contra la roca y en lo alto una tumba olvidada por todos excepto por mi -Esto se está saliendo de control Robert... he guardado este secreto durante muchos años pero una vez más mi imprudencia ha causado un problema- era irónico, yo misma me pasaba la vida diciendo al resto sus errores pero eran los míos los que más pesaban sobre mi.

Miré la inmensidad del mar que ahora parecía algo revuelto, tenía que esperar a que bajara la marea así que me senté al lado de la piedra, hablando con ella como si de un viejo amigo se tratase -Sean ha crecido mucho, ¿Sabes? pero ahora le ha dado por enamorarse de un mago con bigote, odio los bigotes- seguí en lo mío, era el único lugar en el que podía desahogarme y hacer mi carga más ligera y podría haber estado así durante horas pero el tiempo apremiaba y la marea ya había bajado.

A ojos humanos la cueva tenía fin, no era muy grande pero eso se debía a los conjuros que protegían la entrada, las runas dibujadas en la piedra custodiaban el lugar que solo daba paso a quien conociera las palabras adecuadas -ail anscuichthe, Merlin airbhe, bain - de forma inmediata lo que parecía firme roca se convirtió en un fino velo que crucé mientras las runas brillaban, apagándose en cuanto estuve al otro lado, mucho más agradable pues toda la basura que los humanos lanzaban al mar acababa en la cueva.

en cuanto cruzabas el umbral te esperaba una gruta en la que solo había una antorcha para acompañar el camino, el camino serpenteaba y se dividía de forma laberíntica como medida de seguridad pero por suerte conocía el camino. Al final una puerta de madera mohosa y con el pomo oxidado por la humedad se abrió, el ruido hizo eco en las paredes y una gran sala más agradable a la vista daba la bienvenida, las otras antorchas que la rodeaban se encendieron de forma automática dejando ver lo que había dentro, muchos objetos apilados, cofres con tesoros de otras épocas, armaduras, espadas, ropa y algunas telas además de joyas pero lo más importante estaba al fondo, dos armaduras plateadas con detalles dorados, y las finas telas de un azul real custodiaban un cofre que se encontraba bajo un telar con el escudo de la orden de Merlín.

Me acerqué para verlo con más detalle, seguía sellado pero el aura que emanaba Excalibur seguía tan intensa como el primer día, una vez más fruncí el ceño, "¿Qué debería hacer ahora?" me pregunté a mi misma apoyándome sobre aquel cofre, para mi estaba incluso más maldito que la espada plateada, era mi propia maldición -Hay que prepararse para la batalla Zaphira Eire- y eso hice, prepararme durante todo el tiempo que estuve allí, pensando en mi siguiente movimiento.

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Off: me he sacado las palabras de un diccionario druida irlandés random XD se suone que pone
"gran piedra inmóvil, barrera de merlín, ábrete"

Salí de aquella reunión hecho un basilisco, aunque mi ira no se expresaba de forma violenta... no mucho y ahora me sentía culpable por haberle dado la caja de esa manera a Giordano, tampoco le había dicho nada a Lucio y lo había dejado con el marrón de Matvey que desde que me hipnotizó aquella vez no me fiaba mucho pero aún así... y Bellatrix ... ya no tenía como justificarse. Hice una pequeña parada por casa para tomar pergaminos y alguna que otra cosa que creyera necesaria, además Zaphira también tenía que recuperar sus cosas de no sé dónde, le dejé una nota a Lucio en la cama con un simple "voy por el pensadero" y cuando Zaphira volvió a por mi nos desaparecimos hasta el lugar indicado.

Cuando llegamos la brisa marina me golpeo en la cara y revolvió mi cabello, estábamos en lo alto de un acantilado y el sol ya estaba alto pero las nubes lo cubrían casi todo y apenas unos pocos rayos iluminaban el oceano, ella empezó a caminar y se detuvo en una lápida de piedra, parecía muy antigua pero al mismo tiempo no parecía abandonada, pasó su mano por aquel monumento a alguien que tal vez conocía -¿Un amigo?- pregunté sin saber nada.

Unas escaleras talladas en un lado del acantilado nos daban acceso a la playa pero cuanto más bajaba había algo que desaparecía y venía del lado contrario, lo cual me pareció extraño -Zaph, ¿Hay algo más allá del acantilado?- pregunté por curiosidad y entonces me dijo "Camelot" abrí los ojos bastante sorprendido y eso pico mi curiosidad pero ya habría tiempo para investigar, de momento el pensadero era mi prioridad y encontrar algo contra los Pendragon... aunque quizás en lo que ella llamaba Camelot quedara alguna pista.

El más rompía contra las rocas y sentí la necesidad de crear una barrera pero ella me detuvo, estar en tierra no era seguro y cuanto menos ruido hiciéramos mejor... así que nada, cabreado y con las botas y el pantalón mojados. Entramos en una cueva que parecía vacía pero ella se detuvo al fondo y levantó una mano, un arco de runas se formó y entonces pronunció unas palabras que dejaron ver una distorsión en la roca, miré aquello maravillado, se trataba de un hechizo muy antiguo y sin duda potente, me acerqué curioso como un niño en navidad para estudiar las runas pero la dragona tiró de mi hacia dentro, cerrando la puerta tras nosotros.

Una antorcha esperaba al principio de una gruta profunda y en cuanto avanzabas esta serpenteaba y se dividía en muchos caminos... medidas de seguridad, suponía. Tardamos un buen rato en llegar al final donde una puerta de madera un poco mohosa daba paso a una gran sala, abrí los ojos maravillado, bien podría llamarlo la cueva de las maravillas pues había todo tipo de tesoros y artilugios además de libros -Vaya! eso es un sextante!? es de verdad?- fui a poner mis zarpas sobre él y después vi los distintos mapas, apilados unos sobre otros, de lugares y épocas distintas, corría de un lado a otro mirando maravillado, las monedas, acuñadas de otros tantos lugares, rostros de reyes olvidados y otros tantos recordados por la historia y entonces me detuve ante un tapiz, tenía distintos nombres y rostros que yo desconocía, muchos, pero los de mis padres y el mío culminaban aquel árbol... Zaphira llevaba muchos años con nosotros, pero su rostro no estaba en el tapiz -esto está mal hecho- dije torciendo el gesto, saqué mi báculo y con un par de palabras el nombre de la dragona apareció junto al de mis padres y el mío -mucho mejor-

me di la vuelta y la miré sonriente cuando traía entre las manos un aparatejo enorme, era una bola metálica con un montón de cachivaches probablemente perteneciente a los De molay -¿Es el pensadero?- ella asintió, ya teníamos lo que habíamos venido a buscar y... pedí permiso con la mirada para llevarme unos cuantos libros con mirada de cachorrito, eran todos míos, ni se lo pensó y si un par de saltitos muy emocionado.

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'Dado de 20 caras' : 15

En cuanto llegamos respiré profundamente el olor del mar, todo parecía muy limpio y en silencio, solo se escuchaba el rugido del mar y el canto de las aves, sentaba bien volver a estar en tierra, miré a mi alrededor y encontré la lápida, el cuerpo de la dragona se movió al instante para tocar la piedra, recordando, ya lo había hecho muchas veces -Un viejo amigo, es la tumba de Robert- contesté para poder seguir el camino que recordaba.

El chico había notado algo, miré en la dirección que señalaba pero ahora que lo decía... -Más allá está lo que se conoce como Camelot- le respondí pero a mi también me daba curiosidad. al llegar abajo la marea se estaba retirando pero eso no impidió que nos mojáramos, una vez en la cueva recité el conjuro para abrir la puerta y cerré tras nosotros -Asegúrate de recordar el camino- que no era fácil. Cuando llegamos al final lo dejé disfrutar de las vistas, yo misma hice algunos descubrimientos interesantes pero ella me empujaba hasta lo que necesitábamos.

Tomé el cacharro y me acerqué a Sean justo en el momento que modificaba el tapiz, sentí como la dragona se revolvía en mi interior y una lágrima quiso escaparse pero me sequé el rostro antes de que él lo viera "es un buen chico, pero muy ingenuo" comenté de forma interna para que solo ella pudiera escucharme. -Llévate lo que quieras, es todo tuyo- respondí a aquella cara inocente como habría hecho su madre adoptiva, arrasó con todo y lo guardó en un bolsillo listo para salir.

De nuevo recorrimos el laberinto hasta poder volver al punto de partida y subir hasta el acantilado, pero el seguía curioso por saber que había más allá, puse los brazos en jarras apoyando mi peso en una pierna -Anda, vamos, pero solo un momento- esta mujer era demasiado débil con el crío.

Me tomó por sorpresa saber a quien pertenecía la tumba, pensaba que tal vez estaría con el resto de la familia o en un lugar más apropiado, no solo en aquel lugar pero las vistas no decepcionaban y se respiraba cierta paz en el lugar. Lo de Camelot se me había quedado como una mosca detrás de la oreja pero lo importante de momento era memorizar el camino tal y como me había dicho Zaphira pero me había prohibido dibujarlo por lo que obviamente no pude, no era Sayid para quedarme con todo a la primera.

Con el pensadero, los libros y todo en mi bolsillo nos dispusimos a subir el acantilado a pie... y me estaba muriendo pero no importaba, pero tenía que hacer más ejercicio. Una vez arriba me quedé mirando las pocas rocas que quedaban de lo que una vez fue un castillo, miré a la dragona que al final no pudo decirme que no, sonreí y la tomé del brazo para arrastrarla conmigo y que me contara todo lo que supiera de aquel lugar.

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'Dado de 20 caras' : 7

Tres días atrás había recibido una carta horriblemente perfumada fuera de todo protocolo. Un tal Leroy Merlín del que no sabía absolutamente nada y que no había escuchado mentar alguna vez. Recordaba al Descendiente de Merlín, pero el tal Leroy no estaba en sus recuerdos más inmediatos. Tuvo que enviar a Ares de escurridizo a averiguar quien era aquella persona y que podía querer con ella, pues en los artes del espionaje y la información, él era su mejor arma. Si era como Tesla de raro, terminaría con otra propuesta de matrimonio extraña que acabaría con algo quemándose. Esperaba que no.

Antes del ocaso del tercer día del arribo de aquella carta críptica, subió a lomos de Ares enfundada en una capa de piel roja con ribetes dorados, y partió a las dichosas cuevas. No avisó de su partida, a nadie le debían interesar sus quehaceres. Salió de Ávalon en pocos minutos y zurcó el cielo con rapidez, aunque sin prisa. No iba con la mentalidad de ser conciliadora, pero que un Descendiente le pidiera una reunión privada era algo que le intrigaba. Si Shyvanna, Wthyr y Gwen las tenían cada dos por tres, ella también podía. ¿No? A sus ojos, todos estaban traicionando el nombre Pendragón al hacer migas con aquellos impuros.

Llegó cuando la luz comenzaba a caer. Ares bajó en círculos rápidos, como un torbellino oscuro y verde que se ceñía sobre la tierra. Aterrizó sobre la entrada principal de las cuevas de una manera teatral que tenía más que ver con la majestuosidad innata de los dragones que con lo que Lake hubiera podido enseñarle. De ser por ella, habría caido sobre la cueva y la habría hecho temblar en un movimiento más propio de batalla que de una reunión, pero le dejaba a su elección.

Bajó del gran dragón de un salto mientras él se quedaba tras ella, muy cerca de la entrada de la cueva. El lugar, ciertamente estaba rodeado de magia, podía sentirla hervir en sus venas.- ¿Quién ha osado solicitar mi audiencia y no se atreve a dar la cara a cielo abierto? - Preguntó mirando de reojo a Ares, con una sonrisa a medias.

El día de citarse con la pelirroja de las hermanas Pendragon había llegado. Para la ocasión se vistió con una túnica azul ultramar brillante, cubriéndose con una capa de terciopelo blasonada con runas en los ribetes. Se apareción en la cueva y esperó allí oculto, cubriéndose la cabeza con la capucha para preservar su identidad en caso de que alguien que no fuese Lake merodease por la zona. Finalmente, con algo de retraso, la vio hacer su entrada triunfal a lomos del dragón. No podía negar que tuviese estilo y elegancia, aunque no eran esas las cualidades que le interesaban. Se había estado informando por medio de otros miembros del Consejo sobre cómo eran los hermanos Pendragon, y finalmente se había interesado en Lake para iniciar sus planes. Al oír su llamado apareció en la entrada de la cueva, todavía sin descubrirse el rostro.

- Alguien que busca lo mejor para ambas islas, para poner fin a este conflicto. - anunció con voz aparentemente conciliadora, mostrando por fin la cara al quitarse la capucha. - Saludos, Lake Pendragon. Mi nombre es Leroy Merlín, miembro del Consejo de los 20 y descendiente de Merlín. El anterior era un sucedáneo barato. - convino con una sonrisa engreída, caminando un par de pasos hacia ella apoyado en su báculo y con la espalda bien erguida. La brisa marina sopló entre ellos, moviéndole el sedoso cabello tratado con argán.

- Me han obligado a ocultar Ouroboros a los vuestros, pero creo que es posible alcanzar la solución por otros medios. Decidme, bella dama, ¿qué opinión tenéis de cómo están llevando el problema vuestros hermanos? Porque entre los míos...digamos que hay apenas unos pocos que saben lo que hacen, y otros tantos incompetentes. Sin ir más lejos, tenemos a la caprichosa Catherine Le Fay que más que aportar, estorba.

Si no estuviera mentalizada para acabar con cualquier amenaza en aquel preciso instante, hasta habría reído con aquello de buscar lo mejor para ambas islas. Una tenía que caer y la otra tenía que alzarse en grandeza, ese era el destino, y que las dos coexistieran no era exactamente lo mejor para la suya. Aún así, sabía que las palabras solo eran juegos para el destino, y caer y alzarse podían cambiar de significado a voluntad del universo.

El Descendiente hizo aquello que todos hacían, presentarse con bombo y platillo, nombrando sus miles de títulos, como si los Pendragon no hubieran alguna vez ocupado la misma silla. Y lo de barato... en general, todos lo eran.- Sé quien es, lo que no sé es qué asuntos pueda tener conmigo, Descendiente. Yo solo son una más de las hermanas de Wthyr. Imagino que usted sabrá una cosa o dos de líneas de sucesión y que los hermanos más allá del primogénito no somos muy interesantes.- Dijo con voz clara, pocamente impresionada, aunque su bello rostro seguía apacible... por ahora, agachando suavemente las pestañas para aparentar un semblante inocente.

Escuchó aquello de "obligado" y en su mente podía significar que no estaba de acuerdo o que él también estaba jugando a la víctima para obtener su favor. Optaba por la segunda. Tuvo que disimular las arcadas de escucharlo decir "bella dama", y tratar de averiguar su cometido. Comenzó hablando con un tono tranquilo, levantando la mirada al contrario.- Siempre hay hermanos que son más brillantes que otros.- Por eso la había contactado a ella, entre los asesinos de sus hermanos y las ninfómanas de sus hermanas, había pocas opciones.- Pero, ¿Catherine Le Fay? Es una santa, ha salvado el nombre de los Pendragón, deshizo las maldiciones, es una rompedora de las cadenas que nos ataban. Le estamos muy agradecidos.- Si no se le cayó la cara de verguenza diciendo eso, ya podría estar actuando en Broadway.- Pero debo admitir, que las cosas se están desviando de lo que desearía, mi señor. Que le obligaran a ocultar la isla de nosotros habla de una profunda enemistad que no está fundada. Nos hemos dedicado solamente a tratar de estrechar los lazos con Ouroboros. Pero viéndolo aqui, comienzo a pensar que no todos los Descendientes son tan cerrados de mente como lo pensaba. ¿No lo cree?

La sonrisa de Leroy se ensanchó cuando Lake se hizo la loca como queriendo decir que no tenían nada de qué hablar. Se ve que no estaba muy acostumbrada a ese tipo de negociaciones, o como quisiera llamarlo. - ¿Acaso no es obvio? se lo acabo de decir. Busco alguien inteligente y valiente con quien hablar de los asuntos que nos atañen. Déjeme decirle que las líneas de sucesión son lo de menos. Yo mismo he accedido a un puesto en el Consejo a pesar de no ser el primero en la línea, pero soy más apto que el anterior incompetente. Tal vez suceda lo mismo con usted, mi señora. - terminó con tono calculadamente adulador, pues sabía que era la hermana más díscola de todas y la que menos se había implicado en los asuntos de los demás. Si habían visto a alguien defender a Wthyr, no había sido ella. Era un punto interesante.

Se atusó la barba mientras la otra hablaba bien de Catherine, aunque con tanto adjetivo excesivo le quedó un poco falso. Algo más natural habría sido más creíble. - Ah sí, la cosa esa de la maldición que os mataba. Qué mal depender de un bebé para salvar a toda la familia. ¿Entonces si le pasa algo...? ¿adiós muy buenas todo el mundo? - lo dijo con un gesto como si estuviese bromeando, pero realmente tenía curiosidad. - Entonces supongo que ese niño es muy importante para vosotros. Por eso seré un gran tutor para él. - alzó la barbilla con pose digna y épica mientras el viento volvía a moverle el cabello y la capa. Le gustaba ese lugar para ponerse a hablar, le daba un aire teatral a su discurso que le venía muy bien. Tal vez debería incorporar un hechizo ventilador delante de él mientras hiciese sus intervenciones.

- Bueno, lo de estrechar lazos con Ouroboros no es del todo cierto. Os habéis portado mal, pero somos magnánimos y podemos buscar el modo de enmendarlo. Desde luego que ahora mismo hay ciertas personas que son un impedimento. Tu hermano es terco, y con tus otras hermanas no se puede hacer nada. Dicen que la tal Gwen quiere pasearse por Ávalon para darle sangre al árbol, para tener su excusa de campar libremente. No haremos trato con ella. Sin embargo...tú y yo no estamos manchados por los errores del pasado. Antes de que te explique mi propuesta...dime si has pensado alguna solución que no implique tener que ir luego a limpiarnos de sangre y sesos desagradables. Porque la mía es mejor. - apoyó una mano en la espalda y con la otra avanzó un par de pasos hacia ella, aguardando su respuesta.

Inteligencia y valentía eran dos cosas que él no tenía, estaba segura de eso. Era osado de su parte haberla convocado sin saber que tenía un incendio forestal en potencia en las manos. Por ahora, le seguiría el juego, pero una sola chispa podía acabar con todo. Y además de osado, adulador. Tenía ganas de cerrarle la garganta desde que escuchó llamarla bella dama.- Es usted tan amable por tenerme en alta estima que haré bien en escuchar sus palabras y tantear sus propuestas. Las islas han unido destinos y lo mejor es encontrar puntos en común antes de que otra cosa suceda.

Por más que estuviera defendiendo a Catherine por tantear al contrario, lo de llamarla santa le había dejado un mal sabor de boca.- Si le pasa algo, la maldición volverá, mi señor.- Sabía bien lo que estaba diciendo, no se le había escapado la palabra por un deslíz ni por imprudente. Tenía por dentro un sentimiento malsano por Catherine, y si a cambio de sufrir un poco más encontrando otra solución a la maldición podía divertirse un poco a sus costillas, daría la información a quien fuera. Él ya la había adivinado correctamente de cualquier modo. Tanto como que el niño fuera importante... puaj, la gata tuvo hijos de dos padres en un mismo parto, no podía asegurar cómo se sentía sobre ese niño, a pesar de que llevaba su apellido.- ¿Tutor? ¿Me está diciendo que mi hermano y Catherine aceptaron que usted sea tutor de Zephyr? - Bastante poco probable. Era un fantoche.

Creo que no llegaremos a ningún lado acusándonos de acciones pasadas. Los dragones son como niños, sus pequeñas caricias duelen... y queman. No debemos tener en cuenta detalles sin importancia.- Incendiar casas, secuestrar doncellas y los transeúntes quemados solo eran pequeñeces. Hubiera dado un paso atrás en cuanto se acercó. El perfume era intoxicante, demasiado, pero ella jamás daba signos de debilidad. No si podía evitarlo.- En realidad, tenía entendido que no me tenían personalmente en gran estima, mi señor. Jamás creí que recibiría este honor. Sin embargo, creo que el Consejo tendría la opción de vivir libremente si rindiera pleitesía. Los suyos son conocimientos valiosos, que servirían muy bien como consejeros del reino Pendragón. Estoy muy segura de que entre Merlín y Pendragón podríamos lograr grandes cosas si así nos lo propusieramos.

La educación de la muchacha le agradaba, pero sabía bien que tantas lisonjas podían ocultar otras cosas porque él mismo lo hacía. No era oro todo lo que relucía. Aún así mantuvo el contacto visual con una sonrisa educada mientras ella seguía con su discurso de unir las islas. La información que le dio del niño era interesante. Así que...¿si querían acabar con esa maldita familia sólo había que acabar con un infante? qué cosas más curiosas tenía el destino. - Sería una pena que le sucediese algo. - fingió lástima, porque ese giro de acontecimientos no se lo esperaba. Era casi más interesante que cogerlo como pupilo, que en el fondo le iba a dar bastante trabajo.

- Oh, no, no lo aceptaron. Son bastante ignorantes en ese sentido. En fin...el documento pone lo que pone. Ya verán ellos si no hacen caso. - miró con desconfianza al dragón de ella cuando dijo que eran como niños que hacían lo que querían, porque no era así. - A ver...se supone que os obedecen, ¿no? pero dejemos de lado el pasado, como bien has dicho. Intentemos solucionar esto antes de que el conflicto nos lleve de una guerra fría a una guerra abierta. Tampoco he venido a rendiros pleitesía, y el Consejo tampoco. Mi propuesta es mejor. - extendió la palma de su mano para crear un hechizo en ella con dos islas luminosas uniéndose en una, con fuegos artificiales alrededor y todo.

- Vengo con una propuesta matrimonial para vos. Si accedes a ser mi esposa tendrás acceso al Consejo y yo a Ávalon como consorte. Que por cierto, se me ha olvidado mencionar que seríais reina. Simplemente hay que hacer que los que están provocando problemas, como Wthyr, sean apartados del poder. Igualmente Catherine, aunque ya no contaría como reina puesto que se divorciaron. Ahora el asunto es cómo apartarlo del poder...- prefirió tantearla para saber hasta dónde estaría dispuesta a llegar, si métodos sutiles o más radicales.

Así es, sería una gran pena para todos.- Murmuró con fingido dolor, llevándose incluso una mano al corazón, sacándola de la capa para colocarla encima de su pecho. Por la corta abertura, se alcanzaba a vislumbrar que debajo solo llevaba negro en el más oscuro tono que encontró en su armario. Aún cuando podía traerle problemas a futuro, por si los Descendientes tenían ganas de acabar con el niño, sabía que terminaría por sacar una parte de Catherine Le Fay que tenía que ver.- Me gustaría echarle un vistazo a ese pergamino, si alguna vez cuenta con una copia que pueda prestarme, mi señor.- No era para ayudarle, sino para ver como se beneficiaba, pero que creyera lo que quisiera. Siempre era mejor ver los documentos en fiel copia, para poder sacar provecho.

Sonrió suavemente al ver el temor que inspiraba su querido dragón ante el contrario, dejando deliberadamente de contestar cuando preguntó si les obedecían o no. Ares podía ser letal bajo comanda y por decisión propia.- ¿Mejor? - La propuesta, simplemente, no podía ser mejor. Eso era lo que convenía a todos. Sin embargo, no tardó en quedarse perpleja cuando escuchó y vio la propuesta. Fue quizás un minuto lo que permaneció en silencio mientras Ares, sigilosamente se acercaba. Lo tuvo tan cerca como para sentir el aliento en la espalda, y para sentir la amenaza silenciosa que estaba haciéndole a Leroy Merlín. Tuvo que levantar la mano, en una seña a Ares para que se detuviera.

Una propuesta matrimonial...

Murmuró, aún asimilando lo que había escuchado. Por un lado, su mente había parado de pensar, y por el otro iba a mil por hora pensando en lo mucho que no le convenía aquello.- Sabe, más de uno ha terminado entre los dientes de Ares por osarse a pensar que soy una moneda intercambiable por poder.- Comenzó, lentamente, a sacarse los guantes de las manos sin desconectar la mirada de la del contrario.- Si en verdad está haciendo una propuesta como esa, dejemos las máscaras. ¿Para qué quiere entrar a Avalon? ¿Cuál es su interés? No me crea estúpida, o ignorante. ¿Qué quiere obtener? ¿La cura para el mal de Ouroboros, los secretos del árbol, la inmortalidad? - A ella le daba un comino ser reina o no, pero eso él no lo sabía. Y era mejor que no supiera mucho de ella y su motivación.-Una cadena es tan fuerte como el más débil de sus eslabones. Y el más débil ahora es mi querido hermano Wthyr. Y su debilidad es su querida compañera, Catherine Le Fay, divorciados o no. Si su regalo de bodas será la cabeza de esa mujer en una pica, entonces podríamos tener un trato.

- Sí...muy triste. En fin. - se aburrió del tema porque ya tenía la información que necesitaba, que supuestamente ese niño tenía que sobrevivir. Lo que no sabía era cuanto, o si Lake estaba en lo cierto. Tal vez ya diese igual que al crío le pasase algo porque la maldición ya estaba rota. Tendría que estudiar otros casos y antecedentes en sus libros.  

- Tu querido hermano me lo arrebató, pídeselo a él. Lo que ponía era que uno de mis antepasados, de antes de la época de Charles, pidió que el primer hijo que surgiese de una posible unión Pendragon-Le Fay sería para él, pues con ese potencial debía ser entregado a la mejor estirpe mágica del mundo, la de Merlín. De lo contrario el fruto de esos dos linajes podría desatar el caos. Es lo que profetizó Godwin II Merlín El Sabio. Y lo que acordó con el abuelo de Charles Pendragon. Deberías ir a la biblioteca más a menudo, mi señora. - le soltó el rolló con un tono de sabelotodo repelente que no se molestó en ocultar, porque en el fondo disfrutaba de restregarle a los demás las cosas que sabía. La otra seguro que sólo sabía salir a comer ovejas montada en dragón. Tal vez ella también comía ovejas. Sería  una esposa un poco salvaje. Supo que le había gustado cuando no ofreció ninguna oferta mejor. Normal, era irresistible para cualquier mujer.

- No me malinterprete, no es moneda de cambio. Ares puede estar tranquilo. - miró al dragón con cara de "relaja la raja" para que no se pensase que quería hacerle algo a su malvada pelirroja. Luego vinieron las preguntas, a lo que Leroy se tomo su tiempo para atusarse nuevamente la barba para señalarle después hacia el mar picado que tenían como escenario junto a la cueva.  - Sencillo, tú misma has dado algunas respuestas. Por el poder que nos daría a ambos. Por todos los secretos de Ávalon, sus dragones, y porque es mucho más ventajoso eso que enzarzarnos en una lucha sin fin. Simplemente hay que anular a los elementos problemáticos de la ecuación. Además, quiero salvar Ouroboros a toda costa.
- los Pendragon le daban igual, ciertamente, pero podía manejarlos a su antojo si conseguía poner a Lake de su parte.  - Puedo ofrecerte un regalo de bodas interesante. La misma Excalibur que tu hermano tanto deseaba. Rabiará cuando vea que su hermana la tiene. - sonrió maliciosamente, recordando cómo se la había quitado al pusilánime de Sean con malas artes. - Apelaré por tu ingreso al Consejo cuando nos casemos. - Fingió sorpresa cuando le dijo que quería la cabeza de Catherine en una pica, cosa que le pareció un poco escandalosa de más.

- Yo no puedo traicionar al Consejo atacando a uno de ellos. Eso deberías hacerlo tú. Podría encargarme de tu hermano, eso sí. En cuanto a Catherine...no es necesario que la mates, ¿sabes? consigue que la inhabiliten y la tomen por loca. ¿Tú sabes a cuántas reinas han encerrado por "locas" a lo largo de la Historia? Pues eso. Pon tu cabeza a trabajar y haz algo ingenioso. No será difícil, tiene fama de inestable. Necesitaré acceso a tu hermano, que me informes de sus costumbres. Tal vez entrar en Ávalon con identidad oculta usando cambio de aspecto, y...bueno, el resto ya es cosa mía. Dime si aceptas mi oferta, que preparar una boda y los 20 cambios de ropa que usaré no se hace en tres días. - tamborileó con impaciencia en su báculo con los dedos, a la espera de la respuesta de Lake.

Rodó los ojos aburrida cuando mencionó que su hermano se lo había quitado. Por eso había pedido una copia, sabía lo que tenía por hermanos. Si el antepasado solamente lo "pidió", como él lo decía, entonces podía pedir lo que quisiera, pero no necesariamente esperar algo a cambio. Le miró impasible mientras Ares comenzaba a gruñirle. Había notado que no le agradaba, y que soltaba los mismos insultos insípidos que Ixión, con la ligera diferencia de que, estaba segura, que Merlín no sabía de deberes maritales como el otro. Si el contrario pretendía cortejarla, aquella no era la manera apropiada. Era un idiota sabelotodo que de seguro llenaría el contrato nupcial de cláusulas y tratados mágicos que la atarían a estupideces.

Ares puede estar tranquilo siempre.- Le aseguró, a sabiendas de que podía arrancarle la cabeza en un momento. Ignoró sus teatrales aspavientos, así como también sus palabras vacías. Le estaba hablando por la tangente, pues seguramente había algo más específico para él en aquella unión.- No vas a tener todos los secretos de Ávalon. Ni siquiera Catherine, que por lo que he escuchado es menos inconveniente para el Consejo ha podido detener la lucha, tu tampoco podrás si no siguen nuestros estatutos.

Excalibur era... cuando menos algo interesante que podía obtener de ese matrimonio, pero le sabía a poco. Necesitaba destrozar esa isla desde los cimientos. Además, no, ser parte del Consejo de gente pasiva no le venía bien. Comenzaba a aburrirse de aquello. Y él tampoco quería la cabeza de Catherine. También iba a ser un pasivo más que tendría que ir arrastrando por la vida. Pero... La espada... ¿lo valía? Al menos daría sus condiciones.- Si no quieres que mate a Catherine, tendrás que usar otros métodos con mi hermano, tendrás que usar tu cabeza y ser creativo. Abrirás las defensas de la isla para mis hermanos, para ir por los templos. Y créeme que este matrimonio arreglado no tendrá ningún fruto indeseable. No te hagas ideas de que esto servirá para cumplir con tus obligaciones del Consejo.

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'Probabilidad' :

Se mantuvo tenso por el amenazante dragón, que ejercía un elemento disuasorio para cualquiera que quisiese hacer algo contra la Pendragon. Se concentró en su plan, haciendo caso omiso al dragón.

- Tendrás tu espada, pero no abriré Ouroboros para tus hermanos. Nos casaremos dentro de seis días, en Stonehenge. Es territorio neutro. Puedes llevar varios testigos, pero no será algo multitudinario. Haremos una buena alianza.

Suspiró decepcionado al ver que no tenía muchas ganas de conspiración. Tal vez no le había entendido o quería a su hermano más de lo que parecía.

- Te creía con más ambición. La idea es que tú seas reina, y para eso tú hermano debe estar muerto y tú reclamar el trono. Así uniremos Ávalon y Ouroboros. Es por un bien mayor. Tendremos lo mejor de ambos sitios. Y sobre la descendencia...no tengo prisa. - además, tener hijos con Lake debía ser bastante insufrible.

- Perfecto, enviaré las invitaciones y prepararé el ritual. - se acercó a ella de manera galante para hacerle una reverencia exagerada, quedando bastante más cerca que antes, apartándole el cabello del hombro con interés antes de bajar de nuevo la mano.

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En cuántos días se casan?

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'Dado (10)' :

Ares se mantuvo al pie del cañón. Podía sentirlo justo detrás de ella, cuan grande y amenazante era. Lo habría detenido, pero le gustaba ver como ponía al contrario contra la espada y la pared. Estaba claro que era un cobardica y que se moriría en el primer vuelo. Más aún, sabía que no cumpliría su parte del trato.

Escuchó su trato y se mantuvo un momento en silencio.

Entonces déjame recapitular. Me darás una espada, no me darás acceso a Ouroboros, no matarás a Catherine Le Fay, no destruiré Ouroboros y a cambio yo debo matar a mi familia, ser tu nodriza, abrirte paso a los conocimientos de Ávalon y hacerte Rey, cosa que convenientemente haz estado dejando fuera de la conversación como si no te importara. No me creías con más ambición, me creías más estúpida.

Además, hay algo que no pensaste. Sin boda de sangre nunca nadie te tomará en serio. Serás un Rey sin reino, aunque no creo que te moleste, eres un fanfarrón ostentoso. Y para eso, tengo que apuñalar mi nombre en tu espalda, debes ser digno ante el Sanguis. Al menos mi nombre es corto, el más corto de mis hermanas, convenientemente. Nos casaremos en Tintagel, seguirás cada rito y destruiremos Ouroboros juntos, me darás acceso a los templos y quizás no mate a tus preciados compañeros en una pira. El reino Pendragón se escribirá en cada uno de sus preciados libros y llegará a todo lugar que toque el sol.

Comenzó lentamente a colocarse los guantes de nuevo para montar su gran dragón en su salida triunfal, sonriendo ampliamente con dulzura fingida en el rostro. Algo digno de cualquier novia que se respete.- Seré la de blanco. Y tomaré en gran ofensa que me deje plantada en el altar, mi señor.- Le hubiera gustado quitarle la mano de su cabello. Tocarla no era parte de ningún trato, así que no debía tomarse aquellas consesiones, pero estaba segura que no aceptaría.