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Casa-cueva perteneciente a Thranduil
La cueva se encuentra en el corazón del bosque del Hermitage, en Escocia, uno de los bosques favoritos de Thranduil por su vitalidad y energía. El bosque alberga tantas criaturas mágicas que emite por sí mismo una magia especial, protegiéndolas al mismo tiempo que las alberga y les provee. Por la cueva pasa un río que llena el suelo bajo en su camino y las fosas de agua cristalina con tonos verdosos y de intensos azules, creando un espectáculo hermoso para quien lo ve en gigantescas piscinas naturales.
Solo aquellos que conocen el lugar pueden encontrar el punto exacto por donde se entra a las cuevas subterráneas, pero la entrada de la cueva permanece oculta detrás de grandes y frondosos árboles, y de vez en cuando Thranduil cierra el acceso principal con piedra para evitar intrusos.
La cueva abarca varios cientos de kilómetros en diferentes direcciones, con cientos de cámaras, algunas más grandes que otras, varias entradas pequeñas e igualmente ocultas.
No tiene grandes lujos, o eso podría creerse, pero es un hogar en toda regla. La ubicación solo la conocen Thranduil y sus sobrinos.
Tardaron algo de tiempo en llegar hasta Escocia, y un poco más aún tratando de encontrar la cueva, pues hacía mucho tiempo que no le tocaba volver a aquel lugar. Afortunadamente, su presencia fue sentida con anterioridad, por lo que solo debieron llegar hasta la mitad del camino antes de ser escoltada por sus supuestos hermanos.
Al principio tenía sus resistencias sobre si aquello sería buena idea, pero al llegar se dio cuenta de que aquello tenía mucho sentido para un elfo. A pesar de la magia perdida, el bosque parecía haber aguantado bien y se veía más verde que al inicio. Al parecer, la periferia había sufrido más los estragos que el corazón del bosque y Thranduil hacía lo posible por mejorarlo cada día.
En aquella cueva pasaron las horas hasta que Reiv llegó con visitantes. Durante las semanas siguientes se mantuvo muy callada en general, casi tanto como cuando evitaba los temas escabrosos. Sentía ahí algo extraño cuando veía a la rubia, a Leila, con Lila. Sabía que todo aquel alivio de contarle a Reiv su tristeza sería pasajero, pero con ellas ahí era un recordatorio constante. No añoraba ni extrañaba a aquel que no logró nacer, no lo quería para ella, pero sentía la culpa aún de saber que la rubia estuvo en circunstancias similares y llevó todo a buen término. Verlas era un latigazo y revivió en ella muchas dudas que ya había acallado, por lo que prefería pasar sus días fuera de la cueva. En el fondo de su mente siempre supo que ella no sería nunca una buena madre. No tenía el instinto, la paciencia ni el amor para ello, pero el destino jugaba sucio contra ella al hacerle escuchar los llantos y la felicidad, todo al mismo tiempo. Lo mejor era sentarse junto al arroyo y escuchar el sonido del agua hasta que su mente dejaba de pensar.
Al principio tenía sus resistencias sobre si aquello sería buena idea, pero al llegar se dio cuenta de que aquello tenía mucho sentido para un elfo. A pesar de la magia perdida, el bosque parecía haber aguantado bien y se veía más verde que al inicio. Al parecer, la periferia había sufrido más los estragos que el corazón del bosque y Thranduil hacía lo posible por mejorarlo cada día.
En aquella cueva pasaron las horas hasta que Reiv llegó con visitantes. Durante las semanas siguientes se mantuvo muy callada en general, casi tanto como cuando evitaba los temas escabrosos. Sentía ahí algo extraño cuando veía a la rubia, a Leila, con Lila. Sabía que todo aquel alivio de contarle a Reiv su tristeza sería pasajero, pero con ellas ahí era un recordatorio constante. No añoraba ni extrañaba a aquel que no logró nacer, no lo quería para ella, pero sentía la culpa aún de saber que la rubia estuvo en circunstancias similares y llevó todo a buen término. Verlas era un latigazo y revivió en ella muchas dudas que ya había acallado, por lo que prefería pasar sus días fuera de la cueva. En el fondo de su mente siempre supo que ella no sería nunca una buena madre. No tenía el instinto, la paciencia ni el amor para ello, pero el destino jugaba sucio contra ella al hacerle escuchar los llantos y la felicidad, todo al mismo tiempo. Lo mejor era sentarse junto al arroyo y escuchar el sonido del agua hasta que su mente dejaba de pensar.
Llevados por Reiv llegamos a otro refugio supuestamente seguro, al igual que el resto de refugios. El señor de la casa fue muy cálido, así como dos de sus sobrinos, pero Juliet se comportaba extraña en mi presencia, tampoco la conocía en profundidad ni me interesaba ser amiga de todo ser que me pasara por enfrente, pero estaba cansada del conflicto además no podía con mi curiosidad. Había estudiado sus movimientos y siempre que podía, ella salía de la cueva. Un día me decidí a seguirla, dejé a la niña, el portatil y la daga al cuidado de Kyllian, agarré una muda de ropa para mi y otra para ella y toallas para cada una. Siguiendo su olor la encontré sentada a la vera del arroyo, nunca antes lo había visto, era hermoso y mi cara de pasmada seguramente demostraba mis emociones. De seguro, si no me había visto, ya me había olido u oído así que colgué la ropa y las toallas en un rincón, dejé mi pistola allí mismo y me senté junto a ella en silencio apreciando el sonido del agua al caer en picada por el arrollo. A veces sentía que yo no era más que una gota de agua llevada por la corriente, lanzada por los aires y justo cuando me sentía flotar en el aire libremente volvía a caer en el agua y volvía a ser una más del montón.
-Lamento lo que pasó en el Bosque de Galloway.- Dije rompiendo el silencio. -La mayoría de licántropos y ferales no podemos controlarnos cuando estamos convertidos, pero recuerdo lo que pasó, pocos de los nuestros podemos hacer eso... recordar lo que hicimos durante la luna llena.- Silencio incómodo.
-Se poco acerca de dragones, pero sí sé que ustedes se convierten cuando ustedes desean y tienen el control... ¿Duele su transformación?- Los reflejos del agua cubrían nuestros rostros.
-Lamento lo que pasó en el Bosque de Galloway.- Dije rompiendo el silencio. -La mayoría de licántropos y ferales no podemos controlarnos cuando estamos convertidos, pero recuerdo lo que pasó, pocos de los nuestros podemos hacer eso... recordar lo que hicimos durante la luna llena.- Silencio incómodo.
-Se poco acerca de dragones, pero sí sé que ustedes se convierten cuando ustedes desean y tienen el control... ¿Duele su transformación?- Los reflejos del agua cubrían nuestros rostros.
Desde temprano había salido de la cueva, se había sentado cerca del pequeño desnivel que hacía caer el agua como una cascada en miniatura, y había cerrado los ojos, abrazándose las piernas con la intención de descansar así, al menos durante una parte de la mañana. Se había propuesto volver a cazar, aunque últimamente no tenía los ánimos para regresar a sus viejas andadas. Mientras trataba de pensar en los usos de su tiempo, los pasos ligeros de una persona le pusieron en guardia. Aquel sonido solo podía provenir de dos personas, Thranduil o Leila, que el resto pisaban como si no hubiera mañana. Al abrir los ojos y confirmar su compañía, regresó la mirada al arroyo, quedándose quieta de repente mientras la sentía a su lado, quedándose quieta después antes de comenzar a disculparse.
No, se entiende. No hay problema.- Murmuró, sentándose recta, aunque con las piernas cruzadas en mariposa en el suelo. Escuchó con atención a lo que la rubia decía, dudando un breve instante si lo que quería era de verdad solo hablar, algo que le parecía extraño en un mundo donde todos tienen agendas ocultas.- ¿Por qué tienes esa habilidad? La de recordar...- Dijo sin curiosidad, más bien para seguir un poco con la plática mientras pensaba el por qué estaría la chica allí. Ciertamente era una mala habilidad el poder recordar a quien mataste sin poderte controlar... Por un momento pensó en que quizás se habría dado cuenta que evitaba estar con el grupo y le hizo bajar un poco la mirada al agua, deseando no tener que enfrentarse a nada ese día.
Al menos la pregunta era algo que podía responder. Un tema neutro.- Eso es porque esa transformación es más mágica que física. Es como deshacerte en algo más grande, no sé... Y no, no duele, pero toma tiempo aprender a controlarlo si no naces siendo dragón. No es difícil solo... Es complejo.
No, se entiende. No hay problema.- Murmuró, sentándose recta, aunque con las piernas cruzadas en mariposa en el suelo. Escuchó con atención a lo que la rubia decía, dudando un breve instante si lo que quería era de verdad solo hablar, algo que le parecía extraño en un mundo donde todos tienen agendas ocultas.- ¿Por qué tienes esa habilidad? La de recordar...- Dijo sin curiosidad, más bien para seguir un poco con la plática mientras pensaba el por qué estaría la chica allí. Ciertamente era una mala habilidad el poder recordar a quien mataste sin poderte controlar... Por un momento pensó en que quizás se habría dado cuenta que evitaba estar con el grupo y le hizo bajar un poco la mirada al agua, deseando no tener que enfrentarse a nada ese día.
Al menos la pregunta era algo que podía responder. Un tema neutro.- Eso es porque esa transformación es más mágica que física. Es como deshacerte en algo más grande, no sé... Y no, no duele, pero toma tiempo aprender a controlarlo si no naces siendo dragón. No es difícil solo... Es complejo.
Lo sucedido en Hogsmeade parecía ahora bastante lejano, a pesar de que había sucedido cosa de un par de semanas atrás. El rescate de la casa en llamas había salido bien, aunque por muy poco, y Kyllian pudo salir de allí con Leila y su recién nacida. Lo de la desaparición me costó más de lo normal, por culpa de tanto desgaste entre casi petar por demasiada energía mágica y el extraño bajón que hubo durante algunos minutos. Afortunadamente habíamos conseguido abandonar aquel pueblo, que habían dejado completamente destrozado después de todos nuestros esfuerzos por reconstruirlo. Aparecí con los rescatados cerca de la cueva de Thranduil, que esperaba que se tomase a bien eso de tener tantos inquilinos nuevos, yo incluido.
El elfo resultó ser bastante buen anfitrión, y pronto comenzó a mostrarnos los recovecos de aquella cueva, con sus múltiples galerías. No podía decirse que fuese una de esas cuevas sucias, húmedas y llenas de mierda de murciélago. Esta cueva era la vivienda de un elfo, y eso se notaba. Pronto empecé a darme cuenta de que quizá no fuese buena idea quedarse mucho tiempo allí, pues debíamos contactar con el resto para saber cómo estaban y dónde se estaban refugiando. Al parecer nadie sabía que había sido del desgraciado de Éamon. Tampoco era buena idea quedarse por lo que empecé a notar en Juliet. Volvía a estar tan distante como cuando desperté del coma y evitaba todo el tiempo quedarse a solas conmigo o hablar del tema que le rondaba por la cabeza. Intuí que debía ser por la presencia de Leila y su bebé, tenerlas tan cerca debía recordarle más todavía lo sucedido. El único momento de calma que habíamos tenido después de tantos meses había durado apenas unos minutos, mientras volvimos a acercarnos, sentados en aquellos escalones de la casa de Hogsmeade. Poco después había comenzado la convergencia, y toda lo que de ella derivó.
Así van transcurriendo los días, mientras intentamos recordar cómo se supone que es una vida más tranquila, porque sabemos que no durará mucho. Decido dejarle espacio al ver que se aleja en dirección al río, mirando de reojo a Leila cuando al poco sale tras ella. Puede que a ambas les venga bien hablar un rato. Por mi parte decido ir a buscar a Kyllian, a ver si de una vez por todas podemos hablar de una vez por todas sin que haya de por medio fuego, torturas, sangre, disparos, combates en la arena, cerebros lavados o psicópatas manipuladores. Me encuentro al feral como guardián del bebé y de las cosas de Leila, cosa que me hace cierta gracia. - Si te dicen esto hace unos meses....seguro que ni te lo crees. - nah, estábamos intentando sobrevivir, y esas cosas. Acabo por sentarme en una roca, al lado de Kyllian. Se supone que no es el padre, pero podría decirse que está haciendo las veces de uno. - ¿Qué harás ahora? ¿te quedarás con ellas? - puede que ahora no sepa ni que hacer al volver a tener libertad. Tampoco sé demasiado sobre cómo era su vida antes de que lo atrapasen.
El elfo resultó ser bastante buen anfitrión, y pronto comenzó a mostrarnos los recovecos de aquella cueva, con sus múltiples galerías. No podía decirse que fuese una de esas cuevas sucias, húmedas y llenas de mierda de murciélago. Esta cueva era la vivienda de un elfo, y eso se notaba. Pronto empecé a darme cuenta de que quizá no fuese buena idea quedarse mucho tiempo allí, pues debíamos contactar con el resto para saber cómo estaban y dónde se estaban refugiando. Al parecer nadie sabía que había sido del desgraciado de Éamon. Tampoco era buena idea quedarse por lo que empecé a notar en Juliet. Volvía a estar tan distante como cuando desperté del coma y evitaba todo el tiempo quedarse a solas conmigo o hablar del tema que le rondaba por la cabeza. Intuí que debía ser por la presencia de Leila y su bebé, tenerlas tan cerca debía recordarle más todavía lo sucedido. El único momento de calma que habíamos tenido después de tantos meses había durado apenas unos minutos, mientras volvimos a acercarnos, sentados en aquellos escalones de la casa de Hogsmeade. Poco después había comenzado la convergencia, y toda lo que de ella derivó.
Así van transcurriendo los días, mientras intentamos recordar cómo se supone que es una vida más tranquila, porque sabemos que no durará mucho. Decido dejarle espacio al ver que se aleja en dirección al río, mirando de reojo a Leila cuando al poco sale tras ella. Puede que a ambas les venga bien hablar un rato. Por mi parte decido ir a buscar a Kyllian, a ver si de una vez por todas podemos hablar de una vez por todas sin que haya de por medio fuego, torturas, sangre, disparos, combates en la arena, cerebros lavados o psicópatas manipuladores. Me encuentro al feral como guardián del bebé y de las cosas de Leila, cosa que me hace cierta gracia. - Si te dicen esto hace unos meses....seguro que ni te lo crees. - nah, estábamos intentando sobrevivir, y esas cosas. Acabo por sentarme en una roca, al lado de Kyllian. Se supone que no es el padre, pero podría decirse que está haciendo las veces de uno. - ¿Qué harás ahora? ¿te quedarás con ellas? - puede que ahora no sepa ni que hacer al volver a tener libertad. Tampoco sé demasiado sobre cómo era su vida antes de que lo atrapasen.
Juliet Bennett escribió:Desde temprano había salido de la cueva, se había sentado cerca del pequeño desnivel que hacía caer el agua como una cascada en miniatura, y había cerrado los ojos, abrazándose las piernas con la intención de descansar así, al menos durante una parte de la mañana. Se había propuesto volver a cazar, aunque últimamente no tenía los ánimos para regresar a sus viejas andadas. Mientras trataba de pensar en los usos de su tiempo, los pasos ligeros de una persona le pusieron en guardia. Aquel sonido solo podía provenir de dos personas, Thranduil o Leila, que el resto pisaban como si no hubiera mañana. Al abrir los ojos y confirmar su compañía, regresó la mirada al arroyo, quedándose quieta de repente mientras la sentía a su lado, quedándose quieta después antes de comenzar a disculparse.
No, se entiende. No hay problema.- Murmuró, sentándose recta, aunque con las piernas cruzadas en mariposa en el suelo. Escuchó con atención a lo que la rubia decía, dudando un breve instante si lo que quería era de verdad solo hablar, algo que le parecía extraño en un mundo donde todos tienen agendas ocultas.- ¿Por qué tienes esa habilidad? La de recordar...- Dijo sin curiosidad, más bien para seguir un poco con la plática mientras pensaba el por qué estaría la chica allí. Ciertamente era una mala habilidad el poder recordar a quien mataste sin poderte controlar... Por un momento pensó en que quizás se habría dado cuenta que evitaba estar con el grupo y le hizo bajar un poco la mirada al agua, deseando no tener que enfrentarse a nada ese día.
Al menos la pregunta era algo que podía responder. Un tema neutro.- Eso es porque esa transformación es más mágica que física. Es como deshacerte en algo más grande, no sé... Y no, no duele, pero toma tiempo aprender a controlarlo si no naces siendo dragón. No es difícil solo... Es complejo.
Cuando Juliet preguntó por qué tenía esa habilidad me quedé bastante en blanco, mi mirada se perdió en la nada mientras fruncía el ceño tratando se hacer memoria, luego de unos segundos de intentar recordar cómo había conseguido esa habilidad o cuándo, volví mi mirada a la mujer y me encogí de hombros señalando que en realidad no tenía idea. Escuché atentamente la explicación de Jul, con la mirada en el lago, cuando terminó de hablar pregunté:
-¿"Si no naces siendo dragón"? ¿Se necesita la mordedura de un dragón para convertirse en uno como con los licántropos o ferales? En realidad yo nací de dos ferales, así que desde que nací que soy feral, no necesité la mordedura.- Decía mientras me desvestía. Esperaba que no la escandalizara mi desnudez pero necesitaba un baño y me sentiría más tranquila si había alguien más conmigo.
La conversación de licántropos pareció terminar más pronto de lo que empezó cuando Leila se dio cuenta de que no conocía el por qué de su habilidad con la memoria. Aún así, el silencio no duró mucho, pues las preguntas comenzaron a brotar de su parte. Pensó, quizás, que debió haber sido más específica.
No, no. La mordedura de un dragón te mataría...- Murmuró un poco horrorizada por aquel pensamiento.- Hay dragones que nacen...- soltó un suspiro. Había dicho la palabra mil veces en su vida y ahora le costaba. Se sentía casi ridícula.- Naces de huevo o naces humana. Yo no nací de huevo. Sí de dos dragones, pero no de huevo. De haber nacido así, tendría más control sobre la forma dragón. Dicen que así es más sencillo.- No quiso entrar en detalles sobre su capacidad o su habilidad para convertirse. Aún así, sabía bien que tenía poco tiempo siendo dragona con libertad, por lo que no era tan rápida ni tan fácil como podía ser para otros. Giró el rostro hacia ella cuando escuchó la primera prenda caer. No le molestaba, que lo hiciera. Estaba más acostumbrada de lo que quería admitir. Pero había algo en la familiaridad que ella tomaba en esa situación que no la hacía sentir cómoda.- Hogsmeade... ¿Quedó todo destruido? - No había querido hacerle la pregunta a Reiv, porque sentía la respuesta y sabía que no se tomaría bien la realidad. Tomó una piedra mojada del suelo, girándola entre los dedos mientras veía las copas de los árboles, cada día más verdes.
No, no. La mordedura de un dragón te mataría...- Murmuró un poco horrorizada por aquel pensamiento.- Hay dragones que nacen...- soltó un suspiro. Había dicho la palabra mil veces en su vida y ahora le costaba. Se sentía casi ridícula.- Naces de huevo o naces humana. Yo no nací de huevo. Sí de dos dragones, pero no de huevo. De haber nacido así, tendría más control sobre la forma dragón. Dicen que así es más sencillo.- No quiso entrar en detalles sobre su capacidad o su habilidad para convertirse. Aún así, sabía bien que tenía poco tiempo siendo dragona con libertad, por lo que no era tan rápida ni tan fácil como podía ser para otros. Giró el rostro hacia ella cuando escuchó la primera prenda caer. No le molestaba, que lo hiciera. Estaba más acostumbrada de lo que quería admitir. Pero había algo en la familiaridad que ella tomaba en esa situación que no la hacía sentir cómoda.- Hogsmeade... ¿Quedó todo destruido? - No había querido hacerle la pregunta a Reiv, porque sentía la respuesta y sabía que no se tomaría bien la realidad. Tomó una piedra mojada del suelo, girándola entre los dedos mientras veía las copas de los árboles, cada día más verdes.
Kyllian Evans
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- Reiv:
- Reiv Black escribió:Lo sucedido en Hogsmeade parecía ahora bastante lejano, a pesar de que había sucedido cosa de un par de semanas atrás. El rescate de la casa en llamas había salido bien, aunque por muy poco, y Kyllian pudo salir de allí con Leila y su recién nacida. Lo de la desaparición me costó más de lo normal, por culpa de tanto desgaste entre casi petar por demasiada energía mágica y el extraño bajón que hubo durante algunos minutos. Afortunadamente habíamos conseguido abandonar aquel pueblo, que habían dejado completamente destrozado después de todos nuestros esfuerzos por reconstruirlo. Aparecí con los rescatados cerca de la cueva de Thranduil, que esperaba que se tomase a bien eso de tener tantos inquilinos nuevos, yo incluido.
El elfo resultó ser bastante buen anfitrión, y pronto comenzó a mostrarnos los recovecos de aquella cueva, con sus múltiples galerías. No podía decirse que fuese una de esas cuevas sucias, húmedas y llenas de mierda de murciélago. Esta cueva era la vivienda de un elfo, y eso se notaba. Pronto empecé a darme cuenta de que quizá no fuese buena idea quedarse mucho tiempo allí, pues debíamos contactar con el resto para saber cómo estaban y dónde se estaban refugiando. Al parecer nadie sabía que había sido del desgraciado de Éamon. Tampoco era buena idea quedarse por lo que empecé a notar en Juliet. Volvía a estar tan distante como cuando desperté del coma y evitaba todo el tiempo quedarse a solas conmigo o hablar del tema que le rondaba por la cabeza. Intuí que debía ser por la presencia de Leila y su bebé, tenerlas tan cerca debía recordarle más todavía lo sucedido. El único momento de calma que habíamos tenido después de tantos meses había durado apenas unos minutos, mientras volvimos a acercarnos, sentados en aquellos escalones de la casa de Hogsmeade. Poco después había comenzado la convergencia, y toda lo que de ella derivó.
Así van transcurriendo los días, mientras intentamos recordar cómo se supone que es una vida más tranquila, porque sabemos que no durará mucho. Decido dejarle espacio al ver que se aleja en dirección al río, mirando de reojo a Leila cuando al poco sale tras ella. Puede que a ambas les venga bien hablar un rato. Por mi parte decido ir a buscar a Kyllian, a ver si de una vez por todas podemos hablar de una vez por todas sin que haya de por medio fuego, torturas, sangre, disparos, combates en la arena, cerebros lavados o psicópatas manipuladores. Me encuentro al feral como guardián del bebé y de las cosas de Leila, cosa que me hace cierta gracia. - Si te dicen esto hace unos meses....seguro que ni te lo crees. - nah, estábamos intentando sobrevivir, y esas cosas. Acabo por sentarme en una roca, al lado de Kyllian. Se supone que no es el padre, pero podría decirse que está haciendo las veces de uno. - ¿Qué harás ahora? ¿te quedarás con ellas? - puede que ahora no sepa ni que hacer al volver a tener libertad. Tampoco sé demasiado sobre cómo era su vida antes de que lo atrapasen.
Gracias a Reiv habíamos conseguido escapar de aquel infierno, Leila, Lila y yo, no contento con eso también nos ofreció refugio en casa de un elfo, no parecía uno de esos con un palo en el culo, era un tío chachi, nos había dado mantas y comida para todos pero lo más importante era la niña de la cual Leila parecía totalmente desvinculada cosa que me cabreaba enormemente, incluso había pedido que no llamara a la pequeña por su nombre, cosa que me la peló enormemente y ante lo cual hice caso omiso -Lila~ no le hagas caso a la rancia de tu madre, está loca- le decía mientras cambiaba sus pañales que por desgracia eran de tela, ojalá hubiera desechables como en los viejos tiempos.
Apenas me acercaba a Leila para pedirle leche para la pequeña cuando ésta tenía hambre, esperaba a que la amamantara y después de eso me iba a otra parte a hacerla dormir mientras la acunaba en mis brazos, fue en una de esas ocasiones que Reiv decidió acercarse mientras le sacaba los gases -No te burles de mi capullo, si no la cuido yo Leila la tira al bosque a que se busque la vida, gata loca...- la siguiente pregunta me la pienso, no sabía que hacer, era cierto que les había tomado cariño a ambas pero la actitud de Leila me desconcertaba -Sabes, pienso que todo niño merece un hogar, aunque mis pedres murieran tengo buenos recuerdos de ellos, siento que no estaría bien apartar a lila de su madre pero por otro lado es cierto que vivimos una locura- un pequeño eructo de la pequeña me avisa de que está lista para dormir, así que la cambio de posición para poder arrullarla -Si te digo la verdad no sé que hacer, hasta he pensado en huir con ella pero después de lo que le he hecho a Éamon estoy seguro de que me buscan por cielo y tierra... también a lila- digo bastante preocupado por el futuro incierto de la pequeña, todas las opciones eran horribles y ninguna era una vida color de rosa.
El hecho de que me diga que no me burle de él hace que me haga más gracia todavía, riendo por lo bajo. - Es que hasta parece que se te da bien, tengo derecho a reírme.- No sé por qué pero el verlo modo padrazo se me hace muy curioso, me costaba imaginarlo así. A mí también me cuesta imaginarme así, cosa que no puedo evitar pensar al verlo acunar a la cría entre sus brazos. Supongo que es normal preguntarse cómo habría sido. - ¿En serio? ¿ella no la quiere? ¿te ha dicho por qué? - miro de reojo hacia el lugar por el que se marcharon tanto Leila como Juliet, que supuestamente están juntas en ese momento. El caso es que casi siempre veía a Kyllian con la niña, bastante más que a Leila. Tal vez ella tampoco quería tenerla, igual que Juliet.
Desvío la mirada de la niña hasta el rostro de Kyllian, asintiendo a eso de que todos se merecen un hogar. No sabía lo de sus padres, aunque hoy día no es raro que muchos queden huérfanos antes de tiempo. - Siento lo de tus padres. ¿Fue hace mucho? - si perdió a ambos probablemente fue de manera violenta, pero prefiero no presionarle demasiado por si no quiere hablar del tema. - Yo tampoco sabría qué hacer en un caso como el que tenéis, pero...el peligro está en todas partes. Que la alejéis de vosotros no va a significar que esté segura. Y creo que tiene derecho a saber quién es su madre, y a crecer con gente que la quiera. - me da por pensar en mi infancia, en lo que hubiese querido si hubiese podido elegir. - Creo que yo hubiese preferido que me dijesen la verdad sobre quién era mi padre. Y que no me hubiesen dicho que mi madre había muerto. Ella se fue porque creyó que así me protegía. - niego con la cabeza, puedo comprenderlo, pero habría querido otra cosa. Alzo ambas cejas cuando dice lo de huir, como queriendo preguntar que hacia dónde huiría.
- No sé. Ya tendría que ser un lugar muy remoto para poder vivir en paz. Y sí, seguro que querrán vengarse por lo de Éamon, pero no sé si se arriesgarán mientras lo tengamos de rehén. Porque, sinceramente, espero que no se les haya escapado el muy gilipollas. - resoplo cabreado al nombrar al tipo ese, pensando que deberíamos ir a enterarnos de qué han hecho con él. Una visita de nuestra parte. - La niña...¿de verdad es hija de ese malnacido? - me atrevo a preguntar tras unos segundos de duda, recordando la bomba que le solté a Blair el día de su discursito. Sería una ironía del destino muy grande eso de tener aquí con nosotros a la hija de Éamon.
Desvío la mirada de la niña hasta el rostro de Kyllian, asintiendo a eso de que todos se merecen un hogar. No sabía lo de sus padres, aunque hoy día no es raro que muchos queden huérfanos antes de tiempo. - Siento lo de tus padres. ¿Fue hace mucho? - si perdió a ambos probablemente fue de manera violenta, pero prefiero no presionarle demasiado por si no quiere hablar del tema. - Yo tampoco sabría qué hacer en un caso como el que tenéis, pero...el peligro está en todas partes. Que la alejéis de vosotros no va a significar que esté segura. Y creo que tiene derecho a saber quién es su madre, y a crecer con gente que la quiera. - me da por pensar en mi infancia, en lo que hubiese querido si hubiese podido elegir. - Creo que yo hubiese preferido que me dijesen la verdad sobre quién era mi padre. Y que no me hubiesen dicho que mi madre había muerto. Ella se fue porque creyó que así me protegía. - niego con la cabeza, puedo comprenderlo, pero habría querido otra cosa. Alzo ambas cejas cuando dice lo de huir, como queriendo preguntar que hacia dónde huiría.
- No sé. Ya tendría que ser un lugar muy remoto para poder vivir en paz. Y sí, seguro que querrán vengarse por lo de Éamon, pero no sé si se arriesgarán mientras lo tengamos de rehén. Porque, sinceramente, espero que no se les haya escapado el muy gilipollas. - resoplo cabreado al nombrar al tipo ese, pensando que deberíamos ir a enterarnos de qué han hecho con él. Una visita de nuestra parte. - La niña...¿de verdad es hija de ese malnacido? - me atrevo a preguntar tras unos segundos de duda, recordando la bomba que le solté a Blair el día de su discursito. Sería una ironía del destino muy grande eso de tener aquí con nosotros a la hija de Éamon.
Kyllian Evans
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Al final al ver que Reiv no puede aguantarse la risa hasta yo me echo a reír -Vete a la mierda, porque ya le he cambiado el pañal, sino te lo tiraba a la cara- no era broma, lo habría hecho, pero se la guardo para después, lo del rechazo de Leila por la pequeña me quita la sonrisa de inmediato -no sé que le pasa, se le habrán revolucionado las hormonas después del parto o yo que sé, tampoco hemos hablado mucho desde que llegamos-.
-Lo de mis padres ocurrió hace tiempo, después de eso todo fue cuesta arriba, me mordió un loco, me convertí en Feral y aquí estoy, kyllian, el niño de la selva y ahora niñera a tiempo completo y sin recibir nada a cambio! soy el mayor pringao de toda inglaterra!- el sarcasmo no me había abandonado pero lo bueno era que Reiv me daba la razón con lo de la niña, por fin alguien con sentido común -Si me dieran a elegir entre no conocer a mis padres o haberlos conocido y perderlos... creo que volvería a vivir esa perdida con tal de recordar el olor de mi madre y la sonrisa de mi padre, son cosas que siempre estarán conmigo... los echo de menos pero tengo sus recuerdos y lila merece lo mismo- miro el rostro de la pequeña ya con sus ojitos cerrados y durmiendo plácidamente.
-Lo sé... seguramente iría fuera de inglaterra pero todos los paises están plagados por los humanos, no hay escapatoria pero al menos estaría lejos de Éamon- cuando me pregunta si es su padre solo asiento con la cabeza -tenía mis dudas pero el día que lo capturamos le tendí una especie de trampa, le hablé sobre Leila su reacción era de claro interés... no dejaré que ese imbécil la toque- mientras estuviera en mi mano lila jamás sabría quien es su verdadero padre y si yo tenía que hacerme pasar por él, lo haría.
estaba absorto en esa idea de convertirme en padre adoptivo cuando el sonido del teléfono de Reiv me espabila -vaya, que solicitado estás, hasta teléfono tienes , pide unos pañales por amazón anda, que me hcen falta!- digo bromeando pero sería la gloria recibir esas cosas en casa o la cueva.
-Lo de mis padres ocurrió hace tiempo, después de eso todo fue cuesta arriba, me mordió un loco, me convertí en Feral y aquí estoy, kyllian, el niño de la selva y ahora niñera a tiempo completo y sin recibir nada a cambio! soy el mayor pringao de toda inglaterra!- el sarcasmo no me había abandonado pero lo bueno era que Reiv me daba la razón con lo de la niña, por fin alguien con sentido común -Si me dieran a elegir entre no conocer a mis padres o haberlos conocido y perderlos... creo que volvería a vivir esa perdida con tal de recordar el olor de mi madre y la sonrisa de mi padre, son cosas que siempre estarán conmigo... los echo de menos pero tengo sus recuerdos y lila merece lo mismo- miro el rostro de la pequeña ya con sus ojitos cerrados y durmiendo plácidamente.
-Lo sé... seguramente iría fuera de inglaterra pero todos los paises están plagados por los humanos, no hay escapatoria pero al menos estaría lejos de Éamon- cuando me pregunta si es su padre solo asiento con la cabeza -tenía mis dudas pero el día que lo capturamos le tendí una especie de trampa, le hablé sobre Leila su reacción era de claro interés... no dejaré que ese imbécil la toque- mientras estuviera en mi mano lila jamás sabría quien es su verdadero padre y si yo tenía que hacerme pasar por él, lo haría.
estaba absorto en esa idea de convertirme en padre adoptivo cuando el sonido del teléfono de Reiv me espabila -vaya, que solicitado estás, hasta teléfono tienes , pide unos pañales por amazón anda, que me hcen falta!- digo bromeando pero sería la gloria recibir esas cosas en casa o la cueva.
Hago una mueca de asco por la amenaza del pañal, creyéndolo muy capaz de ello. Las risas se acaban cuando se queda serio por lo del aparente rechazo de Leila a la niña. Creo que puedo entenderlo, si el padre es quien creemos que es. Aquello no fue consentido, obviamente. - Imagino que es normal que no quiera hablar de ello, por eso la esquiva. - supongo que le pasa un poco como a Juliet cuando no quiere hablar de ciertos temas, se cierran en banda. - Ya encontrarás la oportunidad de hablarlo. - murmuro sin mucho convencimiento, puede que ella no quiera hacerlo en ningún momento.
Su historia suena a que ha tenido una vida jodida, perder a sus padres y ser convertido en feral estando solo ha debido de ser duro, aunque no lo miro con lástima porque sé que yo odiaría que me miraran así. Su broma acaba haciendo que sonría de lado, corroborando lo que dice. - Sí, un poco de pringao si que es, pero podría ser peor. - le sigo un poco su propia broma, aunque me gustaría saber más de si ha tenido alguien en quien confiar durante todo este tiempo. - Al menos ahora no estás tan solo. No sé si estuviste acompañado antes...algún amigo, grupo, pareja, algo...- o si por el contrario habrá sido un solitario durante muchos años, como lo fui yo. Sus palabras sobre sus padres me hacen sentir añoranza por algo que nunca existió, pues creo que lleva mucha razón en eso de que es mejor haberlo tenido alguna vez que no haberlo tenido nunca. - Somos nuestros recuerdos, y tus recuerdos son ellos...eso ya no te lo podrán quitar. Bueno, tal vez algún cabrón manipulador de mentes como lo que le hicieron, pero eso es otra historia. - el lavado de coco de la Alianza lo había dejado tocado, pero gracias a Rybar se había solucionado. De algo tenía que servir eso de tener a tanto Blood Keeper metido en el refugio aquel.
Su afán de protección con la cría me sorprende y a la vez me parece digno de admirar eso de que no tenga sentimientos encontrados por saber quién es el padre. El caso es que la niña es inocente y no tiene culpa de nada. - Él no debe saberlo, ni debe saber dónde está Leila. Blair tampoco. Lanzó una mirada de odio a Éamon cuando...bueno...lancé ese farol en una situación desesperada. No sabía qué decir. Lo siento. -
no sé si lo creyeron o no, pero por si acaso. El sonido del teléfono me saca un poco de esa situación incómoda, momento que aprovecho para leer los dos mensajes que ha enviado Victorya. Mi cara de sorpresa lo dice todo. - Dicen que ha vuelto Johan al castillo Black, pero que no saben si es él. Es todo muy extraño. - me levanto como un resorte, pensando en que lo mejor es marcharnos de allí cuanto antes. También le ofrezco a Kyllian venir, por si quieren estar en un sitio más cómodo que esta cueva. Espero a que me acompañe hasta donde fueron las chicas, encontrándolas cerca de la zona del río. Leila estaba terminando de bañarse, pero no me inmuto por este hecho y cuento lo que se para que se preparen rápido, informando también al elfo anfitrión. Después de recoger unas cuantas cosas nos preparamos para partir, usando la desaparición para marcharnos todos de allí, rumbo al castillo Black.
Su historia suena a que ha tenido una vida jodida, perder a sus padres y ser convertido en feral estando solo ha debido de ser duro, aunque no lo miro con lástima porque sé que yo odiaría que me miraran así. Su broma acaba haciendo que sonría de lado, corroborando lo que dice. - Sí, un poco de pringao si que es, pero podría ser peor. - le sigo un poco su propia broma, aunque me gustaría saber más de si ha tenido alguien en quien confiar durante todo este tiempo. - Al menos ahora no estás tan solo. No sé si estuviste acompañado antes...algún amigo, grupo, pareja, algo...- o si por el contrario habrá sido un solitario durante muchos años, como lo fui yo. Sus palabras sobre sus padres me hacen sentir añoranza por algo que nunca existió, pues creo que lleva mucha razón en eso de que es mejor haberlo tenido alguna vez que no haberlo tenido nunca. - Somos nuestros recuerdos, y tus recuerdos son ellos...eso ya no te lo podrán quitar. Bueno, tal vez algún cabrón manipulador de mentes como lo que le hicieron, pero eso es otra historia. - el lavado de coco de la Alianza lo había dejado tocado, pero gracias a Rybar se había solucionado. De algo tenía que servir eso de tener a tanto Blood Keeper metido en el refugio aquel.
Su afán de protección con la cría me sorprende y a la vez me parece digno de admirar eso de que no tenga sentimientos encontrados por saber quién es el padre. El caso es que la niña es inocente y no tiene culpa de nada. - Él no debe saberlo, ni debe saber dónde está Leila. Blair tampoco. Lanzó una mirada de odio a Éamon cuando...bueno...lancé ese farol en una situación desesperada. No sabía qué decir. Lo siento. -
no sé si lo creyeron o no, pero por si acaso. El sonido del teléfono me saca un poco de esa situación incómoda, momento que aprovecho para leer los dos mensajes que ha enviado Victorya. Mi cara de sorpresa lo dice todo. - Dicen que ha vuelto Johan al castillo Black, pero que no saben si es él. Es todo muy extraño. - me levanto como un resorte, pensando en que lo mejor es marcharnos de allí cuanto antes. También le ofrezco a Kyllian venir, por si quieren estar en un sitio más cómodo que esta cueva. Espero a que me acompañe hasta donde fueron las chicas, encontrándolas cerca de la zona del río. Leila estaba terminando de bañarse, pero no me inmuto por este hecho y cuento lo que se para que se preparen rápido, informando también al elfo anfitrión. Después de recoger unas cuantas cosas nos preparamos para partir, usando la desaparición para marcharnos todos de allí, rumbo al castillo Black.
Athalia
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El viaje había sido tremendamente largo pero en compañía de su grupo se había hecho más ameno. Si bien Athalia había pasado mucho tiempo internada en los bosques de Woodland por sí sola, era la primera vez que salía del reino para dar al cara a un mundo en completa destrucción. A medida que abandonaban el reino elfico, la elfa podía sentir cómo la magia de la naturaleza mermaba. Vio bosques destruidos, claros quemados, colinas desnudas y numerosas criaturas mágicas y animales muertos; razones que sin duda oscurecían su corazón pero si algo había aprendido era a preocuparse únicamente por sí misma y su reino.
Aún no tenía el poder para corregir al mundo entero.
Aún.
Había anunciado a Thranduil que vendría pero éste no le había dado la ubicación exacta de su hogar actual. Había sido muy inteligente. Lo mantenía informado de su avance a través de las tierras y cuando finalmente llegaron hacia el bosque Hermitage pernoctaron a la intemperie aproximadamente dos noches, en donde descubrieron que se mantenía algo de aquella magia antaña vinculada a la naturaleza. Tras sus numerosos entrenamientos, todos ellos se encargaban de ayudar a mejorar detalles de la naturaleza. Bien fuesen animales, senderos, madrigueras, etcétera.
Al tercer día, cuando empezaba a amanecer y Dillion hacía guardia notó algo distinto en el bosque y en seguida todos se incorporaron para defenderse. Sabía que aunque la naturaleza estaba de su lado, aquello era un “reino” en guerra. Nunca se sabía qué podías esperar. Los cuatro militares rodearon a Athalia mientras esta desenfundaba su espada a la espera del misterioso ser que se acercaba. La rubia entrecerró los ojos estando atenta a cada sonido del bosque, a cada respiro. Una brisa de aire fresca la saludó y ella se tranquilizó -No es enemigo- Expresó con calma pero no bajó la espada.
Los primeros rayos solares robaron destellos al ser y Athalia ni siquiera sonrió al verlo. Mantuvo su gesto sereno y con un movimiento de mano las lanzas de aquellos militares se apoyaron con fuerza sobre la tierra en posición de descanso, con los cuerpos erguidos y la vista fija al frente -Thranduil- Saludó pero no hizo ninguna reverencia. Tampoco los militares. A fin de cuentas, el elfo ya no contaba con ningún cargo actual. Ella se mantuvo estoica, ataviada en una ligera pero ornamentada armadura de cuero tratado a negro con varios tachones de metal y un trabajo manual de suma calidad. Llevaba un tocado de hierro negro cuya punta estaba en medio de su frente. Un tocado que llevaba ópalos que también destellaban e iban a juego con accesorios para sus orejas de intrincado tejido de plata que destacaban su naturaleza élfica, unos extraños ornamentos que iban al final de sus dedos cual uñas y un cinturón que servía también para la funda de su espada: Sagrario Obsidiana, que también iba a juego.
Cuando Athalia se adelantó los bucles dorados de su cabellera se movieron con la elegancia y gracia del viento y aunque aún podía rememorar parte de la dulzura, belleza y encanto de su juventud la forma oscura en la que estaban maquillados sus ojos y su gesto adusto daba a entender que no era la misma elfa que Thranduil recordaba. Él tampoco era lo que ella añoraba. Observó al elfo con un deje de soberbia al evaluar su imagen y esperó a que él la saludara.
Aún no tenía el poder para corregir al mundo entero.
Aún.
Había anunciado a Thranduil que vendría pero éste no le había dado la ubicación exacta de su hogar actual. Había sido muy inteligente. Lo mantenía informado de su avance a través de las tierras y cuando finalmente llegaron hacia el bosque Hermitage pernoctaron a la intemperie aproximadamente dos noches, en donde descubrieron que se mantenía algo de aquella magia antaña vinculada a la naturaleza. Tras sus numerosos entrenamientos, todos ellos se encargaban de ayudar a mejorar detalles de la naturaleza. Bien fuesen animales, senderos, madrigueras, etcétera.
Al tercer día, cuando empezaba a amanecer y Dillion hacía guardia notó algo distinto en el bosque y en seguida todos se incorporaron para defenderse. Sabía que aunque la naturaleza estaba de su lado, aquello era un “reino” en guerra. Nunca se sabía qué podías esperar. Los cuatro militares rodearon a Athalia mientras esta desenfundaba su espada a la espera del misterioso ser que se acercaba. La rubia entrecerró los ojos estando atenta a cada sonido del bosque, a cada respiro. Una brisa de aire fresca la saludó y ella se tranquilizó -No es enemigo- Expresó con calma pero no bajó la espada.
Los primeros rayos solares robaron destellos al ser y Athalia ni siquiera sonrió al verlo. Mantuvo su gesto sereno y con un movimiento de mano las lanzas de aquellos militares se apoyaron con fuerza sobre la tierra en posición de descanso, con los cuerpos erguidos y la vista fija al frente -Thranduil- Saludó pero no hizo ninguna reverencia. Tampoco los militares. A fin de cuentas, el elfo ya no contaba con ningún cargo actual. Ella se mantuvo estoica, ataviada en una ligera pero ornamentada armadura de cuero tratado a negro con varios tachones de metal y un trabajo manual de suma calidad. Llevaba un tocado de hierro negro cuya punta estaba en medio de su frente. Un tocado que llevaba ópalos que también destellaban e iban a juego con accesorios para sus orejas de intrincado tejido de plata que destacaban su naturaleza élfica, unos extraños ornamentos que iban al final de sus dedos cual uñas y un cinturón que servía también para la funda de su espada: Sagrario Obsidiana, que también iba a juego.
Cuando Athalia se adelantó los bucles dorados de su cabellera se movieron con la elegancia y gracia del viento y aunque aún podía rememorar parte de la dulzura, belleza y encanto de su juventud la forma oscura en la que estaban maquillados sus ojos y su gesto adusto daba a entender que no era la misma elfa que Thranduil recordaba. Él tampoco era lo que ella añoraba. Observó al elfo con un deje de soberbia al evaluar su imagen y esperó a que él la saludara.
Sintió la presencia de los elfos casi en el momento en que pusieron un pie en el bosque de Hermitage. Era sentir en el cuerpo algo similar a los lazos de comunidad que se sentían en el reino, y aquello era algo que no había sentido en ningún otro lugar. Se permitió el tiempo necesario para prepararse para el encuentro. Había cosas que hacer y algunos días no eran nada en la vida de los elfos, con lo que la paciencia sería infinita.
Cuando la hora llegó, subió a su corcel blanco como la luna, alto y fuerte. A trote ligero acudieron al encuentro donde, al acercarse al sitio destinado, el paso se hizo más lento, acercándose con cautela. Sabía de lo desconfiados que se había vuelto los ejercitos en los últimos tiempos, sobre todo estando fuera del reino y su menor intención sería alarmarlos. Quizás estaban aislados, pero no había manera de que estuvieran desinformados, no con todo lo que le hacía llegar a Légolas.
Lia.- El nombre quedó susurrando en el viento mucho después de que el sonido salió de sus labios cuando su mirada la encontró en el horizonte. Le miró desde su posición con fijeza. Había olvidado rápidamente la belleza milenaria élfica cuando salió del reino, pero ahora le quitaba el aliento recordarla. Aún así, había algo en ella que le impedía mirarle de otra forma que no fuera con cautela. Siempre hyabía sido así.
No iban preparados para el mundo fuera del reino. Las ropas eran demasiado ornamentadas, demasiado elegantes, demasiado llamativas, aún cuando era justo lo que esperaba de una mujer con su rango y su guardia. Él, por su parte, lucía un conjunto sobrio y formal. Botas altas de montura a juego con un conjunto en negro, sencillo y sin retoques. Había dejado hacía mucho tiempo los ornamentos y, a decir verdad, siempre fue bastante sobrio y refinado. Fuera del porte y la belleza, su atuendo habría pasado desapercibido en cualquier lugar.
No cabe duda que eres una visión por sí sola, querida prima.- Murmuró, observando cada paso que daba a medida que se adelantaba hacia su posición. Finalmente, tomó por decisión el bajar del corcel con movimientos elegantes, acercándose a la recién llegada para plantarse frente a ella. Ya ninguno era el puro ser que debían ser. No había por qué sentirse apenado de la ligera desconfianza que su presencia en aquel lugar despertaba.
No había pasado inadvertido que no habían respetado los usos y costumbres que dictaban la reverencia, pero él no devolvería la misma descortesía.- ¿Qué te ha traido tan lejos de casa, Athalia? Me honras con tu visita.
Cuando la hora llegó, subió a su corcel blanco como la luna, alto y fuerte. A trote ligero acudieron al encuentro donde, al acercarse al sitio destinado, el paso se hizo más lento, acercándose con cautela. Sabía de lo desconfiados que se había vuelto los ejercitos en los últimos tiempos, sobre todo estando fuera del reino y su menor intención sería alarmarlos. Quizás estaban aislados, pero no había manera de que estuvieran desinformados, no con todo lo que le hacía llegar a Légolas.
Lia.- El nombre quedó susurrando en el viento mucho después de que el sonido salió de sus labios cuando su mirada la encontró en el horizonte. Le miró desde su posición con fijeza. Había olvidado rápidamente la belleza milenaria élfica cuando salió del reino, pero ahora le quitaba el aliento recordarla. Aún así, había algo en ella que le impedía mirarle de otra forma que no fuera con cautela. Siempre hyabía sido así.
No iban preparados para el mundo fuera del reino. Las ropas eran demasiado ornamentadas, demasiado elegantes, demasiado llamativas, aún cuando era justo lo que esperaba de una mujer con su rango y su guardia. Él, por su parte, lucía un conjunto sobrio y formal. Botas altas de montura a juego con un conjunto en negro, sencillo y sin retoques. Había dejado hacía mucho tiempo los ornamentos y, a decir verdad, siempre fue bastante sobrio y refinado. Fuera del porte y la belleza, su atuendo habría pasado desapercibido en cualquier lugar.
No cabe duda que eres una visión por sí sola, querida prima.- Murmuró, observando cada paso que daba a medida que se adelantaba hacia su posición. Finalmente, tomó por decisión el bajar del corcel con movimientos elegantes, acercándose a la recién llegada para plantarse frente a ella. Ya ninguno era el puro ser que debían ser. No había por qué sentirse apenado de la ligera desconfianza que su presencia en aquel lugar despertaba.
No había pasado inadvertido que no habían respetado los usos y costumbres que dictaban la reverencia, pero él no devolvería la misma descortesía.- ¿Qué te ha traido tan lejos de casa, Athalia? Me honras con tu visita.
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El susurro del viento con aquel milenario apodo hizo que la elfa se le erizara la piel bajo la ornamentada armadura. Los dedos se crisparon en el mango del Sagrario y Athalia temió que los recuerdos la invadieran. Y, aunque estoica, ellos volvieron para atacarla. Recordó el tacto de su piel contra la de él, recordó el aroma que emanaba, el tono bajo de su voz y el profundo color de sus ojos. Pero no hubo gestos, no hubo ni una sombra que dejara ver aquel recuerdo. Al menos, no para su guardia. Apretó las muelas, la fina línea de su mandíbula se endureció y su gesto se agrio al sentirse víctima de aquella debilidad por él. Por lo que una vez soñó con tener.
La mirada fría de la elfa se deslizó con facilidad por el sobrio aspecto de su primo y se permitió fruncir el ceño. Él… Rey. El antiguo Rey. Pero se abstuvo de decir nada, era evidente que fuera de Woodland todo era diferente y que la vida fuera de la sociedad élfica había pasado factura en su primo. Decidió guardar la espada cuando él descendió del caballo, Athalia intercambió una mirada con el animal y sintió deseos de acariciar sus crines pero no lo hizo. Se mantuvo firme donde estaba, plantada como un árbol. -Siempre lo has sabido- Indicó con tranquilidad respecto al tema de su aspecto, era algo que había cuidado desde niña. Al principio, por su madre. Luego, por él. Ahora, por sí misma.
Al tenerlo más cerca, Athalia se dedicó a mirarlo directamente a los ojos y mantuvo un largo silencio después de que hiciera su pregunta y halago. Para los elfos, el tema del tiempo era distinto al de los humanos. Probablemente, un humano ya habría respondido a la pregunta de Thranduil, pero un elfo… Era distinto. -Quiero creer que realmente no lo sabes, porque de lo contrario, me decepcionaría profundamente tu desapego al futuro de tu hijo y de Woodland- Finalmente se movió, miró por encima del hombro a sus hombres y con un gesto ellos se disiparon para asegurar el perímetro. Nunca estaba demás algo más de protección. Athalia esperó a que se alejaran porque no quería que escucharan la respuesta del elfo que había sido su Rey, con quien habían batallado, durante tantos años.
La rubia se apartó un mechón del rostro para luego ajustar el tocado y que no volviera a salirse de su lugar. Inspiró profundamente y luego se acercó un paso hacia él. Se acomodó los adornos que tenía en la mano y se notó en sus pocos gestos que estaba incómoda pero finalmente levantó la vista hacia él con claridad en la mirada -Vengo aquí porque necesitamos que vuelvas- Él sabía, perfectamente, que aquello estaba costándole – Nadie ha tenido el valor de salir de nuestras tierras para encontrar una solución al caos general que hay dentro. La soberbia, la envidia y el ego están haciendo con Woodland lo mismo que los humanos y magos están haciendo en este reino- Alzó levemente la barbilla, con aquel gesto característico de una mujer que no se doblega -Y no pienso permitirlo-
La mirada fría de la elfa se deslizó con facilidad por el sobrio aspecto de su primo y se permitió fruncir el ceño. Él… Rey. El antiguo Rey. Pero se abstuvo de decir nada, era evidente que fuera de Woodland todo era diferente y que la vida fuera de la sociedad élfica había pasado factura en su primo. Decidió guardar la espada cuando él descendió del caballo, Athalia intercambió una mirada con el animal y sintió deseos de acariciar sus crines pero no lo hizo. Se mantuvo firme donde estaba, plantada como un árbol. -Siempre lo has sabido- Indicó con tranquilidad respecto al tema de su aspecto, era algo que había cuidado desde niña. Al principio, por su madre. Luego, por él. Ahora, por sí misma.
Al tenerlo más cerca, Athalia se dedicó a mirarlo directamente a los ojos y mantuvo un largo silencio después de que hiciera su pregunta y halago. Para los elfos, el tema del tiempo era distinto al de los humanos. Probablemente, un humano ya habría respondido a la pregunta de Thranduil, pero un elfo… Era distinto. -Quiero creer que realmente no lo sabes, porque de lo contrario, me decepcionaría profundamente tu desapego al futuro de tu hijo y de Woodland- Finalmente se movió, miró por encima del hombro a sus hombres y con un gesto ellos se disiparon para asegurar el perímetro. Nunca estaba demás algo más de protección. Athalia esperó a que se alejaran porque no quería que escucharan la respuesta del elfo que había sido su Rey, con quien habían batallado, durante tantos años.
La rubia se apartó un mechón del rostro para luego ajustar el tocado y que no volviera a salirse de su lugar. Inspiró profundamente y luego se acercó un paso hacia él. Se acomodó los adornos que tenía en la mano y se notó en sus pocos gestos que estaba incómoda pero finalmente levantó la vista hacia él con claridad en la mirada -Vengo aquí porque necesitamos que vuelvas- Él sabía, perfectamente, que aquello estaba costándole – Nadie ha tenido el valor de salir de nuestras tierras para encontrar una solución al caos general que hay dentro. La soberbia, la envidia y el ego están haciendo con Woodland lo mismo que los humanos y magos están haciendo en este reino- Alzó levemente la barbilla, con aquel gesto característico de una mujer que no se doblega -Y no pienso permitirlo-
Tras bajar del caballo con tranquilidad, las formalidades se perdieron. Se sacó los guantes de montar, dejándolos sobre la silla del caballo. Se acercó despacio a la rubia elfa, tomándola de la barbilla entre el índice y el pulgar, acercándose con lentitud para colocar un casto beso sobre sus labios, tal y como la familia solía hacerlo. La costumbre no podía perderse y le servía de excusa para recordar viejos tiempos.- Solo te hace falta algo, Lía... La modestia es una forma de belleza que no conoces.- Susurró con la mirada fija en los profundos ojos de la chica. Tras unos instantes eternos que extendió hasta los límites de lo insoportable, su mano por fin deshizo el agarre y se alejó un poco para guardar de nuevo las distancias.
No tardó la rubia en revelar sus intenciones a lo que solo atinó a mirarle con paciencia, con la mirada de un padre cariñoso que atiende las preocupaciones de su hija. Permitió que los guardias se alejaran, observando por encima de la elfa a cada uno de ellos mientras se alejaba. Contrario a ella, él no le quitaría su rango y prestigio frente a su ejército.- Athalia, querida.- Inició, dejando la oración en el aire mientras buscaba maneras más suaves de decir lo que tenía en mente, aunque no las encontró. En su lugar, permitió que la elfa continuara, apreciando cada movimiento de sus manos mientras acomodaba su cabello y su tocado. Ella estaba, definitivamente, muy lejos de casa. En un lugar demasiado peligroso. Finalmente, dio con su petición, a lo que respondió al instante con el mismo tono críptico que había usado en toda la conversación.- Esa decisión no te corresponde.- Permitió que continuara, solo por ver qué más tenía para decir, mas cuando terminó solo pudo aguardar en el más profundo de los silencios, buscando en la mirada de la elfa a la que alguna vez fue una criatura de la más pura inocencia y quien una vez más atacaba a la dignidad de quien alguna vez fue el máximo gobernante de su hogar.- Dices 'nadie' como si no me tuvieras frente a ti. ¿Acaso estás negando mi destino, mi firme propósito y mi corazón que aún reside en Woodland, Lía? Porque de ser así, temo por tu propio corazón y tu propia inocencia. El que no tiene fe es el que se despide cuando el camino se oscurece.- Pudo añadir una cita más directa sobre su falta de fe, pero decidió mantenerse sereno. Sintió un leve repele por su supuesta determinación, aunque parecía más un intento por probar su propio poder al que no le daría ocasión de sobrevivir.- Si un Rey no tiene respuestas, ¿qué podrá responder cualquiera? - Tras aquella respuesta, posó la vista en ella con una mirada aún más dominante que la suya, obligándole a reconocerle por su propio ser.
No tardó la rubia en revelar sus intenciones a lo que solo atinó a mirarle con paciencia, con la mirada de un padre cariñoso que atiende las preocupaciones de su hija. Permitió que los guardias se alejaran, observando por encima de la elfa a cada uno de ellos mientras se alejaba. Contrario a ella, él no le quitaría su rango y prestigio frente a su ejército.- Athalia, querida.- Inició, dejando la oración en el aire mientras buscaba maneras más suaves de decir lo que tenía en mente, aunque no las encontró. En su lugar, permitió que la elfa continuara, apreciando cada movimiento de sus manos mientras acomodaba su cabello y su tocado. Ella estaba, definitivamente, muy lejos de casa. En un lugar demasiado peligroso. Finalmente, dio con su petición, a lo que respondió al instante con el mismo tono críptico que había usado en toda la conversación.- Esa decisión no te corresponde.- Permitió que continuara, solo por ver qué más tenía para decir, mas cuando terminó solo pudo aguardar en el más profundo de los silencios, buscando en la mirada de la elfa a la que alguna vez fue una criatura de la más pura inocencia y quien una vez más atacaba a la dignidad de quien alguna vez fue el máximo gobernante de su hogar.- Dices 'nadie' como si no me tuvieras frente a ti. ¿Acaso estás negando mi destino, mi firme propósito y mi corazón que aún reside en Woodland, Lía? Porque de ser así, temo por tu propio corazón y tu propia inocencia. El que no tiene fe es el que se despide cuando el camino se oscurece.- Pudo añadir una cita más directa sobre su falta de fe, pero decidió mantenerse sereno. Sintió un leve repele por su supuesta determinación, aunque parecía más un intento por probar su propio poder al que no le daría ocasión de sobrevivir.- Si un Rey no tiene respuestas, ¿qué podrá responder cualquiera? - Tras aquella respuesta, posó la vista en ella con una mirada aún más dominante que la suya, obligándole a reconocerle por su propio ser.
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Athalia levantó suavemente la mano y la puso en el límite entre el pecho y la garganta de Thranduil cuando le tomó de la barbilla. Con los dedos estirados hizo presión con sus ornamentales uñas en la delicada piel del elfo, con la clara intención de dañarlo, cuando se inclinó a besarla para luego alejarlo. Apenas si había sido un roce de labios. De su parte, Thranduil ya no recibiría nada -Las viejas costumbres ya no dictan mi camino- Explicó para luego mirarlo a los ojos con indiferencia -Con las que conozco me bastan – Soltó, sin más refiriéndose a las formas de belleza, ignorándole para apartarse unos pasos. Su cercanía lograba desbaratar ciertas barreras que había levantado hacia mucho tiempo.
La suave brisa del bosque acariciaba sus mejillas y jugueteaba con sus mechones dorados como si fueran viejas amigas. Podía escuchar a lo lejos el murmullo del agua y se concentró en lo que sus sentidos podían percibir de esa realidad, de ese bosque que tantas historias podía llegar a contarle. Le ardió en la boca del estómago cuando le dijo “Querida” y tuvo que apretar las muelas para controlarse. Se suponía…Se suponía que después de tantos años lo había superado. Athalía puso las dos manos sobre la empuñadura de Sagrario. Una quería sacarla, la otra contenerla -En tu opinión- Expresó haciendo una ligera aclaración, porque en el de ella no veía a nadie con el valor suficiente para abandonar Woodland por buscar su propio bien.
Se giró hacia él y habló para luego esperar en silencio su respuesta.-Si no tuviera fe, Thranduil, no me tendrías delante de ti- Explicó con una fingida serenidad -Soy Athalia, no me llames Lía- Dijo con solemnidad, irguiéndose levemente -Lía fue la elfa que dejaste en Woodland cuando decidiste marcharte, no es la elfa que tienes delante de ti- Expresó con el mismo tono neutral, aunque en el fondo se podía percibir todo ese rencor que afloraba con sólo verlo a los ojos -Si un Rey no tiene respuestas, el avaricioso Consejo codicia su trono. Si un Rey cae en la depresión, los ambiciosos se preguntan la fecha de su muerte. Si un Rey desaparece de la corte, muchos toman un protagonismo que no se merecen. Si Legolas sigue por ese camino, habrá una guerra civil dentro de Woodland, Thranduil. Es eso lo que he venido a decirte-
-Partiré en tres meses de este lugar. Entenderé si, llegado el momento, no deseas acompañarme y entonces prepararé mis tropas para defender nuestro linaje y su derecho al trono- Indicó y lo miró un momento, analizando sus siguientes palabras mientras con un gesto su yegua se acercaba y su compañía esperaba atenta a algo más. Subió a ella con agilidad -Espero que aquí hayas encontrado lo que en Woodland perdiste- Añadió moviendo las bridas de Yllida para darle la espalda -¡VARDENOS, FRAM!- Espetó a sus soldados que pronto la siguieron abandonando el campamento hacia el claro donde iban a entrenar.
La suave brisa del bosque acariciaba sus mejillas y jugueteaba con sus mechones dorados como si fueran viejas amigas. Podía escuchar a lo lejos el murmullo del agua y se concentró en lo que sus sentidos podían percibir de esa realidad, de ese bosque que tantas historias podía llegar a contarle. Le ardió en la boca del estómago cuando le dijo “Querida” y tuvo que apretar las muelas para controlarse. Se suponía…Se suponía que después de tantos años lo había superado. Athalía puso las dos manos sobre la empuñadura de Sagrario. Una quería sacarla, la otra contenerla -En tu opinión- Expresó haciendo una ligera aclaración, porque en el de ella no veía a nadie con el valor suficiente para abandonar Woodland por buscar su propio bien.
Se giró hacia él y habló para luego esperar en silencio su respuesta.-Si no tuviera fe, Thranduil, no me tendrías delante de ti- Explicó con una fingida serenidad -Soy Athalia, no me llames Lía- Dijo con solemnidad, irguiéndose levemente -Lía fue la elfa que dejaste en Woodland cuando decidiste marcharte, no es la elfa que tienes delante de ti- Expresó con el mismo tono neutral, aunque en el fondo se podía percibir todo ese rencor que afloraba con sólo verlo a los ojos -Si un Rey no tiene respuestas, el avaricioso Consejo codicia su trono. Si un Rey cae en la depresión, los ambiciosos se preguntan la fecha de su muerte. Si un Rey desaparece de la corte, muchos toman un protagonismo que no se merecen. Si Legolas sigue por ese camino, habrá una guerra civil dentro de Woodland, Thranduil. Es eso lo que he venido a decirte-
-Partiré en tres meses de este lugar. Entenderé si, llegado el momento, no deseas acompañarme y entonces prepararé mis tropas para defender nuestro linaje y su derecho al trono- Indicó y lo miró un momento, analizando sus siguientes palabras mientras con un gesto su yegua se acercaba y su compañía esperaba atenta a algo más. Subió a ella con agilidad -Espero que aquí hayas encontrado lo que en Woodland perdiste- Añadió moviendo las bridas de Yllida para darle la espalda -¡VARDENOS, FRAM!- Espetó a sus soldados que pronto la siguieron abandonando el campamento hacia el claro donde iban a entrenar.
El tiempo había pasado con lentitud. Desde el rencuentro con Athalia, su mente se encontraba enfocada justamente en aquello que lo llevó a abandonar Woodland en primer lugar. A pesar de su carácter amargo, la chica había recordado su misión. Sentía decepcionarla, pero cierto era que había algo más importante qué hacer ahí afuera antes de siquiera considerar volver.
Aquel día se encontraba dentro de su cueva, afilando cerca del agua una espada y un par de dagas a su lado esperaban su turno. Se oía claramente el correr del agua por el medio de la cueva en un sonido fluído que se repetía contra las paredes. También estaba en el aire el sonido del metal al ser rozado para sacar de nuevo un filo capaz de terminar una batalla en un corte.
Su mirada se paseó por el contorno de la espada, clavándole en la punta. Tenía presente el mensaje que Adael le había enviado por medio de una nutria, que se veía bastante cómoda nadando en el río que atravesaba la cueva. Decía con urgencia, pero los tiempos de los elfos eran diferentes a los de los magos, con lo que Thranduil no se encontraba preocupado por la hora ni por el lugar. No sería indiferente, aquello era definitivo, pero con los chicos lejos comenzaba a sentirse nostálgico por ellos. Se levantó espada en mano, caminando a la gaveta donde guardaba el alcohol. En un vaso ancho y bajo se sirvió whisky en cantidad suficiente para volver a pararse junto a la orilla del río, observando la naturaleza, aún intacta, corriendo frente a él.
Aquel día se encontraba dentro de su cueva, afilando cerca del agua una espada y un par de dagas a su lado esperaban su turno. Se oía claramente el correr del agua por el medio de la cueva en un sonido fluído que se repetía contra las paredes. También estaba en el aire el sonido del metal al ser rozado para sacar de nuevo un filo capaz de terminar una batalla en un corte.
Su mirada se paseó por el contorno de la espada, clavándole en la punta. Tenía presente el mensaje que Adael le había enviado por medio de una nutria, que se veía bastante cómoda nadando en el río que atravesaba la cueva. Decía con urgencia, pero los tiempos de los elfos eran diferentes a los de los magos, con lo que Thranduil no se encontraba preocupado por la hora ni por el lugar. No sería indiferente, aquello era definitivo, pero con los chicos lejos comenzaba a sentirse nostálgico por ellos. Se levantó espada en mano, caminando a la gaveta donde guardaba el alcohol. En un vaso ancho y bajo se sirvió whisky en cantidad suficiente para volver a pararse junto a la orilla del río, observando la naturaleza, aún intacta, corriendo frente a él.
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El tiempo que había pasado en aquella tierra había hecho merma en ella. No sólo había sido consciente de la enfermedad que recorría el mundo sino del destrozo que habían hecho en los bosques. Había pasado aquellos dos meses viajando de un punto al otro del bosque, percibiendo en el susurro de los árboles el dolor que sentían. El corazón de la elfa se veía cada vez más afectado con el tiempo que estaba allí y por eso…Había decidido irse. La decisión la tomó la noche anterior mientras miraba las estrellas. El cielo se veía, a veces, cubierto por explosiones naranjas que nada tenían que ver con un atardecer sino con el odio de la raza humana y la mágica.
Mientras cabalgaba hacia la cueva de Thranduil , Athalia observaba las plantas a su alrededor. Con cada paso de su corcel ella misma usaba su magia para hacer florecer los capullos y crecer la hierba. Necesitaba su tierra. El centro del bosque la hacia respirar con mayor tranquilidad, el agua le brindaba paz y los colores de la naturaleza en su cénit eran una bendición a sus ojos. Se quedó en la entrada porque no sabía si él estaba allí y, de estarlo, tendría que pedir permiso para entrar.
Bajó del caballo y acarició el morro de este antes de apoyar su frente en él. Necesitaba volver a Woodland y llevar las noticias de lo que había visto. Su pueblo debía estar preparado porque estaba segura de que esa guerra tocaría sus pueras -Thranduil- Musitó y dejó que su amigo el viento llevara el mensaje mientras seguía acariciando a su corcel.
Mientras cabalgaba hacia la cueva de Thranduil , Athalia observaba las plantas a su alrededor. Con cada paso de su corcel ella misma usaba su magia para hacer florecer los capullos y crecer la hierba. Necesitaba su tierra. El centro del bosque la hacia respirar con mayor tranquilidad, el agua le brindaba paz y los colores de la naturaleza en su cénit eran una bendición a sus ojos. Se quedó en la entrada porque no sabía si él estaba allí y, de estarlo, tendría que pedir permiso para entrar.
Bajó del caballo y acarició el morro de este antes de apoyar su frente en él. Necesitaba volver a Woodland y llevar las noticias de lo que había visto. Su pueblo debía estar preparado porque estaba segura de que esa guerra tocaría sus pueras -Thranduil- Musitó y dejó que su amigo el viento llevara el mensaje mientras seguía acariciando a su corcel.
Sintió una fuerza de la naturaleza alegrando los lugares por donde pasaba. No pensó en Athalia de buenas a primeras, pues la última vez que le vio no había sido precisamente la más dulce. Comenzó a caminar hacia la salida mucho antes de que ella llegara, quedándose aún lejano pero con vista a la entrada de la cueva.
Esperó un rato hasta que, para su sorpresa, Athalia se plantó en la entrada.- Athalia.- Respondió a su llamado, acercándose a ella mientras bebía un sorbo de su whisky. No se veía con la entereza dura con la que le había visto la última vez, pero su rostro era engañoso. Se acercó a ella hasta estar a algunos pasos de ella. Bebió de nuevo, observándola con aquel aire etéreo con el que siempre contaba.- Esto tampoco es Woodland. Y este no es el castillo., pero hay algo en estar dentro, debajo, en las entrañas del bosque, que resulta más reconfortante que estar en casa.- Dijo con firmeza, soltando la espada que traía en mano para tenderle la mano a la chica, invitándola a que lo descubriera por sí misma dentro de aquella cueva.
Esperó un rato hasta que, para su sorpresa, Athalia se plantó en la entrada.- Athalia.- Respondió a su llamado, acercándose a ella mientras bebía un sorbo de su whisky. No se veía con la entereza dura con la que le había visto la última vez, pero su rostro era engañoso. Se acercó a ella hasta estar a algunos pasos de ella. Bebió de nuevo, observándola con aquel aire etéreo con el que siempre contaba.- Esto tampoco es Woodland. Y este no es el castillo., pero hay algo en estar dentro, debajo, en las entrañas del bosque, que resulta más reconfortante que estar en casa.- Dijo con firmeza, soltando la espada que traía en mano para tenderle la mano a la chica, invitándola a que lo descubriera por sí misma dentro de aquella cueva.
Athalia
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Deslizó su vista hacia Thranduil cuando se acercó a ella, se fijó en el vaso que llevaba en la mano sonriendo de lado al percibir el aroma de alguna especie de licor que no conocía. Tenía un bonito color ambarino. Parpadeó y arrastró su mirada hacia la de él cuando empezó a hablar -Tu hogar lo llevas…- Respondió llevándose la mano libre en un puño hacia el corazón – Aquí…Y por eso, estés donde estés, siempre estarás en casa- Bajó la mano lentamente y se volvió hacia el corcel para acariciarlo, ignorando, en un principio la mano de Thranduil. Palmeó suavemente al corcel que se alejó, dejándolos solos. Athalia sabía que no se iría lejos, no sin ellas al menos.
Cuando se giró hacia él analizó el gesto de su mano y se preguntó si, de nuevo, caería en esa invitación que aunque parecía una simple visita turística… Lo conocía, conocía su efecto en ella. Alzó sus ojos hacia los de él -Vengo a decirte que parto hoy hacia Woodland- Su gesto era neutral y su voz igual, firme, pero sosegada -Nuestro pueblo necesita saber que la guerra tarde o temprano tocará sus fronteras y deben estar preparados. No pueden enfrascarse en una guerra civil porque mermara su fortaleza para enfrentar lo que sucede afuera. A fin de cuentas, la raza humana y mágica no tiene la fortaleza y determinación para finalizar esto- Explicó su posición. No esperaba que lo entendiera porque no estaba allí para darle explicaciones pero, al menos, se merecía que le informara que adelantaría su partida para que él tomara su posición.
-Pero…- Extendió la mano y cogió la suya, aunque su gesto era elegante no realmente cálido -Si existe algún recoveco de este mundo donde la guerra no haya dejado su huella, quiero verlo- Confesó y espero a que caminara para que la guiara.
Cuando se giró hacia él analizó el gesto de su mano y se preguntó si, de nuevo, caería en esa invitación que aunque parecía una simple visita turística… Lo conocía, conocía su efecto en ella. Alzó sus ojos hacia los de él -Vengo a decirte que parto hoy hacia Woodland- Su gesto era neutral y su voz igual, firme, pero sosegada -Nuestro pueblo necesita saber que la guerra tarde o temprano tocará sus fronteras y deben estar preparados. No pueden enfrascarse en una guerra civil porque mermara su fortaleza para enfrentar lo que sucede afuera. A fin de cuentas, la raza humana y mágica no tiene la fortaleza y determinación para finalizar esto- Explicó su posición. No esperaba que lo entendiera porque no estaba allí para darle explicaciones pero, al menos, se merecía que le informara que adelantaría su partida para que él tomara su posición.
-Pero…- Extendió la mano y cogió la suya, aunque su gesto era elegante no realmente cálido -Si existe algún recoveco de este mundo donde la guerra no haya dejado su huella, quiero verlo- Confesó y espero a que caminara para que la guiara.
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