Recuerdo del primer mensaje :

El Lago Ness (Loch Ness en escocés y Loch Nis en gaélico), es un extenso y profundo lago de agua dulce que se encuentra en las Highlands (tierras altas) de Escocia
Rosse McGonagall

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Bueno, pasaron varias cosas en un corto periodo.
Lo primero es que V. ya se iba para cuando ella llegó, y parecía que algo había pasado... Cosa de al cual ella no sabe, así que tampoco comenta nada, simplemente se queda ahí con Sofía, a quien le ha hablado un poco de paso.
No es nada, solo trato de ayudar más.~
Al final, había tenido... Un giro de 180° a su forma de ver las cosas, luego de que le cambiaran la perspectiva de su vida de la forma más literal posible, que quizás fue radical, pero de que sirvió, sirvió.
Cómo alguien muy sabia me dijo, no hay mejor momento qué el ahora.~
Y se pensaba tomar muy enserio esa frase... El mejor momento para cambiar las cosas, es el presente, el pasado se ha ido y el futuro es un misterio...
Y bueno, ya estando sentada en el árbol y canalizando su magia, en un afán de ayudarle a Sofía por mucho que no fuera capaz de entender exactamente qué estaba haciendo, fue qué llegó Adael, quien las saludó y a quien ella saludó con una sonrisa.
Mejor de lo que he estado en mucho tiempo, ¿Y tú?
Respondió, como siempre con esa honestidad qué la caracteriza, aunque ahora eso no significaba algo malo, ya que tenía algo que no fueran ideas impulsadas por enojo o miedo en mente.
Y luego llegó Catherine, quien la saludó silenciosamente con una inclinación de cabeza, y a quien Rosse saludó de la misma forma, y de paso parecía que Sofía le decía que la felicidad que debía de evocar debía de ser presente... Eso estaba bien, porque al final del día, lo que ella quería era cambiar el presente ¿No? Entonces se enfocó en esa idea.
Luego llegó Gio, mismo que... No lucía demasiado bien, hasta el punto de que no ofreció saludo alguno, y lo pudo ver... Cómo incómodo de alguna forma, hasta el punto de alejarse... Cosa que le hizo pensar que ella podría perfectamente haber estado así si hubiera seguido como iba...
Y finalmente, uno de los hermanos pendragon, uno especialmente silencioso, mismo al qué solo miró por un segundo antes de volverse a concentrar, solo enfocanfose en tener calma como corresponde, para no interrumpir el ritual con sus dudas y pensamientos qué no iban con el asunto.
Lo primero es que V. ya se iba para cuando ella llegó, y parecía que algo había pasado... Cosa de al cual ella no sabe, así que tampoco comenta nada, simplemente se queda ahí con Sofía, a quien le ha hablado un poco de paso.
No es nada, solo trato de ayudar más.~
Al final, había tenido... Un giro de 180° a su forma de ver las cosas, luego de que le cambiaran la perspectiva de su vida de la forma más literal posible, que quizás fue radical, pero de que sirvió, sirvió.
Cómo alguien muy sabia me dijo, no hay mejor momento qué el ahora.~
Y se pensaba tomar muy enserio esa frase... El mejor momento para cambiar las cosas, es el presente, el pasado se ha ido y el futuro es un misterio...
Y bueno, ya estando sentada en el árbol y canalizando su magia, en un afán de ayudarle a Sofía por mucho que no fuera capaz de entender exactamente qué estaba haciendo, fue qué llegó Adael, quien las saludó y a quien ella saludó con una sonrisa.
Mejor de lo que he estado en mucho tiempo, ¿Y tú?
Respondió, como siempre con esa honestidad qué la caracteriza, aunque ahora eso no significaba algo malo, ya que tenía algo que no fueran ideas impulsadas por enojo o miedo en mente.
Y luego llegó Catherine, quien la saludó silenciosamente con una inclinación de cabeza, y a quien Rosse saludó de la misma forma, y de paso parecía que Sofía le decía que la felicidad que debía de evocar debía de ser presente... Eso estaba bien, porque al final del día, lo que ella quería era cambiar el presente ¿No? Entonces se enfocó en esa idea.
Luego llegó Gio, mismo que... No lucía demasiado bien, hasta el punto de que no ofreció saludo alguno, y lo pudo ver... Cómo incómodo de alguna forma, hasta el punto de alejarse... Cosa que le hizo pensar que ella podría perfectamente haber estado así si hubiera seguido como iba...
Y finalmente, uno de los hermanos pendragon, uno especialmente silencioso, mismo al qué solo miró por un segundo antes de volverse a concentrar, solo enfocanfose en tener calma como corresponde, para no interrumpir el ritual con sus dudas y pensamientos qué no iban con el asunto.
Le sonrió devuelta a Sofía y le respondió a Rosse mientras se sentaba. -No puedo dejar de pensar en la prueba, creí que moría.- Miró el nuevo anillo pensativo. -¿Saben? Siempre deseé poder hablar con mis ancestros de una forma tan clara como esa pero no pensé que querrían transmitirme algo así.- Cerró los ojos para dar inicio a la meditación, sin embargo volvió a abrirlos cuando la experta en pociones dio nuevas indicaciones. Ser feliz en el presente. Esa era una tarea más complicada que recordar un momento feliz. Justo entonces llegaron Catherine, Giordano y Cedric así que los saludó a todos en general. Dio la casualidad que el brazalete comunicador también eligió ese instante para recibir un mensaje y lo leyó rápidamente esperando no enfadar a Sofía con la distracción. Le gustó la parte de darles clases a los souls reapers sobre magia pero la parte de la tecnología y las estrategias de la Guardia de Ouroboros y ser su asesor especial para proyectos especiales le dio mala espina. Tecleó un mensaje de vuelta y volvió a concentrarse.
Todo lo que estaba sucediendo eran pruebas tanto físicas, mentales, como espirituales inmensamente desafiantes. Era como caminar sobre un suelo inestable y no había tiempo para encontrar el equilibrio, había que correr. Lo consolaba pensar que se estaba trabajando para volver a vivir en paz en Ouroboros, debía concentrarse en ese objetivo. Seguía siendo un miembro del Consejo de los 20, tenía a sus compañeros y tenía la esperanza de poder hacer lo que más le llenaba el alma cuando Ouroboros volviera a la normalidad; dar clases.
Canalizó las renovadas energías que corrieron por su cuerpo y añadió algo más. Tomó una profunda respiración y exhaló. Rezó en silencio pidiendo ser escuchado por sus ancestros y por el Espíritu de la Naturaleza. Como respuesta, su vínculo vibró ante su llamado y le rogó a la divinidad que bendijera el gran árbol.
Todo lo que estaba sucediendo eran pruebas tanto físicas, mentales, como espirituales inmensamente desafiantes. Era como caminar sobre un suelo inestable y no había tiempo para encontrar el equilibrio, había que correr. Lo consolaba pensar que se estaba trabajando para volver a vivir en paz en Ouroboros, debía concentrarse en ese objetivo. Seguía siendo un miembro del Consejo de los 20, tenía a sus compañeros y tenía la esperanza de poder hacer lo que más le llenaba el alma cuando Ouroboros volviera a la normalidad; dar clases.
Canalizó las renovadas energías que corrieron por su cuerpo y añadió algo más. Tomó una profunda respiración y exhaló. Rezó en silencio pidiendo ser escuchado por sus ancestros y por el Espíritu de la Naturaleza. Como respuesta, su vínculo vibró ante su llamado y le rogó a la divinidad que bendijera el gran árbol.
Cada instante en el que los magos y brujas compartían su energía en aquel improvisado círculo de vida se escribía un nuevo destino para el mundo. Acompañados del poder que la felicidad podía ejercer en una cosa tan intrínseca como era su magia, los allí presentes colaboraban con la creación de algo que hacía siglos no sucedía en aquel mundo.
Lenta pero progresivamente, el majestuoso y antiguo árbol parecía despertar de un profundo letargo. Como el oso que inverna, pausadamente el árbol dio señales de vida que quizás sólo Sofía percibiría. Un pequeño movimiento en una rama, un susurro en el viento, el armónico canto de las hojas y así empezó a unir aquellos hilos de magia hacia la propia, alimentándose de ella pues bien conocía su misión.
Un ser de tal magnitud no podía desperezarse en cuestión de minutos. Era imposible e, incluso, de suceder…catastrófico así que los presentes allí reunidos estuvieron presenciando su despertar por largas horas en los que poco a poco su presencia se hizo más que evidente en la conexión que compartían.
Atendiendo a la petición de la Descendiente Dioscórides y de lo que sería una misión que conocía hace mucho, el árbol poco a poco extendió una de sus largas y poderosas ramas hacia la pequeña dama que yacía a sus pies: Aura. De sus hojas, poco a poco se formó una delicada semilla dorada como regalo para el ser puro que estaba ante él.
Sofía sabría qué hacer, cómo darle una fuente de vida a aquella semilla.
Lo que era necesario sacrificar. Por algo había comenzado aquel ritual.

Lenta pero progresivamente, el majestuoso y antiguo árbol parecía despertar de un profundo letargo. Como el oso que inverna, pausadamente el árbol dio señales de vida que quizás sólo Sofía percibiría. Un pequeño movimiento en una rama, un susurro en el viento, el armónico canto de las hojas y así empezó a unir aquellos hilos de magia hacia la propia, alimentándose de ella pues bien conocía su misión.
Un ser de tal magnitud no podía desperezarse en cuestión de minutos. Era imposible e, incluso, de suceder…catastrófico así que los presentes allí reunidos estuvieron presenciando su despertar por largas horas en los que poco a poco su presencia se hizo más que evidente en la conexión que compartían.
Atendiendo a la petición de la Descendiente Dioscórides y de lo que sería una misión que conocía hace mucho, el árbol poco a poco extendió una de sus largas y poderosas ramas hacia la pequeña dama que yacía a sus pies: Aura. De sus hojas, poco a poco se formó una delicada semilla dorada como regalo para el ser puro que estaba ante él.
Sofía sabría qué hacer, cómo darle una fuente de vida a aquella semilla.
Lo que era necesario sacrificar. Por algo había comenzado aquel ritual.

Le dio un gustazo ver a Catherine llegar, sentándose frente a ella. Le sonrió abiertamente y se le llenaron los ojos de lágrimas de felicidad que no llegó a derramar. No sabía por qué, pero estaba muy emocionada. Recibió también con una sonrisa a Giordano y a Cedric, señalándoles también que se sentaran. El grupo estuvo entonces completo y tras algunos saludos iniciales, comenzaron con el ritual.
Todo se sentía bien. Era como si la felicidad estuviera fluyendo por ella misma y la estuviera moldeando para que llegara al árbol como debía llegar. O quizás el árbol le estaba permitiendo presenciar solo un rayo de luz que lo recorría por dentro. De cualquier modo era magnífico. Estuvo así, feliz, por largos minutos, hasta que escuchó a Giordano levantarse. Abrió los ojos con cuidado y le miró con todo el amor que tenía por él. Se dio cuenta de por qué no pudo canalizar. No encontraba momentos felices. No lo había logrado, pero sabía que si pudiera verse a sí mismo con el mismo amor que otros tenían por él, seguramente tendría muchísimos momentos felices.- ¿Cómo podríamos saber que lo que sentimos es felicidad sin reconocer el dolor? - Dijo directamente hacia él. Si el resto estaban concentrados en la canalización, no les interrumpiría su voz.- Eres una buena anguila, Gio. Eres la mejor anguila.- Dijo con la mirada clavada en Giordano y una sonrisa. A saber si el moreno entendería la referencia. La había dicho en su boda y no había manera de que su amor por él fuera más grande desde ese día. Quizás no había podido ir por él en el instante en que entendió que estaba en problemas, pero lo había mantenido en su corazón durante todo ese tiempo.
Mientras se regocijaba con su pequeña niña en brazos, el árbol crujió levemente. Bien podría ser solo el movimiento de una rama, pero era distinto. No estaba meciéndose pasivamente sino volviendo a la vida de manera activa. El árbol se había tardado, pero comenzaba a desperezarse. Aura se quedó seria a la vez que ella y se mantuvo en silencio, viendo las hojas un momento. La felicidad de Sofía nunca fue tan grande como mientras la observaba descubrir la naturaleza que dormía frente a ella, pues si había escuchado también aquel crujido era porque ya era parte de ella desde antes de nacer. El árbol estaba estirándose hacia el cielo y agitando sus ramitas como si estuviera despertando después de un largo letargo. Aquello estaba predestinado, escrito en la tierra misma, y como tal, tomaría tiempo. Pero no fue así.
Con una gran fascinación, observó como el árbol crecía por encima de los presentes y alcanzaba a Aura para entregarle aquella hermosa semilla dorada. Había un brillo dentro de ella que era, simplemente, algo bellísimo de presenciar. Y su pequeña bebé estaba encantada. Había algo más que hacer para dar vida a lo que necesitaban. El viento se lo susurró como si fuera su consciencia.
No, no era el tipo de sacrificio que había mencionado Vishous. Aquel árbol no requería de sangre, sino de una ofrenda. Y ellas mismas ya habían jurado su vida a Gaia, así que quizás aquel no era el caso de lo que requería. Entre los presentes, miró uno por uno, recorriéndolos mientras sostenía a Aura, que había tomado la semilla y la veía con una tranquilidad que poco había visto; primero vio a Catherine, que sus poderes no eran exactamente compatibles, no se sentía bien el pensar en darle la semilla; Cedric, bastante neutral, podría servir; Giordano no estaba en condiciones de recibirla; Rosse, su querida Rosse, sí, podía ser Rosse, su recientemente encontrada felicidad iba de la mano y ahora su aura era distinta, podía sentirlo; y luego vio a Adael. Y lo vio por mucho tiempo. Adael era quizás el que más comprendía su magia. La tierra era su elemento, era centrado, estable, más que muchos, no era egoista. Más afín a la magia del bosque que Rosse, y más conocido que Cedric, como para ofrecerle cualquier cosa. Y había algo... algo en el suelo que lo conectaba. Como una letanía que lo estaba uniendo directamente con la tierra, casi como ella misma hacía. El Dios podía ser distinto, pero era fascinante ver con tanta claridad todo; él estaba conectado. Quizás había fijado mucho la mirada en él, pero era casi mágico.
Hace falta un sacrificio.- Anunció a los presentes con voz suave viendo la pequeña semilla que el árbol había puesto al alcance de su pequeña niña. No podía más con la felicidad, de verdad que no podía. Aquel árbol milenario había bendecido a su hija con aquel regalo y la había colmado con bendiciones. Entonces lo entendió. No podía ser aquello un sacrificio.- No, es que no es un sacrificio, es más bien una ofrenda.- Ese árbol no iniciaría con sacrificios, no como el anterior.- ¿Estaría alguno dispuesto? - Preguntó, mirando principalmente a Rosse y a Adael. Cogió la semilla se las manos de su pequeña con cuidado, y se sintió tan bendecida que podría llorar de amor por aquel bosque entero. Sentía al bosque entero, cada rama, cada hoja, en su corazón y en la palma de su mano. Estiró entonces la mano a sus compañeros.- ¿Alguno aceptaría unirse a la semilla?
Todo se sentía bien. Era como si la felicidad estuviera fluyendo por ella misma y la estuviera moldeando para que llegara al árbol como debía llegar. O quizás el árbol le estaba permitiendo presenciar solo un rayo de luz que lo recorría por dentro. De cualquier modo era magnífico. Estuvo así, feliz, por largos minutos, hasta que escuchó a Giordano levantarse. Abrió los ojos con cuidado y le miró con todo el amor que tenía por él. Se dio cuenta de por qué no pudo canalizar. No encontraba momentos felices. No lo había logrado, pero sabía que si pudiera verse a sí mismo con el mismo amor que otros tenían por él, seguramente tendría muchísimos momentos felices.- ¿Cómo podríamos saber que lo que sentimos es felicidad sin reconocer el dolor? - Dijo directamente hacia él. Si el resto estaban concentrados en la canalización, no les interrumpiría su voz.- Eres una buena anguila, Gio. Eres la mejor anguila.- Dijo con la mirada clavada en Giordano y una sonrisa. A saber si el moreno entendería la referencia. La había dicho en su boda y no había manera de que su amor por él fuera más grande desde ese día. Quizás no había podido ir por él en el instante en que entendió que estaba en problemas, pero lo había mantenido en su corazón durante todo ese tiempo.
Mientras se regocijaba con su pequeña niña en brazos, el árbol crujió levemente. Bien podría ser solo el movimiento de una rama, pero era distinto. No estaba meciéndose pasivamente sino volviendo a la vida de manera activa. El árbol se había tardado, pero comenzaba a desperezarse. Aura se quedó seria a la vez que ella y se mantuvo en silencio, viendo las hojas un momento. La felicidad de Sofía nunca fue tan grande como mientras la observaba descubrir la naturaleza que dormía frente a ella, pues si había escuchado también aquel crujido era porque ya era parte de ella desde antes de nacer. El árbol estaba estirándose hacia el cielo y agitando sus ramitas como si estuviera despertando después de un largo letargo. Aquello estaba predestinado, escrito en la tierra misma, y como tal, tomaría tiempo. Pero no fue así.
Con una gran fascinación, observó como el árbol crecía por encima de los presentes y alcanzaba a Aura para entregarle aquella hermosa semilla dorada. Había un brillo dentro de ella que era, simplemente, algo bellísimo de presenciar. Y su pequeña bebé estaba encantada. Había algo más que hacer para dar vida a lo que necesitaban. El viento se lo susurró como si fuera su consciencia.
No, no era el tipo de sacrificio que había mencionado Vishous. Aquel árbol no requería de sangre, sino de una ofrenda. Y ellas mismas ya habían jurado su vida a Gaia, así que quizás aquel no era el caso de lo que requería. Entre los presentes, miró uno por uno, recorriéndolos mientras sostenía a Aura, que había tomado la semilla y la veía con una tranquilidad que poco había visto; primero vio a Catherine, que sus poderes no eran exactamente compatibles, no se sentía bien el pensar en darle la semilla; Cedric, bastante neutral, podría servir; Giordano no estaba en condiciones de recibirla; Rosse, su querida Rosse, sí, podía ser Rosse, su recientemente encontrada felicidad iba de la mano y ahora su aura era distinta, podía sentirlo; y luego vio a Adael. Y lo vio por mucho tiempo. Adael era quizás el que más comprendía su magia. La tierra era su elemento, era centrado, estable, más que muchos, no era egoista. Más afín a la magia del bosque que Rosse, y más conocido que Cedric, como para ofrecerle cualquier cosa. Y había algo... algo en el suelo que lo conectaba. Como una letanía que lo estaba uniendo directamente con la tierra, casi como ella misma hacía. El Dios podía ser distinto, pero era fascinante ver con tanta claridad todo; él estaba conectado. Quizás había fijado mucho la mirada en él, pero era casi mágico.
Hace falta un sacrificio.- Anunció a los presentes con voz suave viendo la pequeña semilla que el árbol había puesto al alcance de su pequeña niña. No podía más con la felicidad, de verdad que no podía. Aquel árbol milenario había bendecido a su hija con aquel regalo y la había colmado con bendiciones. Entonces lo entendió. No podía ser aquello un sacrificio.- No, es que no es un sacrificio, es más bien una ofrenda.- Ese árbol no iniciaría con sacrificios, no como el anterior.- ¿Estaría alguno dispuesto? - Preguntó, mirando principalmente a Rosse y a Adael. Cogió la semilla se las manos de su pequeña con cuidado, y se sintió tan bendecida que podría llorar de amor por aquel bosque entero. Sentía al bosque entero, cada rama, cada hoja, en su corazón y en la palma de su mano. Estiró entonces la mano a sus compañeros.- ¿Alguno aceptaría unirse a la semilla?
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