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Cientos de siglos en alguna de las piedras que componen estas tumbas. Guerras, epidemias... todo se lleva la vida sin piedad con la raza, el color o la condición. La guerra ha dejado numerosas tumbas sin nombre, cada una con su historia. Esta zona puede ser peligrosa, no sería la primera vez que se ve un vampiro por aquí...
Deambulo por el cementerio. La noche es fría, algo más que lo usual para estas fechas. Camino sin un rumbo muy fijo, entre las tumbas, al amparo de la oscuridad de la noche. Sin embargo, la luna llena hace que el cielo esté mas iluminado de lo normal, y hasta ese exceso de luz nocturna me molesta y empeora mi ya de por si frágil humor. Protegiendome los ojos con la mano a modo de visera, como si hiciera un sol de justicia, elevo la mirada hacia la luna.
-Esta noche es noche de bestias.
Sonrío de lado por la ironia, si a eso se le puede llamar sonrisa.
-De las que aúllan y de las que no.
Pese a las molestias, la luna llena es lo unico que puede sustituir en mis retinas al nunca olvidado sol. Asi que la contemplo durante un buen rato mas, quieto como una estatua. Es el reflejo de su luz, reflejos, reflejos....es todo lo que queda. Mi gesto se torna serio y reanudo mi camino entre las tumbas del cementerio. Por algún motivo, espero detectar el olor a tabaco. Alguno de mis recuerdos, debe de ser eso. Agudizo mis sentidos: llevo noches sin cazar. Sin embargo....nada, ni un rastro de vida alrededor.
"Me pregunto si la guerra habrá acabado ya con todos. Nadie quiere venir ya a visitar a sus muertos?"
Sin darme cuenta, la mano que habia apoyado sobre una de las lapidas está ejerciendo una fuerza desmedida, hasta el punto de agrietar la piedra. Al oir el "crack" miro hacia abajo con desden y aparto mi mano de la misma manera. No estamos como para desperdiciar fuerzas. Decido sentarme al refugio de la estatua de una mujer que inclinada que llora, cubierta por enredaderas secas, a la cual le falta parte del rostro y una mano.
-Buenas noches, señora. Espero que no le importune mi presencia...
Cierro mis ojos, sentado, atento, dormido. Aguardando. Pareciendo tan estatico, muerto y frio como la estatua a cuya vera me he sentado.
-Esta noche es noche de bestias.
Sonrío de lado por la ironia, si a eso se le puede llamar sonrisa.
-De las que aúllan y de las que no.
Pese a las molestias, la luna llena es lo unico que puede sustituir en mis retinas al nunca olvidado sol. Asi que la contemplo durante un buen rato mas, quieto como una estatua. Es el reflejo de su luz, reflejos, reflejos....es todo lo que queda. Mi gesto se torna serio y reanudo mi camino entre las tumbas del cementerio. Por algún motivo, espero detectar el olor a tabaco. Alguno de mis recuerdos, debe de ser eso. Agudizo mis sentidos: llevo noches sin cazar. Sin embargo....nada, ni un rastro de vida alrededor.
"Me pregunto si la guerra habrá acabado ya con todos. Nadie quiere venir ya a visitar a sus muertos?"
Sin darme cuenta, la mano que habia apoyado sobre una de las lapidas está ejerciendo una fuerza desmedida, hasta el punto de agrietar la piedra. Al oir el "crack" miro hacia abajo con desden y aparto mi mano de la misma manera. No estamos como para desperdiciar fuerzas. Decido sentarme al refugio de la estatua de una mujer que inclinada que llora, cubierta por enredaderas secas, a la cual le falta parte del rostro y una mano.
-Buenas noches, señora. Espero que no le importune mi presencia...
Cierro mis ojos, sentado, atento, dormido. Aguardando. Pareciendo tan estatico, muerto y frio como la estatua a cuya vera me he sentado.
¿Qué carajos me llevaba a aquel sitio? Estaba hecho una puta pena. No me gustaba salir al exterior, tal vez lo había hecho menos de una docena de veces en toda mi vida. Y había algo absurdamente asqueroso de todo aquello, las fuertísimas olores, los vientos fríos, o sobretodo aquel techo que no se podía tocar con las manos, aquel abismo al que me daba miedo caer si despegaba los pies del suelo. En ocasiones aquel vacío inmenso se teñía de azul, pues una bola de fuego lo iluminaba. Había aprendido a odiarla. Me quemaba los ojos, hacía arder mi piel, mi existencia, el calor me abrumaba… Poco o nada sabía sobre aquello, pero tras muchas explicaciones, un par de críos que me había quedado cuidando porque estaban flojos de salud, me habían explicado sobre el día y la noche. Eran datos importantes para algunos de mis viajes como mercenario. En teoría los humanos y el resto de razas del exterior dividían el tiempo en días, los cuales eran mitad de bola de fuego y los otros de luna. Consideraba la segunda extraña pero más apetecible, aunque cambiaba de forma con constancia, y ni siquiera los críos aquellos sabían exactamente porqué.
Aquella era una de las pocas ocasiones en las que me guiaba un interés no económico. Quería ver mundo. No, quería ver qué era un cementerio, con mis propios ojos. Cada sociedad tiene su forma de encargarse de los muertos, y a mí, la práctica de enterrarlos me resultó curiosa. Quería verlo con mis propios ojos. ¿Y qué mejor que la noche para ir allí? Nadie me había dicho que esos lugares estaban poblados de cosas algo más oscuras de lo normal, de historias sobre muertos que salen de debajo de la tierra.
Me esperaba otra cosa. La mayoría del cementerio eran poco más que piedras con inscripciones, mayormente en común. Me entretenía agachándome en ellas e intentando descifrar los nombres, pero aún me sorprendía lo impronunciables que podían ser. -Xa’huuli.- Fue la única conclusión que saqué ante todo aquello. Me parecía una práctica poco… útil. No servía de nada. Los cadáveres estaban mejor muertos, no bajo tierra. Me parecía más digno morir donde los gusanos no me pudieran devorar la carne. Y había decidido que, si podía, haría que me quemaran.
Sabía que debía buscar un refugio cuanto antes. Llevaba algo de comida pasada encima, cargado como iba con la mochilita. Llevaba el bastón en su forma para ayudarme a caminar. De vez en cuando estornudaba, enfermo de nuevo. Porque los humanos no hacían mucho más que transmitir enfermedades. Me fijé que algunas tumbas tenían enormes estatuas para honrar. Como siempre habían algunos que querían distinguirse de otros, hasta en la muerte… Suspiré. Pensaba en que, al menos, allí fuera eso no era una oportunidad reservada a las mujeres. Aunque tampoco tenía mucho que rascar, como híbrido.
Y entonces reparé en que en una de las estatuas -la de una mujer llorosa- había algo sentado, quieto, simple, que si no me hubiera fijado un par de veces habría pasado como trozo de roca. Hacía frío, pensé sin razón. Había un hombre allí sentado, casi durmiendo, y sabía que no debía estar allí. La mayoría de las personas preferían la luz del día, y aún así… Quizás no me gustaba estar tan solo. No era muy fanático de buscar contacto con la gente, pero lo cierto es que llevaba un rato un poco perdido. No me acordaba ni por donde había entrado. Todo era un mar de roca y tierra, de desolación, de muerte. Literalmente.
Desde una distancia prudente, hablé. -Taudl...- Agité mi cabeza, intentando recordar el común. -Perdona…- Se notaba a la legua que ese no era mi idioma natal. -¿Saba… Sabe donde está la…- Salida, Vor. Salida. No es tan difícil. -... Salida?- En aquellos momentos llevaba aún muy poco tiempo allí. No había tenido ni un año para aprender el común. -Llevar… No, llevo un rato noamu… Perdido, eh…- Y restregaba un pie en el suelo, un poco vergonzoso. Esperaba que a la luz de la luna no reparara en mi origen mestizo, y si no, el pañuelo que llevaba enroscado a la altura de la nariz debía ayudar.
Aquella era una de las pocas ocasiones en las que me guiaba un interés no económico. Quería ver mundo. No, quería ver qué era un cementerio, con mis propios ojos. Cada sociedad tiene su forma de encargarse de los muertos, y a mí, la práctica de enterrarlos me resultó curiosa. Quería verlo con mis propios ojos. ¿Y qué mejor que la noche para ir allí? Nadie me había dicho que esos lugares estaban poblados de cosas algo más oscuras de lo normal, de historias sobre muertos que salen de debajo de la tierra.
Me esperaba otra cosa. La mayoría del cementerio eran poco más que piedras con inscripciones, mayormente en común. Me entretenía agachándome en ellas e intentando descifrar los nombres, pero aún me sorprendía lo impronunciables que podían ser. -Xa’huuli.- Fue la única conclusión que saqué ante todo aquello. Me parecía una práctica poco… útil. No servía de nada. Los cadáveres estaban mejor muertos, no bajo tierra. Me parecía más digno morir donde los gusanos no me pudieran devorar la carne. Y había decidido que, si podía, haría que me quemaran.
Sabía que debía buscar un refugio cuanto antes. Llevaba algo de comida pasada encima, cargado como iba con la mochilita. Llevaba el bastón en su forma para ayudarme a caminar. De vez en cuando estornudaba, enfermo de nuevo. Porque los humanos no hacían mucho más que transmitir enfermedades. Me fijé que algunas tumbas tenían enormes estatuas para honrar. Como siempre habían algunos que querían distinguirse de otros, hasta en la muerte… Suspiré. Pensaba en que, al menos, allí fuera eso no era una oportunidad reservada a las mujeres. Aunque tampoco tenía mucho que rascar, como híbrido.
Y entonces reparé en que en una de las estatuas -la de una mujer llorosa- había algo sentado, quieto, simple, que si no me hubiera fijado un par de veces habría pasado como trozo de roca. Hacía frío, pensé sin razón. Había un hombre allí sentado, casi durmiendo, y sabía que no debía estar allí. La mayoría de las personas preferían la luz del día, y aún así… Quizás no me gustaba estar tan solo. No era muy fanático de buscar contacto con la gente, pero lo cierto es que llevaba un rato un poco perdido. No me acordaba ni por donde había entrado. Todo era un mar de roca y tierra, de desolación, de muerte. Literalmente.
Desde una distancia prudente, hablé. -Taudl...- Agité mi cabeza, intentando recordar el común. -Perdona…- Se notaba a la legua que ese no era mi idioma natal. -¿Saba… Sabe donde está la…- Salida, Vor. Salida. No es tan difícil. -... Salida?- En aquellos momentos llevaba aún muy poco tiempo allí. No había tenido ni un año para aprender el común. -Llevar… No, llevo un rato noamu… Perdido, eh…- Y restregaba un pie en el suelo, un poco vergonzoso. Esperaba que a la luz de la luna no reparara en mi origen mestizo, y si no, el pañuelo que llevaba enroscado a la altura de la nariz debía ayudar.
Permanezco sentado con la espalda apoyada contra el pedastal de la estatua, con la mente divagando y los ojos cerrados
"Deberia continuar escribiendo algunas cosas en el libro que me dio Shinare"
Suspiro, aunque no lo necesito. En ese momento al olor de la tierra humeda, de la piedra y de la madera, se le une otro mucho mas agradable. Uno que provoca que cuando abra mis ojos mis pupilas se estrechen.
"Por fin...algo de vida"
Continuo sin moverme, simplemente dejo que los pasos se aproximen. Vuelvo a cerrar mis ojos. El olfato y el oido me permiten hacerme a la idea de por donde va el recien llegado. Sangre...sin duda, pero ninguna que reconozca. Eso me desconcierta en cierto modo, y hace que mi curiosidad se equipare con mi sed de sangre. Un pulso un tanto rapido martillea en mis oidos. Al punto de que se comienza a volver enloquecedor, momento en el que decido abrir mis ojos y sacudir la cabeza para librarme del sonido de su pulso.
"Basta"
Mis ojos siguen entonces el trayecto del recien llegado, que parece percatarse de mi presencia, pese a mi inmovilidad y a la oscuridad reinante. Vale que habia luna llena, pero aun asi a una persona normal le habria costado distinguirme
"Curioso"
-Un extranjero....
Musito con voz ronca, las palabras que habia dicho no me sonaban a ningun idioma conocido. ¿Ruso? No.... Jack hablaba ruso, eso no era ruso. Algun idioma raro del norte? Ni idea. No lo habia oido en mi vida. Ni en mi no vida tampoco. Me levanto apoyandome sobre la estatua de la mujer, pasando una mano por mi frente, como si me diera mucha pereza ponerme en pie, pero sin dejar de examinarlo con la mirada, yendo mis ojos directamente a los suyos. Y luego a algunos detalles, pero va encapuchado, y salvo su olor desconocido, pocas pistas puedo sacar.
-Y que mejor lugar para perderse que éste, los jardines de los pecadores y de los muertos. Aquí ninguno de ellos te va a juzgar.
Miro a la estatua de la mujer, pasando una mano por su rostro destrozado y apartandole unos trozos de enredaderas secas que le salian de los ojos, con aire indulgente y la mirada perdida.
-¿Buscas la salida? Yo tampoco sé donde está. La extravié hace tiempo.
"Deberia continuar escribiendo algunas cosas en el libro que me dio Shinare"
Suspiro, aunque no lo necesito. En ese momento al olor de la tierra humeda, de la piedra y de la madera, se le une otro mucho mas agradable. Uno que provoca que cuando abra mis ojos mis pupilas se estrechen.
"Por fin...algo de vida"
Continuo sin moverme, simplemente dejo que los pasos se aproximen. Vuelvo a cerrar mis ojos. El olfato y el oido me permiten hacerme a la idea de por donde va el recien llegado. Sangre...sin duda, pero ninguna que reconozca. Eso me desconcierta en cierto modo, y hace que mi curiosidad se equipare con mi sed de sangre. Un pulso un tanto rapido martillea en mis oidos. Al punto de que se comienza a volver enloquecedor, momento en el que decido abrir mis ojos y sacudir la cabeza para librarme del sonido de su pulso.
"Basta"
Mis ojos siguen entonces el trayecto del recien llegado, que parece percatarse de mi presencia, pese a mi inmovilidad y a la oscuridad reinante. Vale que habia luna llena, pero aun asi a una persona normal le habria costado distinguirme
"Curioso"
-Un extranjero....
Musito con voz ronca, las palabras que habia dicho no me sonaban a ningun idioma conocido. ¿Ruso? No.... Jack hablaba ruso, eso no era ruso. Algun idioma raro del norte? Ni idea. No lo habia oido en mi vida. Ni en mi no vida tampoco. Me levanto apoyandome sobre la estatua de la mujer, pasando una mano por mi frente, como si me diera mucha pereza ponerme en pie, pero sin dejar de examinarlo con la mirada, yendo mis ojos directamente a los suyos. Y luego a algunos detalles, pero va encapuchado, y salvo su olor desconocido, pocas pistas puedo sacar.
-Y que mejor lugar para perderse que éste, los jardines de los pecadores y de los muertos. Aquí ninguno de ellos te va a juzgar.
Miro a la estatua de la mujer, pasando una mano por su rostro destrozado y apartandole unos trozos de enredaderas secas que le salian de los ojos, con aire indulgente y la mirada perdida.
-¿Buscas la salida? Yo tampoco sé donde está. La extravié hace tiempo.
Aquel hombre me catalogó de extranjero a primera vista. Lo cual no era, exactamente, una mala cosa. Ya me convenía a mi que creyera que venía de cualquier lado del mundo excepto de las zonas subterráneas, o que sencillamente me identificara como drows. No todos -por no decir muchos- eran conocedores de mi raza, e incluso cuando no dejaban de mirarme feo, era preferible que pensaran que era un elfo de piel oscura antes que cualquiera de los estereotipos asociados con aquellos con los que me crié. Entre comillas. Aún así se permitió escrutarme de arriba a abajo. No hice ningún amago de querer esconderme, prefiriendo que no se lo tomara a mal.
Entonces habló de una forma más o menos poética y no entendí mucho más que “perderse” y alguna que otra palabra suelta. Me aferré con fuerza al bastón, desconcertado. Debía estar un poco loco. ¿Pero quién no lo estaba, en el fondo? Tenía un aspecto… Simple, pero prefería no quitarle los ojos de encima. A mi los humanos se me antojaban todos iguales, y en la mitad de las ocasiones incluso era difícil distinguir diferentes razas. Habían algunos que tenían magia en sus venas… Pero en poco o nada cambiaba a mi parecer su aspecto. Me resultaba más sencillo aprender a distinguirlos a partir de sus personalidades, en lo que si que variaban mucho, no como en las cuevas. Donde todos son igual de malos y son tan fanáticos como cualquier otro.
Luego tocó la estatua limpiándola de hierbajos. Uno de mis pies golpeaba el suelo, un poco impaciente, pensando que tal vez lo que antes había dicho era alguna orden o sencillamente se había desentendido de mi. Apretaba con fuerza el bastón, en guardia, por si a aquel individuo se le iba la olla de repente. Luego me dijo que había perdido la salida, aunque la palabra “extraviar” la tuve que sacar por el contexto. -¿Tiempo?- ¿Cuánto llevaba ahí metido? -Shu… ¿Cuánto tiempo llevar perdido?- Le gruñí toscamente.
Me balanceé un poco, recolzando el peso en una pierna y después en la otra, con Zer’taht clavado en el suelo. Una parte de mi decía que me fuera de allí, que seguro que era más rápido (y requería menos hablar) que lo buscara por mi mismo. Por otra, llevaba un rato un poco amedrentado por la muerte. Pensaba en cosas, recordaba lo terrible de esta, la razón por la que había marchado de mi “hogar”... Y todo estaba relacionado con aquello mismo, aquella condición repugnante. Nunca debí haberme metido en un cementerio. En el fondo, me daba algo de miedo.
-¿Quieres tu acompañar a salir?- Quizás sonaba demasiado como un favor. Tras buscar las palabras adecuadas, traté de rectificar. -No… No saber yo si… Si tu quierer… Quieres salir de uchad…- Agité mi cabeza. -Aquí. Si es el caso…- Me arrepentía de cada una de mis palabras tal y como las iba escupiendo. Prefería ir solo. Definitivamente. Me ponía en tensión no hablar bien con él. Me molestaba su presencia, estaba para que le tocaran un vals. Pero era de mala educación dejarlo ahí, plantado, e irme corriendo sin más. Creería que le tenía miedo. Y era cierto, no lo neguemos, pero… -Taudl, no hablo bien el Común.- Esa frase, por suerte, había sido prácticamente lo primero que había aprendido a decir. Aunque tal vez había sido un poco innecesaria.
Entonces habló de una forma más o menos poética y no entendí mucho más que “perderse” y alguna que otra palabra suelta. Me aferré con fuerza al bastón, desconcertado. Debía estar un poco loco. ¿Pero quién no lo estaba, en el fondo? Tenía un aspecto… Simple, pero prefería no quitarle los ojos de encima. A mi los humanos se me antojaban todos iguales, y en la mitad de las ocasiones incluso era difícil distinguir diferentes razas. Habían algunos que tenían magia en sus venas… Pero en poco o nada cambiaba a mi parecer su aspecto. Me resultaba más sencillo aprender a distinguirlos a partir de sus personalidades, en lo que si que variaban mucho, no como en las cuevas. Donde todos son igual de malos y son tan fanáticos como cualquier otro.
Luego tocó la estatua limpiándola de hierbajos. Uno de mis pies golpeaba el suelo, un poco impaciente, pensando que tal vez lo que antes había dicho era alguna orden o sencillamente se había desentendido de mi. Apretaba con fuerza el bastón, en guardia, por si a aquel individuo se le iba la olla de repente. Luego me dijo que había perdido la salida, aunque la palabra “extraviar” la tuve que sacar por el contexto. -¿Tiempo?- ¿Cuánto llevaba ahí metido? -Shu… ¿Cuánto tiempo llevar perdido?- Le gruñí toscamente.
Me balanceé un poco, recolzando el peso en una pierna y después en la otra, con Zer’taht clavado en el suelo. Una parte de mi decía que me fuera de allí, que seguro que era más rápido (y requería menos hablar) que lo buscara por mi mismo. Por otra, llevaba un rato un poco amedrentado por la muerte. Pensaba en cosas, recordaba lo terrible de esta, la razón por la que había marchado de mi “hogar”... Y todo estaba relacionado con aquello mismo, aquella condición repugnante. Nunca debí haberme metido en un cementerio. En el fondo, me daba algo de miedo.
-¿Quieres tu acompañar a salir?- Quizás sonaba demasiado como un favor. Tras buscar las palabras adecuadas, traté de rectificar. -No… No saber yo si… Si tu quierer… Quieres salir de uchad…- Agité mi cabeza. -Aquí. Si es el caso…- Me arrepentía de cada una de mis palabras tal y como las iba escupiendo. Prefería ir solo. Definitivamente. Me ponía en tensión no hablar bien con él. Me molestaba su presencia, estaba para que le tocaran un vals. Pero era de mala educación dejarlo ahí, plantado, e irme corriendo sin más. Creería que le tenía miedo. Y era cierto, no lo neguemos, pero… -Taudl, no hablo bien el Común.- Esa frase, por suerte, había sido prácticamente lo primero que había aprendido a decir. Aunque tal vez había sido un poco innecesaria.
Mis parpados se estrechan mirando la cara de la estatua cuando Vor'Kalth dice la palabra "tiempo" y a continuacion me pregunta. ¿Tiempo? Es verdad. ¿Cuánto habia pasado? Había perdido la cuenta. Eso no es buena señal. Un rictus de ira puede apreciarse en mis apretados labios, pese a que mis ojos siguen fijos en la mujer de piedra a la que parecia estar haciendole un favor al retirarle las enredaderas con mi mano. Mi oleada de ira pasajera hace que imprima un exceso de fuerza en mi mano y la mejilla de la estatua acabe cuarteándose, para despues desprenderse y caer pesadamente al suelo, produciendo un sonoro "crock" y dejando a la mujer semidescabezada. Aparto la mano como si no hubiese tenido que ver conmigo.
-Vaya. La piedra estaba muy vieja ya. Sí. El tiempo...
Suspiro nuevamente, mirando al suelo. Y mi atencion retorna al semi-drow, que parecia jodidamente tenso mientras buscaba las palabras adecuadas para comunicarse conmigo y acababa por ofrecerme ayuda. Sonrío de lado, emitiendo un breve sonido que puede interpretarse como parte de esa sonrisa y niego con mi cabeza. Mientras él habla, hago que de la sombra que él estaba proyectando a causa de la luna llena, se eleven unos zarcillos de oscuridad, silenciosos a su espalda. Los controlo para que lleguen hasta la altura de su cabeza. Ese baston que poseia vibraba con magia.
-Ofreces tu ayuda a un desconocido que pasa sus noches en un cementerio?
Alzo mis cejas sin dejar de sorprenderme. La sorpresa es tal que hasta me resulta graciosa. Empiezo a pensar que tal vez, igual que yo no lo he logrado identificar a él, el no haya logrado identificarme a él....y su sangre sigue llamándome igual.
En ese momento, los zarcillos de oscuridad que habia elevado hasta la altura de su cabeza, se enrollan sobre su capucha tirando de ella hacia atrás, para dejar parte de su cabeza al descubierto aunque siga embozado hasta las narices. La luna me permite ver su pelo blanco, la piel oscura y las orejas afiladas. Un...elfo? Uno un poco peculiar, al menos para mi conocimiento. Ahora puedo verle mejor la cara, antes la sombra de su capucha me dificultaban acceder bien a sus ojos
-Ya veo....sí, llevaba un rato preguntándome que clase de idioma hablabas.
Me aproximo a él, caminando despacio y sin prisa. Las sombras se arremolinan a mis pies como si fuesen niebla. Me planteo la posibilidad de que el extranjero salga huyendo, pero va armado. En teoría, si quiesiera, tendria posibilidades de defenderse. Tampoco parecia un corderito descarriado y fácil.
"Mejor"
-Creo que no. Creo que será mejor que busques la salida tú solo. Si te dejo.
Uno de esos zarcillos de oscuridad se pasea por su cuello al tiempo que digo eso último, pero sin apretar aún, mientras sigo acercandome a él.
-Vaya. La piedra estaba muy vieja ya. Sí. El tiempo...
Suspiro nuevamente, mirando al suelo. Y mi atencion retorna al semi-drow, que parecia jodidamente tenso mientras buscaba las palabras adecuadas para comunicarse conmigo y acababa por ofrecerme ayuda. Sonrío de lado, emitiendo un breve sonido que puede interpretarse como parte de esa sonrisa y niego con mi cabeza. Mientras él habla, hago que de la sombra que él estaba proyectando a causa de la luna llena, se eleven unos zarcillos de oscuridad, silenciosos a su espalda. Los controlo para que lleguen hasta la altura de su cabeza. Ese baston que poseia vibraba con magia.
-Ofreces tu ayuda a un desconocido que pasa sus noches en un cementerio?
Alzo mis cejas sin dejar de sorprenderme. La sorpresa es tal que hasta me resulta graciosa. Empiezo a pensar que tal vez, igual que yo no lo he logrado identificar a él, el no haya logrado identificarme a él....y su sangre sigue llamándome igual.
En ese momento, los zarcillos de oscuridad que habia elevado hasta la altura de su cabeza, se enrollan sobre su capucha tirando de ella hacia atrás, para dejar parte de su cabeza al descubierto aunque siga embozado hasta las narices. La luna me permite ver su pelo blanco, la piel oscura y las orejas afiladas. Un...elfo? Uno un poco peculiar, al menos para mi conocimiento. Ahora puedo verle mejor la cara, antes la sombra de su capucha me dificultaban acceder bien a sus ojos
-Ya veo....sí, llevaba un rato preguntándome que clase de idioma hablabas.
Me aproximo a él, caminando despacio y sin prisa. Las sombras se arremolinan a mis pies como si fuesen niebla. Me planteo la posibilidad de que el extranjero salga huyendo, pero va armado. En teoría, si quiesiera, tendria posibilidades de defenderse. Tampoco parecia un corderito descarriado y fácil.
"Mejor"
-Creo que no. Creo que será mejor que busques la salida tú solo. Si te dejo.
Uno de esos zarcillos de oscuridad se pasea por su cuello al tiempo que digo eso último, pero sin apretar aún, mientras sigo acercandome a él.
Casi como quien no quiere la cosa, recuerdo que acabó destrozando la estatua sobre la que se sentaba. Según tenía registrado aquello era un acto de profanación de los muertos, cosa que no estaba bien vista desde la sociedad humana. Y… Había algo poco natural en aquella persona, que parecía más bien escuálida. No todas las personas podían partir la piedra con un simple apretón. Me puse en guardia, al menos interiormente. Intentaba aparentar estar relajado, tranquilo, como si nada de aquello me inmutase, como si sus palabras extrañas en sucio común fueran cosas agradables de oír. Él sonreía. Mi rostro era bastante más frío, casi más similar al de una estatua. No dejaba de observar sus movimientos ni escuchar sus palabras. Sabía que me había metido en un lugar poco adecuado, que no debía estar allí, que debería tratar de salir pitando. -Si, lo hago.- Le respondí ante su pregunta. Aunque dentro de mi una vocecilla gritaba que no debía.
Entonces sentí algo a mi espalda, en mi cabeza, tocando lo que no debían tocar. Me moví bruscamente. Vi oscuridad. Oscuridad condensada, algo que ni siquiera mis ojos eran capaces de comprender. Me había puesto de los nervios, definitivamente. Comprendí que intentaba, revelar lo que era. Gruñí como un perro molesto en cuanto noté el frío nocturno rozarme el rostro, moverme la melena, congelar la punta de mis orejas. Le enseñé los dientes casi como un animal, demostrando que ahí se había acabado mi simpatía por él. -Naut darthirii. F’sarn Tu'rilthiir.- Al estar tenso me había vuelto incapaz de hablar el común o siquiera intentarlo. -Il'kahtical- Escupí ese insulto (imbécil) casi con asco.
Él se me acercaba a mi y yo no dejaba de mostrar mi desagrado. Sabía que detrás habían aquellas cosas desagradables, que debía tener cuidado, que si atacaba era mucho más razonable que me apartara de ahí en medio antes de hacer nada. Notaba uno de esos… ¿Tentáculos? Apretarse en mi cuello. -Fa'la zatoast…- Otro insulto, bastardo. Aún trataba de disimular las intenciones. Quería que espere que vaya a atacar a distancia, probablemente a intentar algún conjuro. Es lo que grita mi bastón. Acabé por reposar todo el peso en un pie, con disimulo, y entonces aproveché para dar un salto brusco hacia un lado, para apartarme de ese molestísimo contacto que tenía encima. Coloqué el bastón en forma horizontal (defensiva) y hablé en común. -Yo no tengo nada de valor.- Le gruñí. -¿No ayuda? Dejame en paz. Simple. Soy… Curandero. Si. Yo curar gente. No dañar.- Todo eso dicho con una cara más bien convincente, de cordero degollado, de hombre asustado.
Registré casi con calma uno de mis bolsillos y le enseñé un saco de hierbajos, ocultando otra cosa en la manga. -¿Tu ver? Curar, yo curar.- Me costaba mucho articular palabras en un momento tenso. Entonces me lo metí también en la manga y dejé caer otra cosa: Mi daga. Y tal como noté el mango en mi mano se la arrojé directamente al pecho, de inmediato cogiendo el bastón para volver a colocarme en posición defensiva. -Wael…
Entonces sentí algo a mi espalda, en mi cabeza, tocando lo que no debían tocar. Me moví bruscamente. Vi oscuridad. Oscuridad condensada, algo que ni siquiera mis ojos eran capaces de comprender. Me había puesto de los nervios, definitivamente. Comprendí que intentaba, revelar lo que era. Gruñí como un perro molesto en cuanto noté el frío nocturno rozarme el rostro, moverme la melena, congelar la punta de mis orejas. Le enseñé los dientes casi como un animal, demostrando que ahí se había acabado mi simpatía por él. -Naut darthirii. F’sarn Tu'rilthiir.- Al estar tenso me había vuelto incapaz de hablar el común o siquiera intentarlo. -Il'kahtical- Escupí ese insulto (imbécil) casi con asco.
Él se me acercaba a mi y yo no dejaba de mostrar mi desagrado. Sabía que detrás habían aquellas cosas desagradables, que debía tener cuidado, que si atacaba era mucho más razonable que me apartara de ahí en medio antes de hacer nada. Notaba uno de esos… ¿Tentáculos? Apretarse en mi cuello. -Fa'la zatoast…- Otro insulto, bastardo. Aún trataba de disimular las intenciones. Quería que espere que vaya a atacar a distancia, probablemente a intentar algún conjuro. Es lo que grita mi bastón. Acabé por reposar todo el peso en un pie, con disimulo, y entonces aproveché para dar un salto brusco hacia un lado, para apartarme de ese molestísimo contacto que tenía encima. Coloqué el bastón en forma horizontal (defensiva) y hablé en común. -Yo no tengo nada de valor.- Le gruñí. -¿No ayuda? Dejame en paz. Simple. Soy… Curandero. Si. Yo curar gente. No dañar.- Todo eso dicho con una cara más bien convincente, de cordero degollado, de hombre asustado.
Registré casi con calma uno de mis bolsillos y le enseñé un saco de hierbajos, ocultando otra cosa en la manga. -¿Tu ver? Curar, yo curar.- Me costaba mucho articular palabras en un momento tenso. Entonces me lo metí también en la manga y dejé caer otra cosa: Mi daga. Y tal como noté el mango en mi mano se la arrojé directamente al pecho, de inmediato cogiendo el bastón para volver a colocarme en posición defensiva. -Wael…
Puedo sentir como su corazon de acelera a causa de los nervios. Si....ahora puedo suponer bastante bien que quiza sea la primera vez que tiene a un vampiro delante. Así estamos los dos en empate técnico. Y por un lado está bien que no te lancen esas miradas de terror y asco nada mas identificar lo que eres. Aunque si mis instintos me hacen acabar haciendo lo esperable, es probable que consiguiese esa misma mirada por parte del extranjero. Empieza a hablar en su idioma, visiblemente ofendido. Y aunque no entiendo nada en absoluto, intuyo por su tono y expresion que no me está invitando a ningun coctel.
-Usas un curioso lenguaje. ¿De dónde lo has sacado?
Cuando salta de ese modo, ladeo mi cuerpo insintivamente, pero lo unico que ha hecho ha sido apartarse de mis zarcillos de oscuridad, los cuales bajan de nuevo a arremolinarse en el suelo.
-¿Que no tienes nada de valor? Una mala excusa. Sabes que sí lo tienes.
"Un curandero, ha dicho? Vaya. Un combatiente contra la muerte. Irónico"
Aunque pueda creerme eso, sus palabras y su cara no me inspiran compasion ninguna, es practicamente imposible que algo despierte ese sentimiento en mi. Ahora mismo, la necesidad de alimentarse es mas fuerte. Y claro, que tampoco deberia, en vista de que lo siguiente que saca tras enseñarme ese saquillo de hierbas es una estela plateada que vuela directamente hacia mi pecho, hundiendose ahi hasta la empuñadura. Ladeo mi cabeza mirando hacia la daga.
- Buena finta....eres rápido. Pero ésto...
LLevo mis manos hasta la empuñadura, tirando de ella para extraerla de mi pecho mientres mi ceño se frunce brevemente, y una sangre espesa y negra borbotea por la herida
-...esto es un desperdicio.
Examino la daga unos instantes a la luz de la luna antes de lanzarla girando por los aires y hacer que se clave en un arbol muy cercano a él.
- No soy un humano. No me confudas con uno de ellos.
Digo casi con resignacion antes de que mi cuerpo se deshaga en sombras ante sus ojos. La neblina oscura que soy yo ahora se desplaza hacia su retaguardia, lugar en el que vuelvo a adquirir mi forma corpórea. Ahora, muy proximo a él y nada mas reaparecer a su espalda, agarro su cabeza por la nuca y lo estrello con violencia contra el tronco del arbol donde previamente habia ensartado su daga.
-¿Eres un curandero de verdad? A mi me pareces mas bien una amenaza. Una amenaza con muy buena puntería. Les clavas dagas en el pecho a todo aquel que te incomoda?
Le espeto con desdén, manteniendo su cabeza presionada contra el arbol. A la escasa distancia que he quedado de él, puedo oir palpitar la sangre al pasar por su yugular, rápida y cálida. Ese sonido me obsesiona, llamandome. Acerco mi cabeza a su cuello, poco a poco, ¿cuanto tiempo hacia que no me alimentaba? Semanas...y ahora, la herida que me habia hecho en el pecho...si queria que sanase no podia andarme con medias tintas. Abro la boca, mostrando unos colmillos afilados que él por su posicion no podria ver, dispuesto a clavarlos en su cuello.
-Usas un curioso lenguaje. ¿De dónde lo has sacado?
Cuando salta de ese modo, ladeo mi cuerpo insintivamente, pero lo unico que ha hecho ha sido apartarse de mis zarcillos de oscuridad, los cuales bajan de nuevo a arremolinarse en el suelo.
-¿Que no tienes nada de valor? Una mala excusa. Sabes que sí lo tienes.
"Un curandero, ha dicho? Vaya. Un combatiente contra la muerte. Irónico"
Aunque pueda creerme eso, sus palabras y su cara no me inspiran compasion ninguna, es practicamente imposible que algo despierte ese sentimiento en mi. Ahora mismo, la necesidad de alimentarse es mas fuerte. Y claro, que tampoco deberia, en vista de que lo siguiente que saca tras enseñarme ese saquillo de hierbas es una estela plateada que vuela directamente hacia mi pecho, hundiendose ahi hasta la empuñadura. Ladeo mi cabeza mirando hacia la daga.
- Buena finta....eres rápido. Pero ésto...
LLevo mis manos hasta la empuñadura, tirando de ella para extraerla de mi pecho mientres mi ceño se frunce brevemente, y una sangre espesa y negra borbotea por la herida
-...esto es un desperdicio.
Examino la daga unos instantes a la luz de la luna antes de lanzarla girando por los aires y hacer que se clave en un arbol muy cercano a él.
- No soy un humano. No me confudas con uno de ellos.
Digo casi con resignacion antes de que mi cuerpo se deshaga en sombras ante sus ojos. La neblina oscura que soy yo ahora se desplaza hacia su retaguardia, lugar en el que vuelvo a adquirir mi forma corpórea. Ahora, muy proximo a él y nada mas reaparecer a su espalda, agarro su cabeza por la nuca y lo estrello con violencia contra el tronco del arbol donde previamente habia ensartado su daga.
-¿Eres un curandero de verdad? A mi me pareces mas bien una amenaza. Una amenaza con muy buena puntería. Les clavas dagas en el pecho a todo aquel que te incomoda?
Le espeto con desdén, manteniendo su cabeza presionada contra el arbol. A la escasa distancia que he quedado de él, puedo oir palpitar la sangre al pasar por su yugular, rápida y cálida. Ese sonido me obsesiona, llamandome. Acerco mi cabeza a su cuello, poco a poco, ¿cuanto tiempo hacia que no me alimentaba? Semanas...y ahora, la herida que me habia hecho en el pecho...si queria que sanase no podia andarme con medias tintas. Abro la boca, mostrando unos colmillos afilados que él por su posicion no podria ver, dispuesto a clavarlos en su cuello.
-¿Esto lenguaje? No te importa?- Le gruñí ante tal pregunta. Prefería responder eso antes que decir “no, yo hablo drow”, que seguro que iba a comprender muchísimo de ello, o que realmente iba a ser una información que fuera a tranquilizarle los putos nervios. Luego dijo algo de tener alguna cosa de valor. Si, realmente si. Mi bastón. Pero por otra parte dudaba que él fuera capaz de utilizarlo, o que realmente alguna persona comprendiera el valor de aquella cosa. ¿Por otra parte? Que me registrara, porque poco (o nada) me iba a encontrar encima. No iba más allá. Pero él seguía convencido de que me podía sacar algo. Deduje que debía ser un ladrón… ¿Pero qué haría uno en un lugar tan deshabitado?
La daga acertó. De lleno. El problema es que él se la quitó sin inmutarse, casi con parsimonia, diciendo algo de un desperdicio. Quedó reflejado en mi rostro una expresión de miedo. No. No era posible, una persona cualquiera en tales condiciones debería haber muerto. O habría huído, o habría quedado agonizante. Estaba dispuesto incluso a ayudar en ese caso, pero… Aquella bestia, aquella aberración sencillamente arrojó la daga contra un árbol. Casi como si no fuera con él, la herida. Hice más fuerza con el palo del bastón. Me dijo que no era un humano. -¡Monstruo! ¡Eres un monstruo!- Le chillé, iracundo.
Y se deshizo en forma de niebla. Traté de huir, traté de ver si era capaz de hacer alguna cosa en mi defensa. No fue posible, antes de que pudiera reaccionar noté su presencia en la espalda. -Déjame en… paz…- Susurré. Aún no se como no le grité eso en drow. Me agarró y me golpeó contra un árbol, sentí un intenso dolor recorrerme por toda la cabeza. Me dijo que no era un curandero, que era una amenaza. -Yo… Yo soy curandero. Pero se de… defender…- Aquella última frase no acababa de tener sentido en tales condiciones. Estaba a su merced. Tenía miedo. Podía notar incluso mi rostro húmedo, llorando levemente. No podía acabar ahí. No podía acabar todo ahí. No sabía qué me aferraba a la vida, pero el miedo por la muerte me acechaba. Para los drows matar era fácil, pero no nos enseñaban a no temer perder la vida. No había tenido reparos en intentar acabar con él.
Él ahora no los tenía conmigo. Pero aún me aferraba a Zer’taht. Recordaba sus consejos. Que si había de morir, tratara de llevarme al otro a la tumba. Porque muy probablemente, a diferencia mía, no tendría capacidad de curarse. Pero no parecía afectado por las heridas normales. Notaba su cabeza cercana a la mía, pero no podía verle. Solo veía un árbol. Un triste, puñetero árbol. Tenía una sola oportunidad. Un pequeño as debajo de la manga. Bueno, esta vez no, pero… Debía pensar en alguna arma que me pudiera sacar de allí. ¿Una lanza? Quizás podía tratar de ensartarlo, ¿Pero eso le serviría de mucho? No… Necesitaba algo que pudiera permitirme arrojarlo a un lado, apartarlo de encima. Un martillo. Si, un martillo. -Elgg’namba- Fue lo único que tuve que decir.
Noté el bastón cambiar en forma, el mango apenas fue modificado, pero si que la punta cobró un aspecto mucho más sólido. Era algo más bien rápido y sin necesidad de mirarlo sabía que lo que tenía entre manos era un buen martillo. Con un movimiento rápido le golpeé con el este, arrojándolo al suelo. Cogí la daga y me alejé bruscamente de él, mareado, con un dolor de cabeza tremendo.
Me lo quedé mirando. Ya no tenía el rostro enfadado, en mi expresión solamente se veía algo de tristeza, de miedo. No quería estar ahí. No quería enfrentarme a él. Quería regresar a una cueva, dormir, abrazarme al muñecajo. -Repito, no ten… tener nada de valor. Yo… puedo ayudar para conseguir algo de valor… Déjame en paz…
La daga acertó. De lleno. El problema es que él se la quitó sin inmutarse, casi con parsimonia, diciendo algo de un desperdicio. Quedó reflejado en mi rostro una expresión de miedo. No. No era posible, una persona cualquiera en tales condiciones debería haber muerto. O habría huído, o habría quedado agonizante. Estaba dispuesto incluso a ayudar en ese caso, pero… Aquella bestia, aquella aberración sencillamente arrojó la daga contra un árbol. Casi como si no fuera con él, la herida. Hice más fuerza con el palo del bastón. Me dijo que no era un humano. -¡Monstruo! ¡Eres un monstruo!- Le chillé, iracundo.
Y se deshizo en forma de niebla. Traté de huir, traté de ver si era capaz de hacer alguna cosa en mi defensa. No fue posible, antes de que pudiera reaccionar noté su presencia en la espalda. -Déjame en… paz…- Susurré. Aún no se como no le grité eso en drow. Me agarró y me golpeó contra un árbol, sentí un intenso dolor recorrerme por toda la cabeza. Me dijo que no era un curandero, que era una amenaza. -Yo… Yo soy curandero. Pero se de… defender…- Aquella última frase no acababa de tener sentido en tales condiciones. Estaba a su merced. Tenía miedo. Podía notar incluso mi rostro húmedo, llorando levemente. No podía acabar ahí. No podía acabar todo ahí. No sabía qué me aferraba a la vida, pero el miedo por la muerte me acechaba. Para los drows matar era fácil, pero no nos enseñaban a no temer perder la vida. No había tenido reparos en intentar acabar con él.
Él ahora no los tenía conmigo. Pero aún me aferraba a Zer’taht. Recordaba sus consejos. Que si había de morir, tratara de llevarme al otro a la tumba. Porque muy probablemente, a diferencia mía, no tendría capacidad de curarse. Pero no parecía afectado por las heridas normales. Notaba su cabeza cercana a la mía, pero no podía verle. Solo veía un árbol. Un triste, puñetero árbol. Tenía una sola oportunidad. Un pequeño as debajo de la manga. Bueno, esta vez no, pero… Debía pensar en alguna arma que me pudiera sacar de allí. ¿Una lanza? Quizás podía tratar de ensartarlo, ¿Pero eso le serviría de mucho? No… Necesitaba algo que pudiera permitirme arrojarlo a un lado, apartarlo de encima. Un martillo. Si, un martillo. -Elgg’namba- Fue lo único que tuve que decir.
Noté el bastón cambiar en forma, el mango apenas fue modificado, pero si que la punta cobró un aspecto mucho más sólido. Era algo más bien rápido y sin necesidad de mirarlo sabía que lo que tenía entre manos era un buen martillo. Con un movimiento rápido le golpeé con el este, arrojándolo al suelo. Cogí la daga y me alejé bruscamente de él, mareado, con un dolor de cabeza tremendo.
Me lo quedé mirando. Ya no tenía el rostro enfadado, en mi expresión solamente se veía algo de tristeza, de miedo. No quería estar ahí. No quería enfrentarme a él. Quería regresar a una cueva, dormir, abrazarme al muñecajo. -Repito, no ten… tener nada de valor. Yo… puedo ayudar para conseguir algo de valor… Déjame en paz…
Las palabras de "monstruo" que me habia gritado antes aun resuenan en mi cabeza. Apenas le habia costado pronunciarlas y eso que tenia dificultades con el idioma. Paladeo ese calificativo mentalmente, pues a veces algo dentro de mi me lo habia gritado a mi mismo, pero al ser un sonido real producida por una persona y no por mi obsesión interna, parecia cobrar más sentido. Me ofendía y me reafirmaba al mismo tiempo.
-Monstruos....¿no lo somos todos? En mayor o menor medida....
La sangre mana de la herida de mi pecho, lenta y oscura, pero sigue brotando.
-Tú me has atacado primero, yo solo sentía curiosidad por ti. Lamento que malinterpretases mi curiosidad
"No va a entender la mitad de lo que dices, no malgastes tu tiempo. Ahora.... no seas lamentable...y haz lo que debes"
Puedo notar la velocidad de su pulso, y deseo por encima de todo probar esa sangre nueva y diferente a la de los humanos. Noto como el frenesí pronto se apoderá de mi. Ademas ese individuo en particular no me es conocido, que yo supiera...y sí, era agil y rápido, sabia defenderse. Puede que lo hubiese catalogado demasiado rapido como amenaza pero...ese cuchillazo había ido a mi pecho directamente. Si mi corazon latiese, ya podría haberme dado por muerto.
Un solo momento de duda en mi afán por controlar el frenesí, pues tan solamente quiero alimentarme, no beber de él hasta matarlo, bastan para que realice su magia. Soy golpeado por un martillo que antes era un bastón magico, soltando su cabeza y cayendo hacia un lado, en el suelo, de costado. El golpe me ha pillado por sorpresa, podria haber desvanecido mi cuerpo en sombras para evitarlo, pero la falta de sangre mi tiene un poco....lento. Cubro un momento la herida de mi pecho con la mano, observando esa sangre oscura que queda sobre ella despues, llevandola luego a mis labios. Observo el miedo en sus ojos, y eso me enfurece. Me levanto con un esfuerzo, mientras la furia en mis ojos y mis rasgos es cada vez mas palpable al oirlo decir que no tiene nada de valor. ¿Que pensaba que era? Un ratero? Que queria dinero? Que eso era lo que realmente tenía valor? Tenía vida! Y un alma. Y había decidido que le haría experimentar hasta qué punto eso era valioso.
-Que te da mas miedo, afrontar la muerte, o el hecho de no poder hacer nada contra ella?
Le pregunto aun con un deje iracundo, apretando los dientes. Obviamente ahora si podria apreciar que los colmillos no son del todo normales. Entonces hago que las sombras se eleven para convocar una zona de materia negra, similar a la tinta. La oscuridad cubre la luz e incluso el sonido, resultando cegador tambien para los ojos de vision nocturna. Ya no se oyen los ululares de las lechuzas de por alli, ni el sonido del viento o el rascar de los ratones de campo. No al menos en la zona de oscuridad en la que está él ahora. Eso sí, dicha zona de oscuridad es estática. De momento, lo dejo así, aguardando por su reacción.
-Monstruos....¿no lo somos todos? En mayor o menor medida....
La sangre mana de la herida de mi pecho, lenta y oscura, pero sigue brotando.
-Tú me has atacado primero, yo solo sentía curiosidad por ti. Lamento que malinterpretases mi curiosidad
"No va a entender la mitad de lo que dices, no malgastes tu tiempo. Ahora.... no seas lamentable...y haz lo que debes"
Puedo notar la velocidad de su pulso, y deseo por encima de todo probar esa sangre nueva y diferente a la de los humanos. Noto como el frenesí pronto se apoderá de mi. Ademas ese individuo en particular no me es conocido, que yo supiera...y sí, era agil y rápido, sabia defenderse. Puede que lo hubiese catalogado demasiado rapido como amenaza pero...ese cuchillazo había ido a mi pecho directamente. Si mi corazon latiese, ya podría haberme dado por muerto.
Un solo momento de duda en mi afán por controlar el frenesí, pues tan solamente quiero alimentarme, no beber de él hasta matarlo, bastan para que realice su magia. Soy golpeado por un martillo que antes era un bastón magico, soltando su cabeza y cayendo hacia un lado, en el suelo, de costado. El golpe me ha pillado por sorpresa, podria haber desvanecido mi cuerpo en sombras para evitarlo, pero la falta de sangre mi tiene un poco....lento. Cubro un momento la herida de mi pecho con la mano, observando esa sangre oscura que queda sobre ella despues, llevandola luego a mis labios. Observo el miedo en sus ojos, y eso me enfurece. Me levanto con un esfuerzo, mientras la furia en mis ojos y mis rasgos es cada vez mas palpable al oirlo decir que no tiene nada de valor. ¿Que pensaba que era? Un ratero? Que queria dinero? Que eso era lo que realmente tenía valor? Tenía vida! Y un alma. Y había decidido que le haría experimentar hasta qué punto eso era valioso.
-Que te da mas miedo, afrontar la muerte, o el hecho de no poder hacer nada contra ella?
Le pregunto aun con un deje iracundo, apretando los dientes. Obviamente ahora si podria apreciar que los colmillos no son del todo normales. Entonces hago que las sombras se eleven para convocar una zona de materia negra, similar a la tinta. La oscuridad cubre la luz e incluso el sonido, resultando cegador tambien para los ojos de vision nocturna. Ya no se oyen los ululares de las lechuzas de por alli, ni el sonido del viento o el rascar de los ratones de campo. No al menos en la zona de oscuridad en la que está él ahora. Eso sí, dicha zona de oscuridad es estática. De momento, lo dejo así, aguardando por su reacción.
Ignoraba gran parte de sus palabras porque no las comprendía o porque el común sencillamente me daba demasiado asco en aquellos momentos. Intentaba comunicarse, retarme, alterarme, o quizás confundirme. Probablemente lo que mejor hacía era eso último. Creo que el mero hecho de llamarlo monstruo lo ofendió, ¿Pero no lo era en el fondo? Luego trató de decir que solamente tenía curiosidad. No. Yo no era un mono de feria. Era algo que me repateaba profundamente. Era muy consciente que muchos no sabían demasiado poco -o nada- acerca de mi naturaleza, y yo tampoco me ofendía demasiado si tenía que hablar de mi raza. Eso me permitía, al menos, explicar algo más que lo que todo el mundo sabía: Que éramos crueles, despiadados, extremadamente racistas, no teníamos escrúpulos, obedecíamos a diosas malignas, nos dedicamos todo el día a lamerle las partes íntimas a nuestras superiores… Pero no me sentía cómodo en cuanto alguien se permitía libertades físicas para "investigar" mi especie.
En cuanto se quedó por los suelos le vi lamerse la sangre. Tenía los dientes de un animal, ahora que reparaba en ellos. Y precisamente no era el más… Adecuado para hablar de eso. No es como si nunca hubiera mordido a alguien cuando no tenía mejores alternativas a ello. ¿Por qué no había salido corriendo de allí? Él seguía hablando aquella lengua, escupiendo esas palabras absurdas, aquel montón de provocaciones que trataban sacarme algo. Aún cuando no acababa de saber qué significaba afrontar, esta vez intenté responderle.
-Morir sin cumplir mi objetivo.- Por si sola la frase era algo difícil de entender, pero prefería dejarlo ahí antes de tratar de añadir alguna cosa más que no sería correcta. Una de mis manos descansaba sobre la cintura, apretando con fuerza la daga. La otra se aferraba sobre el que ahora tenía forma de martillo. Pensaba en qué arma sería más conveniente para el próximo acto. Entonces él empezó a crear más oscuridad, de esa de la cual era incapaz de descifrar con mis ojos. Aquella absurda negrura. No era la primera vez que veía conjuros de tipo similar… En realidad mi raza era bastante partidaria de uno muy parecido. Pero no estaba dentro de mis capacidades y tampoco había tenido la desgracia de sufrir ese tipo de ataque muchas veces.
Pero había algo que había aprendido de ello, sin embargo. Si sabes que el otro tiene ventaja dentro del globo, sal de él. No es infinito. Lo primero que hice antes de perder por completo la visión fue arrojar nuevamente la daga a donde recordaba que estaba, puesto que si trataba de acercarse en línea recta lo pillaría. Y esperaba que no lo tuviera prevenido. No iba a poder matarlo de un golpe así, pero había reparado en que aquello le debilitaba. Y necesitaba con urgencia sacar alguna ventaja, tener cierta superioridad, explotar los pocos puntos débiles que parecía tener. Lo segundo fue tratar de ver un poco. -Knif.- Susurré. Entonces el martillo empezó a emitir un brillo leve, azulado, como toda su figura. Pero incluso eso era muy poco. No podía percibir ni mi propio sonido.
Pero veía un poco y aquello me reconfortaba. Intenté hacer lo más larga posible la estructura de mi bastón, abandonando la forma de martillo para adoptar una de un palo delgado. Lo giré en búsqueda de alguna salida y pude notar que por tamaño no parecía ser excesivamente grande, así que opté por alejarme de allí. De un par de zancadas me libré de aquella oscuridad opresora… Por primera vez agradecía un poco de luz dándome directamente con los ojos. -Kulggen…- Mascullé. Zer’taht adoptó la forma de un escudo, al menos hasta que pudiera volver a localizar a mi enemigo. No me preocupaba demasiado encontrar la daga. Por suerte era completamente prescindible y no me costaría demasiado hacerme con otra igual, así que mi única prioridad era mantenerme a mi mismo de una pieza.
En cuanto se quedó por los suelos le vi lamerse la sangre. Tenía los dientes de un animal, ahora que reparaba en ellos. Y precisamente no era el más… Adecuado para hablar de eso. No es como si nunca hubiera mordido a alguien cuando no tenía mejores alternativas a ello. ¿Por qué no había salido corriendo de allí? Él seguía hablando aquella lengua, escupiendo esas palabras absurdas, aquel montón de provocaciones que trataban sacarme algo. Aún cuando no acababa de saber qué significaba afrontar, esta vez intenté responderle.
-Morir sin cumplir mi objetivo.- Por si sola la frase era algo difícil de entender, pero prefería dejarlo ahí antes de tratar de añadir alguna cosa más que no sería correcta. Una de mis manos descansaba sobre la cintura, apretando con fuerza la daga. La otra se aferraba sobre el que ahora tenía forma de martillo. Pensaba en qué arma sería más conveniente para el próximo acto. Entonces él empezó a crear más oscuridad, de esa de la cual era incapaz de descifrar con mis ojos. Aquella absurda negrura. No era la primera vez que veía conjuros de tipo similar… En realidad mi raza era bastante partidaria de uno muy parecido. Pero no estaba dentro de mis capacidades y tampoco había tenido la desgracia de sufrir ese tipo de ataque muchas veces.
Pero había algo que había aprendido de ello, sin embargo. Si sabes que el otro tiene ventaja dentro del globo, sal de él. No es infinito. Lo primero que hice antes de perder por completo la visión fue arrojar nuevamente la daga a donde recordaba que estaba, puesto que si trataba de acercarse en línea recta lo pillaría. Y esperaba que no lo tuviera prevenido. No iba a poder matarlo de un golpe así, pero había reparado en que aquello le debilitaba. Y necesitaba con urgencia sacar alguna ventaja, tener cierta superioridad, explotar los pocos puntos débiles que parecía tener. Lo segundo fue tratar de ver un poco. -Knif.- Susurré. Entonces el martillo empezó a emitir un brillo leve, azulado, como toda su figura. Pero incluso eso era muy poco. No podía percibir ni mi propio sonido.
Pero veía un poco y aquello me reconfortaba. Intenté hacer lo más larga posible la estructura de mi bastón, abandonando la forma de martillo para adoptar una de un palo delgado. Lo giré en búsqueda de alguna salida y pude notar que por tamaño no parecía ser excesivamente grande, así que opté por alejarme de allí. De un par de zancadas me libré de aquella oscuridad opresora… Por primera vez agradecía un poco de luz dándome directamente con los ojos. -Kulggen…- Mascullé. Zer’taht adoptó la forma de un escudo, al menos hasta que pudiera volver a localizar a mi enemigo. No me preocupaba demasiado encontrar la daga. Por suerte era completamente prescindible y no me costaría demasiado hacerme con otra igual, así que mi única prioridad era mantenerme a mi mismo de una pieza.
Chasqueo la lengua por su respuesta, negando con mi cabeza. Ha sido una buena respuesta. Morir sin cumplir los objetivos.... ¿podria decirse que yo cumplí los mios antes de morir? El más importante, sí, sin duda. Y aun a dia de hoy intentaba seguir haciendolo. Quizá aquello era lo unico que me habia permitirdo mantener la cordura y permanecer apartado del resto de clanes de vampiros. Pero al fin y al cabo, yo era lo que era.
-Pues más te vale, mago, que tu objetivo sea digno.
Le respondo antes de que la oscuridad que he creado lo envuelva. A poco de crear el sudario de la noche a su alrededor, su daga vuelve a salir disparada hacia mi. Como no he echado a correr ni a caminar hacia el, aun me salva una distancia prudencial suficiente para verla venir y poder ladear mi cuerpo rapidamente para esquivarla. Esta vez solo produce un corte en mi mejilla antes de caer al suelo. Con un poco de esfuerzo, cerrando los ojos, consigo ver lo que pasa en el interior de la cupula de oscuridad. Lo veo encender su arma, que luego utiliza a modo de baston de ciego para ubicarse, y luego desplazarse para buscar una salida a esa cupula. Abro los ojos al verlo salir, desvaneciendo las sombras y viendo el escudo que forma ahora. Guardo las manos en mis bolsillos, con pocas ganas de volver a entrar al cuerpo a cuerpo con él. Sigo furioso, pese a que mi expresion corporal parece denotar otra cosa. Pero voy a seguir forzándolo para ver hasta donde puedo llevarlo.
- Me estás cabreando seriamente...
Con un gruñido y en una explosion de la ira que intentaba guardar, golpeo la estatua aquella de la señora que estaba cerca de nuestro campo de batalla valiendome de mi puño, arrojando los escombros contra él. O contra su escudo, mejor dicho.
-¡ATACA!
En ese momento, esa palabra no es una simple palabra. La pronuncio mirandolo a los ojos, usando en ella mi poder de la dominación. Implanto en su mente la orden, o la sugestión, de pasar a la pelea y no tan solo a defenderse. Es posible que dicha orden provoque en el una confusion transitoria, pero a no ser que tenga barreras de defensa mental, su cuerpo acabará obedeciendola.
-Pues más te vale, mago, que tu objetivo sea digno.
Le respondo antes de que la oscuridad que he creado lo envuelva. A poco de crear el sudario de la noche a su alrededor, su daga vuelve a salir disparada hacia mi. Como no he echado a correr ni a caminar hacia el, aun me salva una distancia prudencial suficiente para verla venir y poder ladear mi cuerpo rapidamente para esquivarla. Esta vez solo produce un corte en mi mejilla antes de caer al suelo. Con un poco de esfuerzo, cerrando los ojos, consigo ver lo que pasa en el interior de la cupula de oscuridad. Lo veo encender su arma, que luego utiliza a modo de baston de ciego para ubicarse, y luego desplazarse para buscar una salida a esa cupula. Abro los ojos al verlo salir, desvaneciendo las sombras y viendo el escudo que forma ahora. Guardo las manos en mis bolsillos, con pocas ganas de volver a entrar al cuerpo a cuerpo con él. Sigo furioso, pese a que mi expresion corporal parece denotar otra cosa. Pero voy a seguir forzándolo para ver hasta donde puedo llevarlo.
- Me estás cabreando seriamente...
Con un gruñido y en una explosion de la ira que intentaba guardar, golpeo la estatua aquella de la señora que estaba cerca de nuestro campo de batalla valiendome de mi puño, arrojando los escombros contra él. O contra su escudo, mejor dicho.
-¡ATACA!
En ese momento, esa palabra no es una simple palabra. La pronuncio mirandolo a los ojos, usando en ella mi poder de la dominación. Implanto en su mente la orden, o la sugestión, de pasar a la pelea y no tan solo a defenderse. Es posible que dicha orden provoque en el una confusion transitoria, pero a no ser que tenga barreras de defensa mental, su cuerpo acabará obedeciendola.
Él no había intentado acercarse o recortar distancias respecto la posición de la esfera. Se había mantenido donde antes y por lo que pude ver, no tenía ninguna daga clavada en el cuerpo, aunque si un corte en la mejilla. Me di el pequeño lujo de sonreír un poco, alegre de verle más herido. Entonces manifestó su enfado hacia mí. -Déjame en paz.- Repetí por tercera vez. Yo aún prefería evitar el enfrentamiento pero me habían enseñado a no dar la espalda a un enemigo. Y menos a uno cabreado. Algunos decían que una persona molesta era más fácil de controlar, más instintiva, y otros que alguien guiado por la furia era un oponente el doble de temible. A pesar de aquel aparente cabreo él mantenía una pose bastante pasiva. O al menos así lo hizo hasta que destrozó la estatua de la mujer de un solo golpe.
Aquello me puso en sobreaviso, consciente de que en combate cuerpo a cuerpo debía ser infinitamente superior a mi. Yo era una persona frágil, ya fuera por mi ascendencia como mi propia triste constitución. Agradecía a diario que tuviera agilidad para compensarlo, pero… Dudaba que un buen salto me fuera a salvar de un puñetazo similar. Los escombros salieron disparados hacia mi persona, pero gracias al escudo no hubieron daños mayores. Alguna piedra más molesta que otra cosa impactó contra alguna parte de mi cuerpo, pero podía ignorar los daños. Nada que no pudiera curar en un momento más relajado, si es que salía de esa. Cogí una de las piedras al vuelo y la guardé en un bolsillo.
Entonces hizo algo… Inesperado. Trató de provocarme. “Trató”, porque lo consiguió. Fue una orden clara y concisa, y si había algo que detestara más en mi persona es que me sometieran. Pero sin embargo había algo… Había algo en aquella sucia palabra, en aquel escupitajo que salió en forma de sonido, que no pude desobedecer. Al oír la orden mi cuerpo -mi mente también- sintió un impulso casi como con devoción de obedecerla. Control mental, deduje casi de inmediato. Lo había visto en más ocasiones de las que me gustaría y precisamente no es como si nunca hubiera sufrido algo similar. Así pues supe que lo mejor que podía hacer era no luchar contra ello, si no tratar de sacar una ventaja.
Como si fuera un animal enfurecido, le hablé. -JOR.- Le grité nuevamente en mi propia lengua. Esa era la palabra para “rata”. Empecé a correr para acercarme a él. Iba más lento de lo que realmente podía, tratando de controlar lo poco que podía mi impulsos para planear una mejor forma de atacar. -¿Quieres otra daga?- Le reté mientras llevaba una mano al cinturón. La otra sostenía el escudo, que llevaba a un lado más que al frente. Aún brillaba, pues no le había dado la orden contraria. Sin embargo no tenía más dagas. Y lo sabía. Siempre llevaba solo una encima. Porque no necesitaba más. Mientras hacía expresión de confusión, mascullando un… -¿¡Dónde está!?- con la huella del miedo clavada en esa frase, casi como temiendo no poder parar mis pies, iba pensando mi real ofensiva.
-"Luth’ol.”- Pensé. No necesitaba decir las cosas en voz alta para que funcionaran, pero me gustaba hacer creer que sí. Le arrojé la piedra de antes con la otra mano para que creyera que era una segunda daga, mientras que mi “bastón” tomaba una nueva forma: La de una lanza. Había más distancia de la que la mayoría de armas podían cubrir, pero no aquella. Esperé pillarle por imprevisto mientras la punta de esta se formaba a toda velocidad, buscando directamente su cuello. Entonces sonreí retadoramente, mostrando mis todos bien afilados dientes.
Aquello me puso en sobreaviso, consciente de que en combate cuerpo a cuerpo debía ser infinitamente superior a mi. Yo era una persona frágil, ya fuera por mi ascendencia como mi propia triste constitución. Agradecía a diario que tuviera agilidad para compensarlo, pero… Dudaba que un buen salto me fuera a salvar de un puñetazo similar. Los escombros salieron disparados hacia mi persona, pero gracias al escudo no hubieron daños mayores. Alguna piedra más molesta que otra cosa impactó contra alguna parte de mi cuerpo, pero podía ignorar los daños. Nada que no pudiera curar en un momento más relajado, si es que salía de esa. Cogí una de las piedras al vuelo y la guardé en un bolsillo.
Entonces hizo algo… Inesperado. Trató de provocarme. “Trató”, porque lo consiguió. Fue una orden clara y concisa, y si había algo que detestara más en mi persona es que me sometieran. Pero sin embargo había algo… Había algo en aquella sucia palabra, en aquel escupitajo que salió en forma de sonido, que no pude desobedecer. Al oír la orden mi cuerpo -mi mente también- sintió un impulso casi como con devoción de obedecerla. Control mental, deduje casi de inmediato. Lo había visto en más ocasiones de las que me gustaría y precisamente no es como si nunca hubiera sufrido algo similar. Así pues supe que lo mejor que podía hacer era no luchar contra ello, si no tratar de sacar una ventaja.
Como si fuera un animal enfurecido, le hablé. -JOR.- Le grité nuevamente en mi propia lengua. Esa era la palabra para “rata”. Empecé a correr para acercarme a él. Iba más lento de lo que realmente podía, tratando de controlar lo poco que podía mi impulsos para planear una mejor forma de atacar. -¿Quieres otra daga?- Le reté mientras llevaba una mano al cinturón. La otra sostenía el escudo, que llevaba a un lado más que al frente. Aún brillaba, pues no le había dado la orden contraria. Sin embargo no tenía más dagas. Y lo sabía. Siempre llevaba solo una encima. Porque no necesitaba más. Mientras hacía expresión de confusión, mascullando un… -¿¡Dónde está!?- con la huella del miedo clavada en esa frase, casi como temiendo no poder parar mis pies, iba pensando mi real ofensiva.
-"Luth’ol.”- Pensé. No necesitaba decir las cosas en voz alta para que funcionaran, pero me gustaba hacer creer que sí. Le arrojé la piedra de antes con la otra mano para que creyera que era una segunda daga, mientras que mi “bastón” tomaba una nueva forma: La de una lanza. Había más distancia de la que la mayoría de armas podían cubrir, pero no aquella. Esperé pillarle por imprevisto mientras la punta de esta se formaba a toda velocidad, buscando directamente su cuello. Entonces sonreí retadoramente, mostrando mis todos bien afilados dientes.
-No. La paz es para los muertos.
"A ti eso no te toca aun"
Le bufo de modo arisco, siseando esas palabras mientras lo veo un poco reticente, pero poco a poco comienza a venir hacia mi para cumplir la orden que deseaba. La luminosidad de su escudo me molesta un tanto, pero no lo suficiente como para dañarme o quemarme. Otra daga? Eso me gustaria verlo. La primera si que me pilló a base de bien. La segunda me rozó. La tercera....quien pondría expectativas en una tercera? Además el parece darse cuenta de que no le quedan mas despues de hurgarse en el cinturon. Pero si que me lanza algo: una piedra de la estatua que rompí antes. Al princpio no identifico que es, pero con un rápido reflejo levanto mi mano para detenerla, solo que no noto el tacto del metal si no el de una burda piedra. Milesimas de segundo previas a esa sonrisa suya entiendo su finta al ver como transforma su arma en una con mayor alcance, una lanza apuntando hacia mi cuello. No me apetece que me destroce la garganta, eso me complicaría lo de hablar. Con la mano que alcé para coger la piedra desvio un poco la punta de la lanza, pero como él va bastante rapido acaba ensartandose en mi esternon. Un chispazo de dolor asoma a mis ojos, pero le devuelvo la sonrisa como un buen caballero, del mismo modo que él pero con un deje un tanto menos humano. Entonces planto mis manos alrededor del palo de la lanza y tiro de ella hacia mi, provocando que se clave mas y caigan goterones de sangre oscura a los hierbajos del suelo, pero tambien acercando al semidrow a mi.
-Solo un monstruo es capaz de alcanzar a otro monstruo
Estiro el brazo una vez mas poniendo mi mano sobre la suya, que sujeta el palo de la lanza, para retenerlo y pegarlo bruscamente contra mi. Ahora sin miramientos, con el olor de mi propia sangre golpeandome el cerebro, clavo mis colmillos en la primera parte de su cuello que pillo. El torrente de vida que siento entonces empieza a paliar mi desesperante sed. Un trago, dos, tres, cuatro...me obligo a parar antes que sea demasiado tarde para él. No quiero matarlo, no por esa necesidad, y no sin tener un motivo más allá de haberse defendido de mi. Hago un esfuerzo, liberando su cuello, aun con el olor de la sangre y el sonido de su corazon obsesionandome. Lo miro por unos instantes y a mis ojos asoma un destello de disculpa que dura medio segundo. La herida de mi pecho ya no sangra más. Me aparto de él, soltándolo. Me desvanezco en sombras de nuevo para librarme de ese cepo que es su lanzazo, y cuando recompongo mi cuerpo la herida del esternon sigue ahi, sangrando
"Si no me alejo ahora, volveré a atacarle. La sangre está fresca...."
-Vida. Eso tienes.
Le digo en tono bajo, esta vez espero que si me entienda.
-Fuera de aqui.
Progresivamente, me voy alejando de él mientras le digo esto y le lanzo alguna que otra mirada. Estoy seguro que haberle dejado la suficiente sangre como para dejarlo todo en un mareo y una debilidad pasajeras. Finalmente me giro quedando de espaldas a él, ya a varios metros de distancia, con intenciones de perderme entre las tumbas del cementerio y buscar refugio en las criptas subterraneas
"A ti eso no te toca aun"
Le bufo de modo arisco, siseando esas palabras mientras lo veo un poco reticente, pero poco a poco comienza a venir hacia mi para cumplir la orden que deseaba. La luminosidad de su escudo me molesta un tanto, pero no lo suficiente como para dañarme o quemarme. Otra daga? Eso me gustaria verlo. La primera si que me pilló a base de bien. La segunda me rozó. La tercera....quien pondría expectativas en una tercera? Además el parece darse cuenta de que no le quedan mas despues de hurgarse en el cinturon. Pero si que me lanza algo: una piedra de la estatua que rompí antes. Al princpio no identifico que es, pero con un rápido reflejo levanto mi mano para detenerla, solo que no noto el tacto del metal si no el de una burda piedra. Milesimas de segundo previas a esa sonrisa suya entiendo su finta al ver como transforma su arma en una con mayor alcance, una lanza apuntando hacia mi cuello. No me apetece que me destroce la garganta, eso me complicaría lo de hablar. Con la mano que alcé para coger la piedra desvio un poco la punta de la lanza, pero como él va bastante rapido acaba ensartandose en mi esternon. Un chispazo de dolor asoma a mis ojos, pero le devuelvo la sonrisa como un buen caballero, del mismo modo que él pero con un deje un tanto menos humano. Entonces planto mis manos alrededor del palo de la lanza y tiro de ella hacia mi, provocando que se clave mas y caigan goterones de sangre oscura a los hierbajos del suelo, pero tambien acercando al semidrow a mi.
-Solo un monstruo es capaz de alcanzar a otro monstruo
Estiro el brazo una vez mas poniendo mi mano sobre la suya, que sujeta el palo de la lanza, para retenerlo y pegarlo bruscamente contra mi. Ahora sin miramientos, con el olor de mi propia sangre golpeandome el cerebro, clavo mis colmillos en la primera parte de su cuello que pillo. El torrente de vida que siento entonces empieza a paliar mi desesperante sed. Un trago, dos, tres, cuatro...me obligo a parar antes que sea demasiado tarde para él. No quiero matarlo, no por esa necesidad, y no sin tener un motivo más allá de haberse defendido de mi. Hago un esfuerzo, liberando su cuello, aun con el olor de la sangre y el sonido de su corazon obsesionandome. Lo miro por unos instantes y a mis ojos asoma un destello de disculpa que dura medio segundo. La herida de mi pecho ya no sangra más. Me aparto de él, soltándolo. Me desvanezco en sombras de nuevo para librarme de ese cepo que es su lanzazo, y cuando recompongo mi cuerpo la herida del esternon sigue ahi, sangrando
"Si no me alejo ahora, volveré a atacarle. La sangre está fresca...."
-Vida. Eso tienes.
Le digo en tono bajo, esta vez espero que si me entienda.
-Fuera de aqui.
Progresivamente, me voy alejando de él mientras le digo esto y le lanzo alguna que otra mirada. Estoy seguro que haberle dejado la suficiente sangre como para dejarlo todo en un mareo y una debilidad pasajeras. Finalmente me giro quedando de espaldas a él, ya a varios metros de distancia, con intenciones de perderme entre las tumbas del cementerio y buscar refugio en las criptas subterraneas
No acerté, eso habría sido demasiado. Casi con parsimonia dejó que le travesara unos centímetros más abajo. E incluso utilizó la misma arma para acercarme. No, me iba a matar, pensé. Podía hacerlo. Estaba muy por encima de mi altura. Iba a acabar conmigo. Hacerme polvo. Matarme. Y yo aún tenía cuentas pendientes. Podría haber transformado el arma, haberme retirado. Pensaba nuevamente en sus consejos. “Incluso si el bastón es tu propiedad más importante, recuerda que en todo caso es prioritario que mantengas la cabeza sobre los hombros”. Olvidé aquello. No quería soltar el bastón. Me sentía indefenso sin él, teniendo poco más que un par de palabras curativas en su lugar. Y un cuerpo estúpido que poco o nada podía hacer. Y aquella bestia sonreía. Como si nada le afectara.
Entonces me pegó contra su pecho y noté un dolor indescriptible en mi cuello, que me ahogó un chillido poderoso que me incomodó hasta a mí mismo. Noté… Como si mis fuerzas abandonaran poco a poco mi cuerpo, mi sangre siendo sacada del lugar donde debería estar. -”Dios mío…”- Fue lo único que pude pensar, mientras lloraba como un puñetero, débil e indefenso crío que poco o nada sabía hacer. Notaba mi cuerpo fallar en fuerzas, incapaz de mantenerse en pie, mi voz no lograba salir de mi garganta. Quería recitar alguna cosa. Algo que fuera a abrirle el cuerpo por tener el arma ensartada. Podría haber ampliado su estructura tanto como me hubiera apetecido, haberle reventado de cuajo. Pero el miedo me paralizaba, me congelaba, todo empezaba a ser oscuro.
Entonces me separó, como satisfecho. Casi que le vi compasión en los ojos. Casi. Pero no quería su compasión. Me llevé una mano al cuello. Se manchó. Sangre. Puñetera sangre. Jodida, asquerosa sangre. Mía. Aunque estaba manchado de la suya por el contacto. Él se libró de mi lanza, yo la clavé de inmediato en el suelo. Me pitaban los oídos, la temperatura corporal me descendía. Me muero, me decía. Me muero aquí mismo. Me ha pegado alguna cosa, me ha envenenado. Él me decía que tenía vida. No, entonces no me moría. No me estaba muriendo. Entonces me dijo que me fuera. No me estoy muriendo, me dije. -O’goth.- No le estaba respondiendo absolutamente nada. Le mantenía la mirada pero trataba de cerrar la herida con una curación, porque no quería una cicatriz. No era suficiente para cubrir tales agujeracos, pero si que paraba la gran parte del sangrado.
Y él me mandó a que me fuera. No. No. No. -Nuet.- Que venía a significar exactamente eso mismo. Apenas era capaz de sostenerme en pie. Ya está, me dejaba en paz, podía irme. Podía acabar aquello aquí. Pero algo palpitaba dentro de mí. Llámalo instinto. Siempre he tenido algo de animal dentro de mí. Más bien de drow. Los elfos oscuros eran y son una raza bastante… Brutal, más parecida a las bestias que otras muchas. Inteligentes pero despiadadas. Veneraban conductas irracionales, el odio, la rabia. Esa costumbre no es algo que se borre en un solo año. Y yo notaba algo dentro de mí que me exigía algo más. Que eso no podía acabar en derrota. Que un drow nunca debía dejarse vencer.
Era odio, era asco, era puta rabia. Nada coherente. Absolutamente nada coherente. Miraba el bastón, brillando. Era repugnancia. Era venganza. Él me dio la espalda, de vez en cuando vigilando. Bien. Entonces, él comprendía que tenía razones para querer venganza. No me habían enseñado nada sobre el honor. El bastón brillaba. Como recordándome su eterno consejo, su eterna presencia, todo lo que me había enseñado. Sabía que me enfrentaba a algo superior a mí. Pero me daba igual. Casi con lentitud fui a recuperar mi daga y la guardé, pensando que no la iba a necesitar. En cuanto creí que ya no me escucharía traté de recordar las estrategias que se nos enseñaban, el como caminar con sigilo, como no hacer ruido, como pasar inadvertido. Aquella persona no era nada en comparación con algunas aberraciones que habitaban allí debajo. Una zancada, otra y otra, todas tratando de pasar tan inadvertidas como una pizca de viento.
Esta vez no habían engaños. Apunté con la lanza directamente al pecho. Iba a pagar por mil la sangre que me acababa de sacar. Solo tras el ataque me permití hablar. -Hijo de la gran puta. ¿Te creer que es duul’sso? ¿¡POR QUIÉN COÑO ME TOMAS!?- Le chillé con un tono de voz que no era el mío, si no el de aquel desprecio que había acumulado durante toda la batalla.
Entonces me pegó contra su pecho y noté un dolor indescriptible en mi cuello, que me ahogó un chillido poderoso que me incomodó hasta a mí mismo. Noté… Como si mis fuerzas abandonaran poco a poco mi cuerpo, mi sangre siendo sacada del lugar donde debería estar. -”Dios mío…”- Fue lo único que pude pensar, mientras lloraba como un puñetero, débil e indefenso crío que poco o nada sabía hacer. Notaba mi cuerpo fallar en fuerzas, incapaz de mantenerse en pie, mi voz no lograba salir de mi garganta. Quería recitar alguna cosa. Algo que fuera a abrirle el cuerpo por tener el arma ensartada. Podría haber ampliado su estructura tanto como me hubiera apetecido, haberle reventado de cuajo. Pero el miedo me paralizaba, me congelaba, todo empezaba a ser oscuro.
Entonces me separó, como satisfecho. Casi que le vi compasión en los ojos. Casi. Pero no quería su compasión. Me llevé una mano al cuello. Se manchó. Sangre. Puñetera sangre. Jodida, asquerosa sangre. Mía. Aunque estaba manchado de la suya por el contacto. Él se libró de mi lanza, yo la clavé de inmediato en el suelo. Me pitaban los oídos, la temperatura corporal me descendía. Me muero, me decía. Me muero aquí mismo. Me ha pegado alguna cosa, me ha envenenado. Él me decía que tenía vida. No, entonces no me moría. No me estaba muriendo. Entonces me dijo que me fuera. No me estoy muriendo, me dije. -O’goth.- No le estaba respondiendo absolutamente nada. Le mantenía la mirada pero trataba de cerrar la herida con una curación, porque no quería una cicatriz. No era suficiente para cubrir tales agujeracos, pero si que paraba la gran parte del sangrado.
Y él me mandó a que me fuera. No. No. No. -Nuet.- Que venía a significar exactamente eso mismo. Apenas era capaz de sostenerme en pie. Ya está, me dejaba en paz, podía irme. Podía acabar aquello aquí. Pero algo palpitaba dentro de mí. Llámalo instinto. Siempre he tenido algo de animal dentro de mí. Más bien de drow. Los elfos oscuros eran y son una raza bastante… Brutal, más parecida a las bestias que otras muchas. Inteligentes pero despiadadas. Veneraban conductas irracionales, el odio, la rabia. Esa costumbre no es algo que se borre en un solo año. Y yo notaba algo dentro de mí que me exigía algo más. Que eso no podía acabar en derrota. Que un drow nunca debía dejarse vencer.
Era odio, era asco, era puta rabia. Nada coherente. Absolutamente nada coherente. Miraba el bastón, brillando. Era repugnancia. Era venganza. Él me dio la espalda, de vez en cuando vigilando. Bien. Entonces, él comprendía que tenía razones para querer venganza. No me habían enseñado nada sobre el honor. El bastón brillaba. Como recordándome su eterno consejo, su eterna presencia, todo lo que me había enseñado. Sabía que me enfrentaba a algo superior a mí. Pero me daba igual. Casi con lentitud fui a recuperar mi daga y la guardé, pensando que no la iba a necesitar. En cuanto creí que ya no me escucharía traté de recordar las estrategias que se nos enseñaban, el como caminar con sigilo, como no hacer ruido, como pasar inadvertido. Aquella persona no era nada en comparación con algunas aberraciones que habitaban allí debajo. Una zancada, otra y otra, todas tratando de pasar tan inadvertidas como una pizca de viento.
Esta vez no habían engaños. Apunté con la lanza directamente al pecho. Iba a pagar por mil la sangre que me acababa de sacar. Solo tras el ataque me permití hablar. -Hijo de la gran puta. ¿Te creer que es duul’sso? ¿¡POR QUIÉN COÑO ME TOMAS!?- Le chillé con un tono de voz que no era el mío, si no el de aquel desprecio que había acumulado durante toda la batalla.
Me voy alejando de alli maldiciendo la herida del esternon que no se habia cerrado. Había faltado sangre pare recuperarme de eso. Pero de haber seguido....me preocupaba siempre, no, me obsesionaba la idea de entrar demasiado en el frenesí y no poder parar hasta matarlos. Si empezaba con uno...ya no podría parar. Y entonces perdería lo poco que me quedaba.
"Si Shinare me viera ahora....se reiría de mi. Acabaríamos peleándonos otra vez"
Sonrio con tristeza divisando entre la niebla de la noche las puertas de la cripta. La tierra llama a descansar. Aunque demasiado tarde, noté algo a mi espalda.
"Pero qué..."
Tan absorto como iba en mis condescendientes pensamientos, no habia oido acercarse al sigiloso drow, y el sabor de su sangre aun cálido en mi boca habia nublado mi capacidad de poder percibirlo de otro modo. Noto un dolor punzante atravesarme por la espalda a la altura del pecho.
"...qué demonios...?"
Miro hacia mi pecho viendo un trozo de la punta de la lanza asomar por ahi. Y noto que mi propia sangre es ahora la que fluye por las comisuras de mis labios. Tengo que apartarme de esa maldita lanza. Con un gruñido de dolor doy un paso al frente, intenando apartar ese arma de mis interiores y poder girarme para tenerlo de frente, apretando con fuerza mi puño sobre el pecho y respondiendole con tono feroz, viendo la expresion de locura que ha aparecido en sus ojos, algo que no le habia visto antes.
"Aquel que caza monstruos...."
-¿Quieres que te mate? Es eso? Tantas ganas tienes?!
"Si Shinare me viera ahora....se reiría de mi. Acabaríamos peleándonos otra vez"
Sonrio con tristeza divisando entre la niebla de la noche las puertas de la cripta. La tierra llama a descansar. Aunque demasiado tarde, noté algo a mi espalda.
"Pero qué..."
Tan absorto como iba en mis condescendientes pensamientos, no habia oido acercarse al sigiloso drow, y el sabor de su sangre aun cálido en mi boca habia nublado mi capacidad de poder percibirlo de otro modo. Noto un dolor punzante atravesarme por la espalda a la altura del pecho.
"...qué demonios...?"
Miro hacia mi pecho viendo un trozo de la punta de la lanza asomar por ahi. Y noto que mi propia sangre es ahora la que fluye por las comisuras de mis labios. Tengo que apartarme de esa maldita lanza. Con un gruñido de dolor doy un paso al frente, intenando apartar ese arma de mis interiores y poder girarme para tenerlo de frente, apretando con fuerza mi puño sobre el pecho y respondiendole con tono feroz, viendo la expresion de locura que ha aparecido en sus ojos, algo que no le habia visto antes.
"Aquel que caza monstruos...."
-¿Quieres que te mate? Es eso? Tantas ganas tienes?!
Lo pillé de lleno. Cosa que por supuesto me dejó bastante tranquilo. En cuanto vi la lanza atravesar su cuerpo, en cuanto se giró con sangre en la boca, aquel instinto salvaje tuvo suficiente y poco a poco fue tranquilizándose, dando paso de nuevo a la razón, a la capacidad más… Humana que tenía. Aunque no fue algo inmediato. Aún conservé aquella mirada furiosa y la sonrisa retorcida un poco más, mientras me enorgullecía de haber acertado ese golpe. Él por supuesto no parecía muy contento con aquello. Le vi enfadado. Ante su cabreo solamente exageré más mi sonrisa, con el aspecto de una bestia -como las que salían cuando había luna llena- más que el de una persona con razonio.
-¿Morir? No, es pronto.- Le respondí con tranquilidad. Aunque respiraba entrecortadamente y estaba débil, era solo la furia del momento la que me permitía no caerme al suelo. En cuanto saliera de aquel estado me marearía y probablemente me vería obligado a pasar la noche cerca, porque no me veía con fuerzas para llegar muy lejos. Quería buscarme una posada, comer y dormir decentemente… Pero no era tan simple como eso.
-No es tan fácil como…- Mi yo interior me gritaba todas las palabras en drow y era un esfuerzo considerable intentar mantener el puñetero común. Qué asco de lengua, pensaba. -Coger algo de mi…- Antes no me había salido la palabra, pero hice memoria. -... de gratis.- Me estresaba de sobremanera no poder decirle todo lo que quería. Porqué me daba rabia. Quería explicarme, quería demostrar que tampoco estaba tan loco, que tenía mis razones para haberme enfadado. Joder, acababa de chuparme la puñetera sangre sin mayores preguntas, por la fuerza. Me sentía como una triste presa. Y eso es algo que me repugnaba. Quería decirle que se fuera a la mierda. Que escorias como él sobraban en este mundo, que si realmente tenía que hacer eso por necesidad, que podía irse a darse con un canto en los dientes. -... Vete a freír cristales.- Le gruñí. ¿Cristales? ¿Por qué dije cristales? Ah, si, porque tenía entre manos una arma hecha de cristal. Y no sabía como decir “espárrago”.
-¿Sabes, xa’huuli?- Los insultos generalmente los reservaba en mi lengua materna. -No quiero… matar-ti.- Véase, matarte. -Yo prefería que… mi sangre esté fuera. Fuera, si. No en… tu tonaik cuerpo. Vhrac, que lo llaman. Ajuste de cuenta.- Me retiré de un par de saltos. -Y si permites, he tenido suficiente.- Pretendía marcharme. Poco a poco la coherencia volvía a mi persona. Me daba cuenta de qué embrollo acababa de montar. Ahora quizás aquella cosa si que quería matarme. No, pensé. No iba a alcanzarme. Habían pocas cosas tan rápidas como un drow. -Au revoir.- ¿Pero qué mierda de lenguaje era ese?
No lo se. Le di la espalda y traté de poner todas mis fuerzas en aquella huída, salto, salto y más salto, con el mareo palpitando en mi cabeza. Podría alcanzarme, pensé. No sabía cuando parar de correr. En cuanto tratara de tomar un descanso no iba a poder levantarme. Estaba mal. Mareado. La curación no había servido de mucho. Volvía a echar en falta poder dormir, encontrar algún rincón y no volver a hablar con un desconocido en lo que me quedaba de vida, que no era poco.
-¿Morir? No, es pronto.- Le respondí con tranquilidad. Aunque respiraba entrecortadamente y estaba débil, era solo la furia del momento la que me permitía no caerme al suelo. En cuanto saliera de aquel estado me marearía y probablemente me vería obligado a pasar la noche cerca, porque no me veía con fuerzas para llegar muy lejos. Quería buscarme una posada, comer y dormir decentemente… Pero no era tan simple como eso.
-No es tan fácil como…- Mi yo interior me gritaba todas las palabras en drow y era un esfuerzo considerable intentar mantener el puñetero común. Qué asco de lengua, pensaba. -Coger algo de mi…- Antes no me había salido la palabra, pero hice memoria. -... de gratis.- Me estresaba de sobremanera no poder decirle todo lo que quería. Porqué me daba rabia. Quería explicarme, quería demostrar que tampoco estaba tan loco, que tenía mis razones para haberme enfadado. Joder, acababa de chuparme la puñetera sangre sin mayores preguntas, por la fuerza. Me sentía como una triste presa. Y eso es algo que me repugnaba. Quería decirle que se fuera a la mierda. Que escorias como él sobraban en este mundo, que si realmente tenía que hacer eso por necesidad, que podía irse a darse con un canto en los dientes. -... Vete a freír cristales.- Le gruñí. ¿Cristales? ¿Por qué dije cristales? Ah, si, porque tenía entre manos una arma hecha de cristal. Y no sabía como decir “espárrago”.
-¿Sabes, xa’huuli?- Los insultos generalmente los reservaba en mi lengua materna. -No quiero… matar-ti.- Véase, matarte. -Yo prefería que… mi sangre esté fuera. Fuera, si. No en… tu tonaik cuerpo. Vhrac, que lo llaman. Ajuste de cuenta.- Me retiré de un par de saltos. -Y si permites, he tenido suficiente.- Pretendía marcharme. Poco a poco la coherencia volvía a mi persona. Me daba cuenta de qué embrollo acababa de montar. Ahora quizás aquella cosa si que quería matarme. No, pensé. No iba a alcanzarme. Habían pocas cosas tan rápidas como un drow. -Au revoir.- ¿Pero qué mierda de lenguaje era ese?
No lo se. Le di la espalda y traté de poner todas mis fuerzas en aquella huída, salto, salto y más salto, con el mareo palpitando en mi cabeza. Podría alcanzarme, pensé. No sabía cuando parar de correr. En cuanto tratara de tomar un descanso no iba a poder levantarme. Estaba mal. Mareado. La curación no había servido de mucho. Volvía a echar en falta poder dormir, encontrar algún rincón y no volver a hablar con un desconocido en lo que me quedaba de vida, que no era poco.
-Y me llamas monstruo a mi...tu pareces uno ahora mismo
Arrastro estas palabras en voz baja pero audible, mirando friamente al que me habia atacado por la espalda. Me limpio la sangre de la comisura de los labios que habia llegado hasta mi barbilla ya, usando el antebrazo para ello. Incluso en esos momentos conservo cierta elegancia.
"Oh, nunca es pronto para morir"
Palpo mi pecho buscando ahi algo mas importante que mi corazón, mientras el encuentra las palabras adecuadas, hasta que finalmente mis manos dan con las tapas flexibles de cuero del pequeño libro que llevo conmigo. Parece intacto....
-¿De gratis? Me parece justo. Nada es gratis. Vivir conlleva un precio. Y esto....esto tambien.
Le hago una mueca porque me manda a freir cristales. Míralo. Me habia hecho daño, pero ahora me parecia un chiquillo ofendido porque le hubiera quitado algo suyo. Solo que uno bastante agresivo y violento. No iba a culparlo. Yo habria hecho exactamente lo mismo que él.
-¿Crees que yo sí quería matarte a tí? Una parte lo deseaba, créeme....
Saco mi cuaderno del bolsillo interno de mi chaqueta, no estaba dañado, pero la sangre que habia manado de mi herida habia manchado muchas paginas. Lo abro y le echo un vistazo viendo que he perdido varias cosas que habia escrito.
-Si, lárgate. Porque despues de ver esto...
Muevo levemente el diario a la altura de mi barbilla
-....igual cambio de opinion!
Se habian emborronado todas las paginas del final. Afortunadamente, las del final. Si hubiesen sido las del principio.... me alegro de que se esté alejando de mi a buena velocidad.
-Au revoir
Mascullo por lo bajo con los dientes apretados y la mirada fija. Yo queria descansar. Ahora tendria que reescribir. Cansado, arrastro mis pies hasta la entrada de la cripta. La pesada puerta de piedra se mueve bajo mi fuerza, hasta que puedo entrar, volviendo a cerrar tras de mi. No quería que el sol me pillase alli afuera, ni mucho menos.... de este modo dejo atras la superficie del cementerio.
Arrastro estas palabras en voz baja pero audible, mirando friamente al que me habia atacado por la espalda. Me limpio la sangre de la comisura de los labios que habia llegado hasta mi barbilla ya, usando el antebrazo para ello. Incluso en esos momentos conservo cierta elegancia.
"Oh, nunca es pronto para morir"
Palpo mi pecho buscando ahi algo mas importante que mi corazón, mientras el encuentra las palabras adecuadas, hasta que finalmente mis manos dan con las tapas flexibles de cuero del pequeño libro que llevo conmigo. Parece intacto....
-¿De gratis? Me parece justo. Nada es gratis. Vivir conlleva un precio. Y esto....esto tambien.
Le hago una mueca porque me manda a freir cristales. Míralo. Me habia hecho daño, pero ahora me parecia un chiquillo ofendido porque le hubiera quitado algo suyo. Solo que uno bastante agresivo y violento. No iba a culparlo. Yo habria hecho exactamente lo mismo que él.
-¿Crees que yo sí quería matarte a tí? Una parte lo deseaba, créeme....
Saco mi cuaderno del bolsillo interno de mi chaqueta, no estaba dañado, pero la sangre que habia manado de mi herida habia manchado muchas paginas. Lo abro y le echo un vistazo viendo que he perdido varias cosas que habia escrito.
-Si, lárgate. Porque despues de ver esto...
Muevo levemente el diario a la altura de mi barbilla
-....igual cambio de opinion!
Se habian emborronado todas las paginas del final. Afortunadamente, las del final. Si hubiesen sido las del principio.... me alegro de que se esté alejando de mi a buena velocidad.
-Au revoir
Mascullo por lo bajo con los dientes apretados y la mirada fija. Yo queria descansar. Ahora tendria que reescribir. Cansado, arrastro mis pies hasta la entrada de la cripta. La pesada puerta de piedra se mueve bajo mi fuerza, hasta que puedo entrar, volviendo a cerrar tras de mi. No quería que el sol me pillase alli afuera, ni mucho menos.... de este modo dejo atras la superficie del cementerio.
Él me llamó a mi monstruo. Oh, bien. Pero al menos yo no era el primero en agredir. En un pasado aquella palabra me dolía y me obsesionaba como el que más, pero ya no era así. La había oído tantas veces, me la habían dirigido por tantos motivos estúpidos, que había perdido todo su valor, toda su fuerza. También recordaba que había sacado un diario, y que le molestaba más que este se hubiera ensuciado que no que lo hubiera dejado hecho un queso. Tenía pánico. Mi mentor no me había mencionado jamás qué demonios era aquello. Y lo peor del asunto, es que en cuanto huía, sabía que tampoco podría llevarle nada a Él para que me creyera, nada para conmemorarlo… ¿O quizás si?
Durante mi huida agarré una de las piedras. Debí haber cogido alguna de la estatua de la mujer, pero no me parecía precisamente correcto aquello. No quería responsabilidades sobre la profanación de aquella tumba, ni que ningún fantasma colérico me persiguiera para que la devolviera a su lugar. Así que me conformé con una cualquiera. Poco después de eso me desplomé en el suelo, buscando el amparo de un árbol cualquiera. Al más puro estilo elfo trepé por un ciprés un poco seco y me acomodé entre sus ramas, agotado. No me daba miedo caerme, no era la primera vez que hacía eso. Probablemente los de mi raza paterna se hubieran reído mucho de ver uno de los nuestros imitando ese comportamiento, pero la altura me hacía sentir seguro.
Me llevé una mano al cuello de nuevo. Qué asco. No me gustaba ese mordisco. No estaba seguro aún de que fuera a quedarse únicamente en eso. Tardaría unos días en reponer la sangre perdida, pero me relajaba pensar que el otro probablemente hubiera salido peor del enfrentamiento. No sabía ni su nombre, y no me gustaba no conocer la identidad de mis rivales. Gruñí, apoyando mi cabeza contra una rama que más o menos era horizontal y aguantaba con creces mi peso. Susurré una palabra en mi cabeza, nuevamente “O’goth”, pero la curación esta vez no surgió efecto. Estaba muy cansado. Demasiado. Suspiré y abrí mi bolsa, llevándome a la boca un par de champiñones secos que al menos servirían para alimentarme un poco. Aparte de eso me quedaba una sola ración. Decidí que al día siguiente saldría de ahí al atardecer. La luna ya no estaba en lo más alto y sabía que eso indicaba el final de la noche. Dentro de poco amanecería, y prefería haber consolidado el sueño para entonces.
Empecé a buscar en el saco a mi “compañero”, el regalo que Él me dió, pero mis manos temblaban. Me costaba respirar, perdía temperatura, todo se hacía oscuro. Se me iba el sentido y casi olvidaba donde estaba. Gruñí. Clavé el bastón, mientras daba la orden en voz alta de -Vharr.- y me permití relajarme un poco. Suspiré, molesto por ser prácticamente incapaz de manipular objetos entre mis manos, y me permití entregarme al sueño. Con suerte mañana sería un día más tranquilo. Abracé la bolsa entera por no querer registrarla más y noté tanto los objetos blandos como los duros que cargaba en ella, pero aún así, me resultaba más reconfortante que tener los brazos vacíos.
Durante mi huida agarré una de las piedras. Debí haber cogido alguna de la estatua de la mujer, pero no me parecía precisamente correcto aquello. No quería responsabilidades sobre la profanación de aquella tumba, ni que ningún fantasma colérico me persiguiera para que la devolviera a su lugar. Así que me conformé con una cualquiera. Poco después de eso me desplomé en el suelo, buscando el amparo de un árbol cualquiera. Al más puro estilo elfo trepé por un ciprés un poco seco y me acomodé entre sus ramas, agotado. No me daba miedo caerme, no era la primera vez que hacía eso. Probablemente los de mi raza paterna se hubieran reído mucho de ver uno de los nuestros imitando ese comportamiento, pero la altura me hacía sentir seguro.
Me llevé una mano al cuello de nuevo. Qué asco. No me gustaba ese mordisco. No estaba seguro aún de que fuera a quedarse únicamente en eso. Tardaría unos días en reponer la sangre perdida, pero me relajaba pensar que el otro probablemente hubiera salido peor del enfrentamiento. No sabía ni su nombre, y no me gustaba no conocer la identidad de mis rivales. Gruñí, apoyando mi cabeza contra una rama que más o menos era horizontal y aguantaba con creces mi peso. Susurré una palabra en mi cabeza, nuevamente “O’goth”, pero la curación esta vez no surgió efecto. Estaba muy cansado. Demasiado. Suspiré y abrí mi bolsa, llevándome a la boca un par de champiñones secos que al menos servirían para alimentarme un poco. Aparte de eso me quedaba una sola ración. Decidí que al día siguiente saldría de ahí al atardecer. La luna ya no estaba en lo más alto y sabía que eso indicaba el final de la noche. Dentro de poco amanecería, y prefería haber consolidado el sueño para entonces.
Empecé a buscar en el saco a mi “compañero”, el regalo que Él me dió, pero mis manos temblaban. Me costaba respirar, perdía temperatura, todo se hacía oscuro. Se me iba el sentido y casi olvidaba donde estaba. Gruñí. Clavé el bastón, mientras daba la orden en voz alta de -Vharr.- y me permití relajarme un poco. Suspiré, molesto por ser prácticamente incapaz de manipular objetos entre mis manos, y me permití entregarme al sueño. Con suerte mañana sería un día más tranquilo. Abracé la bolsa entera por no querer registrarla más y noté tanto los objetos blandos como los duros que cargaba en ella, pero aún así, me resultaba más reconfortante que tener los brazos vacíos.
Vor'Kalth abandona el lugar tras pasar el día allí
Acudo al cementerio en otra de las visitas ineludibles que debo realizar ahora que he regresado a Inglaterra, y no precisamente a llevar flores a nadie, sino a hablar con alguien que no puede considerarse ni vivo ni muerto. Al menos es algo, al menos puedo hablar con él, siendo éste el pensamiento recurrente que tengo cuando pienso en el destino de mi padre al haber acabado como vampiro. La eternidad puede ser una condena, pero pensado en modo egoísta todavía sigue aquí, aún quedan cosas de lo que fue aunque no sea el mismo, y suele estar para ayudarnos a los Black en los momentos en los que más lo necesitamos, como ya ha demostrado en más de una ocasión. Aún así no puedo evitar pensar que tal vez hubiese sido mejor para él dejarle ir, pero mi madre no fue capaz de hacerlo. No estuvo preparada para dejarlo marchar.
A la tenue luz de la luna el cementerio se ve tan siniestro y sobrecogedor como lo recordaba, viendo en cada rincón escenas de algunos encontronazos con vampiros, como por ejemplo Shinare, y otras tantas cosas más sucedidas allí. En nada que aparezca él sabrá encontrarme, probablemente sepa dónde he estado durante estos meses, si es que es capaz de localizar algunas mentes que conoce, quién sabe. No sé si Reiv habrá venido a verlo en este tiempo, aunque después de lo sucedido en el castillo de Tobías puede que haya decidido alejarse de vampiros durante una temporada. No le culpo, a pesar de que lo salvaron. Me detengo cerca de la estatua de un lánguido ángel, escuchando el leve sonido del viento entre la maleza y las piedras del lugar. Nada que haga sospechar que hay vampiros cerca.
- Sé que andas por ahí...y aunque te dije que no tentaría a la suerte viniendo a estos sitos...aquí me tienes. Tu hijo ha venido a verte.- no alzo apenas la voz, casi como si hablase para mi mismo. Si está aquí probablemente eso sea suficiente.
A la tenue luz de la luna el cementerio se ve tan siniestro y sobrecogedor como lo recordaba, viendo en cada rincón escenas de algunos encontronazos con vampiros, como por ejemplo Shinare, y otras tantas cosas más sucedidas allí. En nada que aparezca él sabrá encontrarme, probablemente sepa dónde he estado durante estos meses, si es que es capaz de localizar algunas mentes que conoce, quién sabe. No sé si Reiv habrá venido a verlo en este tiempo, aunque después de lo sucedido en el castillo de Tobías puede que haya decidido alejarse de vampiros durante una temporada. No le culpo, a pesar de que lo salvaron. Me detengo cerca de la estatua de un lánguido ángel, escuchando el leve sonido del viento entre la maleza y las piedras del lugar. Nada que haga sospechar que hay vampiros cerca.
- Sé que andas por ahí...y aunque te dije que no tentaría a la suerte viniendo a estos sitos...aquí me tienes. Tu hijo ha venido a verte.- no alzo apenas la voz, casi como si hablase para mi mismo. Si está aquí probablemente eso sea suficiente.
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