Terraza de Altair Kirgyakos

Llegué a Ouroboros para buscar a Lykaios y a Cleo después de que ella me contestase informando de que estaban bien, y que estaban en casa de uno de los Descendientes que les había ayudado a salir de la base. Tras preguntar por allí acabo dando con su paradero, una terraza en el último piso del bloque del edificio de los Descendientes. Como no me apetece subir escaleras visualizo bien la terraza, fijando así el destino para desaparecerme arriba sin tener que cansarme. De este modo me cuelo por el balcón, saludando efusivamente al dueño de la casa al entrar.

- ¡Hola! soy amigo de Lykaios y de Cleo, vengo a recogerles. - me meto para adentro sin preguntar mucho, alucinando con la casa que tiene el tío. Me dan ganas de robarle todo, o de quedarme a vivir allí. Enseguida me encuentro con mis colegas, que no sé si estarán ya curados del todo o no, pero igualmente me los llevo para que descansen y se recuperen en otro lado, ya sea el barco o alguna de las tabernas a los que solemos ir. Le devuelvo a Lykaios sus cosas, las que nos había prestado antes de la batalla, dejando que se tomen unos minutos para equiparse y recoger lo que traían.

- Gracias por sacarles de allí, Altair. ¡Nos vemos en la próxima pelea! o en una fiesta que haremos cuando la peña se recupere...ya tendrás noticias nuestas.

Tras esto agarro a Lykaios y a Cleo por el brazo, usando la desaparición para marcharnos de allí los tres.

La isla Ouroboros se elevó nuevamente a los cielos, tras la destrucción de los satélites antimagia que bloqueaban el flujo de energía mágica en todo el planeta. Antiguos rituales fueron necesarios para volver a levantar Ouroboros, acudiendo a la información de los fundadores, aquellos que la pusieron en el aire por primera vez, hace cientos de años.
Una mitad de la isla sigue siendo la antigua Ouroboros, que se salvó parcialmente de la caída y ha sido reconstruida por Adael Cohen, sus elementaristas y otros colaboradores. La otra mitad de la isla es completamente nueva, formada  desde cero con nuevas rocas, puesto que la mitad que existía antes quedó totalmente destruida. Sus ruinas permanecerán en en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] , lugar donde se realizó el ritual.

Savannah apareció en el mismo lugar donde había aparecido las últimas veces que había venido a aquella isla. Pero esta vez estaba nerviosa. Había pasado la noche inquieta, sin poder dormir en lo absoluto y cuando finalmente medito los espíritus hablaron.

Se había vestido de manera normal. Una camiseta manga larga marrón con jeans, botas y una chaqueta ligera para protegerse del tiempo. Respiro profundamente porque tenía miedo. Miedo de todo lo que le habían dicho.

Tocó tres veces la puerta. Era algo a lo que había aprendido a acostumbrarse al relacionarse con Altair. Era un personaje ... Particular. Aunque sus interacciones habían sido limitadas a las piedras no dejaba de ser el "Descendiente". Algo que muchos alababan. Tal vez incluso ella misma pero no solía decirlo en voz alta porque... A los espíritus no les importaba su opinión. Solo era su vía de comunicación.

Llegué a mi apartamento, directamente en frente de la nevera, devorando todo lo que pillaba sin mirar el tiempo que llevaba allí, dejando un rastro de comida que iba desde mi boca hasta mi cuello. Suspiré pesadamente cuando terminé, cansado de todo, y me dirigí a la ducha para relajarme un poco. Me quité la ropa listo para entrar cuando tocaron a la puerta. Me puse la toalla en la cintura y abrí la puerta con un humor de perros.

-¿Quién coño es? ¡Estoy ocupado! - Dije sin mirar quién era, hasta que me di cuenta de que era Savannah y me quedé bastante confundido. -¿Savannah? ¿Qué quieres? No he pedido más piedras, ya estoy hasta arriba de trabajo y a penas puedo dar clase - Observé su cara de preocupación y me daba la espina de que no estaba aquí por temas de trabajo. -A ver, pasa. Dime qué te preocupa -

La invité a entrar y me senté en la silla de la pequeña cocina, donde había un pequeño cuenco con cacahuetes un poco pasados. Cogí unos pocos y empecé a pelarlos y a comerlos, esperando que me contase lo que le sucedía.

El grito desde el otro lado de la puerta le hizo hacer una mueca, incluso se echó un poco hacia atrás dubitativa pensando en retroceder del todo e irse por donde había venido. Podría venir otro chamán a informarle al Descendiente de la profecía. No tenía ganas de lidiar con él. Sin embargo, el grito dio paso a la apertura de la puerta y Savannah instintivamente se llevó una mano a la nariz con gesto de real preocupación.

-O bañarte- Indicó mirándolo de arriba a abajo. Pero le dejó entrar y Savannah observó alrededor mientras iba hacia donde él le guiaba.  No sabía si mirar el desastre de la cocina, si mirar los cacahuetes o si mirarlo a él. Todo le daba un poco de... asco. Pero hizo de tripas corazón o lo hicieron por ella. Cuando Savannah alzó la mirada hacia el licántropo sus orbes pasaron del color de la miel hasta el de la niebla. El ceño de Savannah se frunció, como si estuviera resistiendose a algo, y alargó una mano hasta agarrarse se la mesa

-Mmmm... Descendiente de Licáon- La voz se Savannah se había tornado profunda -Tenemos un mensaje para ti. De tan profundo arraigo que alcanza nuestro mundo- Y se oyó en su voz no una sino mil voces al unisono.


-Has sido informado- Sentenciaron las voces y cuando la morena parpadeó sus ojos  finalmente drenaron la sangre que se había reunido en ellos, haciendo que unas gruesas lágrimas cayeran por sus mejillas. Al abrirlos, su iris volvía al cálido color de la miel y Savannah se dejó caer sobre la silla temblando levemente, lo que se notó al alzar la mano para limpiarse las lágrimas de las mejillas -¿Has prestado atención?- Preguntó alzando la mirada hacia él mientras seguía limpiándose, preocupada de la reacción del licántropo.

-Iba a ello antes de que me interrumpieses - Señalé con ambas manos la toalla cogida a mi cintura y con cara de cansancio. -Justo vengo de una misión importante y ahora tengo un cónclave que presidir, más vale que sea importante- Dije ante la reacción de Savannah al ver mi casa. -Además el elfo doméstico viene mañana y no le gusta que yo limpie - Aquello era verdad, se ponía a gruñir cada vez que no le hacía caso al cascarrabias de Winker. No entendía por qué me habían encasquetado a ese a mí.

Me fijé en sus ojos cambiantes, extrañado, y al momento profirió una especie de profecía con una voz muy extraña. Me quedé con los ojos muy abiertos, intentando prestar atención a sus palabras. Una vez terminó fui corriendo a por un boli y un periódico de hace un par de meses para tratar de apuntar aquello a toda prisa.

-Alas negras cubren el cielo… Mierda mierda, qué decía del infierno? Y de la energía? Ay la madre que os parió en qué lío me habéis metido, y los descendientes esperando y el Winker que no viene - Me movía de un lado a otro de la cocina con la cara enterrada en las manos, intentando elegir preferencia de problemas.

-Pero vamos a ver, Savannah… Qué es todo eso que me acabas de decir? Por qué está todo como una adivinanza? Y qué hago con esta información? - Le puse el periódico con lo que había escrito delante y la miré a los ojos, intentando descubrir a qué quería que hiciese con todo aquello.

-No me tienes que dar explicaciones- Le corto con firmeza pero sin mala onda. Ella personalmente no me daría explicaciones a el de nada así que lo veía justo. ¿Que no le agradaba el olor del sitio? Si, era cierto pero no iba a juzgar la forma en la que a él le gustaba vivir.

Después de volver a la normalidad lo observó perder los estribos pero ella solo se ocupó de sacar una servilleta del bolsillo y limpiarse la cara. Prefería agua pero ya que el decía que tenía cosas "importantes" que hacer, no iba a robarle más tiempo.

-Es una profecía por eso es críptica. Los espíritus no te pueden hacer la vida fácil. Para ellos es suficiente avisarte. Aparte su mundo es abstracto y sus palabras igual- Dijo tras limpiarse la cara y mirar el periódico. Puso una mano encima y lo miro -Altair... No se que es lo que viene. Pero...- Contuvo aliento un minuto y después se llevó la mano temblorosa a la frente -Había TANTA sangre... Tanta...- Ella lo había sentido, era el aviso de los espíritus que había algo oscuro por venir. Miró hacia el periódico y corrigió algunos detalles y completó otras frases.

-Me dijeron que viniera contigo porque tú podrías interpretarla mejor... - Dijo alzando los hombros y luego lo miro -Ve a ducharte. Apestas y tienes que ir a tus cosas de Descendientes. Tal vez en la ducha recuerdes algo... O le veas sentido a algo- Suspiró

El torneo finaliza para mí y sin la sangre del feral en el cuchillo restante, pero el otro cuchillo aún mantiene la sangre aunque parece estar congelada. Los médicos del torneo atienden mis heridas de la pierna y del pié con elementos de primeros auxilios, cuando me ofrecen ir a hospital me niego rotundamente. ¿Que no saben que los licántropos nos regeneramos?

Las ovaciones del público se escuchan en todo el coliseo, recorro con la mirada la enorme estructura ahora que la ventisca no dificulta mi vista y veo a los asistentes aplaudiendo, gritando y sonriendo, la emoción del combate les llega a los participantes y a los espectadores. Para despedirme hago chocar los cuchillos para que el sonido metálico resuene a través de todo el anfiteatro, como había hecho al principio, antes de entrar en la prueba de las puertas, hace cinco días.

Con aquella cuestión zanjada, hago mi camino hasta la salida del coliseo donde me encuentro con los miembros beta del clan quienes ofrecen sus hombros para ayudarme a caminar lo cual acepto. Poco a poco la adrenalina va disminuyendo y me siento acalorada por el brusco cambio de temperatura, siento una fina capa de escarcha en mi pelo y en mi piel y el cansancio físico cae sobre mí como una avalancha de rocas. Tengo un destino claro en mente, mientras camino hacia él me voy deshaciendo de la cota de mithril y de los cuchillos para que los licántropos los guarden a buen recaudo, y vuelvo a mirar el colgante con el mensaje que el descendiente de Licaón me entregó.

Ya en la zona residencial, indico que puedo continuar sola y continúo caminando sin compañía. Antes de ingresar al edificio me fijo en el cielo y me doy cuenta que falta poco más de una semana para la luna llena de octubre. Ya dentro subo las escaleras siguiendo el aroma de mi objetivo, mientras avanzo recuerdo la prueba del tercer día y miro el dije colgando del brazo, el mismo brazo marcado con una L por el bando ministerial. Tiempo. Es en lo que pienso a medida que me acerco a su puerta, a continuación le doy un primer golpe innecesariamente fuerte, aparentemente sigo teniendo la adrenalina del Torneo encima, pero me doy cuenta tarde, de todos modos el siguiente golpe es más sosegado.

Aquellas cosas de espíritus y visiones me confundían, no le veía lógica a que se pudiese prever el futuro, pero sí entendía que si se trataba de cosas de magia algo se podía intuir. Casi me fiaba más de mi intuición que de los espíritus, pero la preocupación de Savannah casi se me contagiaba.

-Sangre… Entonces es algo físico que es capaz de herir físicamente a las personas… O espera, también puede que sea algún ser que pueda poseer a la gente para herir… - Me apoyé en la mesa y solté un largo suspiro. -Es lo único que tenemos? Palabras abstractas y sangre?- Pregunté extrañado.

Asentí a aquello de la ducha y me levanté camino a ella pero, otra vez antes de entrar, volvieron a tocar a la puerta. Solté la toalla y me dirigí a la salida en dos grandes zancadas, abriendo la puerta con furia que dió en la pared con un penetrante sonido.

-SE PUEDE SABER QUIÉN COJONES AHORA?! - Maldije furioso, hasta que me di cuenta de quien era. -Kiana? Qué haces aquí? Y el torneo? Se te ve destrozada - La invité a pasar no con muy buenas intenciones, pero tampoco la podía dejar fuera. -Savannah te presento a Kiana, háblale de esto que ella también sabe mucho de licantropía - Omití decir que ambas pertenecían a clanes distintos para que no se mataran y eso. -Voy a ducharme, ahora vuelvo-

Me dirigí nuevamente al baño y al llegar ni me percaté de que había abierto completamente desnudo, ya que estaba demasiado acostumbrado. Cogí la toalla del suelo para ponerla en su sitio cuando unas palabras entraron de golpe en mi cabeza. Odiaba que hicieran eso. Me puse dos dedos en la nuca apretando con mucha más fuerza de la que debería y respondí.

-QUE SÍ HOSTAS, YA VOY- Me enrollé la toalla y salí del baño para dirigirme a ambas con muy malas pulgas. -Tengo que cumplir mis deberes de descendiente, si queréis quedaros a esperadme hay de todo en la casa menos comida, en la despensa hay una caja con algunas pociones para curar - Tras decir eso y sin darles la oportunidad de que me respondieran me desaparecí para ir a la sala del Cónclave.

Savannah miró con preocupación a Altair notando que le había contagiado su propia preocupación -Puede ser eso o lo otro. No lo sé Altair, no puedo decirte qué es- Indicó con un tono agobiado y luego alzó los hombros para mirar el periódico -¿Qué tiene alas negras? ¿Demonios?- Preguntó alzando una ceja porque no estaba muy diestra en ese campo -O puede ser una forma de decir que el clima va a cambiar y van a caer lluvias torrenciales- Añadió alzando una ceja escéptica.

-Caos…Eso es obvio por lo que dicen de los tres mundos ¿Quién tiene la magia para abrir los tres mundos todo el rato? ¿Un médium?- Añadió hasta que él se fue hacia el baño y ella siguió haciendo garabatos al lado del papel como dibujos que podían vincularse a la profecía. De pronto la puerta sonó y un desnudísimo Altair salió a atender. El gesto de la loba fue pura poesía [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] hasta que algo se agitó a su alrededor. La licántropa sintió que los espíritus se revolvían a su alrededor con ganas de servir de vía otra vez pero como ella misma lo impedía gritaban.

“¡BAJA! ¡BAJA! ¡VUELVE!”

Aquello le erizó la piel a la loba y alzó la mirada al escuchar un nombre. La advertencia sólo confirmó su sospecha y Savannah deslizó la mirada por Kiana notando que estaba de pena. Básicamente, un despojo humano. ¿Cómo seguía de pie? La chamana cogió el periódico y delicadamente lo volteó para que Kiana no tuviera acceso a la profecía mientras escuchaba que Altair se iba a bañar. Lo miró a los ojos con un gesto neutral, vacío. Su mente se había disipado de nuevo mientras los espíritus seguían gritándole y diciéndole cosas. Pasó más tiempo del que creí así, con las orbes de color miel convertidas en nubes grisáceas mientras intentaba sacar algo en concreto, apretando cada vez con más fuerza el periódico. El grito de Altair la volvió a sacar de su ensimismamiento y negó con la cabeza -No eres el único que tiene cosas que hacer- No se despidió de ninguno y desapareció inmediatamente.

Le dirijo una mirada cansada cuando me abre maldiciendo y recreo mi vista en su cuerpo desnudo mientras entro a su hogar hasta que menciona el nombre de la otra persona presente. Apesta a verde y a flores, a calma y a río, a tierra y a sol. Capto su aroma mientras camino como buenamente puedo hasta un escalón en donde me siento para recuperar el aire. No estoy interesada en escuchar nada de lo que tenga para decirme y veo por el rabillo del ojo que ella no parece querer hablar, solo quiero lavarme y descansar.

Asiento al licántropo cuando nos ofrece quedarnos y pienso que es una suerte que Savannah se encuentre allí si no hay comida, ella luce como un buen bocadillo para engañar al estómago. Éste pensamiento me saca una sonrisa pero su partida me hace dudar en si delaté mi fantasía transmitiendola por error, como pasó con la dragón. En ella pienso mientras me esfuerzo en levantarme y camino hasta donde Altaïr fue luego de abrirme, en busca de alguna cascada o algo para sacarme la mugre. Allí encuentro poca agua, rastros en el piso y unas sospechosas manijas las cuales muevo. Repentinamente, del techo comienza a caer agua, aunque cuando me fijo mejor no es del techo, sino de un dispositivo que se encuentra más abajo. Me deshago de la ropa que llevo puesta y me meto debajo del chorro de agua.

Pienso en la dragón mientras el agua cae sobre mí y arrastra hasta el suelo nieve sucia y sangre. El suelo mojado se tiñe de rojo al tiempo que recuerdo cómo reaccionó al saber mí nombre, lo que me saca una sonrisa. El feral fue el que lo arruinó todo, él la distraía, atrajo a Juliet con su incesante palabrerío sin sentido, le nubló el pensamiento con su voz. Ella fue aprisionada por él, como los ministeriales que aprendaban a todo ser que consideraran inferior a ellos. Acaricio la L marcada a fuego en mi antebrazo. ¿Y si el feral trabaja para los ministeriales? Siento mi corazón detenerse ante aquella revelación. Si es así, ella se encuentra en peligro y, si ella se encuentra en peligro, yo me encuentro en peligro. Puede que el descendiente de Licaón sepa más sobre el feral, debo recordar preguntarle.

Extraño mi hogar, iré para la luna llena de octubre, llevaré conmigo a aquellos que se mostraron interesados durante el baile de apertura del Torneo y si aparece algún otro curioso luego de haberme visto durante el Torneo, también lo llevaré. Antes debo averiguar dónde puedo conseguir más equipo y armas en Ouroboros, puedo preguntarle a Altaïr mismo. Mis parpados se vuelven muy pesados mientras reflexiono, la caída del agua sobre mí es relajante y poco a poco mis ojos se van cerrando hasta caer en un profundo sueño parada debajo de la fuente de agua.

Cuando aparezco desnuda caigo de rodillas sobre el suelo. No queda nadie de mi clan, todos fueron corrompidos, todos fueron vencidos. Solo quedo yo. Me siento traicionanda por mi manada. Decepcionada.

En mi cabeza se forma un plan mientras olfateo la gran cama que luce tan mullida. Me subo y me acurruco a un costado mientras el olor a Altaïr me rodea. Dejo mis cosas en el suelo, del lado del que yo estoy en la cama mientras la sensación de tener al licántropo dentro mío aún persiste muy vívida entre mis piernas.

Tendré que conseguir más miembros del clan en Ouroboros y, con ese pensamiento en la cabeza, cierro los ojos y me duermo agotada, cómoda y satisfecha con la experiencia y con mi plan.

Me desperté de golpe por culpa de una pesadilla en la que asesinaban a Sofía, tenía los ojos muy abiertos y gritaba que la ayudaran con desesperación mientras la dragona, la cual empuñaba una daga con el símbolo de un ojo egipcio, empezaba a apuñalarla repetidas veces en su vientre hasta que los ojos de la descendiente se quedaban sin brillo, sin vida. Miré hacia la mesita de noche, solo había dormido tres horas, pero mi cuerpo no quería seguir durmiendo, mi sentimiento de unidad con los del consejo me estaba matando como cuando me contaron que Snagov murió. Suspiré lentamente para calmar los latidos de mi corazón y llevé mis manos a la cara para quitarme el sudor, producido por las pesadillas.

Miré hacia el otro lado y Kiana yacía en mi cama, profundamente dormida. Ya había pasado una semana desde que había venido a vivir a mi piso, cosa que no entendía mucho pero con la emergencia que había en la isla en aquel momento tampoco había tenido tiempo de preguntarle la razón. Acerqué mi mano hacia su pelo, jugando con él con cuidado de no despertarle y pensé en lo que me dijo el día anterior. Al parecer tuvo una arcada y algo de flujo un poco rosado, por lo que prácticamente me aseguró que el ritual había sido un éxito y el embarazo en camino. Me detuve a pensar en aquello; Iba a ser padre. Una extraña sensación me vino de repente, un sentimiento de vértigo, pero también de protección hacia mis futuros hijos. Hasta ahora solo quería tener descendencia por el hecho de perpetuar mis conocimientos, pero acababa de caer de que, en unos meses, sería responsable de criar un par de niños. Pero todos estos pensamientos se desvanecieron para ser sustituidos por los problemas de la isla, que eran la prioridad ahora mismo.

Me levanté con una lentitud extrema para evitar que se despertase y fui a la cocina para preparar el desayuno acompañado de los primeros rayos del sol que entraban directos desde la cristalera. Abrí la nevera y saqué un par de docenas de huevos, un kilo de bacon y leche. Empecé a freír los huevos y el bacon mientras me preparaba una fuente a modo de bol de avena con leche y comía con calma, disfrutando el sabor de la avena y del olor a bacon frito. Realmente estaba preparando desayuno para diez personas, pero sabía que si Kiana no quería me lo podría terminar yo todo sin problema.

La semana transcurrió sin mayores sobresaltos. Cuando salía del hogar de Altaïr, intentaba estar acompañada por él y cuando no era posible, no me alejaba mucho. No necesité salir del edificio, allí había mucha gente con la que hablé sobre el clan y sobre su misión. Durante la semana, arcadas y fluidos dieron a entender que estaba embarazada al tiempo que el descendiente de Licaón parecía asolado por pesares que no le dejaban dormir.

Éste día me despierta el olor a comida, me visto somnolienta y sigo el aroma hasta su origen. Agarro unas cuantas tiras de cerdo con la mano y les doy violentos mordiscos. Me quito algunos pelos de la cabellera hecha un nido de aves y me froto los ojos para encontrar a Altaïr.

-¿El hogar de tus padres en Grecia también tiene éste estilo tan… humano?- Pregunto con la voz ronca de recién levantada. Me estaba malacostumbrando.

Un patronus en forma de zorro fennec entra en el lugar para dejar un mensaje a Altair de forma urgente

Sayid escribió:Sofía está en la plaza!

Estaba tan ensimismado en mis pensamientos que no escuché a Kina acercarse, además de que sin pasos eran ligeros y prácticamente imperceptibles. Sonreí silenciosamente al ver el pelo de Kiana, el cual hoy estaba peor que otros días, e incliné la sartén que tenía en la mano para que todos los huevos fritos callesen en el plato, lo cogí y lo lleve a la mesa, un metro detrás de mí, para sentarme y empezar a comer con los cubiertos, dejando otros para ella por si, aunque era poco probable, quería utilizarlos.

Su pregunta no me sorprendió mucho. Ya casi me acostumbraba a que hiciese preguntas que le venían de repente, sin decir ni “buenos días” ni nada que tuviese que ver con una interacción social oral. -Bueno, viven en una cabaña de madera en el bosque de Lamia, pero se mudan al piso de Grecia cuando hay temporada alta de vampiros, pero prefieren la cabaña, ya que me crié allí - Dejé de hablar para empezar a engullir toda la comida que había, no tenía especial prisa por irme, pero quería estar listo cuanto antes para seguir con mis labores.

-Por cierto, ya que no sacas tú el tema supongo que me tocará a mí...- Le señalé con el tenedor mientras levantaba una ceja. -¿Por qué has venido a vivir conmigo? No me malinterpretes, no eres ninguna molestia, pero me ha sorprendido ¿Tiene algo que ver con tu clan o con vuestras costumbres?- Dejé que respondiese con tranquilidad, para que no se dejara ningún tipo de detalle.

Cuando terminó me levanté para poner los platos a lavar, los cuales empezaron a fregarse solos por el encantamiento de la casa. Me asomé al ventanal, viendo todos aquellos dragones reuniéndose en la montaña y maldije para mis adentros. Justo en aquel momento, apareció el patronus de Sayid, el único que reconocía, por lo que desaparecí de allí sin decir nada, Kiana ya debía suponer de por qué se trataba.

Me siento en la silla frente a Altaïr masticando sonoramente las tiras de cerdo, con las manos llenas de aceite caliente. Una cabaña suena muy humano para mi gusto, pero aún así parece estar más conectado con la naturaleza que el hogar de Altaïr en Ouroboros.

El tema de mi estancia allí me ensombrece la expresión. Hubiera deseado que se trate de alguna costumbre.

-Del Clan de la Luna Roja solo quedo yo.- Digo entre dientes con la mandíbula tensa.

-Expulsé al resto por su debilidad, ya no forman parte del clan.- La expresión del licántropo me insta a explicarme.

-Durante el Torneo, monstruos de metal atacaron el hogar del clan, los licántropos lucharon… y perdieron pero no los mataron. Cuando despertaron, una presencia se comunicó con sus mentes para debelarles el secreto de la vida eterna, secreto que quisieron compartir conmigo, pero en ese momento me sentía decepcionada, traicionanda por mi propio clan al no poder defender nuestro hogar, así que me desaparecí y aparecí en el único lugar que se me ocurrió que podría estar a salvo.- Relato con la mirada baja, jugando con el aceite en mis manos para distraerme. En ese momento se levanta para llevar los recipientes a lavar, se ve pensativo. Mi relato debe haber puesto otro conflicto en su mente, pero su expresión cambia cuando parece ver algo a lo lejos y desaparece sin más.

Yo me quedo relamiendome los dedos que ahora saben a cerdo, cuando termino con eso tomo un cepillo para controlar un poco mi pelaje mientras aprecio las vistas al futuro presunto campo de batalla, luego reviso la piedra verde que llegó a mi poder.