Montañas del dragón

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'Defensa Física' :

Era la primera salida en solitario de Alwaid y mía. Surcamos los cielos de la isla de Ourboros respirando el aire de primera hora de la mañana. Durante los días anteriores D. y algunos de sus ayudantes estuvieron tratando con los dragones que fueron volviendo a la isla después del patético intento, por parte de los Descendientes, de sacarlos de Ouroboros. Claramente conocían poco de la magia dragón.
El mes desde que llegaron a Ouroboros el trabajo de Darren era el de recepcionar los dragones, conectar con ellos… Eran muchos y cada uno de ellos requería de una atención especial.

Aterrizamos en la montaña del dragón después de dar una vuelta. Los días de atrás pudo ver que había cierto ajetreo en los jardines, pero sin tener claro qué demonios se traían los Descendientes entre manos. Esa mañana se pudo oler algo: flores blancas, invitados, muchos invitados, ropa elegante… una boda en el mismísimo corazón de Ouroboros. Cuanto menos sería interesante poder asistir (no sería él el que lo hiciera) pero seguramente W tendría algo que decir del asunto. De modo que desmonté a Alwaid, este pasó a su forma humana y nos dirigimos a informar.

La información por parte de Darren había llegado en el momento preciso, pero no por ello resultaba ser menos indignante. Caminé con él por el patio de armas en el que solíamos entrenar, intercambiando los últimos datos sobre novedades. Yo le informé que disponíamos de varias muestras de sangre conseguidas por una de las Blood Keepers, y él me dijo que había avistado lo que parecían ser los preparativos de una boda. Boda a la que no habíamos sido invitados. Debía ser un evento importante, en enlace de un Descendiente. No montarían nada así por unos plebeyos. - No nos consideran parte de Ouroboros...es una lástima. - comenté a Darren con tono molesto, especialmente porque se creían que podían ocultarnos algo así. - No somos bien recibidos, el mensaje es claro. En el protocolo de este tipo de bodas poco importa que haya o no amistad. Esto es un desplante. - miré de reojo al compañero dragón de Darren, que lo acompañaba desde que había llegado. Ni nos habían invitado, ni habían informado. Solté un sonido irónico, llevando la mano a la empuñadura de la espada que pendía de mi cinturón.

- Dudo que sea sólo la falta de "afinidad". Nos temen. Temen que hagamos algo en cualquier momento. Y tal vez no se equivoquen...tal vez estén provocando justo lo que pretenden evitar. - ya veríamos qué duraba más, si su período de prueba, su estupidez, nuestra paciencia, o el proceso de nuestros planes. - Necesitaremos ojos en ese evento. Los ojos del hogar de los Pendragon no pueden estar ciegos. - no permitirían la entrada a uno de nuestros dragones, pues ya habían visto su aspecto en el parlamento. Por ello descarté a Alwaid. Pensé en posibles candidatos, recordando entonces a la dragona plateada que Gwen había vinculado a nosotros con su magia. Si me concentraba en ello era capaz de percibir que su alma estaba angustiada, no sería muy difícil aprovechar aquello para atraerla, para apaciguarla. Cerré los ojos para concentrarme en el vínculo con el alma del dragón, llamando a su sangre para que sintiese la necesidad de acudir a la montaña fuese como fuese.

- Grah- Zeymahzin, Grind Heyv - murmuré con voz profunda en el lenguaje arcano de los dragones, repitiendo aquello varias veces como una letanía mágica.

Las noticias se fueron enlazando la una con la otra, hasta que finalmente acabamos con la más acuciante y la que portaba. Los preparativos de la boda. No dudé en darle todo lujo de detalles: las flores, los invitados, el espacio… los descendientes. Todo el mundo estaba allí. Todos salvo nosotros, claramente. Sobre el protocolo de seguridad poco había podido ver, salvo los guardias que hacían ronda por los jardines, perfectamente decorados con gardenias.

-Por supuesto que no- Reproché a mi hermano cuando insinúa que no nos consideran parte de Ouroboros. En muchas de las ocasiones yo tampoco me sentía muy confortable allí, prefería Sanguis Lino, sin lugar a duda -¿Y cuál es el plan? No podemos presentarnos allí esperando a verlas venir. Ni siquiera se han dignado a que les ofrezcamos nuestras bendiciones. Aunque sea sencillamente por las apariencias- No, definitivamente no me sentía bien en un sitio donde no nos querían ver ni en pintura.

-¿Qué propones? ¿Les llevamos una ofrenda?- Esperé a que me respondiera mi hermano, que era el de las grandes ideas. La mayor parte de las veces, sencillamente, yo me dejaba llevar ante su criterio. Sé que estaba elucubrando algo, y el hecho de que hablara en lengua dragón me dio a entender por dónde iban sus planes. Los ojos de los Pendragon no iban a estar ciegos

-Iniciaré los preparativos- Los cuales no podían demorar: hice llamar a las mejores sastras, los mejores cocineros que tuviéramos en el campamento. Había que mandar un mensaje.

No pensaba en nada mientras volaba. Como si su voluntad se hubiera quedado en el hospital y a aquellas alturas no lograra escucharla más. Se sentía... en una carrera. Como si el llegar un segundo tarde hiciera que todo el esfuerzo se esfumara. Como si por fin estuviera a punto de encontrar a su madre o algo similar. El corazón le latía con fuerza y cuando por fin encontró el lugar, le dio un vuelco. Había esperado mucho por el momento en que, finalmente, le llamaran. Y ahí estaba.

Descendió en amplios círculos, transformándose justo antes de tocar tierra. Le era mucho más sencillo volverse humana que dragón, era casi como si fuera su primer naturaleza, con lo que no le tomó tiempo. Agradecía no haberse puesto ese día el uniforme del hospital, pues le habría dado algo de corte presentarse con eso. Les sonrió suavemente a ambos hombres, pasando de ver a Darren a Wthyr.- Hola...- Les saludó con voz tímida, pasándose un mechón de cabello tras la oreja. Se sentía lo suficientemente cómoda y segura como para no temerle al silencio. Se giró para ver el paisaje de las montañas aquella mañana. Era absurdamente hermoso. Le gustaba que el frío no le molestara.

Proseguimos la conversación en el exterior, caminando un poco más para poder contemplar las vistas de las montañas. Hice un gesto de desagrado ante lo de presentarnos en aquel lugar, lo cierto es que ni merecían nuestra presencia allí. Podían habernos ofrecido ir, tal vez habríamos declinado. Ahora se había convertido en una afrenta.  - Su mediocridad ha quedado patente, pero nosotros no debemos caer en ella. Los Pendragon deben ofrecer un presente para esa boda de postín. Una muestra de poder. - Darren pareció comprender rápido, mostrándose diligente en dar órdenes para iniciar los preparativos.

No tuvimos que esperar demasiados minutos hasta que la dragona plateada llegó hasta las montañas surcando los aires, descendiendo hasta nosotros y tomando su forma humana justo en el momento de tocar tierra. No había tratado con ella personalmente, pero recordaba haberla visto en la fiesta de antes del parlamento. Enseguida la saludé con una ligera inclinación de cabeza, invitándola a acercarse.  - Bienvenida a los dominios de los Pendragon, hogar ancestral de los dragones. - recalqué la palabra hogar, para que se sintiese como en casa. Gwen ya había allanado el terreno vinculándola con nuestro poder sobre los dragones, pero era necesario que ese vínculo se fortaleciese. Hice contacto visual sostenido con ella de manera intensa, tratando de conectar así a un nivel más profundo. Su cabello rojizo y sus ojos borgoña la hacían bastante llamativa.  Era un ejemplar joven, pero interesante. - Nada debes  temer en este lugar. - avancé hacia ella provocando que la nieve sonase bajo mis botas, haciendo un gesto para que nos siguiese.  - Los guardias informaron que estuvisteis  aquí hace unos días, junto con dos personas más. Queríais solicitar audiencia. Ahora es un buen momento para que contéis lo que os trajo hasta aquí, para que digáis qué atribula vuestra alma. Tenemos mucho que hablar...- no entraríamos al castillo por el momento, al menos durante los inicios de la conversación para que la confianza fuese en aumento.

Miró por un instante más el paisaje. Pensó mucho y muy tendido si tenía que hacer ella lo de la inclinación de cabeza, pero terminó por no hacerla, por si acaso...- Gracias.- Quería perguntar qué hacía ahí, pero no quería parecer malagradecida, o lo que fuera. Cuando terminó de recorrer su mirada por el horizonte, volvió la vista al par. Tenían pocas cosas en común, pero parecían afables. El que parecía mayor tenía también una mirada profunda y penetrante. Por más que trató de resistirla, tuvo que bajar el rostro hacia el piso por un segundo, volviéndose a colocar el mechón detrás de la oreja.- No temo.- Agregó a las palabras del contrario, levantando el rostro con una sonrisa, por si acaso tenía dudas.

Rió nerviosamente ante el recuerdo de lo que habían hecho. Le habían dicho, por supuesto. Sabía, de alguna manera, que el contrario no estaba molesto por eso, ni por nada. Se sentía a su gusto en aquel lugar, pero a su persona aún le costaba expresarse con palabras precisas, pues a veces no era honesta ni consigo misma. Se quedó callada un minuto, tratando de buscas las palabras mientras caminaba junto a él, viendo la nieve bajo sus pies. Trató de recordar por qué subió con Reiv, pero aquello solo logró hacerla sentir la tristeza de recordarle postrado en la cama del hospital.- No sé a qué vine.- Respondió finalmente, con serenidad a pesar de sus palabras.- Yo no quería subir.- Suspiró. Trató de buscar algo que se le estuviera pasando de aquel día, pero era claro que había sido afortunada de partir en la misión.

No esperaba que la invitada fuera a tardar tan poco en llegar, pero allí estaba, pasando de su forma draconiana a la humana. Una muchacha joven de pelo rubí. -Bienvenida a la montaña del Dragón. Bienvenida a los dominios de los Pendragon- Saludé a la recién llegada con una leve reverencia, inclinando la cabeza, y devolviendo una confortable sonrisa, a modo de bienvenida. Alwaid hizo lo propio y fue el que salió a terminar de organizar los últimos detalles que habían de ponerse en marcha para el agasajo de la nueva pareja. Teníamos invitada, y no era de discreción que me retirara a la primera de cambio, al menos hasta que las cosas no estuvieran calmadas.

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Cuando estuvo todo listo me asomé a la puerta principal, aquella que daba al patio donde estaban W y Juliet. Y con una leve señal indiqué a mi hermano que estaba todo listo, de modo que me coloqué con las manos a la espalda, espalda recta, en porte militar, esperando a la decisión de mi hermano mayor, y por tanto, de mayor rango.

El silencio fue la nota dominante durante los siguientes minutos con Juliet. No era cuestión de que no funcionase el vínculo, o eso quería creer, sino que ella parecía ser bastante tímida. Respeté ese decisión de no hablar en exceso, acompañándola en el breve paseo hasta la entrada a nuestro castillo. Indiqué a los guardias que se apartasen de la puerta, para dar a entender a Juliet que entraríamos pronto. - ¿Te obligaron las personas con las que venías?- cuestioné como quien pregunta si la estaban molestando, pues era nuestro deber proteger a los dragones con los que estábamos vinculados.

En ese momento me di cuenta de que Darren nos hacía gestos desde el interior del castillo para que entrásemos, por lo que supuse que ya había avanzado algo en los preparativos. - Quiero invitarte a conocer nuestro hogar. Descubrirás que tuviste que haberte quedado ese día, que te habrías alegrado de haber elegido esa opción. He podido percibir que necesitas compañía y apoyo, así que necesitas saber que aquí tienes una familia en la que puedes confiar. - hice un gesto con el brazo para permitirle la entrada en primer lugar, avanzando así con ella hasta el interior del castillo donde nos esperaba Darren.

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off: Juliet, Wiwi y Darren fuera y pasamos a tema casa Pendra

Mientras estaba intentando vigilar el enlace de los descendientes desde la almena del fuerte de los Pendragon, alguien le reclamó de nuevo en los terrenos de la residencia. El emisario no supo qué o quién era el artífice del mensaje, pero reclamaba prontitud en su presencia, por lo que tuvo que dejar el catalejo en manos de uno de los vasallos y volver a bajar. Bufó por el camino, molesto, pues no le apetecía socializar más de la cuenta. Por el camino reflexionaba si era W el que lo había vuelto a hacer llamar, ya que podría haberle dicho en un primer momento que se reuniera con él al finalizar el agasajo de la dragona plateada.

Salió al exterior buscando la persona que le andaba buscando. Sea quien fuere, y que exigía de su presencia.

Poco más de un mes había pasado desde el ataque contra mi hijo y mi nieto, desde aquel absurdo parlamento. Desde entonces me había dedicado a seguir entrenando cierta habilidad problemática, practicando también con Ian en la zona del bosque. Necesitaba aprender a controlarlo. También había pasado tiempo con Jarkko, y con Shamandalie, a la que había traído a la isla cuando comenzó todo el asunto de la aniquilación en tierra firme. El hijo de Daeron había renegado del clan en el que estaba, y era de comprender. A mi entender no los necesitaba, si quería familia ya nos tenía a nosotros. Tampoco me parecía bien que Ian no renegase definitivamente del clan, y mucho menos que se hubiese acordado que esos ridículos Pendragon pudiesen permanecer en la isla. El hermano de Catherine había muerto tanto por culpa de esos como por culpa mía y del Consejo, que tuvimos que detenerle. Tal vez Ian no quisiese actuar a petición de Catherine, pero yo pensaba actuar por mi cuenta. Lo mismo con Wilhelm. Él torturó a Ian cuando lo atraparon. Ya suficiente habíamos hecho con traerlo con vida de la Ciudadela, odiaba la idea de saber que estábamos compartiendo espacio, por mucho que lo "necesitasen".

Me aparecí en las inmediaciones de la residencia de los Pendragon, en las montañas. Allí estaban metidos, en un pedazo de casa que no se merecían. Un par de guardias custodiaban la puerta, así que les pedí que saliesen sus "amos", o como los llamasen. No tuve que esperar mucho, aunque la espera se me hiciese larga porque traía muy mala hostia por todo lo que iba pensando. Apareció un hombre rubio y fornido, uno de los hermanos que estaban el día de la fiesta y el parlamento. Ni rastro del otro, o de las mujeres. Caminé hacia él de manera decidida, sin cortesías ni rodeos. Para qué las presentaciones. Me planté a un metro de él, echándole una mirada de desdén de arriba a abajo. Pringaos desfasados. Eso ya lo había visto.

- No sé qué cojones pintáis aquí después del modo en que habéis entrado en la isla. Puede que los del Consejo os tengan en período de prueba o cualquier historia de mierda que os hayáis inventado, eso a mí me es indiferente. Habéis atacado a mi familia, y aquí estáis, como si nada. Largaos de una puta vez. - la advertencia suave estaba lanzada, aunque ya estaba preparado para que la ignorase y pasase por completo.

En mi alfombra voladora, había vuelto a las montañas del dragón, paisaje que fuese escenario de mi batalla en el Torneo Fenix que quedó interrumpido a causa de la llegada de los Pendragon. Muchas cosas se habian interrumpido con la llegada de esos, pero a decir verdad, le habian dado un toque interesante.

Obviamente, tocaba investigar un poco , restablecer la diplomacia....esas cosas.

Me pareció interesante localizar a Adam en las inmediaciones de la entrada a su residencia.

Hice descender el vuelo de mi alfombra, cualquiera hubiese dicho que Adam y yo habiamos quedado en venir juntos.

Pero no, eran cosas del destino, la casualidad, lo que fuera....

- Que alborotador, Hacksaw. Ahora lanzas las indirectas directas? Aunque tú nunca has sido de andarte mucho con sutilezas. - dije finalmente, apeandome de la alfombra y poniendome entre él y Darren Pendragon. Miré de reojo hacia el rubio. - Disculpalo, no sabe lo que dice.

No había estado demasiado ocupada desde la última misión de robo de sangre para los Pendragon, aparte de intentar contactar con un esquivo Rybar y una desaparecida Shinobu. La noticia de Lytta como aspirante a guardia de Ouroboros ya estaba confirmada, y me producía tal rechazo que juré que se arrepintiese de habernos dado la espalda. La única manera que teníamos de sobrevivir como organización era acercarnos a los Pendragon, por eso en los últimos días frecuentaba a menudo su residencia. Había dejado a los críos en el patio de armas, el pequeño al cuidado de una de su sirvientas y el mayor con uno de los soldados para que le enseñase algo del manejo de las armas. Estaba observándolos cuando algo llamó mi atención. Darren cruzó el patio de armas para dirigirse al exterior, pues por lo visto había alguien buscándole. Lo seguí no sin antes advertir que vigilasen a mi prole.

Al salir me encontré al rubio teniendo un encontronazo con el que un día fuese capitán de aurores, que para variar venía buscando bronca. Arqueé una ceja al ver al tercero en discordia, Setelah Barrett. Parecía un reencuentro entre antiguos compañeros, ambos traidores. Tuve claro el lado del que me posicionaría si era necesario.

- No les escuches, Darren. Hace mucho tiempo que perdieron el rumbo, y ahora van dando tumbos de acá para allá, bailando al son que les dictan otros. - hice una mueca de desdén, cruzándome de brazos mientras me apoyaba de espaldas contra el muro de piedra del hogar de los Pendragon.

La sombra persiguió a Adele, aprovechando cada resquicio de oscuridad, y si no lo había, los creaba con sutileza.

Había estado esperando, estudiando. La mujer tenía hijos, jóvenes. Parecía apreciarlos. A su modo. Pronto supe que mejor que hacerle daño a ella, sería hacerla sufrir del mismo modo que ella había pretendido para mí.

Observábamos a los retoños el el patio de armas. Cuando Adele de fue porque algo llamo su atención, supe que la ocasión había llegado. Esta vez, parte de la sombra de la mujer de quedó en su lugar, y se desplazó despacio a donde estaba el niño menor, el moreno, con la cuidadora. El del pelo blanco entrenaba. Me recordó a Daniel. No se si fue por eso o porque era el mayor, que no lo elegí a él.

A la cuidadora le susurré que se quedase allí inmóvil un rato, y al niño pequeño, que caminara tranquilamente hasta lo alto de la muralla, que se parase en el borde, y sacara un pie hacia fuera, como si fuera a dejarse caer.

Era muy fácil dominar una mente infantil...

También le hice decir mis palabras cuando su pie estaba al borde del vacío, para llamar la atención de su madre.

- sé lo que hicistes en el hospital. No vuelvas a hacerlo. Estas serán las consecuencias. - hablo el pequeño, con su lengua de trapo de dos años. Igual los otros no lo entendían, pero la madre sí. Esperé tres segundos porque estaba dispuesto a que pudiera ser una advertencia nada más, y entonces se lo ordené.

Ivanov saltó desde lo alto de la muralla, por la cara exterior, para que pudieran verlo bien.

Mi sorpresa fue máxima cuando llego al exterior y me encuentro un adulto moreno que no reconoció en ningún momento. No formaba parte del vasallaje, ni de los descendientes, ni portaba la armadura característica ni los galones de la Guardia de Ouroboros. Era una mago normalucho y corrientucho, un plebeyo, con ganas de venir a recriminar sus problemas ante la gran familia de los Pendragon. Por supuesto que capté su molestia según avanzaba a mi persona, pero permanecí impasible, inamovible.

Recibí sus puyas sin molestarme siquiera en cambiar el gesto, con las manos detrás. Me fueron totalmente indiferentes -Si ya habéis acabado, podéis iros- Por supuesto no iba a tener en consideración semejantes tonterías de un lacayo como ese moreno, aunque casi me duplicase la edad. Él no es quien para meterse en los asuntos que no le conciernen, aun habiendo sido un emisario del propio Consejo, le miré con desdén. A la “conversación” se unen otros dos individuos, y Alwaid hace lo propio por detrás de mi persona. -Si ya han acabado con sus sermones, he de retirarme, tengo cosas más acuciantes que tratar y no una riña mediocre de taberna- Mentira, pero no me apetecía estar ahí aguantando sermones de qué debía o no hacer para con el moreno. Me di la vuelta haciendo ondear la capa, pero cuando pasaba al lado de mi dragón pudimos ver el niño mientras se lanzaba al vacío con su última frase de advertencia. Odié Ouróboros en ese momento, seguía sin entender porqué teníamos que estar en esa sucia isla llena de indeseables. Seguí con la vista los primeros segundos de caída del menor sin moverme del lugar.


Con un leve movimiento de cabeza indiqué a Alwaid que recogiera al niño que seguía en descenso libre al suelo, agarrándole por las vestimentas y dejándolo nuevamente de pie en el suelo, a nuestro mismo nivel. Tras ello me dirigí al interior del castillo.

Desvié la mirada un momento al escuchar la voz de mi antiguo "compañero" de golpe de Estado. Hice un sonido de molestia al verle por allí, como si hubiésemos quedado en venir juntos. Parecía que olía los problemas a kilómetros. Él sí que era un alborotador, alguien que se movía en el caos como pez en el agua para poner la situación a su favor.  - No estamos para perder tiempo con indirectas. A mi ya me queda muy poca paciencia. - lo miré con cara de 'qué mierdas haces aquí', siguiendo su trayectoria cuando se bajó de la alfombra. - Qué amable, mira cómo intenta interceder- comenté de manera sarcástica, sabiendo que lo único que podía querer Setelah era ganarse el favor de los Pendragon. Para nadie era desconocido que "su" dragón, Smaug, estaba ahora del lado de los rancios invasores.

La que salió después del castillo sí que me caía mal de verdad, era una persona venenosa y rastrera. Entorné los ojos al comprender que estaba de parte de los Pendragon, cosa que tampoco me extrañó. Al parecer debían tener ideales afines, y los Blood Keepers estaban tan acabados que se agarraban a un clavo ardiendo con tal de seguir existiendo.  - Eres tú la que no se da cuenta de que la música se acabó hace mucho tiempo, la que no deja de hacer el ridículo creyendo que es alguien y no pasas de mierda seca. - lo más absurdo es que la tipa seguía creyendo en las idioteces que decía Termeritus hace años, no era capaz de evolucionar, dejar su patética ambición.

El rubio estirado respondió de manera sosa y anodina, como queriendo evadir cualquier tipo de enfrentamiento o posible "conversación". Me daba igual que no le interesase lo que le estaba contando, si pasaba de todo iba a ser mucho peor. - No, no lo has entendido. El palo que llevas metido por el culo no te exime de tu responsabilidad ni te va a librar de las consecuencias de lo que habéis hecho. No vais a tener descanso en este lugar, ni ahora , ni nunca. - de repente algo más distrajo nuestra atención, un crío de unos dos años diciendo cosas extrañas desde lo alto de la muralla. Debía ser de la edad de Aedan. Aquella imagen me sorprendió y me puso alerta por si acababa cayendo. El mensaje parecía ir para Adele. Alguna vez lo había visto con ella. Era uno de sus hijos.  ¿Algo que había hecho en el hospital? ¿estaban controlando al crío para enviar un mensaje? Todo fue tan rápido que apenas tuvimos unos segundos para reaccionar cuando el niño se tiró por "voluntad propia". El más rápido fue el dragón lacayo del Pendragon, que impidió una desgracia. Aprovecharon aquello para largarse al castillo que estaba al lado, escabulléndose como ratas.

- Él lo ha querido. Que prueben su propia medicina. Justo lo que ellos hicieron.  - extendí mi mano hacia los dos guardias Pendragon que custodiaban la puerta, retorciendo el metal de sus armaduras para hacer que los ahogasen conforme se iban cerrando sobre ellos. No terminé de matarlos. Si morían sería por "falta de atención de sus jefes".  Después hice levitar las dos antorchas que flanqueaban la puerta de entrada, elevándolas en el aire hasta prender los estandartes de los Pendragon. Las telas comenzaron a arder, y cuando lo hicieron las levité también para colarlas por uno de los ventanales en los que más cortinas se veían. Poco iba a arder eso en comparación con lo que hicieron en la casa de uno de los Descendientes. Poco daño iba a ser comparado con lo que hicieron en la casa de mi hijo. Que supiese que no eran bien venidos. No podían quejarse, era menos que lo que habían hecho ellos. Que se jodieran por culpa del pavo que prefirió huir a dialogar.

A nada de aparecer yo, lo hizo tambien Adele, tachándonos de...de que? No se, no me quedó claro. No me sorprendió nada verla tras los muros de los Pendragon, a decir verdad.

Miré a Darren, el tipo en cuestión no parecía nada interesado en la conversación que ocurría a puertas de su casa. No pude evitar reirme por lo bajo a causa de los pintorescos insultos que soltaba Adam.... de donde los sacaba?

Entonces apareció aquel chiquillo en lo alto de la muralla. Lancé a Adele una clara mirada de duda, que demonios estaba pasando ahi? No me apetecía nada dejar que ocurriese lo que parecia que iba a ocurrir a continuacion....malas experiencias, ya sabeis. Le silbé a mi alfombra magica pero el dragon fue mas rapido y atrapó al niño en caida libre antes de que fuera tarde.

- Que acaba de pasar aquí? Me parece Adele, que ni si quiera entre los Pendragon vas a encontrar la proteccion que buscas. - le dejé caer. Pero bueno, Adam tenía razon en algo.

Y sin más, Darren decidió que era buena idea dejar a Adam ahi plantado, cabreado como un mono
- No amigo mio, no quieres hacer esto....


No sabia si se lo decia al rubio o al moreno y me hice un facepalm en toda regla cuando Adam medio estranguló a aquellos guardias y luego les prendió fuego a los estandartes.
- Excelente, tú dales la excusa.... - le dije con ironía.... - Será mejor que te vayas de aquí, igual ahora si te hacen el caso que querías.

"o no..."

El hecho de que Darren me ignorase me indignó bastante, el hombre era tan hermértico y pasota que me tocaría utilizar alguna estratagema si quería ponerlo a mi favor. Los exabruptos de Hacksaw me los esperaba, siempre había sido un ordinario. Tampoco me afectaban sus insultos, pero sí que me dieron ganas de empujarle por el borde del precipicio más cercano para que se despeñase. Iba a responderle de alguna manera mordaz, pero en ese instante se me heló la sangre al ver a Ivanov en lo alto de la muralla, amenazando con lanzarse. Comenzó a hablar dirigiéndose a mí, y enseguida supe que era alguien tratando de vengarse. Alguien que sabía lo que había hecho en el hospital. Probablemente fuese por lo del robo de sangre, o por "jugar" a ver si mataba al bastardo Black. En ese momento no fui capaz de pensar en nadie, lo único que quería era impedir que el crío saltase.

- ¡IVANOV! ¡no te muevas! ¡voy a por ti!- grité realmente asustada apenas un instante antes de que el niño saltase al vacío. Todo fue tan rápido que ni siquiera me dio tiempo a hacer nada útil, pero Darren fue lo suficientemente rápido para enviar a su dragón antes de que mi hijo llegase al suelo. Corrí hacia él en cuanto Alwaid lo soltó, estrechándolo entre mis brazos porque había empezado a llorar por el susto. Pocas veces me mostraba cariñosa con él, pero después de lo que había pasado fue la primera reacción que tuve. - Shh...tranquilo, ya pasó, no ha sido nada...- traté de calmarlo mientras pasaba una mano por su cabeza, a pesar de que el corazón me latía desbocado en el pecho. Alcé la mirada hacia Darren para agradecerle, aunque éste comenzó a dirigirse al castillo sin más. Lo que me dijo Setelah me hizo sentirme más insegura, ni siquiera con los Pendragon podía considerar que estuviese a salvo. Habían ido a hacer daño. - Todos tenemos aquí muchos enemigos, incluido tú, Setelah. - acerté a responder por fin, recuperando parte del color y del tono altivo. - Hay que ser despreciable para atacar a un niño. - no era lo mismo que atacar a un adulto, aunque estuviese en el hospital. Sin duda debía haber sido alguien cercano a Reiv, como su hermano, o la dragona pelirroja que tenía por novia. Pensaba hacerles pegar lo que acababan de hacer.

El imbécil de Adam se puso a atacar guardias y a intentar prender fuego a la casa, así que bufé alzando al niño en brazos, dirigiéndome al interior del castillo para avisar a todos de lo que acababa de hacer.

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off: Adele out

Tanto Setelah como yo nos habíamos quedado sorprendidos por lo que había sucedido con el hijo de la Blood Keeper, que se había salvado por muy poco. Era evidente que había sido víctima de un intento de venganza. Verla así de preocupada por su hijo sólo me hizo pensar en mi mismo. Incluso las peores personas tienen algo que quieren proteger a toda costa. Tal vez era lo único que todavía nos permitía conservar la cordura, el alma. El tercero en discordia, Setelah, también era algo parecido. En alguna ocasión lo había visto por la isla rodeado de críos, supuestamente suyos.

Apenas presté atención a la advertencia del estrambótico mercenario, sin saber si era para mí o para Darren. Bastante ocupado estaba medio asfixiando guardias y tratando de iniciar un incendio. Las cortinas de la habitación por la que había metido los estandartes comenzaron a arder. Ahora era cuestión de tiempo, aunque por culpa de la bocazas de Adele probablemente no se descontrolase demasiado el incendio. Ahora me tocaría contarle a la Le Fay que había visto a Adele con los Pendragon.

- ¿Excusa? - me giré hacia Setelah, señalando a la par hacia el castillo Pendragon. - Han entrado arrasando y encima parece que hay que hacerles reverencias. Me importaría una mierda si no fuese porque tienen algo contra los míos. Si los demás no hacen nada, lo haré yo. Claro que es lo que quieren, una excusa. Acabemos con la farsa de una vez. - por ahora me largaría, no tenía sentido quedarse aunque pudiese ser divertido verlos intentar salvar la casa y los guardias. Supuse que Setelah querría quedarse, tal vez por el dragón. Quizás sólo quisiera ver qué podía convenirle.

- Cuidado con tus planes a dos bandas. Hace mucho que no juegas a eso. Tal vez estés ya oxidado para estas cosas. - advertí con tono sarcástico, dándome la vuelta para desaparecer de allí después.

Sobrevolé las altas cumbres junto a parte de mi prole, buscando nuevas cuevas donde ubicar a los dragones que había traído desde mi colonia en la isla de Wight. Svart se había unido a la misión, demostrando estar cada vez más unido a su verdadera familia. Por suerte parecía menos apegado a aquella dragona que prefería su forma humana, y a aquel mago que lo había raptado de manera rastrera. Los dragones negros no éramos muy numerosos así que debíamos asegurarnos de no perder a ningún miembro más.

El descenso en círculos comenzó cuando avistamos el castillo de los Pendragon, tras dispersarse el resto de dragones a otras zonas de la montaña. Svart me siguió en el aterrizaje, en el que hundí la nieve bajo mi peso. Esta vez no provocaríamos un alud, tal y como había sucedido el día del torneo. Replegué las alas y moví la cola de manera enérgica, girándo al percibir un olor conocido. Mis fosas nasales se abrieron al localizar a Setelah, plantado muy cerca de la residencia de los Pendragon. Había algunos soldados más terminando de sofocar un fuego, y otros dos más atendiendo a unos que parecían heridos en el suelo. Entorné los ojos como rendijas, bajando la cabeza de manera amenazadora para observar a Setelah muy de cerca.

- ¿Eres tú el culpable de esto? - pregunté con voz cavernosa y profunda, mientras el joven Svart se ponía a mi lado para observarle con curiosidad. - No puedes soportar no ser útil para la causa...no cumpliste tu promesa de luchar por nuestra raza.