Tintagel

Aquel día pensó que el turno de trabajo no se alargaría mucho y que podría ir a la fiesta de Khan Tepes, pero se dio cuenta enseguida de que eso no sería posible. En cuanto vio a un desmayado Leroy entrar por la puerta de urgencias con unos cuantos guardias supo que la reunión de Tintagel no estaba yendo muy bien. No tardó mucho en atenderlo porque solo era una bajada de tensión, pero pasados unos minutos llegaron allí Ian y Savannah buscando a Catherine porque sabían que se había puesto mal. Fue entonces cuando decidió ir rápidamente al lugar, marchándose con el siguiente escuadrón de guardias de refuerzo en cuanto tuvo la oportunidad.

Cuando aparecieron en las ruinas se encontró de inmediato con el caos de aquella batalla campal en la que no entendía nada.  - Pero...¿qué ha pasadoo? - preguntó a uno de los guardias que la acompañaba, aunque él tampoco tenía respuesta porque aquello había sido todo por sorpresa. Usó su ojo clínico para hacer un rápido triaje en el campo de batalla, localizando a Matvey en primer lugar. Tenía el cuello herido y sangraba por la boca, así que corrió hacia él rápidamente, no sin antes saludar majamente a Lyosha al pasar por su lado. De haber llegado un poco antes se habría enterado del caos provocado por su hermano.  A Catherine no la vio por ningún sitio, y no sabía si eso era mala o buena señal.

- ¡Matvey! túmbate...- quiso recostarlo de lado, pero no pudo porque Matvey parecía estar en uno de sus trances demoníacos raros mientras se le podría la flora y la fauna alrededor. Así que...no le quedó otro remedio que canalizar su magia como pudo mientras él seguía con sus cosas. Intensificó un poco más la intensidad del caudal sanador, haciendo que el anillo que portaba en su dedo brillase con una luz azulada más potente mientras lo envolvía con su aura curativa. La herida fue cerrándose desde las capas más internas a las externas, pero llevaría tiempo lograrlo por completo. Sacó de su bolsa de materiales unas vendas especiales que ayudarían a cicatrizar por completo y a desinfectar la herida, vendando el cuello del nigromante de una manera regular porque seguía estando raruno.

- Procura no hablar por el momento...me comunicaré contigo mentalmente en cuanto te repongas un poco. Te llevaré al hospital de Ouroboros enseguida. - le hizo un gesto para que se quedase ahí, aunque no estaba segura de que lo escuchase Después hizo un gesto a Lyosha para que lo cubriese. - ¿Puedes vigilarlo? enseguida vuelvo a por él. - después se puso en pie y siguió buscando a más heridos, dándose cuenta de que había alguien que había caído ladera abajo y estaba en muy mala postura estampada contra las rocas. Tragó saliva temiendo que fuese demasiado tarde, pero aún así se desapareció rápidamente para reaparecer junto a la persona herida. Una de los Pendragon...Shyvanna con muchos huesos rotos a juzgar por la grotesca forma en la que yacía. Y demasiada sangre, si seguía con vida sería un milagro. Se agachó rápidamente para comprobar que tenía pulso, aunque fuese mínimo.  - Vamos, esto era un tratado de paz, no podéis acabar así...- se puso manos a la obra rápidamente, volviendo a canalizar su magia en primer lugar para mantener sus constantes vitales y frenar los sangrados más potentes.

Todo lo que estaba pasando a su alrededor... Y francamente todo le daba igual, podrían morir todos incluido él, y no le importaría más, ya a estas alturas todo lo que quería era desfogar su cólera una vez en la vida, y el patriarca vikingo parecía estar bastante de acuerdo con esta perspectiva.

Lo escuchó, y sus palabras fueron peor que el dolor que siempre lo embarga, lo llenaron de la agonía de su propia debilidad, y a la vez de rabia por la hipocresía de que ese miserable fuera quien lo dijera, tanto es así, que no tendría reparo en decirle.

Y aún a pesar de eso, logré darle un poco de alegría antes de morir... ¡NO CÓMO USTEDES!

Su voz retumbó como un sonido más digno de cualquier abismo del infierno qué de la tierra, y sus ojos se tornaron negros en su totalidad, señal de que estaba a punto de utilizar su magia...

Pero entonces, pudo ver una intervención, del descendiente de moisés, concretamente mismo que le salvó del ataque del vinkingo, y mientras eso pasaba, él notó algo... En un principio creyó qué era su constante calvario habitual, pero no, tenía un dolor diferente, y recordando lo que pasó con Catherine, y la maldición... Era sumar dos más dos.

Por eso, en el momento se dió cuenta de la realidad, eran sus últimos momentos con vida, y por ese motivo, cuando el descendiente le habló, no tendría reparos en decir.

Ya nadie puede ayudarnos, descendiente.

Y no haría falta que pregunte el porqué, más rápido que pronto se verían las marcas de la maldición subir por su rostro y hacerle daño, no haría falta ni siquiera un contexto para que sea muy obvio que va a morir ahí frente a él.

Y aprovechando el shock qué esto de seguro provocaría, levantó su mano, y pronunció.

Lúpê.

Y de esta saldrían disparadas lo que parecerían ser zarzas espinosas, pero fantasmales, que apuntan al alma del vikingo ahora neutralizado, pues aunque estuviera protegido, pocas cosas pueden realmente ser una defensa contra su magia de almas.

Le haría sentir una clase de dolor qué pocos seres son capaces de concebir, la sensación de tener el alma arrancada con violencia del cuerpo aún vivo, y mientras tanto le diría algo a Adael.

Sin embargo, gracias por preocuparse.

Y una vez terminara, se limitaría a desplomarse, inerte...

O al menos ese hubiera sido el caso de no tener aquí una situación extraordinaria, un poco más y de verdad hubiera muerto, pero parece que la maldición ha terminado súbitamente, aunque claro, eso no lo hará volver en sí... Y de hecho él mismo se cree bastante muerto.

Emme  

- ¿¿Qué estás diciendo?? - soltó con odio ante la acusación de que ellos habían hecho infeliz a la joven Gunnhild, aunque no estaba tan desacertado porque su hermano Erik siempre le había hecho la vida imposible, y él no había mediado. Sabía que tenía algo de razón, y por eso aquella verdad le escoció más. - Jamás fue feliz contigo, la utilizaste...- y de repente alguien frustró su intento de ataque cuando por fin estaba a punto de cercenarle un brazo a Asiaín. El viejo gruñó con odio a aquel que lo inmovilizó mágicamente, tratando de zafarse sin mucho éxito. Soltó una desagradable risotada cuando le dijo aquello de los calabozos. ¿Acaso no sabía lo que era el orgullo?

- Qué ingenuo...hemos venido aquí a vengarnos, a restaurar nuestro honor, no a acabar prisioneros. ¡No te he pedido nada, suéltame descendiente inmundo salvapatrias! - si pensaba que iba a hacerle caso a lo de ordenar el fin del ataque estaba muy equivocado. Antes de que pudiese decir una palabra más se quedó sin respiración. Unas zarzas espinosas le segaron la vida arrancándole el alma del cuerpo de manera dolorosa pero sin dejar heridas visibles, cayendo de inmediato al suelo como si un golpe fantasmal lo hubiese derribado. Un escudo mágico no podía protegerle de aquella magia, y no lo hizo. El último de los Haraldson había caído...

Enseguida se rindieron los pocos vikingos que no habían sido derrotados por los Pendragon, por los Descendientes o por el Sanguis, que serían, a lo sumo, 4 o 5 de los 25 que había en un inicio. Depusieron las armas, heridos y cansados.

Siguió defendiendo a Matvey tras recibir su afirmación de que era voluntario. Siempre que mantuviera el control todo estaría bien. Lo que no esperó fue que Stavron se fuera corriendo a otro sitio. Lo observó un instante y luego miró a Matvey entornando los ojos con molestia. Si es que no se podía conseguir gente inteligente estos días…

Acabó con el vikingo que tenía al frente cuando el suelo se abrió dejando pasar unas raíces… No era la primera vez que peleaba con la compañia de la naturaleza pero era…dantesco y maravilloso. Si a eso le sumabas los dragones, el caos estaba servido. Por un instante, Lyosha sólo sonrió contemplando la masacre que les rodeaba.

Pero debía continuar. Matvey se había ido hacia algún sitio y tuvo que caminar hacia él, viendo a un tipo de pelo negro y una de pelo blanco en el piso. Aquello no pintaba bien…Pero pintaba peor los grados que empezaban a descender. Lyosha esperó… para ver lo que hacía, analizando sus movimientos para luego mirarlo intensamente a los ojos.

De pronto, pasó una pelirroja que conocía. Era…La muchacha de Francia, la que había pasado el infierno inconsciente en brazos del hombre con magia de metal. Adam Hacksaw. La peliblanca movió la cabeza como todo signo de reconocimiento y la observó curar a Matvey -¡Stavron, ven aquí de una maldita vez!- Espetó finalmente y golpeó el piso con su arma, que había modificado a una lanza.

Cuando Chloe se fue, Lyosha aprovecho y se arrodilló, cogiéndole la mano con rudeza. Transformó la lanza en una daga y puso su palma hacia ella, empezó a trazar un símbolo en su mano -Vigílalo- Le advirtió a Stavron porque si el demonio estaba haciendo de las suyas iba a querer evitar que terminara el sello. Lyosha no era nigromante pero conocía bastante del lenguaje y de los intrínsecos detalles de aquella rama de la magia.

Se humedeció los labios mientras seguía dibujando en la mano de Matvey para ayudarle a contener al demonio -¿Sabes qué?- Murmuró -Ahora mismo, Rasputín, estamos jugando a la ruleta rusa. Eres un arma cargada esperando el momento ideal para salpicar sangre- Alzó un instante la vista y le sonrió -Extrañaba el juego- A su alrededor los dragones estaban liandola pese a que todo parecía haber acabado y eso preocupaba a Lyosha porque ell ano se consideraba aliada de los Pendragon -Debemos irnos. Como me digas que no, te arrastro del pelo, Matvey-

¿Funciona el sello? Fuck yeah.

El miembro 'Lyosha Svensson' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

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'Probabilidad' :

Había echado a correr hacia Gwen cuando Giordano habló así que tardó un poco en detenerse. Aún así…Esa muchacha se parecía mucho a Catherine y le despertaba cierto resquemor verla víctima de aquel árbol. No obstante, ante la aparición de Ian y…Y algo más que cantaba en sus oídos con una tonalidad, una voz que creía olvidada y muy lejana; Stavron se detuvo -¿Ian? ¿Qué haces aquí?- Entrecerró los ojos y vio a la muchacha peliblanca por respuestas pero no obtuvo ninguna…

No de ella al menos.

Al ver la mano de Ian y cómo empezaba a recitar, se le paralizó el corazón -No lo hagas, Ian- Le advirtió mirando a Giordano que intentaba rescatar a la morena. Decidió ir corriendo hacia él para detenerlo pero, tal como esperaba, la magia que usaba le quedaba grande. Por mucho que tuvieras la habilidad, Morgana había cosechado poder durante siglos y siglos e Ian era aún muy joven. Se acercó a él al verlo en el piso y comprobó sus signos vitales. Al menos seguía vivo…Pero esa mano.

Miró a Matvey cuando le quitó el anillo -¿Qué se creía que estaba haciendo?- Preguntó al nigromante antes de percibir el cambio en él. Maldijo, incorporándose, y antes de que pudiera preguntar nada a la peliblanca los desapareció. El cambio de temperatura lo puso en alerta y miró a Matvey con cierta reserva. Suspiró sonoramente antes de escuchar y ver a los dragones perder el control, no sabía qué había pasado pero las raíces también estaban alejándose. Pero se enfocó mejor en la muchacha que estaba curando al nigromante, muy diligente -Gracias- Dijo moviendo la cabeza en un elegante gesto.

La orden de Lyosha hizo que la mirara con el ceño fruncido -No soy tu perrito faldero, Soul Reaper- Espetó con bastante molestia antes de ver a Matvey -No entiendo cómo te has podido vincular a esta… mujer- Decidió optar por no insultarla mientras veía lo que estaba haciendo en la mano de Matvey. Escuchó lo que le decía y puso los ojos en blanco ante el…¿coqueteo? Quizás ya se habían liado, eso explicaba cosas -Necesito ir a Ávalon, Matvey. ¿Puedes abrirme un portal? Me las arreglaré, necesito saber si Catherine está bien.

Solo pudimos acercarnos con Falkor hasta cierta distancia, pues al acercarnos mas a Tintagel, el dragón comenzó a recular, como si no quisiera acercarse más. Aquello me extrañó, pero pronto recordé que habian ciertos hechizos u objetos magicos que causaban ese efecto en los dragones.

"tranquilo, amigo"

Con un suave toque mio supo que podía aterrizar donde pudiese, y eso hicimos. Falkor se quedó alli, y Freyja y yo nos desaparecimos para reaparecer más cerca de la destruida carpa. Los dragones en las alturas sobrevolaban, descontrolados y cabreados, eso solo podía querer decir una cosa.

Habia fuego y.... sangre por todas partes. Me temí lo peor. Miré a Freyja al ver a unos vikingos deponer sus armas, muy pocos, otros muchos yacían muertos en el suelo. Estaba seguro de que ella no sabía nada de esto, verdad? Dios, como echaba de menos poder preguntar y decir una y mil cosas en situaciones asi.

Encárgate de ellos, Freyja.

Dibujé en el aire. No habia ni rastro de Wthyr, pero si que localicé a Shyvanna. El problema era que los dragones no paraban. Señalé en direccion a mi hermana, desde mi distancia solo supe que estaba tendida en el suelo, no sabia si gravemente herida o...muerta...

Ve por Shyvanna, tenemos que llevarla a Avalon. Intenta encontrar a Wthyr y a Gwen entre los caídos. A Asiaín también, el vino a esto.

Alli quedaban algunos miembros del Consejo todavía y...esperaba que no fueran hostiles. Me desaparecí y volvi con Falkor, montando en él. Surcamos los cielos, pero a diferencia de mis hermanos no grité para comunicarme con los dragones furiosos. Unos silbidos fueron suficientes para llamar sus atenciones y hacer que detuvieran aquel frenesí por quemarlo todo.... y que volviesen a volar en formación con nosotros, antes de tomar tierra.

Estar presente en el momento en el que la maldición se deshizo sería uno de esos momentos de su vida que quedarían para la historia. Le contaría a sus hijos, nietos y bisnietos como Freyja Lothbrock (porque no iba a cambiar su apellido ni casandose con el puto Rey) que ella estuvo presente el día en el que la maldición de los Pendragon se desapareció. Ignoraría el hecho de que estaba con Cedric y no con el que se supone iba a ser su marido.  Y mejor tampoco decía lo del beso. Por si acaso.

Volaron hasta Tintagel y Freyja se extrañó del comportamiento de Falkor pero le restó importancia cuando Cedric empezó a dar órdenes. A ella lo que le preocupaba era el descontrol de los dragones porque sólo los había visto así… hace mucho tiempo y era mejor no recordarlo demasiado.

Vio a los vikingos y gruñó, entendía su sed de venganza porque solía correr el mismo por sus venas…Pero los malditos se habían pasado de la raya. Consiguió a Asiaín desmayado en el piso  e ignoró deliberadamente a los Descendientes para coger al peliblanco y cargárselo al hombro.  Volvió a mirar alrededor observando al nigromante con dos personas de pelo blanco pero sin darles más atención hasta que ubicó a Gwen con el moreno que habían ido a salvar a Roma, DaVinci creía Freyja. La vikinga fue hasta donde estaban mirando con precaución a Gwen -Me la llevo- Advirtió para que no se atravesara en su camino y con cuidado, tras evaluar un poco su estado la tomó del antebrazo y se desapareció en dirección  a por Shyvanna…que no pintaba bien -Mierda- Miró hacia donde estaba Cedric y luego hacia la muchacha de pelo castaño -¿Podrías venir a Ávalon y seguir curándola?- Inquirió porque le parecía que era una decisión que tomarían sus hermanos para preservar su salud. O eso esperaba, y si no, ya se haría cargo ella de las consecuencias. Cuando Chloe asintió, Freyja le agradeció -Cógete- Era evidente que iban a desaparecer y, en efecto, lo hicieron al punto donde estaba esperando Cedric con Falkor y el resto de los dragones. Con cuidado subió a Gwen y Asiaín en Falkor para que Cedric la vigilara -Shyvanna… y Gwen son las que peor están. No vi a Wthyr- Le advirtió con un gesto grave.

Artamir fue hasta donde estaba Freyja transformado en forma élfica y decidió ser él quien cargara a Shyvanna en sus brazos con sumo cuidado. Freyja señaló a uno de los dragones para que Artamir subiera a él y ella optó por el otro, tomando a Chloe para llevarla delante de ella y entonces los dragones partieron de Tintagel con dirección a Ávalon.

No era esto lo que había pensado para nada, y todo Por que la guardia, no podía descansar y  tenían que tener turnos difíciles cuando a los descendientes se les daba la gana de hacer un desastre y…

Momento, esos pensamientos no deberían estar rondando su cabeza, o tal vez si… En realidad, esos eran sus pensamientos y estaban rondando por su cabeza, pero no era culpa de nadie, sino que dé el por qué muy a las buenas había decidido quedarse en Ouroboros a desempeñar un papel que realmente le gustaba. Bueno, de todas maneras, los pensamientos iban y venían como los condenados cambios en Luna llena.

Su mente, sus pensamientos y sus ganas… Todo estaban mal en esta situación… Todo, hasta los horrores a los que tendría que enfrentarse y todo ¿Por qué? Porque a los demás les encantaba meterse en problemas.–Descendientes bastardos. - Susurro un poquito no tan bajo a uno de sus compañeros de escuadrón, mientras mostraba su mejor sonrisa de he venido a ayudarlos porque es mi deber. Ellos hacían todo el destrozo y luego quienes estaban allí para limpiar sus… Ellos.

-Parece que hemos llegado un poco tarde. -Observando la situación, diviso a un grupo de personas desperdigadas por aquí y por allá y al grupo de Vikingos rendidos sumisamente. Silbo por lo bajo mientras caminaba de un lado a otro como un oficial en el ejército y luego ponía un pie sobre una roca cercana para seguir tranquilamente observando la situación y lo mejor de todo para él, fue el acto ese de los dragones, porque, aunque no lo pareciera, él había estado al pendiente de la situación de los dragones inquietamente furiosos por si les daba por pensar que eran su bocadillo de medio tiempo. En un abrir y cerrar de ojos la situación se volvió confusa, pues… ¿No era esa la pelirroja que había sido raptada ya una vez? ¿Y porque malditamente se la estaban llevando de nuevo?

Una de sus rubias ceja se alzó cuando la vio sentada muy cómodamente, a su parecer a lomos de un dragón.

-¡Maldita seas tú y tu familia, Chloe, no harás que volvamos a movernos por ti solo porque quieres montar en un dragoncito!- Voceo al cielo cuando vio desaparecer a todos ellos. Aunque en realidad en algún momento esas palabras se las llevaría el viento, puesto que en realidad si estaría dispuesto a ayudarla, otra vez.

Siguió con la mirada a los dragones que volaban por los alrededores y que chocaron contra el escudo del anillo Nenya algunas veces. -Ouch.- Murmuró preguntándose por qué la rubia simplemente no se bajaba de su montura, parecían pájaros estrellándose contra un vidrio, tal vez a los dragones también les afectaba el esmog y la contaminación los dejaba demasiado aturdidos como para pensar con claridad. Luego de eso vio a Guinevere y Giordano surcar los cielos, todo era tan de locos, lo bueno fue que las raíces se sumergieron en el suelo, aparentemente retirándose pero había que proceder con cautela. Miró a Asiaín frunciendo el ceño, desconcertado ante sus palabras, lo poco que el peliblanco había dicho durante la reunión le había dado a entender que era de los más razonables de los descendientes de los traidores, pero evidentemente se había equivocado.

El hombre armado con un hacha de guerra se quejó cuando fue encadenado pero vio lleno de impotencia como la vida se escapaba del líder de los vikingos e incrédulo desvió la mirada color caoba hacia el mago albino cuando le agradeció. -Que enorme decepción.- Sentenció con voz pausada, dedicándole una intensa mirada directamente a los ojos para que pueda oír y ver la inmensa tristeza que causó la masacre entre hermanos porque la magia corría del mismo modo por las venas de todos los allí presentes pero aún así estaban empeñados en matarse los unos a los otros. Después Asiaín cayó inconsciente, los vikingos se rindieron, fueron esposados por la Guardia de Ouroboros y una mujer se llevó al peliblanco.

El joven maestro extinguió el fuego de Tintagel con la misma magia elemetarista de fuego, así como se puede encender la llama, se puede apagar, se dedicó también a sanar las heridas de los vikingos e improvisó un funeral para los caídos. Dispusieron los cadáveres... o juntaron lo que quedaba como brazos, piernas y tripas sueltas en varias filas, los vikingos que sobrevivieron realizaron solemnes ritos para velar a sus difuntos compañeros con el objetivo de dar paz a sus almas y enviaron al cielo esferas de luz que iluminaron el camino al otro mundo. En silencio alzó la vista hacia las luminiscencias pensando en los seres queridos que había perdido hace algunos meses y sintiendo aún el corazón en carne viva, convirtió el suelo sobre el que estaban tendidos los restos en individuales pozos de burbujeante lava que enseguida los succionó reduciéndolos a cenizas, enfrió el suelo que se convirtió en la última morada de los fallecidos y despejó las nubes de polvo con olor a carne quemada conjurando vientos que purificaron el aire.

Algunos Guardias de Ouroboros se retiraron llevándose detenidos a los vikingos cuyos destinos fueron los calabozos de la Isla Flotante mientras que otros se llevaron lo que quedó de la gran carpa, las mesas, las sillas, la comida, la bebida y el carruaje tirado por caballos alados. -Qué desastre. En fin, me alegra que hayas vuelto.- Le dijo a Giordano al detenerse junto a él llevando el plato de frutillas, el resto de guardias se reunieron con ellos y desaparecieron juntos rumbo a Ouroboros.

No era fácil, no me estaba resultando nada fácil tratar de arrancar el alma de morgana de la sacerdotisa Pendragon y meterla en ese anillo que sostenía en la otra mano, de vuelta; y al tiempo que usaba los poderes de Valqar, mantenerlo a él a raya. En cierto punto, sentí como si los dos intentaran destrozarme al unísono, rebelarse contra mi control. Creí que grité por el esfuerzo, aunque solo hice la mueca y logré que la herida sangrara de nuevo. Empecé a drenar la magia del lugar, causando más muerte en el terreno a mi alrededor. El alma salió al tiempo que terminó la maldicion, sentí una magia regeneradora y alguien vendandome el cuello, pero mis ojos absolutamente oscuros no veían el entorno de mi alrededor como debieran. Y cuando Lyosha me cogió la mano gruñí e intenté apartarla con violencia. Perdí de vista aquellos jirones del alma y Valqar retrocedió cuando la soul reaper comenzó a grabar el sello como a ella le gustaba: a cuchillazo limpio.

En ese momento perdí cualquier control también sobre ese trozo de alma, se me nubló el juicio y casi caigo de rodillas al suelo, pero me sujeté en la peliblanca, manteniéndome en pie.

-.... - intenté decirle algo pero solo conseguí que un dolor lacerante me atravesara la garganta y me llevé la mano al cuello medio vendado, que ya no sangraba al menos. La miré a los ojos, y asentí, como dándole a entender que estaba aquí. Miré la herida de la mano, el sello, y le levanté una ceja a Lyo. Buen trabajo.

Cuando miré atrás Ian ya no estaba, lo cual me mosqueo muchísimo. La batalla había cesado y los dragones se iban.... No habían más heridos. Pero quedaba saber que había pasado con Cath, y con Oscurus. Stavron pidió un portal.

Miré el anillo que sostenía en mi mano, con gesto grave. No estaba seguro de haber logrado sellar lo que había salido de ahí. De momento, lo que quedaba, no iba a salir de ese anillo. Me encargaría de ello. Y ... Tenía que aprender a usar los poderes del demonio sin que me afectase tanto.

- vamos a Avalon. - pude decir al final con voz muy ronca, algo baja, para informar a lyosha y al mismo tiempo comprobar si venía. Obvio que venía....

Sabría llegar allí mediante un portal demoníaco, y empecé a abrirlo usando las runas del caos necesarias, murmurando las palabras, pensando que iba a ser un viaje movidito para dos revenant y un nigromante novel en eso de llevar un demonio sellado dentro.

Cuando en portal estuvo listo, lo cruzamos los tres, consciente de que nuestra llegada podría ser tomada como incursión enemiga.

Me había costado recuperar la consciencia y despertar en las cuevas a las que Wthyr nos había llevado a Shyvanna y a mi. Todo era un inmenso nubarrón en mi mente, recordaba fugaces imágenes inconexas, dolor, rugidos de dragones, gritos ...

Pero sobre todo lo que no pude quitarme de la cabeza era aquella extraña sensación, sentía mi mente exhausta...incómoda. Tal vez debido a que una vez más había estado al borde de la muerte pero parecía diferente a la ocasión anterior.

Al conocer del nacimiento de mis sobrinos...o mi sobrino y su hermana, no sé si podría hacer distinción en aquello me sentí aliviada, primero por librarnos de aquella maldición de una vez por todas pero principalmente por ver a Wthyr tan...feliz? Jamás había visto a mi hermano con una expresión parecida.

Tardé varias horas en recuperarme del todo, tal vez habría pasado más de un día fuera de las cuevas. Y aquel pensamiento sobre que algo no estaba bien continuaba en mi. Me despedí de Shyvanna que continuaba en recuperación y al salir viajé de nuevo a Tintagel.

Trataba de comprender o recordar que era aquello que fallaba. Caminé hasta la zona donde hacía días que había estado la carpa encontrando allí restos de un material solidificado(la lava que Adael había solidificado y enfriado). Me pareció extraño así que me agaché ahí tratando de identificar aquello, se parecían a los restos que quedaban cuando el fuego de dragón derretía metales.

Inspeccioné la zona, la tierra removida por el Sanguis Ligno. Lo recordaba, como envolvió mi cuerpo y tiró de mi aunque desconocía el por qué me había liberado. Seguí las marcas en el suelo tratando de recordar. Llevé mi mano al rostro al recordar un golpe. ¿Un bofetón?¿Que sentido tenía eso?. Me agaché de nuevo, algunos tallos del Sanguis yacían muertos, tomé uno de ellos frunciendo el ceño sin entender.-¿Por qué me perdonaste de nuevo?-Pregunté al aire.

Tras un rato algunas de las imágenes se aclararon un poco, lo suficiente como para reconocer en ellas al Descendiente de Rasputín, al de Moisés y a Giordano, además de la presencia de una chica de pelo blanco y alguien más que sabía que me había dicho algo pero no lograba identificar del todo.

Decidí entonces enviar un mensaje al único de los Descendientes del que podría obtener respuesta, o al menos eso esperaba, sin que supusiese un conflicto.

Anduve por el lugar tratando de despertar más mi mente pero no sirvió de nada. Estaba a punto de regresar a Avalon, al fin y al cabo debía hacer una visita formal para conocer a mis sobrinos y tal vez pusiese hablar con alguno de los dragones para ver si ellos sabían algo más de lo sucedido.

Prefería no hablar con Wthyr sobre la sensación que tenía de que algo no cuadraba, no quería preocuparle, no ahora que podía disfrutar de un momento de paz aunque fuese pequeño. El patronus apareció repentinamente y tuve que cerrar los ojos para calmar la tensión de mi cuerpo.

Giordano DaVinci escribió:mensaje patronus para @Gwen Pendragón
Hola Gwen, la ultima vez que te vi no tenias buen aspecto asi que esto son buenas noticias. Podemos hablar si quieres en territorio neutral, en Londres. Hay una Posada alli de la que he oído hablar muchas veces a la gente, la Posada de los muertos. Podemos vernos allí en un rato. Abajo te escribo la dirección.

Así que definitivamente Giordano había estado presente. Escuché con atención el lugar que sugería para una reunión...en territorio neutral decía. Así que el tratado como sospechaba no había llegado a buen puerto, lo que no sabía era si había sido por la interrupción del ataque o por otras causas.

Contesté con un breve allí nos veremos y me desaparecí sin pensar.