Jardines Dioscórides

Juliet, al contrario que yo, se mantuvo callada casi todo el rato, excepto para comentar el estado de los dragones durante estos días. Ella no había tenido tiempo para estar pendiente de eso, al estar en el hospital casi ni se había enterado. Al menos el dragón rojo también nos dio información, algo que no había hecho el Consejo. - Sólo sabemos que hay toque de queda, pero no hablan claro. - para empezar ya nos había propuesto elegir. Interesante...

- ¿Por qué querrían ellos una guerra? No sé, supongo que es lo que suele hacer la gente cuando invaden su territorio...a no ser que vengáis a "liberarnos". - sugerí sólo por ver su reacción. Normalmente los invasores solían usar mucho el discurso de venir a liberar y ese tipo de cosas. El caso es que la desconfianza hacia ellos se fue mezclando con creciente curiosidad, especialmente cuando la escuché hablar en el idioma de los dragones. No había terminado mis lecciones con Snagov, pero pude entenderla. Hablarlo se me daba algo peor. Miré de reojo a los guardias cuando se acercaron en formación para advertirnos del toque de queda, resoplando aburrido.

- Ya, pero ni siquiera sabemos por qué. ¿Qué está pasando? Y si es algo serio es absurdo tener paralizados en la isla a un montón de personas que saben luchar. Me atrevería a decir que mejor que vosotros...- dejé la frase a medias, asombrado ante la actuación de la jinete. Reconocí de inmediato la magia de sangre. No, no iba a juzgarla, no cuando mis ganas de saber iban en aumento. Era demasiado poderosa como para dejar pasar la oportunidad de mejorar mis propias habilidades. Me concentré en el guardia que quedaba, el que parecía estar al mando. Aproveché que estaba centrado en la chica para usar también mi magia de control de sangre, haciendo un sutil gesto de mi mano para provocarle al hombre una hemorragia moderada a través de la nariz y los oídos. La sangre que comenzaría a chorrear sería visible a través de la armadura. Después volví a mirarla a ella, como dándole pie a seguir hablando.

Tanto hablar de guerra no le daba buena espina. Pero lo sentía diferente a como normalmente hacía. Era más como un pensamiento molesto que como la angustia que solía provocarle el pensar en cualquier batalla. Así que cuando Reiv y el hombre comenzaron a hablar de ella, realmente no le creó ningún sentimiento. Tampoco se lo generaba lo de tener que decidir; en realidad, el comentario le había pasado casi desapercibido.

No soy muy apegada a la raza...- Susurró sin intención alguna mientras pensaba en como el destino le había hecho alejarse tanto de cualquier dragón, incluso de sus propios hermanos. No era que no lo sintiera. Había algo en el aire, pero también lo sentía lejano; no como algo que le perteneciera y fuera suyo. En un instante, los guardias llegaron a dominar la situación con sus palabras. El toque de queda. ¿Ellos eran los Pendragon? Ni por la cabeza se le había cruzado que aquella fuera una amenaza. Ya lo de las llamaradas de Goth se veía muy lejos en el tiempo y no se sentía importante. Había algo en ella que no se sentía como ella. Una tranquilidad que no sentía a menudo. Incluso en aquella situación tan desfavorecedora. Solo escucharla a ella hablar en la lengua de los dragones fue lo que la sacó de su ensueño. Cuando la sangre de los guardias empezó a fluir después de unos minutos, solamente dio un paso de lado, alejándose de la sangre y acercándose más a Reiv como quien no quiere ensuciarse los zapatos, mirando la sangre con cierta indiferencia mientras hablaba con tranquilidad para el moreno.- ¿Tú también lo sientes? Tu... No eres como nosotros, pero puedes entender la lengua y te rodeas de nosotros. ¿Tú también lo sientes? - Preguntó de nuevo, esta vez levantando la mirada hasta él, en busca de respuestas. También tenía preguntas para los dos extraños, pero eran preguntas que no sabía formular porque no se aclaraban en su cabeza. Se sentían obvias e innecesarias. Levantó la cabeza hacia la chica, luego a Goth y luego al dragón gigante. Ella se sentía diferente. Su esencia la sentía más como la de Reiv que como la suya propia. Una mezcla, eso era. Y con la magia que acababa de hacer, o el ataque silencioso a los guardias, su interés por ella crecía de manera escalonada.- Tú tampoco eres como nosotros.- No era una pregunta. No sabía aún la pregunta que quería hacer.- Tu... Tienes un aroma diferente. Entiendes la lengua, lograste amistad con un dragón blanco y uno rojo. No es común. Nada común. ¿Por qué, cómo... Qué hacen aquí? Parece que no les van a recibir con buena cara.

Los guardias permanecieron en estado de alerta cuando la mujer se acercó al teniente Royden. No parecía querer atacarlo, al menos al principio. El hombre vigilaba cada movimiento, sobretodo, del “elfo” quien parecía mucho más amenazador con cada minuto que pasaba. Al escuchar las palabras de Reiv – El Consejo se está preparando para informar- Indicó a sabiendas de que esperaban la respuesta o información que traía Sofía.

No atacó a la mujer porque sabía, o estimaba, que era mucho más poderosa que él y así lo dejó ver, al obligarle herirla. Y aunque intentó contener el movimiento con todas sus fuerzas no pudo -No sois el Consejo. Los Pendragon fueron exiliados hace años. Haríais bien en quedaros donde estabáis- Añadió, mordaz  y temió las palabras que salieron de su boca. No porque supiera que significaban sino porque sabía que aquella era una magia poderosa. En efecto, fue así cuando de pronto vio caer a todo su peloton y sintió que su propia sangre empezaba a salir por su nariz. Maldijo interiormente al ver a sus propios compañeros en el piso. Estaba rodeado de enemigos: La mujer, el elfo extraño, la dragona y…Sin duda, incluso la ganadora del torneo. Estaba claro que podía caía bajo su influencia. Informó brevemente a  Amaya que le dio una orden tajante.

Un dragón rojo. Por supuesto, el elfo no era elfo sino un dragón.

Apretó las muelas con tanta fuerza que terminó doliéndole. Incluso le ardía el pecho al saber que había traído a sus propios soldados a una muerte casi segura. Se giró hacia Juliet y Reiv -Sé donde reside mi lealtad. Y reconozco cuando he perdido un encuentro.  El Consejo os brindó un hogar en Ouroboros cuando no teníais a donde ir, haríais bien en recordarlo- Indicó y desapareció inmediatamente siguiendo la orden del General.

Gwen lo tenía todo controladísimo, como era de esperar. Aquello me hizo mirarla de reojo con evidente satisfacción. Sabía poner las cosas en su sitio rapidamente. Pero por si algo se salia de control, ahi estaba yo, preparado. Casi me pareció cómico el modo en el que el muchacho cuestionó también las ordenes de la patética guardia de Ouroboros.

Despues miré al que parecía a cargo de ese pequeño grupo de guardias, no me quitaba ojo de encima....tendría que comerme a ese tambien? No me apetecía demasiado.... sin embargo me pude fijar en lo que hacia Reiv. Estaba usando magia de sangre tambien?

Y el ofendido capitan o lo que fuera.... Al menos fue lo suficientemente inteligente como para marcharse de allí llevándose a los suyos, pero que curioso....se dejó al humano.

Dediqué una mirada al chico levantando ambas cejas hacia él.

- Unas pocas palabras rebeldes por tu parte, y te abandonan a tu suerte entre dragones...? Qué valientes.... - ironia donde las haya. Me acerqué al humano hasta quedar a una distancia que no se considera de cortesía. - Creo que éste te quiere escuchar también, Gwen... - miré a Reiv con intensidad, casi podía averiguar lo que pretendía....

"pero el mundo está plagado de traicioneros humanos, este cambiará de piel las veces que sea necesario para sobrevivir y conseguir poder...."

- No es tan fácil demostrar el valor. - comenté para mi mismo en voz mas baja antes de volver a hacerme atrás y dejarle a ella que siguiese hablando.

Las preguntas del chico encerraban cierta curiosidad, parecía que buscaba la trampa en las mías. Negué tranquilamente.
-Es nuestra casa, no hemos invadido nada.
Sonreí ante la palabra liberarnos, tal vez esperase que esa fuese nuestra excusa para volver. Convencer a la gente con la libertad era un argumento muy usado en los conflictos para conseguir aliados.
-Para nada. Los que necesitamos libertad somos nosotros, vosotros ya gozáis de ella.
Se me hacía extraño hablar tanto. No acostumbraba a dar explicaciones.

Tras pronunciar las palabras de sangre el guardia comenzó a sangrar. Estreché la mirada. Yo no había actuado sobre aquel guardia como muestra de buena fe. Miré por un segundo a Goth mientras el soldado parecía aceptar la derrota, el dragón observaba al muchacho por lo que seguí su mirada para encontrarme con la suya y captar aquel gesto por su parte.
"Magia de Sangre... interesante"
Tras la advertencia, el soldado desapareció. Miré de nuevo a la dragona y después al chico, observándoles a ambos con una pregunta en mente. Magia de sangre y acompañado de un dragón, una curiosa coincidencia. La muchacha se pronunció por fin, aunque parecía desconcertada.
-Demasiadas preguntas, tal vez no sea yo quien deba contestarlas.
Recogí los guantes del suelo para avanzar junto a Goth, pero con mayor lentitud. Le miré de reojo cuando sugirió que el chico quería saber más y observé a la pareja con detenimiento.
-¿Crees que debería presentarles ante mi hermano?
Si, tal vez sería lo mejor. Aunque las formas de Wthyr no eran las más amables para conseguir cierto tipo de aliados. Sobre todos los que albergaban dudas en sus pensamientos.
Alcé la mirada al sentirlo, varios dragones sobrevolaron nuestra posición. Los seguí atentamente, se dirigían a la ciudad.
-Parece que han escogido guerra.
Seguramente no lo habían hecho. El descendiente de Pendragón era impaciente y habría decidido dar el primer paso por fin. Volví a mirar a los chicos.
-Solo queremos volver a casa.
Concluí girándome para lanzar una mirada a Goth que indicaba nuestro deber de ponernos en marcha. Pasé de largo volviendo junto a Alud que se inclinó para que subiese a su lomo.
-Sois libres como he dicho, y como tal debéis elegir vuestro lugar en esta situación.
Palmeé el cuello de Alud volviendo a mirar a Reiv y Juliet, sonriendo levemente.
-Dragones y Sangre... creo que el destino escogió por vosotros. Aunque siempre podéis hacer oídos sordos.
Alud se incorporó dejando la posición de descanso mirando a ambos.
-Sería una lástima.
Miré a Goth asintiendo con firmeza antes de alzar el vuelo.

Negué ante la pregunta de Juliet, no tenía esa especie de sexto sentido que ella sí tenía para notar la agitación de los dragones. Una cosa era rodearse de ellos y entender su lengua, y otra sentir ese tipo de cosas. No tenía esa capacidad. Miré con indiferencia al guardia al escuchar que el Consejo se preparaba para informar, pensando en que eran unos lentos y que habían tenido tiempo de sobra en una semana. No se les daba bien manejar ese tipo de situaciones, estaba claro. Sí que me hizo gracia el zasca que les soltó a los otros con la respuesta de que fueron exiliados. Había muchos trapos sucios en el Consejo, al parecer. Mi curiosidad iba en aumento, a saber qué hicieron y qué querían los supuestos Pendragon. Mi ataque no dañó demasiado al guardia, fue sólo una especie de demostración. Dudé que se hubiese percatado de mi intervención, pero me sorprendió su frase sobre la lealtad, como si hubiésemos demostrado lo contrario.

- ¿Y eso a qué ha venido? - tal vez leía mentes, o no le parecimos lo suficientemente apegados a los guardias como para querer sacarnos de allí. Nos había abandonado, en resumen. Claro que recordaba que la isla nos había acogido y que para ciertas cosas nos había venido muy bien, pero no por eso iba a jurarles lealtad eterna. El dragón rojo pareció pensar lo mismo que yo, que nos habían abandonado a la mínima. - Están acostumbrados a que les hagan la ola. Si no se la hacen... - me encogí de hombros, como queriendo decir que ya había visto. La mirada del dragón me resultó un tanto intimidante, como si me pusiese a prueba con algo para demostrar. Depende a lo que se refiriese con valor.

Las palabras de la mujer incrementaron mi interés en ellos, quería saber por qué les habían expulsado, y por qué no tenían libertad. Ella pareció darse cuenta de mi interés, sugiriendo llevarnos ante su hermano. Ese modo de darnos a elegir podía dar una falsa sensación de libertad. Tal vez fuese una estrategia para ganar simpatías, pero me interesaba lo que pudieran decirme. - Necesito conocer vuestra historia primero, y saber dónde encontraros. - avancé al ver que ella se preparaba para marcharse con el dragón. No hubo mucho más tiempo de réplica, la jinete y los dragones alzaron el vuelo para marcharse de allí, dejándome a solas con Juliet. Me giré hacia ella con gesto pensativo, tomándola de la mano para comenzar a andar y apartarnos así un poco de la sangre del suelo.

- ¿Qué piensas? ¿quieres que los busquemos? ¿o prefieres decirle al Consejo que los has visto? eres la ganadora del último torneo, supongo que tomarían en cuenta lo que digas. Aunque el guardia de ha dejado tirada a ti también

En general, se mantuvo tranquila ante los visitantes, incluso bastante empática ante lo que revelaban. Se sintió profundamente afligida cuando escuchó a Gwen decir que solo quería volver a casa. Sentía casi su dolor en el corazón pues, a pesar de apenas haber conocido a la chica, había sido un gran objeto de su simpatía. Dejó que Reiv dijera aquello de la historia y el lugar donde estaban. A ella le daba igual, se sentía capaz de encontrarles aunque no les respondieran. No alejó la vista de los dragones en pleno vuelo hasta que Reiv le tomó de la mano y la apartó, comenzando a caminar. Entonces volvió a fijar la vista en él y le sonrió con dulzura, escuchándole hablar. Tardó un minuto en digerir sus preguntas, aunque su rostro se había iluminado con la idea que él planteaba.

¡Tienes razón! No sé que tanta importancia tenga haber ganado el torneo, pero... ¿la escuchaste? ¡Solo quieren volver a casa! Este es su hogar. Debemos decirles. Deben dejar de tratarles como traidores. Esto...- Miró a los guardias con pena, aunque no sentía nada al verlos.- Es que ellos les llamaron traidores y no lo son. El Consejo debe parar de ser hostil, no podemos dejarles. Hacen lo que quieren, retuercen los recuerdos, nadie les dice nada, no es justo que no les permitan volver.- Musitó, sintiéndose un tanto molesta, recordando lo que en el torneo le hicieron pasar y aunque antes no había causado molestia, ahora lo hacía.- Tienen que escuchar. ¡Vamos, Reiv, tienen que hacerlo!

Me sorprendió no ver a Juliet pensativa o preocupada, sino emocionada e ilusionada. Tal vez le había gustado ver a dos de su especie, o ver cómo se habían dirigido a ella. Miré de reojo a los guardias desangrados, pensando en el modo en que la muchacha se los había quitado del medio. No los conocía de nada, pero me dieron cierta lástima. Tampoco demasiada. Decidí apartarnos más aún de ellos, sintiendo que estaba haciendo algo malo sólo por estar ahí y por haber hecho sangrar la otro guardia. O algo malo según el punto de vista, todo dependía.

- No sé qué chanchullos de mierda se montarían los del Consejo ni cuándo los echaron, pero tienen poderes similares a los que tenía Tepes. ¿Te das cuenta? el linaje de Vlad Tepes debió ser algo así como su sustituto. Dragones...magia de sangre...por eso me escogió ese Descendiente para participar en el anterior torneo. Se fijó en mí por Svart, y por la magia de sangre. Me lo dijo en una ocasión. - por culpa de los centinelas me había quedado sin maestro, y por tanto no podía mejorar tan rápido como quisiera. Odiaba quedarme estancado, quería ser mejor mago. - Tienes razón, el Consejo maneja el discurso de que ellos son la ley, y parece que todos debemos acatarlo. Hay cosas turbias que no sabemos. Es cierto que nos han ayudado y ofrecido refugio, aunque lo hiciesen tarde y nos permitiesen sufrir durante años con su política de no intervención. Además...siento que deberíamos acercarnos a esa gente, podemos aprender de ellos. Si nos cubrimos las espaldas estaremos bien, como siempre hacemos. - me acerqué un poco más para darle un pequeño beso en los labios, separándome después. - Ve e intercede. Yo iré a informarme. Voy a buscarlos.

Negó rápidamente a lo de si sabía de la similitud de poderes entre los Tepes y la chica Pendragon. No tenía idea de qué clase de Habilidades tuvo el antiguo maestro de Reiv, pero si el lo decía debía ser cierto. Escuchó con atención y mucha curiosidad.- Yo creí que... bueno no importa. En realidad nunca hemos hablado mucho de tu tiempo de aprendiz. Pero eres muy talentoso, claro que cualquiera quisiera tenerte como alumno.- Dijo con una sonrisa, visiblemente deleitada de toda la situación, y emocionada de más, aunque no tenía idea de por qué. No se sentía ella y, a su vez, no se había sentido así de viva en mucho tiempo.- Esto no solo es por aprender, Reiv. Es mucho más grande. Este es su hogar y siento que este cambio es para mejor. Ellos deben estar aquí, los dragones debemos estar aqui. Son... lo más cercano que tengo a mi familia... Estaremos bien juntos. Tu y yo. Como tú dices, como siempre hacemos.- Soltó una risita emocionada, aceptando el beso que le dio con un ligero rubor en las mejillas, aunque lo pagó devolviéndoselo. La adrenalina por lo que planeaban hacer la hacía sentir feliz, quitándole por completo sus penas.

Sin embargo, frunció el ceño ante el llamado a la acción.- ¡No!- La idea de separarse no le agradó. Él era el mago, el Consejo era de magos. Ella no tenía cabida ahí, pero con los Pendragon, por otro lado, ese era su lugar y Reiv no podía tomarlo... Si él era aceptado ahí, sería por ella. Por fin estaba en situación de corresponderle todas las atenciones de los últimos años. Por fin era alguien importante. Pero se sintió excluida pensando en que él se iría con ellos. Levantó la mirada al cielo, tratando de captar la esencia que habían dejado. No era imposible, pero tampoco fácil. Sin embargo, tenía una corazonada en el pecho que latía desbocado. Debían ir a los edificios centrales primero. Ahí encontrarían todo lo que buscaban.- Ven conmigo, sube, sígueme, llévame, lo que quieras. Tenemos que ir ahí, con el Consejo. Tengo una corazonada, yo sabré encontrarlos antes que tu solo. Los siento, en todo mi ser, los siento. Juntos, Reiv. Todo juntos.- Tomó las manos de Reiv entre las suyas, mirándole con todo el cariño que podía darle. Estaba demasiado entusiasmada para poder pensar en nada más.

Su halago sobre mi talento infló mi ego un poco, así que la dejé seguir porque me gustaba que me dijese esas cosas. Después seguí notándola emocionada, cada cosa que decía sonaba más y más motivada. Lo de la familia ya me sonó un poco más raro, así que arqueé una ceja extrañado.  

- Qué dices, si acabas de conocerles. Además, te recuerdo que pasas bastante de los que se supone que son tu "familia". Ya sabes, el elfo perver y esos dos dragones que tienes por hermanos. Que tengo mis dudas que sean hermanos tuyos, porque sois cada uno de un color diferente. ¿No te habías parado a pensarlo antes? -  después del beso reaccionó de un forma extraña al negarse a que yo fuese por un lado y ella por otro, cosa que no entendí porque así ahorraríamos tiempo.

- Es que me da mucha pereza ir a ver a los del Consejo. Seguro que el guardia se ha chivado de que le he hablando con poco "respeto". Nos la pueden liar, y yo lo que quiero es ver qué pueden ofrecernos los otros.   - hice una mueca de disgusto porque no me apetecía, pero al verla cogerme las manos entusiasmada y  poner esa cara no pude decirle que no a lo de acompañarla. - Bah...eres una manipuladora. Está bien, te acompaño, pero hablas tú, ya que estás tan motivada. Y después de eso me guías hasta los otros ¿trato?- le eché la mano, esperando que aceptase.

Sonrió al ver el efecto que tenían sobre él sus palabras. Le gustaba verlo feliz, aunque ni cerca de como se sentía ella, incluso a pesar de su ironía con lo de su familia.- Es una corazonada, Reiv. No puedo hacer nada al respecto.- Rió después ante la ocurrencia sobre ella y sus hermanos.- Esto es como los gatos. Yo soy la rara, mi padre es negro y mamá roja. No sé cómo eso acabó en plateado peeero... No importa, ellos no importan. Casi quisiera que estuvieran aquí.- Murmuró, sorprendida de tener algo más en el pecho que odio por ellos.  

Esperó a que sus ojos de gato convencieran a Reiv, comenzando a saltar abrazándose a su cuello cuando aceptó, a pesar de acusarla de manipuladora. Pasó de echarle la mano, como él había tratado de cerrar el trato, pues básicamente ya se había echado de nuevo sobre él.- Yo les diré todo, seguro que no será fácil, pero lo van a entender. Yo te llevaré con ellos. No puedo creer que les hayas caído bien.- Por alguna razón, se sentía tan aliviada y emocionada como si le hubiera presentado a Reiv a su propio padre. Le llevó otro beso a los labios antes de separarse, tratando de calmarse y concentrarse para poder convertirse en dragón. Tuvo que hacer varios intentos, pues no dejaba de moverse y estar dispersa por todo el lugar. Tras aquello, esperó a que Reiv subiera antes de alzar el vuelo. Una vez en el aire, la esencia de Alud y Goth llegó a su nariz. No era de la dirección que esperaba, pero le resultaba conveniente, así inició su vuelo a toda velocidad para salir de los jardines, aminorando después la marcha para que, al llegar, no se viera tan desesperada.

Apenas y tuvo tiempo de levantarse de su silla cuando Matvey apareció y vio claramente como Bella le lastimaba de aquella manera. Su mente en horror total observó en su dirección casi olvidando las palabras de S antes de marcharse. Había conseguido el objetivo que se había planteado con aquella mujer inestable de descubrir el verdadero hueso que cubría con sus innumerables facetas, pero eso ya no le importaba. Para cuando reaccionó a acercarse a la escena de la traición, solo pudo ver las desapariciones y se quedó de nuevo plantada en medio del jardín con horror en el rostro. Una mano salió de la nada y, de pronto, ya no se encontraban en la plaza central. No necesitaba tiempo para saber donde estaba y a donde dirigirse; a cada planta la conocía como la palma de su mano. Miró al soldado que tomaba su mano con esceptiscismo, apartándola con brusquedad.- ¡¿Qué significa esto?! ¡Esta orden nunca fue dada! Le sugiero que la próxima vez me ofrezca el servicio en lugar de asumirlo, soldado.- Aún se podía ver en su cara la impresión por Matvey, el dolor, las lágrimas acumulándose en su mirada mientras buscaba explicaciones para lo que acababa de ver.

Giró para alejarse, con una mano en el pecho y la otra en el tronco de un árbol, como apoyo. Fue ese contacto el que le dijo todo lo que había de decirse. Levantó el rostro. Había frente a ella, varios metros más lejos, un claro de cenizas. La tierra se encontraba aún caliente y el bosque sufría la pérdida. Sin más, sus piernas fallaron y se deslizó lentamente por el tronco del árbol hasta sentarse en sus raíces. Era reparable, todo era reparable, pero había una certeza en ella, donde no importaba lo que hicieran, debían deshacerse de los Pendragón. De nuevo. Habían pasado 8 días desde su secuestro. Las facturas se iban a cobrar muy pronto.

-Mejor yo que tú- Respondió cuando preguntó lo primero pero después tuvo un ataque de orgullo descendentil o lo que Vishous llamaba “soberbia malagradecida” pero no respondió porque, repito, tenía cierto protocolo militar. Aunque dentro del casco suspiró  y puso los ojos en blanco. Dejó que se apartara de él y con ambas manos, una enguantada y la otra no, se retiró el casco lentamente mientras observaba hacia el lugar donde habían fallecido aquellos 11 hombres, dijera lo que dijera la morena.

En cuanto vio a Sofía empezar a deslizarse se acercó a ella pero no la tocó. Se agachó a su lado observando su rostro y depositó sus ojos diamantinos en los de ella, tras tomarle del mentón y alzarle el rostro -No te he escoltado a tu residencia porque pensé que este lugar te daría más paz. Creo haberme equivocado, olvidé el ataque de ayer- Reconoció con cierta preocupación. Sospechaba que lo que se les venía encima no era nada agradable y la pelirroja se veía seriamente afectada por la muerte del Descendiente de Rasputin -¿Quieres que te lleve a tu casa? Te vendrá bien descansar- Pensó en su hermana por un momento, en las largas guardias que solía hacer y cómo volvía destrozada físicamente. Su madre solía mimarla más que él, pero V tenía sus gestos con ella. Después de todo, era su hermana pequeña. En ese momento, el estado físico de la pelirroja le recordó a Arleen.

-Te escoltaré y después me retiraré a seguir las órdenes del Descendiente de Saladino. Aunque creo que todo estará bien. No sé si lo viste pero la Descendiente de Morgana reapareció en la reunión y se llegó al sanador Galenus- Se volvió a poner el casco pero levantó la visera para poder verla mejor  y que ella le viera  él -¿Puedo alzarte en brazos o tendrás un arranque de orgullo feminista en el que me dices que puedes caminar perfectamente sola?-

La voz del contrario le dijo de inmediato de quien se trataba a pesar de sonar distorsionada por el casco. Aquella frase ya la había escuchado la noche anterior... Ahora entendía su atrevimiento, pero no podía dejar de ver a Matvey tendido en el suelo cada vez que cerraba los ojos.- Me ha quitado tiempo valioso, Matvey necesita ayuda, pude haber hecho algo...- Se llevó una mano al pecho y otra al rostro, controlando su reacción mientras pensaba frenética en pociones y brebajes, aunque tan poco concentrada que no podía concretar nada; sintiéndose completamente inútil. Incluso se había paralizado unos segundos mientras digería las imágenes.

Las palabras del contrario cuando alzó su rostro una vez en el suelo le afirmaron lo que creía ver.- ¿Aquello es...? ¿Fue aquí donde...? - Le miró aún intranquila por un instante, volviendo su mirada a aquel espacio anterior al área quemada. Había en el suelo señales, más bien restos, de una batalla. Colocó su mano sobre el antebrazo que mantenía su rostro en algo, asintiendo despacio.- Habría sido una idea excelente en diferentes circunstancias.- Aceptó con un gran suspiro, asintiendo en silencio a lo de llevarle a su casa. No la había pisado en una eternidad. Su cabeza se hacía un lío ahora cuando pensaba en su invernadero, en las plantas especiales que no había podido cuidar, en todo el tiempo invertido que esperaba poder salvar. Soltó otro gran suspiro.

Un destello de esperanza al fín llegó a sus oídos. En definitiva no había visto a Catherine regresar.- ¿Catherine? ¿A Lucio? Entonces aún puede estar bien. Aún puede...- Miró al infinito, tratando de hacerse a la idea, de ordenar sus pensamientos. Sintió claramente como su cuerpo se relajaba, más incluso de lo que hubiera querido, apoyando la mano en el pecho del contrario para poder mantenerse. No estaba más tranquila, pero confiaba en Lucio con su vida. Si alguien podía hacer algo, no había mejores manos. Estaba convencida de que él podría.- Te dejaré a ti la decisión y el lidiar con las consecuencias.- Susurró ante lo último. Sentía que si se recostaba se quedaría dormida al instante, fuera donde fuera, mientras pudiera respirar el aire puro de la naturaleza, todo estaría bien.- Le agradezco... sacarme de allí.- Murmuró finalmente. No se iba a disculpar, pero podía agradecer que en eso no tenía problemas.

No emitió ningún tipo de comentario respecto a lo de Matvey porque seguramente se ofendería cuando le señalara que había estado en estado de shock y no se había movido de su asiento tras todo lo que había pasado.  Pero al menos desvió su atención con respecto a los jardines, V desvió la vista hacia la zona sintiendo desazón -Sí. Y quiero que sepáis que la morena también me atacó a mi. Sentí que perdí fuerza e incluso me mareé. Pero estaba despierto, podía comunicarme por el casco. Ellos no. Los oí gritar y después fallecer. Ella miente- Informó con profunda seguridad aunque era cierto que él no había venido a comprobar los cuerpos porque Amaya se había puesto modo materna de nuevo.

-Lo tendré en cuenta- Señaló, anotando que no había estado tan despistado con traerla a los jardines. Cuando preguntó por la Descendiente, asintió. No quería mencionarle con una herida tan profunda y en aquel lugar mortal podía ser absolutamente… Fatal. No era la información que necesitaba la nerviosa psique de la pelirroja. Sonrió de lado, pero no se vio a través del casco – Acepto las consecuencias de mis actos, siempre- Le respondió mientras pasaba su brazo por sus piernas y la otra por el torso para alzarla en brazos. La recostó contra sí mismo aunque era consciente de que la armadura le molestaría. Podría haberse desaparecido y reaparecido en la casa de Sofía ya que la guardia era muy consciente de dónde vivían los Descendientes, pero prefirió empezar a caminar por los jardines a ver si con eso lograba dormirse -Ya sabes lo que pienso al respecto- Murmuró cuando le dio las gracias -Pero agradecería que dejarais los ataques de ego sobre vuestras decisiones cuando la Guardia os intenta proteger. No fuiste la única a la que sacamos. Rosse, Sarah, Ling… No era el lugar para estar en ese momento- Expresó con neutralidad mientras salían de los jardines.

En cuanto salí del hospital envié un mensaje a Sofía para saber dónde se encontraba y ya que estaba le había comprado unos cuantos dulces como regalo pues iba a pedirle un par de favores y además, siempre era bueno tener detalles, cuando por fin tuve respuesta supe que se encontraba en sus jardines así que me aparecí allí sin más demora.

Al llegar admiré la belleza del lugar, nunca dejaba de sorprenderme el talento de mi amiga y sus familiares. la busqué por el lugar hasta qe decidí entrar al gran invernadero de cristal, dando con ella por fin -Sofía, querida amiga, me alegro de verte, te he traído unos dulces y pastas para el té, espero que te gusten- le entregué aquella caja con todo tipo de galletas y dulces variados esperando que fueran de su agrado.

Eché un vistazo al lugar, era cálido y la luz se filtraba por los cristales creando un ambiente agradable, volví a mirar a la descendiente y entonces le pedí que se sentara -Verás querida tengo un par de cosas que hacer así que seré breve, pero eres la primera persona a la que se lo cuento de forma oficial- y era cierto porque yo no se lo había dicho a nadie y Sigrid se había enterado por cotilla -Me han arreglado un matrimonio con la hija de los Royden, Arleen... nos casamos el lunes y me enteré ayer de todo esto-

Recibió el mensaje de Sayid apenas salió de su casa. Le habría invitado allí si no fuera ya algo tarde para revisar cómo habían pasado la noche las orquídeas, así que le invitó al invernadero. Entró resuelta y se fue directo a la ala norte. El moreno no tardó demasiado en llegar, tal y como lo pensó.- ¡Sayid! - Sonrió al verle, acercándose a él con alegría. Le abrazó con cariño antes de recibir de su mano los pastes.- Oh, cariño, ¡eres tan dulce! Pero no tenías que traerme nada, siempre eres de lo más bienvenido.- Los observó con cuidado y después llamó a una de sus estudiantes. Le dio los dulces y le indicó que los llevara a las mesas de esa ala y preparara el té. Cuando se retiró, tomó del brazo a Sayid, caminando por entre los pasillos. Las orquídeas seguían en botón, pero pronto reventarían hermosamente. Eran pocos los amigos que se pasaban por su invernadero y le encantaba presumirlo.- ¿Breve? - Preguntó. No le gustaba la palabra, le gustaban las cosas duraderas y que no limitaran su ser y su vida según el tiempo de otros. Pero decía que era la primera a la que se lo decía, así que le dejó ser con su brevedad.

La noticia le cayó de sorpresa, por lo que le interrumpió multiples veces durante la oración.- ¿¡MATRIMONIO!?... ¿La hija de los ROYDEN?... ¿ESTE LUNES?!?!?!?! - Se llevó la mano al pecho por la sorpresa, no tenía ni idea de cómo reaccionar. Le miró, tratando de sacar las impresiones del contrario por todo aquello.- Peero cómo, por qué, cuándo... ¿Sayid tú estás de acuerdo con un matrimonio arreglado? ¿Conoces a esta chica? ¿Es buena, amable, graciosa, vas a ser feliz con ella? - Sintió de pronto que, a pesar de la horrible madre que tenían los Royden, los hijos bien pudieron salir mejor... ¿A ella también le habría dado por ahogar sus penas en sadomasoquismo? Se llevó la otra mano a la frente. Si no estuviera decidido, no estaría ahí diciéndole esas cosas a su pobre corazón.- Por Dios, una boda que preparar para el lunes... ¡Hay tanto que hacer!

Sofía me recibió con los brazos abiertos y devolví su gesto con un beso en la mejilla -Nada tan dulce como tu mi querida Sofía- una de las estudiantes se acercó y ella dio instrucciones para que preparara el té, le tendí mi brazo para que se aferrará y paseamos unos instantes mientras la preparaba para la noticia aunque por su reacción había fallado estrepitosamente.

me encogí de hombros y sonreí resignado con todas sus dudas y preguntas -Si, mi familia lo ha arreglado todo con la madre de la chica, una mujer terrible he de añadir y no la conozco, solo he escuchado demasiado sobre ella- suspiré y seguí explicándole todo lo que había pasado en tan solo un par de días -Me enteré ayer del compromiso , estaba fechado para el viernes pero por suerte he conseguido que lo aplacen hasta el lunes, la verdad es que no me importa que me hayan arreglado un matrimonio pero lo veo bastante precipitado, mi familia se ha basado en los números para fijar el día que al parecer es cuanto antes mejor-

Me detuve un momento para mirar a Sofía y así poder continuar con sus impresiones, yo mismo tenía dudas, muy parecidas a las suyas y tal vez contestarlas me aclararía la mente -Apenas he visto a la señorita un par de veces, de hecho vengo de verla, le pedí que pensara si de verdad era esto lo que quería, nosotros somos descendientes pero no por ello debemos arrastrar a los demás con nuestros deberes y tradiciones- sonreí para ella antes de echar un vistazo a las flores y diferentes plantas del jardín -Me ha dicho que si, por lo que llevaremos a cabo el enlace y le he prometido que tendría lo que quisiera, por eso he venido a pedirte dos cosas, la primera es que me ayudes a llenar el salón de la recepción con gardenias, todas las que puedas darme, una por cada día que pasemos juntos en un matrimonio que espero sea feliz- hice un gesto con la mano mientras imaginaba aquello, aún tenía que ver el lugar del enlace pero lo veía lleno de flores.

Me aparté de la pelirroja para ponerme frente a ella y tomar su mano -Sofía, tengo muchos a los que llamar amigos pero sin duda alguna tu eres lo que puedo llamar una mejor amiga, así que aquí va mi segunda petición, ¿Te gustaría ser la madrina de mi boda? -

También he escuchado de ella y no precisamente cosas buenas. Lo siento tanto, querido, pero debo presentarte mi inquietud. Según sé de buena fuente, esa mujer está empeñada en desposar a sus hijos con Descendientes.- Murmuró, suspirando al recordar la presión tan inquietante con que trataba que sus hijos se casaran, según lo había dicho Vishous. De ser así, esta mujer estaba cerca de hacer su sueño realidad.- ¿Este viernes? - Repitió, casi desmayándose de lo apresurado que era todo. Y qué decir de sus amables familiares que habían tenido la "gentileza" de atrasar todo tres días. Al menos había visto a la chica. Ella, en persona, no le conocía, pero Vishous parecía tenerle un especial cariño. Siguió escuchando con atención, tratando de interrumpirle lo menos posible. Hasta que escuchó la primera petición.

¿¡Gardenias!? ¿No prefieres posponer la boda hasta el verano, cariño? - Casi se desmayó por segunda vez al escucharlo. Se llevó la mano a la frente, cubriendo sus ojos mientras pensaba en aquello.- Si una por cada día es la clave de tu felicidad... Entonces necesito un millón de gardenias.- Susurró con una pequeña sonrisa de su parte. Ahora que lo pensaba, iba a tener que destinar una parte grande de sus jardines, todo el espacio que hubiera entre los árboles, para plantar gardenias. Su mente ya se encontraba firme creando un plan para hacer posible lo imposible.- ¡Elissa! ¡Que quiten todas las orquídeas, plantaremos gardenias! - A pesar de sus dudas, tenía solo la certeza de que lo lograría si ponía suficiente de su parte. Colocó las manos en las mejillas del contrario, atrayéndole para besar una de ellas y pasar a abrazarle.- Enhorabuena, cariño. Estoy segura de que serás el hombre más feliz.

Cuando terminó de abrazarle, dejó que se apartara y que tomara su mano para ponerse frente a ella. Le escuchó con atención, poniendo la mano sobre las de ambos mientras la pregunta le caía de golpe.- ¿Tu madrina? - Su pecho se llenó de felicidad al instante, lanzándose a abrazarlo de nueva manera. Su gran amor se casaba y solo tenía para él alegría y entusiasmo.- ¡Estaré encantada, Sayid! ¡Encantada! Nunca me han hecho un regalo tan grande y hermoso. Prometo ser la mejor madrina del mundo.

¿Haz pensado en... invitados, el lugar, el banquete? Las flores dalas por sentado, quizás podríamos hacer algunos arreglos para que se casaran cerca del lago, o en algún claro del jardín, torciendo un poco los árboles para crear la ilusión de un techo o dejándolos para que se vean las estrellas. ¿Qué es lo que harán? ¿Cuáles son los planes? Por favor, permíteme ayudarte en todo lo que se pueda. Usen el jardín si les da tranquilidad.

Torcí el gesto al escuchar aquello de Sofía y encima me confirmaba que en efecto, había una cazafortunas pero no se trataba de mi futura esposa sino de su madre -Pues habrá que mantenerla controlada, de alguna forma se las ha arreglado hasta llegar a mi abuela y arreglar el compromiso pero hasta ahí pienso permitir que llegue su influencia- comenté a la descendiente antes de asentir a lo de la fecha, por suerte conseguí que la cambiaran.

Lo de las flores sorprendió a Sofía y no pude decirle nada, tan solo encogerme de hombros -Si no se realiza esta semana me temo que perderé a mi abuela por un infarto, no, no, tiene que ser este fin de semana les cueste lo que les cueste y a la Señorita Royden le gustan las gardenias así que no hay nada que hacer- sonreí cuando dijo que necesitaría un millón de gardenias y acto seguido pidió que sustituyeran sus hermosas orquídeas por las flores que le pedía.

correspondí al abrazo de mi amiga estrechándola con fuerza mientras me felicitaba -Muchas gracias Sofía, me alegro de poder contar contigo- me separé de ella para hacerle mi segunda petición y se la tomó con mucho entusiasmo, la recibí de nuevo con los brazos abiertos para reír mientras la levantaba ligeramente y daba un par de vueltas con ella -Estoy seguro de eso, serás la mejor madrina- me alegraba mucho que se lo tomara con tanta ilusión además de ofrecer su hermoso jardín con lo que lo cuidaba y lo quería -¡Por supuesto Sofía! es un honor que me dejes celebrar la boda en tu jardín, estoy seguro que Arleen estará encantada- lo de la organización lo llevaba un poco más crudo así que moví la mano en señal de "más o menos" -La lista de invitados está más o menos clara, las mesas deben ser blancas, los detalles blancos y dorados... ¿que te parece si las flores cuelgan del techo? y las mesas decoradas también, una pista de baile y por supuesto una zona de relajación con mis cachimbas- tenía muchas ideas en mente además de lo que me había dicho Arleen.

Miré el reloj y ya llegaba tarde -Hoy no me da el día para todo, lo siento querida Sofía, debo irme pero estaré en contacto para que me ayudes con los preparativos- tomé sus manos y le di un beso en la mejilla antes de despedirme de nuevo con una reverencia y marcharme, con su ayuda estaría mucho más tranquilo y estaba seguro de que todo saldría perfecto.