Recuerdo del primer mensaje :
Shyvanna Pendragon
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Apareció en su habitación, en la puerta del baño porque era la más alejada de la cama -¿Darren?- Inquirió pero en la habitación no había más que silencio. Chasqueó la lengua y se fue hacia el espejo para mirarse la runa con preocupación. Era horrorosa y tenía un mal presentimiento. Se inclinó sobre el lavamanos y se cepilló los dientes antes de lavarse la cara y salir a buscar la ropa.
Fue entonces cuando vio la mesa volteada. Ira… Ira… Cuando Darren estaba iracundo no pensaba. ¿Estaba pasando algo en Avalon? Frunció el ceño y fue a por su ropa, empezando a vestirse con rapidez. Cada pieza colocada perfectamente y miró todo el desastre de desayuno e ítems de arreglo en el piso con el ceño fruncido. Le había ordenado… Darren nunca le ordenaba nada. Nunca…
El corazón iba a salírsele del pecho mientras terminaba de pasarse el cepillo por el cabello dorado, mirándose en el espejo. Todo estaba correcto sí. Cuando se giró vio la silla donde estaba toda la ropa de Thoren y tensó los labios. Ojalá no se enojara mucho, se rascó la ceja en un gesto de exasperación. Estaba poniéndose ansiosa, muy ansiosa. Se llevó el índice a los dientes para empezar a mordisquearse la uñas y caminó hasta salir de la habitación -¿Habéis visto a Darren?- Todos negaron con la cabeza. ¿Se habría ido a Avalon? Si era así…seguramente estaba yendo con los dragones, cerró los ojos y se concentró en la sangre de su mellizo.
Y cuando fue consciente de dónde estaba casi le da un infarto.
Desapareció inmediatamente.
Fue entonces cuando vio la mesa volteada. Ira… Ira… Cuando Darren estaba iracundo no pensaba. ¿Estaba pasando algo en Avalon? Frunció el ceño y fue a por su ropa, empezando a vestirse con rapidez. Cada pieza colocada perfectamente y miró todo el desastre de desayuno e ítems de arreglo en el piso con el ceño fruncido. Le había ordenado… Darren nunca le ordenaba nada. Nunca…
El corazón iba a salírsele del pecho mientras terminaba de pasarse el cepillo por el cabello dorado, mirándose en el espejo. Todo estaba correcto sí. Cuando se giró vio la silla donde estaba toda la ropa de Thoren y tensó los labios. Ojalá no se enojara mucho, se rascó la ceja en un gesto de exasperación. Estaba poniéndose ansiosa, muy ansiosa. Se llevó el índice a los dientes para empezar a mordisquearse la uñas y caminó hasta salir de la habitación -¿Habéis visto a Darren?- Todos negaron con la cabeza. ¿Se habría ido a Avalon? Si era así…seguramente estaba yendo con los dragones, cerró los ojos y se concentró en la sangre de su mellizo.
Y cuando fue consciente de dónde estaba casi le da un infarto.
Desapareció inmediatamente.
Catherine Le Fay tuvo las narices de aparecer directamente en el salón donde la habían recepcionado la última vez, ignorando deliberadamente la presencia de los guardias y los malditos protocolos de esperar en la puerta de la residencia. Aquel castillo estaba en la isla de Ouroboros y, por ende, respondía geográficamente al Consejo de los 20. Los Pendragon harían bien en recordar que, hasta el momento, debían rendir pleitesía a ese ente.
Salió de la sala, no llevaba su báculo activo, y tampoco ninguna ilusión. Ya hace un rato que no lloraba aunque su tez pálida delataba una nariz roja y los ojos cristalinos. Pero tampoco le importaba, su hijo estaba en el hospital, estaría enferma si la preocupación no aquejara cada instante de su cuerpo. Pero la tristeza, la ansiedad y la desesperación sólo se habían moldeado en determinación y profunda ira. Mal humor. Sí. Tenía hacer cosas.
De acuerdo, detalles. No conocía ese sitio y, por ende, no tenía ni idea de dónde mierda podía estar Wthyr. Chasqueó la lengua y fue a buscar a uno de los guardias que al mirarla se tensó inmediatamente y Catherine pudo observar cómo dirigió una mano a su espada. No supo porqué pero casi de forma inmediata sus labios se curvaron en una sonrisa perversa. Era una careta, era la figura que pretendía jugar en aquella casa, entendió segundos después. La mirada de Catherine se deslizó vagamente por el cuerpo del guardia y señaló la espada -Sácala y veamos que piensa Wthyr sobre la amenaza en su futura esposa… Ve a buscar a tu señor- Movió la mano, como espantándolo -Tiene cinco minutos para apersonarse en el salón- Le dijo y volvió sus pasos hacia aquel lugar. Dentro, en la sala, había un fuego no muy amplio y aunque se acercó a él pero aún así no sintió la caricia de las llamas, ni su calor. Tenía una tensión corporal gigantesca y sabía que cada segundo contaba. Observó las llamas y recordó el sentimiento de los hilos deshacerse, se miró las manos y entonces fue consciente de que aún llevaba el anillo. Se lo retiró lentamente y lo guardó en el bolsillo de su abrigo, sacó uno de los documentos que estampaban ambas firmas y tensó los labios.
Salió de la sala, no llevaba su báculo activo, y tampoco ninguna ilusión. Ya hace un rato que no lloraba aunque su tez pálida delataba una nariz roja y los ojos cristalinos. Pero tampoco le importaba, su hijo estaba en el hospital, estaría enferma si la preocupación no aquejara cada instante de su cuerpo. Pero la tristeza, la ansiedad y la desesperación sólo se habían moldeado en determinación y profunda ira. Mal humor. Sí. Tenía hacer cosas.
De acuerdo, detalles. No conocía ese sitio y, por ende, no tenía ni idea de dónde mierda podía estar Wthyr. Chasqueó la lengua y fue a buscar a uno de los guardias que al mirarla se tensó inmediatamente y Catherine pudo observar cómo dirigió una mano a su espada. No supo porqué pero casi de forma inmediata sus labios se curvaron en una sonrisa perversa. Era una careta, era la figura que pretendía jugar en aquella casa, entendió segundos después. La mirada de Catherine se deslizó vagamente por el cuerpo del guardia y señaló la espada -Sácala y veamos que piensa Wthyr sobre la amenaza en su futura esposa… Ve a buscar a tu señor- Movió la mano, como espantándolo -Tiene cinco minutos para apersonarse en el salón- Le dijo y volvió sus pasos hacia aquel lugar. Dentro, en la sala, había un fuego no muy amplio y aunque se acercó a él pero aún así no sintió la caricia de las llamas, ni su calor. Tenía una tensión corporal gigantesca y sabía que cada segundo contaba. Observó las llamas y recordó el sentimiento de los hilos deshacerse, se miró las manos y entonces fue consciente de que aún llevaba el anillo. Se lo retiró lentamente y lo guardó en el bolsillo de su abrigo, sacó uno de los documentos que estampaban ambas firmas y tensó los labios.
La reunión con los hermanos me había hecho pasar media noche en vela, pensando en todas las posibilidades y en las implicaciones de tomar esa decisión de declinar el derecho al Consejo. En el fondo era un alivio dejar de intentar que nos aceptasen, pero por otro podía dar la impresión de que nos rendíamos. Supuestamente podía servirnos para que bajasen la guardia y que fuese un golpe de efecto. Ahora quedaba esperar a que Catherine moviese pieza para poder mover por fin el asunto del matrimonio que pondría fin a la maldición. No había vuelto a mirar la marca desde que la mostré al resto, ni quería observarla más de la cuenta. Era la prueba palpable de que todo lo que tocaba se echaba a perder.
Había acudido a Ouroboros para controlar mejor los movimientos de Catherine, por si acaso a última hora desconfiaba de mí y se le ocurría jugármela de algún modo. No terminaba de fiarme de ella. Mi sorpresa fue grande cuando me dijeron que había acudido al castillo para buscarme, y mucho más cuando se presentó como futura esposa. Ordené al guardia que se retirase, dirigiéndome al salón con cierta intriga por tanta premura. Al entrar la encontré de pie junto a la chimenea, esperando. - Veo que por fin has tomado la decisión acertada. - avancé hacia ella despacio, escrutando su expresión en cuanto la tuve más cerca. Era evidente que no tenía buena cara, no se había tomado la molestia de disimularlo. Supuse que no estaría precisamente contenta de tener que dejar a su parásito para casarse conmigo, pero tampoco esperaba que ni siquiera ocultase el disgusto.
- Podría ser peor. Siempre puede serlo. - esto era una obligación por el bien mayor, tampoco era una condena como parecía verlo ella. Ambos tendríamos que poner de nuestra parte para cumplir, al menos, con el acto que debía romper la maldición. - La familia Pendragon ya ha tomado una decisión respecto a lo que hablamos, pero vayamos por partes. ¿Has logrado anular el matrimonio? ¿Quién más sabe esto? Podemos celebrar el ritual dentro de una semana. Y tenemos que poner las condiciones al respecto. - más negociación, para que quedase todo bien atado. Eché un vistazo a los papeles que llevaba en la mano, tomándome la libertad de cogerlos por mi cuenta. Sentí una malsana satisfacción al ver la firma del ahora ex marido, aunque me pareció que había aceptado muy rápido. Control mental, tal vez.
Había acudido a Ouroboros para controlar mejor los movimientos de Catherine, por si acaso a última hora desconfiaba de mí y se le ocurría jugármela de algún modo. No terminaba de fiarme de ella. Mi sorpresa fue grande cuando me dijeron que había acudido al castillo para buscarme, y mucho más cuando se presentó como futura esposa. Ordené al guardia que se retirase, dirigiéndome al salón con cierta intriga por tanta premura. Al entrar la encontré de pie junto a la chimenea, esperando. - Veo que por fin has tomado la decisión acertada. - avancé hacia ella despacio, escrutando su expresión en cuanto la tuve más cerca. Era evidente que no tenía buena cara, no se había tomado la molestia de disimularlo. Supuse que no estaría precisamente contenta de tener que dejar a su parásito para casarse conmigo, pero tampoco esperaba que ni siquiera ocultase el disgusto.
- Podría ser peor. Siempre puede serlo. - esto era una obligación por el bien mayor, tampoco era una condena como parecía verlo ella. Ambos tendríamos que poner de nuestra parte para cumplir, al menos, con el acto que debía romper la maldición. - La familia Pendragon ya ha tomado una decisión respecto a lo que hablamos, pero vayamos por partes. ¿Has logrado anular el matrimonio? ¿Quién más sabe esto? Podemos celebrar el ritual dentro de una semana. Y tenemos que poner las condiciones al respecto. - más negociación, para que quedase todo bien atado. Eché un vistazo a los papeles que llevaba en la mano, tomándome la libertad de cogerlos por mi cuenta. Sentí una malsana satisfacción al ver la firma del ahora ex marido, aunque me pareció que había aceptado muy rápido. Control mental, tal vez.
Catherine extendió las manos hacia las llamas, llenas de anillos, porque nunca había dejado de utilizarlos. Negros, plateados, dorados. Todos con diferentes objetivos, incluso aquellos que estaban a mitad de su dedo; pero ella era muy consciente de la falta del que más le importaba. Escuchó los pasos de Wthyr antes de su voz y se tomó un último segundo para respirar profundamente y permitirse ser quien era y no lo que debería ser.
Cuando se giró para enfrentarlo observó la manera en la que la escrutaba y arqueó una ceja, retándolo con la mirada a que dijera algo. Que se atreviera… Que sólo dijera algo sobre su aspecto, pero no lo hizo, no realmente, y Catherine parpadeó cuando mencionó que todo podría ser peor. Ladeó la cabeza como cuestionándolo. ¿No se había enterado? No…Claro, todo había pasado muy rápido.
-No- Respondió finalmente a aquello de que podían hacerlo dentro de una semana -Tiene que ser hoy… Tres, cuatro horas máximo- Se cruzó de brazos después de que Wthyr le cogiera los papeles, no dijo nada porque a fin de cuenta eran para él. Había bajado la vista a las llamas, como si pudiera contemplar algo en ellas. Alzó la mirada de nuevo hacia él -¿Puedes hacerlo?- Sí, por supuesto, había un tono en su voz que dejaba entrever que había súplica. Pero decidió…Ir más allá - ¿Por favor?- Inspiró profundamente -Aedan… - Tragó en seco y apartó de nuevo la mirada de él, en el fondo supuso que no le importaría. ¿O sí? ¿Sería capaz de empatizar como ella lo había hecho? -Está en el hospital. Lo han estabilizado pero la maldición está atacándolo- Mantuvo la mirada en las llamas, con el ceño levemente fruncido.
-Dime que hay que discutir. Dejamos varias condiciones atadas cuando hablamos– Tener que mantener esa faceta de tensa tranquilidad estaba costándole. Sólo quería acabar con eso. Las palabras de Adael continuaron haciendo eco en su cabeza y Catherine se tomó el momento de realmente examinar a su “futuro marido”. Le llevaba más de una cabeza y con el abrigo y la ropa que llevaba puesta parecía mucho más grande que ella. No sabía su edad pero suponía que, como mínimo, tenían cinco años de diferencia. Ojos fríos y calculadores y estaba segura de que sus labios estaban más acostumbrados a curvarse en un gesto lacónico que en sonreír. Desvió la vista hacia sus manos pensando en el instante en el que habían hecho aquel hechizo para atraer de forma visual la maldición, en cómo sus manos habían sido tan pequeñas…En cómo había cogido su mano a través de la ilusión, el ímpetu… Por Morgana, esperaba que no le hiciera daño. Le recorrió un escalofrío y tensó los labios antes de volver a mirarlo a los ojos intentando despejar esos pensamientos de su cabeza. Si le hacía daño iba a cobrárselas. Eso…Eso era lo único que tenía que pensar. En Aedan y en plantarle cara a Wthyr para que no se pensara que era otro peón de su estúpido juego - ¿Qué más quieres de mí? -
Cuando se giró para enfrentarlo observó la manera en la que la escrutaba y arqueó una ceja, retándolo con la mirada a que dijera algo. Que se atreviera… Que sólo dijera algo sobre su aspecto, pero no lo hizo, no realmente, y Catherine parpadeó cuando mencionó que todo podría ser peor. Ladeó la cabeza como cuestionándolo. ¿No se había enterado? No…Claro, todo había pasado muy rápido.
-No- Respondió finalmente a aquello de que podían hacerlo dentro de una semana -Tiene que ser hoy… Tres, cuatro horas máximo- Se cruzó de brazos después de que Wthyr le cogiera los papeles, no dijo nada porque a fin de cuenta eran para él. Había bajado la vista a las llamas, como si pudiera contemplar algo en ellas. Alzó la mirada de nuevo hacia él -¿Puedes hacerlo?- Sí, por supuesto, había un tono en su voz que dejaba entrever que había súplica. Pero decidió…Ir más allá - ¿Por favor?- Inspiró profundamente -Aedan… - Tragó en seco y apartó de nuevo la mirada de él, en el fondo supuso que no le importaría. ¿O sí? ¿Sería capaz de empatizar como ella lo había hecho? -Está en el hospital. Lo han estabilizado pero la maldición está atacándolo- Mantuvo la mirada en las llamas, con el ceño levemente fruncido.
-Dime que hay que discutir. Dejamos varias condiciones atadas cuando hablamos– Tener que mantener esa faceta de tensa tranquilidad estaba costándole. Sólo quería acabar con eso. Las palabras de Adael continuaron haciendo eco en su cabeza y Catherine se tomó el momento de realmente examinar a su “futuro marido”. Le llevaba más de una cabeza y con el abrigo y la ropa que llevaba puesta parecía mucho más grande que ella. No sabía su edad pero suponía que, como mínimo, tenían cinco años de diferencia. Ojos fríos y calculadores y estaba segura de que sus labios estaban más acostumbrados a curvarse en un gesto lacónico que en sonreír. Desvió la vista hacia sus manos pensando en el instante en el que habían hecho aquel hechizo para atraer de forma visual la maldición, en cómo sus manos habían sido tan pequeñas…En cómo había cogido su mano a través de la ilusión, el ímpetu… Por Morgana, esperaba que no le hiciera daño. Le recorrió un escalofrío y tensó los labios antes de volver a mirarlo a los ojos intentando despejar esos pensamientos de su cabeza. Si le hacía daño iba a cobrárselas. Eso…Eso era lo único que tenía que pensar. En Aedan y en plantarle cara a Wthyr para que no se pensara que era otro peón de su estúpido juego - ¿Qué más quieres de mí? -
Un gesto de contrariedad apareció en mi rostro cuando me dijo ese 'no' a lo de celebrar la boda en una semana. ¿De verdad tenía que replicar siempre a todo? ¿Íbamos a discutir a diario como si fuese una lucha por imponer nuestra voluntad? - Pides imposibles. No se puede preparar una boda de esas características en horas o en un día. Necesitamos prepararlos, convocar a los vasallos, las sacerdotisas deben preparar el ritual... - y la abuela ni siquiera había sido informada aún. No entendía las prisas. Acabé entornando levemente los ojos al captar algo así como un tono de súplica en su voz, algo poco habitual en una persona tan orgullosa como parecía ella. Finalmente lo entendí, en cuanto dijo el nombre de su hijo. - Así que ya ha empezado. - suspiré con resignación mientras mis ojos se dirigían también hacia las llamas de la chimenea, como si pudiese ver ahí recuerdos de esa misma historia pero sucedida años atrás. - Como ves, no te estaba mintiendo. - Al parecer la maldición tenía esa tendencia a cebarse con los infantes. Pude comprender perfectamente que la situación era apremiante para ella, y que si no salvaba a su hijo ya le daría igual todo. Justo ahora tenía que acelerarse todo. Empecé a temer incluso por mi propia familia, por mis hermanos.
- Salvaremos a tu hijo. Intentaré acelerarlo todo lo que sea posible, pero mínimo necesito 48 horas. Tienes que ir allí ahora para que te preparen para el ritual. La unión mágica entre Pendragon y Le Fay no será suficiente si no se logra concebir en la noche de bodas. - fui claro y directo, por mucha presión que eso supusiese. Sin heredero no serviría. Lo que no tenía tan claro es si se anulaba justo en el momento de la concepción o si desaparecía progresivamente hasta el nacimiento. Habría que descubrirlo. - Las condiciones son que vengas conmigo, ahora. Puedes tener testigos de Ouroboros, pero no quiero allí a todo el séquito. Tendrán que ir sin saber el camino. Puede que tú hayas burlado la seguridad de la isla con el pago de magia de sangre, pero el resto irá con los ojos vendados. El matrimonio lo inscribiremos en nuestros registros y en los vuestros, para que quede doble constancia. Y que no te separarás en cuanto la maldición esté aparentemente rota. - pensé en todos los posibles detalles que necesitaba controlar, no quería que se me escapase nada al tener que acelerar el proceso.
Me dio la impresión de que ella me estaba estudiando y evaluando, en constante tensión pero a la vez con cierto tono de desafío en su voz al decir lo último. No me molestó, al contrario. Estaba tan acostumbrado al conflicto que ni siquiera sabía si de verdad quería una relación pacífica. Acorté la distancia con ella hasta quedar muy cerca, llevando una mano a su mentón para alzar ligeramente su cara y hacer que nuestras miradas conectasen durante unos segundos. Me detuve a observar el efecto que provocaba el brillo del fuego en las motas doradas de sus ojos, ladeando la cabeza levemente. ¿Qué quería de ella?
- Tu poder. Tu magia. Nuestro linaje. Un futuro... - bajé la mano lentamente, rozando levemente su cuello antes de separarme de ella y apartarme de la chimenea dándole la espalda. Ambos ganábamos con aquello, y ella tampoco perdía tanto, sólo el matrimonio que acababa de romper y que seguramente estuviese abocado al fracaso, aunque no lo viese. En ese momento entró un guardia de modo apresurado, así que me acerqué a él para que me diese de forma confidencial la información que le había llegado desde Ávalon. Bajó la voz a un susurro para hablarme, y mi gesto fue cambiando a cada palabra. - ¿Qué? ¿cuándo ha sido? - pregunté visiblemente trastocado por aquella noticia, mirando de reojo a Catherine como si la estuviese culpando. - Esa cosa que hiciste...- me acerqué a ella de nuevo, pero esta vez urgiéndola a moverse. - Ve a por tus testigos. Ahora. Nos vamos a Ávalon.
- Salvaremos a tu hijo. Intentaré acelerarlo todo lo que sea posible, pero mínimo necesito 48 horas. Tienes que ir allí ahora para que te preparen para el ritual. La unión mágica entre Pendragon y Le Fay no será suficiente si no se logra concebir en la noche de bodas. - fui claro y directo, por mucha presión que eso supusiese. Sin heredero no serviría. Lo que no tenía tan claro es si se anulaba justo en el momento de la concepción o si desaparecía progresivamente hasta el nacimiento. Habría que descubrirlo. - Las condiciones son que vengas conmigo, ahora. Puedes tener testigos de Ouroboros, pero no quiero allí a todo el séquito. Tendrán que ir sin saber el camino. Puede que tú hayas burlado la seguridad de la isla con el pago de magia de sangre, pero el resto irá con los ojos vendados. El matrimonio lo inscribiremos en nuestros registros y en los vuestros, para que quede doble constancia. Y que no te separarás en cuanto la maldición esté aparentemente rota. - pensé en todos los posibles detalles que necesitaba controlar, no quería que se me escapase nada al tener que acelerar el proceso.
Me dio la impresión de que ella me estaba estudiando y evaluando, en constante tensión pero a la vez con cierto tono de desafío en su voz al decir lo último. No me molestó, al contrario. Estaba tan acostumbrado al conflicto que ni siquiera sabía si de verdad quería una relación pacífica. Acorté la distancia con ella hasta quedar muy cerca, llevando una mano a su mentón para alzar ligeramente su cara y hacer que nuestras miradas conectasen durante unos segundos. Me detuve a observar el efecto que provocaba el brillo del fuego en las motas doradas de sus ojos, ladeando la cabeza levemente. ¿Qué quería de ella?
- Tu poder. Tu magia. Nuestro linaje. Un futuro... - bajé la mano lentamente, rozando levemente su cuello antes de separarme de ella y apartarme de la chimenea dándole la espalda. Ambos ganábamos con aquello, y ella tampoco perdía tanto, sólo el matrimonio que acababa de romper y que seguramente estuviese abocado al fracaso, aunque no lo viese. En ese momento entró un guardia de modo apresurado, así que me acerqué a él para que me diese de forma confidencial la información que le había llegado desde Ávalon. Bajó la voz a un susurro para hablarme, y mi gesto fue cambiando a cada palabra. - ¿Qué? ¿cuándo ha sido? - pregunté visiblemente trastocado por aquella noticia, mirando de reojo a Catherine como si la estuviese culpando. - Esa cosa que hiciste...- me acerqué a ella de nuevo, pero esta vez urgiéndola a moverse. - Ve a por tus testigos. Ahora. Nos vamos a Ávalon.
-No hay nada imposible- Le replicó con los labios ligeramente tensos. Esperaba que…Que dijera que sí, que pudiera acomodarlo. Una boda podía hacerse de cualquier manera sin embargo, la forma en la que lo había dicho… Ritual. ¿Qué quería que hiciera? Los dedos se le crisparon en un puño. No respondió, sólo asintió como suavidad -Nunca dije que me estuvieses mintiendo, Wthyr. Siempre he pensado que había algo mal conmigo, perdí a toda mi familia, perdí gente cercana a mí así que… Basta. No tienes que insistir más. Estoy perdiendo lo único que me queda- Expresó en un tono de voz bajo, con el ceño levemente fruncido.
Inspiró, realmente, inspiró con profundidad y cuando exhaló un gran peso se escapó de sus hombros al oír que le ayudaría y que iba a acelerarlo. Casi quiso llorar y cuando habló su voz estaba tomada -No…No 48 horas. Anteia me dio como máximo hasta mañana, tiene que ser hoy- Insistió nuevamente llevándose las manos al cabello para ponerlo detrás de sus orejas, tanta fue la presión que pasó absoluta y diestramente por alto lo de concebir en la noche de bodas. Entonces empezó a enumerar las cosas, ella asintió, ya sospechaba que iban a tener que casarse en Avalon y al menos no tuvo que pelearle sobre lo del Consejo pero se le escapó una risa pequeña -¿Séquito? No soy de la realeza- Negó suavemente, como diciéndole que no le prestara atención -Haz un traslador ¿O tampoco funcionan?- Inquirió y luego asintió con respecto a lo del matrimonio y la última condición… Era algo…Que si bien no había pensado en ese momento había sido un camino que seguramente habría recorrido. Parpadeó un instante, era evidente que la había cogido por sorpresa porque es que…Ni siquiera lo había pensado. Pero no iba a jugar la vida de su hijo así nada más -De acuerdo- Le pidió perdón a Ian, silenciosamente, en su cabeza.
Una parte de ella quiso salir corriendo…La puerta estaba allí, a un par de pasos si corría; pero se mantuvo en su sitio cuando el Pendragon se acercó a ella. Observó la mano, su movimiento, y sabía que iba a tocarla. Contuvo la respiración un momento. Tenía que dejarlo. Debía hacerlo, por Aedan. Ciertamente, con algo de reticencia, alzó la mirada hacia él y observó sus ojos. Notó que él también la estudiaba. Pero… Ella no iba a hacerle daño. De eso podía estar seguro…Pero lo que sí sabía es que no confiaba en ella. Se lo había dicho. Las palabras que salieron de su boca le dijeron mucho de lo que podía esperar de Wthyr. Era un objeto de poder, una pieza para posicionarse. Ian se había enamorado de ella. No de la magia que chisporroteaba bajo su piel. Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando sintió sus dedos rozarle la piel del cuello…Y no del buen tipo. Tragó en seco -Te lo daré…Si nos casamos hoy- Susurró -Pero… Yo…- Tensó la mandíbula y observó su espalda -Haré lo que se necesite hacer pero no soy una persona que…- No encontraba muy bien las palabras y sintió que se le encendía la cara. Esperó un momento -…Le guste el contacto. Haré las concesiones necesarias pero… Sólo… Eso…-
Un guardia los interrumpió y por su gesto supo que algo malo había pasado. No sabía el qué. Esperaba que a partir de la boda pudieran hablar en voz alta. Frunció el ceño ante las preguntas de Wthyr y al ver su mirada movió la cabeza como preguntándole que pasaba -¿El qué?- Preguntó sin entender a qué se refería pero entonces lo de los testigos le pilló por sorpresa -Los convocaré. Dime qué pasa… ¿a qué te refieres con eso que hice? - Eso era una mentira para él porque en seguida envió los mensajes mentales a Giordano, Matvey y Sofía para que la encontraran en la entrada del Castillo Pendragon en las Montañas. De inmediato. Y a Sofía pidiéndole lo de su vestido.
Inspiró, realmente, inspiró con profundidad y cuando exhaló un gran peso se escapó de sus hombros al oír que le ayudaría y que iba a acelerarlo. Casi quiso llorar y cuando habló su voz estaba tomada -No…No 48 horas. Anteia me dio como máximo hasta mañana, tiene que ser hoy- Insistió nuevamente llevándose las manos al cabello para ponerlo detrás de sus orejas, tanta fue la presión que pasó absoluta y diestramente por alto lo de concebir en la noche de bodas. Entonces empezó a enumerar las cosas, ella asintió, ya sospechaba que iban a tener que casarse en Avalon y al menos no tuvo que pelearle sobre lo del Consejo pero se le escapó una risa pequeña -¿Séquito? No soy de la realeza- Negó suavemente, como diciéndole que no le prestara atención -Haz un traslador ¿O tampoco funcionan?- Inquirió y luego asintió con respecto a lo del matrimonio y la última condición… Era algo…Que si bien no había pensado en ese momento había sido un camino que seguramente habría recorrido. Parpadeó un instante, era evidente que la había cogido por sorpresa porque es que…Ni siquiera lo había pensado. Pero no iba a jugar la vida de su hijo así nada más -De acuerdo- Le pidió perdón a Ian, silenciosamente, en su cabeza.
Una parte de ella quiso salir corriendo…La puerta estaba allí, a un par de pasos si corría; pero se mantuvo en su sitio cuando el Pendragon se acercó a ella. Observó la mano, su movimiento, y sabía que iba a tocarla. Contuvo la respiración un momento. Tenía que dejarlo. Debía hacerlo, por Aedan. Ciertamente, con algo de reticencia, alzó la mirada hacia él y observó sus ojos. Notó que él también la estudiaba. Pero… Ella no iba a hacerle daño. De eso podía estar seguro…Pero lo que sí sabía es que no confiaba en ella. Se lo había dicho. Las palabras que salieron de su boca le dijeron mucho de lo que podía esperar de Wthyr. Era un objeto de poder, una pieza para posicionarse. Ian se había enamorado de ella. No de la magia que chisporroteaba bajo su piel. Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando sintió sus dedos rozarle la piel del cuello…Y no del buen tipo. Tragó en seco -Te lo daré…Si nos casamos hoy- Susurró -Pero… Yo…- Tensó la mandíbula y observó su espalda -Haré lo que se necesite hacer pero no soy una persona que…- No encontraba muy bien las palabras y sintió que se le encendía la cara. Esperó un momento -…Le guste el contacto. Haré las concesiones necesarias pero… Sólo… Eso…-
Un guardia los interrumpió y por su gesto supo que algo malo había pasado. No sabía el qué. Esperaba que a partir de la boda pudieran hablar en voz alta. Frunció el ceño ante las preguntas de Wthyr y al ver su mirada movió la cabeza como preguntándole que pasaba -¿El qué?- Preguntó sin entender a qué se refería pero entonces lo de los testigos le pilló por sorpresa -Los convocaré. Dime qué pasa… ¿a qué te refieres con eso que hice? - Eso era una mentira para él porque en seguida envió los mensajes mentales a Giordano, Matvey y Sofía para que la encontraran en la entrada del Castillo Pendragon en las Montañas. De inmediato. Y a Sofía pidiéndole lo de su vestido.
Un patronus en forma de búho real plateado llega volando hasta Catherine, portando un mensaje con la voz de Giordano. El búho se queda volando delante de ella hasta entregar el mensaje.
Tras entregar el mensaje, el patronus se desvanece.
Giordano escribió:Vale Catherine...voy en seguida...pero....como hay que vestirse para una boda Pendragon.... ? me tengo que poner algo de color rojo dracónico....? Moda del siglo XV con tintes del XIII y algo de steampunk....?
...hay que llevar regalo...?
Tras entregar el mensaje, el patronus se desvanece.
Las exigencias en los tiempos era algo que no llevaba bien, en general ninguna orden. Ya le había dicho que lo apresuraría todo lo que fuese posible, así que no respondí a lo que le había dicho la tal Anteia. Lo gnoré para no repetirme. Me hizo gracia que remarcase que no era de la realeza, a lo que simplemente replique con un rápido 'lo serás' que pudo pasar desapercibido. - Iremos a mi manera. Nada de trasladores.- ya tenía pensado el modo de entrar, que se atuviesen a las consecuencias si intentaban alguna cosa al respecto. Al menos había aceptado a la primera que no huiría despavorida en cuanto la maldición se hubiese roto. - Recuerda que no conviene tentar a la suerte...- el momento en el que tuve contacto con ella fue breve, aunque suficiente para hacer que su cara se encendiese y manifestase su incomodidad. Toda una declaración de intenciones para que la tocase lo justo. Seguro que no opinaba lo mismo del contacto con su marido. Ya veríamos...a ver si se pensaba que yo era una persona que necesitase muestras de afecto continuas.
Le hubiese dicho algo más, pero la interrupción del guardia había desajustado los planes. Le pedí que se fuese, y que preparase a los dragones en el exterior. Después volví hacia ella, señalándome al pecho con el pulgar, justo donde había salido la marca. - Esto que hiciste. ¿No te parece mucha casualidad que justo después enferme tu hijo y mi abuela esté a punto de morir? es como si la maldición quisiera actuar más rápido de lo que lo ha hecho hasta ahora. - maldije por lo bajo en el lenguaje de los dragones, pues no encontraba palabra en lengua común para describir la sensación de estar a merced de lo que la maldición quisiera. Justo en ese momento llegó un absurdo patronus de Da Vinci, preguntando qué se ponía para la boda.
- ¿En serio está preguntando eso? - parecía una broma, pero viniendo de ese excéntrico no me extrañaba tanto. Me daba exactamente igual cómo vistiese él, sólo era un elemento usado como testigo, nada más. Dejé a Catherine allí plantada, comenzando a caminar hacia el exterior donde estaban preparando a los dragones.
Le hubiese dicho algo más, pero la interrupción del guardia había desajustado los planes. Le pedí que se fuese, y que preparase a los dragones en el exterior. Después volví hacia ella, señalándome al pecho con el pulgar, justo donde había salido la marca. - Esto que hiciste. ¿No te parece mucha casualidad que justo después enferme tu hijo y mi abuela esté a punto de morir? es como si la maldición quisiera actuar más rápido de lo que lo ha hecho hasta ahora. - maldije por lo bajo en el lenguaje de los dragones, pues no encontraba palabra en lengua común para describir la sensación de estar a merced de lo que la maldición quisiera. Justo en ese momento llegó un absurdo patronus de Da Vinci, preguntando qué se ponía para la boda.
- ¿En serio está preguntando eso? - parecía una broma, pero viniendo de ese excéntrico no me extrañaba tanto. Me daba exactamente igual cómo vistiese él, sólo era un elemento usado como testigo, nada más. Dejé a Catherine allí plantada, comenzando a caminar hacia el exterior donde estaban preparando a los dragones.
Catherine observó con un gesto nada…Nada, nada, nada agradable a aquello que susurró de “lo serás”. Aún podía percibir la hendidura que le había hecho la corona en la frente. La imagen del trono, de la corona, de Morgana pasó rápidamente por su mente pero la desechó asintiendo con suavidad a aquello de que irían a su manera -Te encanta el control- Mencionó, como si lo hubiese confirmado. Estuvo a punto de decirle que a ella no le gustaba que le dijeran qué hacer pero soltó aquella frase de la suerte y su gesto cambió a uno más…Intenso y serio.
No, no iba a hacerlo.
Sin embargo, luego mencionó lo de la marca y al hacer aquella pregunta Catherine palideció de golpe. Sintió que el suelo a sus pies se movía, las paredes dejaron de existir a su alrededor y cuando se llevó la mano hacia el pecho era porque el aire se le había escapado de los pulmones. Ella había traído eso sobre Aedan. Se cubrió el rostro con las manos, apretándose la cara para intentar mantener las lágrimas en su sitio. ¿Por qué no había pensado en eso? Agh…La magia antigua, maldita y retorcida. Escuchó la maldición de Wthyr y negó con la cabeza -Lo siento- Dijo en un murmullo pero no era exactamente a él a quien se lo decía, sino a su propio hijo aunque no pudiera oírla.
Y podría haber seguido hablando y diciendo mil y una vez que lo sentía, pero llegó el patronus de Giordano y al escucharlo tuvo que apartarse las manos de la cara para ver el buho. Alzó la mirada hacia Wthyr cuando hizo aquella pregunta. Bueno, evidentemente, no estaba acostumbrado a andar con gente excéntrica. Lo ignoró y él se retiró sin decirle palabra. Se mordió el labio y dio un par de pasos para sentarse en el brazo de un sofá, intentando concentrarse en poner las cosas en marcha. Le envió un mensaje mental a Giordano antes de tomarse un par de segundos y respirar profundo. ¿Cómo no lo había pensado? Al menos ahora tenían más premura.
Se incorporó y caminó fuera del salón donde había otro guardia -Llévame con Wthyr- No conocía ese castillo y no estaba muy segura de cómo moverse, pero el tipo al menos comprendió lo que quería y fueron hacia allí. Al llegar observó a Wthyr y a los dragones. Ni pista de Nekros. Mantuvo una distancia prudente para no molestarlo y que preparara todo, total, ella no sabía nada de montar dragones ni lo que se necesitaba, pero entonces… El miedo volvió a recorrerla con fuerza y caminó hacia el Pendragon apresurando el paso – No sé montar dragones. Y estoy segura de que Matvey, Sofía y Giordano tampoco. ¿Y si nos caemos? - Preguntó desde la profunda ignorancia -¿Hay algún hechizo de seguridad que podamos ponernos? Más aún…Dijiste que irían vendados- Frunció el ceño y miró hacia los dragones…Criaturas gigantescas que podrían comérselos de un bocado y quedar con hambre. Tensó los labios y negó con la cabeza volviendo hacia él -¿Cuántas personas pueden ir en un dragón?-
No, no iba a hacerlo.
Sin embargo, luego mencionó lo de la marca y al hacer aquella pregunta Catherine palideció de golpe. Sintió que el suelo a sus pies se movía, las paredes dejaron de existir a su alrededor y cuando se llevó la mano hacia el pecho era porque el aire se le había escapado de los pulmones. Ella había traído eso sobre Aedan. Se cubrió el rostro con las manos, apretándose la cara para intentar mantener las lágrimas en su sitio. ¿Por qué no había pensado en eso? Agh…La magia antigua, maldita y retorcida. Escuchó la maldición de Wthyr y negó con la cabeza -Lo siento- Dijo en un murmullo pero no era exactamente a él a quien se lo decía, sino a su propio hijo aunque no pudiera oírla.
Y podría haber seguido hablando y diciendo mil y una vez que lo sentía, pero llegó el patronus de Giordano y al escucharlo tuvo que apartarse las manos de la cara para ver el buho. Alzó la mirada hacia Wthyr cuando hizo aquella pregunta. Bueno, evidentemente, no estaba acostumbrado a andar con gente excéntrica. Lo ignoró y él se retiró sin decirle palabra. Se mordió el labio y dio un par de pasos para sentarse en el brazo de un sofá, intentando concentrarse en poner las cosas en marcha. Le envió un mensaje mental a Giordano antes de tomarse un par de segundos y respirar profundo. ¿Cómo no lo había pensado? Al menos ahora tenían más premura.
Se incorporó y caminó fuera del salón donde había otro guardia -Llévame con Wthyr- No conocía ese castillo y no estaba muy segura de cómo moverse, pero el tipo al menos comprendió lo que quería y fueron hacia allí. Al llegar observó a Wthyr y a los dragones. Ni pista de Nekros. Mantuvo una distancia prudente para no molestarlo y que preparara todo, total, ella no sabía nada de montar dragones ni lo que se necesitaba, pero entonces… El miedo volvió a recorrerla con fuerza y caminó hacia el Pendragon apresurando el paso – No sé montar dragones. Y estoy segura de que Matvey, Sofía y Giordano tampoco. ¿Y si nos caemos? - Preguntó desde la profunda ignorancia -¿Hay algún hechizo de seguridad que podamos ponernos? Más aún…Dijiste que irían vendados- Frunció el ceño y miró hacia los dragones…Criaturas gigantescas que podrían comérselos de un bocado y quedar con hambre. Tensó los labios y negó con la cabeza volviendo hacia él -¿Cuántas personas pueden ir en un dragón?-
El trayecto desde su cabaña a las montañas no era corto, no era sencillo y se hacía a gran altura. Más de una vez los vientos quisieron voltearse contra ella, pero estos se apiadaron de ella y seguían a su favor. Una caída habría sido una catástrofe de considerables proporciones, por lo que hizo su mejor esfuerzo por ir tranquila y centrada.
Tardó, en su opinión, demasiado en llegar. Sobre todo por la presión que tenía en el pecho de no entender lo que pasaba. Sin embargo, la residencia Pendragon se mantenía imponente en lo alto de la montaña, como si el tiempo nunca hubiera transcurrido. Suspiró profundamente mientras descendía, comenzando a caminar despacio por la nieve. Menos mal que debajo del vestido llevaba botas altas y tacón corrido, pues de lo contrario los guardias se habrían burlado de haberse caído. Encima traía su abrigo azul añil favorito, que buen uso le daba por la ligera ventisca que acontecía.
Se tomó un segundo antes de acercarse para enviar un mensaje por el brazalete a Catherine y después se dedicó a inspeccionar arrebujada en su abrigo. No veía dragones en el cielo, no veía a los hermanos. Solo había visto aquel lugar en el momento en que fue secuestrada y, a decir verdad, debía ser muy valiente para volver ahí por su propio pie y no salir huyendo. Los guardias estaban en la puerta, pero aún no tenía intenciones de entrar. ¿Solo a ella la esperaba o venía alguien más? La duda era grande.
Tardó, en su opinión, demasiado en llegar. Sobre todo por la presión que tenía en el pecho de no entender lo que pasaba. Sin embargo, la residencia Pendragon se mantenía imponente en lo alto de la montaña, como si el tiempo nunca hubiera transcurrido. Suspiró profundamente mientras descendía, comenzando a caminar despacio por la nieve. Menos mal que debajo del vestido llevaba botas altas y tacón corrido, pues de lo contrario los guardias se habrían burlado de haberse caído. Encima traía su abrigo azul añil favorito, que buen uso le daba por la ligera ventisca que acontecía.
Se tomó un segundo antes de acercarse para enviar un mensaje por el brazalete a Catherine y después se dedicó a inspeccionar arrebujada en su abrigo. No veía dragones en el cielo, no veía a los hermanos. Solo había visto aquel lugar en el momento en que fue secuestrada y, a decir verdad, debía ser muy valiente para volver ahí por su propio pie y no salir huyendo. Los guardias estaban en la puerta, pero aún no tenía intenciones de entrar. ¿Solo a ella la esperaba o venía alguien más? La duda era grande.
Apresuré el paso hacia el exterior del castillo, donde ya estaban preparados los guardias que nos vendrían a Ávalon. Catherine no tardó en alcanzarme para exponer sus miedos absurdos sobre volar en dragón. Me giré un instante hacia ella casi fulminándola con la mirada por ese comentario. Con la noticia de la abuela no me apetecía atender a ese tipo de nimiedades. - Pues os agarráis. - seguí mi camino hasta llegar al exterior, alzando la vista al cuelo para convocar a los dragones usando su propio idioma. Obvié por completo eso del hechizo de seguridad que preguntó la Descendiente. - Tú iras conmigo. - le ordené mientras aparecían en el cielo tres dragones que comenzaron a descender en círculos hacia nosotros. En ese momento reparé en la presencia de otra del Consejo, Dioscórides.
- Tu testigo, supongo. - miré con desconfianza a la mujer, haciéndole un gesto para que se apartase mientras aterrizaban los tres dragones. - Tenemos prisa, no esperaremos mucho más en caso de que hayas convocado a más gente. - estaba demasiado tenso y mi escasa paciencia estaba comenzando a agotarse. Hice un gesto a Smaug para que echase el cuello sobre la nieve para así poder subirnos, trepando por sus escamas hasta montarlo con bastante rapidez y agilidad. - Vendadle los ojos a Dioscórides para el trayecto. - indiqué a los guardias que fuesen hacia ella, y también que la subiesen a uno de los dragones. Después esperé que fuese Catherine por sus propios medios la que supiese trepar al dragón, evaluándola por si mostraba miedo o debilidad a la hora de hacerlo sola. - Sube. - mi tono fue seco e imperativo, no admitía réplica.
- Tu testigo, supongo. - miré con desconfianza a la mujer, haciéndole un gesto para que se apartase mientras aterrizaban los tres dragones. - Tenemos prisa, no esperaremos mucho más en caso de que hayas convocado a más gente. - estaba demasiado tenso y mi escasa paciencia estaba comenzando a agotarse. Hice un gesto a Smaug para que echase el cuello sobre la nieve para así poder subirnos, trepando por sus escamas hasta montarlo con bastante rapidez y agilidad. - Vendadle los ojos a Dioscórides para el trayecto. - indiqué a los guardias que fuesen hacia ella, y también que la subiesen a uno de los dragones. Después esperé que fuese Catherine por sus propios medios la que supiese trepar al dragón, evaluándola por si mostraba miedo o debilidad a la hora de hacerlo sola. - Sube. - mi tono fue seco e imperativo, no admitía réplica.
-No me hables así- Le espetó, sosteniéndole la mirada mientras alzaba una ceja, observando que … Que su humor había cambiado drásticamente cuando se enteró de lo de su abuela. Así que…Después de todo, parecía que Wthyr Pendragon era algo más que un sólido muro de hielo. Lo siguió, metiendo las manos en su abrigo mientras escuchaba su voz en aquella lengua desconocida. Miró hacia los dragones que empezaron a aparecer en el cielo cuando le dijo que iría con él -Lo supuse- Le respondió y le ignoró cuando advirtió la presencia de Sofía con tales palabras.
Fue hasta ella y le sonrió tensamente -Gracias- Escuchó aquello sobre los testigos y volvió su mirada hacia el Pendragon -Sabes perfectamente que he convocado a más gente. Literalmente te los he nombrado, Wthyr- Le respondió con un gesto igual de duro y exasperado, tras ello miró a Sofía y estuvo a punto de explicarle cómo irían cuando soltó a aquello de vendarle los ojos a la pelirroja. Alzó una mano a los guardias y les dedicó una mirada que advertía que si se acercaban más de un paso iba a cortarles el cuello -Tenemos que movernos en los dragones, no tienen silla aparente y… No sé cómo aportarte más seguridad. Te vendarán los ojos así que busca la manera de agarrarte bien, por favor- Añadió, alargó la mano con suavidad hacia Sofía cogiéndola del antebrazo, bajando la mirada y posando un dedo hacia el brazalete de forma casi imperceptible. Un único gesto para que supiera que podría comunicarse con ella a través de éste.
“Mantendré una conexión mental, si algo sucede sólo avísame. Matvey y Giordano vienen en camino”
Aquella orden hizo que Catherine se tensara por dentro y cuando subió su mirada amatista a Sofía, su rostro se tornó mucho más neutro, más fiero, más determinado. Era una mujer que sabía lo que tenía que hacer, que había aceptado su destino. Se giró sobre sus talones y fue hacia donde se encontraba Smaug, evaluándolo con la mirada y clavando sus ojos en los de él un instante antes de ver a Wthyr encima de este. Las escamas de Smaug eran parecidas a las de Nekros, los dos dragones oscuros como la noche. Catherine no era ajena a volar, no pero tampoco se había montado nunca en un dragón. Se acercó, con una mezcla de curiosidad y respeto, y posó una mano en las escamas. Estaban cálidas, como recordaba las de su amigo. ¿Estaría vivo? Contrariada, dejó escapar un suspiro y empezó a trepar con el ceño fruncido, buscando asentar bien los pies antes de dar el siguiente paso. Iba a ponerse detrás de Wthyr pero un ligero movimiento de él le hizo saber que no. Puso los ojos en blanco, hastiada de su forma de dar órdenes, y se colocó delante de él.
Tragó en seco, por un lado, estaba nerviosa por la cercanía de él y trató de concentrarse en buscar alguna especie de agarradera entre las escamas y espinas; por el otro, estaba profundamente agradecida de que estuviera allí porque si se resbalaba como una idiota quería creer que la atraparía…Que la maldición estaba por encima de su deseo de deshacerse del linaje Le Fay. No mentiría, tenía el estómago hecho un nudo y el corazón estaba golpeándole con fuerza contra el pecho. Alzó una mano y tomó todo su denso cabello oscuro para ponerlo por encima de su hombro, lo trenzó con rapidez y creó un pequeño aro de oscuridad para cerrarla y que el viento no hiciera que su cabello le entrara en la cara al Pendragon, aunque tras pensarlo se arrepintió del movimiento. Quizás podría haberlo jodido durante todo el viaje y le habría dado una extraña satisfacción hacerlo. Cuando Smaug se movió, incorporándose, Catherine dejó escapar un jadeo y puso las manos con fuerza contra las escamas intentando acostumbrarse al movimiento del dragón mientras enviaba otro mensaje a Giordano y a Matvey para que se apuraran e informándoles de los menesteres de viajar a Avalon.
Fue hasta ella y le sonrió tensamente -Gracias- Escuchó aquello sobre los testigos y volvió su mirada hacia el Pendragon -Sabes perfectamente que he convocado a más gente. Literalmente te los he nombrado, Wthyr- Le respondió con un gesto igual de duro y exasperado, tras ello miró a Sofía y estuvo a punto de explicarle cómo irían cuando soltó a aquello de vendarle los ojos a la pelirroja. Alzó una mano a los guardias y les dedicó una mirada que advertía que si se acercaban más de un paso iba a cortarles el cuello -Tenemos que movernos en los dragones, no tienen silla aparente y… No sé cómo aportarte más seguridad. Te vendarán los ojos así que busca la manera de agarrarte bien, por favor- Añadió, alargó la mano con suavidad hacia Sofía cogiéndola del antebrazo, bajando la mirada y posando un dedo hacia el brazalete de forma casi imperceptible. Un único gesto para que supiera que podría comunicarse con ella a través de éste.
“Mantendré una conexión mental, si algo sucede sólo avísame. Matvey y Giordano vienen en camino”
Aquella orden hizo que Catherine se tensara por dentro y cuando subió su mirada amatista a Sofía, su rostro se tornó mucho más neutro, más fiero, más determinado. Era una mujer que sabía lo que tenía que hacer, que había aceptado su destino. Se giró sobre sus talones y fue hacia donde se encontraba Smaug, evaluándolo con la mirada y clavando sus ojos en los de él un instante antes de ver a Wthyr encima de este. Las escamas de Smaug eran parecidas a las de Nekros, los dos dragones oscuros como la noche. Catherine no era ajena a volar, no pero tampoco se había montado nunca en un dragón. Se acercó, con una mezcla de curiosidad y respeto, y posó una mano en las escamas. Estaban cálidas, como recordaba las de su amigo. ¿Estaría vivo? Contrariada, dejó escapar un suspiro y empezó a trepar con el ceño fruncido, buscando asentar bien los pies antes de dar el siguiente paso. Iba a ponerse detrás de Wthyr pero un ligero movimiento de él le hizo saber que no. Puso los ojos en blanco, hastiada de su forma de dar órdenes, y se colocó delante de él.
Tragó en seco, por un lado, estaba nerviosa por la cercanía de él y trató de concentrarse en buscar alguna especie de agarradera entre las escamas y espinas; por el otro, estaba profundamente agradecida de que estuviera allí porque si se resbalaba como una idiota quería creer que la atraparía…Que la maldición estaba por encima de su deseo de deshacerse del linaje Le Fay. No mentiría, tenía el estómago hecho un nudo y el corazón estaba golpeándole con fuerza contra el pecho. Alzó una mano y tomó todo su denso cabello oscuro para ponerlo por encima de su hombro, lo trenzó con rapidez y creó un pequeño aro de oscuridad para cerrarla y que el viento no hiciera que su cabello le entrara en la cara al Pendragon, aunque tras pensarlo se arrepintió del movimiento. Quizás podría haberlo jodido durante todo el viaje y le habría dado una extraña satisfacción hacerlo. Cuando Smaug se movió, incorporándose, Catherine dejó escapar un jadeo y puso las manos con fuerza contra las escamas intentando acostumbrarse al movimiento del dragón mientras enviaba otro mensaje a Giordano y a Matvey para que se apuraran e informándoles de los menesteres de viajar a Avalon.
Aparecí directamente frente a las puertas del castillo de los Pendragon, en nuestras propias montañas. Afortunadamente, siempre iba bien vestido para la ocasion, sobre todo para los vientos frios de aquellas montañas. No se me había pasado el cabreo, en lo más minimo, y la mirada que de dediqué al tal Wthyr mediamierda subido en su dragon fue la de un padre cabreado por una boda de mierda.
Alli habían tres dragones, uno ocupado por la pareja. Sofía tambien estaba alli. Que tuviese ganas de pegarle un escopetazo al Pendragon en la cara no iba a evitar que me comportase con la dignidad que se esperaba de un caballero de Moscú. Me acerqué a Dioscórides, ofreciéndole mi antebrazo.
- Subiré contigo, si te parece bien. ¿Te acuerdas de las largas charlas de Snagov?- Giordano que se apañara cuando llegase. Seguro que había cabalgado cosas peores. Acompañé a Sofía hasta uno de los dragones, como abriese la boca o hiciese algo raro, se ganaba un ticket de ida al paraíso de los nigromantes. El caso es que no era un inutil total en lo que se refiere a montar dragones, Snagov se había encargado de ello. Habia que dejar que el dragón diese el primer paso.
"ah, si, los vendajes"
Miré a Catherine y nuevamente al otro. Celosos de sus tierras, pero bien que habian invadido las nuestras.
"Como si un mago no tuviera mil formas más de ver lo que ocurre sin usar sus ojos...."
Alli habían tres dragones, uno ocupado por la pareja. Sofía tambien estaba alli. Que tuviese ganas de pegarle un escopetazo al Pendragon en la cara no iba a evitar que me comportase con la dignidad que se esperaba de un caballero de Moscú. Me acerqué a Dioscórides, ofreciéndole mi antebrazo.
- Subiré contigo, si te parece bien. ¿Te acuerdas de las largas charlas de Snagov?- Giordano que se apañara cuando llegase. Seguro que había cabalgado cosas peores. Acompañé a Sofía hasta uno de los dragones, como abriese la boca o hiciese algo raro, se ganaba un ticket de ida al paraíso de los nigromantes. El caso es que no era un inutil total en lo que se refiere a montar dragones, Snagov se había encargado de ello. Habia que dejar que el dragón diese el primer paso.
"ah, si, los vendajes"
Miré a Catherine y nuevamente al otro. Celosos de sus tierras, pero bien que habian invadido las nuestras.
"Como si un mago no tuviera mil formas más de ver lo que ocurre sin usar sus ojos...."
En cuanto había recibido los mensajes mentales de Catherine me habia puesto manos a la obra, los dos espejos comunicadores habian sido muy faciles de conseguir, pero elegir el modelito que me pondría no tanto, y mucho menos, que regalarles.
Al final opté por abrir mi baul de los recuerdos y regalarles una cosa que habia hecho hacia tiempo, que a mi ya no me gustaba porque me ponía de los nervios, y que quedaba asi como muy mistico y filosófico. Y de ropa, pues un traje negro muy elegante, moda italiana, y un buen abrigo de corte extraño, estoy guapo con lo que me ponga. Eso mas mis brazaletes y mi habitual bastón, donde guardaba ademas los regalos.
Aparecí alli, que hacía puto frio como siempre, yo no se para que me habia peinado si el viento nos despeinaba al momento a todos.
- soy el útlimo- afirmé poco conforme, al verlos a todos casi preparados. Suspiré, aquello iba a ser un matrimonio horrible. Miré al dragón que quedaba libre, Catherine me habia dicho que nos vendarían. - Lo de vendarnos para irnos es estilo momia o como, porque no lo he entendido muy bien. Ah, que son los ojos! Aviso que trengo claustrofobia. Si le vomito en el pescuezo al dragon y me deja caer iniciamos una guerra civil. - sonreí de lado, Catherine me habia acompañado al holmgang, pues yo le acompañaria a su boda. - Es broma. Espero que al menos sean vendas de terciopelo.
Lo de la claustrofobia no era broma, pero vale. Bien. Llevaba sin comer un dia, asi que no habría mucho que expulsar. Yo ya había estado en Avalon, pero pensé que eso era mejor callármelo.
Al final opté por abrir mi baul de los recuerdos y regalarles una cosa que habia hecho hacia tiempo, que a mi ya no me gustaba porque me ponía de los nervios, y que quedaba asi como muy mistico y filosófico. Y de ropa, pues un traje negro muy elegante, moda italiana, y un buen abrigo de corte extraño, estoy guapo con lo que me ponga. Eso mas mis brazaletes y mi habitual bastón, donde guardaba ademas los regalos.
Aparecí alli, que hacía puto frio como siempre, yo no se para que me habia peinado si el viento nos despeinaba al momento a todos.
- soy el útlimo- afirmé poco conforme, al verlos a todos casi preparados. Suspiré, aquello iba a ser un matrimonio horrible. Miré al dragón que quedaba libre, Catherine me habia dicho que nos vendarían. - Lo de vendarnos para irnos es estilo momia o como, porque no lo he entendido muy bien. Ah, que son los ojos! Aviso que trengo claustrofobia. Si le vomito en el pescuezo al dragon y me deja caer iniciamos una guerra civil. - sonreí de lado, Catherine me habia acompañado al holmgang, pues yo le acompañaria a su boda. - Es broma. Espero que al menos sean vendas de terciopelo.
Lo de la claustrofobia no era broma, pero vale. Bien. Llevaba sin comer un dia, asi que no habría mucho que expulsar. Yo ya había estado en Avalon, pero pensé que eso era mejor callármelo.
Poco me importó hablarle con más o menos delicadeza, o recordar a los invitados que había mencionado. Lo único que importaba en ese momento era llegar a tiempo para poder ver a la matriarca de los Pendragon, tratar de hacer algo para que la maldición no se la llevase aún. Ni siquiera le dije nada, el silencio fue la única respuesta. Aguardé erguido y expectante hasta que consiguió trepar por las escamas de dragón, colocándola delante de mí para tenerla vigilada. Su cabeza no fue ningún problema para la visibilidad, teniendo en cuenta la diferencia de altura. - Lo único que tienes que hacer es sujetarte con las escamas del dragón. Yo te daré respaldo por detrás. No te muevas mucho ni hagas aspavientos cuando hagamos virajes en el aire. - la advertí para que no entrase en pánico en momentos de giro o descensos.
Finalmente llegaron el nigromante y Da Vinci, aunque el último con demasiada verborrea, como de costumbre. ¿Qué le habían visto las dos hermanas para llevarse bien con él? era irritante lo mucho que hablaba y su ego, aunque fuese útil por los inventos que podría desarrollar. - Tranquilo, si tiene que empezar una guerra civil no será porque alguien torpe cayó de un dragón. - indiqué que les vendasen los ojos a los tres antes de que estuviesen subidos, aunque fuese un exceso de celo porque ellos no podrían entrar por su cuenta aunque quisiesen. Simplemente no quería que supiesen cuál era el modo exacto de entrar en la ubicación de Tintagel.
Después junté mi pecho a la espalda de Catherine, echándome ligeramente hacia delante para que mis manos entrasen en contacto con las escamas del dragón. Las situé a ambos lados de sus rodillas, en la cara interior, y después cerré un poco más mis piernas en torno a su cuerpo como para llevarla más sujeta. No supe exactamente qué era, pero me pareció que su cuerpo estaba endurecido del modo en que lo estaría uno moldeado por años de ejercicio. Alcé la voz usando la lengua de los dragones, ordenando a todos que comenzasen a volar en dirección a las ruinas de Tintagel. El grupo al completo se perdió entre las nubes, abandonando Ouroboros para hacer por fin que Catherine fuese Pendragon.
Finalmente llegaron el nigromante y Da Vinci, aunque el último con demasiada verborrea, como de costumbre. ¿Qué le habían visto las dos hermanas para llevarse bien con él? era irritante lo mucho que hablaba y su ego, aunque fuese útil por los inventos que podría desarrollar. - Tranquilo, si tiene que empezar una guerra civil no será porque alguien torpe cayó de un dragón. - indiqué que les vendasen los ojos a los tres antes de que estuviesen subidos, aunque fuese un exceso de celo porque ellos no podrían entrar por su cuenta aunque quisiesen. Simplemente no quería que supiesen cuál era el modo exacto de entrar en la ubicación de Tintagel.
Después junté mi pecho a la espalda de Catherine, echándome ligeramente hacia delante para que mis manos entrasen en contacto con las escamas del dragón. Las situé a ambos lados de sus rodillas, en la cara interior, y después cerré un poco más mis piernas en torno a su cuerpo como para llevarla más sujeta. No supe exactamente qué era, pero me pareció que su cuerpo estaba endurecido del modo en que lo estaría uno moldeado por años de ejercicio. Alcé la voz usando la lengua de los dragones, ordenando a todos que comenzasen a volar en dirección a las ruinas de Tintagel. El grupo al completo se perdió entre las nubes, abandonando Ouroboros para hacer por fin que Catherine fuese Pendragon.
Tenía razón. Ella también quería descansar. Pero las palabras que le había dedicado después le hicieron respirar profundo y sólo le dijo una cosa: A veces hay que elegir qué batallas ganar. Se fue de mala gana cuando la obligaron a salir, pero mantuvo un rato la ilusión de ella junto a Aedan, al menos hasta que salió a la recepción, esperando que su bebé se hubiese dormido. Presionó un poco a Chloe para que llevara a Ian a curarse. Abajo le había esperado Wthyr, no estaba sangrando, pero estaba muy golpeado y tenía un gesto hosco. Le había dicho que quería ir a su casa a pasar la noche, pero se había negado. Así que le acompañó brevemente a su casa para coger algo de ropa en una mochila y luego se fueron al castillo de los Pendragon.
La morena sentía el cuerpo pesado, estaba agotada y tenía un dolor de cabeza que se le clavaba en el fondo del cerebro. Se masajeó los ojos suavemente. No habían intercambiado palabra alguna y, la verdad, por ella estaba muy bien. No había manera de hablar con ese hombre sin querer gritarle. Aquel castillo le daba escalofríos porque era el sitio donde había visto morir al vikingo, donde Ian había acabado tras el ataque del dragón y un sinfín de cosas que no quería recordar -¿Cuál es mi habitación?- Preguntó, esperando que no empezara con tonterías porque podría ahorcarle en ese momento. Se quitó la capa, porque era muy gruesa, y dentro del castillo hacía suficiente calor y mientras estaba haciéndola alguien apareció de la nada y se lo retiró de las manos haciendo una reverencia. La morena parpadeó con sorpresa y miró a Wthyr con el ceño fruncido cuando la mujer intentaba retirarle la mochila. No había tenido sirvientes desde que su madre muriera. Atrajo la mochila hacia sí misma. -No necesito eso, puedo hacer las cosas por mí misma- Excepto cocinar algo decente, quizás debería decírselo pero no le apetecía entrar en conversaciones con él. Como si su estómago hubiese recordado lo que era comida, sonó brevemente y Catherine se removió incómoda. No podía pensar en tener hambre ahora ¿Cuál?- Presionó, reorientando la atención, y alzó las cejas instándolo a guiarle pero la persona seguía allí, Catherine volvió la mirada hacia ella -Retírate- Pero ni siquiera se atrevió a mirarla, simplemente observó a Wthyr a espera de aprobación y aquello la irritó -Mi señor... ¿Os servimos algo para comer?-
La morena sentía el cuerpo pesado, estaba agotada y tenía un dolor de cabeza que se le clavaba en el fondo del cerebro. Se masajeó los ojos suavemente. No habían intercambiado palabra alguna y, la verdad, por ella estaba muy bien. No había manera de hablar con ese hombre sin querer gritarle. Aquel castillo le daba escalofríos porque era el sitio donde había visto morir al vikingo, donde Ian había acabado tras el ataque del dragón y un sinfín de cosas que no quería recordar -¿Cuál es mi habitación?- Preguntó, esperando que no empezara con tonterías porque podría ahorcarle en ese momento. Se quitó la capa, porque era muy gruesa, y dentro del castillo hacía suficiente calor y mientras estaba haciéndola alguien apareció de la nada y se lo retiró de las manos haciendo una reverencia. La morena parpadeó con sorpresa y miró a Wthyr con el ceño fruncido cuando la mujer intentaba retirarle la mochila. No había tenido sirvientes desde que su madre muriera. Atrajo la mochila hacia sí misma. -No necesito eso, puedo hacer las cosas por mí misma- Excepto cocinar algo decente, quizás debería decírselo pero no le apetecía entrar en conversaciones con él. Como si su estómago hubiese recordado lo que era comida, sonó brevemente y Catherine se removió incómoda. No podía pensar en tener hambre ahora ¿Cuál?- Presionó, reorientando la atención, y alzó las cejas instándolo a guiarle pero la persona seguía allí, Catherine volvió la mirada hacia ella -Retírate- Pero ni siquiera se atrevió a mirarla, simplemente observó a Wthyr a espera de aprobación y aquello la irritó -Mi señor... ¿Os servimos algo para comer?-
Tuve que buscar a los sanadores del hospital tras el incidente con el imbécil del ex de Catherine, que me había roto la nariz y me había dejado muy golpeada la cara y la cabeza. Se encargaron de sanar con magia las fracturas que hubiese, aunque no lograron borrar por completo las marcas de las contusiones y el dolor que provocaban. Estaba molesto y enfadado, no iba a negarlo. Al menos le había amenazado y dejado claro qué pasaría si seguía interfiriendo. Y Catherine había aceptado a vivir en Ávalon.
Cuando bajó a recepción apenas crucé palabra con ella, lo justo y necesario y en un tono hosco. Los habían echado de la habitación del niño por tanto jaleo, y ahora le tocaba irse a pasar la noche fuera del hospital. Finalmente nos dirigimos al castillo Pendragon en las montañas de Ouroboros, para poder dormir así lo poco que quedaba de noche. Parecía mentira que apenas unas horas atrás estuviésemos consumando como si no hubiese un mañana. Pidió su habitación nada más llegar, tal y como me esperaba. Por mí mejor, ya habíamos hecho lo que teníamos que hacer. Y tendríamos que repetir si no había funcionado. - El servicio te llevará a tu habitación en unos minutos, van a prepararla. - hice un gesto para que se marchasen y no le quitasen el equipaje, quería hablar primero con Catherine A mí si me hicieron caso, no como a ella. - No, simplemente dejad algo de comer en las habitaciones, para mañana. Nos levantaremos temprano, tiene que organizar la mudanza y tenemos que firmar el libro de uniones mágicas de Ouroboros. - la conduje al primer salón que encontramos, uno en el que estaba la chimenea encendida y en el que colgaban estandartes sobre los muros de piedra. Apenas tenía decoración, únicamente una gran mesa de roble rodeada de sillas.
- Espero que cumplas tu palabra sobre lo que has dicho antes. No voy a tolerar más insolencias de esa persona. - solté tajante, sin admitir tiempo para réplicas. - Respecto a tu hijo lo lógico es que viva con su madre, contigo. Nadie le dañará en Ávalon, si es lo que temes. Te lo prometí. Los Pendragon no matamos a niños, al contrario que los Le Fay. - le recordé haciendo referencia a su antepasado, el que había tenido un papel principal en la maldición. La traición contra su sangre perpetrada por Guinevere también había sido determinante. - Es evidente que no confías en mí, y yo en ti tampoco. ¿Qué hacemos con eso? ¿Quieres vivir así, temiendo siempre y mirando a tu espalda?
Cuando bajó a recepción apenas crucé palabra con ella, lo justo y necesario y en un tono hosco. Los habían echado de la habitación del niño por tanto jaleo, y ahora le tocaba irse a pasar la noche fuera del hospital. Finalmente nos dirigimos al castillo Pendragon en las montañas de Ouroboros, para poder dormir así lo poco que quedaba de noche. Parecía mentira que apenas unas horas atrás estuviésemos consumando como si no hubiese un mañana. Pidió su habitación nada más llegar, tal y como me esperaba. Por mí mejor, ya habíamos hecho lo que teníamos que hacer. Y tendríamos que repetir si no había funcionado. - El servicio te llevará a tu habitación en unos minutos, van a prepararla. - hice un gesto para que se marchasen y no le quitasen el equipaje, quería hablar primero con Catherine A mí si me hicieron caso, no como a ella. - No, simplemente dejad algo de comer en las habitaciones, para mañana. Nos levantaremos temprano, tiene que organizar la mudanza y tenemos que firmar el libro de uniones mágicas de Ouroboros. - la conduje al primer salón que encontramos, uno en el que estaba la chimenea encendida y en el que colgaban estandartes sobre los muros de piedra. Apenas tenía decoración, únicamente una gran mesa de roble rodeada de sillas.
- Espero que cumplas tu palabra sobre lo que has dicho antes. No voy a tolerar más insolencias de esa persona. - solté tajante, sin admitir tiempo para réplicas. - Respecto a tu hijo lo lógico es que viva con su madre, contigo. Nadie le dañará en Ávalon, si es lo que temes. Te lo prometí. Los Pendragon no matamos a niños, al contrario que los Le Fay. - le recordé haciendo referencia a su antepasado, el que había tenido un papel principal en la maldición. La traición contra su sangre perpetrada por Guinevere también había sido determinante. - Es evidente que no confías en mí, y yo en ti tampoco. ¿Qué hacemos con eso? ¿Quieres vivir así, temiendo siempre y mirando a tu espalda?
Al menos había respetado su deseo de tener una habitación aparte. ¿En Avalon también se lo permitiría? Bueno, como si no se lo permitía se iba de su puta habitación y se dormía en el primer sofá que encontrara. La planificación del día siguiente hizo que se su estómago se convirtiera en un nudo. Ese libro… En el que solo hace unos días había desaparecido el nombre de Ian. Siguió caminando con él observando que la mujer se iba con tanta tranquilidad como si Catherine hubiese estado pintada en la pared. Quizás se iba a despertar con acromántulas en la cara.
El pensamiento se disipó cuando Wthyr le volvió a dirigir la palabra -Deja de provocarlo, entonces. Estaba absolutamente fuera de lugar lo que le dijiste- Le advirtió llevándose una mano a la sien y presionando suavemente un lado, a ver si con eso se le pasaba el dolor de cabeza -Wthyr, en Avalon estoy incomunicada y es una atrocidad apartarlo de su padre tanto como de su madre. No sé cómo…- Se cayó, no quería traer más el tema de sus hijos a colación así que reformuló lo que iba a decir -Ian y yo criaremos a nuestro hijo como consideremos. De momento, prefiero que se quede con él…- Le miró a los ojos cuando soltó aquello de su linaje y negó con la cabeza -¿te das cuenta? ¿Te he dicho algo yo? ¿Qué necesidad tenías de echarme eso en cara? - Preguntó frunciendo el ceño -¿No te he demostrado que no soy como él? Pagas conmigo algo que estoy tratando de enmendar- La decepción se reflejó en su rostro, pero estaba demasiado cansada para soportarlo así que le dio la espalda. Observó las llamas y se acercó un poco para ver si podía percibir mejor su calorcito.
Las siguientes preguntas hicieron que Catherine guardara silencio, durante un rato, mirando el fuego -Palabras es lo único que tenemos- Le dijo a Wthyr porque era la realidad -No confío con facilidad y presiento que tú tampoco. La confianza no se construye en un solo día y no se construye sólo porque deseemos intentar llevar la fiesta en paz. Se hace con acciones, se hace con hechos- Eso lo había aprendido hace mucho. Se llevó una mano a los mechones de cabello oscuro para ponerlos detrás de sus orejas -Se hace con dejar de echarme en cara el pasado de mi linaje, se hace respetando mis decisiones respecto a Ian y a Aedan, se hace dejándome ser y no intentando controlarme en cada aspecto de mi vida. No va a acabar bien- Se giró hacia él y lo miró a los ojos, tenía el rostro sereno – Te di mi poder, te di mi linaje, te di mi magia… Te di mi palabra- Alzo los hombros con suavidad -No puedes esperar que cambie mis sentimientos por Ian de la noche a la mañana, Wthyr pero entiendo la importancia de nuestra unión y respeto nuestro tratado. ¿Lo haces tú? ¿Hubieses hecho lo mismo que yo, en mi lugar, si fuera la vida de tus hijos en la línea? Si los papeles estuvieran invertidos ¿Habrías tomado mis mismas decisiones?-
El pensamiento se disipó cuando Wthyr le volvió a dirigir la palabra -Deja de provocarlo, entonces. Estaba absolutamente fuera de lugar lo que le dijiste- Le advirtió llevándose una mano a la sien y presionando suavemente un lado, a ver si con eso se le pasaba el dolor de cabeza -Wthyr, en Avalon estoy incomunicada y es una atrocidad apartarlo de su padre tanto como de su madre. No sé cómo…- Se cayó, no quería traer más el tema de sus hijos a colación así que reformuló lo que iba a decir -Ian y yo criaremos a nuestro hijo como consideremos. De momento, prefiero que se quede con él…- Le miró a los ojos cuando soltó aquello de su linaje y negó con la cabeza -¿te das cuenta? ¿Te he dicho algo yo? ¿Qué necesidad tenías de echarme eso en cara? - Preguntó frunciendo el ceño -¿No te he demostrado que no soy como él? Pagas conmigo algo que estoy tratando de enmendar- La decepción se reflejó en su rostro, pero estaba demasiado cansada para soportarlo así que le dio la espalda. Observó las llamas y se acercó un poco para ver si podía percibir mejor su calorcito.
Las siguientes preguntas hicieron que Catherine guardara silencio, durante un rato, mirando el fuego -Palabras es lo único que tenemos- Le dijo a Wthyr porque era la realidad -No confío con facilidad y presiento que tú tampoco. La confianza no se construye en un solo día y no se construye sólo porque deseemos intentar llevar la fiesta en paz. Se hace con acciones, se hace con hechos- Eso lo había aprendido hace mucho. Se llevó una mano a los mechones de cabello oscuro para ponerlos detrás de sus orejas -Se hace con dejar de echarme en cara el pasado de mi linaje, se hace respetando mis decisiones respecto a Ian y a Aedan, se hace dejándome ser y no intentando controlarme en cada aspecto de mi vida. No va a acabar bien- Se giró hacia él y lo miró a los ojos, tenía el rostro sereno – Te di mi poder, te di mi linaje, te di mi magia… Te di mi palabra- Alzo los hombros con suavidad -No puedes esperar que cambie mis sentimientos por Ian de la noche a la mañana, Wthyr pero entiendo la importancia de nuestra unión y respeto nuestro tratado. ¿Lo haces tú? ¿Hubieses hecho lo mismo que yo, en mi lugar, si fuera la vida de tus hijos en la línea? Si los papeles estuvieran invertidos ¿Habrías tomado mis mismas decisiones?-
- ¿Acaso es mentira? no le dije nada más que la verdad. Si no puede soportarlo ni es mi problema. - repliqué sin miramiento alguno sobre lo que le molestaba al otro. Intuí su dolor de cabeza por su gesto de llevarse la mano a la sien, porque para usar sus poderes mentales no necesitaba hacer nada así. Ambos habíamos acabado la noche bastante perjudicados. Solté un sonido de cansancio cuando me insistió con el tema de su hijo, empezando a aburrirme de tener que rebatirla. - Bien. Pues haz lo que te dé la gana, pero no quiero verle cerca de ti. Tú verás cómo lo organizas para que no tengamos a ese tipo siempre molestando. - a la larga tendríamos que darle una solución más...drástica. Definitiva.
Tal y como esperaba, se sintió ofendida por recordarle a su antepasado traidor. - Llevamos menos de 24 horas casados...así que no. Todavía no me has demostrado cómo eres. Es imposible confiar tan rápidamente. - tendría que demostrarlo con hechos, esos hechos que tanto decía. Yo ya le había prometido que su hijo estaría a salvo, pero ella ni siquiera lo había valorado ni había dicho algo similar de mi familia. Desvié la mirada hacia la chimenea al escuchar aquello de que no iba a acabar bien, pues sonaba a que íbamos a quemarnos tan rápido como lo que ardía en aquel fuego. En esta ocasión no repliqué, fue como dar la razón con el silencio. Lo de sus sentimientos por el licántropo me irritaba, porque así daba la sensación de que éramos tres en ese matrimonio. Sus últimos comentarios me hicieron girar la cabeza hacia ella con gesto furibundo, avanzando hasta quedar a un par de palmos de distancia.
- Qué egocéntrica. ¿Acaso te olvidas de que yo ya perdí a dos hijos y dos esposas? Tú hijo sigue vivo, así que no me hagas comparaciones. Nosotros sí hemos tenido una pérdida, la matriarca Pendragon ha muerto, así que no me vengas con lo de los papeles invertidos. No eres tú la única que ha sufrido, Le Fay, así que no me vengas con historias de "ponte en mi lugar", porque yo no he pedido que lo hagas conmigo. - tras eso pasé de largo, avanzando a grandes zancadas para abandonar la estancia, perdiéndome por el pasillo para largarme a mis aposentos. Ya la guiarían a los suyos.
Tal y como esperaba, se sintió ofendida por recordarle a su antepasado traidor. - Llevamos menos de 24 horas casados...así que no. Todavía no me has demostrado cómo eres. Es imposible confiar tan rápidamente. - tendría que demostrarlo con hechos, esos hechos que tanto decía. Yo ya le había prometido que su hijo estaría a salvo, pero ella ni siquiera lo había valorado ni había dicho algo similar de mi familia. Desvié la mirada hacia la chimenea al escuchar aquello de que no iba a acabar bien, pues sonaba a que íbamos a quemarnos tan rápido como lo que ardía en aquel fuego. En esta ocasión no repliqué, fue como dar la razón con el silencio. Lo de sus sentimientos por el licántropo me irritaba, porque así daba la sensación de que éramos tres en ese matrimonio. Sus últimos comentarios me hicieron girar la cabeza hacia ella con gesto furibundo, avanzando hasta quedar a un par de palmos de distancia.
- Qué egocéntrica. ¿Acaso te olvidas de que yo ya perdí a dos hijos y dos esposas? Tú hijo sigue vivo, así que no me hagas comparaciones. Nosotros sí hemos tenido una pérdida, la matriarca Pendragon ha muerto, así que no me vengas con lo de los papeles invertidos. No eres tú la única que ha sufrido, Le Fay, así que no me vengas con historias de "ponte en mi lugar", porque yo no he pedido que lo hagas conmigo. - tras eso pasé de largo, avanzando a grandes zancadas para abandonar la estancia, perdiéndome por el pasillo para largarme a mis aposentos. Ya la guiarían a los suyos.
Estuvo a punto de replicarle, de explicarle que no era lo mismo tener sexo que hacer el amor pero dudaba que lo llegara a comprender. Es más, se preguntaba si Wthyr había disfrutado del amor en alguno de sus matrimonios. Tenía el ceño suavemente fruncido, contrariada aún de pensar en cómo se había entregado tan abierta y pasionalmente a él. Asintió con suavidad cuando finalmente dejó de insistirle en el tema de Aedan, ya tomarían ellos las precauciones necesarias.
Dejó escapar un suspiro cuando soltó aquello de que, en efecto, tenían apenas un par de horas de casados y no había confianza alguna -Soy una persona a la que no le gusta que le culpen de los errores de otro. Podemos empezar por ahí- Le dijo en un tono bastante neutral y esperaba que comprendiera. Entendió su silencio como la sentencia que estaba esperando, aquello no iba a terminar bien. Estaba claro, tan claro como el agua. Le miró de reojo, le llevaba una cabeza, y a su lado se sentía insegura y pequeña pero… Al mismo tiempo, poderosa. Capaz de destruir cualquier cosa que se interpusiera en el camino de su felicidad y la de su familia. Eran sentimientos contradictorios que se habían presentado en ella desde que le dijo aquello de que era su “único” aliado. Tanto él como ella ansiaban acabar con esa maldición.
Y había solo una forma de hacerla.
El insulto no le afectó. No hasta que lo explicó -No- Respondió ante la pregunta, aunque sabía que era retórica. En el fondo, creyó que él tampoco y que vivía atado a esa carga…Por algo, quizás, la ropa de sus esposas seguía en su armario. Cath siempre había guardado todo… Siempre lo había donado o deshecho de las pertenencias más banales y, sin embargo, él se aferraba. Lo cierto es que sus palabras fueron como una patada en el estómago y antes de que se fuera le dedicó sólo dos palabras -Lo siento, Wthyr- Era realidad que Catherine pecaba de egocéntrica, siempre envuelta en su propio sufrimiento y a veces era incapaz de ver el de los demás. No había dado su pésame a Wthyr por su abuela. Todo había pasado tan rápido que…
Se sintió fatal y sólo avanzó unos minutos después de estar sola en aquel salón. La mujer la guió a sus aposentos, eran gigantes y con el mismo estilo que el que había visto antes. Suspiró y se dejó caer en la cama un instante antes de atisbar la bandeja de comida que habían dejado en la mesa así que fue a por ella, mordiendo un pedazo de pan, luego de queso y algo de fruta mientras confirmaba que la puerta estuviera bien cerrada. Empezó a desvestirse y se puso su pijama de invierno, negro con negro, manga larga, pantalón largo y tras sentir algo del estómago lleno se metió en la cama y aunque su mente daba mil vueltas, en apenas dos parpadeos se quedó dormida.
Al día siguiente, la despertaron los golpes en la puerta. Catherine frunció el ceño y trató de ubicarse. Aún necesitaba dormir al menos…dos días más. Movió la mano para abrir la aldaba y cuando la mujer ingresó deseándole los buenos días con el “señora” incluido dejó escapar un “tsk”. Le informó que Wthyr la estaba esperando y Catherine salió de la cama para ir a asearse, se dio una ducha y se vistió con sus propios colores, nada Pendragon excepto el anillo y el tatuaje que aún no se había visto. Todo lo hizo mientras desayunaba lo que quedaba en la bandeja. Juntos, intercambiando las palabras justas, se fueron hasta el edificio de Ouroboros para hacer la inscripción del matrimonio y la morena le informó que iba a ver a su hijo, luego tenía que hacer la sentencia de un juicio y finalmente ir al piso a seguir preparando la mudanza. Esperaba que no se le pegara como una segunda piel.
Dejó escapar un suspiro cuando soltó aquello de que, en efecto, tenían apenas un par de horas de casados y no había confianza alguna -Soy una persona a la que no le gusta que le culpen de los errores de otro. Podemos empezar por ahí- Le dijo en un tono bastante neutral y esperaba que comprendiera. Entendió su silencio como la sentencia que estaba esperando, aquello no iba a terminar bien. Estaba claro, tan claro como el agua. Le miró de reojo, le llevaba una cabeza, y a su lado se sentía insegura y pequeña pero… Al mismo tiempo, poderosa. Capaz de destruir cualquier cosa que se interpusiera en el camino de su felicidad y la de su familia. Eran sentimientos contradictorios que se habían presentado en ella desde que le dijo aquello de que era su “único” aliado. Tanto él como ella ansiaban acabar con esa maldición.
Y había solo una forma de hacerla.
El insulto no le afectó. No hasta que lo explicó -No- Respondió ante la pregunta, aunque sabía que era retórica. En el fondo, creyó que él tampoco y que vivía atado a esa carga…Por algo, quizás, la ropa de sus esposas seguía en su armario. Cath siempre había guardado todo… Siempre lo había donado o deshecho de las pertenencias más banales y, sin embargo, él se aferraba. Lo cierto es que sus palabras fueron como una patada en el estómago y antes de que se fuera le dedicó sólo dos palabras -Lo siento, Wthyr- Era realidad que Catherine pecaba de egocéntrica, siempre envuelta en su propio sufrimiento y a veces era incapaz de ver el de los demás. No había dado su pésame a Wthyr por su abuela. Todo había pasado tan rápido que…
Se sintió fatal y sólo avanzó unos minutos después de estar sola en aquel salón. La mujer la guió a sus aposentos, eran gigantes y con el mismo estilo que el que había visto antes. Suspiró y se dejó caer en la cama un instante antes de atisbar la bandeja de comida que habían dejado en la mesa así que fue a por ella, mordiendo un pedazo de pan, luego de queso y algo de fruta mientras confirmaba que la puerta estuviera bien cerrada. Empezó a desvestirse y se puso su pijama de invierno, negro con negro, manga larga, pantalón largo y tras sentir algo del estómago lleno se metió en la cama y aunque su mente daba mil vueltas, en apenas dos parpadeos se quedó dormida.
Al día siguiente, la despertaron los golpes en la puerta. Catherine frunció el ceño y trató de ubicarse. Aún necesitaba dormir al menos…dos días más. Movió la mano para abrir la aldaba y cuando la mujer ingresó deseándole los buenos días con el “señora” incluido dejó escapar un “tsk”. Le informó que Wthyr la estaba esperando y Catherine salió de la cama para ir a asearse, se dio una ducha y se vistió con sus propios colores, nada Pendragon excepto el anillo y el tatuaje que aún no se había visto. Todo lo hizo mientras desayunaba lo que quedaba en la bandeja. Juntos, intercambiando las palabras justas, se fueron hasta el edificio de Ouroboros para hacer la inscripción del matrimonio y la morena le informó que iba a ver a su hijo, luego tenía que hacer la sentencia de un juicio y finalmente ir al piso a seguir preparando la mudanza. Esperaba que no se le pegara como una segunda piel.
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