Recuerdo del primer mensaje :
Los días habían pasado en un parpadeo. Entre las visitas a Aedan, su investigación y los deberes como Descendiente había estado ocupada. Gracias a Morgana, Wthyr la había dejado en paz la mayor parte del tiempo dejándole estar encerrada en su habitación. Compartían el mismo espacio en las comidas, a las que se había unido Gwen, pero en la que ninguno hablaba. Al menos ella no hablaba con nadie, era más común que dejara la ilusión de ella misma en la mesa y se fuera a las ventanas contemplar Ouroboros. Lo más duro de vivir en aquel castillo era la soledad. Incluso esas noches cuando… Cuando algo que no sabía explicar le entraba en el cuerpo y Wthyr le hacía olvidar sus pesares durante largas horas, despertaba con un vacío en el estómago que ni la comida, ni el té ni ningún chocolate podía llenar. Era su ausencia. Y aunque añoraba poder abrazarlo y sentirlo a su lado, sabía que era mejor mantenerlo vivo…Lo que le llevaba a preguntarse cuánto tiempo estaría preparada para aguantar ese peso sin colapsar bajo él.
Pero…ella había vivido situaciones peores. Mucho peores para su estabilidad mental. De momento, Aedan no estaba empeorando lo que le había dado ciertas sospechas. Simplemente había estado dibujando el retrato de Altaïr cuando, sin querer, había derramado la pintura roja… Y algo en su mente simplemente hizo clic. No limpió, no le importaba rehacer el dibujo de su hermano. Era una manera de recordarlo. Se sacudió los pantalones negros y se ajustó el clásico jersey. Era uno de esos básicos que Madame Eleonore había añadido a su pedido. Se calzó las botas, ya que en su propia habitación siempre iba descalza.
Empezó a avanzar saludando con la cabeza a algunos sirvientes que se la cruzaban y exageraban sus reverencias. ¿Trataban así a todas las Pendragon? Aún no los había visto interactuando con Gwen y Shyvanna estaba en Avalon con Lake y el resto de los hermanos. Supuestamente, Cedric ya se encontraba mejor. Iba a preguntar donde estaba Wthyr y luego recordó que, como ya había entrado en su mente en varias ocasiones…En esas noches extrañas; le fue fácil rastrearlo. Avanzó hasta el salón, dándose cuenta de que por los ventanales ya no entraba la luz del sol. Parpadeó lentamente… ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Se saltó la cena? No, los sirvientes no la dejaban hacer eso. Eran muy pesados.
-Creo que estoy embarazada- Lo bueno con el Pendragon es que no tenía que molestarse en decirle buenas noches, buenos días, cómo estás ni ninguna mierda de protocolo. Empezó a acercarse a él cruzándose de brazos, sin percatarse de que tenía las manos y el cuello con rastros de pintura, mientras mantenía su mirada -¿Me acompañas al hospital?- Preguntó.
Pero…ella había vivido situaciones peores. Mucho peores para su estabilidad mental. De momento, Aedan no estaba empeorando lo que le había dado ciertas sospechas. Simplemente había estado dibujando el retrato de Altaïr cuando, sin querer, había derramado la pintura roja… Y algo en su mente simplemente hizo clic. No limpió, no le importaba rehacer el dibujo de su hermano. Era una manera de recordarlo. Se sacudió los pantalones negros y se ajustó el clásico jersey. Era uno de esos básicos que Madame Eleonore había añadido a su pedido. Se calzó las botas, ya que en su propia habitación siempre iba descalza.
Empezó a avanzar saludando con la cabeza a algunos sirvientes que se la cruzaban y exageraban sus reverencias. ¿Trataban así a todas las Pendragon? Aún no los había visto interactuando con Gwen y Shyvanna estaba en Avalon con Lake y el resto de los hermanos. Supuestamente, Cedric ya se encontraba mejor. Iba a preguntar donde estaba Wthyr y luego recordó que, como ya había entrado en su mente en varias ocasiones…En esas noches extrañas; le fue fácil rastrearlo. Avanzó hasta el salón, dándose cuenta de que por los ventanales ya no entraba la luz del sol. Parpadeó lentamente… ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Se saltó la cena? No, los sirvientes no la dejaban hacer eso. Eran muy pesados.
-Creo que estoy embarazada- Lo bueno con el Pendragon es que no tenía que molestarse en decirle buenas noches, buenos días, cómo estás ni ninguna mierda de protocolo. Empezó a acercarse a él cruzándose de brazos, sin percatarse de que tenía las manos y el cuello con rastros de pintura, mientras mantenía su mirada -¿Me acompañas al hospital?- Preguntó.
El mes de febrero parecía discurrir de un modo más tranquilo al ajetreado mes anterior, sin finales mortales de misión, sin potenciación de maldiciones, sin pérdidas en la familia y sin bodas express para evitar males peores. Por el momento permanecíamos en nuestro castillo de Ouroboros por todo el tema de Catherine y su hijo en el hospital, pero mantenía una férrea vigilancia en la zona con mis sirvientes para que no se cruzase con el plebeyo más de lo necesario. El resto del día la relación no era especialmente buena, a excepción de unas cuantas noches de lujuria desmedida. Shyvanna me había revelado el motivo de aquello, dejándome mitad decepcionado y mitad deseoso de probarlo de nuevo.
Tal vez era la única manera que teníamos de cumplir con nuestra misión, y creaba cierta adicción una vez que se activaban ambos anillos. A todo eso se unía esa especie de relación entre nuestra energía mágica, algo que probablemente también sucediese sin rubí de Sodoma. No me detuve a comprobarlo, simplemente lo usé cuando creí necesario para asegurarme de que ella concebía. Con todo eso había dejado un poco de lado los asuntos familiares, aún a sabiendas de que necesitaba unas cuantas conversaciones con todos mis hermanos.
Al atardecer me dirigí a la chimenea de uno de los salones menores, preparándome para retomar la lectura de unos documentos históricos sobre los dragones antiguos. Me acomodé en una de las butacas junto al fuego, abriendo el manuscrito. No llegué a leer ni una sola línea, pues en ese momento entró Catherine sin previo avisó, sin hacerse anunciar ni nada. Encima soltó aquello de repente, como quien dice que parece que va a llover. Ladeé la cabeza para mirarla alzando una ceja, esperando que no fuese un falso aviso porque aquello llevaría a falsas esperanzas. Tampoco sería tan raro que fuese cierto. Habíamos ido mucho más allá de la noche de bodas, y aquellos rituales de fertilidad debían tener su efecto.
- ¿Por qué lo crees? ¿O son sólo suposiciones? - cerré el manuscrito, guardándolo en el bolsillo interior de mi capa antes de ponerme en pie. - Es cierto que mi hermano y tu hijo han mejorado... pero nada es seguro todavía. - caminé hacia ella como evaluándola con la mirada, negando de inmediato a eso de ir al hospital. ¿Por quién me tomaba? - No. Aquí tenemos sanadores que pueden comprobarlo. No iré a ese sitio. Los haré llamar. Ve hacia tu alcoba para que te examinen. - me asomé a la puerta para avisar a los guardias, pidiendo que fuesen en busca a conocedores de las artes mágicas de sanación. - Yo esperaré en la entrada de la habitación.- terminé con cautela, no quería decir mucho hasta que no fuese una certeza.
Tal vez era la única manera que teníamos de cumplir con nuestra misión, y creaba cierta adicción una vez que se activaban ambos anillos. A todo eso se unía esa especie de relación entre nuestra energía mágica, algo que probablemente también sucediese sin rubí de Sodoma. No me detuve a comprobarlo, simplemente lo usé cuando creí necesario para asegurarme de que ella concebía. Con todo eso había dejado un poco de lado los asuntos familiares, aún a sabiendas de que necesitaba unas cuantas conversaciones con todos mis hermanos.
Al atardecer me dirigí a la chimenea de uno de los salones menores, preparándome para retomar la lectura de unos documentos históricos sobre los dragones antiguos. Me acomodé en una de las butacas junto al fuego, abriendo el manuscrito. No llegué a leer ni una sola línea, pues en ese momento entró Catherine sin previo avisó, sin hacerse anunciar ni nada. Encima soltó aquello de repente, como quien dice que parece que va a llover. Ladeé la cabeza para mirarla alzando una ceja, esperando que no fuese un falso aviso porque aquello llevaría a falsas esperanzas. Tampoco sería tan raro que fuese cierto. Habíamos ido mucho más allá de la noche de bodas, y aquellos rituales de fertilidad debían tener su efecto.
- ¿Por qué lo crees? ¿O son sólo suposiciones? - cerré el manuscrito, guardándolo en el bolsillo interior de mi capa antes de ponerme en pie. - Es cierto que mi hermano y tu hijo han mejorado... pero nada es seguro todavía. - caminé hacia ella como evaluándola con la mirada, negando de inmediato a eso de ir al hospital. ¿Por quién me tomaba? - No. Aquí tenemos sanadores que pueden comprobarlo. No iré a ese sitio. Los haré llamar. Ve hacia tu alcoba para que te examinen. - me asomé a la puerta para avisar a los guardias, pidiendo que fuesen en busca a conocedores de las artes mágicas de sanación. - Yo esperaré en la entrada de la habitación.- terminé con cautela, no quería decir mucho hasta que no fuese una certeza.
Vio el pergamino que estaba observando Wthyr y se preguntó si tenía algo que ver con la maldición, si era así esperaba que lo compartiera con ella. Le miró unos instantes de forma un poco intensa, como queriendo decírselo con la mirada pero al escuchar su segunda pregunta soltó un suspiro -Porque tengo retraso en mis cuentas, Wthyr- Soltó, casi que sin recordar cuándo había sido la última vez que había usado su copa. Era cierto, no se acordaba, pero también había una mezcla de cosas que podrían haberle afectado.
Le sostuvo la mirada mientras se acercaba, notando que estaba juzgándola o preguntándose si sería cierto. Esperaba que no usara su magia, tampoco quería preguntarle si podía. Al verlo negar frunció el ceño. ¿Cómo que no? Era el lugar idóneo para averiguar ese tipo de cosas pero le dio la información momentos después. A la morena se le secó un poco la boca pero no movió ni un pie.
Ahí estaba…
El tirón
Apretó los brazos a su alrededor.
No conocía a esos sanadores, sólo confiaba en Lucio y en Anteia. Y Anteia porque era la persona encargada de los embarazos, sino…Sino sólo Lucio. Era una mujer sana y casi nunca había tenido problemas excepto esa vez con los centinelas. Subió las manos sucias hasta los ojos y los presionó con suavidad, como intentando que su mente no bajara en un remolino justo hacia esos recuerdos que le generaban ansiedad. No. No iba a girar y girar y girar sobre sí misma. No. Respiró, obligó a su pecho a tranquilizarse. No quería perder el control pero tenía que elegir sus batallas.
-¿Podemos hacerlo en tu habitación?- Preguntó acercándose a él, bajando las manos de su cara aunque estaba clarísimo que se había puesto pálida -No tienes que esperar afuera. Es más…- Le miró, con el ceño fruncido, en un pequeño silencio como si estuviera debatiéndose. Podía ser capaz de ser flexible pero…Se suponía que él era su “único” aliado contra la maldición. ¿No? De momento, a eso apuntaba su investigación. Y tenía que encontrar la manera de confiar, aunque fuese un ápice, en él -Te pido por favor que no me dejes sola con gente que no conozco- Miró hacia el pasillo un instante, evaluando que no hubiese mucha gente cerca -No soy… fanática de los sanadores. Tocan…Palpan… miran… No me gustan. Permitiré que me examinen…Si no me dejes sola- Esperó que pudiera leer entre líneas, alzó la vista hacia él un instante antes de empezar a caminar hacia la habitación, dándole la espalda-De lo contrario, dímelo porque iré al hospital- Ya buscaría a Lucio o Anteia, a quienes como mínimo tenía más de cuatro años conociendo.
Le sostuvo la mirada mientras se acercaba, notando que estaba juzgándola o preguntándose si sería cierto. Esperaba que no usara su magia, tampoco quería preguntarle si podía. Al verlo negar frunció el ceño. ¿Cómo que no? Era el lugar idóneo para averiguar ese tipo de cosas pero le dio la información momentos después. A la morena se le secó un poco la boca pero no movió ni un pie.
Ahí estaba…
El tirón
Apretó los brazos a su alrededor.
No conocía a esos sanadores, sólo confiaba en Lucio y en Anteia. Y Anteia porque era la persona encargada de los embarazos, sino…Sino sólo Lucio. Era una mujer sana y casi nunca había tenido problemas excepto esa vez con los centinelas. Subió las manos sucias hasta los ojos y los presionó con suavidad, como intentando que su mente no bajara en un remolino justo hacia esos recuerdos que le generaban ansiedad. No. No iba a girar y girar y girar sobre sí misma. No. Respiró, obligó a su pecho a tranquilizarse. No quería perder el control pero tenía que elegir sus batallas.
-¿Podemos hacerlo en tu habitación?- Preguntó acercándose a él, bajando las manos de su cara aunque estaba clarísimo que se había puesto pálida -No tienes que esperar afuera. Es más…- Le miró, con el ceño fruncido, en un pequeño silencio como si estuviera debatiéndose. Podía ser capaz de ser flexible pero…Se suponía que él era su “único” aliado contra la maldición. ¿No? De momento, a eso apuntaba su investigación. Y tenía que encontrar la manera de confiar, aunque fuese un ápice, en él -Te pido por favor que no me dejes sola con gente que no conozco- Miró hacia el pasillo un instante, evaluando que no hubiese mucha gente cerca -No soy… fanática de los sanadores. Tocan…Palpan… miran… No me gustan. Permitiré que me examinen…Si no me dejes sola- Esperó que pudiera leer entre líneas, alzó la vista hacia él un instante antes de empezar a caminar hacia la habitación, dándole la espalda-De lo contrario, dímelo porque iré al hospital- Ya buscaría a Lucio o Anteia, a quienes como mínimo tenía más de cuatro años conociendo.
Con su respuesta me di cuenta de que, tal vez, mi pregunta había sonado estúpida. Claro que ella podía saberlo y tener sospechas por eso, pero mi escepticismo me hacía dudar de todo. ¿Eso significaba que su hijo y mi hermano hubiesen muerto de no haber cumplido con nuestra "misión"? - Lo comprobaremos, y saldremos de dudas. - noté de inmediato por su gesto que no le había gustado lo más mínimo eso de no ir a su hospital, ese en el que se sentía segura y en el que conocía a todos. Mi descendencia no era asunto de ellos, y no quería tener a esos pesados sabiendo demasiado. Además, había un exceso de embarazadas por aquel lugar, Catherine se convertiría en una más del montón si iba allí.
- ¿Temes a mis sanadores? no me planteé nada así cuando tuve que ser atendido en el hospital de Ouroboros. - de repente me pareció que era sólo una muchacha asustada, capaz de pedirme por favor que me quedase con ella mientras la examinaban. Esa situación la hacía vulnerable y más accesible...si me necesitaba podríamos fortalecer la unión más allá de usar piedras mágicas que provocasen reacciones lujuriosas. Medité mi respuesta unos segundos, acercándome a ella por detrás cuando me dio la espalda. Finalmente puse una mano sobre su hombro para hacerla girar de nuevo hacia mí.
- Está bien. Te acompañaré si me lo pides de ese modo. En ocasiones anteriores me lo comunicaron directamente, no fui testigo del momento de la prueba ni es habitual que se haga en esta familia. No sé qué costumbres tendréis en Ouroboros... pero aquí no se hace eso. - en el fondo eran raros, se habían vuelto excesivamente vulgares con el paso de los años. Le hice un gesto para que me acompañase por el pasillo, saliendo en dirección a mis aposentos. Por el camino intenté centrarme en el flujo de su sangre, tratando de notar si había más concentración de ella en una zona determinada. La sensación que me dio fue que sí, que probablemente ella estuviese en lo cierto. Le abrí la puerta mi habitación para que entrase, pidiéndole que se tumbase en la cama mientras llegaban los sanadores. - No va a ser como tú piensas... - no había presenciado el momento de la prueba, pero mis esposas anteriores me lo habían contado. Enseguida entró en la habitación una vieja encorvada. Iba vestida con una túnica roja y se ayudaba de un bastón de madera para caminar. Tras ella iba una muchacha de la edad de Shyvanna, portando una caja de madera con varias pociones y piedras.
- ¿Temes a mis sanadores? no me planteé nada así cuando tuve que ser atendido en el hospital de Ouroboros. - de repente me pareció que era sólo una muchacha asustada, capaz de pedirme por favor que me quedase con ella mientras la examinaban. Esa situación la hacía vulnerable y más accesible...si me necesitaba podríamos fortalecer la unión más allá de usar piedras mágicas que provocasen reacciones lujuriosas. Medité mi respuesta unos segundos, acercándome a ella por detrás cuando me dio la espalda. Finalmente puse una mano sobre su hombro para hacerla girar de nuevo hacia mí.
- Está bien. Te acompañaré si me lo pides de ese modo. En ocasiones anteriores me lo comunicaron directamente, no fui testigo del momento de la prueba ni es habitual que se haga en esta familia. No sé qué costumbres tendréis en Ouroboros... pero aquí no se hace eso. - en el fondo eran raros, se habían vuelto excesivamente vulgares con el paso de los años. Le hice un gesto para que me acompañase por el pasillo, saliendo en dirección a mis aposentos. Por el camino intenté centrarme en el flujo de su sangre, tratando de notar si había más concentración de ella en una zona determinada. La sensación que me dio fue que sí, que probablemente ella estuviese en lo cierto. Le abrí la puerta mi habitación para que entrase, pidiéndole que se tumbase en la cama mientras llegaban los sanadores. - No va a ser como tú piensas... - no había presenciado el momento de la prueba, pero mis esposas anteriores me lo habían contado. Enseguida entró en la habitación una vieja encorvada. Iba vestida con una túnica roja y se ayudaba de un bastón de madera para caminar. Tras ella iba una muchacha de la edad de Shyvanna, portando una caja de madera con varias pociones y piedras.
Un simple asentimiento, ella también quería confirmarlo. Ante su pregunta hizo un gesto de negativa y luego soltó un pequeño suspiro -¿No has aprendido nada de mí? Tengo problemas para confiar. Siempre me ha atendido Lucio…- Le dijo con un gesto de pequeña exasperación. Ojalá pudiera entender que ella no tenía esa…facilidad de permitirle a la gente estar a su alrededor… ¿Pero cómo iba a entenderlo? Si cuando estaban juntos algo extraño le pasaba en la cabeza y en el cuerpo y sólo quería sus manos encima…No siempre, pero… Era muy recurrente.
A diferencia de lo que muchos podrían pensar, Catherine no se sobresaltó al sentir la mano de Wthyr en su hombro. Primero que nada, porque ya estaba levemente familiarizada con el contacto y segundo porque había percibido su movimiento en cuanto le dio la espalda. Se giró un poco hacia él y escuchó sus palabras -Wthyr, no se trata de las costumbres de Ouroboros. Ni siquiera de las tradiciones de Avalon, se trata de ti y de mi- Sentenció con el ceño levemente fruncido -Estamos juntos en esto ¿No es así? Me dijiste una vez que eras mi único aliado en esta situación así que espero de ti muchas cosas, espero que si un día necesito tu mano para levantarme estés ahí para ofrecerla…Espero que estés ahí para sostenerme el pelo si estoy devolviendo todo el desayuno…Que estés ahí si hay que hacer algún ritual extra para vencer esta maldición…No porque no pueda hacerlo sola sino porque…- Tragó en seco, mirándole un momento con un gesto un poco contrariado. Alzó las manos para apartarse el cabello de la cara en un gesto medido y estudiado para ganar tiempo -Porque se supone que eres mi esposo…Y no sé a qué estabas acostumbrado con tus otras esposas, no sé si lo que esperas es una bonita dama encargada de cuidar a tus críos mientras tú vas a tu rumbo… Pero esa no soy yo y deberías saberlo ya-
No siguió, apartó la mirada y dirigió sus pasos hacia los aposentos. Le observó de reojo sospechando que estaba usando sus poderes pero no tenía forma de comprobarlo sin meterse en su cabeza. Ingresó, observando la cama, y se sorprendió de no sentir esa lujuria que en otras ocasiones la había llevado hasta a morderlo. Se tumbó en la cama con lentitud, tras quitarse las botas, sintiéndola inmensa. Pero ese sentimiento le era muy común porque sólo se disipaba cuando Wthyr se acostaba en ella, porque…Le superaba en estatura y parecía absorber siempre la energía y el espacio en el que estaba.
Tuvo que sonreírle con cierta gracia cuando le advirtió de esa manera mientras veía el techo, se acarició una mano con otra donde sentía el fantasma de los cortes-Bueno… Empiezo a acostumbrarme- Desvió el rostro hacia la mujer que ingresó evaluándola con la mirada de pies a cabeza con un gesto que para ella era sereno, para los demás una clásica resting bitch face… Aunque dentro su corazón empezara a bombear con fuerza y rapidez, poniéndola en alerta. Miró a la muchacha con la misma actitud. No quería parecer estúpida pero… Observó a Wthyr un momento para luego mirar hacia las mujeres -Gracias por venir ¿Cómo os llamáis?...- Intentó quitarle peso al asunto pero apenas medio segundo después volvió a hablar -Explicarme paso a paso lo que vais a hacer, antes de hacerlo- Especificó con palabras ligeramente atropelladas. Sí, Catherine también podía ser controladora cuando quería. Intentó controlar su respiración y el dedo índice que golpeaba descontrolamente el colchón de la cama
A diferencia de lo que muchos podrían pensar, Catherine no se sobresaltó al sentir la mano de Wthyr en su hombro. Primero que nada, porque ya estaba levemente familiarizada con el contacto y segundo porque había percibido su movimiento en cuanto le dio la espalda. Se giró un poco hacia él y escuchó sus palabras -Wthyr, no se trata de las costumbres de Ouroboros. Ni siquiera de las tradiciones de Avalon, se trata de ti y de mi- Sentenció con el ceño levemente fruncido -Estamos juntos en esto ¿No es así? Me dijiste una vez que eras mi único aliado en esta situación así que espero de ti muchas cosas, espero que si un día necesito tu mano para levantarme estés ahí para ofrecerla…Espero que estés ahí para sostenerme el pelo si estoy devolviendo todo el desayuno…Que estés ahí si hay que hacer algún ritual extra para vencer esta maldición…No porque no pueda hacerlo sola sino porque…- Tragó en seco, mirándole un momento con un gesto un poco contrariado. Alzó las manos para apartarse el cabello de la cara en un gesto medido y estudiado para ganar tiempo -Porque se supone que eres mi esposo…Y no sé a qué estabas acostumbrado con tus otras esposas, no sé si lo que esperas es una bonita dama encargada de cuidar a tus críos mientras tú vas a tu rumbo… Pero esa no soy yo y deberías saberlo ya-
No siguió, apartó la mirada y dirigió sus pasos hacia los aposentos. Le observó de reojo sospechando que estaba usando sus poderes pero no tenía forma de comprobarlo sin meterse en su cabeza. Ingresó, observando la cama, y se sorprendió de no sentir esa lujuria que en otras ocasiones la había llevado hasta a morderlo. Se tumbó en la cama con lentitud, tras quitarse las botas, sintiéndola inmensa. Pero ese sentimiento le era muy común porque sólo se disipaba cuando Wthyr se acostaba en ella, porque…Le superaba en estatura y parecía absorber siempre la energía y el espacio en el que estaba.
Tuvo que sonreírle con cierta gracia cuando le advirtió de esa manera mientras veía el techo, se acarició una mano con otra donde sentía el fantasma de los cortes-Bueno… Empiezo a acostumbrarme- Desvió el rostro hacia la mujer que ingresó evaluándola con la mirada de pies a cabeza con un gesto que para ella era sereno, para los demás una clásica resting bitch face… Aunque dentro su corazón empezara a bombear con fuerza y rapidez, poniéndola en alerta. Miró a la muchacha con la misma actitud. No quería parecer estúpida pero… Observó a Wthyr un momento para luego mirar hacia las mujeres -Gracias por venir ¿Cómo os llamáis?...- Intentó quitarle peso al asunto pero apenas medio segundo después volvió a hablar -Explicarme paso a paso lo que vais a hacer, antes de hacerlo- Especificó con palabras ligeramente atropelladas. Sí, Catherine también podía ser controladora cuando quería. Intentó controlar su respiración y el dedo índice que golpeaba descontrolamente el colchón de la cama
- Tampoco es que hayamos hablado demasiado como para aprender el uno del otro. Siempre hemos estado discutiendo, negociando o... - ya sabía a lo que me refería. Precisamente en esa actividad no se intercambiaban muchas palabras. Ella era cerrada, se notaba, pero de ahí a tener miedo de sanadores... - Y lo sigo diciendo. Por ahora soy tu único aliado. Tenemos objetivos comunes. Mis hermanos aún no te aceptan, y los vasallos no te conocen. Tampoco los habitantes de Ávalon. Ahora mismo eres para ellos lo mismo que nosotros en Ouroboros. - enseguida me di cuenta de que sus comentarios iban por un lado diferente al que yo estaba pensando, que se refería a un apoyo de otro tipo. Nada que ver con socios o compañeros de batalla, sino más lo que se esperaría de un marido. Así que era eso a lo que estaba costumbrada con el otro. No quería que se pusiese a comparar, y que estuviese pensando constantemente en él. De algún modo la haría olvidarlo.
- No soy un esposo cruel, si es lo que piensas. Lo verás. Y todavía no es el momento de que te hable más de mis esposas anteriores. - no, aún no me sentía en confianza para hacerlo, y tampoco sabía si lo haría alguna vez. Por ahora sabía lo justo y necesario. Sus nombres, su destino. - Tampoco he pedido una simple ama de cría. - respondí secamente cuando llegamos a la habitación, dejando el tema por el momento mientras ella se acomodaba en la cama y llegaban las encargadas de hacer la prueba. La anciana sonrió afablemente al ser preguntada por su nombre, respondiendo con voz cascada. - Mi nombre es Imelda, partera y sanadora de los Pendragon desde hace muchos años. - ésta se acercó a Catherine con un frasco de poción azulada que sacó de la caja de madera, explicándole lo que iba a hacer para tranquilidad de la morena. - Déjame tu dedo. Con un pinchazo y una gota de tu sangre comprobaremos si la poción cambia de color. Si se vuelve roja, estás encinta. Si sigue azul, no.- concluyó la mujer mientras cogía una aguja para pincharla.
- Ella ya está acostumbrada a sangrar desde que se relaciona con los Pendragon... - como cuando se coló cortándose para usar la sangre Le Fay.
Mientras me senté en una silla junto a la cama, justo en el lado contrario por el que accedieron las mujeres. Tenía cierto nerviosismo en impaciencia encima que se iban acrecentando conforme pasaban los segundos de espera después de que la gota de sangre cayese a la poción. La otra mujer se dedicó a colocar cinco piedras mágicas sobre el vientre de Catherine, extendiendo su mano sobre las piedras para comenzar a recitar unas palabras en un idioma antiguo. Dos de las piedras comenzaron a iluminarse levemente, emitiendo destellos dorados mientras se elevaban levemente en el aire. Me incorporé hacia delante con súbito interés, mirando después a la vieja que sostenía el frasco con la poción. Se había vuelto completamente roja, sin lugar a dudas.
- ¿Qué quiere decir lo de las piedras?
- Enhorabuena, en unos meses tendréis gemelos o mellizos. - la anciana hizo una reverencia antes de comenzar a retirar las piedras mágicas de encima de Catherine, dejándola libre por si quería moverse.
- No soy un esposo cruel, si es lo que piensas. Lo verás. Y todavía no es el momento de que te hable más de mis esposas anteriores. - no, aún no me sentía en confianza para hacerlo, y tampoco sabía si lo haría alguna vez. Por ahora sabía lo justo y necesario. Sus nombres, su destino. - Tampoco he pedido una simple ama de cría. - respondí secamente cuando llegamos a la habitación, dejando el tema por el momento mientras ella se acomodaba en la cama y llegaban las encargadas de hacer la prueba. La anciana sonrió afablemente al ser preguntada por su nombre, respondiendo con voz cascada. - Mi nombre es Imelda, partera y sanadora de los Pendragon desde hace muchos años. - ésta se acercó a Catherine con un frasco de poción azulada que sacó de la caja de madera, explicándole lo que iba a hacer para tranquilidad de la morena. - Déjame tu dedo. Con un pinchazo y una gota de tu sangre comprobaremos si la poción cambia de color. Si se vuelve roja, estás encinta. Si sigue azul, no.- concluyó la mujer mientras cogía una aguja para pincharla.
- Ella ya está acostumbrada a sangrar desde que se relaciona con los Pendragon... - como cuando se coló cortándose para usar la sangre Le Fay.
Mientras me senté en una silla junto a la cama, justo en el lado contrario por el que accedieron las mujeres. Tenía cierto nerviosismo en impaciencia encima que se iban acrecentando conforme pasaban los segundos de espera después de que la gota de sangre cayese a la poción. La otra mujer se dedicó a colocar cinco piedras mágicas sobre el vientre de Catherine, extendiendo su mano sobre las piedras para comenzar a recitar unas palabras en un idioma antiguo. Dos de las piedras comenzaron a iluminarse levemente, emitiendo destellos dorados mientras se elevaban levemente en el aire. Me incorporé hacia delante con súbito interés, mirando después a la vieja que sostenía el frasco con la poción. Se había vuelto completamente roja, sin lugar a dudas.
- ¿Qué quiere decir lo de las piedras?
- Enhorabuena, en unos meses tendréis gemelos o mellizos. - la anciana hizo una reverencia antes de comenzar a retirar las piedras mágicas de encima de Catherine, dejándola libre por si quería moverse.
En eso tenía razón, no podía debatirlo porque era imposible mantener una conversación civilizada y... Y básicamente, a Catherine le costaba abrirse. ¿Qué quería? ¿Compartir el té con ella y que le contara su vida? Eso no iba a pasar… No iba a hacerle un resumen no…Simplemente, no. Le observó largamente cuando empezó a hablar de Avalon -No te hablo como señor de Avalon…- Frunció suavemente el ceño. Por no mencionar que le importaba muy poco lo que pensaran de ella en Avalon -¿Es todo lo que eres?- Preguntó, recordando tanto las insistentes preguntas de Morgana sobre quién era ella en el fondo, más allá de títulos, más allá de apellidos, más allá de todo…quién era.
-No- Mencionó -No creo.... que seas cruel. Podrías haberlo demostrado en muchas ocasiones pero ... no lo has hecho- Expresó con bastante naturalidad, después de todo había sido más paciente en sus encuentros y además había empatizado con su situación con Aedan y habían viajado el día de la boda, así como residir aquí de forma momentánea. Podría haber sido un gran imbécil. Pero, de momento, era solo insoportable cuando quería. Se sorprendió de que se tomara a bien sus palabras escuchando aquel “lo verás” quizás como una promesa de unos meses futuros más calmados. Asintió con suavidad, en el fondo tampoco le importaba mucho quienes eran las antiguas y fallecidas mujeres de Wthyr. Si quería reservar esa información, lo comprendía…ella tenía mucho guardado para sí misma. Eran pocas las personas que sabían de su familia. Sean, Matvey, Adael… Ian, Max y Azahar habían visto atisbos, pero ya no quedaba nadie que hubiese vivido bajo el techo del castillo Le Fay.
Le miró un instante cuando dijo lo del ama de cría, recordando que ella había dicho algo parecido en Avalon y ahora sintiéndose incómoda con el término -Créeme, es lo que espero- No porque tuviera aprecio o sentimiento alguno hacia Wthyr sino que lo hacía por quienes serían sus descendientes. ¿Quería que crecieran en un hogar como el propio? Recordaba perfectamente la relación de sus padres. Fría y distante. Había sido un matrimonio arreglado, como el suyo ahora, y Elise…Elise era una persona difícil de llevar. No sabía qué hacía pensando en eso, al menos la entrada de aquellas personas la distrajeron.
-¿Cuántos años, Imelda?- Desvió la vista hacia Wthyr -¿Recibiste a Wthyr?- Inquirió con curiosidad y luego volvió la vista hacia ella observando la botella. Dejó que tomara la muestra sin ningún problema y escuchó el comentario del Pendragon pero decidió morderse la lengua. No deseaba pelear en ese momento además que agradeció que se sentara cerca -No me has dicho tu nombre- Le reclamó a la otra muchacha joven que en ese momento estaba colocando piedras que Catherine supervisó mientras se llevaba el dedo de la herida a la boca y se lo chupaba un poco para que parara de sangrar. Frunció el ceño cuando se empezaron a iluminar dos de esas cinco y Wthyr le robó la pregunta de la boca.
Mellizos o gemelos.
Como Rhaegar y Desmond.
Como Shyvanna y Darren.
Sonrió de lado al pensar en sus hermanos y se llevó las manos al vientre un momento. Lo había logrado, estaba en proceso de vencer la maldición y todos y cada uno de los afectados estaría libre…Podrían ser capaces de seguir viviendo con tranquilidad. Cerró los ojos, todo lo que había pasado había rendido fruto. Ahora debía esperar, supuso, era muy reciente aún el embarazo. ¿Un mes quizás? Miró a Imelda mientras retiraba las piernas y empezó a acomodarse en la cama para sentarse -No…¿No nos los vais a mostrar? – Preguntó confundida y después miró a Wthyr, luego otra vez a Imelda -¿Llevarás tu el control?... No quiero ofenderte, pero creo que hacéis las cosas diferentes… Anteia tiene una máquina tecnomágica que es capaz de mostrarte el …Los bebés para saber si está todo bien, si están sanos…Puedes escuchar sus latidos- Mencionó.
-No- Mencionó -No creo.... que seas cruel. Podrías haberlo demostrado en muchas ocasiones pero ... no lo has hecho- Expresó con bastante naturalidad, después de todo había sido más paciente en sus encuentros y además había empatizado con su situación con Aedan y habían viajado el día de la boda, así como residir aquí de forma momentánea. Podría haber sido un gran imbécil. Pero, de momento, era solo insoportable cuando quería. Se sorprendió de que se tomara a bien sus palabras escuchando aquel “lo verás” quizás como una promesa de unos meses futuros más calmados. Asintió con suavidad, en el fondo tampoco le importaba mucho quienes eran las antiguas y fallecidas mujeres de Wthyr. Si quería reservar esa información, lo comprendía…ella tenía mucho guardado para sí misma. Eran pocas las personas que sabían de su familia. Sean, Matvey, Adael… Ian, Max y Azahar habían visto atisbos, pero ya no quedaba nadie que hubiese vivido bajo el techo del castillo Le Fay.
Le miró un instante cuando dijo lo del ama de cría, recordando que ella había dicho algo parecido en Avalon y ahora sintiéndose incómoda con el término -Créeme, es lo que espero- No porque tuviera aprecio o sentimiento alguno hacia Wthyr sino que lo hacía por quienes serían sus descendientes. ¿Quería que crecieran en un hogar como el propio? Recordaba perfectamente la relación de sus padres. Fría y distante. Había sido un matrimonio arreglado, como el suyo ahora, y Elise…Elise era una persona difícil de llevar. No sabía qué hacía pensando en eso, al menos la entrada de aquellas personas la distrajeron.
-¿Cuántos años, Imelda?- Desvió la vista hacia Wthyr -¿Recibiste a Wthyr?- Inquirió con curiosidad y luego volvió la vista hacia ella observando la botella. Dejó que tomara la muestra sin ningún problema y escuchó el comentario del Pendragon pero decidió morderse la lengua. No deseaba pelear en ese momento además que agradeció que se sentara cerca -No me has dicho tu nombre- Le reclamó a la otra muchacha joven que en ese momento estaba colocando piedras que Catherine supervisó mientras se llevaba el dedo de la herida a la boca y se lo chupaba un poco para que parara de sangrar. Frunció el ceño cuando se empezaron a iluminar dos de esas cinco y Wthyr le robó la pregunta de la boca.
Mellizos o gemelos.
Como Rhaegar y Desmond.
Como Shyvanna y Darren.
Sonrió de lado al pensar en sus hermanos y se llevó las manos al vientre un momento. Lo había logrado, estaba en proceso de vencer la maldición y todos y cada uno de los afectados estaría libre…Podrían ser capaces de seguir viviendo con tranquilidad. Cerró los ojos, todo lo que había pasado había rendido fruto. Ahora debía esperar, supuso, era muy reciente aún el embarazo. ¿Un mes quizás? Miró a Imelda mientras retiraba las piernas y empezó a acomodarse en la cama para sentarse -No…¿No nos los vais a mostrar? – Preguntó confundida y después miró a Wthyr, luego otra vez a Imelda -¿Llevarás tu el control?... No quiero ofenderte, pero creo que hacéis las cosas diferentes… Anteia tiene una máquina tecnomágica que es capaz de mostrarte el …Los bebés para saber si está todo bien, si están sanos…Puedes escuchar sus latidos- Mencionó.
Su pregunta sobre si sólo era señor de Ávalon me dejó sin respuesta. Hubiese querido encontrar algo que decir rápidamente, algo con sentido y que la dejase callada, pero no supe qué decir. Me quedé rumiando aquello sin decir nada más, tal vez le respondiese cuando se marchasen las dos mujeres que habían entrado a examinarla. Por lo menos no pensaba que fuese un ser cruel, aunque dudaba que su percepción de mi persona distase mucho de la que tenía cuando fui a molestarla el día que estaba pintando. No quería que las sanadoras cotilleasen nuestra conversación, así que permanecí en silencio durante todo el procedimiento. La mujer más joven sonrió tímidamente y evitó decir su nombre. Hice un sonido de incomodidad por la pregunta de Catherine a la anciana, que llevaba viviendo en Ávalon desde que yo la recordaba. Imelda solía hablar de más, por eso la vigilé estrechamente para ver qué respondía.
- Han pasado 84 años desde que comencé a servir a la familia Pendragon. Claro que asistí en el parto de Wthyr y sus hermanos, y también en el de su padre, que en paz descanse. - después hizo una pausa, soltando un suspiro triste. - Espero que a ti no te pase como a las mujeres de Wthyr. Una de ellas murió en el parto...- en ese momento la corté de inmediato, no quería que dijese nada más. - Ya basta, Imelda. - la vieja se disculpó de inmediato, explicando que las dos piedras iluminándose significaban que se había concebido por partida doble. La confirmación de aquella noticia me quitó un gran peso de encima, permitiéndome respirar relativamente aliviado. Aún quedaban muchos meses por delante, y realmente temía el momento del parto. Si no funcionaba...si ella moría...no habría más solución. Busqué la mirada de Catherine para ver su reacción, que me pareció similar a la mía. Parecía aliviada mientras se llevaba las manos al vientre.
- Ahora debes tener mucho cuidado. - advertí por lo bajo mientras volvía a sentarse, mirando después de reojo a la partera. Ésta pareció sumamente ofendida por el comentario de mi esposa, especialmente por lo de los chismes tecnomágicos. Lo normal para una señora de 150 años. - Ya te dije que aquí era diferente. - agradecí los servicios de ambas y les pedí que se marchasen por el momento. Así me quedé a solas con Catherine. - A mí también me interesa saber si están bien, así que ve a la tal Anteia esa si quieres dentro de unos días. Podemos hablarlo en la cena. Puedo pedir que nos la traigan al salón privado y terminamos la conversación que ha quedado pendiente. - me asomé al pasillo para pedir a los sirvientes que preparasen una cena especial, y que la trajesen al salón que tenía junto a la habitación. - Se ve que funcionó bien el ritual que preparó Gwen. Será la primera en saberlo. - aunque Shyvanna tendría el otro 50% con el tema de los rubíes de Sodoma. La única que aún no lo sabía era Catherine, y por ahora prefería que no lo supiese. Supuse que Cedric también se alegraría por la noticia, que Lake soltaría alguna de las suyas y que Darren simplemente aparecería indiferente o se iría a otro lado tensando la mandíbula.
- Han pasado 84 años desde que comencé a servir a la familia Pendragon. Claro que asistí en el parto de Wthyr y sus hermanos, y también en el de su padre, que en paz descanse. - después hizo una pausa, soltando un suspiro triste. - Espero que a ti no te pase como a las mujeres de Wthyr. Una de ellas murió en el parto...- en ese momento la corté de inmediato, no quería que dijese nada más. - Ya basta, Imelda. - la vieja se disculpó de inmediato, explicando que las dos piedras iluminándose significaban que se había concebido por partida doble. La confirmación de aquella noticia me quitó un gran peso de encima, permitiéndome respirar relativamente aliviado. Aún quedaban muchos meses por delante, y realmente temía el momento del parto. Si no funcionaba...si ella moría...no habría más solución. Busqué la mirada de Catherine para ver su reacción, que me pareció similar a la mía. Parecía aliviada mientras se llevaba las manos al vientre.
- Ahora debes tener mucho cuidado. - advertí por lo bajo mientras volvía a sentarse, mirando después de reojo a la partera. Ésta pareció sumamente ofendida por el comentario de mi esposa, especialmente por lo de los chismes tecnomágicos. Lo normal para una señora de 150 años. - Ya te dije que aquí era diferente. - agradecí los servicios de ambas y les pedí que se marchasen por el momento. Así me quedé a solas con Catherine. - A mí también me interesa saber si están bien, así que ve a la tal Anteia esa si quieres dentro de unos días. Podemos hablarlo en la cena. Puedo pedir que nos la traigan al salón privado y terminamos la conversación que ha quedado pendiente. - me asomé al pasillo para pedir a los sirvientes que preparasen una cena especial, y que la trajesen al salón que tenía junto a la habitación. - Se ve que funcionó bien el ritual que preparó Gwen. Será la primera en saberlo. - aunque Shyvanna tendría el otro 50% con el tema de los rubíes de Sodoma. La única que aún no lo sabía era Catherine, y por ahora prefería que no lo supiese. Supuse que Cedric también se alegraría por la noticia, que Lake soltaría alguna de las suyas y que Darren simplemente aparecería indiferente o se iría a otro lado tensando la mandíbula.
Miró a Wthyr cuando hizo aquel sonido sin comprender su actitud, pero entonces Imelda empezó a hablar y volvió la mirada hacia ella, escuchando lo que tenía que decir. Asintió suavemente. De acuerdo, tenía un par de años encima pero luego lo demás hizo que la mirara intensamente. No sabía que una había muerto en el parto. Pero la pregunta que estaba formulando se vio interrumpida por el gruñido de Wthyr y la mirada amatista de Catherine se dirigió hacia él. Era un tema escabroso. Tendría… ¿Tendría miedo? Aquello la hizo parpadear con sorpresa. Era muy posible que tras lo que había vivido el moreno tuviera miedo del camino que les quedaba por delante. Se sorprendió de no haberse dado cuenta antes y se enojó consigo misma por seguir pensando sólo de forma egocéntrica. Porque claro… ¿Qué sucedía si decidía realmente preocuparse y ocuparse de ese embarazo y los perdía? ¿Otra vez?
“Para los padres que pierden hijos no existe una palabra”, eso le había dicho cuando le confesó su pérdida y Catherine sólo de pensar en haber perdido a Aedan…Si el dolor de la posibilidad era tan arduo…Imaginarse perderlos para siempre, sin vuelta atrás... Volvió la vista a Imelda, de forma resolutiva -Creo que no me conoces lo suficiente, Imelda. Soy Catherine Le Fay y es la muerte la que se inclina ante mí- No había muerto aún, a diferencia de toda su familia. No lo había hecho cuando su vida había estado a punto de desaparecer con el ataque del Centinela, no lo había hecho en numerosas misiones…No iba a hacerlo en una cama de parto…Miró a la muchacha que seguía silenciosa. Esperaba que aquellas palabras calaran hondo, no sólo en la partera, sino también en Wthyr…Que Avalon entero se enterara… No iba a morir, no iba a permitir que esa maldición la acabara.
Ella iba a acabar con esa maldición.
Había dicho hasta aquí.
Había trazado una línea límite al destino, a la magia, a la historia.
Nadie más jugaría con sus vidas.
Ni con la de su familia.
Volvió la mirada hacia el moreno cuando le indicó que debía tener cuidado, asintiendo. Sabía más o menos lo que tenía que hacer. Realmente no había muchos cambios qué hacer, podía continuar con su investigación sin problema. Notó el gesto de Imelda y tensó los labios -Seguirás teniendo el honor de traerlos a este mundo- Expresó, esperando que eso la hiciera sentir mejor e ignoró aquello de que “allí era distinto”. Era “arcaico”.
Cuando se quedaron a solas le soltó aquello de Anteia –Si te interesa, vendrás conmigo- Ladeó la cabeza, clavando su mirada amatista en él, haciendo referencia a lo que había hablado anteriormente -Y es Anteia, no la Anteia “esa”. Suena despectivo y es una persona a la que respeto- Evaluó su rostro mientras iba camino a la puerta. ¿Conversación? Casi pudo prever que iba a acabar sin cenar, mosqueada e iracunda pero… Bajó la vista a su vientre. Dos…Dos bebés. Iba a necesitar todas las manos posibles. Y…Y no quería, no quería que crecieran con los mismos problemas que ella. No quería que en su hogar fuera regla la distancia, la frialdad…No había sido así con Ian y Aedan era un buen niño. Pero a Ian…a Ian lo había amado mucho antes de siquiera ser consciente de ello.
Alzó la mirada hacia él cuando le dijo lo del ritual, asintiendo y luego pensó que ella… Ella no tenía a nadie a quien avisarle que realmente le importara o le alegrara. Sintió la ausencia de sus hermanos mellizos como un golpe duro en el corazón...¿Quizás Matvey, Gio y Sofía por saber que aquello había funcionado? No quería meter a los Knox en esto y… Y Sean y Adael, tendrían seguramente los mismos sentimientos que el resto del Consejo. Empezó a bajar los pies de la cama para ponerse las botas sintiendo, entonces, otra vez esa fría soledad colársele en el pecho. Un vacío que no sabía cómo llenar y que, en el fondo, no sabía si quería. Quizás se lo merecía por no darse cuenta antes y haber dejado morir a sus hermanos -Está bien- Respondió sin mirarlo y caminando hacia el aseo para lavarse las manos, se las había visto sucias cuando se miró el vientre. Cerró la puerta con suavidad y respiró profundo. Qué sensación tan horrorosa…
Se mojó las manos con agua fría pensando en toda la gente a la que le había dicho sobre su primer embarazo… Sólo Matvey se mantenía fijo. Quizás…Mañana iría a verlo y buscaría alguna cita con Anteia. Se mojó la cara y lavó esas partes que tenía sucias, se secó luego con cuidado con una de las toallas de mano y salió recogiéndose el pelo hacia un lado, dirigiendo sus pasos al salón privado donde se dejó caer en la primera silla que encontró con la cabeza en otro sitio.
¿Cuántos niños le había mostrado Morgana?
“Para los padres que pierden hijos no existe una palabra”, eso le había dicho cuando le confesó su pérdida y Catherine sólo de pensar en haber perdido a Aedan…Si el dolor de la posibilidad era tan arduo…Imaginarse perderlos para siempre, sin vuelta atrás... Volvió la vista a Imelda, de forma resolutiva -Creo que no me conoces lo suficiente, Imelda. Soy Catherine Le Fay y es la muerte la que se inclina ante mí- No había muerto aún, a diferencia de toda su familia. No lo había hecho cuando su vida había estado a punto de desaparecer con el ataque del Centinela, no lo había hecho en numerosas misiones…No iba a hacerlo en una cama de parto…Miró a la muchacha que seguía silenciosa. Esperaba que aquellas palabras calaran hondo, no sólo en la partera, sino también en Wthyr…Que Avalon entero se enterara… No iba a morir, no iba a permitir que esa maldición la acabara.
Ella iba a acabar con esa maldición.
Había dicho hasta aquí.
Había trazado una línea límite al destino, a la magia, a la historia.
Nadie más jugaría con sus vidas.
Ni con la de su familia.
Volvió la mirada hacia el moreno cuando le indicó que debía tener cuidado, asintiendo. Sabía más o menos lo que tenía que hacer. Realmente no había muchos cambios qué hacer, podía continuar con su investigación sin problema. Notó el gesto de Imelda y tensó los labios -Seguirás teniendo el honor de traerlos a este mundo- Expresó, esperando que eso la hiciera sentir mejor e ignoró aquello de que “allí era distinto”. Era “arcaico”.
Cuando se quedaron a solas le soltó aquello de Anteia –Si te interesa, vendrás conmigo- Ladeó la cabeza, clavando su mirada amatista en él, haciendo referencia a lo que había hablado anteriormente -Y es Anteia, no la Anteia “esa”. Suena despectivo y es una persona a la que respeto- Evaluó su rostro mientras iba camino a la puerta. ¿Conversación? Casi pudo prever que iba a acabar sin cenar, mosqueada e iracunda pero… Bajó la vista a su vientre. Dos…Dos bebés. Iba a necesitar todas las manos posibles. Y…Y no quería, no quería que crecieran con los mismos problemas que ella. No quería que en su hogar fuera regla la distancia, la frialdad…No había sido así con Ian y Aedan era un buen niño. Pero a Ian…a Ian lo había amado mucho antes de siquiera ser consciente de ello.
Alzó la mirada hacia él cuando le dijo lo del ritual, asintiendo y luego pensó que ella… Ella no tenía a nadie a quien avisarle que realmente le importara o le alegrara. Sintió la ausencia de sus hermanos mellizos como un golpe duro en el corazón...¿Quizás Matvey, Gio y Sofía por saber que aquello había funcionado? No quería meter a los Knox en esto y… Y Sean y Adael, tendrían seguramente los mismos sentimientos que el resto del Consejo. Empezó a bajar los pies de la cama para ponerse las botas sintiendo, entonces, otra vez esa fría soledad colársele en el pecho. Un vacío que no sabía cómo llenar y que, en el fondo, no sabía si quería. Quizás se lo merecía por no darse cuenta antes y haber dejado morir a sus hermanos -Está bien- Respondió sin mirarlo y caminando hacia el aseo para lavarse las manos, se las había visto sucias cuando se miró el vientre. Cerró la puerta con suavidad y respiró profundo. Qué sensación tan horrorosa…
Se mojó las manos con agua fría pensando en toda la gente a la que le había dicho sobre su primer embarazo… Sólo Matvey se mantenía fijo. Quizás…Mañana iría a verlo y buscaría alguna cita con Anteia. Se mojó la cara y lavó esas partes que tenía sucias, se secó luego con cuidado con una de las toallas de mano y salió recogiéndose el pelo hacia un lado, dirigiendo sus pasos al salón privado donde se dejó caer en la primera silla que encontró con la cabeza en otro sitio.
¿Cuántos niños le había mostrado Morgana?
Tenía que reconocer que la frase de Catherine a Imelda sobre la muerte me había sorprendido, pues no parecía asustada por la posibilidad de correr el mismo destino que las anteriores. Parecía segura y decidida, y eso ayudaba a alejar los fantasmas del pasado. Esta vez debía ser la definitiva, la que rompiese por fin la maldición. Ni ella ni los futuros herederos morirían durante el parto. Haríamos los rituales que hiciesen falta. Me había quedado pensando en eso hasta que ella me repitió el nombre de la mujer que quería que la atendiese, algo por lo que rodé los ojos con desinterés porque me daba lo mismo cómo se llamase o que la respetase. Para mí era una persona en la que ni había reparado, sólo la conocía de vista y de oídas. No me agradaba en absoluto la idea de ir a una de esas consultas, pero mi afán controlador era mayor.
- Iré, pero para asegurarme que hacen todo como deben y que no nos mienten con lo que haya, sea bueno o malo. No confío en lo que puedan hacer allí. Detestan a los Pendragon. - le recordé antes de alejarme en dirección al salón contiguo, después de que ella hubiese aceptado cenar juntos. Me adelanté mientras ella iba un momento al aseo, ordenando a los sirvientes que se marchasen tras ver la mesa perfectamente servida con una cantidad de comida que podía parecer excesiva para dos personas.
Tomé asiento casi a la vez que ella, sirviéndome vino en silencio mientras la mirada de reojo. Le hubiese servido también a ella, pero supuestamente no podía beber a partir de ahora. Sabía lo complicado que me resultaba intentar establecer una conversación en la que no acabásemos en disputa, pero iba a intentarlo aunque pareciese imposible un acercamiento más allá de lo físico. Había temas importantes que tratar, así que empecé por ahí para intentar romper un poco el ambiente incómodo. - Prosigamos con lo que tenemos entre manos. Ya sé que querrías estar en cualquier otro sitio antes que aquí, pero preferiría que no pareciese como si estuvieses a disgusto. - me serví en mi plato un poco de cada cosa, aunque luego repetiría porque tenía capacidad de sobra.
- Piensa que todo ha salido bien hasta el momento. Tu hijo está mejor y hemos logrado iniciar el camino que nos librará del oscuro destino de la maldición. Además, hemos derrotado a la máquina y el futuro se presenta prometedor. - otra cosa es que ella decidiera centrarse sólo en lo negativo. Tal vez tuviese demasiado idealizado eso del "amor". Al final lo único que importaba era la utilidad, lo otro era una farsa o un espejismo. Incluso si creíamos ingenuamente que existía, era pasajero o acababa de la peor manera. - También te voy a dar otra noticia que dejará más tranquilos a los llorones del Consejo de los 20. Por ahora retiramos nuestra petición de reingreso. No será necesario agotar el tiempo que queda, aquel que acordamos en el parlamento. Mis hermanos y yo lo decidimos de manera unánime. - en realidad había más detrás de esa decisión, como lo que habían mencionado Gwen o Shyvanna, pero eran detalles...nimiedades. Bebí un largo trago de vino sin apartar la mirada de sus ojos, a la espera de su reacción. - ¿Está mal que me conforme con ser el "señor de Ávalon"? - pregunté en tono inquisitivo por ponerla a prueba, retomando la pregunta que la morena me había hecho antes. - ¿Qué eres tú entonces?
- Iré, pero para asegurarme que hacen todo como deben y que no nos mienten con lo que haya, sea bueno o malo. No confío en lo que puedan hacer allí. Detestan a los Pendragon. - le recordé antes de alejarme en dirección al salón contiguo, después de que ella hubiese aceptado cenar juntos. Me adelanté mientras ella iba un momento al aseo, ordenando a los sirvientes que se marchasen tras ver la mesa perfectamente servida con una cantidad de comida que podía parecer excesiva para dos personas.
Tomé asiento casi a la vez que ella, sirviéndome vino en silencio mientras la mirada de reojo. Le hubiese servido también a ella, pero supuestamente no podía beber a partir de ahora. Sabía lo complicado que me resultaba intentar establecer una conversación en la que no acabásemos en disputa, pero iba a intentarlo aunque pareciese imposible un acercamiento más allá de lo físico. Había temas importantes que tratar, así que empecé por ahí para intentar romper un poco el ambiente incómodo. - Prosigamos con lo que tenemos entre manos. Ya sé que querrías estar en cualquier otro sitio antes que aquí, pero preferiría que no pareciese como si estuvieses a disgusto. - me serví en mi plato un poco de cada cosa, aunque luego repetiría porque tenía capacidad de sobra.
- Piensa que todo ha salido bien hasta el momento. Tu hijo está mejor y hemos logrado iniciar el camino que nos librará del oscuro destino de la maldición. Además, hemos derrotado a la máquina y el futuro se presenta prometedor. - otra cosa es que ella decidiera centrarse sólo en lo negativo. Tal vez tuviese demasiado idealizado eso del "amor". Al final lo único que importaba era la utilidad, lo otro era una farsa o un espejismo. Incluso si creíamos ingenuamente que existía, era pasajero o acababa de la peor manera. - También te voy a dar otra noticia que dejará más tranquilos a los llorones del Consejo de los 20. Por ahora retiramos nuestra petición de reingreso. No será necesario agotar el tiempo que queda, aquel que acordamos en el parlamento. Mis hermanos y yo lo decidimos de manera unánime. - en realidad había más detrás de esa decisión, como lo que habían mencionado Gwen o Shyvanna, pero eran detalles...nimiedades. Bebí un largo trago de vino sin apartar la mirada de sus ojos, a la espera de su reacción. - ¿Está mal que me conforme con ser el "señor de Ávalon"? - pregunté en tono inquisitivo por ponerla a prueba, retomando la pregunta que la morena me había hecho antes. - ¿Qué eres tú entonces?
Wthyr no estaba errado, era cierto que tenían resquemor con su familia. Pero Anteia nunca le mentiría. Daba igual, de todas formas, que se lo dijera. No le creería. La mesa estaba llena de comida…Pero es que desde que se había mudado la exuberancia de los Pendragon la agobiaba. Estuvo a punto de preguntarle si alguna vez había comido macarrones con queso y bacon pero prefirió morderse la lengua. Sin embargo, no podía negar que el aroma de la comida le hacía agua la boca y se reacomodó lentamente y empezó a coger un poco de todo lo que le parecía apetecible aunque luego no se lo terminara, sospechaba que la mitad de esa comida se iba a desperdiciar.
Se sirvió ella misma un poco de zumo porque no sólo no podía sino que no le gustaba el vino y bebió un par de tragos en silencio. Escuchó nuevamente lo que le decía y se recostó del respaldo de la silla llevándose la copa a los labios de nuevo pensando bien en su respuesta. Al menos su tono era neutral -El castillo, la servidumbre, el frío…El eco. El viento en las ventanas, la decoración…- Enumeró mientras veía hacia la mesa pero no “observaba” -Me recuerda a una etapa de mi vida que no considero agradable- No es que esta en específico lo fuera pero cada detalle no hacía más que llevarla al Castillo Le Fay, una y otra y otra vez -No duermo... bien- Añadió porque desde que dormía sola las pesadillas habían empezado a atormentarla, tan vívidas como cuando Max había entrado en sus sueños. Las noches eran horrorosas y cuando dormía en la mañana solían despertarla para desayunar, etc. Frunció suavemente el ceño y pestañeó tratando de volver a ese momento, escapando de los recuerdos que le erizaban la piel. Y no para bien. Tensó un poco los labios -Lo intentaré. Pero no estoy acostumbrada a que me sirvan- Musitó con voz extremadamente baja y se inclinó para empezar a comer.
Sin embargo, antes de que pudiera coger bocado llegó un patronus de Ian. La noticia del alta de Aedan le hizo sonreír tristemente mientras sentía que se le humedecía la mirada. Quería estar con su bebé, quería estar con Ian, quería estar con los dos en un abrazo tan fuerte que nada nunca los separara de nuevo. Inspiró profundamente, respondiendo con un mensaje mental e intentó contenerse, Wthyr ya la había visto llorar demasiado. Mientras se llevaba algo de pavo a la boca escuchó lo que le decía.
Un futuro prometedor.
-Sí, supongo- Le respondió antes de llevarse otro bocado a la boca y masticar lentamente. Un futuro prometedor, repitió mentalmente y pensó en todo lo que había dejado a medias por la maldición. Tenía que establecer contacto con Johan y con quien fuese a organizar a los humanos para evitar que hubiese nuevas rencillas. ¿Quién sería? Porque hasta donde sabía los Ministros estaban en prisión. Esperaba que fuese una figura más tolerante.
La siguiente noticia le hizo observarlo, de nuevo, en silencio pero frunció el ceño -Ilógico- Eso la puso a la defensiva -¿Cuándo lo habéis decidido? Wthyr… - Susurró en un tono de advertencia -Yo…- Recordó lo que le había dicho en el Coliseo y lo miró a los ojos con cierta intensidad -¿Prevén usarme como portavoz? Represento al Linaje Le Fay, no al Pendragon- Iba a tener que informarles que estaban equivocados si ese era su plan. Excepto, claro, si la propuesta valía la pena. Les daría el derecho a presentársela. Volvió a beber de su copa, intentando mantener la calma. No quería discutir, estaba aún sintiendo ese escozor en el corazón que no había mejorado al oír la voz de Ian. No tenía la fuerza para hacerlo.
Soportó su mirada y cuando le preguntó aquello de Avalon no pudo evitar que se le escapara una pequeña sonrisa -No- Mencionó con suavidad -Pero si no fueras Señor de Avalon- Le recorrió el rostro con la mirada, con un gesto curioso -Digamos que fueras… Señor de Ucrania. O que fueras Wthyr Black ¿Quién serías? ¿Seguirías siendo el mismo?- El moreno le devolvió la pregunta y Cath solo pudo alzar suavemente el hombro, tenía un gesto sereno -Aún no he respondido esa pregunta. Sigo rumiando desde el día en el que me la hicieron…Tengo una idea abstracta pero no logro ponerla en palabras. Quizá acabe pintándola…Y tampoco sé si es eso lo que busca- Mencionó y finalmente apartó su mirada de él para mirar su plato de comida y coger algo de lo que parecían patatas.
Se sirvió ella misma un poco de zumo porque no sólo no podía sino que no le gustaba el vino y bebió un par de tragos en silencio. Escuchó nuevamente lo que le decía y se recostó del respaldo de la silla llevándose la copa a los labios de nuevo pensando bien en su respuesta. Al menos su tono era neutral -El castillo, la servidumbre, el frío…El eco. El viento en las ventanas, la decoración…- Enumeró mientras veía hacia la mesa pero no “observaba” -Me recuerda a una etapa de mi vida que no considero agradable- No es que esta en específico lo fuera pero cada detalle no hacía más que llevarla al Castillo Le Fay, una y otra y otra vez -No duermo... bien- Añadió porque desde que dormía sola las pesadillas habían empezado a atormentarla, tan vívidas como cuando Max había entrado en sus sueños. Las noches eran horrorosas y cuando dormía en la mañana solían despertarla para desayunar, etc. Frunció suavemente el ceño y pestañeó tratando de volver a ese momento, escapando de los recuerdos que le erizaban la piel. Y no para bien. Tensó un poco los labios -Lo intentaré. Pero no estoy acostumbrada a que me sirvan- Musitó con voz extremadamente baja y se inclinó para empezar a comer.
Sin embargo, antes de que pudiera coger bocado llegó un patronus de Ian. La noticia del alta de Aedan le hizo sonreír tristemente mientras sentía que se le humedecía la mirada. Quería estar con su bebé, quería estar con Ian, quería estar con los dos en un abrazo tan fuerte que nada nunca los separara de nuevo. Inspiró profundamente, respondiendo con un mensaje mental e intentó contenerse, Wthyr ya la había visto llorar demasiado. Mientras se llevaba algo de pavo a la boca escuchó lo que le decía.
Un futuro prometedor.
-Sí, supongo- Le respondió antes de llevarse otro bocado a la boca y masticar lentamente. Un futuro prometedor, repitió mentalmente y pensó en todo lo que había dejado a medias por la maldición. Tenía que establecer contacto con Johan y con quien fuese a organizar a los humanos para evitar que hubiese nuevas rencillas. ¿Quién sería? Porque hasta donde sabía los Ministros estaban en prisión. Esperaba que fuese una figura más tolerante.
La siguiente noticia le hizo observarlo, de nuevo, en silencio pero frunció el ceño -Ilógico- Eso la puso a la defensiva -¿Cuándo lo habéis decidido? Wthyr… - Susurró en un tono de advertencia -Yo…- Recordó lo que le había dicho en el Coliseo y lo miró a los ojos con cierta intensidad -¿Prevén usarme como portavoz? Represento al Linaje Le Fay, no al Pendragon- Iba a tener que informarles que estaban equivocados si ese era su plan. Excepto, claro, si la propuesta valía la pena. Les daría el derecho a presentársela. Volvió a beber de su copa, intentando mantener la calma. No quería discutir, estaba aún sintiendo ese escozor en el corazón que no había mejorado al oír la voz de Ian. No tenía la fuerza para hacerlo.
Soportó su mirada y cuando le preguntó aquello de Avalon no pudo evitar que se le escapara una pequeña sonrisa -No- Mencionó con suavidad -Pero si no fueras Señor de Avalon- Le recorrió el rostro con la mirada, con un gesto curioso -Digamos que fueras… Señor de Ucrania. O que fueras Wthyr Black ¿Quién serías? ¿Seguirías siendo el mismo?- El moreno le devolvió la pregunta y Cath solo pudo alzar suavemente el hombro, tenía un gesto sereno -Aún no he respondido esa pregunta. Sigo rumiando desde el día en el que me la hicieron…Tengo una idea abstracta pero no logro ponerla en palabras. Quizá acabe pintándola…Y tampoco sé si es eso lo que busca- Mencionó y finalmente apartó su mirada de él para mirar su plato de comida y coger algo de lo que parecían patatas.
Cualquiera se hubiese dado cuenta de que no le gustaba estar donde estaba, ni el lugar ni la situación. Lo que no me esperaba era que el entorno le recordase a tiempos pasados desagradables. Al parecer la familia Le Fay había vivido de modo similar. Iba a decirle que al menos en esa época sus hermanos estaban vivos, pero me callé porque sería empezar con muy mal pie. No, había que reconducir la conversación. - Siempre puedes tomar leche de amapola para dormir. O...dejar de dormir en una habitación sola. No es lo habitual en un matrimonio y puede dar lugar a habladurías. ¿Por qué no vienes a mi cuarto? - me acabé la copa de vino de un trago, dejándola sobre la mesa sin soltarla. Tampoco era tan horrible pensar que debía dormir conmigo. Le recorrí el rostro desde los ojos hasta los labios, dibujando una leve sonrisa ladeada con los míos. - Tranquila, te dejaré dormir...si así lo quieres... - al menos en aquellas noches de lujuria no se la veía tan apagada como estaba luego, cuando se limitaba a existir entre los muros del castillo. Volví a echarme hacia atrás en la silla, aprovechando para coger un buen trozo de pavo con salsa de arándanos y patatas.
- Puedes mandar tanto una cosa como otra. Obedecerán si les dices que no quieres que te sirvan. Ahora eres mi esposa, y futura madre de los herederos. - repuse como si fuese lo más obvio del mundo, echándome otra copa de vino mientras llegaba un patronus con una voz que me irritaba. El licántropo indigente tenía que fastidiar la primera cena en la que dialogábamos un poco. Ella no dijo nada, pero no hacía falta que lo hiciese. Sabía que podía comunicarse mentalmente y probablemente lo estuviese haciendo. Tendría que tenerle vigilado...muy vigilado. - Enhorabuena por el alta de tu hijo. - acabé comentando escuetamente, aunque de manera sincera. Esperaba que eso la pusiese de mejor humor, pero respondió de modo muy lacónico a eso del futuro prometedor. Hice un sonido de molestia cuando dijo lo de ilógico. Tampoco tenía que darle explicaciones de nuestras decisiones internas.
- Lo decidimos hace un mes, antes de la boda. No te dije nada antes porque había asuntos más apremiantes. Y no, no queremos usarte como portavoz. Es una decisión nuestra y simplemente te informo. Deja de pensar que queremos usarte como portavoz o algo similar. - volví a beber, esta vez más rápido porque su último comentario me había molestado. Luego entorné los ojos por su deriva filosófica. Me estaba haciendo plantearme cosas que no había pensado antes. - No lo creo. En esencia no sería el mismo. Somos la suma de lo que vivimos, y eso cambiaría con que hubiese nacido en otra familia, en otro momento, o incluso si hubiese tenido otras vivencias que me hubiesen llevado a una situación diferente. Tú y yo no estaríamos aquí cenando ahora mismo. O tal vez sí...depende de si crees en el destino. - que le diese vueltas si tenía ganas, que pensase en el tema de si Pendragon y Le Fay estaban condenados a entenderse. - ¿Lo que busca quién? ¿Quién te hizo esa pregunta?
- Puedes mandar tanto una cosa como otra. Obedecerán si les dices que no quieres que te sirvan. Ahora eres mi esposa, y futura madre de los herederos. - repuse como si fuese lo más obvio del mundo, echándome otra copa de vino mientras llegaba un patronus con una voz que me irritaba. El licántropo indigente tenía que fastidiar la primera cena en la que dialogábamos un poco. Ella no dijo nada, pero no hacía falta que lo hiciese. Sabía que podía comunicarse mentalmente y probablemente lo estuviese haciendo. Tendría que tenerle vigilado...muy vigilado. - Enhorabuena por el alta de tu hijo. - acabé comentando escuetamente, aunque de manera sincera. Esperaba que eso la pusiese de mejor humor, pero respondió de modo muy lacónico a eso del futuro prometedor. Hice un sonido de molestia cuando dijo lo de ilógico. Tampoco tenía que darle explicaciones de nuestras decisiones internas.
- Lo decidimos hace un mes, antes de la boda. No te dije nada antes porque había asuntos más apremiantes. Y no, no queremos usarte como portavoz. Es una decisión nuestra y simplemente te informo. Deja de pensar que queremos usarte como portavoz o algo similar. - volví a beber, esta vez más rápido porque su último comentario me había molestado. Luego entorné los ojos por su deriva filosófica. Me estaba haciendo plantearme cosas que no había pensado antes. - No lo creo. En esencia no sería el mismo. Somos la suma de lo que vivimos, y eso cambiaría con que hubiese nacido en otra familia, en otro momento, o incluso si hubiese tenido otras vivencias que me hubiesen llevado a una situación diferente. Tú y yo no estaríamos aquí cenando ahora mismo. O tal vez sí...depende de si crees en el destino. - que le diese vueltas si tenía ganas, que pensase en el tema de si Pendragon y Le Fay estaban condenados a entenderse. - ¿Lo que busca quién? ¿Quién te hizo esa pregunta?
La sugerencia de la leche de amapola la hizo pensar un poco. Había bebido… algunas noches en el Castillo Le Fay y aquel líquido la llevaba a una profunda inconsciencia. Sólo lo había bebido porque Ian le había asegurado y…asegurado…Y vuelto a asegurar que todo estaba bien. Lo había hecho porque había visto sus cimitarras cerca. La daga que ella solía llevar pero no sabía usar. Y a su hijo en sus brazos -No, no tomaré nada- Murmuró a lo de la leche de amapola. No le apetecía perderse de esa manera. La sugerencia de la habitación hizo que lo mirara con una ceja arqueada. Había sido una de sus condiciones y, sin embargo, desde el momento en el que había pisado el salón había venido pensando en que ella no quería ser Elise Le Fay, no quería repetir los pasos de su madre. Frunció el ceño al ver el recorrido de sus ojos y no entendió para nada su sonrisa hasta que le soltó aquellas palabras que desencadenaron recuerdos pecaminosos de esas incomprensibles noches de lujuria. Las mejillas de Catherine se colorearan de forma abrupta y, como iba vestida de negro, el contraste en su pálida piel no ayudó a esconder su agobio. Apartó la mirada ya que el jugo estaba exigiendo su detallada atención y se escudó en sus palabras -Quizás soy yo la que no te deje dormir cuando me despierte gritando o con mi poder extendiéndose- Dijo, cambiando de tema o intentándolo.
Prefirió no seguir hablando de eso y se centró en comer, en meter bocado tras bocado escuchando aquello de obedecer. Le miró de reojo con un gesto de hastío -Bueno…Cuando les da la gana, si no buscan tu aprobación para saber que lo que digo es correcto- O se ofenden, eso era lo peor. Prefería que la gente no tocara sus cosas, que no entraran a su cuarto a acomodar o cambiar las sábanas, aunque no mentiría…Teniendo el servicio le dejaba más tiempo para estudiar y hacer su investigación. Quizás lo que tenía era que dejar en claro en qué necesitaba ayuda y en qué no. Por ejemplo, no quería cocinar porque era un trasto vergonzoso. Eso podrían seguir haciéndolo…Pero ella les diría el cuándo. Volvió la vista hacia él cuando habló de Aedan y sonrió brevemente -Gracias- tras eso se concentró de nuevo en comer, un bocado tras otro disfrutando del sabor de la buena cocina.
La respuesta sobre el Consejo hizo que lo mirara con algo de curiosidad -¿Por qué?- Era una simple pregunta a la que no le encontraba repuestas -Os tomasteis muchas molestias para hacer el parlamento y en vuestra entrada a Ouroboros- Muy bien, dejaría de pensar que querían manipularla con algo porque aquello no iba a funcionar. Lo tenía muy claro. Quizás hace cinco años habría sido una muchacha muy manipulable…Y quizás, aún era algo ingenua pero se tomaba cada vez más en serio su trabajo como Descendiente.
Evaluó su respuesta, con genuino interés. -¿No te parece destino que la única Le Fay que quede viva sea mujer y esté en edad fértil?- Inquirió alzando suavemente las cejas. Una única oportunidad para lograr deshacerse de esa maldición. Alzó la copa de nuevo para beber y controló sus tragos cuando se dio cuenta de que había hablado demás -Maxwell Blake- Mintió, profunda y descaradamente, pero su tono no dejó entrever ninguna dubitación. La existencia del espíritu de Morgana y el laberinto sería el secreto mejor guardado de su existencia -Uno de los estudiantes de mi padre y antiguo prometido- ¿Y qué había pasado con él? No tenía idea alguna. Había desaparecido en la nada y quizás estaba muerto. Se concentró en la copa, no estaba segura de haber expresado bien las preguntas. Un conjunto de vivencias… Sí, claro. Ella era todo lo que había vivido y sentido, cada recuerdo… Pero en efecto, como decía Wthyr…Si no fuese una Le Fay, no sería la mujer que es ahora. Si no fuese Descendiente, no habría crecido como lo había hecho. Tamborileó un dedo contra la base de la copa con cierta suspicacia -¿Cómo puedo comunicarme con el exterior estando en Avalon?- Preguntó volviendo su mirada hacia él -¿Cómo y cuándo entrenas tu magia?-
Prefirió no seguir hablando de eso y se centró en comer, en meter bocado tras bocado escuchando aquello de obedecer. Le miró de reojo con un gesto de hastío -Bueno…Cuando les da la gana, si no buscan tu aprobación para saber que lo que digo es correcto- O se ofenden, eso era lo peor. Prefería que la gente no tocara sus cosas, que no entraran a su cuarto a acomodar o cambiar las sábanas, aunque no mentiría…Teniendo el servicio le dejaba más tiempo para estudiar y hacer su investigación. Quizás lo que tenía era que dejar en claro en qué necesitaba ayuda y en qué no. Por ejemplo, no quería cocinar porque era un trasto vergonzoso. Eso podrían seguir haciéndolo…Pero ella les diría el cuándo. Volvió la vista hacia él cuando habló de Aedan y sonrió brevemente -Gracias- tras eso se concentró de nuevo en comer, un bocado tras otro disfrutando del sabor de la buena cocina.
La respuesta sobre el Consejo hizo que lo mirara con algo de curiosidad -¿Por qué?- Era una simple pregunta a la que no le encontraba repuestas -Os tomasteis muchas molestias para hacer el parlamento y en vuestra entrada a Ouroboros- Muy bien, dejaría de pensar que querían manipularla con algo porque aquello no iba a funcionar. Lo tenía muy claro. Quizás hace cinco años habría sido una muchacha muy manipulable…Y quizás, aún era algo ingenua pero se tomaba cada vez más en serio su trabajo como Descendiente.
Evaluó su respuesta, con genuino interés. -¿No te parece destino que la única Le Fay que quede viva sea mujer y esté en edad fértil?- Inquirió alzando suavemente las cejas. Una única oportunidad para lograr deshacerse de esa maldición. Alzó la copa de nuevo para beber y controló sus tragos cuando se dio cuenta de que había hablado demás -Maxwell Blake- Mintió, profunda y descaradamente, pero su tono no dejó entrever ninguna dubitación. La existencia del espíritu de Morgana y el laberinto sería el secreto mejor guardado de su existencia -Uno de los estudiantes de mi padre y antiguo prometido- ¿Y qué había pasado con él? No tenía idea alguna. Había desaparecido en la nada y quizás estaba muerto. Se concentró en la copa, no estaba segura de haber expresado bien las preguntas. Un conjunto de vivencias… Sí, claro. Ella era todo lo que había vivido y sentido, cada recuerdo… Pero en efecto, como decía Wthyr…Si no fuese una Le Fay, no sería la mujer que es ahora. Si no fuese Descendiente, no habría crecido como lo había hecho. Tamborileó un dedo contra la base de la copa con cierta suspicacia -¿Cómo puedo comunicarme con el exterior estando en Avalon?- Preguntó volviendo su mirada hacia él -¿Cómo y cuándo entrenas tu magia?-
- Tú misma. - alcé un instante los hombros cuando rechazó la leche de amapola para dormir, seguro que para seguir con aquel agotador estado de alerta permanente. Ya dormiría cuando tuviese necesidad real, que supuse que sería pronto por su estado. Me pareció realmente divertido verla sonrojarse por mi insinuación, sobre todo porque nosotros ya nos habíamos saltado todas las fases posibles para ir directos a la acción. No disimulé que había notado su reacción, al contrario, dejé evidencias de ello en mi gesto. Su rápida respuesta fue como un contraataque para que no siguiese por ahí. Chisté por lo bajo antes de volver a mi copa, saboreando el vino antes de volver a hablar.
- Si los gritos por pesadillas son tu mejor medio de disuasión para no querer dormir conmigo... tendrás que esforzarte un poco más por rechazarme decentemente. Dime...¿Qué aterroriza las noches de Catherine Le Fay? - dudaba que se abriese hasta ese punto, pero por probar. Tal ves saciase mi curiosidad, aunque podía suponer algunas de las cosas que la atemorizaban. Había visto su miedo a perder su magia, y era evidente que temía perder a su hijo. - Deduzco que también te negarás a compartir el lecho marital conmigo esta noche. Lástima... guardé silencio después de eso, aprovechando para acabarme lo que quedaba en mi plato y servirme un poco más. No di mucha importancia a su molestia con mi servicio, era tan sencillo como que yo les dijese un par de cosas. - Ya les daré instrucciones. Por cierto...no te veo comer mucho. ¿No te gusta la comida o no tienes hambre? - desde luego no comía como Freyja. Esa mujer parecía una salvaje devorando. El comentario de la comida no evitó que siguiese indagando en nuestra decisión con el Consejo, tema que, por mi parte, no quería tratar más.
- Creía que eras más intuitiva. Es sencillo. Hay que saber hacia dónde dirigir las energías. Jamás nos aceptaréis. - no había resentimiento en mi tono, sino cierta decepción. La hoja de ruta había cambiado y había que asumirlo. Era por el bien de la familia. Siempre debíamos pensar en ello. Por eso mismo había hecho lo posible por cumplir los designios del Sanguis con Catherine, aunque ella permaneciese ajena a aquello. - Ciertamente debe haber algo más para que nos hayamos encontrado en el momento preciso. Aunque he de admitir que no termina de agradarme la idea de ser piezas de un plan mayor o de no tener libertad real. - para ese momento ya había acabado mi copa de vino número indefinido, y había vuelto a terminarme el resto de comida que me había puesto. A pesar de eso todavía quedaba mucho, pero es que ella no colaboraba lo suficiente en acabarlo todo.
La revelación de que tuvo un prometido me hizo verla como alguien con más experiencia amorosa de la que se le suponía, haciéndome caer en la cuenta de algo. - Vaya. Eso me convierte en el tercero. Justo como tú para mí. Curioso. - ni idea de quién era ese hombre. Como fuese, ya tenía uno al que vigilar de cerca.
- No puedes comunicarte en Ávalon. Las nieblas lo cubren y protegen todo. Utilizamos emisarios y mensajeros. Salimos de ahí para comunicarnos con el exterior. - El vino ya me estaba calentando la cabeza, por ahora de manera agradable, así que me sentía con más ganas de hablar de lo habitual. Por eso me entraron ganas repentinas de compartir entrenamiento con ella, a pesar de que solía gustarme hacerlo con gente de confianza o completamente solo. - Todas las mañanas y todas las noches. Por las mañanas en el campo de entrenamiento de Ávalon, y por las noches en mis mazmorras particulares. Podemos potenciar nuestra magia si trabajamos juntos, incluso puede hacer que nuestro linaje sea más poderoso. Ya no hay nada que te retenga aquí, así que partiremos mañana temprano a Ávalon y comenzaremos los entrenamientos.
- Si los gritos por pesadillas son tu mejor medio de disuasión para no querer dormir conmigo... tendrás que esforzarte un poco más por rechazarme decentemente. Dime...¿Qué aterroriza las noches de Catherine Le Fay? - dudaba que se abriese hasta ese punto, pero por probar. Tal ves saciase mi curiosidad, aunque podía suponer algunas de las cosas que la atemorizaban. Había visto su miedo a perder su magia, y era evidente que temía perder a su hijo. - Deduzco que también te negarás a compartir el lecho marital conmigo esta noche. Lástima... guardé silencio después de eso, aprovechando para acabarme lo que quedaba en mi plato y servirme un poco más. No di mucha importancia a su molestia con mi servicio, era tan sencillo como que yo les dijese un par de cosas. - Ya les daré instrucciones. Por cierto...no te veo comer mucho. ¿No te gusta la comida o no tienes hambre? - desde luego no comía como Freyja. Esa mujer parecía una salvaje devorando. El comentario de la comida no evitó que siguiese indagando en nuestra decisión con el Consejo, tema que, por mi parte, no quería tratar más.
- Creía que eras más intuitiva. Es sencillo. Hay que saber hacia dónde dirigir las energías. Jamás nos aceptaréis. - no había resentimiento en mi tono, sino cierta decepción. La hoja de ruta había cambiado y había que asumirlo. Era por el bien de la familia. Siempre debíamos pensar en ello. Por eso mismo había hecho lo posible por cumplir los designios del Sanguis con Catherine, aunque ella permaneciese ajena a aquello. - Ciertamente debe haber algo más para que nos hayamos encontrado en el momento preciso. Aunque he de admitir que no termina de agradarme la idea de ser piezas de un plan mayor o de no tener libertad real. - para ese momento ya había acabado mi copa de vino número indefinido, y había vuelto a terminarme el resto de comida que me había puesto. A pesar de eso todavía quedaba mucho, pero es que ella no colaboraba lo suficiente en acabarlo todo.
La revelación de que tuvo un prometido me hizo verla como alguien con más experiencia amorosa de la que se le suponía, haciéndome caer en la cuenta de algo. - Vaya. Eso me convierte en el tercero. Justo como tú para mí. Curioso. - ni idea de quién era ese hombre. Como fuese, ya tenía uno al que vigilar de cerca.
- No puedes comunicarte en Ávalon. Las nieblas lo cubren y protegen todo. Utilizamos emisarios y mensajeros. Salimos de ahí para comunicarnos con el exterior. - El vino ya me estaba calentando la cabeza, por ahora de manera agradable, así que me sentía con más ganas de hablar de lo habitual. Por eso me entraron ganas repentinas de compartir entrenamiento con ella, a pesar de que solía gustarme hacerlo con gente de confianza o completamente solo. - Todas las mañanas y todas las noches. Por las mañanas en el campo de entrenamiento de Ávalon, y por las noches en mis mazmorras particulares. Podemos potenciar nuestra magia si trabajamos juntos, incluso puede hacer que nuestro linaje sea más poderoso. Ya no hay nada que te retenga aquí, así que partiremos mañana temprano a Ávalon y comenzaremos los entrenamientos.
Se percató de que Wthyr era muy consciente de su sonrojo, lo había dejado muy claro en su forma de mirarla y en su sonrisa. Quizás le divertía, pero a ella no. Por un momento, quiso ser más segura de sí misma en ese ámbito, pero si bien había…Crecido en cuanto a nivel personal, aún tenía obstáculos propios sobre si misma que no había sorteado. Le era imposible parar de compararse con personas como Sofía o Shyvanna, que parecía evocar incluso con una mirada algún tipo de pensamiento pecaminoso en los hombres. Ella no tenía esa seguridad, no siempre al menos porque debía confesar que, por ejemplo, en la boda de Arleen y Sayid se había sentido preciosa y sensual. Gracias a Sofía por su puesto. Y a los incómodos zapatos.
La pregunta sobre sus terrores hizo que sus ojos brillaran levemente y entonces ladeó la cabeza con curiosidad -Un terror por un terror. Te diré uno si tú me dices uno tuyo- Expresó con un poco de esa astuta y divertida faceta que no siempre salía a la superficie después de que sus hermanos fallecieran. Se llevó un bocado de papas a la boca cuando soltó aquello del lecho marital y entonces sus mejillas se incendiaron de nuevo, masticó lentamente tratando de no atragantarse y se mordió un poco la lengua cuando soltó ese “lástima” … ¿Acaso le parecía atractiva? ¿La deseaba? No sabía cómo responder a esas preguntas, ni siquiera a sí misma. Aún le parecía increíble que, algunas noches, se entregaran de esa manera al acto carnal. Pero es que era algo intrínseco, algo primario y brutal que la llevaba a perder la cordura. Le miró de reojo un momento. No es que no fuera atractivo o que su propia aura de poder y saber estar no le… llamara la atención, pero de allí a querer compartir su lecho ¿Por qué no sentía eso ahora? ¿Por qué si precisamente estaban hablando del tema, no le sucedía? ¿Sería cosa de la concepción? No sabía como sortear esa sospecha de Wthyr envuelta en una pregunta. O eso le parecía a ella. Jugueteó un poco con la comida del plato. ¿Cómo iba a decirle que “no” si luego podría llegar a sentir ese tirón hacía él que desestimaba sus palabras con cada gemido de placer? El sonrojo permaneció mientras su mente cavilaba.
La pregunta sobre la comida detuvo el jugueteo de su tenedor en el plato -Como lento- Musitó y se llevó un bocado a la boca, observándolo, para que viera que sí que comía y encima le gustaba. Arqueó las cejas como diciendole un “¿Ves?” y apartó la vista de él para coger la copa y servirse otro poco más de zumo, bebió un par de tragos.
“Intuitiva…Eso es lo que soy y por eso lo veo ilógico”, pensó, pero no respondió sólo entrecerró los ojos -Así que vais a dejar de lado vuestro objetivo, por el que habéis esperado siglos- Dejó caer y evaluó su gesto. Podría penetrar su mente y saber exactamente qué es lo que deseaba, pero…Nunca le había gustado eso. Sus palabras sobre el destino le hicieron sonreír un momento y luego una pequeña risa abandonó sus labios, poniendo los ojos en blanco -Wthyr “controlador” Pendragon- Le miró de reojo, a sabiendas de que quizás aquello le caería mal, pero a ella le hacía gracia. Una gracia que finalizó cuando soltó aquello de que era el “tercero”, Catherine le miró parpadeando tres veces, espaciadas, en silencio. Le sorprendió la semejanza, pero no había nada que decir al respecto. Maxwell pertenecía a su pasado, sin embargo, su desaparición… ¿Tendría que ver con la maldición?
-Tendré que salir con continuidad, no sólo por Aedan sino también por el Consejo. Así que espero que estés dispuesto a llevarme y traerme las veces que sea necesario. No puedo estar desconectada, no con la situación que está viviendo el mundo. Además…Te lo comenté, tengo proyectos con los que debo seguir trabajando para asegurarme de que la transición se haga de la mejor forma posible hacia… Un futuro mejor- Le dijo moviendo la copa hacia él como haciendo referencia a sus palabras anteriores.
-Quiero ser parte de los entrenamientos. Físicos y mágicos- Expresó con total neutralidad aunque cuando dijo lo de las mazmorras le recorrió un escalofrío. Asintió con suavidad a lo de entrenar la magia, aún quería saber cómo podía haberle “robado” sus poderes así que desvió sus ojos hacia sus manos un instante, mirando el anillo de boda que compartía con ella -No…- Musitó -Dame el día de mañana. Quiero hablar con Matvey, informar un par de cosas al Consejo y además debemos ver a Anteia. Podemos irnos en la noche- Alzó suavemente el hombro como restándole importancia -Podemos entrenar, aquí y ahora… No te asustes, prometo no estrangularte- Ladeó la cabeza con un gesto inquisitivo pero, pese a la puya, no había sonrisa en sus labios sólo pura y dura curiosidad, interés -¿Usas algún tipo de canalizador?- Inquirió, ella los había dejado de usar hace un par de años…Justo desde que había reclamado el laberinto para sí misma. Cath deslizó una mano hacia la mesa y golpeó ésta con el dedo índice, dos veces y dos rayos de oscuridad danzaron a través de los platos de comida y el mantel hasta alcanzar los dedos de Wthyr, enrollándose en ellos para ir ascendiendo por sus brazos. Su magia la saludó, con cariño, llenando ese vacío de dolor y frialdad con el calor de su presencia, con la energía propia de su poderío-Absórbelo…- Ordenó -Quiero saber si necesitas contacto físico o te sirve una muestra de mi magia-
La pregunta sobre sus terrores hizo que sus ojos brillaran levemente y entonces ladeó la cabeza con curiosidad -Un terror por un terror. Te diré uno si tú me dices uno tuyo- Expresó con un poco de esa astuta y divertida faceta que no siempre salía a la superficie después de que sus hermanos fallecieran. Se llevó un bocado de papas a la boca cuando soltó aquello del lecho marital y entonces sus mejillas se incendiaron de nuevo, masticó lentamente tratando de no atragantarse y se mordió un poco la lengua cuando soltó ese “lástima” … ¿Acaso le parecía atractiva? ¿La deseaba? No sabía cómo responder a esas preguntas, ni siquiera a sí misma. Aún le parecía increíble que, algunas noches, se entregaran de esa manera al acto carnal. Pero es que era algo intrínseco, algo primario y brutal que la llevaba a perder la cordura. Le miró de reojo un momento. No es que no fuera atractivo o que su propia aura de poder y saber estar no le… llamara la atención, pero de allí a querer compartir su lecho ¿Por qué no sentía eso ahora? ¿Por qué si precisamente estaban hablando del tema, no le sucedía? ¿Sería cosa de la concepción? No sabía como sortear esa sospecha de Wthyr envuelta en una pregunta. O eso le parecía a ella. Jugueteó un poco con la comida del plato. ¿Cómo iba a decirle que “no” si luego podría llegar a sentir ese tirón hacía él que desestimaba sus palabras con cada gemido de placer? El sonrojo permaneció mientras su mente cavilaba.
La pregunta sobre la comida detuvo el jugueteo de su tenedor en el plato -Como lento- Musitó y se llevó un bocado a la boca, observándolo, para que viera que sí que comía y encima le gustaba. Arqueó las cejas como diciendole un “¿Ves?” y apartó la vista de él para coger la copa y servirse otro poco más de zumo, bebió un par de tragos.
“Intuitiva…Eso es lo que soy y por eso lo veo ilógico”, pensó, pero no respondió sólo entrecerró los ojos -Así que vais a dejar de lado vuestro objetivo, por el que habéis esperado siglos- Dejó caer y evaluó su gesto. Podría penetrar su mente y saber exactamente qué es lo que deseaba, pero…Nunca le había gustado eso. Sus palabras sobre el destino le hicieron sonreír un momento y luego una pequeña risa abandonó sus labios, poniendo los ojos en blanco -Wthyr “controlador” Pendragon- Le miró de reojo, a sabiendas de que quizás aquello le caería mal, pero a ella le hacía gracia. Una gracia que finalizó cuando soltó aquello de que era el “tercero”, Catherine le miró parpadeando tres veces, espaciadas, en silencio. Le sorprendió la semejanza, pero no había nada que decir al respecto. Maxwell pertenecía a su pasado, sin embargo, su desaparición… ¿Tendría que ver con la maldición?
-Tendré que salir con continuidad, no sólo por Aedan sino también por el Consejo. Así que espero que estés dispuesto a llevarme y traerme las veces que sea necesario. No puedo estar desconectada, no con la situación que está viviendo el mundo. Además…Te lo comenté, tengo proyectos con los que debo seguir trabajando para asegurarme de que la transición se haga de la mejor forma posible hacia… Un futuro mejor- Le dijo moviendo la copa hacia él como haciendo referencia a sus palabras anteriores.
-Quiero ser parte de los entrenamientos. Físicos y mágicos- Expresó con total neutralidad aunque cuando dijo lo de las mazmorras le recorrió un escalofrío. Asintió con suavidad a lo de entrenar la magia, aún quería saber cómo podía haberle “robado” sus poderes así que desvió sus ojos hacia sus manos un instante, mirando el anillo de boda que compartía con ella -No…- Musitó -Dame el día de mañana. Quiero hablar con Matvey, informar un par de cosas al Consejo y además debemos ver a Anteia. Podemos irnos en la noche- Alzó suavemente el hombro como restándole importancia -Podemos entrenar, aquí y ahora… No te asustes, prometo no estrangularte- Ladeó la cabeza con un gesto inquisitivo pero, pese a la puya, no había sonrisa en sus labios sólo pura y dura curiosidad, interés -¿Usas algún tipo de canalizador?- Inquirió, ella los había dejado de usar hace un par de años…Justo desde que había reclamado el laberinto para sí misma. Cath deslizó una mano hacia la mesa y golpeó ésta con el dedo índice, dos veces y dos rayos de oscuridad danzaron a través de los platos de comida y el mantel hasta alcanzar los dedos de Wthyr, enrollándose en ellos para ir ascendiendo por sus brazos. Su magia la saludó, con cariño, llenando ese vacío de dolor y frialdad con el calor de su presencia, con la energía propia de su poderío-Absórbelo…- Ordenó -Quiero saber si necesitas contacto físico o te sirve una muestra de mi magia-
Decidí evadir la situación de hablarle de mis terrores, puesto que yo llevaba cierta ventaja sabiendo los suyos. Había sido algo involuntario durante la noche de bodas, pero cuando "robé" su poder logré ver algunas de las cosas que temía. No, todavía no estaba en el punto de confesarle lo que temía, ni quería darle muchas pistas sobre mis demonios. Podría utilizarlo en mi contra, un modo de aprovecharse. - Olvídalo. No estamos en ese punto y ni tú ni yo hemos bebido suficiente vino. - ella directamente ni había bebido, y a pesar de eso seguía aún con las mejillas algo sonrojadas por mi comentario anterior. A pesar de ello pasó por completo de mi insinuación, dando a entender que no vendría y que ya que había concebido no había necesidad de más. La idea no me agradaba demasiado, a decir verdad me había enganchado un poco a la sensación de aquellos encuentros aunque no fuese real. No dije nada más al respecto, ni comenté nada sobre eso de que comía lento. Me dediqué a comer un poco más de lo mío, un poco menos receptivo que antes.
- Un objetivo que sólo podría conseguirse a la fuerza, al parecer. A eso nos obligaríais porque no vais a aceptar. Así que ya está, no vamos a doblegarnos ni a suplicar que nos admitáis. Podéis disfrutar vuestra decadencia. - zanjé en tono un tanto seco, alzando ambas cejas con cara de escepticismo cuando me llamó controlador. - Como si tú no lo fueras. No pareces precisamente de las que les gusta improvisar. - precisamente eso tenía mucho que ver con todos los planes y proyectos que decía que iba a poner en marcha. Ya se lo había dicho, le gustaba mandar, gobernar, organizar. Lo admitiría algún día - Como quieras. Puedes salir. No eres ninguna prisionera. Yo también tengo mis proyectos y no voy a acompañarte constantemente, pero dispondrás de medios a tu servicio para que no tengas que desaparecerte. - moví la copa hacia ella cuando mencionó eso del futuro, acabándola de un trago. Por ahora no tomaría más, y el resto de comida tendría que guardarse para luego.
- Los entrenamientos físicos en Ávalon son duros, no sé si alguna vez has practicado a ese nivel. Y no creo que lanzarte por los aires sea lo mejor en este momento. Debes tener cuidado. - en cuanto a los mágicos tenía mis dudas...no sabía hasta qué punto podría usar mi magia de sangre con ella si entrenábamos. - Ya veremos cómo lo hacemos. - concluí dando largas, apartando la copa a un lado para dar la cena por concluida. La idea de irnos por la mañana no pareció cuadrarle por sus muchos compromisos, y tampoco lo de entrenar luego. Quería ahora.
- Eres una impaciente. ¿No te han enseñado modales? - protesté mientras comenzaba a conjurar sus zarcillos oscuros en dirección hacia mí, mirándola algo irritado mientras prometía que esta vez no me iba a estrangular. - Más te vale. Y sí, uso canalizador. - me tensé conforme los zarcillos entraban en contacto con mi piel, ascendiendo por mis brazos. Si quería sí que podía estrangularme. Inspiré profundamente tratando de concentrarme para reproducir lo que logré aquella noche. Había sido la primera vez que lo había hecho, y ni siquiera estaba seguro de qué había pasado exactamente. Cerré los ojos para ver si así sentía su magia a más niveles, pero cuando quise absorber esa energía no lo logré. No sucedió nada, los zarcillos no me obedecían. Evité hacer un sonido de frustración, pero debió notarse en mi gesto al volver a abrir los ojos. - Experimentemos. - me puse en pie aún con los zarcillos alrededor de mis brazos, extendiendo la mano hacia ella para ver si con el contacto físico sucedía de otro modo.
--------------------
éxito: logra absorber poderes
fallo: no lo logra
- Un objetivo que sólo podría conseguirse a la fuerza, al parecer. A eso nos obligaríais porque no vais a aceptar. Así que ya está, no vamos a doblegarnos ni a suplicar que nos admitáis. Podéis disfrutar vuestra decadencia. - zanjé en tono un tanto seco, alzando ambas cejas con cara de escepticismo cuando me llamó controlador. - Como si tú no lo fueras. No pareces precisamente de las que les gusta improvisar. - precisamente eso tenía mucho que ver con todos los planes y proyectos que decía que iba a poner en marcha. Ya se lo había dicho, le gustaba mandar, gobernar, organizar. Lo admitiría algún día - Como quieras. Puedes salir. No eres ninguna prisionera. Yo también tengo mis proyectos y no voy a acompañarte constantemente, pero dispondrás de medios a tu servicio para que no tengas que desaparecerte. - moví la copa hacia ella cuando mencionó eso del futuro, acabándola de un trago. Por ahora no tomaría más, y el resto de comida tendría que guardarse para luego.
- Los entrenamientos físicos en Ávalon son duros, no sé si alguna vez has practicado a ese nivel. Y no creo que lanzarte por los aires sea lo mejor en este momento. Debes tener cuidado. - en cuanto a los mágicos tenía mis dudas...no sabía hasta qué punto podría usar mi magia de sangre con ella si entrenábamos. - Ya veremos cómo lo hacemos. - concluí dando largas, apartando la copa a un lado para dar la cena por concluida. La idea de irnos por la mañana no pareció cuadrarle por sus muchos compromisos, y tampoco lo de entrenar luego. Quería ahora.
- Eres una impaciente. ¿No te han enseñado modales? - protesté mientras comenzaba a conjurar sus zarcillos oscuros en dirección hacia mí, mirándola algo irritado mientras prometía que esta vez no me iba a estrangular. - Más te vale. Y sí, uso canalizador. - me tensé conforme los zarcillos entraban en contacto con mi piel, ascendiendo por mis brazos. Si quería sí que podía estrangularme. Inspiré profundamente tratando de concentrarme para reproducir lo que logré aquella noche. Había sido la primera vez que lo había hecho, y ni siquiera estaba seguro de qué había pasado exactamente. Cerré los ojos para ver si así sentía su magia a más niveles, pero cuando quise absorber esa energía no lo logré. No sucedió nada, los zarcillos no me obedecían. Evité hacer un sonido de frustración, pero debió notarse en mi gesto al volver a abrir los ojos. - Experimentemos. - me puse en pie aún con los zarcillos alrededor de mis brazos, extendiendo la mano hacia ella para ver si con el contacto físico sucedía de otro modo.
--------------------
éxito: logra absorber poderes
fallo: no lo logra
Dados
Raza
mensajes
puntos
Alineamiento
Ocupación
Bando
Apodo
Edad
Nacionalidad
El miembro 'Wthyr Pendragon' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
'Probabilidad' :
'Probabilidad' :
Su respuesta era de esperarse, Catherine le observó con un gesto comprensivo ante sus palabras -Me pides muchas cosas Wthyr que quizás tú no estás dispuesto a ofrecer- Se lo dijo con un tono bastante tranquilo. No para pelear, no para discutir, sino para que comprendiera que ella necesitaba un período de ajuste. De mucho ajuste porque había sido arrancada de su realidad en menos de una semana y media y…Y su mente, su corazón y su alma aún estaba buscando una forma de curarse a sí misma.
Escuchó el análisis que había dado entrecerrando los ojos a eso de “usar la fuerza”. Lo cierto es que la palabra “decadencia” encontró su marca en ella, como una flecha lanzada directamente a las debilidades del Consejo. Aquello la dejó pensando en las actitudes que había visto en el último Cónclave, que no había servido de absolutamente nada. Soltó un chasqueo de lengua cuando le dijo que a ella también le gustaba controlar -Mis mejores amigos me llaman impulsiva…Pero no estamos en ese punto- Arrugó la nariz con un gesto sardónico, al citarlo por las palabras que le había dedicado antes. Sean la había llamado así, a diferencia de Adael que … Bueno, la conversación con Adael había sido algo extraña.
Se quedó bastante más tranquila cuando indicó que no era prisionera y podría salir. Eso sin duda era algo de lo que quería asegurarse más allá de tener su propia forma privada de abandonar la isla. Lo observó, llevándose un bocado más a la boca, cuando indicó lo de los entrenamientos físicos -Mis entrenamientos han sido escasos y, para ser absolutamente honesta, soy particularmente torpe con las armas…- Frunció suavemente el ceño, al menos que lo supiera. Quizás no había sido consciente de que estaría entrenando con tanta gente mientras, lo que había hecho con Ian, en Ouroboros podía reservar una sala. La vergüenza cayó sobre ella -Mejor evitemos lo físico por ahora- Se excusaría diciendo que debía cuidarse -Tienes razón con lo de lanzarme por el aire- Le ofreció aquella bandera blanca de paz. Ese pequeño gesto de aceptación de su opinión.
Pero… Pero una risa irrumpió de sus labios, genuina y profundamente risueña, pero falleció rápidamente -Oh…Lo intentaron- Mantuvo brevemente aquella chispa en sus ojos al recordar las veces que había sacado de quicio a su madre y, básicamente, a cualquier miembro del Consejo que supiera comportarse con sus palabras, sus gestos y sus sonrisas sarcásticas. Movió suavemente la cabeza cuando soltó aquello de que “más le valía”, batió levemente las pestañas -¿Asustado?- Ronroneó, no podía evitarlo. Desde el uso de su magia hasta la deliciosa tensión en los hombros de Wthyr por la caricia de sus zarcillos de oscuridad le habían…Pueso de buen humor -Eres tan valioso para mí como yo lo soy para ti. O eso espero, Wthyr… Juzga desde tu perspectiva lo que soy capaz de hacerte y dónde marco la línea- No había olvidado, ni una sola noche, la forma en la que le había pedido que le devolviera el dolor que le había infringido. Y se preguntaba… ¿Era una burda manera de otorgarle control o estaba demasiado acostumbrado a sufrir?
-¿Qué tipo de canalizador?- Preguntó y notó que lo intentaba, notó cómo buscaba su magia pero ella no sintió nada. Pero lo vio en sus ojos. Frustración. Ummm…Ella sabía una o dos cosas sobre ello. Sus ojos brillaron levemente cuando le ofreció experimentar y se incorporó pero aunque puso su mano sobre la de él, no la tomó. Miró sus dedos un instante y luego los de ella, no lo tocó aún. Estiró suavemente los hombros y entonces alzó la mirada hacia él. Catherine no hizo ningún gesto de esfuerzo mientras de su propia ropa, como pequeñas alas, la oscuridad parecía abandonar su cuerpo para llenar la habitación. La luz del candelabro principal y el fuego que crepitaba en la chimenea parecieron perder poco a poco su brillo, siendo el primero en apagarse. El fuego, sin embargo, se mantuvo, pero sus llamas no otorgaban tanto calor ni luz como antes. La habitación en sí, había bajado un par de grados. La bruja conocedora de que, quizás, sus ojos fueran el único foco de luz en ese instante -porque ella quería- se cerraron un poco cuando una sonrisa curvó sus labios.
Su piel, bajo las telas, estaba recubierta por esa oscuridad que ahora les rodeaba. Sus dedos dejaron atrás la palidez y se tornaron negros, contrastando abiertamente contra la tez de Wthyr que se apreciaba ante la vaga luz de la chimenea -Experimentemos- Murmuró y deslizó sus dedos por la palma de Wthyr pero no se detuvo allí sino que siguió hasta su antebrazo y lo apresó entre sus dedos. La otra mano buscó la del contrario para hacer lo mismo y cuando finalmente concluyó la unión, alzó la mirada hacia él. Sintió la energía mágica vibrando bajo su piel y recordó la conclusión a la que había llegado cuando Imelda le había advertido aquello sobre su parto. Inspiró profundamente - Et calidus cruor runs in vestri rufus venis. Mihi tacere tranquillitas et tenebrae decurrit. Tu enim vitae et mortis sum. Et nolite in cordibus nostris ad nos iubes, ac tenebras et genua ante nos. Sic te melius quam me iubes discere ad dominum tuum et docere magicae- Y entonces, la oscuridad lo consumió todo.
Escuchó el análisis que había dado entrecerrando los ojos a eso de “usar la fuerza”. Lo cierto es que la palabra “decadencia” encontró su marca en ella, como una flecha lanzada directamente a las debilidades del Consejo. Aquello la dejó pensando en las actitudes que había visto en el último Cónclave, que no había servido de absolutamente nada. Soltó un chasqueo de lengua cuando le dijo que a ella también le gustaba controlar -Mis mejores amigos me llaman impulsiva…Pero no estamos en ese punto- Arrugó la nariz con un gesto sardónico, al citarlo por las palabras que le había dedicado antes. Sean la había llamado así, a diferencia de Adael que … Bueno, la conversación con Adael había sido algo extraña.
Se quedó bastante más tranquila cuando indicó que no era prisionera y podría salir. Eso sin duda era algo de lo que quería asegurarse más allá de tener su propia forma privada de abandonar la isla. Lo observó, llevándose un bocado más a la boca, cuando indicó lo de los entrenamientos físicos -Mis entrenamientos han sido escasos y, para ser absolutamente honesta, soy particularmente torpe con las armas…- Frunció suavemente el ceño, al menos que lo supiera. Quizás no había sido consciente de que estaría entrenando con tanta gente mientras, lo que había hecho con Ian, en Ouroboros podía reservar una sala. La vergüenza cayó sobre ella -Mejor evitemos lo físico por ahora- Se excusaría diciendo que debía cuidarse -Tienes razón con lo de lanzarme por el aire- Le ofreció aquella bandera blanca de paz. Ese pequeño gesto de aceptación de su opinión.
Pero… Pero una risa irrumpió de sus labios, genuina y profundamente risueña, pero falleció rápidamente -Oh…Lo intentaron- Mantuvo brevemente aquella chispa en sus ojos al recordar las veces que había sacado de quicio a su madre y, básicamente, a cualquier miembro del Consejo que supiera comportarse con sus palabras, sus gestos y sus sonrisas sarcásticas. Movió suavemente la cabeza cuando soltó aquello de que “más le valía”, batió levemente las pestañas -¿Asustado?- Ronroneó, no podía evitarlo. Desde el uso de su magia hasta la deliciosa tensión en los hombros de Wthyr por la caricia de sus zarcillos de oscuridad le habían…Pueso de buen humor -Eres tan valioso para mí como yo lo soy para ti. O eso espero, Wthyr… Juzga desde tu perspectiva lo que soy capaz de hacerte y dónde marco la línea- No había olvidado, ni una sola noche, la forma en la que le había pedido que le devolviera el dolor que le había infringido. Y se preguntaba… ¿Era una burda manera de otorgarle control o estaba demasiado acostumbrado a sufrir?
-¿Qué tipo de canalizador?- Preguntó y notó que lo intentaba, notó cómo buscaba su magia pero ella no sintió nada. Pero lo vio en sus ojos. Frustración. Ummm…Ella sabía una o dos cosas sobre ello. Sus ojos brillaron levemente cuando le ofreció experimentar y se incorporó pero aunque puso su mano sobre la de él, no la tomó. Miró sus dedos un instante y luego los de ella, no lo tocó aún. Estiró suavemente los hombros y entonces alzó la mirada hacia él. Catherine no hizo ningún gesto de esfuerzo mientras de su propia ropa, como pequeñas alas, la oscuridad parecía abandonar su cuerpo para llenar la habitación. La luz del candelabro principal y el fuego que crepitaba en la chimenea parecieron perder poco a poco su brillo, siendo el primero en apagarse. El fuego, sin embargo, se mantuvo, pero sus llamas no otorgaban tanto calor ni luz como antes. La habitación en sí, había bajado un par de grados. La bruja conocedora de que, quizás, sus ojos fueran el único foco de luz en ese instante -porque ella quería- se cerraron un poco cuando una sonrisa curvó sus labios.
Su piel, bajo las telas, estaba recubierta por esa oscuridad que ahora les rodeaba. Sus dedos dejaron atrás la palidez y se tornaron negros, contrastando abiertamente contra la tez de Wthyr que se apreciaba ante la vaga luz de la chimenea -Experimentemos- Murmuró y deslizó sus dedos por la palma de Wthyr pero no se detuvo allí sino que siguió hasta su antebrazo y lo apresó entre sus dedos. La otra mano buscó la del contrario para hacer lo mismo y cuando finalmente concluyó la unión, alzó la mirada hacia él. Sintió la energía mágica vibrando bajo su piel y recordó la conclusión a la que había llegado cuando Imelda le había advertido aquello sobre su parto. Inspiró profundamente - Et calidus cruor runs in vestri rufus venis. Mihi tacere tranquillitas et tenebrae decurrit. Tu enim vitae et mortis sum. Et nolite in cordibus nostris ad nos iubes, ac tenebras et genua ante nos. Sic te melius quam me iubes discere ad dominum tuum et docere magicae- Y entonces, la oscuridad lo consumió todo.
- Latín:
- Tu sangre corre roja y caliente por tus venas. Mi oscuridad corre calma y silenciosa.
Eres vida y yo soy muerte.
Y hasta que ordenemos a nuestros corazones parar, la oscuridad se arrodillará ante nosotros.
Así que más te vale aprender a dominarla y enseñarme cómo comandar tu magia
Copiar mi frase le había venido muy bien para salir de aquello que no le interesaba responder, pero no me importó porque en parte me había dado la razón. Sus amigos la llamarían así por algo, y chocaba con otros del Consejo por los mismos motivos. Por lo menos recapacitó con lo del entrenamiento físico, pues era obvio que no tenía sentido hacer entrenamientos bestias que podían provocar que todo nuestro plan se fuese al traste. - Lo dejaremos para más adelante. Aprenderás mucho más que con cualquiera de los torpes que te hayan intentado enseñar hasta ahora. - si se esforzaba, porque en lo de los modales estaba claro que no había querido. Encima parecía estar retándome y disfrutando de la situación creada con su impaciencia por entrenar. - Obviamente no. - respondí de manera orgullosa a eso de si estaba asustado, me interesaba más saber qué tenía preparado. - La otra vez me cogió por sorpresa en esa situación. - porque claro, no era muy normal que se descontrolasen los poderes mágicos en una noche de bodas.
Aquello de que nos necesitábamos era como un seguro para saber que el otro no abusaría de sus poderes ni haría algo que realmente pudiese dañar. Ella estaba ahora incluso más segura porque tenía que hacer que los futuros herederos naciesen sanos. En mi caso no estaba seguro de lo que podría pasar conmigo una vez se rompiese la maldición. - ¿Y si dejamos de sernos útiles...? - dejé la pregunta en el aire, aunque dudaba que llegase a responderla, o si sería sincera en caso de decir lo que pensaba para el futuro. Luego desvié la mirada un momento al la piedra roja del colgante que llevaba en el pecho, era eso lo que usaba como canalizador.
- Una antigua pieza familiar. ¿Por qué quieres saberlo? ¿no te funciona bien el tuyo? - no lo parecía, pues tras levantarse e ir hacia mí comenzó a desplegar todo su poder de manera enigmática. Tanta oscuridad repentina resultaba un tanto agobiante y asfixiante, aunque me podía la curiosidad por ver hasta dónde podíamos llegar. Aguanté sin tocarla hasta que ella dio el primer paso con aquellos dedos cubiertos de oscuridad, haciéndome sentir una especie de escalofrío que achaqué a la bajada de temperatura de la estancia. El único punto luminoso en el que podía fijarme eran sus ojos, bastante hipnóticos mientras comenzaba a recitar en latín. Al principio pensé que era un hechizo, pero enseguida me di cuenta de que se estaba dirigiendo a mí. Me sorprendió que supiese latín, al fin y al cabo creía que en Ouroboros habían degradado la educación hasta tal punto de que no supiesen manejarlo más que para ciertos hechizos. Comencé a responderle casi como si recitase, en un ronco susurro apropiado para aquella oscuridad.
Magicae non sciunt quod unio nostra aemulus. Non iterum nos fac de proditione quaestionemque quae ipsius causa errorum execratione maledicta congessit. Potestatem nostram vestramque progeniem inimicos duplicantur.
Mis dedos se aferraron a sus antebrazos con más fuerza, tratando de absorber su energía mágica como en aquella ocasión accidental. Comencé a sentir un cosquilleo extraño a partir de ese momento, seguido de una especie de zumbido en los oídos cuando la oscuridad fue total. Tendría que guiarme por el resto de sentidos, y por la desbordante cantidad de magia que podía obtener al tocarla. A aquello siguió una especie de calambrazo por todo el cuerpo cuando mi cuerpo decidió tomar su magia con avidez, provocando que la oscuridad de la habitación se agitase y tratase de resistirse a obedecerme. Fui más allá, tratando de tomar más de su caudal mágico para ver si era capaz de utilizarla, logrando finalmente que parte de la oscuridad que nos envolvía retrocediese y se replegase sobre nosotros lentamente. Por fin pude ver su cara de nuevo, podría buscar una señal de que no estaba yendo demasiado lejos o descontrolándome en el manejo de la nueva habilidad.
- Intenta atacarme si puedes...quiero saber a quién obedecen ahora.
-------------
post robo de poder 1 de 2
Aquello de que nos necesitábamos era como un seguro para saber que el otro no abusaría de sus poderes ni haría algo que realmente pudiese dañar. Ella estaba ahora incluso más segura porque tenía que hacer que los futuros herederos naciesen sanos. En mi caso no estaba seguro de lo que podría pasar conmigo una vez se rompiese la maldición. - ¿Y si dejamos de sernos útiles...? - dejé la pregunta en el aire, aunque dudaba que llegase a responderla, o si sería sincera en caso de decir lo que pensaba para el futuro. Luego desvié la mirada un momento al la piedra roja del colgante que llevaba en el pecho, era eso lo que usaba como canalizador.
- Una antigua pieza familiar. ¿Por qué quieres saberlo? ¿no te funciona bien el tuyo? - no lo parecía, pues tras levantarse e ir hacia mí comenzó a desplegar todo su poder de manera enigmática. Tanta oscuridad repentina resultaba un tanto agobiante y asfixiante, aunque me podía la curiosidad por ver hasta dónde podíamos llegar. Aguanté sin tocarla hasta que ella dio el primer paso con aquellos dedos cubiertos de oscuridad, haciéndome sentir una especie de escalofrío que achaqué a la bajada de temperatura de la estancia. El único punto luminoso en el que podía fijarme eran sus ojos, bastante hipnóticos mientras comenzaba a recitar en latín. Al principio pensé que era un hechizo, pero enseguida me di cuenta de que se estaba dirigiendo a mí. Me sorprendió que supiese latín, al fin y al cabo creía que en Ouroboros habían degradado la educación hasta tal punto de que no supiesen manejarlo más que para ciertos hechizos. Comencé a responderle casi como si recitase, en un ronco susurro apropiado para aquella oscuridad.
Magicae non sciunt quod unio nostra aemulus. Non iterum nos fac de proditione quaestionemque quae ipsius causa errorum execratione maledicta congessit. Potestatem nostram vestramque progeniem inimicos duplicantur.
Mis dedos se aferraron a sus antebrazos con más fuerza, tratando de absorber su energía mágica como en aquella ocasión accidental. Comencé a sentir un cosquilleo extraño a partir de ese momento, seguido de una especie de zumbido en los oídos cuando la oscuridad fue total. Tendría que guiarme por el resto de sentidos, y por la desbordante cantidad de magia que podía obtener al tocarla. A aquello siguió una especie de calambrazo por todo el cuerpo cuando mi cuerpo decidió tomar su magia con avidez, provocando que la oscuridad de la habitación se agitase y tratase de resistirse a obedecerme. Fui más allá, tratando de tomar más de su caudal mágico para ver si era capaz de utilizarla, logrando finalmente que parte de la oscuridad que nos envolvía retrocediese y se replegase sobre nosotros lentamente. Por fin pude ver su cara de nuevo, podría buscar una señal de que no estaba yendo demasiado lejos o descontrolándome en el manejo de la nueva habilidad.
- Intenta atacarme si puedes...quiero saber a quién obedecen ahora.
- Traducción (?):
La unión de nuestra magia no conocerá rival. No cometeremos de nuevo el error de la traición que provocó la maldición. El poder de nuestra descendencia doblegará a los enemigos.
-------------
post robo de poder 1 de 2
Ignoró la puya sobre los “torpes” que la entrenaban. Ian no tenía nada de torpe. Era un guerrero, honorable, habilidoso y determinado que en el campo de batalla se había ganado más de un reconocimiento. A diferencia de otros que se habían escondido en su isla…
La sonrisa de Catherine se tornó felina, levemente, cuando dijo que no estaba asustado con aquel orgullo que le era tan propio. Sí, sin duda… Hablar con él le ayudaba a entenderlo aunque no siempre respondía a sus preguntas… El silencio también era una respuesta. Cuando mencionó la vez que le sorprendió, la morena estudió su rostro un instante. Había perdido la cordura, o eso creía ella… No la había oído, no la había visto…Simplemente… Un escalofrío le recorrió el cuerpo y apartó la vista, era mejor no recordarlo. Esa experiencia había sido… Horrorosa. Apretó un poco los dientes, tratando de que los recuerdos desaparecieran y enfocándose en la conversación.
Volvió los ojos hacia él cuando hizo aquella pregunta y ella le respondió con otra -¿Qué estarías dispuesto a hacerme?- Inquirió, porque ella se conocía a sí misma y sabía que ni siquiera en sus pesadillas sería capaz de llenarse las manos de sangre. Quizás no directamente… No, una parte de ella siempre le habían gustado las venganzas y las torturas. Quizás una parte cruel, una parte que la mantenía atada a ese lado “malvado” que se leía en las historias de Morgana.
-No necesito canalizadores- Le respondió con un tono tranquilo -Mi báculo es un potenciador- Añadió. Un potenciador y una pieza importante de su vida, una pieza donde llevaba una parte de cada persona a la que había perdido porque por ellos…Por ellos viviría, por ellos llevaría al linaje Le Fay a lo más alto…Por ellos lo daría y lo seguiría dando todo. Desvió su vista a su pecho brevemente, enfocando el collar, pero no le dio mucha más importancia. Había cosas más interesantes en las que centrar su atención.
Notó la sorpresa en sus ojos pero no sonrió, aquella victoria propia y saborear su reacción se lo quedó para sí misma. Así como el suspiro de satisfacción al sentir aquel familiar zumbido, el ronroneo de la magia del contrario. Era como el dulce arrullo de un río. Mantuvo sus ojos en él y aunque sus primeras palabras resonaron con profundidad hasta el centro de su ser…No las últimas -No pongas cargas en nuestros hijos cuando ni siquiera han nacido. ¿Te gusta a ti? ¿Esta carga que te ha sido impuesta?... No tenemos enemigos, sólo los que creemos de ahora en adelante. Y yo no planeo hacerme con ninguno ¿Tú sí?-
Pero aquel sentimiento de…pérdida. No. No era eso. Cerró los ojos y se dejó llevar, por aquel sonido que la llamaba. Le hacía señas. Ella le respondió y su magia también, dejó de mantener la distancia y fue hasta aquel punto donde compartían su torrente de energía. Estando allí se preguntó si podía absorber pero, fue cuidadosa, al menos ella porque sabía que la magia de sangre…Una equivocada maniobra podía matarlos a los dos. Sin embargo, ella compartió. Un sonidito abandonó sus labios cuando sintió el tirón al completo y clavó los dedos en el Pendragon. Casi podía verlo, aquel núcleo mágico y enérgico que le erizaba la piel y resquebrajaba enterezas. Un escalofrío que recorrió su cuerpo hasta sus huesos, con tanta fiereza que, quizás podría partirla en dos. Sintió su corazón acelerarse, su sangre calentarse, sus mejillas sonrojarse y sus labios curvarse en una sonrisa de satisfacción. No sintió la pérdida, no como la primera vez. Y habría sido tan fácil, dejarse llevar por aquella llamada de excitante investigación, pero prefirió evitar algunos inconvenientes.
Como que le leyera la mente.
Levantó su escudo mental, por si acaso, y en ese instante sintió la oscuridad moverse a su alrededor. Sonrió y abrió los ojos hacia él, observándole cómo buscaba respuestas en su mirada. Sus siguientes palabras alargaron la felina sornisa y le miró con soberbia, incluso aunque era mucho más alto que ella y, en aquella cercanía, tenía que alzar la cabeza para mirarlo, Catherine mantuvo el gesto -Wthyr… ¿Le das una espada a un niño que no ha desarrollado músculo?- Ladeó la cabeza hacia un lado -No es la primera vez que me pides que te ataque… ¿Estás buscando que te castigue por algo?- Sus ojos se entrecerraron, pero entonces el zumbido danzó a través de sus dedos y Catherine respondió a su llamado con una ola de su poder mágico, jugueteando para luego permitir que la oscuridad cesara hasta formar un báculo que flotaba sin necesidad alguna de base. Mantuvo su agarre, disfrutando demasiado de esa magia que pasaba del uno al otro, el cosquilleo bajo la piel, la calidez que se alojaba en su corazón -Conviértelo en una espada- Ordenó y miró el báculo de reojo un instante y aunque no lo deseaba, es más, era la última cosa que quería hacer dejó de hacer contacto con Wthyr y se alejó un paso, enfrentándose al báculo. Inspiró profundamente, dejando escapar el aire en un largo suspiro. La calidez de la magia ya no estaba allí, ya no había melodía en sus oídos, ya no había brillo en su mirada… Sola, de nuevo, con sus propias reservas mientras el torrente se disipaba en la nada. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón y esperó por el Pendragon.
La sonrisa de Catherine se tornó felina, levemente, cuando dijo que no estaba asustado con aquel orgullo que le era tan propio. Sí, sin duda… Hablar con él le ayudaba a entenderlo aunque no siempre respondía a sus preguntas… El silencio también era una respuesta. Cuando mencionó la vez que le sorprendió, la morena estudió su rostro un instante. Había perdido la cordura, o eso creía ella… No la había oído, no la había visto…Simplemente… Un escalofrío le recorrió el cuerpo y apartó la vista, era mejor no recordarlo. Esa experiencia había sido… Horrorosa. Apretó un poco los dientes, tratando de que los recuerdos desaparecieran y enfocándose en la conversación.
Volvió los ojos hacia él cuando hizo aquella pregunta y ella le respondió con otra -¿Qué estarías dispuesto a hacerme?- Inquirió, porque ella se conocía a sí misma y sabía que ni siquiera en sus pesadillas sería capaz de llenarse las manos de sangre. Quizás no directamente… No, una parte de ella siempre le habían gustado las venganzas y las torturas. Quizás una parte cruel, una parte que la mantenía atada a ese lado “malvado” que se leía en las historias de Morgana.
-No necesito canalizadores- Le respondió con un tono tranquilo -Mi báculo es un potenciador- Añadió. Un potenciador y una pieza importante de su vida, una pieza donde llevaba una parte de cada persona a la que había perdido porque por ellos…Por ellos viviría, por ellos llevaría al linaje Le Fay a lo más alto…Por ellos lo daría y lo seguiría dando todo. Desvió su vista a su pecho brevemente, enfocando el collar, pero no le dio mucha más importancia. Había cosas más interesantes en las que centrar su atención.
Notó la sorpresa en sus ojos pero no sonrió, aquella victoria propia y saborear su reacción se lo quedó para sí misma. Así como el suspiro de satisfacción al sentir aquel familiar zumbido, el ronroneo de la magia del contrario. Era como el dulce arrullo de un río. Mantuvo sus ojos en él y aunque sus primeras palabras resonaron con profundidad hasta el centro de su ser…No las últimas -No pongas cargas en nuestros hijos cuando ni siquiera han nacido. ¿Te gusta a ti? ¿Esta carga que te ha sido impuesta?... No tenemos enemigos, sólo los que creemos de ahora en adelante. Y yo no planeo hacerme con ninguno ¿Tú sí?-
Pero aquel sentimiento de…pérdida. No. No era eso. Cerró los ojos y se dejó llevar, por aquel sonido que la llamaba. Le hacía señas. Ella le respondió y su magia también, dejó de mantener la distancia y fue hasta aquel punto donde compartían su torrente de energía. Estando allí se preguntó si podía absorber pero, fue cuidadosa, al menos ella porque sabía que la magia de sangre…Una equivocada maniobra podía matarlos a los dos. Sin embargo, ella compartió. Un sonidito abandonó sus labios cuando sintió el tirón al completo y clavó los dedos en el Pendragon. Casi podía verlo, aquel núcleo mágico y enérgico que le erizaba la piel y resquebrajaba enterezas. Un escalofrío que recorrió su cuerpo hasta sus huesos, con tanta fiereza que, quizás podría partirla en dos. Sintió su corazón acelerarse, su sangre calentarse, sus mejillas sonrojarse y sus labios curvarse en una sonrisa de satisfacción. No sintió la pérdida, no como la primera vez. Y habría sido tan fácil, dejarse llevar por aquella llamada de excitante investigación, pero prefirió evitar algunos inconvenientes.
Como que le leyera la mente.
Levantó su escudo mental, por si acaso, y en ese instante sintió la oscuridad moverse a su alrededor. Sonrió y abrió los ojos hacia él, observándole cómo buscaba respuestas en su mirada. Sus siguientes palabras alargaron la felina sornisa y le miró con soberbia, incluso aunque era mucho más alto que ella y, en aquella cercanía, tenía que alzar la cabeza para mirarlo, Catherine mantuvo el gesto -Wthyr… ¿Le das una espada a un niño que no ha desarrollado músculo?- Ladeó la cabeza hacia un lado -No es la primera vez que me pides que te ataque… ¿Estás buscando que te castigue por algo?- Sus ojos se entrecerraron, pero entonces el zumbido danzó a través de sus dedos y Catherine respondió a su llamado con una ola de su poder mágico, jugueteando para luego permitir que la oscuridad cesara hasta formar un báculo que flotaba sin necesidad alguna de base. Mantuvo su agarre, disfrutando demasiado de esa magia que pasaba del uno al otro, el cosquilleo bajo la piel, la calidez que se alojaba en su corazón -Conviértelo en una espada- Ordenó y miró el báculo de reojo un instante y aunque no lo deseaba, es más, era la última cosa que quería hacer dejó de hacer contacto con Wthyr y se alejó un paso, enfrentándose al báculo. Inspiró profundamente, dejando escapar el aire en un largo suspiro. La calidez de la magia ya no estaba allí, ya no había melodía en sus oídos, ya no había brillo en su mirada… Sola, de nuevo, con sus propias reservas mientras el torrente se disipaba en la nada. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón y esperó por el Pendragon.
Contenido patrocinado
Raza
mensajes
puntos
Alineamiento
Ocupación
Bando
Apodo
Edad
Nacionalidad
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.