Recuerdo del primer mensaje :
Nunca me había gustado que me respondiesen a una pregunta con otra, así que simplemente hice un sonido de molestia cuando ella lo hizo, acompañando con una cara de "la duda ofende". ¿Por qué tenía que responder yo primero para decir que no la atacaría si ella era la primera que se había negado en ofrecerlo? era como estar echando un pulso constantemente. Luego me sonó un tanto engreída por eso de que no necesitaba canalizadores, pensando que eso también eran potenciadores. Más tarde le explicaría la diferencia, cuando tuviésemos un rato menos ajetreado. Por lo visto estaba empeñada en seguir irritándome, y tampoco le gustó lo que dije sobre el futuro de nuestro linaje. En ese momento sí tuve que interrumpir, aunque fuese de manera breve y un tanto seca.
- Toda "carga" tiene sus pros y sus contras. No seamos hipócritas. Tanto tú como yo sabemos lo que conlleva nuestra posición y nuestro poder, y aúna sí...nunca has sido capaz de olvidarte de todo y renunciar. Seguro que tan malo no te parece. - con lo de los enemigos ya sí que me sacó una sonrisa sarcástica, murmurando un 'ingenua' por lo bajo que podía ser perfectamente audible. Como si fuese tan fácil evitar hacerse enemigos.
El entendimiento mutuo no nos llegaba por medio de las palabras, pero cuando uníamos nuestra energía mágica era distinto. Parecían compenetrarse y tener una afinidad especial, incluso parecían potenciarse. Con el contacto físico parecía más fácil, pero debía descubrir si también era capaz sin él. Las sombras se agitaban a nuestro alrededor, pero no adquirían ninguna forma definida. ¿Me estaba comparando con un niño al usar su magia? - Tal vez sí. Si se hace daño, aprenderá para la próxima. negué despacio con la cabeza ante su extraña pregunta sobre si quería que me castigasen, como si me fueran ese tipo de cosas. - Ni que hubiese hecho algo para merecerlo. No, no va por ahí. Sólo me gusta que me pongan a prueba, que me desafíen. - acabé soltando sus brazos después de que ella concentrase toda la oscuridad en un punto para formar un báculo, sintiendo una especie de bajón de energía ahora que ella se había alejado.
Intenté domar las sombras que se agitaban en el recién formado báculo, procurando darles la forma de espada que ella había pedido. Podía hacerlo cuando usaba la magia de sangre, así que intenté seguir el mismo método, visualizar lo que quería y tratar de materializarlo con la energía mágica. El báculo comenzó a cambiar de forma, pero a algo indefinido que se resistía a hacer lo que yo quería. Sólo había tomado prestada parte de la esencia mágica de Catherine, pero parecía ser que necesitaba más. Extendí una mano hacia el báculo mientras trataba de retorcerlo, aproximándome a ella para tomar su mano con la que a mí me quedaba libre. A partir de ese momento comencé a recobrar de el torrente mágico con el que había perdido contacto, llegando incluso a abusar de su energía para tomar en exceso. Al final logré doblegar las sombras hasta conseguir una espada, y no una cualquiera. El báculo tomó la forma de Excalibur, la antigua espada de Arturo. La había visto en multitud de grabados, pinturas y esculturas de los Pendragon, pero jamás en persona. Era otra historia pendiente para nosotros, una más entre las muchas que teníamos. - Esa espada debe volver a nuestra familia. Nuestros hijos la heredarán.
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post 2 de 2 de absorber esencia mágica
- Toda "carga" tiene sus pros y sus contras. No seamos hipócritas. Tanto tú como yo sabemos lo que conlleva nuestra posición y nuestro poder, y aúna sí...nunca has sido capaz de olvidarte de todo y renunciar. Seguro que tan malo no te parece. - con lo de los enemigos ya sí que me sacó una sonrisa sarcástica, murmurando un 'ingenua' por lo bajo que podía ser perfectamente audible. Como si fuese tan fácil evitar hacerse enemigos.
El entendimiento mutuo no nos llegaba por medio de las palabras, pero cuando uníamos nuestra energía mágica era distinto. Parecían compenetrarse y tener una afinidad especial, incluso parecían potenciarse. Con el contacto físico parecía más fácil, pero debía descubrir si también era capaz sin él. Las sombras se agitaban a nuestro alrededor, pero no adquirían ninguna forma definida. ¿Me estaba comparando con un niño al usar su magia? - Tal vez sí. Si se hace daño, aprenderá para la próxima. negué despacio con la cabeza ante su extraña pregunta sobre si quería que me castigasen, como si me fueran ese tipo de cosas. - Ni que hubiese hecho algo para merecerlo. No, no va por ahí. Sólo me gusta que me pongan a prueba, que me desafíen. - acabé soltando sus brazos después de que ella concentrase toda la oscuridad en un punto para formar un báculo, sintiendo una especie de bajón de energía ahora que ella se había alejado.
Intenté domar las sombras que se agitaban en el recién formado báculo, procurando darles la forma de espada que ella había pedido. Podía hacerlo cuando usaba la magia de sangre, así que intenté seguir el mismo método, visualizar lo que quería y tratar de materializarlo con la energía mágica. El báculo comenzó a cambiar de forma, pero a algo indefinido que se resistía a hacer lo que yo quería. Sólo había tomado prestada parte de la esencia mágica de Catherine, pero parecía ser que necesitaba más. Extendí una mano hacia el báculo mientras trataba de retorcerlo, aproximándome a ella para tomar su mano con la que a mí me quedaba libre. A partir de ese momento comencé a recobrar de el torrente mágico con el que había perdido contacto, llegando incluso a abusar de su energía para tomar en exceso. Al final logré doblegar las sombras hasta conseguir una espada, y no una cualquiera. El báculo tomó la forma de Excalibur, la antigua espada de Arturo. La había visto en multitud de grabados, pinturas y esculturas de los Pendragon, pero jamás en persona. Era otra historia pendiente para nosotros, una más entre las muchas que teníamos. - Esa espada debe volver a nuestra familia. Nuestros hijos la heredarán.
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-Entonces, no me preguntes tonterías- Le respondió a ese gesto breve pero contundente. Ella no tenía previsto asesinarlo, a diferencia de lo que pretendía hacer Morgana. Además había dado su palabra a él… Y eso que ni siquiera lo había pensado, Wthyr había ido un paso adelante. La respuesta sobre sus hijos le dio justo en aquel punto que le dolía. Estaba segura de que su padre tampoco había esperado eso para ella y aquí estaba… -¿Crees… que si hubiese renunciado a mi apellido y mi linaje… Me habría librado de la maldición?- Preguntó con voz baja, mirándolo con interés en su respuesta. Ni negó ni aceptó a aquella acepción sobre sí misma. No era una pregunta. No tenía la necesidad de responder.
-O puedes entrenarlo y evitar que se haga daño- Le respondió, negando suavemente con la cabeza y al escuchar aquello de que le gustaba que lo pusieran a prueba lo observó un instante. A ella también, pero no con un nivel de dolor o amenaza constante. Había sido…Había sido suficiente con las enseñanzas de maldiciones de su madre. Apartó la mirada, como queriendo esconder ese pensamiento y reorganizar sus sensaciones con el torrente de magia que aún tenía dentro de ella.
Observó las sombras, ladeando suavemente la cabeza pero no había ningún gesto de juicio; simplemente tenía curiosidad. Perdía potencia cuando no estaba en contacto con ella. Necesitaba… drenar su magia, absorberla para poder controlarla. ¿Llegaría un momento en el que no la necesitara? ¿Sería para él tan fácil como dominar su magia de sangre? -Si eres débil, no la toques, déjala irse- Le advirtió con voz baja y no parpadeó, simplemente respondió a su gesto cuando le vio extender la mano y le dio la suya. El cosquilleo subió por su brazo y se asentó en su nuca, erizándole desde allí todo el cuerpo y Catherine apretó los dedos dentro de sus botas para contener su reacción. Otra vez la calidez, otra vez el murmullo…Otra vez, le costaba mantener los ojos abiertos pero no estaba segura si de cansancio o deseo de entregarse a aquel delicioso ronroneo mágico.
La voz de Wthyr la trajo de vuelta porque sí, había cerrado los ojos, se había dejado llevar...Entregándose abiertamente a las sensaciones a excepción de su escudo. Cuando los abrió observó la espada -Agh… Te haré una espada, Wthyr. Te haré una espada tan legendaria…Una espada que no sólo traspase la historia de este siglo y los siguientes, sino una que traspase mundos. Deja a Excalibur- Le dijo y retiró su mano de la de él sintiendo un vacío tal que las rodillas le temblaron. Se mordió el labio inferior para no soltar un quejido. Extendió una mano hacia la oscuridad para que fuese hacia ella, convocándola para que volviera a su cauce y percibió un mareo casi de inmediato. Cerró los ojos un instante llevándose una mano a la cabeza donde una migraña empezaba -¿Por qué…debemos atarnos al pasado cuando podemos crear un mundo nuevo?- Preguntó -Nuevas tradiciones…Nuevos gobiernos, nuevas sociedades, nuevos lazos…- Empezó a divagar pero por un momento no se atrevió a dar ningún paso, no se atrevía a hacerlo sobre aquellas débiles rodillas. Iba a caerse. Iba a desmayarse -Necesito que me lleves a mis aposentos…La… El drenaje me ha afectado…Oh, Morgana…- Susurró soltando una risita de la vergüenza que se daba a sí misma por esa situación. ¿Era eso lo que se sentía cuando se estaba borracho? ¿O eran los efectos de una resaca? -Quiero aprender…a drenarte a ti. Un trato justo-
-O puedes entrenarlo y evitar que se haga daño- Le respondió, negando suavemente con la cabeza y al escuchar aquello de que le gustaba que lo pusieran a prueba lo observó un instante. A ella también, pero no con un nivel de dolor o amenaza constante. Había sido…Había sido suficiente con las enseñanzas de maldiciones de su madre. Apartó la mirada, como queriendo esconder ese pensamiento y reorganizar sus sensaciones con el torrente de magia que aún tenía dentro de ella.
Observó las sombras, ladeando suavemente la cabeza pero no había ningún gesto de juicio; simplemente tenía curiosidad. Perdía potencia cuando no estaba en contacto con ella. Necesitaba… drenar su magia, absorberla para poder controlarla. ¿Llegaría un momento en el que no la necesitara? ¿Sería para él tan fácil como dominar su magia de sangre? -Si eres débil, no la toques, déjala irse- Le advirtió con voz baja y no parpadeó, simplemente respondió a su gesto cuando le vio extender la mano y le dio la suya. El cosquilleo subió por su brazo y se asentó en su nuca, erizándole desde allí todo el cuerpo y Catherine apretó los dedos dentro de sus botas para contener su reacción. Otra vez la calidez, otra vez el murmullo…Otra vez, le costaba mantener los ojos abiertos pero no estaba segura si de cansancio o deseo de entregarse a aquel delicioso ronroneo mágico.
La voz de Wthyr la trajo de vuelta porque sí, había cerrado los ojos, se había dejado llevar...Entregándose abiertamente a las sensaciones a excepción de su escudo. Cuando los abrió observó la espada -Agh… Te haré una espada, Wthyr. Te haré una espada tan legendaria…Una espada que no sólo traspase la historia de este siglo y los siguientes, sino una que traspase mundos. Deja a Excalibur- Le dijo y retiró su mano de la de él sintiendo un vacío tal que las rodillas le temblaron. Se mordió el labio inferior para no soltar un quejido. Extendió una mano hacia la oscuridad para que fuese hacia ella, convocándola para que volviera a su cauce y percibió un mareo casi de inmediato. Cerró los ojos un instante llevándose una mano a la cabeza donde una migraña empezaba -¿Por qué…debemos atarnos al pasado cuando podemos crear un mundo nuevo?- Preguntó -Nuevas tradiciones…Nuevos gobiernos, nuevas sociedades, nuevos lazos…- Empezó a divagar pero por un momento no se atrevió a dar ningún paso, no se atrevía a hacerlo sobre aquellas débiles rodillas. Iba a caerse. Iba a desmayarse -Necesito que me lleves a mis aposentos…La… El drenaje me ha afectado…Oh, Morgana…- Susurró soltando una risita de la vergüenza que se daba a sí misma por esa situación. ¿Era eso lo que se sentía cuando se estaba borracho? ¿O eran los efectos de una resaca? -Quiero aprender…a drenarte a ti. Un trato justo-
Tonterías serían para ella. Le encantaban las evasivas y si podía no decía claras sus intenciones, así que empecé a poner en duda que en algún momento lográsemos hablar abiertamente y sin fijarnos en si decíamos de más o no. Dejé el tema de lado, ya observaría si llegado el momento demostraba estar realmente de mi lado y si cumplía con el compromiso del matrimonio más allá de lo necesario para anular la maldición. Ni siquiera hizo falta responderle si se habría anulado al renunciar a su apellido o a su cargo...habría seguido ahí. Únicamente se hubiese librado de otros posibles quebraderos de cabeza con los del Consejo.
- Eso es evitar que se haga daño para convertirlo en un débil que no aguanta nada. - maticé enseguida. Si su idea de criar a los niños era tenerlos entre algodones...tendría que intervenir. Alcé la barbilla un tanto indignado al creer que me llamaba débil a mí, sin comprender exactamente por qué debía dejar ir la oscuridad. A lo mejor ella no podía dominarla si no estaba en plenas facultades, pero eso no me sucedería a mí. No cuando consiguiese domar su poder. Le eché una mirada de incomprensión por su actitud ante la réplica en sombras de Excalibur, aunque comprendí que era por defender a su amigo el llorica. El ladrón. - Perfecto. Hacemos otra y ya está. Pues que te quiten a ti cualquier legado familiar de siglos, algo con un gran poder mágico. Que lo quiten y se lo den al más inepto del Consejo. Mejor dicho, que te lo roben... - repuse de modo sarcástico mientras intentaba venderme el cuento de cosas nuevas. - Dudo que sepas forjar una mejor. - Entorné los ojos un momento al ver que cerraba los suyos y se llevaba una mano a la cabeza, sospechando que tal vez me había extralimitado a la hora de usar la absorción de magia.
Enseguida me aproximé a ella, incluso antes de que pidiese que la llevase a sus aposentos. Pasé una mano tras su cintura para sujetarla con firmeza, llevando la otra hacia su rostro para alzarlo y hacer que me mirase. - Se acabó el experimento por hoy. - Aparentemente estaba bien, pero tendría que tener cuidado la próxima vez que intentase lo del drenaje. - Es difícil que te enseñe algo que yo mismo estoy aprendiendo, pero puedes intentarlo. Shyvanna hace algo similar, pero ella absorbe heridas de otros para curarlas. Cuando quieras concierto una cita con ella...- le solté a sabiendas de que no se soportaban. Pensé en ayudarla a caminar, pero era más rápido llevarla yo mismo. La levanté del suelo con facilidad y la cargué al hombro como si fuese un caído en la batalla, comenzando a recorrer el pasillo que conducía a sus aposentos.
- Eso es evitar que se haga daño para convertirlo en un débil que no aguanta nada. - maticé enseguida. Si su idea de criar a los niños era tenerlos entre algodones...tendría que intervenir. Alcé la barbilla un tanto indignado al creer que me llamaba débil a mí, sin comprender exactamente por qué debía dejar ir la oscuridad. A lo mejor ella no podía dominarla si no estaba en plenas facultades, pero eso no me sucedería a mí. No cuando consiguiese domar su poder. Le eché una mirada de incomprensión por su actitud ante la réplica en sombras de Excalibur, aunque comprendí que era por defender a su amigo el llorica. El ladrón. - Perfecto. Hacemos otra y ya está. Pues que te quiten a ti cualquier legado familiar de siglos, algo con un gran poder mágico. Que lo quiten y se lo den al más inepto del Consejo. Mejor dicho, que te lo roben... - repuse de modo sarcástico mientras intentaba venderme el cuento de cosas nuevas. - Dudo que sepas forjar una mejor. - Entorné los ojos un momento al ver que cerraba los suyos y se llevaba una mano a la cabeza, sospechando que tal vez me había extralimitado a la hora de usar la absorción de magia.
Enseguida me aproximé a ella, incluso antes de que pidiese que la llevase a sus aposentos. Pasé una mano tras su cintura para sujetarla con firmeza, llevando la otra hacia su rostro para alzarlo y hacer que me mirase. - Se acabó el experimento por hoy. - Aparentemente estaba bien, pero tendría que tener cuidado la próxima vez que intentase lo del drenaje. - Es difícil que te enseñe algo que yo mismo estoy aprendiendo, pero puedes intentarlo. Shyvanna hace algo similar, pero ella absorbe heridas de otros para curarlas. Cuando quieras concierto una cita con ella...- le solté a sabiendas de que no se soportaban. Pensé en ayudarla a caminar, pero era más rápido llevarla yo mismo. La levanté del suelo con facilidad y la cargué al hombro como si fuese un caído en la batalla, comenzando a recorrer el pasillo que conducía a sus aposentos.
-O marcarlo por siempre- Le dijo a Wthyr con un tono tenso. Un tono que dejaba entrever que ella había sido criada exactamente como él deseaba entrenar. Pero Catherine controló su rostro, se concentró en dejarlo relajado y apartó la mirada. No le apetecía observarlo, ni a él, ni lo que se cocía dentro de ella con los recuerdos de Elise golpeando su cabeza una y otra y otra vez. Pasó la mirada de la chimenea a las paredes tratando de enfocarse en que estaba en ESE salón y no en ninguno del castillo Le Fay. Un castillo en ruinas…Un castillo sin nada más que fantasmas de una vida pasada.
El “perfecto” sonó como un latigazo y Catherine volvió la mirada hacia él para oír el resto de las palabras que salían de su boca y aunque él hablaba de esa forma, ella sólo sonreía de manera triste -No tengo ninguna reliquia de mi familia- El laberinto no lo tomaba en cuenta, porque por el momento no iría a consultarlo de nuevo -Mi castillo está en ruinas, mi casa en la isla se destruyó cuando cayó y lo perdí todo- Alzó suavemente el hombro -Sean no es inepto. Mantuvo a Aedan vivo- Volvió a defenderle, pero estaba agotada ya de hablar con él sobre el tema de la espada y entonces soltó aquello de que “dudaba” que pudiera forjar una mejor -Y tú qué sabes de mí? Puedo hacer lo que me salga de las narices si lo deseo- El dolor y el mareo la hicieron caer en un momento casi infantil y le sacó la lengua -Me haré una daga y te cerraré la boca-
En cuanto se acercó a ella recargó su peso en él, agarrándole del brazo cuando le cogió de la cintura para tener más estabilidad y lo observó cuando le alzó el rostro, asintiendo con suavidad -Mmm… ¿Pero lo escuchas? Está ahí… Quizás podríamos… - Las palabras se le deslizaron de los labios casi sin ser consciente mientras ladeaba la cabeza para mirarlo con curiosidad. Era un seductor arrullo, como si la magia estuviera aburrida de jugar sola y quisiera seguir. Sonrió brevemente y entonces se fijó en algo que quizás había visto en otro momento, pero no le había dado importancia, la cicatriz que le cruzaba el ojo. Iba a alzar una mano para señalarla y preguntar cuando le dijo que podía intentarlo -Primero tienes que enseñarme cómo no matarnos y en…No- Frunció el ceño -Shyvanna quiere matarme. No. No. No voy a entrenar con otra persona que no seas tú- Se enfurruñó y soltó un sonido indignado cuando la levantó de esa forma, apoyándola contra su hombro. La cabeza empezaba a pesarle un poco y el bamboleo constante contra la espalda de Wthyr no estaba ayudando así que le pasó los brazos por la cintura y hundió la cara en su espalda para tratar de que el movimiento no la mareara más. Menudos modales, menudo protocolo el que se gastaban los Pendragon. Tanto “cuídate”, "no volar por los aires", "dejemos el entrenamiento para después" y la trataba como una bolsa de patatas. Puso los ojos en blanco.
Al llegar a la habitación le dejó pasar un par de pasos y empezó a soltarse y a removerse para hacer que la bajara. Cuando se bajó procuró mantener un poquito la distancia, pero ni siquiera le sonrió… Quería… quería la cama con esas deliciosas sábanas, volvió la vista hacia allí y luego miró a Wthyr. Alzó una mano para apartarse un par de mechones de cabello oscuro del rostro como si de pronto se hubiese quedado sin palabras, si saber qué decir -Buenas noches- Le soltó así, sin más y se giró para ir hacia la cama con las rodillas un poco inestables… ¿Por qué era tan grande ese cuarto? Agh… Se sentó y empezó a quitarse las botas, cuando las tuvo listas empezó a mover las sábanas. En ese instante, tenía sólo el objetivo de dormir, sin importarle tres pepinos si estaba con pijama o no.
O si Wthyr ahora era consciente de porqué Catherine pasaba tanto tiempo encerrada en su habitación: Desplegado del otro lado de la cama, ocupando el resto de la habitación (ya que había hecho arrimar hacia la pared o quitar los muebles directamente) para abrir espacio al lienzo en el que estaba armando el nuevo árbol de la familia Le Fay y, además, algunas generaciones de los Pendragon con la información de los pergaminos que estaban acomodados bastante ordenados en uno de las mesitas y los otros desplegados frente al lienzo. El único desastre era la tinta roja que había generado todo el revuelo del embarazo y que se había desparramado sobre el retrato de Altair, pintado en blanco y negro y con la señalización de “Causa de muerte: Maldición. Asesina: Elise Le Fay”. O la mismísima señalización de su padre en el que el asesino era Matvey. En ese instante, ni siquiera era la mitad de consciente de que el Pendragon podía adivinar demasiadas cosas de su vida con aquel árbol que era sólo para uso propio.
OFF
De verdad wiwi, de verdad.
Tus tres hermanas te miran con cierta sorpresa. Menudos modales.
Afección: éxito aguanta.
Fallo se pone ppocha
El “perfecto” sonó como un latigazo y Catherine volvió la mirada hacia él para oír el resto de las palabras que salían de su boca y aunque él hablaba de esa forma, ella sólo sonreía de manera triste -No tengo ninguna reliquia de mi familia- El laberinto no lo tomaba en cuenta, porque por el momento no iría a consultarlo de nuevo -Mi castillo está en ruinas, mi casa en la isla se destruyó cuando cayó y lo perdí todo- Alzó suavemente el hombro -Sean no es inepto. Mantuvo a Aedan vivo- Volvió a defenderle, pero estaba agotada ya de hablar con él sobre el tema de la espada y entonces soltó aquello de que “dudaba” que pudiera forjar una mejor -Y tú qué sabes de mí? Puedo hacer lo que me salga de las narices si lo deseo- El dolor y el mareo la hicieron caer en un momento casi infantil y le sacó la lengua -Me haré una daga y te cerraré la boca-
En cuanto se acercó a ella recargó su peso en él, agarrándole del brazo cuando le cogió de la cintura para tener más estabilidad y lo observó cuando le alzó el rostro, asintiendo con suavidad -Mmm… ¿Pero lo escuchas? Está ahí… Quizás podríamos… - Las palabras se le deslizaron de los labios casi sin ser consciente mientras ladeaba la cabeza para mirarlo con curiosidad. Era un seductor arrullo, como si la magia estuviera aburrida de jugar sola y quisiera seguir. Sonrió brevemente y entonces se fijó en algo que quizás había visto en otro momento, pero no le había dado importancia, la cicatriz que le cruzaba el ojo. Iba a alzar una mano para señalarla y preguntar cuando le dijo que podía intentarlo -Primero tienes que enseñarme cómo no matarnos y en…No- Frunció el ceño -Shyvanna quiere matarme. No. No. No voy a entrenar con otra persona que no seas tú- Se enfurruñó y soltó un sonido indignado cuando la levantó de esa forma, apoyándola contra su hombro. La cabeza empezaba a pesarle un poco y el bamboleo constante contra la espalda de Wthyr no estaba ayudando así que le pasó los brazos por la cintura y hundió la cara en su espalda para tratar de que el movimiento no la mareara más. Menudos modales, menudo protocolo el que se gastaban los Pendragon. Tanto “cuídate”, "no volar por los aires", "dejemos el entrenamiento para después" y la trataba como una bolsa de patatas. Puso los ojos en blanco.
Al llegar a la habitación le dejó pasar un par de pasos y empezó a soltarse y a removerse para hacer que la bajara. Cuando se bajó procuró mantener un poquito la distancia, pero ni siquiera le sonrió… Quería… quería la cama con esas deliciosas sábanas, volvió la vista hacia allí y luego miró a Wthyr. Alzó una mano para apartarse un par de mechones de cabello oscuro del rostro como si de pronto se hubiese quedado sin palabras, si saber qué decir -Buenas noches- Le soltó así, sin más y se giró para ir hacia la cama con las rodillas un poco inestables… ¿Por qué era tan grande ese cuarto? Agh… Se sentó y empezó a quitarse las botas, cuando las tuvo listas empezó a mover las sábanas. En ese instante, tenía sólo el objetivo de dormir, sin importarle tres pepinos si estaba con pijama o no.
O si Wthyr ahora era consciente de porqué Catherine pasaba tanto tiempo encerrada en su habitación: Desplegado del otro lado de la cama, ocupando el resto de la habitación (ya que había hecho arrimar hacia la pared o quitar los muebles directamente) para abrir espacio al lienzo en el que estaba armando el nuevo árbol de la familia Le Fay y, además, algunas generaciones de los Pendragon con la información de los pergaminos que estaban acomodados bastante ordenados en uno de las mesitas y los otros desplegados frente al lienzo. El único desastre era la tinta roja que había generado todo el revuelo del embarazo y que se había desparramado sobre el retrato de Altair, pintado en blanco y negro y con la señalización de “Causa de muerte: Maldición. Asesina: Elise Le Fay”. O la mismísima señalización de su padre en el que el asesino era Matvey. En ese instante, ni siquiera era la mitad de consciente de que el Pendragon podía adivinar demasiadas cosas de su vida con aquel árbol que era sólo para uso propio.
OFF
De verdad wiwi, de verdad.
Tus tres hermanas te miran con cierta sorpresa. Menudos modales.
Afección: éxito aguanta.
Fallo se pone ppocha
Dados
Raza
mensajes
puntos
Alineamiento
Ocupación
Bando
Apodo
Edad
Nacionalidad
El miembro 'Catherine Le Fay' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
'Probabilidad' :
'Probabilidad' :
Podría haber pasado desapercibido el comentario de marcar a un niño para siempre, pero lo acabé relacionando con todo lo que había dicho ella sobre la carga de su linaje. Así es como se sentía. Le pesaba y a la vez...no podía huir de lo que era. Tampoco se podía anhelar tener algo que no se había tenido antes. No se podía desear lo que no se conocía. Yo había decidido enterrar hace tiempo todo ese conflicto personal con la "carga" de ser Pendragon, y las ocasiones en las que aparecían las dudas estaban todas relacionadas con los sacrificios al Sanguis. Era difícil lidiar con aquello. Casi me dio pena cuando dijo que no le quedaba nada de su familia. Ni personas, ni reliquias, ni casa. Al menos tenía a su hijo. Lo último que le quedaba. Hice un sonido de hastío cuando volvió a defender a Sean, pero la ignoré. No quería hablar más de él. Si a ella le aburría mi tema de la espada, a mí me aburría el de su amigo ladrón.
- Sé algunas cosas de ti. Recuerda que vi lo que había en tu mente... - iba a seguir diciendo algunas cosas más en ese sentido, pero su gesto de sacarme la lengua me descolocó bastante. La miré con cara de extrañeza frunciendo el ceño, pues nunca la había visto en aquella actitud infantil. ¿Así era cuando bajaba la guardia? ¿perdía su fachada seria? - Estoy deseando ver cómo me cierras la boca con una daga mal hecha. - la reté antes de cargarla al hombro sin más discusión, sujetándola bien para que no se cayese. No supe responderle a eso de si lo escuchaba, aunque supuse que se refería a la magia cuando intenté absorberla. Era más bien una necesidad de robar poder, una especie de sed por obtener más caudal mágico.
- Mi hermana no te mataría. Sabe lo que nos jugamos todos. Aunque reconozco que me halaga que prefieras que te entrene en exclusiva. ¿Incluso confías en mí para entrenar sin matarnos? Es un avance. - en realidad no era para tanto, no había mucho donde elegir en Ávalon. No tardé en bajarla al llegar a la habitación, por como se movía podía notar que estaba incómoda en la posición en la que la había cogido. La seguí de cerca hasta que se sentó, alzando una ceja levemente cuando me dio por despedido con ese "buenas noches". - Si no te encuentras bien, dilo. - la insté para que no pensase que me iba a ir tan rápido. Desvié la mirada hacia otro lado, fijándome en el desorden de habitación que había dejado. Un lienzo en el lateral me llamó la atención, así que me acerqué hasta él mientras ella se quitaba las botas.
Con tanto pergamino y nombres parecía un trabajo de investigación bastante desarrollado, a la par que caótico. Recorrí cada palabra con detenimiento, comenzando a atar cabos al ver lo de las causas de la muerte. Eran sus familiares, y ponía el modo en que los había perdido. Aquello me recordó a mi obsesión por tratar de descubrir si era cierto o no lo de la maldición familiar. Supuse que ella había entrado en el mismo bucle cuando le conté aquello.
- Querías comprobar si era cierto. Todos han muerto de manera violenta y prematura. - aparté la vista del lienzo, caminando hacia la cama para sentarme en un lateral. - Ese hombre mató a tu padre. Y lo invitaste a la la boda. ¿Por qué?
- Sé algunas cosas de ti. Recuerda que vi lo que había en tu mente... - iba a seguir diciendo algunas cosas más en ese sentido, pero su gesto de sacarme la lengua me descolocó bastante. La miré con cara de extrañeza frunciendo el ceño, pues nunca la había visto en aquella actitud infantil. ¿Así era cuando bajaba la guardia? ¿perdía su fachada seria? - Estoy deseando ver cómo me cierras la boca con una daga mal hecha. - la reté antes de cargarla al hombro sin más discusión, sujetándola bien para que no se cayese. No supe responderle a eso de si lo escuchaba, aunque supuse que se refería a la magia cuando intenté absorberla. Era más bien una necesidad de robar poder, una especie de sed por obtener más caudal mágico.
- Mi hermana no te mataría. Sabe lo que nos jugamos todos. Aunque reconozco que me halaga que prefieras que te entrene en exclusiva. ¿Incluso confías en mí para entrenar sin matarnos? Es un avance. - en realidad no era para tanto, no había mucho donde elegir en Ávalon. No tardé en bajarla al llegar a la habitación, por como se movía podía notar que estaba incómoda en la posición en la que la había cogido. La seguí de cerca hasta que se sentó, alzando una ceja levemente cuando me dio por despedido con ese "buenas noches". - Si no te encuentras bien, dilo. - la insté para que no pensase que me iba a ir tan rápido. Desvié la mirada hacia otro lado, fijándome en el desorden de habitación que había dejado. Un lienzo en el lateral me llamó la atención, así que me acerqué hasta él mientras ella se quitaba las botas.
Con tanto pergamino y nombres parecía un trabajo de investigación bastante desarrollado, a la par que caótico. Recorrí cada palabra con detenimiento, comenzando a atar cabos al ver lo de las causas de la muerte. Eran sus familiares, y ponía el modo en que los había perdido. Aquello me recordó a mi obsesión por tratar de descubrir si era cierto o no lo de la maldición familiar. Supuse que ella había entrado en el mismo bucle cuando le conté aquello.
- Querías comprobar si era cierto. Todos han muerto de manera violenta y prematura. - aparté la vista del lienzo, caminando hacia la cama para sentarme en un lateral. - Ese hombre mató a tu padre. Y lo invitaste a la la boda. ¿Por qué?
Conectó su mirada con la de él y le sonrió levemente -No estoy definida por mis miedos, Wthyr- Y apostaba que él tampoco. Pero si lo que quería era hacerle saber que era consciente de aquella información ella simplemente le miró con cierta intensidad, haciéndole entender que quizás, aunque él supiera sobre aquello no le avergonzaba en lo más mínimo. No…Siempre existirían esas sombras, pero a partir de allí se había reconstruido y tal vez era por eso que ansiaba y buscaba aún más poder. Se sorprendió de su gesto y no lo comprendió hasta que se dio cuenta de que había sido porque le había sacado la lengua. ¿Qué? ¿Demasiado infantil para su gusto? Puso los ojos en blanco con lo de la daga y, en ese instante, empezó a pensar cómo mierda se hacía una daga. No tenía ni idea. Pero…La haría. Si fuese sólo para ganarle una al Pendragon.
Escuchó sus palabras sobre el entrenamiento y sonrió de lado ante aquel “halago” que le había hecho casi sin pensarlo -Tu hermana tiene fama de impulsiva y si se equivoca quizás sea yo la que la mate- Le dijo a Wthyr antes de seguir respondiéndole el resto -Confío en ti para que no intentes matarme mientras entrenamos porque sé que yo no te mataría. Quiero creer que me tratarías con la misma deferencia y, de no ser así, dímelo ya para saber a quien me enfrento en los entrenamientos- Sabía que era retomar una conversación que habían tenido mucho antes pero definitivamente el moreno necesitaba escucharlo. Tal vez con eso bajara un poco la guardia y parara de buscarle la vuelta a cada palabra que decía -Nunca me he manchado las manos de sangre y no voy a empezar contigo- Soltó con bastante tranquilidad notando que le seguía.
-No me encuentro bien- Le soltó con un tono un poco irritado porque, en su opinión, era evidente. Sentía la cabeza como un globo. Se acomodó sentada en su lado de la cama y aprovechó que él estaba de espaldas para quitarse el jersey por encima de la cabeza y lo dejó caer por el lateral de la cama, quedando con la camiseta manga larga…Mañana lo recogería. Ahora, si Wthyr fuera tan amable de retirarse podría quitarse el brassier, los pantalones y dormir en paz. Pero cualquier malestar se le pasó un poco al ver lo que estaba contemplando el Pendragon, algo muy propio que no le apetecía compartir con él -Sé que es cierta, la llevamos en el pecho- Le indicó mientras su mirada se posaba en su propio árbol donde sólo ella y su línea seguía colorida y con las líneas en dorado, brillando sobre el pergamino.
Pasó la mirada del árbol a Wthyr en silencio. Y así se quedó unos segundos. Todo lo que envolviera a su padre la ponía particularmente sensible y no ayudaba como se encontraba en ese momento, aún así, hizo lo mejor que pudo por controlarse a sí misma -Mi padre intentó que el Consejo interviniera hace más de 20 años. El Cónclave no salió a su favor pero aún así intentó conseguir aliados porque sabía que la situación en tierra empeoraría, que acabaría llegando a Ouroboros. Matvey fue, es y siempre será su aliado- Frunció suavemente el ceño y bajó la mirada a las sábanas, las acarició un poco antes de acomodarla en su regazo -Pero uno de ellos le traicionó durante una reunión. Matvey ejecutó la sentencia del Consejo para todo traidor al resultado de un Cónclave. De esa forma se purgaba el linaje y todos los Le Fay no eran exiliados. Rasputín quedaba absuelto y podía cuidarnos- Mantenía una voz neutral, pero con cada palabra solía bajar un decibel más. Iba a tener pesadillas esa noche, estaba segura de ello. Pero no las terroríficas, no…Sino de esas en las que se despertaba porque lloraba y no podía respirar del dolor que le atravesaba. Pasó la mirada hacia él, con los ojos levemente humedecidos -Así que Matvey ha ocupado la plaza de mi padre desde entonces a… a nuestra…rara manera- Porque no podía decir que tenían una relación como la que ella tuvo con su padre, no… Pero lo quería y sabía que él la quería a ella y que por encima de muchas cosas se protegerían el uno al otro.
Escuchó sus palabras sobre el entrenamiento y sonrió de lado ante aquel “halago” que le había hecho casi sin pensarlo -Tu hermana tiene fama de impulsiva y si se equivoca quizás sea yo la que la mate- Le dijo a Wthyr antes de seguir respondiéndole el resto -Confío en ti para que no intentes matarme mientras entrenamos porque sé que yo no te mataría. Quiero creer que me tratarías con la misma deferencia y, de no ser así, dímelo ya para saber a quien me enfrento en los entrenamientos- Sabía que era retomar una conversación que habían tenido mucho antes pero definitivamente el moreno necesitaba escucharlo. Tal vez con eso bajara un poco la guardia y parara de buscarle la vuelta a cada palabra que decía -Nunca me he manchado las manos de sangre y no voy a empezar contigo- Soltó con bastante tranquilidad notando que le seguía.
-No me encuentro bien- Le soltó con un tono un poco irritado porque, en su opinión, era evidente. Sentía la cabeza como un globo. Se acomodó sentada en su lado de la cama y aprovechó que él estaba de espaldas para quitarse el jersey por encima de la cabeza y lo dejó caer por el lateral de la cama, quedando con la camiseta manga larga…Mañana lo recogería. Ahora, si Wthyr fuera tan amable de retirarse podría quitarse el brassier, los pantalones y dormir en paz. Pero cualquier malestar se le pasó un poco al ver lo que estaba contemplando el Pendragon, algo muy propio que no le apetecía compartir con él -Sé que es cierta, la llevamos en el pecho- Le indicó mientras su mirada se posaba en su propio árbol donde sólo ella y su línea seguía colorida y con las líneas en dorado, brillando sobre el pergamino.
Pasó la mirada del árbol a Wthyr en silencio. Y así se quedó unos segundos. Todo lo que envolviera a su padre la ponía particularmente sensible y no ayudaba como se encontraba en ese momento, aún así, hizo lo mejor que pudo por controlarse a sí misma -Mi padre intentó que el Consejo interviniera hace más de 20 años. El Cónclave no salió a su favor pero aún así intentó conseguir aliados porque sabía que la situación en tierra empeoraría, que acabaría llegando a Ouroboros. Matvey fue, es y siempre será su aliado- Frunció suavemente el ceño y bajó la mirada a las sábanas, las acarició un poco antes de acomodarla en su regazo -Pero uno de ellos le traicionó durante una reunión. Matvey ejecutó la sentencia del Consejo para todo traidor al resultado de un Cónclave. De esa forma se purgaba el linaje y todos los Le Fay no eran exiliados. Rasputín quedaba absuelto y podía cuidarnos- Mantenía una voz neutral, pero con cada palabra solía bajar un decibel más. Iba a tener pesadillas esa noche, estaba segura de ello. Pero no las terroríficas, no…Sino de esas en las que se despertaba porque lloraba y no podía respirar del dolor que le atravesaba. Pasó la mirada hacia él, con los ojos levemente humedecidos -Así que Matvey ha ocupado la plaza de mi padre desde entonces a… a nuestra…rara manera- Porque no podía decir que tenían una relación como la que ella tuvo con su padre, no… Pero lo quería y sabía que él la quería a ella y que por encima de muchas cosas se protegerían el uno al otro.
Estaba claro que no conocía mucho a Shyvanna si pensaba que le daría tiempo a matarla. Precisamente actuaba primero por ser impulsiva, no daba opción. Dibujé una media sonrisa casi imperceptible al pensar en las habilidades de combate de mi hermana, no debía temer por ella. Después rodé los ojos cuando me pidió que le dijese si la iba a tratar con deferencia. - ¿De verdad crees que pondría en peligro la vida de mi esposa? no te voy a atacar con nada que no puedas manejar, eso tenlo claro. Voluntariamente no nos vamos a dañar de gravedad. - ahí no entraban los accidentes, claro, pero procuraría ser cuidadoso hasta que acabase de gestar a la descendencia. Y hablando de accidentes...decía que ella no se había manchado las manos. No estaba tan seguro, pues la vi muy agresiva en aquel ataque a Bellatrix. Ya le buscaría las vueltas con ese tema, pues lo de la investigación de los linajes y la maldición había captado toda mi atención. Además, prefería quedarme un rato por aquello de que no se sentía bien. La vigilaría por si acaso. Seguí con la mirada la línea dorada del árbol genealógico, la única que aún brillaba. Estaba a punto de la extinción, eso estaba claro. Podría haber desaparecido con ella si Aedan hubiese muerto, y si yo no hubiese aparecido. Me preguntaba si era consciente de ello.
Su historia me atrapó desde el primer momento, porque veía en ella similitudes con lo que le había sucedido a nuestro antepasado. Cualquiera que intentaba oponerse al Consejo acababa mal. Y aún así...ella les seguía defendiendo. No se rebelaba. - El Consejo es el culpable de la muerte de tu padre. Intentó salirse de la norma y acabó mal. Lo mismo que le sucedió a Charles. Y Matvey...te dejó sin padre. - podía sonar crudo, pero era así. Tenía un síndrome de Estocolmo muy interesante, una visión muy retorcida de lo sucedido. - Si él le hubiese apoyado, tal vez seguiría vivo. ¿Todavía están en el Consejo los que pidieron ejecutar ese sentencia? es una aberración. - solté con desprecio, negando con la cabeza mientras echaba otro vistazo a aquel lienzo. La miré de reojo un momento, fijándome en que se le habían humedecido los ojos. Me removí un tanto incómodo sin saber si debía hacer intento de consolarla o no.
- Antes has dicho que nunca te has manchado las manos de sangre. Pero estuviste a punto de hacerlo cuando trataste de matar a Bellatrix. - mi experimento fallido, la muy loca quiso matar a uno del Consejo como prueba de lealtad a los Pendragon, pero salió todo mal y montó un espectáculo digno de olvidar. - Y luego Matvey ni siquiera estaba muerto...no sé a qué vino todo ese teatro absurdo de hacerlo pasar por muerto. De repente volvemos a verlo por la isla tan campante, yendo a tu boda. - eran muy turbios sus asuntos, por mucho que fuesen de "buenos". - Queríamos entrar en el Consejo para renovarlo y recuperar lo que perdimos en el pasado, pero...está demasiado podrido. Tú que tanto hablas de lo nuevo y del futuro deberías saberlo. Deberías querer "matar" al Consejo.
Su historia me atrapó desde el primer momento, porque veía en ella similitudes con lo que le había sucedido a nuestro antepasado. Cualquiera que intentaba oponerse al Consejo acababa mal. Y aún así...ella les seguía defendiendo. No se rebelaba. - El Consejo es el culpable de la muerte de tu padre. Intentó salirse de la norma y acabó mal. Lo mismo que le sucedió a Charles. Y Matvey...te dejó sin padre. - podía sonar crudo, pero era así. Tenía un síndrome de Estocolmo muy interesante, una visión muy retorcida de lo sucedido. - Si él le hubiese apoyado, tal vez seguiría vivo. ¿Todavía están en el Consejo los que pidieron ejecutar ese sentencia? es una aberración. - solté con desprecio, negando con la cabeza mientras echaba otro vistazo a aquel lienzo. La miré de reojo un momento, fijándome en que se le habían humedecido los ojos. Me removí un tanto incómodo sin saber si debía hacer intento de consolarla o no.
- Antes has dicho que nunca te has manchado las manos de sangre. Pero estuviste a punto de hacerlo cuando trataste de matar a Bellatrix. - mi experimento fallido, la muy loca quiso matar a uno del Consejo como prueba de lealtad a los Pendragon, pero salió todo mal y montó un espectáculo digno de olvidar. - Y luego Matvey ni siquiera estaba muerto...no sé a qué vino todo ese teatro absurdo de hacerlo pasar por muerto. De repente volvemos a verlo por la isla tan campante, yendo a tu boda. - eran muy turbios sus asuntos, por mucho que fuesen de "buenos". - Queríamos entrar en el Consejo para renovarlo y recuperar lo que perdimos en el pasado, pero...está demasiado podrido. Tú que tanto hablas de lo nuevo y del futuro deberías saberlo. Deberías querer "matar" al Consejo.
De acuerdo, entonces, técnicamente…Habían firmado los limites de sus entrenamientos pero fue consciente de aquelllo de “voluntariamente” -Mañana… Mañana nos atacamos- Susurró como queriendo seguir con aquella rivalidad estúpida que estaba naciendo entre ellos -Aunque tu magia me llama para otras cosas, no para pelear- Murmuró curiosa, frunciendo suavemente el ceño como queriendo averiguar más. Si Max estuviera allí sabría a qué se refería. Quizás alguno de los libros de Wthyr, Morgana le había hecho énfasis en ello -¿Tienes algo de eso en tus libros?- Preguntó con curiosidad.
Notó que le ponía mucha atención mientras hablaba y se removió con suavidad entre las sábanas, calentándolas al mover los pies contra ellas. -Mi padre tenía un deseo de muerte, sabía a qué estaba jugando. Lo he perdonado. A ambos- Sentenció, sin mucho deseo de seguir por aquella ruta -Matvey lo apoyó- Le soltó en un siseo enojado y subió de nuevo la vista hacia él esperando que no le tocara el tema del nigromante de nuevo…Sin embargo, cuando mencionó lo de las personas que estaban en el Consejo…Jack. Sin duda, apartó la vista contrariada. Los padres de Sean también. Apretó las manos en las sábanas como intentando controlar lo que estaba sintiendo. ¿Le habrían apoyado? Nunca se lo había preguntado.
-No me hables de esa bruja- Otra vez aquel tono de voz agresivo. Un siseo de molestia. Una mirada para nada amable. Ignoró lo de Matvey, no iba a hablar demás -Iba tras Aedan. Debería haberla matado, nos habríamos ahorrado el ataque a Ouroboros y, en definitiva, su existencia. Nadie la habría llorado- Había sido ella la que había dejado entrar el espíritu de Charles y causado la muerte de Desmond. Y además había amenazado a Aedan. Apartó la vista llevándose una mano a la cabeza, el dolor no hacía más que acrecentarse…Y quería sacarse la ropa, pero con Wthyr ahí, no quería que malinterpretara nada.
-¿Por qué habría de matarlos si he logrado, hasta ahora, que hagan lo que yo quiero?- Preguntó arqueando una ceja sin comprender su actitud -¿Qué pretendían ustedes? ¿entrar y cambiar todas las normas? Estoy desde los 15 años en el Consejo. Los cambios no se pueden hacer de la noche a la mañana- Luego negó suavemente con la cabeza y se empezó a bajar entre las mantas, acurrucándose de lado para poder verlo mientras hablaba. Puso una mano bajo la almohada para subir un poco la cabeza -¿Y qué hago si desaparezco el Consejo? ¿Me corono reina suprema del mundo mágico? Justo lo que esperan de la Descendiente de Morgana, no? – Aquello hizo que le recorriera un escalofrío y en su rostro sereno se coló una mueca de incomodidad - ¿Con qué propósito? Mucha gente me ha probado equivocada a lo largo de mi labor como Descendiente, entre ellos mis compañeros… Creo que la participación de varias personas en puestos de poder ayudar a una representación igualitaria de todos los bandos -
-Tú… ¿No tienes consejeros? ¿Como Señor de Avalon? ¿Cuáles son tus funciones? - Se reacomodó otra vez, esta vez apoyándose en los antebrazos porque ahora que era tan certero como que MAÑANA se iba a Avalon, no sabía que esperar. Y además él seguía diciendo que como era “su esposa” podía ordenar. No se creía un ápice - ¿Mantienes la mesa redonda de Arturo? - Inquirió, esta vez quizás un poco más interesada -¿Has tenido que lidiar con alguna revolución de parte de los linajes q…- Parpadeó un momento y se quedó detenida en ese pensamiento -Había muchísima gente en la boda… ¿Cuántos linajes vive en Avalon? ¿Gobiernas sobre todos ellos? ¿O es una especie de Consejo en el que sus líderes forman parte de la mesa redonda?-
Notó que le ponía mucha atención mientras hablaba y se removió con suavidad entre las sábanas, calentándolas al mover los pies contra ellas. -Mi padre tenía un deseo de muerte, sabía a qué estaba jugando. Lo he perdonado. A ambos- Sentenció, sin mucho deseo de seguir por aquella ruta -Matvey lo apoyó- Le soltó en un siseo enojado y subió de nuevo la vista hacia él esperando que no le tocara el tema del nigromante de nuevo…Sin embargo, cuando mencionó lo de las personas que estaban en el Consejo…Jack. Sin duda, apartó la vista contrariada. Los padres de Sean también. Apretó las manos en las sábanas como intentando controlar lo que estaba sintiendo. ¿Le habrían apoyado? Nunca se lo había preguntado.
-No me hables de esa bruja- Otra vez aquel tono de voz agresivo. Un siseo de molestia. Una mirada para nada amable. Ignoró lo de Matvey, no iba a hablar demás -Iba tras Aedan. Debería haberla matado, nos habríamos ahorrado el ataque a Ouroboros y, en definitiva, su existencia. Nadie la habría llorado- Había sido ella la que había dejado entrar el espíritu de Charles y causado la muerte de Desmond. Y además había amenazado a Aedan. Apartó la vista llevándose una mano a la cabeza, el dolor no hacía más que acrecentarse…Y quería sacarse la ropa, pero con Wthyr ahí, no quería que malinterpretara nada.
-¿Por qué habría de matarlos si he logrado, hasta ahora, que hagan lo que yo quiero?- Preguntó arqueando una ceja sin comprender su actitud -¿Qué pretendían ustedes? ¿entrar y cambiar todas las normas? Estoy desde los 15 años en el Consejo. Los cambios no se pueden hacer de la noche a la mañana- Luego negó suavemente con la cabeza y se empezó a bajar entre las mantas, acurrucándose de lado para poder verlo mientras hablaba. Puso una mano bajo la almohada para subir un poco la cabeza -¿Y qué hago si desaparezco el Consejo? ¿Me corono reina suprema del mundo mágico? Justo lo que esperan de la Descendiente de Morgana, no? – Aquello hizo que le recorriera un escalofrío y en su rostro sereno se coló una mueca de incomodidad - ¿Con qué propósito? Mucha gente me ha probado equivocada a lo largo de mi labor como Descendiente, entre ellos mis compañeros… Creo que la participación de varias personas en puestos de poder ayudar a una representación igualitaria de todos los bandos -
-Tú… ¿No tienes consejeros? ¿Como Señor de Avalon? ¿Cuáles son tus funciones? - Se reacomodó otra vez, esta vez apoyándose en los antebrazos porque ahora que era tan certero como que MAÑANA se iba a Avalon, no sabía que esperar. Y además él seguía diciendo que como era “su esposa” podía ordenar. No se creía un ápice - ¿Mantienes la mesa redonda de Arturo? - Inquirió, esta vez quizás un poco más interesada -¿Has tenido que lidiar con alguna revolución de parte de los linajes q…- Parpadeó un momento y se quedó detenida en ese pensamiento -Había muchísima gente en la boda… ¿Cuántos linajes vive en Avalon? ¿Gobiernas sobre todos ellos? ¿O es una especie de Consejo en el que sus líderes forman parte de la mesa redonda?-
- Como quieras. - respondí sin más a lo de pelear mañana, por hoy ya era suficiente. Acabé por dejarme caer de espaldas en la cama un momento, imitando su postura por simple comodidad. Lo que dijo sobre mi magia me hizo dirigirle una sonrisa muy intencionada, con doble sentido. - Sí, ya he notado para qué cosas te interesa... - no tenía sentido negar lo que sucedía cuando nos poníamos a ello. Era toda una revolución de magia fluyendo. A no ser que se refiriera a algo más técnico, como empecé a suponer por lo de los libros. - Tendrás que ser más específica. Hay cientos de libros en nuestra biblioteca. Necesitamos concretar para buscar. - volví a incorporarme para sentarme para rebatirle el tema de Matvey, lo del Consejo y demás. Podía ser muy obstinada y cerrada cuando quería, y no había quien la sacase de ahí.
- Te centras mucho en esa pirada y poco en lo otro. Si lo analizas fríamente puedes ver que consideraron traición el no acatar el resultado del cónclave. No intervenir en la guerra. Años después lo hicieron. Hipocresía máxima, con lo cual, tu padre murió para nada. Inútilmente. No veo que nadie haya pagado por ello, y tampoco sé cómo puedes soportar verles. Supongo que los has perdonado porque sería insoportable para ti aguantar la verdad. - allá ella con su manera de lidiar, pero si yo hubiese estado en su lugar no lo habría consentido. Solté un sonido como si me hiciese gracia escucharla, con eso de "hacen todo lo que yo quiero". Tenía alma de dictadora, pero no quería reconocerlo. - No ignores mi pregunta con lo de Matvey, lo he notado. - insistí para que me dijese de qué iba el maldito asunto de fingir su muerte.
- ¿De verdad hacen todo lo que quieres o te atribuyes los logros porque te hace ilusión? ¿Estás de acuerdo con lo que están haciendo ahora? tengo entendido que tenéis ciertos roces...no estáis de acuerdo con decisiones que se están tomando. No te tienen tan en cuenta como crees, pequeña Catherine...- le dije aquello sólo por molestarla, y porque en el fondo seguía siendo muy joven aunque tuviese tantas responsabilidades. - Pues claro que queríamos renovar aquello. Esa cámara huele a viejo. Hay que saber qué tradiciones conservar. Si las normas no sirven, se cambian. Se cambian de una maldita vez. Probablemente lo mejor sea dejarlos morir...que se apaguen lentamente. - cavilé llevándome una mano a la barbilla mientras ella mencionaba eso de coronarse reina suprema del mundo. - ¿Y por qué no? se requiere un liderazgo fuerte. Los Pendragon podríamos. Tú ahora eres reina de Ávalon. Eso es mucho más que miembro del Consejo. - Me apoyé de lado en la cama, quedando sobre un codo para mirarla directamente cuando empezó a bombardearme a preguntas sobre el funcionamiento de Ávalon. Tendría que aprender, obviamente, pero no me apetecía demasiado ponerme a explicar pormenores.
- Casas vasallas. En su día los llamaron los Nueve Traidores de Ouroboros. Algo así como tu padre y tu Matvey, pero con valor suficiente para enfrentarse al corrupto Consejo. ¿Mis funciones? obvio...comandar el ejército y gobernar Ávalon junto a mis hermanos. La mesa redonda es para nosotros y un representante de cada casa vasalla. En el vasallaje la relación no es de igualdad. Son consejeros, pero la decisión final es nuestra. A cambio les ofrecemos poder, protección y prosperidad. - entorné los ojos por lo de lidiar con rebeliones, claro que las había cada cierto tiempo. - Bueno, tú viste cómo acabó el vikingo aquel reventado. Así acabó su rebelión. - atreverse a tocar a Shyvanna y faltarle al respeto era lo peor que había hecho. - Lo del número de linajes tendrás que descubrirlo tú viviendo allí. Deja que mis hermanos te acompañen y te los muestren. Aunque ahora deberías dejarme dormir. Y dormir tú.
- Te centras mucho en esa pirada y poco en lo otro. Si lo analizas fríamente puedes ver que consideraron traición el no acatar el resultado del cónclave. No intervenir en la guerra. Años después lo hicieron. Hipocresía máxima, con lo cual, tu padre murió para nada. Inútilmente. No veo que nadie haya pagado por ello, y tampoco sé cómo puedes soportar verles. Supongo que los has perdonado porque sería insoportable para ti aguantar la verdad. - allá ella con su manera de lidiar, pero si yo hubiese estado en su lugar no lo habría consentido. Solté un sonido como si me hiciese gracia escucharla, con eso de "hacen todo lo que yo quiero". Tenía alma de dictadora, pero no quería reconocerlo. - No ignores mi pregunta con lo de Matvey, lo he notado. - insistí para que me dijese de qué iba el maldito asunto de fingir su muerte.
- ¿De verdad hacen todo lo que quieres o te atribuyes los logros porque te hace ilusión? ¿Estás de acuerdo con lo que están haciendo ahora? tengo entendido que tenéis ciertos roces...no estáis de acuerdo con decisiones que se están tomando. No te tienen tan en cuenta como crees, pequeña Catherine...- le dije aquello sólo por molestarla, y porque en el fondo seguía siendo muy joven aunque tuviese tantas responsabilidades. - Pues claro que queríamos renovar aquello. Esa cámara huele a viejo. Hay que saber qué tradiciones conservar. Si las normas no sirven, se cambian. Se cambian de una maldita vez. Probablemente lo mejor sea dejarlos morir...que se apaguen lentamente. - cavilé llevándome una mano a la barbilla mientras ella mencionaba eso de coronarse reina suprema del mundo. - ¿Y por qué no? se requiere un liderazgo fuerte. Los Pendragon podríamos. Tú ahora eres reina de Ávalon. Eso es mucho más que miembro del Consejo. - Me apoyé de lado en la cama, quedando sobre un codo para mirarla directamente cuando empezó a bombardearme a preguntas sobre el funcionamiento de Ávalon. Tendría que aprender, obviamente, pero no me apetecía demasiado ponerme a explicar pormenores.
- Casas vasallas. En su día los llamaron los Nueve Traidores de Ouroboros. Algo así como tu padre y tu Matvey, pero con valor suficiente para enfrentarse al corrupto Consejo. ¿Mis funciones? obvio...comandar el ejército y gobernar Ávalon junto a mis hermanos. La mesa redonda es para nosotros y un representante de cada casa vasalla. En el vasallaje la relación no es de igualdad. Son consejeros, pero la decisión final es nuestra. A cambio les ofrecemos poder, protección y prosperidad. - entorné los ojos por lo de lidiar con rebeliones, claro que las había cada cierto tiempo. - Bueno, tú viste cómo acabó el vikingo aquel reventado. Así acabó su rebelión. - atreverse a tocar a Shyvanna y faltarle al respeto era lo peor que había hecho. - Lo del número de linajes tendrás que descubrirlo tú viviendo allí. Deja que mis hermanos te acompañen y te los muestren. Aunque ahora deberías dejarme dormir. Y dormir tú.
Le miró el rostro, aquella estúpida sonrisa, como si pudiera borrársela sólo con los ojos -No me refería a eso- Que también, era cierto que cuando ambos caudales de magia se unían algo dentro de ella se removía, algo muy profundo y despertaba sus sentidos de una forma distinta. Echó un vistazo hacia donde estaba el árbol, pero por la posición en la que se encontraba no lo apreciaba -Altaïr lo llamaba afinidad mágica. Decía que había tres personas en el mundo. Las que te descargaban, las que eran tu carga neutral y las que te alteraban. No sé cómo lo llamáis vosotros- Expresó -Lo investigaré- Murmuró, porque con Ian su magia entraba en un trance de paz que la llevaba a otro punto de existencia. Era distinto. Era…Eso, paz.
-Siempre ha sido traición no acatar el resultado de un Cónclave. Es la máxima reunión del Consejo y cuando el voto se da es porque se han tomado los debates adecuados y las consideraciones pertinentes…- Sin embargo, cuando soltó que padre había muerto por nada…Sintió como si literalmente hubiese atravesado su pecho, tomado su corazón y estrujado. No había caído en eso, lo había visto siempre desde el punto de vista de “he logrado la misión de mi padre”, una misión que se había convertido en propia al ver la situación en tierra pero… De esa forma… Apartó la mirada, con un gesto dolorido y silencioso. Tardó en volver a mirarlo por lo de Matvey, se había quedado rumiando y percibiendo esa punzada que le atravesaba -Queríamos saber la reacción de Bellatrix, si se arrepentía de haberlo matado realmente, si podíamos volver a contar con ella- Mintió, a medias. Dejó de un lado que también habían esperado ver la reacción de los Pendragon. Su tono volvió a ser neutral, vacío, sereno. Tenía la mente, de nuevo, en otro lado.
-Hacen mucho de lo que deseo, porque soy la única con los huevos de decir lo que pienso- Le espetó a Wthyr y cuando le soltó aquello de que si estaba de acuerdo -A eso me refería con que tenía que organizar unas cosas- Le mencionó poniendo los ojos en blanco, y cuando le llamó pequeña le dedicó una mirada furibunda, aunque notó que era para molestarla. Es más…Había obtenido lo que quería, sacarla de quicio -Me tienen más en cuenta que a ti, al menos- Pero no pudo evitarlo, alargó la mano y lo empujó por el hombro en un arranque de capricho con más fuerza de la que debería -No me llames pequeña. ¿Qué te crees? ¿Q…- Le observó un momento y luego parpadeó con la sorpresa bastante delineada en su rostro -¿Qué edad tienes?- Era algo que no sabía, no tenía ni idea.
Al escucharlo hablar de tradiciones, le miró con una ceja arqueada -Lo dices como si fuerais los más actuales con vuestros protocolos- Se habían sacado aquello del parlamento de libros y libros llenos de polvo, seguro. Se reacomodó cuando él lo hizo para poder verle aunque fue consciente cuando se acomodó que estaba… como muy en su espacio. Es más… estaba en su cama, en su habitación. ¿Qué hacía ahí? ¿Cuándo le había dado permiso para hacer eso? Iba a soltarle algo de aquello cuando le dijo que era reina de Ávalon. Fue perdiendo el color del rostro gradualmente mientras, aunque lo miraba a él, no lo observaba.
Se llevó una mano a la frente, a la zona donde la corona se le había clavado con fuerza y le había hecho daño como si el fantasma de la herida palpitara-No…No, yo no quiero ser reina de Ávalon. No he tenido ninguna coronación, ninguna ceremonia rara. Soy solo tu esposa y ya- Parpadeó varias veces para volver a la realidad y entonces sí le miró, a él en particular -No puedo ser Reina de Ávalon- Negó nuevamente -Seré tu esposa y la madre de tus hijos, y la espina en tu costado en tus entrenamientos… Y…No lo sé. No quiero una corona, no quiero esa responsabilidad. No quiero a la gente haciéndome reverencias, no quiero…No- Agitó la cabeza.
Escuchó el resto de la información y alzó suavemente una ceja -Entonces sí que existe la Mesa pero no es más que un símbolo hipócrita de lo que fue. Arturo la creó para nada, sus Descendientes no la están usando como él la planteó- O al menos en lo que ella había leído. Aún seguía pálida pero cuando mencionó lo del vikingo su tez se volvió un poco más cenicienta. Bajo ese punto de vista, Jack no se veía tan peligroso. Era un niño jugando a ser el Rey.
-Tus hermanos no me quieren cerca de ellos y no me apetece aparentar querer estar donde no soy bienvenida- Se reacomodó, poniéndose boca arriba mientras intentaba respirar con normalidad y cuando soltó aquello de que debía dejarle dormir arqueó las cejas, luego…eso de dormir ella -¿Vas a dormir aquí?- Aquello le pareció no sólo curioso sino rarísimo, tomando en cuenta que… La había traído como un saco de patatas. Y…No estaba segura de quererlo en su cama. Es decir, ya sabía que no la dañaría “a propósito” pero… ¿Tanto quería aparentar que eran una pareja de verdad? ¿Por qué entonces no insistió y la dejó en su cama? Estaba al lado del salón… Pero entonces recordó ese deseo intrínseco de no querer que sus hijos vieran en sus padres una relación…Bueno, básicamente como la que tenían ahora mismo ellos.
Si iba a dormir ahí no podía acostarse sin pantalones, porque era un estúpido que podía malinterpretarla sino esa noche, mañana en la mañana, así que se inclinó hacia su lado y abrió el cajón inferior del que sacó uno de sus pijamas de invierno. Los había guardado porque las mantas eran suficientemente calientes. Se sentó en la cama y empezó a desabotonarse el pantalón y sacárselo con cuidado de que no se movieran las mantas, tras eso pilló el pantalón del pijama y lo metió bajo las sábanas para colocárselo -Gírate- Le ordenó moviendo una mano para que girara la cabeza mientras se quitaba la camisa, aún con el brassier puesto, se puso la del pijama y después a través de ese se quitó la ropa interior. Demasiado trabajo, mucho, para luego meterse entre las mantas y subirlas hasta el cuello.
-Siempre ha sido traición no acatar el resultado de un Cónclave. Es la máxima reunión del Consejo y cuando el voto se da es porque se han tomado los debates adecuados y las consideraciones pertinentes…- Sin embargo, cuando soltó que padre había muerto por nada…Sintió como si literalmente hubiese atravesado su pecho, tomado su corazón y estrujado. No había caído en eso, lo había visto siempre desde el punto de vista de “he logrado la misión de mi padre”, una misión que se había convertido en propia al ver la situación en tierra pero… De esa forma… Apartó la mirada, con un gesto dolorido y silencioso. Tardó en volver a mirarlo por lo de Matvey, se había quedado rumiando y percibiendo esa punzada que le atravesaba -Queríamos saber la reacción de Bellatrix, si se arrepentía de haberlo matado realmente, si podíamos volver a contar con ella- Mintió, a medias. Dejó de un lado que también habían esperado ver la reacción de los Pendragon. Su tono volvió a ser neutral, vacío, sereno. Tenía la mente, de nuevo, en otro lado.
-Hacen mucho de lo que deseo, porque soy la única con los huevos de decir lo que pienso- Le espetó a Wthyr y cuando le soltó aquello de que si estaba de acuerdo -A eso me refería con que tenía que organizar unas cosas- Le mencionó poniendo los ojos en blanco, y cuando le llamó pequeña le dedicó una mirada furibunda, aunque notó que era para molestarla. Es más…Había obtenido lo que quería, sacarla de quicio -Me tienen más en cuenta que a ti, al menos- Pero no pudo evitarlo, alargó la mano y lo empujó por el hombro en un arranque de capricho con más fuerza de la que debería -No me llames pequeña. ¿Qué te crees? ¿Q…- Le observó un momento y luego parpadeó con la sorpresa bastante delineada en su rostro -¿Qué edad tienes?- Era algo que no sabía, no tenía ni idea.
Al escucharlo hablar de tradiciones, le miró con una ceja arqueada -Lo dices como si fuerais los más actuales con vuestros protocolos- Se habían sacado aquello del parlamento de libros y libros llenos de polvo, seguro. Se reacomodó cuando él lo hizo para poder verle aunque fue consciente cuando se acomodó que estaba… como muy en su espacio. Es más… estaba en su cama, en su habitación. ¿Qué hacía ahí? ¿Cuándo le había dado permiso para hacer eso? Iba a soltarle algo de aquello cuando le dijo que era reina de Ávalon. Fue perdiendo el color del rostro gradualmente mientras, aunque lo miraba a él, no lo observaba.
Morgana, en un parpadeo, apareció delante de ella y en sus manos estaba la oscura corona que alguna vez había visto, acabó poniéndosela en la cabeza pero no de forma suave -Cuando seas Reina puedes dejar el consejo-La clavó un poco más -Y tu Ian puede volver a estar contigo sin miedo a perderos- La bajó un poco más y Catherine soportó el peso y el dolor mientras sentía un hilillo de sangre correrle por la frente -¿No es eso lo que querías? ¿A Ian, a tu familia a tu lado y el poder suficiente para protegerlos ante quien sea? ¿Y tú, Ian? ¿Ves un futuro así?... ¿Qué habríais hecho con una isla propia, bajo vuestras reglas, durante la guerra? ¿Habríais echado a la Brigada? ¿Habríais recibido a los Blood Keepers? ¿Qué habrías hecho si el Consejo no hubiese estado para controlarte, Catherine Le Fay? –
Se llevó una mano a la frente, a la zona donde la corona se le había clavado con fuerza y le había hecho daño como si el fantasma de la herida palpitara-No…No, yo no quiero ser reina de Ávalon. No he tenido ninguna coronación, ninguna ceremonia rara. Soy solo tu esposa y ya- Parpadeó varias veces para volver a la realidad y entonces sí le miró, a él en particular -No puedo ser Reina de Ávalon- Negó nuevamente -Seré tu esposa y la madre de tus hijos, y la espina en tu costado en tus entrenamientos… Y…No lo sé. No quiero una corona, no quiero esa responsabilidad. No quiero a la gente haciéndome reverencias, no quiero…No- Agitó la cabeza.
Escuchó el resto de la información y alzó suavemente una ceja -Entonces sí que existe la Mesa pero no es más que un símbolo hipócrita de lo que fue. Arturo la creó para nada, sus Descendientes no la están usando como él la planteó- O al menos en lo que ella había leído. Aún seguía pálida pero cuando mencionó lo del vikingo su tez se volvió un poco más cenicienta. Bajo ese punto de vista, Jack no se veía tan peligroso. Era un niño jugando a ser el Rey.
-Tus hermanos no me quieren cerca de ellos y no me apetece aparentar querer estar donde no soy bienvenida- Se reacomodó, poniéndose boca arriba mientras intentaba respirar con normalidad y cuando soltó aquello de que debía dejarle dormir arqueó las cejas, luego…eso de dormir ella -¿Vas a dormir aquí?- Aquello le pareció no sólo curioso sino rarísimo, tomando en cuenta que… La había traído como un saco de patatas. Y…No estaba segura de quererlo en su cama. Es decir, ya sabía que no la dañaría “a propósito” pero… ¿Tanto quería aparentar que eran una pareja de verdad? ¿Por qué entonces no insistió y la dejó en su cama? Estaba al lado del salón… Pero entonces recordó ese deseo intrínseco de no querer que sus hijos vieran en sus padres una relación…Bueno, básicamente como la que tenían ahora mismo ellos.
Si iba a dormir ahí no podía acostarse sin pantalones, porque era un estúpido que podía malinterpretarla sino esa noche, mañana en la mañana, así que se inclinó hacia su lado y abrió el cajón inferior del que sacó uno de sus pijamas de invierno. Los había guardado porque las mantas eran suficientemente calientes. Se sentó en la cama y empezó a desabotonarse el pantalón y sacárselo con cuidado de que no se movieran las mantas, tras eso pilló el pantalón del pijama y lo metió bajo las sábanas para colocárselo -Gírate- Le ordenó moviendo una mano para que girara la cabeza mientras se quitaba la camisa, aún con el brassier puesto, se puso la del pijama y después a través de ese se quitó la ropa interior. Demasiado trabajo, mucho, para luego meterse entre las mantas y subirlas hasta el cuello.
- Pues no lo llamamos de ninguna manera. Existe la afinidad mágica, cierto, pero no le ponemos nombrecitos especiales a las personas con las que lo sentimos. Sentimentalismos...- desdeñé la idea de que hubiese una persona especial que provocase ciertos efectos, dispuesto a continuación a seguir batallando con el tema del Consejo. - ¿Asumes entonces que hay que acatar la decisión de un cónclave incluso si la decisión es dañina o estúpida? Muy bien...- asentí con cara de "vosotros veréis", entornando los ojos cuando por fin respondió al tema Bellatrix. Aquella mujer no se arrepentía, y además había desaparecido, por lo que sabía. Fue un error de cálculo. Dejé de lado el tema de Matvey porque tampoco daba para mucho más ni me afectaba. Su pulla sobre que a ella si le hacían caso me hizo sonreír de manera jactante.
- Obviamente. Malo sería que me hiciesen más caso a mí, que no estoy en el Consejo, que a ti. - me hizo gracia aquella indignación por llamarla pequeña, dejándome empujar sin apenas moverme del sitio. - Pues lo que eres. Al menos para mí. Nací en 2009, echa tú las cuentas. - si le interesaba, que contase. No negaba que nuestros protocolos fuesen antiguos, pero al menos nos habíamos atrevido a enfrentarnos a lo que no funcionaba y a lo que nos limitaba. Iba a llevarle la contraria nuevamente, pero me detuve extrañado al ver que iba quedándose pálida tras haber hablado de lo de reina de Ávalon. - ¿Qué pasa? ¿Te encuentras peor o es que te resulta horrible la idea de ser reina de Ávalon? - debería considerarlo un honor, por mucha "carga" que fuese. Debió suponer que lo de Arturo me molestaría, pero más bien fue lo contrario. - Su utopía tenía unos cuantos fallos que nos encargamos de remediar en generaciones posteriores. Fíjate, tan bien lo hizo que lo mató el hijo que tuvo con Morgana Le Fay. - Ironía, por supuesto. debía conocer la historia, seguro que sí.
- Y sí, voy a dormir aquí. Lo raro es que sigamos durmiendo separados después de un mes tras la boda. No hace falta que tengas tantos remilgos, ya nos hemos visto desnudos. - negué con la cabeza mientras pedía que me girase, aprovechando el momento para quitarme el jubón y la camisa. Dejé las botas por el suelo, tumbándome de momento sobre la cama sin meterme dentro porque mi intención era quedarme despierto un rato. Ella ya se había metido y se había tapado hasta arriba, como dando a entender que no quería nada excepto dormir. Debía tener mal concepto de mí si se pensaba que iba a querer aprovechar a toda costa, a pesar de que estuviese agotada por el drenaje de magia.
- Duerme. Mañana nos levantaremos al alba. - me giré hacia un lado, dándole la espalda y apagando la luz de la mesilla con el desiluminador manual.
- Obviamente. Malo sería que me hiciesen más caso a mí, que no estoy en el Consejo, que a ti. - me hizo gracia aquella indignación por llamarla pequeña, dejándome empujar sin apenas moverme del sitio. - Pues lo que eres. Al menos para mí. Nací en 2009, echa tú las cuentas. - si le interesaba, que contase. No negaba que nuestros protocolos fuesen antiguos, pero al menos nos habíamos atrevido a enfrentarnos a lo que no funcionaba y a lo que nos limitaba. Iba a llevarle la contraria nuevamente, pero me detuve extrañado al ver que iba quedándose pálida tras haber hablado de lo de reina de Ávalon. - ¿Qué pasa? ¿Te encuentras peor o es que te resulta horrible la idea de ser reina de Ávalon? - debería considerarlo un honor, por mucha "carga" que fuese. Debió suponer que lo de Arturo me molestaría, pero más bien fue lo contrario. - Su utopía tenía unos cuantos fallos que nos encargamos de remediar en generaciones posteriores. Fíjate, tan bien lo hizo que lo mató el hijo que tuvo con Morgana Le Fay. - Ironía, por supuesto. debía conocer la historia, seguro que sí.
- Y sí, voy a dormir aquí. Lo raro es que sigamos durmiendo separados después de un mes tras la boda. No hace falta que tengas tantos remilgos, ya nos hemos visto desnudos. - negué con la cabeza mientras pedía que me girase, aprovechando el momento para quitarme el jubón y la camisa. Dejé las botas por el suelo, tumbándome de momento sobre la cama sin meterme dentro porque mi intención era quedarme despierto un rato. Ella ya se había metido y se había tapado hasta arriba, como dando a entender que no quería nada excepto dormir. Debía tener mal concepto de mí si se pensaba que iba a querer aprovechar a toda costa, a pesar de que estuviese agotada por el drenaje de magia.
- Duerme. Mañana nos levantaremos al alba. - me giré hacia un lado, dándole la espalda y apagando la luz de la mesilla con el desiluminador manual.
En el momento en el que Wthyr despreció los "sentimentalismos" se dio cuenta de que no había conocido a esa persona que le diera paz. O quizás lo había hecho y le había perdido. No pudo evitar ese rayo de lástima que cruzó su mirada, pero no duró mucho. No tenía sentido hacer duelo por algo que no conocía. Ella haría duelo por Ian, por él y sólo él porque era una de las últimas cosas que le quedaba y lo había perdido.
Y que aún podía recuperar.
Podían quitarle todo menos la esperanza de volver a sus brazos. Indiferentemente de las palabras que Wthyr dijera en su contra. Lo único que la hacía temblar era la amenaza, de ambos, Shyvanna y él.
No respondió a lo de la decisión del Cónclave, después de todo… había aceptado muchas cosas y luego había buscado la manera de cambiarlas. Por eso Matvey había convocado algunos cónclaves y ella otros… y ahí fue cuando se dio cuenta de que tenía razón. Deberían haberle dado el puesto a los Pendragon y enseñarle a obedecer al Consejo. Era un organismo de control y a Wthyr no le gustaba ser controlado. Lo entendía, tomando en cuenta que era el "Rey" de Avalon. El año de nacimiento hizo que Catherine hiciera una matemática rápida y le recorrió el rostro un instante con gesto indescriptible pero no dijo nada. Ya no solo era la estúpida diferencia de altura sino encima eso. 6 años le llevaba. Debía verla como una pequeña, una cría… una muchachita. Aquello la hizo tensar los labios brevemente.
Se dio cuenta, de nuevo, de su profunda debilidad física cuando pese a haber usado gran parte de su fuerza, Wthyr apenas pestañeó y se movió. No, lo de ella tenía que ser con magia. Físicamente no podía con él. Aunque eso ya lo sabía. Le recorrió un escalofrío breve y al escuchar su pregunta se vio en la necesidad de confesar -Siento que estoy siguiendo los pasos de Morgana y no quiero- Le confesó, que interpretará lo que quisiera. Estaba segura de que él sabía que Morgana había sido reina de esa isla, sino, iba a darse una pequeña sorpresa -No quiero más responsabilidades… puedes quedarte con ambas coronas. Hasta ahora lo has estado haciendo bien y tú y yo no nos ponemos de acuerdo. Si no oyes a tus vasallos … ¿por qué habrías de oírme a mí? Tus hermanos te ayudarán mejor que yo, ni siquiera les conozco- Murmuró negando con la cabeza. Todo lo que sabía de Avalon era poco o nada. La referencia al asesinato de Arturo por Mordred hizo que lo mirara significativamente… pero no añadió nada.
Ignoró su tontería sobre los remilgos. Iba a vestirse y desvestirse como le diera la gana. Cuando se acostó en la cama desnudo observó el collar que llevaba en el pecho un instante antes de que se girará. Aquello del alba le pareció estúpido y soltó un "tsk" como dándole a entender que haría lo que le saliera del… se giró y apagó la luz. Lo cierto es que no tardó mucho en dormirse.
Ni en despertarse.
Tal como había esperado, cuando la noche avanzó a su horario más oscuro su subconsciente empezó a tejer una red de angustia, de dolor y de frustración que la ahogaba. En la pesadilla todo lo que le era conocido desaparecía en cenizas y cada vez que se veía en un espejo no era ella misma sino Morgana, con su siniestra corona y una sonrisa amplia. Aunque se veía las manos y reconocía su propio cuerpo, sus tatuajes, cuando veía su reflejo no era ella y la risa de su ascendiente no hacía más que penetrar en su cerebro una y otra vez hasta que todo a su alrededor se oscurecía. La noche se cernía sobre ella apretando su pecho, los zarcillos no le respondían sino que la presionaban contra un rincón manteniéndola atada e inútil. Empezó a gritar, a gritar y a gritar en el sueño y, también, en la vida real mientras la oscuridad alrededor de la habitación parecía cobrar vida y vibrar ante el llamado de la bruja. Pero, tal como había sucedido en el hospital, no eran lo suficientemente conscientes de que debían hacer...o como ayudarla porque en el mundo de los sueños su actuación era nula.
Off
Éxito: pasa noche tranquila
Fallo: pesadillas nivel Dios
Y que aún podía recuperar.
Podían quitarle todo menos la esperanza de volver a sus brazos. Indiferentemente de las palabras que Wthyr dijera en su contra. Lo único que la hacía temblar era la amenaza, de ambos, Shyvanna y él.
No respondió a lo de la decisión del Cónclave, después de todo… había aceptado muchas cosas y luego había buscado la manera de cambiarlas. Por eso Matvey había convocado algunos cónclaves y ella otros… y ahí fue cuando se dio cuenta de que tenía razón. Deberían haberle dado el puesto a los Pendragon y enseñarle a obedecer al Consejo. Era un organismo de control y a Wthyr no le gustaba ser controlado. Lo entendía, tomando en cuenta que era el "Rey" de Avalon. El año de nacimiento hizo que Catherine hiciera una matemática rápida y le recorrió el rostro un instante con gesto indescriptible pero no dijo nada. Ya no solo era la estúpida diferencia de altura sino encima eso. 6 años le llevaba. Debía verla como una pequeña, una cría… una muchachita. Aquello la hizo tensar los labios brevemente.
Se dio cuenta, de nuevo, de su profunda debilidad física cuando pese a haber usado gran parte de su fuerza, Wthyr apenas pestañeó y se movió. No, lo de ella tenía que ser con magia. Físicamente no podía con él. Aunque eso ya lo sabía. Le recorrió un escalofrío breve y al escuchar su pregunta se vio en la necesidad de confesar -Siento que estoy siguiendo los pasos de Morgana y no quiero- Le confesó, que interpretará lo que quisiera. Estaba segura de que él sabía que Morgana había sido reina de esa isla, sino, iba a darse una pequeña sorpresa -No quiero más responsabilidades… puedes quedarte con ambas coronas. Hasta ahora lo has estado haciendo bien y tú y yo no nos ponemos de acuerdo. Si no oyes a tus vasallos … ¿por qué habrías de oírme a mí? Tus hermanos te ayudarán mejor que yo, ni siquiera les conozco- Murmuró negando con la cabeza. Todo lo que sabía de Avalon era poco o nada. La referencia al asesinato de Arturo por Mordred hizo que lo mirara significativamente… pero no añadió nada.
Ignoró su tontería sobre los remilgos. Iba a vestirse y desvestirse como le diera la gana. Cuando se acostó en la cama desnudo observó el collar que llevaba en el pecho un instante antes de que se girará. Aquello del alba le pareció estúpido y soltó un "tsk" como dándole a entender que haría lo que le saliera del… se giró y apagó la luz. Lo cierto es que no tardó mucho en dormirse.
Ni en despertarse.
Tal como había esperado, cuando la noche avanzó a su horario más oscuro su subconsciente empezó a tejer una red de angustia, de dolor y de frustración que la ahogaba. En la pesadilla todo lo que le era conocido desaparecía en cenizas y cada vez que se veía en un espejo no era ella misma sino Morgana, con su siniestra corona y una sonrisa amplia. Aunque se veía las manos y reconocía su propio cuerpo, sus tatuajes, cuando veía su reflejo no era ella y la risa de su ascendiente no hacía más que penetrar en su cerebro una y otra vez hasta que todo a su alrededor se oscurecía. La noche se cernía sobre ella apretando su pecho, los zarcillos no le respondían sino que la presionaban contra un rincón manteniéndola atada e inútil. Empezó a gritar, a gritar y a gritar en el sueño y, también, en la vida real mientras la oscuridad alrededor de la habitación parecía cobrar vida y vibrar ante el llamado de la bruja. Pero, tal como había sucedido en el hospital, no eran lo suficientemente conscientes de que debían hacer...o como ayudarla porque en el mundo de los sueños su actuación era nula.
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Pude suponer que ella pensaba que yo era un viejo, por el silencio que hizo al echar cuentas de mi edad. Así quedaba más que justificado que la hubiese llamado "pequeña" o que alguna vez le hubiese dicho que era una cría. Lo que no me gustó nada fue esa especie de ¿lástima? que pude ver en su mirada durante un instante cuando dije lo de los sentimentalismos.
Al final entendí por qué se había quedado tan pálida por la idea de ser reina. Había miedo en sus palabras, una especie de temor infundado hacia el destino de Morgana. Por eso rechazaba la corona que le correspondía. Hice un sonido de disgusto por ello, pero por el momento no me apetecía insistir más. Era cierto que no nos poníamos de acuerdo, pero no podía callarme ante lo que dijo sobre los vasallos de los Pendragon. - No te equivoques, si escucho a mis vasallos. Puede que más de lo que os escucháis vosotros en el Consejo. - no sólo eso, sino que luchábamos juntos, e incluso algunos me eran gratos de vez en cuando. Freyja podría estar entre ellos. Y seguro que no se ponía tan especial a la hora de acostarse y tener que desvestirse. No me pasó por alto su sonido de disconformidad con la hora de levantarse, así que la levantaría incluso antes. Ella se durmió antes que yo, así que al final acabé metiéndome a la cama para taparme en condiciones. Poco después fui yo el que empezó a dormirse, tras un rato escuchando su respiración...
Hubiese dormido por muchas horas de no ser por los gritos que me despertaron en plena noche. Ella ya lo había advertido, pero hasta pasados unos segundos no me di cuenta de que no eran mis propios sueños, sino los suyos. Me incorporé de manera repentina, dándome al vuelta para tratar de despertarla de esa pesadilla tan intensa. Al final sí que era verdad lo que había dicho. - - Catherine... despierta...- Apenas entraba algo de luz de luna por la ventana, pero pude notar algo extraño removiéndose en la habitación, como algo acechando. No tenía tiempo de encender las luces con el aparato desiluminador, así que lo dejé como una simple paranoia nocturna mía. - Vamos, las pesadillas no existen. - La cogí por los hombros para girarla hacia mí, agitándola un poco para ver si de ese modo abría los ojos. La dejé entre mis brazos, apoyando la palma de una de mis manos sobre su pecho directamente. Mi intención era que despertase cuanto antes, así que utilicé mi magia de control de sangre sobre ella para hacer que pulso se acelerase, para que su corazón bombease más rápido.
Al final entendí por qué se había quedado tan pálida por la idea de ser reina. Había miedo en sus palabras, una especie de temor infundado hacia el destino de Morgana. Por eso rechazaba la corona que le correspondía. Hice un sonido de disgusto por ello, pero por el momento no me apetecía insistir más. Era cierto que no nos poníamos de acuerdo, pero no podía callarme ante lo que dijo sobre los vasallos de los Pendragon. - No te equivoques, si escucho a mis vasallos. Puede que más de lo que os escucháis vosotros en el Consejo. - no sólo eso, sino que luchábamos juntos, e incluso algunos me eran gratos de vez en cuando. Freyja podría estar entre ellos. Y seguro que no se ponía tan especial a la hora de acostarse y tener que desvestirse. No me pasó por alto su sonido de disconformidad con la hora de levantarse, así que la levantaría incluso antes. Ella se durmió antes que yo, así que al final acabé metiéndome a la cama para taparme en condiciones. Poco después fui yo el que empezó a dormirse, tras un rato escuchando su respiración...
Hubiese dormido por muchas horas de no ser por los gritos que me despertaron en plena noche. Ella ya lo había advertido, pero hasta pasados unos segundos no me di cuenta de que no eran mis propios sueños, sino los suyos. Me incorporé de manera repentina, dándome al vuelta para tratar de despertarla de esa pesadilla tan intensa. Al final sí que era verdad lo que había dicho. - - Catherine... despierta...- Apenas entraba algo de luz de luna por la ventana, pero pude notar algo extraño removiéndose en la habitación, como algo acechando. No tenía tiempo de encender las luces con el aparato desiluminador, así que lo dejé como una simple paranoia nocturna mía. - Vamos, las pesadillas no existen. - La cogí por los hombros para girarla hacia mí, agitándola un poco para ver si de ese modo abría los ojos. La dejé entre mis brazos, apoyando la palma de una de mis manos sobre su pecho directamente. Mi intención era que despertase cuanto antes, así que utilicé mi magia de control de sangre sobre ella para hacer que pulso se acelerase, para que su corazón bombease más rápido.
La risa lo inundaba todo y la oscuridad se cernía con tanta certeza sobre ella que Catherine había pensado que sería su fin. Pero no…No podía permitirlo, no podía quedarse allí dejándose atrapar por ella así que recordó que ella era una maestra de las sombras, que la oscuridad no le asustaba, que no había nada en aquella negrura que le fuera indiferente e intentó por todos sus medios controlar el remolino para evitar que siguiera hundiéndola.
Fuera del mundo onírico, Catherine había dejado de gritar y pedir ayuda, ahora sólo sollozaba descontroladamente mientras empezaba a moverse como queriendo salir de lo que sea que la tenía atrapada. La oscuridad de la habitación se volvió más densa, vibrando y cobrando vida mientras se movía hacia la cama ante la reacción de Wthyr. En los sueños no eran capaces de alcanzarla, pero aquí podrían protegerla. Los zarcillos reptaron por las sábanas en dirección a ambos, subiendo por la espalda del Pendragon y se enroscaron en el brazo, descendiendo hacia el lugar donde estaba en contacto con la piel de Catherine. El roce de la oscuridad y la aceleración de Wthyr, aquella afinidad mágica, la trajo de nuevo al mundo de la realidad, pero cuando Catherine abrió los párpados…
No había nada de aquel pedazo de nebulosa que danzaba en sus ojos.
Sólo oscuridad. Cada iris estaba hecho de la más profunda obsidiana. Carente de cualquier tipo de sentimentalismo, igual que la sonrisa que se deslizó en los labios de la bruja mientras posaba sus ojos en él -Pendragon- Ronroneó, un segundo antes de que la oscuridad le arrancara un grito al clavarse en su pecho como pequeñas dagas, atravesando piel, músculo y yendo lo suficientemente profundo para que la descarga de dolor penetrara hasta lo más profundo de su mente, rompiendo cualquier jaula. Catherine estaba familiarizada con el dolor, Morgana lo había olvidado.
Un parpadeo más tarde… regresaron… aquellos ojos universales. El dolor seguía siendo indescriptible y Catherine tardó un momento en centrarse. Miró a Wthyr pero no centró su atención en él ni un solo momento, miró alrededor mientras subía las manos, intentando palpar el lugar donde estaba. Sentía el corazón desbocado, tenía el pijama empapado de sudor frío y cuando bajó la mirada hacia su pecho se encontró la razón del dolor. Movió la mano con un quejido para que los zarcillos se retiraran y sintió la calidez de su sangre empezar a manchar el pijama.
Una pesadilla. Había sido una pesadilla.
Muy vívida.
Se movió brusca e inestablemente, para salir de los brazos de Wthyr y salir de la cama. Necesitaba…Necesitaba agua fría. Sin embargo, en cuanto se puso en pie sintió que el mundo y sus limites se difuminaban, dando vueltas. Le costaba de nuevo meter aire en los pulmones pero lo que la llevó a tropicones al baño fueron las náuseas. Llegó a tiempo de no hacer un desastre y cuando acabó de devolver la cena fue hasta la ducha y la encendió, metiéndose dentro sin ajustar la temperatura ni desnudarse. Sólo quería agua fría. Necesitaba esas sensaciones, necesitaba saber que había despertado. Empezó a quitarse el pijama mojado tirándolo hacia algún lado sin mirar mientras se lavaba la cara y enjuagaba la boca. No le importaban los temblores, ni tampoco lo doloroso del agua en sus heridas…Las que empezó a revisar con el ceño fruncido. Iba a necesitar díctamo. Cerró los ojos mientras intentaba coordinar su mente, sus pensamientos, sus sentimientos. Nunca…Nunca había tenido una pesadilla así y… Había despertado…Pero no era ella, no se había sentido ella hasta que el dolor le había atravesado. Frunció suavemente el ceño y alzó la cabeza -¿Tú lo hiciste? ¿Manipulaste las sombras?- Preguntó, por saber si había absorbido su poder y usado en su contra.
Fuera del mundo onírico, Catherine había dejado de gritar y pedir ayuda, ahora sólo sollozaba descontroladamente mientras empezaba a moverse como queriendo salir de lo que sea que la tenía atrapada. La oscuridad de la habitación se volvió más densa, vibrando y cobrando vida mientras se movía hacia la cama ante la reacción de Wthyr. En los sueños no eran capaces de alcanzarla, pero aquí podrían protegerla. Los zarcillos reptaron por las sábanas en dirección a ambos, subiendo por la espalda del Pendragon y se enroscaron en el brazo, descendiendo hacia el lugar donde estaba en contacto con la piel de Catherine. El roce de la oscuridad y la aceleración de Wthyr, aquella afinidad mágica, la trajo de nuevo al mundo de la realidad, pero cuando Catherine abrió los párpados…
No había nada de aquel pedazo de nebulosa que danzaba en sus ojos.
Sólo oscuridad. Cada iris estaba hecho de la más profunda obsidiana. Carente de cualquier tipo de sentimentalismo, igual que la sonrisa que se deslizó en los labios de la bruja mientras posaba sus ojos en él -Pendragon- Ronroneó, un segundo antes de que la oscuridad le arrancara un grito al clavarse en su pecho como pequeñas dagas, atravesando piel, músculo y yendo lo suficientemente profundo para que la descarga de dolor penetrara hasta lo más profundo de su mente, rompiendo cualquier jaula. Catherine estaba familiarizada con el dolor, Morgana lo había olvidado.
Un parpadeo más tarde… regresaron… aquellos ojos universales. El dolor seguía siendo indescriptible y Catherine tardó un momento en centrarse. Miró a Wthyr pero no centró su atención en él ni un solo momento, miró alrededor mientras subía las manos, intentando palpar el lugar donde estaba. Sentía el corazón desbocado, tenía el pijama empapado de sudor frío y cuando bajó la mirada hacia su pecho se encontró la razón del dolor. Movió la mano con un quejido para que los zarcillos se retiraran y sintió la calidez de su sangre empezar a manchar el pijama.
Una pesadilla. Había sido una pesadilla.
Muy vívida.
Se movió brusca e inestablemente, para salir de los brazos de Wthyr y salir de la cama. Necesitaba…Necesitaba agua fría. Sin embargo, en cuanto se puso en pie sintió que el mundo y sus limites se difuminaban, dando vueltas. Le costaba de nuevo meter aire en los pulmones pero lo que la llevó a tropicones al baño fueron las náuseas. Llegó a tiempo de no hacer un desastre y cuando acabó de devolver la cena fue hasta la ducha y la encendió, metiéndose dentro sin ajustar la temperatura ni desnudarse. Sólo quería agua fría. Necesitaba esas sensaciones, necesitaba saber que había despertado. Empezó a quitarse el pijama mojado tirándolo hacia algún lado sin mirar mientras se lavaba la cara y enjuagaba la boca. No le importaban los temblores, ni tampoco lo doloroso del agua en sus heridas…Las que empezó a revisar con el ceño fruncido. Iba a necesitar díctamo. Cerró los ojos mientras intentaba coordinar su mente, sus pensamientos, sus sentimientos. Nunca…Nunca había tenido una pesadilla así y… Había despertado…Pero no era ella, no se había sentido ella hasta que el dolor le había atravesado. Frunció suavemente el ceño y alzó la cabeza -¿Tú lo hiciste? ¿Manipulaste las sombras?- Preguntó, por saber si había absorbido su poder y usado en su contra.
Los gritos se convirtieron pronto en sollozos, como si su mente estuviese metida en algún tipo de situación terriblemente agobiante. Aparté la mano un instante de su pecho para encender las luces del cuarto con el chisme desiluminador, pues necesitaba verle bien la cara en cuanto despertase. No tardé en volver a hacer contacto con su cuerpo, y en cuanto lo hice pude comprobar que esa sensación extraña de que algo nos acechaba no eran imaginaciones mías. Era ella la que estaba descontrolada, la que estaba haciendo que las sombras se agitasen y fuesen a por mí. - Pero qué... ¿¿Qué demonios estás haciendo?? - gruñí por lo bajo sin entender por qué las malditas sombras habían comenzado a subir por mi espalda para ir a enroscarse al brazo y la mano con la que estaba tocándola. ¿Pensaban que la estaba atacando y querían defenderla? - ¡Despierta! - alcé la voz aún más, sin intentar siquiera tomar su poder para controlar esas sombras. Eso sólo empeoraría la situación. Enseguida dejé de usar mi control de sangre, no era buena idea alterarla más.
El momento en el que abrió los ojos no fue de alivio, sino al contrario. Aquellos ojos parecían dos pozos oscuros capaces de matar con la mirada. Esa voz que no era la suya y esa extraña sonrisa provocaron en mí un intenso desasosiego. Por un instante estuve a punto de soltarla, como si hubiese sentido peligro por un ataque inminente. Aquello terminó de manera súbita con un grito de dolor que no entendí al principio, hasta que vi que la oscuridad enroscada a mi brazo acababa de clavarse en su cuerpo para herirla. - ¡No, quieta! - Era imposible que eso lo hubiese hecho ella por voluntad propia. Intenté en vano que los zarcillos se retirasen, aunque casi al instante recuperó de nuevo sus ojos normales y una aparente consciencia. - ¿Catherine...? - Parecía no saber qué había pasado ni dónde estaba, y lo peor era que la sangre había comenzado a brotar de las heridas hechas por los zarcillos de oscuridad. Sólo se habían retirado cuando ella los había manejado de manera consciente. Había subestimado sus pesadillas cuando las había mencionado, no tenía ni idea de que pudiesen llegar hasta el punto de hacer que se agrediese a sí misma.
Intenté evitar que se levantase de manera tan repentina, pero se me escapó para salir de la cama casi a trompicones. - Espera, no te levantes todavía, te vas a caer. - la llamé mientras ella se marchaba hacia el baño, sin lograr que se detuviese. La seguí de inmediato en cuanto escuché que vomitaba, entendiendo por qué se había ido corriendo. No llegué a tiempo de ayudarla de algún modo, pues ya se había metido en la ducha vestida y todo. Guardé silencio un instante por el fugaz y oscuro pensamiento que se me pasó por la cabeza, que ella acabaría muriendo como mis anteriores esposas. Traté de centrar la cabeza en algo útil, cerrando los ojos para concentrarme en la sangre de sus heridas. No me hizo falta mirar ni hacer contacto, a los pocos segundos había logrado frenar el sangrado, aunque no supiese cerrar heridas o quitarlas como hacía Shyvanna.
Crucé los brazos y me apoyé de lado contra la pared del baño, mirando hacia la ducha en la que ella estaba. Podría haberme indignado por su insinuación de ataque, pero parecía tan confusa que hasta sentí cierta compasión. - No, Catherine. Yo no he tenido nada que ver. Has sido tú, aunque...no parecías tú. Gritabas y llorabas en sueños. Cuando abriste los ojos no eran los tuyos. Ni siquiera era tu voz cuando dijiste mi nombre. ¿Así son siempre tus pesadillas? - cuestioné en tono serio, nada que ver con el que había usado cuando me habló de ellas antes de dormir.
El momento en el que abrió los ojos no fue de alivio, sino al contrario. Aquellos ojos parecían dos pozos oscuros capaces de matar con la mirada. Esa voz que no era la suya y esa extraña sonrisa provocaron en mí un intenso desasosiego. Por un instante estuve a punto de soltarla, como si hubiese sentido peligro por un ataque inminente. Aquello terminó de manera súbita con un grito de dolor que no entendí al principio, hasta que vi que la oscuridad enroscada a mi brazo acababa de clavarse en su cuerpo para herirla. - ¡No, quieta! - Era imposible que eso lo hubiese hecho ella por voluntad propia. Intenté en vano que los zarcillos se retirasen, aunque casi al instante recuperó de nuevo sus ojos normales y una aparente consciencia. - ¿Catherine...? - Parecía no saber qué había pasado ni dónde estaba, y lo peor era que la sangre había comenzado a brotar de las heridas hechas por los zarcillos de oscuridad. Sólo se habían retirado cuando ella los había manejado de manera consciente. Había subestimado sus pesadillas cuando las había mencionado, no tenía ni idea de que pudiesen llegar hasta el punto de hacer que se agrediese a sí misma.
Intenté evitar que se levantase de manera tan repentina, pero se me escapó para salir de la cama casi a trompicones. - Espera, no te levantes todavía, te vas a caer. - la llamé mientras ella se marchaba hacia el baño, sin lograr que se detuviese. La seguí de inmediato en cuanto escuché que vomitaba, entendiendo por qué se había ido corriendo. No llegué a tiempo de ayudarla de algún modo, pues ya se había metido en la ducha vestida y todo. Guardé silencio un instante por el fugaz y oscuro pensamiento que se me pasó por la cabeza, que ella acabaría muriendo como mis anteriores esposas. Traté de centrar la cabeza en algo útil, cerrando los ojos para concentrarme en la sangre de sus heridas. No me hizo falta mirar ni hacer contacto, a los pocos segundos había logrado frenar el sangrado, aunque no supiese cerrar heridas o quitarlas como hacía Shyvanna.
Crucé los brazos y me apoyé de lado contra la pared del baño, mirando hacia la ducha en la que ella estaba. Podría haberme indignado por su insinuación de ataque, pero parecía tan confusa que hasta sentí cierta compasión. - No, Catherine. Yo no he tenido nada que ver. Has sido tú, aunque...no parecías tú. Gritabas y llorabas en sueños. Cuando abriste los ojos no eran los tuyos. Ni siquiera era tu voz cuando dijiste mi nombre. ¿Así son siempre tus pesadillas? - cuestioné en tono serio, nada que ver con el que había usado cuando me habló de ellas antes de dormir.
Bajó la cabeza en el chorro de agua, haciendo que cayera sobre su cuello. Observó sus manos, moviéndolas con suavidad, apretando y cerrando los dedos para asegurarse de que era ella controlando su cuerpo. No se atrevía aún a mirarse al espejo… ¿Y si no se veía a sí misma? ¿Y si el reflejo que le devolvía era el de Morgana? Sabía que Wthyr estaba allí pero realmente, en ese instante, tenía cosas más importantes de las que preocuparse que su desnudez. Total, ya se habían visto, tal como él había dicho.
Alzó la cabeza cuando sintió que el sangrado había parado y el agua que caía de su cuerpo ya no tenía ningún atisbo de rojo. Ladeó la vista hacia él, recorriendo su rostro un momento mientras lo escuchaba hablar confirmando su temor. No había sido ella…No. ¿Cómo lo había logrado? ¿Ella se lo estaba permitiendo? ¿Era una ilusión? ¿Era otra cosa? ¿Era una forma fantasmal de cumplir con su plan? Al pensar eso sintió de nuevo el corazón desbocado. ¿Habría sido el intercambio de magia? - ¿Te hice daño? - Preguntó con un hilo de voz y bajó la mirada hacia su torso desnudo, después hacia sus brazos y hasta sus manos. No. No tenía sangre, no tenía heridas. ¿De haber tenido tiempo, le habría hecho algo? Cerró los ojos y apartó la vista, levantando la cabeza para que el agua helada le diera en la cara y subió las manos a la pared para aguantar su peso.
Cuando tuvo que responder sacó la cara del agua -Desde hace un par de semanas- Expresó tensando los labios. Y aunque en muchas de ellas se había repetido aquella esquina llena de oscuridad en la que acababa acurrucada en posición fetal, nunca le había pasado lo del espejo…La… -Pero nunca así. Te lo advertí- Cerró el agua y fue a por la toalla, sintiendo el cuerpo debilitado, pero aún así logró secarse un poco antes de enrollársela alrededor. Desvió la mirada de él hacia el espejo del lavabo con un gesto de temor, pero aun así fue dando calculados pasos hasta que encontró su reflejo. Sólo ella. Dejó caer los párpados en alivio. Un instante después los abrió y llevó la mano hacia las heridas. No sangraban, pero tampoco estaban curadas. Necesitaba cerrarlas, debía tener alguna poción a mano -¿De qué color eran mis ojos? ¿Qué te dije cuando desperté? – Inquirió y sintiendo ya que el frío empezaba a calar demasiado profundo empezó a caminar hacia el cuarto con lentitud, calculando cada paso pero demasiado orgullosa para pedir ayuda. Sobre todo porque estaba analizando la información que tenía- ¿Te toqué? ¿Cuánto tiempo estuve así?- Preguntó nuevamente mientras se sentaba en la cama, apenas un instante. No es que fuera a dormir allí otra vez, sospechaba que estaba empapada. Miró alrededor y movió una mano, entonces un zarcillo se enrolló en su dedo y lo estudió con la mirada. ¿Los había controlado inconscientemente? ¿tenía voluntad propia? -¿Te hicieron algo?- Cuestionó de nuevo.
Alzó la cabeza cuando sintió que el sangrado había parado y el agua que caía de su cuerpo ya no tenía ningún atisbo de rojo. Ladeó la vista hacia él, recorriendo su rostro un momento mientras lo escuchaba hablar confirmando su temor. No había sido ella…No. ¿Cómo lo había logrado? ¿Ella se lo estaba permitiendo? ¿Era una ilusión? ¿Era otra cosa? ¿Era una forma fantasmal de cumplir con su plan? Al pensar eso sintió de nuevo el corazón desbocado. ¿Habría sido el intercambio de magia? - ¿Te hice daño? - Preguntó con un hilo de voz y bajó la mirada hacia su torso desnudo, después hacia sus brazos y hasta sus manos. No. No tenía sangre, no tenía heridas. ¿De haber tenido tiempo, le habría hecho algo? Cerró los ojos y apartó la vista, levantando la cabeza para que el agua helada le diera en la cara y subió las manos a la pared para aguantar su peso.
Cuando tuvo que responder sacó la cara del agua -Desde hace un par de semanas- Expresó tensando los labios. Y aunque en muchas de ellas se había repetido aquella esquina llena de oscuridad en la que acababa acurrucada en posición fetal, nunca le había pasado lo del espejo…La… -Pero nunca así. Te lo advertí- Cerró el agua y fue a por la toalla, sintiendo el cuerpo debilitado, pero aún así logró secarse un poco antes de enrollársela alrededor. Desvió la mirada de él hacia el espejo del lavabo con un gesto de temor, pero aun así fue dando calculados pasos hasta que encontró su reflejo. Sólo ella. Dejó caer los párpados en alivio. Un instante después los abrió y llevó la mano hacia las heridas. No sangraban, pero tampoco estaban curadas. Necesitaba cerrarlas, debía tener alguna poción a mano -¿De qué color eran mis ojos? ¿Qué te dije cuando desperté? – Inquirió y sintiendo ya que el frío empezaba a calar demasiado profundo empezó a caminar hacia el cuarto con lentitud, calculando cada paso pero demasiado orgullosa para pedir ayuda. Sobre todo porque estaba analizando la información que tenía- ¿Te toqué? ¿Cuánto tiempo estuve así?- Preguntó nuevamente mientras se sentaba en la cama, apenas un instante. No es que fuera a dormir allí otra vez, sospechaba que estaba empapada. Miró alrededor y movió una mano, entonces un zarcillo se enrolló en su dedo y lo estudió con la mirada. ¿Los había controlado inconscientemente? ¿tenía voluntad propia? -¿Te hicieron algo?- Cuestionó de nuevo.
Permanecí allí en silencio, sin variar mi posición durante un rato largo mientras ella seguía bajo la ducha. Por su pregunta estaba claro que ni siquiera había sido su intención lo de echarme las sombras encima, aunque tal vez de manera inconsciente si lo fuera. - No, pero tus sombras vinieron a por mí como si creyesen que iba a hacerte algo. - era como si se hubiesen activado más al usar mi magia, pero no tenía mucho sentido porque al final la habían acabado atacando a ella. Comencé a echar cuentas cuando mencionó desde cuándo tenía esas pesadillas, aunque no hubiesen sido tan fuertes como la última. Ya estábamos casados, y ya había quedado embarazada. Cada vez creía menos en las casualidades...
La seguí con la mirada mientras salía de la ducha para ir al encuentro del espejo, creyendo ver alivio en su rostro al verse. No sabía exactamente qué esperaba ver, pues tampoco es que tuviese buena cara. Además, todavía debían curarse las heridas del pecho. Me fijé en que eran como una especie de zarpazo, cinco marcas en el lugar en el que había estado mi mano. - No te creí. - respondí sinceramente a lo de las advertencias, pues hasta ahora no había visto que algo salido de las pesadillas quisiese atacarte. - Tus ojos eran negros por completo. Ni siquiera había una pizca de iris. - me separé de la pared para ir hacia ella, repitiendo por lo bajo lo que me había dicho al "despertar".
- Pendragon...con una sonrisa macabra. Por un momento pensé que me atacarías. - había estado a punto de soltarla, como por una especie de instinto de supervivencia. Caminé tras ella cuando salió del baño, dirigiéndome hacia uno de los armarios de la habitación para buscar algunas cosas. - No. Yo te toqué a ti. Estaba intentando acelerar tu pulso para que despertases de la pesadilla, pero fue peor. Las sombras reaccionaron mal. Fueron un par de minutos desde que comenzaste a gritar. - me di la vuelta tras encontrar una pequeña caja de madera en la que había pociones básicas, regresando a la cama para sentarme. La tome por la muñeca para que se quedase sentada y se girase hacia mí, mirando molesto al zarcillo de oscuridad que acababa de crear.
- Deja eso por ahora. Creo que sí querían hacerme algo, pero cuando te dio aquella cosa rara prefirieron atacarte a ti. No sé por qué. - cogí la esencia de díctamo de la caja, comenzando a echar unas cuantas gotas sobre una gasa para después dar algunos toques sobre las heridas visibles de su pecho. Mientras lo hacía no estaba precisamente centrado, más bien rumiaba una idea que no me gustaba lo más mínimo.
- Todo esto ha comenzado desde que nos unimos. Es como si algo o alguien temiese o no quisiese que se consume la unión Pendragon Le Fay. Puede que estés en peligro. - ella y los futuros herederos. Esperaba equivocarme, pero era inevitable pensar que estaba relacionado. - ¿Qué viste en la pesadilla?
La seguí con la mirada mientras salía de la ducha para ir al encuentro del espejo, creyendo ver alivio en su rostro al verse. No sabía exactamente qué esperaba ver, pues tampoco es que tuviese buena cara. Además, todavía debían curarse las heridas del pecho. Me fijé en que eran como una especie de zarpazo, cinco marcas en el lugar en el que había estado mi mano. - No te creí. - respondí sinceramente a lo de las advertencias, pues hasta ahora no había visto que algo salido de las pesadillas quisiese atacarte. - Tus ojos eran negros por completo. Ni siquiera había una pizca de iris. - me separé de la pared para ir hacia ella, repitiendo por lo bajo lo que me había dicho al "despertar".
- Pendragon...con una sonrisa macabra. Por un momento pensé que me atacarías. - había estado a punto de soltarla, como por una especie de instinto de supervivencia. Caminé tras ella cuando salió del baño, dirigiéndome hacia uno de los armarios de la habitación para buscar algunas cosas. - No. Yo te toqué a ti. Estaba intentando acelerar tu pulso para que despertases de la pesadilla, pero fue peor. Las sombras reaccionaron mal. Fueron un par de minutos desde que comenzaste a gritar. - me di la vuelta tras encontrar una pequeña caja de madera en la que había pociones básicas, regresando a la cama para sentarme. La tome por la muñeca para que se quedase sentada y se girase hacia mí, mirando molesto al zarcillo de oscuridad que acababa de crear.
- Deja eso por ahora. Creo que sí querían hacerme algo, pero cuando te dio aquella cosa rara prefirieron atacarte a ti. No sé por qué. - cogí la esencia de díctamo de la caja, comenzando a echar unas cuantas gotas sobre una gasa para después dar algunos toques sobre las heridas visibles de su pecho. Mientras lo hacía no estaba precisamente centrado, más bien rumiaba una idea que no me gustaba lo más mínimo.
- Todo esto ha comenzado desde que nos unimos. Es como si algo o alguien temiese o no quisiese que se consume la unión Pendragon Le Fay. Puede que estés en peligro. - ella y los futuros herederos. Esperaba equivocarme, pero era inevitable pensar que estaba relacionado. - ¿Qué viste en la pesadilla?
¿La habían defendido? ¿De él? ¿Por voluntad propia? Estaba claro que su poder estaba transformándose, evolucionando… pero aún no lograba entenderlo completamente y no era miedo, era algo distinto -Pero… ¿No me recubrieron la piel? ¿Te la recubrieron a ti? - Seguía sin comprender el comportamiento. Estaba acostumbrada a utilizarla a modo defensivo como una segunda piel, pero cierto era que cuando Ian y él habían peleado… Había temido no poder defenderse de la magia de sangre de Wthyr con sus poderes a sabiendas de que la piel de ébano no haría nada.
La descripción cada vez se asemejaba más a la imagen que Morgana solía proyectar en el laberinto. Ojos oscuros, cabello oscuro… Le miró por encima del hombro cuando mencionó que pensó que le atacaría y volvió a preguntarse. Si Morgana hubiese tenido tiempo ¿Habría hecho algo? ¿Cómo podía protegerlo de ella misma? ¿Morgana tendría su mismo caudal de magia o se acrecentaría? ¿Acaso Wthyr tenía algún chance contra su ascendiente?
Se giró hacia él cuando vio la caja de madera, evaluando lo que allí se encontraba y reconociendo lo que iba a hacer. El zarcillo se disipó con un comando mental, pero Catherine siguió la estela mientras le escuchaba hablar. El dolor… Había despertado alguna parte de ella que la había traído sólo a ella. Arrugó un poco la nariz mientras sentía la poción hacer su efecto pero mantuvo el silencio, escuchando el análisis del Pendragon con atención pero antes de poder proseguir alargó una mano para detener la gasa y esperó a que la mirara, esperara que comprendiera la verdad en sus palabras-No quiero hacerte daño-
Lo del peligro…Empezaba a creerlo, pero nunca hubiese pensado…Nunca se habría imaginado que aquello podía llegar tan lejos. Soltó su muñeca para que pudiera seguir trabajando y ante la pregunta que hizo desvió la mirada hacia un lado. ¿Cómo? Aún no entendía el cómo. En su última visita al Laberinto Le Fay, Morgana había expuesto todo su plan y ante su absoluto rechazo había puesto la corona. Y justo antes de dormir habían estado hablando de esos objetos, la había mentado…Y había canalizado muchísima energía mágica antes de dormir.
“Por un momento pensé que me atacarías”
Podría haberlo hecho. Un segundo más tarde y quizás la historia de ambos habría cambiado. Sus sombras les habían protegido. A los dos, trayéndola de vuelta a su cuerpo a través de lo único que se había convertido en su “zona de confort”: Autoflagelarse. Soportar, sacrificar, herirse pero… Cuando volvió la vista hacia él y conectó con su mirada espero un instante -No soy la única en peligro- La luz que inundaba la habitación parpadeó, como si la oscuridad de algunos recónditos sitios se hubiese preparado para lo que Catherine iba a decir - Acabas de conocer a Morgana Le Fay -
La descripción cada vez se asemejaba más a la imagen que Morgana solía proyectar en el laberinto. Ojos oscuros, cabello oscuro… Le miró por encima del hombro cuando mencionó que pensó que le atacaría y volvió a preguntarse. Si Morgana hubiese tenido tiempo ¿Habría hecho algo? ¿Cómo podía protegerlo de ella misma? ¿Morgana tendría su mismo caudal de magia o se acrecentaría? ¿Acaso Wthyr tenía algún chance contra su ascendiente?
Se giró hacia él cuando vio la caja de madera, evaluando lo que allí se encontraba y reconociendo lo que iba a hacer. El zarcillo se disipó con un comando mental, pero Catherine siguió la estela mientras le escuchaba hablar. El dolor… Había despertado alguna parte de ella que la había traído sólo a ella. Arrugó un poco la nariz mientras sentía la poción hacer su efecto pero mantuvo el silencio, escuchando el análisis del Pendragon con atención pero antes de poder proseguir alargó una mano para detener la gasa y esperó a que la mirara, esperara que comprendiera la verdad en sus palabras-No quiero hacerte daño-
Lo del peligro…Empezaba a creerlo, pero nunca hubiese pensado…Nunca se habría imaginado que aquello podía llegar tan lejos. Soltó su muñeca para que pudiera seguir trabajando y ante la pregunta que hizo desvió la mirada hacia un lado. ¿Cómo? Aún no entendía el cómo. En su última visita al Laberinto Le Fay, Morgana había expuesto todo su plan y ante su absoluto rechazo había puesto la corona. Y justo antes de dormir habían estado hablando de esos objetos, la había mentado…Y había canalizado muchísima energía mágica antes de dormir.
“Por un momento pensé que me atacarías”
Podría haberlo hecho. Un segundo más tarde y quizás la historia de ambos habría cambiado. Sus sombras les habían protegido. A los dos, trayéndola de vuelta a su cuerpo a través de lo único que se había convertido en su “zona de confort”: Autoflagelarse. Soportar, sacrificar, herirse pero… Cuando volvió la vista hacia él y conectó con su mirada espero un instante -No soy la única en peligro- La luz que inundaba la habitación parpadeó, como si la oscuridad de algunos recónditos sitios se hubiese preparado para lo que Catherine iba a decir - Acabas de conocer a Morgana Le Fay -
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