Piso 8 | Flia. Cohen

Piso 8 | Flia. Cohen

- Observaciones y otros detalles: En ésta bulliciosa vivienda siempre hay movimiento, son numerosos los que se alojan aquí y todos están más que dispuestos a alertar a las autoridades cualquier anomalía. Otra medida de seguridad es un kneazle, una criatura inteligente e independiente y en ocasiones agresivo. Tiene la habilidad de detectar y desconfiar de personas sospechosas.

Cuando sus ojos se abrieron ya era de día, la luz de la mañana entraba por la ventana de su habitación. Una vez más se despertó agitado tras la misma pesadilla y los golpes en la puerta le hicieron dar un respingo.-¡Adael!¿Estás durmiendo?¡Son las ocho de la mañana!¡Levántate de una vez!- Se trataba de su hermana que le indignó el hecho de que esté durmiendo hasta esa hora cuando, habitualmente, se despertaba a la madrugada. Ésta vez no porque se había quedado hasta el alba en la fiesta del casamiento de Sayid, pero no había excusas que valieran con ella.

Azlan abrió la puerta de su cuarto, subió a la cama y él no pudo resistirse a acariciarlo, era tan suave y tierno. Mientras se vestía para bajar a desayunar recordó algo que lo hizo apurarse. Para hacer más rápido prefirió desaparecerse pero, con las prisas, algo salió mal y quedó atrapado en la pared. Al pasar y verlo así, su hermana alzó una ceja y, tras suspirar, lo ayudó a desatascarse.

-¿Y el rebaño?- Preguntó con inquietud. -Esaú lo arreó mientras tú dormías.- Contestó mientras bajaban juntos al comedor seguidos por Azlan. -¿Le dijiste a Eire que no está invitado?- Abrió los ojos al recordar que no lo había hecho y le dirigió una sonrisa de disculpa a lo que ella revoleó los ojos y gruñó. -Seguro ya ni se acuerda.- Se apresuró a excusarse. -¿Tan poca fe tienes en su palabra?- Le preguntó alzando las cejas a lo que el miembro del consejo contestó con silencio, desviando su mirada para ver al kneazle adelantar a los hermanos.

-Pero sí me disculpé con Sayid, solo me falta el señor Newton.- Ante esas palabras, la mujer que vestía una brillante armadura, suavizó el gesto. Se sentaron a desayunar junto al resto de la familia en una bulliciosa mesa en la que había personas de todas las edades y todos hablaban entre todos, compartiendo comentarios, chismes y anécdotas del evento del día anterior. Se pasaban la manteca de unos a otros mientras las risas resonaban en el aire.

En eso, un elfo doméstico le entregó una nota, se trataba de una convocatoria para una reunión en la sala general de reuniones. La tendría en cuenta para asistir. Luego de terminar de comer, se acercó a un mayor y le preguntó sobre los fuegos fatuos. Éste le explicó que se tratan de luces pálidas que pueden verse a veces de noche o al anochecer en bosques y zonas pantanosas y que muchas culturas coinciden en que se tratan de manifestaciones de almas. Sarah o Newton o… Bellatrix quizás sepan algo.

Seguía faltando información, hasta ahora tenía el fuego azul que Mérida lo relacionaba con fuertes emociones y el fuego fatuo que Nichollas lo relacionaba con una suerte de guía ¿Estaban relacionados? Era hora de salir a buscar respuestas, así que se vistió con su traje para elementaristas del aire y salió de su casa por la ventana que daba a la escalera de emergencia tras un fuerte impulso para surcar los cielos.

Poco pude hacer por la isla después del ataque a la misma por parte de las tropas de SAM. Revisaba los daños de la zona boscosa, recogía materiales para las pociones que se preparaban en el hospital e intentaba echar una mano con las laborares de reconstrucción. Pero poco podía hacer al no tener las habilidades desarrolladas para tales funciones, de modo que solo podía ir ayudando ligeramente por aquí y por allá. Así fueron pasando los días hasta que se acercó la celebración del solsticio de invierno, la fiesta del Sol Invictus y lo que algunos llaman la Navidad. Normalmente por estas fechas ya había organizada una gran festividad en la isla, pero la verdad es que los ánimos estaban un poco turbios: la isla se engalanaba con decoración para estas fechas pero ahora todo eran escombros; las familias se reunían, pero pocas había que no tuvieran miembros en el hospital o peor, que hubieran fallecido. Encima, para colmo, había llegado la invitación de los Pendragon a su fiesta. Siquiera leyó la invitación y la mandó a la pira sin muchas contemplaciones.

Para la cena de esa noche, la que celebraría el Consejo, se vistió bastante cómoda, un chaleco con una americana negra, unos pantalones largos y unas botas tapizadas con borreguillo, para ir bien calentita. También iba con un abrigo de piel de armiño, herencia de su tatarabuela. Pero antes de pasarse por el comedor, decidió hacer una parada previa. Se apareció delante de la casa de Adael, a sabiendas de la terrible tragedia que había hecho temblar los cimientos de su familia. Adael era el típico que tenía mamitis y papitis, un tipo familiar. Y estas eran las típicas fiestas para celebrar en compañía, sin entrar en cuestiones religiosas o neopaganas. Tocó la puerta de la casa, tratando de localizar luz en el interior -Adael. Adael, soy Sarah. ¿Estás ahí?- Tocó con mayor insistencia con los nudillos sobre la puerta de madera maciza.

La soledad oprimía su alma hasta casi dejarlo sin aire en los pulmones. Sentía que en cualquier momento, en cualquier esquina sus padres aparecerían, pero no lo hacían. Después de alrededor de una semana seguía buscándolos con la mirada, pero no aparecían. Había llevado a cabo el funeral pero aún no aceptaba el designio divino a pesar de ser consciente de que ya había sido ejecutado.

Estaba mal, se sentía impotente y abandonado pero ya no le quedaban lágrimas en el cuerpo para llorar. Un pilar fundamental de su vida había desaparecido y parecía una estructura rota. A pesar de todo, la vida parecía seguir y tenía responsabilidades para con el Espíritu de la Naturaleza, sus ancestros, el Consejo de los 20, Ouroboros, la sociedad mágica y su familia aunque ya no lo acompañen en cuerpo presente.

Su pelo de color castaño oscuro estaba despeinado, el tono chocolate de sus ojos estaba oscurecido por la tristeza mientras ojeras decoraban su rostro como guirnaldas y la sombra del vello facial asomaba tras bastante tiempo de no afeitarse. Se había bañado porque el rebaño en el campo escapaba de su hedor al acercarse y porque era nochebuena, quería estar presentable.

Llevaba puesto un pantalón de los buenos, decorado con pelos de Azlan, y botas que si se mojaban no se arruinarían. Su ropa debía ser cómoda antes que nada, de pequeño si una prenda le daba comezón enseguida se la quitaba. Resopló esbozando una pequeña sonrisa mientras miraba un cuadro en el que estaban sus padres sonrientes al recordar a su madre junto a varios parientes persiguiendolo para intentar agarrarlo y vestirlo como correspondía.

Se perdió por un tiempo indefinido en los recuerdos hasta que sintió golpes en la puerta principal. Ayudado por su magia sobre el aire, se apresuró a llegar hasta ella, vió que Azlan miraba el picaporte con ganas de abrir él mismo, pero abrió el joven maestro. Esbozó la sonrisa más amplia que había hecho ese mes porque se sintió mejor al ver a Sarah aunque seguía siendo un gesto apagado, ensombrecido por el dolor de su espíritu.

-Hola Sarah.- Saludó a lo que le siguió un maullido y ronroneos mientras Azlan se acercaba a ella en busca de caricias. El kneazle ya no era el pequeño cachorro que había sido confiscado en la entrada de la isla porque el mago todavía no tenía la licencia para kneazle. A los ocho meses ya tenía el cuerpo de un kneazle adulto con un manto carey por pelaje, de color negro casi todo el cuerpo, con motitas pequeñas en algunas zonas y en otras manchas más grandes de color naranja. De grandes y puntiagudas orejas, grandes ojos amarillos y el extremo de la cola con más pelaje que el resto de la extremidad, como la cola de un león.

Un viento frío del exterior entró por la puerta abierta e hizo al moreno encogerse, en ése momento se dió cuenta que no llevaba nada arriba así que se abrazó a sí mismo volviendo la atención a la druida. -Parezco Altair con los pezones al aire.- Bromeó aunque sin muchas ganas. -Pasa adentro, dame un segundo que busco algo para ponerme y vamos a la cena, disculpa el desorden.- Dijo mientras la invitaba a pasar.

-Quiero decir, no recuerdo a éste lugar ordenado, pero mamá… ella y los abuelos mantenían un cierto orden.- Dijo cabizbajo mientras se adentraba en la casa. En el salón-comedor, le señaló una silla ante una mesa con libros, vasos y papeles desperdigados, la apartó para que la pelirroja se pueda sentar, Azlan se apresuró a ocuparla en busca de atención pero el joven maestro lo alzó y lo depositó en la silla de enfrente para dejarle la silla a Sarah.

Alrededor de la mesa había una pizarra con dibujos de poses consecutivas de un cuerpo humano haciendo artes marciales, poseía posturas fuertes y arraigadas a la tierra, también había libros abiertos, papeles y pergaminos tirados por el suelo que hablaban sobre chakras, el agua espiritual del Oasis de los Espíritus del Norte, el mercurio y el fuego azul. Las paredes estaban tapizadas por estantes llenos de libros y pergaminos enrollados con títulos como "La Llama Ancestral" o "El Maestro Ciego".

Los ventanales dejaban ver el cielo nocturno y el paisaje mientras a unos metros sobre la mesa flotaban candelabros que iluminaban el lugar. -Ya vuelvo.- Dijo mientras subía las escaleras que llevaban a las habitaciones pasando detrás de una imagen tridimensional creada a través del uso de un láser en el descanso de la escalera. Comenzó a revolver su ropa en busca de las prendas que tenía en mente.

-Hola Adael- Respondí brevemente cuando la puerta se abrió al cabo de un rato. Había percibido movimiento en el interior y había cesado por ello el insistente llamado. Estudié al compañero en silencio, arqueando una leve sonrisa conciliadora -Venía a ver cómo estabas o por si te apetecía hablar con algiuen- Su comentario sobre Altair me hizo dibujar una sonrisa de mayor amplitud, entrando tal y como él me indicaba -Si hubieses sido Altair o no me hubieras abierto o me hubieras recibido desnudo. Ese hombre no conoce lo que es el decoro, maldita sea. No te preocupes, no pasada. No tengo prisa, tómate el tiempo que quieras- Cerré la puerta al entrar, evitando que el frío de la calle entrara al hogar.

Había seguido con la mirada al kneazle, el que conocí siendo cría, más o menos cuando Adael se empezó a hacer cargo de él. Me pareció que había crecido sano y fuerte. Me senté en lo que pareció ser el sitio elegido por el animal, de modo que así me lo hizo saber y terminó por subirse a mis rodillas, de modo que aproveché para rascarle entre las orejas con las puntas de los dedos, haciendo el bichino emitiera un suave ronroneo. -De verdad, no te excuses, a mí no me importa. Mi casa es una leonera también después del asedio. No estaba segura de que fueras a venir a la cena, de modo que venía a ver cómo estabas y si necesitabas a alguien para hablar antes de enfrentarte al mundo exterior- Le dije a Adael después de que abandonara la sala, como había subido al piso superior tuve que proyectar la voz para que me pudiera escuchar en el ensordecedor silencio sepulcral. Sabía que la casa de Adael estaba siempre llena de gente, por la gran cantidad de miembros que su familia manejaba. Antes del ataque a la isla aquella casa debía de ser bulliciosa, alegre, hogareña, cálida. Pero ahora aquella tranquilidad era abrumadora hasta para mí misma. Suspiré mientras observaba desde la silla los dibujos de humanos y sin dejar de acariciar a Azlan.

Las ojeras eran producto de malas noches en las que era asediado por pesadillas, esperaba que pasar el rato rodeado por colegas quite de su mente aquellos sueños de los que se levantaba con sudores fríos. Le dedicó una expresión agradecida a Sarah por preocuparse por él, un gesto atento de parte de la pelirroja. Rió por lo bajo ante el comentario del poco decoro del licántropo.

-Estoy triste Sarah, muy triste. Intento continuar con mi vida de a un asunto por vez, pero no es fácil. Quiero ayudar a las personas, eso hace que me levante de la cama, aunque últimamente me estoy levantando tarde...- Respondió proyectando su voz a su vez para que Sarah lo pueda escuchar. Tardó un tiempo en encontrar las prendas que buscaba, pero cuando estuvo listo bajó para ir junto a la druida y acariciar la barbilla de Azlan que se había instalado cómodamente en el regazo de la mujer.

Llevaba una túnica oscura de tela de buena calidad que lo protegería del frío del invierno. -Hace un tiempo tengo una pesadilla recurrente; hay arena, agua, barro, heno, escucho el azote de un látigo y un ojo gigante me observa. No sé qué es lo que me angustia tanto de todo eso, pero por algún motivo me aterra.- Alzó al felino para que la druida se pueda levantar y lo dejó frente al calor de una estufa.

-Quiero hablar, hay tanto que quiero decir, pero tengo miedo de no ser escuchado.- Se quedó un momento pensativo. -Es un inmenso honor ser miembro del Consejo por eso quiero llevar gloria a mí familia y para eso tengo que tomar las decisiones correctas pero creo que mis opiniones no son populares.- Dijo avanzando hacia la puerta principal.

-Las tradiciones tienen una razón de ser, por eso pienso que los miembros del Consejo no deberían haber bajado a tierra firme, pero me alegra mucho que hayan vuelto. A pesar de ésto no creo que estemos tomando las decisiones correctas, tal vez hay que prestarle más atención a los estudiantes.- Lo último se le ocurrió mientras hablaba.

-En fin, quiero distenderme, no puedo con la soledad de ésta casa. Espero no aguar la reunión con mi tristeza.- Dijo abriendo la puerta para cerrarla una vez que Sarah salió y así dejar la zona residencial.