Una energía de pura luz blanca atraviesa el pecho de Sofia, dejándola inconsciente en cuestión de segundos. Es una fuerza que no se puede detener.
Despiertas en un hermoso jardín botánico y al poco, el ancestro Dioscorides se vislumbra paseando entre sus plantas, hasta llegar a ti y mirarte largamente.
El ancestro asintió lentamente y con solemnidad. "Sofía, descendiente de la estirpe elegida, el mundo enfrenta una amenaza inminente. Gaia, la fuerza primordial de la naturaleza, ha sido corrompida y amenaza con desencadenar un caos irreversible. Solo tú tienes el poder de restaurar el equilibrio, pero para hacerlo, deberás enfrentar una prueba moral que pondrá a prueba tus valores y te llevará al límite".
Dioscórides la miró fijamente y, con voz serena pero contundente, formuló la prueba. "Sofía, para salvar al mundo y restaurar la pureza de Gaia, deberás realizar un acto que va en contra de tus valores más arraigados. Te pido que utilices tu poder para convocar una tempestad destructiva sobre un pueblo indefenso, ubicado en las Highlands, sacrificando tu deseo de ser amada y aceptada por todos. Deberás renunciar a tu compasión y empatía para proteger al mundo de una destrucción mayor".
Sonrió ampliamente cuando le habló de sus conocimientos de botánica. En realidad, el término muggle no era muy de su agrado. Muchos magos lo tomaban como insulto, pero entendía que para ellos podía no ser algo tan importante. De hecho, la botánica muggle también tenía cierta magia en su interior, era una rama fascinante, pero menos inmediata.- Todas las plantas tienen su encanto, hasta las más simples sirven para algo.- Admitió, a sabiendas de que ella misma le ponía bastantes cosas muggles a sus tés y cosas de esas. Mezclar era una ciencia de lo más interesante.
Ante la pregunta que hizo, agachó un poco la mirada porque incluso Cedric se veía un poco incómodo con ella. Sin embargo, sus gestos le dieron cierta esperanza que había perdido hacía ya algún tiempo. Suspiró profundamente, pasándose también las manos al corazón, correspondiendo al gesto del moreno. Ella también así lo deseaba. Lo deseaba con todo el corazón. Por un instante, se mantuvo en una silenciosa plegaria, abriendo el corazón para que aquello realmente fuera a mejor. Solo necesitaba una pequeña señal de que todo iría bien. Una pequeña esperanza. Ahí, sentados, miró a Cedric con una sonrisa. Esa era su señal, ¿no?
No.
En un instante, aquella energía tan potente y concentrada atravesó su pecho con un impacto que la dejó sin palabras. En su rostro se vio la sorpresa del ataque y, un instante después, sin manera de detenerlo, su cuerpo comenzó a caer hacia donde Cedric, y todo se volvió negro. ¿Era el fín? Su último pensamiento fue para su pequeña Aura, y todo se apagó.
...
El sonido de los pájaros fue lo primero que la arruyó al despertar. Era un canto alegre, danzante, que perduraba en el tiempo, como cuando las aves estaban tranquilas y felices. También había por ahí agua, el sonido del agua al bajar por la ladera o por la piedra. Sintió el viento mecer sus cabellos y tocar su piel bajo el calor del verano. Por debajo de sus párpados alcanzó a vislumbrar la luz del sol, por lo que levantó con cuidado su mano y se cubrió el rostro antes de abrir sus ojos esmeralda de a poco, abriéndolos a aquel nuevo mundo lleno de belleza. Comenzó a incorporarse suavemente sobre el banco de marmol en el que estaba recostada. No era un lugar que reconociera de buenas a primeras, pero era por demás hermoso.
Al ver la primera figura que comenzó a caminar hacia ella, se puso de pie y se dirigió sin recelo a él. Si las aves cantaban no tenía nada de alterarse; eso lo sentía en la piel. No distinguió a primera vista a quien llegaba, pero unos momentos después, a medida que se acercaba, empezó a emocionarse su corazón al entender lo que veía. Ese rostro lo había visto cientos de veces. Era alguien familiar. Su sangre corría por las propias venas y le había visto mucho en los libros familiares, en dibujos y pinturas que estaban por todos lados en su residencia en Grecia. Le sonrió amplia y felizmente cuando llegó hasta ella, y después le hizo una solemne reverencia.
Hacía pocos días había estado ante la presencia de la mismísima Gaia, y ahora estaba frente a su más antiguo antepasado. Se sentía cada vez más bendecida por aquellos grandes honores. Cuando escuchó su nombre de aquella voz ancestral, enfocó toda su atención en él y, poco a poco, su rostro comenzó a quedarse serio y preocupado. ¿Una prueba? Por alguna razón, ni siquiera desconfió de sus palabras. Era una prueba enviada por Gaia, lo sentía en la piel y en el corazón. Era una prueba que haría sin pensarla dos veces, de eso estaba segura. En cualquier otro momento, su preocupación habría sido grande grande. Pero en ese momento se sentía bendecida. No creía tener malas bases morales, por lo que la prueba no debía ser tan dura, ¿no era así?
No.
No lo era. Le miró con una sonrisa y, sin más preámbulos, comenzó a concentrar su energía. Con el cielo tan despejado como ese día, atraer las nubes correctas le tomaría un rato, por lo que comenzó a canalizar su energía con cuidado. El cielo no tardó en nublarse, primero con nubes blancas y esponjosas. Pero a medida que en el horizonte se vislumbraban los cúmulos negros, y los vientos suaves y delicados comenzaron a cambiar por ventarrones, algo en ella comenzó a dudar.
Comenzó a pensar. No es que no hubiera pensado antes, pero es que no tenía razones para ir en contra de lo que sus antepasados, y Gaia misma, le decían. Ir en contra de sus valores para restaurar la pureza de Gaia. ¿Por qué necesitaba una tempestad destructiva? Sintió en el pecho el mismo golpe seco que cuando aquella bola de energía le había impactado.- ¿Por qué una tempestad? - Preguntó, un poco extrañada de todo. Trató de recordar la función de las tempestades en el ecosistema. Los huracanes liberaban el calor de la tierra, regulaban el clima. Era normal que se usaran para restablecer el balance. El balance que Gaia le había dicho que debía restablecer.
Pero.
Cerca de Highlands. ¿Cerca de Highlands? - Pero cerca de Highlands está... mi hija.- Susurró despacio, y la realidad le cayó como un balde de agua fría al pensar en que Aura podía verse atrapada si continuaba con aquello tan cerca de Highlands. Tenía que entender lo que era la familia para alguien como ellos. Eso iba más allá de lo moral. Su mente comenzó entontes a divagar. No solo estaba cerca su hija. Estaba cerca el ejército y los amigos de su esposo. Estaban cerca los animales que le habían dado cobijo en Highlands a toda la comunidad de Ouroboros. Estaban cerca los cultivos que había hecho crecer con tanto esfuerzo a raíz de la necesidad y que alimentaban a todos. Había personas, sobre todo. Personas que día a día luchaban en el mismo mundo que ella. En una realidad similar. Que habían sufrido la guerra entre los humanos y los mágicos y que ahora debían sufrir la guerra entre Ouroboros y los Pendragón de alguna manera. Una sensación de ansiedad comenzó a instalarse en la boca de su estómago, como un amarre que no la dejaba respirar.- Pero... ¿por qué me pides esto? ¿Qué hay de malo en la compasión y la empatía? Son... son necesarios.
Ante la pregunta que hizo, agachó un poco la mirada porque incluso Cedric se veía un poco incómodo con ella. Sin embargo, sus gestos le dieron cierta esperanza que había perdido hacía ya algún tiempo. Suspiró profundamente, pasándose también las manos al corazón, correspondiendo al gesto del moreno. Ella también así lo deseaba. Lo deseaba con todo el corazón. Por un instante, se mantuvo en una silenciosa plegaria, abriendo el corazón para que aquello realmente fuera a mejor. Solo necesitaba una pequeña señal de que todo iría bien. Una pequeña esperanza. Ahí, sentados, miró a Cedric con una sonrisa. Esa era su señal, ¿no?
No.
En un instante, aquella energía tan potente y concentrada atravesó su pecho con un impacto que la dejó sin palabras. En su rostro se vio la sorpresa del ataque y, un instante después, sin manera de detenerlo, su cuerpo comenzó a caer hacia donde Cedric, y todo se volvió negro. ¿Era el fín? Su último pensamiento fue para su pequeña Aura, y todo se apagó.
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El sonido de los pájaros fue lo primero que la arruyó al despertar. Era un canto alegre, danzante, que perduraba en el tiempo, como cuando las aves estaban tranquilas y felices. También había por ahí agua, el sonido del agua al bajar por la ladera o por la piedra. Sintió el viento mecer sus cabellos y tocar su piel bajo el calor del verano. Por debajo de sus párpados alcanzó a vislumbrar la luz del sol, por lo que levantó con cuidado su mano y se cubrió el rostro antes de abrir sus ojos esmeralda de a poco, abriéndolos a aquel nuevo mundo lleno de belleza. Comenzó a incorporarse suavemente sobre el banco de marmol en el que estaba recostada. No era un lugar que reconociera de buenas a primeras, pero era por demás hermoso.
Al ver la primera figura que comenzó a caminar hacia ella, se puso de pie y se dirigió sin recelo a él. Si las aves cantaban no tenía nada de alterarse; eso lo sentía en la piel. No distinguió a primera vista a quien llegaba, pero unos momentos después, a medida que se acercaba, empezó a emocionarse su corazón al entender lo que veía. Ese rostro lo había visto cientos de veces. Era alguien familiar. Su sangre corría por las propias venas y le había visto mucho en los libros familiares, en dibujos y pinturas que estaban por todos lados en su residencia en Grecia. Le sonrió amplia y felizmente cuando llegó hasta ella, y después le hizo una solemne reverencia.
Hacía pocos días había estado ante la presencia de la mismísima Gaia, y ahora estaba frente a su más antiguo antepasado. Se sentía cada vez más bendecida por aquellos grandes honores. Cuando escuchó su nombre de aquella voz ancestral, enfocó toda su atención en él y, poco a poco, su rostro comenzó a quedarse serio y preocupado. ¿Una prueba? Por alguna razón, ni siquiera desconfió de sus palabras. Era una prueba enviada por Gaia, lo sentía en la piel y en el corazón. Era una prueba que haría sin pensarla dos veces, de eso estaba segura. En cualquier otro momento, su preocupación habría sido grande grande. Pero en ese momento se sentía bendecida. No creía tener malas bases morales, por lo que la prueba no debía ser tan dura, ¿no era así?
No.
No lo era. Le miró con una sonrisa y, sin más preámbulos, comenzó a concentrar su energía. Con el cielo tan despejado como ese día, atraer las nubes correctas le tomaría un rato, por lo que comenzó a canalizar su energía con cuidado. El cielo no tardó en nublarse, primero con nubes blancas y esponjosas. Pero a medida que en el horizonte se vislumbraban los cúmulos negros, y los vientos suaves y delicados comenzaron a cambiar por ventarrones, algo en ella comenzó a dudar.
Comenzó a pensar. No es que no hubiera pensado antes, pero es que no tenía razones para ir en contra de lo que sus antepasados, y Gaia misma, le decían. Ir en contra de sus valores para restaurar la pureza de Gaia. ¿Por qué necesitaba una tempestad destructiva? Sintió en el pecho el mismo golpe seco que cuando aquella bola de energía le había impactado.- ¿Por qué una tempestad? - Preguntó, un poco extrañada de todo. Trató de recordar la función de las tempestades en el ecosistema. Los huracanes liberaban el calor de la tierra, regulaban el clima. Era normal que se usaran para restablecer el balance. El balance que Gaia le había dicho que debía restablecer.
Pero.
Cerca de Highlands. ¿Cerca de Highlands? - Pero cerca de Highlands está... mi hija.- Susurró despacio, y la realidad le cayó como un balde de agua fría al pensar en que Aura podía verse atrapada si continuaba con aquello tan cerca de Highlands. Tenía que entender lo que era la familia para alguien como ellos. Eso iba más allá de lo moral. Su mente comenzó entontes a divagar. No solo estaba cerca su hija. Estaba cerca el ejército y los amigos de su esposo. Estaban cerca los animales que le habían dado cobijo en Highlands a toda la comunidad de Ouroboros. Estaban cerca los cultivos que había hecho crecer con tanto esfuerzo a raíz de la necesidad y que alimentaban a todos. Había personas, sobre todo. Personas que día a día luchaban en el mismo mundo que ella. En una realidad similar. Que habían sufrido la guerra entre los humanos y los mágicos y que ahora debían sufrir la guerra entre Ouroboros y los Pendragón de alguna manera. Una sensación de ansiedad comenzó a instalarse en la boca de su estómago, como un amarre que no la dejaba respirar.- Pero... ¿por qué me pides esto? ¿Qué hay de malo en la compasión y la empatía? Son... son necesarios.
- Tu magia es sin duda suficiente, pero dudas siempre en usarla. No liberas ni la mitad de tu potencial. - canalizaba su magia pero pronto se detuvo, provocando que aquella presencia, mística y de aura poderosa, continuara hablando. Evaluando, sobre todo. - Por qué una tempestad? Sabes de sobra por qué.
Y por fin apareció, el punto egoísta que todos tenían, la posesión, la idea de que algo suyo era suyo y preciado por encima de los demás.
- Tu hija, y los hijos de muchos, y padres, madres, hermanos de otros. Dudas solo ahora que piensas en tu hija? Te daba igual antes?
Pero su mente siguió pensando, y vió que mas allá de su hija, también le importaban los demás, asi que asintió, despacio. -No eres egoísta, eso está bien.- Lenta de pensamiento pero compasiva.
- Lo son. - reconoció. - La capacidad de colocarse en el lugar del otro es una de las funciones más importantes de la inteligencia. Demuestra el grado de madurez del ser humano. Pero un exceso te perjudica. Desear resolver todos los problemas de los demás para reforzar la imagen de persona valiosa y necesaria que quieres proyectar, necesitas de una interacción continua para validarte. ¿Si te rechazaran te sentirías desgraciada y herida? Ese exceso de empatía no te deja ser productiva en tus deberes: proteger Gaia y el equilibrio.
Ni la mitad de su potencial... La mitad de su potencial terminaría por destruir valles y bosques enteros. Su poder tenía un tinte destructivo y caótico, tanto así que había pasado todos los muchos años de su formación en atenuar sus poderes para lograr crear suaves brisas en lugar de tempestades. No había luchado por explotar sus poderes, era fácil si se dejaba llevar sin más; lo complicado era aprender a rozarlos con los dedos. Asintió suavemente cuando respondió a su pregunta sin responder. Lo sabía de sobra, lo había entendido. El equilibrio se había roto de la manera egoísta en que la humanidad lo había deseado, así que ahora Gaia debía retomar su poder y crear su propio balance. La tempestad solo implicaba que Gaia se levantaría por sí misma si no lo hacía Sofía por ella, y la manera de Gaia de equilibrar sería avasalladora y peor para la humanidad, aunque mejor para la madre tierra.
La manera en la que su antepasado la reprendió la hizo agachar la mirada; pero no por vergüenza de ser realmente la egoísta que él pensaba, sino porque no podía con su propia preocupación por Aura, con el regaño y con sus propios peros a la vez. Se tomó un momento para llevarse las manos al corazón y serenarse antes de hablar.- No. Todos me importan. Pero hasta ahora, nunca había pensado que podría dudar de algo que Gaia pidiera de mí.- Y antes de ese día, siempre había tenido ocasión de informar a las personas a su alrededor para ponerlas a salvo. Ese día, no tendrían ni siquiera una señal de lo que se les iría encima.
Levantó el rostro suavemente, claramente agraviada por lo que debía hacer. Necesitaba escuchar cada una de las palabras que justificaban aquello para poderse hacer a la idea de que, de alguna manera, podría convencerse a sí misma de lo que tenía que hacer. Exceso de compasión. Exceso de empatía. Exceso de amor. Todo en exceso era malo, en eso tenía razón, pero nunca lo había visto de esa manera. Sacrificarse a sí misma, y a los deseos de Gaia, por cuidar de los humanos, solamente era injusto para ellas dos. Y sí, lo hacía también por mantener una imagen, por ser querida como él decía. Le resultaba incluso despreciable. Estaba fallándole a Gaia más de lo que podría haber imaginado nunca, y era claro que ella misma tenía que balancear su camino. Había sentido rechazo antes y era algo que intentaba evitar lo más que podía, y con eso se había olvidado de que su función no era dar, sino mantener el equilibrio de Gaia. En ese momento, el equilibrio tenía que rodarse abruptamente hacia el desastre para poder acomodarse.
Recordó por qué temía de ser Descendiente cuando era adolescente. Era porque tendría que ser terriblemente honesta con lo que hiciera y ser el equilibrio aunque aquello significara irse a los extremos de vez en cuando. Se había acomodado muy rápido en el extremo opuesto, por eso le resultaba complicado.
Aún con cierto dolor en el pecho, comenzó a canalizar su magia de nuevo. Ya no solo era por sus principios, ni por su hija, sino porque había entendido que había estado fallándole a Gaia al no reflexionar antes en sus acciones. Despacio, pero esta vez sin detenerse como la vez anterior, dejó que su poder empezara a fluir de vuelta. ¿Gaia le hablaría a sus padres? ¿Les diría que la tempestad sería desgarradora y les permitiría alejarse? ¿Qué tal si no lo hacía? Si no lo hacía, tenía que estar de acuerdo con entregarle a su hija al universo y permitir que sucediera todo lo que tuviera que suceder. Dejar que la naturaleza encontrara su cause, a pesar de todo y de todos. Definitivamente era... la cosa más aterradora del mundo. Lo más horrible en lo que podía pensar. ¿La perdonaría V por hacerle daño? No se lo perdonaría a sí misma. Y, sin embargo, siguió canalizando su poder. A regañadientes. Peleando consigo misma, pero sin detenerse.
Las nubes comenzaron a acercarse y cerrarse sobre ellos. El aire comenzó a soplar en todas direcciones mientras aumentaba su potencia. Rayos comenzaban a caer a la tierra detrás de ella en el cielo negro, y relámpagos comenzaron a surcar los cielos. El hermoso jardin donde estaban se había convertido en exactamente lo contrario. Los pájarillos ya no cantaban, y ya no volaban, y el sonido del arroyo ya era irrelevante. El agua no los alcanzó, pero una lágrima silenciosa cayó sobre su mejilla en el momento en que sintió como su poder tocaba tierra en una inmensa tempestad.En el momento en que decidió que dejaba a su hija y a todo quien quería en manos del destino. Hasta ahí, el trabajo había sido sencillo en tanto al poder que canalizaba, pero el tocar tierra solía disminuir la intensidad de las tormentas; ese era el momento en que tenía que concentrarse aún más e inyectarle más poder para llegar hasta Highlands y lograr la destrucción de todo a su paso. Sentía claramente cómo su cuerpo luchaba contra lo que hacía, pero se estaba esforzando por mantener su mente tranquila y por fluir dentro de la decisión que había tomado.
"En los rincones olvidados de la memoria, entre las sombras de los ancestros, se oculta el camino hacia la restauración. Observa con los ojos del corazón, y las señales cósmicas revelarán la senda hacia los tesoros ocultos de la tierra." Recordó las palabras que Gaia le había dicho en Stonehedge y levantó la mirada hacia el contrario.
¿Es este el camino hacia la restauración que Gaia prometió?
La manera en la que su antepasado la reprendió la hizo agachar la mirada; pero no por vergüenza de ser realmente la egoísta que él pensaba, sino porque no podía con su propia preocupación por Aura, con el regaño y con sus propios peros a la vez. Se tomó un momento para llevarse las manos al corazón y serenarse antes de hablar.- No. Todos me importan. Pero hasta ahora, nunca había pensado que podría dudar de algo que Gaia pidiera de mí.- Y antes de ese día, siempre había tenido ocasión de informar a las personas a su alrededor para ponerlas a salvo. Ese día, no tendrían ni siquiera una señal de lo que se les iría encima.
Levantó el rostro suavemente, claramente agraviada por lo que debía hacer. Necesitaba escuchar cada una de las palabras que justificaban aquello para poderse hacer a la idea de que, de alguna manera, podría convencerse a sí misma de lo que tenía que hacer. Exceso de compasión. Exceso de empatía. Exceso de amor. Todo en exceso era malo, en eso tenía razón, pero nunca lo había visto de esa manera. Sacrificarse a sí misma, y a los deseos de Gaia, por cuidar de los humanos, solamente era injusto para ellas dos. Y sí, lo hacía también por mantener una imagen, por ser querida como él decía. Le resultaba incluso despreciable. Estaba fallándole a Gaia más de lo que podría haber imaginado nunca, y era claro que ella misma tenía que balancear su camino. Había sentido rechazo antes y era algo que intentaba evitar lo más que podía, y con eso se había olvidado de que su función no era dar, sino mantener el equilibrio de Gaia. En ese momento, el equilibrio tenía que rodarse abruptamente hacia el desastre para poder acomodarse.
Recordó por qué temía de ser Descendiente cuando era adolescente. Era porque tendría que ser terriblemente honesta con lo que hiciera y ser el equilibrio aunque aquello significara irse a los extremos de vez en cuando. Se había acomodado muy rápido en el extremo opuesto, por eso le resultaba complicado.
Aún con cierto dolor en el pecho, comenzó a canalizar su magia de nuevo. Ya no solo era por sus principios, ni por su hija, sino porque había entendido que había estado fallándole a Gaia al no reflexionar antes en sus acciones. Despacio, pero esta vez sin detenerse como la vez anterior, dejó que su poder empezara a fluir de vuelta. ¿Gaia le hablaría a sus padres? ¿Les diría que la tempestad sería desgarradora y les permitiría alejarse? ¿Qué tal si no lo hacía? Si no lo hacía, tenía que estar de acuerdo con entregarle a su hija al universo y permitir que sucediera todo lo que tuviera que suceder. Dejar que la naturaleza encontrara su cause, a pesar de todo y de todos. Definitivamente era... la cosa más aterradora del mundo. Lo más horrible en lo que podía pensar. ¿La perdonaría V por hacerle daño? No se lo perdonaría a sí misma. Y, sin embargo, siguió canalizando su poder. A regañadientes. Peleando consigo misma, pero sin detenerse.
Las nubes comenzaron a acercarse y cerrarse sobre ellos. El aire comenzó a soplar en todas direcciones mientras aumentaba su potencia. Rayos comenzaban a caer a la tierra detrás de ella en el cielo negro, y relámpagos comenzaron a surcar los cielos. El hermoso jardin donde estaban se había convertido en exactamente lo contrario. Los pájarillos ya no cantaban, y ya no volaban, y el sonido del arroyo ya era irrelevante. El agua no los alcanzó, pero una lágrima silenciosa cayó sobre su mejilla en el momento en que sintió como su poder tocaba tierra en una inmensa tempestad.En el momento en que decidió que dejaba a su hija y a todo quien quería en manos del destino. Hasta ahí, el trabajo había sido sencillo en tanto al poder que canalizaba, pero el tocar tierra solía disminuir la intensidad de las tormentas; ese era el momento en que tenía que concentrarse aún más e inyectarle más poder para llegar hasta Highlands y lograr la destrucción de todo a su paso. Sentía claramente cómo su cuerpo luchaba contra lo que hacía, pero se estaba esforzando por mantener su mente tranquila y por fluir dentro de la decisión que había tomado.
"En los rincones olvidados de la memoria, entre las sombras de los ancestros, se oculta el camino hacia la restauración. Observa con los ojos del corazón, y las señales cósmicas revelarán la senda hacia los tesoros ocultos de la tierra." Recordó las palabras que Gaia le había dicho en Stonehedge y levantó la mirada hacia el contrario.
¿Es este el camino hacia la restauración que Gaia prometió?
Aquella energía espiritual dentro de Sofía, manifestada en su mundo interior como un jardín y la figura de Anarzabeo Dioscórides, observó y contempló la diatriba de pensamientos y emociones de la Descendiente. Emociones puras, decididas, de sacrificio y valentía...de pensamiento profundo...de dolor y amor pero de entrega también
- Sofía Dioscórides, creo que has dormido por demasiado tiempo. Ya va siendo hora de que despiertes.
El hombre la miró mientras ella desataba todo su poder, y la imagen comenzó a volverse borrosa cuando ella preguntó aquello.
- Es un primer paso.
La visión de aquella persona tornó su cuerpo en un montón de raices que se hundieron en el suelo, la tormenta aulló también sobre ellos con el viento ensordecedor y las hojas y los arboles estallaron sin hacer daño a Sofia. Un aura la envolvió, un aura de luz giratoria y revoltosa e incesante, acompañada de las hojas y los petalos y las mariposas del jardin.
Todo giró, y giró...la luz la engulló y metiéndose dentro de ella, la hizo caer en la inconsciencia.
O más bien, la hizo despertar....allá donde estaba su cuerpo físico, también envuelto por aquella mágica luz, volvería su mente....
Y mientras la mujer parpadease a la realidad, la luz se iría concentrando en su dedo anular, surgiendo desde su interior y alrededor de este un anillo, un nuevo Sello de Ouroboros... del metal precioso más brillante, una serpiente de ramas y hojas que se mordía la cola. Como testigo de haber superado la prueba y demostrar que seguía siendo digna de heredar el linaje y por tanto...de salvar esa parte del Consejo.
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off: puedes postear de vuelta en tu tema
- Sofía Dioscórides, creo que has dormido por demasiado tiempo. Ya va siendo hora de que despiertes.
El hombre la miró mientras ella desataba todo su poder, y la imagen comenzó a volverse borrosa cuando ella preguntó aquello.
- Es un primer paso.
La visión de aquella persona tornó su cuerpo en un montón de raices que se hundieron en el suelo, la tormenta aulló también sobre ellos con el viento ensordecedor y las hojas y los arboles estallaron sin hacer daño a Sofia. Un aura la envolvió, un aura de luz giratoria y revoltosa e incesante, acompañada de las hojas y los petalos y las mariposas del jardin.
Todo giró, y giró...la luz la engulló y metiéndose dentro de ella, la hizo caer en la inconsciencia.
O más bien, la hizo despertar....allá donde estaba su cuerpo físico, también envuelto por aquella mágica luz, volvería su mente....
Y mientras la mujer parpadease a la realidad, la luz se iría concentrando en su dedo anular, surgiendo desde su interior y alrededor de este un anillo, un nuevo Sello de Ouroboros... del metal precioso más brillante, una serpiente de ramas y hojas que se mordía la cola. Como testigo de haber superado la prueba y demostrar que seguía siendo digna de heredar el linaje y por tanto...de salvar esa parte del Consejo.
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