Recuerdo del primer mensaje :
Las Tierras Altas de Escocia (en inglés: Highlands o Scottish Highlands), es una región montañosa del norte de Escocia. Es un área con baja densidad de población y con un relieve muy variado, por lo que es un buen lugar donde refugiarse.
Sonrió al ver que sus palabras tenían cierto efecto en la joven, aún con la pequeña frase que había soltado. No era mentira, pero en la boca equivocada podía sonar demasiado cursi, y en los oídos incorrectos podía ser mal recibida. Cuando se recorrió un poco para cederle asiento, pensó por un momento si aquello servía a sus planes y, cuando aceptó su propuesta, caminó con lentitud hacia ella, tomando asiento. En vez de sentarse de cara al fuego, montó con una pierna de cada lado para verla directamente. No tenía por qué ser sutil si parecía consciente de lo directo que era su deseo. Había en él cierta necesidad de acercarse más, pero lo haría poco a poco, como buen depredador prendado del sutil aroma de su presa. Estaba por acercarse cuando captó cierto detalle en la cota de la joven que lo hizo detenerse. Su mirada era intensa, oscura como la noche a pesar de la luz del fuego.- Con tanto encima, dormirás tranquila. Pero con esto atraerás a más de un dragón.- Susurró con aquella voz grave y oscura mientras le ayudaba a cubrir con la manta lo que se había destapado. Su elegante movimiento no acabó ahí, sino que rozó con la punta de los dedos el blanco cuello de la joven, para despejarlo. Si movía bien sus fichas podía terminar besándolo esa noche. Si no... ¿Para qué pensar en pesimismos? Solo se preguntaba si ella sentiría el calor que emanaba. No era un licántropo para ser una estufa viviente; su temperatura era más constante y más agradable. Volvió a acomodarle el mechón detrás de la oreja hasta que pudo verle con claridad, y bajó una mano por la espalda, por encima de su cabello hasta llegar a su cintura.
Tuvo que sonreír de lado por la perspicacia de la chica, girando el rostro para mirar el fuego mientras contemplaba si decirle o no la verdad.- Pidieron voluntarios para la misión.- Murmuró con soltura, comenzando a doblarse las mangas de la camisa hacia arriba para dejar expuestos sus fuertes brazos hasta el codo.- No vine porque quise. Pero ahora no me arrepiento.- Con una amplia sonrisa de lado, siguió peleando con la tela por unos instantes más hasta que logró terminar. A partir de ese instante, su mirada quedó fija en el rostro de la chica, acercándose milímetro a milímetro a ella y procurando no tocarla. La diferencia de alturas no era tan notoria sentados, pero aún se sentía dominante en la situación.- A veces el tesoro no es un objeto. A veces es una memoria de una noche. O de una vida... Un buen dragón sabe que el oro tiene muchas formas.
Tuvo que sonreír de lado por la perspicacia de la chica, girando el rostro para mirar el fuego mientras contemplaba si decirle o no la verdad.- Pidieron voluntarios para la misión.- Murmuró con soltura, comenzando a doblarse las mangas de la camisa hacia arriba para dejar expuestos sus fuertes brazos hasta el codo.- No vine porque quise. Pero ahora no me arrepiento.- Con una amplia sonrisa de lado, siguió peleando con la tela por unos instantes más hasta que logró terminar. A partir de ese instante, su mirada quedó fija en el rostro de la chica, acercándose milímetro a milímetro a ella y procurando no tocarla. La diferencia de alturas no era tan notoria sentados, pero aún se sentía dominante en la situación.- A veces el tesoro no es un objeto. A veces es una memoria de una noche. O de una vida... Un buen dragón sabe que el oro tiene muchas formas.
Después de que el dragón aceptara su invitación a acompañarle le siguió con la mirada verde trazando el mismo recorrido que éste había tomado hasta llegar tronco tumbado, al banco improvisado alrededor del fuego que calentaba las pecadas mejillas sonrosadas, tanto por el rubor de la excitación del chico como por el propio calor del elemento. Le dedicó una breve mirada de reojo cuando éste se sentó de aquella forma, con cierta curiosidad. Pero en lugar de seguirle el juego volvió la mirada al fuego, al que lanzó una ramita. Iba a responderle algo sobre lo protegida que se sentía cuando estaba en el bosque, que conocía todas las amenazas, que no le daban miedo unas acromántulas… cuando soltó aquello del peto. Ni se había dado cuenta de ello. ¿Sería la magia del peto la que estaba enredando con sus emociones? Se mordió el labio, incómoda, quizás él podría sentirse atacado o utilizado por haber portado aquel peto. Lejos de ello, como señal de paz, se lo quitó y lo dejó caer con cuidado al lado del árbol caído. Se sentó otra vez, algo incómoda y, a reconocer, con algo de temor por si el dragón se fuera de aquel lado.
Lejos de su pesimismo el chico rozó con sus dedos el cuello al ayudarle con la manta y se dejó acariciar con aquella sutileza agradable. Cerró los ojos y se dejó transportar a un lugar mucho más cálido, disfrutando de aquel tacto meditado. ¿Casualidades? Todas sabemos que no existen, pero no por ello no iba a reconocer que le gustaba poder disfrutarlo Hasta que el tacto se terció demasiado cercano, por el momento. La pregunta que le soltó ayudó a romper el momento. -¿No viniste por voluntad propia entonces? ¿Esperabas encontrar algo más entonces?- No, no se le escapó por supuesto aquel comentario, al contrario, acrecentaba las sospechas de que el dragón estuviera del lado Pendragon. ¿Importaba en aquel momento? ¿Debía bajar la guardia? Estaba dividida, debía reconocerlo, había muchas razones por las que debía soltarse la melena, se lo merecía. Por otro lado… Estaba tan cerca, podía sentir el calor emanar el moreno. Giró su rostro en la dirección de la voz, ladeó levemente la cabeza dejándola caer sobre el hombro, y clavó la mirada verde en la de él -Y qué forma te gustaría que adquiriera el oro esta noche- Sabía que aquella ñoñada era para endulzar el momento y ganarse sus oídos, como miel atrayendo a las moscas. Pero, qué mierda, quería escucharlo, al fin de cuentas, ella también contaba con ciertas habilidades que le había enseñado Snagov sobre los dragones...
Lejos de su pesimismo el chico rozó con sus dedos el cuello al ayudarle con la manta y se dejó acariciar con aquella sutileza agradable. Cerró los ojos y se dejó transportar a un lugar mucho más cálido, disfrutando de aquel tacto meditado. ¿Casualidades? Todas sabemos que no existen, pero no por ello no iba a reconocer que le gustaba poder disfrutarlo Hasta que el tacto se terció demasiado cercano, por el momento. La pregunta que le soltó ayudó a romper el momento. -¿No viniste por voluntad propia entonces? ¿Esperabas encontrar algo más entonces?- No, no se le escapó por supuesto aquel comentario, al contrario, acrecentaba las sospechas de que el dragón estuviera del lado Pendragon. ¿Importaba en aquel momento? ¿Debía bajar la guardia? Estaba dividida, debía reconocerlo, había muchas razones por las que debía soltarse la melena, se lo merecía. Por otro lado… Estaba tan cerca, podía sentir el calor emanar el moreno. Giró su rostro en la dirección de la voz, ladeó levemente la cabeza dejándola caer sobre el hombro, y clavó la mirada verde en la de él -Y qué forma te gustaría que adquiriera el oro esta noche- Sabía que aquella ñoñada era para endulzar el momento y ganarse sus oídos, como miel atrayendo a las moscas. Pero, qué mierda, quería escucharlo, al fin de cuentas, ella también contaba con ciertas habilidades que le había enseñado Snagov sobre los dragones...
Le fastidió un poco que se levantara por su comentario. Si era sincero, esperaba un poco más de aguante por parte de la Descendiente de... no tenía idea de qué descendía, ni por qué era importante para los humanos el tener tan claro el pasado. Los dragones no tenían líneas sucesorias tan largas hacia atrás. Sin embargo, verla quitarse el peto fue bastante más erótico de lo que ella misma podría adivinar. Aquello le dejaba espacio a amarres más elaborados. Dejó que se sentara con tranquilidad, viendo lo extraño que podía ser para una guerrera el quitarse la armadura y bajar la guardia. Definitivamente tenía algo de fascinante, pues a pesar de que parecía resistirse, también tenía la intención de dejarse ir. La lucha, en ese momento, era contra ella misma.
Estaba por acercarse al peligroso cuello de la chica para besarlo cuando se vio detenido por sus palabras. Había desconfianza en ella que no lo iba a dejar avanzar y él no tenía ganas de contestar sus preguntas. Dejó de tocarla por un segundo, irguiendo la espalda para no estar sobre ella, para darle su espacio mientras le miraba con fiereza. Quería estar dentro de ella, pero no que ella pensara que podía estar dentro suyo.- Un amigo me envió. No pudo venir él mismo porque salió hace poco del hospital de Ouroboros. No hay razón para que esté aquí todavía... ¿o sí? - La bola estaba ahora en su cancha, y debía decir que supo hacerla rodar con aquel comentario tan inusual. Rio por un instante, algo un tanto difícil de ver en él. ¿Quería la respuesta real o la endulzada? Había demasiadas maneras de contestar y todas terminaban en ella contra un árbol y ciertos sonidos interesantes saliendo por su boca. - Me gusta el oro líquido. Lo quiero en cada árbol de este bosque.- Murmuró, a ver si le entendía, pero mientras la tomó entre sus brazos, la jaló para pegarla a su cuerpo y atrajo su rostro con firmeza hasta que sus labios se unieron en un beso fiero. Tenía la sensación de que ella también tenía algo salvaje en su interior y estaba determinado a sacarlo a flote esa noche.
Estaba por acercarse al peligroso cuello de la chica para besarlo cuando se vio detenido por sus palabras. Había desconfianza en ella que no lo iba a dejar avanzar y él no tenía ganas de contestar sus preguntas. Dejó de tocarla por un segundo, irguiendo la espalda para no estar sobre ella, para darle su espacio mientras le miraba con fiereza. Quería estar dentro de ella, pero no que ella pensara que podía estar dentro suyo.- Un amigo me envió. No pudo venir él mismo porque salió hace poco del hospital de Ouroboros. No hay razón para que esté aquí todavía... ¿o sí? - La bola estaba ahora en su cancha, y debía decir que supo hacerla rodar con aquel comentario tan inusual. Rio por un instante, algo un tanto difícil de ver en él. ¿Quería la respuesta real o la endulzada? Había demasiadas maneras de contestar y todas terminaban en ella contra un árbol y ciertos sonidos interesantes saliendo por su boca. - Me gusta el oro líquido. Lo quiero en cada árbol de este bosque.- Murmuró, a ver si le entendía, pero mientras la tomó entre sus brazos, la jaló para pegarla a su cuerpo y atrajo su rostro con firmeza hasta que sus labios se unieron en un beso fiero. Tenía la sensación de que ella también tenía algo salvaje en su interior y estaba determinado a sacarlo a flote esa noche.
Dentro de la desconfianza con el recién conocido, estudié con cuidado la reacción a su pregunta. Maldita fuera, ojalá supiera leer las mentes, o saber un hechizo para obligar a decir la verdad, o una veritaserum. Cualquiera de esas cosas le hubiera servido para saciar y paliar su desconfianza. Sin embargo, y por el momento, solo podía sacar sus propias conclusiones en base a la observación: aquella espalda erguida, aquella mirada, quizás aquella evasión. No quería parecer dura, o distante… solo… ser precavida. No ser tan impulsiva. Amaya le regañaría si lo hiciera. -¿Un amigo? Del hospital… espero que esté bien- Se preocupó. Había mucha gente que había salido del hospital después de los asaltos a las torres de SAM. Sí, quizás, podría ser veraz. La pregunta le sacó de aquel bucle de pensamientos y le devolvió una sonrisa abierta que se unió a la risa de él. Sin embargo, la pregunta no llegó a ser respondida, y le vino a la mente el peto que todavía tenía al lado. ¿Ya no había razón para quedarse, o sí? De modo que, simplemente calló y se mordió la uña del dedo índice, entrecerrando los ojos con cierta curiosidad por saber cómo podría responderle el moreno. Y es que sí, quería conocer la forma del oro podría despertar los deseos del dragón, o por qué todavía seguía estando allí. Quería comprobarlo con su propia piel y su propia carne.
El momento al fin se hizo realidad. Había luchado por aquel momento desde que había conocido al chico días atrás, en el campamento improvisado. Podría… podría empujarle y mandarle a la mierda. Podría incluso ensartarle una flecha en el corazón por haberse pasado de la raya. Sin embargo… no quiso luchar. Ya estaba bien de luchar. Si la cagaba, ya se preocuparía mañana. Lo que al principio fue tensión por el agarre del muchacho y el beso se tornó en una sensación embriagadora que le envolvió y le recorrió la espalda. Le devolvió el beso con ansia y dejó que sus lenguas se perdieran la una con la otra, mientras rodeaba al chico por detrás de la cabeza y sus dedos se entremezclaban con el pelo moreno. Necesitaba respirar… dejó caer la cabeza hacia atrás y dejó a la vista el cuello mientras su respiración se calmaba, aunque se hacía profunda y acalorada. Sarah manejó la cabeza del chico y la guio por la curvatura de su hombro, disfrutando del calor que irradiaba de la piel de él. Era como una droga, quería más, y quería aquel calor más cerca de ella.
El momento al fin se hizo realidad. Había luchado por aquel momento desde que había conocido al chico días atrás, en el campamento improvisado. Podría… podría empujarle y mandarle a la mierda. Podría incluso ensartarle una flecha en el corazón por haberse pasado de la raya. Sin embargo… no quiso luchar. Ya estaba bien de luchar. Si la cagaba, ya se preocuparía mañana. Lo que al principio fue tensión por el agarre del muchacho y el beso se tornó en una sensación embriagadora que le envolvió y le recorrió la espalda. Le devolvió el beso con ansia y dejó que sus lenguas se perdieran la una con la otra, mientras rodeaba al chico por detrás de la cabeza y sus dedos se entremezclaban con el pelo moreno. Necesitaba respirar… dejó caer la cabeza hacia atrás y dejó a la vista el cuello mientras su respiración se calmaba, aunque se hacía profunda y acalorada. Sarah manejó la cabeza del chico y la guio por la curvatura de su hombro, disfrutando del calor que irradiaba de la piel de él. Era como una droga, quería más, y quería aquel calor más cerca de ella.
Asintió a Sarah respecto a lo de su "amigo" del hospital. No había ya peligro del qué preocuparse, pero debía admitir que le resultaba fascinante lo rápido que las humanas podían olvidar su desconfianza cuando algo apelaba a su lado maternal. Pero quizás lo más fascinante era la capacidad que tenían de ocultar su deseo y enterrarlo en desconfianza. Uno tenía que saber dónde cavar... y cuándo. No quería bravuconear, pero cuando sintió los brazos de la pelirroja contra los suyos, supo que había encontrado el momento preciso.
El beso se prolongó. O más bien, siguió el curso que el dragón siempre había planeado. No veía el fin de ese beso en un futuro cercano, al menos no antes de que el sol saliera por el este. Debía agradecer que le diera acceso a la piel de su cuello. Tan suave y sensible. Besarla con aquel movimiento que la chica marcaba le resultaba curioso. No la tomaba por dominante, pero parecía que sería una buena batalla antes de poder someterla a sus deseos más oscuros. La mente le iba a mil por hora tratando de averiguar si la ponía de pie y se arriesgaba a que las piernas de la pelirroja fallaran a la mitad, o ponerla contra el suelo y arriesgarse a no poder detenerse nunca. La mente trabajaba a mil por hora, como buen depredador.
Al final, se decidió por la segunda opción. Tomó a la chica en brazos y la colocó en el suelo, quitándole de encima la manta que no le serviría ya de nada. Mientras volvía a intercalar sus labios entre el cuello y los labios de la chica, sus manos buscaron la suave piel de su vientre, por debajo de la ropa. Ella podría pensar que iba muy rápido, pero ambos tenían días bailando aquel peligroso tango.- ¿Alguna vez te haz soltado realmente? Tienes pinta de estar tensa y alerta todo el día.- Mientras sus palabras resonaban contra su oído, las manos del contrario comenzaron a subir hasta encontrarse con los suaves pechos de la Descendiente. Se preguntaba si se dejaría llevar o terminaría esquivando una cachetada.- No creo que te asuste pero... No soy muy bueno siendo suave. Esta es tu última oportunidad de huir.- Mordió suavemente el lóbulo de la chica y comenzó a bajar por su piel en un beso lento y profundo, dirigiéndose a la yugular; a aquel punto caliente que volvería loco a cualquier vampiro. A él solo le gustaba usarlo para probar los límites de la cordura. Suavemente, rascó con el borde de los dientes la suave y blanca piel de la mujer, pasando después la lengua por el espacio.
El beso se prolongó. O más bien, siguió el curso que el dragón siempre había planeado. No veía el fin de ese beso en un futuro cercano, al menos no antes de que el sol saliera por el este. Debía agradecer que le diera acceso a la piel de su cuello. Tan suave y sensible. Besarla con aquel movimiento que la chica marcaba le resultaba curioso. No la tomaba por dominante, pero parecía que sería una buena batalla antes de poder someterla a sus deseos más oscuros. La mente le iba a mil por hora tratando de averiguar si la ponía de pie y se arriesgaba a que las piernas de la pelirroja fallaran a la mitad, o ponerla contra el suelo y arriesgarse a no poder detenerse nunca. La mente trabajaba a mil por hora, como buen depredador.
Al final, se decidió por la segunda opción. Tomó a la chica en brazos y la colocó en el suelo, quitándole de encima la manta que no le serviría ya de nada. Mientras volvía a intercalar sus labios entre el cuello y los labios de la chica, sus manos buscaron la suave piel de su vientre, por debajo de la ropa. Ella podría pensar que iba muy rápido, pero ambos tenían días bailando aquel peligroso tango.- ¿Alguna vez te haz soltado realmente? Tienes pinta de estar tensa y alerta todo el día.- Mientras sus palabras resonaban contra su oído, las manos del contrario comenzaron a subir hasta encontrarse con los suaves pechos de la Descendiente. Se preguntaba si se dejaría llevar o terminaría esquivando una cachetada.- No creo que te asuste pero... No soy muy bueno siendo suave. Esta es tu última oportunidad de huir.- Mordió suavemente el lóbulo de la chica y comenzó a bajar por su piel en un beso lento y profundo, dirigiéndose a la yugular; a aquel punto caliente que volvería loco a cualquier vampiro. A él solo le gustaba usarlo para probar los límites de la cordura. Suavemente, rascó con el borde de los dientes la suave y blanca piel de la mujer, pasando después la lengua por el espacio.
Estaba disfrutando como nunca de aquel momento. Las mejillas se sonrosaron, el pulso se desbocaba a cada beso y recorrido del moreno por la piel del cuerpo, cara y cuello. Un escalofrío recorrió todo mi ser que me hizo ahogar un gemido y apretar los dientes fruto de la pasión. Hasta que habló y tuvo que cagarla. Me separé con cierta confusión
-Cállate- Le gruñí con cierta molestia, cerrando el ceño -O entonces me soltaré realmente- Yo no podía transformarme en dragón como él, no todavía, pero un buen zarpazo de una osa pelirroja podría llevarse el moreno antes de que él la devorara. Por alguna extraña razón, aquello hasta le pareció divertido. Sonreí con cierta malicia, sentándose sobre mis propias piernas dobladas debajo de mi cuerpo. Le estudié de arriba abajo, ahora que estábamos separados de nuevo y, con suavidad, acaricié mis dientes con la punta de la lengua. Un instante de satisfacción antes de volver a acercarme hacia él, arqueando la espalda como una felina. Acerqué mis labios al lóbulo de su oreja, para susurrarle con el calor de mi propio vaho. Desde ahí fui recorriendo con la punta de la nariz el arco de la mandíbula hasta quedar delante, con la cabeza algo gacha, pero clavando la mirada verde en él, con cierta lascivia -En el bosque, nunca. Jamás puedes bajar la guardia- Le advertí. Mientras bajé la mirada hasta una de mis manos, quizá la más traviesa, la que había desenfundado la daga y apuntaba amenazante a la parte más inferior del abdomen, pelvis y sexualidad. -Hasta los dragones tienen un punto débil. La naturaleza lo puede todo- El tono cambió, a algo más agresivo, quizás, mientras apretaba los dientes con fuerza y aquella arma acariciaba la piel del chico -Recuérdalo- Le advertí mientras clavaba, de nuevo, la mirada verdosa en el chico y retiraba aquel frío filo metálico y daba paso a cierta mano traviesa, buscando el hueco de aquel pantalón y prendas interiores hasta encontrar la humedecida, cálida y engrosada presa, la cual necesitaba saborear en mi boca, compartir nuestra humedad y calidez.
Sin embargo volvió a hablar. Me hablaba de soltarme, de relajarme, pero quizás el que estaba más asustado de los dos era él. Ser precavida no era signo de debilidad, de la misma manera que la desconfianza. Siempre alerta. Dejé el trabajo que estaba haciendo para cambiar de posición. Me senté sobre la apertura del pantalón que mostraba la carne mientras empecé a recorrer con las manos su cuerpo, disfrutando del recorrido mientras la respiración se aceleraba, hasta rodear por debajo de la mandíbula y dirigir mi boca hacia su comisura -¿Quién te ha pedido suavidad? No soy ninguna princesa de cristal- Me separé de él, para volver a mirarle a los ojos alzando los ojos con perspicacia -¿Alguna vez te has soltado realmente? Tienes pinta se estar tenso y alerta todo el día- Repetí sus palabras anteriores, con cierta burla -¿O acaso tienes miedo de romperte?- Con ímpetu rodeé su cabeza por cabeza por detrás, para fijar una de las manos en el pelo oscuro y la otra sobre su pectoral. Quiso el sabor de los labios de fuego del dragón, su calor húmedo, su peligro y su veneno. Cada vez quería más, devorarlo, que le hiciera suya, sentirlo dentro.
-Cállate- Le gruñí con cierta molestia, cerrando el ceño -O entonces me soltaré realmente- Yo no podía transformarme en dragón como él, no todavía, pero un buen zarpazo de una osa pelirroja podría llevarse el moreno antes de que él la devorara. Por alguna extraña razón, aquello hasta le pareció divertido. Sonreí con cierta malicia, sentándose sobre mis propias piernas dobladas debajo de mi cuerpo. Le estudié de arriba abajo, ahora que estábamos separados de nuevo y, con suavidad, acaricié mis dientes con la punta de la lengua. Un instante de satisfacción antes de volver a acercarme hacia él, arqueando la espalda como una felina. Acerqué mis labios al lóbulo de su oreja, para susurrarle con el calor de mi propio vaho. Desde ahí fui recorriendo con la punta de la nariz el arco de la mandíbula hasta quedar delante, con la cabeza algo gacha, pero clavando la mirada verde en él, con cierta lascivia -En el bosque, nunca. Jamás puedes bajar la guardia- Le advertí. Mientras bajé la mirada hasta una de mis manos, quizá la más traviesa, la que había desenfundado la daga y apuntaba amenazante a la parte más inferior del abdomen, pelvis y sexualidad. -Hasta los dragones tienen un punto débil. La naturaleza lo puede todo- El tono cambió, a algo más agresivo, quizás, mientras apretaba los dientes con fuerza y aquella arma acariciaba la piel del chico -Recuérdalo- Le advertí mientras clavaba, de nuevo, la mirada verdosa en el chico y retiraba aquel frío filo metálico y daba paso a cierta mano traviesa, buscando el hueco de aquel pantalón y prendas interiores hasta encontrar la humedecida, cálida y engrosada presa, la cual necesitaba saborear en mi boca, compartir nuestra humedad y calidez.
Sin embargo volvió a hablar. Me hablaba de soltarme, de relajarme, pero quizás el que estaba más asustado de los dos era él. Ser precavida no era signo de debilidad, de la misma manera que la desconfianza. Siempre alerta. Dejé el trabajo que estaba haciendo para cambiar de posición. Me senté sobre la apertura del pantalón que mostraba la carne mientras empecé a recorrer con las manos su cuerpo, disfrutando del recorrido mientras la respiración se aceleraba, hasta rodear por debajo de la mandíbula y dirigir mi boca hacia su comisura -¿Quién te ha pedido suavidad? No soy ninguna princesa de cristal- Me separé de él, para volver a mirarle a los ojos alzando los ojos con perspicacia -¿Alguna vez te has soltado realmente? Tienes pinta se estar tenso y alerta todo el día- Repetí sus palabras anteriores, con cierta burla -¿O acaso tienes miedo de romperte?- Con ímpetu rodeé su cabeza por cabeza por detrás, para fijar una de las manos en el pelo oscuro y la otra sobre su pectoral. Quiso el sabor de los labios de fuego del dragón, su calor húmedo, su peligro y su veneno. Cada vez quería más, devorarlo, que le hiciera suya, sentirlo dentro.
Tuvo que reírse entre dientes cuando la pelirroja le pidió que se callara. Eso, en cierta medida, contestaba su pregunta. Le valía para saber un poco más de su temperamento, cuando menos.- Cállame.- Le retó.- Con tu boca.- Se tuvo que morder el labio mientras miraba deleitado la fiereza que de pronto mostraba su rostro. No, ella ya sabía lo que era tener una responsabilidad, no iba a dejarse llevar así como así. No hacía falta, pero complicaba un poco las cosas, o las hacía valer la pena según se viese. Su sonrisa le obligó a arquear una ceja, tratando de leerle la mente.
Después de un minuto, el acercamiento de ella, la soltura, parecía que sí iba a callarlo después de todo. La dejó ser; dejó que se moviera a gusto por su cuerpo. La advertencia que dejó frente a él, con aquella mirada tan directa, le hizo entender que el tango no se había terminado, pero se volvía más peligroso y delicioso en cada segundo. Aún cuando sentía el peligro en su entrepierna, no se enganchó. Ella lo deseaba. Y se lo hizo saber una vez que dejó la daga de lado y estuvieron por fin piel con piel. Soltó un suspiro amplio cuando sintió, por primera vez, la suave y ligeramente fría mano de la pelirroja en su entrepierna. Vale, le iba a ella lo de dominar la situación, pero a él le iba dominarla a ella.
Después de un minuto, el acercamiento de ella, la soltura, parecía que sí iba a callarlo después de todo. La dejó ser; dejó que se moviera a gusto por su cuerpo. La advertencia que dejó frente a él, con aquella mirada tan directa, le hizo entender que el tango no se había terminado, pero se volvía más peligroso y delicioso en cada segundo. Aún cuando sentía el peligro en su entrepierna, no se enganchó. Ella lo deseaba. Y se lo hizo saber una vez que dejó la daga de lado y estuvieron por fin piel con piel. Soltó un suspiro amplio cuando sintió, por primera vez, la suave y ligeramente fría mano de la pelirroja en su entrepierna. Vale, le iba a ella lo de dominar la situación, pero a él le iba dominarla a ella.
- +18:
La recibió en su regazo y la tomó de las caderas, apretándola contra su entrepierna, moviéndola suavemente hacia atrás y adelante para que viera un poco de lo que estaba perdiéndose mientras hablaba.- La forma humana está muy limitada. Tienes que poner más atención o se te pasarían por alto los pequeños detalles.- Levantó una de las manos hasta llevarla al pecho de la chica, por debajo de la ropa, para luego quitar lo que le estorbaba, todo lo que estaba entre ella y los hermosos pechos de aquella fiera. Desde las capas que la cubrían del frío hasta las que debían cubrirla de su desnudez. El frío no les molestaría aquella noche.- Si no pones atención, de pronto podría perderme lo acelerado que está tu pulso, el cambio en tu esencia...- "Lo que está entre tus piernas". Con rapidez, se llevó los suaves pechos de la chica a los labios, intercalando entre uno y otro mientras se deleitaba con la suavidad y firmeza de aquellas formas, dejando una mano sobre ellos para luego llevar la otra tras su cuello. No tardó mucho en fundirlos a ambos en un beso apasionado, fiero como ella y cálido, mientras la piel de ambos comenzaba a encontrarse.
- +18:
- Arqueó el cuello cuando le ordenó que le callara, devolviendo una sonrisa con cierta maldad. Eso esperaba hacer, callarle hasta que alguno de los dos suplicara querer más por parte del otro. La simple idea tenía su salvaje gracia. Solo esperaba que no le defraudara, no al menos que V ahora ya estaba pillado por Sofía. Obedecí. Y los labios de la pareja se fusionaron en un abrazo cálido que invitó a recorrer las profundidades del otro. -¿Quién quiere más limitaciones? ¿Para qué más?- Insistió, para que no la tratara de una damisela. Era casi una guerrera, que la tratara como tal.
La ropa sobraba, el dragón se lo hizo ver. Ya ni el frío ni la humedad del bosque hacían mella en ella. Se retiró la camisola por la cabeza, dejando caer la melena roja por encima de sus hombros y liberaba sus pechos, sensibilizados por el momento. No estaba segura de a qué se refería con aquellas palabras, de modo que le invité -Entonces, déjate perder- Sentada a horcajadas sobre la pelvis tomé con cierta delicadeza las manos del dragón, curtidas, ásperas y las dirigí por las zonas excitadas de mis pezones. Enseguida el alumno aprendió la lección y disfruté de aquella sensación que invadía mi cuerpo, me hacía arquear la espalda hacia atrás y me invitaba a mover la pelvis, haciendo que sus órganos pidieran a gritos aquel encuentro deseado por parte de ambos. Pero se resistió, pues quería saber qué podría ofrecerle el dragón y ella al dragón. Tomé su dedo índice y lo saboreé, paseándole los dientes por los extremos de la uña, con sumo cuidado, invitando a la musculosa lengua a recorrer la periferia. Envolvió la cabeza del chico con su brazo e invitó a que recorriera tu tórax, ascendiera por su clavícula y se perdiera por la mandíbula, acercando los labios de ambos para fundirlos con pasión. -Perdámonos- Le gruñí con deseo.
Ahora sería ella la que descendiera. Recorrió con el dedo índice la línea media del varón, descendiendo desde los labios, barbilla, esternón, ombligo y llegado a la pelvis. Necesitó moverse de aquella posición para liberar definitivamente el miembro del dragón humanizado. Traviesa, la nariz y los labios sonrosados descendieron desde aquel ombligo para llegar a la zona más inferior, ahora libre de la atadura del pantalón. Elevé por un momento la mirada en dirección a Daniel, como un pacto implícito y mudo de lo que iba a ocurrir, una especie de permiso para avanzar, antes de que su sexo llamara toda su atención. Prefirió que entrara dentro de sus labios con cuidado, queriendo saborear cada una de las texturas que el dragón podría ofrecerle. Podía notar el calor dentro de su boca, por lo que decidí darle la bienvenida. Varias veces, con suavidad, esperando a que él marcara el ritmo de sus propios deseos.
- +18:
- El beso se tornó salvaje y aguerrido muy rápidamente. Era mutua esa necesidad de hacer de la cama un campo de batalla y aquello no tardaría en crear un caos en aquel bosque tan tranquilo. Bueno, pues ya no era hora familiar. No más limitaciones, habían pactado, y aquello era lo que planeaba tener. Dejó que la pelirroja dirigiera sus manos por sobre sus pechos, reconociendo en su rostro cada punto de placer. Teniéndola de frente, con el torso desnudo, no pudo evitar recorrer con los labios cada centímetro de su vientre, su cuello y sus pechos, dejando en este último los dientes en contra de su suave piel, presionando entre los dientes sus rosados pezones, cada vez más, hasta que notó en el rostro de la chica su límite. La verdad es que estaba bastante más allá que una chica promedio, y aquello le obligó a esbozar una sonrisa, pensando en todo lo que podía hacerle. La abrazó con férreo agarre para evitar que se escapara, para presionar más sus pechos dentro de su boca, pero era escurridiza.
Dejó que saboreara su índice; aunque lo que realmente quería era tocar su garganta con la punta de sus dedos, solo la empujó un poco más allá. La paciencia era una virtud... y vio frutos cuando comenzó a bajar por su pecho. Soltó un gruñido al sentirla descender, atrapando cada uno de sus largos cabellos entre su mano detrás de la cabeza para facilitarle el movimiento. Cuando la chica lo miró, con aquella picardía en los ojos, decidió empujar sus límites por fin. Dejó que comenzara con delicadeza, que confiara y le reconociera dentro de su boca, que se acoplara al grosor y al tamaño, a las texturas, a la forma, antes de comenzar a empujar su cabeza suavemente contra su pelvis. Sin embargo, no tardó demasiado en marcar un ritmo distinto. Fuerte y profundo, obligando prácticamente a que en su garganta se alojara su miembro por un instante antes de dejarla salir. Con ambas manos tras su cabeza, no había manera de resistirse, y empujando sus caderas contra ella comenzó a penetrar más profundo en su garganta, sintiendo como lubricaba su miembro, alistándolo para lo siguiente en la lista. Antes de pensar en moverla, se sació de su boca, empujándola con fuerza contra sus caderas, manteniéndola inmóvil por algunos segundos antes de liberar su boca. Se levantó de inmediato, empujándola contra el suelo para sacarle de encima los pantalones y la ropa interior antes de girarla contra el suelo. Tomó sus muecas con una mano detrás de su espalda y, en un paseó sus dedos por aquel delicioso punto entre sus piernas que estaba a punto de torturar. Introdujo el dedo medio y anular, preparando el camino para lo que vino a continuación. Guió con la mano libre su miembro dentro de la pelirroja y comenzó a usar todo su peso para llegar hasta el más profundo rincón de su ser, comenzando una cadencia lenta, pero fuerte, incluso algo bruta.
- 18:
- Un murmullo ronco se me escapó de la garganta como muestra del placer de aquel tacto recorriendo cada curva de mi tórax, de mis senos y de la sensación del agarre del dragón sobre mi propia piel. Estaba siendo muy divertido, tanto o más como hacía tiempo que no disfrutaba de la sensación. Me sentía viva, excitada, acalorada… aventurera. Como una expedición que disfruta de cada metro de su viaje en búsqueda del tesoro preciado. Cada descubrimiento abría un abanico de sensaciones que, aunque recordaba, se multiplicaban por la excitación del momento y del partener y escucharle gruñir le acaloraba todavía mucho más y la invitaba a seguir, a aventurarse, a pedir y querer más. La inspección oral cambió de ritmo al poco tiempo de comenzar, no le importó en absoluto, quería ver qué podía ofrecer, conocer otro tipo de energía que le podía ofrecer, tan brava que tuvo que parar un segundo antes de continuar para recobrar el aliento, teniendo que separarse de Daniel durante un breve segundo. Estaban conociéndose, le perdonó algunas licencias… ya veríamos si otras. A pesar de todo, quersía seguir sintiendo aquel poder en otras zonas.
Mientras su pecho ascendía y descendía por la fuerza de la respiración, alzó la mirada de nuevo, humedecida por la fuerza del embiste anterior, que había tocado zonas delicadas en lo profundo de su garganta. Se echó el pelo hacia un lateral mientras volvía a recorrer el cuerpo del hombre con la palma de la mano y aprovechaba para acoplarse mejor sobre él, sentándose sobre su abdomen inferior, haciendo que ambas pieles se fundieran por efecto del calor emitido por ambos, como dos rocas al rojo vivo. Acopló su cara en arco del cuello de él, dejándose cautivar por las feromonas del dragón, de la misma manera que la calidez inferior se buscaba la una a la otra, guiándola con cuidado para terminar de encontrarse, en un abrazo íntimo, cálido, excitado y placentero. Con la cintura dibujé un suave círculo, lo justo para separarme unos breves centímetros del cuerpo del varón y hacer que ambos nos compenetráramos mucho mejor. Un gemido se me escapó, imparable, gutural, profundo, nacido de las entrañas, del sexo. Del mismo lugar que trataba de darle el placer que hacía mucho tiempo había buscado. Buscó, de nuevo, con la mirada verde la de él, haciendo chocar las sudorosas frentes mientras mi cuerpo seguía viajando con cuidado en aquella aventura, trazando leves ascendentes con la pelvis.
- +18:
- El preámbulo y la satisfacción que obtuvo de los labios de la chica era solo la punta del iceberg. Solo habían servido para hacer más grande su erección y acalorar más su cuerpo. Iba a poseerla con fuerza, dejando en ella todo el deseo que le había negado los últimos días durante la expedición.
Cuando sus labios se separaron de su piel, la dejó subir a él. Se notaba que tomaba lo que quería y que la experiencia la tenía. Verla así, tan salvaje, con los ojos húmedos de la fuerza con la que había tomado posesión de su linda boca... le provocaba como no tenía idea. Guió a la chica dentro suyo, disfrutando cada centímetro que se fusionaba con ella. El húmedo momento duró una eternidad, porque así lo quiso, antes de comenzar a moverse. La abrazó con fuerza, con calidez, la contuvo contra su pecho, dejando que sus caderas endemoniadas tomaran la iniciativa. Iba a matarlo la forma tan erótica que nada lo salvaría. Cuando por fin se volvieron uno, liberó el aliento que se había quedado atrapado en su pecho, incrementando el deseo por ella. Con cuidado, tomó a la chica por el rostro, apartándole los mechones que caían por su rostro y dejándolos a un lado del hombro, como el resto de su cabello. Lo estaba matando la suavidad con que se introducía en ella. El ritmo lento no era lo suyo cuando estaba tan necesitado de someterla a sus deseos. Sin embargo, soltó un suspiro y decidió darle un poco de lo que ella deseaba, de nuevo. Tomó las manos de la chica con cuidado después de darle un profundo beso, y las cogió ambas detrás de su espalda. El peso de la chica caía maravillosamente sobre su cuerpo y le impedía alejarse mientras clavaba sus labios en el cuello de la pelirroja para saborear su dulce piel. Tras algunos segundos, comenzó a bombear su cadera debajo de ella, cargando con el peso de ambos, en una cadencia idéntica a la que ella había marcado un momento atrás, pero buscando mayor profundidad. Necesitaba fundirse con ella como si no hubiera nada más en el mundo que ella.
Tras unos momentos, el ritmo se volvió constante. Escuchaba claramente tres cosas: el corazón de la pelirroja, que se acompasaba con el sonido con que se encontraban sus caderas, y los suaves sonidos que salían de su boca. ¿Había algo mejor? No lo conocía.- Sarah.- Susurró, lamiendo y besando el cuello de la mujer, buscando ir más adentro, más profundo, unirse de manera perfecta con ella.
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Una típica vaca de las Highlands llevaba un rato pastando por los alrededores, pero cada vez estaba más y más interesada en los sonidos que provenían de cierta zona de la hoguera. Se fue acercando poco a poco, puesto que los jóvenes permanecían ajenos a los detalles de su alrededor, minucias para la actividad que estaban llevando a cabo. Cuando estuvo suficientemente cerca sacó su enorme lengua de vaca, pegándoles un lametón en el pelo a las cabezas de los dos amantes.
- MUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU
- +18:
- El viaje interior de Daniel provocó en mi un gemido que traté de ocultar mordiéndome el labio inferior, quedando como un murmullo placentero, eclipsado por las bocanadas de aire. Cada movimiento producía en su seno un placer y un escalofrío que querría aguantar para siempre. De ser por ella, quedaría abrazada de aquella forma para siempre, disfrutando de la temperatura corporal, del aroma del placer de los dos jóvenes conociéndose, recorriéndose, disfrutándose. Se separó un instante de él, liberando la cabeza de su cuello, para recorrer con la mano el pecho trabajado del dragón, para sentir su pulso y calvó la mirada verdosa en la de él, disfrutando de los gemidos del varón, que la extasiaban todavía más. Dejó que su cadera fuera la que tomara el mando, marcando las velocidades que ella misma necesitaba, localizando recovecos inexplorados, investigando con su lengua en un profundo y dulce beso apasionado, cesando la cadencia de su movimiento para invitarle a participar a él. Cuando empezó con su propio ritmo se le escapó un gemido que le hizo estirar la espalda y alzar el rostro en dirección a las estrellas. -Sigue. Sigue por favor- Le supliqué, necesitada de más, demandando aquella fuerza draconiana. Era una sensación diferente a cualquiera de los hombres con los que ya había estado. Había algo salvaje en todo aquel momento que lo hacía parecer una droga dura, estaba enganchada a aquel tacto de la mano recorriendo y recolocando sus cabellos salvajes, lo querría por siempre y para siempre. No contestó a su nombre, dejó que recorriera su cuello con aquella humedad, sintiendo el hormigueo característico de la excitación de aquella zona erógena.
El lametón de la vaca me cortó todo el lívido. No me lo podía creer, ¿es que no podían dejarla tranquila? Se dejó caer sobre el pecho de Daniel, cansada, parcialmente saciada, pero satisfecha. -Una vaca…. Una maldita vaca- Maldijo, sin ninguna maldad ni enfado, más bien estupefacción. Se separó de Daniel para mirar a los ojos oscuros del animal. Y empezó a reírse como nunca lo había hecho, con una rosa divertida, desenfadada, abierta. -Muuu a ti también- Respondió al rumiante y miró con complicidad a su compañero, para terminar de apartarse y cubrirse la desnudez con cualquier harapo que hubiera por ahí y se acercó a la vaca para cogerla con cuidado por los laterales de la mandíbula y dejó caer su frente contra la del animal, un saludo cercano.
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El miembro 'Sarah Darwin' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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- Por más que tratara de ocultar lo que sus caricias provocaban dentro y fuera de su cuerpo, escuchaba perfectamente cada uno de los sonidos que de ella originaban; estaba enfocado, sobre todo, en sus gemidos de placer. En vez de dejar que se los guardara para ella, la tomó por ambos lados de la cara y se los bebió en un beso, obligándola a dejarlos salir. Era muy libre y muy salvaje, por lo que veía, así que la dejó separarse, tocar los músculos de su pecho y deleitarse con lo que la vista traía. Le cedió el mando con gusto, pues ya había entendido claramente que el mejor momento para aquella mujer era estar activa. De su parte, solo tomó las caderas de la chica para hacerlo todo más profundo, aunque respetando claramente su ritmo. Cuando menos pensó, su lengua también estaba enredada en aquel desliz, explorando sus labios y su boca con pase libre.
Sin embargo, fue aquella súplica tan... ¿cómo decirlo? Tan impropia de ella, lo que sirvió de combustible. Con cada estocada, se encontraba un poco más adentro de ella. Cada vez más, cada vez más grande. Sintió claramente el momento en que comenzó a endurecerse en su interior, seña inequívoca de que estaba por terminar la primera de muchas de aquella noche... Sarah también estaba por llegar, los músculos entre sus piernas también estaban tensos y le impedían la entrada de una manera deliciosa y cada vez más sorprendente. Sus arrebatos contra ella creaban una fricción imposible de ignorar. Cuando estaba por llegar, algo inesperado ocurrió...
Se quedó estupefacto, deteniendo en seco toda acción, todo movimiento. Su erección palpitaba necesitada dentro de Sarah, pero la mente se le había caído sintiendo aquella lengua tan áspera en la cara. Abrazó a Sarah contra su pecho cuando la tuvo encima, igual de atónito que ella, haciéndolos a ambos al lado para no repetir la dosis. Si bien, ninguno de los dos lo tomó a mal, no esperaba que el extasis de ambos fuera a ser reírse como desquiciados por la situación. Dejó que Sarah se levantara y cubriera, a pesar de que le habría hecho bien verla desnuda un rato más.
Satine Edevane
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Desde hacía un tiempo Satine se centraba en mantener la cabaña en orden. El anciano había vivido en ella tanto tiempo que muchas zonas estaban casi destruidas por el paso de los años. En realidad no lo juzgaba, aquel elfo la había mantenido con vida a pesar de estar tan débil como un diente de león; y como sus fuerzas se concentraron en ella, la cabaña comenzó a desmoronarse poco a poco. Maderas podridas por aquí, maleza por allá, goteras en todos lados... En fin, un trabajo un tanto agotador pero que quería dejar impecable como homenaje a su maestro.
Esa mañana se tomó un tiempo para desayunar correctamente, ya que si todo salía bien terminaría de arreglar el lado oeste de la cabaña. Una vez lista se puso su overol heredado del anciano y recogió su cabello lo más alto que pudo para no ensuciarlo. Metió el martillo, unos clavos y los guantes en el bolsillo y salió a la naturaleza, recibiendo el sol matutino en todo el rostro paliducho y delgado.
—Bueno anciano... Veamos con qué me dejaste.- Comentó al aire, casi como si su maestro pudiera oírla.
Luego de un respiro profundo, tomó las escaleras de madera, las apoyó contra el techo de la cabaña y subió casi sin pensárselo. Una vez allí comenzó con su trabajo, tachando unas maderas por aquí y removiendo otras viejas por allá. Al cabo de un par de horas, solo había arreglado dos goteras y con la escaza fuerza que poseía la muchacha, esos clavos ni siquiera estaban del todo clavados. Sin embargo se sintió conforme antes de seguir.
Esa mañana se tomó un tiempo para desayunar correctamente, ya que si todo salía bien terminaría de arreglar el lado oeste de la cabaña. Una vez lista se puso su overol heredado del anciano y recogió su cabello lo más alto que pudo para no ensuciarlo. Metió el martillo, unos clavos y los guantes en el bolsillo y salió a la naturaleza, recibiendo el sol matutino en todo el rostro paliducho y delgado.
—Bueno anciano... Veamos con qué me dejaste.- Comentó al aire, casi como si su maestro pudiera oírla.
Luego de un respiro profundo, tomó las escaleras de madera, las apoyó contra el techo de la cabaña y subió casi sin pensárselo. Una vez allí comenzó con su trabajo, tachando unas maderas por aquí y removiendo otras viejas por allá. Al cabo de un par de horas, solo había arreglado dos goteras y con la escaza fuerza que poseía la muchacha, esos clavos ni siquiera estaban del todo clavados. Sin embargo se sintió conforme antes de seguir.
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072042
EMERIEL
Líder de sanadores
Líder de sanadores
La llegada de la Descendiente Darwin hace unos meses había generado revuelo tanto en el bosque como en la ciudad de los elfos, la cual llamaremos Ellesméra. Sin embargo, la mujer de pelo rojizo se había ganado a pulso y constancia el favor de los elfos, los centauros y los enanos entre otros seres que residían en el bosque y por ello, cuando Ouroboros se vio en apuros, acordaron cederle un espacio.
Aún así, la reina deseaba cultivar un poco más las relaciones entre ambas razas y descubrir si era cierto lo que decían sobre la conexión entre el bosque y aquella isla mágica que flotaba en el cielo. Para ello necesitaban una comisión de política y en nombre de la corona nuestra amiga Emeriel fue en busca de uno de los más ancianos elfos conocidos en su sociedad.
El camino era largo ya que el anciano había decidido retirarse a lo más profundo para evitar el contacto, considerando que había enseñado todo lo que sabía. En este caso, Emeriel había sido una de sus estudiantes hacia siglos y ahora era la líder de los sanadores y de los pocos que aún se mantenía en contacto con él.
Al llegar a la desmadejada cabaña miró todo con un poco de suspicacia, la última vez que había venido no estaba así pero…Había sido hace mucho tiempo… Mucho tiempo para un elfo, por supuesto. El sonido constante de lo que parecía un martillo le llamó la atención. Se acercó y vio una escalera hacia el techo. Aquello… -¿Maestro? Soy Emeriel- Saludó en idioma elfo con un marcado acento.
Aún así, la reina deseaba cultivar un poco más las relaciones entre ambas razas y descubrir si era cierto lo que decían sobre la conexión entre el bosque y aquella isla mágica que flotaba en el cielo. Para ello necesitaban una comisión de política y en nombre de la corona nuestra amiga Emeriel fue en busca de uno de los más ancianos elfos conocidos en su sociedad.
El camino era largo ya que el anciano había decidido retirarse a lo más profundo para evitar el contacto, considerando que había enseñado todo lo que sabía. En este caso, Emeriel había sido una de sus estudiantes hacia siglos y ahora era la líder de los sanadores y de los pocos que aún se mantenía en contacto con él.
Al llegar a la desmadejada cabaña miró todo con un poco de suspicacia, la última vez que había venido no estaba así pero…Había sido hace mucho tiempo… Mucho tiempo para un elfo, por supuesto. El sonido constante de lo que parecía un martillo le llamó la atención. Se acercó y vio una escalera hacia el techo. Aquello… -¿Maestro? Soy Emeriel- Saludó en idioma elfo con un marcado acento.
Satine Edevane
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Aquella tarea estaba siendo más difícil de lo que parecía en un principio. El anciano se había enfocado tanto en que Satine aprendiera al menos lo básico, que la cabaña quedó en un segundo lugar; y por supuesto la naturaleza hizo lo suyo con aquellas viejas maderas.
Hay visitas. Susurró una voz en su cabeza, pero Satine la descartó. Sabía que podía ser algún árbol intentando llamar su atención porque se le había subido alguna ardilla o ave de los alrededores. Hay visitas. Repitió dentro de ella, y Satine soltó un bufido antes de mirar en dirección desde donde ella creía que venía la voz. El anciano le había enseñado algunos trucos para distinguir mejor las pocas palabras de las plantas que se comunicaban con ella, pero aún le costaba entender si eran de su imaginación o una realidad.
Mientras "arreglaba" el tejado o intentaba hacerlo, Satine escuchó una voz que la sacó de sus pensamientos. Pero esta voz era indiscutiblemente real, no resonaba en su cabeza, sino que realmente viajaba por el viento hasta llegar a sus oídos. Parecía una voz femenina y la elfa pensó que al final ese maldito árbol tenía razón; había visitas...
Con precaución asomó solo sus grandes ojos brillantes por el borde del tejado, y allí pudo ver una formidable elfa adulta de cabello rojizo; completamente diferente a ella tan desgarbada y debilucha. Primero pensó en peligro, pero ¿Había llamado al maestro? ¿Lo conocía?
—Amm... ¿Hola? el maestro tuvo que salir a hacer unos recados ¿Qué necesita?- Era una mentira, por supuesto, pero no iba a rebelar que estaba sola. Esta vez se asomó un poco más y dejó ver su rostro. No quería sonar agresiva, pero si un poco más firme de lo que solía hablar y sin dudas se entendía perfectamente con el idioma y acentuación de la pelirroja.— Puedo dejarle tu mensaje.
Hay visitas. Susurró una voz en su cabeza, pero Satine la descartó. Sabía que podía ser algún árbol intentando llamar su atención porque se le había subido alguna ardilla o ave de los alrededores. Hay visitas. Repitió dentro de ella, y Satine soltó un bufido antes de mirar en dirección desde donde ella creía que venía la voz. El anciano le había enseñado algunos trucos para distinguir mejor las pocas palabras de las plantas que se comunicaban con ella, pero aún le costaba entender si eran de su imaginación o una realidad.
Mientras "arreglaba" el tejado o intentaba hacerlo, Satine escuchó una voz que la sacó de sus pensamientos. Pero esta voz era indiscutiblemente real, no resonaba en su cabeza, sino que realmente viajaba por el viento hasta llegar a sus oídos. Parecía una voz femenina y la elfa pensó que al final ese maldito árbol tenía razón; había visitas...
Con precaución asomó solo sus grandes ojos brillantes por el borde del tejado, y allí pudo ver una formidable elfa adulta de cabello rojizo; completamente diferente a ella tan desgarbada y debilucha. Primero pensó en peligro, pero ¿Había llamado al maestro? ¿Lo conocía?
—Amm... ¿Hola? el maestro tuvo que salir a hacer unos recados ¿Qué necesita?- Era una mentira, por supuesto, pero no iba a rebelar que estaba sola. Esta vez se asomó un poco más y dejó ver su rostro. No quería sonar agresiva, pero si un poco más firme de lo que solía hablar y sin dudas se entendía perfectamente con el idioma y acentuación de la pelirroja.— Puedo dejarle tu mensaje.
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Lo que no se esperó para nada fue la cara que se asomó en el tejado. La pelirroja se quedó mirando aquel rostro dulce con cierta estupefacción. Desde el sombrero hasta el color de la piel. Entrecerró un poco los ojos como para enfocar y asegurarse de que veía bien aunque en sus siglos de existencia sus sentidos nunca le habían fallado.
-Hola- Saludó de manera informal mientras la curiosidad crecía rápidamente -¿Recados dices?- mencionó la elfa aligerando la mueca de sorpresa con la que había observado a Satine desde el momento en el que la vio. Ella no sabía que el anciano necesitará nada y, de hacerlo, seguramente lo pediría a uno de sus aprendices o iría a Ellesméra a pedirlo.
Emeriel estudió el rostro de la joven elfa cuando se dejó ver un poco más, con ojos llenos de escrutinio. Sospechas, también. ¿Quién era y que hacía aquí? -Estoy en misión oficial de la corona de Ellesméra, lo siento, pero no sé quién eres. Esperaré a mi maestro lo que sea necesario- lo que no comprendía es que hacía esa muchacha en el techo.
Se alejó con paso ligero hacia uno de los árboles y se sentó allí, lentamente, mientras mantenía en su rango de visión a la elfa. Esa tez… -Yo soy Emeriel. ¿Y tú?- Preguntó con curiosidad por su persona en sí, pero también quería conocer su cometido, su función, así objetivo en aquella cabaña… y en aquel techo -¿Qué estás haciendo?- Preguntó finalmente mientras sacaba de su bolsillo un cuchillo pequeño y un pedazo de madera que parecía un oso, empezando poco después a trabajar la pieza con el cuchillo.
-Hola- Saludó de manera informal mientras la curiosidad crecía rápidamente -¿Recados dices?- mencionó la elfa aligerando la mueca de sorpresa con la que había observado a Satine desde el momento en el que la vio. Ella no sabía que el anciano necesitará nada y, de hacerlo, seguramente lo pediría a uno de sus aprendices o iría a Ellesméra a pedirlo.
Emeriel estudió el rostro de la joven elfa cuando se dejó ver un poco más, con ojos llenos de escrutinio. Sospechas, también. ¿Quién era y que hacía aquí? -Estoy en misión oficial de la corona de Ellesméra, lo siento, pero no sé quién eres. Esperaré a mi maestro lo que sea necesario- lo que no comprendía es que hacía esa muchacha en el techo.
Se alejó con paso ligero hacia uno de los árboles y se sentó allí, lentamente, mientras mantenía en su rango de visión a la elfa. Esa tez… -Yo soy Emeriel. ¿Y tú?- Preguntó con curiosidad por su persona en sí, pero también quería conocer su cometido, su función, así objetivo en aquella cabaña… y en aquel techo -¿Qué estás haciendo?- Preguntó finalmente mientras sacaba de su bolsillo un cuchillo pequeño y un pedazo de madera que parecía un oso, empezando poco después a trabajar la pieza con el cuchillo.
Satine Edevane
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—Emm... Si, tenía unos recados.- Mintió la elfa nuevamente mientras observaba con atención a la colorada. Tenía unas facciones muy bonitas y por un momento se sintió pequeña ante el escrutinio de la contraria.—Él tenía que buscar algunas cosas.- Era una pésima mentirosa ¿"Algunas cosas"? ¿Qué era eso? Realmente no se le ocurría nada mejor y temía estar en peligro.
Al escuchar aquello de una misión oficial, Satine encendió sus alarmas y la curiosidad comenzó a jugarle en contra.— ¿A qué se refiere con una misión oficial? Me podría decir de que se trata... ¿Qué es lo que está buscando?- Cuestionó de forma apresurada y nerviosa, pero amable, no quería sonar como una irrespetuosa, al contrario, comenzó a sentir una leve punzada de ansiedad por saber más de qué se trataba todo aquello.
Con cuidado comenzó a descender por la escalera de madera. Aún no le había dicho a la elfa que su maestro no solo no se encontraba, sino que no lo iba a encontrar tampoco. Mantuvo la distancia y guardó el martillo dentro del bolsillo del overol, dejando solo la cabeza por fuera. Luego se acomodó un poco los cabellos que se habían soltado y que ahora los cubría una fina capa de sudor.— Me llamo Satine. Es un gusto conocerte.- Comentó con una leve sonrisa, aunque se desvaneció solo un poco al ver el cuchillo entre las manos de Emeriel.
—Y bueno... La verdad es que estaba reparando el techo, hace unos días ya que se filtra el agua y como la cabaña es de madera temo que termine de desmoronarse.- Explicó la joven elfa, señalando algunas zonas donde ya se veía el moho avanzar.
Al escuchar aquello de una misión oficial, Satine encendió sus alarmas y la curiosidad comenzó a jugarle en contra.— ¿A qué se refiere con una misión oficial? Me podría decir de que se trata... ¿Qué es lo que está buscando?- Cuestionó de forma apresurada y nerviosa, pero amable, no quería sonar como una irrespetuosa, al contrario, comenzó a sentir una leve punzada de ansiedad por saber más de qué se trataba todo aquello.
Con cuidado comenzó a descender por la escalera de madera. Aún no le había dicho a la elfa que su maestro no solo no se encontraba, sino que no lo iba a encontrar tampoco. Mantuvo la distancia y guardó el martillo dentro del bolsillo del overol, dejando solo la cabeza por fuera. Luego se acomodó un poco los cabellos que se habían soltado y que ahora los cubría una fina capa de sudor.— Me llamo Satine. Es un gusto conocerte.- Comentó con una leve sonrisa, aunque se desvaneció solo un poco al ver el cuchillo entre las manos de Emeriel.
—Y bueno... La verdad es que estaba reparando el techo, hace unos días ya que se filtra el agua y como la cabaña es de madera temo que termine de desmoronarse.- Explicó la joven elfa, señalando algunas zonas donde ya se veía el moho avanzar.
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