Recuerdo del primer mensaje :
Es una plataforma circular al borde de la isla, en la cual los Descendientes entrenan a sus aprendices.
La rapidez con la que efectuo el placaje da resultado, haciendo que consiga derribar a Juliet con este primer golpe físico. Puede que la haya tomado por sorpresa, y podría decirse también que he ganado el combate si lo tomaremos como algo sencillo de derribar al otro. Supongo que no es suficiente.
No me ha pasado desapercibida su respuesta evasiva y un tanto cortante, dándome a entender qué tal vez ella no de las cosas por supuestas. La verdad es que me jode un poco eso de que parezca que ella no piensa igual, aunque juraría que no he malinterpretado nada de lo sucedido hasta el momento entre ambos. Estoy por contestar ahora que creo que tengo la situación dominada, pero ella reacciona bastante rápido, soltándome un par de golpes. El del pecho me saca todo el aire de una, y el de la cara hace que me aturda lo suficiente como para no ver a tiempo el ataque lateral de Svart. No sé qué demonios le ha dicho, pero ha funcionado tan bien que consiguen tirarme hacia un lado, dejando libre a Juliet.
Quedo tendido boca arriba unos segundos, alzandome un poco sobre los codos para mirarla. Probablemente no trate en contraatacar, así que debo estar preparado.
- Qué más da. En las batallas reales se cuenta con la desigualdad numérica. Además, Svart todavía no es tan mortífero como...
"Como su padre. Pero lo será"
- Lo otro lo daba por supuesto desde hace tiempo, bastante antes de lo que piensas. - que supongo que creerá que fue cuando pasamos la noche juntos. Y no. - Te invito a adivinarlo. - acto seguido extiendo la mano en dirección a ella, usando la magia de electricidad para crear una descarga de área, incluyendo a Svart. En esta ocasión utilizo bastante menos potencia de la que usaría si fuese a hacer más daño.
No me ha pasado desapercibida su respuesta evasiva y un tanto cortante, dándome a entender qué tal vez ella no de las cosas por supuestas. La verdad es que me jode un poco eso de que parezca que ella no piensa igual, aunque juraría que no he malinterpretado nada de lo sucedido hasta el momento entre ambos. Estoy por contestar ahora que creo que tengo la situación dominada, pero ella reacciona bastante rápido, soltándome un par de golpes. El del pecho me saca todo el aire de una, y el de la cara hace que me aturda lo suficiente como para no ver a tiempo el ataque lateral de Svart. No sé qué demonios le ha dicho, pero ha funcionado tan bien que consiguen tirarme hacia un lado, dejando libre a Juliet.
Quedo tendido boca arriba unos segundos, alzandome un poco sobre los codos para mirarla. Probablemente no trate en contraatacar, así que debo estar preparado.
- Qué más da. En las batallas reales se cuenta con la desigualdad numérica. Además, Svart todavía no es tan mortífero como...
"Como su padre. Pero lo será"
- Lo otro lo daba por supuesto desde hace tiempo, bastante antes de lo que piensas. - que supongo que creerá que fue cuando pasamos la noche juntos. Y no. - Te invito a adivinarlo. - acto seguido extiendo la mano en dirección a ella, usando la magia de electricidad para crear una descarga de área, incluyendo a Svart. En esta ocasión utilizo bastante menos potencia de la que usaría si fuese a hacer más daño.
Los golpes fueron efectivos, al menos lo suficiente para que Svart hiciera su maniobra. Si bien, no esperaba que lo derribara, al menos sí que le diera un golpe certero, pero acabó superando las expectativas. Se libró de Reiv para levantarse de inmediato, adoptando nuevamente una posición cómoda sin alejarse demasiado, pero esperando que se levantara para luchar, a modo de cortesía por ser él quien estaba en el suelo.
Al ver que no tenía intención de levantarse, decidió inflingir otro tipo de herida. A veces, lo que más limpiaba una llaga era seguir cavando.- Como Smaug, te refieres... Piensa en Svart como una serpiente bebé. Ellas no tienen la experiencia de qué tanto veneno deben inyectar, así que lo dejan todo. Al final, no es fácil que te muerdan, pero es fácil que te maten.- Aseguró, sintiendo el vuelo de Svart claro sobre su cabeza. Tenía la sensación de que si podía librarse en aquella batalla de sus molestias, estaría bien después de todo.
Aunque creyó que continuarían pronto, Reiv siguió acostado, casi... Y no tardó en comenzar a contestar la pregunta que dejó parada. Por supuesto, ella también había pensado primero en aquella noche juntos, pero si había sido antes, tal y como él decía, tenía que ser en la isla de Wigth. No había otro momento entre ambos, al menos no que recordara, que pudiera marcar el inicio de una especie de relación como él lo aseguraba.- Tuvo que ser en la isla, entonces. No sé...- Susurró muy segura, aunque no tan convencida. Estaba por replicar cuando le vio alzar la mano. No tardó en soltar una patada de la que se arrepintió un instante después. Salió volando tras una pequeña explosión que la dejó tendida boca arriba, varios metros más lejos de su posición inicial. Si era justa, había sido un buen ataque, pero no podía ignorar que la espalda le dolía a tal punto que incluso doblar las rodillas le resultaba complicado. Por otro lado, su pierna y una mano aún los recorrían espasmos por causa de la electricidad.
Creyó entonces que era el fin, cuando vio a Svart maniobrar por encima de su cabeza, tirándose en picada sobre Reiv como buen depredador. Aparentemente ya había encontrado el chiste del ejercicio. Alcanzó a sentarse, escuchándolo chirriar mientras atacaba. Era un tanto cómico, pero también preocupante. Le lanzó entonces una orden para que volara, justo antes de tocar el suelo con la mano que sí sentía adecuada. Su magia de hielo no salió como debía, culpa del ataque de Reiv con la electricidad. Salieron entonces grandes púas, como espinas elevándose al cielo y que surcaron el suelo alrededor de Reiv con poca precisión.
Al ver que no tenía intención de levantarse, decidió inflingir otro tipo de herida. A veces, lo que más limpiaba una llaga era seguir cavando.- Como Smaug, te refieres... Piensa en Svart como una serpiente bebé. Ellas no tienen la experiencia de qué tanto veneno deben inyectar, así que lo dejan todo. Al final, no es fácil que te muerdan, pero es fácil que te maten.- Aseguró, sintiendo el vuelo de Svart claro sobre su cabeza. Tenía la sensación de que si podía librarse en aquella batalla de sus molestias, estaría bien después de todo.
Aunque creyó que continuarían pronto, Reiv siguió acostado, casi... Y no tardó en comenzar a contestar la pregunta que dejó parada. Por supuesto, ella también había pensado primero en aquella noche juntos, pero si había sido antes, tal y como él decía, tenía que ser en la isla de Wigth. No había otro momento entre ambos, al menos no que recordara, que pudiera marcar el inicio de una especie de relación como él lo aseguraba.- Tuvo que ser en la isla, entonces. No sé...- Susurró muy segura, aunque no tan convencida. Estaba por replicar cuando le vio alzar la mano. No tardó en soltar una patada de la que se arrepintió un instante después. Salió volando tras una pequeña explosión que la dejó tendida boca arriba, varios metros más lejos de su posición inicial. Si era justa, había sido un buen ataque, pero no podía ignorar que la espalda le dolía a tal punto que incluso doblar las rodillas le resultaba complicado. Por otro lado, su pierna y una mano aún los recorrían espasmos por causa de la electricidad.
Creyó entonces que era el fin, cuando vio a Svart maniobrar por encima de su cabeza, tirándose en picada sobre Reiv como buen depredador. Aparentemente ya había encontrado el chiste del ejercicio. Alcanzó a sentarse, escuchándolo chirriar mientras atacaba. Era un tanto cómico, pero también preocupante. Le lanzó entonces una orden para que volara, justo antes de tocar el suelo con la mano que sí sentía adecuada. Su magia de hielo no salió como debía, culpa del ataque de Reiv con la electricidad. Salieron entonces grandes púas, como espinas elevándose al cielo y que surcaron el suelo alrededor de Reiv con poca precisión.
El nombre de Smaug me saca un sonido de fastidio y un gesto de incomodidad, como si fuese una especie de innombrable. Sí, es a lo que me refería, pero no sé qué efecto causará en Svart el volver a escuchar el nombre. Comparar al dragón con una cría de serpiente puede que no sea muy útil, puesto que los dragones son mucho más inteligentes que esos otros animales. - Cuando crezca será tan poderoso como...como su padre. - termino ahora la frase sin reservas, ahora que ya no hay secretos que ocultar con ninguno de los dos. - pero no queremos que acabe siendo un déspota odiador de humanos como él. - y ahí es donde nos toca a nosotros hacer algo, aunque no estoy tan seguro de que podamos impedir que a la larga quiera marcharse para conocer sus orígenes. No podremos obligarle a quedarse, y si lo hacemos puede que eso juegue en nuestra contra y acabemos consiguiendo justo lo contrario.
Hacer pensar a Juliet sobre el origen de lo nuestro hace que se despiste unos valiosos segundos, por lo que no consigue esquivar o protegerse del ataque eléctrico que acabo de lanzarle. Aprovecho ese momento para ponerme en pie con rapidez, concediéndole entonces la respuesta para su acierto. - No vas desencaminada. Lo de la isla podría decirse que fue el principio... ¿Por qué tanta sorpresa por eso? - no me da tiempo a extenderme mucho más con la explicación porque enseguida tengo que tratar de esquivar una nueva embestida aérea por parte de Svart, que desciende veloz ante una nueva orden de Juliet. En esta ocasión me aparto a tiempo y no consigue derribarme. El problema son las estacas de hielo que van saliendo desde el suelo, obligándome a retroceder más y más hasta el borde de la pista. Una de ellas me empuja hacia arriba, lanzándome por los aires hasta casi sacarme del espacio de combate. A punto estoy de caer al agua que rodea a la pista circular, aunque en el último momento consigo agarrarme al borde con las dos manos, quedando colgado de éste. Si caigo, y si siguiésemos reglas de combate, podría decirse que estaría descalificado. Suerte que en el torneo Ouroboros no tuviésemos ese tipo de reglas.
- ¡Vamos, ven a rematar la tarea, seguro que tu lado competitivo te lo pide! - grito desde donde estoy agarrado, llamando así su atención para que vea que no me he caído del todo. Seguro que en más de una ocasión se vio en la situación de rematar a alguien en el Coliseo tras estar a punto de vencerlo. Tal vez si hubiese público jaleando alrededor lo recordaría, como otras muchas cosas que parece haber olvidado a medias.
Hacer pensar a Juliet sobre el origen de lo nuestro hace que se despiste unos valiosos segundos, por lo que no consigue esquivar o protegerse del ataque eléctrico que acabo de lanzarle. Aprovecho ese momento para ponerme en pie con rapidez, concediéndole entonces la respuesta para su acierto. - No vas desencaminada. Lo de la isla podría decirse que fue el principio... ¿Por qué tanta sorpresa por eso? - no me da tiempo a extenderme mucho más con la explicación porque enseguida tengo que tratar de esquivar una nueva embestida aérea por parte de Svart, que desciende veloz ante una nueva orden de Juliet. En esta ocasión me aparto a tiempo y no consigue derribarme. El problema son las estacas de hielo que van saliendo desde el suelo, obligándome a retroceder más y más hasta el borde de la pista. Una de ellas me empuja hacia arriba, lanzándome por los aires hasta casi sacarme del espacio de combate. A punto estoy de caer al agua que rodea a la pista circular, aunque en el último momento consigo agarrarme al borde con las dos manos, quedando colgado de éste. Si caigo, y si siguiésemos reglas de combate, podría decirse que estaría descalificado. Suerte que en el torneo Ouroboros no tuviésemos ese tipo de reglas.
- ¡Vamos, ven a rematar la tarea, seguro que tu lado competitivo te lo pide! - grito desde donde estoy agarrado, llamando así su atención para que vea que no me he caído del todo. Seguro que en más de una ocasión se vio en la situación de rematar a alguien en el Coliseo tras estar a punto de vencerlo. Tal vez si hubiese público jaleando alrededor lo recordaría, como otras muchas cosas que parece haber olvidado a medias.
Asintió suavemente a la frase de Reiv sobre el padre de Svart. Era mejor que lo asimilara, así sería más fácil para el pequeño dragón.- Es su destino.- Susurró, aunque aceptando también lo siguiente, pues realmente era importante para los dragones negros tener conciencia plena del bien y el mal, debido a que se sentían más atraídos al último que al primero.- Así es, pero esa es nuestra misión.- Murmuró de nuevo por lo bajo, justo antes de terminar con espasmos musculares por el suelo tras la explosión. La verdad es que no creyó que Reiv le sacaría de combate tan rápido, aunque no estaba terminada aún.
¿Entonces cuándo fue? - Gritó exasperada antes de lanzar su ataque de hielo. Si no iba desencaminada quería decir que aquello no era del todo correcto. ¿Sería incluso antes que eso? Tardó algunos segundos más en reunir la fuerza y el coraje para levantarse, comenzando a caminar con pesada agonía. No se sentía del todo equilibrada, pero alcanzó a ver su espada y fue a por ella. La recogió del suelo, pasando el dedo por la hoja hasta que sintió el corte en sus dedos. La visión de su propia sangre le hizo trastabillar. Hacía mucho tiempo que no sentía su propia sangre, que ahora fusionada con la de sus hermanos solo le provocaba repudio. Escuchó entonces a Reiv. Su mirada lo encontró rápidamente al borde del abismo, con Svart agachado a su lado, con aquel ronroneo o gruñido bajo que tenía tantas interpretaciones. ¿Confundido? ¿Aliviado? ¿Emocionado? Ya no sabía leer las emociones de aquel dragón, que podían estar distorsionadas por la batalla.
Bajó la espada, andando a pasos lentos con ella mientras el piso protestaba con chillidos al encontrarse con el metal. Él la estaba provocando, pero por su mente pasó claramente el hacerle caso y terminar con la batalla. Su cabeza rodando por el suelo le obligó a morderse el labio inferior por la anticipación como siempre hacía. Su corazón estaba extrañamente tranquilo, aún cuando hacía solo unos minutos había empezado a bombear con rapidez.
Se mantuvo de pie por un instante justo frente a él, viéndole a sus pies con tranquilidad felina en la mirada. No escuchaba más que el latir de su corazón y el goteo de la sangre que caía de su mano. No tardó en agacharse con lentitud hasta arrodillarse frente a él, acercando su mano herida hasta su cabello, acariciándolo suavemente antes de pasar la mano por su rostro, desde la frente y recorriendo hacia abajo la nariz con la yema de los dedos, desviándose a su mejilla para acariciarla con delicadeza mientras su mirada se perdía en sus ojos, muy azules y muy fríos.- Si me amases tan solo un poco ¿tendría el valor para amarte de vuelta? ¿deberías...? Quiero que mi alma rota no toque la tuya. Será una existencia vacía, llena de contradicciones, pero estarás a salvo de mí.- Susurró con los ojos húmedos, levantando la hoja de su espada en vertical, colocando la punta en lo alto del pecho de Reiv, en la base de su cuello, tomando la empuñadura con ambas manos.- Pronto estaré contigo.- Un pestañeo después, levantó la espada y la empujó hacia abajo con fuerza, al punto de su cuello antes trazado.
Una traición que no esperaba la obligó a soltar su espada antes de tiempo. Cayó al vacío al no poder ser sujeta por aquellas manos que ahora se encontraban dentro de las fauces de un enorme depredador de negras escamas. Cayó de lado con él encima, tan cerca del borde pero ambos tan ajenos a este. Se podía decir pequeño con mucha facilidad, pero el peso era suficiente para impedir zafarse rápidamente, y sus fauces eran férreas. Sentía la falta de suelo debajo de sus hombros como una debilidad, pues no había punto de apoyo de donde empujar al dragón. Tras forcejear, una de sus manos quedó liberada. Aunque eso aumentaba la presión en la aún aprisionada, su estabilidad aumentó hasta poder empujar a Svart con las piernas. El dragón negro echó a volar y la chica aprovechó para levantarse, partiendo un trozo de hielo que cogió a modo lanza antes de darse cuenta de que sus brazos parecían desgarrados por los colmillos de aquella bestia. Lanzó entonces la lanza al aire sin éxito, apenas elevándose un par de metros antes de voltear de nuevo su mirada a Reiv. Esta vez, más avispada que antes.
¿Entonces cuándo fue? - Gritó exasperada antes de lanzar su ataque de hielo. Si no iba desencaminada quería decir que aquello no era del todo correcto. ¿Sería incluso antes que eso? Tardó algunos segundos más en reunir la fuerza y el coraje para levantarse, comenzando a caminar con pesada agonía. No se sentía del todo equilibrada, pero alcanzó a ver su espada y fue a por ella. La recogió del suelo, pasando el dedo por la hoja hasta que sintió el corte en sus dedos. La visión de su propia sangre le hizo trastabillar. Hacía mucho tiempo que no sentía su propia sangre, que ahora fusionada con la de sus hermanos solo le provocaba repudio. Escuchó entonces a Reiv. Su mirada lo encontró rápidamente al borde del abismo, con Svart agachado a su lado, con aquel ronroneo o gruñido bajo que tenía tantas interpretaciones. ¿Confundido? ¿Aliviado? ¿Emocionado? Ya no sabía leer las emociones de aquel dragón, que podían estar distorsionadas por la batalla.
Bajó la espada, andando a pasos lentos con ella mientras el piso protestaba con chillidos al encontrarse con el metal. Él la estaba provocando, pero por su mente pasó claramente el hacerle caso y terminar con la batalla. Su cabeza rodando por el suelo le obligó a morderse el labio inferior por la anticipación como siempre hacía. Su corazón estaba extrañamente tranquilo, aún cuando hacía solo unos minutos había empezado a bombear con rapidez.
Se mantuvo de pie por un instante justo frente a él, viéndole a sus pies con tranquilidad felina en la mirada. No escuchaba más que el latir de su corazón y el goteo de la sangre que caía de su mano. No tardó en agacharse con lentitud hasta arrodillarse frente a él, acercando su mano herida hasta su cabello, acariciándolo suavemente antes de pasar la mano por su rostro, desde la frente y recorriendo hacia abajo la nariz con la yema de los dedos, desviándose a su mejilla para acariciarla con delicadeza mientras su mirada se perdía en sus ojos, muy azules y muy fríos.- Si me amases tan solo un poco ¿tendría el valor para amarte de vuelta? ¿deberías...? Quiero que mi alma rota no toque la tuya. Será una existencia vacía, llena de contradicciones, pero estarás a salvo de mí.- Susurró con los ojos húmedos, levantando la hoja de su espada en vertical, colocando la punta en lo alto del pecho de Reiv, en la base de su cuello, tomando la empuñadura con ambas manos.- Pronto estaré contigo.- Un pestañeo después, levantó la espada y la empujó hacia abajo con fuerza, al punto de su cuello antes trazado.
Una traición que no esperaba la obligó a soltar su espada antes de tiempo. Cayó al vacío al no poder ser sujeta por aquellas manos que ahora se encontraban dentro de las fauces de un enorme depredador de negras escamas. Cayó de lado con él encima, tan cerca del borde pero ambos tan ajenos a este. Se podía decir pequeño con mucha facilidad, pero el peso era suficiente para impedir zafarse rápidamente, y sus fauces eran férreas. Sentía la falta de suelo debajo de sus hombros como una debilidad, pues no había punto de apoyo de donde empujar al dragón. Tras forcejear, una de sus manos quedó liberada. Aunque eso aumentaba la presión en la aún aprisionada, su estabilidad aumentó hasta poder empujar a Svart con las piernas. El dragón negro echó a volar y la chica aprovechó para levantarse, partiendo un trozo de hielo que cogió a modo lanza antes de darse cuenta de que sus brazos parecían desgarrados por los colmillos de aquella bestia. Lanzó entonces la lanza al aire sin éxito, apenas elevándose un par de metros antes de voltear de nuevo su mirada a Reiv. Esta vez, más avispada que antes.
Llegar al punto de exasperarla me llega a divertir un poco, viendo cómo trata de adivinar cuándo fue el momento en que pasé a considerar todo lo nuestro como algo más que un rollo pasajero. Parece que siempre le gusta llevar razón y acertar todo a la primera, o que simplemente no le gusta que le anden con rodeos y acertijos. - ¡Empezó ahí, pero lo que cuenta es lo que siguió después! eso habla por sí solo...- respondo desde mi posición alzando la voz para que me escuche bien a pesar de estar metidos en pelea, a pesar de estar sujetándome al borde haciendo un esfuerzo para no caer del todo al agua que rodea la pista circular de entrenamiento. No sé cómo no se da cuenta de que todo lo que hemos pasado juntos no ha sido por nada, que si no quisiéramos implicarnos habríamos pasado rápidamente el uno del otro ante la menor dificultad. Y no ha sido así.
Trato de impulsarme hacia arriba con los brazos para volver a subir a la pista de combate, aunque freno mi subida al ver a Juliet arrodillarse frente a mi cara, sujetando su espada. Desvío rápidamente la mirada de la hoja de acero hacia sus ojos, sin disimular una expresión de desconcierto. Habíamos acordado no usar la espada o las armas de fuego porque tampoco queríamos acabar atravesándonos el uno al otro. No me pasa por alto la sangre de su mano, aunque no recuerdo haberla herido yo. - ¿Qué estás haciendo? si intentas intimidarme no funciona... - respondo algo confuso a sus enrevesadas palabras, que no me gustan un ápice por lo que he creído entender en ellas. Si me quiere apartar no va a ser tan fácil. - Venga, no me jodas. Da igual lo que pasase antes, si estamos más rotos o menos rotos, si tenemos miedo o no. Deja de poner excusas. Y... - arqueo la ceja al ver que las intenciones que tiene con la espada parecen ir más allá de la intimidación o el dar efecto al discurso, parece más decidida de lo que creía, como si estuviese muy metida en la pelea. - ...¿Suelta la espada? - justo en el momento en que va a bajarla aparece Svart para salvarme, haciendo que su plan ensartador no tenga éxito. Ahora sí que aprovecho para impulsarme hacia arriba con los brazos y regresar a la pista de combate, gracias al tiempo ganado por el pequeño dragón negro.
"¡¿iba a matarme!? ¡¿en serioo?!"
"Y Svart me ha salvado...en el fondo no me odia tanto como creía"
En cuanto me pongo en pie extiendo el brazo hacia mi espada, la que había dejado apartada de mí al comenzar el combate. Hago que el acero vuele hacia mí mediante la habilidad mágica de atracción, empuñando ahora el arma para dirigirme hacia ella. Svart la acaba de soltar, pero le ha dejado los brazos bastante heridos. Por ese motivo vacilo un momento antes de acercarme más, utilizando la otra mano para conjurar un látigo de sombras. Lo lanzo alrededor de su cintura con la intención de atraparla y tirar de ella hacia mí, con la amenaza de la punta de la espada hacia arriba.
- Puedes rendirte cuando quieras. - comento con media sonrisa de suficiencia, añadiendo después con tono retador mientras la sonrisa se desvanece. - O terminar lo de antes, si es lo que querías.
Trato de impulsarme hacia arriba con los brazos para volver a subir a la pista de combate, aunque freno mi subida al ver a Juliet arrodillarse frente a mi cara, sujetando su espada. Desvío rápidamente la mirada de la hoja de acero hacia sus ojos, sin disimular una expresión de desconcierto. Habíamos acordado no usar la espada o las armas de fuego porque tampoco queríamos acabar atravesándonos el uno al otro. No me pasa por alto la sangre de su mano, aunque no recuerdo haberla herido yo. - ¿Qué estás haciendo? si intentas intimidarme no funciona... - respondo algo confuso a sus enrevesadas palabras, que no me gustan un ápice por lo que he creído entender en ellas. Si me quiere apartar no va a ser tan fácil. - Venga, no me jodas. Da igual lo que pasase antes, si estamos más rotos o menos rotos, si tenemos miedo o no. Deja de poner excusas. Y... - arqueo la ceja al ver que las intenciones que tiene con la espada parecen ir más allá de la intimidación o el dar efecto al discurso, parece más decidida de lo que creía, como si estuviese muy metida en la pelea. - ...¿Suelta la espada? - justo en el momento en que va a bajarla aparece Svart para salvarme, haciendo que su plan ensartador no tenga éxito. Ahora sí que aprovecho para impulsarme hacia arriba con los brazos y regresar a la pista de combate, gracias al tiempo ganado por el pequeño dragón negro.
"¡¿iba a matarme!? ¡¿en serioo?!"
"Y Svart me ha salvado...en el fondo no me odia tanto como creía"
En cuanto me pongo en pie extiendo el brazo hacia mi espada, la que había dejado apartada de mí al comenzar el combate. Hago que el acero vuele hacia mí mediante la habilidad mágica de atracción, empuñando ahora el arma para dirigirme hacia ella. Svart la acaba de soltar, pero le ha dejado los brazos bastante heridos. Por ese motivo vacilo un momento antes de acercarme más, utilizando la otra mano para conjurar un látigo de sombras. Lo lanzo alrededor de su cintura con la intención de atraparla y tirar de ella hacia mí, con la amenaza de la punta de la espada hacia arriba.
- Puedes rendirte cuando quieras. - comento con media sonrisa de suficiencia, añadiendo después con tono retador mientras la sonrisa se desvanece. - O terminar lo de antes, si es lo que querías.
Fue muy tarde cuando logró reaccionar tras aquel ataque contra Svart. Su cintura, de buenas a primeras, estaba atada por una cinta negra que no parecía de ningún material que conociera. Una de sus manos, la derecha, también había quedado atrapada en aquel apretado lazo. Solo su mano izquierda quedaba aún libre, pero maltrecha tras la traición de aquel dragón negro que les volaba a ambos encima de las cabezas, suficientemente desconfiado de la pelirroja como para hacer círculos apretados en el aire alrededor de ellos.
Tuvo que caminar cuando entendió que de no hacerlo terminaría siendo arrastrada por el suelo. Sus pasos la llevaron justo frente a Reiv con aquel cable negro. Lo suficientemente cerca para que la espada tocara su barbilla de manera amenazante. La levantó, con aquella mirada retadora aún en su rostro, molesta pos la situación aún cuando ella misma se sabía causante. Había desperdiciado una oportunidad por confiar en alianzas que no eran del todo suyas.
Rendirme...- Su media sonrisa se volvió similar a la de Reiv, pero esta no se desvaneció con el tiempo.- Sabes que rendirse nunca es opción... Rendirse siempre es morir.- Dio un paso más en su dirección hasta sentir la punta de la espada clavarse en su garganta, aún sin hacerla sangrar.- Tienes mucho tiempo muerto.- Susurró finalmente antes de tomar la espada con la mano libre. La apresó con fuerza para hacerla retroceder, sintiendo cada vez más sangre en las manos que le hacía resbalar. No tenía la intención de quitársela de encima, sino de probar su propia teoría.- Tu no sirves para ambas cosas...- Reprendió, sintiendo en el pecho una rabia que tenía que dejar salir ahora que le tenía cara a cara.- ¡Ni siquiera reaccionaste! ¡Ibas a dejarme matarte! ¿Cómo puedes decirme 'te quiero'? ¡Me ibas a abandonar, me abandonaste! ¿Esperas que confíe en ti? ¿Que sea sensata contigo? ¿Que acepte sin rechistar el huir de una batalla? ¡ME DEJASTE MATARTE! - Saltó en desesperación ahora que ya no tenía encima la carga del final de la batalla.- ¡No puedes! TU... NO puedes. ¡No puedes dejarme si de verdad crees que estamos juntos! De todas las personas, confié en ti. Tu no sabes el terror que es luchar a muerte todos los días y aún así ¡te das el lujo de quedarte quieto! ¡No habrías durado ni un solo día en el coliseo! - Su mirada era férrea, fiera mientras montaba en cólera contra el moreno, hasta que algo en el fondo de su razón se conectó. La ira se fue apagando de a poco, dando paso a una calma silenciosa imperante. Un vacío hueco en el pecho. Ahora todo tenía sentido. Los malos sueños, la familiaridad con las heridas de Reiv, la culpa, la nostalgia, la poca tranquilidad, todo por olvidar lo que siempre quiso olvidar. Aunque le molestó en un inicio, ahora apreciaba la amnesia, pues por unos días dejó de sentirse tan depresivamente tranquila como siempre. De un instante a otro, su mirada se nubló, se humedeció y sintió el pecho apretado por los recuerdos. Soltó la espada ahora que de su mano salía sangre a borbotones. sabía que Reiv no haría nada, así que no había caso en provocarle así.
Tras unos instantes, negó suavemente con la cabeza, negándose a deprimirse en ese preciso momento. En su mano libre creó una estaca de hielo puntiaguda que rápidamente levantó, dejándola caer con la intención de clavarla en su hombro con suficiente fuerza para despistarle y buscar deshacer el agarre. Si perdía la cordura en medio de aquella batalla sabía que dejaría de confiar en el valor de hacer lo que fuera para sobrevivir.
Tuvo que caminar cuando entendió que de no hacerlo terminaría siendo arrastrada por el suelo. Sus pasos la llevaron justo frente a Reiv con aquel cable negro. Lo suficientemente cerca para que la espada tocara su barbilla de manera amenazante. La levantó, con aquella mirada retadora aún en su rostro, molesta pos la situación aún cuando ella misma se sabía causante. Había desperdiciado una oportunidad por confiar en alianzas que no eran del todo suyas.
Rendirme...- Su media sonrisa se volvió similar a la de Reiv, pero esta no se desvaneció con el tiempo.- Sabes que rendirse nunca es opción... Rendirse siempre es morir.- Dio un paso más en su dirección hasta sentir la punta de la espada clavarse en su garganta, aún sin hacerla sangrar.- Tienes mucho tiempo muerto.- Susurró finalmente antes de tomar la espada con la mano libre. La apresó con fuerza para hacerla retroceder, sintiendo cada vez más sangre en las manos que le hacía resbalar. No tenía la intención de quitársela de encima, sino de probar su propia teoría.- Tu no sirves para ambas cosas...- Reprendió, sintiendo en el pecho una rabia que tenía que dejar salir ahora que le tenía cara a cara.- ¡Ni siquiera reaccionaste! ¡Ibas a dejarme matarte! ¿Cómo puedes decirme 'te quiero'? ¡Me ibas a abandonar, me abandonaste! ¿Esperas que confíe en ti? ¿Que sea sensata contigo? ¿Que acepte sin rechistar el huir de una batalla? ¡ME DEJASTE MATARTE! - Saltó en desesperación ahora que ya no tenía encima la carga del final de la batalla.- ¡No puedes! TU... NO puedes. ¡No puedes dejarme si de verdad crees que estamos juntos! De todas las personas, confié en ti. Tu no sabes el terror que es luchar a muerte todos los días y aún así ¡te das el lujo de quedarte quieto! ¡No habrías durado ni un solo día en el coliseo! - Su mirada era férrea, fiera mientras montaba en cólera contra el moreno, hasta que algo en el fondo de su razón se conectó. La ira se fue apagando de a poco, dando paso a una calma silenciosa imperante. Un vacío hueco en el pecho. Ahora todo tenía sentido. Los malos sueños, la familiaridad con las heridas de Reiv, la culpa, la nostalgia, la poca tranquilidad, todo por olvidar lo que siempre quiso olvidar. Aunque le molestó en un inicio, ahora apreciaba la amnesia, pues por unos días dejó de sentirse tan depresivamente tranquila como siempre. De un instante a otro, su mirada se nubló, se humedeció y sintió el pecho apretado por los recuerdos. Soltó la espada ahora que de su mano salía sangre a borbotones. sabía que Reiv no haría nada, así que no había caso en provocarle así.
Tras unos instantes, negó suavemente con la cabeza, negándose a deprimirse en ese preciso momento. En su mano libre creó una estaca de hielo puntiaguda que rápidamente levantó, dejándola caer con la intención de clavarla en su hombro con suficiente fuerza para despistarle y buscar deshacer el agarre. Si perdía la cordura en medio de aquella batalla sabía que dejaría de confiar en el valor de hacer lo que fuera para sobrevivir.
El ataque con el látigo de sombras sale mejor de lo que esperaba, ya que ella no consigue apartarse a tiempo para esquivar mi agarre. Al atraerla hacia mí no aprecio en su rostro atisbo alguno de sorpresa o fastidio, más bien sonríe de una manera retadora similar a la mía al principio. Eso me descoloca un poco, incluso me molesta que me diga eso del tiempo muerto. Tampoco me esperaba su reacción de agarrar la espada hasta el punto de sangrar, pensaba que ya daría la batalla por terminada, aunque parece que quiere ir más lejos. Por ahora no libero el agarre del látigo de sombras, ni suelto la espada, simplemente la mantengo en alto. Ésta retrocede hacia mí gracias al empuje de Juliet, dejando de apuntar a su barbilla para apuntar a la mía. Podría hacer más fuerza para evitarlo, pero al verme más o menos seguro en la situación dejo que continúe hasta ver a dónde nos lleva esto.
- No me digas para lo que sirvo y para lo que no. - replico con tozudez, por eso de que no me gusta que me digan lo que puedo hacer. - ¡Por supuesto que no iba a dejarte! ¿qué fue eso? ¿querías ponerme a prueba o qué? - lo cierto es que tengo parte de culpa por confiarme demasiado con eso del combate de entrenamiento, pensando que ella no haría nada que supusiese un peligro grave. Fallo mío. - Además...seguro que al final no me habrías hecho nada. Nadie mata a alguien que quiere. - suelto aunque no esté seguro del todo, más que nada para ver qué cara pone, para saber si de verdad iba en serio. Finalmente, por sus palabras, creo que consigo entender por qué ha estallado así. Por miedo. Por pensar que puedo desaparecer de un momento a otro si no sé pelear como se debe en cada momento. No la culpo, yo también he tenido ese miedo, pero no por mí. Eso de que no habría durado ni un día en el Coliseo me da directo en el orgullo.
- ¡Deja de subestimarme! si los dos hemos sobrevivido hasta ahora no creo que haya sido sólo cuestión de suerte, sino porque hemos sabido llegar hasta aquí. Aprovecha lo que aprendiste en el Coliseo en vez de dejar que ese recuerdo te consuma. - le sostengo la mirada con fiereza, casi seguro de que no iba a aprovechar para herirme con mi propia espada. Segundos después ella parece quebrarse, como demuestran sus ojos cristalinos mientras suelta las manos ensangrentadas del filo de la espada. Esa imagen me hace bajar la guardia, vacilar entre aprovechar el momento para terminar de rematar la batalla o para darla por terminada de otro modo para nada violento. Al final no me da tiempo ni a una cosa ni a la otra, ella aprovecha el momento de duda para clavar una estaca de hielo en mi hombro. El dolor hace que deshaga las sombras con las que agarraba a Juliet, retrocediendo un par de pasos de espaldas aún sin soltar la espada. La sangre comienza a empapar lentamente mi camiseta, aunque no me molesto en arrancar la estaca de hielo porque acabará por derretirse con el calor del propio cuerpo.
- No estás dispuesta a perder bajo ningún concepto, ¿verdad? - Ni yo tampoco, rendirme y dejarla vencer sería una falta de respeto a ella como mi contrincante. Tiro la espada a mis pies, extendiendo la palma de la mano hacia ella mientras acorto de nuevo la distancia. Me concentro ahora en la sangre que sale de sus brazos y de sus manos. Trato de controlar su flujo sanguíneo utilizando mi magia de sangre, intentando provocar que la sangre fluya más rápido hacia el exterior con la intención de hacer que se maree o pierda el conocimiento. También procuro que no se me vaya de las manos para no provocar una hemorragia grave, sólo lo justo para poder derrotarla.
- No me digas para lo que sirvo y para lo que no. - replico con tozudez, por eso de que no me gusta que me digan lo que puedo hacer. - ¡Por supuesto que no iba a dejarte! ¿qué fue eso? ¿querías ponerme a prueba o qué? - lo cierto es que tengo parte de culpa por confiarme demasiado con eso del combate de entrenamiento, pensando que ella no haría nada que supusiese un peligro grave. Fallo mío. - Además...seguro que al final no me habrías hecho nada. Nadie mata a alguien que quiere. - suelto aunque no esté seguro del todo, más que nada para ver qué cara pone, para saber si de verdad iba en serio. Finalmente, por sus palabras, creo que consigo entender por qué ha estallado así. Por miedo. Por pensar que puedo desaparecer de un momento a otro si no sé pelear como se debe en cada momento. No la culpo, yo también he tenido ese miedo, pero no por mí. Eso de que no habría durado ni un día en el Coliseo me da directo en el orgullo.
- ¡Deja de subestimarme! si los dos hemos sobrevivido hasta ahora no creo que haya sido sólo cuestión de suerte, sino porque hemos sabido llegar hasta aquí. Aprovecha lo que aprendiste en el Coliseo en vez de dejar que ese recuerdo te consuma. - le sostengo la mirada con fiereza, casi seguro de que no iba a aprovechar para herirme con mi propia espada. Segundos después ella parece quebrarse, como demuestran sus ojos cristalinos mientras suelta las manos ensangrentadas del filo de la espada. Esa imagen me hace bajar la guardia, vacilar entre aprovechar el momento para terminar de rematar la batalla o para darla por terminada de otro modo para nada violento. Al final no me da tiempo ni a una cosa ni a la otra, ella aprovecha el momento de duda para clavar una estaca de hielo en mi hombro. El dolor hace que deshaga las sombras con las que agarraba a Juliet, retrocediendo un par de pasos de espaldas aún sin soltar la espada. La sangre comienza a empapar lentamente mi camiseta, aunque no me molesto en arrancar la estaca de hielo porque acabará por derretirse con el calor del propio cuerpo.
- No estás dispuesta a perder bajo ningún concepto, ¿verdad? - Ni yo tampoco, rendirme y dejarla vencer sería una falta de respeto a ella como mi contrincante. Tiro la espada a mis pies, extendiendo la palma de la mano hacia ella mientras acorto de nuevo la distancia. Me concentro ahora en la sangre que sale de sus brazos y de sus manos. Trato de controlar su flujo sanguíneo utilizando mi magia de sangre, intentando provocar que la sangre fluya más rápido hacia el exterior con la intención de hacer que se maree o pierda el conocimiento. También procuro que no se me vaya de las manos para no provocar una hemorragia grave, sólo lo justo para poder derrotarla.
Le encantó ver en la cara de Reiv las reacciones a las acciones propias. Sobre todo aquel desconcierto ante su sonrisa a pesar de estar atrapada en aquella situación. En cualquier otro momento, habría estado más o menos molesta, pero la realidad es que Reiv no tenía lo necesario para acabar con aquella batalla, y quizás ella tampoco. Sabía que, para él, tener ventaja no significaba nada, pues su mentalidad seguía sin ser aquella de sobrevivir a toda costa. Por un momento, pensó en si ella sería la que había interpretado mal las cosas. Después de todo, era solo un entrenamiento y ahora parecía que acababa de desatar el infierno y que no tenía el valor para rendirse y terminarlo.
Te digo lo que veo.- Susurró a pesar de saber perfectamente que a Reiv le molestaba que le subestimaran. Quizás molestarlo no era la mejor vía de acción, pues ya ni siquiera tenía un plan y de alguno de los dos tenía que venir la renuncia si querían salir ambos vivos de eso. Ahora veía difícil que él se rindiera o que llegaran a un punto de mediación después de haberse dicho tantas cosas.- No era una prueba. Te confiaste en que no haría nada para lastimarte de verdad. De no ser por Svart... ¿Qué pasa si alguna vez no estamos en el mismo bando? ¿Vas a seguir dándome tanta oportunidad de acercarme a ti? - Quiso agregar un "iluso" pero le pareció demasiado insulto junto y lo guardó para la siguiente ronda. Trató de argumentar a su siguiente respuesta, de que nadie mata a alguien que quiere, pero algo se lo impidió. Desvió la mirada, huyendo de la de Reiv, pues por alguna razón aquello le dejaba un hueco en el pecho que no podía explicar y no podía aceptar que aquella premisa fuera real. Al menos no en su historia. Entendió después, más tarde en la conversación, el por qué no podía acordar que las personas no mataban a quien querían, pues en cuanto mencionó el Coliseo volvió a su mente aquel instante donde ella misma daba la estocada final a alguien a quien amó con locura contra sus más profundos instintos.
Su nerviosismo se empezó a acumular mientras Reiv desahogaba su pecho también. En el fondo, sentía que ya había perdido la batalla al dejarle entrar en su mente, haciéndole sentir un pánico inmenso por lo que había olvidado por algunos meses, pero ahora todo volvía a su memoria con vertiginosa rapidez. La estaca de hielo le compró algo de tiempo, deshaciendo también las sombras que el moreno tenía alrededor de su cintura, por lo que pudo escapar unos pasos antes de que Svart se le echara encima, golpeando a Reiv con la cola en el camino, tirándola al suelo con aquel grito de guerra que pondría en vergüenza los de los demás dragones de Ouroboros. Esta vez, los dientes se le clavaron en el brazo antes de mandarlo a volar con los pies de nueva cuenta. Se puso de pie de un salto, aunque fue demasiado para su cuerpo. Una de sus rodillas tocó el suelo por el mareo mientras intentaba estabilizarse con la mirada perdida en el suelo. Ingenua, creyó que una curación sería suficiente para cerrar la herida que emanaba más sangre de la que debería. Pensó entonces lo que había dicho de las serpientes bebé y si realmente aquella mordida de Svart sería suficiente para terminar con la batalla. Desde un inicio sabía que combinar magia y fuerza física sería parte de su perdición, y aún así intentó hacerlo. Trató de levantarse pero el resultado fue el mismo, hasta que un tercer intento le permitió estar de pie, tratando de controlar el mareo. Sus heridas sangraban demasiado para ser auto infligidas. Sabía que con él no tenía necesidad de luchar hasta la muerte, ni siquiera de dar una buena batalla y parecer fuerte para que le salvaran de la muerte. Una palabra haría falta. Una palabra y tragarse el orgullo sería mucho más difícil de hacer que todos los escenarios que tenía en la mente, desde tratar de usar sus fuerzas para derribarlo hasta tratar de empalarlo en una estaca de hielo o mandarle volando por los aires en un remolino.
- Rendirse es demasiado difícil...- Susurró dirigiendo una mirada a Reiv, mirando su mano confundida, pues realmente no estaba haciendo nada con ella y de pronto se le ocurrió que quizás él era quien le estaba haciendo sentir mal. Le miró confundida, ignorante de que tenía una habilidad para hacerle sentir mal de alguna manera o para perder el equilibrio. Golpeó entonces la mano de Reiv con debilidad, apartándola para impedir que siguiera apuntándole con ella, solo para luego llevarse la mano al corazón que comenzaba a doler.- ¿Te puedes rendir tú...? - Preguntó con la voz en un hilo presionando con fuerza las manos contra su pecho por la dolorosa sensación que nunca antes había sentido. Se acercó entonces a él, solo un paso más. No supo si lo pensó o lo dijo, pero había un 'basta' resonando en el aire, pues ya no quería continuar luchando. No solo en ese momento, sino en toda la vida.- Sabemos bien a quien se le pasó la mano. Me extra limité un poco. - Susurró, admitiendo su derrota, al menos ante las reglas que habían impuesto al inicio. Eso podía hacerlo, podía aceptar que se le había ido la mano, aunque tenía una muy buena idea de lo que quería que Reiv hiciera si él perdía aceptaba darla por perdida esta vez.
Te digo lo que veo.- Susurró a pesar de saber perfectamente que a Reiv le molestaba que le subestimaran. Quizás molestarlo no era la mejor vía de acción, pues ya ni siquiera tenía un plan y de alguno de los dos tenía que venir la renuncia si querían salir ambos vivos de eso. Ahora veía difícil que él se rindiera o que llegaran a un punto de mediación después de haberse dicho tantas cosas.- No era una prueba. Te confiaste en que no haría nada para lastimarte de verdad. De no ser por Svart... ¿Qué pasa si alguna vez no estamos en el mismo bando? ¿Vas a seguir dándome tanta oportunidad de acercarme a ti? - Quiso agregar un "iluso" pero le pareció demasiado insulto junto y lo guardó para la siguiente ronda. Trató de argumentar a su siguiente respuesta, de que nadie mata a alguien que quiere, pero algo se lo impidió. Desvió la mirada, huyendo de la de Reiv, pues por alguna razón aquello le dejaba un hueco en el pecho que no podía explicar y no podía aceptar que aquella premisa fuera real. Al menos no en su historia. Entendió después, más tarde en la conversación, el por qué no podía acordar que las personas no mataban a quien querían, pues en cuanto mencionó el Coliseo volvió a su mente aquel instante donde ella misma daba la estocada final a alguien a quien amó con locura contra sus más profundos instintos.
Su nerviosismo se empezó a acumular mientras Reiv desahogaba su pecho también. En el fondo, sentía que ya había perdido la batalla al dejarle entrar en su mente, haciéndole sentir un pánico inmenso por lo que había olvidado por algunos meses, pero ahora todo volvía a su memoria con vertiginosa rapidez. La estaca de hielo le compró algo de tiempo, deshaciendo también las sombras que el moreno tenía alrededor de su cintura, por lo que pudo escapar unos pasos antes de que Svart se le echara encima, golpeando a Reiv con la cola en el camino, tirándola al suelo con aquel grito de guerra que pondría en vergüenza los de los demás dragones de Ouroboros. Esta vez, los dientes se le clavaron en el brazo antes de mandarlo a volar con los pies de nueva cuenta. Se puso de pie de un salto, aunque fue demasiado para su cuerpo. Una de sus rodillas tocó el suelo por el mareo mientras intentaba estabilizarse con la mirada perdida en el suelo. Ingenua, creyó que una curación sería suficiente para cerrar la herida que emanaba más sangre de la que debería. Pensó entonces lo que había dicho de las serpientes bebé y si realmente aquella mordida de Svart sería suficiente para terminar con la batalla. Desde un inicio sabía que combinar magia y fuerza física sería parte de su perdición, y aún así intentó hacerlo. Trató de levantarse pero el resultado fue el mismo, hasta que un tercer intento le permitió estar de pie, tratando de controlar el mareo. Sus heridas sangraban demasiado para ser auto infligidas. Sabía que con él no tenía necesidad de luchar hasta la muerte, ni siquiera de dar una buena batalla y parecer fuerte para que le salvaran de la muerte. Una palabra haría falta. Una palabra y tragarse el orgullo sería mucho más difícil de hacer que todos los escenarios que tenía en la mente, desde tratar de usar sus fuerzas para derribarlo hasta tratar de empalarlo en una estaca de hielo o mandarle volando por los aires en un remolino.
- Rendirse es demasiado difícil...- Susurró dirigiendo una mirada a Reiv, mirando su mano confundida, pues realmente no estaba haciendo nada con ella y de pronto se le ocurrió que quizás él era quien le estaba haciendo sentir mal. Le miró confundida, ignorante de que tenía una habilidad para hacerle sentir mal de alguna manera o para perder el equilibrio. Golpeó entonces la mano de Reiv con debilidad, apartándola para impedir que siguiera apuntándole con ella, solo para luego llevarse la mano al corazón que comenzaba a doler.- ¿Te puedes rendir tú...? - Preguntó con la voz en un hilo presionando con fuerza las manos contra su pecho por la dolorosa sensación que nunca antes había sentido. Se acercó entonces a él, solo un paso más. No supo si lo pensó o lo dijo, pero había un 'basta' resonando en el aire, pues ya no quería continuar luchando. No solo en ese momento, sino en toda la vida.- Sabemos bien a quien se le pasó la mano. Me extra limité un poco. - Susurró, admitiendo su derrota, al menos ante las reglas que habían impuesto al inicio. Eso podía hacerlo, podía aceptar que se le había ido la mano, aunque tenía una muy buena idea de lo que quería que Reiv hiciera si él perdía aceptaba darla por perdida esta vez.
El exceso de confianza que yo tenía en que ella no iba a hacerme nada se tambalea un poco frente a sus argumentos. No se me ha pasado por la cabeza la posibilidad de que algún día podamos estar en bandos enfrentados, o que haya algo que nos lleve a pelearnos de verdad. Ni siquiera sabría decir si ahora mismo puede considerarse que estemos en un bando concreto, por mucho que últimamente hayamos estado colaborando con los renegados. - ¿No se supone que no dependemos de bandos y que miramos más por nosotros mismos? - inquiero alzando ligeramente la barbilla para señalarla, añadiendo después - ¿ o acaso tienes en mente un cambio de bando que nos enfrente? - una cosa es cambiarse de bando porque se quiera, y otra que sea forzoso, como los que acaban secuestrados por la Alianza para ser manejados con el chip de control.
- Sea como sea, dudo que lleguemos al punto de ser enemigos. - trato de dar por zanjado el tema para que no le de más vueltas a eso de que soy demasiado confiado con ella y que puede llegar a hacerme daño, por mucho que hace unos segundos haya estado cerca de lanzar su espada contra mí. El recuerdo del Coliseo parece abrir una fisura en su defensa mental, provocando que comience a parecer nerviosa y que baje algo la guardia. A mi también me pilla desprevenido el nuevo ataque de Svart, que parece no tener muy claro eso de qué bando está y ahora acaba por atacar a los dos. Es un puñetero y caótico dragón negro, es muy difícil de entrenar.
- ¡Svart! ¡se supone que tienes que ir de parte de uno de los dos, el juego es así! - le recrimino para que deje de hacer el loco, aunque le da igual y sigue a lo suyo después de que Juliet se libre de él y su mordedura. Sólo espero que el joven dragón no tenga el veneno de su padre, porque ya sé cómo acaba eso. El coletazo de Svart me hace trastabillar y retroceder varios pasos, perdiendo algo de concentración en la magia de sangre que estaba realizando. Aún así el efecto sobre Juliet ya está hecho, sus gestos y sus movimientos indican hasta qué punto le está afectando que controle su flujo sanguíneo, casi hasta el punto de hacerme sentir un poco culpable por usar esta habilidad con ella. - Yo tampoco puedo rendirme, me temo que somos demasiado tercos. Eso nos va a traer muchos problemas...- respondo segundos antes de que ella avance un poco más hacia mí dándose por vencida, aparentemente. Tras su intento de apartarme bajo la palma de mi mano, deteniendo la canalización de magia que estaba dirigiendo a su cuerpo para doblegarla. Respiro hondo y con cierta tranquilidad, a pesar del dolor de los golpes del combate y la estaca de hielo del hombro, que sigue derritiéndose lentamente. Permanezco cerca de ella por si acaso el mareo hace que se vaya al suelo, cosa que no sería de extrañar al haberla hecho sangrar de ese modo. La miro con cierto orgullo por el modo en que ha combatido y resistido, se le puede considerar una digna rival y compañera.
- Buen combate. Creo que los dos nos hemos pasado un poco y hemos sido un tanto bestias...tal vez deberíamos dejarlo en empate, e ir a que te vean lo de las mordeduras, por si acaso. - advierto mientras cojo uno de sus brazos mordidos por Svart, examinándolo.
- Sea como sea, dudo que lleguemos al punto de ser enemigos. - trato de dar por zanjado el tema para que no le de más vueltas a eso de que soy demasiado confiado con ella y que puede llegar a hacerme daño, por mucho que hace unos segundos haya estado cerca de lanzar su espada contra mí. El recuerdo del Coliseo parece abrir una fisura en su defensa mental, provocando que comience a parecer nerviosa y que baje algo la guardia. A mi también me pilla desprevenido el nuevo ataque de Svart, que parece no tener muy claro eso de qué bando está y ahora acaba por atacar a los dos. Es un puñetero y caótico dragón negro, es muy difícil de entrenar.
- ¡Svart! ¡se supone que tienes que ir de parte de uno de los dos, el juego es así! - le recrimino para que deje de hacer el loco, aunque le da igual y sigue a lo suyo después de que Juliet se libre de él y su mordedura. Sólo espero que el joven dragón no tenga el veneno de su padre, porque ya sé cómo acaba eso. El coletazo de Svart me hace trastabillar y retroceder varios pasos, perdiendo algo de concentración en la magia de sangre que estaba realizando. Aún así el efecto sobre Juliet ya está hecho, sus gestos y sus movimientos indican hasta qué punto le está afectando que controle su flujo sanguíneo, casi hasta el punto de hacerme sentir un poco culpable por usar esta habilidad con ella. - Yo tampoco puedo rendirme, me temo que somos demasiado tercos. Eso nos va a traer muchos problemas...- respondo segundos antes de que ella avance un poco más hacia mí dándose por vencida, aparentemente. Tras su intento de apartarme bajo la palma de mi mano, deteniendo la canalización de magia que estaba dirigiendo a su cuerpo para doblegarla. Respiro hondo y con cierta tranquilidad, a pesar del dolor de los golpes del combate y la estaca de hielo del hombro, que sigue derritiéndose lentamente. Permanezco cerca de ella por si acaso el mareo hace que se vaya al suelo, cosa que no sería de extrañar al haberla hecho sangrar de ese modo. La miro con cierto orgullo por el modo en que ha combatido y resistido, se le puede considerar una digna rival y compañera.
- Buen combate. Creo que los dos nos hemos pasado un poco y hemos sido un tanto bestias...tal vez deberíamos dejarlo en empate, e ir a que te vean lo de las mordeduras, por si acaso. - advierto mientras cojo uno de sus brazos mordidos por Svart, examinándolo.
En esta guerra hay más de dos bandos. No depender de ninguno nos pone en una posición también. Tiene sus ventajas pero, como todo, también sus desventajas.- Murmuró, no cayendo en su provocación sobre sus intenciones nulas de cambiar de alianzas. La realidad le costaba mucho pensar en que acabarían en bandos opuestos, tal y como él lo decía, sobre todo después de una repentina claridad que le vino al saber de nuevo del Coliseo. Una claridad un tanto oscura, pero que ataba muchos cabos que tampoco recordaba.
A pesar del regaño de Reiv sobre Svart, el pequeño dragón lanzó sus ataques, comenzando ahora a girar en círculos de nuevo sobre sus cabezas, haciendo piruetas a medida que subía en altura. Parece que la falta de acción le aburría, o que había encontrado algo más divertido que hacer. Había que admitir que dominaba muy bien el vuelo para ser pequeño, y que seguro seguiría mejorando.- Será todo un reto.- Murmuró viendo a Svart, un poco temerosa por él. Estar en esa forma le podría traer problemas, pero luego pensó en como la forma humana tampoco sirvió para ella. Solo quedaba tratar de protegerle de una mejor manera. El dolor del pecho cesó repentinamente, así como la sangre que salía de su cuerpo a través de las heridas mientras Reiv se negaba a rendirse de igual manera. Si nadie se rendía, la pelea seguía, y aquello era algo que ya no podía hacer, no ese día, no en ese instante y no en ese estado.- Entonces tomemos una pausa. Reanudaremos para la segunda ronda cuando nos encontremos mejor.- Suspiró, soltando un poco el cuerpo de la tensión. Ahora se sentía más liviana, pero con la pérdida de sangre no sabía si era un buen síntoma. Fijó su mirada en la de Reiv, que tenía un toque extraño en ella que no podía descifrar. Si bien le sacó una sonrisa ladina, le resultaba extraño que alguien la mirara de esa manera. Agachó el rostro apenada, a pesar de saber que entre ellos dos había pasado bastante más que jueguitos de miradas.
Los empates no existen. Seré terca para rendirme, pero sé aceptar la derrota... al menos bajo las condiciones iniciales. En otro tipo de lucha, estabas acabado.- Si bien no había perdido en muchas ocasiones, se había preparado para ellas, para morir en gracia y mantener la dignidad que le quedaba tras cada pelea, aunque sabía que solo podía mantener la frente en alto si no pensaba en todo lo que ella había hecho en el pasado. Las imágenes comenzaron a pasar por su memoria en instantes. Para cuando Reiv tomó su brazo, ella tuvo que agarrarse a su hombro para evitar tambalearse, dando un paso de lado para recobrar estabilidad.-No huelo el veneno, creoo que estaré bien.- Susurró. Sin embargo, aún tenía un recordatorio que hacer. Tomó la estaca de hielo del hombro de Reiv, sacándola con un suave movimiento. Ahora que estaba un poco más derretida era fácil de sacar. Tras un segundo en sus manos, volvió a congelarse en paredes más delgadas, así cuando la golpeó suavemente contra la cabeza de Reiv, se deshizo con rapidez, cayendo en pedazos al suelo.- ¿No te acabo de decir que no te confíes? - Intentó poner una cara de enojo, pero no le salió. Se sentía un poco cansada por la pérdida de sangre, y lo mejor era salir de ahí antes de que otra cosa sucediera.- ¿Qué vas a hacerme hacer? - Preguntó un tanto impaciente por eso, y algo curiosa, mientras terminaba de recomponerse de la sangre y los recuerdos, tratando de distraerse de ambos.
A pesar del regaño de Reiv sobre Svart, el pequeño dragón lanzó sus ataques, comenzando ahora a girar en círculos de nuevo sobre sus cabezas, haciendo piruetas a medida que subía en altura. Parece que la falta de acción le aburría, o que había encontrado algo más divertido que hacer. Había que admitir que dominaba muy bien el vuelo para ser pequeño, y que seguro seguiría mejorando.- Será todo un reto.- Murmuró viendo a Svart, un poco temerosa por él. Estar en esa forma le podría traer problemas, pero luego pensó en como la forma humana tampoco sirvió para ella. Solo quedaba tratar de protegerle de una mejor manera. El dolor del pecho cesó repentinamente, así como la sangre que salía de su cuerpo a través de las heridas mientras Reiv se negaba a rendirse de igual manera. Si nadie se rendía, la pelea seguía, y aquello era algo que ya no podía hacer, no ese día, no en ese instante y no en ese estado.- Entonces tomemos una pausa. Reanudaremos para la segunda ronda cuando nos encontremos mejor.- Suspiró, soltando un poco el cuerpo de la tensión. Ahora se sentía más liviana, pero con la pérdida de sangre no sabía si era un buen síntoma. Fijó su mirada en la de Reiv, que tenía un toque extraño en ella que no podía descifrar. Si bien le sacó una sonrisa ladina, le resultaba extraño que alguien la mirara de esa manera. Agachó el rostro apenada, a pesar de saber que entre ellos dos había pasado bastante más que jueguitos de miradas.
Los empates no existen. Seré terca para rendirme, pero sé aceptar la derrota... al menos bajo las condiciones iniciales. En otro tipo de lucha, estabas acabado.- Si bien no había perdido en muchas ocasiones, se había preparado para ellas, para morir en gracia y mantener la dignidad que le quedaba tras cada pelea, aunque sabía que solo podía mantener la frente en alto si no pensaba en todo lo que ella había hecho en el pasado. Las imágenes comenzaron a pasar por su memoria en instantes. Para cuando Reiv tomó su brazo, ella tuvo que agarrarse a su hombro para evitar tambalearse, dando un paso de lado para recobrar estabilidad.-No huelo el veneno, creoo que estaré bien.- Susurró. Sin embargo, aún tenía un recordatorio que hacer. Tomó la estaca de hielo del hombro de Reiv, sacándola con un suave movimiento. Ahora que estaba un poco más derretida era fácil de sacar. Tras un segundo en sus manos, volvió a congelarse en paredes más delgadas, así cuando la golpeó suavemente contra la cabeza de Reiv, se deshizo con rapidez, cayendo en pedazos al suelo.- ¿No te acabo de decir que no te confíes? - Intentó poner una cara de enojo, pero no le salió. Se sentía un poco cansada por la pérdida de sangre, y lo mejor era salir de ahí antes de que otra cosa sucediera.- ¿Qué vas a hacerme hacer? - Preguntó un tanto impaciente por eso, y algo curiosa, mientras terminaba de recomponerse de la sangre y los recuerdos, tratando de distraerse de ambos.
Las desventajas de no estar de ningún lado resultan en que luego nadie está del tuyo. Para hacer alianzas es necesario poner de tu parte, perder algo para ganar algo. Por eso los que vamos por "libre" como nosotros estamos más solos cuando necesitamos ayuda. Un bando de dos personas poco puede hacer, no nos queda otro remedio que hacer tratos y pactos eventuales. - Al final acabamos con los renegados...verás tú. - murmuro como a regañadientes, porque no es exactamente lo que me gustaría pero al final es lo que la realidad demanda.
Sólo de pensar en una segunda ronda ya me canso, aunque seguramente con el paso de los días esté más de acuerdo. Por supuesto que no le digo eso de que me da pereza volver a plantear pelea en este momento, no quiero quedar como un flojo. Asiento a lo de la segunda ronda, que seguro que luego se le olvida y no me lo vuelve a recordar. - Vale, pues entonces vamos a dejarlo en que yo he sido el ganador supremo y absoluto y que tú has sido derrotada por mí y me has suplicado clemencia.- convengo de manera un tanto burlona cuando ella misma reconoce su derrota, soltando un 'ja' por lo bajo al escuchar eso de que en otro tipo de lucha yo estaría perdido.
- Cuando quieras lo comprobamos, con las condiciones que tú elijas, gladiadora Bennett.- dejo ahí el reto al igual que acepté lo de la segunda ronda, sin saber si realmente va a ser de estas cosas que se dicen pero no se hacen, o si al final ambos acabaremos cumpliendo nuestra palabra. Supongo que se refiere a luchar tal y como lo hacía en el Coliseo, lo cual puede que le venga bien para superar un poco más aquello. La sujeto más firmemente cuando parece tambalearse un poco, sin fiarme demasiado de eso de que no percibe el veneno. - Puede que sea por lo de la sangre, me he pasado un poco. Podemos pasar por la enfermería o ir directamente a los dormitorios y coger lo del botiquín de allí- admito lo de sobrepasarme fijándome en sus heridas, pillándome desprevenido su pequeño ataque con el hielo de la estaca medio derretida que sacó de mi hombro. - ¡argh! ¡serás traidora! - protesto llevándome la mano a donde me ha golpeado, mirándola con indignación y el ceño fruncido. Sí, efectivamente, me dijo que no me confiase. Suspiro finalmente con cara de resignación, llevándome después la mano a la barbilla mientras me pienso lo que deberá hacer ella según el trato que hicimos al empezar.
- No sé qué tenías pensado tú en caso de que me tocase pagar a mí...pero yo no había pensado nada todavía. Tal vez que seas sincera conmigo y me respondas a la pregunta que has estado esquivando con evasivas durante todo el combate. O tal vez que me dejes ayudarte de verdad con lo que quiera que esté pasando en tu cabeza, con todo esto de los recuerdos.
Sólo de pensar en una segunda ronda ya me canso, aunque seguramente con el paso de los días esté más de acuerdo. Por supuesto que no le digo eso de que me da pereza volver a plantear pelea en este momento, no quiero quedar como un flojo. Asiento a lo de la segunda ronda, que seguro que luego se le olvida y no me lo vuelve a recordar. - Vale, pues entonces vamos a dejarlo en que yo he sido el ganador supremo y absoluto y que tú has sido derrotada por mí y me has suplicado clemencia.- convengo de manera un tanto burlona cuando ella misma reconoce su derrota, soltando un 'ja' por lo bajo al escuchar eso de que en otro tipo de lucha yo estaría perdido.
- Cuando quieras lo comprobamos, con las condiciones que tú elijas, gladiadora Bennett.- dejo ahí el reto al igual que acepté lo de la segunda ronda, sin saber si realmente va a ser de estas cosas que se dicen pero no se hacen, o si al final ambos acabaremos cumpliendo nuestra palabra. Supongo que se refiere a luchar tal y como lo hacía en el Coliseo, lo cual puede que le venga bien para superar un poco más aquello. La sujeto más firmemente cuando parece tambalearse un poco, sin fiarme demasiado de eso de que no percibe el veneno. - Puede que sea por lo de la sangre, me he pasado un poco. Podemos pasar por la enfermería o ir directamente a los dormitorios y coger lo del botiquín de allí- admito lo de sobrepasarme fijándome en sus heridas, pillándome desprevenido su pequeño ataque con el hielo de la estaca medio derretida que sacó de mi hombro. - ¡argh! ¡serás traidora! - protesto llevándome la mano a donde me ha golpeado, mirándola con indignación y el ceño fruncido. Sí, efectivamente, me dijo que no me confiase. Suspiro finalmente con cara de resignación, llevándome después la mano a la barbilla mientras me pienso lo que deberá hacer ella según el trato que hicimos al empezar.
- No sé qué tenías pensado tú en caso de que me tocase pagar a mí...pero yo no había pensado nada todavía. Tal vez que seas sincera conmigo y me respondas a la pregunta que has estado esquivando con evasivas durante todo el combate. O tal vez que me dejes ayudarte de verdad con lo que quiera que esté pasando en tu cabeza, con todo esto de los recuerdos.
Sonrió suavemente a lo de quedar con los renegados. La idea no le habría sonado mal hacía unos diez minutos, pero ahora que tenía un poco más de peso en los hombros tenía la sensación de que sus decisiones no serían las mismas, ni tan sencillas de tomar como lo habían sido los últimos meses.- Aún podemos tomarnos más tiempo para decidir.- Murmuró con la intención de hacerle esperar, de que no apresuraran las cosas a pesar de los tiempos tan caóticos en los que estaban viviendo.
No pudo evitar, a pesar de haber sido ella quien aceptaba su derrota, sentir un poco de dolor en el orgullo al ver el despliegue de Reiv. Se mordió la lengua para dejarle disfrutar su momento. Le dejó que siguiera saboreando su victoria a costillas de ella. No iba a detenerle cuando le veía tan entusiasmado por algo. Aún así, no pudo evitar sentir una punzada en el pecho cuando dijo lo de la revancha, soltando un pesado suspiro, sobre todo por la última parte de su oración. No es que nunca le hubieran llamado así. En realidad, nunca le llamaron por otra cosa que no fuera el apodo que le pusieron cuando inició sus entrenamientos, pero hacía que se sintiera aún más ligado a su identidad. - Lo dices como si fuera algo bueno...- Le miró de soslayo, que aunque sabía a qué se refería no podía evitar sentirse un poco incómoda por la alusión. Sobre todo ahora, que no tenía claridad sobre qué tanto o qué poco había hecho en ese lugar.
El firme agarre de Reiv le obliga a acercarse un poco más a él mientras intentaba no tambalearse. Comenzó entonces a usar la curación, justo después de quebrarle el cono de hielo en la cabeza y reír ante su ingenuidad. Por un instante, se sintió más cerca de él de lo que debía. Contempló sus labios con un deseo implícito mientras se acercaba de a poco a él, tratando de pasar desapercibida al tiempo que examinaba su brazo. No estaba aún lo suficientemente cerca para robarle un beso cuando un pensamiento negativo le cruzó por la cabeza. Giró el rostro, volviendo a la realidad, con la amargura de no haber podido tomar lo que deseaba, sintiéndose indecisa e insegura. Prefirió entonces enfocarse en sus heridas, que no cerraron tan rápido como pensó, pero lo más seguro era que se evitarían la enfermería. Por ahora no tenía cabeza para inventarle a una enfermera por qué tomó una espada por el lado puntiagudo.
¿Pregunta? ¿Qué pregunta? - Esquivó de nuevo, solo para ganar más tiempo con aquel tema que la ponía visiblemente nerviosa. Hacía unos instantes tenía una idea muy definida sobre eso y ahora le parecía completamente distinta mientras trataba de aclarar las ideas. Aún así, responder a esa pregunta sería más fácil que aceptar su ayuda para devolver sus recuerdos a la normalidad. Sentía que la cabeza le estallaría en cualquier momento.- Reiv, no. No quiero que conozcas los detalles... No quiero arrepentirme después. Me da miedo.- Suspiró con visible dolor en el rostro. Él más que nadie debería intuir sus razones, sintiéndose un poco traicionada de que esa fuera siquiera una opción, sobre todo cuando habían prometido sin límite. Trató de recuperar sus manos, formando un hielo entre ellas para lavar la sangre ahora que sus heridas ya no estaban abiertas. También agachó el rostro mientras lo hacía, procurando que Reiv no se diera cuenta de lo mal que le ponía pensar siquiera en contarle todo.- ¿Por qué quieres saber esas cosas? - Preguntó tras un rato de pausa mientras lavaba sus manos lentamente con el hielo. Sentía en la garganta un nudo y en el pecho una presión que le quitaba el aire. No se atrevía a mirarle, ni siquiera podía quitar la mirada de sus manos, donde estaba clavada desde hacía un rato.- Eres muy listo, sé que ya sabes todo por lo que pasé. Lo intuyes, lo descubres cada vez que me quedo en silencio porque ya no puedo seguir. Todavía le temo a ese lugar. En lo más profundo. No puedo aprovechar lo bueno por el simple hecho de que nada fue bueno. No puedo construirme ni crecer ni salir de ese hoyo. No puedo, lo he intentado. Tristemente, lo que ves es lo que hay. Entiendo si no soy suficiente de ahora en adelante, porque no me siento capaz de ser tan libre como aquella noche, no me siento capaz de ser tan cercana, tan despreocupada, porque me pesa sonreír, porque acabo de intentar besarte y no pude ni acercarme y quizás no se me quite con el tiempo...- Tomó una pausa para aclararse la garganta al darse cuenta de que estaba llorando con los dientes apretados mientras contemplaba aquel hielo derritiéndose entre sus manos. No recordaba cuando había sido la última vez que había dicho tantas palabras juntas, pero estas solo salían como si las hubiera estado guardando por tanto tiempo y tras haberse liberado de ellas, ahora que volvían, ya no tenían cabida en su pecho.- Para ser justa, lo que de verdad quería decir era no sé. No sé si es anticuado, pero sí quiero esa clase de relación, debe ser lindo, no lo sé. Ahora solo puedo pensar que es más conveniente que no, así no estarás atascado conmigo, así no te cierras a más posibilidades cuando se presenten y así tengo la esperanza de que te quedes más conmigo, a ti que odias las ataduras. Así que pídeme otra cosa, porque no puedo.
Se llevó las manos al rostro para tratar de recomponerse y ocultar su desdicha. En el instante en el que cerró los ojos, la debilidad le alcanzó de nuevo y le hizo tambalear. Esta vez, no tuvo la voluntad suficiente para permanecer de pie, por lo que simplemente se dejó ir.- ¿A cuántas personas maté? - Sollozó por último, estaba en su límite y desconocía si Reiv podía o no darle una cifra cercana a la real. Si bien se sabía tonta por no poderse contener, tenía una abrumadora sensación encima a la que no encontraba ninguna solución mas que llorar amarga y profundamente, como si no hubiera nada en el mundo capaz de sacarle de la horrible jaula en la que estaba. Su cuerpo, tan cansado, temblaba en los espasmos que los sollozos le provocaban. Tenía en su cuerpo una década de sufrimiento que ya no podía guardarse en el pecho, y había escogido el peor momento para hacerse presente.
No pudo evitar, a pesar de haber sido ella quien aceptaba su derrota, sentir un poco de dolor en el orgullo al ver el despliegue de Reiv. Se mordió la lengua para dejarle disfrutar su momento. Le dejó que siguiera saboreando su victoria a costillas de ella. No iba a detenerle cuando le veía tan entusiasmado por algo. Aún así, no pudo evitar sentir una punzada en el pecho cuando dijo lo de la revancha, soltando un pesado suspiro, sobre todo por la última parte de su oración. No es que nunca le hubieran llamado así. En realidad, nunca le llamaron por otra cosa que no fuera el apodo que le pusieron cuando inició sus entrenamientos, pero hacía que se sintiera aún más ligado a su identidad. - Lo dices como si fuera algo bueno...- Le miró de soslayo, que aunque sabía a qué se refería no podía evitar sentirse un poco incómoda por la alusión. Sobre todo ahora, que no tenía claridad sobre qué tanto o qué poco había hecho en ese lugar.
El firme agarre de Reiv le obliga a acercarse un poco más a él mientras intentaba no tambalearse. Comenzó entonces a usar la curación, justo después de quebrarle el cono de hielo en la cabeza y reír ante su ingenuidad. Por un instante, se sintió más cerca de él de lo que debía. Contempló sus labios con un deseo implícito mientras se acercaba de a poco a él, tratando de pasar desapercibida al tiempo que examinaba su brazo. No estaba aún lo suficientemente cerca para robarle un beso cuando un pensamiento negativo le cruzó por la cabeza. Giró el rostro, volviendo a la realidad, con la amargura de no haber podido tomar lo que deseaba, sintiéndose indecisa e insegura. Prefirió entonces enfocarse en sus heridas, que no cerraron tan rápido como pensó, pero lo más seguro era que se evitarían la enfermería. Por ahora no tenía cabeza para inventarle a una enfermera por qué tomó una espada por el lado puntiagudo.
¿Pregunta? ¿Qué pregunta? - Esquivó de nuevo, solo para ganar más tiempo con aquel tema que la ponía visiblemente nerviosa. Hacía unos instantes tenía una idea muy definida sobre eso y ahora le parecía completamente distinta mientras trataba de aclarar las ideas. Aún así, responder a esa pregunta sería más fácil que aceptar su ayuda para devolver sus recuerdos a la normalidad. Sentía que la cabeza le estallaría en cualquier momento.- Reiv, no. No quiero que conozcas los detalles... No quiero arrepentirme después. Me da miedo.- Suspiró con visible dolor en el rostro. Él más que nadie debería intuir sus razones, sintiéndose un poco traicionada de que esa fuera siquiera una opción, sobre todo cuando habían prometido sin límite. Trató de recuperar sus manos, formando un hielo entre ellas para lavar la sangre ahora que sus heridas ya no estaban abiertas. También agachó el rostro mientras lo hacía, procurando que Reiv no se diera cuenta de lo mal que le ponía pensar siquiera en contarle todo.- ¿Por qué quieres saber esas cosas? - Preguntó tras un rato de pausa mientras lavaba sus manos lentamente con el hielo. Sentía en la garganta un nudo y en el pecho una presión que le quitaba el aire. No se atrevía a mirarle, ni siquiera podía quitar la mirada de sus manos, donde estaba clavada desde hacía un rato.- Eres muy listo, sé que ya sabes todo por lo que pasé. Lo intuyes, lo descubres cada vez que me quedo en silencio porque ya no puedo seguir. Todavía le temo a ese lugar. En lo más profundo. No puedo aprovechar lo bueno por el simple hecho de que nada fue bueno. No puedo construirme ni crecer ni salir de ese hoyo. No puedo, lo he intentado. Tristemente, lo que ves es lo que hay. Entiendo si no soy suficiente de ahora en adelante, porque no me siento capaz de ser tan libre como aquella noche, no me siento capaz de ser tan cercana, tan despreocupada, porque me pesa sonreír, porque acabo de intentar besarte y no pude ni acercarme y quizás no se me quite con el tiempo...- Tomó una pausa para aclararse la garganta al darse cuenta de que estaba llorando con los dientes apretados mientras contemplaba aquel hielo derritiéndose entre sus manos. No recordaba cuando había sido la última vez que había dicho tantas palabras juntas, pero estas solo salían como si las hubiera estado guardando por tanto tiempo y tras haberse liberado de ellas, ahora que volvían, ya no tenían cabida en su pecho.- Para ser justa, lo que de verdad quería decir era no sé. No sé si es anticuado, pero sí quiero esa clase de relación, debe ser lindo, no lo sé. Ahora solo puedo pensar que es más conveniente que no, así no estarás atascado conmigo, así no te cierras a más posibilidades cuando se presenten y así tengo la esperanza de que te quedes más conmigo, a ti que odias las ataduras. Así que pídeme otra cosa, porque no puedo.
Se llevó las manos al rostro para tratar de recomponerse y ocultar su desdicha. En el instante en el que cerró los ojos, la debilidad le alcanzó de nuevo y le hizo tambalear. Esta vez, no tuvo la voluntad suficiente para permanecer de pie, por lo que simplemente se dejó ir.- ¿A cuántas personas maté? - Sollozó por último, estaba en su límite y desconocía si Reiv podía o no darle una cifra cercana a la real. Si bien se sabía tonta por no poderse contener, tenía una abrumadora sensación encima a la que no encontraba ninguna solución mas que llorar amarga y profundamente, como si no hubiera nada en el mundo capaz de sacarle de la horrible jaula en la que estaba. Su cuerpo, tan cansado, temblaba en los espasmos que los sollozos le provocaban. Tenía en su cuerpo una década de sufrimiento que ya no podía guardarse en el pecho, y había escogido el peor momento para hacerse presente.
La alusión que hago al pasado de Juliet como gladiadora provoca en ella un gesto de incomodidad y rechazo que yo ya había calculado. No está para nada en paz con ese pasado, ni se siente orgullosa de haber sobrevivido a aquello, eso está claro. Si me pongo en su lugar puedo comprenderlo, debe ser mucha sangre en su cuenta personal. Tal vez yo me lo tomase de otra manera, como una señal de que yo debía sobrevivir y los otros no. No lo sé, no he tenido que verme en una situación así. - No es ni bueno ni malo. Es algo que tuviste que hacer, no había mucha elección. En la arena o matas o mueres. - sentencio lo obvio, aunque queriendo remarcar que realmente es así, no había otra cosa que ella pudiese hacer. Huir de esos lugares no debe ser fácil, eso lo imagino. Inspiro profundamente para prestar después atención a cómo canaliza su propia magia sanadora para solucionar lo de las heridas que se ha ganado la batalla, que aunque no sean graves necesitan ser atendidas. Hace apenas unos segundos me dio la impresión de que nuestro acercamiento iba a llegar a algo más, como en otras ocasiones, pero rápidamente gira el rostro.
Emito un sonido de fastidio cuando vuelve a esquivarme la pregunta, y sobre todo cuando me niega también conocer los detalles de lo que le sucede por miedo. - ¿Miedo de qué? ¿de lo que pueda pensar yo? ¿de recordar tú demasiado y descubrir cosas olvidadas? - pregunto con la esperanza de que no se cierre tanto en banda como cuando acababa de conocerla, pues me costó mucho que confiase en mí y hablase sinceramente. No creo que dejarlo todo como está sea una buena opción, tapar los problemas sólo sirve para que se hagan mayores. Por otra parte también siento que puedo estar siendo demasiado duro con ella y que tal vez no sea bueno seguir hurgando en la herida. - Quiero saberlas porque quiero ayudarte, y ahora mismo no sé muy bien cómo hacerlo. Sólo sé que fingir que no pasa nada no es la solución. Eso siempre acaba explotando, de un modo u otro. - trato de hacer contacto visual con ella cuando por fin consigue decirme algo más, aunque nuestras miradas no llegan a cruzarse en ningún momento. Claro que intuyo lo que pasó, aunque eso no sea más que una mínima parte de la realidad. Debe ser lo que llaman estrés post traumático, como el que sufren muchos soldados de cualquier guerra. Sólo puedo escuchar con bastante frustración porque me gustaría poder decir algo que lo arreglase todo, y creo que eso no existe. Me duele verla así, llorando y probablemente más hundida de lo que puede que la haya visto nunca. Y además va y me aparta de ella con la excusa de no atarme, de no ser suficiente.
- ¿Más posibilidades dices? no las quiero. Tampoco quiero irme. Tengo las cosas claras, aunque ahora mismo parece que soy el único. No te lo pediré entonces, ni te presionaré para darme una respuesta a la maldita pregunta. Pero...joder... deja de decir eso de que estaría atascado contigo, como si tú no valieses nada. Ni que yo fuese el puñetero rey de Inglaterra como para que me consideres merecedor de tantas posibilidades y prebendas. No dejes que esos recuerdos te arruinen así el presente. - protesto intentando parecer enfadado, sólo para ocultar un poco mi preocupación y para ver si así reacciona. Casi preferiría que me atacase de nuevo. Trato de sostenerla cuando finalmente se derrumba del todo, cayendo de rodillas al suelo. Bajo al suelo a la par, arrodillándome también frente a ella para atraerla hacia mi pecho, abrazándola con fuerza, tratando de menguar un poco su desasosiego interior. - Tranquila...no pasa nada, llora lo que quieras...- murmuro mientras paso una de mis manos despacio por su cabeza para intentar consolarla y calmarla. Al menos así se desahogará un poco, por mucho que a largo plazo no solucione nada. Puede que lo único que lo solucione sea un borrado de memoria, uno que le quite esos recuerdos. No le respondo enseguida a eso de cuántas personas mató, ni lo sé ni creo que sea buena idea pensar en cifras aproximadas. Dudo que los líderes de la Alianza dejen de dormir por las noches pensando en los que han matado, o que Termeritus Jones lo hiciese en sus tiempos. Son de los que carecen de escrúpulos. - No te hagas eso, Juliet, te martirizas. No eres la única que ha hecho ese tipo de cosas, ni serás la última. De nada sirve preguntarse esas cosas. - ni siquiera sería útil vengarse de los que la capturaron y llevaron ahí, no cambiaría nada.
Emito un sonido de fastidio cuando vuelve a esquivarme la pregunta, y sobre todo cuando me niega también conocer los detalles de lo que le sucede por miedo. - ¿Miedo de qué? ¿de lo que pueda pensar yo? ¿de recordar tú demasiado y descubrir cosas olvidadas? - pregunto con la esperanza de que no se cierre tanto en banda como cuando acababa de conocerla, pues me costó mucho que confiase en mí y hablase sinceramente. No creo que dejarlo todo como está sea una buena opción, tapar los problemas sólo sirve para que se hagan mayores. Por otra parte también siento que puedo estar siendo demasiado duro con ella y que tal vez no sea bueno seguir hurgando en la herida. - Quiero saberlas porque quiero ayudarte, y ahora mismo no sé muy bien cómo hacerlo. Sólo sé que fingir que no pasa nada no es la solución. Eso siempre acaba explotando, de un modo u otro. - trato de hacer contacto visual con ella cuando por fin consigue decirme algo más, aunque nuestras miradas no llegan a cruzarse en ningún momento. Claro que intuyo lo que pasó, aunque eso no sea más que una mínima parte de la realidad. Debe ser lo que llaman estrés post traumático, como el que sufren muchos soldados de cualquier guerra. Sólo puedo escuchar con bastante frustración porque me gustaría poder decir algo que lo arreglase todo, y creo que eso no existe. Me duele verla así, llorando y probablemente más hundida de lo que puede que la haya visto nunca. Y además va y me aparta de ella con la excusa de no atarme, de no ser suficiente.
- ¿Más posibilidades dices? no las quiero. Tampoco quiero irme. Tengo las cosas claras, aunque ahora mismo parece que soy el único. No te lo pediré entonces, ni te presionaré para darme una respuesta a la maldita pregunta. Pero...joder... deja de decir eso de que estaría atascado contigo, como si tú no valieses nada. Ni que yo fuese el puñetero rey de Inglaterra como para que me consideres merecedor de tantas posibilidades y prebendas. No dejes que esos recuerdos te arruinen así el presente. - protesto intentando parecer enfadado, sólo para ocultar un poco mi preocupación y para ver si así reacciona. Casi preferiría que me atacase de nuevo. Trato de sostenerla cuando finalmente se derrumba del todo, cayendo de rodillas al suelo. Bajo al suelo a la par, arrodillándome también frente a ella para atraerla hacia mi pecho, abrazándola con fuerza, tratando de menguar un poco su desasosiego interior. - Tranquila...no pasa nada, llora lo que quieras...- murmuro mientras paso una de mis manos despacio por su cabeza para intentar consolarla y calmarla. Al menos así se desahogará un poco, por mucho que a largo plazo no solucione nada. Puede que lo único que lo solucione sea un borrado de memoria, uno que le quite esos recuerdos. No le respondo enseguida a eso de cuántas personas mató, ni lo sé ni creo que sea buena idea pensar en cifras aproximadas. Dudo que los líderes de la Alianza dejen de dormir por las noches pensando en los que han matado, o que Termeritus Jones lo hiciese en sus tiempos. Son de los que carecen de escrúpulos. - No te hagas eso, Juliet, te martirizas. No eres la única que ha hecho ese tipo de cosas, ni serás la última. De nada sirve preguntarse esas cosas. - ni siquiera sería útil vengarse de los que la capturaron y llevaron ahí, no cambiaría nada.
La sentencia de Reiv no le ayudó, aunque sirvió para confirmar los sentimientos que ya tenía muy en el fondo, entre el rencor y la desesperación. Sabía bien que sus palabras eran verdaderas, y que de no haber hecho todo lo que ahora recordaba, no habría ocasión de recordar, pues tendría mucho tiempo sin vida. Aún así, no pudo borrar de su rostro aquel ligero momento de tristeza.
Esta vez no pudo ignorar la reacción de Reiv en tanto a aquella dichosa pregunta, pues resultó bastante sonora. Fue entonces cuando el tono cambió, pasando a una molestia contenida de su parte.- Sí.- Respondió ante sus preguntas. No tenía caso agregar nada más, pues era simplemente adornarlo, y no tenía sentido hacerlo. Ignoró entonces su justificación, que no le resultaba novedoso. Ya sabía cual sería la respuesta y aunque él insistía en fingir que no pasaba nada, seguía siendo la mejor opción para ella.
En el momento en que Reiv comienza a hablar de nueva cuenta, sintió de nuevo aquel dolor en el pecho. Se sentía confundida, aunque quería seguir ganando un poco de tiempo para responder a la mayor molestia de Reiv. No sabía si el dolor que sentía era por alivio o angustia.- No estoy dudando de estar contigo...- Murmuró, aunque salió una voz baja y quebradiza justo antes de derrumbársele el mundo. Agradeció internamente el abrazo y al instante recargó el rostro en su pecho, sacando con fuerza todo lo que le inundaba por dentro. Sus manos iniciaron débiles en su vientre, mas pronto encontraron el camino y, cuando menos lo esperó, estaba devolviendo el abrazo, no con la misma intensidad, pero sí con toda la fuerza que le quedaba. Aún cuando las palabras de Reiv no la tranquilizaron, sirvieron para permitirle desahogarse con libertad, tomándose el tiempo necesario mientras por su cabeza pasaban todas aquellas imágenes que le perseguían.
El tiempo pasó y su pecho se fue cerrando hasta quedar con una sensación de vacío que no había tenido en mucho tiempo. No supo cuantos minutos transcurrieron, pues perdió aquel reloj interno que le avisaba. Solo sabía que había llorado largo y tendido. Sus brazos colgaban a ambos lados de su cuerpo, sosteniéndose apenas de las caderas de Reiv, con apenas fuerza para sostener las manos. El cuerpo le pesaba, y a pesar de todo, su mente ahora se guiaba por una claridad que aceptó la premisa de Reiv, dando por sentado que no sería la última genocida que vería la humanidad. Tenía encima esa sensación de cuando terminas de llorar por algo que pesaba: cansancio y alivio.- Fui popular.- Susurró con los ojos cerrados, aún recargándose en el pecho del moreno. Se había resbalado un poco y ahora su rostro estaba a la mitad de su torso. Sorpresivamente, la posición le resultaba cómoda y le evitaba al mínimo el esfuerzo por mantenerse ahí.- No mucho. No era de gran nivel. Pero lo fui... ¿Crees que seré alabada o repudiada? No seré Juliet la Misericordiosa. Ni de broma. Pero... - Se levantó de a poco, irguiendo de a poco la espalda. No logró enderezarla por completo, pues los hombros le pesaban. Tampoco pudo levantar la cabeza, así que solo la levantó lo suficiente para dejarla sobre el hombro de Reiv. Si observaba las sombras en el piso podía adivinar que el sol había cambiado un poco de posición. Decidió entonces esconder los ojos en el hombro de Reiv, cansada de todo, menos de él. Había algunas cosas que aún tenía que corregir.- De verdad no recuerdo la pregunta. Creí que ya te la había respondido... ¿cuál era?- Soltó en un susurro, pues no había podido olvidarse de eso durante todo el rato. Sabía que no podía contarle todo el pasado, no con puntos y comas, no con toda la sangre y sin reparos. No podía. Pero quizás podía encontrar una manera de responder una sola pregunta. Quizás, si él le daba tiempo, encontraría la manera.
Esta vez no pudo ignorar la reacción de Reiv en tanto a aquella dichosa pregunta, pues resultó bastante sonora. Fue entonces cuando el tono cambió, pasando a una molestia contenida de su parte.- Sí.- Respondió ante sus preguntas. No tenía caso agregar nada más, pues era simplemente adornarlo, y no tenía sentido hacerlo. Ignoró entonces su justificación, que no le resultaba novedoso. Ya sabía cual sería la respuesta y aunque él insistía en fingir que no pasaba nada, seguía siendo la mejor opción para ella.
En el momento en que Reiv comienza a hablar de nueva cuenta, sintió de nuevo aquel dolor en el pecho. Se sentía confundida, aunque quería seguir ganando un poco de tiempo para responder a la mayor molestia de Reiv. No sabía si el dolor que sentía era por alivio o angustia.- No estoy dudando de estar contigo...- Murmuró, aunque salió una voz baja y quebradiza justo antes de derrumbársele el mundo. Agradeció internamente el abrazo y al instante recargó el rostro en su pecho, sacando con fuerza todo lo que le inundaba por dentro. Sus manos iniciaron débiles en su vientre, mas pronto encontraron el camino y, cuando menos lo esperó, estaba devolviendo el abrazo, no con la misma intensidad, pero sí con toda la fuerza que le quedaba. Aún cuando las palabras de Reiv no la tranquilizaron, sirvieron para permitirle desahogarse con libertad, tomándose el tiempo necesario mientras por su cabeza pasaban todas aquellas imágenes que le perseguían.
El tiempo pasó y su pecho se fue cerrando hasta quedar con una sensación de vacío que no había tenido en mucho tiempo. No supo cuantos minutos transcurrieron, pues perdió aquel reloj interno que le avisaba. Solo sabía que había llorado largo y tendido. Sus brazos colgaban a ambos lados de su cuerpo, sosteniéndose apenas de las caderas de Reiv, con apenas fuerza para sostener las manos. El cuerpo le pesaba, y a pesar de todo, su mente ahora se guiaba por una claridad que aceptó la premisa de Reiv, dando por sentado que no sería la última genocida que vería la humanidad. Tenía encima esa sensación de cuando terminas de llorar por algo que pesaba: cansancio y alivio.- Fui popular.- Susurró con los ojos cerrados, aún recargándose en el pecho del moreno. Se había resbalado un poco y ahora su rostro estaba a la mitad de su torso. Sorpresivamente, la posición le resultaba cómoda y le evitaba al mínimo el esfuerzo por mantenerse ahí.- No mucho. No era de gran nivel. Pero lo fui... ¿Crees que seré alabada o repudiada? No seré Juliet la Misericordiosa. Ni de broma. Pero... - Se levantó de a poco, irguiendo de a poco la espalda. No logró enderezarla por completo, pues los hombros le pesaban. Tampoco pudo levantar la cabeza, así que solo la levantó lo suficiente para dejarla sobre el hombro de Reiv. Si observaba las sombras en el piso podía adivinar que el sol había cambiado un poco de posición. Decidió entonces esconder los ojos en el hombro de Reiv, cansada de todo, menos de él. Había algunas cosas que aún tenía que corregir.- De verdad no recuerdo la pregunta. Creí que ya te la había respondido... ¿cuál era?- Soltó en un susurro, pues no había podido olvidarse de eso durante todo el rato. Sabía que no podía contarle todo el pasado, no con puntos y comas, no con toda la sangre y sin reparos. No podía. Pero quizás podía encontrar una manera de responder una sola pregunta. Quizás, si él le daba tiempo, encontraría la manera.
Dejo que transcurran los minutos sin más palabras de por medio, simplemente permitiendo que se desahogue y suelte un poco ese lastre que lleva arrastrando tanto tiempo. En realidad no me hago una idea acertada del todo de lo que tiene que haber en su cabeza, no sé si porque yo no he llegado a quitar del medio a tantas personas como debe haber hecho ella, o porque soy en el fondo puede que sea un tanto más pragmático e insensible. Tampoco me he detenido demasiado a pensarlo ni a preguntármelo, he seguido hacia delante como he podido. Mantengo el abrazo con firmeza durante todo el tiempo, a pesar de que ella poco a poco va cediendo por agotamiento. Cuando el llanto se va calmando aflojo un poco para darle algo de espacio para que se quede apoyada sobre mí, pasando una mano por su espalda despacio y de arriba a abajo. Esbozo una leve sonrisa al escuchar eso de que fue popular, pensando que eso habría sido algo de lo que alegrarse en caso de que nuestra adolescencia hubiese transcurrido en un mundo más o menos normal, sin la larga guerra.
"hace unos años yo habría matado por ser el más popular de los servidores de Termeritus, por ser reconocido en público. Qué gilipollez"
- La popularidad y la fama vienen y se van rápido, son un poco inútiles. - murmuro tras haber estado ambos un rato largo sin hablar, tratando de sonar tranquilizador para responder a eso de cómo la juzgarán. - La pregunta no es cómo, sino quién te juzgará. ¿Qué más te da lo que piense la gente que te resulta indeferente, o la que odias? creo que únicamente debería importarnos lo que piensen aquellos que de verdad nos importan. Además, la gente que no te quiere va a decir lo que les de la gana, te juzgarán de todos modos, así que... no merecen explicaciones. En serio, que les jodan. - concluyo con descaro y un tanto de frustración por no encontrar palabras mejores para ayudar, apoyando ligeramente el lateral de mi cabeza contra la suya cuando ella recarga su frente sobre mi hombro. - Yo no te llamaría Juliet la Misericordiosa...que eso suena a una de esas figuras de vírgenes que hay en las iglesias. Te quedaría mejor Juliet Madre de Dragones, o Juliet Snow, o algo así. - añado con la intención de bromear un poco y aliviar algo la tensión, pensando que el primero le quedaría bien teniendo en cuenta su relación con Svart. El joven dragón volvió al suelo hace bastante rato, pero no me he percatado de ello hasta ahora, viendo que se ha quedado bastante cerca de nosotros, observándonos en silencio como si no entendiese lo que sucede. Tantos minutos han pasado que he perdido un poco el hilo de la pregunta que le hice a Juliet, esa que esquivaba.
- Ah...la pregunta. En realidad la principal la has respondido a medias. Que no estabas dudando de estar conmigo, con eso es suficiente para saber en qué punto estamos. - el resto de cosas que quiero saber parecen ser demasiado dolorosas para ser contadas, si sólo con evocarlas ha acabado así no me imagino lo que sería narrarlas. Probablemente no sea sólo que ha matado a mucha gente, sino que a ella también deben haberle hecho cosas horribles, de todo tipo. - Lo de tu pasado...no te voy a hacer contarlo, no tengo derecho. Como dijiste antes, intuyo bastante de lo que pudo pasar. - acepto que no diga nada porque tampoco estoy seguro de que vaya a beneficiarla, inspirando profundamente mientras miro hacia arriba. Se nos ha hecho bastante tarde desde que empezamos, además está comenzando a hacer frío y a llover. Mojarnos no sería novedad, nos ha pasado unas cuantas veces. - Podemos ir a cambiarnos la ropa sangrienta, terminar de curarnos y dormir. O podemos ir a cambiarnos, e irnos a beber a algún lado. - la dejo decidir a ella porque es la que tiene que elegir entre descansar con posibles pesadillas o probar eso de beber para olvidar. La idea de probar algo de eso con magia me sigue tentando poderosamente, si no fuese por los peligros que conlleva.
"hace unos años yo habría matado por ser el más popular de los servidores de Termeritus, por ser reconocido en público. Qué gilipollez"
- La popularidad y la fama vienen y se van rápido, son un poco inútiles. - murmuro tras haber estado ambos un rato largo sin hablar, tratando de sonar tranquilizador para responder a eso de cómo la juzgarán. - La pregunta no es cómo, sino quién te juzgará. ¿Qué más te da lo que piense la gente que te resulta indeferente, o la que odias? creo que únicamente debería importarnos lo que piensen aquellos que de verdad nos importan. Además, la gente que no te quiere va a decir lo que les de la gana, te juzgarán de todos modos, así que... no merecen explicaciones. En serio, que les jodan. - concluyo con descaro y un tanto de frustración por no encontrar palabras mejores para ayudar, apoyando ligeramente el lateral de mi cabeza contra la suya cuando ella recarga su frente sobre mi hombro. - Yo no te llamaría Juliet la Misericordiosa...que eso suena a una de esas figuras de vírgenes que hay en las iglesias. Te quedaría mejor Juliet Madre de Dragones, o Juliet Snow, o algo así. - añado con la intención de bromear un poco y aliviar algo la tensión, pensando que el primero le quedaría bien teniendo en cuenta su relación con Svart. El joven dragón volvió al suelo hace bastante rato, pero no me he percatado de ello hasta ahora, viendo que se ha quedado bastante cerca de nosotros, observándonos en silencio como si no entendiese lo que sucede. Tantos minutos han pasado que he perdido un poco el hilo de la pregunta que le hice a Juliet, esa que esquivaba.
- Ah...la pregunta. En realidad la principal la has respondido a medias. Que no estabas dudando de estar conmigo, con eso es suficiente para saber en qué punto estamos. - el resto de cosas que quiero saber parecen ser demasiado dolorosas para ser contadas, si sólo con evocarlas ha acabado así no me imagino lo que sería narrarlas. Probablemente no sea sólo que ha matado a mucha gente, sino que a ella también deben haberle hecho cosas horribles, de todo tipo. - Lo de tu pasado...no te voy a hacer contarlo, no tengo derecho. Como dijiste antes, intuyo bastante de lo que pudo pasar. - acepto que no diga nada porque tampoco estoy seguro de que vaya a beneficiarla, inspirando profundamente mientras miro hacia arriba. Se nos ha hecho bastante tarde desde que empezamos, además está comenzando a hacer frío y a llover. Mojarnos no sería novedad, nos ha pasado unas cuantas veces. - Podemos ir a cambiarnos la ropa sangrienta, terminar de curarnos y dormir. O podemos ir a cambiarnos, e irnos a beber a algún lado. - la dejo decidir a ella porque es la que tiene que elegir entre descansar con posibles pesadillas o probar eso de beber para olvidar. La idea de probar algo de eso con magia me sigue tentando poderosamente, si no fuese por los peligros que conlleva.
El llanto dio un lento paso a una tranquilidad interior que sabía que no duraría mucho. Era como saberlo todo, tener una postura tranquila sobre los hechos y aún así sentir un dolor profundo en el pecho. Si bien, las caricias no aportaban nada a su dolor interno, eran reconfortantes y le hacían sentir que tenía compañía más allá que el mero hecho de la presencia física del moreno. El contacto físico era algo que apreciaba ahora que lo tenía, porque después de las revelaciones que acababa de recordar, sabía bien que no había sido una persona muy cercana a nadie en el pasado, a pesar de haber estado rodeada de gente en su misma situación.
- Si, quizás habría estado mejor sin ellas.- Susurró a lo de la fama, escuchándole mientras se acomodaba en su hombro. Ahora que su llanto de había calmado, tenía una perspectiva ligeramente diferente y podía escuchar mejor las opiniones de Reiv al respecto. La mejor parte era que tenía razón, que no tenía que preocuparse por lo que dijeran, aunque sí le preocupaba un poco lo que Reiv pudiera pensar si conociera toda la verdad. En otra situación, habría reído por las palabras del moreno, a pesar de que iban dirigidas por la frustración o el enojo. En esta ocasión solo alcanzaron para mostrar una sonrisa ladina, apenas perceptible, floja. Giró el rostro cuando escuchó lo de madre de dragones hasta que encontró a Svart con la mirada. Se había quedado muy quietecito el pequeño, quizás porque nunca había visto una escena similar, o porque cambió de manera muy repentina el humor del entorno. A pesar de ser inquieto, parecía censar de manera correcta los cambios de humor en el ambiente, y sería una habilidad que le ayudaría a sobrevivir.
Entonces sí crees que estamos juntos.- Quiso dar por acabado el tema, pero la frase que salió fue más para dar pie de nuevo a la conversación. Decidió entonces actuar rápido, todo lo rápido que pudo considerando que tenía un letargo pesado sobre ella.- Preferiría que no intuyeras nada... Olvídalo todo.- Susurró, esta vez girando el rostro y escondiéndolo en su cuello. Maldecía la curiosidad del moreno, y su intuición, pero sabía que sin ella habría sido muy difícil llegar al punto en el que estaban. La lluvia llegó sin avisarle a pesar de haber podido adivinarlo si se hubiera preocupado más por mirar el cielo que el suelo. No le molestaba. La lluvia era de las pocas cosas que le agradaban, pues nunca estaba de más y siempre hacía par con su humor perpetuo.- Como sea, lo primero es cambiarnos... Podemos ir por un trago después. O diez. Al menos olvidar todo hoy, ¿no crees? - Susurró, alejándose de él con lentitud para permitirle levantarse. Tendría que ser él el primero en hacerlo, pues tenía la sensación de que sin su ayuda no podría volver a ponerse en pie por fuerza propia. Una vez cogieron ambos lo que habían dejado de lado al inicio del combate, se dispusieron a caminar hacia las habitaciones. Si el ambiente era tenso entre ambos, ella no era quien para decidirlo en aquel instante. Avanzó hacia la habitación de Reiv, donde ya había estado con anterioridad, sin hablar ni mirarle, simplemente contemplando los pasos que daba, intranquila de tener tanto que pensar en la mente, dejando finalmente atrás aquel campo de batalla, con sangre que barrería la lluvia y recuerdos que no podría borrar.
- Si, quizás habría estado mejor sin ellas.- Susurró a lo de la fama, escuchándole mientras se acomodaba en su hombro. Ahora que su llanto de había calmado, tenía una perspectiva ligeramente diferente y podía escuchar mejor las opiniones de Reiv al respecto. La mejor parte era que tenía razón, que no tenía que preocuparse por lo que dijeran, aunque sí le preocupaba un poco lo que Reiv pudiera pensar si conociera toda la verdad. En otra situación, habría reído por las palabras del moreno, a pesar de que iban dirigidas por la frustración o el enojo. En esta ocasión solo alcanzaron para mostrar una sonrisa ladina, apenas perceptible, floja. Giró el rostro cuando escuchó lo de madre de dragones hasta que encontró a Svart con la mirada. Se había quedado muy quietecito el pequeño, quizás porque nunca había visto una escena similar, o porque cambió de manera muy repentina el humor del entorno. A pesar de ser inquieto, parecía censar de manera correcta los cambios de humor en el ambiente, y sería una habilidad que le ayudaría a sobrevivir.
Entonces sí crees que estamos juntos.- Quiso dar por acabado el tema, pero la frase que salió fue más para dar pie de nuevo a la conversación. Decidió entonces actuar rápido, todo lo rápido que pudo considerando que tenía un letargo pesado sobre ella.- Preferiría que no intuyeras nada... Olvídalo todo.- Susurró, esta vez girando el rostro y escondiéndolo en su cuello. Maldecía la curiosidad del moreno, y su intuición, pero sabía que sin ella habría sido muy difícil llegar al punto en el que estaban. La lluvia llegó sin avisarle a pesar de haber podido adivinarlo si se hubiera preocupado más por mirar el cielo que el suelo. No le molestaba. La lluvia era de las pocas cosas que le agradaban, pues nunca estaba de más y siempre hacía par con su humor perpetuo.- Como sea, lo primero es cambiarnos... Podemos ir por un trago después. O diez. Al menos olvidar todo hoy, ¿no crees? - Susurró, alejándose de él con lentitud para permitirle levantarse. Tendría que ser él el primero en hacerlo, pues tenía la sensación de que sin su ayuda no podría volver a ponerse en pie por fuerza propia. Una vez cogieron ambos lo que habían dejado de lado al inicio del combate, se dispusieron a caminar hacia las habitaciones. Si el ambiente era tenso entre ambos, ella no era quien para decidirlo en aquel instante. Avanzó hacia la habitación de Reiv, donde ya había estado con anterioridad, sin hablar ni mirarle, simplemente contemplando los pasos que daba, intranquila de tener tanto que pensar en la mente, dejando finalmente atrás aquel campo de batalla, con sangre que barrería la lluvia y recuerdos que no podría borrar.
Noviembre de 2040
La isla Ouroboros se elevó nuevamente a los cielos, tras la destrucción de los satélites antimagia que bloqueaban el flujo de energía mágica en todo el planeta. Antiguos rituales fueron necesarios para volver a levantar Ouroboros, acudiendo a la información de los fundadores, aquellos que la pusieron en el aire por primera vez, hace cientos de años.
Una mitad de la isla sigue siendo la antigua Ouroboros, que se salvó parcialmente de la caída y ha sido reconstruida por Adael Cohen, sus elementaristas y otros colaboradores. La otra mitad de la isla es completamente nueva, formada desde cero con nuevas rocas, puesto que la mitad que existía antes quedó totalmente destruida. Sus ruinas permanecerán en en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] , lugar donde se realizó el ritual.
Mi mirada estaba fija en los 10 estudiantes que habían llegado a la clase. Mis brazos estaban cruzados sobre mi pecho mientras les veía con fiereza. Uno a uno habían llegado y les seguí con la mirada en plan incómodo hasta que adoptaron la posición por sí solos. No eran más que unos borregos jejeje, ninguno preguntó nada, solo se dispusieron a seguir lo que creyeron que era una instrucción o un regaño. Pasaban 5 minutos de la hora, pero el primero ya tenía quince de pie, con las piernas separadas y los brazos cruzados imitándome. Quizás debí haber adoptado una posición más incómoda. Algo con las rodillas dobladas ligeramente para que alguno terminara por desplomarse. Levanté un pie del piso y en seguida el resto de los chicos hizo lo mismo. Les faltaba un poco de raciocinio a estos. Aunque pensándolo bien, debía ser mi imponente perfíl élfico, mis músculos, seguro sabían que puedo meterles una paliza.
Me desconcentro cuando Juliet llega por fin al lugar con su vocecita de princesa escualida ñiñiñi, quitándome mi momento.- ¡Sucios insectos, vuelvan a la posición! - Grito cuando un par bajan el pie, que enseguida vuelven a subir. Mientras, yo troto hasta Juliet, envolviéndola en un abrazo y levantándola un par de centímetros del suelo.- ¡Hola, cariño! Vine a ver tu clase, los estaba haciendo calentar. Oh y también traje lo que me pediste.- La tomé de los hombros y la giré para que viera el saco de armas lleno de espadas pesadas y su mochila al lado, que ya no estaba mugrienta, porque la lavé en el tiempo que la dejó en mi casita.- Niña, necesitas ser más puntual a la próxima, es importante. Pero ahora ya, vete a dar tu clase, ve, ve, shuuuuuuu.- La empujé hacia el frente, donde los muchachos ya estaban alineados. Había un par de chicas, pero no se veían muy fuertes. Esperaba algunas más de mi ver. Caminé hasta sentarme encima de un banco de piedra que saqué de la tierra, en primera fila para la lección.
Me desconcentro cuando Juliet llega por fin al lugar con su vocecita de princesa escualida ñiñiñi, quitándome mi momento.- ¡Sucios insectos, vuelvan a la posición! - Grito cuando un par bajan el pie, que enseguida vuelven a subir. Mientras, yo troto hasta Juliet, envolviéndola en un abrazo y levantándola un par de centímetros del suelo.- ¡Hola, cariño! Vine a ver tu clase, los estaba haciendo calentar. Oh y también traje lo que me pediste.- La tomé de los hombros y la giré para que viera el saco de armas lleno de espadas pesadas y su mochila al lado, que ya no estaba mugrienta, porque la lavé en el tiempo que la dejó en mi casita.- Niña, necesitas ser más puntual a la próxima, es importante. Pero ahora ya, vete a dar tu clase, ve, ve, shuuuuuuu.- La empujé hacia el frente, donde los muchachos ya estaban alineados. Había un par de chicas, pero no se veían muy fuertes. Esperaba algunas más de mi ver. Caminé hasta sentarme encima de un banco de piedra que saqué de la tierra, en primera fila para la lección.
El camino hacia el campo de entrenamiento fue corto. No había mucho que procurar, aunque su pensamiento divagaba entre las cientos de razones por las que aquello era una mala idea. Entre todo lo que pensaba, apenas y logró darse cuenta de lo que ocurría en el campo, hasta que fue demasiado tarde... Nunca debió haber pedido nada.
-Tio...- Susurró por lo bajo para hacerse notar, y también por la extraña posición en la que estaban todos. Era un momento que no creyó nunca que ocurriría. No tenía tanta imaginación, al parecer. En un instante, el elfo llegó hasta ella, rodeándola con sus brazos y dando la explicación. Al menos había traido lo que le había pedido. De un instante a otro, al verse al frente de un grupo, su confianza se desvaneció, especialmente teniendo a su tío cerca. Con lo fácil que sería decirles a todos que se largaran. Dio un par de pasos al frente, señalando después con un gesto de la mano el lugar donde se encontraban las espadas.- Tomen una.- Murmuró, apresurando un poco la clase. No tenía mucha intención, ni ganas, de saber como se llamaban, ni las tonterías que hacían el primer día. Se puso en un punto del círculo donde no alcanzaba a ver a su tío. Lo tenía en un punto ciego, y mejor así, pues no le vería la cara mientras se encontraba en clase. Mientras el resto iba por las armas, levantó un muro de hielo con relativa facilidad junto a ella.
Esperó impacientemente a que todos estuvieran de vuelta con la espada, adoptando una de sus posiciones de estocada; piernas esparadas, girando el torso, una mano en la empuñadura a la altura de la barbilla y la otra justo debajo del filo de la espada; una posición que combinaba un poco la postura de los arqueros. Su mano izquierda comenzó a acumular un brillo azul, mientras con la derecha retiraba la espada hacia atrás, casi como tensando una flecha en su arco. Para cuando el filo de la espada pasó de base a punta por encima de la palma de su mano, este ya tenía un color distinto, más azul que gris acero. Adelantó un pie con un rápido movimiento y la punta de la espada impactó contra el muro, haciéndolo explotar por la combinación de energía, magia y acero. No recibió aplausos, había más de un escéptico, pero a eso no había llegado ahí.- Magos y brujas usan varitas para canalizar la magia, pero existen otras cosas que pueden servir con este propósito. El punto es encontrar un equilibrio entre la magia que aplicas a cada objeto y evitar que esta se detenga. Es hacer de la espada, o cualquier arma, una parte más extensa de tu brazo.- No tenía que hacer tanta parafernalia para lograrlo, pero era más fácil de explicar en aquella posición. Después de la explicación, se veían un poco más convencidos. Volvió a adoptar la posición, lanzándole una mirada al grupo, que hizo un intento de adoptar la posición, aunque un poco más lastimera, o apenada. Caminó al primero de la fila, pateando los pies hasta abrir bien las piernas, acomodándolo a base de palmadas en los brazos y girándolo a necesidad. Después hizo lo mismo uno por uno, hasta que todo el grupo obtuvo la posición. Mientras caminaba, fue averiguando las habilidades de cada uno de los estudiantes. Se dio entonces cuenta de que volvía a hacer lo mismo una y otra vez; no nombres, solo conocer de las personas lo necesario según la ocasión. A pesar de darse cuenta de ello, aquel no sería el día para hacerlo.
-Tio...- Susurró por lo bajo para hacerse notar, y también por la extraña posición en la que estaban todos. Era un momento que no creyó nunca que ocurriría. No tenía tanta imaginación, al parecer. En un instante, el elfo llegó hasta ella, rodeándola con sus brazos y dando la explicación. Al menos había traido lo que le había pedido. De un instante a otro, al verse al frente de un grupo, su confianza se desvaneció, especialmente teniendo a su tío cerca. Con lo fácil que sería decirles a todos que se largaran. Dio un par de pasos al frente, señalando después con un gesto de la mano el lugar donde se encontraban las espadas.- Tomen una.- Murmuró, apresurando un poco la clase. No tenía mucha intención, ni ganas, de saber como se llamaban, ni las tonterías que hacían el primer día. Se puso en un punto del círculo donde no alcanzaba a ver a su tío. Lo tenía en un punto ciego, y mejor así, pues no le vería la cara mientras se encontraba en clase. Mientras el resto iba por las armas, levantó un muro de hielo con relativa facilidad junto a ella.
Esperó impacientemente a que todos estuvieran de vuelta con la espada, adoptando una de sus posiciones de estocada; piernas esparadas, girando el torso, una mano en la empuñadura a la altura de la barbilla y la otra justo debajo del filo de la espada; una posición que combinaba un poco la postura de los arqueros. Su mano izquierda comenzó a acumular un brillo azul, mientras con la derecha retiraba la espada hacia atrás, casi como tensando una flecha en su arco. Para cuando el filo de la espada pasó de base a punta por encima de la palma de su mano, este ya tenía un color distinto, más azul que gris acero. Adelantó un pie con un rápido movimiento y la punta de la espada impactó contra el muro, haciéndolo explotar por la combinación de energía, magia y acero. No recibió aplausos, había más de un escéptico, pero a eso no había llegado ahí.- Magos y brujas usan varitas para canalizar la magia, pero existen otras cosas que pueden servir con este propósito. El punto es encontrar un equilibrio entre la magia que aplicas a cada objeto y evitar que esta se detenga. Es hacer de la espada, o cualquier arma, una parte más extensa de tu brazo.- No tenía que hacer tanta parafernalia para lograrlo, pero era más fácil de explicar en aquella posición. Después de la explicación, se veían un poco más convencidos. Volvió a adoptar la posición, lanzándole una mirada al grupo, que hizo un intento de adoptar la posición, aunque un poco más lastimera, o apenada. Caminó al primero de la fila, pateando los pies hasta abrir bien las piernas, acomodándolo a base de palmadas en los brazos y girándolo a necesidad. Después hizo lo mismo uno por uno, hasta que todo el grupo obtuvo la posición. Mientras caminaba, fue averiguando las habilidades de cada uno de los estudiantes. Se dio entonces cuenta de que volvía a hacer lo mismo una y otra vez; no nombres, solo conocer de las personas lo necesario según la ocasión. A pesar de darse cuenta de ello, aquel no sería el día para hacerlo.
Contenido patrocinado
Raza
mensajes
puntos
Alineamiento
Ocupación
Bando
Apodo
Edad
Nacionalidad
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.