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Castillo Le Fay
Maxwell Blake
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Las ilusiones de Blake se deshacen, revelando el camino inicial, aquél cuya boca se mantenía abierta, amenazante. Reducidos a tres hombres y la aspirante a regente, el grupo se adentra solo para que de un paso a otro el entorno cambie de manera radical.
A simple vista, un teatro. No cualquiera, jamás tan genérico. Viejo sin lugar a dudas, en sus días de gloria sería de un vivo rojo, luces incandescentes que dejarían ciego de tanta belleza. Butacas mullidas que evocan a la comodidad, vestidas de seda sobre algodón. Pero las luces ya no brillan, la tierra se ha incrustado en el mobiliario al punto de formar cascaras y costras. Un nido de polillas sobrevuela, degustando aún el gran festín sabor terciopelo de lo que alguna vez fueron esplendidos telones. Se muestran cerrados, descubriendo lo que cabe un pie de manera endeble, reseca, de grietas que hablan de años de descuido.
Ángeles despintados, de rostros irreconocibles y cuerpos maltrechos vigilan desde la bóveda que aún mantiene su acústica. Alas desgreñadas, un cielo color, la humedad hace crujir la cubierta en crudas ampollas que podrían reventar de un solo toque. El material cae en finas migajas, espolvoreando el suelo con más suciedad de la que es capaz de contener. Cualquier paso levanta una nube tóxica que amenaza a ahogar con una infinidad de motas mugrientas. Las alfombras hacen de guía, conduciendo delante y atrás, bifurcándose hacia el centro hacia entradas laterales. Puertas que permanecen cerradas para la función, una cruz de anchas maderas clavadas les anclan a su sitio, esconden el picaporte a intrusos sin boleto.
El telón se abre lento, una luz parpadea moribunda, casi gris, señalando el centro del escenario a comienzo de su última representación. Yace vacío, un silencio absoluto. Flamea el fondo, algo se mueve por el contra telón, yendo y viniendo con errática determinación. Espera su público, o quizás único protagonista. Rómpete una pierna
El escenario estaba listo.
-Stavron siempre tuvo mucho aprecio por las finas artes- dijo en tono de ácida ironía cuando, como si fuera el conductor, daba inicio a la obra. Lento, en sonido arenoso algo tiraba de las cuerdas para exponer el centro del espacio entablado. Tímida magnolia en forma de mujer abría los brazos, engalanada con una cabellera de manto dorado y un vestido diamantino de luz propia. Rasgos cuidados, unos ojos felinos tan particulares, casi únicos si no fuera que Maxwell le devolvía la mirada tenso de pies a cabezas - ¡Catherine debes…! – su voz calló de repente, cuando los labios se separaban de la mujer y los colores que cubrían al hombre se evaporaban cual fina bruma, desdibujando las líneas de su entereza. Sirena sin voz que sorbió directo de la magia del ilusionista, obligándole a caer en sus rodillas, apesumbrado con cada paso cercano al borde del escenario.
- Nunca será tan buena como Layla, por eso me he asegurado de… - una voz demasiado conocida, de padre y maestro, retumba, se repite, hace eco infinitas veces en perfectos matices que no permiten al mensaje borrarse, concentrar en Catherine.
Sin ser suficiente.
Menos que Layla.
Débil, frágil, inepta, inferior.
La cúpula abría su cubierta, como si de un ojo se tratara, dejando filtrar una luna completa en total majestad, llamando a la sangre, obligándola a hervir en busca de su abrazo. ¿Qué es lo que queda? Un único solitario, inmerso en un caos casi inentendible, donde el acero no es solución y las palabras son pasajeras, incapaz de dar con escape. Rhaegar sufría el destino del desahuciado, viendo las posibilidades al alcance pero incapaz de tomarlas, escurridiza como el agua entre los dedos. Su castigo era ser testigo del mal que asolaba y en apariencia, no tener las respuestas.
A simple vista, un teatro. No cualquiera, jamás tan genérico. Viejo sin lugar a dudas, en sus días de gloria sería de un vivo rojo, luces incandescentes que dejarían ciego de tanta belleza. Butacas mullidas que evocan a la comodidad, vestidas de seda sobre algodón. Pero las luces ya no brillan, la tierra se ha incrustado en el mobiliario al punto de formar cascaras y costras. Un nido de polillas sobrevuela, degustando aún el gran festín sabor terciopelo de lo que alguna vez fueron esplendidos telones. Se muestran cerrados, descubriendo lo que cabe un pie de manera endeble, reseca, de grietas que hablan de años de descuido.
Ángeles despintados, de rostros irreconocibles y cuerpos maltrechos vigilan desde la bóveda que aún mantiene su acústica. Alas desgreñadas, un cielo color, la humedad hace crujir la cubierta en crudas ampollas que podrían reventar de un solo toque. El material cae en finas migajas, espolvoreando el suelo con más suciedad de la que es capaz de contener. Cualquier paso levanta una nube tóxica que amenaza a ahogar con una infinidad de motas mugrientas. Las alfombras hacen de guía, conduciendo delante y atrás, bifurcándose hacia el centro hacia entradas laterales. Puertas que permanecen cerradas para la función, una cruz de anchas maderas clavadas les anclan a su sitio, esconden el picaporte a intrusos sin boleto.
El telón se abre lento, una luz parpadea moribunda, casi gris, señalando el centro del escenario a comienzo de su última representación. Yace vacío, un silencio absoluto. Flamea el fondo, algo se mueve por el contra telón, yendo y viniendo con errática determinación. Espera su público, o quizás único protagonista. Rómpete una pierna
El escenario estaba listo.
-Stavron siempre tuvo mucho aprecio por las finas artes- dijo en tono de ácida ironía cuando, como si fuera el conductor, daba inicio a la obra. Lento, en sonido arenoso algo tiraba de las cuerdas para exponer el centro del espacio entablado. Tímida magnolia en forma de mujer abría los brazos, engalanada con una cabellera de manto dorado y un vestido diamantino de luz propia. Rasgos cuidados, unos ojos felinos tan particulares, casi únicos si no fuera que Maxwell le devolvía la mirada tenso de pies a cabezas - ¡Catherine debes…! – su voz calló de repente, cuando los labios se separaban de la mujer y los colores que cubrían al hombre se evaporaban cual fina bruma, desdibujando las líneas de su entereza. Sirena sin voz que sorbió directo de la magia del ilusionista, obligándole a caer en sus rodillas, apesumbrado con cada paso cercano al borde del escenario.
- Nunca será tan buena como Layla, por eso me he asegurado de… - una voz demasiado conocida, de padre y maestro, retumba, se repite, hace eco infinitas veces en perfectos matices que no permiten al mensaje borrarse, concentrar en Catherine.
Sin ser suficiente.
Menos que Layla.
Débil, frágil, inepta, inferior.
La cúpula abría su cubierta, como si de un ojo se tratara, dejando filtrar una luna completa en total majestad, llamando a la sangre, obligándola a hervir en busca de su abrazo. ¿Qué es lo que queda? Un único solitario, inmerso en un caos casi inentendible, donde el acero no es solución y las palabras son pasajeras, incapaz de dar con escape. Rhaegar sufría el destino del desahuciado, viendo las posibilidades al alcance pero incapaz de tomarlas, escurridiza como el agua entre los dedos. Su castigo era ser testigo del mal que asolaba y en apariencia, no tener las respuestas.
La idea inicial de divertirnos en la excursión se había desvanecido por completo tras el suceso del envenenamiento de Desmond, que por fortuna pudo ser sanado con la intervención de Chloe. Después de eso pasamos una noche más o menos tranquila, aunque me dormí tras darle vueltas a qué estábamos haciendo aquí exactamente y qué papel jugaríamos cada uno en todo esto. Hasta ahora no hemos tenido nada de lo que se supone que deberíamos hacer en una excursión, o al menos en parte. Aventura hemos tenido, desde luego, la aparición de las arañas gigantes y la batalla contra ellas podría catalogarse como tal. Lo que he echado en falta es tal vez ese momento de reunirse alrededor de la hoguera, de relajarse o de hablar hasta las tantas de la madrugada, ya sea con Catherine o con Azahar, que son las personas por las que he venido. La Knox abandona el barco a la mañana siguiente, acompañando a mi hermana y a Desmond hasta la seguridad de Ouroboros. Por un lado me quedo más tranquilo, mejor así. No tendré que preocuparme por ellas. Pero por otro quedo un tanto fuera de contexto, aquí todos tienen relación con eso del castillo Le Fay, menos yo, que empiezo a plantearme qué pinto aquí. Si me quedo es por Catherine, y por ayudarla si es necesario.
Tras un tramo indeterminado de caminata parece que ya no hay vuelta atrás. El entorno cambia de manera repentina, cosa que no es normal, así que lo achaco a una de esas ilusiones que han dicho antes en relación al laberinto del castillo. Un decadente teatro nos da la bienvenida, una escena que no augura nada bueno. El polvo que se levanta a cada paso que damos hace que tosa un par de veces, mientras miro con recelo a todos lados, sobre todo a esa alfombra que indica diferentes direcciones a seguir. Este es el terreno de los ilusionistas, mis habilidades aquí no valen una mierda.
- No os separéis.- murmuro con tono de desconfianza, acercándome un poco más a Catherine, aunque sé de buena tinta que aunque estemos juntos va a dar igual. Si hay algo que quiere jugar con nuestras mentes lo hará. - Bueno, supongo que ya es tarde para esto, pero...¿algún consejo para no acabar con la mente jodidamente violada? - pregunto con sorna para después entornar los ojos, mirando hacia el escenario cuando el telón comienza a abrirse. Me preparo con determinación para lo que pueda aparecer, llevando la mano a la empuñadura de una de mis cimitarras. No aparece ningún enemigo...
Más bien una vieja y repetitiva enemiga hace su acto de presencia allá en lo alto. Al mirar hacia arriba mi corazón comienza a acelerarse, golpeando con fuerza contra el pecho. Mis pupilas se dilatan, comenzando también a respirar agitadamente. Caigo al suelo con un grito desgarrador, sintiendo el dolor de la transformación desencajando todos mis huesos...una sensación que a pesar de ser conocida no deja de ser un suplicio cada luna llena. - No, ahora no...aquí no...¡CATHERINE! ¡CORRED, LARGO DE AQUÍ!- Todo parece demasiado real, y sin embargo nada me está sucediendo realmente. La luna llena real todavía no ha llegado a ese punto, pero eso da exactamente igual. Para mí esta es la realidad ahora. Cuando la "transformación" ha terminado miinstinto animal se activa, buscando una víctima con la que descargar mi furia. Me pongo en pie de un salto, abalanzándome contra el Le Fay. La sangre que late en su yugular me llama, siendo ese lugar donde trato de descargar una salvaje dentellada. A veces no hace falta tener las fauces de un lobo para matar así a alguien. Podría haberle arrancado la cabeza de un mordisco si en este momento mis colmillos fuesen los de un lobo.
Tras un tramo indeterminado de caminata parece que ya no hay vuelta atrás. El entorno cambia de manera repentina, cosa que no es normal, así que lo achaco a una de esas ilusiones que han dicho antes en relación al laberinto del castillo. Un decadente teatro nos da la bienvenida, una escena que no augura nada bueno. El polvo que se levanta a cada paso que damos hace que tosa un par de veces, mientras miro con recelo a todos lados, sobre todo a esa alfombra que indica diferentes direcciones a seguir. Este es el terreno de los ilusionistas, mis habilidades aquí no valen una mierda.
- No os separéis.- murmuro con tono de desconfianza, acercándome un poco más a Catherine, aunque sé de buena tinta que aunque estemos juntos va a dar igual. Si hay algo que quiere jugar con nuestras mentes lo hará. - Bueno, supongo que ya es tarde para esto, pero...¿algún consejo para no acabar con la mente jodidamente violada? - pregunto con sorna para después entornar los ojos, mirando hacia el escenario cuando el telón comienza a abrirse. Me preparo con determinación para lo que pueda aparecer, llevando la mano a la empuñadura de una de mis cimitarras. No aparece ningún enemigo...
Más bien una vieja y repetitiva enemiga hace su acto de presencia allá en lo alto. Al mirar hacia arriba mi corazón comienza a acelerarse, golpeando con fuerza contra el pecho. Mis pupilas se dilatan, comenzando también a respirar agitadamente. Caigo al suelo con un grito desgarrador, sintiendo el dolor de la transformación desencajando todos mis huesos...una sensación que a pesar de ser conocida no deja de ser un suplicio cada luna llena. - No, ahora no...aquí no...¡CATHERINE! ¡CORRED, LARGO DE AQUÍ!- Todo parece demasiado real, y sin embargo nada me está sucediendo realmente. La luna llena real todavía no ha llegado a ese punto, pero eso da exactamente igual. Para mí esta es la realidad ahora. Cuando la "transformación" ha terminado miinstinto animal se activa, buscando una víctima con la que descargar mi furia. Me pongo en pie de un salto, abalanzándome contra el Le Fay. La sangre que late en su yugular me llama, siendo ese lugar donde trato de descargar una salvaje dentellada. A veces no hace falta tener las fauces de un lobo para matar así a alguien. Podría haberle arrancado la cabeza de un mordisco si en este momento mis colmillos fuesen los de un lobo.
Rhaegar Le Fay
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Ahi estaba yo, tras el ajetreo de la noche anterior en la que mi hermano habia tenido que ser trasladado, por consejo de Chloe. Se habia pedido la compañia de Azahar y habian acabado marchandose los tres, lo cual nos dejaba a los cuatro personajes mas amargados del grupo juntos. Sin Desmond, Azahar ni Chloe la conversacion moría antes de empezar, o eso me habria gustado a mi, porque Max siempre parecia tener algo que decir o alguna puntilla que añadir.
Por mi parte, no abria el pico. Camino como de mala gana adentrandome tras los pasos de los demas, donde las ilusiones hacen que el escenario cambie. El nombre de mi padre en labios de aquel ilusionista no me arranca ninguna emocion o expresion, simplemente dirijo más mi mirada hacia él, como si hubiese captado mi atencion con aquellas letras. Luego, miro hacia aquel siniestro escenario...
"ya, las finas artes. No te jode"
Emito un bufido un poco exasperado por la pregunta de Ian. No hay ni una mierda que podamos hacer.
- Simplemente, intenta distinguir lo que es real de lo que no y....
Miro aquella mujer etérea, unos instantes. Un digno espectaculo, sí. Aunque preferiría estar en mi cuarto haciendo nada. Maxwell se dobla como atacado por algo...algun terror psicologico? Solo me preocupa la implicacion de Catherine en todo aquello. La luna, despues...ah, claro, se me olvidaba que nuestro amigo es un chucho. Frunzo mi ceño cagándome en las ilusiones trampa de nuestro padre muerto.
Sea la luna real o no, Ian acaba transformado en un impresionante licántropo que parece tener ganas de jugar conmigo. Lo bueno es que el cabron este, lobo o no, tiene sangre, no como esas malditas arañas... Retrocedo instintivamente, no negaré que me ha acojonado el salto que ha pegado hacia mi. Como la bestia depredadora que es sé que va a ir a matar, asi que no dudo. Él o yo. Empleo mi magia para controlar su sangre, obligándola a retroceder y a arrastrar con ella carne, musculo y todo lo que riega, para desviarlo de mi. Eso unido a que me tiro al suelo consigue hacer que él pase a escasos centimetros de mi en lugar de estamparse contra mi pobre yugular.
Me quedo sentado en el suelo, no considerando prudente moverme, si no concentrarme en usar mi magia, obligando a la sangre de Ian a ralentizar su flujo y a circular mas despacio.... despues miro a Catherine, un tanto...nervioso. No me gustaria tener que intentar desangrar a su amigo.
-Es imposible, segun el calendario, aun no deberia estar asi.
"pero si yo tambien lo estoy viendo..."
"no, las ilusiones son muy fuertes. Es por eso"
Por mi parte, no abria el pico. Camino como de mala gana adentrandome tras los pasos de los demas, donde las ilusiones hacen que el escenario cambie. El nombre de mi padre en labios de aquel ilusionista no me arranca ninguna emocion o expresion, simplemente dirijo más mi mirada hacia él, como si hubiese captado mi atencion con aquellas letras. Luego, miro hacia aquel siniestro escenario...
"ya, las finas artes. No te jode"
Emito un bufido un poco exasperado por la pregunta de Ian. No hay ni una mierda que podamos hacer.
- Simplemente, intenta distinguir lo que es real de lo que no y....
Miro aquella mujer etérea, unos instantes. Un digno espectaculo, sí. Aunque preferiría estar en mi cuarto haciendo nada. Maxwell se dobla como atacado por algo...algun terror psicologico? Solo me preocupa la implicacion de Catherine en todo aquello. La luna, despues...ah, claro, se me olvidaba que nuestro amigo es un chucho. Frunzo mi ceño cagándome en las ilusiones trampa de nuestro padre muerto.
Sea la luna real o no, Ian acaba transformado en un impresionante licántropo que parece tener ganas de jugar conmigo. Lo bueno es que el cabron este, lobo o no, tiene sangre, no como esas malditas arañas... Retrocedo instintivamente, no negaré que me ha acojonado el salto que ha pegado hacia mi. Como la bestia depredadora que es sé que va a ir a matar, asi que no dudo. Él o yo. Empleo mi magia para controlar su sangre, obligándola a retroceder y a arrastrar con ella carne, musculo y todo lo que riega, para desviarlo de mi. Eso unido a que me tiro al suelo consigue hacer que él pase a escasos centimetros de mi en lugar de estamparse contra mi pobre yugular.
Me quedo sentado en el suelo, no considerando prudente moverme, si no concentrarme en usar mi magia, obligando a la sangre de Ian a ralentizar su flujo y a circular mas despacio.... despues miro a Catherine, un tanto...nervioso. No me gustaria tener que intentar desangrar a su amigo.
-Es imposible, segun el calendario, aun no deberia estar asi.
"pero si yo tambien lo estoy viendo..."
"no, las ilusiones son muy fuertes. Es por eso"
Fue colocar el pie. Un segundo. Catherine intentó echarse hacia atrás pero la puerta del teatro estaba cerrada. Intentó tomar un largo respiro pero sólo el polvo entro en sus fosas nasales y se largó a toser como si se le fuese la vida en ello. Se llevó la mano a los labios para taparse mientras sus ojos multicolores miraban el lugar. Tétrico. Su padre no esperaba que nadie pasara, lo sabía. El movimiento. Eso es lo que le da miedo. ¿Qué hay detrás de las cortinas? Se cuestionó Cat apenas segundos antes de que todo se fuera al traste.
Una dama a la que Catherine no reconocía pues nunca la había visto en vida, tomaba el centro del escenario poseyendo cada espacio de aquel lugar y atrayendo la mirada ajena. El grito de Max la sacó de su estupefacción, pero lo que vio le heló la sangre. Lo estaba….Estaba...Se parecía a un dementor. Estaba extraye…
Cuando creyó que sería aquello el meollo del asunto, Catherine escuchó su voz. A su padre, él...Él que no creía en ella. Sus ojos se perdieron en la distancia, fijándose en uno de los destruidos rostros de los ángeles mientras el eco de aquellas palabras la carcomía por dentro. Él nunca había creído en ella ¿Por eso los laberintos, papá? Quiso preguntarle. ¿Por eso Max?, otro cuestionamiento, pero no había nadie que le respondiera.
Arriba, en el techo, una luna llena llenaba de luz el antiguo teatro y por inercia la mirada de la Le Fay se dirigió hacia Ian que mutaba a su forma licantropil corriendo directamente hacia Rhaegar. El peligro de su hermano hizo que despertara, parpadeando, volviendo a la realidad e imponiendose contra el lobo. No era la primera vez.
-Lo siento-
Murmuró hacia Ian, pero sabía cual era una de las pocas opciones que tenía para detenerlo. Movió suavemente una mano hacia él haciendole sentir al lobo el dolor de la transformación, que en otrora había espantado a aquella criatura. No obstante, la voz de su padre seguía martillando su cerebro.
-¡LAYLA ESTÁ MUERTA! ¡TODAVÍA ESTOY AQUÍ! ¡SÉ CUÁNDO DETENERME! ¡CONOZCO MIS LÍMITES, CONOZCO MIS PO…-
Mientras decía aquellas palabras recordaba las erráticas discusiones de Layla, los gritos que salían entre frases y luego Rhaegar llamó su atención. Catherine cerró su mano para espantar la ilusión que mantenía preso a Ian. No podía enfocarse en él. Ni en Rhaegar. En Max. Max…
-Lo sé. Mantenlo controlado-
Ordenó, un poco confundida, pero con una especie de resolución. No podía gastar su energía mágica en los demás. Tenía que hacerlo en sí misma. Si su padre creía que Max era su guía, tenía que recuperarlo. Lo que significaba, empezar a controlar todo. Era una ilusión, ella lo sabía.
-¿Sabes el problema con Layla? Era rubia. Era rubia e idiota. No me gustan mucho las rubias-
No sabía cuánto odiaba a su hermana hasta ese momento. La muy desgraciada el había arrancado a su madre desde el inicio de los días, siendo una favorita sin duda. Miró hacia Max recordando claramente su forma física pero, primero que nada, formó con sus manos un escudo mágico y se colocó entre la Sirena y Max.
-Es como si la falta de color en el pelo fuese un indicio de la parte del cerebro que no tienen
Espetó esperando que el escudo soportara la succión lo suficiente para que Max se moviera hacia un lado. Estuvo a punto de contactarse mentalmente con él, pero a sabiendas de la escasa energía que podía tener podía ser peligroso. Con una mano mantuvo el escudo y con el otro le dio una mano para prestarle algo de su energía y que recobrara fuerzas. Si lo hacía, caminaría directamente hacia esa puta ilusión y le arrancaría de cuajo la cabeza.
Una dama a la que Catherine no reconocía pues nunca la había visto en vida, tomaba el centro del escenario poseyendo cada espacio de aquel lugar y atrayendo la mirada ajena. El grito de Max la sacó de su estupefacción, pero lo que vio le heló la sangre. Lo estaba….Estaba...Se parecía a un dementor. Estaba extraye…
Cuando creyó que sería aquello el meollo del asunto, Catherine escuchó su voz. A su padre, él...Él que no creía en ella. Sus ojos se perdieron en la distancia, fijándose en uno de los destruidos rostros de los ángeles mientras el eco de aquellas palabras la carcomía por dentro. Él nunca había creído en ella ¿Por eso los laberintos, papá? Quiso preguntarle. ¿Por eso Max?, otro cuestionamiento, pero no había nadie que le respondiera.
Arriba, en el techo, una luna llena llenaba de luz el antiguo teatro y por inercia la mirada de la Le Fay se dirigió hacia Ian que mutaba a su forma licantropil corriendo directamente hacia Rhaegar. El peligro de su hermano hizo que despertara, parpadeando, volviendo a la realidad e imponiendose contra el lobo. No era la primera vez.
-Lo siento-
Murmuró hacia Ian, pero sabía cual era una de las pocas opciones que tenía para detenerlo. Movió suavemente una mano hacia él haciendole sentir al lobo el dolor de la transformación, que en otrora había espantado a aquella criatura. No obstante, la voz de su padre seguía martillando su cerebro.
-¡LAYLA ESTÁ MUERTA! ¡TODAVÍA ESTOY AQUÍ! ¡SÉ CUÁNDO DETENERME! ¡CONOZCO MIS LÍMITES, CONOZCO MIS PO…-
Mientras decía aquellas palabras recordaba las erráticas discusiones de Layla, los gritos que salían entre frases y luego Rhaegar llamó su atención. Catherine cerró su mano para espantar la ilusión que mantenía preso a Ian. No podía enfocarse en él. Ni en Rhaegar. En Max. Max…
-Lo sé. Mantenlo controlado-
Ordenó, un poco confundida, pero con una especie de resolución. No podía gastar su energía mágica en los demás. Tenía que hacerlo en sí misma. Si su padre creía que Max era su guía, tenía que recuperarlo. Lo que significaba, empezar a controlar todo. Era una ilusión, ella lo sabía.
-¿Sabes el problema con Layla? Era rubia. Era rubia e idiota. No me gustan mucho las rubias-
No sabía cuánto odiaba a su hermana hasta ese momento. La muy desgraciada el había arrancado a su madre desde el inicio de los días, siendo una favorita sin duda. Miró hacia Max recordando claramente su forma física pero, primero que nada, formó con sus manos un escudo mágico y se colocó entre la Sirena y Max.
-Es como si la falta de color en el pelo fuese un indicio de la parte del cerebro que no tienen
Espetó esperando que el escudo soportara la succión lo suficiente para que Max se moviera hacia un lado. Estuvo a punto de contactarse mentalmente con él, pero a sabiendas de la escasa energía que podía tener podía ser peligroso. Con una mano mantuvo el escudo y con el otro le dio una mano para prestarle algo de su energía y que recobrara fuerzas. Si lo hacía, caminaría directamente hacia esa puta ilusión y le arrancaría de cuajo la cabeza.
Maxwell Blake
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Edad
Nacionalidad
Las telas eran caricias bondadosas llevando cada molestia a descansar entre pliegue y pliegue. El aroma difunde, suave, a un nuevo que invita a probar, probar y seguir cambiando; de sedas vestido el capullo antes de ser mariposa. Una dualidad física y mágica en la que estaba inmerso y cuya bondad no era suficiente. La luz es un hecho, contornea figuras, reluce sobre las pieles como una superficie diamantina que la fragmenta en simple belleza masculina. El arte de ser, la magia de crear. Una a otra, los polos opuestos se buscan por una unión natural de fuerzas magnéticas que poco tienen que ver con lo que realmente saben del contrario. Biología, química, toda ciencia respalda lo que la conciencia tarda en describir, elaborar y colocar debida etiqueta. La luz viaja rápido, siempre tan corajuda, dispuesta a explorar en el rincón más oscuro del universo simplemente porque no conoce lo que es un paso en retroceso. Quería llevarlo consigo, entre tonos de luna plateada, atraparlos y ser uno. El sueño debía terminar.
-“¿Quién crees que soy?”- preguntó en su mente como si su autoridad sobre sí mismo hubiese sido cuestionada. Por la boca muere el pez y de ladridos está hecho el perro pero no por ello se mostraría dubitativo o moldearía su opinión para responder a los caprichos de la magia de antaño. Si algún corolario había dejado la discusión en el acueducto era ese. La indignación fue tan clara, pura, golpeando en seco que hasta su imagen se desfiguro con el tronar de su voz mental. Dicho sea que el ataque personal no desairó su garbo orgulloso, adentrándose un paso hacia adelante con la ayuda de Catherine.
La respuesta no es inmediata, de hecho no hay sonido, permite a la falta de palabras crear una intriga que hirviese desde dentro, de esas sensaciones que dejan la picazón incluso tras saciada. Una sonrisa que queda cincelada a su rostro, de comisuras danzarinas que guardan el secreto tras un manto de pura belleza varonil. Más silencio obligado, el juego es para participantes pacientes y demostrada habilidad; competitiva como era aquella perla de oro sobre el escenario, no había planes en aceptar una posible derrota.
Condenados espectros y sus maldiciones sumidas en ficticio entorno. Privado del habla era incapaz de dar a Catherine la clave del acertijo, la inteligencia puesta a prueba. Era un juego de charadas mortal, muy mortal; si no poseyera una vasta esencia mágica estarían observando el caer de un bonito esparrago para tales alturas. Una de las puertas cruje, enviando astillas a las proximidades acompañado por el aullar de lobos que no eran el propio Hacksaw. Otro golpe, las fauces llenas de enormes caninos asoman entre tablas quebradas, salivando, soltando gruñidos de enojo líquido.
Tic Tac. Cierra los ojos, permite a Catherine regalarle unos segundos en los que se eleva a escasos centímetros del suelo. Nuevamente sutil, casi etéreo se presenta Dream como única pista. Una, sino dos veces había moldeado aquella figura su mundo. Le había dado la clave en sueños y a cierto punto el legado de Stavron tenía razón, si la joven no podía aprender de las experiencias, escuchar y comprender el conocimiento de quienes llegaron antes, jamás estaría a la altura. Morirían todos allí hasta no ser más que huesos reducidos a cenizas.
- ¿Qué intentas cuando no eres capaz de brillar en el día ni controlar la noche?-
Stavron, su voz retumba y el primer cánido se hace presente, huargos capaces de arrancar el brazo de una persona con la simple voluntad de quererlo. Se le suman otros dos atraídos por el calor de la sangre, la adrenalina de los dos hombres que aunque próximos casi ni se tocan en una distancia que puede separar la vida de la muerte. Unos contra otros, un campo de batalla improvisado. Tic tac. La muerte no espera por nadie.
-“¿Quién crees que soy?”- preguntó en su mente como si su autoridad sobre sí mismo hubiese sido cuestionada. Por la boca muere el pez y de ladridos está hecho el perro pero no por ello se mostraría dubitativo o moldearía su opinión para responder a los caprichos de la magia de antaño. Si algún corolario había dejado la discusión en el acueducto era ese. La indignación fue tan clara, pura, golpeando en seco que hasta su imagen se desfiguro con el tronar de su voz mental. Dicho sea que el ataque personal no desairó su garbo orgulloso, adentrándose un paso hacia adelante con la ayuda de Catherine.
La respuesta no es inmediata, de hecho no hay sonido, permite a la falta de palabras crear una intriga que hirviese desde dentro, de esas sensaciones que dejan la picazón incluso tras saciada. Una sonrisa que queda cincelada a su rostro, de comisuras danzarinas que guardan el secreto tras un manto de pura belleza varonil. Más silencio obligado, el juego es para participantes pacientes y demostrada habilidad; competitiva como era aquella perla de oro sobre el escenario, no había planes en aceptar una posible derrota.
Condenados espectros y sus maldiciones sumidas en ficticio entorno. Privado del habla era incapaz de dar a Catherine la clave del acertijo, la inteligencia puesta a prueba. Era un juego de charadas mortal, muy mortal; si no poseyera una vasta esencia mágica estarían observando el caer de un bonito esparrago para tales alturas. Una de las puertas cruje, enviando astillas a las proximidades acompañado por el aullar de lobos que no eran el propio Hacksaw. Otro golpe, las fauces llenas de enormes caninos asoman entre tablas quebradas, salivando, soltando gruñidos de enojo líquido.
Tic Tac. Cierra los ojos, permite a Catherine regalarle unos segundos en los que se eleva a escasos centímetros del suelo. Nuevamente sutil, casi etéreo se presenta Dream como única pista. Una, sino dos veces había moldeado aquella figura su mundo. Le había dado la clave en sueños y a cierto punto el legado de Stavron tenía razón, si la joven no podía aprender de las experiencias, escuchar y comprender el conocimiento de quienes llegaron antes, jamás estaría a la altura. Morirían todos allí hasta no ser más que huesos reducidos a cenizas.
- ¿Qué intentas cuando no eres capaz de brillar en el día ni controlar la noche?-
Stavron, su voz retumba y el primer cánido se hace presente, huargos capaces de arrancar el brazo de una persona con la simple voluntad de quererlo. Se le suman otros dos atraídos por el calor de la sangre, la adrenalina de los dos hombres que aunque próximos casi ni se tocan en una distancia que puede separar la vida de la muerte. Unos contra otros, un campo de batalla improvisado. Tic tac. La muerte no espera por nadie.
Mis "fauces" pegan una dentellada al aire, muy cerca del cuello del hermano de Catherine. Rhaegar ha conseguido retroceder a tiempo, además de frenarme usando su puñetera magia de sangre. Una fuerza invisible tira de mi cuerpo hacia detrás, a pesar de que quiero ir hacia delante para desgarrarlo, por lo que forcejeo enfureciéndome cada vez más. Su control sobre mi sangre no permite el avance, pero yo sigo intentando acercarme a él por todos los medios. Quiero ver correr su sangre, ver mis garras clavadas en su sangre. La actuación de Rhaegar deja de ser el mayor de mis problemas antes la intervención de su hermana, que vuelve a repetir conmigo aquello que hizo en la playa. Por si no había sido suficiente el dolor de la transformación anterior (aunque no haya sido real) ahora vuelve a repetirse ese mismo dolor, pero multiplicado, tal y como sucedió en la Durdle Door.
Aquella noche salí huyendo en dirección contraria a Catherine, dejando tras de mí un lúgubre y lastimero aullido, como el de un animal apaleado. En esta ocasión no soy capaz de moverme o salir huyendo, tal vez porque mi fortaleza ante el dolor al no estar en forma de lobo es mucho menor, o tal vez porque la fuerza del hechizo del Le Fay es muy potente. Un grito al principio desgarrado y luego agónico acaba muriendo en mi garganta tras algunos segundos, haciendo que caiga de rodillas al suelo, doblándome después sobre mi mismo.
Pronto desaparece ese dolor, gracias a que Catherine se detiene al tener otros asuntos a los que prestar atención. Yo permanezco en el suelo todavía unos segundos más, algo tembloroso y aturdido. Al menos el dolor anterior ha servido de algo. Ha conseguido apartar (por ahora) esa puta ilusión que es la que aparece en algunas de mis pesadillas recurrentes. Al observar mis manos ya no son garras, vuelven a ser normales. Al tocarme la cara, con cierto esfuerzo al estar todavía bajo el control de la habilidad de Rhaegar, también compruebo que mis sentidos no me engañan (o eso creo), comprobando que todo vuelve a estar donde debe estar.
Alzo la vista del suelo para buscar a mis compañeros de viaje, encontrando a Rhaegar a unos metros de mí. Todavía no me ha liberado, por lo que no puedo moverme. Tampoco tengo claro que sea él el que me está reteneniendo. Le lanzo una mirada de disculpa por lo anterior, por mi intento de ataque, todavía muy confuso por lo que está sucediendo. Es más...¿puede que siga siendo licántropo y yo me esté viendo en mi forma humana? ¿Me estará viendo él como soy? ¿o cómo cojones soy realmente ahora, qué soy?. La voz de Catherine me saca un poco de mis rayantes pensamientos, así que tomo su voz como una especie de punto de anclaje a la realidad. No sé a quién cojones se dirige, pero está hablando en malos términos de su hermana Layla, con cierto resentimiento y rabia. - Cat...- murmuro en voz baja al principio, de tal manera que es muy improbable que me escuche. Si pudiese moverme me acercaría a ella, intentaría hacer algo. Alzo un poco más la voz, esperando que ella me escuche. No sé lo que estará viendo o con quién estará hablando, pero que hable de cosas relacionadas con recuerdos dolorosos del pasado me da muy mala espina teniendo en cuenta la situación en la que estamos y el maldito sitio al que vamos. - ¡ Catherine! ¡Sea lo que sea no entres en el juego! ¡Has venido aquí para buscar tu futuro, no para enfrentarte una y otra vez al puto pasado! Deja en paz a los muertos y vive tu vida.- No estoy seguro de que le haya llegado algo de lo que he dicho, aunque espero que así sea. El crujido de unas tablas de madera me hace desviar la mirada hacia la puerta por la que comienzan a aparecer unos cuantos huargos de amenazantes fauces, de aspecto casi infernal. Sigo paralizado, ya no sé si por lo que hace Rhaegar o por miedo, pero una especie de sonrisa irónica cruza mi rostro. Sería curioso morir devorado por lobos similares al que me transformo. Irónico. Ojalá fuese cierta en este caso una frase que leí no sé dónde hará ya algún tiempo....
"Échame a los lobos y volveré siendo el líder de la manada."
Aquella noche salí huyendo en dirección contraria a Catherine, dejando tras de mí un lúgubre y lastimero aullido, como el de un animal apaleado. En esta ocasión no soy capaz de moverme o salir huyendo, tal vez porque mi fortaleza ante el dolor al no estar en forma de lobo es mucho menor, o tal vez porque la fuerza del hechizo del Le Fay es muy potente. Un grito al principio desgarrado y luego agónico acaba muriendo en mi garganta tras algunos segundos, haciendo que caiga de rodillas al suelo, doblándome después sobre mi mismo.
Pronto desaparece ese dolor, gracias a que Catherine se detiene al tener otros asuntos a los que prestar atención. Yo permanezco en el suelo todavía unos segundos más, algo tembloroso y aturdido. Al menos el dolor anterior ha servido de algo. Ha conseguido apartar (por ahora) esa puta ilusión que es la que aparece en algunas de mis pesadillas recurrentes. Al observar mis manos ya no son garras, vuelven a ser normales. Al tocarme la cara, con cierto esfuerzo al estar todavía bajo el control de la habilidad de Rhaegar, también compruebo que mis sentidos no me engañan (o eso creo), comprobando que todo vuelve a estar donde debe estar.
Alzo la vista del suelo para buscar a mis compañeros de viaje, encontrando a Rhaegar a unos metros de mí. Todavía no me ha liberado, por lo que no puedo moverme. Tampoco tengo claro que sea él el que me está reteneniendo. Le lanzo una mirada de disculpa por lo anterior, por mi intento de ataque, todavía muy confuso por lo que está sucediendo. Es más...¿puede que siga siendo licántropo y yo me esté viendo en mi forma humana? ¿Me estará viendo él como soy? ¿o cómo cojones soy realmente ahora, qué soy?. La voz de Catherine me saca un poco de mis rayantes pensamientos, así que tomo su voz como una especie de punto de anclaje a la realidad. No sé a quién cojones se dirige, pero está hablando en malos términos de su hermana Layla, con cierto resentimiento y rabia. - Cat...- murmuro en voz baja al principio, de tal manera que es muy improbable que me escuche. Si pudiese moverme me acercaría a ella, intentaría hacer algo. Alzo un poco más la voz, esperando que ella me escuche. No sé lo que estará viendo o con quién estará hablando, pero que hable de cosas relacionadas con recuerdos dolorosos del pasado me da muy mala espina teniendo en cuenta la situación en la que estamos y el maldito sitio al que vamos. - ¡ Catherine! ¡Sea lo que sea no entres en el juego! ¡Has venido aquí para buscar tu futuro, no para enfrentarte una y otra vez al puto pasado! Deja en paz a los muertos y vive tu vida.- No estoy seguro de que le haya llegado algo de lo que he dicho, aunque espero que así sea. El crujido de unas tablas de madera me hace desviar la mirada hacia la puerta por la que comienzan a aparecer unos cuantos huargos de amenazantes fauces, de aspecto casi infernal. Sigo paralizado, ya no sé si por lo que hace Rhaegar o por miedo, pero una especie de sonrisa irónica cruza mi rostro. Sería curioso morir devorado por lobos similares al que me transformo. Irónico. Ojalá fuese cierta en este caso una frase que leí no sé dónde hará ya algún tiempo....
"Échame a los lobos y volveré siendo el líder de la manada."
Rhaegar Le Fay
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El lobo se detuvo, gracias a mi control sobre su sangre, y gracias a Catherine, que lo hizo proferir un terrible grito....Mis ojos se aclaran y vuelvo a ver al chico moreno que habia conocido, ese Hacksaw grano en el culo okupa de las narices. Pero casi me alegro de verlo en su estado humano, como pense, habia sido una ilusion.
Pero Max y Cat tienen serios problemas. Ella se planta entre el y la sirena, y contemplo su figura, casi regia, sus cabellos azabache....odiaria mantener ese recuerdo de ella ahi plantada y combatiente en mi memoria asociado a un sentimiento de admiracion.
Pero la voz de Stavron, mi padre, resuena con una de sus enigmaticas frases, y oigo jaleo venir por una puerta.
"Padre...aprecio tus esfuerzos por matarnos una vez muerto"
Esbozo una sonrisa, similar a la de Ian, pero por motivos distintos. Ceso en mi control de la sangre sobre él y me pongo en pie. Si tuviera idea de que hacer...
-Pelea!
Los lobos se nos echan encima y lo unico que se me ocurre es conjurar una barrera magica defensiva, que parece frenarlos....unos segundos nada mas. Tengo que retroceder bruscamente, soltando un "joder" por la bajo, y usar un conjuro de repulsion para apartar la zarpa de uno de ellos que quiere ir a por mi cabeza.
-CAT! ...Maxwell! Deshaced la trampa!!!!!!
"HE SACRIFICADO MI GUITARRA Y MI EGO EN ESTA MISION Y NO PIENSO MORIR"
Pero Max y Cat tienen serios problemas. Ella se planta entre el y la sirena, y contemplo su figura, casi regia, sus cabellos azabache....odiaria mantener ese recuerdo de ella ahi plantada y combatiente en mi memoria asociado a un sentimiento de admiracion.
Pero la voz de Stavron, mi padre, resuena con una de sus enigmaticas frases, y oigo jaleo venir por una puerta.
"Padre...aprecio tus esfuerzos por matarnos una vez muerto"
Esbozo una sonrisa, similar a la de Ian, pero por motivos distintos. Ceso en mi control de la sangre sobre él y me pongo en pie. Si tuviera idea de que hacer...
-Pelea!
Los lobos se nos echan encima y lo unico que se me ocurre es conjurar una barrera magica defensiva, que parece frenarlos....unos segundos nada mas. Tengo que retroceder bruscamente, soltando un "joder" por la bajo, y usar un conjuro de repulsion para apartar la zarpa de uno de ellos que quiere ir a por mi cabeza.
-CAT! ...Maxwell! Deshaced la trampa!!!!!!
"HE SACRIFICADO MI GUITARRA Y MI EGO EN ESTA MISION Y NO PIENSO MORIR"
Sosteniendo aquel escudo puede sentir como se drena su energía. Mantenerlo es cuestión vital, pero ¿Qué tanta vitalidad tendría la señorita Le Fay? La voz de Ian retumba en sus oídos y Catherine gira para mirarlo, convertido nuevamente en el ser humano que era por naturaleza. Sus ojos de colores, brillantes faroles de luz que alumbran en la oscuridad, se posan en los de él escuchando las palabras sobre su pasado. Su pasado, el dolor. Un dolor que había roto la ilusión de Ian, que había roto su propia pesadilla.
Pesadilla.
Los ojos de Catherine se fijaron en Max, que ya no era él sino Dream y no pudo evitar mirarse los pies. Se preguntarían ¿Por qué sus pies? Porque en sus pesadillas los zarcillos de oscuridad salían de ahí y ahí regresaban con la presencia del maestro de las ilusiones y la oniromancia. La mirada de la joven se fija en los felinos ojos del aprendiz de su padre con una ligera mueca al escuchar la voz de Stavron como un eco en su propia cabeza.
-Lo conviertes en algo que puedes manejar.
Dijo, como si se le hubiese encendido el foco. Su postura se vuelve erguida y perfecta, una que hasta su madre Elise hubiese halagado. Pero la mirada sigue en sus pies, que patean el piso cuando los canes intentan romper la puerta y siente cómo este se tambalea. Sí. Se tambalea como si se tratara de un temblor. De acuerdo, tenía que pensar. Tenía a la sirena succionadora y a los lobos feroces. Rhaegar le grita y Catherine frunce el ceño porque no sabe bien que defender primero: Ian y Rhaegar o Max?
Opta por el segundo.
La sirena, rubia y mística, se roba la mirada de Catherine quien empieza a caminar hacia ella manteniendo lo que queda del escudo que comienza a resquebrajarse. No necesita de hechizos por el momento, su mente inicia la mutación de aquella ilusión. La mano que no sostiene el escudo se mueve con fiereza hacia ella antes de cerrarse en un puño, haciendo que la garganta de la sirena se cierre sobre sí misma. Catherine casi pudo oír lo que creyó eran pequeños huesos rompiéndose.
-Entenderás porqué-
Musitó antes de liberar la mano generando una explosión que nació desde el centro de aquella figura. No había nada más delicioso para Catherine que ver aquellas lenguas de fuego carcomiendo lo que parecía piel y hebras de dorado cabello. La explosión, sin embargo, era controlada por la hechicera que no dudó un ápice en hacer que la figura envuelta en fuego sobrevolara por su cabeza directo hacia los canes. Una pérfida sonrisa se veía en sus labios rojos. Sin duda, cuando se trataba de sus amigos no había escena lo suficientemente cruel. No, todo era hermoso.
El corazón de Catherine latía tan fuerte que le dolía el pecho. El anillo Le Fay en su dedo empezaba a quemarle por el gasto de energía. Desde sus pies, a medida que caminaba hacia Max, los zarcillos de oscuridad se extendían convirtiendo todo a su alrededor en oscura negrura. Como si de Nyx se tratase, la diosa nocturna cubrió con su manto lo que en otrora había sido un teatro para dejar un lienzo negro nuevo en el que pintar...Cuando tuviese tiempo. Le tocó suavemente la garganta -Eres libre- Ordenó a la ilusión que lo mantenía preso a desaparecer. Acarició la piel de ahí con el pulgar antes de que sus ojos miraran hacia Ian y Rhaegar, los canes. Los canes.
Esta vez fue Catherine quien convirtió a Ian en licántropo, pero evitándole el dolor, solamente transformando su imagen para que fuese aquel lobo que ella tan bien conocía y que tan feroz era cuando quería.
“Entonces conviértete en el líder que debes ser”
Dijo, sin más, pensando que también aquella unión entre ambos “ians” permitiría que comprendiera más su forma de lobo. No por ello dejó en banda a su hermano. Ladeó suavemente la cabeza moviendo sus dedos para que todo a su alrededor volviera a convertirse en aquella espesa negrura que imitaba el vacío que descendía al Tártaro. Inamovible, intenso, como si el tiempo allí no pasara. Los canes que iban directo a él se cayeron en dicho vacío dejando a Ian uno contra uno.
Entonces Catherine soltó la garganta de Max y dejó de canalizar la escasa energía que tenía.
Pesadilla.
Los ojos de Catherine se fijaron en Max, que ya no era él sino Dream y no pudo evitar mirarse los pies. Se preguntarían ¿Por qué sus pies? Porque en sus pesadillas los zarcillos de oscuridad salían de ahí y ahí regresaban con la presencia del maestro de las ilusiones y la oniromancia. La mirada de la joven se fija en los felinos ojos del aprendiz de su padre con una ligera mueca al escuchar la voz de Stavron como un eco en su propia cabeza.
-Lo conviertes en algo que puedes manejar.
Dijo, como si se le hubiese encendido el foco. Su postura se vuelve erguida y perfecta, una que hasta su madre Elise hubiese halagado. Pero la mirada sigue en sus pies, que patean el piso cuando los canes intentan romper la puerta y siente cómo este se tambalea. Sí. Se tambalea como si se tratara de un temblor. De acuerdo, tenía que pensar. Tenía a la sirena succionadora y a los lobos feroces. Rhaegar le grita y Catherine frunce el ceño porque no sabe bien que defender primero: Ian y Rhaegar o Max?
Opta por el segundo.
La sirena, rubia y mística, se roba la mirada de Catherine quien empieza a caminar hacia ella manteniendo lo que queda del escudo que comienza a resquebrajarse. No necesita de hechizos por el momento, su mente inicia la mutación de aquella ilusión. La mano que no sostiene el escudo se mueve con fiereza hacia ella antes de cerrarse en un puño, haciendo que la garganta de la sirena se cierre sobre sí misma. Catherine casi pudo oír lo que creyó eran pequeños huesos rompiéndose.
-Entenderás porqué-
Musitó antes de liberar la mano generando una explosión que nació desde el centro de aquella figura. No había nada más delicioso para Catherine que ver aquellas lenguas de fuego carcomiendo lo que parecía piel y hebras de dorado cabello. La explosión, sin embargo, era controlada por la hechicera que no dudó un ápice en hacer que la figura envuelta en fuego sobrevolara por su cabeza directo hacia los canes. Una pérfida sonrisa se veía en sus labios rojos. Sin duda, cuando se trataba de sus amigos no había escena lo suficientemente cruel. No, todo era hermoso.
El corazón de Catherine latía tan fuerte que le dolía el pecho. El anillo Le Fay en su dedo empezaba a quemarle por el gasto de energía. Desde sus pies, a medida que caminaba hacia Max, los zarcillos de oscuridad se extendían convirtiendo todo a su alrededor en oscura negrura. Como si de Nyx se tratase, la diosa nocturna cubrió con su manto lo que en otrora había sido un teatro para dejar un lienzo negro nuevo en el que pintar...Cuando tuviese tiempo. Le tocó suavemente la garganta -Eres libre- Ordenó a la ilusión que lo mantenía preso a desaparecer. Acarició la piel de ahí con el pulgar antes de que sus ojos miraran hacia Ian y Rhaegar, los canes. Los canes.
Esta vez fue Catherine quien convirtió a Ian en licántropo, pero evitándole el dolor, solamente transformando su imagen para que fuese aquel lobo que ella tan bien conocía y que tan feroz era cuando quería.
“Entonces conviértete en el líder que debes ser”
Dijo, sin más, pensando que también aquella unión entre ambos “ians” permitiría que comprendiera más su forma de lobo. No por ello dejó en banda a su hermano. Ladeó suavemente la cabeza moviendo sus dedos para que todo a su alrededor volviera a convertirse en aquella espesa negrura que imitaba el vacío que descendía al Tártaro. Inamovible, intenso, como si el tiempo allí no pasara. Los canes que iban directo a él se cayeron en dicho vacío dejando a Ian uno contra uno.
Entonces Catherine soltó la garganta de Max y dejó de canalizar la escasa energía que tenía.
Maxwell Blake
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¿Qué? De nuevo… ¿Qué? ¿Por qué de todas las posibilidades le tocaba él y justo a él tener que pasar por objetivo de una sirena representando la imagen de quien podría ser su melliza si ella viviera? Luego todo se hizo gris, o marrón, o una conjunción de esos dos colores. De un momento a otro respirar era una labor imposible que quemaba el pecho por dentro. Intentó llamar solo para encontrar que no tenía voz, que el mero gasto de aire empeoraba la situación y llenaba de puntos negros su escasa visión. No escuchaba nada salvo un constante pitido estridente como al dejar el teléfono descolgado. ¿Qué había ocurrido para caer de tal manera? Por primera vez en su vida no tenía idea ni manera de formular una hipótesis, intentar moverse era un suplicio que no quería repetir. Entre tanto el aire le abandonaba, podía sentir una resequedad debajo de la piel, sus pulmones imaginados en semejanza a una bolsa de plástico a la cual le habían quitado el contenido, privado de su esencia vital.
Lo único distinto era la humedad, una a la cual no pudo darle más origen que a sus propios ojos ¿Era esa agonía lo que significa morir? En ese limbo, en aquél instante deseó más la suerte de una maldición imperdonable que el desconcierto de una muerte súbita. Intentó patalear, dar vida a la imagen de Dream pero todo nervio se sentía bañado en cemento, rígido e inamovible, convertido en un cadáver. Entonces aquél pitido se mezclaba con una arrulladora música de fondo. Era eso, su hermana venía a buscarle para llevarle con ella y él no podía luchar. Estaba acabado. Estaba...
Una silueta oscura eclipsó lo poco de luz que aún poseía. Fueron motas de un sabor muy particular y golpes que quemaron por dentro como si hubiese tragado brasas al rojo vivo. Llegó sin aviso la frescura de menta y café, el infierno reemplazado por una calidez hospitalaria que le hizo buscar más de ello. Uno, dos, tres. Sentía desaparecer la resequedad de su boca cada vez que contaba en esos perfectos intervalos. Sabía que estaba sonriendo, y para cuando la idea tomó cimiento en su cabeza sintió el soltar de una mano que le devolvió a la realidad. Catherine lo había hecho. ¿Cómo es que dice el dicho?
Un regente es tan bueno como los consejeros que posee.
-Buen trabajo- Y debidamente no incluyó al dúo masculino en su felicitación, la chica morena se había ganado toda su atención como si se tratara de un faro en plena pesadilla – Pero aún no has terminado- El teatro estaba roto, consumido por el fuego que desnuda una habitación hecha completamente de piedra pulida. No existe la madera, los lobos son un conjunto de huesos que antes de desvanecer se acomodaban a pies de proclamado Alfa.
-Hay un secreto en el escudo familiar, Stavron me lo dijo una vez. Para identificar a quien perteneció una reliquia o quien ha sido el creador de tal conjuro en la línea Le Fay- Allí al final grabado a relieve en la piedra la heráldica ajena se mostraba en todo su esplendor – Una firma de sombras, los libros siempre han sido algo anticuados para pasar de mano en mano – un sutil movimiento hizo destellar el relieve como si lo hubiese espolvoreado en purpurina de plata, mostrando una perfecta S contenida en el símbolo- Tu padre, siempre tan imaginativo. Pero él no será el único con trampas aquí debajo. Ven, es hora –dijo y casi no le dio tiempo a respuesta para tomar su muñeca y presionar la mano de la joven contra la fría roca- Puedes clamar este sitio, instalar tu propia prueba, darle vida a tu voluntad… o dejarlo como estaba. Es tu decisión – y como en ello realmente no tenía voto le dejó hacer, ignorante de la trampa en la trampa aunque jamás admitiría la ignorancia. Solo era cierto que al finalizar aquella S sería un recuerdo erosionado convertido en perfecta C.
Arrastrados sin remedio en cuanto la voluntad de la chica fue echa, dejando atrás a saber qué escenario. Parecen haber caído en una profundidad de oscuridad absoluta. No hay sonidos pero el tacto de una mano contra otra revela que aún permanecen los dos juntos – Ignis fatuus- susurra muy bajo el hombre y un trío de llamas danzarinas de un verde inmaculado dan color al recinto – Esto es antiguo. Muy antiguo – informó sacando unas pequeñas gafas que colocó sobre sus ojos, permitiendo ver con mayor claridad la magia circundante- Le Fay antiguo- aclaró con los vellos de la nuca erizándose en imitación al animal – Pies de plomo Cath – pidió en voz baja, desconfiado hasta de cada baldoza cuando al parecer el camino seguía hacia adelante. – Hemos perdido a los otros-
La magia los escupe con desprecio el sudor adherido a la piel tras obligado dolor y esfuerzo. La oscuridad es perpetua, casi hambrienta y helada. Roca vieja, desgastada en finas grietas que solo se ven en absoluta cercanía. El viento sopla, el aire lleva palabras.
- ¡Ian! - Grita su hermana.
- ¡Rhaegar!- Grita su hermano.
Lo siguiente es el pesado arrastrar de algo metálico pesado, muy pesado y con debido filo.
Lo único distinto era la humedad, una a la cual no pudo darle más origen que a sus propios ojos ¿Era esa agonía lo que significa morir? En ese limbo, en aquél instante deseó más la suerte de una maldición imperdonable que el desconcierto de una muerte súbita. Intentó patalear, dar vida a la imagen de Dream pero todo nervio se sentía bañado en cemento, rígido e inamovible, convertido en un cadáver. Entonces aquél pitido se mezclaba con una arrulladora música de fondo. Era eso, su hermana venía a buscarle para llevarle con ella y él no podía luchar. Estaba acabado. Estaba...
Una silueta oscura eclipsó lo poco de luz que aún poseía. Fueron motas de un sabor muy particular y golpes que quemaron por dentro como si hubiese tragado brasas al rojo vivo. Llegó sin aviso la frescura de menta y café, el infierno reemplazado por una calidez hospitalaria que le hizo buscar más de ello. Uno, dos, tres. Sentía desaparecer la resequedad de su boca cada vez que contaba en esos perfectos intervalos. Sabía que estaba sonriendo, y para cuando la idea tomó cimiento en su cabeza sintió el soltar de una mano que le devolvió a la realidad. Catherine lo había hecho. ¿Cómo es que dice el dicho?
Un regente es tan bueno como los consejeros que posee.
-Buen trabajo- Y debidamente no incluyó al dúo masculino en su felicitación, la chica morena se había ganado toda su atención como si se tratara de un faro en plena pesadilla – Pero aún no has terminado- El teatro estaba roto, consumido por el fuego que desnuda una habitación hecha completamente de piedra pulida. No existe la madera, los lobos son un conjunto de huesos que antes de desvanecer se acomodaban a pies de proclamado Alfa.
-Hay un secreto en el escudo familiar, Stavron me lo dijo una vez. Para identificar a quien perteneció una reliquia o quien ha sido el creador de tal conjuro en la línea Le Fay- Allí al final grabado a relieve en la piedra la heráldica ajena se mostraba en todo su esplendor – Una firma de sombras, los libros siempre han sido algo anticuados para pasar de mano en mano – un sutil movimiento hizo destellar el relieve como si lo hubiese espolvoreado en purpurina de plata, mostrando una perfecta S contenida en el símbolo- Tu padre, siempre tan imaginativo. Pero él no será el único con trampas aquí debajo. Ven, es hora –dijo y casi no le dio tiempo a respuesta para tomar su muñeca y presionar la mano de la joven contra la fría roca- Puedes clamar este sitio, instalar tu propia prueba, darle vida a tu voluntad… o dejarlo como estaba. Es tu decisión – y como en ello realmente no tenía voto le dejó hacer, ignorante de la trampa en la trampa aunque jamás admitiría la ignorancia. Solo era cierto que al finalizar aquella S sería un recuerdo erosionado convertido en perfecta C.
Maxwell y Catherine
Arrastrados sin remedio en cuanto la voluntad de la chica fue echa, dejando atrás a saber qué escenario. Parecen haber caído en una profundidad de oscuridad absoluta. No hay sonidos pero el tacto de una mano contra otra revela que aún permanecen los dos juntos – Ignis fatuus- susurra muy bajo el hombre y un trío de llamas danzarinas de un verde inmaculado dan color al recinto – Esto es antiguo. Muy antiguo – informó sacando unas pequeñas gafas que colocó sobre sus ojos, permitiendo ver con mayor claridad la magia circundante- Le Fay antiguo- aclaró con los vellos de la nuca erizándose en imitación al animal – Pies de plomo Cath – pidió en voz baja, desconfiado hasta de cada baldoza cuando al parecer el camino seguía hacia adelante. – Hemos perdido a los otros-
Ian y Rhaegar
La magia los escupe con desprecio el sudor adherido a la piel tras obligado dolor y esfuerzo. La oscuridad es perpetua, casi hambrienta y helada. Roca vieja, desgastada en finas grietas que solo se ven en absoluta cercanía. El viento sopla, el aire lleva palabras.
- ¡Ian! - Grita su hermana.
- ¡Rhaegar!- Grita su hermano.
Lo siguiente es el pesado arrastrar de algo metálico pesado, muy pesado y con debido filo.
Por fin cesa el control de mi sangre por parte de Rhaegar, permitiendo que pueda moverme de una vez por todas, o al menos no estar tan paralizado, porque dada la situación no sé ni qué hacer. Por suerte el hermano Le Fay borde anda más rápido, conjurando una barrera mágica temporal en lo que yo termino de recomponerme de todo lo anterior. No digo nada, pero le lanzo una fugaz mirada de agradecimiento. Las fauces han estado demasiado cerca, y no tardarán en volver a atacar. Voy a proponer algún plan de ataque, pero los juegos mentales de Catherine vuelven a hacer de las suyas. Ha debido leer mi pensamiento anterior, evidentemente, ya que me pida que me convierta en el líder de esta manada que amenaza con destrozarnos. ¿Pero realmente es esto así? Ya no tengo ni idea de lo que es real y lo que no, lo que puede dañarnos físicamente o lo nos destrozará la mente. El estado de confusión es tal que estoy totalmente desubicado. Esto no es mi fuerte, lo mío es lo físico, lo tangible. Prefiero sentir un dolor real y sangrar de verdad porque al menos así puedo pelear y actuar. Aquí no hay defensa posible.
Paso de mi forma normal a la forma de licántropo nuevamente, aunque esto debe ser de nuevo otra alteración de la mente, alguna ilusión. En esta ocasión no siento dolor alguno, algo inusual y que no ha sucedido jamás. La percepción que tengo de mí mismo ahora mismo es totalmente diferente. Dejando de lado el dolor y los instintos asesinos salvajes soy capaz de tomar control de mí mismo. En estas condiciones sí puedo enfrentarme a los furiosos cánidos, quedando además en un uno contra uno tras eliminar Catherine al resto, que son absorbidos por una especie de oscuridad. Mi enfrentamiento comienza tanteando al rival, girando en círculos lentamente uno frente a otro, mostrando las fauces de manera agresiva.
Un líder de la manada debe dominar a los enemigos, así que no defraudaré a Catherine, en esta ocasión me veo capaz de hacerlo, aunque no sea la realidad. Unos cuantos zarpazos y probaturas previas preceden a la pelea. Apenas cinco segundos después salto sobre el rival, dirigiéndome de manera certera y brutal hacia la yugular. Al atraparlo lo estampo violentamente contra el suelo, clavando una de mis garras en su lomo para sujetarlo, mientras mis dientes se hunden más y más en su cuello. El calor de la sangre que mana de la herida parece tan real...
Consigo la victoria, alzándome ensangrentado e imponente sobre el cuerpo del lobo muerto. Rápidamente se convierte en simples huesos, al igual que rápidamente dejo de verme como el lobo que era hasta hace un momento. El escenario del teatro destrozado vuelve a presentarse ante nosotros, ahora sin seres que amenacen seriamente nuestra existencia. Comienzo a estar algo agotado mentalmente, ¿o también es físicamente?. Después miro al resto para ver que siguen de una pieza, al menos de aspecto exterior. Resoplo pesadamente al escuchar a Rhaegar decir que Catherine aún no ha terminado, preguntándome cuánto más tendrá que hacer la pobre para poder por fin reclamar el castillo como heredera. ¿No les habría bastado con escribir un testamento? Su padre debía ser un tipo retorcido. Una vez más veo que la toma por la muñeca, por lo que frunzo el ceño levemente. No se separa de ella ni un segundo, aunque sea por rollos de magia y demás. - Quédate con este sitio de una puñetera vez y haz tu voluntad. Que sea más fuerte que la de quien ya no está aquí. - le pido con voz algo ronca, esperando que tenga la determinación necesaria para lograrlo. Tras estas palabras todo se desvanece...
Una desagradable sensación de estar cayendo se agarra a mi estómago, hasta que tras unos segundos eternos parece llegar al final. Una angustiosa y envolvente oscuridad me rodea, imposibilitando cualquier tipo de visión. Mi cuerpo comienza a resentirse por el cansancio y el dolor, costándome ponerme en pie. Pero eso no es lo que más me preocupa en este momento. Temo más a lo que no puedo ver. Murmuro los nombres de mis compañeros de viaje, especialmente el de Catherine, acabando por gritar a pleno pulmón cuando no me responde más que el silencio. Pero eso termina pronto. Quedo como paralizado al escuchar la voz de Chloe, gritando también mi nombre. - No...no puede ser. Ella no estaba aquí. No ha venido...¿Chloe? - el sonido de algo metálico arrastrándose hacia nosotros me pone en guardia, aunque no sé a dónde mirar. Trato de tirar de sentidos agudizados por mi condición de licántropo, pero no creo que sea suficiente, menos si estoy solo. Por suerte todavía llevo mis cimitarras encima, aunque de poco me ayudarán contra algo que no sea real. O puede que ni siquiera haya ilusiones alrededor y todo sea una movida de mi mente. - Joder...nos quieren volver locos.
Paso de mi forma normal a la forma de licántropo nuevamente, aunque esto debe ser de nuevo otra alteración de la mente, alguna ilusión. En esta ocasión no siento dolor alguno, algo inusual y que no ha sucedido jamás. La percepción que tengo de mí mismo ahora mismo es totalmente diferente. Dejando de lado el dolor y los instintos asesinos salvajes soy capaz de tomar control de mí mismo. En estas condiciones sí puedo enfrentarme a los furiosos cánidos, quedando además en un uno contra uno tras eliminar Catherine al resto, que son absorbidos por una especie de oscuridad. Mi enfrentamiento comienza tanteando al rival, girando en círculos lentamente uno frente a otro, mostrando las fauces de manera agresiva.
Un líder de la manada debe dominar a los enemigos, así que no defraudaré a Catherine, en esta ocasión me veo capaz de hacerlo, aunque no sea la realidad. Unos cuantos zarpazos y probaturas previas preceden a la pelea. Apenas cinco segundos después salto sobre el rival, dirigiéndome de manera certera y brutal hacia la yugular. Al atraparlo lo estampo violentamente contra el suelo, clavando una de mis garras en su lomo para sujetarlo, mientras mis dientes se hunden más y más en su cuello. El calor de la sangre que mana de la herida parece tan real...
Consigo la victoria, alzándome ensangrentado e imponente sobre el cuerpo del lobo muerto. Rápidamente se convierte en simples huesos, al igual que rápidamente dejo de verme como el lobo que era hasta hace un momento. El escenario del teatro destrozado vuelve a presentarse ante nosotros, ahora sin seres que amenacen seriamente nuestra existencia. Comienzo a estar algo agotado mentalmente, ¿o también es físicamente?. Después miro al resto para ver que siguen de una pieza, al menos de aspecto exterior. Resoplo pesadamente al escuchar a Rhaegar decir que Catherine aún no ha terminado, preguntándome cuánto más tendrá que hacer la pobre para poder por fin reclamar el castillo como heredera. ¿No les habría bastado con escribir un testamento? Su padre debía ser un tipo retorcido. Una vez más veo que la toma por la muñeca, por lo que frunzo el ceño levemente. No se separa de ella ni un segundo, aunque sea por rollos de magia y demás. - Quédate con este sitio de una puñetera vez y haz tu voluntad. Que sea más fuerte que la de quien ya no está aquí. - le pido con voz algo ronca, esperando que tenga la determinación necesaria para lograrlo. Tras estas palabras todo se desvanece...
Una desagradable sensación de estar cayendo se agarra a mi estómago, hasta que tras unos segundos eternos parece llegar al final. Una angustiosa y envolvente oscuridad me rodea, imposibilitando cualquier tipo de visión. Mi cuerpo comienza a resentirse por el cansancio y el dolor, costándome ponerme en pie. Pero eso no es lo que más me preocupa en este momento. Temo más a lo que no puedo ver. Murmuro los nombres de mis compañeros de viaje, especialmente el de Catherine, acabando por gritar a pleno pulmón cuando no me responde más que el silencio. Pero eso termina pronto. Quedo como paralizado al escuchar la voz de Chloe, gritando también mi nombre. - No...no puede ser. Ella no estaba aquí. No ha venido...¿Chloe? - el sonido de algo metálico arrastrándose hacia nosotros me pone en guardia, aunque no sé a dónde mirar. Trato de tirar de sentidos agudizados por mi condición de licántropo, pero no creo que sea suficiente, menos si estoy solo. Por suerte todavía llevo mis cimitarras encima, aunque de poco me ayudarán contra algo que no sea real. O puede que ni siquiera haya ilusiones alrededor y todo sea una movida de mi mente. - Joder...nos quieren volver locos.
Rhaegar Le Fay
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Miro a mi hermana, sorprendido, con los ojos bien abiertos, una mueca con los labios separados y el ceño fruncido. Mentiria si dijese que me ha sentado bien que actue primero en defensa de Maxwell. Soy asi de egoista, yo. Eso a pesar de que entiendo que tiene que socorrer primero a ese porque se supone que pilota de ilusiones, al igual que ella, y perderlo seria...bueno, poco práctico.
Mi gesto se torna de nuevo frio, aunque con un deje de cabreo. Mi escudo sirvio para frenar a los licantropos el tiempo suficiente para que la sirena en llamas caiga sobre ellos y luego Ian haga el resto, con ayuda de la magia de mi hermana, ahora si.
La ilusion se desvanece....y yo respiro aliviado. Carraspeo, deseando estar en cualquier sitio menos ahi. Ojala no hubiese venido. Que le den al castillo, a la herencia, a mi no me interesaba en lo mas minimo. Que le den al apellido y a Stavron, a Elise y a los demas que se habian ido. En fin. Creo que incluso a Ian le importa mas que a mi, al oir lo que dice.
Con algo de amargura miro aquel escudo...hasta que Max parece activar alguna trampa, porque de pronto todo vuelve a cambiar. Siento como si cayera infinitamente, y de pronto, estoy rodeado de oscuridad. Lo tipico seria empezar a preguntar nombres de la gente que estaba contigo, pero...meeh.
Ian, ese si que esta conmigo. Porque lo oigo rayarse a consecuencia de las voces que oimos en el aire. Desmond....
-Ian, tranquilo.
Escucho atentamente la mierda esa siniestra de metal siendo arrastrado y viniendo hacia nosotros.
-Sea lo que sea, hemos caido en una trampa. Y lo peor es que ...no parece que Max y Cath se encuentren en la misma ilusion que nosotros. Eso quiere decir que estamos solos hasta que ellos consigan salir y puedan ayudarnos.
El viento sopla con fuerza.Elevo mi mano creando una pequeñita esfera de luz pronunciando el hechizo adecuado, viendo asi el paramo oscuro en el que nos encontramos...pero ni rastro de lo que quiera que sea que nos acecha ahora.
Mi gesto se torna de nuevo frio, aunque con un deje de cabreo. Mi escudo sirvio para frenar a los licantropos el tiempo suficiente para que la sirena en llamas caiga sobre ellos y luego Ian haga el resto, con ayuda de la magia de mi hermana, ahora si.
La ilusion se desvanece....y yo respiro aliviado. Carraspeo, deseando estar en cualquier sitio menos ahi. Ojala no hubiese venido. Que le den al castillo, a la herencia, a mi no me interesaba en lo mas minimo. Que le den al apellido y a Stavron, a Elise y a los demas que se habian ido. En fin. Creo que incluso a Ian le importa mas que a mi, al oir lo que dice.
Con algo de amargura miro aquel escudo...hasta que Max parece activar alguna trampa, porque de pronto todo vuelve a cambiar. Siento como si cayera infinitamente, y de pronto, estoy rodeado de oscuridad. Lo tipico seria empezar a preguntar nombres de la gente que estaba contigo, pero...meeh.
Ian, ese si que esta conmigo. Porque lo oigo rayarse a consecuencia de las voces que oimos en el aire. Desmond....
-Ian, tranquilo.
Escucho atentamente la mierda esa siniestra de metal siendo arrastrado y viniendo hacia nosotros.
-Sea lo que sea, hemos caido en una trampa. Y lo peor es que ...no parece que Max y Cath se encuentren en la misma ilusion que nosotros. Eso quiere decir que estamos solos hasta que ellos consigan salir y puedan ayudarnos.
El viento sopla con fuerza.Elevo mi mano creando una pequeñita esfera de luz pronunciando el hechizo adecuado, viendo asi el paramo oscuro en el que nos encontramos...pero ni rastro de lo que quiera que sea que nos acecha ahora.
Catherine se puso el cabello detrás de las orejas asintiendole a Max con una sonrisa pequeña. Ella también se sentía victoriosa, de alguna extraña manera haber logrado carcomer una ilusión de su padre tenía un regusto espectacular. No es que antes no lo hubiese hecho, de pequeña solía desentrañar sus laberintos incluso más rápido que Altair en ciertas ocasiones. Pero claro, ella era la artista de la familia, siempre buscando una arista diferente, viendo cosas que muchos pasaban por alto.
La siguiente frase de Max vino acompañado de un bajón de energía y de ánimo. Por su parte sabía que no se trataría de una sola prueba, pero aún así estaba algo agotada. Escucha claramente lo que dice, acercándose entonces al escudo familiar y desdibujando la S con sus dedos delgados y gráciles. La vista de la pelinegra se clava en la de Ian dándose cuenta de que él no entiende lo gratificante que ha sido para ella superar la prueba de su padre y que ese tipo de cosas eran lo único que seguía siendo parte de él en este mundo. Volvió la vista al escudo sin llegar a decidirse del todo pero comprendiendo que, al final de todo, ella no volvería a estar en esa situación ni a “disfrutarla” nuevamente.
“Deja en paz a los muertos y vive tu vida”
La Le Fay cerró los ojos lentamente y desató sobre la ilusión de su padre una propia que la había atormentado durante tanto tiempo. Las pesadillas que Max había controlado y que serían recurrentes para cualquier ilusionista. ¿Cómo vencer algo que atraviesa la magia? Tras aquello la oscuridad los absorbió. Catherine no pudo evitar gritar de susto, no fue largo, pero un chillido al fin y al cabo.
Los dedos alrededor de la mano de Max se tornaron fríos y dieron un apretón contra la mano ajena, poco antes de que el mismo cuerpo se acercara dejándolos hombro con hombro. La luz verde que ilumina el lugar sólo señala un camino y si no fuera porque ella misma percibe el remanente de magia antigua que le cosquillea desde los pies hasta el cuello, habría podido advertirle lo mismo a Max. Era antiguo muy antiguo.
No obstante, cuando la advertencia de Max sobre los demás Catherine se queda quieta y con el cuerpo rígido. Su primer instinto es buscarlos con su telepatía sin llegar a hacer contacto con ellos
-Rhae…-
Murmuró con la voz quebrada y tomó del brazo a Max para que no se moviera ni un ápice. Los ojos se le cargaron de lágrimas que en la oscuridad no se podían apreciar del todo. Tenía miedo de preguntar pero aún así debía saberlo. Su estómago se contrajo del miedo y un vacío claro en su corazón. Ian… Ian también. Se llevó la mano libre al rostro, a los ojos específicamente, mientras apoyaba la frente en el hombro de Max.
-¿Los hemos perdido para siempre? Dime que no… Por favor-
La siguiente frase de Max vino acompañado de un bajón de energía y de ánimo. Por su parte sabía que no se trataría de una sola prueba, pero aún así estaba algo agotada. Escucha claramente lo que dice, acercándose entonces al escudo familiar y desdibujando la S con sus dedos delgados y gráciles. La vista de la pelinegra se clava en la de Ian dándose cuenta de que él no entiende lo gratificante que ha sido para ella superar la prueba de su padre y que ese tipo de cosas eran lo único que seguía siendo parte de él en este mundo. Volvió la vista al escudo sin llegar a decidirse del todo pero comprendiendo que, al final de todo, ella no volvería a estar en esa situación ni a “disfrutarla” nuevamente.
“Deja en paz a los muertos y vive tu vida”
La Le Fay cerró los ojos lentamente y desató sobre la ilusión de su padre una propia que la había atormentado durante tanto tiempo. Las pesadillas que Max había controlado y que serían recurrentes para cualquier ilusionista. ¿Cómo vencer algo que atraviesa la magia? Tras aquello la oscuridad los absorbió. Catherine no pudo evitar gritar de susto, no fue largo, pero un chillido al fin y al cabo.
Los dedos alrededor de la mano de Max se tornaron fríos y dieron un apretón contra la mano ajena, poco antes de que el mismo cuerpo se acercara dejándolos hombro con hombro. La luz verde que ilumina el lugar sólo señala un camino y si no fuera porque ella misma percibe el remanente de magia antigua que le cosquillea desde los pies hasta el cuello, habría podido advertirle lo mismo a Max. Era antiguo muy antiguo.
No obstante, cuando la advertencia de Max sobre los demás Catherine se queda quieta y con el cuerpo rígido. Su primer instinto es buscarlos con su telepatía sin llegar a hacer contacto con ellos
-Rhae…-
Murmuró con la voz quebrada y tomó del brazo a Max para que no se moviera ni un ápice. Los ojos se le cargaron de lágrimas que en la oscuridad no se podían apreciar del todo. Tenía miedo de preguntar pero aún así debía saberlo. Su estómago se contrajo del miedo y un vacío claro en su corazón. Ian… Ian también. Se llevó la mano libre al rostro, a los ojos específicamente, mientras apoyaba la frente en el hombro de Max.
-¿Los hemos perdido para siempre? Dime que no… Por favor-
Maxwell Blake
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Maxwell y Catherine
La noche en un ritual perpetuo cae y cubre las paredes como una manta que evoca al plano de la vigilia. Parsimoniosa, la mano libre se mueve para ubicar un largo mechón oscuro tras la oreja, costumbre que ni que los años han sabido quitar a pesar de los intentos. Observa el revolotear de pestañas que marcan la espera de ansias contenidas, le sonríe, encontrando reflejos una persona que alguna vez tuvo en estima representado en las formas de su perfil. El silencio se hace sitio, considera las posibilidades puesto hay un mundo de ellas embebidas en cruentos caminos. La curvatura de los labios, una mueca minúscula que atisba una sonrisa hace apropiado telón para tal obra nocturna, repleta de oscuridad. Firme e inquebrantable ataja a la joven mujer con una mano por encima del hombro
-Las guerras y tribulaciones no son para quienes temen perder. Es sabio tener miedo, estar alerta pero esde ignorante el dejarse llevar por el mismo- soltó en una larga línea de aire, de consejos y recordatorios que tácitamente debía repetir para grabarlo a fuego la conciencia de la joven. Detuvo en seco, no por peligro sino para ubicarse frente a frente, tomándole de la barbilla en una obligación a mirarlo cara a cara- Nunca bajes la cabeza, que te vean llorar no importa, llegará el día en que podrás ahogarlos con la desdicha que has sentido- Dejó elevado su porte, nuevamente la rodeaba con parsimonia para seguir avanzando, erizado ante la oscura atmosfera que se respiraba.
Se oye el graznido y el desgarrar de la carne. Conforme el fuego verde avanza descubre un cuervo sobre un pedestal. Les mira, gira la cabeza de aquella manera que solo las aves logran y vuelve a graznar. Un montículo oscuro se levanta, abre las alas para dejar ver que no eran más que un par de docenas de cuervos sobre algo. Sobre alguien. Venas negras se marcan en su piel, los ojos en blanco, faltos de vida. Rhaegar era un perfecto festín para esa bandada muerta de hambre.
-Cuidado… - casi seseó serpentino con mirada brillante. Nada allí le daba buena espina, conocía de magias oscuras pero aquello estaba a un nivel de lo que te encuentras una o dos veces en toda la vida. El mayor carroñero bate las alas, se adelanta hacia donde la luz es más fuerte y en pleno vuelo se quiebra, expande, pasa de negro a un suave rosa de piel. Figura femenina llena de gracia, un manto de cabello del color más oscuro cubre su total desnudez en un casi fiel reflejo de Catherine.
-No era lo suficientemente fuerte, y estoy tan hambrienta… -dijo lamiendo sus dedos rojos hasta dejarlos limpios- Tranquila, tu sacrificio no será en vano. Serás usada para un buen fin, te lo aseguro. Volveré
Maxwell traga pesado y se interpone en algo que sabe ganará solo segundos- Maldita sea nuestra suerte pues al infierno hemos caído. Le Fay antiguo, casi tan antiguo como se puede… Morgana Le Fay.
Rhaegar e Ian
-¡Para! – pidió una tercera voz en perfecto tono al de Catherine. La luz se enciende por manos ajenas. Lo que parecía roca vieja no era menos que tejido, con grietas que recuerdan a arrugas en la piel. Todo estaba cubierto de ello, una falta total de gusto que al débil obliga a retorcer el estómago. El sonido sigue en crescendo, apenas pasando por aquella puerta una enorme mole con hombreras repletas de pinchos se acerca, hace presencia, rasga esa piel en un extraño sonido metálico. Colgando de la espalda, ensartados en uno de esos conos metálicos la extraña criatura acarrea a Chloe y Desmond; Catherine era una muñeca de trapo que se revolvía en su mano en busca de liberación.
-El arte lo es todo- dijo aquello en una voz profunda que creaba una disonancia sobre si misma- El arte hace sonreír, el arte es bello – continuó, arrancando a Desmond con su mano libre para pararlo como si fuera una marioneta, manipulando su cabeza con dos dedos y hacerlo hablar, había hilos tirantes que lo mantenían siempre sonriente - ¿No es eso verdad?
La voz de Rhaegar me hace sobresaltarme, todavía no sé si es otra de esas ilusiones o si es él realmente. La agobiante oscuridad no deja ver nada, así que saco las dos cimitarras de manera instintiva, dispuesto a liarme a golpes con lo que sea. No llego a atacar porque las siguientes palabras que dice parecen tener más sentido, confirmando lo que me temía. - Otra puta trampa de esas...odio las ilusiones y me están empezando a caer muuy mal los que las manejan. ¿Dónde habrán quedado ellos? - decido copiar la idea de Rhae, guardando un momento una de las cimitarras para crear una pequeña fuente de iluminación.
- Hasta que puedan ayudarnos...eso quiere decir que ahora mismo estamos vendidos. ¿Y ahora qué? - pregunto al aire con el ceño fruncido y bastante malhumorado, dejando ir la pequeña esfera de luz en cuanto la zona se ilumina por otros medios. Vuelvo a sacar la cimitarra que guarde, observando ahora con más detenimiento. El terreno en el que estamos parece más orgánico que otra cosa, y podría ser considerado de asqueroso para aquellos que no han tenido contacto con cosas más asquerosas todavía.
Otra voz conocida, esta vez la de Catherine, revelando su posición en manos de una enorme y desagradable criatura. Voy a lanzarme a ayudarla pensando que es ella, pero enseguida dudo al ver otras dos personas que no deberían estar aquí. Chloe y Desmond, también torturados por ese horrible ser. Me detengo en seco, extendiendo el brazo para evitar que Rhaegar corra, si es que lo ha intentado.
- Quieto. Es otra de esas malditas ilusiones. Ellos dos se fueron hace mucho, por suerte. No pueden ser ellos. Tampoco Catherine, falta el otro. - me refiero con el otro a Maxwell, que no se había separado de Catherine en todo el rato, con eso de que tenía que estar en contacto con ella. El grotesco espectáculo con Desmond hace que aparte la mirada de su marioneta, mirando directamente al monstruo. ¿Sirve de algo atacar físicamente a una cosa que no sé si existe o no? No lo creo...igual que no fue normal tampoco lo de antes, lo de los lobos.
- ¿Tienes que hacer esa mierda porque tienes complejo de feo? No me extraña, eres repugnante hasta para ser una ilusión. ¿Por qué no desapareces sin más? Le harías un favor al arte ese que tanto dices que te gusta. - me siento algo idiota hablando con algo supuestamente imaginario, y puede que con esto lo cabree más, pero no se me ocurre que más hacer en este sitio. - Rhae, ponte a cantar alguna gilipollez ridícula. Tengamos la mente ocupada con otras cosas, no le des espacio a nada más. Espero que en Ouroboros no fueseis tan rancios como para no saber ninguna canción absurda.
"Catherine...no sé dónde cojones estás, pero intenta al menos mantener el contacto mental con nosotros"
Ya me he comunicado a distancia con ella otras veces, o más bien ha sido ella la que ha entrado en mi mente y me ha encontrado. Confío en que esta vez haga lo mismo, ya sea para darnos instrucciones de lo que hacer o para pedir ayudar. Y también espero que el otro esté resultando útil y que esté con ella, por poco simpático que me resulte.
- Hasta que puedan ayudarnos...eso quiere decir que ahora mismo estamos vendidos. ¿Y ahora qué? - pregunto al aire con el ceño fruncido y bastante malhumorado, dejando ir la pequeña esfera de luz en cuanto la zona se ilumina por otros medios. Vuelvo a sacar la cimitarra que guarde, observando ahora con más detenimiento. El terreno en el que estamos parece más orgánico que otra cosa, y podría ser considerado de asqueroso para aquellos que no han tenido contacto con cosas más asquerosas todavía.
Otra voz conocida, esta vez la de Catherine, revelando su posición en manos de una enorme y desagradable criatura. Voy a lanzarme a ayudarla pensando que es ella, pero enseguida dudo al ver otras dos personas que no deberían estar aquí. Chloe y Desmond, también torturados por ese horrible ser. Me detengo en seco, extendiendo el brazo para evitar que Rhaegar corra, si es que lo ha intentado.
- Quieto. Es otra de esas malditas ilusiones. Ellos dos se fueron hace mucho, por suerte. No pueden ser ellos. Tampoco Catherine, falta el otro. - me refiero con el otro a Maxwell, que no se había separado de Catherine en todo el rato, con eso de que tenía que estar en contacto con ella. El grotesco espectáculo con Desmond hace que aparte la mirada de su marioneta, mirando directamente al monstruo. ¿Sirve de algo atacar físicamente a una cosa que no sé si existe o no? No lo creo...igual que no fue normal tampoco lo de antes, lo de los lobos.
- ¿Tienes que hacer esa mierda porque tienes complejo de feo? No me extraña, eres repugnante hasta para ser una ilusión. ¿Por qué no desapareces sin más? Le harías un favor al arte ese que tanto dices que te gusta. - me siento algo idiota hablando con algo supuestamente imaginario, y puede que con esto lo cabree más, pero no se me ocurre que más hacer en este sitio. - Rhae, ponte a cantar alguna gilipollez ridícula. Tengamos la mente ocupada con otras cosas, no le des espacio a nada más. Espero que en Ouroboros no fueseis tan rancios como para no saber ninguna canción absurda.
"Catherine...no sé dónde cojones estás, pero intenta al menos mantener el contacto mental con nosotros"
Ya me he comunicado a distancia con ella otras veces, o más bien ha sido ella la que ha entrado en mi mente y me ha encontrado. Confío en que esta vez haga lo mismo, ya sea para darnos instrucciones de lo que hacer o para pedir ayudar. Y también espero que el otro esté resultando útil y que esté con ella, por poco simpático que me resulte.
Rhaegar Le Fay
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Miro a Ian en plan "tu que coño haces" cuando saca las cimitarras y se pone en plan paranoico. Una parte de mi cabeza sabe a ciencia cierta que ha estado a punto de atacarme. Menos mal que se da cuenta a tiempo...
-Oh, no me digas? Aun no te caia mal Maxwell? - confirmo en voz alta,con una mirada un tanto desdeñosa.
Estoy a punto de responder a su pregunta de donde estaran ellos con un "yo que mierdas sé" pero entonces la luz del lugar aumenta, y me doy cuenta de que lo que parecia piedra, no es piedra. Parece mas bien pellejo reseco asqueroso. Casi me dan ganas de potar. Mi padre leia demasiado a Lovecraft, o que diablos pasaba en su cabeza? Por fin aparece la criatura dueña de aquel siniestro ruido, y no es menos desagradable....aun, por las marionetas que carga consigo. Mi primera reaccion es inevitable. Una mascara de furia se instala en mi rostro. El brazo de Ian, frente a mi pecho...no he dado un maldito paso pero el lobo ya se cree que voy a echar a correr contra el enemigo en plan suicida. No es mi estilo, que yo sepa. Resoplo y le bajo en brazo.
-No iba a hacer ninguna gilipollez de esas. Aun asi no es agradable de ver. - reconozco clavando mis ojos en Desmond, cuando la criatura lo hace sonreir y lo zarandea como si fuese un trapo. Ian se pone a debatir con la bestia. Lo cual me parece casi mas inteligente que atacarlo, la verdad. Pero...
-A ti quien te ha dado permiso para llamarme por un diminutivo?- le digo a Ian, cruzandome de brazos ante él. -Yo no te llamo Ia. O algo asi. Tu nombre no se puede acortar, no me jodas.
Ignoro un poco bastante a la bestia, discutiendo con Ian. Quiza no sea tan buena idea como cantar, quiza cantar sea una pesima idea. Quiza esto tambien lo sea. -Canciones? Tenia una guitarra. Me la he cargado matando arañas ahi afuera. Yo no canto si no es con guitarra.
Miro de reojo a la bestia. Aquella ilusion. A mis hermanos, tan reales ahi capturados. Me percato de la sangre que fluye por la palma de mi mano a causa de una herida que me habia hecho antes, un corte, al caerme probablemente. Con el control que puedo ejercer sobre la sangre hago que fluya mas hacia afuera, y que se solidifique en la palma de mi mano formando una lanza. Sin mirarle, me dirijo a Ian, pues mis ojos estan clavados en mi hermano.
-No se lo digas nunca a Desmond.- y arrojo la lanza contra el pecho de mi hermano, esperando que lo ensarte. Si esta ilusion queria jugar con mis sentimientos, va lista.
-Oh, no me digas? Aun no te caia mal Maxwell? - confirmo en voz alta,con una mirada un tanto desdeñosa.
Estoy a punto de responder a su pregunta de donde estaran ellos con un "yo que mierdas sé" pero entonces la luz del lugar aumenta, y me doy cuenta de que lo que parecia piedra, no es piedra. Parece mas bien pellejo reseco asqueroso. Casi me dan ganas de potar. Mi padre leia demasiado a Lovecraft, o que diablos pasaba en su cabeza? Por fin aparece la criatura dueña de aquel siniestro ruido, y no es menos desagradable....aun, por las marionetas que carga consigo. Mi primera reaccion es inevitable. Una mascara de furia se instala en mi rostro. El brazo de Ian, frente a mi pecho...no he dado un maldito paso pero el lobo ya se cree que voy a echar a correr contra el enemigo en plan suicida. No es mi estilo, que yo sepa. Resoplo y le bajo en brazo.
-No iba a hacer ninguna gilipollez de esas. Aun asi no es agradable de ver. - reconozco clavando mis ojos en Desmond, cuando la criatura lo hace sonreir y lo zarandea como si fuese un trapo. Ian se pone a debatir con la bestia. Lo cual me parece casi mas inteligente que atacarlo, la verdad. Pero...
-A ti quien te ha dado permiso para llamarme por un diminutivo?- le digo a Ian, cruzandome de brazos ante él. -Yo no te llamo Ia. O algo asi. Tu nombre no se puede acortar, no me jodas.
Ignoro un poco bastante a la bestia, discutiendo con Ian. Quiza no sea tan buena idea como cantar, quiza cantar sea una pesima idea. Quiza esto tambien lo sea. -Canciones? Tenia una guitarra. Me la he cargado matando arañas ahi afuera. Yo no canto si no es con guitarra.
Miro de reojo a la bestia. Aquella ilusion. A mis hermanos, tan reales ahi capturados. Me percato de la sangre que fluye por la palma de mi mano a causa de una herida que me habia hecho antes, un corte, al caerme probablemente. Con el control que puedo ejercer sobre la sangre hago que fluya mas hacia afuera, y que se solidifique en la palma de mi mano formando una lanza. Sin mirarle, me dirijo a Ian, pues mis ojos estan clavados en mi hermano.
-No se lo digas nunca a Desmond.- y arrojo la lanza contra el pecho de mi hermano, esperando que lo ensarte. Si esta ilusion queria jugar con mis sentimientos, va lista.
“Ahogarlos con la desdicha que has sentido…”
Catherine alzó sus ojos hacia Maxwell y con la mirada aún anegada en lágrimas. Ella podría ahogarlos a todo. Era cierto. La desesperanza, la tristeza, el dolor...Había sufrido tantas pérdidas, tanto desasosiego que podría reproducir aquel sentimiento de vacío y frío en el corazón con tanta exactitud que los llevaría a todos a morirse. Sería tan fácil sólo dejarse llevar y demostrarles lo cruel que había sido la vida. La vida y el Consejo de los Descendientes.
Volvió su vista hacia el frente cuando un el cuervo grazna, casi temiendo que se tratase de Donovan, pero no. Este es más grande, más fuerte, más...malévolo. Catherine frunce el ceño escasos segundos mientras su nariz percibe la fetidez del ambiente, ese olor dulzón de la muerte que eriza su piel. ¿Los tendría ahí al frente? ¿A Ian? ¿A Rhaegar? Se cuestionó con temor y cuando los cuervos alzaron vuelo se cubrió con el brazo por pura inercia. El cuidado de Max la hizo darse cuenta de que estaba caminando hacia el lugar donde se encontraba su hermano muerto.
En sus venas la sangre negra y corrupta se había quedado estancada y Catherine observó los ojos sin vida de su hermano como un golpe en el estómago pero fue la figura de Morgana la que se elevó delante de ella, con aquel aire de superioridad que mientras se lamía los dedos. Catherine no sintió rencor o ira. Mirar a la mujer que tan parecida era a ella le causo impresión, sin duda. Más aún cuando habló del sacrificio.
Catherine no corrió al lado de Rhaegar, se quedó con los pies anclados en el piso -Hay un error- Murmuró concienzudamente mientras fruncia el ceño -Hay un error - Volvió a decir antes de mirar a Max -Está planeando jugar con mi cabeza por Rhaegar, pero también habría puesto a Ian. Morgana no habría sacrificado a Rhaegar si tenía a Ian. Rhaegar es mi heredero, es más Le Fay que Desmond y yo juntos. Controla la sangre y tiene poder sobre esta. Es experto en Artes Oscuras, es natural en él. Es diferente a Desmond y a mí. Es más Le Fay- Mencionó Catherine en un torrente verbal que no paraba.
Se acercó a Maxwell negando con la cabeza -No… Esto no debe ser de Morgana, Morgana, Morgana per sé. No lo sé, Max. No me cierra- Se frotó las manos con fiereza, con nerviosismo. Era una ilusión, de eso estaba segura. Morgana planeaba hacerle sentir miedo demostrando su poderío sobre su linaje, pero era incoherente. Morgana deseaba que su apellido se perpetuara y teniendo a Ian ahí, podría haberlo sacrificado a él y le llegaría de la misma manera a Catherine.
La respuesta le vino tan contundente que se mareó. De la nada cambió su posición y se colocó a la derecha de Max, pero con el pecho hacia su brazo. -Triángulo- Murmuró y después observó hacia el lugar donde había estado Ian y Rhaegar hace escasos minutos -Estamos en un rombo- Mencionó dando un par de pasos hacia la dirección de su hermano y su amigo -Ellos están en un… ¿En un círculo? No…- Se llevó las manos a la sien tratando de recordar -No, están en un óvalo. Un grotesco ovalo. Familia, arte, destrucción. Obsesión- Miró al cuerpo de Rhaegar un segundo -Gula- La mente de Catherine trabajaba tan rápido que le empezó a dar una puntada detrás de los ojos. Antes de que se diera cuenta ya no era una habitación oscura, ya no había un Rhaegar en el piso, ya no existía un monstruo juguetón. Todo era un gran diseño tridimensional con un idioma que Catherine entendía y que seguramente Max también. Ian, Rhaegar, Max y ella se elevaban sobre un arquetipo de laberinto con capas, giros, cruces y líneas que Catherine conocía muy bien porque su padre había pasado siete años de su vida entrenándola para ello… Porque de alguna manera, sabía que ella lo solucionaría. Sin embargo, era un laberinto mucho más grande de lo que ella tenía previsto y la drenaba con mayor fuerza.
Se humedeció los labios y alzó la vista hacia Rhaegar y luego hacia Ian, una sonrisa presumida se coló en sus labios -Bueno…¿Qué tan grotes…?- Se quedó un momento en silencio, cuando otra puntada se le clavó detrás de los ojos. Ni siquiera se había percatado de lo caliente que estaba su anillo y el resto de sus canalizadores. Se llevó una mano a los ojos, si seguía así en cualquier momento se iba a desmayar -Necesitamos salir- Abrió nuevamente los ojos y buscó la mano de Max para que la ayudara a estabilizar su energía, aunque ya un hilillo de sangre caía de su nariz. Siguió caminando por ese “espacio” en el aire, por encima del laberinto dirigiéndolos hacia la desembocadura del mismo, con su mano movía los iconos que se plantaban en su camino hasta que ellos pasaran y volvía a dibujarlos en su lugar para mantener el laberinto y su castillo protegido.
OFF: Básicamente, es como si caminaran sobre una mesa de cristal con todo el laberinto abajo activo y moviéndose a través de formas de diferentes colores.
Catherine alzó sus ojos hacia Maxwell y con la mirada aún anegada en lágrimas. Ella podría ahogarlos a todo. Era cierto. La desesperanza, la tristeza, el dolor...Había sufrido tantas pérdidas, tanto desasosiego que podría reproducir aquel sentimiento de vacío y frío en el corazón con tanta exactitud que los llevaría a todos a morirse. Sería tan fácil sólo dejarse llevar y demostrarles lo cruel que había sido la vida. La vida y el Consejo de los Descendientes.
Volvió su vista hacia el frente cuando un el cuervo grazna, casi temiendo que se tratase de Donovan, pero no. Este es más grande, más fuerte, más...malévolo. Catherine frunce el ceño escasos segundos mientras su nariz percibe la fetidez del ambiente, ese olor dulzón de la muerte que eriza su piel. ¿Los tendría ahí al frente? ¿A Ian? ¿A Rhaegar? Se cuestionó con temor y cuando los cuervos alzaron vuelo se cubrió con el brazo por pura inercia. El cuidado de Max la hizo darse cuenta de que estaba caminando hacia el lugar donde se encontraba su hermano muerto.
En sus venas la sangre negra y corrupta se había quedado estancada y Catherine observó los ojos sin vida de su hermano como un golpe en el estómago pero fue la figura de Morgana la que se elevó delante de ella, con aquel aire de superioridad que mientras se lamía los dedos. Catherine no sintió rencor o ira. Mirar a la mujer que tan parecida era a ella le causo impresión, sin duda. Más aún cuando habló del sacrificio.
Catherine no corrió al lado de Rhaegar, se quedó con los pies anclados en el piso -Hay un error- Murmuró concienzudamente mientras fruncia el ceño -Hay un error - Volvió a decir antes de mirar a Max -Está planeando jugar con mi cabeza por Rhaegar, pero también habría puesto a Ian. Morgana no habría sacrificado a Rhaegar si tenía a Ian. Rhaegar es mi heredero, es más Le Fay que Desmond y yo juntos. Controla la sangre y tiene poder sobre esta. Es experto en Artes Oscuras, es natural en él. Es diferente a Desmond y a mí. Es más Le Fay- Mencionó Catherine en un torrente verbal que no paraba.
Se acercó a Maxwell negando con la cabeza -No… Esto no debe ser de Morgana, Morgana, Morgana per sé. No lo sé, Max. No me cierra- Se frotó las manos con fiereza, con nerviosismo. Era una ilusión, de eso estaba segura. Morgana planeaba hacerle sentir miedo demostrando su poderío sobre su linaje, pero era incoherente. Morgana deseaba que su apellido se perpetuara y teniendo a Ian ahí, podría haberlo sacrificado a él y le llegaría de la misma manera a Catherine.
La respuesta le vino tan contundente que se mareó. De la nada cambió su posición y se colocó a la derecha de Max, pero con el pecho hacia su brazo. -Triángulo- Murmuró y después observó hacia el lugar donde había estado Ian y Rhaegar hace escasos minutos -Estamos en un rombo- Mencionó dando un par de pasos hacia la dirección de su hermano y su amigo -Ellos están en un… ¿En un círculo? No…- Se llevó las manos a la sien tratando de recordar -No, están en un óvalo. Un grotesco ovalo. Familia, arte, destrucción. Obsesión- Miró al cuerpo de Rhaegar un segundo -Gula- La mente de Catherine trabajaba tan rápido que le empezó a dar una puntada detrás de los ojos. Antes de que se diera cuenta ya no era una habitación oscura, ya no había un Rhaegar en el piso, ya no existía un monstruo juguetón. Todo era un gran diseño tridimensional con un idioma que Catherine entendía y que seguramente Max también. Ian, Rhaegar, Max y ella se elevaban sobre un arquetipo de laberinto con capas, giros, cruces y líneas que Catherine conocía muy bien porque su padre había pasado siete años de su vida entrenándola para ello… Porque de alguna manera, sabía que ella lo solucionaría. Sin embargo, era un laberinto mucho más grande de lo que ella tenía previsto y la drenaba con mayor fuerza.
Se humedeció los labios y alzó la vista hacia Rhaegar y luego hacia Ian, una sonrisa presumida se coló en sus labios -Bueno…¿Qué tan grotes…?- Se quedó un momento en silencio, cuando otra puntada se le clavó detrás de los ojos. Ni siquiera se había percatado de lo caliente que estaba su anillo y el resto de sus canalizadores. Se llevó una mano a los ojos, si seguía así en cualquier momento se iba a desmayar -Necesitamos salir- Abrió nuevamente los ojos y buscó la mano de Max para que la ayudara a estabilizar su energía, aunque ya un hilillo de sangre caía de su nariz. Siguió caminando por ese “espacio” en el aire, por encima del laberinto dirigiéndolos hacia la desembocadura del mismo, con su mano movía los iconos que se plantaban en su camino hasta que ellos pasaran y volvía a dibujarlos en su lugar para mantener el laberinto y su castillo protegido.
OFF: Básicamente, es como si caminaran sobre una mesa de cristal con todo el laberinto abajo activo y moviéndose a través de formas de diferentes colores.
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Nacionalidad
La lanza se clava en su sitio, desgarra con facilidad una cubierta de piel, bloqueando todo pase de sangre a un corazón que no late pero lejos está de ser un sin propósito. El mundo de las ilusiones está envuelto en un misticismo que pocos comprende, que muchos menos alcanzan a dar cuenta de la raíz que le da sustento. Desmond cae, se arrastra, convertido en una marioneta sin hilos que busca una salvación que jamás llegara. Toca el pie de su hermano, se funde y el desasosiego que es capaz de generar no tiene comparación.
La criatura levanta su filo y prepara el ataque, certero pues no hay defensas ¿Quién ha dicho que la negación lleva a buen puerto? Tanto para decir tendría la psicología acerca del vacío rechazo. Dar vuelta a la otra mejilla no resuelve el problema. Aun así los pies se elevan, se enfrasca un laberinto de intrínseco patrón a sus pies, peligroso e infinito. Salvados por los pelos y quizás sin saberlo, ignorantes que han déjalo allí mucho más que la sangre.
―Cerca― y hasta demasiado cerca para el gusto de Blake cuya lengua había sido un nudo durante esas horas internados sin que nadie realmente lo supiera. Quizás había algo de razón en creer que su mentor tenía algo muy retorcido por dentro. Inhabilitado a una aproximación directa, el hombre había tergiversado y revuelto para acudir a sus mejores palabras en pos de darle indicio a Catherine sin sufrir las consecuencias y al parecer, lo habían logrado.
―Aguanta― pidió a la joven, envolviéndola en su esencia mágica en cálido manto ― ¿Cómo se decía? Tuyo es el poder y la gloria –agregó con una sonrisa, su mano libre mostrando la palma al suelo. Falto de potestades y un ancla que mantuviera la ilusión, ese mundo que se mostraba bajo sus pies se comprimía a pequeñas dimensiones, elevándose en repentino salto hasta caber en su mano en forma de cubo. Todo un plano entre sus dedos que con una sonrisa cedió a Catherine ― Es tuyo ahora, úsalo en tus enemigos que te aseguro no serán pocos―
Un suelo firme de baldosas olvidadas que dirigían directo al portón principal del castillo Le Fay. Habían llegado, lo que tomaría semanas en cuestión de una mínima parte de ese tiempo. Los suplicios y beneficios de la magia resumidos en un solo acto. ― ¿Están bien? ― preguntó repentinamente recordando que no iban solos, tomando los segundos para fingir preocupación por quien realmente no le importa ― De tribulaciones hay poco escrito, buen trabajo ― agració con otro de sus gestos afables mientras reparaba del estado de Catherine. Dobló sus rodillas y en lo que duraba un parpadeo le tenía alzada en brazos, desdibujando la línea entre realidad y sueño para la joven mujer.
―Estamos en casa―
Las últimas palabras que dijo antes de permitir que el subconsciente se llevara a Catherine al mundo de los sueños. Ilusiones dispersas, de verdades arraigadas. Mucho se había ganado y otro tanto perdido. Aún quedaba una guerra por pelear.
Notas: Por su valiente osadía Rhaegar ha perdido el recuerdo más preciado que tenga con su hermano.
La criatura levanta su filo y prepara el ataque, certero pues no hay defensas ¿Quién ha dicho que la negación lleva a buen puerto? Tanto para decir tendría la psicología acerca del vacío rechazo. Dar vuelta a la otra mejilla no resuelve el problema. Aun así los pies se elevan, se enfrasca un laberinto de intrínseco patrón a sus pies, peligroso e infinito. Salvados por los pelos y quizás sin saberlo, ignorantes que han déjalo allí mucho más que la sangre.
―Cerca― y hasta demasiado cerca para el gusto de Blake cuya lengua había sido un nudo durante esas horas internados sin que nadie realmente lo supiera. Quizás había algo de razón en creer que su mentor tenía algo muy retorcido por dentro. Inhabilitado a una aproximación directa, el hombre había tergiversado y revuelto para acudir a sus mejores palabras en pos de darle indicio a Catherine sin sufrir las consecuencias y al parecer, lo habían logrado.
―Aguanta― pidió a la joven, envolviéndola en su esencia mágica en cálido manto ― ¿Cómo se decía? Tuyo es el poder y la gloria –agregó con una sonrisa, su mano libre mostrando la palma al suelo. Falto de potestades y un ancla que mantuviera la ilusión, ese mundo que se mostraba bajo sus pies se comprimía a pequeñas dimensiones, elevándose en repentino salto hasta caber en su mano en forma de cubo. Todo un plano entre sus dedos que con una sonrisa cedió a Catherine ― Es tuyo ahora, úsalo en tus enemigos que te aseguro no serán pocos―
Un suelo firme de baldosas olvidadas que dirigían directo al portón principal del castillo Le Fay. Habían llegado, lo que tomaría semanas en cuestión de una mínima parte de ese tiempo. Los suplicios y beneficios de la magia resumidos en un solo acto. ― ¿Están bien? ― preguntó repentinamente recordando que no iban solos, tomando los segundos para fingir preocupación por quien realmente no le importa ― De tribulaciones hay poco escrito, buen trabajo ― agració con otro de sus gestos afables mientras reparaba del estado de Catherine. Dobló sus rodillas y en lo que duraba un parpadeo le tenía alzada en brazos, desdibujando la línea entre realidad y sueño para la joven mujer.
―Estamos en casa―
Las últimas palabras que dijo antes de permitir que el subconsciente se llevara a Catherine al mundo de los sueños. Ilusiones dispersas, de verdades arraigadas. Mucho se había ganado y otro tanto perdido. Aún quedaba una guerra por pelear.
Notas: Por su valiente osadía Rhaegar ha perdido el recuerdo más preciado que tenga con su hermano.
Había dormido casi 12 horas seguidas. Desde que Max la había tomado en brazos había perdido el conocimiento en sueños agradables, dispersando las pesadillas cada vez que asomaban sus garras en ella. Cuando despertó aún llevaba la ropa del laberinto, evidentemente, habían conservado su dignidad...Y ensuciado sus sábanas. Joder, como odiaba eso. Se incorporó y se sacó la chaqueta de encima, estaba reseca y...Extraña. Miró confundida la habitación mientras recuerdos del laberinto volvían a su mente.
Un gemido ahogado salió de sus labios alnotar sus manos vacías y revolvió las sábanas desesperada al no encontrar el cubo que Max le había dado. Pero en un movimiento brusco que sacó las mismas del colchón el cubo cayó rodando al piso, Catherine se abalanzó sobre él para tomarlo golpeándose contra dos atriles que sostenían cuadros de lienzo no tan blanco. Cuando alzó los ojos su vista se nubló de colores observando sus pinturas.
Retratos de una vida pasada.
Sueños de una niña.
Colores de arcoíris.
Se incorporó lentamente para después patear con fuerza el atril izquierdo y luego el derecho. Con un murmullo el cubo se mantuvo levitando a su lado mientras un rápido acceso de rabia tomó los cuadros y los lanzó por la ventana, quebrando los vidrios de aquel portal.
-Esos son… sueños de una estúpida… que no conocía el mundo.
Mencionó mientras arrancaba las cortinas blancas con adornos en violeta, rosa y turquesa para tirarlas por la ventana. Todo en ese cuarto le recordaba una felicidad que no existía, una felicidad que el Consejo de los 20 le había arrebatado. El mobiliario blanco e impoluto también terminó saliendo por aquella ventana, las pinturas y pinceles, las muñecas y peluches, los atrapasueños y demas decoraciones que en su momento le habían agradado terminaron volando por los aires hasta terminar en el suelo, más de 10 metros bajo ella.
-ESA NIÑA NO EXISTE. ¡MURIÓ!-
Le gritó al viento, al mundo por si alguien estaba dispuesto a escuchar. Cuando se detuvo, con el rostro compugnido en rabia y dolor, en el cuarto no quedaba nada más allá de la cama desnuda, sin sus doseles o sabanas; y ella con el cubo levitando a su lado y el pecho agitado.
Un gemido ahogado salió de sus labios alnotar sus manos vacías y revolvió las sábanas desesperada al no encontrar el cubo que Max le había dado. Pero en un movimiento brusco que sacó las mismas del colchón el cubo cayó rodando al piso, Catherine se abalanzó sobre él para tomarlo golpeándose contra dos atriles que sostenían cuadros de lienzo no tan blanco. Cuando alzó los ojos su vista se nubló de colores observando sus pinturas.
Retratos de una vida pasada.
Sueños de una niña.
Colores de arcoíris.
Se incorporó lentamente para después patear con fuerza el atril izquierdo y luego el derecho. Con un murmullo el cubo se mantuvo levitando a su lado mientras un rápido acceso de rabia tomó los cuadros y los lanzó por la ventana, quebrando los vidrios de aquel portal.
-Esos son… sueños de una estúpida… que no conocía el mundo.
Mencionó mientras arrancaba las cortinas blancas con adornos en violeta, rosa y turquesa para tirarlas por la ventana. Todo en ese cuarto le recordaba una felicidad que no existía, una felicidad que el Consejo de los 20 le había arrebatado. El mobiliario blanco e impoluto también terminó saliendo por aquella ventana, las pinturas y pinceles, las muñecas y peluches, los atrapasueños y demas decoraciones que en su momento le habían agradado terminaron volando por los aires hasta terminar en el suelo, más de 10 metros bajo ella.
-ESA NIÑA NO EXISTE. ¡MURIÓ!-
Le gritó al viento, al mundo por si alguien estaba dispuesto a escuchar. Cuando se detuvo, con el rostro compugnido en rabia y dolor, en el cuarto no quedaba nada más allá de la cama desnuda, sin sus doseles o sabanas; y ella con el cubo levitando a su lado y el pecho agitado.
La descripción para el día anterior podría ser la de día de mierda, nada que ver con la excusión-aventura que se supone debía ser. Las malditas ilusiones/hechizos/maldiciones o lo que fuera que protegía el castillo nos jodieron a base de bien, especialmente cuando acabamos separados. El Le Fay y yo habíamos tenido grotescas visiones, de las que por suerte habíamos salido bastante airosos, teniendo en cuenta que podríamos haber terminado con la mente hecha trizas. Las ilusiones se habían desvanecido por fin. Catherine y Max volvieron a ser visibles para ambos, aunque ella se desmayó casi al instante en los brazos de él. La sensación fue extraña. Por un lado me alegré de que todo terminase y de volver a verla, y por otro me va irritando cada vez más la omnipresencia de Max. Si se bastaban ellos solos no sé por qué nos han hecho venir a los demás, parece que sobramos. Me acerque a Catherine para ver cómo estaba, al parecer entera pero exhausta. Él se la llevó a su cuarto, y los demás nos fuimos a los que nos asignaron. Ninguno teníamos ganas de hablar, estábamos demasiado agotados, física y mentalmente.
Despierto con las primeras luces de la mañana siguiente, tras haber descansado unas cuantas horas. Paso de quedarme dentro de esa habitación ni un segundo más, así que enseguida salgo al pasillo del puñetero castillo. Por el momento no hay movimiento, deben estar dormidos. Decido pasar por el cuarto de Catherine, abriendo un poco la puerta. Completamente dormida. Vuelvo a cerrar, bajando al jardín que rodea el castillo. El lugar no me gusta, por muy majestuoso que sea, pero mientras paseo por el lugar no puedo quitarme la desagradable sensación que queda del día anterior.
Acabo por sentarme bajo un árbol, entre aburrido y mosqueado. No creo que haya merecido la pena lo de recuperar el castillo. Por muy herencia que sea, es un lugar que no ha traído nada bueno hasta ahora. Apoyando contra el tronco acabo por quedarme dormido otra vez, hasta que unos ruidos que provienen del castillo me despiertan. Me despierto sobresaltado, poniéndome en pie y en alerta instintivamente, como un animal. De la habitación de Catherine caen cosas por la ventana, siendo arrojadas con violencia. Por los gritos es obvio que ha despertado, y no demasiado bien. Regreso al castillo rápidamente, recorriendo el pasillo que lleva a la habitación de la Le Fay. - ¡Catherine! ¿qué cojones está pasando? ¿ Te han atacado...?- Al principio pensaba que estaba discutiendo con alguien o que había más ilusiones de esas, pero al llegar la encuentro sola, con el cuarto destrozado y alterada como si le hubiese dado un ataque de nervios o algo. Espero que lo de ayer no la haya vuelto loca, al menos no de manera irreversible. Un extraño cubo levita cerca de ella, pero no le doy más importancia. No me lo pienso demasiado y simplemente actúo con el primer impulso que me viene en este momento. Atravieso el cuarto a grandes pasos, llegando hasta ella para "atraparla" con fuerza entre mis brazos acercándola a mí, intentando calmarla. Al principio no digo nada, incluso me espero que se siga removiendo, pero a los pocos segundos comienzo a hablarle, en tono algo más bajo de lo normal. - Superaste la prueba, lo conseguiste. Si has sobrevivido saldrás más fuerte de esta, eso tenlo por seguro. Ahora ya puedes hacer lo que quieras. Como si quieres quemar el maldito castillo. Es tuyo.
Despierto con las primeras luces de la mañana siguiente, tras haber descansado unas cuantas horas. Paso de quedarme dentro de esa habitación ni un segundo más, así que enseguida salgo al pasillo del puñetero castillo. Por el momento no hay movimiento, deben estar dormidos. Decido pasar por el cuarto de Catherine, abriendo un poco la puerta. Completamente dormida. Vuelvo a cerrar, bajando al jardín que rodea el castillo. El lugar no me gusta, por muy majestuoso que sea, pero mientras paseo por el lugar no puedo quitarme la desagradable sensación que queda del día anterior.
Acabo por sentarme bajo un árbol, entre aburrido y mosqueado. No creo que haya merecido la pena lo de recuperar el castillo. Por muy herencia que sea, es un lugar que no ha traído nada bueno hasta ahora. Apoyando contra el tronco acabo por quedarme dormido otra vez, hasta que unos ruidos que provienen del castillo me despiertan. Me despierto sobresaltado, poniéndome en pie y en alerta instintivamente, como un animal. De la habitación de Catherine caen cosas por la ventana, siendo arrojadas con violencia. Por los gritos es obvio que ha despertado, y no demasiado bien. Regreso al castillo rápidamente, recorriendo el pasillo que lleva a la habitación de la Le Fay. - ¡Catherine! ¿qué cojones está pasando? ¿ Te han atacado...?- Al principio pensaba que estaba discutiendo con alguien o que había más ilusiones de esas, pero al llegar la encuentro sola, con el cuarto destrozado y alterada como si le hubiese dado un ataque de nervios o algo. Espero que lo de ayer no la haya vuelto loca, al menos no de manera irreversible. Un extraño cubo levita cerca de ella, pero no le doy más importancia. No me lo pienso demasiado y simplemente actúo con el primer impulso que me viene en este momento. Atravieso el cuarto a grandes pasos, llegando hasta ella para "atraparla" con fuerza entre mis brazos acercándola a mí, intentando calmarla. Al principio no digo nada, incluso me espero que se siga removiendo, pero a los pocos segundos comienzo a hablarle, en tono algo más bajo de lo normal. - Superaste la prueba, lo conseguiste. Si has sobrevivido saldrás más fuerte de esta, eso tenlo por seguro. Ahora ya puedes hacer lo que quieras. Como si quieres quemar el maldito castillo. Es tuyo.
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