Página 2 de 34. • 1, 2, 3 ... 18 ... 34
Recuerdo del primer mensaje :
Castillo Le Fay
La mirada histérica de Catherine se vuelve hacía Ian cuando atraviesa la puerta. Sus ojos multicolores estan que en otrora arderían en luz hoy estaban apagados. ¿Acaso la bendición de los Le Fay finalmente le permitía hacer magia sin que se notase? ¡Qué iba a saber ella si no se veía a ella misma!
-Me han estado atacando toda mi vida y no los he visto. Pero ahora me las van a pagar todas juntas. ¡TODAS!-
Le gritó a Ian en un acceso errático de ira que no se detuvo cuando se acercó a abrazarla, por el contrario se removió con fuerza contra él para que la soltase. Necesitaba desahogarse, necesitaba planes. El poder que le cosquilleaba en sus dedos le estaba alborotando el cuerpo. No se había dado cuenta hasta que Ian la había abrazado. Era como una corriente alterna que estaba sobrecargandola, dispuesta y lista. Como una pistola esperando que apretasen el gatillo. La voz del hombre en su oído logra que calme un poco su movimiento hasta que apoya su mentón en el hombro de él.
-Sí...Ahora puedo hacer lo que quiera-
“Ahogarlos. Ahogarlos en la desdicha que he sentido”
Las palabras de Max habían quedado grabadas en su mente y la ambición de obtener justicia le ardía en el corazón y en el alma. Su mirada estaba clavada en la puerta mientras respiraba muy lentamente. Por supuesto que iba a tomar su justicia, la merecía después de todos aquellos injustos asesinatos. ¿Qué le aseguraba ahora que Layla y su madre no habían sido asesinadas? Cerró los ojos un poco más resuelta y apoyó la frente en el hombro de Ian antes de alejar el rostro, por un momento, sin importarle la escasa distancia entre ambos, tal vez demasiado escasa. Sus orbes de colores brillaban con astucia.
-Voy a hacer lo que quiera y ellos van a tener que lidiarlo y aceptarlo. Así es como funcionará de ahora en adelante.
-Me han estado atacando toda mi vida y no los he visto. Pero ahora me las van a pagar todas juntas. ¡TODAS!-
Le gritó a Ian en un acceso errático de ira que no se detuvo cuando se acercó a abrazarla, por el contrario se removió con fuerza contra él para que la soltase. Necesitaba desahogarse, necesitaba planes. El poder que le cosquilleaba en sus dedos le estaba alborotando el cuerpo. No se había dado cuenta hasta que Ian la había abrazado. Era como una corriente alterna que estaba sobrecargandola, dispuesta y lista. Como una pistola esperando que apretasen el gatillo. La voz del hombre en su oído logra que calme un poco su movimiento hasta que apoya su mentón en el hombro de él.
-Sí...Ahora puedo hacer lo que quiera-
“Ahogarlos. Ahogarlos en la desdicha que he sentido”
Las palabras de Max habían quedado grabadas en su mente y la ambición de obtener justicia le ardía en el corazón y en el alma. Su mirada estaba clavada en la puerta mientras respiraba muy lentamente. Por supuesto que iba a tomar su justicia, la merecía después de todos aquellos injustos asesinatos. ¿Qué le aseguraba ahora que Layla y su madre no habían sido asesinadas? Cerró los ojos un poco más resuelta y apoyó la frente en el hombro de Ian antes de alejar el rostro, por un momento, sin importarle la escasa distancia entre ambos, tal vez demasiado escasa. Sus orbes de colores brillaban con astucia.
-Voy a hacer lo que quiera y ellos van a tener que lidiarlo y aceptarlo. Así es como funcionará de ahora en adelante.
Catherine se revuelve contra mí al primer contacto del abrazo, tal y como esperaba. Es lógico cuando alguien está tan alterado. Dejo que luche y se remueva, dándole cierto margen pero sin alejarme, con firmeza. Poco a poco parece que se va calmando, quedando un poco más tranquila, al menos a simple vista. Las frases que va soltando no indican que esté calmada, más bien todo lo contrario. Empiezo a temerme que la Catherine que entró al laberinto no sea la misma que ha salido de él. Su forma de expresarse, sus ojos...demasiados cambios bruscos. Paso una mano por su cabeza despacio, acariciando de arriba a abajo un par de veces, todavía con la intención de que su tranquilidad fuese en aumento, esperando que el tener a alguien de confianza cerca la ayudase. Creo que hace tiempo que no estamos tan cerca, pero dada la situación no pienso en ello más allá de unos segundos.
Intuyo que con el ellos y lo de pagar se refiere a los del Consejo. Antes ya tenía sospechas de que estaban implicados en el asesinato de su padre, seguro que ahora mucho más. Nunca se había confirmado, no había pruebas claras, pero la sombra de aquello estaba allí. Cuando separa su rostro de mi hombro coloco las manos sobre los suyos, buscando así su mirada y su atención. También con la esperanza de encontrar su expresión anterior. Venganza, eso es lo que busca. Si es cierto que mataron a su familia yo también buscaría lo mismo. Lo que creo que es un error es el enfoque con el que se lo está planteando. Todavía no le pregunto nada de sus planes, prefiero esperar a conocer algunos datos más, entonces podré jugar mis cartas.
- Dime...¿qué viste en el laberinto? ¿Qué te dijeron? Necesito saberlo si quiero ayudarte. - en parte es cierto, en parte no. Haré lo que deba hacer. - Quiero saber qué te pasó ahí dentro. Asegurarme de que eres tú. Cambiar no quiere decir matar a lo que eras anteriormente. - algo así había oído por la ventana antes, algo de que esa niña está muerta. - Y lo principal...si la idea es tuya, o si te la ha metido alguien. Porque entonces no estarás haciendo lo que tú quieres, sino lo que quiere otro. - le sostengo la mirada de manera estoica, con más seriedad que hostilidad, pues no es un regaño, es un consejo.
Intuyo que con el ellos y lo de pagar se refiere a los del Consejo. Antes ya tenía sospechas de que estaban implicados en el asesinato de su padre, seguro que ahora mucho más. Nunca se había confirmado, no había pruebas claras, pero la sombra de aquello estaba allí. Cuando separa su rostro de mi hombro coloco las manos sobre los suyos, buscando así su mirada y su atención. También con la esperanza de encontrar su expresión anterior. Venganza, eso es lo que busca. Si es cierto que mataron a su familia yo también buscaría lo mismo. Lo que creo que es un error es el enfoque con el que se lo está planteando. Todavía no le pregunto nada de sus planes, prefiero esperar a conocer algunos datos más, entonces podré jugar mis cartas.
- Dime...¿qué viste en el laberinto? ¿Qué te dijeron? Necesito saberlo si quiero ayudarte. - en parte es cierto, en parte no. Haré lo que deba hacer. - Quiero saber qué te pasó ahí dentro. Asegurarme de que eres tú. Cambiar no quiere decir matar a lo que eras anteriormente. - algo así había oído por la ventana antes, algo de que esa niña está muerta. - Y lo principal...si la idea es tuya, o si te la ha metido alguien. Porque entonces no estarás haciendo lo que tú quieres, sino lo que quiere otro. - le sostengo la mirada de manera estoica, con más seriedad que hostilidad, pues no es un regaño, es un consejo.
Lo miró con el ceño fruncido cuando le preguntó sobre el laberinto ¿Qué demonios tenía que ver con nada? Se cuestionó pero decidió responder. Su mirada bajó al mentón de Ian con un gesto abstraído recordando a Rhaegar tirado de largo a largo con sus venas podridas mientras los cuervos se disipaban. Se disipaban.... Donovan. ¿Dónde estaba Donovan? Alzó la mirada en alerta y miró la habitación notando que el ave no se encontraba allí.
-A Morgana. A Morgana comiéndose a Rhaegar. Una tontería. Por eso descubrí cómo resolverlo. Si realmente quería afectar mi cabeza debió ponerte a ti. Me lo hubiese creído y me hubiese destrozado, ya pensaba que estaban muertos-
Se rió con un deje de suficiencia. Había sido demasiado obvio. Rhaegar no podía morir, menos a mano de la madre de su linaje cuando había alguien tan prescindible y con sangre de poco valor, un miembro de la plebe entre ellos. No obstante, Ian le sigue haciendo preguntas cada vez más extrañas como cuestionándose quien estaba delante de él. Y eso duele.
-El laberinto no me ha cambiado, Ian. Ha sido aquellos que consideraba mi familia. Vi a Matvey. Lo vi, él sabe que lo he descubierto y como un cobarde se largó de mi presencia. El laberinto no me cambió, ellos mataron a esa niña cuando me arrebataron a mi padre, a mi hermano, a mi madre y a mi hermana. ¿Lo entiendes?-
Le cuestionó mirando sus ojos con intensidad mientras sus labios se tensaban en una línea fina al notar que no sólo dudaba de si era ella misma sino que era lo suficientemente débil para ser la marioneta de alguien. Sus ojos reflejaban aquel sentimiento de decepción hacia él pero por un momento no logra decir nada, se queda en silencio mirándolo.
-Nunca has confiado demasiado en mí ¿No? Nunca he sido suficiente. Soy débil, soy la muchachita que fue criada en una burbuja, no la experimentada amazona hija de la guerra. Por eso siempre te vas. Convoqué a un cónclave para cambiar el mundo e inicié una nueva era, pero no es suficiente. No... ¿Tengo que ser manejada por alguien? ¿Es eso? ¿Primero tú y ahora Max? ¿Es eso lo que estás diciéndome, Ian? ¿Te duele que te quiten a tu marioneta?-
Alzó las manos para sacarse las de él de los hombros con cierta molestia. Se apartó de él y tomó el cubo en el que se encontraba el laberinto apretándolo entre sus dedos. Reclamar el castillo no era sólo eso, era reclamar la esencia del linaje que se encontraba en él, ese poder que con cada latido se extendía a través de su cuervo incitándola a usarlo. Se giró hacia Ian con la mandíbula tensa y una mirada fría y helada.
-Te voy a demostrar cuan equivocado estás respecto a mí, puedo tomar mis propias decisiones. Te lo demostraré a ti, al Cónclave, al mundo entero. Nadie se mete, merma o amedranta el linaje Le Fay y sale impune de esto. Purgaré el consejo de traidores e hipócritas y purgaré el mundo de los malditos que pretenden destruirlo. Humanos o magos. O eligen vivir en mi nuevo mundo o pasarán su vida entera encerrados en un laberinto-
-A Morgana. A Morgana comiéndose a Rhaegar. Una tontería. Por eso descubrí cómo resolverlo. Si realmente quería afectar mi cabeza debió ponerte a ti. Me lo hubiese creído y me hubiese destrozado, ya pensaba que estaban muertos-
Se rió con un deje de suficiencia. Había sido demasiado obvio. Rhaegar no podía morir, menos a mano de la madre de su linaje cuando había alguien tan prescindible y con sangre de poco valor, un miembro de la plebe entre ellos. No obstante, Ian le sigue haciendo preguntas cada vez más extrañas como cuestionándose quien estaba delante de él. Y eso duele.
-El laberinto no me ha cambiado, Ian. Ha sido aquellos que consideraba mi familia. Vi a Matvey. Lo vi, él sabe que lo he descubierto y como un cobarde se largó de mi presencia. El laberinto no me cambió, ellos mataron a esa niña cuando me arrebataron a mi padre, a mi hermano, a mi madre y a mi hermana. ¿Lo entiendes?-
Le cuestionó mirando sus ojos con intensidad mientras sus labios se tensaban en una línea fina al notar que no sólo dudaba de si era ella misma sino que era lo suficientemente débil para ser la marioneta de alguien. Sus ojos reflejaban aquel sentimiento de decepción hacia él pero por un momento no logra decir nada, se queda en silencio mirándolo.
-Nunca has confiado demasiado en mí ¿No? Nunca he sido suficiente. Soy débil, soy la muchachita que fue criada en una burbuja, no la experimentada amazona hija de la guerra. Por eso siempre te vas. Convoqué a un cónclave para cambiar el mundo e inicié una nueva era, pero no es suficiente. No... ¿Tengo que ser manejada por alguien? ¿Es eso? ¿Primero tú y ahora Max? ¿Es eso lo que estás diciéndome, Ian? ¿Te duele que te quiten a tu marioneta?-
Alzó las manos para sacarse las de él de los hombros con cierta molestia. Se apartó de él y tomó el cubo en el que se encontraba el laberinto apretándolo entre sus dedos. Reclamar el castillo no era sólo eso, era reclamar la esencia del linaje que se encontraba en él, ese poder que con cada latido se extendía a través de su cuervo incitándola a usarlo. Se giró hacia Ian con la mandíbula tensa y una mirada fría y helada.
-Te voy a demostrar cuan equivocado estás respecto a mí, puedo tomar mis propias decisiones. Te lo demostraré a ti, al Cónclave, al mundo entero. Nadie se mete, merma o amedranta el linaje Le Fay y sale impune de esto. Purgaré el consejo de traidores e hipócritas y purgaré el mundo de los malditos que pretenden destruirlo. Humanos o magos. O eligen vivir en mi nuevo mundo o pasarán su vida entera encerrados en un laberinto-
Hago una mueca de desagrado cuando describe su visión, a pesar de que no me extrañe nada. Las nuestras también fueron bastante macabras. Habían tratado de atacarnos mentalmente con aquello que más podría dolernos, pero por suerte estábamos "prevenidos" después de las visiones del teatro. - ¿Muertos? qué va, como mucho locos...- lo segundo era mucho más factible que lo primero, pero intento decirlo como quitándole importancia. Al fin y al cabo hemos salido de esta sin secuelas aparentes. Nosotros al menos. Ella está rara, demasiado. Frunzo el ceño sin estar de acuerdo cuando dice que el laberinto no la ha cambiado, a mi no me lo parece. Tal vez sea cuestión de días que se le pase, pero por ahora la noto distinta.
- ¿Cuándo te encontraste al nigromante? ¿Y por qué no le preguntaste directamente? Se supone que puedes ver los pensamientos de otros, por mucho que digas que no te gusta entrar en las cabezas de los demás porque es privado. Pero en este caso te serviría para descubrir qué pasó exactamente. No sé a qué esperas para violarle la mente, si yo tuviera tus poderes los usaría mucho más, para conseguir beneficios, claro. - joder gratuitamente es otra opción, pero siendo sinceros...de útil tiene poco. No me gusta nada la mirada que me echa como de haberle fallado, porque que yo recuerde todavía no he llegado a hacerlo. Mi gesto de preocupación del principio pasa a ser uno de mosqueo, no estoy de acuerdo con eso de no confiar en ella porque no es verdad.
- ¿Te crees que no confiaba en ti cuando dijiste que me sacaríais de los campos? ¿No confié en ti cuando me animabas a seguir luchando allí? Pero claro...es más fácil hacerse la víctima, decir que nadie confía en ti y que nadie te valora. De débil no tienes nada, así que olvida ese maldito papel. - aparto las manos de sus hombros casi a la vez que ella me las retira. Hago un sonido irónico, mirando hacia otro lado un momento. Que me voy dice. Si me voy no tiene nada que ver con ella, lo que no quiero es atarme a Ouroboros.
- Tengo otras prioridades que no son esa isla, y lo sabes. Tú no tienes nada que ver en eso. De todos modos te apoyé en tu iniciativa de la isla, y me pareció valiente por tu parte. - eso de la marioneta comienza a exasperarme, sigo sin entender de dónde saca que yo la veo así. Lo que le pasa es que tiene complejo de inferioridad por lo que le han hecho creer siempre. Todo eso mezclado con el puto laberinto ese, las conspiraciones, y el inquietante Max. La sigo fijamente con la mirada mientras se aleja de mí, la conversación parece ir de mal en peor, debería reconducirla de algún modo. Tras unos segundos de tenso silencio vuelvo a hablar, negando a lo de la marioneta.
- No, me duele que me quiten a mi amiga. - replico algo dolido porque es tal y como lo siento, pensando que también ha habido algunos momentos en los que la he visto como algo más. Cuando se vuelve de nuevo hacia mí su expresión es más fría e iracunda todavía, pero sus palabras no se quedan atrás. Ya no avanzo hacia ella como hice antes para calmarla, ahora sólo conseguiría el efecto contrario. - ¿Pero tú te estás escuchando?- una risa sarcástica acompaña a mi pregunta, y quisiera echarme a reír si no fuese porque lo que conlleva esta situación es más para llorar. Suena como una loca fanática. - Qué puta manía con tener que demostrar las cosas a los demás, hazlo por ti y ya. No tienes que demostrarme nada, ni a mi, ni al consejo, ni al resto del mundo. A ellos les importa una mierda nuestros dramas, nuestras cosas o la gente que hayamos perdido en el camino. No tienes que purgar a nadie ni hacer pagar a todo el mundo por ello. - la miro desafiante cuando afirma que obligará a la gente a vivir en su mundo, a su manera. No hay nada que me guste menos que me obliguen a vivir de una forma impuesta. - ¿Y si yo no quiero qué, eh? ¿también me obligarás a mí? - sin tiempo para que responda, aunque puede hacerlo si quiere, busco una solución intermedia. - Si quieres vengarte de los asesinos adelante, eso no pienso impedirlo. Si se descubre la verdad a mi no me importa cortar algún cuello. - ya lo he hecho en otra ocasión, en el fatídico ataque a la fortaleza ministerial. - Pero no ataques a lo loco y con esos aires de grandeza. Me da igual lo Le Fay que seas, no te creas más que nadie. Ni vayas a tu propio suicidio o a jodernos el mundo más de lo que está. Ahora aclárate y dime de una vez si estás conmigo en esto o estás contra mí. - extiendo la mano hacia Catherine, mirándola a los ojos mientras espero su respuesta definitiva. En ese momento recibo un mensaje mental de Desmond, que dice algo así como...
Mi gesto de confusión se hace patente. Alguien ha empezado a atacar incluso antes de que Catherine se pusiese así. - Mira, parece que no eres la única que desea el mal al Consejo. Ha muerto alguien en la isla.
- ¿Cuándo te encontraste al nigromante? ¿Y por qué no le preguntaste directamente? Se supone que puedes ver los pensamientos de otros, por mucho que digas que no te gusta entrar en las cabezas de los demás porque es privado. Pero en este caso te serviría para descubrir qué pasó exactamente. No sé a qué esperas para violarle la mente, si yo tuviera tus poderes los usaría mucho más, para conseguir beneficios, claro. - joder gratuitamente es otra opción, pero siendo sinceros...de útil tiene poco. No me gusta nada la mirada que me echa como de haberle fallado, porque que yo recuerde todavía no he llegado a hacerlo. Mi gesto de preocupación del principio pasa a ser uno de mosqueo, no estoy de acuerdo con eso de no confiar en ella porque no es verdad.
- ¿Te crees que no confiaba en ti cuando dijiste que me sacaríais de los campos? ¿No confié en ti cuando me animabas a seguir luchando allí? Pero claro...es más fácil hacerse la víctima, decir que nadie confía en ti y que nadie te valora. De débil no tienes nada, así que olvida ese maldito papel. - aparto las manos de sus hombros casi a la vez que ella me las retira. Hago un sonido irónico, mirando hacia otro lado un momento. Que me voy dice. Si me voy no tiene nada que ver con ella, lo que no quiero es atarme a Ouroboros.
- Tengo otras prioridades que no son esa isla, y lo sabes. Tú no tienes nada que ver en eso. De todos modos te apoyé en tu iniciativa de la isla, y me pareció valiente por tu parte. - eso de la marioneta comienza a exasperarme, sigo sin entender de dónde saca que yo la veo así. Lo que le pasa es que tiene complejo de inferioridad por lo que le han hecho creer siempre. Todo eso mezclado con el puto laberinto ese, las conspiraciones, y el inquietante Max. La sigo fijamente con la mirada mientras se aleja de mí, la conversación parece ir de mal en peor, debería reconducirla de algún modo. Tras unos segundos de tenso silencio vuelvo a hablar, negando a lo de la marioneta.
- No, me duele que me quiten a mi amiga. - replico algo dolido porque es tal y como lo siento, pensando que también ha habido algunos momentos en los que la he visto como algo más. Cuando se vuelve de nuevo hacia mí su expresión es más fría e iracunda todavía, pero sus palabras no se quedan atrás. Ya no avanzo hacia ella como hice antes para calmarla, ahora sólo conseguiría el efecto contrario. - ¿Pero tú te estás escuchando?- una risa sarcástica acompaña a mi pregunta, y quisiera echarme a reír si no fuese porque lo que conlleva esta situación es más para llorar. Suena como una loca fanática. - Qué puta manía con tener que demostrar las cosas a los demás, hazlo por ti y ya. No tienes que demostrarme nada, ni a mi, ni al consejo, ni al resto del mundo. A ellos les importa una mierda nuestros dramas, nuestras cosas o la gente que hayamos perdido en el camino. No tienes que purgar a nadie ni hacer pagar a todo el mundo por ello. - la miro desafiante cuando afirma que obligará a la gente a vivir en su mundo, a su manera. No hay nada que me guste menos que me obliguen a vivir de una forma impuesta. - ¿Y si yo no quiero qué, eh? ¿también me obligarás a mí? - sin tiempo para que responda, aunque puede hacerlo si quiere, busco una solución intermedia. - Si quieres vengarte de los asesinos adelante, eso no pienso impedirlo. Si se descubre la verdad a mi no me importa cortar algún cuello. - ya lo he hecho en otra ocasión, en el fatídico ataque a la fortaleza ministerial. - Pero no ataques a lo loco y con esos aires de grandeza. Me da igual lo Le Fay que seas, no te creas más que nadie. Ni vayas a tu propio suicidio o a jodernos el mundo más de lo que está. Ahora aclárate y dime de una vez si estás conmigo en esto o estás contra mí. - extiendo la mano hacia Catherine, mirándola a los ojos mientras espero su respuesta definitiva. En ese momento recibo un mensaje mental de Desmond, que dice algo así como...
Desmond escribió:'hey... Ian.. Llegaron bien? Cat no me está leyendo. Ha ... Ha pasado algo en Ouroboros. Encontraron el cuerpo de Kira sin vida... Ha sido todo muy raro. Confirmarme que están bien en el castillo, por favor... Ah! Anteia tuvo mellizos"
Mi gesto de confusión se hace patente. Alguien ha empezado a atacar incluso antes de que Catherine se pusiese así. - Mira, parece que no eres la única que desea el mal al Consejo. Ha muerto alguien en la isla.
-Después de que Max me lo dijera- Expresó con tranquilidad para luego oír si no le había preguntado. Catherine tensó los labios. Porque no se lo creía, por eso no le había preguntado pero al ver su reacción entendió tantas cosas… Tantas. -No te puedes meter en la cabeza de un nigromante así nada más, Ian. Aparte…- Tenía el ceño fruncido y los ojos perdidos. Sin duda, la intromisión de Matvey en el asesinato de su padre era algo que le dolía porque ella lo admiraba y lo había tomado como tutor aunque él no lo supiera. Altair nunca le prestó atención y una especie de figura paterna se posó sobre Matvey - El se negó a regalarme segundos con mi padre porque me decía que reviviría su muerte pero tampoco quería que yo lo viera en la escena. No sabes lo que nosotros hemos pasado, no conoces nuestras relación. No era necesario preguntarle nada-
Después viene su petorata en respuesta a lo de confianza que hace que la muchacha de pelo negro se vuelva incluso más hosca en sus gestos -No estoy interpretando nada. No tengo ningún papel- Expresó con cierta fiereza. Una Le Fay nunca era mártir, nunca era víctima. Sin embargo no dijo nada más y su gesto se volvió incluso más confuso, su respiración volvía a agitarse.
-¿Prioridades? Ian, tú tienes caprichos. Si tu prioridad era controlar tu fase licántropa podíamos seguir entrenando y también te dije que hablaría con Altair. Lykaios está recibiendo entrenamiento, pero ni siquiera el más antiguo de los licántropos es suficiente para ti. O mi poder- Dijo señalándose a sí misma pero ahora que lo tenía todo, que podía sentir las corrientes de magia delineando cada una de sus venas se atrevería a decir que podía incluso transformarlo ahora y mantenerlo sin sentir un ápice de cansancio.
El silencio es tan tenso que casi se podía oír a la pelinegra rechinando los dientes mientras los apretaba los unos contra los otros. La respuesta que le da es como una daga al corazón que hace que Catherine se descruce los brazos -No te están quitando a nadie, Ian...Te necesitaba aquí y te pedí que vinieras. Nadie…- Iba a seguir hablandole hasta que él interrumpe con esa pregunta. La Le Fay lo mira con una ceja arqueada porque...Porque no iba a reconocer que no se estaba escuchando. Abrió los labios para interrumpirlo en medio de su discurso pero no le dio tiempo de decir nada. Cada palabra que soltaba la hacia quedarse anonadada de lo que él estaba pensando de ella.
-Tendrás que…- No había pensado que él, de entre todos, no quisiera unirse a ella. Pero lo que realmente le causa sorpresa al punto de que pierde color del rostro haciendo énfasis en una palidez mortal es que diga eso de cortar cuellos -¿Qué? ¿De qué estás hablando? ¡No voy a matarlos!- Espetó acercándose a él para pegarle un golpe con la palma abierta en pleno pecho, sin querer descargando un poco de esa corriente mágica en él-¿Quién demonios te piensas que soy? No voy a matar a nadie. Voy a desterrarlos de Ouroboros y a echarlos del consejo. Estarán exiliados- Explicó de pronto observando después tu mano -Yo voy a cambiar el mundo, Ian, pero para bien. Ahora tengo el poder para hacerlo y lo haré a mi manera. La pregunta no es si estoy contigo, siempre lo he estado...La pregunta es si tú estás conmigo- Tendió ella la suya mirándolo.
Noto el gesto de Ian y cierro los ojos suspirando. Él no iba a entenderlo nunca, no obstante, su rostro y gesto viene por otra cosa que hace que Catherine se espabile abriendo los ojos -¿Qué? ¡¿Qué?! ¿Quién te ha dicho eso? ¿Desmond? ¿Está bien? ¡¿Está bien?!- Le tomó de nuevo de los hombros zarandeandole. Sí, Catherine estaba con los nervios a flores de piel y demasiado agitada . Necesitaba un té, un baño o un gancho que la dejara knock out porque psicológicamente aún no era del todo capaz de controlar toda la energía mágica que llevaba encima.
Después viene su petorata en respuesta a lo de confianza que hace que la muchacha de pelo negro se vuelva incluso más hosca en sus gestos -No estoy interpretando nada. No tengo ningún papel- Expresó con cierta fiereza. Una Le Fay nunca era mártir, nunca era víctima. Sin embargo no dijo nada más y su gesto se volvió incluso más confuso, su respiración volvía a agitarse.
-¿Prioridades? Ian, tú tienes caprichos. Si tu prioridad era controlar tu fase licántropa podíamos seguir entrenando y también te dije que hablaría con Altair. Lykaios está recibiendo entrenamiento, pero ni siquiera el más antiguo de los licántropos es suficiente para ti. O mi poder- Dijo señalándose a sí misma pero ahora que lo tenía todo, que podía sentir las corrientes de magia delineando cada una de sus venas se atrevería a decir que podía incluso transformarlo ahora y mantenerlo sin sentir un ápice de cansancio.
El silencio es tan tenso que casi se podía oír a la pelinegra rechinando los dientes mientras los apretaba los unos contra los otros. La respuesta que le da es como una daga al corazón que hace que Catherine se descruce los brazos -No te están quitando a nadie, Ian...Te necesitaba aquí y te pedí que vinieras. Nadie…- Iba a seguir hablandole hasta que él interrumpe con esa pregunta. La Le Fay lo mira con una ceja arqueada porque...Porque no iba a reconocer que no se estaba escuchando. Abrió los labios para interrumpirlo en medio de su discurso pero no le dio tiempo de decir nada. Cada palabra que soltaba la hacia quedarse anonadada de lo que él estaba pensando de ella.
-Tendrás que…- No había pensado que él, de entre todos, no quisiera unirse a ella. Pero lo que realmente le causa sorpresa al punto de que pierde color del rostro haciendo énfasis en una palidez mortal es que diga eso de cortar cuellos -¿Qué? ¿De qué estás hablando? ¡No voy a matarlos!- Espetó acercándose a él para pegarle un golpe con la palma abierta en pleno pecho, sin querer descargando un poco de esa corriente mágica en él-¿Quién demonios te piensas que soy? No voy a matar a nadie. Voy a desterrarlos de Ouroboros y a echarlos del consejo. Estarán exiliados- Explicó de pronto observando después tu mano -Yo voy a cambiar el mundo, Ian, pero para bien. Ahora tengo el poder para hacerlo y lo haré a mi manera. La pregunta no es si estoy contigo, siempre lo he estado...La pregunta es si tú estás conmigo- Tendió ella la suya mirándolo.
Noto el gesto de Ian y cierro los ojos suspirando. Él no iba a entenderlo nunca, no obstante, su rostro y gesto viene por otra cosa que hace que Catherine se espabile abriendo los ojos -¿Qué? ¡¿Qué?! ¿Quién te ha dicho eso? ¿Desmond? ¿Está bien? ¡¿Está bien?!- Le tomó de nuevo de los hombros zarandeandole. Sí, Catherine estaba con los nervios a flores de piel y demasiado agitada . Necesitaba un té, un baño o un gancho que la dejara knock out porque psicológicamente aún no era del todo capaz de controlar toda la energía mágica que llevaba encima.
Maxwell Blake
Raza
mensajes
puntos
Alineamiento
Ocupación
Bando
Apodo
Edad
Nacionalidad
"En que los siglos se reduzcan a cenizas" Las palabras mueren en seco contra una acústica perfecta. Un secreto guardado entre acolchados revestidos de exquisita madera que ostenta colores oscuros en sobriedad y una infinidad de tomos perfectamente alineados por toda una pared. Sus manos no tocan el papel, un material amarillento que en exposición más prolongada podría adquirir tonos marrones que oculten lo que vieja tinta desvela e incluso volver polvo lo que el pasado ha profetizado. Cuidadoso, los años y un debido aprendizaje le han enseñado como manipular el elemento con un habilidad quirúrgica. Recita los versos, saborea su significado en representación de un conocedor de tal arte. Era otro de sus caprichos puesto a tales alturas conocía la mayoría de los escritos en ese despacho con inmaculada memoria. Abre un cajón sellado tras intrínseco patrón cuya actualidad solo él conoce puesto la otra parte yacía varios metros bajo tierra.
― No se ha tocado nada― admite sorprendido alzando los ojos a una nada que en suspiros parece contestarle y mueve sus cabellos en una brisa que resulta caricia. El hombre se estremece, sonríe embargado por una sensación exquisita de placer y poder emanando de una esmeralda. Era un gesto mínimo que bastaba para comprender que allí estaba, que jamás le abandonaba y que, por supuesto, era suyo. La puerta se abre e interrumpido se obliga a mirar como un hombre entrado en la adultez le saluda con la cabeza. El señor de la casa no tarda en indicar que sus pedidos han sido cumplidos. Eficiencia por sobre todo ― ¡Si tan solo la hubieses usado con algo menos de precaución viejo amigo! Aún estarías aquí ― admitió con una desdicha que no sorprendió para nada a su interlocutor que miraba al abogado deslizar un protector transparente y enclaustrar la joya en un bolsillo oculto. No tardó en quedar solo una vez más en esa inmensidad llena de libros que había sido de Stavron, un sitio donde lo arcaico encontraba renovada vida.
― No tiene sentido dar vueltas en el pasado cuando hay trabajo que hacer ¿Verdad? ―Una sonrisa brillante destinada a nadie, volviendo sobre sus pasos por una salida que ha quedado abierta bajo su voluntad. La puerta es pesada, de madera reforzada que requiere un poco de palanca para encajarla en su sitio. La llave que utiliza para cerrarla podía tener más de un siglo en existencia y el alto de la propia mano del hombre que la empuña. La mantiene entre dedos, los bolsillos modernos de un traje no estaban diseñados para cargar con algo de ese tamaño. Para cuando llega al pasillo de habitaciones por un camino que podía considerarse casi recto, Blake iba con manos vacías.
― Catherine puedo sentir el desequilibrio mágico desde el mundo de los sueños ― informó entrando como si nada en toda su potestad ― La prueba debe haber desbloqueado mucho de tu potencial mágico ¿Cómo es que no lo estas controlando? ― preguntó y solo entonces dio cuenta de la presencia de un tercero que le hizo frenar en disminuida sorpresa― ¿Interrumpo? ― preguntó aunque ni hizo amague de retirarse ― Por dios mujer que desastre estas hecha ― un golpe de auténtica sinceridad, y no hablaba de una apariencia recién despierta sino el torbellino de magia que veía con sus ojos felinos ― No me digas que no les enseñan a canalizar en esa isla ¡Debes de tener un camión pitando en tu cabeza! ― dijo tomando sitio a su lado para llevar su mano a la frente de la joven mujer, constatando su temperatura ― Asumo que estresarla en tal estado es lo mejor que se puede hacer ― dijo en una sonora ironía dirigida a Ian ― En fin, un problema a la vez ― remarcó tomando sus manos y viendo a aquellos ojos que sin duda se le hacían preciosos, únicos como los propios
― Fluye conmigo ― fue un instante fugaz en que aquello era todo agua en calma, cayendo a unas profundidades irradiadas por tímidos rayos de sol en una tranquila ilusión.
― No se ha tocado nada― admite sorprendido alzando los ojos a una nada que en suspiros parece contestarle y mueve sus cabellos en una brisa que resulta caricia. El hombre se estremece, sonríe embargado por una sensación exquisita de placer y poder emanando de una esmeralda. Era un gesto mínimo que bastaba para comprender que allí estaba, que jamás le abandonaba y que, por supuesto, era suyo. La puerta se abre e interrumpido se obliga a mirar como un hombre entrado en la adultez le saluda con la cabeza. El señor de la casa no tarda en indicar que sus pedidos han sido cumplidos. Eficiencia por sobre todo ― ¡Si tan solo la hubieses usado con algo menos de precaución viejo amigo! Aún estarías aquí ― admitió con una desdicha que no sorprendió para nada a su interlocutor que miraba al abogado deslizar un protector transparente y enclaustrar la joya en un bolsillo oculto. No tardó en quedar solo una vez más en esa inmensidad llena de libros que había sido de Stavron, un sitio donde lo arcaico encontraba renovada vida.
― No tiene sentido dar vueltas en el pasado cuando hay trabajo que hacer ¿Verdad? ―Una sonrisa brillante destinada a nadie, volviendo sobre sus pasos por una salida que ha quedado abierta bajo su voluntad. La puerta es pesada, de madera reforzada que requiere un poco de palanca para encajarla en su sitio. La llave que utiliza para cerrarla podía tener más de un siglo en existencia y el alto de la propia mano del hombre que la empuña. La mantiene entre dedos, los bolsillos modernos de un traje no estaban diseñados para cargar con algo de ese tamaño. Para cuando llega al pasillo de habitaciones por un camino que podía considerarse casi recto, Blake iba con manos vacías.
― Catherine puedo sentir el desequilibrio mágico desde el mundo de los sueños ― informó entrando como si nada en toda su potestad ― La prueba debe haber desbloqueado mucho de tu potencial mágico ¿Cómo es que no lo estas controlando? ― preguntó y solo entonces dio cuenta de la presencia de un tercero que le hizo frenar en disminuida sorpresa― ¿Interrumpo? ― preguntó aunque ni hizo amague de retirarse ― Por dios mujer que desastre estas hecha ― un golpe de auténtica sinceridad, y no hablaba de una apariencia recién despierta sino el torbellino de magia que veía con sus ojos felinos ― No me digas que no les enseñan a canalizar en esa isla ¡Debes de tener un camión pitando en tu cabeza! ― dijo tomando sitio a su lado para llevar su mano a la frente de la joven mujer, constatando su temperatura ― Asumo que estresarla en tal estado es lo mejor que se puede hacer ― dijo en una sonora ironía dirigida a Ian ― En fin, un problema a la vez ― remarcó tomando sus manos y viendo a aquellos ojos que sin duda se le hacían preciosos, únicos como los propios
― Fluye conmigo ― fue un instante fugaz en que aquello era todo agua en calma, cayendo a unas profundidades irradiadas por tímidos rayos de sol en una tranquila ilusión.
Estoy completamente convencido de que con entrenamiento si que podría meterse en al cabeza de un nigromante, que sería la prueba más segura para ver la escena. No digo nada a eso de que no conozco la relación que tenía con Matvey, es cierto, pero también sé que basarse en cosas tan subjetivas no constituye una prueba definitiva. - Pues entonces la única opción que queda es ir y preguntarle directamente. - se me pasa por la cabeza el ser yo el que vaya a buscar al puñetero nigromante para traérselo y obligarlo a hablar, o torturarlo hasta el punto de hacerlo confesar. Sé de sobra que yo solo no podría con él, pero hay muchas maneras de hacerlo, y el nigromante tampoco es infalible.
Ella se va mosqueando cada vez más conmigo, sentándole bastante mal que le diga eso de la víctima. Supongo que lo ha interpretado mal. - En ese caso deja de decir que no te valoramos y que te vemos como si fueses insuficiente. Joder, Cat...si tuvieses más confianza en ti misma no dirías esas cosas. Yo tengo confianza en ti, pero faltas tú por tenerla. - y después pienso que en mí también, porque si llama caprichos a las cosas que hago...tampoco me comprende demasiado bien. Mi cabreo también va en aumento, odio que me trate como si fuese un crío caprichoso que cambia de parecer porque sí.
- No digas estupideces. Tu poder me parece suficiente, pero después de lo de la playa no quiero. Podría volver a atacarte como lo hice, y no me da la gana. Tampoco es que rechace lo de la isla. Es que quiero hacerlo a mi manera. Y ya he dado el primer paso para conseguirlo. Quería contarte esto durante el viaje, pero no tuvimos ni un momento de calma. - cuando no estábamos peleando para sobrevivir contra arañas estábamos en un laberinto, y cuando no todo el rato con el pesado de Maxwell pegado a ella. La excursión no había resultado lo que yo esperaba, y tampoco estoy seguro de haberle sido útil o haberla ayudado. Todo lo que necesitaba era los poderes mentales del otro, no mi innecesaria fuerza bruta. Tomo aire antes de volver a hablar, revelando lo que había estado haciendo antes de venir aquí.
- Conocí a alguien del clan de los Hijos de Fenrir. Pasé la prueba del enfrentamiento esa noche de luna llena, así que voy a unirme a ellos. Es el sitio que siempre quise encontrar, para hacerlo a mi manera. Eso no quiere decir que no agradezca tu intento de ayudarme. - su comentario de que me necesitaba aquí me hace sentir un poco mejor, disipando levemente la duda que tenía, si le había hecho falta durante el viaje. A lo de quitarme a mi amiga no estaría tan seguro. Mentiría si dijese que no tengo celos de Max. - Por eso vine, para asegurarme de que llegabas bien, y para hacer una excursión todos juntos, como hablamos aquella noche en las literas de la base. - eso ya quedaba lejos, parece que fue hace siglos cuando lo planeamos como críos que planean ilusionados una excursión al campo. Ella ya ha llegado "bien" al sitio, así que creo que ya ha terminado todo. - Pero lo has conseguido por ti misma, enhorabuena. - no sueno muy alegre, después de todo, porque no estoy seguro de que esto haya sido para bien, sino otro paso más en la peligrosa trayectoria de la familia Le Fay.
Mi cara de confusión debe hacerse patente ante la horrorizada expresión de Catherine por mi aprobación de venganza contra los presuntos asesinos de su familia, yo estaba casi seguro de que ella hablaba de matarlos. El golpe que me da en el pecho hace que me recorra por todo el cuerpo una extraña descarga de magia, algo que no había pasado antes, en las escasas ocasiones en las que hemos tenido contacto físico. - ¿Qué clase de venganza es esa? En mi mundo, si no matas al enemigo, éste vuelve a por ti. - no me convence mucho eso del destierro, pero me alivia escucharla decir que quiere cambiar el mundo a mejor. Por un momento temí que se le hubiese ido la pinza y quisiese convertirse en una asesina a gran escala y sin discriminar. Mi cabreo anterior se rebaja un poco, me relajo y dejo de estar tan a la defensiva. Me devuelve la jugada de extender la mano para ver si estamos el uno con el otro. Si es para eso sí que lo estoy, así que termino por asentir, cogiendo su mano con la mía.
Lástima que la llegada del mensaje haya estropeado el momento. Me hubiese gustado decir algo más, pero lo mejor será hablar cuanto antes. Aprieto un poco - Tranquila, Desmond está bien. Es...Kira, la han matado. Supongo que tendréis que volver Rhaegar y tú. - entonces aparece Max con sus rollos de desequilibros y sueños y demás movidas de magos con poderes mentales. Malditos sean. A la pregunta de si interrumpe respondo con cortante sinceridad. - Sí. - enseguida se acerca a ella para ponerle una mano en la frente, tomando el lugar en el que yo estaba y echándome las culpas de alterarla. Lo miro con ferocidad ante su sonrisa irónica, no me apetece aguantar ironías en este momento. Mi tono hacia él resulta agresivo, podría calificarse de una especie de amenaza. - Asume también que ella ya ha salido estresada y hecha polvo de toda esa mierda mágica que habéis hecho, y que tú la has metido en esto. No veo los beneficios por ningún lado, ella estaba mejor antes. No tengo ni puta idea de quién eres en realidad, sólo sé que no me gustas en absoluto. Y que no te vamos a quitar ojo de encima. Porque a diferencia de ti...yo no estoy solo. Si quiero tengo mucha gente detrás para asegurarse de que no metes las narices más allá de donde debes. - poco a poco le he ido cogiendo más tirria, si bien mi instinto ya me decía que no encajaría con él. Mi mandíbula se tensa con exasperación al escuchar eso de fluye conmigo, soltando por lo bajo.
- Fluye conmigo...los cojones. - echo a andar hacia la puerta, aquí no pinto nada y si me quedo aquí un segundo más acabaré peleándome con el tipo en cuestión. - Catherine, mejórate y piensa sólo en ti. Nos vemos en Ouroboros, dentro de unos días. - la miro un instante antes de salir, con cara de ir a decirle algo más, pero al final sólo suelto un sonido de frustración, dándome la vuelta para perderme por el pasillo. Después me desaparezco del lugar.
Ella se va mosqueando cada vez más conmigo, sentándole bastante mal que le diga eso de la víctima. Supongo que lo ha interpretado mal. - En ese caso deja de decir que no te valoramos y que te vemos como si fueses insuficiente. Joder, Cat...si tuvieses más confianza en ti misma no dirías esas cosas. Yo tengo confianza en ti, pero faltas tú por tenerla. - y después pienso que en mí también, porque si llama caprichos a las cosas que hago...tampoco me comprende demasiado bien. Mi cabreo también va en aumento, odio que me trate como si fuese un crío caprichoso que cambia de parecer porque sí.
- No digas estupideces. Tu poder me parece suficiente, pero después de lo de la playa no quiero. Podría volver a atacarte como lo hice, y no me da la gana. Tampoco es que rechace lo de la isla. Es que quiero hacerlo a mi manera. Y ya he dado el primer paso para conseguirlo. Quería contarte esto durante el viaje, pero no tuvimos ni un momento de calma. - cuando no estábamos peleando para sobrevivir contra arañas estábamos en un laberinto, y cuando no todo el rato con el pesado de Maxwell pegado a ella. La excursión no había resultado lo que yo esperaba, y tampoco estoy seguro de haberle sido útil o haberla ayudado. Todo lo que necesitaba era los poderes mentales del otro, no mi innecesaria fuerza bruta. Tomo aire antes de volver a hablar, revelando lo que había estado haciendo antes de venir aquí.
- Conocí a alguien del clan de los Hijos de Fenrir. Pasé la prueba del enfrentamiento esa noche de luna llena, así que voy a unirme a ellos. Es el sitio que siempre quise encontrar, para hacerlo a mi manera. Eso no quiere decir que no agradezca tu intento de ayudarme. - su comentario de que me necesitaba aquí me hace sentir un poco mejor, disipando levemente la duda que tenía, si le había hecho falta durante el viaje. A lo de quitarme a mi amiga no estaría tan seguro. Mentiría si dijese que no tengo celos de Max. - Por eso vine, para asegurarme de que llegabas bien, y para hacer una excursión todos juntos, como hablamos aquella noche en las literas de la base. - eso ya quedaba lejos, parece que fue hace siglos cuando lo planeamos como críos que planean ilusionados una excursión al campo. Ella ya ha llegado "bien" al sitio, así que creo que ya ha terminado todo. - Pero lo has conseguido por ti misma, enhorabuena. - no sueno muy alegre, después de todo, porque no estoy seguro de que esto haya sido para bien, sino otro paso más en la peligrosa trayectoria de la familia Le Fay.
Mi cara de confusión debe hacerse patente ante la horrorizada expresión de Catherine por mi aprobación de venganza contra los presuntos asesinos de su familia, yo estaba casi seguro de que ella hablaba de matarlos. El golpe que me da en el pecho hace que me recorra por todo el cuerpo una extraña descarga de magia, algo que no había pasado antes, en las escasas ocasiones en las que hemos tenido contacto físico. - ¿Qué clase de venganza es esa? En mi mundo, si no matas al enemigo, éste vuelve a por ti. - no me convence mucho eso del destierro, pero me alivia escucharla decir que quiere cambiar el mundo a mejor. Por un momento temí que se le hubiese ido la pinza y quisiese convertirse en una asesina a gran escala y sin discriminar. Mi cabreo anterior se rebaja un poco, me relajo y dejo de estar tan a la defensiva. Me devuelve la jugada de extender la mano para ver si estamos el uno con el otro. Si es para eso sí que lo estoy, así que termino por asentir, cogiendo su mano con la mía.
Lástima que la llegada del mensaje haya estropeado el momento. Me hubiese gustado decir algo más, pero lo mejor será hablar cuanto antes. Aprieto un poco - Tranquila, Desmond está bien. Es...Kira, la han matado. Supongo que tendréis que volver Rhaegar y tú. - entonces aparece Max con sus rollos de desequilibros y sueños y demás movidas de magos con poderes mentales. Malditos sean. A la pregunta de si interrumpe respondo con cortante sinceridad. - Sí. - enseguida se acerca a ella para ponerle una mano en la frente, tomando el lugar en el que yo estaba y echándome las culpas de alterarla. Lo miro con ferocidad ante su sonrisa irónica, no me apetece aguantar ironías en este momento. Mi tono hacia él resulta agresivo, podría calificarse de una especie de amenaza. - Asume también que ella ya ha salido estresada y hecha polvo de toda esa mierda mágica que habéis hecho, y que tú la has metido en esto. No veo los beneficios por ningún lado, ella estaba mejor antes. No tengo ni puta idea de quién eres en realidad, sólo sé que no me gustas en absoluto. Y que no te vamos a quitar ojo de encima. Porque a diferencia de ti...yo no estoy solo. Si quiero tengo mucha gente detrás para asegurarse de que no metes las narices más allá de donde debes. - poco a poco le he ido cogiendo más tirria, si bien mi instinto ya me decía que no encajaría con él. Mi mandíbula se tensa con exasperación al escuchar eso de fluye conmigo, soltando por lo bajo.
- Fluye conmigo...los cojones. - echo a andar hacia la puerta, aquí no pinto nada y si me quedo aquí un segundo más acabaré peleándome con el tipo en cuestión. - Catherine, mejórate y piensa sólo en ti. Nos vemos en Ouroboros, dentro de unos días. - la miro un instante antes de salir, con cara de ir a decirle algo más, pero al final sólo suelto un sonido de frustración, dándome la vuelta para perderme por el pasillo. Después me desaparezco del lugar.
Si, la opción era esa pero…¿Qué pasaba si no quería oír la respuesta? Se cuestionó frunciendo el ceño con clara confusión. Temía lo que podía decirle Matvey aunque ya lo sospechara, la consolidación de esa idea la destruiría de una manera mucho más profunda, más palpable. Pero dejó de pensar en ello cuando habló sobre la confianza que ella debería tener sobre sí misma, Catherine alzó la mirada sin siquiera tener una palabra que decirle al respecto. Aquello le dolía pero desafortunadamente no era la primera persona en decirlo, pero sí que ella lo oyera. Le costaba tener confianza en sí misma porque nunca llegaría a ser tan grande como su padre o su hermano. Era un hecho. Iba a ser una Descendiente más sin nada importante que escribir en la historia del mundo.
Siguió en silencio para que oyera sobre lo que deseaba contarle, esta vez el interés brilló en sus ojos multicolores. La respuesta que le dio la hizo alzar las cejas aunque en el fondo sólo sintiera tristeza, si los había encontrado es porque...Tenía un nuevo hogar. Una nueva familia. Se forzó a dibujar una sonrisa aunque sus sentimientos fueran absolutamente contrarios y realmente sólo sintieras que estaba ardiendo de dentro hacia afuera. -No me esperaba acromántulas en las primeras dos horas…- Se sinceró, porque ella también había deseado aquella excursión como la habían planteado. El “Enhorabuena” le supo algo raro y sólo asintió con la cabeza.
-No podrán… Y da igual Ian, yo...No podría…- Mencionó mirándose las manos, apretándolas con suavidad porque definitivamente no le parecía que tuviera la fuerza de voluntad de tomar la vida de alguien. Finalmente, él toma su mano y Catherine le sonríe más sinceramente sin darse cuenta de la fuerte descarga de magia que está teniendo con él -¿Kira?- Cuestionó sintiendo que la cabeza pronto iba a explotarle porque nunca había visto a Kira como una enemiga o como alguien naturalmente malo que buscara el mal en los demás. -Sí… Es…- No logra culminar una frase porque pese al drenaje en Ian la cabeza sigue molestándole, incluso cuando ingresa Max.
Las preguntas del aprendiz de su padre hace que se quede mirándolo -Sí- Dijo con total sinceridad porque necesitaba hablar con Ian, pero aún así las palabras de él le sientan para mal. Se miró a sí misma pensando que hablaba de su ropa pues no sehabía bañado desde el laberinto, no había tenido nada de tiempo. -Sí, sí canaliz… Ah…- Dijo y miró a Ian sonriendole con gracia -Perdón- le dijo a él por haberlo estado usando de cable a tierra sin siquiera darse cuenta y soltó su mano para detenerse, llaménlo ¿Química mágica?. Dejó que Max la tocara y frunció el ceño -Han matado a Kira, no es su culpa…- le explicó la Le Fay pero Ian escogió ese instante para sacarse una espina que se le había clavado y Catherine lo miró anonadada, en parte porque no sabía que lo detestara tanto pero la impresión de aquello la tensó aún más.
La muchacha a sabiendas de que debía canalizar le dio ambas palmas a Max, mirándolo sin saber qué decir y empezando a dejar fluir su energía mágica junto a él. Y aunque la ilusión es hermosa, Catherine la destruye para mirar a Ian con preocupación. No son palabras lo que le dice, sino un mensaje para él. “Te estaré esperando”, le envió telepáticamente antes de volver a mirar a Max con una sonrisa incómoda. Cerró los ojos de nuevo y se dejó fluir, permitiéndole hacer cualquier tipo de ilusión que quisiera. Era cierto, estaba muy estresada pero su mente no se tranquilizaba - En cuanto terminemos...Me ducharé y volveremos a Ouroboros. Nos deben haber convocado-
Siguió en silencio para que oyera sobre lo que deseaba contarle, esta vez el interés brilló en sus ojos multicolores. La respuesta que le dio la hizo alzar las cejas aunque en el fondo sólo sintiera tristeza, si los había encontrado es porque...Tenía un nuevo hogar. Una nueva familia. Se forzó a dibujar una sonrisa aunque sus sentimientos fueran absolutamente contrarios y realmente sólo sintieras que estaba ardiendo de dentro hacia afuera. -No me esperaba acromántulas en las primeras dos horas…- Se sinceró, porque ella también había deseado aquella excursión como la habían planteado. El “Enhorabuena” le supo algo raro y sólo asintió con la cabeza.
-No podrán… Y da igual Ian, yo...No podría…- Mencionó mirándose las manos, apretándolas con suavidad porque definitivamente no le parecía que tuviera la fuerza de voluntad de tomar la vida de alguien. Finalmente, él toma su mano y Catherine le sonríe más sinceramente sin darse cuenta de la fuerte descarga de magia que está teniendo con él -¿Kira?- Cuestionó sintiendo que la cabeza pronto iba a explotarle porque nunca había visto a Kira como una enemiga o como alguien naturalmente malo que buscara el mal en los demás. -Sí… Es…- No logra culminar una frase porque pese al drenaje en Ian la cabeza sigue molestándole, incluso cuando ingresa Max.
Las preguntas del aprendiz de su padre hace que se quede mirándolo -Sí- Dijo con total sinceridad porque necesitaba hablar con Ian, pero aún así las palabras de él le sientan para mal. Se miró a sí misma pensando que hablaba de su ropa pues no sehabía bañado desde el laberinto, no había tenido nada de tiempo. -Sí, sí canaliz… Ah…- Dijo y miró a Ian sonriendole con gracia -Perdón- le dijo a él por haberlo estado usando de cable a tierra sin siquiera darse cuenta y soltó su mano para detenerse, llaménlo ¿Química mágica?. Dejó que Max la tocara y frunció el ceño -Han matado a Kira, no es su culpa…- le explicó la Le Fay pero Ian escogió ese instante para sacarse una espina que se le había clavado y Catherine lo miró anonadada, en parte porque no sabía que lo detestara tanto pero la impresión de aquello la tensó aún más.
La muchacha a sabiendas de que debía canalizar le dio ambas palmas a Max, mirándolo sin saber qué decir y empezando a dejar fluir su energía mágica junto a él. Y aunque la ilusión es hermosa, Catherine la destruye para mirar a Ian con preocupación. No son palabras lo que le dice, sino un mensaje para él. “Te estaré esperando”, le envió telepáticamente antes de volver a mirar a Max con una sonrisa incómoda. Cerró los ojos de nuevo y se dejó fluir, permitiéndole hacer cualquier tipo de ilusión que quisiera. Era cierto, estaba muy estresada pero su mente no se tranquilizaba - En cuanto terminemos...Me ducharé y volveremos a Ouroboros. Nos deben haber convocado-
Maxwell Blake
Raza
mensajes
puntos
Alineamiento
Ocupación
Bando
Apodo
Edad
Nacionalidad
― Esa es la diferencia de quien sabe lo que Catherine quiere y necesita y para quien es un capricho ― fue su única respuesta que a pesar de ojos cerrados no pierde el filo que lo caracteriza, un acero hirviendo que cauteriza en el propio ataque.
Un corazón desbocado fuera de curso, aleteando en simulación de un colibrí en pleno vuelo. Todo había sucedido rápido, muy rápido hasta el punto que la memoria se convierte en una niebla a la cual no poder recurrir. Estaba a punto de sufrir un paro, iba a morir de nuevo. Catherine estaba siempre al pie del cañón quizás por primera vez podía elegir tirar la toalla con una sonrisa transportada a un mundo jamás visto; completamente nuevo.
― ¿Algo así? ― Las palabras de Dream sonaron tan omnipresentes con una musicalidad perfecta. En desnudez con el cuerpo ajeno creando un perfecto arco elíptico sobre la horizontal en la que yacía. Sentidos sobrecargados por ondas de choque que drenaban su energía en una manera desconocida. El temblor de sus manos era un hecho constante que ella no podía mantener bajo control, buscando a ciegas un sitio donde dejarlas estáticas, un ancla a la realidad en la que estaban inmersos. Sin avisos, la figura masculina le eclipsó con facilidad e hizo añicos lo poco que le quedaba de entereza. Era un dios de amplios y curvos hombros, su pecho dos rocas perfectamente simétricas delineadas por sobre el volumen de su torso. Satisface la curiosidad ajena de hacer tocar algo así. ¿Y si bajaba? Las cosas solo se ponían mucho más interesantes.
― Catherine ― advirtió en una tensión instrumental. Su desnudez era un problema, sin maneras de describir el estrago que provocaba el moreno en igual de condiciones. Y es que hasta su rostro era cincelado en aristas de diamante y la piel un tejido hirviendo en un revuelo sensaciones, una montaña rusa según el camino que el otro decidiese seguir, tenía tanto poder; su calor era un fuego infernal en el que quería quemarse. Le oyó, Le Fay estuvo a punto de hacer un intento de pregunta, tomar un consejo de la experiencia ajena pero enseguida su voz se vio transformada en un sonido agudo inesperado. Traicionada ¿En qué momento aquél hombre de ojos felinos había logrado alcanzar la cercanía con sus labios a ese sitio que coronaba su pecho? El aliento abrazaba sin tocar haciendo reaccionar su cuerpo, latidos pulsando al oído en un claro indicio de excitación abstracta ¿Quién podría resistirse a la erótica presencia de Blake en todo su esplendor? Catherine quizás a merced, encapsulada por su propia magia, pues entre sus manos se volvía una mantequilla expuesta al sol de mediodía.
― Nunca van a entender. Entenderte― estaba tan cercano, bullendo en una presión que ni el mejor trato de su mano llegaría a lograr, manteniéndola inmóvil e inútil ante el ataque pues aquellos labios le habían tocado pocas veces en lugares muy estratégicos empujando hacia adelante en una carretera directo a la locura. Drenaba con cada toque los excesos para suplantarlos por una fina corriente de placer. Como si desesperado, sus manos encontraron sitio entre aquellos cabellos, llegando a dar un tirón cuando el hombre iba en dirección sur en línea recta haciendo uso de la lengua ― El poder, la magia― mascullo por lo bajo en un arrebato de sentido. Aquél gesto, una sonrisa rayando la travesura dejó una apertura de silencio, el descenso ajeno llegaba a una terrible zona de peligro.
― De Blanco a Negro― explicó el mayor en un tono de mal augurio. O muy bueno, dependiendo de por donde se viera. Escucha lo soez de la chica morir dentro de su mente. Un toque fantasmal, envuelto en el aliento como ejemplo de lo que avecina. Maxwell no puede esconder una sonrisa de triunfo al verle adoptar esa forma, creando un círculo perfecto que bajó por su zona de placer. Lento, caliente, dejando por primera vez lo que era.
―Deseo unirme a tu lado; de sangre que llama la sangre ― entrelaza sus dedos desde donde estaba, una serpiente fina de metal y cristal se enrosca entre los anulares y con la presión se rompe formando un dúo de anillos.
―Solo tienes que decir que si― le permite experimentar esa sensación húmeda bajo el vientre una vez más. El reloj suena en campanadas de mediodía que disuelven el encantado universo; magia bajo control, ronroneando como un gato bajo su mano.
―¿Debería dejarte pensar? ― preguntó con esa sonrisa siempre presente tras darle su liberación
Un corazón desbocado fuera de curso, aleteando en simulación de un colibrí en pleno vuelo. Todo había sucedido rápido, muy rápido hasta el punto que la memoria se convierte en una niebla a la cual no poder recurrir. Estaba a punto de sufrir un paro, iba a morir de nuevo. Catherine estaba siempre al pie del cañón quizás por primera vez podía elegir tirar la toalla con una sonrisa transportada a un mundo jamás visto; completamente nuevo.
― ¿Algo así? ― Las palabras de Dream sonaron tan omnipresentes con una musicalidad perfecta. En desnudez con el cuerpo ajeno creando un perfecto arco elíptico sobre la horizontal en la que yacía. Sentidos sobrecargados por ondas de choque que drenaban su energía en una manera desconocida. El temblor de sus manos era un hecho constante que ella no podía mantener bajo control, buscando a ciegas un sitio donde dejarlas estáticas, un ancla a la realidad en la que estaban inmersos. Sin avisos, la figura masculina le eclipsó con facilidad e hizo añicos lo poco que le quedaba de entereza. Era un dios de amplios y curvos hombros, su pecho dos rocas perfectamente simétricas delineadas por sobre el volumen de su torso. Satisface la curiosidad ajena de hacer tocar algo así. ¿Y si bajaba? Las cosas solo se ponían mucho más interesantes.
― Catherine ― advirtió en una tensión instrumental. Su desnudez era un problema, sin maneras de describir el estrago que provocaba el moreno en igual de condiciones. Y es que hasta su rostro era cincelado en aristas de diamante y la piel un tejido hirviendo en un revuelo sensaciones, una montaña rusa según el camino que el otro decidiese seguir, tenía tanto poder; su calor era un fuego infernal en el que quería quemarse. Le oyó, Le Fay estuvo a punto de hacer un intento de pregunta, tomar un consejo de la experiencia ajena pero enseguida su voz se vio transformada en un sonido agudo inesperado. Traicionada ¿En qué momento aquél hombre de ojos felinos había logrado alcanzar la cercanía con sus labios a ese sitio que coronaba su pecho? El aliento abrazaba sin tocar haciendo reaccionar su cuerpo, latidos pulsando al oído en un claro indicio de excitación abstracta ¿Quién podría resistirse a la erótica presencia de Blake en todo su esplendor? Catherine quizás a merced, encapsulada por su propia magia, pues entre sus manos se volvía una mantequilla expuesta al sol de mediodía.
― Nunca van a entender. Entenderte― estaba tan cercano, bullendo en una presión que ni el mejor trato de su mano llegaría a lograr, manteniéndola inmóvil e inútil ante el ataque pues aquellos labios le habían tocado pocas veces en lugares muy estratégicos empujando hacia adelante en una carretera directo a la locura. Drenaba con cada toque los excesos para suplantarlos por una fina corriente de placer. Como si desesperado, sus manos encontraron sitio entre aquellos cabellos, llegando a dar un tirón cuando el hombre iba en dirección sur en línea recta haciendo uso de la lengua ― El poder, la magia― mascullo por lo bajo en un arrebato de sentido. Aquél gesto, una sonrisa rayando la travesura dejó una apertura de silencio, el descenso ajeno llegaba a una terrible zona de peligro.
― De Blanco a Negro― explicó el mayor en un tono de mal augurio. O muy bueno, dependiendo de por donde se viera. Escucha lo soez de la chica morir dentro de su mente. Un toque fantasmal, envuelto en el aliento como ejemplo de lo que avecina. Maxwell no puede esconder una sonrisa de triunfo al verle adoptar esa forma, creando un círculo perfecto que bajó por su zona de placer. Lento, caliente, dejando por primera vez lo que era.
―Deseo unirme a tu lado; de sangre que llama la sangre ― entrelaza sus dedos desde donde estaba, una serpiente fina de metal y cristal se enrosca entre los anulares y con la presión se rompe formando un dúo de anillos.
―Solo tienes que decir que si― le permite experimentar esa sensación húmeda bajo el vientre una vez más. El reloj suena en campanadas de mediodía que disuelven el encantado universo; magia bajo control, ronroneando como un gato bajo su mano.
―¿Debería dejarte pensar? ― preguntó con esa sonrisa siempre presente tras darle su liberación
La palabra “capricho” se le clavó en medio del corazón a Catherine haciendole un hueco y dejando allí la sombra de la duda instalada. No es que...No es que fuesen algo, en lo absoluto, pero ella misma le había dicho segundos antes que Ian no tenía necesidades...Si no caprichos. Miró a Maxwell con un gesto confuso en el rostro pero no dijo nada más. Estaba demasiado preocupada y con muchas cosas en la cabeza como para ocuparse de Ian en ese momento o de cualquier pelea que tuvieran ambos.
-¿Umm?- Cuestionó abriendo los ojos y percatándose entonces de la nula vestimenta que ambos portaban, cual Adan y Evan en pleno Edén. Un latido fue suficiente para que la energía se descargara de manera tan brusca que hubo chispas a su alrededor o al menos ella lo sintió así. La magia no sólo se drenaba sino que acariciaba las venas y su cuerpo como la suave caricia de un amante, las pálidas mejillas de la muchacha se tornaron tan rojas que asemejaban cerezas maduras. Las manos de Catherine se posaron sobre el pecho de Dream como para mantener cierta distancia, reticencia aprendida a lo largo de los años, cierto repelus al contacto físico que no había terminado de difuminarse en las amistades creadas.
Sus labios se entreabrieron para ¿Quejarse? Y sin embargo lo que los abandonó no fue más que un jadeo, símbolo inequívoco del placer inesperado que recorría su cuerpo con la diversión de un niño con un juguete nuevo. La sensación del calor que provenía de la figura masculina le hacía arder a sí misma con una potencia recientemente descubierta. Los dedos de ella dejaron de aferrarse con miedo y fuerza a sus hombros para dejarlo hacer, podía sentir a su cuerpo ceder y relajarse ante el toque maestro del encantador. Se mordió el labio para no dejar que otro de esos jadeos le abandonara pero su cuerpo se arqueó ante él cuando su camino se desviaba hacia el sur. Un ápice de miedo, pero demasiada deleite para siquiera negarselo. ¿Hace cuanto tiempo no se sentía así de bien?.
Las palabras viajaron hacia sus oídos haciéndola pensar. No, nadie. Nunca lo harían. Siempre había desconfianza, nunca respeto. Nunca la mirarían como él. Él sí lo sabía, la conocía. La muchacha abrió los ojos para observarlo con lentitud sintiéndose consumida de dentro hacia afuera, con la piel hirviendo y el corazón reventándose contra su pecho. Al principio no comprendió sus palabras, pero fue cuestión de segundos en los que vio aquellas serpientes que comprendió lo que estaba pidiendole pero se perdió en la pregunta, en algún recóndito espacio de su mente, cuando su cuerpo cedió nuevamente a las sensaciones que se irradiaban desde su zona sur hacia todo su cuerpo erizando su piel, haciendo sucumbir su mente para caer en un caleidoscopio de placer sin retorno.
Las campanas detuvieron todo y cuando Catherine abrió de nuevo los ojos estaba en su vacía habitación, vestida pero con las mejillas ruborizadas y la piel aún caliente, su propia mente se quejó del aire frío que acarició la escasa piel expuesta y la pelinegra miró a Max embelesada. Su pecho subía arriba y abajo con premura, tratando de recuperar el aliento sin demasiado éxito. Trago con fuerza, pero tenía la boca seca. Cuando movió los dedos sintió el peso de un anillo nuevo y observó este con la cabeza zumbando. ¿Cuando, si quiera, había considerado la posibilidad de casarse? Se cuestionó y alzó la vista hacia Max. No se trataba sólo de una conexión física, había algo más allá. ¿Por qué negarse? Era deber de todo Descendiente prolongar su linaje y mientras otras opciones se encontraban… Fuera de su alcance, acá estaba dando él el primer paso. Un aprendiz, un ganador del Torneo. Un conocedor y un encantador. De sangre pura.
Un flashback de su madre vino a su mente mientras hablaba en una estúpida fiesta de té sobre los rasgos a tener en cuenta, presumiendo de los suyos propios como buena narcicista elitista, al decir que había ganado a Stavron con más que sólo belleza. Catherine no había sido invitada a la fiesta pero estaba pintando cerca y la había oído. Maxwell encajaba. Maxwell era… El...Indicado.
-Sí-
-¿Umm?- Cuestionó abriendo los ojos y percatándose entonces de la nula vestimenta que ambos portaban, cual Adan y Evan en pleno Edén. Un latido fue suficiente para que la energía se descargara de manera tan brusca que hubo chispas a su alrededor o al menos ella lo sintió así. La magia no sólo se drenaba sino que acariciaba las venas y su cuerpo como la suave caricia de un amante, las pálidas mejillas de la muchacha se tornaron tan rojas que asemejaban cerezas maduras. Las manos de Catherine se posaron sobre el pecho de Dream como para mantener cierta distancia, reticencia aprendida a lo largo de los años, cierto repelus al contacto físico que no había terminado de difuminarse en las amistades creadas.
Sus labios se entreabrieron para ¿Quejarse? Y sin embargo lo que los abandonó no fue más que un jadeo, símbolo inequívoco del placer inesperado que recorría su cuerpo con la diversión de un niño con un juguete nuevo. La sensación del calor que provenía de la figura masculina le hacía arder a sí misma con una potencia recientemente descubierta. Los dedos de ella dejaron de aferrarse con miedo y fuerza a sus hombros para dejarlo hacer, podía sentir a su cuerpo ceder y relajarse ante el toque maestro del encantador. Se mordió el labio para no dejar que otro de esos jadeos le abandonara pero su cuerpo se arqueó ante él cuando su camino se desviaba hacia el sur. Un ápice de miedo, pero demasiada deleite para siquiera negarselo. ¿Hace cuanto tiempo no se sentía así de bien?.
Las palabras viajaron hacia sus oídos haciéndola pensar. No, nadie. Nunca lo harían. Siempre había desconfianza, nunca respeto. Nunca la mirarían como él. Él sí lo sabía, la conocía. La muchacha abrió los ojos para observarlo con lentitud sintiéndose consumida de dentro hacia afuera, con la piel hirviendo y el corazón reventándose contra su pecho. Al principio no comprendió sus palabras, pero fue cuestión de segundos en los que vio aquellas serpientes que comprendió lo que estaba pidiendole pero se perdió en la pregunta, en algún recóndito espacio de su mente, cuando su cuerpo cedió nuevamente a las sensaciones que se irradiaban desde su zona sur hacia todo su cuerpo erizando su piel, haciendo sucumbir su mente para caer en un caleidoscopio de placer sin retorno.
Las campanas detuvieron todo y cuando Catherine abrió de nuevo los ojos estaba en su vacía habitación, vestida pero con las mejillas ruborizadas y la piel aún caliente, su propia mente se quejó del aire frío que acarició la escasa piel expuesta y la pelinegra miró a Max embelesada. Su pecho subía arriba y abajo con premura, tratando de recuperar el aliento sin demasiado éxito. Trago con fuerza, pero tenía la boca seca. Cuando movió los dedos sintió el peso de un anillo nuevo y observó este con la cabeza zumbando. ¿Cuando, si quiera, había considerado la posibilidad de casarse? Se cuestionó y alzó la vista hacia Max. No se trataba sólo de una conexión física, había algo más allá. ¿Por qué negarse? Era deber de todo Descendiente prolongar su linaje y mientras otras opciones se encontraban… Fuera de su alcance, acá estaba dando él el primer paso. Un aprendiz, un ganador del Torneo. Un conocedor y un encantador. De sangre pura.
Un flashback de su madre vino a su mente mientras hablaba en una estúpida fiesta de té sobre los rasgos a tener en cuenta, presumiendo de los suyos propios como buena narcicista elitista, al decir que había ganado a Stavron con más que sólo belleza. Catherine no había sido invitada a la fiesta pero estaba pintando cerca y la había oído. Maxwell encajaba. Maxwell era… El...Indicado.
-Sí-
Maxwell Blake
Raza
mensajes
puntos
Alineamiento
Ocupación
Bando
Apodo
Edad
Nacionalidad
El pasado es la historia de un rodaje que no podemos cambiar. Las huellas de una rastro que nos marca y construye la persona que hemos llegado a ser en el presente. El tiempo no es una línea recta, ni tampoco un complejo espiral, sino una sucesión de las mismas, cada nuevo hecho estirando un fino hilo que se interconecta en aquella red para formar un entramado que se denomina vida. Lo bueno, lo malo, incluso lo más neutro posee una forma particular y el color que aportan al matiz de un entero único. Las dos personas que enfrentaban miradas no eran excepción, con el encuentro allí desarrollado siendo el vivo ejemplo de las posibilidades. Quizás expertos, conocedores de aquél hilado y sus características, evitando los puntos muertos como el niño que salta las grietas de las baldosas en inocente juego. Sin embargo allí no había nadie exento de pecado, pero inexorable que el conjunto hacía a un apartado individual curioso. El efecto de un magnetismo que revierte la polaridad, transformando las pesadillas en sueños hechos realidad.
Con una fascinación digna de devoción, su mirada capturaba los rastros del vapor del aliento que nublaban la imagen de la mujer que ha quedado a la deriva. El amargo conocimiento de la separación en conjunto con la dulce sensación de calmar era una combinación no tardaban en caer en la añoranza. No trataba de cambiar a la fuerza a la persona que tenía en frente, no era un ignorante ni un iluso. Las modificaciones solo se dan cuando el sistema experimenta la necesidad de hacerlo desde su núcleo. Tampoco se trataba de una medida desesperada de un cuidado al peligro inminente, si bien las cantidades rayaban límites ajenos a la cuerda realidad, estaban hablando de simple compromiso. En una actualidad donde el estrés es la moneda y la preocupación la tasa de cambio, ciertas indulgencias se permiten sin miramientos. La sinceridad sobre la mesa, si faltasen razones y el deseo estuviera presente, el moreno era capaz de salir a inventarse unas nuevas para cumplimentar. El juego que se planteaba en el centro de una habitación era de naturaleza distinta a la típica, pero no dejaba de ser una diversión con sus premios y reglas. A cierto punto el peligro encontraba presencia, la sensación apremiante de ser el próximo en caer en jaque mate. El orgullo eran las fichas y con el alborear de las intenciones el tablero se convertía en un todo o nada a muerte súbita. Satisfecho, ronroneó como un gato en el auge de su comodidad, arqueando levemente la espalda para alzarse cual caballero
–Buena respuesta– dijo sin haber esperado una afirmación tan veloz, vanagloriándose en no haber pedido su toque – Hay tanto que hacer – continuó no solo mirando el estado deplorable del sitio donde se encontraban sino la naturaleza del mundo mismo en el que habitaban – Y creo que hasta hace un minuto llevabas prisa – jugó como quien tiene la cuerda y todas las cartas para hacer al mono bailar – ¿Deberíamos? – la pregunta llegó a momento en que su mano se ofrecía en cuidado porte – Prometo que la realidad será aún más mágica la próxima vez – aseguró y le sello los labios en un único beso, dando lo suficiente de soga para permitirle elegir.
Con una fascinación digna de devoción, su mirada capturaba los rastros del vapor del aliento que nublaban la imagen de la mujer que ha quedado a la deriva. El amargo conocimiento de la separación en conjunto con la dulce sensación de calmar era una combinación no tardaban en caer en la añoranza. No trataba de cambiar a la fuerza a la persona que tenía en frente, no era un ignorante ni un iluso. Las modificaciones solo se dan cuando el sistema experimenta la necesidad de hacerlo desde su núcleo. Tampoco se trataba de una medida desesperada de un cuidado al peligro inminente, si bien las cantidades rayaban límites ajenos a la cuerda realidad, estaban hablando de simple compromiso. En una actualidad donde el estrés es la moneda y la preocupación la tasa de cambio, ciertas indulgencias se permiten sin miramientos. La sinceridad sobre la mesa, si faltasen razones y el deseo estuviera presente, el moreno era capaz de salir a inventarse unas nuevas para cumplimentar. El juego que se planteaba en el centro de una habitación era de naturaleza distinta a la típica, pero no dejaba de ser una diversión con sus premios y reglas. A cierto punto el peligro encontraba presencia, la sensación apremiante de ser el próximo en caer en jaque mate. El orgullo eran las fichas y con el alborear de las intenciones el tablero se convertía en un todo o nada a muerte súbita. Satisfecho, ronroneó como un gato en el auge de su comodidad, arqueando levemente la espalda para alzarse cual caballero
–Buena respuesta– dijo sin haber esperado una afirmación tan veloz, vanagloriándose en no haber pedido su toque – Hay tanto que hacer – continuó no solo mirando el estado deplorable del sitio donde se encontraban sino la naturaleza del mundo mismo en el que habitaban – Y creo que hasta hace un minuto llevabas prisa – jugó como quien tiene la cuerda y todas las cartas para hacer al mono bailar – ¿Deberíamos? – la pregunta llegó a momento en que su mano se ofrecía en cuidado porte – Prometo que la realidad será aún más mágica la próxima vez – aseguró y le sello los labios en un único beso, dando lo suficiente de soga para permitirle elegir.
La respiración de Catherine finalmente volvía a la normalidad y pese a que su corazón seguía latiendo con fuerza se encontraba relajada. Una magia equilibrada lo era todo. Pero ahora, conocedora de ese poder tenía las armas suficientes para llevar a cabo sus planes sin la necesidad y/o aprobación de un consejo hipócrita. Sonrió brevemente de lado aún mirándole con cierta extraña atracción que le cosquilleaba en la piel. ¿Era deseo? Se cuestionó pero sin hablar en voz alta. Lo cierto es que la Le Fay aún no había caído en lo que había dicho y hecho, ni siquiera en las consecuencias de su acto. Fue algo instantáneo, cosa de segundos en el que Max le pareció la persona más indicada para complementarla en sus planes.
Carraspeó suavemente cuando dijo que había tanto que hacer -Sí. Lo primero es volver. Si han asesinado a Kira quiere decir que habrá reunión de consejo. Cosa que no recuerdo que hubiese cuando Layla y mi madre murieron- Se llevó la mano al cabello para apartárselo de la cara y suspiró un poco. No quería verle la cara a Matvey, ni a Mei, ni siquiera a Sean pese a la borrascosa relación que siempre habían tenido. De nuevo empezó a dolerle la cabeza, pero por todas razones distintas a las anteriores.
-Sí. Me daré un baño y cambiaré, iremos directamente hacia el consejo. Debo presentarte como testigo o no me creerán. Es lo más conveniente- añadió pensativa e iba a tomar su mano por inercia hasta que mencionó aquello que la hizo sonrojarse tan rápido como la velocidad de la luz. Sus labios se posaron en los suyos, sintió el tacto cálido de ellos y una descarga de energía que reptaba por su cuerpo haciéndole zozobrar. Era su primer beso y, sin embargo, fue la primera en separarse presa del nerviosismo -Voy a...bañarme...Esperame abajo-
“Rhaegar tenemos que volver a Ouroboros. Hay consejo”
Le envió un mensaje telepático a Rhaegar para que vaya alistándose. Tras ello se tomó una larga ducha que le insertó un poco de dudas acerca de lo que había dicho, pero los pros estaban por encima de muchas cosas así que dejó de darle vueltas. Joder, tendría que hablar con Azahar, con Rhaegar, con Desmond, con Anteia… con Ian. Con el estómago revuelto bajó hasta el salón principal encontrándose con ambos e intercambio una mirada capciosa con su hermano antes de tomar las manos de los dos e iniciar el viaje de retorno.
Carraspeó suavemente cuando dijo que había tanto que hacer -Sí. Lo primero es volver. Si han asesinado a Kira quiere decir que habrá reunión de consejo. Cosa que no recuerdo que hubiese cuando Layla y mi madre murieron- Se llevó la mano al cabello para apartárselo de la cara y suspiró un poco. No quería verle la cara a Matvey, ni a Mei, ni siquiera a Sean pese a la borrascosa relación que siempre habían tenido. De nuevo empezó a dolerle la cabeza, pero por todas razones distintas a las anteriores.
-Sí. Me daré un baño y cambiaré, iremos directamente hacia el consejo. Debo presentarte como testigo o no me creerán. Es lo más conveniente- añadió pensativa e iba a tomar su mano por inercia hasta que mencionó aquello que la hizo sonrojarse tan rápido como la velocidad de la luz. Sus labios se posaron en los suyos, sintió el tacto cálido de ellos y una descarga de energía que reptaba por su cuerpo haciéndole zozobrar. Era su primer beso y, sin embargo, fue la primera en separarse presa del nerviosismo -Voy a...bañarme...Esperame abajo-
“Rhaegar tenemos que volver a Ouroboros. Hay consejo”
Le envió un mensaje telepático a Rhaegar para que vaya alistándose. Tras ello se tomó una larga ducha que le insertó un poco de dudas acerca de lo que había dicho, pero los pros estaban por encima de muchas cosas así que dejó de darle vueltas. Joder, tendría que hablar con Azahar, con Rhaegar, con Desmond, con Anteia… con Ian. Con el estómago revuelto bajó hasta el salón principal encontrándose con ambos e intercambio una mirada capciosa con su hermano antes de tomar las manos de los dos e iniciar el viaje de retorno.
Devil, devil.
“Te necesito”La mirada de Catherine se había anclado en la de Max en cuanto le dijo eso, recordando entonces el puro magnetismo sexual que la había sacudido en aquella ilusión y comprendió que, a diferencia de ella, él era un maestro controlándose. No había notado que se sentía como ella. ¿Se debía a que era una ignorante en el tema? Tal vez. Sus dedos se crisparon alrededor de la bolsa mientras un nudo se le hacía en el estómago. ¿Cuáles eran sus verdaderas prioridades? Maxwell terminó de quebrarla cuando habló de esa manera acerca del Castillo Le Fay, cuando desapareció Catherine miró alrededor y por un momento se sintió tan incómoda como siempre se había sentido alrededor de la Resistencia. No era su lugar, no pertenecía ahí. Y sabía que por más que intentara hacerlo… Sentía una extraña presión en el corazón y cuando puso los pies en la chimenea sólo pudo pensar que todo lo que estaba en su mano, lo había hecho. Se iba con ese halo de esperanza, los protegió y eso era todo lo que podía hacer por ellos.
Al salir de la chimenea se sentía ligeramente extraña, tenía el ceño fruncido y miraba el piso. Dio un paso al frente y fue, casi instantáneo, que su pesadez se liberó. Sus ojos pasearon por la habitación al principio con curiosidad y tiempo después con sorpresa y hasta alegría. Notó que, si bien todo parecía estar igual que antes, había un detalle de ella en cada rincón. Se encaminó hasta una de las paredes cercanas reconociendo su propio arte -No tenías que hacerlo- Dijo y finalmente giró su vista hacia él. Tenía una sonrisa dulce en el rostro que, en ese instante, no se tornó lujuriosa pero sí cuando sus orbes descendieron por la imagen que presentaba. Se humedeció los labios con ligera timidez, llegado el momento las agallas parecían no acompañarla demasiado. La soledad era propicia para dejar entrever sus verdaderos deseos pero ella, figura hecha de inseguridades, no estaba demasiado dispuesta a avanzar en ello -Gracias- Murmuró.
Se quitó la cazadora negra, apoyándola en una de las mesitas de noche sin demasiado cuidado. Debajo una camisa de manga corta negra que era, al menos, un talle más del que usaría Catherine con una frase particular, como el resto de su guardarropa: “Power runs through my veins”. No era una chica que se preocupara por su físico y menos aún por su apariencia, siempre se ponía lo primero que veía, nunca se peinaba el cabello y que el Consejo agradeciera que no aparecía en shorts en cada reunión, pero los jeans rasgados nadie se los podría haber sacado. Sabía que en el fondo todos esperaban ver a una Le Fay engalanada en un estrecho vestido negro, con las uñas largas al rojo vivo, labios voluptuosamente pintados y stilettos. Con ella se llevarían una decepción. ¿Uñas largas? Sí, negras y sólo negras y cuando se acordaba de pintárselas. ¿Vestidos? Le daban urticaria. ¿Stilettos? Nunca en su vida los usó. Las botas militares eran lo suficientemente cómodas. ¿Maquillaje? ¿Para qué?
Se llevó el pelo detrás de las orejas con sumo cuidado mientras caminaba hacia él y con cada centímetro de esa cercanía volvía a sentir el fuego encenderse en su estómago y arrasar con la poca cordura que tenía. Antes no se habría dado cuenta de tantos detalles, pero ahora podía ver el brillo de los ojos de Max, su apuesto rostro, sus gruesos labios. El preámbulo de algo que iba a ocurrir porque ambos así lo querían. Se dejó guiar por sus instintos, esa especie de llamado ancestral que la llevaba de la mano directo a él; como si fuera exactamente el momento ideal, el hombre perfecto, el trabajo del misterioso universo.
Concentrada en un solo hecho, que había sido frustrado antes, Catherine se sentó en el regazo de Maxwell con sus ojos dedicados sólo a sus labios. Los dedos delicados de Catherine siguieron la línea de la corbata con creciente curiosidad hasta acabar acariciando con el pulgar el centro de los labios de Max, mientras el resto de sus dedos acunaba su rostro. De todos los escenarios posibles nunca imaginó que fuese ella quien buscara su primer beso, pero cuando se inclinó hacia él, nada más le importó.
Maxwell Blake
Raza
mensajes
puntos
Alineamiento
Ocupación
Bando
Apodo
Edad
Nacionalidad
My sweet little angel of darkness.
No tenía que hacerlo, pero quise que así fuera. Toca la mente ajena con la intensidad de sus palabras, las coloca sobre sobre el estante más alto dentro de esta biblioteca de memorias y conciencia, reclamado su sitio en presente y posteridad. Colisión inequívoca que mezcla alcohol y sabor particular. Un corazón desbocado fuera de curso, aleteando en simulación de un colibrí en pleno vuelo. Todo había sucedido rápido, muy rápido hasta el punto que la percepción se convierte en una niebla a la cual no poder recurrir. Ella parecía a punto de sufrir un paro, morir en la fragilidad por un beso desbocado. Le Fay estaba siempre al pie del cañón pero quizás por primera vez podía elegir tirar la toalla con una sonrisa.
Responde el ilusionista con el aire a todo pulmón buscando crear con el pasar de sus dedos un perfecto arco elíptico de la espalda ajena sobre la vertical en la que yacía. Finas cuerdas de piel de un violín hecho mujer. Sentidos sobrecargados por ondas de choque que drenaban la energía en una manera desconocida. El temblor de manos pequeñas era un hecho constante que el control no podía mantener, buscando a ciegas un sitio donde dejarlas estáticas, un ancla a la realidad en la que estaba inmersa. Sin avisos, la enorme figura eclipsaba a la bruja con facilidad e hizo añicos lo poco que le quedaba de entereza. Entrelazados por un juego de dígitos cuidadosamente alternados. Detrás él era un dios de amplios y curvos hombros, su pecho dos rocas perfectamente simétricas delineadas por sobre el volumen de un torso escondido bajo traslucida camisa blanca. ¿Y si bajaba con ese par travieso? Las cosas solo se ponían mucho más interesantes.
― ¿Confías en mí? ―pregunta al oído en una tensión instrumental. Su rostro era cincelado en aristas de diamante y la barba inexistente un nuevo mundo de suaves sensaciones, una montaña rusa según el camino que él decidiese seguir, tenía tanto poder; su calor era un fuego infernal en el que ella podía quemarse. Estuvo a punto de esperar respuesta, tomar un consejo de la experiencia ajena pero enseguida su voz se vio transformada en un espléndido gemido. Un caballero sabe los puntos donde golpear. Traicionada por su propia garganta, dulce tragedia ¿En qué momento había logrado posar sus labios en la carne más blanda y expuesta, mordiendo como si fuera propia? Repentinamente rendidos al reaccionar de sus anatomías, latidos pulsando al oído en un claro indicio de sentidos exaltados ¿Quién podría resistirse a la erótica presencia de la magia en el ambiente? Ella seguro que no, pues entre sus manos podía sentirla volverse una mantequilla expuesta al sol de mediodía.
Estaba tan cercano, tan próximo imaginarse o más bien ser testigo del cuerpo ajeno bullendo en una presión que ni el mejor trato personal era capaz de lograr, sintiéndose inmóvil e inútil ante un ataque despiadado pues aquellos labios le habían tocado pocas veces en lugares muy estratégicos. Tenía el objetivo puesto hacia adelante en una carretera directo a la locura. Sin frenos. Como si desesperado, sus manos unidas encontraron sitio entre aquellos cabellos, llegando a dar un tirón cuando el hombre iba en dirección sur en línea recta haciendo uso de la lengua ― Vas a ponerte de pie ― ordena con claridad, falto de titubeos. Aquél gesto, una sonrisa rayando la travesura dejó una apertura de silencio, el impacto es certero y la magia no falla en un espasmo de placer que la obliga a abandonar su sitio en el sillón y la adherencia de piel a piel.
Nada fuera de sitio, retumba el sonido de la suela del zapato cuando el hombre se incorpora con todo su peso. Roza el cuello sin tocar, acomoda ese manto negro indomable por detrás de fina espalda ― Será un momento ― seguridad sin verdad. Fricción de tela al desliz de la corbata que en una vuelta le priva la vista de su color arcoiris. Maestro de ilusión, señor de los sentidos. Como la araña teje el nudo que se mantiene en soledad sin presión. Escenario listo y actriz en su sitio. Iba a entregar una noche que jamás se olvidaría.
Emisarios oscuros que vagabundean moradas vacías, buscando a la persona que su amo les ha encomendado encontrar. Reticentes y aun asi indiscutibles siervos, cuyos nucleos de existencia son sometidos ante el poder de un nigromante. Criaturas que se mueven por planos de existencia desconocidos para la mayoria de los mortales (y tambien de algunos inmortales) que responden a los atávicos susurros de la lengua negra.
Un nombre había bastado a esa criatura guardiana, ente de otros planos, a abandonar su puesto y vagar en busca de Catherine Le Fay. Las barreras del espacio no son tales para ellos, mucho menos que para los magos. No había dado con Catherine en su morada, entonces la siguiente opcion era aquella. El nigromante habia instruido correctamente al ghoul. Éste tipo de demonio habian sido un método clásico de comunicacion entre el nigromante y el Le Fay, cuando estaba en vida. Por su relativamente inofensiva figura, su facilidad para ser dominados, y su capacidad de durabilidad en este plano...siempre y cuando se alimentasen de carne humana, claro. Y como tales, tenían....un olfato excelente.
El ser arrastró sus penosas pisadas por las inmediaciones, tras aparecer a partir de una brecha interplanar consentida por el maestro. Las largas garras de uno de sus brazos arrastraban por el suelo, aunque el otro estaba ocupado portando algo. Curiosamente, aquello que portaba se trataba de una taza de chocolate. Otra clase de demonio mas avanzado habria experimentado algun tipo de reaccion interesante al hacer acto de presencia en la estancia en la cual tan lujuriosas escenas estaban tomando parte, pero este solo deseaba comer carne humana y....sobre todas las cosas, cumplir las ordenes de su maestro. Sus garras se filtraron por la rendija de una puerta abierta, abriendola lentamente, asomandose a la estancia donde ellos estaban. Cuando fijó a los dos hechiceros, primero avanzó lentamente hacia ellos, exhalando unos siniestros estertores al respirar. Aceleró sus desgarvados pasos, alargando la mano libre hacia la cintura de la muchacha....rozandola apenas
Tropieza al llegar cerca de los amantes, y parte del contenido de la taza se desparrama hacia Catherine y Maxwell. Cabe decir que está a una temperatura superior de la que se consideraria humanamente aceptable. Sabe que el maestro no va a estar contento...pero igual no tiene por qué enterarse. Acerca la taza con lo que queda a la mujer y habla con una ronca voz de ultratumba.
-El maestro quiere hablar. " Dice que tenemos que estar preparados para todo. Y...que el conocimiento es poder." -aquellas frases habian sido pronunciadas por la joven hacia 12 años durante una conversacion que probablemente ella no recordase.
Mira a la joven con sus ponzoñosos ojos, que no son si no brillantes esferas rojas hundidas en un céreo rostro. Luego retuerce el cuello acercando su hocico a Maxwell, un delicioso bocado que no puede probar....aunque si toquetear un poco con sus garras.
Un nombre había bastado a esa criatura guardiana, ente de otros planos, a abandonar su puesto y vagar en busca de Catherine Le Fay. Las barreras del espacio no son tales para ellos, mucho menos que para los magos. No había dado con Catherine en su morada, entonces la siguiente opcion era aquella. El nigromante habia instruido correctamente al ghoul. Éste tipo de demonio habian sido un método clásico de comunicacion entre el nigromante y el Le Fay, cuando estaba en vida. Por su relativamente inofensiva figura, su facilidad para ser dominados, y su capacidad de durabilidad en este plano...siempre y cuando se alimentasen de carne humana, claro. Y como tales, tenían....un olfato excelente.
El ser arrastró sus penosas pisadas por las inmediaciones, tras aparecer a partir de una brecha interplanar consentida por el maestro. Las largas garras de uno de sus brazos arrastraban por el suelo, aunque el otro estaba ocupado portando algo. Curiosamente, aquello que portaba se trataba de una taza de chocolate. Otra clase de demonio mas avanzado habria experimentado algun tipo de reaccion interesante al hacer acto de presencia en la estancia en la cual tan lujuriosas escenas estaban tomando parte, pero este solo deseaba comer carne humana y....sobre todas las cosas, cumplir las ordenes de su maestro. Sus garras se filtraron por la rendija de una puerta abierta, abriendola lentamente, asomandose a la estancia donde ellos estaban. Cuando fijó a los dos hechiceros, primero avanzó lentamente hacia ellos, exhalando unos siniestros estertores al respirar. Aceleró sus desgarvados pasos, alargando la mano libre hacia la cintura de la muchacha....rozandola apenas
Tropieza al llegar cerca de los amantes, y parte del contenido de la taza se desparrama hacia Catherine y Maxwell. Cabe decir que está a una temperatura superior de la que se consideraria humanamente aceptable. Sabe que el maestro no va a estar contento...pero igual no tiene por qué enterarse. Acerca la taza con lo que queda a la mujer y habla con una ronca voz de ultratumba.
-El maestro quiere hablar. " Dice que tenemos que estar preparados para todo. Y...que el conocimiento es poder." -aquellas frases habian sido pronunciadas por la joven hacia 12 años durante una conversacion que probablemente ella no recordase.
Mira a la joven con sus ponzoñosos ojos, que no son si no brillantes esferas rojas hundidas en un céreo rostro. Luego retuerce el cuello acercando su hocico a Maxwell, un delicioso bocado que no puede probar....aunque si toquetear un poco con sus garras.
Escuchó su voz dentro de su mente, delineando con perfección cada sílaba con una entonación perfecta para expresar el deseo de su decisión. Aquello la conmovió. Nunca había recibido tanta atención de nadie. Tantos pequeños detalles. Un halago, una sonrisa, una felicitación. ¿Eran así las parejas? ¿Cómo saberlo? Su padre y su madre no se comportaban así, era fríos y… Poco. Y un poco extraños. Sus pensamientos se dilluyeron con facilidad ante el contacto de los cálidos labios de su amante. Saboreó el vino que antes había consumido, de un gusto dulce y delicioso que la invitaba a probar más. No se aceleró demasiado, por temor a parecer ansiosa, pero disfrutó plenamente de sus labios hasta que se separó, dejando apenas un espacio pequeño entre ambos. Escasos centímetros que ante la oleada de sensaciones que ardían en su interior parecían kilómetros. La paz sólo se encontraba en el contacto con él, como quien calmaba una bestia salvaje con sólo una caricia y sin embargo, aquello que había probado se sentía sólo como un vaso de agua contra un incendio. Efímero, insuficiente.
Sus dedos se deslizaron por su espalda cual arquero experto, esperando el momento de tensión adecuado para lanzar su flecha y hacer zozobrar el cuerpo femenino e ingenuo que a su merced se encontraba. Catherine cerró los ojos sintiendo que perdía el control y vagaba en un mar de sensaciones sin rumbo fijo, siendo él el único punto inmóvil que permanecía para darle guía. Las manos de la bruja se apretaron contra sus hombros buscando una estabilidad que no hallaba y que, en el fondo, tampoco deseaba hallar. La voz seductora de Max volvió a traerla de vuelta, abrió los ojos para centrarlos en algo pero enseguida volvió a cerrarlos mientras ladeaba la cabeza buscando acariciar con la nariz su perfil y envolverse en ese aroma masculino que tanto le encantaba. El dulce sonido del placer escapó de sus labios en forma del nombre de él cuando un arrebato de descontrol lo llevó a morderla.
Su cuerpo se agitaba con cada uno de sus movimientos, y como el día que fluía con él, podía percibir la magia agitarse alrededor. No se trataba sólo de la electrizante sensación que enloquecía los sentidos. El magnetismo de la misma pareja cargaba el ambiente con pequeñas chispas. Los ignorantes lo llamarían estática o electricidad, los sangre pura le llamaban poder. Soltó un quejido cuando tiró de su cabello pero la protesta se perdió al ver su sonrisa traviesa y percibir el camino al que se dirigía. Él le había hecho una promesa, que iba a ser mil veces mejor y la sola idea de sucumbir a ello la sedujo lo suficiente para incorporarse. Sus ojos ávidos de grabar en su retina cada detalle del cuerpo de su amante perseguían al hombre mientras esperaba su disposición.
El sentido de la vista le fue cubierto y Catherine movió las manos con ansiedad para encontrarlo en la oscuridad que reinaba para ella. En el momento en que tomó a Max, los ruidos de ultratumba hicieron eco en la habitación. Una respiración pesada pero diferente. Aquello hizo que se le erizara la piel a la Le Fay pero por todas las razones incorrectas. ¿Era alguna especie de … código sexual mágico?¿Por qué estaba sonando así? El histerismo en el que empezaba a caer fue aún peor cuando un roce en su cintura, de unas manos que no se parecían en nada a Max, le fue hecho. Catherine se quitó de inmediato la corbata de la vista, justo para recibir el chocolate en la pierna y gritar maldiciendo -¡MAX!- Le dio un golpe en el pecho con la palma abierta pensando que estaba jugandole una broma pesada, muy pesada. Del tipo que ella le jugaba a sus hermanos pero segundos más tardes notó en su rostro que, así como ella, había sido cruelmente interrumpido por un...Bicho.
La Le Fay volvió la vista a los rojos ojos de la criatura mirando la taza que llevaba en su mano y le tendía a ella. Era chocolate caliente, con un toque de canela y malvaviscos. El pecho de Catherine seguía subiendo y bajando agitado pues poca gente sabía con exactitud cómo le gustaban sus bebidas o cual le gustaba. Observó la figura con desasosiego -Un ghoul- La voz de éste inundó la habitación, confirmando lo que ella había sospechado. Extendió la mano para tomar la taza y miró el contenido mientras sus ojos se anegaron de lágrimas -Sólo come niñas molestas, Max. No nos va a hacer nada- Fue entonces Lyran quien tomó su mente, Lyran e Ian, insistiendo en que fuera a hablar.
Se giró hacia Max, con la vista brillante pero por todo menos lujuria -Debo ir. Debo saber. Me dijo que papá le pidió que lo mataran, Max- Negó con la cabeza e intentó que el calor del chocolate de aquella taza ayudara a calentar su corazón y cuerpo que se había enfriado tan de repente -Ven conmigo, por favor. No puedo hacer esto sola- Le pidió, con solemnidad y evidente necesidad pero, aún así, aunque no quisiera acompañarla ella iba a ir, así que le tendió la mano al ghoul suponiendo que haría un portal, ignorando su pantalón sucio y la posible quemadura bajo la tela -Ya no soy una niña, no puedes comerme- Le advirtió al ghoul por si no le había quedado claro que sus dientes debía guardarlos para alguien más.
Sus dedos se deslizaron por su espalda cual arquero experto, esperando el momento de tensión adecuado para lanzar su flecha y hacer zozobrar el cuerpo femenino e ingenuo que a su merced se encontraba. Catherine cerró los ojos sintiendo que perdía el control y vagaba en un mar de sensaciones sin rumbo fijo, siendo él el único punto inmóvil que permanecía para darle guía. Las manos de la bruja se apretaron contra sus hombros buscando una estabilidad que no hallaba y que, en el fondo, tampoco deseaba hallar. La voz seductora de Max volvió a traerla de vuelta, abrió los ojos para centrarlos en algo pero enseguida volvió a cerrarlos mientras ladeaba la cabeza buscando acariciar con la nariz su perfil y envolverse en ese aroma masculino que tanto le encantaba. El dulce sonido del placer escapó de sus labios en forma del nombre de él cuando un arrebato de descontrol lo llevó a morderla.
Su cuerpo se agitaba con cada uno de sus movimientos, y como el día que fluía con él, podía percibir la magia agitarse alrededor. No se trataba sólo de la electrizante sensación que enloquecía los sentidos. El magnetismo de la misma pareja cargaba el ambiente con pequeñas chispas. Los ignorantes lo llamarían estática o electricidad, los sangre pura le llamaban poder. Soltó un quejido cuando tiró de su cabello pero la protesta se perdió al ver su sonrisa traviesa y percibir el camino al que se dirigía. Él le había hecho una promesa, que iba a ser mil veces mejor y la sola idea de sucumbir a ello la sedujo lo suficiente para incorporarse. Sus ojos ávidos de grabar en su retina cada detalle del cuerpo de su amante perseguían al hombre mientras esperaba su disposición.
El sentido de la vista le fue cubierto y Catherine movió las manos con ansiedad para encontrarlo en la oscuridad que reinaba para ella. En el momento en que tomó a Max, los ruidos de ultratumba hicieron eco en la habitación. Una respiración pesada pero diferente. Aquello hizo que se le erizara la piel a la Le Fay pero por todas las razones incorrectas. ¿Era alguna especie de … código sexual mágico?¿Por qué estaba sonando así? El histerismo en el que empezaba a caer fue aún peor cuando un roce en su cintura, de unas manos que no se parecían en nada a Max, le fue hecho. Catherine se quitó de inmediato la corbata de la vista, justo para recibir el chocolate en la pierna y gritar maldiciendo -¡MAX!- Le dio un golpe en el pecho con la palma abierta pensando que estaba jugandole una broma pesada, muy pesada. Del tipo que ella le jugaba a sus hermanos pero segundos más tardes notó en su rostro que, así como ella, había sido cruelmente interrumpido por un...Bicho.
La Le Fay volvió la vista a los rojos ojos de la criatura mirando la taza que llevaba en su mano y le tendía a ella. Era chocolate caliente, con un toque de canela y malvaviscos. El pecho de Catherine seguía subiendo y bajando agitado pues poca gente sabía con exactitud cómo le gustaban sus bebidas o cual le gustaba. Observó la figura con desasosiego -Un ghoul- La voz de éste inundó la habitación, confirmando lo que ella había sospechado. Extendió la mano para tomar la taza y miró el contenido mientras sus ojos se anegaron de lágrimas -Sólo come niñas molestas, Max. No nos va a hacer nada- Fue entonces Lyran quien tomó su mente, Lyran e Ian, insistiendo en que fuera a hablar.
Se giró hacia Max, con la vista brillante pero por todo menos lujuria -Debo ir. Debo saber. Me dijo que papá le pidió que lo mataran, Max- Negó con la cabeza e intentó que el calor del chocolate de aquella taza ayudara a calentar su corazón y cuerpo que se había enfriado tan de repente -Ven conmigo, por favor. No puedo hacer esto sola- Le pidió, con solemnidad y evidente necesidad pero, aún así, aunque no quisiera acompañarla ella iba a ir, así que le tendió la mano al ghoul suponiendo que haría un portal, ignorando su pantalón sucio y la posible quemadura bajo la tela -Ya no soy una niña, no puedes comerme- Le advirtió al ghoul por si no le había quedado claro que sus dientes debía guardarlos para alguien más.
Maxwell Blake
Raza
mensajes
puntos
Alineamiento
Ocupación
Bando
Apodo
Edad
Nacionalidad
Poco sabía su acompañante de la belleza de tan sublime inquisición personal. Merodea el hombre con una fortaleza arraigada y disposición inquebrantable. Corta la distancia con la facilidad de un mínimo tirón con pasos que resuenan sobre la pulcritud de un azulejo que muchos pagarían con la capacidad de una vida entera. Se atreve a probar tal bocado, manzana prohibida que borra el espacio personal. Encerrados en un bolsillo de la inexistencia. La voz de la morena fue un excelente relato de inicio, las palabras de un narrador ajeno que introduce a los personajes presentes a una primera escena y conflicto. La tensión era tan palpable que el hombre empleó su lengua y saboreó el aire haciendo relucir el color de sus labios, llevando con ello todo rastro de sabor de la piel ajena. Estaba cerca, a él siempre lo tendría cerca. Un suave sonido de garganta acompañó la aparición de su sonrisa, manejando una chispa entre sus dedos como si el elemento no estuviera presente. Excitación, ansia, deseo y expectativa, quizás de todas, la última se tornaba la más interesante cuando la combinas con aires de un juego a traición. Los carnosos labios se curvaron incluso más en una sonrisa que auspiciada por sus pensamientos dieron respuesta: solo faltaba la orden de querer subordinarlo.
Exclamación a sorprendido puerto y un golpe que rompe la armonía de tan cuidado balance. Rota la burbuja su furia hierve con la intensidad de mil soles alumbrando al mismo punto. Y ese punto era uno muy feo, cuerpo escuálido, largos dedos y carne descompuesta que entraba en conflicto con el dulce aroma de su perfume. Visualiza la venganza antes de ejecutarla. Un cubo de simetría exacta, dimensiones que a fuerza de voluntad podían disminuir, achicarse hasta volver esa figura deforme de hueso y putrefacción a una masa compacta irreconocible. Eso solo para comenzar. Ideas enlazadas de una destrucción asegurada. No necesitaba de más razones o explicaciones para dar ejecución con el danzar de una muñeca, Catherine solo dilata lo inevitable. ― Mi magia nunca daría vida a tal pestilencia ― declara como si la mera idea fuera un insulto a su habilidad aunque de muertos supiese muy poco y en la profundidad diera con una envidia sin fundamentos.
― No le temo pero no voy a conceder que criatura con tan poco tacto siquiera roce a mi prometida ― sanciona en tono cruel, mano que aprieta donde el chocolate vertido quema, apagando la sensación de tacto, cada nervio entumecido al dolor como si se lo hubiese llevado; mero momentáneo de engaño. Queda en frío sin dar fe de las palabras. Creer o no creer no era cuestión, demasiadas peculiaridades saliendo a flote en menos de un segundo. No iba a dejarla sola con el asesino de su padre, sin pecar dos veces de inocente. ― Voy contigo ― voz que no acepta reparo, deja la corbata a un lado y solo ajusta la camisa a los hombros, devolviendo pocos botones a su lugar. Mira al ghoul, todo lo dice con maldiciones en sus ojos ― Si quieres cumplir tu cometido, recomiendo que mantengas todo tu ser para ti. ¡Vamos, anda!―
Exclamación a sorprendido puerto y un golpe que rompe la armonía de tan cuidado balance. Rota la burbuja su furia hierve con la intensidad de mil soles alumbrando al mismo punto. Y ese punto era uno muy feo, cuerpo escuálido, largos dedos y carne descompuesta que entraba en conflicto con el dulce aroma de su perfume. Visualiza la venganza antes de ejecutarla. Un cubo de simetría exacta, dimensiones que a fuerza de voluntad podían disminuir, achicarse hasta volver esa figura deforme de hueso y putrefacción a una masa compacta irreconocible. Eso solo para comenzar. Ideas enlazadas de una destrucción asegurada. No necesitaba de más razones o explicaciones para dar ejecución con el danzar de una muñeca, Catherine solo dilata lo inevitable. ― Mi magia nunca daría vida a tal pestilencia ― declara como si la mera idea fuera un insulto a su habilidad aunque de muertos supiese muy poco y en la profundidad diera con una envidia sin fundamentos.
― No le temo pero no voy a conceder que criatura con tan poco tacto siquiera roce a mi prometida ― sanciona en tono cruel, mano que aprieta donde el chocolate vertido quema, apagando la sensación de tacto, cada nervio entumecido al dolor como si se lo hubiese llevado; mero momentáneo de engaño. Queda en frío sin dar fe de las palabras. Creer o no creer no era cuestión, demasiadas peculiaridades saliendo a flote en menos de un segundo. No iba a dejarla sola con el asesino de su padre, sin pecar dos veces de inocente. ― Voy contigo ― voz que no acepta reparo, deja la corbata a un lado y solo ajusta la camisa a los hombros, devolviendo pocos botones a su lugar. Mira al ghoul, todo lo dice con maldiciones en sus ojos ― Si quieres cumplir tu cometido, recomiendo que mantengas todo tu ser para ti. ¡Vamos, anda!―
La criatura quedó con garras libres, sujetado el yugo por la llamada del maestro, observando luego a la joven. Evidentemente no era ya una niña, no era pues la victima favorita de los demonios conocidos como ghouls. Aunque no dejaba de ser una presa humana.
Pero no. No tocaria a ningun solo ser si no tenia la orden de hacerlo. El yugo era fuerte. Desconocia si tenia ordenes de llevar o no llevar a alguien mas a parte de a la joven pero antes que volver con las manos vacias preferia llevar una sobrecarga. Un siseo se escapó entre sus dientes.
-Te...te essta esperando......
Y una brecha se abre en la nada tras sus espaldas, un portal demoniaco. Una invitación a un oscuro y rápido viaje guiado por un demonio y un nigromante, seguro siempre que permanezcan a su lado. El sonido que produce la magia al abrirse ese portal se apaga subitamente al cerrarse nuevamente, despues de que los tres pasajeros lo hayan cruzado y se hayan desvanecido de alli.
Pero no. No tocaria a ningun solo ser si no tenia la orden de hacerlo. El yugo era fuerte. Desconocia si tenia ordenes de llevar o no llevar a alguien mas a parte de a la joven pero antes que volver con las manos vacias preferia llevar una sobrecarga. Un siseo se escapó entre sus dientes.
-Te...te essta esperando......
Y una brecha se abre en la nada tras sus espaldas, un portal demoniaco. Una invitación a un oscuro y rápido viaje guiado por un demonio y un nigromante, seguro siempre que permanezcan a su lado. El sonido que produce la magia al abrirse ese portal se apaga subitamente al cerrarse nuevamente, despues de que los tres pasajeros lo hayan cruzado y se hayan desvanecido de alli.
Maxwell Blake
Raza
mensajes
puntos
Alineamiento
Ocupación
Bando
Apodo
Edad
Nacionalidad
Más allá del bien y el mal, donde uno es capaz de ver hacia la oscuridad para encontrar cobijo y consuelo, un frío abrazo que mantiene la compostura de un mundo que se derrumba. Sin embargo, aquél que observa al abismo demasiado tiempo encuentra que este devuelve la mirada. Cuan dulce tormento.
La luz hace presencia de manera focalizada, partiendo de un velador de épocas distantes que mantiene aún en penumbras la mitad de la habitación. Como si parte de un escenario, la atención está puesta en su figura, un escritorio de caoba oscura y la manera en que la bebida en el vaso centrifuga lento a la acción de su diestra. Lleva tanto sin beber que el líquido se ha calentado irremediablemente. Repiqueteo de su dedo contra el cristal, sonrisa que asoma el blanco tras los confines de sus labios. La pregunta suena en seco, sonido absorbido por una perfecta acústica.
― Realmente no le ponen mucho esfuerzo. Trabajar justo bajos sus ojos, desaparecer sin ser buscado. Este mundo es la cuna perfecta para el estratega ― alaba porque quiere, y puede. No hay nadie allí para montarle un debate o poner en jaque su sentencia, como siempre, consiente del entorno en donde habla ― ¿Dónde estamos con Espejismo? ―
Hay un momento de largas respuestas en lo que el moreno asiente con parsimonia, orgulloso de la literalidad figurativa del título. El tiempo no era buen amigo, demasiados engranajes puestos en marcha para conseguir lo que pocos. Acción que requiere disciplina, carisma y, como todas las cosas, poder. ― Aseguren que no haya error alguno en la iconografía. Una ilusión de esas dimensiones no será fácil de mantener, ni siquiera para mí― no es que se echara abajo, mentalmente había toda una película desarrollada en su cabeza, enaltecido al nivel de un dios que juega con el creer y la voluntad de las masas pues ¿No es esa la base de toda divinidad? Plantar la semilla de sueño en sueño y labrar la sustancia en los cimientos de la creencia es parte del comienzo de todo regente. Sin inversión, no hay ganancia.
― Estamos de pie frente a las puertas del cielo ― declara dejando el vaso sobre la superficie de madera, dibujando un circulo perfecto con la humedad. Hay presión en su hombro, dando lugar a delicados dedos con perfecta manicura y brillante color laqueado sobre las uñas ― Y tú serás mi llave Ele, allí donde la ignorante ha fallado y atrevido a traicionar ― mote de la adolescencia que lleva a un beso en el dorso con una sonrisa, imágenes que se hilan en su cabeza como el más perfecto tramado. Llevar a Catherine, nutrirse de su familia, los recuerdos, el laberinto, la interrupción de Rasputín, aquél disco, Stavron mismo. Ilusión, hechizo, magia, nigromancia y un único nombre que mantiene cohesiva la amalgama y que por debido respeto decide guardar. Sabe que aspirar a más de lo que su mano alcanza podría ser tormentosa ruina.
― Quizás es hora de volver al mundo, el reloj apunta al momento exacto ― conforme se pone de pie, rodea tangibles sombras como quien está listo para la danza. Es un parpadeo en el que el mundo cambia, muta a colores más conocidos de tiempos de gloria que ahora conocen el abandono.
―Necesita una mano o dos, pero nada que no pueda arreglarse. Siempre he dicho que el negro te quedaría estupendo ― entrelaza sus dedos con la seda oscura de una cabellera de aristocráticas ondas. En la cercanía, aquél retrato que devuelve la imagen de la menor Le Fay muta sobre sí mismo, devolviendo a alguien más ― Bienvenida a casa―
La luz hace presencia de manera focalizada, partiendo de un velador de épocas distantes que mantiene aún en penumbras la mitad de la habitación. Como si parte de un escenario, la atención está puesta en su figura, un escritorio de caoba oscura y la manera en que la bebida en el vaso centrifuga lento a la acción de su diestra. Lleva tanto sin beber que el líquido se ha calentado irremediablemente. Repiqueteo de su dedo contra el cristal, sonrisa que asoma el blanco tras los confines de sus labios. La pregunta suena en seco, sonido absorbido por una perfecta acústica.
― Realmente no le ponen mucho esfuerzo. Trabajar justo bajos sus ojos, desaparecer sin ser buscado. Este mundo es la cuna perfecta para el estratega ― alaba porque quiere, y puede. No hay nadie allí para montarle un debate o poner en jaque su sentencia, como siempre, consiente del entorno en donde habla ― ¿Dónde estamos con Espejismo? ―
Hay un momento de largas respuestas en lo que el moreno asiente con parsimonia, orgulloso de la literalidad figurativa del título. El tiempo no era buen amigo, demasiados engranajes puestos en marcha para conseguir lo que pocos. Acción que requiere disciplina, carisma y, como todas las cosas, poder. ― Aseguren que no haya error alguno en la iconografía. Una ilusión de esas dimensiones no será fácil de mantener, ni siquiera para mí― no es que se echara abajo, mentalmente había toda una película desarrollada en su cabeza, enaltecido al nivel de un dios que juega con el creer y la voluntad de las masas pues ¿No es esa la base de toda divinidad? Plantar la semilla de sueño en sueño y labrar la sustancia en los cimientos de la creencia es parte del comienzo de todo regente. Sin inversión, no hay ganancia.
― Estamos de pie frente a las puertas del cielo ― declara dejando el vaso sobre la superficie de madera, dibujando un circulo perfecto con la humedad. Hay presión en su hombro, dando lugar a delicados dedos con perfecta manicura y brillante color laqueado sobre las uñas ― Y tú serás mi llave Ele, allí donde la ignorante ha fallado y atrevido a traicionar ― mote de la adolescencia que lleva a un beso en el dorso con una sonrisa, imágenes que se hilan en su cabeza como el más perfecto tramado. Llevar a Catherine, nutrirse de su familia, los recuerdos, el laberinto, la interrupción de Rasputín, aquél disco, Stavron mismo. Ilusión, hechizo, magia, nigromancia y un único nombre que mantiene cohesiva la amalgama y que por debido respeto decide guardar. Sabe que aspirar a más de lo que su mano alcanza podría ser tormentosa ruina.
― Quizás es hora de volver al mundo, el reloj apunta al momento exacto ― conforme se pone de pie, rodea tangibles sombras como quien está listo para la danza. Es un parpadeo en el que el mundo cambia, muta a colores más conocidos de tiempos de gloria que ahora conocen el abandono.
―Necesita una mano o dos, pero nada que no pueda arreglarse. Siempre he dicho que el negro te quedaría estupendo ― entrelaza sus dedos con la seda oscura de una cabellera de aristocráticas ondas. En la cercanía, aquél retrato que devuelve la imagen de la menor Le Fay muta sobre sí mismo, devolviendo a alguien más ― Bienvenida a casa―
―Layla―
Después del ataque a la boda todos habían desaparecido, huyendo. Desmond se había preocupado de que su cita y la de Rhaegar hiciera lo mismo y luego giró a mirar a Catherine, preocupado por su embarazo pero más que nada...Porque tenía razón. De haber podido, habría sentido el nudo en el estómago pero los pensamientos alboratados de todos colapsaron su mente y lo hicieron caer de rodillas sosteniendose la cabeza. Rhaegar, acostumbrado a la escena, se ocupó de desaparecerlos a los dos. En la tranquilidad del piso, a donde realmente nadie había ido, pudo llegar a concentrarse lo suficiente para que sólo su voz, la de Rhaegar y Cat tuviera acceso.
Rhaegar, como siempre, desapareció en sus asuntos y Desmond se quedó particularmente nervioso así que fue a buscar un té. Se dio cuenta que Chloe y Azahar también habían desaparecido pero no hacia aquí. Anteia y Lyran tampoco y Cat con Ian no llegaba. Los últimos dieron acuso de recibo avisando sobre el adelanto del parto y el mellizo menor se sentó en la cocina, solo, a beberse una tila doble. Aquel ataque le hacía reflexionar demasiado sobre las razones de Catherine en general para desconfiar de todo y de todos. Estaba exhausto de que ella siempre tuviera la razón. Las cosas cada vez empeoraban más y por más que hicieran cosas no había resultado, sabía que la había abandonado en esa misiva pero es que...Es que no sabía qué hacer.
Se perdió en un libro para pasar el tiempo pero pronto el ayudante de Sean volvió para dejar a los mellizos que, agotados, habían caído dormidos bastante rápido. Cada uno en su cuna. Se preguntó a qué mundo habían venido y qué podía hacer por ellos sin encontrar una respuesta. Luego de un rato, todo se fue a la puta mierda. El aviso de Cat tenía un tono bastante más serio y preocupante, lo que hizo que Rhaegar reapareciera. Le indicó a los mellizos, que le echara un ojo mientras él iba en busca del bolso que había obligado a Catherine a preparar para el parto. Cuando tuvieron todo fue Rhaegar el encargado de desaparecerlos, quien realmente tenía una imagen más clara y reciente del castillo.
Aparecer en aquel salón… Le dio un mareo. Intentó disimularlo con éxito y se excusó para ir a dejar a los mellizos en una de las camas. Caminó y caminó, recorriendo los pasillos de su niñez con una sensación de nostalgia y estrés tan grandes como Rusia. Llevaba a los niños así que intentaba mantener el pulso. Los llevó a su cuarto y desde la puerta, con un movimiento de mano, eliminó los plásticos y tela que resguardaban los muebles y lo dejaban todo relativamente aseado. Los dejó allí, poniendo cojines y almohadas para que no se cayeran y lanzando un hechizo de protección por si acaso. Tras ello fue a lo que recordó era el cuarto de Catherine y dejó el bolso que había traído. Mandó el mensaje a Anteia. Intentó contactar con Azahar pero se arrepintió, su mente no estaba lo suficientemente estable para hablar con ella.
Volvió al salón que estaba solo, como era de esperarse, solo e inmenso. Tenía los nervios crispados pese a la tila y no podía tener las manos quietas así que salió a buscar leña,entró y se puso a preparar la chimenea central preguntándose si volverían todos. Maldita sea. Todo era más fácil cuando sólo se tenía que preocupar por Catherine y Rhaegar, era más fácil cuando estaban solos porque...Porque la gente a su alrededor no tenía la vena suicida y altruista que tenían los Hacksaw y los Knox, haciendo que su nivel de preocupación se elevara por mil. Se masajeo las cejas con suavidad y siguió poco a poco encendiendo las chimeneas para dar un poco de vida al castillo.
Rhaegar, como siempre, desapareció en sus asuntos y Desmond se quedó particularmente nervioso así que fue a buscar un té. Se dio cuenta que Chloe y Azahar también habían desaparecido pero no hacia aquí. Anteia y Lyran tampoco y Cat con Ian no llegaba. Los últimos dieron acuso de recibo avisando sobre el adelanto del parto y el mellizo menor se sentó en la cocina, solo, a beberse una tila doble. Aquel ataque le hacía reflexionar demasiado sobre las razones de Catherine en general para desconfiar de todo y de todos. Estaba exhausto de que ella siempre tuviera la razón. Las cosas cada vez empeoraban más y por más que hicieran cosas no había resultado, sabía que la había abandonado en esa misiva pero es que...Es que no sabía qué hacer.
Se perdió en un libro para pasar el tiempo pero pronto el ayudante de Sean volvió para dejar a los mellizos que, agotados, habían caído dormidos bastante rápido. Cada uno en su cuna. Se preguntó a qué mundo habían venido y qué podía hacer por ellos sin encontrar una respuesta. Luego de un rato, todo se fue a la puta mierda. El aviso de Cat tenía un tono bastante más serio y preocupante, lo que hizo que Rhaegar reapareciera. Le indicó a los mellizos, que le echara un ojo mientras él iba en busca del bolso que había obligado a Catherine a preparar para el parto. Cuando tuvieron todo fue Rhaegar el encargado de desaparecerlos, quien realmente tenía una imagen más clara y reciente del castillo.
Aparecer en aquel salón… Le dio un mareo. Intentó disimularlo con éxito y se excusó para ir a dejar a los mellizos en una de las camas. Caminó y caminó, recorriendo los pasillos de su niñez con una sensación de nostalgia y estrés tan grandes como Rusia. Llevaba a los niños así que intentaba mantener el pulso. Los llevó a su cuarto y desde la puerta, con un movimiento de mano, eliminó los plásticos y tela que resguardaban los muebles y lo dejaban todo relativamente aseado. Los dejó allí, poniendo cojines y almohadas para que no se cayeran y lanzando un hechizo de protección por si acaso. Tras ello fue a lo que recordó era el cuarto de Catherine y dejó el bolso que había traído. Mandó el mensaje a Anteia. Intentó contactar con Azahar pero se arrepintió, su mente no estaba lo suficientemente estable para hablar con ella.
Volvió al salón que estaba solo, como era de esperarse, solo e inmenso. Tenía los nervios crispados pese a la tila y no podía tener las manos quietas así que salió a buscar leña,entró y se puso a preparar la chimenea central preguntándose si volverían todos. Maldita sea. Todo era más fácil cuando sólo se tenía que preocupar por Catherine y Rhaegar, era más fácil cuando estaban solos porque...Porque la gente a su alrededor no tenía la vena suicida y altruista que tenían los Hacksaw y los Knox, haciendo que su nivel de preocupación se elevara por mil. Se masajeo las cejas con suavidad y siguió poco a poco encendiendo las chimeneas para dar un poco de vida al castillo.
Contenido patrocinado
Raza
mensajes
puntos
Alineamiento
Ocupación
Bando
Apodo
Edad
Nacionalidad
Página 2 de 34. • 1, 2, 3 ... 18 ... 34
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.