Aula de clases y prácticas. Academia Ouroboros

Probablemente ninguno de los dos fuésemos muy diestros en temas que no tuviesen que ver con el combate, y si lo éramos tampoco habíamos tenido ocasión de descubrirlo. Me tranquilizó la sencillez con la que dijo eso de que probase a ver si me gustaba lo de dar clase, tomando como algo normal el no volver si no me agradaba aquello. - Ja, seguro que vas a ser tú mucho más dura con tus alumnos, fijo que te ganas algún apodo por estricta. Espero que no sean idiotas y aprovechen las clases, aquí hay unos cuantos que deberían aprender a pelear en condiciones. Esta juventud... - gruñí en plan viejuno, un poco en broma, un poco en serio. No sé qué edad tendrán los que vengan a clase, pero supongo que la mayoría serán más jóvenes que nosotros, incluso habrán metido al grupo a algunos adolescentes. Todas esas consideraciones quedaron a un lado cuando aprovechamos los segundos previos a la clase para tener un acercamiento entre ambos, hasta que sucedió la interrupción del par de alumnos.

Juliet parece divertirse con la interrupción, a juzgar por esa risa por lo bajo, incluso se levanta de la mesa con tranquilidad mientras yo sigo todo cortado. Además, me vuelve a dejar con ganas de más al girar el rostro y despedirse con el beso en la mejilla. Culpa de los alumnos, por llegar tan pronto. - Apuesto que harán bromas con esto, más que quedar fascinados. - el cotilleo, que seguro que les va. - Diviértete, no claves muchas espadas aunque te desesperen. - me despido de ella bromeando también, pensando que en si termino pronto la clase me pasaré a ver cómo le va a ella. Después me dedico a ordenar un poco la mesa mientras que llegan el resto de alumnos, esperando a que se sienten para comenzar la clase. Al principio no sé ni cómo empezar a hablar, pues me cuesta eso de hablar en público aunque no sea un grupo muy numeroso.

- Buenas tardes a todos. - arranco por fin, pensando en qué momento se me ocurriría decir eso de las clases. - Mi nombre es Reiv Black, miembro del grupo de los renegados, lo que anteriormente se conocía como la Resistencia. Fui alumno del fallecido Snagov Tepes, tras haber sido uno de los ganadores del torneo Ouroboros, así que esta clase irá en la línea de las enseñanzas del maestro Tepes. El conocimiento sobre los dragones y la magia de sangre eran sus especialidades. Hoy comenzaremos con lo básico sobre dragones, y una iniciación a su lenguaje- comienzo a escribir en la pizarra los diferentes tipos de dragones y sus principales características, que tal vez algunos conocen. Después pido que pongan ejemplos de dragones que hayan visto en la isla, u otros que conozcan. Algunos levantan la mano, mencionando a Zaphira, la dragona compañera de Sean, o a Lasaña, la de Altair. - Lo primero que quiero recordaros es que un dragón NO es un esclavo, nunca será considerado como una simple montura o arma de guerra. - justo lo que hice yo cuando robé el huevo de Svart, aunque el tiempo se encargó de hacerme ver lo equivocado que estaba.

- Muchos dragones se han considerado superiores a los humanos durante muchos años, y otros muchos los odiaban y masacraban, igual que los cazadores de dragones hacían con ellos. Otros fueron compañeros y aliados de los magos, como iguales. A día de hoy se siguen manteniendo esas alianzas, aunque otros muchos prefieren vivir apartados de todo, o, por el contrario, siguen detestándonos. Su magia es mucho más antigua y poderosa que la nuestra, al igual que su lenguaje. - a partir de ese momento comienzo a escribir palabras básicas para comunicarse en el lenguaje de los dragones, así como su modo de pronunciación. Tras un rato de práctica la clase finaliza, después de pedirles que durante los próximos días traten de comunicarse con algún dragón de la isla. Al final no había salido mal la cosa, incluso había alguno que parecía interesado. Salgo de clase después de que se marchen, a ver si llego a la zona de entrenamiento par ver aunque sea el final de la clase de Juliet.

Estaba recogiendo mis libros, los alumnos hacían lo propio mientras les recordaba los deberes que tenían para la siguiente clase, un sencillo truco de encantamiento para objetos pequeños que pudieran romperse con facilidad y que al hacerlo lanzaran una señal de alerta a la persona que había lanzado dicho encantamiento, resultaría útil en estos tiempos que corren pues a pesar de que la magia ha vuelto el movimiento en la alianza es caótico y no podemos bajar la guardia aunque ya hubieran pasado muchos meses desde la fiesta de Ouroboros, la cual me había dejado con una gran inquietud gracias a Bellatrix, con quien no he tenido mucho contacto en los últimos meses.

-Buen trabajo hoy también Rubi, Gracias- El pequeño polluelo que había obtenido de un huevo en la casa de mi familia ya no era pequeño y adorable, ahora pesaba lo suficiente como para no poder llevarlo demasiado tiempo en el hombro, sin embargo su increíble poder mágico no paraba de crecer además de nuestro vínculo gracias al cual podía hacer algo parecido a ver pues con ayuda del fenix podía sentir las auras de las cosas y las personas, no podía ver rostros pero cada cual tenía una distinta, un aura propia mediante la cual podía identificarlos y no acabar yo solo de nuevo con todo ouroboros tropezando con todo.

Las horas libres las pasaba en mi amada biblioteca de la cual me había encargado de restaurar, al menos todo lo que fue posible rescatando lo poco que se pudo de las ruinas del castillo le fay, había ido varias veces con Zaphira y Rubi, solo una vez fui a solas con el fénix y encontré más que libros aquella vez, una mujer humana con sus hijos se encontraba entre aquellas ruinas, me contó que escapaba de la alianza, al parecer el mensaje de Johan o lo que parecía ser él según la información dada por los renegados, había causado tal revuelo que estaban teniendo rencillas internas y los inocentes lo estaban pagando, no podía ver pero tampoco podía negarme a darle cobijo a dos crios y una mujer que además estaba en estado, suplicando por comida para sus pequeños y un lugar seguro, no pude negarme y mucho menos contárselo a nadie por petición de ella misma.

las horas pasaron y mientras organizaba la biblioteca y continuaba mi investigación sobre los pendragon, una señal, un objeto pequeño roto en la casa del bosque, protegida con magia a la que solo unos pocos sabían llegar -se ha puesto de parto... Rubi, ve a buscar a Lucio- el pájaro voló por los pasillos localizando al medimago, posándose frente a el inclinándose a modo de reverencia a la vez que me hacía saber dónde se encontraba, me aparecí en el lugar frente e él -Lucio, tengo que pedirte un favor, es urgente... te lo explicaré más tarde pero hay una mujer de parto-

La noche de la fiesta de renacimiento de Ouroboros terminó relativamente bien para lo que podría haber sido, tanto por las oscuras predicciones (o amenazas) de Bellatrix como por sus incómodas insinuaciones hacia mí y y hacia Sean. Al final habíamos optado por hacer oídos sordos y adoptar un perfil bajo, aunque había algún que otro compañero que se había dejado influenciar por los comentarios de Bellatrix, tratándonos de modo ligeramente distinto a como lo hacían antes. Yo prefería hacer como que no me daba cuenta, así que, aunque íbamos un poco a nuestro aire, la liberación no había sido total. Eso sí, al menos había conseguido estar menos en conflicto conmigo mismo, y poder pasar más tiempo con Sean en condiciones normales, sin dramas ni apocalipsis continuos de por medio.

El trabajo nos había mantenido ocupados a ambos, que habíamos aprendido a seguir con las obligaciones a pesar de que teníamos ciertas limitaciones. Al menos Sean había aprendido a manejarse bastante bien con su fénix, que ya tenía un tamaño bastante decente. Tan grande era ya que me llevé un buen sobresalto al ver aparecer al ave frente a mí, tan absorto como estaba corrigiendo exámenes de mis alumnos. Acto seguido apareció Sean, pidiéndome algo que sonaba a secreto de estado. - ¡Sean! me habéis asustado...- dejé a un lado el examen del alumno al que le había hecho un rayajo al mover la pluma, levantándome de la mesa. - Si está en el hospital de la isla ya estará atendida, hoy no tengo turno...- caminé hacia él, poniendo una mano en su hombro a la vez que hablaba de manera algo más confidencial. - Aunque si me lo pides así suena a que vamos a hacer algo ilegal, ¿verdad? - sonreí suponiendo que se trataba de alguien a quien no podía traer al hospital, de lo contrario no habría venido a buscarme. - Vamos, dime dónde vamos. - en cuanto me lo dijo me desaparecí de allí con él, llevándonos también a su fénix.

Terminando la clase del día, la erudito formuló con voz queda y contenida una pregunta sorpresa muy simple a sus alumnos sentada elegantemente en la silla de su escritorio.

-¿En qué se relacionan alados y dragones?- Solo enseñaba a dos magos, o contestaba uno, o contestaba el otro, o ninguno. Posó su gélida mirada sobre uno.

-No lo sé, profesora.- Dijo en un susurro, bajando la mirada con arrepentimiento. Cuestionó a su otro aprendiz con su mirada helada y aborrecedora.

-No lo sé, profesora.- Murmuró avergonzado.

-Por su puesto que no, si es que tengo un montón de alcornoques de aprendices.- Dijo sin conmoverse ni un ápice alternando la severa mirada entre ambos.

-La clase ha finalizado, retírense.- Los echó del aula con la misma voz queda y contenida y prosiguió a colocarse sus anteojos para continuar la lectura del viejo libro que tenía ante ella sobre el escritorio, pero unos murmullos la detuvieron y al alzar la vista comprobó que sus estudiantes no se habían ido aun. Los miró por encima de sus lentes mientras se acercaban al escritorio con movimientos rígidos y algo nerviosos.

-Profesora ¿Ha visto el Torneo Fénix?- Como respuesta ella simplemente alzó una ceja, incrédula ante la idea de que ellos piensen que a ella le interesaría tamaña ridiculez sin sentido.

-Vea esto.- Le enseñaron a través de un espejo de bolsillo, un video en el que un dragón negro volaba en círculos sobre un demonio invocado por el nigromante para el Torneo en el Templo de los Fundadores. Tras expulsar humo por su hocico, la criatura se dejó caer en picado hacia su aparente objetivo pero se detuvo súbitamente quedando suspendido en el aire. No es fácil descifrar las expresiones de un dragón, especialmente en este caso que no estaba mirando a cámara, pero los movimientos de sus grandes músculos y sus rugidos molestos indicaban que no fue algo premeditado. Tal vez algo, o alguien lo estaba haciendo levitar. A continuación, su cuerpo se elevó en dirección contraria a la que se dirigía, cambió a su forma humana y terminó siendo absorbido por una brecha formada en el cielo que desapareció tras que el cuerpo de el participante desapareciese por él. Tras terminar de ver el clip se recolocó los anteojos y se mantuvo pensativa durante un momento.

-Tráiganlo ante mí.- Dijo secamente, a continuación los alumnos se retiraron y un Guardia de Ouroboros se presentó ante ella. El mensaje que le transmitió le dio la resolución para salir junto al Guardia rumbo a los calabozos para así dejar atrás las aulas.

Al llegar a la sala y abrir la puerta, la bruja notó que se encontraba preparada para otra clase, así que cerró la puerta y la volvió a abrir cuando el aula se adaptó mágicamente para una clase de espiritismo. Lo que iban a hacer no era una clase, pero allí ella se sentía más cómoda y tendría a mano mucho de lo necesario.

El recinto tenía un escritorio al frente y varios pupitres individuales enfrentados a éste, una iluminación algo pobre para no espantar a los espectros y varias estanterías repletas de frascos de distintos tamaños y colores.

-Decías, Rybar, que necesitas que hable con un difunto... Ahora dime, ¿Qué puedes hacer tu por mi?- Dijo con su voz queda y suave mientras caminaba con elegancia en dirección a su lugar habitual detrás del escritorio y lo invitaba a traer una silla para que se siente frente a ella, con la mesa de por medio.

Después de haber salido de aquel calabozo, algo extrañado por mi subita liberacion, habia decidido seguir a la peliblanca. Me sentía mas liviano ahora que me habian retirado aquellas malditas cadenas, y supe que podia volver a disponer de mi magia.

Entré tras ella en aquella sala, mirando brevemente a mi alrededor. No por miedo a parecer descortés si no porque mi entorno ahora mismo me importaba mucho menos que mi objetivo final.

Capté su gesto, moví la mano y con ello atraje una silla hacia mi, haciendo que se colocase frente al escritorio de la medium. Con un movimiento firme eché hacia atrás la cola de mi largo abrigo del uniforme para sentarme a dicha silla. Parecia que estaba dispuesta a atender a mi peticion si yo prestaba algo a cambio.

Pero que podía ofrecerle yo?

- Puedo pagarte, suponiendo que sea eso lo que necesitas o lo que quieres. - entorné mi mirada de modo astuto, receloso, como siempre. - Pero algo me dice que eso no te interesa. Pon tu precio, lo pagaré, sea cual sea. La cuestión es qué puedes querer tú de mi....porque yo tengo muy claro lo que quiero de ti.

Mientras el mago tomaba asiento, la bruja hizo aparecer con un movimiento de su mano una gruesa vela del lado de ella del escritorio y dos piedras encantadas chocaron entre sí para crear la chispa que la encendió, al tiempo que observaba pensativa los frascos de los estantes.

-Para empezar, te voy a pedir encarecidamente que me trates de usted.- Dijo con su voz queda y contenida de espaldas a él. Ya tenía suficiente con el aspecto desarreglado de él por las horas en los calabozos y por la gresca en la que había estado involucrado, además de creerse con el derecho de darle órdenes a la descendiente. Finalmente se giró manteniéndose de pié del lado de ella del escritorio.

-Mi trabajo primordial es el de la erudición, esa es la razón de mi vida, pero sucede que también soy miembro del Concejo de los 20 y la política es... peliaguda. He tenido visiones... y me quiero prevenir, pero no confío en los mercenarios... prefiero tener cerca a aquellos con los que comparto buena parte de su forma de pensar. Coincidentemente el destino me acerca a uno de los mayores del consejo de los Blood Keepers, ganador del Torneo de Ouroboros, de noble familia de magos de arraigada traidición mágica y sangre pura. Lo que quiero, Rybar, es la protección de los Blood Keepers.- Le habló manteniendo una postura erguida y con voz suave.

La máscara y el pelo largo algo despeinado por los ultimos acontecimientos ocultaron mi ceja levantada cuando me pidió que la tratase de usted.

- Como quiera, usted. - le dije con tono frío. No sabía la edad que tendría ni si sería mayor que yo. Juraría que más joven. Y no me gustaba que me pisaran las matas de habas. Me imaginé rodeando su delgado y pálido cuello con mis manos metálicas para estrangularla.

"política peliaguda, visiones sobre el futuro.... cree que su posicion aqui peligra? Que la van a atacar? Qué habrá visto? Esto seguro que le interesa a Adele...tendré que tener una charla con ella..."

- Vaya, creía que entre ustedes los miembros del Consejo os teníais como hermanos los unos a los otros. Tan peliagudas son las visiones que cree que su vida puede peligrar hasta el punto de necesitar a los Blood Keepers? - le eché un vistazo de arriba abajo a la mujer, deteniendome en su rostro al final, unos cuantos segundos, antes de soltar mi siguiente frase con mucho doble sentido. - Interesante.

Recuperado un poco mi temple (porque la situacion asi lo requeria) valoré su petición. No pensaba comprometer a los blood keepers que quedabamos bajo las ordenes de uno de los miembros del consejo. Si algo salía mal, podriamos ponernos en contra a todos los demás, y eso acabaría por extinguirnos, si ya de por si estabamos debilitados. Cabía la posibilidad de medrar también bajo algun personaje influyente como era ella, pero por el momento, parecia un 1 vs 19. O 18. A alguno habia caido por el camino ya.... Tras mi meticuloso silencio, elaboré una respuesta que me llevase a donde quería.

- Hecho. Pero ha de ser un contrato finito. No obtendréis mi protección a costa de nuestro suicidio como organizacion, al menos hasta cierto punto.

Era ovio que la petición de la bruja despertaría sospechas, pero ésta se mantuvo estoica ante la mirada del mago, desde su punto de vista él hablaba como un entrevistador sensacionalista cualquiera, por eso le fue tan fácil no mover ni un músculo y mantener su mirada aborrecedora. Dicen que el que calla otorga, pero también dicen que uno es esclavo de sus palabras y rey de su silencio. Prefería otorgar antes que perder su titulo de nobleza.

Respetó el silencio del otro, le resultaba fácil estar en silencio, casi podía escuchar los engranajes del cerebro del checo si no fuera por las constantes voces en su cabeza. La confundían, la desanimaban, la alegraban, la enfurecían, la seducían, la entristecían, la alentaban, le daban esperanzas. Mientras él pensaba, su mirada se perdió escuchando y cuando él volvió a hablar, ella volvió a mirarlo con severidad.

-Me parece justo.- Sentenció despacio.

"¿Quién se cree que es poniendo condiciones?"

-Empezaré con la invocación en cuanto tenga un medio de comunicación seguro contigo, en mi poder. Mientras tanto, para hacer esto voy a necesitar saber más sobre "ella", algo que distinga su alma de las demás, el nombre no siempre sirve, en cuanto las almas pasan al otro lado tienden a olvidarlo.-

No me respondió, supuse que no tenía un giro de conversación lo suficientemente bueno como para llevarme la contraria en aquello así que asumí que habia acertado de pleno. La Descendiente no se encontraba cómoda ahora mismo con su posición entre el Consejo, y había tensiones, disensiones...y vete a saber cuántas intrigas más.

Aceptó mis condiciones, quizá demasiado rápido. A saber en qué estaba pensando.

- Un medio de comunicación... unos espejos comunicadores deberían bastarnos. - expresé con sencillez. Eso, o entregarle una insignia de los blood keeper. Porque ahora mismo no tenia espejos y queria empezar cuanto antes. Dudé unos momentos, y al final la saqué de dentro de mi bolsillo, la insignia.

"algo que distinga su alma de las demás? No le basta el nombre?"

- Katrina. Mi hermana. - pronuncié al final, despacio, mirando los simbolos de la insignia, una excusa para perder la vista en algo porque realmente mis ojos vagaban perdidos. Se me debió de notar la ira en la voz. Hablar de aquello me ponía furioso. - Era todo lo que yo no. Amable, capaz de perdonar, y siempre arrojada a ayudar al desfavorecido...aunque no los conociese de nada. - dije eso ultimo con desdén, pensando que así fue como conoció a Imram. - Bruja, por supuesto. No sé si necesitas mas datos o eso es suficiente. No es tan fácil describir el alma de una persona.

La bruja alzó una ceja ante la respuesta del mago, como diciendo "¿De verdad?", incrédula ante la idea de que Rybar piense que un espejo comunicador sirva en una situación de emergencia. La expresión de su rostro cambió suavemente a una menos severa y más neutral al ver la insignia de los Blood Keepers salir del bolsillo del checo.

Bellatrix lo escuchó con atención cuando comenzó a hablar de la difunta, tantas emociones cantaban a través de la voz del hombre que la erudita del más allá percibió por un momento esos sentimientos como suyos propios en un arranque de empatía que duró por un breve instante.

-Para ser alguien que no estudia espiritismo, tu descripción fue aceptable.- Dijo lentamente, casi arrastrando las palabras, al tiempo que miraba la insignia que había levitado hasta ella. Seguidamente la hizo desaparecer y se giró hacia los estantes llenos de frascos para buscar aquello que necesitaba. Durante unos minutos se dedicó a examinar las repisas y los cajones yendo de aquí para allí con elegancia y ligera como un espíritu, hasta que lo encontró.

Se sentó de su lado del escritorio con un frasco celeste entre sus delicadas manos de largos y finos dedos de color blanco cadáver y miró al mago ante ella con la duda claramente plasmada en su expresión de si se encontraba listo para el encuentro con un ser querido que pasó al descanso eterno. Del interior del frasco sacó una flor, ésta no tenía colores extravagantes ni un fuerte perfume, tampoco tenía espinas, era una flor de pequeños y suaves pétalos color blanco sólido con un delgado tallo verde claro. La hizo levitar hasta quedar en posición vertical sobre la llama de la vela negra y, cuando el fuego comenzó a reptar por el tallo, ella recitó unas palabras inentendibles cerrando sus ojos mientras aspiraba el humo que echaba la flor. A medida que la flor se consumía y la humareda ingresaba por sus fosas nasales, la bruja hablaba más alto, al tiempo que parecía tener dos voces, luego tres, luego cuatro y más acudieron a su llamado hasta que una multitud habló a través de su voz, todos hablando en una lengua desconocida para muchos.

Cuando los pétalos de la flor se consumieron, los ojos de la bruja se abrieron súbitamente, tenía los iris y las pupilas completamente blancas, como si tuviera ceguera, mas su cabeza se movió como si pudiera ver. El espíritu estaba confundido, no entendía por qué lo habían despertado de su sueño, no recordaba nada más que la oscuridad del más allá y el lugar en el que se encontraba en ese momento no se parecía en nada al río de la muerte, percibió el cuerpo que habitaba y gritó, largo y tendido. Gritó haciendo temblar los frascos de las estanterías amenazando con romperlos.

Tomé aquello como un cumplido. Mi descripcion habia sido suficiente.

- Recordarla es mi deber. Al menos puedo hacerle ese honor.

"Ya que en vida no le hice ningun favor"

Me quedé en silencio, dejando a la médium obrar su especialidad, a veces la seguía con la mirada y otras simplemente me quedaba pensativo, pensando en mi hermana o en cómo habia deseada cargarme a Imram aunque su hijo pequeño estuviese delante. El tambien habia querido que lo  matase, lo habia podido notar en su expresion.

"lo unico que consuela es que vivo sufrirá mas que muerto. La va a echar de menos tanto como yo"

Cuando ella terminó de examinar sus frascos volví a mirarla, habia retornado con una pequeña flor. Extrañamente, me pareció muy adecuada en cuanto a Katrina...casi podia ver la similitud.

Observé su ritual, dejándole el espacio y silencio necesarios para su concentración. Las cosas comenzaron a tornarse serias cuando su voz dejó de ser su voz....

Y de repente abrió los ojos, totalmente opacados. Me pregunté si había tenido éxito, o como debía proceder ahora...

-kat...?- comencé a preguntar, pero entoces gritó, un grito que perforaria los oídos de hasta el más sordo. Me los cubrí, mirando como temblaban los frascos. Iba a parar aquello en algún momento? Me metí dentro de su campo visual. - suficiente!

"Si esto es un teatro, he tenido suficiente"

La bruja le dedicó una fugaz mirada cuando el mago hablo de honrar a los muertos a través del recuerdo, notó cierto deje de culpa en su voz y le recordó a leyendas que los pueblos mesoamericanos relataban a cerca de los fallecidos y de su paso por el mundo de los muertos.

El espíritu gritó mientras el que estaba en frente suya se cubría los oídos pero se detuvo al volver a oír su voz, conocía esa voz, le resultaba familiar. Sus ojos vacíos se fijaron en la apariencia del otro e imágenes sueltas comenzaron a llegar a su mente, sensaciones aisladas.

-¿He-hermano?- Dijo dudosa en un hilo de voz.

-¿Qué... qué está pasando?- Se encontraba completamente confundida y desubicada pero recuerdos de su vida pasada comenzaban a aflorar en su mente adormilada.

-Mi hijo e Imram. ¿Cómo están?¿Están bien?¿Dónde están?- En cuanto los recordó se preocupó por el bienestar de la familia que con tanto amor había formado. Apoyó ambos brazos en el escritorio para luego subir las piernas del cuerpo que estaba ocupando a la mesa y avanzar en cuatro patas con movimientos erráticos hasta quedar su rostro a escasos milímetros del mago. Sus ojos huecos analizaron los ojos del hombre intensamente.

Me resultó bastante siniestro cuando la medium me miró con aquellos ojos, aunque por fin aquel gritó se terminó. Era ella, de verdad? Hasta su voz parecía diferente a la de Bellatrix....

- Sí...soy yo... - le respondí igualmente dudoso. Parecía confusa. Supuse que sacar a un espiritu del letargo de la muerte...era lo que tenia. Confusión y olvido. Y yo habia jugado tantas veces con los recuerdos de Katrina....

Sentí un golpe de celos al oirla preguntar por aquellos dos, e hice una mueca.
- Están bien, a salvo en la isla de Ouroboros. - pese a todo, a pesar de todo.... por qué siempre él primero? No había podido salvarla! Me tragué mi ira. Me sobresaltó cuando cruzó la mesa de aquel modo y se acercó tantisimo, casi me da un vuelco el corazon, porque aquella no dejaba de ser Bellatrix poseída por el espiritu de mi hermana. -Katrina.... - no queria dejarme engañar, pero subí mi mano hasta su mejilla, aunque no llegué a tocarla. Sabia que no era ella pero no podia evitarlo. - Necesito saber quien lo hizo. Recuerdas quienes fueron? Esas personas....no pueden seguir viviendo, deben morir. Porque a ti no te permitieron seguir con vida. Por eso tienes que contarme quienes lo hicieron

Cuando volvió a escuchar el nombre de su vida pasada de los labios de su hermano hizo que el envase en el que se encontraba sonriera.

-Rybar...- Recordó su nombre con los ojos brillosos por la emoción, había tantas cosas que quería decirle. Sintió su mano acercarse y alterno una dudosa mirada entre ésta y los ojos del mago. No sabía cómo se sentiría el contacto en un cuerpo que no era el suyo. Se sentó sobre sus rodillas y tomó con suavidad la mano del otro para terminar de acercarla a su mejilla. Se sentía muy caliente o era ella que estaba helada, a pesar de todo, volvió a sonreír ampliamente mientras unas risas escapaban de su boca y lanzó sus brazos para rodear el cuello de su hermano mayor en un cariñoso abrazo. Se separó de él al oír para qué la necesitaba y lo miró sorprendida y dolida cuando terminó de hablar. Lo agarró de las solapas del abrigo e intentó zarandearlo sin muchas ganas.

-¡MAGO DEMENTE! ¡¿ME HAS DESPERTADO DEL SUEÑO ETERNO PARA ESTO?!- Le gritó llena de furia, la impotencia la invadió y de la furia pasó al llanto débil pero constante.

-¡Ohh!¡Desgraciada de mí!- Dijo desconsolada mientras se acostaba en posición fetal sobre la mesa de espaldas a Rybar. Hizo memoria y trató de darle coherencia a las últimas imágenes que vió.

-Recuerdo un largo viaje. Huíamos. No fue en la cabaña del bosque, fue en Praga. Era una pequeña casa descuidada en las afueras. Recuerdo haberla imaginado llena de luz y color por el día y por la noche rodeada de luciérnagas alumbrada por la luz de la luna y las estrellas. Me encontraba sola. Imram volverá pronto. Tuve miedo y sabía que ellos también sentían miedo, les aterró la barrera defensiva que conjuré. Sabía que no debía hacerlo, pero fue instintivo. Corrí. Sentí dolor y tristeza. Traté de mantener los ojos abiertos todo lo que pude, pero todo se hizo oscuro y luego... nada.-

Era raro que el espiritu de mi hermana me abrazase a través del cuerpo de Bellatrix. Ella habia sido muy distante todo el rato, pero ahora.... Estuve a punto de devolver aquel abrazo pero, no llegué a hacerlo. Cuando tenia mis brazos algo alzados para estrecharla, ella se separó zarandeandome por las solapas de mi abrigo debido a mi peticion.

"sabia que no estaría de acuerdo con mi venganza"

- Lo siento, Katrina, pero es importante que los que te...mataron...paguen por ello.... - luego se acostó sobre la mesa, llorando. - Lo siento....

Continuó hablando. Todo lo que me dijo concordaba con lo que me habia contado Imram. Al final de su relato, suspiré.

- Entonces...no llegaste a ver los rostros de tus atacantes. - simplemente, supe que eran humanos a ciencia cierta. A ningun mago le habria aterrado una barrera defensiva mágica. Praga. Las afueras. Humanos.

"no sabe quienes son..."

Estiré mi mano hacia su hombro, dudoso, nuevamente. - Lo siento. - era la tercera vez que lo decia en menos de cinco minutos. En los ultimos....no sé, en los ultimos muchos años, no habia pedido perdon ni una sola vez. - Siento haberte despertado para esto. Siento que te ocurriese eso. Siento...no haber podido ayudarte. Siento haber hecho....que tu vida fuese tan difícil...lo único que quería era...tenerte a mi lado. Te voy a echar mucho de menos. Pérdoname.

Mi voz se hizo mas debil conforme hablaba, busqué su mano con la mia para agarrarla y apoyé la frente en la mesa cerrando mis ojos, junto a su espalda. Sabía que esta despedida iba a ser la definitiva, que podía no volver a abrir mis ojos y quedarme alli, que eso no iba a cambiar aquel hecho. Por primera vez desde la noticia de Imram, la realidad me golpeó con toda su totalidad. Sentía un doloroso nudo en el pecho y la garganta, que no sabía como podía eliminar.

-No lo sé, no lo recuerdo con claridad... Fue al norte de la ciudad, a la vera del río Moldava. Recuerdo que eran personas comunes, pienso que eran fieles de la iglesia de la zona porque mencionaron algo sobre trascender, yo me negué pero comenzaron a ponerse violentos.- Agregó cuando el mago concluyó que no llegó a ver el rostro de sus atacantes. Escuchar su disculpa hizo que más lágrimas salieran por sus ojos opacos. Sintió su mano volver a acercarse pero la tomó recién cuando terminó de hablar y ordenó al cuerpo girarse hacia él para verlo con la frente apoyada en la mesa. Tomó la mano de Rybar con ambas manos.

-Estas perdonado.- Su alma sintió un gran alivio al decir esas palabras, sonrió, pero comenzó a sentir un gran cansancio, fue una sonrisa somnolienta. Quería dormir. Su alma buscaba el descanso eterno, pero había cosas que todavía le quería decir a su hermano.

-Rybar, pon mucha atención. Tus acciones han forjando... una cadena que arrastrarás. Has elaborado cada eslabón... y cada centímetro. La tuya es una... pesada cadena. No permanecerás en ningún lado, te esperan viajes... interminables, sin descanso ni paz.- Hablaba entre respiraciones cada vez más profundas. El cansancio ya no le permitía mover el cuerpo que se encontraba acostado de lado sobre la mesa mirando al mago esforzándose en mantener los ojos abiertos.

-Mi querido hermano, busca la redención, te estaré esperando.- Habló mientras sus ojos se cerraban rendidos ante el sueño y de la nariz y la boca salía humo.

-Te amo con toda mi alma.- Dijo con los ojos cerrados completamente mientras más humo salía. Finalmente la fuerza de todo su cuerpo se esfumó y el humo terminó de salir para difuminarse con el aire.

Tras unos segundos los ojos de la bruja volvieron a abrirse, pero esta vez sus ojos volvían a ser celeste frío. Miró a su alrededor y se encontró subida a su escritorio. Se había encontrado en lugares peores. Le dirigió una enigmática mirada al mago y buscó bajarse de la mesa. Ya de pié, hizo levitar todos los objetos que había tirado al subirse para volver a ponerlos en su lugar con un grácil movimiento de su mano. Entre las voces que volvían a sonar en su cabeza, un murmullo inentendible comenzó a sonar, las voces comenzaron a coordinarse de a poco hasta que entendió lo que le querían decir. Había cónclave y estaba llegando tarde. Caminó hasta la salida con su andar lento y liviano pero se detuvo para voltearse y mirar a Rybar.

-Si te sirve de consuelo, su alma será cuidada por los ángeles con empeño y dedicación. Hasta pronto.- Se despidió para finalmente desaparecer del aula.

Me habia dado datos importantes, aunque quiza sin darse ni cuenta. Una ubicación mas concreta, que fueron un grupo, que hablaban de trascender...me parece que no se referian a ningun tipo de iglesia porque era algo que venia oyendose por londres desde aquel ultimatum que se dio por todos los medios de comunicacion posibles.

"ahora ya se lo que tengo que hacer"

Noté como me cogía la mano, y preferí no alzar la cabeza. Si no veía el rostro de Bellatrix, aun podía imaginar que se trataba de mi hermana, engañarme en la ilusión de que era ella quien en carne y hueso tomaba mi mano para darme su perdon.

Aquello significó mucho para mi. Sin embargo, cuando me pidio toda mi atencion no pude hacer otra cosa que levantar la cabeza y observarla. Su voz se iba apagando poco a poco, parecia que iba a quedarse dormida de un momento a otro.

- no, espera, no te vayas aun...no me dejes...

Me costó mucho oir sus ultimas palabras, asi que me acerqué mas a ella, para no perderme ni una sola silaba.  Sus palabras... sonaban como a una sentencia, una condena, algo que yo ya conocia, algo que ya sabia que reposaba sobre mis hombros, la cadena que yo mismo me habia fraguado. Sentía el corazon apretado y apelmazado contra el pecho a causa de sus palabras. Cuando terminó, suspiré, respondiendo.

- Yo... tambien....

Entonces, cerró los ojos. No pasaron muchos segundos hasta que la auténtica dueña del cuerpo volvió a abrirlos. Para entonces, ya me habia apartado de ella. La escuché y asentí, frunciendo mis labios.

- Sí. Gracias. - respondí escuetamente en voz baja. Cuando se fué, me quedé mirando a la puerta cerrada. - Cuidada por los angeles. Es lo que merece. Descansa, hermana....descansa en paz.

En cuanto a mi...redención? Ese era su último deseo para mi? Vernos en el otro lado? Tenía asumido que eso era ya imposible, algo lejos de mi alcance, que por mucho que hiciera nunca sería suficiente y ademas, redencion? Cómo? Cómo se empiezan a hacer de pronto actos de buena fé, de redención, tras llevar una vida de rectas normas enfocadas a un noble objetivo que exige de muchos sacrificios, ajenos y propios?

Negué con mi cabeza. No. Aquella no era una senda que pudiera caminar. Me levanté, apoyando una mano en la mesa. Viajes, y mas viajes. Viajes interminables. Miré hacia la puerta y eché a andar hacia la salida de aquel lugar, aturdido por mis propios pensamientos, marchandome de alli.

Cuando llegó a la academia sintió demasiadas miradas encima, tal vez, se debiera a que llevaba ropa de entrenamiento. La llevaba ajustada y no era algo a lo que estuviera acostumbrada pero lo cierto es que era muy fácil para entrenar con Ian porque ella estaba enfocándose en el tema físico y él en el mágico, se complementaban a su manera. Aún así se apretó la chaqueta para evitar que la miraran. Ingresó al salón rápido y poco a poco vio que empezaba a mutar.  Dejó la chaqueta a un lado quedando con una camiseta sin tirantes negra y los pantalones ajustados del mismo color. Los pupitres, las pizarras, los ingredientes y libros; todo se empezaba a disolver para dejar un espacio grande de libre movimiento. En una de las paredes aparecían las armas que Ian le había recomendado y estaba observándolas con curiosidad. Había peleado con él con espadas, con cimitarras, con un espadón, pero todo era demasiado grande para su condición física.

Fue caminando hacia el otro lado hasta que encontró unas armas que eran un poco más grandes que las dagas y tenían un bonito diseño. Aunque sabía que Ian le había dicho que las dagas implicaban un combate más cercano…Pero, debía hacerlo. A veces. Cuando la magia ya no funcionaba. Las cogió y las pesó, empezó a hacer un par de movimientos con algo de cuidado para no lastimarse. Estaba tratando de no lastimarse cuando el sonido de la puerta la desconcentró y las armas cayeron al piso. Catherine dio un salto hacia atrás con miedo de cortarse un pie.

Tras ello observó a Ian que entraba, sonrió de lado negando con la cabeza -¿Me querrás si terminó sin un pie? ¿O tal vez si pierdo un dedo?- Le hizo un gesto algo curioso con el rostro mientras se señalaba el índice de la mano derecha con el de la izquierda. Fue acercándose hacia él después de recoger las dagas -Hoy quiero probar con estas ¿Te parece bien?- Le preguntó dubitativa -Oh… Sean despertó…- Sonrió más ensoñadoramente y le miró con los ojos brillantes -Y Lucio le ha pedido matrimonio, ahora están comprometidos-

El mes había pasado rápido y de manera más o menos tranquila, después de que los idiotas de los Pendragon decidieran apalancarse en las montañas del dragón. A mi no me hacía ninguna gracia que estuviesen allí los que habían provocado lo de Desmond y a nosotros en nuestra propia casa. Me parecían unos sinvergüenzas a los que me daba ganas de sacar a hostias de la isla. Me tocaba aguantarme y dejar hacer a Catherine y los demás lo que tuviesen pensado. Al menos estuve entretenido entrenando con mi padre y con Jarkko, jugando con Aedan, celebrando en privado el cumpleaños de Catherine y viciando a ratos a los videojuegos con Azahar.  Había permanecido bastante ajeno a los temas del Consejo, aunque le pregunté alguna que otra vez a Catherine cómo iba su amigo Sean.

Decidimos  que debíamos seguir entrenando, así que quedamos ambos en la academia después de dejar a Aedan con Anteia, que se había convertido en la niñera oficial.  Me había preparado para el combate llevando mis cimitarras y los brazaletes de cuero, con una camiseta negra suelta sin hombros y unos pantalones de combate también sueltos para permitir movilidad. Al entrar me encontré con Catherine a punto de clavarse la daga en el pie por error, y no pude evitar soltar una risa por la escena.  - ¿Vas a perder incluso antes de que llegue?- intenté dejar de reírme, diciendo algún 'lo siento' entre medias. - Ayy...ya está. Claro que te voy a querer igual sin pie, ¿no ves que me casé contigo por tu fama y tu dinero.- me acerqué a ella bromeando, hasta saludarla con un beso en los labios.  Después le eché un vistazo con más detenimiento, poniendo cara de aprobación total con lo bien que le sentaba la ropa.  - Te queda bien la ropa de deporte. Casi compensa lo del aro. - le di un pequeño toque en la nariz con el índice,  sonriendo. La sorpresa del aro era algo que ya habíamos hablado. Al final Jo iba a ser una mala influencia.

Cogí una de las dagas que me mostró, evaluándola con cara de poco convencimiento. - Mmm...vale, podemos empezar probando esas. Haremos situaciones en las que puedas usarlas.  - le devolví la daga al tiemp que decía lo de Sean, alzando las cejas ante la sorpresa de tantas noticias buenas.  - ¿De verdad? así que al final van en serio...me alegro por ellos. Supongo que esperarán a que se piren los Pendramierdas. Si no seguro que se la lían en la boda, igual que a nosotros.- y aquí estaban también los Soul, aunque con eso de salvarnos en la Ciudadela y haber colaborado en alguna otra cosa quedaban "absueltos" en cierto modo.

- Va, empecemos. Te dejo la ventaja de atacar primero. - me separé de ella, dándole espacio para que se preparase.