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En este lugar se encontraba la Antigua Torre de hechicería que desapareció misteriosamente absorbiéndose a si misma durante una batalla contra las tropas androides de SAM.
El viento aullaba. La brisa acariciaba con aquel gélido matiz que solo un lugar tan fantasmagórico podía concederle. Mirara donde mirara había aquel paisaje que ni los románticos se atreverían a describir. No un cementerio. Pero no muy lejos de ello. Creía atisbar espíritus por el rabillo del ojo, seres inhumanos, que habitaban la oscuridad. Oscuridad… Una negrura se perdía en los recovecos de los retorcidos árboles, tan profunda como el azabache, el ónice. Y mis ojos no eran siquiera capaces de descifrarla, ni el brillo dorado tan sobrenatural que habían adoptado era capaz de decirme que había tras ella. Tan sólida era que estaba seguro de poder cortarla y todo. Y algo me alteraba. Algo, algo sobrenatural, aquel lugar tenía algo estúpidamente superior a mi. La magia, la vida, la muerte, todo se fundía en uno…
Y de un breve giro me di cuenta de la gran reina de aquel pequeño universo. Una estaca negra, que rascaba las nubes. Una arquitectura simple y aterradora. Tan bella, pensé. Tan bella, tan perfecta, aquella sede del mal que realmente me habría gustado tener alguna vez. La sangre agitaba mi medianamente putrefacto cuerpo, el corazón latía. Bum, bum. Sentía las pulsaciones por todo mi cuerpo, el color volvía a mi grisácea piel con aquella excitación que uno no sabe de donde viene. O sí. Aquella torre. Aquel miedo. Vida, vida. Todo era vida, de repente. Encontré vida entre la muerte. Aquella emoción, aquella intensidad del momento, aquel aire putrefacto llenaba mis pulmones y los dotaba de un ánimo, una felicidad…
El aire olía a humo, a cenizas, a cual fuera olor pertinente para un presagio de muerte. La guadaña descansaba sobre mi hombro y cerca mía tenía al que había provocado mi presencia allí, un hombre, un anciano, Matvey. El único otro elemento vivo (¿O el único?) allí, al menos, a la vista. Vlosinssrigg quedaba amedrentado ante su presencia, o tal vez, a la de cualquiera de las abominaciones que habitaran la torre. Aquella sumisión me ponía los pelos de punta. Pero no importaba. Nada me importaba.
Abrí la boca y la cerré, sonreí. Disfrutaba de aquel instante como si me fuera la vida en ello, aquel silencio imponía a cualquiera. Me podía. Me vencía, me hacía sentir como uno más. Fundirme entre la oscuridad espectral, ser uno más… Cerré los ojos y solo una lejana llamda por parte de mi espíritu me recordó que no debía sumirme aún en el mundo de la muerte. Pero estaba convencido que, si me dejaba, se llevarían mi alma y la unirían al silencioso séquito que guardaba el lugar.
-Yo creo que si llamamos a la puerta gentilmente, nos atenderán unos agradables espíritus y nos invitarán a unas pastitas.- Mi voz sonaba con un vigor inusual, y de hecho, casi pareciera que había crecido. Al contrario de mi encogimiento usual mi cuerpo se mantenía erguido, sin rastros de que jamás me hubiera podrido: Vlosinssrigg y yo éramos uno. Casi pareciera ser tan alto como tu lo eras, y lo pensé: A lo Anzus, quien es reina mía...
-¿No te parece este lugar romántico, querido Matvey? Háblame de nuestro anfitrión, ¿Quién es él? ¿Algún amigo de la infancia?- La voz sonaba con inusual seguridad y aún más firme convencimiento. -Tengo el augurio de que, ocurra lo que ocurra en esta velada, no serán sucesos sencillos de olvidar. Aunque espero gratamente que no sea una trampa o que nadie se interponga en lo que sea que vaya aquí a acontecer…- Y una mueca decrépita afloró en mi rostro. -Me apenaría mucho tener que manchar a Ogrim, mi guadaña.
Y de un breve giro me di cuenta de la gran reina de aquel pequeño universo. Una estaca negra, que rascaba las nubes. Una arquitectura simple y aterradora. Tan bella, pensé. Tan bella, tan perfecta, aquella sede del mal que realmente me habría gustado tener alguna vez. La sangre agitaba mi medianamente putrefacto cuerpo, el corazón latía. Bum, bum. Sentía las pulsaciones por todo mi cuerpo, el color volvía a mi grisácea piel con aquella excitación que uno no sabe de donde viene. O sí. Aquella torre. Aquel miedo. Vida, vida. Todo era vida, de repente. Encontré vida entre la muerte. Aquella emoción, aquella intensidad del momento, aquel aire putrefacto llenaba mis pulmones y los dotaba de un ánimo, una felicidad…
El aire olía a humo, a cenizas, a cual fuera olor pertinente para un presagio de muerte. La guadaña descansaba sobre mi hombro y cerca mía tenía al que había provocado mi presencia allí, un hombre, un anciano, Matvey. El único otro elemento vivo (¿O el único?) allí, al menos, a la vista. Vlosinssrigg quedaba amedrentado ante su presencia, o tal vez, a la de cualquiera de las abominaciones que habitaran la torre. Aquella sumisión me ponía los pelos de punta. Pero no importaba. Nada me importaba.
Abrí la boca y la cerré, sonreí. Disfrutaba de aquel instante como si me fuera la vida en ello, aquel silencio imponía a cualquiera. Me podía. Me vencía, me hacía sentir como uno más. Fundirme entre la oscuridad espectral, ser uno más… Cerré los ojos y solo una lejana llamda por parte de mi espíritu me recordó que no debía sumirme aún en el mundo de la muerte. Pero estaba convencido que, si me dejaba, se llevarían mi alma y la unirían al silencioso séquito que guardaba el lugar.
-Yo creo que si llamamos a la puerta gentilmente, nos atenderán unos agradables espíritus y nos invitarán a unas pastitas.- Mi voz sonaba con un vigor inusual, y de hecho, casi pareciera que había crecido. Al contrario de mi encogimiento usual mi cuerpo se mantenía erguido, sin rastros de que jamás me hubiera podrido: Vlosinssrigg y yo éramos uno. Casi pareciera ser tan alto como tu lo eras, y lo pensé: A lo Anzus, quien es reina mía...
-¿No te parece este lugar romántico, querido Matvey? Háblame de nuestro anfitrión, ¿Quién es él? ¿Algún amigo de la infancia?- La voz sonaba con inusual seguridad y aún más firme convencimiento. -Tengo el augurio de que, ocurra lo que ocurra en esta velada, no serán sucesos sencillos de olvidar. Aunque espero gratamente que no sea una trampa o que nadie se interponga en lo que sea que vaya aquí a acontecer…- Y una mueca decrépita afloró en mi rostro. -Me apenaría mucho tener que manchar a Ogrim, mi guadaña.
La imagen anterior de la horda de inferis avanzando hacia las murallas del cuartel humano fue sacudida rapidamente en un frenesí de magia y movimiento, efecto del teletransporte, acabando por dar con nuestros cuerpos en aquel oscuro bosque al pie del no menos oscuro pináculo que era la Torre de la Alta Hechicería, lugar reverenciado por todos los nigromantes a lo largo de la historia, por todo aquel se se preciase como brujo de los muertos.
"Baúl de misterios y secretos. Que habrá hallado Fistandantilus en las entrañas de esta bestia, que desea compartir con el resto de nosotros....?"
Y es que no me fiaba del viejo. Sabia cosas sobre él. Sabia como habia estado prolongando su vida, y obviamente no habia sido a base de brebajes de soja antioxidantes, si se me permite la broma. Y mi gesto excesivamente duro y frio lo reflejaba. Una brisa extraña y antinatural sopló tras nosotros, como el hálito de un predador, y senti mi cabello moverse hacia delante brevemente. Miré un momento sobre mi hombro, empuñando aun mi baston de madera retorcida, que no usaba sin embargo a modo de tal, pues no tocaba su punta el suelo.
La sensacion de omnipotencia de aquel lugar era compartida por el drow, al que noté sonreir, mas cómodo, mas crecido al encontrarse en lo que es su medio natural, supuse. Mi mente recordó que no debia fiarme de él. Y no iba a hacerlo, no...
Di unos cuantos pasos hacia la torre, con firmeza. Una elevada escalinata ancha conducia a la entrada principal en la base, toda de onice, cada apice de ella.
Me detuve, con la carta enviada por Fistandantilus, nuevamente en mis manos. Él decia que si no me parecia romántico este lugar. Supuse que aquella era otra de sus interrogaciones retóricas que no necesitaban respuesta pues eran mas un modo de expresar su propia opinion. Pero si le hubiese interesado de verdad, le habria dicho que me resultaba poético, como la muerte. Pero más peligroso.
-No, Fistandantilus no es amigo mio. -de hecho, ¿a quien podia llamar yo amigo? - Es uno de los mas ancianos y poderosos nigromantes de nuestra epoca. Hace no mucho se hizo con el poder de esta Torre, y lo ha mantenido hasta el día de hoy. Se sabe que tomaba aprendices en esta torre, sin embargo no se conocen los nombres de tales aprendices. No llegan muy lejos.
Me falta añadir que "no le he quitado ojo de encima"...pero no lo hago. Desarrugo el papel doblado, que ahora olia a muerto por culpa del inferi que se lo dejo ver a Ilzt, mientras el expresa sus expectativas yo comienzo a subir las escaleras, invitacion en mano. Llamar a la puerta.... probablemente en ese papel estuviese la clave.
-¿Interrumpir? .... -una congregacion de nigromantes podia llamar mucho la atencion, pero dudaba que alguien se hubiese enterado de aquello. Una trampa, eso podia ser. -No lo sé. Permanece alerta en todo momento. Este sitio es peligroso. Casi percibo a los demonios retorciendose bajo nuestros pies...
Y terminé de subir las escaleras, plantandome con los hombros erguidos ante la puerta. Habia que llamar, como bien dijo el drow. Asi que coloqué el pergamino en la puerta, con firmeza, sujetandolo ahi contra su superficie. En el papel comenzaron a dibujarse unas palabras en unos carácteres desconocidos, en luz roja. Leo dichas palabras, pues para mi no son desconocidas. Brillan unos instantes antes de apagarse, y entonces el papel arde consumiendose en llamas negras, y las cenizas caen al suelo. Habiamos llamado a la puerta.
"Baúl de misterios y secretos. Que habrá hallado Fistandantilus en las entrañas de esta bestia, que desea compartir con el resto de nosotros....?"
Y es que no me fiaba del viejo. Sabia cosas sobre él. Sabia como habia estado prolongando su vida, y obviamente no habia sido a base de brebajes de soja antioxidantes, si se me permite la broma. Y mi gesto excesivamente duro y frio lo reflejaba. Una brisa extraña y antinatural sopló tras nosotros, como el hálito de un predador, y senti mi cabello moverse hacia delante brevemente. Miré un momento sobre mi hombro, empuñando aun mi baston de madera retorcida, que no usaba sin embargo a modo de tal, pues no tocaba su punta el suelo.
La sensacion de omnipotencia de aquel lugar era compartida por el drow, al que noté sonreir, mas cómodo, mas crecido al encontrarse en lo que es su medio natural, supuse. Mi mente recordó que no debia fiarme de él. Y no iba a hacerlo, no...
Di unos cuantos pasos hacia la torre, con firmeza. Una elevada escalinata ancha conducia a la entrada principal en la base, toda de onice, cada apice de ella.
Me detuve, con la carta enviada por Fistandantilus, nuevamente en mis manos. Él decia que si no me parecia romántico este lugar. Supuse que aquella era otra de sus interrogaciones retóricas que no necesitaban respuesta pues eran mas un modo de expresar su propia opinion. Pero si le hubiese interesado de verdad, le habria dicho que me resultaba poético, como la muerte. Pero más peligroso.
-No, Fistandantilus no es amigo mio. -de hecho, ¿a quien podia llamar yo amigo? - Es uno de los mas ancianos y poderosos nigromantes de nuestra epoca. Hace no mucho se hizo con el poder de esta Torre, y lo ha mantenido hasta el día de hoy. Se sabe que tomaba aprendices en esta torre, sin embargo no se conocen los nombres de tales aprendices. No llegan muy lejos.
Me falta añadir que "no le he quitado ojo de encima"...pero no lo hago. Desarrugo el papel doblado, que ahora olia a muerto por culpa del inferi que se lo dejo ver a Ilzt, mientras el expresa sus expectativas yo comienzo a subir las escaleras, invitacion en mano. Llamar a la puerta.... probablemente en ese papel estuviese la clave.
-¿Interrumpir? .... -una congregacion de nigromantes podia llamar mucho la atencion, pero dudaba que alguien se hubiese enterado de aquello. Una trampa, eso podia ser. -No lo sé. Permanece alerta en todo momento. Este sitio es peligroso. Casi percibo a los demonios retorciendose bajo nuestros pies...
Y terminé de subir las escaleras, plantandome con los hombros erguidos ante la puerta. Habia que llamar, como bien dijo el drow. Asi que coloqué el pergamino en la puerta, con firmeza, sujetandolo ahi contra su superficie. En el papel comenzaron a dibujarse unas palabras en unos carácteres desconocidos, en luz roja. Leo dichas palabras, pues para mi no son desconocidas. Brillan unos instantes antes de apagarse, y entonces el papel arde consumiendose en llamas negras, y las cenizas caen al suelo. Habiamos llamado a la puerta.
Akira Terumi
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Ah, viaje, largo viaje… Queridos lectores u oyentes, espectadores de este largo discurso que pretendo soltar, igual os preguntáis, ¿Y qué hacía Akira Terumi en un lugar como aquel? Nefasto, lleno de lluvia, y… Oh. Húmedo. Y no húmedo como aquel que está al lado del mar, si no esa humedad que hace que la ropa se pegue a la piel… ¡Terrible, tan terrible! Aquel era el nido infestado de ratas que me había llamado la atención en mis travesías. Ya sabéis muy bien cual es mi rutina diaria, ¿No? Ir de pueblo en pueblo creándome mis ejércitos de demonios y arruinándole las infancias a niñatos en edad del pavo. ¡Si les hacía un bien! Les permitía tener sus propia historias de prota de anime típico.
Pero sabréis muy bien que no me importan nimiedades de esa categoría. Y ya lo sabéis, es que me lo paso muchísimo mejor haciendo cosas a gran escala. No estaba mal lo de joder a individuales, pero… Aquel día iba a suceder algo grande, que realzara mi gloria y ampliara mis malignas filas de demonios. Había venido el aviso en forma de cuervo, aunque yo ya hacía tiempo que merodeaba Inglaterra. Ah, eso, ¿Inglaterra? Llegué allí con senda facilidad. Cuando uno es guapo y tiene clase no es difícil conseguirse billetes de aquí y allá, y si no, se infiltra. Que a las azafatas no les parece mal un mago siempre que sea de belleza natural.
Pero dejemos de hablar de mi, que lo bueno se tiene que racionar. Estaba allí con mi carta en el lugar indicado: Irlanda. Un lugar muy bonito con unos cuantos paisajes que arruinar. E iba solo para la ocasión, tan solo como pueda ir alguien capaz de invocar seres demoníacos y otras chuminadas de ultratumba. O al menos eso quise creer, porque… Claro está, no era el único nigromante de la zona. Quizás es que llegué tarde. Quizás es que los otros llegaron demasiado pronto. Pero ya habían allí una pareja de personas llamando a la puerta, como un buen par de testículos de Jehová.
Con la cabeza en alto me acerqué a la escalinata que conducía a la imperiosa entrada. Había tenido que cruzar un bosque un tanto especial, y por mucho que me doliera admitirlo, el frío me había calado hasta los huesos. Pero ni espíritus ni otros monstruos de ese tipo me habían retrasado el viaje. Era demasiado… cool para ello. Cool, por eso de que estaba para que me vendieran como producto precongelado.
Me dejaba llevar por el ambiente tan pertinente para un grupillo de nigromantes. Me gustaban esos ambientes tétricos pues realzaban mucho mi condición. Ni miedo, n temor, ni nada. Mero orgullo de formar parte de esos sitios. Con el paso solemne, sin prisas -porque no es que me importara mucho hacer esperar a mi anónimo anfitrión-, subí las escaleras y me miré el par de dos allí presentes.
Uno de ellos era uno de esos aburridísimos y ya demasiado vistos y revistos magos de avanzada edad. No era ni mucho menos un viejo, si no un hombre que ya no gozaba de la lozanía que yo lucía con tanto orgullo. Con un rostro que gritaba “Yo respiro vodka y he dejado el oso aparcado en la esquina”. Pero yo no era tan necio como para menospreciar a los otros, por mucho que esa sea la primera regla de los Villanos. Era debido andarse con cuidado, y más con… Aberraciones como la que lo acompaba. No sabía si es que tenía un muerto de compañía o es que lo habían lavado con lejía, pero ahí había una cosa que, hasta pasado el rato, no identificaría como drow. La guadaña era el único elemento que me hacía pensar que era otro nigromante, más que un sirviente del altísimo ruso.
-¿Es aquí donde Fis…- ¿En serio os creíais que me iba a aprender el nombre de ese tío? No. Así que debía arreglar ese error, era mala forma empezar sin saberse el nombre del señor de la torre. -... Fisgonearémos los recovecos de los portales al otro mundo?-
Pero sabréis muy bien que no me importan nimiedades de esa categoría. Y ya lo sabéis, es que me lo paso muchísimo mejor haciendo cosas a gran escala. No estaba mal lo de joder a individuales, pero… Aquel día iba a suceder algo grande, que realzara mi gloria y ampliara mis malignas filas de demonios. Había venido el aviso en forma de cuervo, aunque yo ya hacía tiempo que merodeaba Inglaterra. Ah, eso, ¿Inglaterra? Llegué allí con senda facilidad. Cuando uno es guapo y tiene clase no es difícil conseguirse billetes de aquí y allá, y si no, se infiltra. Que a las azafatas no les parece mal un mago siempre que sea de belleza natural.
Pero dejemos de hablar de mi, que lo bueno se tiene que racionar. Estaba allí con mi carta en el lugar indicado: Irlanda. Un lugar muy bonito con unos cuantos paisajes que arruinar. E iba solo para la ocasión, tan solo como pueda ir alguien capaz de invocar seres demoníacos y otras chuminadas de ultratumba. O al menos eso quise creer, porque… Claro está, no era el único nigromante de la zona. Quizás es que llegué tarde. Quizás es que los otros llegaron demasiado pronto. Pero ya habían allí una pareja de personas llamando a la puerta, como un buen par de testículos de Jehová.
Con la cabeza en alto me acerqué a la escalinata que conducía a la imperiosa entrada. Había tenido que cruzar un bosque un tanto especial, y por mucho que me doliera admitirlo, el frío me había calado hasta los huesos. Pero ni espíritus ni otros monstruos de ese tipo me habían retrasado el viaje. Era demasiado… cool para ello. Cool, por eso de que estaba para que me vendieran como producto precongelado.
Me dejaba llevar por el ambiente tan pertinente para un grupillo de nigromantes. Me gustaban esos ambientes tétricos pues realzaban mucho mi condición. Ni miedo, n temor, ni nada. Mero orgullo de formar parte de esos sitios. Con el paso solemne, sin prisas -porque no es que me importara mucho hacer esperar a mi anónimo anfitrión-, subí las escaleras y me miré el par de dos allí presentes.
Uno de ellos era uno de esos aburridísimos y ya demasiado vistos y revistos magos de avanzada edad. No era ni mucho menos un viejo, si no un hombre que ya no gozaba de la lozanía que yo lucía con tanto orgullo. Con un rostro que gritaba “Yo respiro vodka y he dejado el oso aparcado en la esquina”. Pero yo no era tan necio como para menospreciar a los otros, por mucho que esa sea la primera regla de los Villanos. Era debido andarse con cuidado, y más con… Aberraciones como la que lo acompaba. No sabía si es que tenía un muerto de compañía o es que lo habían lavado con lejía, pero ahí había una cosa que, hasta pasado el rato, no identificaría como drow. La guadaña era el único elemento que me hacía pensar que era otro nigromante, más que un sirviente del altísimo ruso.
-¿Es aquí donde Fis…- ¿En serio os creíais que me iba a aprender el nombre de ese tío? No. Así que debía arreglar ese error, era mala forma empezar sin saberse el nombre del señor de la torre. -... Fisgonearémos los recovecos de los portales al otro mundo?-
Fistandantilus
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Meses y meses de relativa tranquilidad no son más que la calma que precede a la tempestad. Desde aquel injurioso asalto a mi torre todo se ha mantenido en orden, sin que se produzcan nuevos intentos de ataque. Esto me ha proporcionado bastante tiempo en calma para continuar estudiando los ancestrales pergaminos de la biblioteca y para seguir examinando la sala de los portales, recientemente abierta gracias a la llave que le robé a aquel inútil que vino suplicando ayuda. ¿De dónde la habría sacado ese necio?. La puerta había permanecido cerrada durante siglos, aunque no se conservan archivos del motivo por el cual el señor de la torre de aquella época decidió hacerlo. Tampoco he conseguido nuevos aprendices de nigromante por ahora, la mujer Knox que había llegado hasta mí con esa intención se había esfumado hace ya casi un año, puede que más.
Lo que sí he estado haciendo es reestablecer el contacto con otros nigromantes, diseminados por toda Europa o parte del extranjero. Ahora comprobaré cuántos han acudido a la llamada, incluso qué número de ellos sigue vivo. Muchos de mis antiguos contactos no son jóvenes precisamente, puede incluso que ya hayan muerto. Ahora abunda la mediocridad, será difícil crear un nuevo mundo si carecemos de talento. Ni siquiera sirven aquellos magos que defienden los ideales de la sangre pura, pues muchos de ellos son tan inútiles como los abominables defensores de los humanos. Lo que realmente necesitamos es sabiduría, encumbrar lo arcano al lugar que nunca debió haber abandonado.
Los cuervos mensajeros se marcharon hace ya un par de lunas, aproximadamente, así que los invitados deben de estar a punto de llegar. Con ellos podré reunirme para comenzar a sentar las bases de lo que está por venir, así como terminar de descubrir los secretos que alberga esa sala de los portales. El demonio que saqué de aquel portal ha permanecido relativamente presente desde aquel día, pero sospecho que puede acabar siendo difícil de controlar, pues parece muy independiente. Si no supiese su nombre real no habría podido llamarlo siquiera. Los alrededores del bosque han estado más que protegidos con ese demonio, al cual he dejado campar a sus anchas. Si uno sólo es capaz de sembrar el caos por los alrededores...cuando liberemos más resultará imparable.
Paso las horas previas a la llegada de los invitados encerrado en la sala de los portales, casi obsesionado con descubrir qué hay detrás de cada puerta, pero por ahora sólo he accedido a una de ellas, la del plano demoníaco. Dejo mis elucubraciones para luego, alguien ha llamado a la puerta de la manera que sólo un nigromante podría. Asciendo hasta el nivel de la puerta principal, subiendo por una escalera de caracol. Al abrir la puerta entorno levemente la mirada, elevando un poco la canosa barbilla mientras identifico a los visitantes. A uno lo conocía, el descendiente del nigromante Rasputín. Al otro jamás lo había visto, pero si viene con él debe ser un nigromante, o su siervo. Hay un tercero, al que tampoco reconozco ahora mismo. Demasiado jóvenes todos, o tal vez yo demasiado viejo. Extiendo los brazos a modo de recibimiento, dejando después paso al interior.
- Me complace comprobar que al menos tres habéis acudido a la llamada de la torre. Nuestro futuro pende de un hilo, pero tenemos lo necesario para poner los cimientos de una nueva era. Que se pudran en el infierno aquellos que han desatendido la llamada. - finalizo de manera despectiva, volviendo a centrar de nuevo la atención en los dos desconocidos. - Dime, Matvey...¿quiénes son tus acompañantes?- por la pinta de uno de ellos supongo que debe de ser uno de los contactos de la zona oriental, pero prefiero que lo confirme él mismo.
Lo que sí he estado haciendo es reestablecer el contacto con otros nigromantes, diseminados por toda Europa o parte del extranjero. Ahora comprobaré cuántos han acudido a la llamada, incluso qué número de ellos sigue vivo. Muchos de mis antiguos contactos no son jóvenes precisamente, puede incluso que ya hayan muerto. Ahora abunda la mediocridad, será difícil crear un nuevo mundo si carecemos de talento. Ni siquiera sirven aquellos magos que defienden los ideales de la sangre pura, pues muchos de ellos son tan inútiles como los abominables defensores de los humanos. Lo que realmente necesitamos es sabiduría, encumbrar lo arcano al lugar que nunca debió haber abandonado.
Los cuervos mensajeros se marcharon hace ya un par de lunas, aproximadamente, así que los invitados deben de estar a punto de llegar. Con ellos podré reunirme para comenzar a sentar las bases de lo que está por venir, así como terminar de descubrir los secretos que alberga esa sala de los portales. El demonio que saqué de aquel portal ha permanecido relativamente presente desde aquel día, pero sospecho que puede acabar siendo difícil de controlar, pues parece muy independiente. Si no supiese su nombre real no habría podido llamarlo siquiera. Los alrededores del bosque han estado más que protegidos con ese demonio, al cual he dejado campar a sus anchas. Si uno sólo es capaz de sembrar el caos por los alrededores...cuando liberemos más resultará imparable.
Paso las horas previas a la llegada de los invitados encerrado en la sala de los portales, casi obsesionado con descubrir qué hay detrás de cada puerta, pero por ahora sólo he accedido a una de ellas, la del plano demoníaco. Dejo mis elucubraciones para luego, alguien ha llamado a la puerta de la manera que sólo un nigromante podría. Asciendo hasta el nivel de la puerta principal, subiendo por una escalera de caracol. Al abrir la puerta entorno levemente la mirada, elevando un poco la canosa barbilla mientras identifico a los visitantes. A uno lo conocía, el descendiente del nigromante Rasputín. Al otro jamás lo había visto, pero si viene con él debe ser un nigromante, o su siervo. Hay un tercero, al que tampoco reconozco ahora mismo. Demasiado jóvenes todos, o tal vez yo demasiado viejo. Extiendo los brazos a modo de recibimiento, dejando después paso al interior.
- Me complace comprobar que al menos tres habéis acudido a la llamada de la torre. Nuestro futuro pende de un hilo, pero tenemos lo necesario para poner los cimientos de una nueva era. Que se pudran en el infierno aquellos que han desatendido la llamada. - finalizo de manera despectiva, volviendo a centrar de nuevo la atención en los dos desconocidos. - Dime, Matvey...¿quiénes son tus acompañantes?- por la pinta de uno de ellos supongo que debe de ser uno de los contactos de la zona oriental, pero prefiero que lo confirme él mismo.
Resoplé cual caballo disgustado ante aquella aura de pasotismo y omniosidad del puñetero vejestorio este. Yo que me esforzaba tanto en hacer petar la charla, y él, ahí se quedaba, siempre ignorándome. Con sus pasos y su ¡Vamos al grano! Probablemente pensado, nunca dicho. Estaba muy ocupado siendo un tipo serio. Bah. ¿No se habría dado cuenta, después de… cuántos años tendría aquel carcamal… que era una tontería tomárselo todo tan en serio? No importara cuando preguntara. Solo hablaba para lo que era esencialmente necesario. Mis maestros del pasado tenían más gracia, a los elfos estos más teñidos de piel se nos daba mucho mejor lo de bromear, aunque fuera con cosas un poquito delicadas.
Y vino a responder que no era amigo suyo. -”Pues… no me extraña, cielo”- Pensé muy pero que muy de inmediato. Porque el pobre le ponía poquita emoción y empeño a los intentos de amistad. Explicó con aquella forma suya de explicar las cosas algunos datos importantes del Fileteescándalo: Que era otro viejo, que estaba chetado, que se había quedado con la Torre y que tenía aprendices que duraban poco. No era raro entre los nigromantes usar los… chavales como conejillos de indias o carnaza. Lo cual me permitió reflexionar un poco. Igual… igual me convenía más quedarme con el ruso. Si recalcaba ese hecho, tal vez es que él no hiciera lo mismo. O quizás solo buscaba liarme… -Entonces, es todo un personaje. Lo tendré en cuenta.
Desenrollaba el papel y yo le seguía con el paso firme. Vlosinssrigg se lucía por su colaboración, aquella noche. Ya te dije que algún día dejaría de cojear. Aunque cuando lo dije es que me faltaba la pata entera… Bueno. Me seguía faltando, a su manera. Pero debería dejar de dirigirme a ti, porque esta vez al menos vienen cosas más dignas de contar. Me harta tener que hablar de los momentos pequeños, de conversaciones con plumíferas pelmazas en camas en contra de mi voluntad.
Él dudaba de que nos pudieran interrumpir. Bueno. Tal vez llevara razón. Pero siempre habían pelmazos, como tu, queriendo husmear en asuntos del estilo. Pero él me advertía que estuviera alerta. Y quizás fuera hasta sabio aquel consejo… Porque yo me dejaba llevar por el ambiente más de lo que conveniera. No era mi mundo el de los vivos, y no hace falta que te explique porqué. -Me acordaré de ello.- Agarré con firmeza la guadaña. Lo miré con poco interés hacer parafernalias para llamar a la puerta, con sus palabras, sus cenizas y su forma siempre tan… Tan… Tan seria de hacer las cosas. Miré hacia otro lado chasqueando la lengua. Para ver un… Un… un, según su ficha, “PD: Éste personaje fue creado para una trama, por lo que su físico podrá ser modificado a gusto del usuario que vaya a quedárselo.”.
Un panoli. Muy joven, muy carne fresca. Nos hizo un repaso con la mirada, sin dejar mucho por ver. -¿Qué, te gusta lo que ves?- Le pregunté con sorna en voz alta, dedicándole la más bella de mis sonrisas. Y como si fuera de villano de anime poético hasta las trancas dijo algo de fisgonear portales. -No, aquí venimos a hacer cosas chungas. Sacar demonios, liarla parda. Dejate la poesía para las clases de literatura.- Ni me iba a molestar en preguntarme si era un nigromante o no. Solo los compañeros de profesión podían ser tan pringadillos sin planteárselo.
Entonces nos abrieron de una condenada vez. Nos abrió uno de los siervos de la Torre, algún tipo de infer… No. Ese hablaba. Tres habíamos ido y condenaba casi con asco a los que se habían hecho oídos sordos. Levanté las cejas mirándolo bajo esa nueva perspectiva. No, no estaba muerto. Aquella cosa arrugada, canosa, vieja, tan… tan… Tan hecha polvo era un ser vivo. Otro viejo. Entonces Matvey se me antojó hasta un jovencillo y no se me ocurriría pensar de él como si fuera un anciano. Qué feos eran los magos…
-Sinceramente, dudo que tengan mejores cosas que hacer con sus vidas.- Rechisté con molestia. Aunque entrecerré los ojos al ver que le preguntaba al ruso que quién éramos. Tosí para hacerme notar, como si quisiera hacer ver que podía hablar por mi mismo. Yo era el más bajito de los allí presentes y quieras que no… Se nota. Me parece que incluso tu, pino natural, habrías quedado de enano. Más con un señor de dos metros al lado.
-Fistandantilus, ¿Me equivoco?- Hablé yo con seriedad impropia de mi persona. -¿Has escuchado hablar alguna vez de todo lo de la Underdark? Aquí tienes, un elfo oscuro, con todos los conocimientos de mis paisanos listos para ponerlos a servicio en esta noche para… Para hacer lo que deba ser hecho. Aunque permíteme decir: Estoy un poco fuera de práctica.- Que me presentara el viej… El adulto. -Pero tengo mis libros y tengo mis muchas otras cosas. Más útiles serán ellos que no los ausentes nigromantes que parece que tenemos, ¿No le parece?
Me di el placer de ir entrando, observando cada baldosa y cada ladrillo que componía aquella torre. Un lugar acogedor, desde luego. Tanto que no me despegaba de mi guadaña, aunque a la hora de la verdad no fuera a utilizarla. Por razón desconocida preferí volver bien al lado de Matvey. Sus dos metros de chicha, seriedad y experiencia se antojaban mucho más apetecibles en un ambiente que rezuma hostilidad por cada pedrusco que lo componía.
Y vino a responder que no era amigo suyo. -”Pues… no me extraña, cielo”- Pensé muy pero que muy de inmediato. Porque el pobre le ponía poquita emoción y empeño a los intentos de amistad. Explicó con aquella forma suya de explicar las cosas algunos datos importantes del Fileteescándalo: Que era otro viejo, que estaba chetado, que se había quedado con la Torre y que tenía aprendices que duraban poco. No era raro entre los nigromantes usar los… chavales como conejillos de indias o carnaza. Lo cual me permitió reflexionar un poco. Igual… igual me convenía más quedarme con el ruso. Si recalcaba ese hecho, tal vez es que él no hiciera lo mismo. O quizás solo buscaba liarme… -Entonces, es todo un personaje. Lo tendré en cuenta.
Desenrollaba el papel y yo le seguía con el paso firme. Vlosinssrigg se lucía por su colaboración, aquella noche. Ya te dije que algún día dejaría de cojear. Aunque cuando lo dije es que me faltaba la pata entera… Bueno. Me seguía faltando, a su manera. Pero debería dejar de dirigirme a ti, porque esta vez al menos vienen cosas más dignas de contar. Me harta tener que hablar de los momentos pequeños, de conversaciones con plumíferas pelmazas en camas en contra de mi voluntad.
Él dudaba de que nos pudieran interrumpir. Bueno. Tal vez llevara razón. Pero siempre habían pelmazos, como tu, queriendo husmear en asuntos del estilo. Pero él me advertía que estuviera alerta. Y quizás fuera hasta sabio aquel consejo… Porque yo me dejaba llevar por el ambiente más de lo que conveniera. No era mi mundo el de los vivos, y no hace falta que te explique porqué. -Me acordaré de ello.- Agarré con firmeza la guadaña. Lo miré con poco interés hacer parafernalias para llamar a la puerta, con sus palabras, sus cenizas y su forma siempre tan… Tan… Tan seria de hacer las cosas. Miré hacia otro lado chasqueando la lengua. Para ver un… Un… un, según su ficha, “PD: Éste personaje fue creado para una trama, por lo que su físico podrá ser modificado a gusto del usuario que vaya a quedárselo.”.
Un panoli. Muy joven, muy carne fresca. Nos hizo un repaso con la mirada, sin dejar mucho por ver. -¿Qué, te gusta lo que ves?- Le pregunté con sorna en voz alta, dedicándole la más bella de mis sonrisas. Y como si fuera de villano de anime poético hasta las trancas dijo algo de fisgonear portales. -No, aquí venimos a hacer cosas chungas. Sacar demonios, liarla parda. Dejate la poesía para las clases de literatura.- Ni me iba a molestar en preguntarme si era un nigromante o no. Solo los compañeros de profesión podían ser tan pringadillos sin planteárselo.
Entonces nos abrieron de una condenada vez. Nos abrió uno de los siervos de la Torre, algún tipo de infer… No. Ese hablaba. Tres habíamos ido y condenaba casi con asco a los que se habían hecho oídos sordos. Levanté las cejas mirándolo bajo esa nueva perspectiva. No, no estaba muerto. Aquella cosa arrugada, canosa, vieja, tan… tan… Tan hecha polvo era un ser vivo. Otro viejo. Entonces Matvey se me antojó hasta un jovencillo y no se me ocurriría pensar de él como si fuera un anciano. Qué feos eran los magos…
-Sinceramente, dudo que tengan mejores cosas que hacer con sus vidas.- Rechisté con molestia. Aunque entrecerré los ojos al ver que le preguntaba al ruso que quién éramos. Tosí para hacerme notar, como si quisiera hacer ver que podía hablar por mi mismo. Yo era el más bajito de los allí presentes y quieras que no… Se nota. Me parece que incluso tu, pino natural, habrías quedado de enano. Más con un señor de dos metros al lado.
-Fistandantilus, ¿Me equivoco?- Hablé yo con seriedad impropia de mi persona. -¿Has escuchado hablar alguna vez de todo lo de la Underdark? Aquí tienes, un elfo oscuro, con todos los conocimientos de mis paisanos listos para ponerlos a servicio en esta noche para… Para hacer lo que deba ser hecho. Aunque permíteme decir: Estoy un poco fuera de práctica.- Que me presentara el viej… El adulto. -Pero tengo mis libros y tengo mis muchas otras cosas. Más útiles serán ellos que no los ausentes nigromantes que parece que tenemos, ¿No le parece?
Me di el placer de ir entrando, observando cada baldosa y cada ladrillo que componía aquella torre. Un lugar acogedor, desde luego. Tanto que no me despegaba de mi guadaña, aunque a la hora de la verdad no fuera a utilizarla. Por razón desconocida preferí volver bien al lado de Matvey. Sus dos metros de chicha, seriedad y experiencia se antojaban mucho más apetecibles en un ambiente que rezuma hostilidad por cada pedrusco que lo componía.
En el tiempo que dedicabamos a aguardar a que Fistandantilus oyera nuestra llamada y se dedicara a abrirnos las puertas, hizo su entrada en el area otro nigromante, o lo que debo suponer que era un nigromante. Pues mas joven, con rasgos asiaticos y vestido de modo impecable, se presentó a nosotros con la frase de "es aqui donde...?"
Me armo de paciencia para responderle que sí, con mi cabeza. Un pausado y hosco gesto de asentimiento. Ilztvyll es, como empieza a ser costumbre en el breve espacio de tiempo que he compartido con tal individuo, más prolifero el palabras de lo que lo soy yo, y le responde con mas o menos sorna o sarcasmo a su frase de presentacion. Este tipo sin duda ha venido de bastante lejos a la citacion hecha por Fistandantilus.
Las puertas por fin se abren, dando lugar al anciano. El respetable anciano....vivo tras tantos años y hechizos. Lo miro a los ojos directamente y con modales dignos, le dedico un saludo compuesto de una sobria inclinacion de mi cabeza, en la cual se desplazan algunos mechones de cabello hacia delante.
-Tres siguen siendo pocos, Fistandantilus. -su memoria seguia siendo excelente, y me habia reconocido al vuelo. -Como ves, el drow puede presentarse solo.
Añado con voz grave, cruzando los umbrales de la puerta y poniendo mis pies finalmente bajo la sombra de la ominosa torre.
-Desconozco la identidad del otro.
Alli, dentro de aquel lugar de piedra, parecia que hiciese incluso mas frio que en el exterior, que en aquel bosque helado. Miré al anciano, él y sus extraños planes como amo y señor de aquella Torre....
-¿Hemos de esperar a mas invitados?
"de todos modos, no creo que nos pongamos a hablar en el hall...."
-Por cierto, los años...no te han tratado mal del todo.
Me armo de paciencia para responderle que sí, con mi cabeza. Un pausado y hosco gesto de asentimiento. Ilztvyll es, como empieza a ser costumbre en el breve espacio de tiempo que he compartido con tal individuo, más prolifero el palabras de lo que lo soy yo, y le responde con mas o menos sorna o sarcasmo a su frase de presentacion. Este tipo sin duda ha venido de bastante lejos a la citacion hecha por Fistandantilus.
Las puertas por fin se abren, dando lugar al anciano. El respetable anciano....vivo tras tantos años y hechizos. Lo miro a los ojos directamente y con modales dignos, le dedico un saludo compuesto de una sobria inclinacion de mi cabeza, en la cual se desplazan algunos mechones de cabello hacia delante.
-Tres siguen siendo pocos, Fistandantilus. -su memoria seguia siendo excelente, y me habia reconocido al vuelo. -Como ves, el drow puede presentarse solo.
Añado con voz grave, cruzando los umbrales de la puerta y poniendo mis pies finalmente bajo la sombra de la ominosa torre.
-Desconozco la identidad del otro.
Alli, dentro de aquel lugar de piedra, parecia que hiciese incluso mas frio que en el exterior, que en aquel bosque helado. Miré al anciano, él y sus extraños planes como amo y señor de aquella Torre....
-¿Hemos de esperar a mas invitados?
"de todos modos, no creo que nos pongamos a hablar en el hall...."
-Por cierto, los años...no te han tratado mal del todo.
Akira Terumi
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La presentación de los dos palurdos allí esperando fue más bien escasa. Y me dejó mal sabor de boca. Esperaba que ya que al menos que me había dignado a entablar algo de conversación, tuvieran un mínimo de clase. Un poquito de… ¡Un poquito de sentido común! Porque yo que muy nigromante soy, no me dejaba de lado los modales. El uno porque no hablaba y el otro porque no se callaba bajo el agua. El ruso ahí tan seriote él me asintió a mi pregunta casi como si le costara dinero hacerlo. Y el otro soltó un comentario por eso de que me mirara tan pintoresco grupo, y encima, me dedicó otro por sencillamente preguntar. ¡Poesía!
-No sabía que a no hablar como un cerdo se le llamara poesía- Dije por lo bajo. No me apetecía intercambiar más conversación innecesaria, no es que yo fuera el tío más parlanchín del mundo. Por suerte nuestro querido vejestorio anfitrión finalmente se presentó, abriéndonos las puertas de aquella inmensa torre. Era un… Eh… Era lo que uno se esperaba de un nigromante: Un hombre viejo y poco agraciado embutido en ropa negra. Yo, que tan formal iba, despreciaba eso de los magos tan a la tradicional. Se podía tener clase y ser un mago, todo a la vez.
Incluso su forma de hablar parecía arcaica: Maldijo a su manera a los que no acudieron. Y yo pensaba que igual es que tendrían mejores cosas que hacer. Él ponía muchas expectativas a aquel día pero yo había aprendido en confiar poco y echar menos esperanzas a que las cosas sucedieran como uno se las esperaba, así que resoplé un poco, con disimulo, y procedí al interior. Un sitio lúgubre, frío, con olor a muerto, con aquel mal rollo que uno se espera de la guarida de un nigromante. Es que no sabían innovarse. Habiendo casas tan bonitas y debía tener un lugar tan… Infernal. Uno debía saber distinguir entre oficio y vivienda. Por mucho que uno invoque muertos puede tener mejores lujos en su día a día.
Ignoré un poco a los otros dos porque es que estaba ensimismado con el interior. Y es que me importaban entre poco y una puta mierda. Solo me di cuenta que Fistandantilus le preguntaba a Matyev que quienes éramos, y que este, por supuesto, no sabía de una personalidad tan importante como yo. Me giré y alcé una ceja. -Akira Terumi. No soy de la zona, vengo de Japón. Pero no podía perderme una oportunidad como esta.- Me presenté con una reverencia muy a la japonesa.
Y dejé que hablaran de sus cosas manteniéndome siempre al margen. Me entretenía más aquel lugar que no las insulsas palabras que pudieran compartir.
-No sabía que a no hablar como un cerdo se le llamara poesía- Dije por lo bajo. No me apetecía intercambiar más conversación innecesaria, no es que yo fuera el tío más parlanchín del mundo. Por suerte nuestro querido vejestorio anfitrión finalmente se presentó, abriéndonos las puertas de aquella inmensa torre. Era un… Eh… Era lo que uno se esperaba de un nigromante: Un hombre viejo y poco agraciado embutido en ropa negra. Yo, que tan formal iba, despreciaba eso de los magos tan a la tradicional. Se podía tener clase y ser un mago, todo a la vez.
Incluso su forma de hablar parecía arcaica: Maldijo a su manera a los que no acudieron. Y yo pensaba que igual es que tendrían mejores cosas que hacer. Él ponía muchas expectativas a aquel día pero yo había aprendido en confiar poco y echar menos esperanzas a que las cosas sucedieran como uno se las esperaba, así que resoplé un poco, con disimulo, y procedí al interior. Un sitio lúgubre, frío, con olor a muerto, con aquel mal rollo que uno se espera de la guarida de un nigromante. Es que no sabían innovarse. Habiendo casas tan bonitas y debía tener un lugar tan… Infernal. Uno debía saber distinguir entre oficio y vivienda. Por mucho que uno invoque muertos puede tener mejores lujos en su día a día.
Ignoré un poco a los otros dos porque es que estaba ensimismado con el interior. Y es que me importaban entre poco y una puta mierda. Solo me di cuenta que Fistandantilus le preguntaba a Matyev que quienes éramos, y que este, por supuesto, no sabía de una personalidad tan importante como yo. Me giré y alcé una ceja. -Akira Terumi. No soy de la zona, vengo de Japón. Pero no podía perderme una oportunidad como esta.- Me presenté con una reverencia muy a la japonesa.
Y dejé que hablaran de sus cosas manteniéndome siempre al margen. Me entretenía más aquel lugar que no las insulsas palabras que pudieran compartir.
Fistandantilus
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El drow fue el primero en responder al comentario sobre la falta del resto de convocados a la reunión. Claro que no tenían nada que hacer con sus vidas, debían ser tan cobardes y miserables como para ignorar la llamada de la Torre. - Espero que tengan una muy buena excusa para no estar aquí, como por ejemplo estar muertos. Y ni con esas, que como bien sabemos todos pueden moverse después de muertos, con un buen nigromante de por medio. - comento con voz cascada, carraspeando después de manera molesta. Asiento a la mención de mi nombre por parte del elfo oscuro, aunque no sepa mi apellido, pero bueno, es suficiente. - Sé lo básico respecto a tu mundo. He conocido a alguno de tus congéneres a lo largo de los años, pero nadie que compartiese la misma disciplina. Hasta ahora, si no me equivoco.- sonrío torvamente, con cierta ambición en la mirada por el hecho de poder descubrir conocimientos nuevos por medio de alguien como él. - Comprobaremos hoy su utilidad, dejemos que el conocimiento que se encuentra en las páginas de los libros fluya para poder alzarnos sobre la ola de mediocridad en la magia actual. - finalizo con desprecio, ya dentro de la torre. Cierro las pesadas puertas tras de mi, provocando que el ruido retumbe por toda la entrada.
Matvey insiste en lo evidente, que tres son pocos. Más me molesta a mi comprobar la pasividad del resto de la comunidad de nigromantes. Hasta un oriental ha tardado menos en venir que otros magos europeos. El drow no se ha presentado solo como dice Matvey, pero puede hacerlo en cualquier momento que quiera. Su nombre si que sería imprescindible si fuese un demonio al que deseo invocar. Les hago un gesto para que me sigan andando hasta unas escaleras de caracol que descienden a la zona de mazmorras, apoyando sobre la piedra mi vara de mago, haciendo que se escuche el choque de los dos materiales a cada paso.
- No, no esperaremos a nadie más por ahora. Debemos iniciar las conversaciones y quiero mostraros también un descubrimiento reciente, la sala de los portales. - hago un gesto de viejo gruñón cuando dice que los años no me han tratado mal, eso es porque no me conoció en mi juventud, cuando era la viva imagen de los descendientes de los bravos vikingos. El tercero en discordia se presenta, ahora sí que me suena más su nombre, el cual repito como para traer a mi memoria los motivos por los que lo conozco. - Akira Terumi...he oído de tus hazañas en Japón, los demonios bajo tu mando...me han llegado algunas historias. Espero que no se te haya olvidado cómo se somete a un demonio. Hará falta a partir de ahora - y dicho esto comienzo a descender hacia la sala de los portales, sin pausa pero sin prisa, los escalones están desgastados desde hace tiempo y pueden ser resbaladizos. Tras unos pocos minutos de descenso llegamos a las húmedas y oscuras mazmorras, apenas iluminadas con unas pocas antorchas a cada lado. Lo único que se escucha es el sonido de algunas ratas por aquí y por allá, además de una gota insistente que cae sobre un charco cada poco tiempo. Deslizo la mano en una pequeña bolsa negra de cuero que llevo colgada en el cinturón de runas, entre las muchas cosas que llevo ahí colgadas. De la bolsa saco una llave con varias piedras preciosas engarzadas, introduciéndola en la cerradura de una puerta más vieja que todos los que estamos aquí juntos. La hago girar un par de veces hacia un lado, empujando después la puerta para que puedan ver lo que hay dentro. Me adelanto a todos ellos, extendiendo los brazos a modo de presentación del lugar.
- He aquí la Sala de los Siete Portales. Habréis leído sobre ella en manuscritos antiguos, tal vez habéis escuchado alguna historia. Cerrada durante siglos, olvidada durante demasiado tiempo. Y yo, el amo y señor de la Torre de la Alta Hechicería la he traído de vuelta. - no es del todo cierto porque la obtuve por medios poco ortodoxos, pero la humildad no está entre mis características. Ante ellos se encuentra una sala circular de aspecto algo tosco, incluso con algunas estalagtitas y estalagmitas de lo que antaño debió ser una cueva. Alrededor de toda la sala se encuentran varios portales, algunos de ellos con su frontón triangular y un friso con inscripciones bajo éste. Otros tienen un aspecto más similar a construcciones megalíticas, como si fuesen más antiguos que los anteriores. Lo común a todos ellos es el aspecto de su "entrada". Nebulosas que no tienen nada que envidiar en belleza y colores a aquellas imágenes que los humanos obtienen del espacio, girando de manera incesante en diferentes direcciones, emitiendo una extraña luz. Cada uno de ellos tiene su fin, pero por ahora me dirijo a uno de ellos, el portal por el que invoqué al demonio Belialt.
Matvey insiste en lo evidente, que tres son pocos. Más me molesta a mi comprobar la pasividad del resto de la comunidad de nigromantes. Hasta un oriental ha tardado menos en venir que otros magos europeos. El drow no se ha presentado solo como dice Matvey, pero puede hacerlo en cualquier momento que quiera. Su nombre si que sería imprescindible si fuese un demonio al que deseo invocar. Les hago un gesto para que me sigan andando hasta unas escaleras de caracol que descienden a la zona de mazmorras, apoyando sobre la piedra mi vara de mago, haciendo que se escuche el choque de los dos materiales a cada paso.
- No, no esperaremos a nadie más por ahora. Debemos iniciar las conversaciones y quiero mostraros también un descubrimiento reciente, la sala de los portales. - hago un gesto de viejo gruñón cuando dice que los años no me han tratado mal, eso es porque no me conoció en mi juventud, cuando era la viva imagen de los descendientes de los bravos vikingos. El tercero en discordia se presenta, ahora sí que me suena más su nombre, el cual repito como para traer a mi memoria los motivos por los que lo conozco. - Akira Terumi...he oído de tus hazañas en Japón, los demonios bajo tu mando...me han llegado algunas historias. Espero que no se te haya olvidado cómo se somete a un demonio. Hará falta a partir de ahora - y dicho esto comienzo a descender hacia la sala de los portales, sin pausa pero sin prisa, los escalones están desgastados desde hace tiempo y pueden ser resbaladizos. Tras unos pocos minutos de descenso llegamos a las húmedas y oscuras mazmorras, apenas iluminadas con unas pocas antorchas a cada lado. Lo único que se escucha es el sonido de algunas ratas por aquí y por allá, además de una gota insistente que cae sobre un charco cada poco tiempo. Deslizo la mano en una pequeña bolsa negra de cuero que llevo colgada en el cinturón de runas, entre las muchas cosas que llevo ahí colgadas. De la bolsa saco una llave con varias piedras preciosas engarzadas, introduciéndola en la cerradura de una puerta más vieja que todos los que estamos aquí juntos. La hago girar un par de veces hacia un lado, empujando después la puerta para que puedan ver lo que hay dentro. Me adelanto a todos ellos, extendiendo los brazos a modo de presentación del lugar.
- He aquí la Sala de los Siete Portales. Habréis leído sobre ella en manuscritos antiguos, tal vez habéis escuchado alguna historia. Cerrada durante siglos, olvidada durante demasiado tiempo. Y yo, el amo y señor de la Torre de la Alta Hechicería la he traído de vuelta. - no es del todo cierto porque la obtuve por medios poco ortodoxos, pero la humildad no está entre mis características. Ante ellos se encuentra una sala circular de aspecto algo tosco, incluso con algunas estalagtitas y estalagmitas de lo que antaño debió ser una cueva. Alrededor de toda la sala se encuentran varios portales, algunos de ellos con su frontón triangular y un friso con inscripciones bajo éste. Otros tienen un aspecto más similar a construcciones megalíticas, como si fuesen más antiguos que los anteriores. Lo común a todos ellos es el aspecto de su "entrada". Nebulosas que no tienen nada que envidiar en belleza y colores a aquellas imágenes que los humanos obtienen del espacio, girando de manera incesante en diferentes direcciones, emitiendo una extraña luz. Cada uno de ellos tiene su fin, pero por ahora me dirijo a uno de ellos, el portal por el que invoqué al demonio Belialt.
Anzus: Te lo explicaré de una forma esquemática, sencilla, con poquitos trazos. El panoli. El panoli con su trajecito y con su cara de capullo. Tan poco nigromante él. No te discutiré que tenía su porte, tan joven, tan simpático, pero es que solo pensar en ti le desmontaba mucho su belleza. Y no es solo belleza lo que uno busca en una persona, si no inteligencia. Y ahí se ensañó conmigo con un intento de indirecta demasiado directa que me hizo ficharlo. Torcí el rostro en una mueca de diversión. -¡Mira que coincidencia! Yo no sabía que los cerdos podían hablar, y ahí estás.- Pero el hermoso arte de insultar no era tan importante como el de la nigromancia, tristemente. Y con la entrada de Fistandantilus este me requería.
Te sorprendería decir que Fistandantilus me causó una gran impresión. No solo por su casa, que ganas me daban de preguntarle si no tenía por ahí un piso de alquiler, si no porque coincidía en que los nigromantes que habían faltado eran, también, otros panolis. Reí melódicamente ante el comentario que incluso muertos deberían haber venido, casi porque me sentía identificado. Ni yo mismo, Anzus, te podría decir porqué en teoría estoy vivo y no muerto. Arqueé las cejas cuando dijo que había conocido alguno de los míos. Pero que no nigromantes, hasta ahora. -No somos un encanto de personas, pero creo que eso no importará mucho esta noche.- No iba a negar que los elfos oscuros teníamos mala fama: Y es que era muy merecida. Excepto por ti. Estúpido. ¡Voy a ser un drow buenazo! ¡Claro, porqué no! ¡No es como si hubieran libros que trataran de eso mismo! ¡Me siento original, tío! ¡Y voy a ir por la vida con el alineamiento de no se qué Bueno! ¿Qué podría salir mal? ¡Alma de cántaro que eres!
Eso si. Fistandantilus tenía un hablar aún más retorcido que su nombre. Si fuera mi lengua no me importaría tanto, pero no era el caso. -Los libros es los que nos diferencia de esa plebe y chusma de escasa mágica, muy bien acertado.- Miré de refilón a Matvey, porque aseguraba que yo me presentaba solo. Pues no. Esperaba que él se molestara en decir mi nombre, fijo que no se acordaba. -Ilztvyll Arken’rret. Un gusto.- Emití, escuchando como también se presentaba el chinito. Ahora que lo miraba con mayor detenimiento me recordó al otro koreano, Kosuke. Le daba un aire. Igual porque no había visto más tibetanos de esos… -¿No tienes un hermano o algo llamado Kosuke?- Le comenté por sencilla curiosidad. Y debía estar al tanto con el Akira, que aparentemente le gustaban los demonios. Ahí tenía ventaja...
Me alegró eso de no esperar a más gente, estaba emocionado, cual crío con un juguete nuevo. Pero en ese caso era toda una construcción. Y una promesa por parte de Fistandantilus, ¡Una sala de portales! Ahora sí, me había conquistado mi tierno corazón con unas palabras tan mágicas, mucho más directas que un “ven y fóllame”. Con un paso muy vivo y casi sigiloso, como quien recupera las raíces raciales, lo fui siguiendo con una soltura y una vidilla que casi me hacían parecer una persona ágil y en absoluto coja. Sonido lúgubre, un ambiente perfecto, pocas antorchas, como a mi me gustaba. Casi pareciera el cuarto de mis sueños, aquel pasillo. Estaba por pedirle si no le importaba que me quedara a dormir por allí. Con un buen arqueamiento de cejas.
Sacó una llave de lo más humilde y por supuesto no llena de joyas para abrir la puerta. Yo miraba por detrás de puntillas, maldiciendo mi escasa altura. Como si fuera a entrar en una feria. Entró él primero y nos hizo una muy bonita presentación, explicando que aquello era la Sala de los Portales. Y tal y como la mencionó pensé que de hecho de algo me sonaba. No escatimó en egocentrismo al recalcar que la había traído de vuelta, pero no le iba a quitar el mérito. -No debe haber sido una tarea fácil…- Susurré.
La sala me llenó el corazón de un sentimiento de nostalgia. Extraña nostalgia. Tanto tiempo sin acercarme a la nigromancia, y ahora, estaba en lo que podía ser el hito de aquel arte. El lugar que incluso mis mejores maestros no podrían siquiera haber soñado. Todo aquello plantado ante mi, siete portales, siete aperturas con unas nebulosas tan preciosas en su centro que casi me hipnotizaban. Tantas posibilidades… Pero por supuesto, no iba a ser fácil llevarlas a cabo. Todas y cada una de las puertas me tentaba, pero él se dirigía a una en concreto. Le seguí. Ya sin pegarme a Matvey, totalmente sumido en mi salsa. Una salsa picante… -¿Al inframundo?- Pregunté señalando la puerta, con una mezcla de admiración y quizás algo de… precaución. Aquello pintaba demasiado bien.
Te sorprendería decir que Fistandantilus me causó una gran impresión. No solo por su casa, que ganas me daban de preguntarle si no tenía por ahí un piso de alquiler, si no porque coincidía en que los nigromantes que habían faltado eran, también, otros panolis. Reí melódicamente ante el comentario que incluso muertos deberían haber venido, casi porque me sentía identificado. Ni yo mismo, Anzus, te podría decir porqué en teoría estoy vivo y no muerto. Arqueé las cejas cuando dijo que había conocido alguno de los míos. Pero que no nigromantes, hasta ahora. -No somos un encanto de personas, pero creo que eso no importará mucho esta noche.- No iba a negar que los elfos oscuros teníamos mala fama: Y es que era muy merecida. Excepto por ti. Estúpido. ¡Voy a ser un drow buenazo! ¡Claro, porqué no! ¡No es como si hubieran libros que trataran de eso mismo! ¡Me siento original, tío! ¡Y voy a ir por la vida con el alineamiento de no se qué Bueno! ¿Qué podría salir mal? ¡Alma de cántaro que eres!
Eso si. Fistandantilus tenía un hablar aún más retorcido que su nombre. Si fuera mi lengua no me importaría tanto, pero no era el caso. -Los libros es los que nos diferencia de esa plebe y chusma de escasa mágica, muy bien acertado.- Miré de refilón a Matvey, porque aseguraba que yo me presentaba solo. Pues no. Esperaba que él se molestara en decir mi nombre, fijo que no se acordaba. -Ilztvyll Arken’rret. Un gusto.- Emití, escuchando como también se presentaba el chinito. Ahora que lo miraba con mayor detenimiento me recordó al otro koreano, Kosuke. Le daba un aire. Igual porque no había visto más tibetanos de esos… -¿No tienes un hermano o algo llamado Kosuke?- Le comenté por sencilla curiosidad. Y debía estar al tanto con el Akira, que aparentemente le gustaban los demonios. Ahí tenía ventaja...
Me alegró eso de no esperar a más gente, estaba emocionado, cual crío con un juguete nuevo. Pero en ese caso era toda una construcción. Y una promesa por parte de Fistandantilus, ¡Una sala de portales! Ahora sí, me había conquistado mi tierno corazón con unas palabras tan mágicas, mucho más directas que un “ven y fóllame”. Con un paso muy vivo y casi sigiloso, como quien recupera las raíces raciales, lo fui siguiendo con una soltura y una vidilla que casi me hacían parecer una persona ágil y en absoluto coja. Sonido lúgubre, un ambiente perfecto, pocas antorchas, como a mi me gustaba. Casi pareciera el cuarto de mis sueños, aquel pasillo. Estaba por pedirle si no le importaba que me quedara a dormir por allí. Con un buen arqueamiento de cejas.
Sacó una llave de lo más humilde y por supuesto no llena de joyas para abrir la puerta. Yo miraba por detrás de puntillas, maldiciendo mi escasa altura. Como si fuera a entrar en una feria. Entró él primero y nos hizo una muy bonita presentación, explicando que aquello era la Sala de los Portales. Y tal y como la mencionó pensé que de hecho de algo me sonaba. No escatimó en egocentrismo al recalcar que la había traído de vuelta, pero no le iba a quitar el mérito. -No debe haber sido una tarea fácil…- Susurré.
La sala me llenó el corazón de un sentimiento de nostalgia. Extraña nostalgia. Tanto tiempo sin acercarme a la nigromancia, y ahora, estaba en lo que podía ser el hito de aquel arte. El lugar que incluso mis mejores maestros no podrían siquiera haber soñado. Todo aquello plantado ante mi, siete portales, siete aperturas con unas nebulosas tan preciosas en su centro que casi me hipnotizaban. Tantas posibilidades… Pero por supuesto, no iba a ser fácil llevarlas a cabo. Todas y cada una de las puertas me tentaba, pero él se dirigía a una en concreto. Le seguí. Ya sin pegarme a Matvey, totalmente sumido en mi salsa. Una salsa picante… -¿Al inframundo?- Pregunté señalando la puerta, con una mezcla de admiración y quizás algo de… precaución. Aquello pintaba demasiado bien.
-Caballeros, por favor, si podeis haceros llamar tal cosa dejad los improperios para otro momento.
Les espeto a Akira y a Ilztvyll, no es momento para estar lanzandose indirectas. Con el ceño fruncido y mis penetrantes ojos azul claro enmarcados por ojeras y espesas cejas negras, les lanzo una mirada severa y firme, pero que tambien trasluce educacion, por supuesto.
Camino tras Fistandantilus, notando que el drow parece mas comodo, pues no se apega tanto a mi. Parece ir perdiendo el miedo. Yo sigo sin saber como se desarrollará el asunto. Tengo mis responsabilidades, eso me repito constantemente. Un credo tan dificil de mantener que a veces me siento un esperpento.
Akira Terumi. A diferencia del drow, sobre ese nombre, si que tenia referencias. Un pieza que se habia dedicado a borrar pueblos pequeños para invocar demonios. Un tipejo menudo en apariencia, pero poderoso, al cual...no me importaria partirle el cuello y enseñarle cuatro cosas. "Eso no se hace, niño". No disimulo mi desprecio por sus "hazañas" en mi mirada hacia él. Pero puede ser que simplemente lo mire asi porque no me gusta su traje.
Camino, silencioso y pesado, sumido en mis pensamientos. Cuando nos lleva a aquel lugar, y nos explica aquello...abre la puerta y los portales al infierno y a otros mundos se abren ante nosotros, elevo mi barbilla, mis ojos se abren mas, brillando y reflejando aquellas voragines de oscuridad, y mis labios se entreabren lentamente.
-Entonces las leyendas eran ciertas...la Sala de los Portales era una realidad. Sellada hace milenios. Y están todos abiertos, Fistandantilus. ¿No hay sellos, no hay barreras?
"Esto explica.... muchas cosas"
Aferro mi baston de roble irguiendo mis hombros, mirando a Fistandantilus.
-Ahora entiendo los resultados de mis ultimos estudios. Ahora entiendo por qué los flujos salian tan...dispares. Mas de un demonio ha cruzado ese portal ya, cierto?
"espero que lo tengas controlado"
-El Velo de las Almas...los espiritus se han estado acumulando en nuestro plano estos ultimos dos años, Fistandantilus. El camino está bloqueado. Es posible que tenga algo que ver con esto. -digo arrojando mi hipotesis, mirando hacia aquellos hipnoticos portales. Una vision que impresionaria a cualquiera.
Les espeto a Akira y a Ilztvyll, no es momento para estar lanzandose indirectas. Con el ceño fruncido y mis penetrantes ojos azul claro enmarcados por ojeras y espesas cejas negras, les lanzo una mirada severa y firme, pero que tambien trasluce educacion, por supuesto.
Camino tras Fistandantilus, notando que el drow parece mas comodo, pues no se apega tanto a mi. Parece ir perdiendo el miedo. Yo sigo sin saber como se desarrollará el asunto. Tengo mis responsabilidades, eso me repito constantemente. Un credo tan dificil de mantener que a veces me siento un esperpento.
Akira Terumi. A diferencia del drow, sobre ese nombre, si que tenia referencias. Un pieza que se habia dedicado a borrar pueblos pequeños para invocar demonios. Un tipejo menudo en apariencia, pero poderoso, al cual...no me importaria partirle el cuello y enseñarle cuatro cosas. "Eso no se hace, niño". No disimulo mi desprecio por sus "hazañas" en mi mirada hacia él. Pero puede ser que simplemente lo mire asi porque no me gusta su traje.
Camino, silencioso y pesado, sumido en mis pensamientos. Cuando nos lleva a aquel lugar, y nos explica aquello...abre la puerta y los portales al infierno y a otros mundos se abren ante nosotros, elevo mi barbilla, mis ojos se abren mas, brillando y reflejando aquellas voragines de oscuridad, y mis labios se entreabren lentamente.
-Entonces las leyendas eran ciertas...la Sala de los Portales era una realidad. Sellada hace milenios. Y están todos abiertos, Fistandantilus. ¿No hay sellos, no hay barreras?
"Esto explica.... muchas cosas"
Aferro mi baston de roble irguiendo mis hombros, mirando a Fistandantilus.
-Ahora entiendo los resultados de mis ultimos estudios. Ahora entiendo por qué los flujos salian tan...dispares. Mas de un demonio ha cruzado ese portal ya, cierto?
"espero que lo tengas controlado"
-El Velo de las Almas...los espiritus se han estado acumulando en nuestro plano estos ultimos dos años, Fistandantilus. El camino está bloqueado. Es posible que tenga algo que ver con esto. -digo arrojando mi hipotesis, mirando hacia aquellos hipnoticos portales. Una vision que impresionaria a cualquiera.
Akira Terumi
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-Al menos mi madre no parió una masa negra… ni eso, grisácea, mal hecha.- Concluí, bufando. No tenía tiempo que perder con imbéciles rematados. Y menos con el barbas echándonos la bronca como si fuera el adulto responsable. Le dirigí una mirada de desagrado y me encogí de hombros. Que cuidara a su chucho. Por lo general di poca importancia a las conversaciones que mantuvieron estos entre ellos, Fistandantilus hablaba con ellos dos casi como si los conociera de toda la vida. Yo seguía preguntándome como podía estar tan falto de estética.
Aparentemente iríamos a proceder con los cuatro gatitos que éramos. Ni uno más, ni uno menos. Me disponía a bajar cuando Fistandantilus me dirigió la palabra, reconociendo algunas de mis historias. Era innegable: Tenía ya una fama a nivel mundial. Hizo un breve repaso de mis historias y confió en que supiera manejar los demonios. -Es mi especialización, no te decepcionaré.- Le respondí sin perder de vista las miradas que me echaba el jodido ruso. Algo tenía en mi contra y me estaba empezando a dar cuenta de que no le gustaba ni un pelo. Porque me había metido con el enano que tenía de compañero, igual. Le devolví una mirada de intensidad similar, me encogí de hombros y casi que parecía que íbamos a proceder.
Pero entonces el falso negrata me dirigió la palabra. Con una pregunta más que rara: Que si era hermano de un Kosuke. Me llevé la mano a la barbilla… No porque dudara que fuera mi hermano, que no lo era, si no porque el nombre no me resultaba nuevo. Oh. Creí tenerlo claro, y si no, tampoco me importaba mucho. -Un chiquillo que me crucé una vez en mi vida… ¿Sigue vivo? Qué pena. Pero no, no es mi hermano. ¿No insinuarás que…?- Ahora lo pillaba: Me había confundido con él porque los asiáticos le debían parecer todos iguales. Ahí coincidíamos: A mi los imbéciles me parecían todos similares, también. Como el viejo y él, el más viejo con el otro viejo… Chusma.
Finalmente pudimos ir bajando por las escaleras, tan poco simpáticas como el resto de la torre. Me mantuve en silencio y no bajé la guardia, no con aquella gente y no con aquel ambiente. Había que ser idiota para confiarse, no parecía el ambiente más adecuado para confiar en que todo iría bien. Abrió una puerta hacia el tesoro más preciado de aquella torre: La sala de los portales. Siete eran estos, cada uno hecho a su tiempo. Un lugar tan húmedo y tan asqueroso como el resto del lugar. Nos presentó el lugar e incluso yo estaba seguro de haber leído sobre ella. -¿Y aquí está? ¿En Irlanda?- Exclamé bastante impresionado. Pero era inconfundible, en cada una de esas vorágines había una magia que no podía ser otra que la de la auténtica sala.
Matvey puso más pegas al asunto, preguntando que si no había sellos. Pero todo aquello parecía estar abierto y listo para su uso. Me giré al escuchar al ruso decir que lo había notado, que algún demonio había cruzado el portal. -¿Sin control, sin ayuda de nadie?- Aquello hacía más peligroso el asunto. Incluso yo sabía lo peligroso que era un demonio sin ser convocado, un ser de esos fuera de control era un… Gran problema. Aunque me perdí en sus siguientes palabras. Algo de un Velo de las Almas y… Un camino bloqueado. Carraspeé para hacerme notar. -Siento tener que preguntar, pero… ¿Podéis darme un poco de contexto sobre ello? No estoy al día sobre lo ocurrido aquí, en Inglaterra. Esmi primerito día mi primera vez aquí.
Aparentemente iríamos a proceder con los cuatro gatitos que éramos. Ni uno más, ni uno menos. Me disponía a bajar cuando Fistandantilus me dirigió la palabra, reconociendo algunas de mis historias. Era innegable: Tenía ya una fama a nivel mundial. Hizo un breve repaso de mis historias y confió en que supiera manejar los demonios. -Es mi especialización, no te decepcionaré.- Le respondí sin perder de vista las miradas que me echaba el jodido ruso. Algo tenía en mi contra y me estaba empezando a dar cuenta de que no le gustaba ni un pelo. Porque me había metido con el enano que tenía de compañero, igual. Le devolví una mirada de intensidad similar, me encogí de hombros y casi que parecía que íbamos a proceder.
Pero entonces el falso negrata me dirigió la palabra. Con una pregunta más que rara: Que si era hermano de un Kosuke. Me llevé la mano a la barbilla… No porque dudara que fuera mi hermano, que no lo era, si no porque el nombre no me resultaba nuevo. Oh. Creí tenerlo claro, y si no, tampoco me importaba mucho. -Un chiquillo que me crucé una vez en mi vida… ¿Sigue vivo? Qué pena. Pero no, no es mi hermano. ¿No insinuarás que…?- Ahora lo pillaba: Me había confundido con él porque los asiáticos le debían parecer todos iguales. Ahí coincidíamos: A mi los imbéciles me parecían todos similares, también. Como el viejo y él, el más viejo con el otro viejo… Chusma.
Finalmente pudimos ir bajando por las escaleras, tan poco simpáticas como el resto de la torre. Me mantuve en silencio y no bajé la guardia, no con aquella gente y no con aquel ambiente. Había que ser idiota para confiarse, no parecía el ambiente más adecuado para confiar en que todo iría bien. Abrió una puerta hacia el tesoro más preciado de aquella torre: La sala de los portales. Siete eran estos, cada uno hecho a su tiempo. Un lugar tan húmedo y tan asqueroso como el resto del lugar. Nos presentó el lugar e incluso yo estaba seguro de haber leído sobre ella. -¿Y aquí está? ¿En Irlanda?- Exclamé bastante impresionado. Pero era inconfundible, en cada una de esas vorágines había una magia que no podía ser otra que la de la auténtica sala.
Matvey puso más pegas al asunto, preguntando que si no había sellos. Pero todo aquello parecía estar abierto y listo para su uso. Me giré al escuchar al ruso decir que lo había notado, que algún demonio había cruzado el portal. -¿Sin control, sin ayuda de nadie?- Aquello hacía más peligroso el asunto. Incluso yo sabía lo peligroso que era un demonio sin ser convocado, un ser de esos fuera de control era un… Gran problema. Aunque me perdí en sus siguientes palabras. Algo de un Velo de las Almas y… Un camino bloqueado. Carraspeé para hacerme notar. -Siento tener que preguntar, pero… ¿Podéis darme un poco de contexto sobre ello? No estoy al día sobre lo ocurrido aquí, en Inglaterra. Es
Fistandantilus
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Coincidí en aquello que dijo el drow respecto a la chusma mediocre que dejaba en evidencia a la comunidad mágica. Toda esa gente me provoca gran vergüenza. Creo que los aquí reunidos podemos considerarnos de la élite, pero lo malo es que somos muy pocos los que contamos con este nivel. - No son sólo los libros. - disentí en eso, los libros pueden darte más conocimiento, pero no lo son todo. - También es el talento natural de cada uno, unido a la práctica. Y día tras día podemos ver que los descendientes mágicos son cada vez más débiles, la magia que fluye por sus cuerpos es cada vez menor. Los pocos que son naturalmente talentosos desperdician su habilidad por falta de entrenamiento, y de este modo todo acaba en una espiral de decadencia destructiva. - finalicé mi respuesta de manera un tanto apocalíptica, asintiendo después a la presentación del drow, ya con su nombre y todo. Akira también confirmó lo que había oído de él, su habilidad con los demonios. Habrá que verlo en acción.
Después de esas presentaciones iniciales nos habíamos internado en las entrañas de la torre, en la zona de las mazmorras. Y es aquí precisamente donde paso a mostrarles las maravillas de la sala de los portales. Sus reacciones son justo las que esperaba, fascinación, curiosidad, brillo de ambición en la mirada...precisamente las mismas reacciones que tuve yo al entrar. Me regodeo internamente al sentirme en cierto modo el precursor de que esto vuelva a estar disponible, dejando unos minutos para que se deleiten con la observación del lugar. Momento ahora para resolver las dudas que van surgiendo, obvias por otro lado. Akira parece sorprendido porque esté aquí en Irlanda, pero a mi no me parece sorprendente. - Irlanda es tierra de magia, bastante más que otras. Esto ya existía desde antes de que fuese edificada la torre, por lo que podemos observar aquí...debió de ser alguna especie de cueva en la que los magos de la época descubrieron algo lo suficientemente especial como para seguir estudiando la zona...los archivos que poseemos deben ser contrastados, pero las paredes de este lugar nos hablan de historias sucedidas hace milenios.-
Extiendo mi huesuda mano hacia la nebulosa del portal frente al que me he detenido, en cuya friso se puede leer: "In aeternum dies irae. Nec spe noles volens. Mortui vivos docent. Memento mori.". Ya he invocado a demonios a través de este portal, de un modo menos costoso que las otras invocaciones que realizaba antes, utilizando la energía vital proporcionada por la piedra de sangre. También me suponía un gran costo de energía personal. Así es más sencillo, ambos mundos conectados.
- No, no sin control. Para que un demonio venga tiene que ser llamado por su verdadero nombre. Con las palabras adecuadas podrás llamarlo y ponerlo a tu servicio. - asiento a la pregunta del drow, que parecía mas emocionado que cualquier otro en la sala. - Inframundo, infierno, plano demoníaco...como quieras llamarlo. Puedes aventurarte a entrar en él si lo deseas, pero nadie sabe que podría pasar si lo hicieses. Nadie que lo haya hecho ha vuelto, no que sepamos. - Matvey se muestra más escéptico y menos receptivo, pero yo creo que es porque tiene envidia. Él, uno de esos pomposos Descendientes, no ha sido capaz de descubrir este lugar, y yo sí. Además, mi estirpe es más antigua que la suya, el puesto del consejo debería ser mío. Lástima que considere que el Consejo de los 20 ya no es lo que era, con todas esas incorporaciones de niñatos, cambios de familias influyentes por falta de descendencia (o tal vez por asesinatos y traiciones) y otros tejemanejes propios de cualquier juego de poder.
- Por ahora sólo he manejado el portal al infierno, realizando una invocación a través de este de aquí. - señalo el portal frente al que sigo, con el movimiento incesante de esa nebulosa entre negra y rojiza. Después voy señalando otras puertas, conforme voy hablando. - El resto no sé si están selladas por completo o no, pero según los pergaminos consultados tengo cierta idea de lo que podría ser cada uno...ese de allí parece ser un portal a través del espacio, conectando diferentes lugares del mundo. Sobre aquel otro se mencionaba algo del tiempo, pero la información es confusa y escasa. Encontré también un bajorrelieve medio destrozado en el suelo, a los pies de aquella puerta del final. Estaba bastante dañado, pero hacia referencia a los Tuatha Dé Danann, por lo que puede tener relación con el plano de los deidades o 'celestial' por llamarlo de alguna manera. - hago recuento de las puertas sobre las que tenía alguna teoría, cuatro en total. Sobre las otras tres no había encontrado información alguna.
La respuesta de Matvey sobre demonios atravesando el portal ya había sido contestada antes, han atravesado varios, pero lo que pregunta sobre los flujos dispares me resulta un tanto extraño. - ¿Bloqueado? ¿Quieres decir que ya no circulan almas a través de éste? Es posible...- no sé si asociarlo al hecho de que se haya abierto esta sala, pero podría haberse producido un desequilibrio, dejando aquí almas estancadas sin pasar al otro lado. Akira no parece haber escuchado hablar de ese velo, pero es normal, es más bien conocido en las islas británicas. - Se trata de una especie de arco con un extraño velo, a través del cual pueden escucharse las voces de las almas, es posible comunicarse así con los muertos, incluso si no eres un experto nigromante. Se cree que este velo es un lugar de paso para las almas que dejan el mundo, y también se sabe que quien lo atraviesa desaparece a través de éste, muriendo al instante. Pero si ese velo está bloqueado...es probable que un sitio de paso para las almas haya quedado cerrado. Puede que los demonios estén más activos después de redescubrir este portal. Y que hayan alterado de alguna manera el flujo de almas en tránsito.- llevo una mano a mi barba con gesto pensativo, más no preocupado. Después me alejo un poco del portal, por si ellos desean experimentar.
- Si lo deseáis podéis comenzar a invocar a algún demonio. Un grupo de varios nigromantes puede conseguir un buen séquito.
Después de esas presentaciones iniciales nos habíamos internado en las entrañas de la torre, en la zona de las mazmorras. Y es aquí precisamente donde paso a mostrarles las maravillas de la sala de los portales. Sus reacciones son justo las que esperaba, fascinación, curiosidad, brillo de ambición en la mirada...precisamente las mismas reacciones que tuve yo al entrar. Me regodeo internamente al sentirme en cierto modo el precursor de que esto vuelva a estar disponible, dejando unos minutos para que se deleiten con la observación del lugar. Momento ahora para resolver las dudas que van surgiendo, obvias por otro lado. Akira parece sorprendido porque esté aquí en Irlanda, pero a mi no me parece sorprendente. - Irlanda es tierra de magia, bastante más que otras. Esto ya existía desde antes de que fuese edificada la torre, por lo que podemos observar aquí...debió de ser alguna especie de cueva en la que los magos de la época descubrieron algo lo suficientemente especial como para seguir estudiando la zona...los archivos que poseemos deben ser contrastados, pero las paredes de este lugar nos hablan de historias sucedidas hace milenios.-
Extiendo mi huesuda mano hacia la nebulosa del portal frente al que me he detenido, en cuya friso se puede leer: "In aeternum dies irae. Nec spe noles volens. Mortui vivos docent. Memento mori.". Ya he invocado a demonios a través de este portal, de un modo menos costoso que las otras invocaciones que realizaba antes, utilizando la energía vital proporcionada por la piedra de sangre. También me suponía un gran costo de energía personal. Así es más sencillo, ambos mundos conectados.
- No, no sin control. Para que un demonio venga tiene que ser llamado por su verdadero nombre. Con las palabras adecuadas podrás llamarlo y ponerlo a tu servicio. - asiento a la pregunta del drow, que parecía mas emocionado que cualquier otro en la sala. - Inframundo, infierno, plano demoníaco...como quieras llamarlo. Puedes aventurarte a entrar en él si lo deseas, pero nadie sabe que podría pasar si lo hicieses. Nadie que lo haya hecho ha vuelto, no que sepamos. - Matvey se muestra más escéptico y menos receptivo, pero yo creo que es porque tiene envidia. Él, uno de esos pomposos Descendientes, no ha sido capaz de descubrir este lugar, y yo sí. Además, mi estirpe es más antigua que la suya, el puesto del consejo debería ser mío. Lástima que considere que el Consejo de los 20 ya no es lo que era, con todas esas incorporaciones de niñatos, cambios de familias influyentes por falta de descendencia (o tal vez por asesinatos y traiciones) y otros tejemanejes propios de cualquier juego de poder.
- Por ahora sólo he manejado el portal al infierno, realizando una invocación a través de este de aquí. - señalo el portal frente al que sigo, con el movimiento incesante de esa nebulosa entre negra y rojiza. Después voy señalando otras puertas, conforme voy hablando. - El resto no sé si están selladas por completo o no, pero según los pergaminos consultados tengo cierta idea de lo que podría ser cada uno...ese de allí parece ser un portal a través del espacio, conectando diferentes lugares del mundo. Sobre aquel otro se mencionaba algo del tiempo, pero la información es confusa y escasa. Encontré también un bajorrelieve medio destrozado en el suelo, a los pies de aquella puerta del final. Estaba bastante dañado, pero hacia referencia a los Tuatha Dé Danann, por lo que puede tener relación con el plano de los deidades o 'celestial' por llamarlo de alguna manera. - hago recuento de las puertas sobre las que tenía alguna teoría, cuatro en total. Sobre las otras tres no había encontrado información alguna.
La respuesta de Matvey sobre demonios atravesando el portal ya había sido contestada antes, han atravesado varios, pero lo que pregunta sobre los flujos dispares me resulta un tanto extraño. - ¿Bloqueado? ¿Quieres decir que ya no circulan almas a través de éste? Es posible...- no sé si asociarlo al hecho de que se haya abierto esta sala, pero podría haberse producido un desequilibrio, dejando aquí almas estancadas sin pasar al otro lado. Akira no parece haber escuchado hablar de ese velo, pero es normal, es más bien conocido en las islas británicas. - Se trata de una especie de arco con un extraño velo, a través del cual pueden escucharse las voces de las almas, es posible comunicarse así con los muertos, incluso si no eres un experto nigromante. Se cree que este velo es un lugar de paso para las almas que dejan el mundo, y también se sabe que quien lo atraviesa desaparece a través de éste, muriendo al instante. Pero si ese velo está bloqueado...es probable que un sitio de paso para las almas haya quedado cerrado. Puede que los demonios estén más activos después de redescubrir este portal. Y que hayan alterado de alguna manera el flujo de almas en tránsito.- llevo una mano a mi barba con gesto pensativo, más no preocupado. Después me alejo un poco del portal, por si ellos desean experimentar.
- Si lo deseáis podéis comenzar a invocar a algún demonio. Un grupo de varios nigromantes puede conseguir un buen séquito.
El Raspu no quería que insultara más al panoli. El panoli seguía insultando. Dilema moral: ¿Me callo o me río de su comentario? Lo segundo. Solté una risilla sin más contexto, única respuesta, e hice ver que todo eso nunca había pasado. Akira tenía su chiste, créeme. Y no dudaba en lucirlo porque es que resultaba ser él mismo, bien entero, una parodia andante. Incluso más que yo que se supone que voy por la vida riéndome de la gente de mi tipo...
Apreté los labios y esbocé una inequívoca muestra de sorpresa al escuchar las tan terroríficas palabras de Fistandantilus el barbas: Que la raza mágica se estaba debilitando, que faltaba talento natural, que los que lo eran no se entrenaban… Casi pareciera que estuviera hablando de elementos como tu, Anzus. Allí en casita no era muy común que uno tuviera tan poca chicha en su cuerpo, que magia-senpai no le noticeara, y me sorprendió escuchar que allí en el exterior hubieran muchos más como tu. Igual hasta te sentías comprendido. -Es cierto que los magos que me ido cruzando parecen sacar poco jugo a su bendición natural. Allí abajo hasta el menos dotado sabe un par de trucos que los dejarían sin palabras.- Que esos trucos podían ser pelotillas de oscuridad. Pero es que los pobres eran demasiado impresionables.
La tensión entre Matvey y Akira parecía tan densa que casi saqué un cuchillo para cortarla y servirme un cacho. El mosquito muerto parecía ser bueno de natural con los demonios. Yo… ¿Sabes qué? No eran mi pasión. ¿Y para qué te lo explico? Si tu mismo tuviste la suerte de comprobar en directo que esas cosas no se me daban impecablemente bien. Fue todo una experiencia, eso de tener que mandar de vuelta a un bicho tan indomesticable. Pues que él se encargara de sus demonios: Ya los resucitaría yo cuando cayeran. Más para mi. Aparentemente mi querido Kosuke no tenía relación sangínea con mi amado Akira. Me entrehizo una pregunta. Sabía que le debía haber ofendido por eso de considerar que todos los tailandeses se parecían. Pero desvié la pregunta. -Ah, no temas por eso. No me refiero que lo haya visto por aquí. Me lo crucé por Europa del Este, no es que sea un fan loco tras de ti.- ¿Qué? Akira me caía mal y Kosuke no. ¿Para qué decir la verdad cuando puedes engañar?
Ya habíamos bajado a la sala de los portales y allí estábamos con nuestra locutoria de radio de nombre impronunciable explicándonos las cosas. Me interesaba, pero no quitemos méritos a los discursos que podía soltar. Fue haciendo como un FAQ de estos de videojuegos, respondiendo pregunta por pregunta. Parecía ser que incluso teniendo un portal en nuestras narices era unidireccional y los demonios seguirían ahí metiditos a no ser que se los sacara a la fuerza. Uuuuna pena. Luego Fistán no dudó en explicarme que ese portal realmente podía llevarnos al plano del inframundo. Pero que igual no era la mejor idea asomarse. -No seré yo el que lo compruebe, la verdad… La curiosidad mata más que gatos.- Pero era algo a tener en cuenta. Si alguna vez me apetecía deshacerme de alguien… De hecho, Akira estaba como muy arrimado al portal. Una patada y fuera incordio. ¿Por qué dudaba que hubiera nada en Irlanda? Yo no sabía demasiado de que esta fuera como capital mágica exterior, pero si habían metido los portales allí, por algo sería.
Me apoyé contra una de las estalactitas mientras escuchaba al Señor de la Torre explicarnos sobre las características de los portales por la pregunta de mi curioso mentor. En resumen: Habían cuatro portales identificados. Solo uno abierto. De los otros tres… El del espacio me importaba más bien poco, ¿De qué me servía a mi estar aquí como estar en la China? Pero los otros dos ya eran un asunto diferente. Tiempo y deidades. El primero tenía un poder increíble: Podía servir, con la maña adecuada, para reescribir la historia. Todo el conocimiento de la existencia completa del universo podía estar en nuestras manos. Tanta magia perdida, tanto poder oculto… El tiempo. El tiempo era algo que, en el fondo, me preocupaba. Siempre iba con prisas a los sitios porque era consciente que cada día que pasara, era un día menos en mi cuenta atrás. Pero un portal era un portal, y con él, uno tampoco ganaría el don de la inmortalidad. ¿O si? El de las deidades era aún más tentador. Ir a su plano. ¡Eso permitía matarlas! ¿Para qué quería tanto poder yo, si no? Desde pequeño me había prometido que me vengaría de la Reina araña y de todos los mordiscos recibidos de los látigos de sus sacerdotisas.
Mi corazón no podía mantener ese ritmo si no quería acabar saliendo de mi caja torácica de un momento a otro. Todo. Todo lo que había deseado lo podía cumplir desde aquella sala. De repente me sentía débil e insignificante, como siempre que me ponía al lado de cualquiera que supiera más que yo. Y de nuevo recordaba para qué me había brindado la magia una segunda oportunidad. Me haría poderoso. Sí, vaya que si. Me haría poderoso, cruzaría un portal y la besaría en los labios, a esa amante tan escurridiza. Y la poseería, y con eso, habría cumplido mi objetivo.
Luego hablaron los viejos de cosas de viejos. Otro resumen: Había una especie de arco por el que circulaban todas las almas y que permitía hablar con ellas. Y ahora estaba bloqueado, quizás, ligado a la reaparición de demonios. Empezaba a tensarme el asunto. No me gustaba jugar con demonios por eso de que a veces ellos jugaban contigo. Y sucedía lo que sucedía. ¿A cuento de qué se atrevían a tocar el flujo de las almas? Luego eso nos perjudicaba a nosotros. -No me hace absoluta gracia que estén tocando todo eso. No me gusta encontrarme con sorpresas, y desde luego, demasiados espíritus fuera de lugar pueden provocar resultados inesperados.
Y entonces nos invitó a sacar demonios, como quien nos da una caña de pescar para que pillemos un buen bacalao. No iba a empezar yo. Estaba muy oxidado y ya te lo he dicho: Los demonios no me hacen demasiada gracia. Los muertos son más débiles pero al menos con ellos sé quién está en control. Ahora que parecía estar más al día con la nigromancia me aseguraría de encontrarme un buen sustituto de Gustavo, alguno que me diera más conversación… Solo me faltaba un buen cadáver.
Y salir con vida de allí. -Bueno, Akira, parece que tu hora ha llegado. No otro si no tu tiene fama internacional en el tema de invocar demonios. ¿Qué tal si nos haces una pequeña demostración? Sabes, ¡Yo también he escuchado sobre ello! Y desde luego no me iría nada mal ver como lo hace un maestro como tu para poder empezar una árdua sesión de pesca demoníaca.- Era una forma más fácil de decir “Pasapalabra”. E igual incluso no quedaba como un panoli. Si algo tenía que salir mal, que se lo llevaran a él al inframundo. Tal vez le daría una oportunidad si parecía que todo estaba en orden, que igual Fistrocín nos estaba jugando una mala pasada.
Apreté los labios y esbocé una inequívoca muestra de sorpresa al escuchar las tan terroríficas palabras de Fistandantilus el barbas: Que la raza mágica se estaba debilitando, que faltaba talento natural, que los que lo eran no se entrenaban… Casi pareciera que estuviera hablando de elementos como tu, Anzus. Allí en casita no era muy común que uno tuviera tan poca chicha en su cuerpo, que magia-senpai no le noticeara, y me sorprendió escuchar que allí en el exterior hubieran muchos más como tu. Igual hasta te sentías comprendido. -Es cierto que los magos que me ido cruzando parecen sacar poco jugo a su bendición natural. Allí abajo hasta el menos dotado sabe un par de trucos que los dejarían sin palabras.- Que esos trucos podían ser pelotillas de oscuridad. Pero es que los pobres eran demasiado impresionables.
La tensión entre Matvey y Akira parecía tan densa que casi saqué un cuchillo para cortarla y servirme un cacho. El mosquito muerto parecía ser bueno de natural con los demonios. Yo… ¿Sabes qué? No eran mi pasión. ¿Y para qué te lo explico? Si tu mismo tuviste la suerte de comprobar en directo que esas cosas no se me daban impecablemente bien. Fue todo una experiencia, eso de tener que mandar de vuelta a un bicho tan indomesticable. Pues que él se encargara de sus demonios: Ya los resucitaría yo cuando cayeran. Más para mi. Aparentemente mi querido Kosuke no tenía relación sangínea con mi amado Akira. Me entrehizo una pregunta. Sabía que le debía haber ofendido por eso de considerar que todos los tailandeses se parecían. Pero desvié la pregunta. -Ah, no temas por eso. No me refiero que lo haya visto por aquí. Me lo crucé por Europa del Este, no es que sea un fan loco tras de ti.- ¿Qué? Akira me caía mal y Kosuke no. ¿Para qué decir la verdad cuando puedes engañar?
Ya habíamos bajado a la sala de los portales y allí estábamos con nuestra locutoria de radio de nombre impronunciable explicándonos las cosas. Me interesaba, pero no quitemos méritos a los discursos que podía soltar. Fue haciendo como un FAQ de estos de videojuegos, respondiendo pregunta por pregunta. Parecía ser que incluso teniendo un portal en nuestras narices era unidireccional y los demonios seguirían ahí metiditos a no ser que se los sacara a la fuerza. Uuuuna pena. Luego Fistán no dudó en explicarme que ese portal realmente podía llevarnos al plano del inframundo. Pero que igual no era la mejor idea asomarse. -No seré yo el que lo compruebe, la verdad… La curiosidad mata más que gatos.- Pero era algo a tener en cuenta. Si alguna vez me apetecía deshacerme de alguien… De hecho, Akira estaba como muy arrimado al portal. Una patada y fuera incordio. ¿Por qué dudaba que hubiera nada en Irlanda? Yo no sabía demasiado de que esta fuera como capital mágica exterior, pero si habían metido los portales allí, por algo sería.
Me apoyé contra una de las estalactitas mientras escuchaba al Señor de la Torre explicarnos sobre las características de los portales por la pregunta de mi curioso mentor. En resumen: Habían cuatro portales identificados. Solo uno abierto. De los otros tres… El del espacio me importaba más bien poco, ¿De qué me servía a mi estar aquí como estar en la China? Pero los otros dos ya eran un asunto diferente. Tiempo y deidades. El primero tenía un poder increíble: Podía servir, con la maña adecuada, para reescribir la historia. Todo el conocimiento de la existencia completa del universo podía estar en nuestras manos. Tanta magia perdida, tanto poder oculto… El tiempo. El tiempo era algo que, en el fondo, me preocupaba. Siempre iba con prisas a los sitios porque era consciente que cada día que pasara, era un día menos en mi cuenta atrás. Pero un portal era un portal, y con él, uno tampoco ganaría el don de la inmortalidad. ¿O si? El de las deidades era aún más tentador. Ir a su plano. ¡Eso permitía matarlas! ¿Para qué quería tanto poder yo, si no? Desde pequeño me había prometido que me vengaría de la Reina araña y de todos los mordiscos recibidos de los látigos de sus sacerdotisas.
Mi corazón no podía mantener ese ritmo si no quería acabar saliendo de mi caja torácica de un momento a otro. Todo. Todo lo que había deseado lo podía cumplir desde aquella sala. De repente me sentía débil e insignificante, como siempre que me ponía al lado de cualquiera que supiera más que yo. Y de nuevo recordaba para qué me había brindado la magia una segunda oportunidad. Me haría poderoso. Sí, vaya que si. Me haría poderoso, cruzaría un portal y la besaría en los labios, a esa amante tan escurridiza. Y la poseería, y con eso, habría cumplido mi objetivo.
Luego hablaron los viejos de cosas de viejos. Otro resumen: Había una especie de arco por el que circulaban todas las almas y que permitía hablar con ellas. Y ahora estaba bloqueado, quizás, ligado a la reaparición de demonios. Empezaba a tensarme el asunto. No me gustaba jugar con demonios por eso de que a veces ellos jugaban contigo. Y sucedía lo que sucedía. ¿A cuento de qué se atrevían a tocar el flujo de las almas? Luego eso nos perjudicaba a nosotros. -No me hace absoluta gracia que estén tocando todo eso. No me gusta encontrarme con sorpresas, y desde luego, demasiados espíritus fuera de lugar pueden provocar resultados inesperados.
Y entonces nos invitó a sacar demonios, como quien nos da una caña de pescar para que pillemos un buen bacalao. No iba a empezar yo. Estaba muy oxidado y ya te lo he dicho: Los demonios no me hacen demasiada gracia. Los muertos son más débiles pero al menos con ellos sé quién está en control. Ahora que parecía estar más al día con la nigromancia me aseguraría de encontrarme un buen sustituto de Gustavo, alguno que me diera más conversación… Solo me faltaba un buen cadáver.
Y salir con vida de allí. -Bueno, Akira, parece que tu hora ha llegado. No otro si no tu tiene fama internacional en el tema de invocar demonios. ¿Qué tal si nos haces una pequeña demostración? Sabes, ¡Yo también he escuchado sobre ello! Y desde luego no me iría nada mal ver como lo hace un maestro como tu para poder empezar una árdua sesión de pesca demoníaca.- Era una forma más fácil de decir “Pasapalabra”. E igual incluso no quedaba como un panoli. Si algo tenía que salir mal, que se lo llevaran a él al inframundo. Tal vez le daría una oportunidad si parecía que todo estaba en orden, que igual Fistrocín nos estaba jugando una mala pasada.
Como el japones y el drow deciden seguir lanzandose trastos a la cabeza, yo decido que ya no es asunto mio, que hagan lo que quieran. Ademas parece que se divierten y todo. Ellos verán. Por mi parte, me aproximo mas a Fistandantilus. Ademas ahora teniamos algo mucho mas interesante entre manos. La sala de los siete portales, abierta .Y a un nigromante dispuesto a compartir ese tesoro con nosotros.
Veia los riesgos, pero tambien el potencial. Lo dejo hablar, y mi fascinacion crece a cada momento.
-Estamos ante una leyenda viviente, caballeros... el poder no solo de este mundo, si no de todos los demas, está aqui, al alcance de nuestra mano.
"es tanto poder que ni nosotros cuatro juntos podriamos controlarlo"
Miro a Fistandantilus y luego a los portales, sabemos que hacen cuatro de ellos. Plano demoniaco, plano astral, tiempo y espacio. Correctamente usados, pueden ser el Todo. El portal de las deidades, sin embargo, aparece algo dañado. Me aproximo hasta allá, arrodillandome para inspeccionar las inscripciones en aquellas milenarias rocas del bajorrelieve mencionado. Aquellos arañazos y destrozos no habian sido por nada.
-Es posible que esto date de las guerras milenarias.
Me incorporo con aire grave, deseando desentrañar el resto de secretos de los demas portales. Controlar el tiempo...algo tan sumamente util y peligroso, a nuestro alcance. Habria que empezar a probar cosas.
-Sí que nos afecta que las almas no puedan cruzar el velo al otro mundo, puede traer consecuencias indeseadas a nuestras invocaciones. Habrá que hacer algo respecto a eso, Fistandantilus. Tal vez alguno de los portales que aun falta por averiguar para que sirven sea la respuesta.
Parece ser que Akira va a comenzar con las invocaciones. Bien, no tengo ningun tipo de problema con aquello. Miro al japones de refilon, cruzando mis brazos. Si era su especialidad, no tendria ningun problema
Veia los riesgos, pero tambien el potencial. Lo dejo hablar, y mi fascinacion crece a cada momento.
-Estamos ante una leyenda viviente, caballeros... el poder no solo de este mundo, si no de todos los demas, está aqui, al alcance de nuestra mano.
"es tanto poder que ni nosotros cuatro juntos podriamos controlarlo"
Miro a Fistandantilus y luego a los portales, sabemos que hacen cuatro de ellos. Plano demoniaco, plano astral, tiempo y espacio. Correctamente usados, pueden ser el Todo. El portal de las deidades, sin embargo, aparece algo dañado. Me aproximo hasta allá, arrodillandome para inspeccionar las inscripciones en aquellas milenarias rocas del bajorrelieve mencionado. Aquellos arañazos y destrozos no habian sido por nada.
-Es posible que esto date de las guerras milenarias.
Me incorporo con aire grave, deseando desentrañar el resto de secretos de los demas portales. Controlar el tiempo...algo tan sumamente util y peligroso, a nuestro alcance. Habria que empezar a probar cosas.
-Sí que nos afecta que las almas no puedan cruzar el velo al otro mundo, puede traer consecuencias indeseadas a nuestras invocaciones. Habrá que hacer algo respecto a eso, Fistandantilus. Tal vez alguno de los portales que aun falta por averiguar para que sirven sea la respuesta.
Parece ser que Akira va a comenzar con las invocaciones. Bien, no tengo ningun tipo de problema con aquello. Miro al japones de refilon, cruzando mis brazos. Si era su especialidad, no tendria ningun problema
Akira Terumi
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Que Irlanda era tierra de magia, que tal, y que cual. Qué cuentos se gastaba el viejo. Un poco nacionalista si que lo veía yo. Aunque no neguemos la realidad… Allí habían unos portales bastante imponentes. Por desgracia, bajo el dominio de un pelmazo. Sí, un pelmazo. Y es que… Mira tu por donde, me aburrí un poco de sus largos discursos, parrafadas, explicaciones sobre casi cualquier cosa. Casi me sentí burlado cuando el viejo se puso a remarcarme lo obvio para invocar a un demonio. -Ah, eso ya lo sé. Lo que me preocupaba es que este portal no fuera unidireccional.- Y que pudieran salir ellos a campar a sus anchas. A pesar de la posibilidad de entrar allí dentro, creo que incluso alguien con tan escaso sentido común como el drow pudo saber que no era la mejor idea. Así lo manifestó.
Cada uno parecía haber tenido sus reacciones. Matvey había admirado el poderío de la sala, mientras que el otro no podía hacer mucho más que curiosear con una vida casi poco adecuada para la situación. Fistandantilus se regodeaba en su victoria y admitía perfectamente que debía haber sido difícil traer esta sala de vuelta, pero a mi, el ego de otras personas me aburría en sobremanera.
Los portales tenían cada uno una destinación y un poder distinto. Pero a mí el único que me importaba era el que tenía allí delante, de tonos rojizos y negros. Un lugar donde invocar demonios con mucha menos dificultad que en cualquier otro lado. Yo era aún joven y si no siempre podía intentar usar otras personas para obtener la energía necesaria para invocar un demonio. Pero era plenamente consciente que invocar demonios… desgastaba. Así que no podía esperar para probar hasta que punto aquel portal me facilitaría las cosas.
Ya empezaba a hacerme a la idea. Escuchaba a todos los del fondo discutir sobre el Velo de las Almas: Alguna cosa implicando el flujo de estas que había quedado bloqueada. Echando las culpas a los demonios. El problema preocupaba a los otros dos nigromantes, pero no a mí. Los muertos no es que fueran muy… Llamativos, a mi parecer. -¿Los demonios, alterar el flujo? Ah… Es posible. Pero, ¿Es de verdad tan importante?- Lo dije más como si quisiera cambiar el tema. No me podía importar menos. No me hacía responsable de qué hicieran aquellos bichos.
Fistandantilus supo redirigir el asunto a lo verdaderamente importante. Que era la hora de sacar demonios. Sonreí ampliamente y me crují los dedos. La absurda intervención de Ilzt, un intento mal disimulado de escurrir el bulto, me dio a mi la oportunidad de ser el que empezara. -Ah, si tantas ganas tienes… La verdad, me resulta casi halagador poder darle uso al portal. Veamos de verdad cuál es su potencial.
Me puse delante de este observando la furiosa nebulosa que se revolvía en su interior. Podía casi sentir los gritos de los seres que habitaban aquel plano, sus presencias, su poder… Casi pareciera que, alargando una mano, podrías sacarlos uno a uno. Esa facilidad, esa simpleza, ese… regalo, casi que me asustaba. Abrí los brazos mientras me sumía mentalmente dentro del amplísimo mundo de los demonios, casi como si pudiera ver a través de ese portal. No quería nada grandioso, no quería algo que pudiera ponernos en peligro. Yo mismo era consciente de que podía ser peligroso. Iba a sacar a algún ser como prueba. Y a partir de ahí me atrevería a sacar quizás algo más grande… Pero aún así, no me serviría de mucho si no les buscaba un buen cuerpo.
Tras unos instantes de tensión en los que la magia empezaba a fluir a mi alrededor, en forma de pequeñas partículas carmesí, del portal surgió un destello. Y en este vi una imagen reveladora. Había localizado un perfecto primer individuo. No era ni gran cosa ni tampoco es que lo quisiera. Una simple mirada y en mi mente empezaron a surgir las palabras, las sílabas, el sonido de ellas, todo lo que componía el nombre astral -el real- de aquella criatura. Las pronuncié con gran gozo y con una naturalidad casi arrogante. Pero en ojos inexpertos había de ser una única palabra…
-Veobahr… ¡VEN A MI!- Grité. Las pequeñas partículas ahora eran haces de luz. Y de la nebulosa salía una especie de cuchilla que debía hacer de extremidad a la monstruosidad. Unos instantes después asomó la cabeza -si es que podía llamarse cabeza- y dejó ver la mayor parte de su amorfo cuerpo. Luchaba contra el portal para librarse. Pero yo no lo dejaría salir hasta estar seguro que estuviera bien sometido. Una de sus extremidades, en una forma más… Tentacular, se acercó a mí como si quisiera arrastrarme con él al infierno. Sonreí arrogante y pronuncié otra palabra. Y su asquerosa prolongación quedó quieta a escasos centímetros de mí.
-Es una pena, ¡Mira que cerca te has quedado! No te preocupes, yo te sacaré de aquí… Siempre que tu obediencia sea absoluta.- Completé la invocación con un último verso. Y entonces toda la magia a mi alrededor menguó. El ser se libró del portal y avanzó hacia mí, casi como si pretendiera aún arrancarme la cabeza. Pero al tenerlo delante se postró. Sonreí victorioso y miré al resto. -Mirad, este hace un buen aperitivo. Ya habrá tiempo para sacar los platos mayores.- Me retiré yo con mi demonio para dar paso al resto. Había sido muchísimo más sencillo ya que no me vi obligado a abrir brecha para sacarlo. Pero aún así necesitaría un breve reposo antes de enfrentarme a algo mucho mayor.
Cada uno parecía haber tenido sus reacciones. Matvey había admirado el poderío de la sala, mientras que el otro no podía hacer mucho más que curiosear con una vida casi poco adecuada para la situación. Fistandantilus se regodeaba en su victoria y admitía perfectamente que debía haber sido difícil traer esta sala de vuelta, pero a mi, el ego de otras personas me aburría en sobremanera.
Los portales tenían cada uno una destinación y un poder distinto. Pero a mí el único que me importaba era el que tenía allí delante, de tonos rojizos y negros. Un lugar donde invocar demonios con mucha menos dificultad que en cualquier otro lado. Yo era aún joven y si no siempre podía intentar usar otras personas para obtener la energía necesaria para invocar un demonio. Pero era plenamente consciente que invocar demonios… desgastaba. Así que no podía esperar para probar hasta que punto aquel portal me facilitaría las cosas.
Ya empezaba a hacerme a la idea. Escuchaba a todos los del fondo discutir sobre el Velo de las Almas: Alguna cosa implicando el flujo de estas que había quedado bloqueada. Echando las culpas a los demonios. El problema preocupaba a los otros dos nigromantes, pero no a mí. Los muertos no es que fueran muy… Llamativos, a mi parecer. -¿Los demonios, alterar el flujo? Ah… Es posible. Pero, ¿Es de verdad tan importante?- Lo dije más como si quisiera cambiar el tema. No me podía importar menos. No me hacía responsable de qué hicieran aquellos bichos.
Fistandantilus supo redirigir el asunto a lo verdaderamente importante. Que era la hora de sacar demonios. Sonreí ampliamente y me crují los dedos. La absurda intervención de Ilzt, un intento mal disimulado de escurrir el bulto, me dio a mi la oportunidad de ser el que empezara. -Ah, si tantas ganas tienes… La verdad, me resulta casi halagador poder darle uso al portal. Veamos de verdad cuál es su potencial.
Me puse delante de este observando la furiosa nebulosa que se revolvía en su interior. Podía casi sentir los gritos de los seres que habitaban aquel plano, sus presencias, su poder… Casi pareciera que, alargando una mano, podrías sacarlos uno a uno. Esa facilidad, esa simpleza, ese… regalo, casi que me asustaba. Abrí los brazos mientras me sumía mentalmente dentro del amplísimo mundo de los demonios, casi como si pudiera ver a través de ese portal. No quería nada grandioso, no quería algo que pudiera ponernos en peligro. Yo mismo era consciente de que podía ser peligroso. Iba a sacar a algún ser como prueba. Y a partir de ahí me atrevería a sacar quizás algo más grande… Pero aún así, no me serviría de mucho si no les buscaba un buen cuerpo.
Tras unos instantes de tensión en los que la magia empezaba a fluir a mi alrededor, en forma de pequeñas partículas carmesí, del portal surgió un destello. Y en este vi una imagen reveladora. Había localizado un perfecto primer individuo. No era ni gran cosa ni tampoco es que lo quisiera. Una simple mirada y en mi mente empezaron a surgir las palabras, las sílabas, el sonido de ellas, todo lo que componía el nombre astral -el real- de aquella criatura. Las pronuncié con gran gozo y con una naturalidad casi arrogante. Pero en ojos inexpertos había de ser una única palabra…
-Veobahr… ¡VEN A MI!- Grité. Las pequeñas partículas ahora eran haces de luz. Y de la nebulosa salía una especie de cuchilla que debía hacer de extremidad a la monstruosidad. Unos instantes después asomó la cabeza -si es que podía llamarse cabeza- y dejó ver la mayor parte de su amorfo cuerpo. Luchaba contra el portal para librarse. Pero yo no lo dejaría salir hasta estar seguro que estuviera bien sometido. Una de sus extremidades, en una forma más… Tentacular, se acercó a mí como si quisiera arrastrarme con él al infierno. Sonreí arrogante y pronuncié otra palabra. Y su asquerosa prolongación quedó quieta a escasos centímetros de mí.
-Es una pena, ¡Mira que cerca te has quedado! No te preocupes, yo te sacaré de aquí… Siempre que tu obediencia sea absoluta.- Completé la invocación con un último verso. Y entonces toda la magia a mi alrededor menguó. El ser se libró del portal y avanzó hacia mí, casi como si pretendiera aún arrancarme la cabeza. Pero al tenerlo delante se postró. Sonreí victorioso y miré al resto. -Mirad, este hace un buen aperitivo. Ya habrá tiempo para sacar los platos mayores.- Me retiré yo con mi demonio para dar paso al resto. Había sido muchísimo más sencillo ya que no me vi obligado a abrir brecha para sacarlo. Pero aún así necesitaría un breve reposo antes de enfrentarme a algo mucho mayor.
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El miembro 'Akira Terumi' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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Las curas por parte de Bastet y Vor habían surtido efecto, permitiendo que me reponga de manera bastante rápida de la mordedura de aquellos inferis. De lo contrario seguiría ahí, tirando en el bosque, a merced de más seres de esos. Los discursos largos no son lo mío, así que dejo que sea Kosuke quien lleve la voz cantante, ya que se le da bien eso de liderar grupos, o eso parece. Nos da instrucciones sobre lo que hacer antes de subir a la torre, aunque yo estoy de acuerdo sólo en parte. Lo de robar está muy bien, y yo mismo soy bastante de coger reliquias y demás, pero en esta ocasión me puede la impaciencia. Aún así no se lo hago saber a Kosuke, sé que no aprobará mi otra idea, la de ir directamente a buscar a los nigromantes.
Dejo que sea él quien inicie el camino para dejar el bosque atrás, pegando un salto bastante impresionante para ser normal. Ha tenido que usar alguno de sus poderes de mago o alguna mejora de su brazo, porque de lo contrario no me lo explico. - ¿Podréis seguir el ritmo? - pregunto al resto (Bastet, Pam, Vor, etc...) antes de darme la vuelta para empezar a trepar la torre. En mi caso no resulta tan espectacular, ya que voy escalando al modo normal, aprovechando los huecos de las piedras que componen la torre y mi habilidad para trepar. Esto me lleva bastante más rato del que podría parecer, así que supongo que Kosuke estará arriba esperándonos bastante aburrido. Durante el proceso no miro atrás, ya cada uno que vaya subiendo por los medios que pueda y al ritmo que pueda, no hay que meter prisa. Tras unos minutos consigo llegar a la ventana por la que entró Kosuke, jadeando un poco por el esfuerzo de subir una torre tan empinada. La altura no me produce vértigo, pero si es cierto que da respeto una vez que llegas arriba y ves lo que has recorrido. El mercenario ya se ha encargado de dejarlo todo listo para entrar, incluso de mirar que no haya nadie. Al colarme por la ventana alzo el pulgar indicando que lo ha hecho bien, pero después le hago un gesto hacia la escalera que se ve por la puerta, como queriendo decir que debemos bajar.
- Si quieres ir a la biblioteca supongo que estará en los pisos de arriba, pero cuanto más tiempo estemos aquí merodeando será peor. Deberíamos sorprenderle antes de que él nos sorprenda a nosotros husmeando. Si atacamos todos a la vez no podrá defenderse. No vamos a hacer como esos capullos de las series que atacan por turnos en lugar de ir todos a la vez a por el malo de turno. Además...no sabemos si hay trampas por la torre, cuantas más vueltas demos será peor. - no me espero a ver si los demás han entrado ya por la ventana, me adelanto para ir a asomarme al hueco de la escalera, que desciende oscura como un túnel al infierno. El lugar y los recuerdos del mismo me hacen estremecerme, pero a la vez tengo una sensación de pérdida asociada a este lugar. Y no es precisamente por culpa de mi mano, sino algo más valioso.
"Astaroth...¿qué ha sido de ti?"
Dejo que sea él quien inicie el camino para dejar el bosque atrás, pegando un salto bastante impresionante para ser normal. Ha tenido que usar alguno de sus poderes de mago o alguna mejora de su brazo, porque de lo contrario no me lo explico. - ¿Podréis seguir el ritmo? - pregunto al resto (Bastet, Pam, Vor, etc...) antes de darme la vuelta para empezar a trepar la torre. En mi caso no resulta tan espectacular, ya que voy escalando al modo normal, aprovechando los huecos de las piedras que componen la torre y mi habilidad para trepar. Esto me lleva bastante más rato del que podría parecer, así que supongo que Kosuke estará arriba esperándonos bastante aburrido. Durante el proceso no miro atrás, ya cada uno que vaya subiendo por los medios que pueda y al ritmo que pueda, no hay que meter prisa. Tras unos minutos consigo llegar a la ventana por la que entró Kosuke, jadeando un poco por el esfuerzo de subir una torre tan empinada. La altura no me produce vértigo, pero si es cierto que da respeto una vez que llegas arriba y ves lo que has recorrido. El mercenario ya se ha encargado de dejarlo todo listo para entrar, incluso de mirar que no haya nadie. Al colarme por la ventana alzo el pulgar indicando que lo ha hecho bien, pero después le hago un gesto hacia la escalera que se ve por la puerta, como queriendo decir que debemos bajar.
- Si quieres ir a la biblioteca supongo que estará en los pisos de arriba, pero cuanto más tiempo estemos aquí merodeando será peor. Deberíamos sorprenderle antes de que él nos sorprenda a nosotros husmeando. Si atacamos todos a la vez no podrá defenderse. No vamos a hacer como esos capullos de las series que atacan por turnos en lugar de ir todos a la vez a por el malo de turno. Además...no sabemos si hay trampas por la torre, cuantas más vueltas demos será peor. - no me espero a ver si los demás han entrado ya por la ventana, me adelanto para ir a asomarme al hueco de la escalera, que desciende oscura como un túnel al infierno. El lugar y los recuerdos del mismo me hacen estremecerme, pero a la vez tengo una sensación de pérdida asociada a este lugar. Y no es precisamente por culpa de mi mano, sino algo más valioso.
"Astaroth...¿qué ha sido de ti?"
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Muerta de miedo, Moth se estaba arrepintiendo de haber acompañado a Pam en aquel viaje. Por suerte, no había sufrido daños, y el hedor de la muerte lo conocía de sobra de aquel lugar donde la encerraron. "Un castillo, como esta torre" Pensó con un escalofrío, temiendo que la encerraran otra vez.
-¿Tenemos que escalar todo eso?-Preguntó alicaída. Iba a ser una tarea ardua, por no decir imposible. Frunció el ceño cuando el hombre del brazo mecánico saltó hasta la ventana de la torre.
-¡Pam, está haciendo trampas!-Protestó señalándolo. ¿Por qué no hacía como los demás y escalaba? Era un vago. Se acercó más a la torre, hasta tocar la pared, y miró arriba. Iba a ser un trayecto muy duro, aunque podría hacerlo más fácil. Se remangó las mangas de la camiseta y dejó salir sus garras, tan grandes como las del hombre tramposo, pero hechas de un cristal azulino y varios picos sobresalían de los brazos. Al mismo tiempo que el otro hombre, no el chico de ojos azules y piel ciruela, sino el otro que no saltaba, empezó a escalar también, pero clavaba las garras si no encontraba un lugar donde apoyar las manos. Cuando había escalado un poco, se volvió y miró a los que quedaban en tierra.
-¡Vamos Pam, esto es muy divertido!-Le dijo entre risas. Y es que el escalar aquella torre se le hacía familiar, y era una sensación que le gustaba. Después de aquello no volvió a darse la vuelta ni a mirar a otra parte que más arriba, concentrándose en alcanzar la ventana.
Tardó bastante en llegar. No se dio cuenta si los que estaban abajo la habían adelantado. Haciendo un último esfuerzo, se encaramó al alféizar y se quedó admirando la vista, esperando a que Pam le dijera por dónde seguir.
-¿Tenemos que escalar todo eso?-Preguntó alicaída. Iba a ser una tarea ardua, por no decir imposible. Frunció el ceño cuando el hombre del brazo mecánico saltó hasta la ventana de la torre.
-¡Pam, está haciendo trampas!-Protestó señalándolo. ¿Por qué no hacía como los demás y escalaba? Era un vago. Se acercó más a la torre, hasta tocar la pared, y miró arriba. Iba a ser un trayecto muy duro, aunque podría hacerlo más fácil. Se remangó las mangas de la camiseta y dejó salir sus garras, tan grandes como las del hombre tramposo, pero hechas de un cristal azulino y varios picos sobresalían de los brazos. Al mismo tiempo que el otro hombre, no el chico de ojos azules y piel ciruela, sino el otro que no saltaba, empezó a escalar también, pero clavaba las garras si no encontraba un lugar donde apoyar las manos. Cuando había escalado un poco, se volvió y miró a los que quedaban en tierra.
-¡Vamos Pam, esto es muy divertido!-Le dijo entre risas. Y es que el escalar aquella torre se le hacía familiar, y era una sensación que le gustaba. Después de aquello no volvió a darse la vuelta ni a mirar a otra parte que más arriba, concentrándose en alcanzar la ventana.
Tardó bastante en llegar. No se dio cuenta si los que estaban abajo la habían adelantado. Haciendo un último esfuerzo, se encaramó al alféizar y se quedó admirando la vista, esperando a que Pam le dijera por dónde seguir.
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El drow es el primero en declinar la invitación de comenzar con las invocaciones de demonios a través del portal, algo bastante sensato teniendo en cuenta que acaba de llegar aquí y que tampoco le he explicado los riesgos del funcionamiento del mismo. También parece algo inquieto por eso del flujo alterado en el discurrir de las almas hacia el más allá, un misterio que no tenemos demasiado claro, pero que puede estar relacionado con la apertura de esta sala. Por ahora no está dando problemas, pero no podemos olvidarnos del asunto. Matvey también está picajoso respecto al tema de las almas, insistiendo en que debemos hacer algo con ellas.
- Coincido, para ello tendremos que averiguar qué son los portales de los cuales no tenemos pistas, pero si no encontramos información ninguna tendremos que hacerlo usando 'conejillos de indias' para utilizarlos. De no encontrar solución tal vez podríamos valernos de los demonios para que llevasen esas almas directamente al infierno. Pero por ahora vamos a centrarnos en la invocación de las huestes demoníacas.
Los ánimos que el piel oscura da a Akira no me suenan del todo sinceros, aunque lo cierto es que me da bastante igual que lo apoye o no, sólo quiero que se lleve a cabo la demostración, que sean capaces de ver todas las posibilidades que ofrece la apertura de esta sala, y de este portal en concreto. Poco más que decir hasta que Akira hace el intento de invocación, lento e inseguro al principio, pero concluyendo con éxito. Una parte de mí deseaba que lo consiguiera, sobre todo porque he vendido el descubrimiento de este portal como la panacea, pero otra quería que fallase estrepitosamente, simplemente por poder chasquear la lengua con desaprobación y mirarlo negando con la cabeza. Tampoco ha hecho gran cosa, un demonio menor, efectivo, pero de poca monta. Eso sí, lo tiene dominado. El demonio se detiene al parecer siguiendo sus órdenes, no da indicios de rebeldía o desobediencia. Al menos por ahora.
- Como ves has conseguido invocarlo con relativa facilidad, sin hacer un esfuerzo que ponga en peligro tu vida o que comprometa demasiado tu energía mágica. Imagina lo que podríamos hacer los cuatro nigromantes juntos...- los cuatro jinetes del apocalipsis nos llamarían aquellos impuros que no son dignos de vivir en el nuevo mundo, y el nombre sería apropiado. - Debemos comenzar la purga de la mediocridad...- mis ojos brillan con malicia al contemplar la nebulosa del portal, por el cual habrían de llegar muchos más. Largo tiempo ha pasado ya desde que invoqué al demonio Belial y a aquel que ha habitaba en el cuerpo del hermano del inútil Soul al que robé la llave. Desde entonces no he intentado grandes invocaciones, pero trataré de hacerlo ahora. El principal problema para conseguirlo es que ahora no me estoy ayudando de la piedra de sangre para hacerlo, con lo cual consumo mucha más energía tratando de realizar la invocación. Estiro la vara de mago en dirección al portal, apenas tocando la nebulosa con el extremo superior. Pronuncio de manera casi ininteligible el nombre de un demonio mayor, pero nada sucede. No dejo que la frustración asome en mi rostro al no conseguirlo, rápidamente recurro al nombre de otro demonio de menor rango, Morail. Por lo que he leído a lo largo de mi vida, este demonio que tiene el poder de hacer invisible a cualquiera. No es que nos vaya a ser muy útil ahora mismo, pero puede servir como calentamiento. El tamaño de este demonio es mucho menor, cuando el monstruo emerge del portal apenas resulta imponente, sacándome unas escasas dos cabezas. Inclina la cabeza permaneciendo sumiso, a la espera de órdenes. Éste no se rebelará. Me retiro un poco del portal, cediendo ahora los honores al resto de invitados.
- Esto no es más que el principio, necesitaremos un ejército mayor, y todos son válidos.
-------
poder del demonio invocado, del 1 al 10
- Coincido, para ello tendremos que averiguar qué son los portales de los cuales no tenemos pistas, pero si no encontramos información ninguna tendremos que hacerlo usando 'conejillos de indias' para utilizarlos. De no encontrar solución tal vez podríamos valernos de los demonios para que llevasen esas almas directamente al infierno. Pero por ahora vamos a centrarnos en la invocación de las huestes demoníacas.
Los ánimos que el piel oscura da a Akira no me suenan del todo sinceros, aunque lo cierto es que me da bastante igual que lo apoye o no, sólo quiero que se lleve a cabo la demostración, que sean capaces de ver todas las posibilidades que ofrece la apertura de esta sala, y de este portal en concreto. Poco más que decir hasta que Akira hace el intento de invocación, lento e inseguro al principio, pero concluyendo con éxito. Una parte de mí deseaba que lo consiguiera, sobre todo porque he vendido el descubrimiento de este portal como la panacea, pero otra quería que fallase estrepitosamente, simplemente por poder chasquear la lengua con desaprobación y mirarlo negando con la cabeza. Tampoco ha hecho gran cosa, un demonio menor, efectivo, pero de poca monta. Eso sí, lo tiene dominado. El demonio se detiene al parecer siguiendo sus órdenes, no da indicios de rebeldía o desobediencia. Al menos por ahora.
- Como ves has conseguido invocarlo con relativa facilidad, sin hacer un esfuerzo que ponga en peligro tu vida o que comprometa demasiado tu energía mágica. Imagina lo que podríamos hacer los cuatro nigromantes juntos...- los cuatro jinetes del apocalipsis nos llamarían aquellos impuros que no son dignos de vivir en el nuevo mundo, y el nombre sería apropiado. - Debemos comenzar la purga de la mediocridad...- mis ojos brillan con malicia al contemplar la nebulosa del portal, por el cual habrían de llegar muchos más. Largo tiempo ha pasado ya desde que invoqué al demonio Belial y a aquel que ha habitaba en el cuerpo del hermano del inútil Soul al que robé la llave. Desde entonces no he intentado grandes invocaciones, pero trataré de hacerlo ahora. El principal problema para conseguirlo es que ahora no me estoy ayudando de la piedra de sangre para hacerlo, con lo cual consumo mucha más energía tratando de realizar la invocación. Estiro la vara de mago en dirección al portal, apenas tocando la nebulosa con el extremo superior. Pronuncio de manera casi ininteligible el nombre de un demonio mayor, pero nada sucede. No dejo que la frustración asome en mi rostro al no conseguirlo, rápidamente recurro al nombre de otro demonio de menor rango, Morail. Por lo que he leído a lo largo de mi vida, este demonio que tiene el poder de hacer invisible a cualquiera. No es que nos vaya a ser muy útil ahora mismo, pero puede servir como calentamiento. El tamaño de este demonio es mucho menor, cuando el monstruo emerge del portal apenas resulta imponente, sacándome unas escasas dos cabezas. Inclina la cabeza permaneciendo sumiso, a la espera de órdenes. Éste no se rebelará. Me retiro un poco del portal, cediendo ahora los honores al resto de invitados.
- Esto no es más que el principio, necesitaremos un ejército mayor, y todos son válidos.
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