Jardines & áreas verdes

La plaza había sido mala idea, sobre todo por el beso tan público que le había plantado el teniente frente a toda la comarca. Era prácticamente una declaración de intenciones y complicaba las cosas, pues ahora sería imposible mantener la situación bajo su control. Decidió entonces despejarse en los jardines. Tenía que estar fuerte, tenían que verla fuerte, porque confiaba en los compañeros que habían bajado a la misión y ella debía cumplir con su parte arriba. Aquello era difícil de hacer por si solo, más aún cuando la gente no había dejado de hablar de ella por culpa del puto teniente.

Apenas iba acercándose al inicio de los jardines, la misión llevaba poco rato, cuando sintió que algo no iba del todo bien. En la atmósfera comenzó a sentirse una opresión que en general no comprendía, y fue entonces cuando el caos se desató. Leyó los mensajes de los Descendientes, informando de aquella gran novedad y sintió que el mundo se le venía encima. ¿Habían fallado? Pero si todo parecía ir tan bien cuando dejó la plaza...

Los mensajes de auxilio comenzaron a llegar de todos los lugares. Tomó en seguida su alfombra voladora y se dirigió al lugar más próximo.

El Sr. Draven había guardado silencio a sus palabras y Arleen no sabía interpretar si se trataba de que le habían ofendido, dolido o simplemente disfrutaba más el silencio. Recordó que durante su visita a su habitación habían pasado largos momentos callados, solo pensando. Y así fue como salieron del hospital y empezaron a caminar hacia el centro. Caía una nieve no demasiado copiosa pero hacía frío y Arleen metió las manos en su abrigo dándose cuenta de que los bolsillos eran demasiado grandes para sus manos.

Caminaron durante un tiempo y cuando llegaron a la zona comercial fue consciente de que había poca gente allí porque, por supuesto, todos estaban en sus casas. Arleen se mordió el labio  después se arrepintió cuando una ventisca secó la saliva. Explicó por encima los comercios que habían por si algún día quería comprar algo, que lo dudaba.  Decidió entonces llevarlo hasta los jardines pero optó por la alfombra, pero fue  a su ritmo. Viajó a su altura y al ritmo de la caminata del Sr. Draven.

Al llegar a los jardines sonrió brevemente, estaban inspirados en una de las siete maravillas del mundo: los Jardines de Babilonia. Se detuvo  un momento en la entrada, en el arco, simplemente observando mientras se mantenía sobre la alfombra y se escudaba en su abrigo -Mucha gente suele venir a hacer deporte- Le comentó al Sr. Draven -Es libre de usar las instalaciones- Agregó mientras una ventisca le desacomodaba el cabello. Atrapó los rizos oscuros y se los puso todos sobre el hombro, el movimiento sin embargo hizo que soltara un pequeño quejido que transformó su aliento en una nube blanca delante de ella. Removió el hombro muy lentamente, soltando un pequeño suspirito -Te sigo- Dijo alzando la mano hacia adelante, dándole libertad para ir donde quisiera.

Caminé con lentitud a su lado, en casi completo silencio de no ser por el crepitar de la nieve bajo nuestros pies. Por alguna razón la doctora había decidido no usar su alfombra, lo cual agradecía profundamente. Sentía el frío helarme las mejillas y mis manos apenas podían protegerse en los minúsculos bolsillos de aquel esmirriado abrigo que no podía abrocharme muy a mi pesar.
Observaba el lugar con curiosidad mientras ella hablaba. Para mi tranquilidad apenas había gente en el lugar y aún así todo el espacio olía a magia. Una vez pasada aquella zona comercial la castaña sacó su maldita alfombra pero no solté palabra. Simplemente apreté mis labios y torcí un poco el gesto mientras se subía a la misma. Continuamos el paseo hasta unos jardines.
Entrecerré los ojos mirando el frontal de los mismos durante el trayecto hasta cruzar el umbral de entrada. Me resultaban tremendamente familiares. Asentí ante esa nueva información y luego estiré mi espalda incómodo ante sus siguientes palabras. Saqué la mano del bolsillo y comencé a apretarla con la contraria, calambres.-¿Son jardines privados o algo parecido?-No entendía esa libertad otorgada.¿Acaso estaba prohibido para la población de la isla estar en aquel lugar?¿O era un trato de favor por mi condición humana?. La miré de reojo justo en el momento en el que el golpe de viento llegó, haciendo que los mechones largos de mi cabellera también se topasen con mi rostro. Hacía mucho tiempo que no me cortaban el pelo. No los aparté. Tampoco me pasó desapercibido el quejido y gesto de la doctora.
Continué caminando esperando que me siguiese con su trasto volador dejando las manos a mi espalda, frotando y apretando la que me molestaba con la otra. Continué en silencio unos minutos tratando de caer en la cuenta de que me sonaba aquel lugar-Mi padre era mago.-Terminé por decir tranquilamente mientras miraba el lugar.-También puedo enseñarte todas las cicatrices que tengo gracias a la magia.-No usé la palabra magos a drede.-No estando en el ejército, esas no las cuento. Esas son ...también por mi culpa-Terminé por decir mientras me asomaba a algún balconcillo que había en el lugar, observando que el jardín se extendía bastante más allá de lo que creía a unos pocos metros bajando unas escaleras.-Las de cuando era un crío.-No sonaba reproche en mi voz. Era algo que había asumido hacía tiempo. Volví a mirar a la doctora dando suaves golpecitos con mi puño a la balaustrada que tenía delante. -Puede que seamos dos los que juzguemos al otro sin conocer sus motivos.
Terminé por decir frunciendo un poco el ceño mientras desviaba la mirada a lo lejos. Había unas montañas mucho más allá y el sol deslumbraba más por toda la nieve que había caído.
-Deberías descansar Doc.-Comenté sin mirar a la castaña.

Al menos Andreas le hablaba, le incordiaba, pero hablaba y Arleen no sentía la necesidad de rellenar el silencio con charla amable. Pero el Sr. Draven estaba más que callado observando hacia todos lados con un gesto que Arleen no sabía descifrar -No, sólo quiero que sepa que puede ir a cualquier parte de la isla. Creo que si no os lo digo directamente os quedareis encerrado en vuestra habitación hasta que solucionen lo de abajo…Y por otro lado…- Miró cómo empezaba a apretarse las manos con el ceño fruncido. Era de lo que le había hablado, recorrió su brazo con curiosidad como si pudiera ver a través de las telas y su piel los nervios que conectaban con su médula espinal -Sospecho que os gusta hacer ejercicio- Expresó.

Arleen ordenó a la alfombra seguirlo lentamente mientras apreciaba el lugar pero iba levemente retrasada observándole la espalda, la nuca y las manos. ¿Y si intentaba una curación? ¿le calmaría? Iba tan ensimismada pensando en eso y en que tenía que pedir el reporte completo de su avance en el hospital que la revelación de su padre la pilló desprevenida. No supo qué decir. ¿Él era mago también y había mentido? ¿Tenía algún tipo de poder? -Conozco vuestras cic…- Se quedó en silencio cuando siguió hablando, Arleen se acercó finalmente hasta su lado para mirarle el rostro cuando le hablaba porque esa era una regla del buen oyente cortés y ella era una persona educada. La morena apretó los dedos en un puño cuando escuchó aquello de su crianza. Su rostro, por supuesto, era un poema.  Los sentimientos afloraban en él con claridad. Confusión, preocupación e incluso lástima. ¿Por qué alguien heriría a su hijo?  Bajó la vista hacia sí misma preguntándose… Preguntándose tantas cosas que no podía encontrar respuesta a ninguna lo suficientemente rápido.

-No odio a los humanos…- Mencionó alzando la vista hacia Gelion -Si lo hiciera, no te hubiese curado. Es más…Sigrid es una buena persona, nos hemos conocido y es muy amable y se lleva bien conmigo incluso cuando soy bruja… ¿Tú…Usted…- Se corrigió negando con la cabeza, dándose cuenta de que a veces lo tuteaba sin querer – tiene magia?- Terminó por preguntar con un tono de clara confusión -¿Por qué…- Y es que no sabía si estaba entrando en terreno pantanoso pero le era imposible llegar a terminar aquella pregunta, simplemente, le podían los sentimientos encontrados. Se llevó las manos a la cara ocultando su rostro un momento para poder organizar sus pensamientos -No entiendo- Con el pulgar se masajeó el entrecejo, intentando dilucidar cómo un padre heriría a su hijo. Y sobre todo, dónde estaba su madre? Sayid nunca haría nada para herir a su primogénito pero si llegase a hacerlo, Arleen se pondría en medio. No lo permitiría.

-Lo sé pero necesitaba sentirme útil...Y pedirle una disculpa- Respondió cuando mencionó que debía descansar -Además, no quiero volver a casa ahora mismo. Sayid está teniendo una reunión de Descendientes y le dije que vendría a verte. Eres el único caso que tomé, ya te… os lo dije- Dejó escapar el aire, que formó una nube de vaho  -Aprovecharé para dejaros cómodo. Creo que quizás los jardines fueron mala idea, va a pillar un resfriado. Deberíamos ir a la academia a buscar vuestra habitación y una chimenea. Y quizás chocolate caliente o té- Y pareció estar de acuerdo, así que simplemente dieron media vuelta y lo dirigió a la academia donde lo dejó y después se fue a su casa.

Y corrió, corrió hasta que llegó a los jardines y los pulmones le dolían por el esfuerzo y respirar aquel aire tan frío. Se dejó caer en un banco y en cuanto paró sintió que se le volvía a revolver el estómago y aunque aún estaba tratando de controlar su respiración devolvió la bilis sobre el pasto. Maldijo…Se incorporó para ir a caminar hacia una fuente y metió las manos en el agua helada para coger un poco y enjuagarse la boca, tras eso lo escupió en el pasto de nuevo. Se mojó las manos otra vez y se las pasó por la cara.

Ella tenía que quedarse. No tenía muchas opciones si quería darle algo de estabilidad al bebé. Abajo no había hospitales, no había nada. ¿Anteia se quedaría? ¿Echarían a los renegados?  Empezaba de nuevo a sentir que se ahogaba y entonces llegó el patronus de Johan. Aún quedaba una misión, una a la que ella no podía ir. Necesitaba un trabajo, eso era lo que necesitaba y decirle a la Brigada que…Que no iría con ellos. Sería lo mejor. Aún no podía ver a Leila a la cara sin tener sentimientos encontrados y Gen tenía razón, debían actuar como una familia y esperaba que la Brigada en todo su esplendor pudiera ayudarla pero sin ella. Era lo mejor, Leila tendría apoyo y ella tendría la infraestructura de Ouroboros para su bebé.

Se abrazó a sí misma y cerró los ojos, sentándose en el borde de la fuente mientras pensaba en todas sus cualidades para conseguir un trabajo porque, pese a lo que dijeran los Descendientes, no les creía nada...La ilegalización se haría, lo tenía muy claro. Malditos snobs elitistas.

Mérida era demasiado rápida cuando quería y los pocos segundos que dudé en si seguirla o no habían sido suficiente para perderla de vista pero por suerte el chucho la había seguido y llevaba ya un buen rato sin recibir un baño. Seguí el rastro de ambos fuera de las dependencias de la guardia y después más allá hasta la zona de los jardines dónde el olor de ambos se separaba, seguramente el chucho había encontrado un lugar en el cual mear -Chucho feo- maldije por lo bajo siguiendo adelante buscando el olor a sándalo de la pelirroja.

El viento frío disolvía la esencia de Mérida y me había costado mucho encontrarla pero al final di con ella, es sentada en la fuente, abrazándose a sí misma. Me acerqué andando mientras me quitaba la chaqueta para ponérsela encima y antes de que pudiera rechazarla le puse uno de los botones -Hace frío, sé que tu no la necesitas pero puede que la alubia si- bueno, en verdad ella si pero con lo terca que era tenía que jugar esa carta.

No sabía por donde empezar pero lo mejor era hacerlo por la discusión que habíamos tenido en casa, me senté a su lado y miré al suelo mientras entrelazaba mis manos apoyándolas en mis rodillas -Mérida, siento lo de antes yo no estaba....- no, tenía que corregirme -yo no estoy bien y he acabado diciendo cosas que no siento de verdad además de no saber decirlas como es debido- de eso se había encargado Reiv, de hacerme ver que la había cagado y bien -No quiero que tengas que elegir, sé que te prometí que lo intentaría pero no puedo simplemente cambiar de la noche a la mañana y me vi saturado en el juicio... solo puedo pensar que Leila sigue siendo parte de los vuestros y en el fondo sé que no sois todos iguales, sé que tu no eres igual pero... no puedo evitar pensar que al principio no me creísteis ¿y si vuelve a pasar? ¿Qué pasa si se acerca a nuestro hijo?.... puede sonar a paranoia pero es así como me siento, aún así yo no soy nadie para retenerte y cuando dije eso fue porque no quiero que te sientas obligada a quedarte conmigo y porque sé lo que es que te alejen de tu hijo- aunque estaba claro que lo de Lila había sido... en fin, culpa mía por no perseguirlas -Si quieres irte no voy a detenerte, pero por favor, no pienses que no quiero a la alubia ni nada de eso, yo me haré cargo, te enviaré dinero y puedo ir a visitaros... y me gustaría que pudiera pasar tiempo conmigo también, que vaya a la academia y esas cosas que yo no pude tener-

Quizás si hablaba con Adael…Él siempre se había visto amable al hablar con ella. Quizás podía interceder por la Brigada como pretendía hacer Catherine. Hablar con el primo de Dyospiros no había servido de nada. Tenía…Anteia, Anteia iba a ayudarla seguramente. La ilegalización era sólo para la Brigada no para los renegados. Estaba segura de que si iba a verla le ayudaría. Su mente seguía bullendo de pensamientos mientras miraba uno de los bonitos árboles del jardín pero sin realmente verlo porque tenía la vista empañada y las lágrimas le caían por las mejillas. ¿Qué haría Imram? Al menos Rhados era un poco mayor, quizás podría adaptarse bien a la vida abajo. Quizás también debería hablar con él pero…

Cuando él se separó de la Brigada… Sintió que otra vez le faltaba el aire y la llegada de Kyllian la pilló desprevenida. Le miró un momento ceñuda y después desvió la mirada de nuevo al árbol. No iba a pelearle por la chaqueta, no tenía energía para eso. Lo dejó hablar sólo porque Gen le había dicho que quizás debería hablar con él. Después de todo, ella había ido a eso…A hablar con él para recibir una patada en el trasero y una flecha en el corazón. -Sí las sientes, Kyllian… Sólo que ahora te das cuenta de que me han dolido- Le soltó en un tono de voz ronco y bajo. Los borrachos eran sinceros y los niños mucho más -Elegir ya no depende de ti, ahora debo hacerlo sí o sí- Añadió y entonces la rubia volvió a salir en la conversación y Mérida apretó las muelas mientras más o más lágrimas caían por sus mejillas.  No le creía, no confiaba en la advertencia que le había hecho a Leila, daba por sentado que ella le dejaría acercarse a su bebé… ¿Por qué era de la Brigada, no?  ¿Era eso? -Maldita sea, deja de traer a Leila a la conversación… ¿Si vuelve a pasar qué?- Se giró hacia él para mirarlo a los ojos. Esperando…Esperando que se lo dijera -¿Ya has caído, no? ¿Qué soy una Brigadista? ¡No soy diferente de ninguno de ellos! ¡Soy una maldita Brigadista y muy orgullosa de serlo porque cada uno de ellos daría su vida por mí  y por nuestro hijo como yo lo haría por ellos o por Imram y Rhados! ¡LO DE LILA FUE UN ACCIDENTE Y TODOS PODEMOS CULPARNOS Y REGODEARNOS EN MIERDA, KYLLIAN, ESO NO VA A HACER A SOLUCIONAR NADA!-

Volvió a darse la vuelta porque no soportaría reconocer en aquella mirada que ella tenía razón... Que sabía que ella era miembro de la Brigada de las Mil Grullas, quién sabía hasta cuando. Y por supuesto, no le importaba un ápice ella. Sólo quería protección para su hijo. Estúpida. Eso era, una estúpida. Se creyó todo lo que le dijo, se creyó su maldito ritual -No te haré lo que te hizo Leila, pero no necesito que lo mantengas ni que me envíes dinero ni nada. Me encargaré de ello, de todo…Y sí, podrás visitarlo; a fin de cuentas, me tengo que quedar en esa maldita isla porque sé que es lo mejor para el bebé. No soy estúpida, Kyllian- Se secó las lágrimas que seguían cayendo porque decirlo en voz alta…Aceptar que quizás tenía que dejar a su familia la estaba carcomiendo por dentro. Definitivamente, tenía que ir a ver a Anteia -No te acerques a la Brigada y si no estás bien, habla con Anteia y busca ayuda. Todos debemos hacerlo- Le advirtió porque sabía que iba a terminar mal mientras se llevaba las manos a la cara y dejaba escapar el aire en un suspiro quedo. ¿Dónde todo se había ido a la mierda?

La mirada de la pelirroja me lo decía todo, no quería ni verme pero al menos había aceptado la chaqueta, cuando me senté a su lado no me rechazó así que empecé a hablar y a pedirle disculpas por lo ocurrido -No Mérida... yo no quiero que te vayas y tampoco quiero quitarte a la alubia, eso es cierto, pero porque ya había asumido que te quedarías conmigo y eso no es así- porque le había dicho que se fuera pero eso no era lo que yo quería, era lo que había supuesto que ella quería.

Mérida se había enterado sobre el exilio, eso estaba claro y ahora me sentía mal porque tuviera que elegir, pero yo quería que me entendiera así que le hablé con sinceridad pero eso no me aseguraba que ella dejara de estar enfadada y de hecho sentí que la estaba cagando más. Recibí su ira e intenté mantener la calma, si yo también empezaba a irritarme no solucionaríamos nada -Ya sé que eres de la brigada Mérida, pero tu eres diferente para mi, a ti...- se me atascaron las palabras que quería decir, el mido de hacerlo real no me dejaba así que me fui por otro camino - sé que tu no la dejarás acercarse, pero ¿y si tienes que dejar a la alubia con alguien en algún momento? ¿puedes asegurarme que si la dejas con tu familia no la dejarán acercarse ? después de todo... también son su familia, sigue siendo de los vuestros-

Ella se dio la vuelta y me evitó, tal vez así sería más fácil para ambos. Cuando dijo que se quedaría en la isla sentí que un gran peso se me iba de encima pero ella no parecía dispuesta a volver conmigo -Pero yo quiero hacerlo... quiero que seamos una familia, ya sé que la he cagado pero no es que haya tenido muchas relaciones serias en mi vida ¿sabes? me cuesta afrontar ciertas cosas, sobretodo porque siempre he pensado que si quieres a alguien perderlo es mucho más difícil- el chucho se acercó por fin lleno de nieve, seguro que había asustado a un par de niños por ahí porque traía un juguete en la boca, se lo quité y lo dejé a un lado -he perdido a todas las personas que he querido pero no quiero perderte a ti... hablaré con alguien y puedes volver al piso cuando quieras, es tu casa, yo me iré para que puedas estar cómoda- me levanté y me llevé las manos al culo porque no había limpiado la nieve antes de sentarme, no me quedaba mucho más por decirle y el chucho se había sentado a mirarnos, me metí las manos en el bolsillo del pantalón y le tiré una pelusa a ver si así se distraía.

Le tranquilizó que le dijera que no le quitaría al bebé y…Y no le pasó por alto que no quería que se fuera. Asumir…por supuesto, es que ese era al problema. Pero no quería responderle ¿Qué iba a responderle? ¿Gracias? Se quedó mirando en silencio más allá  -Me tienes en un altar que no me merezco- Murmuró, suspirando quedamente al recordar las palabras de Imram. Era eso..  -Puedo asegurarte que si le pido a alguien que se quede con nuestro hijo no permitirán que se acerque Leila si yo lo solicito exclusivamente. Y confío ciegamente en ellos. Quizás con Leila nos jugó en contra esa confianza, no fuimos capaces de ver que no estaba bien de la cabeza… Pero…Pero confío en mis amigos…en mis hermanos-  Y al oír eso de que eran su familia, la de Leila, sintió que algo se partía dentro de ella. Iba a tener que dejarlos, por el bien de ella y el propio. Se tapó la cara y empezó a llorar de nuevo. Iba a tener que dejar a sus hermanos… y eso la estaba matando por dentro.

Se limpió un poco la cara, sorbiendo los mocos porque Kyllian seguía hablando y lo cierto es que con cada palabra que decía…No sabía lo que estaba diciendo hasta que le dijo que que no quería perderla a ella. Se giró hacia él con las cejas alzadas recordando de pronto todo lo que le dijo en el hospital cuando le propuso matrimonio y abrió la boca varias veces como para decir algo, pero no podía, porque no le salía la voz con el ataque de llanto que estaba teniendo.  Se debía ver horrorosa, pero no le importaba. Se giró de nuevo, intentando calmarse, poner sus pensamientos en orden y bajó la cabeza hasta meterla entre las piernas y poder concentrarse.

Lo cierto es que aquello no ayudó mucho, pero Jamagoso se hizo un huevo y le pasó la nariz húmeda por la cara como preguntando qué le pasaba. Inspiró profundo un par de veces antes de incorporarse y mirar a Kyllian con el ceño fruncido -Te lo dije en el hospital…Vas a perderme, en algún momento de nuestra vida vas a hacerlo y por eso… ¿Vas a evitar vivir esto?- Se incorporó porque sencillamente ya no podía estar sentada, necesitaba moverse -¿Cómo te crees que me sentí yo cuando bajaste? ¿CÓMO CREES QUE ME SIENTO YO SABIENDO QUE VAS A BAJAR DE NUEVO?- Le gritó con fiereza agitando las manos que empezaban a recalentarse dejando entrever, apenas, algunas lenguas de fuego azul -¿CÓMO CREES QUE ME SIENTO SABIENDO QUE MI BRIGADA VA A BAJAR ALLÍ Y QUE QUIZÁS NO VUELVAN, QUE QUIZÁS NUNCA VUELVA  A VERLOS? ¿Y SABES QUE ES LO PEOR DE TODO ESTO? ¡QUE SI ESTÁS EN PELIGRO TE VAN A SALVAR EL CULO PORQUE ME AMAN A MÍ Y SABEN QUE YO TE QUIERO A TI!- Le gritó histérica porque sabía…sabía que era cierto, sabía que Cleo o Gen…Sabía que Ben y  Lyka si lo veían en apuros serían capaces de rescatarlo porque…porque era su pareja y porque ellos no dejaban a nadie atrás. ¿Reiv y Juliet harían lo mismo por ella? Se quedó mirándolo y tensó los labios, porque quizás lo cierto es que podían no estar en la misma página. Quizás la estúpida verdadera había sido ella…Quizás por eso Imram y Gen la habían mirado de esa manera. Se le aflojó el cuerpo y decidió ponerle fin a su sufrimiento, dejarlo todo claro -Dime que me quieres, que no soy sólo la mamá de tu bebé…Dime que te estás muriendo por dentro porque crees que puedes perderme. Dime que te cuesta respirar como a mí, dime que te arde el pecho, dime que odias la idea de volver al maldito piso solo…DÍMELO KYLLIAN-

No supe que responder cuando me dijo lo del altar, podía ser cierto, tal vez, pero lo cierto es que yo solo la conocía a ella, había tenido cuatro meses para vivir con ella y conocerla, saber como se reía y la cara que ponía cuando algo no le gustaba. Ella estaba segura sobre sus amigos, que no dejarían que se acercaran a la alubia pero yo no podía estar tan seguro y aún así estaba dispuesto a confiar en ella, tendría que hacerlo si al final íbamos a seguir caminos separados.

Seguí hablando obligándome a decirle todo lo que sentía a Mérida porque si lo dejaba pasar tal vez no habría otro momento, ella intentó interceder pero no le salían las palabras. Hubo un momento de silencio cuando me levanté y cuando había decidido marcharme ella empezó a hablar de nuevo, enfadada, subiendo el tono hasta acabar gritando... me gritó que me quería además de otras cosas pero me quedé con eso. Me giré para mirarla mientras ella me seguía reclamando cosas ahora sobre la misión, yo bajaría, eso estaba claro pero ahora tenía razones para querer volver.

No le dije nada cuando me lo pidió, no en ese mismo momento porque lo que quería era abrazarla y eso hice, me acerqué a ella y la tomé entre mis brazos, estrechándola con fuerza aunque forcejeara, aunque me pegara o me quemara con sus llamas no la iba a soltar -Claro que te quiero, te quiero... créeme, no suelo decirlo. Quiero que vuelvas a casa conmigo, quiero que te quedes conmigo y que no me dejes, sin ti hace demasiado frío Mer- la solté y le limpié las lágrimas con mis manos a pesar de que mis ojos empezaban a empañarse -No quiero volver a estar solo- la miré a los ojos y aún con las manos en sus mejillas la besé.

No oírlo…Ser consciente de su silencio la estaba devastando. Se le quedó mirando después de que le exigiera que le hablara pero no lo hizo, al menos no inmediatamente. Tras eso se acercó a ella  y cuando la abrazó, por supuesto que forcejeó. Ella no quería abrazos, ella quería que le respondiera. Pero en cuanto empezó a hablar poco a poco dejó de querer zafarse de sus brazos y escuchó lo que le decía… Lo que ella quería oír.

Alzó la mirada hacia él mientras le limpiaba las lágrimas, tenía el ceño fruncido pero no lo detuvo cuando la besó. Era un beso distinto, era un beso con más significado que cualquiera que hubiesen tenido en ese momento. Mérida se puso de puntillas y le pasó los brazos por el cuello, profundizando aquel beso, tratando de hacerle entender que lo quería…Que sí, que quería estar con él, que quería ser una familia con él.

Cuando se separó apoyó su frente en la de él antes de bajarse de puntillas y dejar su cabeza apoyada en su pecho, deseando que su calor permaneciera siempre con ella. Había hablado tanto que se había quedado sin palabras y, quizás, sin voz por tantos gritos pero al menos una parte de ella estaba en paz. La otra…era un caos. Cerró los ojos y no dejó de sentirse devastada por el destino de la Brigada. Pero no quería hablarlo con él… Quería… Quería… -Llévanos a casa, Kyll. Quiero dormir- Necesitaba descansar un par de horas antes de volver con toda la Brigada, necesitaba más fuerza para enfrentar lo que venía si Catherine no lograba solucionarlo -Y tienes que ir a la reunión de la misión- Murmuró, dejando escapar un suspiro y cerrando los ojos. Estaba agotada, estaba agobiada y sólo quería escapar de todo eso un ratito.

No solté a Mérida mientras forcejeaba por soltarse y en cuanto le dije lo que quería, eso que se me había atascado y que no difería mucho de lo que yo realmente sentía empezó a calmarse, cuando compartimos aquel beso sentí que las cosas serían diferentes desde aquel momento, al menos muchas tenían que cambiar entre ellas mi miedo a hacerlo oficial, expresar con palabras que la quería, eso era lo primero y todo lo demás vendría después a partir de ese punto.

Al separarnos no dijimos nada, solo miradas significativas y un abrazo largo, entre mis brazos podía sentir su calor a pesar del frío que nos rodeaba y me sentía bien, mucho mejor que solo en casa yo solo. Estaba agotado y ella también , me lo hizo saber cuando dijo que la llevara a casa pero lo de la reunión... no quería, no me apetecía y seguro se podían apañar sin mi -no, nos vamos a casa juntos- la levanté en brazos y busqué entre sus bolsillos para poder invocar al grifo, cuando el animal apareció me subí con ella llamando después al chucho para poder volver a casa.

A mi no me había llegado patronus sobre la misión así que no me preocupé por eso, en llegar a casa tomamos un baño caliente y después nos fuimos a dormir, ambos estábamos agotados y al menos yo dormiría hasta el día siguiente.

Sean y yo salimos con Aedan del salón de té, comenzando a dar un paseo por los alrededores hasta que llegamos a los jardines. Durante el camino no abordamos el tema que debíamos tratar, más bien comentamos cosas triviales sobre el nuevo alumno, o sobre las monerías que hacía Aedan. La verdad es que el crío estaba en una etapa bastante interactiva y graciosa, así que era fácil sacar conversación con él. Al llegar a zona segura le dejamos que fuese a jugar a unos toboganes, sentándonos nosotros en un banco cercano para vigilarle. Me crucé de brazos, dejando bastante a la vista unas enormes manoplas de lana que llevaba puestas para el frío. Suspiré mirando al frente, tratando de dar el primer paso para acabar ya con la absurda situación que teníamos desde hacía unos días.

- Bueno...no tengo ganas de seguir así mucho más tiempo, y supongo que tú tampoco. - me decidí a mirarle por fin, esperando que él dejase también de serme esquivo. - Te voy a ser sincero...lo de tantos turnos en el hospital era porque estaba mosqueado. Pero me duele que estemos así, así que... - me di cuenta de que estaba dando demasiadas vueltas, así que fui al grano. - No me gustó nada que me encerrases en una de tus burbujas-prisión. Así, sin motivo alguno y encima delante de gente. Me sentí humillado en público y no me habría esperado esa reacción. ¿Por qué lo hiciste, Sean?

La actitud de Lucio con Aedan era demasiado distante, ya habíamos hablado alguna vez de tener nuestra propia familia pero no parecía querer esforzarse por interactuar con el pequeño ¿qué haría cuando fuera un adolescente incontrolable?  yo al principio me había mostrado reacio a tener hijos pero él me había convencido... tal vez solo habló sin pensar y eso no me daba demasiada seguridad. Caminamos hasta llegar a un pequeño parque, no había muchos niños, tal vez  uno o dos con sus padres pero era normal dada la situación porque mientras nosotros estábamos en aparente calma Gio había bajado con mucho otros al campo de batalla, eché un vistazo a mi reloj y ya llevaban casi una hora de haber bajado -Ve a jugar Aedan... mira, este amiguito te acompañará- hice un pequeño muñeco de nieve... bastante feo la verdad, pero con el encantamiento adecuado pronto empezó a moverse, lo malo es que caminaba como si se quisiera morir pero el crío se reía a carcajadas, no sabía si con él o de su desgracia.

Me senté con Lucio echándole un vistazo rápido a su ropa invernal, hacía frío así que hice otro encantamiento para nosotros y así entrar en calor mientras vigilaba a Aedan sin perderlo de vista. Me crucé de brazos bastante serio o eso intentaba aparentar, yo no quería seguir con esa discusión, pero que no volviera a casa me había dolido casi más que su coqueteo con la chica aquella de la brigada y encima me confirmaba que había huido al hospital por eso. Me mordí el labio inferior mientras él me decía el porqué de su enfado pero no quise mirarlo, seguía con la vista al frente siguiendo a Aedan con la mirada -Entonces, te has enfadado conmigo por lo que la brigada pudiera pensar de ti y sin saber porqué estaba enfadado prefieres huir al hospital- bien, me quedaba claro su orden de preferencia para hacer las cosas.

Suspiré profundamente porque no quería tener una pataleta ahí mismo y decir cosas que no quería por el enfado y ya me había pasado un poco con el comentario anterior -Primero llegamos y te pillas del brazo con aquella chica dejándome atrás y después dejas que te coquetee y se acerque a ti de esa forma para pedirte que liberes a sus amigos, te encerré porque estaba enfadado, admito que no fue muy maduro por mi parte pero no vas a casa, te quedas toda la noche fuera y encima me entero al día siguiente que los has liberado, Catherine y yo ya les habíamos dicho que no los podíamos soltar, así que no desacreditaste solo a Jack como descendiente sino a nosotros dos, y como parece que lo que te importa es tu orgullo pues estamos a mano, tu pisas el mío y yo el tuyo- pues no había podido controlarme.

El lenguaje corporal de Sean me dio pistas de lo cerrado que estaba, con ese cruce de brazos y la cara seria. No parecía que tuviese muchas ganas de hablar, pero tocaba hacerlo si no queríamos simplemente callar y guardarnos las cosas. Me dolió que no me mirase cuando le expuse mis argumentos, y no me servía la excusa de vigilar al niño porque estábamos en un lugar más que seguro. La respuesta que me dio me dejó con la boca abierta un instante, hasta el punto de que tardé algunos segundos en reaccionar. Me eché hacia delante en el banco, apoyando las manoplas sobre las rodillas como si estuviese a punto de levantarme del sitio. - No, no lo has entendido. Me da igual lo que la Brigada piense de mí. Lo que me preocupa es tu intención de castigarme públicamente o de no pensar en lo que yo podía sentir por ello. Porque si estás enfadado esa no es la manera. Yo no tengo que ir detrás después de que hagas eso. Simplemente pudiste haber dicho que ya hablaríamos en casa, o algo así. Si me fui al hospital fue porque no tenía ganas aún para afrontar la conversación. - suspiré con tristeza, negando con la cabeza. Ahora fui yo el que se quedó mirando al pequeño Aedan mientras jugaba, feliz y ajeno a todo. Podía quedarse huérfano de padre ese día y él ni lo sabía.

Hice un sonido de exasperación por lo de la chica, sin entender para nada el ataque de celos repentino. - ¿Y qué pasa por eso, Sean? Tú también notaste que esa chica ejerció algún tipo de atracción extraña sobre nosotros, aquello no fue natural. Y aunque no hubiese sido así, tampoco me parece para tanto haber sido amable con ella, o haberle sonreído, o haberte soltado el brazo un momento. A ver si ahora resulta que voy a tener que ser cuidadoso de no echar una sonrisa de más a cualquier persona, sea del sexo masculino o femenino. - me salió un tono de indignación que intenté controlar, pero es que el asunto de los celos me ponía nervioso. Era como si no confiase en mí, o no tuviese seguridad en lo nuestro. No había necesidad de controlarnos el uno al otro. Por un momento casi saco el tema de que yo pensaba que él le gustaba a Gio, pero preferí callarme para no echar más leña al fuego. - Son inseguridades tuyas, creo que ya te he dejado claro muchas veces lo que siento por ti. Y sí, admito que lo de liberarlos fue un acto impulsivo que trajo más problemas que otra cosa. Pero entre el enfado y lo injusto que lo vi pues... negué por lo que dijo del orgullo, al menos yo no lo veía de ese modo ni lo hice con esa intención. - ¿Te parezco una persona orgullosa? ¿de las que no saben pedir perdón o que son egoístas y sólo piensan en ellas?

No quería perder de vista a Aedan porque la verdad, me daba pánico que se perdiera o algo y le había hecho aquel despojo de nieve para que jugara y para vigilarlo por si acaso, miedo me daba lo que llegara a hacer Catherine si algo le pasaba al pobre niño, aún así podría haber mirado a Lucio al menos un momento pero en realidad el orgulloso era yo aunque lo acusara a él de ello, no quería pelear pero tampoco ceder. Le dije al medimago lo que pensaba de todo aquel asunto y por un momento hubo silencio, lo miré cuando apoyó las manos en sus rodillas pero enseguida volví a mirar al frente cuando empezó a hablar.

-¿Qué? claro que no quería castigarte públicamente ¿me ves cara de verdugo o algo? ya te he dicho que no estuvo bien por mi parte pero tampoco me estás entendiendo a mi... y te has ido a trabajar todas esas horas, no has querido volver a casa, no ha pasado mucho tiempo desde que despertaste y...- no tenía muchas excusas que darle, tenía razón pero si hubiésemos hablado ese mismo día aunque fuera en la noche tal vez todo habría quedado en una discusión sin importancia, aunque yo tampoco podía decir mucho dado mi historial.

De nuevo se hizo un silencio entre ambos y entonces me dijo lo de la chica.. esa chica -¡No sabemos si fue ella! y no fuiste solo amable ¿acaso no te viste? estabas embobado con ella y si hizo lo mismo con los dos ¿por qué yo me quedé y tu no?- encima me estaba tratando de controlador con ese tono de indignado, que si, que me había pasado, si estaba celoso pero tampoco pensaba admitirlo tan fácilmente -Pues si, soy inseguro Lucio, estoy aprendiendo sobre la marcha ¿vale? es mi primera vez para todo, solo he tenido mis libros, no sé casi nada de relaciones, no sé... como controlar mis celos, no lo sé porque no los había tenido antes, me importa tres pepinos quien estuviera en esa celda, yo solo vi a mi prometido con esa chica, sonriendo como me tiene que sonreír a mi y no me gustó y me sentí muy culpable cuando no volviste a casa pero también estaba enfadado y llevamos una semana sin hablar, y.. y..- me detuve y me llevé el brazo a los ojos para no ponerme a llorar, a ver si encima me iba a decir llorica, que lo era, pero ya me torturaba yo mismo suficiente.

-no.. no lo eres..- y eso lo sabía muy bien, era una de las tantas cosas que me gustaban de él, su bondad, no había querido decir eso pero cuando me enfadaba no las tenía todas conmigo y la verdad solía cagarla. -Lo siento, no estuvo bien encerrarte- al final solo quedaba aceptar que me había equivocado, pero solo por encerrarlo.

Procuré mantenerme calmado en la medida de lo posible, no quería dejarme llevar o decir cosas que no quisiese en la charla-discusión o lo que fuese lo que estábamos haciendo. - Me refiero a recriminar en público, no te estoy llamando verdugo. - aclaré para que entendiese a qué me refería. Era mejor dejar asentadas esas cosas antes de tomar costumbres de discutir o tratar nuestros problemas fuera del ámbito privado. Decidí quitarme las manoplas de lana porque me estaba agobiando, dejándolas a un lado en el banco mientras él me decía que yo tampoco lo entendía. - Bueno, estoy de acuerdo en que me refugié en el trabajo y no abordé antes el tema, pero me da la sensación de que si yo no hubiese dado el primer paso tú tampoco me habrías buscado. Es como...como que esperas que sea yo el que vaya detrás. Y en este caso estaba dolido. - el tema de la chica parecía casi tan problemático como lo de haber estado sin hablar dos o tres días como mucho, pero yo tenía clarísimo que aquellas reacciones nuestras no habían sido naturales. Anda que no había medios para lograr ese tipo de efectos.

- Pues claro que tuvo que ser ella. Hay maneras para conseguir esas cosas. Amortentia, rubíes de Sodoma...y no creo que de la noche a la mañana a los dos nos atraigan las mujeres. Cualquiera que te oiga pensaría que me puse a besarla o algo así. Qué más da a quién de los dos afectase más...es una tontería que estemos discutiendo por eso. - me crucé de brazos haciendo un sonido de molestia, echando después un breve vistazo a Aedan mientras jugaba. No era cuestión que se nos perdiese en mitad de la discusión. Volví a mirarlo cuando admitió que era inseguro porque era muy novato en casi todo, pero tampoco es que yo tuviese mucha experiencia en relaciones. Suspiré al ver que lo estaba pasando mal, así que traté de adoptar otro tono un tanto más conciliador.

- No hay instrucciones para casi nada en la vida, Sean. Todos aprendemos sobre la marcha. - apoyé mi mano normal sobre la metálica, dudando un momento sobre realizar un acercamiento o no. Al final no me moví, esperé a que terminase de hablar. - Entonces no confíes en mí. Confía más en ti para estar seguro ante esas situaciones. Yo confío en ti lo suficiente como para no dudar porque sonrías a alguien, o como para darme cuenta de que te están influenciando para sentir atracción. Porque te conozco, y no voy a dudar sin fundamento. - asentí cuando me dijo que no era egoísta ni orgulloso, no eran adjetivos que fuesen conmigo. Finalmente también se disculpó por lo de encerrarme, y yo lo acepté rápidamente porque guardar rencor tampoco iba conmigo. - Vale. No más burbujas de encierro entre nosotros que acaben en crisis burbuja. - sonreí levemente por primera vez desde que nos habíamos sentado, pero todavía de manera discreta. - Yo me disculpo por haber evitado hablar del problema, y por haber provocado esa situación en el cónclave con lo de la Brigada. - aunque siguiese pensando que no merecían quedarse allí. Por lo de la chica no dije nada, no consideraba que tuviese culpa alguna.

Suspiré pesadamente algo enfadado porque no quería reconocer que Lucio tenía razón en todo, decidí callar y dejarlo hablar -AL final te habría buscado, no me gusta dormir solo...- dije por lo bajito mientras jugueteaba con mis manos y movía un pie apartando la nieve echando un vistazo de vez en cuando a Aedan. Que me dijera que no le atraían las mujeres lo puse un poco en duda pues recordaba que me dijo que lo intentó con una compañera suya del hospital o algo así, a parte del chico con el que salió en su juventud.

Tenía un punto con lo de la amortentia y esas cosas pero yo no sentí ningún indicio de magia en ella... tal vez por el enfado o porque me había afectado más a mi y me estaba haciendo sentir posesivo, eso no me gustaba, no que me lo dijera sino que de verdad yo lo fuera. No pude decir mucho más, tampoco iba a debatirle porque si cuando yo no tenía la razón, otra cosa es que lo admitiera de viva voz -No más burbujas...-  afirmé, él también se disculpó por lo de no abordar el problema de primeras -en realidad no me importa lo del cónclave, yo también los habría soltado en otras circunstancias, pero ya está todo demasiado tenso, sobretodo con Jack-

De nuevo un silencio entre ambos que no me gustaba nada, lo miré de reojo un momento y me mordí el labio una vez más, me lo pensé un poco antes de acercarme lo suficiente y poder apoyar mi cabeza sobre su hombro -No vuelvas a irte así... sé que tienes trabajo en el hospital pero no me gusta sentir que no quieres verme... lo siento, no quería hacerte sentir mal-

Debía reconocer que a mí tampoco me gustaba dormir sin él, aunque igual unos días de distanciamiento no nos habían ido mal para evitar confrontarnos. No era lo ideal, pero se habían calmado las aguas. Bajé la mirada a su pie mientras movía la nieve, acercándome un poco más a él en el banco. - ¿Me habrías buscado sólo para no pasar frío en la cama? - decidí preguntarle eso para picarlo gratuitamente, aunque ya no estaba mosqueado. Quería que me dijese cosas, tirarle de la lengua...

Suspiré aliviado cuando dijo que no más burbujas, no era una costumbre que quisiera que se quedase. - Mejor que no. Además, si yo me enfado...¿qué voy a hacer? ¿curarte mucho y llenarte de vendas? no está compensado. - me atreví a bromear un poco sobre el tema, estando casi seguro que al final podría convertirse en una anécdota graciosa de esas que se cuentan a los nietos. Me acerqué otro poco más, ya no estábamos cada uno sentado en una punta. Lo de Jack me hizo torcer el gesto, me daba mucha pereza hablar de él. - Lo sé. Por eso en el cónclave dije al acabar que estábamos todos muy crispados, que tocaba ceder algo por todas las partes. Demasiado ego y orgullo junto. - antes ya había, pero últimamente venía notándolo más, y no sólo por parte de Jack.

Sean hizo el acercamiento final, dejando su cabeza en mi hombro tras aquella mirada de reojo. Le respondí dándole un breve beso en la frente, de manera espontánea. - Ya está, no te preocupes. Ya lo hemos hablado. Creo que lo raro sería que no discutiésemos nunca por nada. - pasé un brazo sobre sus hombros para darle calor, dejando mi cabeza apoyada sobre la suya para mirar al frente. - Siempre puedes venir a buscarme al trabajo. Creo que hoy me va a hacer falta con lo que se viene...