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Recuerdo del primer mensaje :
Esta amplia cueva de difícil acceso se encuentra por los alrededores del pueblo abandonado de Bastion Hollow, subiendo un trecho en la ladera de una montaña. Durante años, sirvió como refugio a prófugos de la ley y disidentes. Ha sido testigo de varias escaramuzas, y muchas de sus piedras están teñidas de sangre. El derrumbamiento de una de sus paredes dejó recientemente al descubierto otra sección de la cueva con un riachuelo subterráneo y numerosas cámaras, hasta el momento desconocido, ampliando considerablemente el tamaño ya de por si grande de esta cueva.
Los magos nos favorecerían. Uh. Si, bueno. Era cierto. En teoría. -Creo que cualquier cosa excepto los humanos no nos vería como ratas de laboratorio. Hijos de…- Se notaba que a mi nadie me había lavado la boca con jabón, porque si yo hablaba mal lo de Savant no tenía nombre. Él le dio primero algo para que picoteara la urraca. Mientras tanto él me decía que las mujeres no eran todas como las drows. Fruncí el ceño. Si. Lo sabía. Bueno, esa era la teoría. Pero… -No me gustan las mujeres, son raras. Ugh. Saben más cosas de las que me gustaría. No se. Son distintas. No quiero saber de ellas. Que fuera un pájaro macho o hembra es distinto, pero…- Me froté la cara, pensando en la muchacha que me había salvado el culo. Eso era una buena acción, pero… ¿Y quién me decía que no hubiera sido por el otro chaval que llevaba conmigo?
Luego me explicó que usaban algo que inhibía mágica. Observé su gesto, como si aquello explicara algo más. ¿Era un aparato? ¿Un collar, como si fueran perros? Qué hijos de. No podía dejar de sentir cada vez más asco. Dijo que se lo arrancó. Tendí un poco la mano, como si quisiera decirle algo, pero se me atascaron las palabras en la garganta. Quería hablar, quería decirle tantas cosas… Pero es que aún no parecía que confiara mucho en mí. Cerré el puño y lo regresé a donde antes estaba, a mi lado. -Qué forma de humillar.- Tenía ganas de gritar.
Me dijo en un tono bastante severo que no me dejara atrapar. -Voluntariamente no lo haré, no te preocupes.- Chasqueé la lengua, pensativo. Me rascaba la nuca. Me hablaba de cortarle suministros. -¿Sabes? Podríamos… No se. Descubrir de donde sacan ellos el agua. Seguramente de algún deposito. Acumular venenos. Echarlos al agua. O escupirle, al menos… No sé si me entiendes. Vertidos tóxicos, lo natural no da para mucho. Gasolina. Todo eso es malísimo…- Le sonreí. Eso lo decía bastante en serio, y esperaba que se apuntara a ese plan… Porque yo no tenía mucha idea de como llevarlo a cabo.
Por supuesto se puso tenso en cuanto saqué la espada, y es que a la gente le impresionaba. Me reconocía como mago. -Si, mago. Digamos que lo soy. Tengo este trozo de cristal y lo transformo un poco en lo que me da la gana… Aunque al final acabo luchando físicamente, así que no hay tanta diferencia. Versatilidad.- Me echó una mirada extraña en cuanto le conté lo de destripar gente. Y yo me rascaba la nuca. -¿Radioactivo? No, que va.- No tenía ni puta idea en realidad. -Y no se transformará en nada si yo no lo provoco. Y un cacho tan pequeño… Como mucho en palillo de dientes- Tomé mi guiso, acercándomelo un poco a la nariz para olerlo. Lo repartió equitativamente, buena señal.
Decía que era una buena forma de cerrar aquel encuentro. Le dio un título a la comida para ello. ¿Cerrar? Casi me había olvidado que tendríamos que seguir cada uno por su lado. Suspiré un poco. Me comentó una tradición de “la gente de la superfície” -Sí. A veces en algún bar voy y pido algo. La gente habla mucho y come poco. ¿A tí te parece buena tradición? A mi cháchara nunca me sobra.- Tenía ganas de que me contara cosas o que fuera yo el que le dijera algo. Me lograba sacar un poco de mis asuntos. -¡Y buen provecho! Creo que dicen eso, umm…- Poco seguro de mis afirmaciones.
No parecía tener la vida más interesante. -Suena a venganza, pero… No sé si es la gente correcta. Aunque aún así, como más de esos hayan muertos, mejor.- Yo me apañé una cuchara con un trozo de cristal de la bolsa, que me quedaba un poco. Se me escapó una buena sonrisilla en cuanto sentí el sabor, ¡Hacía siglos que no comía nada digno! Definitivamente sabía más de cocina que yo. -Jo’er. Te’quedáo gico.- Hablé con la boca llena. Tragué. -Quizás los renegados pudieran pagarte algo por matar peña de la alianza. Más o menos lo que yo hago. No soy parte de estos, en realidad estoy como mercenario. Curo, porque hace poco que los conozco. En cuanto avance quizás optaré por cosas más agresivas. Me dan ganas…- Gruñí un poco, aunque el buen sabor del guiso me relajaba. -Y me suena que el sitio donde viven está protegido mágicamente o alguna porra de esas. No sé si me quedaré a vivir por allí. Supongo que si no me haré un zulo cerca. Pero no me fío de esta zona. Ya mandaron un centinela, vendrán más…- Bajé la mirada y suspiré. Se me quitaba el hambre, pero no quería hacerle un feo.
-En todo caso, conozco gente ahí. Le salvé el culo al jefe de no sé que resistencia. Seguro que si quisieras podrías instalarte allí cerca, si les digo que eres un conocido. Es el lugar más seguro. Al menos, no parece que hayan visto muchas drarañas, porque a mí como si fuera un marciano. Así que ni amenazas de las cuevas, ni de cosas de ahí fuera… No parecía mal chaval. No debería ser difícil convencerlo. Y si no, le gruño, que los dientes están para algo.
Luego me explicó que usaban algo que inhibía mágica. Observé su gesto, como si aquello explicara algo más. ¿Era un aparato? ¿Un collar, como si fueran perros? Qué hijos de. No podía dejar de sentir cada vez más asco. Dijo que se lo arrancó. Tendí un poco la mano, como si quisiera decirle algo, pero se me atascaron las palabras en la garganta. Quería hablar, quería decirle tantas cosas… Pero es que aún no parecía que confiara mucho en mí. Cerré el puño y lo regresé a donde antes estaba, a mi lado. -Qué forma de humillar.- Tenía ganas de gritar.
Me dijo en un tono bastante severo que no me dejara atrapar. -Voluntariamente no lo haré, no te preocupes.- Chasqueé la lengua, pensativo. Me rascaba la nuca. Me hablaba de cortarle suministros. -¿Sabes? Podríamos… No se. Descubrir de donde sacan ellos el agua. Seguramente de algún deposito. Acumular venenos. Echarlos al agua. O escupirle, al menos… No sé si me entiendes. Vertidos tóxicos, lo natural no da para mucho. Gasolina. Todo eso es malísimo…- Le sonreí. Eso lo decía bastante en serio, y esperaba que se apuntara a ese plan… Porque yo no tenía mucha idea de como llevarlo a cabo.
Por supuesto se puso tenso en cuanto saqué la espada, y es que a la gente le impresionaba. Me reconocía como mago. -Si, mago. Digamos que lo soy. Tengo este trozo de cristal y lo transformo un poco en lo que me da la gana… Aunque al final acabo luchando físicamente, así que no hay tanta diferencia. Versatilidad.- Me echó una mirada extraña en cuanto le conté lo de destripar gente. Y yo me rascaba la nuca. -¿Radioactivo? No, que va.- No tenía ni puta idea en realidad. -Y no se transformará en nada si yo no lo provoco. Y un cacho tan pequeño… Como mucho en palillo de dientes- Tomé mi guiso, acercándomelo un poco a la nariz para olerlo. Lo repartió equitativamente, buena señal.
Decía que era una buena forma de cerrar aquel encuentro. Le dio un título a la comida para ello. ¿Cerrar? Casi me había olvidado que tendríamos que seguir cada uno por su lado. Suspiré un poco. Me comentó una tradición de “la gente de la superfície” -Sí. A veces en algún bar voy y pido algo. La gente habla mucho y come poco. ¿A tí te parece buena tradición? A mi cháchara nunca me sobra.- Tenía ganas de que me contara cosas o que fuera yo el que le dijera algo. Me lograba sacar un poco de mis asuntos. -¡Y buen provecho! Creo que dicen eso, umm…- Poco seguro de mis afirmaciones.
No parecía tener la vida más interesante. -Suena a venganza, pero… No sé si es la gente correcta. Aunque aún así, como más de esos hayan muertos, mejor.- Yo me apañé una cuchara con un trozo de cristal de la bolsa, que me quedaba un poco. Se me escapó una buena sonrisilla en cuanto sentí el sabor, ¡Hacía siglos que no comía nada digno! Definitivamente sabía más de cocina que yo. -Jo’er. Te’quedáo gico.- Hablé con la boca llena. Tragué. -Quizás los renegados pudieran pagarte algo por matar peña de la alianza. Más o menos lo que yo hago. No soy parte de estos, en realidad estoy como mercenario. Curo, porque hace poco que los conozco. En cuanto avance quizás optaré por cosas más agresivas. Me dan ganas…- Gruñí un poco, aunque el buen sabor del guiso me relajaba. -Y me suena que el sitio donde viven está protegido mágicamente o alguna porra de esas. No sé si me quedaré a vivir por allí. Supongo que si no me haré un zulo cerca. Pero no me fío de esta zona. Ya mandaron un centinela, vendrán más…- Bajé la mirada y suspiré. Se me quitaba el hambre, pero no quería hacerle un feo.
-En todo caso, conozco gente ahí. Le salvé el culo al jefe de no sé que resistencia. Seguro que si quisieras podrías instalarte allí cerca, si les digo que eres un conocido. Es el lugar más seguro. Al menos, no parece que hayan visto muchas drarañas, porque a mí como si fuera un marciano. Así que ni amenazas de las cuevas, ni de cosas de ahí fuera… No parecía mal chaval. No debería ser difícil convencerlo. Y si no, le gruño, que los dientes están para algo.
Draraña
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Una draraña se arrastra desde los rincones más recónditos de aquella cueva, de manera lenta pero constante. El aroma a comida la ha atraído hasta aquí, aunque no sólo ha sido ese olor lo que la ha empujado a moverse. La conversación de aquellos drows había llegado a sus oídos, incitándola a salir en busca de presas, aunque éstas no eran de las más sencillas de cazar.
La criatura se oculta tras un par de rocas grandes desprendidas en la entrada de la galería en la que están los drow, tras recorrer el último tramo del túnel que llevaba a dicha cámara. Un desagradable siseo se hace audible en ese momento, segundos antes de que la draraña trepe por la roca de la entrada para subir desde ahí al techo de la cámara, cayendo desde arriba sobre uno de los drows, Dyospiros. El ser trata de aprisionarlo entre sus patas, buscando el modo de clavarle el aguijón que lo dejaría a su merced.
La criatura se oculta tras un par de rocas grandes desprendidas en la entrada de la galería en la que están los drow, tras recorrer el último tramo del túnel que llevaba a dicha cámara. Un desagradable siseo se hace audible en ese momento, segundos antes de que la draraña trepe por la roca de la entrada para subir desde ahí al techo de la cámara, cayendo desde arriba sobre uno de los drows, Dyospiros. El ser trata de aprisionarlo entre sus patas, buscando el modo de clavarle el aguijón que lo dejaría a su merced.
Zampo como si no hubiera un mañana, que oye, puede que no lo haya, mientras el se dedica a decir que no le gustan las mujeres. Yo no tengo nada en contra de las de la superficie, siempre que no sean cientificas de la alianza o soldados de esa misma faccion.
-Pobre Vor. No son para tanto
Me atraganto con un hueso de conejo pero tras toser logro devolverlo a mi boca, donde lo masco y lo remasco y me vengo de él antes de escupirlo. Roac tras terminar de zampar tambien se habia puesto a juguetear con el trocito de cristal brillante, picoteandolo y flipando en colores, fijo. Entonces grazna, lo agarra y echa a volar, saliendo de la camara y posteriormente de la cueva. -Que raro.
Pero como yo no he oido nada porque ademas estoy medio sordo, sigo a lo mio. Me detengo un momento con eso de que menuda forma de humillar, no queria seguir pensando en ello. Mi gesto se ensombrece aun mas -Cambiemos de tema. -lo habia contado, pero no me encontraba aun lo suficientemente fuerte como para volver sobre aquello una y otra vez ni para regodearme sobre la historia. Se me ilumina la mirada poco a poco por su idea, pareciendome adecuada. ¿No lo habrian intentado otros antes?
-Podria ser...si, por qué no? Agua, electricidad. Eso seria mas efectivo que cazarlos uno a uno por las calles. Pero...necesitaremos informacion. -me llevo otra buena porcion de comida a la boca, el vodka y las hierbas la verdad es que han hecho un buen trabajo dandole sabor a la exigua carne de conejo. Ademas, hay trozos de seta por ahi dando vueltas. Atiendo a su explicacion sobre ser mago guerrero, comprendiendo rapido. -Si, me gusta la tradicion de reunirse alrededor de una mesa o una hoguera para comer. Tienen buenas costumbres. Buenas celebraciones. - una vez mas, se apreciaba el amargor en mi voz. -Yo estutve en navidad en una taberna. Es digno de ver. Se pasaron el rato cantando canciones y comiendo hasta estar demasiado borrachos o cansados.
Todo eso, claro, habia sido antes de que me cazasen. Pero me acordaba de aquello. Yo lo habia observando feliz, desde un segundo plano por supuesto, en esa misma taberna. Me habia bastado con contemplarlo. Dejo de divagar al continuar escuchando la voz de Vor'Kalth. Sopesando ese ofrecimiento. Acercarme a un nucleo de magos podia beneficiar a mi supervivencia. Si seguia por libre mucho tiempo mas...podia acabar mal de nuevo.
-Me pregunto si esos magos tolerarán tener a otro drow por la zona. - no necesitaba que fuesen amigos, solo que me tolerasen.
Como si la mencion de Vor a las drarañas la hubiese invocado, escucho el siseo de una criatura. Antes no me habia apercibido de nada, demasiado silenciosa para mi. Suelto mi plato-cristal y pongo mis armas en mis manos en los mismos tres segundos que tarda la draraña en entrar y trepar al techo, con la velocidad de una centella. No dejo que el susto se apodere de mi ni por un instante aunque el ver a la criatura esa alli me hace pensar que algunas sacerdotisas bordes puedan haber dado con mi guarida. El bicho se me tira encima y me aplasta, obviamente tiene mas fuerza que yo. Me protejo con mi daga de su aguijón y con la espada suelto un tajo a una de sus patas para evitar que me aprisione. Todo ocurre muy deprisa, en poco menos de un parpadeo, y no tengo del todo bien localizado el aguijon de la draraña....
Dado 1- exito o fracaso deteniendo aguijon
Dado 2- exito o fracaso cortando pata!
-Pobre Vor. No son para tanto
Me atraganto con un hueso de conejo pero tras toser logro devolverlo a mi boca, donde lo masco y lo remasco y me vengo de él antes de escupirlo. Roac tras terminar de zampar tambien se habia puesto a juguetear con el trocito de cristal brillante, picoteandolo y flipando en colores, fijo. Entonces grazna, lo agarra y echa a volar, saliendo de la camara y posteriormente de la cueva. -Que raro.
Pero como yo no he oido nada porque ademas estoy medio sordo, sigo a lo mio. Me detengo un momento con eso de que menuda forma de humillar, no queria seguir pensando en ello. Mi gesto se ensombrece aun mas -Cambiemos de tema. -lo habia contado, pero no me encontraba aun lo suficientemente fuerte como para volver sobre aquello una y otra vez ni para regodearme sobre la historia. Se me ilumina la mirada poco a poco por su idea, pareciendome adecuada. ¿No lo habrian intentado otros antes?
-Podria ser...si, por qué no? Agua, electricidad. Eso seria mas efectivo que cazarlos uno a uno por las calles. Pero...necesitaremos informacion. -me llevo otra buena porcion de comida a la boca, el vodka y las hierbas la verdad es que han hecho un buen trabajo dandole sabor a la exigua carne de conejo. Ademas, hay trozos de seta por ahi dando vueltas. Atiendo a su explicacion sobre ser mago guerrero, comprendiendo rapido. -Si, me gusta la tradicion de reunirse alrededor de una mesa o una hoguera para comer. Tienen buenas costumbres. Buenas celebraciones. - una vez mas, se apreciaba el amargor en mi voz. -Yo estutve en navidad en una taberna. Es digno de ver. Se pasaron el rato cantando canciones y comiendo hasta estar demasiado borrachos o cansados.
Todo eso, claro, habia sido antes de que me cazasen. Pero me acordaba de aquello. Yo lo habia observando feliz, desde un segundo plano por supuesto, en esa misma taberna. Me habia bastado con contemplarlo. Dejo de divagar al continuar escuchando la voz de Vor'Kalth. Sopesando ese ofrecimiento. Acercarme a un nucleo de magos podia beneficiar a mi supervivencia. Si seguia por libre mucho tiempo mas...podia acabar mal de nuevo.
-Me pregunto si esos magos tolerarán tener a otro drow por la zona. - no necesitaba que fuesen amigos, solo que me tolerasen.
Como si la mencion de Vor a las drarañas la hubiese invocado, escucho el siseo de una criatura. Antes no me habia apercibido de nada, demasiado silenciosa para mi. Suelto mi plato-cristal y pongo mis armas en mis manos en los mismos tres segundos que tarda la draraña en entrar y trepar al techo, con la velocidad de una centella. No dejo que el susto se apodere de mi ni por un instante aunque el ver a la criatura esa alli me hace pensar que algunas sacerdotisas bordes puedan haber dado con mi guarida. El bicho se me tira encima y me aplasta, obviamente tiene mas fuerza que yo. Me protejo con mi daga de su aguijón y con la espada suelto un tajo a una de sus patas para evitar que me aprisione. Todo ocurre muy deprisa, en poco menos de un parpadeo, y no tengo del todo bien localizado el aguijon de la draraña....
Dado 1- exito o fracaso deteniendo aguijon
Dado 2- exito o fracaso cortando pata!
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El miembro 'Dyospiros' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
#1 'Probabilidad' :
--------------------------------
#2 'Probabilidad' :
#1 'Probabilidad' :
--------------------------------
#2 'Probabilidad' :
-¡Lo son, lo son! Uggggggggh no quiero saber nada de mujeres. ¡Horribles!- ¿Eso de reproducirse? No iba conmigo. Tenía menos sentido de la supervivencia que una ameba… Aunque hasta una ameba tenía. Le observé mascar casi con rabia algo que luego escupió, sorprendido un… Poquito con sus modales. También me fijé en qué tan ruidoso se puso Roac con el cristal, y que luego simplemente se marchó. Tal vez guardaría aquel pequeño tesoro en algún lugar. Esperaba que se acordara de él. -Seguro que está escondiéndolo en algún lugar, espero que no se olvide de ello cuando os marchéis.
Me mandó a callar en cuanto mencioné por última vez el tema de las experimentaciones. -Ah, p-perdón, no era mi intención…- Se me iba muchísimo de las manos y se notó que estaba quizás un poco ausente, pensando demasiado en los hechos y no las consecuencias para mi compañero. Aunque mi idea pareció alegrarle. Eso me permitió vovler a ergirme un poco, orgulloso de poder haber tenido algo ocurrente. -¡Información! Estoy seguro que los renegados tendrán de eso. ¡Va a ser una idea estupenda, créeme!- Estaba emocionandome con la idea de matar gente de una forma cruel y rastrera. ¡Pero era un drow! Eso era lo que la gente se esperaba de mi. Sin duda la sonrisilla siniestra que lucía, con todos mis dientacos al aire, decía mucho de mí.
Me explicaba más cosas de tradiciones con algo que yo habría llamado tristeza. Paré durante un momento de comer. Parecía que… En parte, él echaba un poco en falta todo aquello. Como si le importara. Pero a su vez demostraba tenerle asco. Agaché un poco los ojos, sintiéndome mal. -No todos te dirán nada si tu te pones a cantar. Créeme. Yo… Nunca he pasado por algo similar, pero… Bebí un poco. Con un amigo. Y no pasó nada.- Traté de darle esperanzas con otra sonrisa, menos extraña, más infantil.
Se hizo una pregunta al comentar lo de los renegados. No lo tenía claro, pero me debían una, ¡Y vaya una que me debían! No me importaba aprovecharme del enchufe que debía tener por salvar a uno de los jefazos… Aunque quizás ya mandaba poco, ¡Pero no me importaba! Iba a hacerlo. Si no admitían otro drow, que yo mismo podría ocuparme de buscarle algún sitio, se iban a quedar sin curandero. Lo tenía decidido. Me olvidaba de que yo estaba allí por asuntos monetarios, y por otros un poco más intangibles. -¡Lo harán! Créeme. A mi no me miran feo por ser lo que soy, si no les parece mal un drow de dudosa sangre, menos les parecerá un drow de verdad.- La lógica, yo eso me lo pasaba por el forro.
Entonces se escuchó un sonido que me erizó todos los pelos. Dyospiros reaccionó muchísimo más rápido, y en cuestión de segundos estaba armado y de pie. Acababa de entrar algo. Una puta draraña. En toda su esplendor, con aquel gigantesco y amorfo cuerpo suyo y con esas horrendas patas, y… ¿Era eso un pecho? Solté un gruñido de puto asco mientras yo mismo me preparaba. Por suerte se arrojó a por mi compañero, que mucho más precavido tuvo bastante facilidad para protegerse a si mismo. Le vi debatirse con la bestia, parecía muy buen luchando. Yo transformé el plato casi corriendo en una daga, mientras que formé una espada con el trozo de cristal de la bolsa. No sé porqué hice esa elección… Quizás fue cosa de mimetizar a Dyospiros.
Me incorporé muy rápido. Tenía miedo. Tenía jodido miedo. Aquella cosa era enorme. ¡Pero que enorme! No pensé demasiado en mi estrategia… Sospesé un poco la daga y la arrojé contra el pecho de la criatura. Y sin siquiera ver si había dado, cogí la espada para intentar cortarle otra pata, para intentar ayudar a Dyospiros. -¿¡QUÉ COÑO PINTA UNA DE ESTAS TAN EN LA PUTA SUPERFÍCIE!? ¡ME CAGO EN SU JODIDA MADRE!- Grité mientras corría a zancadas para dar un corte horizontal, un tanto torpe, por miedo de hacerle daño a mi compañero. Esperaba que con eso pudiera salir de ahí… -¡DÉJALE EN PAZ!- Yo jugaba a ser un héroe.
(Primer dado para el dagazo, el segundo para el corte con su espadica cristaloide)
Me mandó a callar en cuanto mencioné por última vez el tema de las experimentaciones. -Ah, p-perdón, no era mi intención…- Se me iba muchísimo de las manos y se notó que estaba quizás un poco ausente, pensando demasiado en los hechos y no las consecuencias para mi compañero. Aunque mi idea pareció alegrarle. Eso me permitió vovler a ergirme un poco, orgulloso de poder haber tenido algo ocurrente. -¡Información! Estoy seguro que los renegados tendrán de eso. ¡Va a ser una idea estupenda, créeme!- Estaba emocionandome con la idea de matar gente de una forma cruel y rastrera. ¡Pero era un drow! Eso era lo que la gente se esperaba de mi. Sin duda la sonrisilla siniestra que lucía, con todos mis dientacos al aire, decía mucho de mí.
Me explicaba más cosas de tradiciones con algo que yo habría llamado tristeza. Paré durante un momento de comer. Parecía que… En parte, él echaba un poco en falta todo aquello. Como si le importara. Pero a su vez demostraba tenerle asco. Agaché un poco los ojos, sintiéndome mal. -No todos te dirán nada si tu te pones a cantar. Créeme. Yo… Nunca he pasado por algo similar, pero… Bebí un poco. Con un amigo. Y no pasó nada.- Traté de darle esperanzas con otra sonrisa, menos extraña, más infantil.
Se hizo una pregunta al comentar lo de los renegados. No lo tenía claro, pero me debían una, ¡Y vaya una que me debían! No me importaba aprovecharme del enchufe que debía tener por salvar a uno de los jefazos… Aunque quizás ya mandaba poco, ¡Pero no me importaba! Iba a hacerlo. Si no admitían otro drow, que yo mismo podría ocuparme de buscarle algún sitio, se iban a quedar sin curandero. Lo tenía decidido. Me olvidaba de que yo estaba allí por asuntos monetarios, y por otros un poco más intangibles. -¡Lo harán! Créeme. A mi no me miran feo por ser lo que soy, si no les parece mal un drow de dudosa sangre, menos les parecerá un drow de verdad.- La lógica, yo eso me lo pasaba por el forro.
Entonces se escuchó un sonido que me erizó todos los pelos. Dyospiros reaccionó muchísimo más rápido, y en cuestión de segundos estaba armado y de pie. Acababa de entrar algo. Una puta draraña. En toda su esplendor, con aquel gigantesco y amorfo cuerpo suyo y con esas horrendas patas, y… ¿Era eso un pecho? Solté un gruñido de puto asco mientras yo mismo me preparaba. Por suerte se arrojó a por mi compañero, que mucho más precavido tuvo bastante facilidad para protegerse a si mismo. Le vi debatirse con la bestia, parecía muy buen luchando. Yo transformé el plato casi corriendo en una daga, mientras que formé una espada con el trozo de cristal de la bolsa. No sé porqué hice esa elección… Quizás fue cosa de mimetizar a Dyospiros.
Me incorporé muy rápido. Tenía miedo. Tenía jodido miedo. Aquella cosa era enorme. ¡Pero que enorme! No pensé demasiado en mi estrategia… Sospesé un poco la daga y la arrojé contra el pecho de la criatura. Y sin siquiera ver si había dado, cogí la espada para intentar cortarle otra pata, para intentar ayudar a Dyospiros. -¿¡QUÉ COÑO PINTA UNA DE ESTAS TAN EN LA PUTA SUPERFÍCIE!? ¡ME CAGO EN SU JODIDA MADRE!- Grité mientras corría a zancadas para dar un corte horizontal, un tanto torpe, por miedo de hacerle daño a mi compañero. Esperaba que con eso pudiera salir de ahí… -¡DÉJALE EN PAZ!- Yo jugaba a ser un héroe.
(Primer dado para el dagazo, el segundo para el corte con su espadica cristaloide)
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El miembro 'Vor'Kalth' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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La criatura no sólo no consigue clavar su agujión a Dyospiros, sino que además recibe un corte fatal en una de sus patas. Esto hace que emita un chillido agudo, a la par que desagradables excrecencias surgen del miembro amputado. Pero todavía le quedan más golpes por recibir. Tras perder el equilibrio por la pérdida de una pata, pierde otra de ellas, recibiendo además un dagazo en el pecho. Aunque no resulta mortal sí es una herida grave. Ahora sólo le quedan seis patas, además está perdiendo sangre por la herida de la daga. Otro agudo chillido retumba en la cueva, cada vez está más furiosa con los exitosos drows.
En esta ocasión sus ojos buscan con avidez a aquel que le ha arrojado la daga al pecho. Se abalanza sobre Vor, aunque de manera renqueante y como buenamente puede, estirando sus brazos hacia él para tratar de clavarle las uñas en las ojos, mientras que vuelve a hacer otro intento de clavar su aguijón para tratar de paralizar a la presa. Sólo de ese modo podría comerse a uno de ellos, aunque al ser dos iba a costarle demasiado, sobre todo al estar herida. Sus chillidos puede que hayan alertado a otras drarañas, pero por el momento está ella sola, tratando de reducir a los impetuosos elfos oscuros.
En esta ocasión sus ojos buscan con avidez a aquel que le ha arrojado la daga al pecho. Se abalanza sobre Vor, aunque de manera renqueante y como buenamente puede, estirando sus brazos hacia él para tratar de clavarle las uñas en las ojos, mientras que vuelve a hacer otro intento de clavar su aguijón para tratar de paralizar a la presa. Sólo de ese modo podría comerse a uno de ellos, aunque al ser dos iba a costarle demasiado, sobre todo al estar herida. Sus chillidos puede que hayan alertado a otras drarañas, pero por el momento está ella sola, tratando de reducir a los impetuosos elfos oscuros.
Desgraciadamente, las conversaciones sobre complots contra la alianza humana, boikotes, historias sobre tradiciones y demases se habian quedado atras con el final de la cena y la aparicion de la draraña. No hay tiempo para cuestionarse en mas profundidad el por qué de su presencia aqui, pero si me deja algo claro: me va a tocar mudarme. No siento el mordisco del aguijon entendiendo que he andado atinado en la parada con la daga, y el desagradable crujir del exoesqueleto de la criatura me hace sonreir con malicia, saliendo de debajo de ella con una agil voltereta, viendo que le he rebanado una pata y que Vor ha conseguido otro tanto con su cristal polifacetico.
Al estar en pie, veo que la draraña sigue viva pese a tener una daga clavada en el pecho. No tengo mucha idea de su anatomia, solo habia visto un nido de drarañas una vez en toda mi vida, y no me habian atacado porque no me habia metido en su territorio. Por eso me parecia tan raro ver a una alli sola...igual se estaban volviendo independientes y solitarias y salian a cazar cuando tenian hambre, o igual habia alguien tras ella. Decide cambiar de victima, yendo a por Vor, mas concretamente, sus ojos. Me da un chispazo a la cabeza porque sé que como consiga atrapar su cabeza le va a sacar los dos ojos si el no logra defenderse. Y sé el ruido que hace eso y la cara que se queda luego y no me apetece verlo otra vez
-Maldita sea... -como ha dejado de prestarme atencion, lo tengo facil para saltar sobre su abdomen cual salto al potro, encaramandome con ambas piernas ahi, mi pecho contra su espalda practicamente, a salvo de su aguijon. Agarro su pelo para tirar de su cabeza hacia atrás, con la mano de la espada. Habria podido hundir la espada en su espalda directamente, pero viendo la daga que lleva en el pecho, no se si eso seria suficiente. Ademas, prefiero algo más...personal, mas cercano. Preparo la mano de la daga, ahora que los brazos de la draraña andan ocupados tratando de desojar a mi compañero, y llevo mi arma a la garganta de la drarña con todas las intenciones del mundo de cortarsela. Como no quite los uñates de la cara de Vor para apartar mi daga de su cuello, sin duda llegaría a tiempo de cortarselo bien cortado.
Al estar en pie, veo que la draraña sigue viva pese a tener una daga clavada en el pecho. No tengo mucha idea de su anatomia, solo habia visto un nido de drarañas una vez en toda mi vida, y no me habian atacado porque no me habia metido en su territorio. Por eso me parecia tan raro ver a una alli sola...igual se estaban volviendo independientes y solitarias y salian a cazar cuando tenian hambre, o igual habia alguien tras ella. Decide cambiar de victima, yendo a por Vor, mas concretamente, sus ojos. Me da un chispazo a la cabeza porque sé que como consiga atrapar su cabeza le va a sacar los dos ojos si el no logra defenderse. Y sé el ruido que hace eso y la cara que se queda luego y no me apetece verlo otra vez
-Maldita sea... -como ha dejado de prestarme atencion, lo tengo facil para saltar sobre su abdomen cual salto al potro, encaramandome con ambas piernas ahi, mi pecho contra su espalda practicamente, a salvo de su aguijon. Agarro su pelo para tirar de su cabeza hacia atrás, con la mano de la espada. Habria podido hundir la espada en su espalda directamente, pero viendo la daga que lleva en el pecho, no se si eso seria suficiente. Ademas, prefiero algo más...personal, mas cercano. Preparo la mano de la daga, ahora que los brazos de la draraña andan ocupados tratando de desojar a mi compañero, y llevo mi arma a la garganta de la drarña con todas las intenciones del mundo de cortarsela. Como no quite los uñates de la cara de Vor para apartar mi daga de su cuello, sin duda llegaría a tiempo de cortarselo bien cortado.
Dyospiros se defendió como de puta madre, para ser así, sinceros. Salió del agarre que le había preparado la puta draraña casi ileso, con una voltereta y rebosando estilo. Aunque no me hacía demasiada gracia los chillidos que metía… Porque imaginaba que el escándalo se oía bastante. Y eso significaba que tendríamos que salir de allí de inmediato, aunque al menos el drow parecía tener ya planeado salir de allí pronto. El problema es que la draraña me hizo caso. Poco después de que se le escapara mi compañero, pareció fijarse en mí.
Mierda, pensé. Mierda, mierda, mierda. Por haber dividido el cristal en distintos objetos, véase los platos, la cuchara que me había montado, la daga que acababa de arrojarle… Tenía solo lo que llevaba en la otra mano: La espada. Una sola espada para parar una draraña que tenía ganas de vaciarme las cuencas de los ojos, a la fuerza. -Me cago en tu…- Gruñí. Entonces me fijé en mi compañero montarse en la draraña, casi como quien va en caballo. Lo agradecí interiormente mientras me agachaba en búsqueda de otra arma, no sintiéndome especialmente cómodo con una mano vacía. Y casualmente, lo que más cerca tenía era una botella de vodka.
Puse la espada en posición horizontal en cuanto vi sus brazos acercarse, esperando que con ello le costara agarrarme los ojos. Pensaba en hacerle un corte en cuanto cacé por el rabillo del ojo el segundo movimiento que realizaba… Que era intentar clavarme un puto aguijón. Agradecí interiormente la precaución que tomé de conseguir algo para mi otra mano. No se me ocurrió nada más que reventar la botella contra el culo de araña que se gastaba. Vi cristal salir volando por todas partes, así como los restos de aquel alcohol desparramarse. -... ¡DESGRACIADA!- ¿Cómo demonios le iba a contar a Yaroslav que había desperdiciado un cuarto de vodka (del malo) en proteger mi vida? ¡Era inaceptable!
Con toda la rabia del mundo traté de tapar el aguijón con la botella partida, así, como un tapón mal apañado. Si lograba que se quedara clavado estaba seguro de que iba a poder darnos mucho menos por culo. La cosa es que con los nervios que tenía encima y los intentos que hacía por controlar un poco el instinto, para no salir loco de ahí, me estaba fallando toda la precisión del mundo. Y jadeaba. Porque aún no estaba del todo recuperado.
(Primera lanzada por si la espada logra parar brazos si lo intenta, la segunda por si logra clavarle la botella)
Mierda, pensé. Mierda, mierda, mierda. Por haber dividido el cristal en distintos objetos, véase los platos, la cuchara que me había montado, la daga que acababa de arrojarle… Tenía solo lo que llevaba en la otra mano: La espada. Una sola espada para parar una draraña que tenía ganas de vaciarme las cuencas de los ojos, a la fuerza. -Me cago en tu…- Gruñí. Entonces me fijé en mi compañero montarse en la draraña, casi como quien va en caballo. Lo agradecí interiormente mientras me agachaba en búsqueda de otra arma, no sintiéndome especialmente cómodo con una mano vacía. Y casualmente, lo que más cerca tenía era una botella de vodka.
Puse la espada en posición horizontal en cuanto vi sus brazos acercarse, esperando que con ello le costara agarrarme los ojos. Pensaba en hacerle un corte en cuanto cacé por el rabillo del ojo el segundo movimiento que realizaba… Que era intentar clavarme un puto aguijón. Agradecí interiormente la precaución que tomé de conseguir algo para mi otra mano. No se me ocurrió nada más que reventar la botella contra el culo de araña que se gastaba. Vi cristal salir volando por todas partes, así como los restos de aquel alcohol desparramarse. -... ¡DESGRACIADA!- ¿Cómo demonios le iba a contar a Yaroslav que había desperdiciado un cuarto de vodka (del malo) en proteger mi vida? ¡Era inaceptable!
Con toda la rabia del mundo traté de tapar el aguijón con la botella partida, así, como un tapón mal apañado. Si lograba que se quedara clavado estaba seguro de que iba a poder darnos mucho menos por culo. La cosa es que con los nervios que tenía encima y los intentos que hacía por controlar un poco el instinto, para no salir loco de ahí, me estaba fallando toda la precisión del mundo. Y jadeaba. Porque aún no estaba del todo recuperado.
(Primera lanzada por si la espada logra parar brazos si lo intenta, la segunda por si logra clavarle la botella)
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El miembro 'Vor'Kalth' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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Draraña
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Las ansias de la draraña por vaciar las cuencas de los ojos del drow son inmensas. Cuando los tuviese en sus manos podría sorberlos con calma, uno a uno, todo eso tras haberle pasar un tormento al arrancarlos. Él seguiría vivo, por supuesto, pero con un terrible dolor y la imposibilidad de ver, lo que le dejaría a su merced aún cuando no acertase a clavarle el aguijón. No tuvo suerte en el cometido de dejarlo sin ojos, sus ganas de hacerlo provocan que cometa un absurdo error. Al lanzarse contra él no tiene en cuenta la espada que el drow interpone, perdiendo sus manos por el corte contra la hoja, debido a la inercia del último salto hacia él.
En el salto final también adelanta la parte del aguijón hacia el drow, de tal manera que éste acaba clavado en el abdomen de Vor, que no consigue evitar el ataque a pesar de haber roto la botella con la que pretende defenderse. El veneno se inyecta en el cuerpo del elfo oscuro de manera irremediable, un veneno que en primer lugar le produciría una parálisis que le impediría moverse, cada vez más y más. El resto de efectos los irá descubriendo poco a poco. El ataque no llega más lejos gracias a la intervención de Dyospiros, que aprovecha que la draraña ha dejado de hacerle caso. Un corte limpio en la garganta justo un par de segundos después de que ella hubiese envenenado a Vor. Aquello podía quedar como un K.O. doble, pero la primera en caer es la draraña. O más concretamente su cabeza, que rueda por el suelo hasta chocar con una roca que la detiene, quedando frente a ellos con una expresión grotesca en el rostro, de mudo horror, como si no esperase ese final.
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Draraña muerta
En el salto final también adelanta la parte del aguijón hacia el drow, de tal manera que éste acaba clavado en el abdomen de Vor, que no consigue evitar el ataque a pesar de haber roto la botella con la que pretende defenderse. El veneno se inyecta en el cuerpo del elfo oscuro de manera irremediable, un veneno que en primer lugar le produciría una parálisis que le impediría moverse, cada vez más y más. El resto de efectos los irá descubriendo poco a poco. El ataque no llega más lejos gracias a la intervención de Dyospiros, que aprovecha que la draraña ha dejado de hacerle caso. Un corte limpio en la garganta justo un par de segundos después de que ella hubiese envenenado a Vor. Aquello podía quedar como un K.O. doble, pero la primera en caer es la draraña. O más concretamente su cabeza, que rueda por el suelo hasta chocar con una roca que la detiene, quedando frente a ellos con una expresión grotesca en el rostro, de mudo horror, como si no esperase ese final.
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Draraña muerta
Atisbo por encima del hombro de la draraña que Vor afortunadamente, no se queda quieto, e interpone su espada con un tajo cortandole las manos a la draraña, consiguiendo librar sus ojos de un destino muy fatal. El sonido de la garganta siendo cortada, los gorjeos y los borbotones hacen salir mi parte mas asesina y consiguen que no me quede ahi, si no que quiera terminar de cortar la cabeza de la draraña para que caiga rodando al suelo. El pesado cuerpo de la criatura cae sobre su propio peso, haciendo que yo pueda salir de encima de el sin mayores ceremonias, posando mis pies en el suelo. Pego un brinco para saltar sobre sus patas y me acerco a la cabeza caida, clavandole mi daga primero en un ojo, luego en otro. Luego la pateo cual cabeza de futbol estampandola contra la pared haciendo que su craneo cruja.
Entonces, por fin, me fijo en Vor. -EStas bien? -le digo aun destilando ira asesina por los ojos, envainando mis sucias armas mientras me acerco a él. -No, no lo estas.- respondo al ver la herida de su abdomen. Parecia que le habia alcanzado con el aguijon. Mierda, habia llegado tarde....no habia sido lo suficientemente rapido. Vuelvo junto al abdomen de la draraña, empujandolo para darle la vuelta. Hago el aguijon accesible y entonces enzarzo mis manos en una batalla por hacerlo asomar y cortarlo, de nuevo usando la daga que guardé. Pero más que el aguijon en si mismo me interesa llevarme parte de la glandula venenosa, asi que corto con cuidado, y tiro. Saco de alguno de los bolsillos de mi genial abrigo unos cuantos viales, y cuando he tirado del aguijon lo suficiente como para hacer salir la glandula de cuajo y que mane el veneno, comienzo a rellenar los viales. Lleno unos cuantos y los guardo como oro en paño, volviendo luego con Vor. -Nunca he experimentado con veneno de draraña, no se que efectos causa, tu sí? De todos modos lo mejor es guardar muestras, siempre muestras. Lo que si se es que tenemos que salir de aqui.
Lo señalo mientras me aparto de el, sin quitarle ojo esperando que no se me muera ahi mismo. Recojo todos mis efectos personales, todo lo que tenia por ahi esparcido que era de valor o necesario y lo cargo en mi petate, volviendo con Vor'kalth. -Te ayudo.- Empiezo a guiarlo hacia la salida de la camara, hay que largarse de la cueva antes de que pueda llegar otra mas.
Entonces, por fin, me fijo en Vor. -EStas bien? -le digo aun destilando ira asesina por los ojos, envainando mis sucias armas mientras me acerco a él. -No, no lo estas.- respondo al ver la herida de su abdomen. Parecia que le habia alcanzado con el aguijon. Mierda, habia llegado tarde....no habia sido lo suficientemente rapido. Vuelvo junto al abdomen de la draraña, empujandolo para darle la vuelta. Hago el aguijon accesible y entonces enzarzo mis manos en una batalla por hacerlo asomar y cortarlo, de nuevo usando la daga que guardé. Pero más que el aguijon en si mismo me interesa llevarme parte de la glandula venenosa, asi que corto con cuidado, y tiro. Saco de alguno de los bolsillos de mi genial abrigo unos cuantos viales, y cuando he tirado del aguijon lo suficiente como para hacer salir la glandula de cuajo y que mane el veneno, comienzo a rellenar los viales. Lleno unos cuantos y los guardo como oro en paño, volviendo luego con Vor. -Nunca he experimentado con veneno de draraña, no se que efectos causa, tu sí? De todos modos lo mejor es guardar muestras, siempre muestras. Lo que si se es que tenemos que salir de aqui.
Lo señalo mientras me aparto de el, sin quitarle ojo esperando que no se me muera ahi mismo. Recojo todos mis efectos personales, todo lo que tenia por ahi esparcido que era de valor o necesario y lo cargo en mi petate, volviendo con Vor'kalth. -Te ayudo.- Empiezo a guiarlo hacia la salida de la camara, hay que largarse de la cueva antes de que pueda llegar otra mas.
Sonreí con la victoria hecha expresión en cuanto le conseguí no únicamente bloquear el ataque, si no cortarle los brazos. Observé casi con deleite la sangre, olvidándome un poco del resto. Era un pequeño logro. Quizás ese momento de gilipollez mental fue el culpable de que no lograra defenderme debidamente. Por cosas de inercia y otras razones de la puta física no fui lo suficientemente rápido como para parar el aguijón. Acababa de romper una botella en vano, pensé. Aunque la cabeza pronto se me fue a por asuntos más serios. Observé con impotencia como se metía de pleno en mi pecho y me hacía ahogar un chillido de puro dolor. Noté algo entrar en mí. A la fuerza. De repente, toda la emoción de la batalla se transformó en horror. Acababa de envenenarme. Y no sabía si con ello iba a lograr matarme.
Casi ni me di cuenta de como Dyospiros la degollaba casi con felicidad. Más allá de lo necesario. Incluso divertirse con aquella cabeza rodante. Yo me lo miraba con impotencia, inmóvil, con una mano encima de la herida. -... Dy…- No me salió la palabra de la boca. Quería pedirle ayuda. No quería morir. Y me sentía muy poco seguro allí metido. Me preguntó si estaba bien pero se respondió a mi mismo. -... No quiero… Joder…- Me costaba hablar.
Me quedé como una piedra cuando se puso a sacarle veneno. Estaba pensando, “¿Me va a dejar así, que me muera?”. Intenté moverme. Me costaba. Empezaba a darme todo vueltas y tenía los músculos como agarrotados. Respirar suponía un gran esfuerzo. Era como si me estuviera recorriendo dolor líquido por las venas, lo sentía expandirse, poco a poco. Iba a morir. Definitivamente iba a morir. Muy pesadamente traté de quitarme la mano del abdomen y arrancarle la daga del pecho a la draraña, luego recuperar el cristal que había invertido en hacer el plato de Dyos, para así formar el bastón de nuevo. Me apoyé en él. Ese solo esfuerzo me había costado lo que no estaba escrito.
Me pregunté, amargamente, si sería cuestión del destino que hubiera aparecido una draraña justo después de hacer un mal uso con el bastón. Mi mentor me debía querer matar. Quizás fue cosa suya. Mientras tanto él me explicó que era necesario guardar muestras. Fui a responderle. Abrí la boca y lo que me salieron no fueron precisamente palabras. Toda la bonita cena que con tanto esfuerzo había preparado, al carajo. Lo más grotesco del asunto era que tan reciente estaba que aún podía distinguirse los trozos masticados de conejo y seta.
También empecé a llorar. Por vergüenza, claro está, porque aquello me parecía patético y me hacía sentir absurdamente humillado. -Debería ser… Capaz… De curar algo…- Di un giro torpe al bastón mientras me concentraba. No hablé. Estaba acostumbrado a hacerlo al conjurar cosas, pero era una manía. El cristal dejó ir un muy tenue destello turquesa que, agónico como era, dejaba entrever que fue triste como curación. Apenas logró mermar un poco la sensación de dolor, pero quizás fue eso lo que me salvó de palmarla ahí mismo. Pero empezaba a ver mal.
Decidió ayudarme. -... Gracias.- No tenía porqué hacerlo. Era peligroso, por supuesto que lo era. Podría haberse ido, dejarme ahí, quizás otra draraña vendría a acabar lo que esta había comenzado. Pero después de todo no parecía ser un mal tío. Con un mínimo sentido de la compasión me guió. Iba lento y buscaba constantemente apoyarme en él, de forma creciente. Me mantuve muy en silencio porque me daba miedo que al abrir de la boca lo siguiente que me saliera fuera una tripa derretida. Una de las pocas veces que me atreví a hablar fue al pasar cerca del río subterráneo. -Agua… Necesito.- Con bastante complicación logré llevarme un trago, teniendo que agacharme para no perder el equilibrio. Me ardía la garganta y poco me la relajó, pero fue algo. Tras eso me puse otra vez en pie, pensando que lograría sostenerme por mí mismo, pero empezaba a ser incapaz de seguir caminando incluso buscando tanto su soporte como el de mi bastón.
Cuando empezábamos a ver cielo nocturno me derrumbé definitvamente. Fue una caída un tanto limpia. Me mareaba. Me desmayaba. -No puedo… No… No quiero morir… Y-yo…- La cabeza se me iba por las ramas, por supuesto. -No… No me abandones, Dyospiros… Por favor…- Le pedí con una mueca de dolor, que se me quedó un poco clavada. En general me quedé un tanto tieso. No sabía exactamente qué pasaría si decidía irse sin mí, pero la cuestión era que yo iba a tener la capacidad de defenderme de un batracio. Y no sabía por cuanto iba a ser así, si es que algún día volvía a poder ponerme en pie.
Casi ni me di cuenta de como Dyospiros la degollaba casi con felicidad. Más allá de lo necesario. Incluso divertirse con aquella cabeza rodante. Yo me lo miraba con impotencia, inmóvil, con una mano encima de la herida. -... Dy…- No me salió la palabra de la boca. Quería pedirle ayuda. No quería morir. Y me sentía muy poco seguro allí metido. Me preguntó si estaba bien pero se respondió a mi mismo. -... No quiero… Joder…- Me costaba hablar.
Me quedé como una piedra cuando se puso a sacarle veneno. Estaba pensando, “¿Me va a dejar así, que me muera?”. Intenté moverme. Me costaba. Empezaba a darme todo vueltas y tenía los músculos como agarrotados. Respirar suponía un gran esfuerzo. Era como si me estuviera recorriendo dolor líquido por las venas, lo sentía expandirse, poco a poco. Iba a morir. Definitivamente iba a morir. Muy pesadamente traté de quitarme la mano del abdomen y arrancarle la daga del pecho a la draraña, luego recuperar el cristal que había invertido en hacer el plato de Dyos, para así formar el bastón de nuevo. Me apoyé en él. Ese solo esfuerzo me había costado lo que no estaba escrito.
Me pregunté, amargamente, si sería cuestión del destino que hubiera aparecido una draraña justo después de hacer un mal uso con el bastón. Mi mentor me debía querer matar. Quizás fue cosa suya. Mientras tanto él me explicó que era necesario guardar muestras. Fui a responderle. Abrí la boca y lo que me salieron no fueron precisamente palabras. Toda la bonita cena que con tanto esfuerzo había preparado, al carajo. Lo más grotesco del asunto era que tan reciente estaba que aún podía distinguirse los trozos masticados de conejo y seta.
También empecé a llorar. Por vergüenza, claro está, porque aquello me parecía patético y me hacía sentir absurdamente humillado. -Debería ser… Capaz… De curar algo…- Di un giro torpe al bastón mientras me concentraba. No hablé. Estaba acostumbrado a hacerlo al conjurar cosas, pero era una manía. El cristal dejó ir un muy tenue destello turquesa que, agónico como era, dejaba entrever que fue triste como curación. Apenas logró mermar un poco la sensación de dolor, pero quizás fue eso lo que me salvó de palmarla ahí mismo. Pero empezaba a ver mal.
Decidió ayudarme. -... Gracias.- No tenía porqué hacerlo. Era peligroso, por supuesto que lo era. Podría haberse ido, dejarme ahí, quizás otra draraña vendría a acabar lo que esta había comenzado. Pero después de todo no parecía ser un mal tío. Con un mínimo sentido de la compasión me guió. Iba lento y buscaba constantemente apoyarme en él, de forma creciente. Me mantuve muy en silencio porque me daba miedo que al abrir de la boca lo siguiente que me saliera fuera una tripa derretida. Una de las pocas veces que me atreví a hablar fue al pasar cerca del río subterráneo. -Agua… Necesito.- Con bastante complicación logré llevarme un trago, teniendo que agacharme para no perder el equilibrio. Me ardía la garganta y poco me la relajó, pero fue algo. Tras eso me puse otra vez en pie, pensando que lograría sostenerme por mí mismo, pero empezaba a ser incapaz de seguir caminando incluso buscando tanto su soporte como el de mi bastón.
Cuando empezábamos a ver cielo nocturno me derrumbé definitvamente. Fue una caída un tanto limpia. Me mareaba. Me desmayaba. -No puedo… No… No quiero morir… Y-yo…- La cabeza se me iba por las ramas, por supuesto. -No… No me abandones, Dyospiros… Por favor…- Le pedí con una mueca de dolor, que se me quedó un poco clavada. En general me quedé un tanto tieso. No sabía exactamente qué pasaría si decidía irse sin mí, pero la cuestión era que yo iba a tener la capacidad de defenderme de un batracio. Y no sabía por cuanto iba a ser así, si es que algún día volvía a poder ponerme en pie.
Lo veo echar toda la cena y me encojo de hombros con pena, viendo ahi al conejito deshonrado, triturado, medio digerido y vomitado. Salto el charco con mi petate al hombro y me pongo al lado que no lleva el baston, viendo que el jóven semidrow se pone a llorar. -Tranquilo, tranquilo. No vas a morir. No llores. Las lagrimas atraen a más drarañas.
Le sirvo de segundo apoyo para ir saliendo de alli, viendo como va empeorando rapidamente. Efecto de paralisis, debilidad, mareos, sed...si, paro al lado del riachuelo para que beba agua. En verdad no tengo ni idea de si se va a morir o no, pero yo le digo que no.
-Oye, tu no tenias amigos renegados? Cerca?
Miro al chaval mientras medio cargo con él como puedo. Ya veo la luz al final de la cueva, podria dejar de lanzar miradas suspicaces por encima del hombro cuando dejaramos atras la gruta y las drarañas. Y empezar a preocuparme por soldados y centinelas. Eso si iba a la ciudad a buscarle ayuda de renegados, si queria evitar centinelas tendria que quedarme en el bosque y.....intentar curarlo yo? Ver si mejoraba? Arriesgado para él, teniendo en cuenta que no sabiamos los efectos del veneno. Conveniente para mi.
Llegamos finalmente a la salida de la cueva y siento que nos quitamos un peso de encima. Miro a Vor, que tiene malisima cara. Me permito plantarle los dedos en su carótida, para tomarle el pulso. Muy debil, flojo, decayendo. -Bueno, nunca nadie quiere morirse, no? OH! En realidad has llegado a una conclusion bonita! NO quieres morir! -lo felicito por su determinación.- no crees que es bonito? No querer morirse....lástima que lo hayas descubierto justo ahora que a lo mejor la palmas...le pasa a mucha gente.... -chasqueo la lengua, me pide que no lo abandone y se queda como medio paralizado, eso si, después de caerse. -No, tranquilo. Tú me has ayudado. Vamos a ver.... - Me agacho a su lado, investigando la mejor forma de sujetarlo. Me planteo ponerme a buscar algunas hierbas, para paliar los sintomas, pero es que no tengo ni puta idea de que tipo de toxina es, no tengo tiempo de pararme a analizar nada ni medios. Asi que decido alejarme de la cueva, lo primero, buscar algun bosque cercano tranquilo, o buscar renegados. -Buscaré a tus amigos, esos renegados, bien. -lo primero que hago es coger su baston, porque es super aparatoso cargarlo con el baston. Lo miro raro. Muy raro. Y entonces lo engancho a mi petate con unas cuerdas que sobresalen, dejandolo enganchado en la parte de arriba en horizontal al suelo. Yo queria llevar a Vor como un saco de papas pero la zona de la espalda ya la ocupa el baston y en los hombros no me da, asi que tengo que llevarlo en volandas. Hago una mueca cuando lo cargo asi. -Pesas mucho para haber echado toda la cena!- y gruñendo, con pasos agiles pero dolor de espalda, me alejo de la cueva llevandome al envenenado semidrow conmigo.
Le sirvo de segundo apoyo para ir saliendo de alli, viendo como va empeorando rapidamente. Efecto de paralisis, debilidad, mareos, sed...si, paro al lado del riachuelo para que beba agua. En verdad no tengo ni idea de si se va a morir o no, pero yo le digo que no.
-Oye, tu no tenias amigos renegados? Cerca?
Miro al chaval mientras medio cargo con él como puedo. Ya veo la luz al final de la cueva, podria dejar de lanzar miradas suspicaces por encima del hombro cuando dejaramos atras la gruta y las drarañas. Y empezar a preocuparme por soldados y centinelas. Eso si iba a la ciudad a buscarle ayuda de renegados, si queria evitar centinelas tendria que quedarme en el bosque y.....intentar curarlo yo? Ver si mejoraba? Arriesgado para él, teniendo en cuenta que no sabiamos los efectos del veneno. Conveniente para mi.
Llegamos finalmente a la salida de la cueva y siento que nos quitamos un peso de encima. Miro a Vor, que tiene malisima cara. Me permito plantarle los dedos en su carótida, para tomarle el pulso. Muy debil, flojo, decayendo. -Bueno, nunca nadie quiere morirse, no? OH! En realidad has llegado a una conclusion bonita! NO quieres morir! -lo felicito por su determinación.- no crees que es bonito? No querer morirse....lástima que lo hayas descubierto justo ahora que a lo mejor la palmas...le pasa a mucha gente.... -chasqueo la lengua, me pide que no lo abandone y se queda como medio paralizado, eso si, después de caerse. -No, tranquilo. Tú me has ayudado. Vamos a ver.... - Me agacho a su lado, investigando la mejor forma de sujetarlo. Me planteo ponerme a buscar algunas hierbas, para paliar los sintomas, pero es que no tengo ni puta idea de que tipo de toxina es, no tengo tiempo de pararme a analizar nada ni medios. Asi que decido alejarme de la cueva, lo primero, buscar algun bosque cercano tranquilo, o buscar renegados. -Buscaré a tus amigos, esos renegados, bien. -lo primero que hago es coger su baston, porque es super aparatoso cargarlo con el baston. Lo miro raro. Muy raro. Y entonces lo engancho a mi petate con unas cuerdas que sobresalen, dejandolo enganchado en la parte de arriba en horizontal al suelo. Yo queria llevar a Vor como un saco de papas pero la zona de la espalda ya la ocupa el baston y en los hombros no me da, asi que tengo que llevarlo en volandas. Hago una mueca cuando lo cargo asi. -Pesas mucho para haber echado toda la cena!- y gruñendo, con pasos agiles pero dolor de espalda, me alejo de la cueva llevandome al envenenado semidrow conmigo.
- NOTAS:
- Ok, tochopost incoming. Es importante para explicar alguna cosa de Vor pero más que rol es un... escrito largo, autoconclusivo lo llaman algunos. Es solo este post (si cabe en uno) y ya, la mar de majo. Como aún me estaré un tiempo sin rolear, la armadura que obtiene Vorrrr la compraré con puntos en la tienda y ya, que será bonico y glorioso. Así pues, no retraso más a cualquier posible aburrido lector que no tenga ná mejor que hacer que leer embrollos familiares de un semidrouv.
La capa se ceñía sobre mis hombros. Era la única parte de la indumentaria de mi uniforme que aquel día portaba, el resto del traje era todo robado o “robado” (que son términos distintos) de algún lugar u otro. Me refugiaba en la incómoda y poco espaciosa capucha de mi sudadera, la cual indudablemente echaría a faltar. Pues ya tenía decidido que no regresaría al exterior con ella. Mis pasos resonaban por las cuevas, hacía largo rato que había dejado la luz del exterior y me veía obligado a usar la infravisión. Me había costado un tanto encontrar una gruta que conectara con zonas más profundas. Al principio se me hizo confuso, pero en cosa de minutos me pregunté cómo había sobrevivido sin ello. Las paredes de piedra, el techo, el suelo, todo me resultaba extrañamente familiar, pero no podía dejar de lado aquella extraña sensación de sentirme ajeno. Como si realmente no me hubiera pasado casi treinta y seis años viviendo allí.
Mis manos agarraban con fuerza el cristal, que estaba en su estado natural de bastón. Desconfiaba de cada forma extraña, de cada sonido que no fuera producido por mis pasos, a veces era mi propia respiración o un goteo el que me sobresaltaba. El ruido que más temor me inspiraba era el propio de mi arma, el palo apoyándose con el suelo, algo tan necesario como peligroso. Aún no me había recuperado del pie, y siquiera el vendaje calmaba el dolor. Era una idea terrible, más aún con el escozor de la picadura de draraña recordándome posibles peligros, pero… Estaba decidido. No iba a retroceder. Había pasado un año y tal vez un mes, o dos… Y ya no podía sencillamente olvidar aquel mundo. Iba con pesar, no me malinterpretes. En parte era feliz en el mundo exterior. Sin mi mentor, sin ser una carga, sin aquellas culpabilidades, el recuerdo incesante de Osten… Por otra lo echaba en falta. Y con los sentimientos contrariados, con una parte mía deseando regresar cuanto antes a la base y tratar de comprender más aquel mundo, mientras que la otra prefería no volver, pude proseguir aquel larguísimo camino.
Me esperaban unos reencuentros pesados. Pero en parte quería ver a Savant. Ahora que nadie dependía de él podía ser feliz, libre… Sonreía mientras pensaba en aquello. Quizás fuera ya conocido. Si es que no le habían cortado la cabeza. Tac, tac, tac. El bastón resonaba, con eco, porque me acercaba a una grandísima cavidad. Peligro, pensé. Que fuera lo que quisiera ser. Aunque no tuve mayores problemas realmente, en si fue un viaje tranquilo -quizás demasiado tranquilo- al menos en todo lo que era el larguísimo tramo entre aquella puñetera cueva y el zulo. Conocía bastante bien aquel sistema de cuevas e incluso tuve en cierta ocasión un tosco mapa de ello. Ya no lo conservaba, pero recordaba todos y cada uno de los trazados de este al dedillo. Así pues, tras echar una última mirada a la enorme oscuridad que me esperaba, decidí que era suficientemente seguro y que podía proseguir.
Me ardía la garganta por resistir la tos. Hacía ya demasiado ruido, y aquello sería vender mi alma a cualquier depredador. Había perdido muchos reflejos desde la última vez que estuve por allí, pero… En parte me sentía más seguro, pensando que tenía un arma más que cuando salí de allí. No lo dominaba del todo y esa era la segunda razón que me condujo a volver a mi hogar, ver a mi mentor, hablar con él del manejo de Zer’tath… Y también comentarle la situación del mundo exterior. Estaba seguro que apreciaría aquella información. Me daba dolor de cabeza pensar que volvería sin un céntimo, pero al menos me sentía más poderoso que antes. Y que había logrado información, algo cuyo valor podía ser incalculable. Tenía sentimientos contrariados hacia los renegados… Aún estaba molesto y preocupado por el tema de la enfermería. Me había sentido algo desprotegido, vendido, insultado… Pero por otra parte me aliviaba tener un lugar seguro para aquel otro drow. A mi me daba más igual. No me importaba viajar cada día. Pero me malhumoraba mucho no haber hecho más pasta, y si no me ofrecían nada más excepto gritos, broncas y humillaciones, no me importaría dar la puñalada por la espalda.
Aunque no tenía daga. Porque la había perdido salvando el culo a uno de ellos. Y me habían arruinado la bici por lo mismo. Y mis gafas. Me habría gustado llevarle a Savant unas de enteras. Con un gruñido tosco y cabreado decidí ignorar un poco aquellos pensamientos y seguir con mi viaje, pensando que tampoco podría hacer demasiado por elegir mi próximo objetivo. Sabía que mi mentor decidiría por mí… Y en parte me daba miedo no poder regresar. No consideraba tener muchas amistades, pero me habría gustado despedirme cordialmente de los cuatro gatos que conocía antes de irme de allí. Una vez más encontré mi mente enfrascada en tales negativos pensamientos, y aún con un larguísimo viaje de por medio, no podía permitirme aquel humor.
Empecé a revisar un poco la bolsa con la mano que tenía libre, procurando que estuviera todo lo que tocara allí. Vendas, muñeco, una lata, plumas, cosas brillantes, una gorra, así como cualquier pertenencia que me resultara extraña o curiosa del mundo exterior. Algunas postales viejas también yacían allí. Savant me había pedido que le trajera recuerdos, si es que volvía. Eso mismo iba a hacer. Y le explicaría sobre el cielo, aquella inmensidad de colores cambiantes, y las nubes, y la temible bola de fuego y la menor bola de luz -o queso-, de máquinas voladoras… Que llevaban malos augurios, y finalmente, de los pájaros. Aquellos seres capaces de alzarse en vuelo tan grácilmente. Le hablaría de los magos, que eran humanos con magia. Y de los humanos así. Quienes hacían magia llamada tecnología.
Proseguí mucho más satisfecho con pensar cómo pondría al día a Savant. ¿Qué más decir de esta travesía? Poco. Mi cabeza desvarió, se fue por las ramas, y Él, Osten, no pudo si no aparecer alguna vez más en mi memoria. Me daba miedo ver mi hogar de nuevo, recordarlo… Pero ya lo había aceptado. El viaje se me hizo eterno. Y no te sabría cuanto tiempo pasó, porque me había olvidado de llevar un reloj y no recordaba como calcular las horas sin esa especie de aparatos, o sin el paso del Sol o la Luna…
La cuestión es que acabé por llegar a una especie de cueva larga con distintas vías estrechas. Ya me conocía muy bien aquella zona. Me metí por una que en principio parecía demasiado pequeña como para desencadenar en una cueva considerable, pero tras ir un buen rato agachado se volvía a abrir. Había un agujero hacia abajo con una cuerda que en principio permitía bajar, pero nada más erróneo que eso. Solía ser una buena forma de engañar a cualquier visitante indeseado que quisiera comprobar qué había por allí. Si uno se agarraba de ella activaría un mecanismo que haría que cayera una buena cantidad de dardos venenosos del techo, que apañó Savant hace tiempo. Y para cuando llegara al fondo estaría muerto. La alternativa a la cuerda era bajar a saltitos por los lados del agujero, por piedras que pasaban inadvertidas pero que ya me conocía de memoria. Aunque casi me comí yo el suelo en cuanto me faltó una probablemente desprendida. Fue algo tedioso y largo por estar chungo del pie, pero logré pisar fondo.
Allí habían distintos caminos, todos cubiertos con trapos en la entrada, tres de los cuales llevaban a infinitas bifurcaciones sin salida y el cuarto que conducía (si te sabías el camino) a nuestro hogar. Y así me las apañé para llegar… Todo para encontrar una puerta medio abierta y un hogar en apariencia abandonado. A pesar de que el zulo realmente era poco más que unos cuantos agujeros conectados, habíamos logrado que fuera acogedor. Las paredes estaban decoradas con cualquier cosa, habíamos apañado algún mueble con tronco de seta, procurábamos limpiar la zona y tirar la basura a un río cercano, así como hacer nuestras necesidades allí. Savant decía que aquel río iba a la ciudad, que estaba próxima, y que así podíamos cagarnos literalmente en las matronas. Porque el agua la sacaban de allí.
Pero allí solo quedaban huesos que debían ser restos de un festín… Una pútrida olor de basura que se había desperdiciado, botellas del alcohol del interior, una cantidad de polvo absurda… Fui a ver al agujero que teníamos por habitación y solo encontré camas deshechas. Me asomé a la despensa y tenía algún trozo de comida seco o incluso con bichos que traté de asustar con el bastón. -¿Sa… vant?- Mascullé. Tenía miedo. ¿Se había ido? ¿Había… muerto? Con terror ante esa nueva idea, tan probable, busqué en el “balcón”. Era una cueva que daba a un hermoso paraje abierto, a mucha altura, donde había fauna y vegetación, pero se podía mantener uno a salvo. Como un ecosistema en miniatura. -¿¡HAY ALGUIEN AHÍ!?- Grité de caras a aquel paisaje…
No sé como no lo escuché. Un ruido de deslice, un aterrizaje casi inaudible -incluso cuando fue a mis espaldas-, una mano reteniendo todo mi cuerpo y una daga apretándome el cuello. Un respirar profundo a mis espaldas y una voz conocida. -¿¡QUIÉN ERES!? ¿¡Cómo has encontrado esto!?- Savant. Era él, sin duda. Llevaba mucho sin oír su voz, olía diferente, pero…
-SAVANT. Por favor. Tranquilízate, soy yo, tu hermano…- Él estaba tan o más nervioso que yo. Me hizo un corte en el cuello como si no me entendiera.
-¿Mi hermano? ¡Yo no tengo ningún hermano aquí! ¿Va, cuál es tu nombre, hijo de la gran puta?
-VOR’KALTH. ¿No me recuerdas? ¡Joder!- Mi bastón ya no estaba entre mis manos, me concentraba en hacerlo flotar. Tan centrado como estaba -como era típico en Savant- no notó aquel movimiento.
-¿Vor’Kalth? ¡YO no tengo ningún hermano llamado Vor’Kalth! Es Ves...
-¿Quieres hacer el FAVOR de mirarme a la cara?- Le gruñí.
Pero lo que le convenció creo que no fue aquello. Noté un movimiento, como si mirara arriba… Y se dio cuenta del bastón. Este esperaba flotando justo encima de su cabeza, con las púas apuntando directamente a su cabeza. Si me mataba este se precipitaría contra el suelo y se lo llevaría a él también a la tumba. Y podía acabar yo con su vida en cualquier momento… Me dió una patada en la espalda, arrojándome al suelo y alejándose del cristal. Yo alcé la mirada para comprobar su identidad. Y por supuesto, era él. Solo entonces me reconoció. Se acercó a mi corriendo, dejando el arma en el suelo y llevándome ambos brazos a los hombros.
-¡Vest! Joder, la madre que nos parió, por… Por lo que más quieras, argh… ¡Perdóname! Estaba algo tenso, y…
-¿Vest? Savan…- Miró como si se hubiera olvidado algo y lo acabara de recordar.
-¡Vor’Kalth! Perdón, yo... ¡Joder, a mis brazos!- Y me estrujó. Casi podía escucharle retener algunas lágrimas. -¿Qué, cómo te va la vida?
Yo necesité unos segundos para comprender lo que pasaba. No solo me llamaba por otro nombre, si no que le costaba recordar mi voz… Fruncí el ceño mientras le pegaba un buen repaso de arriba a abajo. Él había cambiado. Tenía algún corte más, lucía mucho menos pobre, se había pegado un corte de pelo y dejado un flequillo raro, la armadura era totalmente nueva, y las armas… Ciertamente conservaba poco más que la cara. -... Ha ido bien. Más o menos. Curioso, extraño, hay mucho que contar… Mira, verás...
[...]
Le hablé del mundo exterior, de los humanos, de la guerra, de la gente que conocí, de los magos, del cielo, los animales, los centinelas, de que no era el único colgado de mi raza por allí, de los que vivían bajo tierra, de que se cargaban el mundo, de que había visto alguien la mar de atractivo… -La madre qué… ¿Has estado ocupado, no, criajo?- Asentí y pregunté por él. -A mí… ¡De puta madre! Me he hecho mucho más conocidillo. Me tienen más respeto, en la ciudad. Vengo a casa mucho menos, raro es que me hayas pillado aquí. Existo. Me he hecho renombre y llamé la atención a una muchacheja… No es tan furcia como la mayoría, porque es más bien humilde. Yo tengo más estatus que ella incluso. Por eso creo que podríamos tener una… buena relación. Le caigo bien, me parece. Está un poco amargada porque sus hermanas han logrado grandes cosas y ella es la más pequeña, pero… Se llama Albu’Kinyé, aunque la llamo Kiny. Un encanto… A todo esto, ¿Tu… tu has venido para quedarte aquí?
Noté en sus palabras algo de alivio por el mero hecho de pensar eso, pero también pena. Yo sabía perfectamente qué temía… Si me quedaba, se vería obligado a cuidar de mi. No podría tener su propia vida. Negué la cabeza, con una sonrisa triste. -No, Savant. Vine a hacer una visita. He de ir a ver mi mentor también, ya has visto el truco del bastón. Lo quiero consolidar…- El bufó de mala gana, mirándome de forma agresiva. Sabía muy bien que a él no le gustaba un pelo. -Todo irá bien. Regresaré al exterior pronto, tengo algún asunto por ahí pendiente.
Él sonrió con tristeza, aunque finalmente se decidió por llevarme una mano a la cabeza y revolverme el pelo. Se me quedó contemplando una vez más, como quien se mira a un extraño, con una distancia que no hizo nada excepto hacerme sentir incómodo. Entonces me fijé en su piel oscura, su pelo no tan blanco como correspondía a la raza (aunque uno podía disimular que estaba sucio), sus flamígeros ojos y la piel oscura. Durante unos segundos más que Savant fue un drow, uno cualquiera. Un ser que pertenecía a un mundo distinto al mío. Que incluso cuando teníamos un enlace, era parte de mi pasado, y solo era cuestión de tiempo que se convirtiera en otro que dejara atrás. Finalmente me abrazó, como si no le gustara la tensión que se había creado.
-Te… te traje algo.
-¿Te has acordado de mi? Yo… Tengo por ahí mi antiguo estoque. No es el arma más drow de la historia, pero ya no la uso. Antes combatía por divertir a otros. Ahora…
-¿Ya has dejado de hacer de gladiador?- Según tenía entendido mi hermano combatía para diversión de otros drows de más alta categoría. Era una faena peligrosa que muchas veces lo podría haber llevado a la tumba, y me alegraba de que lo hubiera dejado. Usaba el estoque porque era un arma curiosa, casi una excentricidad en el mundo de allí abajo.
-Ahora tendría dinero para pagarme yo un espectáculo de esos, enano.- Él rebuscaba el arma mientras que yo pensaba en como presentarle los objetos.
Le hablé primero de las postales. Fotos. Eran pocas, pero desde luego lo dejaron boquiabierto. Le tuve que explicar qué era una impresora y una cámara, y concordó conmigo con que aquello era una magia muy curiosa. Pero le inquietaban las nubes. Y los bosques. Y todo, en general. La lata de refrescos tampoco lo dejó indiferente. No comprendía como una raza no-enana podía hacer semejantes grabados en un material. Le di la pluma también y le hablé de las avecillas, luego de otros animales, de la fauna, de los seres mágicos… Muchas veces me desviaba hacia el tema de la guerra, que ya había mencionado anteriormente.
-Hablas de la guerra como si fuera algo extraño.- Clavó el afamado y viejo estoque -con el pintoresco nombre de “B’luth’ol d’ujool”, traducida como la Flecha de Cristal (más de tipo vidrio que no el material de bastón) por el aspecto frágil de esta. Muchos que se habían enfrentado a mi hermano decían que esa espada debía ser absurdamente débil, que un solo golpe debía partir algo que más que una hoja, parecía una aguja… Y lo cierto es que Savant nunca lo desmintió. El truco estaba en que no les daba tiempo a ponerlo en práctica. Decidió desviar el tema y hablarme de algunas características de ese afamado instrumento -La gracia de un estoque no está en dar un corte bruto donde más te parezca. Si no en ensartarlos. Con la punta. Bien usada, ni notarías travesar la carne, sería como… Aire. Tiene más rango que la gran mayoría de armas cuerpo a cuerpo, aunque das algo muy importante a cambio: La capacidad de defenderte. No te recomiendo usarla como protección… Aunque con ese bastón tuyo podrías ocupar la otra mano con un escudo pequeño. Corta por los lados, pero desde luego no es su función principal. Úsalo en urgencias.
Se levantó bruscamente y atravesó un champiñón que crecía en una esquina del balcón, para luego arrojármelo con la misma espada delante mía. -Según tengo entendido, los drows somos una de las razas más ágiles que pueblan el mundo, incluyendo el exterior. Estoy seguro que es la mejor arma que podrías portar aparte de esos trozos de cristal tuyos…- La enfundó y me la dejó al lado. Ya la había inspeccionado suficientes veces como para saber cómo era. Yo… Rebusqué en la bolsa y le puse el gorro a Savant de imprevisto, luego las gafas rotas y sonreí.
-Yo te he traído ropa. Te hará gracia, es… distinta. Es muy cómoda, aunque no lo parece. Y abriga bastante. No sé como se lo hacen.- La había llevado puesta porque no tenía más espacio, y sin mucho entretenimiento me quité sudadera y pantalones de chándal y se los arrojé, mientras sacaba de la bolsa mi uniforme y me lo ponía. Él se probaba la ropa con el ceño fruncido, pero pareció satisfecho. -Seguro que sorprendes a más de uno con eso puesto.- Me encogí de hombros, sonriente, mientras me cargaba la funda del estoque encima, poniendo mis brazos en jarra para mostrar mi muy ridículo porte.
-... Definitivamente no parece que vayas a matar a nadie así. Ese uniforme, ¡Ese uniforme! No sabes cuanto lo detesto.
-Lo sé en realidad, no lo aguantas…- Gruñí, pensando en que se me estaba olvidando algo. Entonces me acordé. -¿Por qué carajos antes no me reconociste, Savant?- Le pregunté más serio. -Ni mi nombre, ni el tuyo…
Él se acercó sin mediar palabra y me puso una mano debajo de la barbilla. Me inspeccionó los rasgos, se fijó durante unos segundos en mi pelo… ¿Se estaba fijando en el corte? ¿El intento de trenza? Y después la cicatriz de la cara. No era una herida totalmente cerrada, aún. Pasó la yema de su dedo por encima de esta, como pensativo. Luego suspiró. -Haces cara de niño, pero ya tienes demasiado de adulto. Haces otra mirada. Tienes otros ojos, has cambiado… Mírate, en cuanto acabemos la cháchara y te vayas a ver a tu puñetero mentor quizás pase otro año sin verte el pelo. Si es que lo conservas, porque vaya corte… O quizás serán dos años. Sí, creo que te lo puedo contar. Siéntate, anda.- Le obedecí con una expresión intrigada.
Tenía una expresión muy seria. Atípica -desde luego- en el casi siempre divertido rostro de mi hermano mayor. -¿O-Ocurre algo?
-... Solo es que… tengo que contarte algo. Nuestro padre me dijo que esperara a que fueras un poco mayor para ello. Que pasara tiempo. Es… hora, creo.- Me clavó la mirada, luego la bajó y finalmente suspiró.
-¿Padre? ¿¡Cómo que padre!? Ese idiota nos dejó solo hace años y años, ¿En serio tuvo el reparo de pedir…
-Quería hablar sobre eso, Vest.- La severidad con la que pronunció el nombre hizo que no pudiera señalarle que ese no era el mío. Y de alguna forma, sonaba familiar. -Nuestro padre no se fue. Nuestra madre es más bien la que cometió ese terrible acto. Pero él no. Hablé con él hace poco, y sé cómo localizarlo.
-¿¡Entonces porqué me dijiste que nos abandonó tiempo atrás!?- Le recriminé. Tenía miedo. Tenía mucho miedo. Recuerdos de él, más recientes de lo que creía… En parte me cuadraba aquello en mi cabeza, como si realmente hubiera estado allí mucho antes de su supuesta partida.
-Porque él me lo pidió. Vest Sygdom…- Algo me heló el nombre de oír MI nombre completo. El verdadero. -Era la única forma… Tenías que separarte de tu pasado. Él se tuvo que ir, con mucho pesar. Yo me quedé porque me necesitabas. Pero era necesario apartar de tu vista todo lo otro que pudiera hacerte pensar en Osten…
Había un pesar inmenso en sus palabras. Él también detestaba mencionar aquel nombre, y pocas veces lograba retener las lágrimas. -La finalidad era que… pudieras olvidarlo.- Se arremangó el brazo y me enseñó una cicatriz. Casi iba a responderle que esa era aquella que según él le hizo un goblin, en cuanto comprendí la realidad. Yo… -Si, esto. Esto me lo hiciste tu. De un bocado.- No había recriminación alguna en sus palabras. Solo tristeza. -Al grano… Padre decidió que la mejor forma de acabar con todo aquello… Fue borrarte la memoria, mediante un poderoso hechizo, terceras personas…
Me abracé a mi mismo. En parte ya me sonaba la historia. Ya lo imaginaba todo. Cuando cogí a Johan, desesperado, y durante unos momentos la palabra que me salió de la boca fue “Savant”... Vi a mi hermano, vi a mi padre. Yo estaba inmovilizado. No podía moverme. Solo gritaba, como un animal, había dejado de tener sentido, de ser yo… -... ¿Por qué?
Tanto mi hermano como yo sabíamos la respuesta, pero prefirió confirmar mis dudas. -Cuando… Cuando Osten mu… se fue, no pudiste soportarlo. Culpaste a mi padre. A mi. A todos. Enloqueciste por completo, no… No podías vivir sin él. Lo comprendo, Vest, lo comprendo. Érais uno. No… no podías aceptar eso. La cosa es que ni pasado un día ni una semana volvistes en ti mismo. Sencillamente enloquecistes, te volviste agresivo, dejaste de ser un drow para ser un animal. Una furia. Me mordiste a mi, hiciste también daño a tu padre. Tuvimos que atarte mientras pensábamos en como solucionarlo. Pero si te hablábamos, no atendías a palabras. Si te mirábamos, buscabas solo… matar. Porque no podías vivir sin Osten. Él era tu razón de ser.
Hubo un incómodo silencio. Miré al suelo. Las memorias poco a poco volvían a tener sentido, mis sueños extraños, situaciones que me recordaban a personas que técnicamente no conocía, quien era Vest -yo-, y quien era… -Sygdom. Es nuestro padre, ¿No?- Mascullé. -Y no soy… Auvryghym… Ni Vor’Kalth…- No me atrevía a alzar la mirada. Me ardía la sangre y temía volverme agresivo.
-No te equivocas, hermano. Nuestro padre fue quien lo apañó todo, se culpó de la muerte de Osten y decidió que tomaría la venganza por su parte, que lo salvaría… Él conoce al culpable también. Decidió olvidarse de su vida, dejar atrás su hogar… Y hizo contigo lo único que podía. Quería que vivieras. Y no existía alternativa. Tu suplicabas la muerte, pero… Él no creyó eso acertado. Creyó que aún tenías oportunidad de ser feliz… Pero no todo fue como esperó.- No me vi con corazón de interrumpir el relato. -Jamás olvidaste a Osten. Te costó incluso volver a hablar, pero no aquel lenguaje que usabas con él de pequeño. Aquello se quedó grabado. Tu pasado, tus conocidos, todo… Todo se fue al traste, Vest. Pero no Osten. Sin embargo… Te logramos sacar de aquel trance. Pronto me aceptaste de nuevo como hermano mayor y pude cuidarte, pude verte crecer, y a veces incluso eras feliz. Nuestro padre se tuvo que limitar a mirarnos desde la distancia, a veces hablaba conmigo, pero… No pudo hacer nada para impedir la ruta que emprendiste. Querías recuperar a Osten, y…
-Fui con mi mentor, si. Porque no podía hacer nada más excepto eso. Algún día le daré la puñalada trapera, o conseguiré lo que me pide…- Bajé el tono de voz.
-Tu padre lo quiere ver muerto, a ese hombre. Fueron amigos en la infancia, dice. Todo esto es su culpa. Dice que debió haberlo matado mucho antes…
-¿Por qué no lo ha hecho?
-Porque sabe que si lo intenta y falla, el siguiente serás tú. Estás bajo su merced, Vest. Puede hacer contigo lo que quiera. Y lo sabes. Y lo sabes…
-Dile a padre que descanse, yo me encargaré de eso. Voy a hablar con él. Mañana. Hoy no, estoy cansado de viajar. Pero lo prometo, sacaré a Osten de allí, Sygdom puede olvidarse del resto… Y, Savant…- Me tomé una pausa. Me había levantado con intención de ir a la habitación. -Mi nombre ya no es Vest. Soy… Vor’Kalth.- Dicho eso caí en la cama redondo. Y pensaba. No podía evitarlo. Pensaba, me atormentaba, me odiaba profundamente… Podía escuchar a Savant llorar en la otra habitación. Me sentía tan culpable como incapaz de hacer nada, como impotente, y odiaba aquello.
[...]
Ciertamente, no dormí una mierda. Savant se quedó en el comedor. En cuanto me “desperté” descubrí que había estado bebiendo. Era su forma de pagar las frustraciones. Pero yo tenía mi decisión hecha. Notaba que había algo más, que el odio que tenía a mi mentor iba más allá, que el asunto era mucho más complicado. Pero ebrio como estaba poco o nada querría decir, porque tendía a tener peor humor bajo el efecto del alcohol, al menos cuando ahogaba sus penas en él. -Sa… vant, ¿Estás bien?
-¿No dijiste que ibas a visitar a tu mentor? Ve. Ve de una puñetera vez, Vest, Vor, o como te salga de los huevos que te llamen. Déjame en paz. Necesito mi tiempo. Tampoco me necesitas…
-¡Volveré con buenas noticias!- Le solté apresuradamente mientras salía de allí corriendo, antes de que mi hermano decidiera tomarla más conmigo.
Mi mentor vivía en un lugar también apartado de la ciudad, donde llevaba su negocio chungo. Más que negocio era… Un tipo de escuela chunga… Hay muchos detalles o cosas sobre él que considero demasiado íntimos o rebuscados como para siquiera contarlos por aquí, y uno de ellos es la localización del lugar. No me pillaba demasiado lejos de casa, aunque ciertamente costaba un poco mucho llegar. La memoria, una vez más, amenazó con traicionarme distintas veces. Pero finalmente pude poner el pie allí dentro. Era… un lugar impresionante. Escondida tras una última de seguridad, una puerta que tenía una textura y color similar al resto de la piedra, la cueva era cuanto menos… Distinta. Casi como si fueras a otro universo. El suelo, las paredes, el techo, todo estaba hecho de cristal. Tanto de vidrio -que debió conseguir con negocios sucios al exterior-, como gemas, como aquel que portaba en mi bastón. Este mansamente me había seguido durante todo el viaje flotando. Tenía un plan, y requería de esa nueva adquirida habilidad.
Había más gente aquí y allá que pasó inadvertida. La belleza del lugar era embaucadora. Y miraras donde miraras la vista siempre acababa mirando al frente, en una especie de trono hecho de aquel extraño e iridiscente material… En el que se sentaba él, con sus larguísimas ropas livianas y de gran ornamentación, con unos tonos azulados y remates dorados. Mi mentor. Kybath, ese era el nombre con el que yo me debía dirigir a él, aunque sabía perfectamente que no era el real. Tenía ascendencia de demonio y me preguntaba si compartiría con él el tema de esos múltiples nombres, aunque en principio había heredado casi todo de su madre. Me dedicó una de sus típicas sonrisas, con aquellos dientes de bestia que tenía, que resultaban en realidad… No tan llamativos. No eran exagerados, si no que estaban allí, casi como un hecho anecdótico. Tenía un par de cuernos que le salían de la cabeza, cortos, que tendía a decorar con más joyas. Y a simple vista poco más dejaba de su herencia paterna. Por el resto, tenía una piel algo más clara de la común para un drow. Le caía una melena que no era de un blanco inmaculado, si no de un tono marfil. Los ojos eran de un azul eléctrico, con tonos turquesas y violetas que mucho recordaban a Zer’tath.
No debía darle tiempo a reaccionar. Ya tenía el bastón listo en forma de estaca. Lo impulsé mediante magia hacia su pecho, con una expresión de asco. Todo para que este parara bruscamente en medio camino, se partiera en mil trozos que rodearían pacíficamente a Kybath, quien siquiera les dirigió una mirada. Me había olvidado del… Pequeño detalle de que esa arma era suya y que le obedecía a él mucho más de lo que me obecería a mí jamás. -Oh, Vor’Kalth Auvryghym… ¿O debería decir Vest Sygdom? Veo que has cumplico con una de tus tareas, al menos. Ese truco yo no te lo he enseñado, ¿No? Bonita demostración práctica.
Me dije a mi que no me dejaría intimidar. Que esta vez lo afrontaría o moriría en el intento. Quizás muerto pudiera hacer compañía a Osten, de alguna forma. Di un paso al frente, y él se había levantado también. Me retó brevemente con la mirada. Pero no abandonaba aquella expresión altiva y divertida. -No he podido obtener dinero, Kybath. Verás… Hay una pelea allí arriba. Miseria. Los que ganan son los que están en el bando que menos me aceptaría, por cuestiones de raza… Los humanos tienen el poder.- Él se encogió de hombros.
-Ya lo sé, cielo. Pero la razón por la cual no has conseguido dinero es en gran parte porque estás pensando en quedarte allí… Y hacer amigos, eso también. Y eso solo te provocará mal. Parece casi que hayas olvidado la razón por la que fuiste, ¿O es que Osten ya no te importa?- Mi cabeza me empezó a doler bruscamente y sabía muy bien la razón. Tal y como se acercaba notaba aquella influencia metiéndose por los huecos de mi cerebro, por el momento tranquila… Pero odiaba aquella sensación. Sabía que solo le bastaba un pensamiento para someterme.
Odiaba a aquel hombre. Odiaba el control mental. Odiaba ser utilizado. Odiaba tener que rendir respeto a nadie. -Él me importa, pero… No puedo hacer nada por obtener dinero, Kybath.- Le desafié con la mirada mientras podía. Él se llevó la mano a la barbilla, pensativo. Ocultaba gran parte de su hombro y brazo izquierdo bajo una pesada armadura, pero yo sabía que había debajo de aquella ropa. -¿Qué sugieres tu?
-¿No lo ves? La miseria de la guerra… La puedes aprovechar. Para tu propia ventaja. Hay gente muriéndose de hambre. Medicinas, cualquier cosa, pagarían el triple de lo que cuesta solo por tener algunas. Ve, roba algún establecimiento. Obliga y somete a un humano a que compre cualquiera de esos productos ya que tu no puedes ir a las tiendas necesarias. Aprovechate de su hambre. Destrózales los suministros y encárgate de que no puedan conseguir absolutamente nada de nadie si no es excepto de ti. Elimina las competencias. Y no pierdas el tiempo en gente que no te es útil.
Le miré. Despreciaba sus métodos. Lo despreciaba a él. Mi forma de pensar podía ser muy similar, pero no me veía con corazón de traicionar libremente, de complicar aún más las cosas para los que me habían brindado confianza… -Uno de los grupos más débiles, los renegados… Trabajo para ellos. No consigo dinero, pero si seguridad. No puedo darles la puñalad…
-¿Que no? La cuestión es hacerlo sin que se enteren. ¿Y estás seguros de que ellos confían en un drow? ¿O estás allí casi como por caridad? ¿Realmente buscas que la gente se apene de ti? No hay respeto hacia tu persona. Te ven como un crío débil. Puedes aprovechar eso a tu favor… Aunque dudo que incluso con esas tengan la capacidad de aceptar uno de nuestra raza como un igual.- Caminaba hacia mi, a pasos cortos. -¿Por qué has venido? Sabes que no me sirve tan poco progreso. Sabes que no estoy contento. ¿Pretendías algo distinto?- Cada vez más cercano, cada vez más fuerza en mi mente, aguardando…
-Quería consolidar… El hechizo de Zer’tath…
-¿Para usarlo en mi contra la próxima vez? Esos ojos sueltan asco. Mucho más que de costumbre…
-¡No, no! Eso es mentira, yo…
-Me conoces lo suficiente. No puedes mentirme. No me parece mal enseñarte eso, pero me gustaría recordarte un par de lecciones más. Estás distinto. Estás muy distinto. Y no me gusta. No quiero más de estos cambios, más de estos desafíos…
-¡MATASTE A OSTEN! ¿Esperas que te alabe, Kybath? ¿Esperas que bese por donde pisas? ¡No! La única razón por la cual sigo contigo es porque lo necesito de vuelta, ¡Pero eso no…
-Te he dado tu única arma, te he dado un uniforme, te he enseñado a tener más dignidad, te he sacado de la protección excesiva de tu hermano, y más importante… ¡Me debes la vida! Además que ya dije que yo cumpliría mi parte para traerle de vuelta.
Ya no sonreía. Se había cansado de juegos. Notaba el dolor de cabeza comerme las entrañas, los repliegues de mi cerebro, taladrarme todo lo que yo era… Y poco a poco notar aquello casi como una sugestión sutil, algo que me decía que me calmara, una voz tierna que me recordaba mucho a la de Osten. Demasiado. Siempre lo mismo. -Vest… Vest, por favor, tranquilízate… Lo va a hacer todo mucho peor. Por favor. Solo… Di lo que él espere de ti… No lo desafíes, va a ser peor… Vest…- Una voz en mi cabeza. Y yo susurraba su nombre, llorando, con todo dándome vueltas, aquella sugerencia poco a poco siendo asimilada por mi persona, pero de nuevo… ¿Por qué siempre era capaz de replicar su voz, su forma de hablar? ¿Era solo control mental? ¿Ilusiones? ¿Era realmente Osten? A veces me daba la sensación de verle, de refilón, con un aspecto distinto… Pero le miraba los ojos y sabía que era él…
-Arrodíllate, Vest Sygdom. Tenemos mucho que hablar.- Gruñó el hombre mucho más severo. Le desafié con la mirada y me quedé de pie. No, esta vez no iba a ser tan fácil. -Vest, no… Te va a hacer daño… Hazle caso, hazle caso…- Le ignoré por completo. No era Osten. No tenía que hacerle caso. -ARRODÍLLATE.- Gritó por segunda vez. Ya lo tenía al lado. Apenas me había dado cuenta.
Le escupí en la cara. Y entonces mi cuerpo sencillamente dejó de ser mío, los músculos buscaron servir aquella orden casi con devoción, la mágica influencia se hizo con control completo de mi cerebro y no pude hacer más que agachar la cabeza. Noté una mano coger con fuerza mi nuca, arrastrarme, pero todo empezaba a ser confuso. -¡Lo dije! Vest… Por favor, ¡Hazme caso la próxima vez! Soy yo, soy yo… ¡No le desobedezcas! Es peor, no… Te va a hacer daño, ¿Lo sabes?- No pensé nada, porque tampoco podía. Vi una pared cerca mía. Entonces me cogió con fuerza desde la cara y me estampó con toda la rabia que pudo contra la pared de cristal. La primera vez hizo un daño de mil demonios. La segunda más por tener ya dolida la zona. Y la tercera, y la cuarta… Aunque para la décima ya había perdido todo el sentido. Con una voz, gimiendo… -Vest… te está mintiendo, no me va a liberar, no… Está esperando a que te hagas fuerte, y entonces, te matará… Para que…
[...]
La capa se ceñía sobre mis hombros. Esta vez, no era la única parte del uniforme que portaba. Lo tenía todo de vuelta. Incluso el bastón, cuyos trozos orbitaban a mi alrededor como si siempre hubiera sido así. Me abrazaba los costados, mientras intentaba soportar otro ataque de tos. No me fue posible. Caminaba lastimosamente de vuelta a mi hogar, pretendiendo visitar a Savant una vez más antes de irme. El pie torcido resultó ser una minucia respecto a mis condición general. Kybath había procurado dejarme lo peor que pudiera, nunca antes… Tan agresivo. No acababa de comprender la razón. Pero me había golpeado de mil formas posibles, en pocas ocasiones me había liberado de la tenaza del control mental, y la falsa voz de Osten había estado muy insistente.
Escupí sangre porque en uno de los golpes de ese mismo día me había mordido la lengua y de poco no me arranqué un cacho de ella. La próxima vez, me pensaría si era tan urgente visitarle. Pero estaba decidido a no obedecer a aquella voz. Que incluso me habló un poco después de salir de la puerta… -... Vest, déjaselo a papá…- ¿Por qué se esforzaba mi mentor en mimetizar cosas que ni le convenían? ¿Tanto dolor creía ser capaz de provocarme con recordarme la existencia de Osten? Me abrigué un poco más, suspirando… Porque era cierto.
Cuando llegué a casa no pareció tan abandonada. Savant me había esperado, y me alegraba. Intentaba hacer buena cara. No le iba a hacer gracia ninguna saber que me había… Dejado apalizar, pero al menos… Abrí la puerta sin llamar e interrumpí una conversación de pleno. Mi hermano se acomodaba en una de las rudimentarias sillas, medio tumbado, mientras que hablaba con otro hombre que se ocultaba en la capa más negra y larga que jamás hubiera visto, inamovible. Llevaba la guadaña más inmensa que pudiera imaginar colgada de la espalda, de cristal. Se crearon unos segundos de silencio. El drow se giró, dándome la cara…
Era el segundo drow que veía aquel año. Ni Savant ni Kybath lo eran al cien por cien, pero ese de ahí sí. Tenía el pelo blanco y la piel oscura, de un tono purpúreo, pero definitivamente más similar al de la obsidiana que no al pálido de mi hermano o mío. El ojo era morads y se salía un poco de la costumbre de la raza. Pero definitivamente no era un color imposible para los estándares comunes de estos. Sin mediar palabra se acercó para verme de cerca. El otro ojo estaba perdido entre una maraña brillante de cristales, una infección por la cual nunca nadie osó preguntar. Tenía una pequeña cicatriz en el labio, como de unas garras… Aunque ninguna bestia le habría hecho algo así sin haberlo matado.
Me sorprendió un cálido abrazo, oírle llorar. En cierta parte ya sabía quien era, pero… Aún así, no pude si no mantenerme allí, inmóvil, tratando aún comprender lo que acababa de pasar. -P-Papá…- Pero se suponía que yo lo odiaba. Vor’Kalth le detestaba por… Haberse ido. Pero aquello era mentira. Con sentimientos muy contrariados decidí que no quería más peleas, solo, paz, que quería conocer -o volver a conocer- al hombre que una vez me trató como su hijo…
Tenía un aspecto cansado pero poderoso. Iba cargado. En la cintura llevaba al menos un par de armas más y un pico colgado, como si fuera lo más normal del mundo. Era alto para un drow, bastante. De hecho casi podía considerarse descomunal. Tenía el porte de un guerrero, con una musculatura bien marcada aunque con la constitución atlética muy típica de mi raza. -... Has crecido. Y has cambiado, Vor… Mírate. ¿Has ido al exterior, cierto? Savant me lo ha contado. Qué… Distinto.- Me revolvió él también la melena. Parecía que mi hermano había heredado ese gesto de él.
-Si, bueno… Y allí me dirijo de nuevo. Tengo asuntos por atender, y conozco gente, y tampoco tengo mucho a hacer aquí.
-Incluso cuando no me agrada la idea, Vor’Kalth… O Vest, no sé qué preferirás, no soy nadie para impedirtelo. Ya lo sabes. Eres libre de…
-... Realmente aún soy un poco joven para tomar decisiones, Sygdom.- Estaba dispuesto a conservar mi apellido. Algún día Savant me contaría que Sygdom no tuvo más que dejarnos de herencia que su propio nombre porque sus propios orígenes eran inciertos. Aunque tampoco mencionaban mucho porqué no heredamos el apellido de nuestra madre, como habría sido normal -Y sin embargo, agradezco la libertad…
Él hizo que me sentara, examinándome. Tenía una expresión triste. Sentía que me miraba y no lograba ver en mi lo que se esperaba. Y yo hacía una expresión de perros, me costaba respirar incluso… me encontraba de puto culo a resumidas cuentas. Savant me pasó los restos de una botella que había por ahí empezada. -Bebe, Vor. Las cosas se tragan mejor así.- No desobedecí y me llevé la botella a la boca casi con naturalidad, aunque en el fondo agradecí que casi no quedaran más que unas gotitas.
-¿Tienes alguna por ahí sin empezar? De las buenas. Te juro que la próxima vez te traigo algo chulo de ahí fuera que uno me enseñó, seguro que te gusta.
Savant a regañadientes empezó a buscar una que parecía tener bien escondida. Nuestro padre echaba una mirada que no parecía muy contenta con los hábitos alcohólicos aparentes de sus hijos, pero decidió no meterse en el asunto. -Casi se me olvidaba a qué había venido…- Abrió un cofre que no estaba allí unos días atrás, que probablemente hubiera traído él. Y sacó una armadura drow. De toda la vida. Negra, negra y más negra. De buena calidad. Me la arrojó y me la quedé inspeccionando un rato, parecía quizás un pelín más grande de mi talla pero se podía ajustar.
-Fue mi armadura… Me la regaló anteriormente un amigo. Nos costó mucho… Aunque hace siglos, literalmente, que no le he dado uso. Supongo que está mejor en tus manos ahora. Es más útil que ese uniforme que llevas, y no pesa mucho. No te protegerá contra un disparo…- Con eso me comunicaba que había estado alguna vez en el exterior -Pero tampoco te harán trizas del primer espadazo.- Sonreí. Había ido allí con poca cosa y me había puesto las botas: Había aprendido a controlar el bastón bien (el cual hacía un rato que había dejado reposando), me llevaba la afamada botella, la Flecha de Cristal y ahora una armadura. Agradecí tímidamente, porque no tenía aún plena confianza en mi padre, era… como un extraño para mí. -Es… lo mínimo que puedo hacer, Vor. Es todo mi culpa…
-Osten no murió por tu culpa. Hiciste lo que podías.
-MURIÓ por mi culpa. Podría haberlo evitado. Su asesino, lo debí haber matado tiempo atrás… Pero prometo que me vengaré. Sé que has ido a verle, Savant me ha puesto al día también…
-¡Es lo que debía hacer, hermano!- Respondió este en cuanto le eché una mirada acusadora.
-Aún así, tengo decidido qué voy a hacer. Sé como pararle los pies. Voy a recuperar a Osten, Vor. Y no te vas a implicar tu más en ello. No vuelvas a visitarle hasta que me veas a mi antes, ya procuraré buscarte.
-Pero, papá…
-Si fallo y se le va la pinza del todo tampoco querrás cruzarte con él. Será mejor que sepas como está para la próxima visita. Tengo planeado regresar al exterior pronto, así que te buscaré. Voy a hablar con él…
-¡Te olvidas de qué es capaz! ¿O es que no conoces el pequeño detalle del control…
Sygdom se levantó bruscamente y se dirigió a la puerta, con una mano reposando en la guadaña. Savant me contaría que se había vuelto mucho más agresivo e irracional desde entonces, y que era un milagro que se hubiera podido quedar a hablar unos minutos aunque fuera. -Vor. Conozco a ese hombre más que tu. Conozco a ese hombre MÁS que él mismo. ¿Control mental? No, no tiene los huevos a usar eso en mi. Tuvo las NARICES de venir a robar la vida de mi hijo, de arruinar la felicidad de su propia sangre, de destrozar a otro de mis hijos… Pero NO sabe enfrentarse a mi.
-¿Por qué estás tan convencido?- Era curiosidad.
-Porque yo lo he visto ser un crío de menos de diez años de edad. Le tuve que dar de comer cuando era pequeño. Le he visto llorar por haberse rascado la rodilla. Le he visto ser feliz por haber aprendido a robar. Le he visto asquearse ante la sociedad drow, ante las mujeres, y también lo he visto tener miedo, que sus llantos se volvieran más serios, le he visto declarar su amor, le he visto ser corrompido por la puerca comunidad en la que vivimos. Y lo he visto tomar decisiones erróneas, y lo he visto volverse loco… Y lo voy a sacar de ahí. Voy a recuperar, primero, a Osten. O volverá a la vida o descansará en paz. Pero no lo dejaré en el limbo un día más. Y luego, voy a recuperar al Yden que yo conocí una vez.-
Y se marchó de un portazo. Como si fuera un crío. Me levanté con intención de seguirle, pero Savant me pidió que no lo intentara. -¿No te dije que Sygdom y tu mentor habían tenido algún rollo de pequeños?- Me quedé en silencio, recordando la loca idea de que hubieran… llegado a salir juntos.
-... No, es una tontería, hermano mío. Los dos son hombres, ¿Por qué iban a salir juntos?- Se quedó callado y rallado.
-... Me empezaste a hablar de lo guapo que es aquel chavalito que has conocido hace tan poquito y te sorprende eso… Eres un caso. Si, hay cosas inconexas, porque nuestro padre al fin y al cabo salió con Naxira, nuestra madre, y aunque las cosas no fueran bien se querían…
-Debería irme yo también, tengo cosas pendientes por ahí… No sé cuando volveré. Si te pasas por el exterior quizás nos vemos. Quizás podrías traer a tu… ¿Kini la llamabas? Allí. Seríais más felices.
-Tal vez me la lleve de luna de miel.- Sonrió él, encogiéndose de hombros. Me dio una palmadita en el mío. -Espero que nos prepares algo rico allí. ¿Llevas de comer para el camino? ¿Llenaste la cantimplora?- Asentí. Kybath se había encargado de eso al menos.
-A ver si la próxima vez que vuelva me sorprendes tu con un crío a mí.- Él hizo cara de asco, negando con la cabeza. -Que sí, que sí, que yo te veo con uno. Berreando, si si…
-¡Por encima de mi cadáver! Va, tira, antes de que me eche hacia atrás con el tema de dejarte mi Flecha. ¿Como demostraré que soy yo sin ella? ¡Corre!- Me gritó con una sonrisa bromista. Me despedí yo con la mano y una reverencia, dispuesto a emprender el viaje.
Trepé el agujero de la cuerda y ya estaba listo para irme cuando noté algo… Raro. Que desentonaba, no en sentido literal. Una canción, una voz masculina… Era extrañamente familiar, algo que había sentido en mi infancia… Me apoyé contra una pared mientras veía a la figura de mi padre sentado sobre un risco, cantar. Se estaba dando ánimos. La melodía a mi también me era conocida y no pude evitar unirme un poco, canturreando… Él me vió y me sonrió. No fue hasta acabada la canción que calló, para mirarme, entre triste y feliz. -No olvidaste eso tampoco, ¿No?- Negué con la cabeza mientras decía no, porque no sé si desde la distancia me veía, más estando medio cegato.
-Aunque no me acuerdo de la letra. No mucho.
-Estaba en élfico antiguo, un dialecto raro o algo así, pero lo cierto es que yo me invento cada vez la mitad de las palabras porque no sé qué dice. Y aún así, créeme, ¡El cantar sirve para conquistar corazones!- Me guiñó el ojo y me quedé un poco patidifuso.
-¿Savant también te ha comentado que…- Él asintió. -Que no esté mal físicamente no significa que me guste… como para enamorarme… ¡Menuda chorrada! Quita, quita, eso de los mimos… ¡Uish, que asco!- Negué con la cabeza. -Pero aún así me gustaría asegurarme que la base sigue de una pieza... Así pues, me marcho.
Él saltó de su sitio y se propuso tomar el camino contrario.
-Nos volveremos a ver.- Y con esa frase, se esfumó en la oscuridad de las cuevas.
Y yo me dirigí al mundo exterior.
Me habia largado de la base, pero tampoco me habia dado tiempo a huir mucho mas lejos que los parajes aquellos. Eso si, sabia que el covacho de las orillas del lago hollow no me era suficiente, asi que habia estado buscando un covacho mejor. Curiosamente di con uno, me habia metido bien adentro con intenciones de transformarme alli, dejando mis pocos efectos personales (ropa y poco mas, la katana la habia dejado alli en la base) en una grieta en la pared rocosa. En ese lugar era menos probable que me topase con nadie... pero habia algo en lo que no habia pensado. Que quiza otros podian haber pensado como yo.
Llevaba practicamente toda la noche enfrentandome a un lobo, como yo, uno que rondaba la misma zona. No era la primera vez que me topaba con uno pero no siempre acababamos peleando. Por ejemplo, a Ian parecia reconocerlo. Pero a este no.
Arrastro la pata trasera, que chorrea sangre de manera considerable, dejando mis huellas por todas las partes por las que paso. Llevo algun que otro zarpazo y bocado mas por ahí. La luna está por retirarse, pero no asi nuestras ansias por...¿matarnos? Lo que sea. Mis gruñidos resuenan en una de las grutas de la cueva, mientras acecho a mi rival, rastreandolo.
Llevaba practicamente toda la noche enfrentandome a un lobo, como yo, uno que rondaba la misma zona. No era la primera vez que me topaba con uno pero no siempre acababamos peleando. Por ejemplo, a Ian parecia reconocerlo. Pero a este no.
Arrastro la pata trasera, que chorrea sangre de manera considerable, dejando mis huellas por todas las partes por las que paso. Llevo algun que otro zarpazo y bocado mas por ahí. La luna está por retirarse, pero no asi nuestras ansias por...¿matarnos? Lo que sea. Mis gruñidos resuenan en una de las grutas de la cueva, mientras acecho a mi rival, rastreandolo.
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Había llegado a Londres hace pocos días. Desde el incidente con los cachorros Lorelai y yo habíamos procurado no salir al aire libre. Pero de vez en cuando era necesario dejar a la bestia saborear libertad. Mucho tiempo encerrado, mucha energía acumulada, mucha hambre.
Habia salido desnudo corriendo hacia la nada, y cuando por fin la luz de luna llena acaricio mi piel desnuda mi cuerpo entero gozó de un orgasmo grupal. Mi piel se estremeció completa, mis manos se agitaron como vírgenes, mi rostro se dibujo se desquiciado justo antes de dejar de lado al humano, y darle la bienvenida a la bestia.
De inmediato la bestia comenzó a recorrer todo cuanto podía, marcaba zonas, destrozaba cuanto podía y jugueteaba con algún que otro humano y mago que se había cruzado por su camino.
Y luego... ese olor... desconocido. Pero familia. Otro lobo, grande, de mi edad, sin compañía. No pude evitar el acercarme, y ahí fue cuando la noche se convirtió en una lucha desenfrenada.
Nos pasamos toda la fase desgarrandonos y rompiendo nuestros huesos. ¡Y por Fenrir que maravilloso fué!
Había amado cada minuto de dolor, cada segundo de castigo. Mi pata delantera derecha crujía con cada movimiento, mi lomo chorreaba maná por las heridas que lo cruzaban. Estaba fuera de practica, no era un lobo particularmente superior a mí, pero podía decirse que estabamos empatados.
La luna comenzó a retirarse, avergonzada de los actos que sus hijos habían provcado, y poco a poco mi conciencia volvía.
Me permití gruñirle en respuesta al otro lobo, provocandole, que me atacara antes de que se fuera esta dulce maldición.
Habia salido desnudo corriendo hacia la nada, y cuando por fin la luz de luna llena acaricio mi piel desnuda mi cuerpo entero gozó de un orgasmo grupal. Mi piel se estremeció completa, mis manos se agitaron como vírgenes, mi rostro se dibujo se desquiciado justo antes de dejar de lado al humano, y darle la bienvenida a la bestia.
De inmediato la bestia comenzó a recorrer todo cuanto podía, marcaba zonas, destrozaba cuanto podía y jugueteaba con algún que otro humano y mago que se había cruzado por su camino.
Y luego... ese olor... desconocido. Pero familia. Otro lobo, grande, de mi edad, sin compañía. No pude evitar el acercarme, y ahí fue cuando la noche se convirtió en una lucha desenfrenada.
Nos pasamos toda la fase desgarrandonos y rompiendo nuestros huesos. ¡Y por Fenrir que maravilloso fué!
Había amado cada minuto de dolor, cada segundo de castigo. Mi pata delantera derecha crujía con cada movimiento, mi lomo chorreaba maná por las heridas que lo cruzaban. Estaba fuera de practica, no era un lobo particularmente superior a mí, pero podía decirse que estabamos empatados.
La luna comenzó a retirarse, avergonzada de los actos que sus hijos habían provcado, y poco a poco mi conciencia volvía.
Me permití gruñirle en respuesta al otro lobo, provocandole, que me atacara antes de que se fuera esta dulce maldición.
Los gruñidos del otro lobo me provocaron. Lo último que hice aquella noche fue saltar sobre él para tratar de clavarle mis fauces en su cuello. Con un gruñido atroz, y el sonido de mas sangre salpicando al suelo, mia o suya, o de ambos. Luego, un aullido lastimero resonó por toda la cueva, mientras el cuerpo volvía a entrar en fase de destransformacion. Ese proceso siempre era doloroso. Fisicamente....
Pero el peor momento llegaba cuando mi conciencia volvia a emerger, y se juntaba con la de la bestia, y por un momento se peleaban, o se entendían, o se encontraban. Eran unos instantes muy breves. El choque y el dolor solían dejarme fuera de juego mentalmente, comenzando las primeras luces del alba con un estado de leve inconsciencia.
Al par de minutos, sin embargo, vuelvo a mi ser. Ya en forma totalmente humana habia quedado tendido en el suelo medio boca abajo. Ahora las heridas eran mucho mas visibles, ni que decir la sangre. Me incorporo, con un gruñido. Mascullo algo con mal humor y escupo sangre. Bastante. Pero tengo la sensacion de que no es mia. Entonces me miro las manos, sobre la piedra. Llenas de sangre, los brazos tambien. La pierna me duele a horrores, llegando al punto que pienso que no me va a poder sostener, y se me está metiendo sangre por un ojo que sale vete a saber de donde. Las costillas y la espalda tambien me rabian.
"Joder, si que ha sido una buena fiesta, que resaca...pero...."
Cuando mi mente se despeja mas, a los pocos segundos, me doy cuenta de que no estoy solo. Ese sabor a sangre en mi boca se debia a algo. Miro frente a mi, no muy lejos hay alguien.... vale. Ahora se que toda la sangre que llevo encima no puede ser mia. Y que ese tipo es como yo. De otro modo no podia haberme dejado en este estado. Y ademas, instinto o lo que sea, soy capaz de reconocerlo. Lo que pasa es que no tengo ni idea de quien es. Aun asi....
-Eh.... -carraspeo un poco, tengo la garganta rasposa - ...estas bien?
Pero el peor momento llegaba cuando mi conciencia volvia a emerger, y se juntaba con la de la bestia, y por un momento se peleaban, o se entendían, o se encontraban. Eran unos instantes muy breves. El choque y el dolor solían dejarme fuera de juego mentalmente, comenzando las primeras luces del alba con un estado de leve inconsciencia.
Al par de minutos, sin embargo, vuelvo a mi ser. Ya en forma totalmente humana habia quedado tendido en el suelo medio boca abajo. Ahora las heridas eran mucho mas visibles, ni que decir la sangre. Me incorporo, con un gruñido. Mascullo algo con mal humor y escupo sangre. Bastante. Pero tengo la sensacion de que no es mia. Entonces me miro las manos, sobre la piedra. Llenas de sangre, los brazos tambien. La pierna me duele a horrores, llegando al punto que pienso que no me va a poder sostener, y se me está metiendo sangre por un ojo que sale vete a saber de donde. Las costillas y la espalda tambien me rabian.
"Joder, si que ha sido una buena fiesta, que resaca...pero...."
Cuando mi mente se despeja mas, a los pocos segundos, me doy cuenta de que no estoy solo. Ese sabor a sangre en mi boca se debia a algo. Miro frente a mi, no muy lejos hay alguien.... vale. Ahora se que toda la sangre que llevo encima no puede ser mia. Y que ese tipo es como yo. De otro modo no podia haberme dejado en este estado. Y ademas, instinto o lo que sea, soy capaz de reconocerlo. Lo que pasa es que no tengo ni idea de quien es. Aun asi....
-Eh.... -carraspeo un poco, tengo la garganta rasposa - ...estas bien?
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Mis músculos se tensionan, estoy en ese momento en que el tiempo se detiene y mi ojos están fijos en el enemigo. Cuando me ataca al cuello intento doblarme para que mordiera en vez de eso mi lomo, aunque por el dolor, no lo logro del todo, mientras tanto mis dientes chirriaban con los huesos de su pierna y mis garras se clavaban en la tierra. Era algo que solía hacer, clavarme en la tierra para arrojar al aire a los machos enemigos, pero nmo hubo suficiente tiempo.
La luna ya se cubría. Mi cuerpo comienza a destransformarse, y elaullido casi grito atraviesa mi garganta obligado hacia la libertad del sonido. Las transformaciones dolían, no era posible acostumbrarse a su dolor, era algo mágico que nos castigaba con un dolor inimaginable, y distinto cada vez, aunque siempre era el mismo. Como si la mente y el alma decidieran olvidar la agonía de convertirte en otro ser vivo.
Lentamente, fugazmente, con dolor y relajado, mi cuerpo humano cae sobre la roca fría, y la adorna. Sangre, piel, algunos trozos de piel y millares de rasguños marcan la zona. Nuestros cuerpos ahora son parte del retrato. Fue una buena pelea.
-Bien… -
Mi voz lentamente vuelve a s unormalidad, ya no son gruñidos lo que tansmito, son palabras.
-Llevaba mucho tiempo sin divertirme tanto… -
Mi cuerpo se quejaba con cada respiro, porque aunque nos curaramos mucho más rápido que los humanos y magos normales, no era lo suficientemente rápido. Era muy consciente de la piel que se encontraba en jirones, y del brazo que se sentía quebrado. Pero estaba relajado. Una noche de caza al aire libre, una buena pelea. De todos modos no me encontraba indefenso, nunca lo estaba.
-Sí, podría decirse que estoy bien. No me agradan los rivales, pero diste una buena pelea para ser un lycan sin manada.-
Si, de alguna manera sabíamos todas esas cosas, era como si las mentes de todos los lycan se unieran a internet y se crearan facebooks. Los lobos solitarios solían ser más fuertes en algunas ocasiones, pero para sobrevivir una pelea conmigo, no podías ser solo un lobo solitario.
-Dime... ¿Cuál es tu nombre?-
Este podía ser un buen punto de inicio para mis planes.
La luna ya se cubría. Mi cuerpo comienza a destransformarse, y elaullido casi grito atraviesa mi garganta obligado hacia la libertad del sonido. Las transformaciones dolían, no era posible acostumbrarse a su dolor, era algo mágico que nos castigaba con un dolor inimaginable, y distinto cada vez, aunque siempre era el mismo. Como si la mente y el alma decidieran olvidar la agonía de convertirte en otro ser vivo.
Lentamente, fugazmente, con dolor y relajado, mi cuerpo humano cae sobre la roca fría, y la adorna. Sangre, piel, algunos trozos de piel y millares de rasguños marcan la zona. Nuestros cuerpos ahora son parte del retrato. Fue una buena pelea.
-Bien… -
Mi voz lentamente vuelve a s unormalidad, ya no son gruñidos lo que tansmito, son palabras.
-Llevaba mucho tiempo sin divertirme tanto… -
Mi cuerpo se quejaba con cada respiro, porque aunque nos curaramos mucho más rápido que los humanos y magos normales, no era lo suficientemente rápido. Era muy consciente de la piel que se encontraba en jirones, y del brazo que se sentía quebrado. Pero estaba relajado. Una noche de caza al aire libre, una buena pelea. De todos modos no me encontraba indefenso, nunca lo estaba.
-Sí, podría decirse que estoy bien. No me agradan los rivales, pero diste una buena pelea para ser un lycan sin manada.-
Si, de alguna manera sabíamos todas esas cosas, era como si las mentes de todos los lycan se unieran a internet y se crearan facebooks. Los lobos solitarios solían ser más fuertes en algunas ocasiones, pero para sobrevivir una pelea conmigo, no podías ser solo un lobo solitario.
-Dime... ¿Cuál es tu nombre?-
Este podía ser un buen punto de inicio para mis planes.
Me intento levantar, pero me doy cuenta de que igual no es buena idea cuando mi pierna me disuade de ello. Vale que cicatrizamos mucho mas rapido de lo normal pero eso no quita a que siga saliendo sangre, porque la herida habia sido buena. Las costillas duelen al respirar pero eso se acabaria curando solo. Paso mi puño cerrado para limpiar la sangre que me cae sobre el ojo derecho y poder ver mejor, dejandome toda la cara restregada.
-Divertirte, eh?- yo venia de una fiesta, en verdad en mi caso era todo lo contrario, venia de divertirme a tope. -Ahora viene la resaca
Y eso no mola tanto. Me quedo sentado en el suelo, buscando poder apoyar mi espalda en una buena estalagmita. Estoy tan tranquilo regulando mi respiracion, tras saber que todo ese sabor a sangre en mi boca y todas esas heridas habian sido a causa del licántropo frente a mi y que ademas sigue vivo. En cierto modo, me alegra saber que me he enfrentado a alguien que ha sido perfectamente capaz de defenderse, que el daño que él ha recibido es mas o menos igual al mio. Pero levanto la mirada hacia el cuando dice eso de lican sin manada, como refiriendose a mi. Yo no me considero tal cosa. Tengo a mi Brigada. Pero su modo de hablar me hace pensar que quizá el se esté refiriendo a una manada de lobos.... Pregunta por mi nombre entonces. Sonrío entonces.
-Lykaios Knox, General de la Brigada de las Mil Grullas. De lobo solitario tengo poco. ¿Y tú? Nunca te habia visto por aqui. Claro que yo tampoco estoy por aquí siempre.
Vuelvo a escupir hacia un lado, tardaria un rato en quitarme ese sabor sanguinolento de la boca. Lo que pasa es que a ratos tampoco me disgustaba tanto, y al mismo tiempo si lo hacia.
-Divertirte, eh?- yo venia de una fiesta, en verdad en mi caso era todo lo contrario, venia de divertirme a tope. -Ahora viene la resaca
Y eso no mola tanto. Me quedo sentado en el suelo, buscando poder apoyar mi espalda en una buena estalagmita. Estoy tan tranquilo regulando mi respiracion, tras saber que todo ese sabor a sangre en mi boca y todas esas heridas habian sido a causa del licántropo frente a mi y que ademas sigue vivo. En cierto modo, me alegra saber que me he enfrentado a alguien que ha sido perfectamente capaz de defenderse, que el daño que él ha recibido es mas o menos igual al mio. Pero levanto la mirada hacia el cuando dice eso de lican sin manada, como refiriendose a mi. Yo no me considero tal cosa. Tengo a mi Brigada. Pero su modo de hablar me hace pensar que quizá el se esté refiriendo a una manada de lobos.... Pregunta por mi nombre entonces. Sonrío entonces.
-Lykaios Knox, General de la Brigada de las Mil Grullas. De lobo solitario tengo poco. ¿Y tú? Nunca te habia visto por aqui. Claro que yo tampoco estoy por aquí siempre.
Vuelvo a escupir hacia un lado, tardaria un rato en quitarme ese sabor sanguinolento de la boca. Lo que pasa es que a ratos tampoco me disgustaba tanto, y al mismo tiempo si lo hacia.
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