Castillo

Un paso delante del otro, era todo lo que necesitaba. Ir al salón del trono y bajar por el pasillo que le había guiado Wthyr la última vez y que todavía recordaba. La solución de Shyvanna fue tan estúpida como toda ella y Catherine sólo puso los ojos en blanco, decidiendo ignorarla de ahora en adelante. Sin duda, no le apetecía estar a su alrededor. Simplemente, quería alejarse de ella. De todos en realidad, no quería ningún tipo de relación con sus cuñados. Lejos, distantes e indiferentes. No quería humanizarlos.

¿El banquete? Tardó un momento en recordar que tenía la festividad de los Lothbrock pero eso no la detuvo. Solo quería incrustarle el anillo en un ojo a Wthyr y volvería a sus aposentos a adecentarse. Cuando se atravesó en su camino, Catherine alzó la mirada hacia ella. ¿Por qué todos eran un poco más altos que ella?  Así que no había mentido. Ese día. Sobre lo que sea que los había llevado a los dos a esa locura que habían cometido. Quizás hasta tampoco había sido su responsabilidad la forma en la que la había tomado, como un loco...Haciéndole daño. Tensó levemente la mandíbula y la miró con desprecio. ¿Le había mentido también a su hermano? Irónico, que hablaran de quererse tanto y mientras más indagaba más mentiras encontraba -¿Y todas las veces después? ¿También estuviste tú? No recuerdo haberte visto en Ouroboros- Preguntó arqueando una ceja y tras eso la rodeó y siguió caminando.

Era algo que odiaba de los embarazos, la incapacidad de desaparecerse, sólo podía caminar -No te metas donde no te llaman, Shyvanna. Esto es entre Wthyr y yo. Ya hiciste suficiente- Se detuvo un momento y le miró por encima del hombro -No necesito tu ayuda para arreglarme para el banquete, es más, por lo que a mi respecta podemos no encontrarnos nunca más- A ver si con eso rompía relaciones con una de los cinco y de esa forma, si perecía, no sufriría su muerte. Tras eso dobló por un pasillo y siguió su camino hasta salir de esa zona.

6/10

El hecho de que dijera lo de Ouroboros y “todas las veces” le hizo pensar que Wthyr si había tomado sus consejos, lo que la hizo sonreír gratamente. Quizás debían charlar un poquito más y que le contara mejor sus gustos. Catherine no parecía ser una mujer de “alto mantenimiento” o con mucha experiencia pero conociéndola quizás podría sugerirle  algunos jueguitos a Wthyr para subir el nivel en la habitación. Aquella idea le sentó de maravilla.  Perdida en sus pensamientos y en su baúl de juguetes, Catherine pasó por su lado casi desapercibida.

Cuando volvió a hablarle, Shyvanna se giró para mirarla pero estaba dándole la espalda. Joder...Tenía que avisarle a Wthyr, quería ser ella la que se lo dijera...Que la había cagado, que no se enterara por Catherine. Pero ¿Dónde podía estar? Iría a buscarlo a la Mesa. O al campo de entrenamiento. Catherine sólo podía caminar, ella tenía otras herramientas.

El rechazo contundente a su ayuda sobre el banquete hizo que arqueara una ceja. Esa no era forma de tratarla, nadie nunca había rechazado ni su ayuda ni su visita así que la rubia se acercó un par de pasos -Te arrepentirás. Sin mí nunca serás reconocida en Ávalon- Le advirtió antes de que desapareciera por el pasillo. A fin de cuentas, ante la ausencia de la Reina era ella lo más parecido que había dentro del linaje Pendragon.  Tensó los labios y decidió que lo primero era conseguir a su hermano así que desapareció.

Los días transcurridos desde el banquete de los Lothbrok habían sido extraños y oscuros para Wthyr Pendragon. No sólo había revivido uno de sus viejos temores, el de repetir la historia de sus esposas muertas, sino que había sido consciente de que su propia vida  y la de sus hermanos también pendía de un hilo. Una traición fue descubierta y  había otra posible en ciernes. Después de la conversación con Gwen junto al Sanguis trató de encontrar a la traidora Katarina en la fiesta, pero el evento había finalizado durante el tiempo que él había pasado con Catherine en el hospital. Sabía que el licántropo estaba con ella, pero aún así decidió desaparecer y hacer silencio, tal vez porque odiaba que el otro tuviese razón, o tal vez porque tenía que preparar su plan de venganza. Fuese como fuese, ella no iba a echarle de menos y seguro que incluso agradecía estar lejor de él y de Ávalon. Lo tenía asumido. Aún así se había "acostumbrado" a la presencia de Catherine y al contacto de su mano para dormir por las noches.

Tampoco se había detenido mucho a dormir, tenía demasiadas cosas por hacer. Lo primero fue localizar a Katarina, justo al día siguiente después de la fiesta. Allí recogió la copa de la que había bebido Catherine, en la que aún quedaban algunos restos con la sangre envenenada. Eso y sus análisis eran pruebas, además de la información que le había dado Gwen. No quería que Katarina se le escabullese, así que la mandó llamar a palacio para acudir a su despacho. Le hizo creer que necesitaba consuelo después de perder a su nueva esposa, pero lo que se encontró fue bien diferente. Esperó a que estuviese confiada, a que se aproximase...

- Has firmado tu sentencia de muerte, no eres más que una insignificante víbora venenosa. - susurró cuando ella estuvo lo suficientemente cerca, comenzando a utilizar sus poderes sobre la traidora. Quería torturarla, que sufriese durante días. Por ello comenzó a corromper su sangre, que durase lo suficiente para que todos supiesen lo que había hecho y para que Catherine pudiese rematarla si quería. Ordenó a la guardia que la encerrasen en los calabozos del castillo por la pena de alta traición, no sin antes asegurarse de ponerle las cadenas del penitente para mermar su magia poco a poco.

Luego se encargó de concertar una reunión con Freyja para hablar cara a cara. Gwen tenía razón, no podían posponer esa conversación con una de sus casas vasallas más relevantes, a pesar de todos los quebraderos de cabeza que daban. Había que solucionar aquello cuanto antes. También quería saber más sobre el inesperado anuncio de boda con Darren. Su hermano nunca había demostrado interés por Freyja, ni ella por él. Sonaba todo a maniobra política. Entre unos y otros habían retrasado sus planes de iniciar las operaciones bélicas, por eso quería terminar cuanto antes con lo de Katarina y lo de la coronación. Pidió llamar a uno de sus más fieles caballeros de la guardia Pendragon, entregándole en mano una carta que debía llevar a Ouroboros para entregar a Catherine Le Fay. Esperó a verle partir, perdiéndose después por los pasillos para seguir con todo lo que traía entre manos.

Habían decidido quedarse con esa victoria en vez de tentar el destino. La fiesta había seguido en marcha y ante su despedida más vítores, más ruido, más de todo. Catherine estaba empezando a sentir que su cuota de socialización estaba llena, quizás, para toda la vida. Y sin embargo, mientras salían más gente estaba esperándolos, aparentemente Shyvanna los había organizado para que lanzaran pétalos que acabaron sobre su rostro, capa y el resto de su cuerpo. Miró alrededor forzando una sonrisa y estuvo segura de que si no hubiese bebido la leche quizás ya habría salido corriendo.

Habían ido a un patio interior lo suficientemente grande para que el dragón de Wthyr pudiera aterrizar. La bestia negra parecía tan indómita como su jinete y Catherine siempre se subía con cierta reserva pero no podía olvidar que había sido el vuelo rápido del dragón lo que la había salvado de la muerte así que se inclinó un poco hacia Wthyr -¿Cómo se llama?- Le preguntó. No le había pasado desapercibido que se comunicaban en otra lengua que no conocía pero aún así se soltó de Wthyr y se acercó hasta la cabeza del dragón -Gracias por ayudarme a seguir con vida… Que el viento siempre sople a tu favor- Era parte de una antigua bendición irlandesa que había aprendido con Desmond cuando conoció a Nekros. El pensamiento la hizo fruncir el ceño con nostalgia, tanto por su hermano como por el dragón. ¿Dónde estaba? Suspiró y volvió hacia el costado de la criatura para subir. No necesitaba de Wthyr para ello así que lo hizo ya con algo de experiencia, aunque los tacones no ayudaban mucho.

Desde la altura del dragón todo se veía desde una perspectiva distinta, pero Catherine no se concentró en las numerosas filas de vasallos delante de ella sino que alzó la mirada al cielo donde no había nadie excepto la oscuridad del cielo nocturno y sus pequeñas estrellas.  Se agarró con fuerza, seguía pensando que era inseguro, pero aún así necesitaba salir de ahí -Lo que más me gusta de volar es que no tengo que estar con nadie más…Hay silencio, hay paz… Incluso para una mente como la mía- Le dijo a Wthyr en voz baja. Ladeó un poco la cabeza para mirarlo por encima del hombro -¿Y a ti?- No tardó mucho en volver la vista al frente, para que no se pensara que podía volver a agarrarla como en el salón. Es más... sabía que Wthyr solía arrimarse bastante cuando volaban con lo que, creía, era la intención de protegerla pero por si acaso junto más los brazos para cubrirse el pecho.

La ceremonia de coronación había llegado a su fin en el momento en que iniciamos el vuelo sobre los dragones, alejándonos de todo el bullicio del banquete y el baile. Casi sentí alivio de que aquello hubiese terminado, a pesar de haberlo esperado por tanto tiempo. Era como una liberación por haber cumplido con mi cometido como primogénito de los Pendragon. El acercamiento de Catherine al dragón negro fue un acto de agradecimiento por haberla llevado a Ouroboros tan rápidamente. Que se acordase de él decía mucho a su favor. - Se llama Tauren. - murmuré mientras ponía la mano sobre la pata del dragón, alzando la mirada hacia su cabeza. Últimamente solía volar sobre él bastante a menudo, alternándolo con el orgulloso Smaug. Atrás quedaban los tiempos en los que volaba con Goth, ahora que sabía quién era todo cobraba un significado distinto. Híbridos...como Azula. ¿Qué pensarían de aquello los demás?

Permanecí un tanto metido en esos pensamientos mientras sobrevolábamos Ávalon de camino al castillo, pero aún así mantuve a Catherine bien sujeta contra mi cuerpo, entre mis brazos. Sus palabras me sacaron de esos pensamientos, haciendo que enarcara una ceja por lo de no estar con nadie más. - ¿Y yo qué soy? - pregunté, sólo por molestar porque sabía bien a lo que se refería. En el aire era como ir por libre, aunque fueses con alguien más. No había necesidad de conversar si no querías hacerlo. Observé por un instante su perfil delineado por la luz de la luna cuando giró la cabeza para lanzar aquella pregunta.

- A mí lo que más me gusta de volar es la libertad que da. Puedes ignorar todo y a todos durante un buen rato. Puedes descubrir nuevos lugares en muy poco tiempo. Y puedes hacer esto...agárrate bien. - entorné los ojos con una especie de sonrisa maliciosa. Justo en ese momento la sujeté con mucha más seguridad e inicié una vertiginosa maniobra de descenso con el dragón. Todo fue improvisado, aunque ya lo había practicado más veces. Hice que describiese tres tirabuzones en el aire mientras caíamos casi en picado, un descenso muy rápido como si de una montaña rusa se tratase. Después ordené que se elevase un poco, lo justo para poder hacer el aterrizaje perfecto frente a la entrada del castillo. - ¿Repetirás? - pregunté una vez estuvimos en tierra firme, con el corazón acelerado por la adrenalina de esa maniobra en el aire.

Sonrió un poco ante la pregunta de Wthyr. El no era "nadie". Era… "algo". En realidad tenía una palabra: esposo. Pero era algo con lo que había estado batallando desde el momento en el que supo de la existencia de la maldición. Su esposo era, o había sido, Ian y el concepto seguía vinculandolo con él porque él aún tenía su corazón entre sus manos -El chófer- Respondió con rintintin, soltando una risa baja por ello porque le parecía graciosa la idea de tenerlo de chófer mientras viajaban a lomos de Tauren.

-Ya… - Analizó con los labios relajados. Lo de abstraerse lo tenía fácil en realidad. Había pasado gran parte de su vida abstraída en su habitación. En la pintura cuando era pequeña, en la magia cuando creció un poco y se vio obligada a tomar su puesto como Descendiente -¿El qué? - aunque tenía la cabeza ladeada no podía verlo realmente así que de perdió su sonrisa maléfica y cuando la apretó aún más por un instante pensó que iba a continuar con eso que había hecho en el baile pero esos pensamientos se esfumaron con tanta rapidez como descendían. Catherine dejo de agarrarse del dragón para aferrarse a Wthyr y no supo en qué momento el miedo dejó de poseerla y la diversión abrió paso. Soltó una carcajada a la que siguieron varias más ¿Era eso una reacción al pánico? ¿Era … euforia? Lo cierto es que la pelinegra nunca había disfrutado de una montaña rusa y aquello nada tenía que ver con volar en un hipogrifo. Distaba…¡muchísimo!

Cuando aterrizaron, Catherine aún estaba riéndose pero no dejaba de aferrarse ni por un instante al Pendragon. Y la sorpresa realmente la sobrecogió al darse cuenta de que estaba riéndose de felicidad, de alegría o de lo que sea que semejante locura le había hecho sentir. Respiró con cierta dificultad y se llevó una mano al corazón para cerciorarse de que no se le salía del pecho. La risa poco a poco fue bajando de nivel y Catherine giro la cabeza hacia Wthyr aún sin palabras para reconocer una emoción tan fuerte como esa le recorrió el rostro con la mirada un instante -Vale… pero para la próxima, chófer, infórmeme de las decisiones antes de tomarlas- Le dijo con un tono de sorna bastante interpretable y se reacomodo en la posición pero al hacerlo sintió algo…

-Espera- Murmuró con un tono pensativo, solo para confirmar que lo que sea que estaba percibiendo era cierto. Sonrió de lado, con ternura, y cogió la mano derecha de Wthyr para ponerla sobre su vientre. Era leve, muy leve, y esperaba que pudiera sentir los movimientos. No era fuertes patadas, en lo absoluto, sino una especie de vibración rara. A Catherine se le antojaban como pequeñas burbujas, como cuando soltaban aire dentro del agua -¿Lo sientes?- Quizás a sus bebés también les gustaba la idea de volar en dragón, o de vivir ese tipo de experiencias que la hacían reír.

- Rey chófer, querrás decir. - la corregí antes de iniciar la maniobra, aunque era evidente que le estaba siguiendo el juego porque me había parecido ingeniosa en su respuesta. Aún así ese recurso me pareció una evasiva para no decir lo que se suponía que éramos. Cualquier análisis sobre aquello perdió importancia cuando comenzamos ese veloz descenso a lomos del dragón negro. Al principio me pareció que tenía miedo por el modo en que se aferraba a mí, pero después me llevé una sorpresa al escuchar el sonido de su risa sincera por aquella atrevida experiencia. Que compartiera aquello de volar conmigo hizo que sintiera una extraña sensación de unión que ya no tenía que ver únicamente con una obligación, sino algo diferente. Pocos aguantaban un primer vuelo en dragón así sin bajar descompuestos.

- Así que a Catherine Le Fay le gustan las emociones fuertes y de riesgo...interesante. - asentí un par de veces mientras me cruzaba de brazos un momento, dedicándole una mirada de arriba a abajo y una media sonrisa. Ella seguía riéndose incluso tras haber aterrizado, así que eso contestó de sobra a mi pregunta sobre si repetiría la experiencia.

- Y eso que no has visto el resto de maniobras que se pueden hacer, si te atreves. La del sacacorchos sobre un glaciar o un volcán no están nada mal. Si te hubiese avisado tal vez te habrías negado. Así tenía factor sorpresa. - expliqué antes de que me pidiese que esperase, frunciendo el ceño extrañado como preguntándole qué pasaba. - ¿Te has mareado? - Dejé que tomase mi mano, notando un pequeño respingo en el pecho al ver que la colocaba sobre su vientre.

Mi cara fue de cogerme desprevenido por completo. La última vez que yo lo había hecho me había apartado rápidamente, acabando ambos un tanto incómodos por lo inesperado de mi reacción. Esta vez era ella la que cumplía con lo que me había dicho, que no tenía por qué alejarme cuando se trataba de eso. Acomodé mejor la mano sobre la suave curvatura que había tomado ya su vientre, concentrándome en percibir el movimiento. No sabía si lo que estaba notando tenía que ver o no con nuestra capacidad para compartir energía mágica. La sensación de aquella vibración fue muy extraña, haciendo que dibujase una leve sonrisa después de un gesto de sorpresa momentáneo. Esta vez si sería la definitiva. - Están bien. Estarán bien...- susurré cerca de su oído, todavía sin apartar la mano de donde ella la había dejado. Llevé la mano libre hacia su mentón, alzándolo levemente para girarlo y hacer que me mirase, ya que seguía sentado a sus espaldas. Recorrí despacio la línea de su mandíbula con el pulgar en una caricia, alternando la mirada entre sus ojos y sus labios en un gesto que delataba mis intenciones.

Volvió la mirada hacia Wthyr cuando la evaluó cruzándose los brazos y aparte identificando esa parte de sí misma que no todo el mundo veía. Los ojos le brillaban aún de euforia, pero no con su luz mágica, simplemente felicidad -Sean tiene miedo a las acromántulas gracias a mí. Mis hermanos y yo nos jugábamos bromas muy pesadas y mis entrenamientos siempre fueron extremos, supongo que… sí- Era un resumen bastante acertado de su personalidad porque…siempre había sido extremista, con cualquier cosa. Sobre todo para poder expresarlas, las demás las vivía internamente y por eso Anteia le había dicho más de una vez que fuera a terapia, para insistirle en que hablara.

-¿Atreverme?- No pudo aguantar el tono de indignación con el que salió esa palabra – Puedo hacerlas- Dijo en tono orgulloso, si había aguantado esa podía aguantar cualquiera de las maniobras que le propusiera el Pendragon -Excepto quizás…ponerme de cabeza. Aún no entiendo cómo no os habéis preparado unas sillas para agarraros- Mencionó mirando alrededor y finalmente dejando agarrarlo con tanta fuerza para sentir las escamas de Tauren contra sus muslos y las palmas de su mano.

-No- Le respondió al ver su gesto, tranquilizándolo con uno propio pero al ver su gesto de sorpresa se sintió un poco fuera de lugar. Ya le había dicho que no tenía que…tomarse tantas reservas para con su hijo, era tanto de ella como suyo; aunque quizás el hecho de que fuera tan reservada con su cuerpo y el contacto influyera en su actitud. Indiferentemente, era un buen gesto que viera que ella no tenía mayor problema.  Lo observó sonreír y lo hizo ella por inercia, era raro verlo sonreír y más aún siendo de forma sincera y no con un deje sarcástico o de sorna. -Eso espero... De corazón- Tras eso volvió a mirar al frente, dispuesta a intentar de nuevo la maniobra, o cualquier cosa que se inventara y que volviera a darle ese chute de adrenalina en todo el cuerpo. No obstante, él tenía pensada otra cosa y cuando giró su rostro en su dirección Catherine tragó en seco.

Si su corazón se había tranquilizado, la caricia en su piel volvió a hacerlo latir con rapidez y un pequeño escalofrío se deslizó por su columna erizándole la piel. Quizás Catherine siempre había sido un poco compleja a la hora de comprender muchos signos y señales de las relaciones interpersonales, pero no era imbécil. Había interpretado bien lo que Wthyr había dicho antes de entrar al salón. Lo que no llegaba a comprender era el por qué… ¿Qué le veía? No lo entendía ¿O era sólo el deseo de tener una mejor relación entre ellos? ¿Hacer un esfuerzo considerable por ver más allá de sus propios orgullos, metas y opiniones? Probablemente. Alguna especie de estrategia para que parecieran más consolidados frente a sus vasallos y lo cierto es que ella podía elegir seguirle el juego, excusándose con ese tipo de mentiras y otras más pero…

Pero no era eso nada más ¿Verdad? Porque ese cosquilleo dentro lo había sentido alguna vez. Con Maxwell, con Yaroslav, con Ian… Era atracción. La verdad le golpeó como un cachetazo y miró a Wthyr sorprendida por ser consciente de que, estando allí, entre sus brazos; después de bailar, hablar y volar, se había sentido cómoda. Catherine se inclinó hacia Wthyr y le dejó un sentido beso en la mejilla antes de reacomodar la posición mirando hacia el frente con el ceño levemente fruncido y el cuerpo en una locura de hormonas. Porque por muy verdad que fuera el efecto de Wthyr en sí misma no quitaba una cosa específica: Amaba a Ian.

Ignoré deliberadamente cuando nombró al cobarde de Eire, que seguro que estaba oculto en algún refugio con la espada guardada en el culo. Qué manera de mancillar Excalibur. Eso me recordó que debía preguntarle a Catherine más cosas sobre la espada que me había regalado, aunque lo dejaría para cuando estuviésemos en la habitación. Fue todo un descubrimiento el saber que ella tenía ese lado intrépido y atrevido. Al principio la hacía más comedida...

- Perfecto. Pues las próximas veces iremos subiendo el nivel de dificultad. - porque habría próximas, ahora lo sabía. Lo de ponerse boca abajo ya lo negociaríamos, no podía perderse algo así. - Debes usar la fuerza de tus piernas. Una silla tampoco impediría que te cayeses, y sería indigno volar así sobre un dragón, para ellos y para nosotros. - expliqué antes de que sucediese ese momento en el que decidió compartir conmigo lo que estaba sintiendo en su vientre, propiciando aquella cercanía que me llevó a girarle el rostro hacia mí. ¿Quién  no querría mirarla? Tenía un magnetismo que en un principio había intentado obviar. Después de compartir más tiempo con ella ya no podía fingir indiferencia, pues la atracción estaba ahí. Aquellos segundos de tensión se me hicieron eternos, y a punto estuve de robarle un beso en los labios que al final no llegó. Fue ella la que resolvió la situación.

No supe muy bien cómo interpretar eso del beso en la mejilla. Podía ser un avance en nuestra relación hacia algo menos espinoso, o una forma de decir que no quería nada más, que lo dejase ahí antes de intentar ir más lejos. En cualquier caso era una sensación un tanto agridulce, no me gustaba tener que conformarme. Si alguna vez pasaba algo sería sin trampas, sin usar el rubí de Sodoma. Sería ella quien tomase la decisión final, aunque tal vez hubiese otras formas de inclinar la balanza hacia lo que yo deseaba...tendría que intentarlo, pensar en qué haría Shyvanna. Dejé de disimular mi gesto de decepción cuando Catherine volvió a mirar hacia el frente, guardando silencio durante algunos incómodos segundos antes de volver a decir nada.  

- Vayamos dentro. Tienes que descansar. Ha sido un día largo e intenso. - repuse en tono neutro como si nada hubiese pasado, recordando lo mal que había empezado el día. No podía quejarme, después de todo. Hasta podría decirse que lo habíamos pasado bien. Ordené al dragón que apoyase su cuello sobre el suelo para así poder bajar, ayudándola a descender para que no se cayese con los tacones y el vestido. La sujeté por la cintura con un brazo mientras usaba el otro para descender por las escamas de la pata del dragón, poniendo los pies en el suelo poco después. Tauren se marchó volando nuevamente, dejándonos a solas. No la miré directamente hasta que estuvimos abajo, indicándole que me siguiese hacia el interior del castillo.  - Deberíamos pasar la noche juntos, no sería de recibo que el rey y la reina durmieran en habitaciones separadas el mismo día de la coronación. - le eché un vistazo de reojo para ver qué cara ponía, encaminándonos hacia el pasillo que conducía a los aposentos.

Asintió suavemente a eso de subir de nivel, pero cuando mencionó lo de la fuerza en las piernas, alzó levemente una ceja y lo miró incrédula -Em… No tengo- Expresó con algo de vergüenza, pero era importante que supiera esos detalles porque si se caía bueno…Estaban arriesgando la vida de mucha gente si resultaba herida.  Notó la tensión en Wthyr después de aquel beso en la mejilla y sintió un pequeño tirón en el estómago y en el corazón porque aún cuando el último pertenecía a Ian no podía evitar sentirse fatal de no poder ofrecerle la oportunidad de tener algo más. No por ella, por él; por lo que la maldición le había arrebatado en tantas ocasiones y ahora, cuando parecía que ambos lograrían resolverla, el amor no estaba sobre la mesa. Pero había sido clara con él, se lo había comentado ese mismo día. Lo que podía darle y lo que no. Y dudaba que pudiese, algún día, amarle como amaba a Ian. Un amor así sólo había uno ¿No?

Bajó la mirada al escuchar su sugerencia, sintiendo algo de decepción por no poder vivir de nuevo ese pico de adrenalina y esa euforia que había sentido. Lo quería… Por esos instantes se olvidó de todo, pero realmente, sólo enfocándose en lo que sentía. Contuvo un suspiro de decepción -Vale- Respondió, porque sabía que su gesto era lo que había enfriado cualquier cosa, cualquier conexión o lazo que hubiesen encontrado en esos instantes. Se dejó ayudar para bajar porque no confiaba en los tacones y cuando llegaron al piso le siguió, notando que no la miraba. Una vez más, rehuía, como había hecho antes de entrar al salón del trono.  Miró hacia el cielo, hacia la luna y las estrellas sobre aquel manto tan oscuro, pidiendo que la llenaran de paciencia y empatía para poder entenderlo, ayudarlo y seguir adelante. Apresuró un par de pasos y deslizó su mano sobre el antebrazo de Wthyr para caminar juntos, no obstante, al oír su frase se detuvo y lo detuvo. Se quedó mirándolo con sorpresa, sin saber a qué venía eso. Después de todo habían hablado de darse una oportunidad, más como equipo que como matrimonio pero…  -¿Ibas a echarme de la habitación?- Frunció el ceño, ligeramente ofendida por esa idea -¿Por qué? ¿Qué se supone que hice esta vez para ofenderte?- Cuestionó a la defensiva, sin comprender para nada su actitud.

Al parecer yo no era el único decepcionado. Su suspiro y aquel 'vale' me hicieron pensar que hubiese preferido seguir volando antes que bajar del dragón para ir hacia el castillo. Tal vez otra noche. Se hizo el silencio de nuevo mientras caminábamos mirando al frente, incluso después de que ella se cogiese de mi brazo para caminar. Estaba molesto, para qué negarlo, pero poco podía hacerse al respecto. Aquel beso de consolación era lo mismo que cerrarse a lo que pudiese pasar. Noté que se había mosqueado en cuanto me detuvo a mitad de pasillo, indignándose con eso de si la iba a echar de la habitación. Solté su brazo para girarme y quedar frente a ella, hablando cara a cara.

- Al contrario. Te estoy invitando a que te quedes, darte esa opción porque ya no sé si quieres dormir conmigo, sola, o qué. Me confundes. - repliqué con cierto tono de exasperación que intenté moderar, no tenia intenciones de ponerme a discutir otra vez. Bastante con una vez al día, demasiada intensidad. - Si me acerco te alejas, y si me alejo te lo tomas como una ofensa. No soy yo el ofendido, alteza. - hice un ligero y fingido gesto de reverencia al decir eso último, aunque le molestase. Le di la espalda un momento, cerrando los ojos con el ceño fruncido mientras me masajeaba un poco la sien. Suspiré y abrí los ojos de nuevo, dándome la vuelta. Quería dormir con ella, pero a la vez también se me hacía extraño tenerla en mi cama sin poder acercarme para nada más. No podía tenerla de ese modo. Ya me había dejado claro que quería al otro, pero tampoco demostraba interés en tener relaciones que no implicaban quererse.

- Olvídalo. Ya ha quedado aclarado. - gruñí intentando dar por zanjado el tema. En realidad había sido un malentendido. - Dormiremos juntos. Ahora en la habitación me explicarás más sobre la espada, mañana la probaré en el entrenamiento al amanecer. - le hice un gesto para seguir caminando hacia la habitación, a no ser que finalmente se negase.

Ni movimiento, ni salida, ni pollas en vinagre. Freyja estaba hasta los putos cojones de las decisiones poco firmes de Wthyr. Su legión de bersekers estaban esperando órdenes y Darren parecía también estar esperando. ¿El qué? No lo sabía y, sinceramente, tampoco le había preguntado. Había llegado a sus oídos un rumor sobre la ausencia de Wthyr pero decidió que, después de la conversación reveladora que habían tenido en el salón del trono, lo mejor era esperar.


O ir directo a la fuente. Si Wthyr no hablaba, quizás la Reina sí. Porque a esa si la habían visto pavonearse, saliendo y entrando de Avalon o dando órdenes. No sabía si conocía todo sobre la misión pero le interesaba descubrirlo así que ese día dirigió sus pasos al castillo y hacia la madriguera donde se escondía la bruja. Una cueva que ya había visitado una vez y en la que no habían tenido un buen inicio. En realidad, ellas no tenían una buena relación y punto...Pero le daba igual, no necesitaba nada de ella. Como mucho, necesitaba algo de Darren que él no estaba dispuesto a dar...AHORA, porque antes no había dudado mucho en llevársela a la cama.

Soltó un "Tsk" y negó con la cabeza, a ver cuándo la llamaban al Sanguis a ver si el árbol sagrado los aprobaba.

El puñetero mal del híbrido me había mantenido apartado de los menesteres que debía atender, así que salí de la habitación en cuanto pude para no demorar más esos asuntos. Todavía estaba algo convaleciente a pesar de haber mejorado, así que era consciente de que no tenia la mejor cara del mundo. Al menos ya no había escamas de dragón en lugares visibles, las pocas que quedaban estaban ocultas bajo la ropa. Por eso todavía temía acercarme a mis hermanos, evitaría acercarme a ellos sólo por si acaso. En cuanto a Catherine...necesitaba hablar con ella, aunque me sintiese extraño respecto a ese acercamiento que habíamos tenido cuando me estuvo cuidando. Tenía esa particularidad de no dejarme indiferente, ya fuese para irritarme, discutir, abrirme a ella o atraerme en el sentido mágico y en el más físico. Había confiado en ella, hasta el punto de contarle la verdad de nuestros orígenes. En ese momento podía confiar más en ella que en los vasallos, que no debían saber aún el asunto de descender de un dragón.

Aminoré la marcha al localizar a la Lothbrok en mi camino, percibiendo incluso a distancia esa apariencia de impaciencia por batallar, por hacer cosas útiles. La conocía bien, y estaba seguro de lo mucho que le habría molestado quedarse quieta. - Freyja. - la llamé con voz ligeramente ronca al encontrarla por el pasillo, suponiendo que había acudido al castillo en busca de respuestas. Habían pasado ya cinco días desde la mañana en la que supuestamente íbamos a partir, y suponía que habría impaciencia y rumores sobre los motivos por los que no se había hecho nada de eso. Las rencillas habían quedado atrás con aquella conversación que tuvimos, y esperaba que su lealtad permaneciese intacta. Aún así iría con pies de plomo. Esperé a estar a un par de metros de ella para comenzar a hablar con seriedad, un tanto distante.

- No fue posible salir antes, pero partiremos esta noche. Avisa a tus tropas. También a Darren, Shyvanna y Lake. Nos reuniremos todos en la zona del Sanguis para mover a los ejércitos enteros con el portal. -

Para su sorpresa, a medida que avanzaba por el pasillo la figura de Wthyr apareció delineada en la distancia. Los dispares ojos de la vikinga se concentraron en él, frunciendo el ceño un instante ante la imagen que daba. De pena. ¿Y su voz? ¿Qué le había pasado? ¿Era la maldición? Fue caminando hacia él en silencio, pero con un gesto hosco, en el cual esperaba que leyera lo exasperada y molesta que estaba por la situación de tener que controlar a su propia gente.

-Te ves como la mierda- Le dijo a modo de saludo porque, la verdad, era lo que parecía. Le recorrió de arriba abajo lentamente y luego alzó la vista hacia él -¿Te hizo algo?- Inquirió lo que todo el mundo había estado pensando, excepto que tampoco es que al Le Fay se hubiese hecho con el poder de la isla. Es más, ni se le veía… Así que la situación era de lo más extraña.

Escuchó las órdenes asintiendo pero no estando muy de acuerdo de que él se pusiera a liderar el ejército con esas fachas -¿Por qué tengo que avisar a los príncipitos?...Ah, no espera- Miró hacia el techo pensando un momento en el protocolo real -Ellos ya no son príncipes…son…¿O sí?…En fin- Agitó la cabeza, eso no le importaba, la verdad pero siempre le había agradado llamarlos por su rango noble con un rintintin que identificaba cómo se burlaba de ellos.

Finalmente, lo puso al día sobre la situación de los Pendragon respecto a ...Bueno, ella y la isla -Tu hermano no me quiere ver la cara, tu hermana tampoco y a Lake nadie le ha visto el pelo desde la coronación- Alzó los hombros -Voy a ser tan eficaz como una red de pescar atrapando arena- Suspiró -Dile a uno de tus dragones…Y ya que estás, dile a la Reina que te eche un poco de maquillaje mágico. Pareces un muerto viviente…-

La vikinga no se cortaba un pelo en decir lo que pensaba, y hablar sobre mi aspecto no iba a ser la excepción. Sabía que tenía razón, debía reconocerlo aunque me molestase. Lo único que esperaba es que las tropas no lo tomasen como una señal de debilidad. - Tan sincera como siempre...- solté el aire lentamente con resignación, entornando levemente los ojos cuando insinuó que Catherine podía haberme hecho algo. Nada más lejos de la realidad. Finalmente había confiado en ella, y no me había defraudado.

- No, en absoluto. ¿Acaso es eso lo que se dice por mi ausencia? porque no tiene nada que ver. - repliqué con tono algo molesto, no me gustaban ese tipo de insinuaciones. Sospechaba que los rumores habrían corrido como la pólvora, y podían tener algo de sentido si se tenía en cuenta que acababa de coronarse reina de Ávalon. Un rey muerto podría ser conveniente, al menos para la mente de alguien que gustase de intrigas políticas y otros enrevesados asuntos palaciegos.

- ¿Y por qué no ibas a avisarles? te vas a casar con uno de ellos próximamente. Y sí, siguen siéndolo. - al menos hasta que naciese el primogénito. Después serían títulos diferentes, sobre todo si conquistábamos suficientes territorios nuevos. Lo de Darren y Shyvanna me pareció raro, eso de que no quisieran verla resultaba poco práctico para nuestros intereses. Tendría que hablar con la melliza, puesto que intentarlo con Darren era como darse contra un muro.

- Al demonio si no quieren verte. No podemos ir a la batalla con molestas rencillas de por medio. Las conquistas de territorios se consiguen con un frente unido. - la conquista de ese territorio de Irlanda, Galway, había sido relativamente sencilla. Todo no sería así, habría que variar la estrategia dependiendo del lugar. En algunos sitios podría ser válido arrasar, en otros manipular, en otros negociar. Probablemente la última opción sería la única que aceptaría Catherine, pero ella no sabía nada aún. Ni siquiera sabía que, de no haber enfermado, habría salido a la misión al día siguiente a la coronación.

- Para eso tendré que encontrarla primero. ¿La has visto? - pregunté con cierta impaciencia, aunque también me daba cierto reparo volver a encontrármela después de tantas cosas como habían pasado en los últimos días.

La sonrisa pérfida de Freyja, y sus dientes blancos, contrastaron con el azul que pintaba su piel desde la frente hasta más allá de la línea de sus pestañas inferiores -¿He herido tus sentimientos, Su Majestad?- Le preguntó con rintintin y de no haber estado su relación en un punto más bien extraño, le habría dado un codazo indiferentemente de su aspecto de mierda.

-De tu ausencia se dicen muchas cosas, Wthyr pero generalmente se le culpa a ella. De todo- Alzó los hombros como restándole importancia. Lo cierto es que los rumores habían ido en crescendo con cada día que pasaba -Te coronan, os veis súper embobados en el baile, os vais de paseíto con Tauren y no te volvemos a ver más. Y ella tan campante, bueno, las veces que se vio por ahí … Al menos no va por ahí con la corona de adorno- Soltó una risa socarrona antes de cruzarse de brazos soltando el aire con tranquilidad, pues ahora sabía que finalmente iban a gestionar su misión.

Freyja hizo una mueca -No soy su rastreadora- Expresó con algo de molestia pero luego puso los ojos en blanco -Está en el salón del trono. Dicen que Asiaín volvió y solicitó audiencia contigo y…adivina qué…- Sonrió y le dio una palmadita en el hombro -La Reina de Ávalon ha respondido a su llamado- Luego alzó la mano y le dio un par de golpecitos en la mejilla -Y con toda la razón, muerto viviente- Lo empujó para que comenzara a caminar hacia el salón -Vas a tener que hacer una entrada por todo lo alto si quieres que nadie se preocupe por tu desaparición-

- Como si yo tuviera de eso. - repliqué con indiferencia a eso de los sentimientos como si me pareciesen la cosa menos útil del mundo. Lo cierto es que estaba de acuerdo en que no eran prácticos, pero resultaban un tanto inevitables en ocasiones, y también algo molestos cuando interferían en los planes previstos. Solté un 'ya veo' por lo bajo, meditando lo que podían haber estado diciendo sobre Catherine durante esos días. Había que atajar esos rumores rápidamente, pues la reina debía ser aceptada en Ávalon. Debía ser parte de la isla, aunque a ella no le gustase y a los demás tampoco.

Mi gesto se tornó en uno de indignación mientras narraba el orden de acontecimientos, especialmente con la descripción de parecer embobados durante el baile. - Ha estado encargándose de los asuntos de la isla durante mi ausencia, como debe ser. Lo contrario habría sido dejación de funciones. - su sentido de la responsabilidad no la había abandonado, a pesar de lo poco que le gustaba moverse por Ávalon. Se notaba que había sido adiestrada desde niña para ocupar su puesto en el Consejo de los 20, y por eso mismo era capaz de moverse en su nuevo puesto.

- Asiaín...entonces deben estar hablando sobre la misión. - desvié la mirada de Freyja hacia el pasillo que conducía a la sala del trono, evaluando las posibilidades de que estuviese hablando más de la cuenta y que Catherine supiese demasiado sobre esas misiones que tan poco le gustaban. Habría que hacer alguna maniobra para reconducir la situación. Abandoné esa expresión calculadora cuando noté el dedo de Freyja en la mejilla, mirándola con cara de qué demonios haces.

- ¿Te parece poca entrada triunfal la del rey Pendragon junto a su valkiria berserker Lothbrok? vamos, déjate de cháchara inútil, tenemos mucho que hacer. - ambos comenzamos a caminar hacia la sala del trono, marchándonos del pasillo.

continuación:

El rey abandonó la sala de reuniones con un molesto sentimiento de ofuscación por no lograr convencer a Catherine de ningún modo, por no lograr hacerle ver su punto de vista en todo aquello. Sus escasos momentos de acercamiento no parecían lo suficientemente fuertes como para lidiar con todo lo que los enfrentaba, con toda la situación de "enemigos" de la que habían partido cuando se conocieron en Ouroboros. ¿Por qué no conseguían dejar de enfrentarse a la mínima oportunidad? ¿Por qué era tan cerrada como para no dar una oportunidad?

No tardó mucho en alcanzarla, encontrándola en el pasillo que conducía al ala del castillo en la que estaban los aposentos de ambos. En unas cuantas zancadas llegó hasta ella, estirando su mano hacia para cogerla por la muñeca y girarla. El movimiento no fue brusco, pero sí firme, para que le mirase a la cara y así poder hablar. Durante la reunión la había estado evitando, al menos al principio. Tenía tanto que decirle...y a la vez no sabía cómo.

- ¿De verdad vas a huir otra vez? ¿acaso no confías en mí? ¿Tan malo sería intentarlo?- no esperó realmente que le contestase, en parte lo intuía. Él sí que había confiado en ella cuando le contó la verdad sobre su origen, sobre su mezcla de sangre con la de un dragón. Tampoco había tenido mucha opción, pero Catherine había demostrado estar a la altura, guardando el secreto. - Quédate.- no quiso decirlo como una orden, pero su falta de tacto para hablar hizo que sonase un poco de esa manera.

Ya no necesitaba a los guardias para ir a sus aposentos, era dislexia no idiota y era un conjunto de pasillos que debía aprenderse sí o sí. Se apretó un poco la caba por encima de los brazos porque fuera de la sala, donde los ánimos se habían caldeado, también había una chimenea que mantenía todo calientito. Ahora llevaba un vestido bastante más ligero de lo que debería haber usado para primavera y la capa no era tampoco muy gruesa.

La presencia de Wthyr, y sus pasos, no le pasó inadvertida y cuando tomó su muñeca se giró hacia él, conteniendo un suspiro exhausto. Estaba cansada de pelear, de discutir; ahora que ya se encontraba mejor podía tener su última discusión… porque eso era lo que venía, lo sabía en su interior y lo veía en sus ojos. Catherine le recorrió el rostro un momento pero el único gesto de preocupación que tuvo fue tensar los labios. Debería quedarse más tiempo en la cama pero, tal como ella, era demasiado orgulloso para reconocerlo. Y sabía que necesitaba descanso porque aunque aún sentía el llamado de su magia no era tan poderoso como siempre así que extendió un pequeño lazo de energía entre ellos.

Las preguntas le hicieron alzar suavemente las cejas porque eran… personales. Eran preguntas que ella misma le podía hacer a él ahora que lo pensaba. ¿Por qué tenían que ser los Pendragon los que construyeran su Imperio? ¿Por qué no se quedaba con ella? Miró alrededor esperando que no hubiese nadie oyéndolos - No quiero ser emperatriz de nada… Si me lo preguntas, Wthyr, ha sido el destino el que me convirtió en Descendiente, en Reina… Y lo hice, porque era lo que tocaba… pero ahora puedo elegir y lo único que quiero es estar en paz- Movió la mano con suavidad hacia la que sostenía su muñeca, moviendo esta para tomarla entre las suyas -¿Para qué?- le preguntó con sinceridad y un gesto cansado -¿Para volver a tener pesadillas? ¿Para sentir que las paredes de este castillo me ahogan? ¿Para vivir entre las personas que están obligadas a protegerme pero quieren todo menos eso?- Hizo un gesto con la cabeza a lo que habían dejado atrás.

Soltó el aire -He estado sola aquí y no me gusta, no me da paz. Ouroboros tampoco. Y si quiero que estén bien, tengo que estar bien. Lucio me advirtió de nuevo sobre mi ansiedad y el nivel de riesgo del embarazo… te… te traje un sobre, para que veas la eco y Lucio escribió el sexo. No me parecía correcto verlo sin ti- finalmente tiró de él para ir hacia sus aposentos y que pudiera ver el contenido. A ella también le daba curiosidad -Voy a mudarme a una casa protegida que tengo en el Bosque de Sherwood. Ajena a todo. Eres bienvenido… y si quieres dejarme 3 legiones de soldados también, siempre que confíes en ellos y no me molesten… - Se detuvo un instante y lo miró -Pero debes saber que mi intención es que Aedan viva conmigo… así que Ian también tendrá derecho de ir a la casa… - Apretó suavemente la mano de él - No a vivir pero no pretendo alejarlo de su hijo-

Notó un ligero y familiar cosquilleo tras coger la muñeca de Catherine, en cuanto sus pieles hicieron contacto. Casi había olvidado aquella sensación era reconfortante, aunque se preguntó si ella lo estaba haciendo de manera voluntaria o de manera inconsciente. En cualquier caso no la soltó, al menos hasta que ella tomó su mano entre las suyas. Se tomó aquello como una pequeña tregua, una oportunidad antes de que volviese a alejarse de él. No apartó la mirada de la suya cuando comenzó a cuestionarse todo de manera tan desesperanzada, pintando ese panorama tan deprimente.

- Quieres paz...y crees que lo único que puedo darte yo es guerra. Que no hay nada para ti en Ávalon o junto a mí. La paz que buscas no te  la dará un cambio de lugar. No te engañes a ti misma. - Sonaba a que ya no tenía ningún lugar en el mundo en que se sintiese segura, como si quisiese apartarse y alejarse de todo. Wthyr posó la mano libre sobre las de ella, cubriéndolas casi por completo. Inspiró despacio como si necesitase reunir el valor suficiente como para reformular su anterior "orden", pero esta vez siendo más específico. - Quédate. Conmigo. No he dicho que tenga que ser aquí. - las palabras todavía sonaron algo bruscas, pero la expresión de sus ojos se suavizó un poco, casi como en el momento en el que estaban en la bañera y sus miradas conectaron.

- Puedo protegerte y cuidarte si me acompañas. Proteger a mi heredero. - su mano descendió hacia el vientre de Catherine, dándole así a entender que sí que sabía lo del sexo del bebé. Había sido una grata sorpresa encontrar aquello al despertar después de días bastante malos.  No sabía si se tomaría a mal que la hubiese visto sin ella, pero no tenía sentido disimular y tampoco se le daba muy bien hacer como que no lo sabía. Lo de la advertencia de Lucio le hizo odiarlo un poco, sobre todo porque seguro que había estado malmetiendo contra ellos. - La encontré en el cajón de la mesa junto a la cama. - reconoció antes de interrogarla con la mirada como preguntando si todo estaba como debía. Al parecer sí, exceptuando que debía estar tranquila. Aún así se dejó llevar para que ella se la pudiese enseñar, así ganaba algo de tiempo para convencerla fuese como fuese. Quemaría todos los cartuchos antes de admitir la derrota que suponía aquello de que la reina se fuese a vivir aislada a una cabaña, como una ermitaña que lo detestaba. No pudo evitar hacer un sonido irónico por eso de que era bienvenido en la cabaña a la que pretendía mudarse. ¿Qué se supone que debía decir, gracias? . Aquello era peligroso, incluso con soldados rodeando la casa. Confiaba en la inmensa mayoría, y serían la única solución si seguía adelante con esa locura, pero...

- No pongo la mano en el fuego por nadie. Únicamente por mis hermanos. - una traición que viniese de ellos no era algo que esperase, y sin duda sería algo de lo que más le dolería. Supuso que su hijo se iría a vivir con ella, pero lo que le hizo torcer el gesto fue lo de saber que el chucho asqueroso se metería por allí. No dijo nada por pura estrategia, todavía no se había ido allí y aquello habría que verlo. - Confiaría más en hechizos de magia de sangre para guardar el lugar. Todavía no los conoces, pero puedes aprender. De hecho...todavía hay muchas cosas que puedo enseñarte. Y tú a mí. - la detuvo ya muy cerca de la habitación, tratando de incrementar el caudal de magia que fluía entre ellos para que supiese a qué se refería.