Cabaña de Sofía Dioscórides

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Trató, después de un rato, de sostenerse por si misma. Se dio cuenta de que aún tenía las manos aferradas, una dentro de su pantalón y la otra quitándole el aire con una rama. Suavemente, comenzó a deshacer el agarre de ambas manos, tirando la rama al suelo y se tomó de las muñecas del moreno para recuperar el aliento por un instante. Como si aquel agarre fuera a impedir que terminara en el suelo. No era culpa lo que tenía, pero sí la sensación de que se había dejado llevar demasiado lejos. Tan absorta como estaba, solo logró girar el rostro para ver al contrario y buscar si, como ella, él había tenido suficiente con aquello. Sus mejillas estaban completamente enrojecidas, su entrepierna húmeda y los pechos le dolían de alguna manera extraña.- Espero que le paguen bien las horas extra...

Cualquier hombre si la resistencia física del teniente ya se habría resentido del trabajo que tenía su mano, pero él no. Ya no sólo por el deporte sino por su propia pasión por aquel ejercicio. Pero más aún, los gemidos que inundaban el silencioso  invernadero eran su propia recompensa. Y tal como había esperado, Sofía se había dejado llevar cuando le había asegurado que la sostenía. La sintió estremecerse con cada oleada de placer, algo que él mismo podía percibir, y él lo disfrutó casi tanto como ella. El cuerpo femenino perdía fuerzas mientras se dejaba llevar por el erótico resultado de aquel encuentro, extendió el placer femenino casi con dulzura, alargando aquel delicioso momento para ambos antes de dejar de acariciarla.  Le rodeó la cintura con ambos brazos para abrazarla y sostenerla porque sabía que tardaría un poco más en reponerse -Eso es…- Susurró contra su piel, volviendo a succionar para dejarle otra vistosa marca en su piel de porcelana.

Agradeció que pronto la hiedra dejara de cortarle el paso de aire e inspiró profundamente, volviendo a disfrutar de su aroma -Hueles aún mejor- Musitó, a sabiendas de que su cuerpo empezaba a estar cubierto por una leve capa de sudor…Y él exactamente lo mismo. Aún estaba vestido, con abrigo y todo, excepto por el pantalón desabrochado donde ella se aferraba a su virilidad hasta que sacó la mano y se apoyó en sus muñecas. Vishous se mantuvo impertérrito mientras ella se movía, como una fuerte columna en la que se podía sostener. Se liberó de una de sus manos para lamerse los dedos de una forma casi obscena y sonrió -Deliciosa- Murmuró antes de bajar la vista y observar el rostro de Sofía. Sus mejillas arreboladas, sus labios hinchados y los ojos humedecidos; era la imagen que había delineado en su mente a la perfección.

-Mañana en la tarde tendrás tus vestidos- Se inclinó un poco y la besó de nuevo, esta vez con mucha más suavidad aunque la misma profundidad; mimándola por haberse comportado como él esperaba, dejándose llevar sin tapujos para obtener el placer que su cuerpo deseaba. Le lamió los labios lentamente antes de sonreír. La soltó poco a poco asegurándose de que podía pararse y aunque su propia erección dolía y palpitaba como quejándose de que no estaba recibiendo alivio alguno, Vishous se acomodó el pantalón con una determinación casi férrea. Después de eso se quitó el abrigo, estaba sudando como un cerdo con tantas capas de ropa -Buenas noches, Sofía- Le cogió de la mano y se la besó cual caballero antes de irse hasta la otra zona del invernadero para hacer su hechizo.

Agradeció el tiempo que el contrario resistió junto a ella después de aquel punto álgido, pues le permitió recuperar el aliento y el control de su cuerpo para poder mantenerse en pie por su cuerta. Comenzó a realmente escucharle a partir de que hizo el comentario sobre su aroma. Sabía que había sudado, pues el esfuerzo había sido grande y su vestido no era la cosa más veraniega del mundo. Su tranquila pasividad se convirtió en sorpresa cuando lo vio llevarse la mano a la boca.

El comentario de los vestidos cayó un poco extraño después de todo lo que había pasado.- ¿Me acabas de comprar un orgasmo? - Preguntó, no sulfurada sino incrédula. Igual no creía que fuera a ser verdad. El beso cerró aquel pensamiento, llegando incluso a probarse a sí misma de sus labios. Cerró los ojos con cuidado, procurando hacer más largo ese beso. Debía admitir que aquella sonrisa posterior fue lo suficientemente grata para que valiera la pena todo. Sintió una dolorosa punzada en el pecho. Un mal presagio. Entendió en un instante que aquello no iba a ser casual. Le salía muy bien hacerse ilusiones con todos los hombres que entraban a su vida, y aquel no iba a ser la excepción. Miró el beso en la mano como una experiencia extracorporal. Justo como si hubieran cortado de la existencia todo lo que había ocurrido entre que verificó el estado de aquella planta y el beso en la mano.- ¿Buenas noches? - Siguió sorprendida. Es que simplemente no correspondía. Dejó que se alejara porque tenía ganas de encerrarse en su estudio. Y eso hizo. Caminó con rapidez hasta aquel lugar y se deshizo del vestido, que tan roto como estaba no podía hacer nada por él. La ropa interior a saber donde había quedado. La buscaría más tarde, porque no quería que los alumnos se hicieran ideas. Ya tenía fibras vegetales listas en aquel lugar, pero no suficientes. Se hizo con rapidez un atuendo corto y ajustado, saliendo de la oficina antes de dirigirse a donde la luz se veía.

No tardó nada en llegar. Conocía el lugar como la palma de su mano y sabía como moverse.- ¿De verdad me vas a jugar la carta de caballero? Ese beso de la mano fue la cosa más normal que haz hecho desde que dijiste "Descendiente Dioscórides, ¿me concede esta pieza?"- Marcó las eses, como si estuviera imitando un acento español, que quizás él no tenía, pero que le venía bien para el regaño.- Créame que a usted lo de caballero se le da poco, y fingirlo también, porque poco se frena. Y no me ha gustado que se lamiera así los dedos. Ha sido penoso, por decir lo menos.- Tenía tiempo en lo que el contrario terminaba su protección, así que sí, iba a ponerse traquetera.- De no haber tocado lo que ya toqué, preguntaría si no es usted eunuco.- De repente, recordó algo más por lo que reprocharle.- ¡Y la nalgada estuvo muy fuera de lugar!

No sabía de donde demonios había sacado que le había comprado un orgasmo. ¿Por qué las mujeres tenían esos retorcidos pensamientos? Le había roto el vestido, ella se había quejado, el lo había solucionado. ¿O no se acordaba de su conversación anterior? Una docena de vestidos, un orgasmo y era ella la que se indignaba? Se había perdido en algún sitio. Indignadisimo estaba su libido. Sabía que la había dejado descolocada con la despedida pero no quería apresurarse y el nivel de excitación que tenía subía con cada respiración.

Agradeció que tenía con qué ocupar su mente. Al llegar a la zona que esperaba se inclinó y empezó a canalizar la energía, está vez no miro al cielo sino que se concentró en revivir sus últimos momentos con la pelirroja. Sobretodo su último beso, cuando ella pareció bajar finalmente las defensas. Había sido un momento efímero pero lo había logrado Cuando acabó fue hasta la otra punta del invernadero y se ocupó también de ese sitio. Ya empezaba a notar el cansancio físico del gasto de energía. Fue entonces cuando llegó Sofía. Supo que tendría problemas. Algo en su instinto se lo dijo. Aunque las mujeres que pasaban por sus manos siempre volvían queriendo más… esto parecía otra cosa.

Se ocupó de canalizar la magia mientras la oía, sonriendo cuando mencionó lo de la nalgada. Sabía que le había dolido en el orgullo. Aunque lo que si le sorprendió, repasando sus palabras, fue lo de que se lamiera. ¿Que pasa? ¿No podía probarla? Menuda tontería. - Tabúes - Musitó mientras se incorporaba. Su mano brillaba, caliente. Había dejado el abrigo en el piso junto a la bufanda y el gorro de invierno -¿ Crees que voy a prescindir de ese elixir porque que a ti te parece penoso, Sofía? ¿O es que lo que realmente consideras penoso es haberte dejado llevar de esa manera?- Alzó levemente las cejas antes de deslizar la mirada por su cuerpo, observando que había ido a cambiarse pero que el vestido estaba hecho de algo que podría quemar. Se acercó a ella levemente -Te di una nalgada porque me apetecía escuchar tu culo azotado- Le confesó con una sonrisa lobuna.

Te voy a contar un par de cosas para dejarlo bien en claro, Sofía. No te juzgo ni te juzgaré en ninguna faceta sexual, te guste lo que te guste. Así que...si quieres ser sincera con tus deseos, no vas a encontrar a nadie mejor que yo para experimentar. Aunque tengo mis reglas y límites- Se volvió a meter las manos en los bolsillos y la miró a los ojos, aún mantenía el fuego de la excitación en su mirada y en sus pantalones se notaba a leguas el bulto -Puedo portarme como un caballero si quieres, pero me aburre- Alzó los hombros con normalidad, dándole neutralidad al tema -Y si me fui es porque iba a terminar empotrandote tan duro contra la pared del invernadero que ni siquiera mi hechizo iba a poder soportarlo. Y… ¿Tú no quieres ningún bastardo, no? Porque hoy precisamente he salido sin protección porque no planeaba encontrarme contigo. He venido en este horario exclusivamente porque pensé que no estarías, precisamente, para no incomodarte- Terminó de acercarse a ella y le apartó un mechón del rostro solo para acercarla a su nariz y percibir su aroma. La miró a los ojos tratando de evaluar qué era lo que quería realmente aquella mujer -Pero si puedes encargarte de eso… puedo darte la mejor noche de tu vida porque con ese ceño fruncido y esas mejillas rojas lo único que deseo es hacerte mía-

Iba en modo pelea, pero no era algo negativo después de todo. Era más un ajuste de cuentas después de aquel desborde de emociones, pero con un tono de voz que aún se consideraba afable y civilizado. Era una mujer bastante equilibrada, pero sí le había molestado aquella falsa caballerosidad que nada tenía que ver con el hombre real. Y aquello no sabía si lo interpretaba bien o mal.- ¿Penoso dejarme llevar? No, para nada, estuvo bien a decir verdad. Pienso que ha sido poco cortés.- Ahora ya no tenía nada que rebatir, porque sentía que aunque tenía el punto clavado en su mente no tenía buenos argumentos. Y no le daba pena admitir que el contrario era bueno, aunque por alguna razón él siguiera pensando que la iba a romper con el toque de una rosa. Tuvo que apretar fuerte los labios, porque le causó mucha gracia que él quisiera escuchar su culo azotado. Y sobre todo por la sonrisa que vino después, de niño travieso que reconocía sus fechorías. Estar con aquel hombre era sulfurante y a la vez muy divertido. Sabía que estaba picándola, reclamando un territorio con aquella actitud de "sí lo hice, ¿y qué vas a hacer al respecto?" Tampoco tenía más reclamo que echarle en cara aquello, no mientras estuviera luchando por no reír.

Escuchó con atención lo que el contrario decía. Lo aceptaba, pero volvían a lo mismo.- Bueno, está claro que el exhibicionismo no está fuera de tus límites.- Murmuró con claro ahinco, continuando enseguida.- Esto no es por el sexo. No tengo ningún problema con eso a decir verdad. Esto va de que no estás siendo sincero conmigo. Me haz besado la mano porque crees que es lo que quiero. Hay algo detrás de este carácter de Dios del Sexo, detrás de la fachada. Yo entiendo bien que no tengas la apertura conmigo, solo no me quieras engañar con un beso en la mano si no es protocolario. Para eso mejor ahórrate el gesto si te aburre.- Nunca había dicho la palabra sexo tantas veces en una sola conversación, pero esperaba haber dejado claro un punto que ni ella terminaba de entender. No aceptaba aquella farsa a menos que fuera por picarla.

Aceptó muy a su pesar que no quería que tener que explicar una ventana rota en el invernadero. Una alarma en su mente se encendió y le recordó su compromiso de buscar su ropa interior antes de irse aquella noche. Sin embargo, soltó una carcajada al aire y puso los ojos en blanco con una sonrisa divertida, pero también malvada.- ¿Te crees que la experta en pociones de la Academia no sabe hacer un té de luna?- A veces no sabía qué creer de él. Era guardia, y la guardaba precisamente a ella, por lo que respecto a sus labores podía estarle mintiendo constantemente con tal de no alarmarle. ¿De verdad había sido una coincidencia u otra vez estaba como guardia vestido de civil? Supuso que no lo adivinaría. Cuando le tomó un mechón del rostro, cruzó los brazos debajo de su busto. Casi se arrepintió de hacerlo cuando dijo lo que su ceño fruncido le provocaba. Miró hacia abajo, notando que su erección aún era palpable. Negó con suavidad, elevando la mirada al contrario, aunque con una sonrisa dibujada en el rostro.- Te ves exhausto... Preferiría encontrarte en tu día de descanso después de una siesta, a decir verdad... Me imagino que resultaría mejor.- Soltó un suspiro que iba reteniendo.- Vishous, creo que ya te haz dado cuenta un poco lo que me gusta. Tengo que ser sincera, por los dos... Me causa placer provocarte. Me gusta sacarte de quicio, nublar tu juicio, jugar con tu mente... y eso parece no ir muy en línea con tus deseos.

Lo de la cortesía le pareció otra excusa pero no le apetecía seguir tirando de la discusión. Había aceptado que le había gustado y eso era suficiente para él. Pensó que respondería a lo del azote pero no lo hizo y aquello lo encendió más porque de nuevo su mente se fue por derroteros bastante particulares entre la sugerencia del cuero y su “pasividad” con el tema del azote -No es algo que me preocupe, pero sé comportarme respecto a la mujer que tengo delante. Por ejemplo ¿No me aproveché ni me propasé en el baile, no crees?- Alzó ambas cejas sabiendo que tenía razón…Porque bien podría haberla acosado todo el día para llevársela detrás de la carpa y darle placer, descubrir todas esas cosas que deseaba pero la había dejado ir a su bola sin presionarla.

-De acuerdo. No haré nada que me aburra- Dijo alzando los hombros aunque el discursillo de que “hay algo más tras esa fachada” se le había tornado un poco pesado. Si Sofía pretendía empezar a indagar, liar sentimientos y poner límites en algo que ni siquiera era una relación estaba ladrándole al perro equivocado. No le dijo nada, simplemente la miró esperando que terminara el discurso. Muchas mujeres habían desaparecido de su vida cuando creían que un abrazo o un beso menos demandante se convertía en una ventana para que pudieran enamorarse de él. Cuando había algo de eso procuraba alejarlo lo suficiente hasta que se olvidaran de él. No era un rompecorazones porque siempre había sido muy sincero con las damas pero a veces ellas caían igualmente. Entonces venía una conversación molesta para él, dura para ellas. Algo de lágrimas, un pañuelo y un adiós.

-Touché- Respondió sonriendo de lado cuando habló del té de luna. Aquello podría tornarse divertido si Sofía tenía mano para aquel té. Muy divertido. El sexo sin protección era la puta hostia. Pero ella se negó. No sabía para qué mierda venía a joder con sus reclamos si al final no quería concretar. Le dieron ganas de agarrarla del cuello y someterla pero contuvo el impulso cuando soltó que estaba cansado. Sí, era cierto que no tenía la energía que acostumbraba pero no se lo hizo saber. Por el contrario, sonrió de lado ante la ironía del destino -Subestimas tu efecto en mí, pero lo dejaré pasar- Indicó antes de oírla suspirar y saber que venía algo más de los rollos mentales femeninos. Eso de escuchar a su hermana le había dado algo de experiencia. Soltó su mechón de pelo y se cruzó de brazos, mirando hacia abajo, hacia sus ojos -No, no va conmigo porque prefiero las cosas directas, Sofía. No sé con qué tipo de hombres has estado antes y tampoco me interesa pero yo tengo un par de cosas claras: Uno: Si quiero acostarme con alguien, lo hago, siempre con el consentimiento del contrario y con protección. Dos: La vida es demasiado corta para andar con juegos cuando tienes en claro lo que quieres. Tres: Estamos en guerra y puede ser que mañana SAM venga y destruya la puta isla y nos carbonice en un parpadeo. ¿Vas a esperar a mañana para cumplir tus deseos? Yo no. A SAM no lo controlo pero mi vida y lo que quiero hacer con ella, sí-

Esta vez fue él quien se llevó una mano a la cara restregándosela con algo de frustración y fue bastante evidente el gesto -Si no he hecho nada antes es porque pensé que todas las Descendientes eran unas estiradas. Y mira que mi madre me da la puta lata con que despose a una de ustedes pero no me apetecía conoceros y pretender que era el caballero de brillante armadura que esperáis- Luego la señaló y entrecerró los ojos, terminó acortando las distancias para volver a cogerla del pelo pero con suavidad para que le mirara -Pero tú eres una mujer que con…olerte… me la pones dura. Y muy dentro de ti sabes exactamente lo que quieres pero estás acostumbrada a esos juegos políticos…Que te aburren ¿No? Por eso no te has casado aún- Le susurró contra los labios pero no la besó, sino que ladeó de nuevo su cabeza y rozó la piel de su cuello con la nariz mientras respiraba profundamente. Sospechaba que tenía que ver algo con feromonas o alguna flor, tenía que tener un secreto porque le volvía loco -Mañana vendré a la misma hora y vas a desfilar todos los vestidos para mí ¿De acuerdo?- Preguntó volviendo a mirarla a los ojos -Es mi día libre- Le confesó con una sonrisa lacónica.

Rió cuando dio en el clavo con lo del exhibicionismo. Lo sabía. A la gente tan sexual siempre le daba el toque extra sabiendo que podían ser atrapados en cualquier momento. Era algo con lo que más o menos concordaba, pues los espacios abiertos siempre le habían gustado más que los ambientes cerrados.- No, huiste de mi ahí también, aunque tengo la teoría de que fue para ir a ponerte tu uniforme.- Aquel día se estaba divirtiendo. También se divirtió con Ben, pero de otra manera. Al menos aceptó no hacer esas tonterías protocolarias, asintiendo a ello con la mirada en blanco. No, no quería quitar la barrera Descendiente-Guardia. Le gustaba, le daba juego, solo que estuviera un poco más matizada.

Dejó pasar lo de su efecto en él con una sonrisa de satisfacción para luego escuchar la franqueza que en realidad ya conocía, pero quería escucharla. No estaba mal, pero veía claramente la urgencia que tenía por el sexo, de alguna manera. Su frustración si que le sacó una carcajada divertida, hasta terminó aplaudiendo de la mala suerte del contrario. Sí, es que era muy obvio que había muchas estiradas en el Consejo, muuuchas.- ¡Estabas bailando con las solteras, por Dios! - Continuó riendo, no iba a decir nada de su mamá, sus razones tendría para empujar a su hijo de tal manera, pero aquello le encendió una alerta que tendría en cuenta para futuros encuentros. Había un punto a favor por su sinceridad, pero uno en contra por su agenda oculta.- ¿Pero tú quieres casarte? Tienes pocas opciones, tristemente. Rose es adorable y tiene su carácter fuerte. Ella no necesita un caballero. Quizás Sarah, pero hmmm... Sarah es...- Se encogió de hombros, no podía describirla con otra cosa que "adorable" pero era su propia visión de todos. Aún con la sonrisa en los labios, pensó en quien más podría ser adecuada para la situación pero la mayoría ya eran casadas. Seguro que la conversación no le gustaba al contrario, pero a ella le encantaba todo lo relacionado.

Salió de sus pensamientos cuando se acercó tanto de nuevo, permitiéndole acercarse, aunque respondiendo rápido y con una sonrisa al contrario.- No. Me aburre la política, un poco, sí. Pero si no me he casado es porque no me decido por nadie.- Había pretendientes, pero le gustaba demasiado el cortejo, viniera en la forma en que viniera, incluida la que el moreno proporcionaba aunque no fuera nada común. Además, a muchos de ellos no les gustaba el trato que tenía con sus compañeros del Consejo, y aquello se tornaba en discusiones. Se mantuvo en su lugar, aún cuando el contrario acercó sus labios, aún cuando se dirigió a su cuello. Cada vez que lo rozaba sentía la expectativa en el fondo del estómago, como si en cualquier momento fuera a morderle... o algo peor.- Desfilaré lo que me guste, así que espero que sepas escoger alta costura.- Arqueó la ceja, lanzando el reto al contrario. No era fácil comprar para ella, sus curvas eran muy traicioneras, su cabello era difícil de combinar, su piel era a veces demasiado blanca y encontrar un vestido que resultara bien y lograra resaltar esos tres elementos era complicado. Soltó una risa al escuchar que era su día libre. Maldita coincidencia. Todo él le apresuraba los planes. Eran bastante contrarios en eso.- Toma una siesta antes de venir. Será un largo desfile.- Sugirió, dándose media vuelta para alejarse y permitirle terminar su trabajo esa noche.

Se rió socarronamente con eso de que había “huido” de ella -Me has pillado… Pero es que allí habría deshecho la carpa contigo- Le explicó alzando ambas y luego los hombros con naturalidad. Era cierto que solía ser sincero pero tenía su ápice de pillo. Cuando dijo que había bailado con muchas, arrugó la nariz con un gesto poco convencido -Pero claro… Si estaban todos los Descendientes pendiente más de la comida que de la fiesta. No puedes estudiar al enemigo disimuladamente si te le quedas viendo como felino a la presa, joder!- Espetó un poco mosqueado por la poca gracia que tenía el Consejo. Ni los más jóvenes parecían saber usar el pito. Se le estaba yendo un poco de las manos y luego cuando le preguntó V se quedó mirándola con un gesto serio, duro y bastante molesto -No. Pero si me ve al menos cortejando se quedará un poco más tranquila…- Lo dijo con sinceridad al menos, porque si algo le importaba en la vida era su familia.

El último reto que le lanzó le hizo sonreír. Estaba seguro de que se iba a sorprender cuando supiera quién era su madre pero ese sería un secreto bajo la manga. Terminó de verla irse, moviendo aquella cadera al compas de sus pasos y alzó la mano con la que le había tocado, besándose los dedos con una sonrisa lobuna antes de ir a hacer el cuarto hechizo. Ese en particular le había costado la vida y cuando terminó estaba sinceramente agotado. Al final no llamó a Aldaron si no que se fue directo a su casa aliviándose bajo la ducha.

En la mañana siguiente se ocupó de hablar con su madre que, poco controlada, expresó su emoción ante al petición de V. Él mantuvo en secreto el nombre de la mujer pero su madre era muy inteligente aunque no dijo nada. Preparó cada vestido con amor y elegancia, tal como era ella, cada uno de ellos envuelto en seda y en su caja particular. Sin él saberlo incluso había agregado un par de joyas a juego con cada uno. Lo que sí le preguntó era por qué eran 11 pero él no le respondió. El mago se ocupó de dejar, gracias a su poder de teletransportación, dejar las cajas de los vestidos en un lugar visible para Sofía. Pero realmente estaban desplegados por toda su residencia. Uno incluso apareció en el invernadero delante de todos los aprendices en medio de una clase. Pero él no lo sabía, por supuesto.

El día pasó con él ocupado con sus propios hobbies, aparte de conseguir el doceavo vestido. Cuidó y entrenó con Onyx, hizo un poco de ejercicio y durmió la tan esperada siesta. Después merendó y se cambió. Le robó una caja a su madre para guardar el que él había elegido y tras vestirse de forma casi elegante: Mismo jersey de cuello vuelto, sólo que esta vez gris perla, y pantalón de vestir negro; cogió una de las botellas de vino de su padre y se fue a casa de la mujer que le traía de cabeza. Apareció dentro de la residencia pero sólo a pocos pasos de la puerta. Le habían enseñado a tocar, sí, pero no le apetecía que empezaran rumores estúpidos en la isla cuando aquel encuentro podía ser el primero y el último de Sofía y él. Tocó, estando adentro, la puerta para llamar la atención de la Descendiente y esperó con un regalo en cada mano.

La noche anterior había sido bastante... inexplicable. Tuvo que esforzarse bastante en no pensar en todos los recuerdos desde el momento en que lo dejó en el invernadero, recogió sus cosas, incluida su ropa interior desgarrada, y se fue del lugar. Fue difícil, sobre todo cuando, a la mañana siguiente, una caja enorme apareció a mitad de una de sus clases en su escritorio. Veía la curiosidad en la cara de sus alumnos, pero hizo lo mejor que pudo por ignorar el elefante blanco en la habitación hasta que les despachó para que fueran a buscar las plantas para su práctica.

No había querido abrirlo hasta llegar a su casa, pero ahí encontró diez vestidos más. Se maldijo internamente, no tenía ganas de buscar una caja por todo el invernadero, porque aquell iba a ser imposible. Era bastante grande y para cuando terminó ya estaba cerca el ocaso. Tras algunos rápidos cuidados para sus plantas nocturnas, decidió regresar a su cabaña y probarse lo que había encontrado. En mayor o menor medida, cada uno captó su atención. Se colocó uno, dedicando su tiempo en lograr el aspecto que buscaba para esa noche. No tenía dudas de que él se presentaría. Tenía la sensación de que era un hombre muy de palabra. Cuando escuchó la puerta, se apuró a terminar sus últimos toques antes de salir de su habitación a la zona de la escalera.

Ahh, sabía que estaba contando once.- Murmuró desde el segundo piso, con los codos en el barandal mientras miraba hacia abajo y una sonrisa zurcaba sus labios. También se dio tiempo para ver la botella en su mano, alzando un poco la ceja mientras pensaba en las posibilidades. Se sentía algo frustrada con el hecho de que aquella noche tendrían sexo. Quisiera haberle hecho esperar bastante más. Traía puesto el cuarto vestido que encontró. Un largo vestido rosa pálido con aplicaciones en hilos de oro en el torso y busto. No quería admitir que le quedaba como un guante a pesar de su figura, pero no había necesitado ninguna modificación. No se colocó el tocado que venía con el vestido; sentía que si el contrario se ponía salvaje de nuevo iba a terminar arrancándole cabello, pero sí los hermosos aretes dorados que veían a juego. Aquello no era precisamente una cita, no podía decidirse si lo mejor era bajar ella o que él subiera. Arriba estaba el bar, abajo la cocina. Miro su mano de nuevo.- ¿Quieres una copa? - Se giró hacia la sala del piso superior, dándole la espalda y avanzando hacia el bar para sacar un par de copas. Dejarle a él las ideas podía ser algo peligroso.

Observó a la mujer aparecer en la parte superior de la casa y su mirada diamantina se deslizó por la imagen que le ofrecía. Reconoció el vestido, después de todo, los había elegido todos de la colección de su madre pensando en ella. No obstante, había recibido varias sugerencias de la experta. Miró la caja que tenía en la mano izquierda y sonrió con tranquilidad -Sí…Quiero ver tu rostro cuando veas este- Confesó mientras avanzaba hacia las escaleras. Notó que se lo pensó un poco pero ante su pregunta asintió -No estaría mal- Le dijo mientras subía tratando de leer la etiqueta de la botella.

-Podría decirte que es un buen vino pero no tengo ni idea- Le dijo mientras la colocaba sobre el bar desde donde ella escondía la parte baja de su cuerpo por la barra. Apartó la caja en la silla del lado, no quería que su curiosidad descubriera su pequeño secreto. Cogió ambas copas y las acomodó para luego tomarse la libertad de coger un sacacorchos y ocupó sus manos en descorchar el vino.  Sirvió lentamente la bebida y le tendió la copa a la mujer para luego coger la suya. La levantó levemente -Por una noche llena de…- Saboreó las palabras, las pensó y un fuego interno se encendió en él mientras la miraba -…placeres compartidos- Brindó con la copa de la contraria y bebió un trago largo. No sabía mucho de vinos pero no estaba nada mal. Apoyó la copa en la barra y acarició el pie de ésta, por un leve momento se quedó estudiando el arte de la copa y cómo podría él alcanzarlo durante sus hobbies. Pero fue un instante.

-Veo que al menos uno de doce te ha gustado- Dijo volviendo su mirada hacia ella con una sonrisa tan sincera como sardónica -Ven aquí y desfila para mí. Los he escogido a consciencia para resaltar tu belleza...Creo haber acertado-  Le tendió la mano para escoltarla mientras rodeaba la barra y la dirigía más hacia la zona del salón, donde había más espacio para que desplegara su belleza.

Alzó una ceja cuando escuchó las intenciones del contrario. Por lo visto no se lo daría pronto. ¿Le estaban aplicando sus propias técnicas? Probablemente, y la curiosidad le hacía picar.- Tampoco soy una Sommelier, mientras lo pueda combinar con algo que se coma, por mí bien.- Detrás de la barra bajó un par de copas de globo, perfectas para el vino, y se las pasó al moreno con cuidado. Miró la caja de reojo. La estaba cuidando como si se le fuera a abrir en cualquier momento y a arruinarle la sorpresa. Anotó algo en griego en un papel de sus anotaciones y lo guardó entre una libreta que estaba por ahí antes de tomar la copa que el contrario le ofrecía.- Por la decencia, el decoro y la moralidad.- Dijo a juego cuando el contrario brindó, a sabiendas de que era algo que no aplicaba a aquella noche. Soltó una pequeña risa y bebió un poco de aquel vino que estaba mejor de lo que esperaba.

Al menos uno, sí.- Mentira, ya se los había probado todos y estaba segura de que, de alguna manera, él sabía que todos le quedaban exactos. Solo se preguntaba como había logrado la perfección once veces. O quizás doce. Tomó su mano y caminó alrededor de la barra. La tela fluida del vestido lo llenaba de movimiento y vida. Era un color precioso además, que le quedaba bastante bien. En vez de caminar hacia el contrario, le dio un tirón de la mano para sentarlo en uno de los mullidos sillones de su sala, para luego dar un giro bastante teatral, aún con su copa en la mano.- ¿Qué opinas? Yo lo veo bastante bien, aunque siento que es un color que yo no habría escogido. ¿Calificación?

-Comer... sí. Unos aperitivos vendrían bien. ¿Necesitas ayuda con la cena?- Le preguntó con total neutralidad y después entrecerró los ojos y alzó una mano, en específico el índice, para que no le respondiera porque se esperaba algún tipo de ofensa -Y antes de que vayas a enrollarlo te informo que me defiendo en la cocina y mi ofrecimiento era sincero- Porque las mujeres tenían una gran maestría para enrollar las cosas. Seguramente se ofendería si creía que la trataba como ama de casa pero él tenía bastante hambre y la hora de la cena estaba en marcha. Pero podría entretenerse en el desfile con unos aperitivos y la vista que le daba Sofía. El brindis de la pelirroja le hizo sonreír pero no agregó nada solo intercambió una peligrosa mirada con ella sin dejar pasar las notas que había tomado, pero no le cuestionó.

-Uno de 11 vistos. Tal vez el 12 sea de tu gusto también, pero no es el momento- La observó y lo cierto es que se veía elegante y etérea. Le gustaba esa imagen en la mujer porque después sabía que se volvía "muy terrenal". Bebió un poco más de la copa mientras se sentaba en el sofá, lo hizo de una forma en la que pareció conquistar aquel espacio con solo sentarse allí. Deslizó la mirada por su cuerpo enfocándose en cómo sus pechos se ajustaban al bordado del vestido y sonrió para si mismo al pensar aquella pregunta de si llevaba ropa interior pero no la emitió. Extendió los brazos en el sofá mientras cruzaba la pierna sobre la otra a la altura del talón -Con el vestido un… 8. Sin él un 20- Le guiñó un ojo divertido antes de mover la mano que no llevaba la copa para que volviera a dar otra vuelta -Hay uno verde con pedrería que quiero verte… creo que fue el primero que te envié- Ese color te quedará mejor… estoy seguro-

¿Qué cena? - Preguntó. Le sonrió diabólica, como si fuera broma, pero en realidad no había preparado nada. Pensó rápidamente en algo que tuviera abajo, pudiera armar rápido y quedara bien con el vino y le vinieron algunas ideas a la cabeza. Había recogido hierbas frescas aquella tarde, así que irían bien con unas patatas... o algo de carne. Decidida la cena. Y justo a tiempo para su aclaración.- Te tomaré la palabra.- Casi parecía un ser humano normal y funcional cuando no tenía el sexo en la cabeza. Sonrió solo de pensar aquello, divertida.

Una vez instalado en el sofá, le miró con cuidado. Y luego al vestido que había dejado en la barra. Y luego a él de nuevo. Quizás si corría podría alcanzar a verlo antes que el contrario la atrapara. Decidió dejar la idea para más tarde. Le miró de nuevo, de pies a cabeza. Tenía una manera de adueñarse de los espacios que le gustaba. Como mujer, no podía decir que le pasaba desapercibida su presencia, o su mirada. Dio una vuelta más para complacerle, con parte de la falda en mano para verificar que se movía tan bien como se sentía.- ¿Solo un veinte? - Indagó. Ella también le daba un ocho al vestido, pero no dejó entrever su acuerdo con la calificación.- Aaah, el verde...- Pensó un momento. Ella hubiera guardado ese para el final por los problemas técnicos que representaba, pero ni hablar. Era un tono más oscuro, más azul de lo que solía usar, pero era precioso.- El verde, sí.

Se dirigió por un momento al bar y sacó de detrás de la barra una tabla de madera delgada. En poco tiempo, preparó aperitivos para el vino, pues ya tenía todo preparado para solo colocarlo. Un poco de queso, galletas saladas, aceitunas, frutos secos y un poco de jamón. Nada muy elaborado, pero todo delicioso. Con la bandeja en mano y el vino en la otra, llegó hasta él, rellenando ambas copas y ofreciéndole un aperitivo antes de dejarlos junto a él en el sofá.- Viendo que no tengo opción, voy por el vestido número dos. Ponte cómodo.- Dijo con una amplia sonrisa, pues sabía que se terminaría tardando. Tomó su copa para beber un poco y alejarse de la sala.- Pero tampoco muy cómodo.- Aclaró, desapareciendo en su recámara y cerrando la puerta.

Le tomó cerca de ocho minutos volver a salir. Se veía regia y lo sabía bien porque se notaba en su manera de caminar y de hacer suyo el comento. Sus pasos eran cortos, tranquilos. Cuando llegó hasta él, tomó una nuez y se la llevó a la boca sin despegar la mirada del contrario. Le dio una vuelta a la mesa y giró lentamente, mirándole por encima del hombro.- Este no lo vas a calificar. No eres digno.

Cuando habló de la cena, Vishous solamente la miró interesado con su pregunta y durante los segundos que permaneció en silencio le dio un tirón el estómago…Pero finalmente la mujer requeriría su ayuda así que simplemente asintió. No era uno de sus hobbies ni de sus placeres pero a veces tenía que cocinar para sí mismo y era mejor comerse una carne bien sazonada que un pedazo de cartón. La experticia se la dejaba a su madre, él sólo se defendía.  

De alguna manera sabía que el comentario de la puntuación le molestaría. Vishous se cambió de mano la copa y alzó su mano derecha como si apreciara sus dedos, esos que habían profundizado en la mujer, tras ello la miró sonriendo -Me dijiste que la imaginación no te hacía justicia- Después de todo, pese al íntimo encuentro que habían compartido, ninguno de los dos había visto desnudo al contrario. Todo había sucedido con ropa y, sin embargo, habían cruzado un límite que pocas personas -en tan poco tiempo- eran capaces de cruzar. Sonrió de lado y puso la mano sobre su rodilla de manera relajada mientras bebía del vino y la observaba moverse por su propia casa con una elegancia etérea.

La vio preparar la tabla y, ya que había captado la mirada anterior a su propia caja, la transportó hacia donde él estaba por precaución pues sabía que a la mujer le sobraba astucia. Pero a él también -Gracias- Dijo tranquilamente al coger un par de frutos secos y queso. Disfrutó del aperitivo y le guiñó un ojo cuando le advirtió que no se pusiera muy cómodo. No iba a hacerlo ¿Por qué? La noche era larga y le gustaba cocinar las cosas a fuego lento. Había una botella de vino por acabar, 10 vestidos por ver y muchas horas antes del amanecer.

Se distrajo llenando el estómago mientras ella se cambiaba pero también se incorporó y buscó en todo el lugar algo para poner música porque…Había estado quieto mucho tiempo. Finalmente lo encontró y una melodía clásica empezó a llenar la estancia, le parecía acorde asi que la dejó y volvió al sofá. Después de eso la vio salir y la desnudó con la mirada. El vestido le quedaba exactamente como él se imaginaba, delineaba su figura femenina con mimo y dejaba entrever “piel” donde no había “ropa”. Se rió bajo cuando le dijo que no iba a calificarlo porque no era digno. Se incorporó un poco para dejar la copa a un lado y luego se levantó, se acercó hacia ella por la espalda y la cogió de la cintura para pegarla a él, con la otra mano guió la de ella a su cuello y la soltó para apoyar su otra mano en la cintura de ella. Apoyó un poco su cabeza en la de ella mientras la “arrastraba” por la habitación bailando al ritmo de la música, lo que provocaba que la luz de la lampara principal robara brillos de la tela-Esta bien, seré un indigno para este vestido y muy digno de ti cuando te lo quites- Le susurró al oído antes de volver al sitio donde estaban mientras deslizaba sus manos hasta su cadera, pegando la de ella a la de él,  pero sin ir más allá -Esto debiste haberte puesto para el Parlamento. Los Pendragon no habrían dicho palabra- Se rió, de nuevo, de forma baja antes de alejarla de él haciéndola girar. La dejó allí y volvió al sofá -[colorteal]]Aunque seguramente yo te habría secuestrado-[/color] Le sonrió antes de llevarse una aceituna a la boca -Venga, ve a por otro. Quiero verlos todos…- Aparte, le gustaba la idea de que la mujer estuviera desnudándose todo el rato bajo su premisa del desfile.

Captó rápidamente la seriedad del contrario ante la posibilidad de que no hubiera cena. Menos mal que lo había planeado todo dos segundos antes y ya tenía una idea muy clara de lo que haría. Sonrió ampliamente ante su comentario, era cierto, el veinte no era proporcional. Al menos ambos lo sabían. Algo que no le gustó fue que guardara aquella caja con tanto recelo. Bien podía atarlo con dianas y quitársela de mala gana, pero supuso que pelearía de vuelta y eso implicaba otra noche muy diferente, aunque quizás con el mismo final.

Cuando volvió a la habitación, con cambio de vestido incluido, pensó por un momento que el desfile se había terminado. Lo vio levantarse y pegársele con delicadeza, solo para luego empezar a balancearse. Y luego, ese balancearse se convirtió en baile. Estaba en realidad sorprendida por el gesto, pero se dejó llevar. Se recortó contra él con tranquilidad, disfrutando el baile y la canción por unos minutos, hasta que comenzaron a girar con elegancia.- Eso lo veremos.- Lo picó cuando se dijo digno, aunque tenía en mente que era una obviedad. Nadie podía ser tan bueno con las manos y tan malo con otras cosas.- ¿Gastar esto en el Parlamento? Ellos también son indignos.- Continuó con su broma, girando en aquella última parte de la canción. Las luces cálidas le arrancaban destellos al vestido que bien podía captar. Por la mirada del contrario podía saber que aquello le quedaba tan magnífico como lo parecía, sobre todo por la propuesta del secuestro.- Hmmm, no tuve tiempo de cambiarme para el Parlamento, me puse lo que pude crearme in situ.- Sonrió, aceptando a lo de ir a por otro.- Sabes, por un momento creí que era mentira que querrías verlos todos. Esto va para largo.- Sonrió, alejándose con un elegante contoneo. Quería quitarse ya el vestido, porque sentía que lo estaba gastando de solo tenerlo puesto. Le buscaría una ocasión especial. Seguido, se colocó uno negro con detalles en dorado que había captado su ojo nada más verlo. Se colocó los aretes y el tocado. Era precioso, delicado, bello. La sensación era diferente que con el verde. En aquel era inalcanzable, en el negro era hermosa, llena de gracia. Salió, esta vez caminando directo a la mesa de centro, donde se subió de un intento, girando un par de veces antes de bajarse y acercarse a él. Estaba más tapado de lo que creía que sería, pero era perfecto.- Este es el elegido. Es hermoso. Vamos a la cocina.- Tomó su copa y bebió, para luego señalarle el vino con tal de que lo trajera consigo. Supuso que encontraría el momento para dar su opinión sobre el vestido. Comenzó a bajar las escaleras hasta el primer piso sola, ahí, le esperó para tomarse de su brazo en el siguiente tramo.- ¿Algo que deba saber? ¿Alergias, comida que no te guste? Aquí debes serme sincero, porque yo como casi de todo.

Ni siquiera se preguntó en responderle porque él sabía perfectamente que la indigna, en este caso, era ella…Al menos que llegara  a sorprenderle…tal como venía haciendo. Disfrutó del baile porque para él era juego previo y necesitaba ponerle las manos encima de alguna manera, aunque en el fondo el hambre empezaba a joderle la existencia. Pero al menos se concentró en el venenoso perfume de Sofía que lo traía de cabeza. Una vez en el asiento escuchó aquello de lo del vestido y le sonrió. No sabía si decirle lo que pensaba o no, pero recordó la conversación de ayer cuando insistió en que no debía ser un caballero para ella -Me calienta mucho saber que te estás desnudando en la otra habitación porque yo te lo he pedido. Más aún que te estés arreglando para mí- Alzó ambas cejas, dándole ese golpe de sinceridad que sospechaba que empezaba a gustarle.

Se terminó prácticamente la tabla de aperitivos y también el vino.  Cuando salió portaba un vestido, el negro. Vishous volvió a comérsela con la mirada, más que nada, porque era  uno de sus colores favoritos y el contraste que hacía con su piel y su cabello le llamaba la atención. Estaba seguro de que el vestido que él traía también le quedaría así de bien. Tras su gesto transportó el vino hacia su mano y vigiló la caja, dejandola que avanzara para luego sumarse a él. Cuando esperó su brazo se lo concedió y la escoltó hasta la cocina mientras escuchaba sus preguntas -También como un poco de todo- Dijo alzando un hombro restándole importancia -Me gusta la carne bien sazonada. La prefiero más que el pollo. Y no como coles de Bruselas… Ni espárragos. Digamos que le tengo un poco de manía al color verde pero me los como por obligación- Se rió, pensando en la cara de su madre.

Al llegar  a la cocina buscó en algún sitio un delantal para ponérselo a la mujer. Al encontrarlo fue hasta ella y se ocupó de “vestirla” para que no dañara el vestido que tenía. Le apartó el pelo para amarrar la parte superior y ató, con algo más de fuerza de la necesaria, el de la cintura acercándola a él para hablarle al oído -No te ensucies- Le ordenó, su tono fue ese: firme, determinado y sin derecho a titubeo. Se alejó un poco y de donde cogió el de ella, cogió uno para sí mismo que se puso sin demasiado titubeo -Vale… ¿En qué te ayudo?- Preguntó cruzándose de brazos a la espera de que le dijera por dónde comenzar. Esta vez, le cedía el liderazgo. Ahora quería saber si cocinaba bien.

El comentario tan propio del contrario le hizo sonreír por las implicaciones. Le gustaba más así, abierto, que dijera lo que quisiera sin ponerse el filtro. Al menos cuando la situación daba pie para poder hablar sin limitaciones. Se acercó a él, colocando las manos en las rodillas del moreno cuando este volvió a sentarse, hablando con voz seductora.-Puede que lo esté haciendo porque tú me lo pides. Puede que esté jugando este juego a tu ritmo. Pero no lo estoy haciendo para ti como para mí.- Le iba a decir también que no se estaba desnudando, pero dejó ese detalle para sí misma. Le gustaba hacer su imaginación volar. Y dicho aquello, fue a probarse el siguiente, con el que salió con bastante jugueteo sensual.

Bajó con cuidado las escaleras de su brazo, caminando juntos hasta llegar a aquel lugar abierto.- No puede ser, ¿no comes espárragos? Que desperdicio de hombre.- Bromeó llegando hasta el piso inferior. La terraza estaba cerrada, pero con un movimiento de las manos abrió ligeramente, solo unos centímetros, una de las puertas de cristal, dejando que una pequeña brisa entrara. Le gustaba la frescura, pero no demasiada. Al menos había dicho lo que creía, que la carne le gustaba. Le miró extrañada mientras buscaba por los cajones y puertas, llegando a los delantales. ¿De verdad pensaba que ella usaba esas cosas? Puso los ojos en blanco cuando comenzó a ponérselo. Tan entrada estaba en ello que no pudo evitar el jadeo cuando le jaló con él por la cintura y escuchó aquella "orden".- Definitivamente, este look no me va bien.- Murmuró antes de irse al refrigerador y darle un vistazo. Sacó un par de filetes, patatas, mantequilla, algunos guisantes que tenía en un recipiente y lo fue colocando todo en la isla de la cocina. Sonrió hacia él, pensando en lo que diría por lo que haría, fijándose en su cuerpo, no por el delantal sino porque sabía que se vería criticada en poco.

Busca un cuchillo largo y una tabla en aquel cajón y partes las patatas como mejor te parezca. Sugiero en cuartos, pero lo dejo a libre albedrío. Y luego un poco, no, un mucho de estas hierbas. Pícalas fina y limpiamente, si veo que las estás machacando, saldrás de mi cocina. ¿Los guisantes sí son de tu agrado o saco otro vegetal? Me despreciaste los espárragos, así que no voy a gastarlos contigo.- Mientras tanto, ella prendió el fuego, encendió un pequeño horno y sacó un sartén para colocar los filetes, que dejó a fuego alto para sellarlos sin que se cocieran por completo. Tomó algunas hierbas, que también guardaba en el refrigerador y se las dejó al moreno a un lado, no sin antes supervisar sus habilidades con el cuchillo. Sonrió de manera enigmática y regresó a la estufa, donde agregó una generosa porción de mantequilla cuando estuvieron sellados, dejándolos a fuego bajo y tapándolo para que se cocieran a fuego lento con un par de dientes de ajo. Finalmente, sacó del refrigerador algunos tomates pequeños para pasárselos al moreno y que los partiera. Se quedó junto a él viéndolo picar colocando un codo en la encimera.

Le miró a los ojos cuando se inclinó hacia él pero se quedó impertérrito, ni siquiera descendió su mirada diamantina al escote que se adivinaba bajo la transparencia de la tela. Si eso la hacía feliz, que fuera feliz.  Cuando soltó lo de “desperdicio de hombre” volvió a reírse pero no respondió, no le apetecía rebatirle con aquellas cosas. Había otras más interesantes.  Sintió el viento fresco y coincidió con la decisión de abrir la terraza.

Le encantó el pequeño jadeo de Sofía ante su movimiento y sonrió de lado. Esta mujer iba a disfrutar la noche de su vida…Si acordaba con sus términos. -Pues es muy…pintoresco- Le miró de arriba abajo sin añadir nada más. Fue moviéndose a medida que ella daba las indicaciones y fue sacando todo, observando la cuchilla con interés y confirmando el filo con uno de sus dedos, pero sin llegar a cortarse -Puedo comer guisantes- Indicó pensativamente mientras se subía las mangas del jersey y lavaba las patatas. Para esas en particular usaría magia así que hizo un leve hechizo y el cuchillo se puso en marcha para cortar las patatas en ocho partes, mientras más pequeñas, más rápidos se harían.  Apartó las patatas en un bol que consiguió porque no sabía para que quería usarlas.

A diferencia de ella, él no le estaba vigilando. Cogió la cuchilla, la lavó nuevamente y también la tabla, la secó y se puso con la hierba. Fue cuidadoso, ocultando la punta de los dedos en el puño, y presionando las hierbas con el resto de los dedos  para evitar cortarse. Un truco que había aprendido de su madre. Fue milimétrico, fue metódico y muy firme con respecto a la orden. Sintió a Sofía apoyarse en algún momento a su lado, mejor dicho, la olió; pero no hizo nada al respecto sino que continuó. Cuando terminó limpió la cuchilla y la puso a secar -¿Alguna cosa más?- Inquirió acercándose hacia la copa y bebiendo un par de tragos mientras empezaba a ser consciente del delicioso aroma que inundaba la cocina.

Pintoresco...- Replicó con la sensación de estarse arruinando el vestido a sí misma, pero ya que estaba prefería hacer las cosas rápido. Sí le puso atención a lo que hacía, sobre todo a que era tan metódico. Ella lavaba las cosas antes de guardarlas, pero no antes de usarlas. Eso le gustó de él.

Eso no me responde si te gustan.- Dijo con tranquilidad, abriendo el recipiente donde tenía los guisantes guardados. Había perdido su oportunidad de réplica sobre ellos, así que serían parte del plato le gustaran o no.

Sacó una bandeja del horno y le colocó papel aluminio antes de ir por las papas, observando lo cuidadoso que era picando las hierbas.- Parece que eres bueno con las manos.- Murmuró con un doble sentido muy directo, aunque era algo que ambos ya sabían. Sin más, inspeccionó las patatas. Los pedazos habían quedado muy pequeños, así que se hornearían pronto. Era lo mejor. Las colocó en la bandeja, puso encima aceite de oliva, las sazonó y finalmente le robó un poco de las especias que justo estaba picando para ponerlas encima, que luego fueron al horno tras mezclar todo un poco. Un poco de las hierbas también acabaron en la carne, antes y después de darle vuelta. Tenían algo de tiempo en lo que estaba la comida, así que se lavó las manos con sumo cuidado antes de volver al contrario. Negó suavemente.- Créelo o no, ya terminamos.- Sonrió de medio lado, a sabiendas de que no habían tardado tantísimo y que cenarían deliciosamente. Solo quedaba esperar un poco para emplatar. Con las manos en el borde, se subió a la isla, del lado contrario a donde se encontraba el moreno y comenzó a aflojarse el delantal.- Filete de res, no es a la Wellington pero sabrá mejor, ya verás. Patatas a la griega, receta familia, y guarnición de guisantes. Oh, y tomatillos cortados esta mañana de mi invernadero. Eres muy afortunado... ¿También quieres postre o no sabes disfrutar los verdaderos placeres de la vida? - Preguntó con una sonrisa, que tampoco tenía que hacerlo porque tenía algo pensado que seguro le gustaría.- ¿Dónde te gustaría cenar? - Tras la pregunta, comenzó a enumerar los espacios. Estaba el comedor y la isla en ese piso, que a fin de cuentas eran lo más cercano. También le gustaba mucho la terraza en el siguiente, pues tenía una linda vista al lago o incluso el bar en el piso superior.

Sonrió ante el comentario de Sofía pero no dijo nada más. Ni siquiera le alentó, estaba concentrado en hacer su trabajo bien pero se distraía con el aroma que estaba a su alrededor. El hambre empezaba a profundizarse sobre esa hora y sentía que se le hacía agua la boca. La observó desenvolverse por la cocina, ya le había dicho que era independiente y no tenía a nadie que le ayudara pero estaba bien comprobarlo -Perfecto, entonces- Dijo quitándose el delantal y doblándolo perfectamente para dejarlo a un lado. Seguramente lo llevaría  lavar pero eso ya sería cosa de ella.

La observó sobre la isla y fue acercándose a ella con las dos copas para, finalmente, entregarle una mientras la oía enumerar las delicatesen que cenarían -Sí, quiero postre – Respondió con neutralidad dejando la copa a un lado al quedar frente a ella. Tuvo la “sutileza” de ser él quien desatara la parte inferior del delantal, acortando las distancias entre ambos, para hacer de aquella deliciosa tensión sexual algo más físico. La obligó, con su cadera, a abrir las piernas hasta que él quedara en medio de estas y desechó el delantal hacia un lado.  -Me apetece la terraza- Respondió mientras bajaba las manos por su cadera hasta sus muslos, se le quedó mirando a los ojos durante un rato con una sonrisa de lado pero no dijo nada. Dejó que el silencio hablara por si solo.

Se alejó de ella sin mediar palabra, tomó la copa y la bebió mientras buscaba un par de platos base y preparaba los cuchillos, envueltos en una servilleta, y se los llevó a la parte superior donde iban a cenar. Bajó de nuevo para buscar otras cosas como una jarra de agua, por si les apetecía, un poco de pan cortado y sal y pimienta. Volvió a subir y lo dejó allí, vigiló que todo estuviera bien montado y atenuó las luces de la terraza antes de bajar a ayudarle a emplatar a Sofía.