Recuerdo del primer mensaje :
En este lugar se encontraba la Antigua Torre de hechicería que desapareció misteriosamente absorbiéndose a si misma durante una batalla contra las tropas androides de SAM.
Esta muerta de miedo. No lo podía negar. La voz de ultratumba fue como una especie de jarro de agua fría, en las que por un instante te paraliza el cuerpo por el choque térmico y luego quedas totalmente entumecida. Así estaba, temblando como un flan ante la presencia de Khaled y Belialt. Tragué saliva para acabar con la tarea, apretando el nudo fuerte, que no tardó en arder. Me aparté de él arrastrándome por los suelos, protegiéndome la cara del fuego. Quedan cuatro demonios.
Asentí ante la voz humana, viniera de donde viniese. Decía que me quedara quieta donde estaba… En este momento no era realmente dueña de mi propio cuerpo ni de mi mente. Por un lado algo gritaba horrorizada que me fuera de allí y por otro lado algo intentaba decirme que debía actuar pronto. Adramelech acaba con los demonios que iban a atacar a Astaroth. Quedan dos. La mujer de pelo blanco se estaba encargando de un demonio usando las armas. Gracias a las vendas pudo acabar con el demonio con el que estaba luchando, pero quedó herida. Queda uno.
Khaled se estaba encargando del último demonio, por lo que no podría hacer nada por él en ese momento. Ahora sí es el momento de actuar. Agarré el maletín y a medio levantar eché a correr hacia Lyosha, cruzando la sala, las piernas tardaron un poco más en reaccionar, a destiempo de la mente. -Aguanta con tu abuelo- Le dije a Adramelech al pasar a su lado. Pero ahora estaba focalizada en la mujer a la que debía ayudar. Resucitada o no, debía de hacer algo, no iba a cruzarse de brazos. -Aguarda, tengo algo que va a ayudarte, hasta que salgamos de esta- Cogió gasas. Muchas gasas y se las puso en la herida sangrante para cesar el sangrado. Rebuscó en la saca la esencia de díctamo y se la aplicó a la mujer sobre las hemorragias. No estaba dispuesta a la negociación. Las vendas se enrollaron alrededor de todas las heridas. Sin embargo…
El choque de espadas cesó para el maltrecho Khaled. Todavía quedaba un demonio de una pieza y como no se actuara rápido perderían también al nigromante, y con él a Astaroth y a aparentemente a la mujer a la que acaba de asistir. Ni loca lo iba a permitir. Extendió el boo que siempre lleva encima y con un rápido movimiento se interpuso entre el estoque definitivo de la espada de fuego y el cuerpo maltrecho del nigromante. Apretó los dientes para y con un rápido giro de brazos desvió la espada para que el golpe diera al vacío. Cleo respiró agotada, rodeando al demonio al que pensaba darle una somanta de palos, en este caso, de forma literal, preparando su cuerpo y armas para el siguiente embiste .
Éxito: Defiende a Khaled
Fallo: cagada....
Gastada 1 esencia de díctamo. Quedan 8/10
Asentí ante la voz humana, viniera de donde viniese. Decía que me quedara quieta donde estaba… En este momento no era realmente dueña de mi propio cuerpo ni de mi mente. Por un lado algo gritaba horrorizada que me fuera de allí y por otro lado algo intentaba decirme que debía actuar pronto. Adramelech acaba con los demonios que iban a atacar a Astaroth. Quedan dos. La mujer de pelo blanco se estaba encargando de un demonio usando las armas. Gracias a las vendas pudo acabar con el demonio con el que estaba luchando, pero quedó herida. Queda uno.
Khaled se estaba encargando del último demonio, por lo que no podría hacer nada por él en ese momento. Ahora sí es el momento de actuar. Agarré el maletín y a medio levantar eché a correr hacia Lyosha, cruzando la sala, las piernas tardaron un poco más en reaccionar, a destiempo de la mente. -Aguanta con tu abuelo- Le dije a Adramelech al pasar a su lado. Pero ahora estaba focalizada en la mujer a la que debía ayudar. Resucitada o no, debía de hacer algo, no iba a cruzarse de brazos. -Aguarda, tengo algo que va a ayudarte, hasta que salgamos de esta- Cogió gasas. Muchas gasas y se las puso en la herida sangrante para cesar el sangrado. Rebuscó en la saca la esencia de díctamo y se la aplicó a la mujer sobre las hemorragias. No estaba dispuesta a la negociación. Las vendas se enrollaron alrededor de todas las heridas. Sin embargo…
El choque de espadas cesó para el maltrecho Khaled. Todavía quedaba un demonio de una pieza y como no se actuara rápido perderían también al nigromante, y con él a Astaroth y a aparentemente a la mujer a la que acaba de asistir. Ni loca lo iba a permitir. Extendió el boo que siempre lleva encima y con un rápido movimiento se interpuso entre el estoque definitivo de la espada de fuego y el cuerpo maltrecho del nigromante. Apretó los dientes para y con un rápido giro de brazos desvió la espada para que el golpe diera al vacío. Cleo respiró agotada, rodeando al demonio al que pensaba darle una somanta de palos, en este caso, de forma literal, preparando su cuerpo y armas para el siguiente embiste .
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Por cada instante que Belialt pasaba en esa forma demoniaca aqui en este plano, mi energía vital se agotaba más y más, y eso sumado a las heridas recibidas marcaba mis instantes restantes como un reloj de arena al que le queda poco para agotarse.
Sin embargo, el apagón se produciría de golpe, pues pese a la sangre, me había reincorporado a la batalla con ferocidad, como demostraron aquellas llamas. No era capaz de sentir la debilidad de los revenant pero mi propio pulso era una pista clara de cómo debían estar ellos.
Tanto Adramelech como Lyosha usaron sus habilidades de modo determinante para mermar las fuerzas de los demonios, pude verlo en un rapido vistazo que eché en su dirección. Intercambié algun ataque más con aquel demonio empeñado en eliminarnos, blandiendo aquel enorme espadón. La lucha fisica no era algo que a Khaled le agradase demasiado, pero a Belialt...
Las cosas se habrian torcido de verdad de no ser por la intervencion en el ultimo momento de la bruja, que detuvo con esa sencilla arma el feroz ataque del demonio. Yo no lo habria podido parar. Aquello me dio tiempo a respirar una vez más, mientras ella se preparaba y rodeaba al demonio, como si de un chacal se tratase. Estreché los ojos, mirándola. Sí, tenía algo de chacal al fin y al cabo...
Embestí al ultimo demonio restante con la espada, y mi brazo, compuesto por llamas, lo estranguló, y lo estranguló, y lo estranguló....con tanta fuerza que su cráneo terminó por arder. Antes de que empezase a derretirse entre roncas quejas, fue consumido por un portal demoniaco, devolviendolo a su plano.
Había terminado todo. Con el velo de la muerte cerrado, y los demonios expulsados, el vínculo creado y todo recuperado... Astaroth había vuelto.
Me quedé de pie lanzando un profundo y ronco suspiro. Solté la espada, que se desvaneció en llamas antes de tocar el suelo. El tiempo había llegado a su fin. La forma demoniaca de Belialt se desvaneció como en un halo de bruma negra, como en un espejismo, dejando nueva y unicamente mi silueta. En ausencia de las llamas, veia claramente lo que habia perdido. Pero había perdido cosas mas irremplazables que aquello, y un rapido vistazo a donde estaba Zayra me lo confirmó.
Le dediqué una leve sonrisa de lado a mi hermana, una muy orgullosa y altanera sonrisa, pero tan leve y característica que sólo ella podría identificar. Casi como de "ves? Te lo dije". Y luego, me apoyé contra uno de los arcos de los portales cerrados. Me senté en el suelo, y cerré los ojos, o quizá fue que no pude mantenerlos abiertos mas tiempo. Mi consciencia se fue apagando poco a poco, hasta irse muy lejos.
Sin embargo, el apagón se produciría de golpe, pues pese a la sangre, me había reincorporado a la batalla con ferocidad, como demostraron aquellas llamas. No era capaz de sentir la debilidad de los revenant pero mi propio pulso era una pista clara de cómo debían estar ellos.
Tanto Adramelech como Lyosha usaron sus habilidades de modo determinante para mermar las fuerzas de los demonios, pude verlo en un rapido vistazo que eché en su dirección. Intercambié algun ataque más con aquel demonio empeñado en eliminarnos, blandiendo aquel enorme espadón. La lucha fisica no era algo que a Khaled le agradase demasiado, pero a Belialt...
Las cosas se habrian torcido de verdad de no ser por la intervencion en el ultimo momento de la bruja, que detuvo con esa sencilla arma el feroz ataque del demonio. Yo no lo habria podido parar. Aquello me dio tiempo a respirar una vez más, mientras ella se preparaba y rodeaba al demonio, como si de un chacal se tratase. Estreché los ojos, mirándola. Sí, tenía algo de chacal al fin y al cabo...
Embestí al ultimo demonio restante con la espada, y mi brazo, compuesto por llamas, lo estranguló, y lo estranguló, y lo estranguló....con tanta fuerza que su cráneo terminó por arder. Antes de que empezase a derretirse entre roncas quejas, fue consumido por un portal demoniaco, devolviendolo a su plano.
Había terminado todo. Con el velo de la muerte cerrado, y los demonios expulsados, el vínculo creado y todo recuperado... Astaroth había vuelto.
Me quedé de pie lanzando un profundo y ronco suspiro. Solté la espada, que se desvaneció en llamas antes de tocar el suelo. El tiempo había llegado a su fin. La forma demoniaca de Belialt se desvaneció como en un halo de bruma negra, como en un espejismo, dejando nueva y unicamente mi silueta. En ausencia de las llamas, veia claramente lo que habia perdido. Pero había perdido cosas mas irremplazables que aquello, y un rapido vistazo a donde estaba Zayra me lo confirmó.
Le dediqué una leve sonrisa de lado a mi hermana, una muy orgullosa y altanera sonrisa, pero tan leve y característica que sólo ella podría identificar. Casi como de "ves? Te lo dije". Y luego, me apoyé contra uno de los arcos de los portales cerrados. Me senté en el suelo, y cerré los ojos, o quizá fue que no pude mantenerlos abiertos mas tiempo. Mi consciencia se fue apagando poco a poco, hasta irse muy lejos.
Al final resultó que Lyosha y yo no nos combinábamos tan mal en el combate, pues ella aprovechó mi daño y aturdimiento a los demonios para atacarlos con más facilidad. Su terquedad era lo único que la mantenía luchando, pero aún así acabó de rodillas en el suelo, como si no pudiese más. No cabía duda de que le importaba mucho su hermano, y su descendencia, pues ni en esa situación se olvidó de proteger a Astaroth con una barrera de metal. Intercambié una mirada con Cleo cuando pasó a mi lado para ir a atender a la revenant, asintiendo a lo de aguantar con mi abuelo. Podíamos ganar, aunque nos costase un poco más. No me alejaría de Khaled durante el tiempo que ella tardase en encargarse de Lyosha.
Concentré más electricidad en la palma de mi mano para enviarla hacia el demonio que estaba atacando a Khaled, contando al poco rato con la ayuda de Cleo que apareció en el momento más necesario. Para no ser de la hermandad estaba ayudando mucho, y todo por Astaroth. - ¡Vamos, acabemos con el último! - animé a Cleo redirigiendo el rayo nuevamente hacia el único que quedaba, aunque Khaled ya lo tenía agarrado por el cuello para hacerlo arder y retornar al sitio del que nunca debería haber salido. El cierre del velo significaba que todo había acabado, dejando tras de sí sangre y silencio.
Fui consciente del enorme sacrificio al ver cómo se desvanecía la forma demoníaca, la de Belialt, dando paso de nuevo a la de Khaled Svensson. Ya no era el único que había perdido un brazo, él también había sacrificado el suyo. Capté la mirada que le dirigió a Lyosha, la complicidad que había en ella. La que yo le dirigí era de agradecimiento y respeto, pero también de preocupación. Avancé rápidamente hacia él cuando lo vi apoyarse en los arcos hasta quedar sentado en el suelo, agachándome a su lado al ver que cerraba los ojos. Tuve miedo de que hubiésemos cambiado una vida por otra, de que no volviese a abrirlos. Lo zarandeé levemente por los hombros para ver si reaccionaba, pero nada. - Khaled, aguanta...no puedes traer a Astaroth e irte tú. - desvié la mirada de Khaled para pedir ayuda a Cleo o a Lyosha. También esperaba alguna reacción por parte de mi hermano, alguna señal que indicase que su alma estaba realmente en el nuevo cuerpo. - Llamad a los de la hermadad de sanación. - lo único que me temía es que todavía no eran demasiado expertos, no llevaban demasiado tiempo con sus poderes. - Y si no, habrá que llevarlo de urgencia a la isla.
Lyosha Svensson
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Sospechaba que el mareo que tenía no se debía a la falta de sangre. Parpadeó varias veces notando que las cosas se movían un poco lentas pero intentó restarle importancia. Cuando la muchacha llegó a su lado Lyosha la miró y gruñó, y gruñó otra vez, pero alzó el brazo y quitó la mano para que la curara. Odiaba depender de alguien más. Odiaba demostrar debilidad. Odiaba todo lo que se refería a no ser invencible. Maldito cuerpo humano.
La mirada celeste de la Revenant se alzó de sus heridas para observar el humo negro que desaparecía la forma de Belialt. Agradecía aquello pero no al ver el estado de su hermano. Observó su sonrisa y entrecerró los ojos, levantó una mano con brusquedad y le mostró el dedo del medio mientras se reía, aunque su risa se notaba agotada y cansada. Sintió el sabor a hierro en su boca, digno de la sangre que le había brotado, y escupió hacia un lado, eliminando el exceso. Movió una mano y finalmente quitó el muro de metal que protegía la puerta y a Astaroth, el metal recorrió el piso hasta unirse a su arak, que volvía a armarse tras la batalla -Khaled…Mierda…- Soltó la Revenant y miró hacia Adramelech negando con la cabeza mientras el desfase se volvía aún más fuerte. Lyosha miró hacia Khaled con preocupación, con el primer sentimiento que se le veía desde… Bueno, desde que tenía memoria e intentó ir hacia él aunque estuviera de rodillas. Y logró avanzar un poco pero terminó por perder la consciencia y cayó de bruces al suelo con una mano extendida en dirección a su hermano.
La mirada celeste de la Revenant se alzó de sus heridas para observar el humo negro que desaparecía la forma de Belialt. Agradecía aquello pero no al ver el estado de su hermano. Observó su sonrisa y entrecerró los ojos, levantó una mano con brusquedad y le mostró el dedo del medio mientras se reía, aunque su risa se notaba agotada y cansada. Sintió el sabor a hierro en su boca, digno de la sangre que le había brotado, y escupió hacia un lado, eliminando el exceso. Movió una mano y finalmente quitó el muro de metal que protegía la puerta y a Astaroth, el metal recorrió el piso hasta unirse a su arak, que volvía a armarse tras la batalla -Khaled…Mierda…- Soltó la Revenant y miró hacia Adramelech negando con la cabeza mientras el desfase se volvía aún más fuerte. Lyosha miró hacia Khaled con preocupación, con el primer sentimiento que se le veía desde… Bueno, desde que tenía memoria e intentó ir hacia él aunque estuviera de rodillas. Y logró avanzar un poco pero terminó por perder la consciencia y cayó de bruces al suelo con una mano extendida en dirección a su hermano.
Me revuelvo molesto, dolorido desde la esquina de la pared. Siento el cuerpo entumecido y dolorido, como acartonado, como cuando reinicias una tarea que ha estado mucho tiempo parada y tienes que acordarte cómo se hacía desde el principio. Mi cuerpo nuevo tenía que empezar a acostumbrarse a su nuevo dueño, pero el problema es que el cuerpo no parecía estar por la labor de obedecer. Gruño apretando los dientes hasta que consigo hacerme con el control de la parte superior del torso y me siento en la pared. Noto la respiración pesada y la mente espesa, como cuando estás a punto de desmayarte por una bajada de azúcar. A ese cuerpo le faltaba ahora mismo todos los nutrientes. Desde mi esquina puedo ver a Cleopatra cómo arremete con el boo al demonio, y cómo conjuntamente a Adra y Khaled acaban con el cuarto y último demonio.
La cabeza me da vueltas. Querría usar magia, pero no la noto fluir. Mi mente maldice. Mi cuerpo maldice. Mi consciencia maldice. Pesadamente dirijo la mirada a Lyosha después de que Khaled perdiera la consciencia, y al hacerlo él, lo seguimos los dos revenant que dependen de su guardián.
La cabeza me da vueltas. Querría usar magia, pero no la noto fluir. Mi mente maldice. Mi cuerpo maldice. Mi consciencia maldice. Pesadamente dirijo la mirada a Lyosha después de que Khaled perdiera la consciencia, y al hacerlo él, lo seguimos los dos revenant que dependen de su guardián.
-¡Estoy aquí, bicho!- Grité al demonio al que estaba acorralando cuando parecía que perdía el interés en mi persona y se iba a por Astaroth, Khaled o Lyosha. No teminaba de entender por qué los demonios tenían esa especie de apetencia por ellos tres, aunque me lo podría imaginar. Esquivé un golpe que podría ser certero y desde uno de los laterales asesté un golpe en la zona lumbar con el bo. La electricidad de Adra le debilitó mucho más, sonreí a mi compañero para indicarle que bien jugado. Pero fue Khaled embistió con la espada y estranguló al cuarto que se disipó delante de nosotros de una forma un tanto grotesca. Arrugué el gesto un poco asqueada, porque en mi mente el fuego se sustituyó por sangre, y no pude evitar imaginármelo así. Y a continuación, silencio, roto por las respiraciones pesadas por el agotamiento de después de la batalla.
Corrí hacia Astaroth dejando el bo a mi lado al arrodillarme junto a mi compañero, le puse ambas manos en los laterales de las mejillas, para que me mirara a la cara. Sí, estaba allí. Si alumna idiota a la que le encanta la Navidad... Su cuerpo era tan diferente, y su pelo, antes negro, ahora era cano… se me hacía raro tocarle, saber que respiraba. Se había incorporado, pero se le veía débil. Quería que abriese los ojos, me lo pedía el instinto, pero por su respiración cansada sabía que no lo iba a hacer. Que me mirase. Sin embargo, cuando lo hizo recorrió la sala en otra dirección. Le seguí con la mirada tanto a Khaled como a Lyosha. De alguna forma los tres estaban conectados, claramente por la magia que acabamos de presenciar. Tras esos dos segundos, los dos revenant quedaron inconscientes.
Me levante de un salto, cogiendo el botiquín de camino. Me pongo de rodillas al lado de Khaled, buscando de nuevo en el interior una herbovitalizante a la que le coloco un sistema y se coloco al nigromante. Lo había visto cientos de veces en el hospital y sabía perfectamente cómo hacerlo. -Toma, mantenlo en alto- Le pedí a Adra con premura -Tu hermano y ella están bien, pero inconscientes. Supongo que deben estar conectados con tu abuelo por la misma magia que ha usado él para traerle de vuelta- Suero para limpiar, díctamo otra vez, gasas. Muchas gasas que uso para presionar las heridas de Khaled y frenar el sangrado más fuerte. Se me empapan las gasas y la mano, pero no pasa nada, porque tengo material de sobra. El díctamo empieza a hacer sus efectos, pero a pesar de ello, decido fijar las gasas empapadas con vendajes. Odio el esparadrapo, qué le voy a hacer. Las vendas se enrollan y fijas las heridas.
Cuando el peligro ha cesado. Alzo la vista a Adramelech, y le sonrío. Me seco el sudor de la frente, manchándome con sangre. -Te dije que lo iba a traer de vuelta, que iba a poder hacerlo… Mala hierba nunca muere- Le dije clavando en él mis ojos azules agotados pero satisfechos. Enseguida aparecieron los miembros de la hermandad de la sanación guiados por Vanessa. Estaba agotada y no rechisté si había que ir o no al hospital. Simplemente, me dejé llevar… Los souls nos sacaron a todos de la sala y nos llevaron a sanar heridas y descansar. Estaba tan agotada que casi se podía decir que pasé una semana durmiendo.
Gastadas: una herbovitalizante. Quedan 8/10.
Una esencia díctamo, quedan 7/10. ¡Dejad de gastarme el material!
Corrí hacia Astaroth dejando el bo a mi lado al arrodillarme junto a mi compañero, le puse ambas manos en los laterales de las mejillas, para que me mirara a la cara. Sí, estaba allí. Si alumna idiota a la que le encanta la Navidad... Su cuerpo era tan diferente, y su pelo, antes negro, ahora era cano… se me hacía raro tocarle, saber que respiraba. Se había incorporado, pero se le veía débil. Quería que abriese los ojos, me lo pedía el instinto, pero por su respiración cansada sabía que no lo iba a hacer. Que me mirase. Sin embargo, cuando lo hizo recorrió la sala en otra dirección. Le seguí con la mirada tanto a Khaled como a Lyosha. De alguna forma los tres estaban conectados, claramente por la magia que acabamos de presenciar. Tras esos dos segundos, los dos revenant quedaron inconscientes.
Me levante de un salto, cogiendo el botiquín de camino. Me pongo de rodillas al lado de Khaled, buscando de nuevo en el interior una herbovitalizante a la que le coloco un sistema y se coloco al nigromante. Lo había visto cientos de veces en el hospital y sabía perfectamente cómo hacerlo. -Toma, mantenlo en alto- Le pedí a Adra con premura -Tu hermano y ella están bien, pero inconscientes. Supongo que deben estar conectados con tu abuelo por la misma magia que ha usado él para traerle de vuelta- Suero para limpiar, díctamo otra vez, gasas. Muchas gasas que uso para presionar las heridas de Khaled y frenar el sangrado más fuerte. Se me empapan las gasas y la mano, pero no pasa nada, porque tengo material de sobra. El díctamo empieza a hacer sus efectos, pero a pesar de ello, decido fijar las gasas empapadas con vendajes. Odio el esparadrapo, qué le voy a hacer. Las vendas se enrollan y fijas las heridas.
Cuando el peligro ha cesado. Alzo la vista a Adramelech, y le sonrío. Me seco el sudor de la frente, manchándome con sangre. -Te dije que lo iba a traer de vuelta, que iba a poder hacerlo… Mala hierba nunca muere- Le dije clavando en él mis ojos azules agotados pero satisfechos. Enseguida aparecieron los miembros de la hermandad de la sanación guiados por Vanessa. Estaba agotada y no rechisté si había que ir o no al hospital. Simplemente, me dejé llevar… Los souls nos sacaron a todos de la sala y nos llevaron a sanar heridas y descansar. Estaba tan agotada que casi se podía decir que pasé una semana durmiendo.
Gastadas: una herbovitalizante. Quedan 8/10.
Una esencia díctamo, quedan 7/10. ¡Dejad de gastarme el material!
Me había pasado los siete días de esa última semana mosqueada como una perra, pisando fuerte y empujando a todo el que se pusiera en mi camino. Ni salir a entrenar había conseguido bajar mis humos, por lo que mi última idea era hacer un saco de boxeo en una de las habitaciones vacías. Me encantaría que dentro hubiera alguien, pero como no podía ser, tuve que contentarme con algo de arena... está bien, era un puto colchón de mala muerte.
Preparé el espacio y mi propio cuerpo para zurrar el saco. Me crují el cuello para estirar bien, un par de saltos de calentamiento, estirar bien los brazos y... patada al colchón.
Estaba furiosa, hiperhormonada y de muy mal humor. Lo que me traía así era que, en una puta semana cierta persona que yo me sé, siquiera haya podido venir a saludar. 'Hola. La competición fue bien. Casi gano' No. Tuve que enterarme por otros... ¡con los que se había ido a entrenar! Puñetazo, puñetazo, golpe desde abajo. Y encima, para más inri, aparece su amiguita del baile. La de las promesas bajo la luz de las estrellas. Giro y patada a la cara. Y encima no eran promesas vacías, sino que la muy arpía había conseguido cumplir su promesa. Ah, claro, y para qué pedir ayuda a Vanessa, ¿tu maldito perro faldero? Golpe bajo, codazo. Ese es el problema, que para él siempre he sido su perro faldero. Idiota de mí. Agarré el colchón y lo estampé contra la pared, gritándole -Pues va a ser tu perrito faldero Rita- ¿Acabo estaba celosa?. Grité para mi misma ante ese estúpido pensamiento.
Me acerqué al colchón y lo coloqué en su sitio, quitándome el sudor de la frente y dándole otra buena somanta a palos. Era él o yo. Usando el físico podía despejar la mente.
Preparé el espacio y mi propio cuerpo para zurrar el saco. Me crují el cuello para estirar bien, un par de saltos de calentamiento, estirar bien los brazos y... patada al colchón.
Estaba furiosa, hiperhormonada y de muy mal humor. Lo que me traía así era que, en una puta semana cierta persona que yo me sé, siquiera haya podido venir a saludar. 'Hola. La competición fue bien. Casi gano' No. Tuve que enterarme por otros... ¡con los que se había ido a entrenar! Puñetazo, puñetazo, golpe desde abajo. Y encima, para más inri, aparece su amiguita del baile. La de las promesas bajo la luz de las estrellas. Giro y patada a la cara. Y encima no eran promesas vacías, sino que la muy arpía había conseguido cumplir su promesa. Ah, claro, y para qué pedir ayuda a Vanessa, ¿tu maldito perro faldero? Golpe bajo, codazo. Ese es el problema, que para él siempre he sido su perro faldero. Idiota de mí. Agarré el colchón y lo estampé contra la pared, gritándole -Pues va a ser tu perrito faldero Rita- ¿Acabo estaba celosa?. Grité para mi misma ante ese estúpido pensamiento.
Me acerqué al colchón y lo coloqué en su sitio, quitándome el sudor de la frente y dándole otra buena somanta a palos. Era él o yo. Usando el físico podía despejar la mente.
Lyosha Svensson
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Le había costado despertar y, peor aún, despertar y saber que Khaled seguía inconsciente. Había pasado todo el tiempo posible a su lado, a excepción de algunas ocasiones en las que necesitaba descargar su furia. Las noticias de parte de Erika, la pelirroja a la que finalmente le había puesto nombre, la habían hecho pensar y analizar... ¿Por qué SAM no había atacado la torre después del torrente de magia liberado la semana pasada?
En eso estaba cuando escuchó golpes. Rítmicos golpes. Siguió andando hasta conseguir a la mujer que pertenecía a su hermandad. Vanessa M... Vanessa algo. Se apoyó en el marco de la puerta y la vio entrenar apenas unos minutos antes de empezar a jugar con el gancho del saco de boxeo. Lo movió de un lado hacia otro jugueteando.
-Necesitas más entrenamiento mágico. El físico lo tienes superado- Indicó caminando hacia ella y la miró de arriba a abajo -¿Cuánto metal tienes encima?- Inquirió curiosa. En ese momento, Lyosha no llevaba su espada. Aparentemente tenía las manos desnudas. Se acercó a ella y elevó la mano derecha, entonces mostró como ríos de metal le recorrían el cuerpo y le rodeaban los dedos y la mano como un guante. Lo cerró y le lanzó un derechazo a la cara.
En eso estaba cuando escuchó golpes. Rítmicos golpes. Siguió andando hasta conseguir a la mujer que pertenecía a su hermandad. Vanessa M... Vanessa algo. Se apoyó en el marco de la puerta y la vio entrenar apenas unos minutos antes de empezar a jugar con el gancho del saco de boxeo. Lo movió de un lado hacia otro jugueteando.
-Necesitas más entrenamiento mágico. El físico lo tienes superado- Indicó caminando hacia ella y la miró de arriba a abajo -¿Cuánto metal tienes encima?- Inquirió curiosa. En ese momento, Lyosha no llevaba su espada. Aparentemente tenía las manos desnudas. Se acercó a ella y elevó la mano derecha, entonces mostró como ríos de metal le recorrían el cuerpo y le rodeaban los dedos y la mano como un guante. Lo cerró y le lanzó un derechazo a la cara.
Golpe golpe, sentadilla. Gancho derecho. Así seguí un rato sin percatarme que estaba siendo observada. Había conseguido desfogarme con el colchón que estaba haciendo las veces de saco de bocxeo y casi había olvidad todas las penas. Ya estaba como una rosa. Con muchas espinas, pero una sudorosa rosa.
Me separé del colchón para secarme el sudor de la frente con el antebrazo, dándome cuenta que estaba siendo observada. Sí, era la mujer que daba mal fario con ese pelo blanco. Algún tipo de familia de Adramelech. Ni puta idea. Alguien, al fin y al cabo.
-Nunca viene mal pagar tus frustraciones con un saco de boxeo- A mi la magia me come tolcoño. Si ni siquiera sabía usarla. A mi me molaba el tema metalero, porque yo lo era de joven, escuchando ADCD y estas movidas, con mi collar de pinchos y tal. -Yo paso del bididi dabidi bú- Le dije mientras colocaba el colchón en su sitio sin prestarle mucha atención, dispuesta a reiniciar un ciclo de boxeo. Pero su pregunta me pilló a pie torcido, y cuando fui a mirarle sin entender un carajo el puñetazo que me arrea me deja temblando como un flan, y no caigo de bruces porque me debo mantener digna como señorita que soy. El puñetazo no era fuerte, pero ese efecto era porque la hija de puta lo había reforzado con metal -Eh, eso es trampa sucia, nadie dijo que se pudieran usar puños americanos- Miré a ambos lados buscando metal, vale, no tenía, pero no por eso me iba a dejar amedrentar. Si tengo que darle una paliza con los puños descubiertos, lo haría.
Me separé del colchón para secarme el sudor de la frente con el antebrazo, dándome cuenta que estaba siendo observada. Sí, era la mujer que daba mal fario con ese pelo blanco. Algún tipo de familia de Adramelech. Ni puta idea. Alguien, al fin y al cabo.
-Nunca viene mal pagar tus frustraciones con un saco de boxeo- A mi la magia me come tolcoño. Si ni siquiera sabía usarla. A mi me molaba el tema metalero, porque yo lo era de joven, escuchando ADCD y estas movidas, con mi collar de pinchos y tal. -Yo paso del bididi dabidi bú- Le dije mientras colocaba el colchón en su sitio sin prestarle mucha atención, dispuesta a reiniciar un ciclo de boxeo. Pero su pregunta me pilló a pie torcido, y cuando fui a mirarle sin entender un carajo el puñetazo que me arrea me deja temblando como un flan, y no caigo de bruces porque me debo mantener digna como señorita que soy. El puñetazo no era fuerte, pero ese efecto era porque la hija de puta lo había reforzado con metal -Eh, eso es trampa sucia, nadie dijo que se pudieran usar puños americanos- Miré a ambos lados buscando metal, vale, no tenía, pero no por eso me iba a dejar amedrentar. Si tengo que darle una paliza con los puños descubiertos, lo haría.
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-Pues yo no- Indicó antes de golpearla. La observó a los ojos mientras sonreía orgullosa al verla aún de pie. Ok. Le gustaba su actitud. -¿Trampa sucia? Oh, cariño, el honor está sobreestimado- Expresó con un tono de voz sosegado. Alzó la mano para que entre las dos admiraran el metal. Aún se preguntaba cómo había logrado SAM con su tecnología hacer que el metal dominara a la gente. Era su tarea pendiente. Y qué hacer… Eso también era importante pero prefería dejarle las órdenes a Khaled. Al moribundo Khaled.
-Siempre tienes metal encima. Aunque suele ser mucho más poderoso cuando lo robas del enemigo- Explicó y el guante empezó a mutar, alargándose hacia la parte superior de la mano y convirtiéndose en unas largas uñas de hierro. En un exquisito y elegante movimiento, Lyosha le abrió una herida en el muslo, no muy profunda, una ventana -¿Cuánto metal necesitas para matar a alguien?- Preguntó mientras miraba distraída la herida de Vanessa. Distraída no, concentrada. Las uñas habían mutado y ahora eran un cilindro de metal que flotaba sobre la mano de Lyosha, no más de 10 centímetros. Movió los dedos y el cilindro se dividió en tres. La Soul le dio forma como balas y alzó la vista hacia ella con una sonrisa -Estás familiarizada con estas ¿no es así? Mortales, tienen gracia. Pequeñas…-
Aunque Lyosha la distraía con una cosa era consciente de que a partir de ese momento Vanessa sentiría un cosquilleo en su pierna. Había sido algo complicado porque -siempre- era complicado pese a la dieta estricta que Lyosha había obligado a mantener a todos porque… Todos eran sus peones. Finalmente lo logró, un pequeño y muy delgado cilindro salió de la pierna de Vanessa y voló entre las dos -Tu enemigo siempre tendrá hierro…Sólo tienes que aprender a sacarlo y hacer un arma con él-
-Siempre tienes metal encima. Aunque suele ser mucho más poderoso cuando lo robas del enemigo- Explicó y el guante empezó a mutar, alargándose hacia la parte superior de la mano y convirtiéndose en unas largas uñas de hierro. En un exquisito y elegante movimiento, Lyosha le abrió una herida en el muslo, no muy profunda, una ventana -¿Cuánto metal necesitas para matar a alguien?- Preguntó mientras miraba distraída la herida de Vanessa. Distraída no, concentrada. Las uñas habían mutado y ahora eran un cilindro de metal que flotaba sobre la mano de Lyosha, no más de 10 centímetros. Movió los dedos y el cilindro se dividió en tres. La Soul le dio forma como balas y alzó la vista hacia ella con una sonrisa -Estás familiarizada con estas ¿no es así? Mortales, tienen gracia. Pequeñas…-
Aunque Lyosha la distraía con una cosa era consciente de que a partir de ese momento Vanessa sentiría un cosquilleo en su pierna. Había sido algo complicado porque -siempre- era complicado pese a la dieta estricta que Lyosha había obligado a mantener a todos porque… Todos eran sus peones. Finalmente lo logró, un pequeño y muy delgado cilindro salió de la pierna de Vanessa y voló entre las dos -Tu enemigo siempre tendrá hierro…Sólo tienes que aprender a sacarlo y hacer un arma con él-
Escupo a un lado con su frase del honor. La boca me sabía a herrumbre, de la sangre. ¿Algún diente partido? A saber. Esperaba que a los de la calaverita de la sanación se le diera bien la odontología, no he estado dejándome una pasta en el dentista más caro de la Albacete para que venga aquí la tiparraca esta a joderme las muelas.
¿Quiere magia? Magia le iba a dar. Le había dicho que YO no tenía metal encima, pero nadie había dicho que en los goznes de la puerta no lo hubiera. La tabla de madera cayó a plomo al suelo, pero el metal flotó hasta mis pies y pasó a ser un pequeño cuchillo, del tamaño de una navaja. Con dos breves movimientos ya estaba a la altura de Lyosha, defendiendo del tajo de las cuchillas, quizás sobre la parte alta, pero casi imposible esquivar el corte en la pierna. Musité un insulto a toda la familia de esa señora, mientras fabricaba un par de balas con el metal que había sacado de a saber dónde. Hice lo propio con el que había conseguido yo, creando un escudo, fino, pero un escudo.
De repente empecé a notar cómo me faltaba el aire y perdía como fuerza. Caí de rodillas al suelo aún con la disnea. El robo de hierro de mi sangre estaba haciendo que el intercambio de gases no fuera lo correcto y mis células estaban pidiendo aire a gritos, lo que se convirtió en una taquipnea bastante severa. Iba a contestarle algo, incluso lucharía, pero necesitaba unos minutos para que mi cuerpo empezara a reaccionar al robo del metal. Pero me apunté el truco para otras ocasiones. -¿Me has… robado… mi propio hierro… Es, es… una buena jugada-
¿Quiere magia? Magia le iba a dar. Le había dicho que YO no tenía metal encima, pero nadie había dicho que en los goznes de la puerta no lo hubiera. La tabla de madera cayó a plomo al suelo, pero el metal flotó hasta mis pies y pasó a ser un pequeño cuchillo, del tamaño de una navaja. Con dos breves movimientos ya estaba a la altura de Lyosha, defendiendo del tajo de las cuchillas, quizás sobre la parte alta, pero casi imposible esquivar el corte en la pierna. Musité un insulto a toda la familia de esa señora, mientras fabricaba un par de balas con el metal que había sacado de a saber dónde. Hice lo propio con el que había conseguido yo, creando un escudo, fino, pero un escudo.
De repente empecé a notar cómo me faltaba el aire y perdía como fuerza. Caí de rodillas al suelo aún con la disnea. El robo de hierro de mi sangre estaba haciendo que el intercambio de gases no fuera lo correcto y mis células estaban pidiendo aire a gritos, lo que se convirtió en una taquipnea bastante severa. Iba a contestarle algo, incluso lucharía, pero necesitaba unos minutos para que mi cuerpo empezara a reaccionar al robo del metal. Pero me apunté el truco para otras ocasiones. -¿Me has… robado… mi propio hierro… Es, es… una buena jugada-
Había despertado de mi letargo de modo para nada agradable. La mente estaba confundida, hundida en la vorágine del caos que eran el alma de ambas entidades. El presente, el pasado, confundido, las miles de voces que resonaban y gritaban en mi interior no se callaban. El dolor se arrastraba por cada célula nerviosa del cuerpo, mientras éste era arrancado lentamente de aquella pesadilla que se suponía debía de ser el sueño y el descanso.
Por fortuna estaba solo, sin compañía.
"Sí, sí, lo hemos conseguido..."
Pasé una mano por los ojos. La única de la que disponía, ahora mismo.
- Qué desastre, Khaled. - estiré la espalda y salí de la cama, asomandome por la ventana del cuarto en el que estaba, contemplando el Bosque Helado desde las alturas de aquella hermosa Torre. Después observé las vendas alrededor del cuerpo del nigromante y busqué su chaquetón, para ponérmelo por encima de los hombros. Volví a fijar aquellos ojos en la imagen mas alla del cristal, deteniendome un momento despues en el del propio reflejo. La prisión humana, y la llave, al mismo tiempo...
Pasé una mano por aquel reflejo, en una lenta caricia. Por un momento, con devoción, una especie de anhelo. Una devoción que al instante siguiente se convirtió en otras cosas, y golpeé en aquel mismo punto con certera ira, agrietando el cristal. Bajé los nudillos enrojecidos, podía sentir las auras de todos ellos. Los soul reaper, Lyosha, Astaroth.... Aquellos seres que no eran mi familia...
Me reí por lo bajo al notarlo. Sabía perfectamente qué era lo que estaba pensando, tanto él de mi como yo de ellos.
- Oh no, tranquilo....sabes que no lo haría... pero ya tienes las calaveras... cual es el siguiente paso...? - cualquier cima me parecía poca. Cualquier meta, mi sed no se satisfacía por mucho tiempo. La suya tampoco, pero era mas paciente que yo y eso me aburría. Volví a mirar más allá del cristal, más allá de la grieta que había hecho con aquel golpe, hacia el cielo que se extendía mas lejos de las fronteras del bosque.
Por fortuna estaba solo, sin compañía.
"Sí, sí, lo hemos conseguido..."
Pasé una mano por los ojos. La única de la que disponía, ahora mismo.
- Qué desastre, Khaled. - estiré la espalda y salí de la cama, asomandome por la ventana del cuarto en el que estaba, contemplando el Bosque Helado desde las alturas de aquella hermosa Torre. Después observé las vendas alrededor del cuerpo del nigromante y busqué su chaquetón, para ponérmelo por encima de los hombros. Volví a fijar aquellos ojos en la imagen mas alla del cristal, deteniendome un momento despues en el del propio reflejo. La prisión humana, y la llave, al mismo tiempo...
Pasé una mano por aquel reflejo, en una lenta caricia. Por un momento, con devoción, una especie de anhelo. Una devoción que al instante siguiente se convirtió en otras cosas, y golpeé en aquel mismo punto con certera ira, agrietando el cristal. Bajé los nudillos enrojecidos, podía sentir las auras de todos ellos. Los soul reaper, Lyosha, Astaroth.... Aquellos seres que no eran mi familia...
Me reí por lo bajo al notarlo. Sabía perfectamente qué era lo que estaba pensando, tanto él de mi como yo de ellos.
- Oh no, tranquilo....sabes que no lo haría... pero ya tienes las calaveras... cual es el siguiente paso...? - cualquier cima me parecía poca. Cualquier meta, mi sed no se satisfacía por mucho tiempo. La suya tampoco, pero era mas paciente que yo y eso me aburría. Volví a mirar más allá del cristal, más allá de la grieta que había hecho con aquel golpe, hacia el cielo que se extendía mas lejos de las fronteras del bosque.
De algún modo (seguramente robando algún tipo de transporte abandonado y conduciendo temerariamente) llegué a la torre de hechicería hace una semana.
Mis intenciones de comunicarle a Khaled la información de aquella reunión se vieron frustradas ya que se encontraba recuperándose tras una especie de ritual del que apenas me proporcionaron información. Sin embargo pude hablar con Lyosha, aunque seguíamos a la espera de Khaled para tomar algún tipo de decisión.
Había unos pocos discípulos de la calavera de fuego que desde ese momento estuvieron a mi cargo. Las veces que me encontré con ellos sentí que ellos dominaban bastante más las capacidades de la calavera que yo. Sobre todo cuando me enseñaron a desaparecerme y a hacer magia básica que desconocía que podía realizar. Me sentí bastante estúpida aunque traté de disimular mi ignorancia.
Andar por la torre era extraño, sobre todo cuando veía a lo lejos al guardián raro que parecía sacado de un cuento de la tía Dementia, trataba de cambiar de camino en esos momentos.
Durante toda la semana la podía sentir y casi escuchar por decirlo de algún modo, pero trataba de ignorarla. En ocasiones, sin percatarme de ello aparecía frente a la puerta pero después de un rato mirando hacia aquella madera vieja que proyectaba luz seguía mi camino.
Sin embargo sabía que no podría ignorarlo mucho más tiempo.
Así que ahí estaba cruzando aquella puerta mientras tomaba una profunda bocanada de aire. La estancia se iluminó nada más cruzar y pude sentir algún tipo de esencia mágica que comprobaba si era merecedora de estar allí.
Avancé observándolas, cada una dispuesta en su lugar. Las calaveras parecían objetos sin vida, menos una.La que observaba estaba iluminada. Como la última vez que la vi.
Seguí caminando hasta quedar al frente de ella y mi ceño se frunció. Si, no hablaba pero la oía, como aquella vez. Y si me fijaba bien incluso podía ver la palma de mi mano sobre ella, tal y como quedó marcada en la cueva de Smaug.
Extendí mi mano sobre ella y tras dudar por algunos segundos la posé sobre la calavera de fuego. Escuchándola con claridad.
La sensación era agradable y a la vez provocaba cierto temor. Pero por alguna razón algo me decía que aquello era como debía de ser, y no me pareció agradable la idea de tener que abandonarla en aquella sala.
Mis intenciones de comunicarle a Khaled la información de aquella reunión se vieron frustradas ya que se encontraba recuperándose tras una especie de ritual del que apenas me proporcionaron información. Sin embargo pude hablar con Lyosha, aunque seguíamos a la espera de Khaled para tomar algún tipo de decisión.
Había unos pocos discípulos de la calavera de fuego que desde ese momento estuvieron a mi cargo. Las veces que me encontré con ellos sentí que ellos dominaban bastante más las capacidades de la calavera que yo. Sobre todo cuando me enseñaron a desaparecerme y a hacer magia básica que desconocía que podía realizar. Me sentí bastante estúpida aunque traté de disimular mi ignorancia.
Andar por la torre era extraño, sobre todo cuando veía a lo lejos al guardián raro que parecía sacado de un cuento de la tía Dementia, trataba de cambiar de camino en esos momentos.
Durante toda la semana la podía sentir y casi escuchar por decirlo de algún modo, pero trataba de ignorarla. En ocasiones, sin percatarme de ello aparecía frente a la puerta pero después de un rato mirando hacia aquella madera vieja que proyectaba luz seguía mi camino.
Sin embargo sabía que no podría ignorarlo mucho más tiempo.
Así que ahí estaba cruzando aquella puerta mientras tomaba una profunda bocanada de aire. La estancia se iluminó nada más cruzar y pude sentir algún tipo de esencia mágica que comprobaba si era merecedora de estar allí.
Avancé observándolas, cada una dispuesta en su lugar. Las calaveras parecían objetos sin vida, menos una.La que observaba estaba iluminada. Como la última vez que la vi.
Seguí caminando hasta quedar al frente de ella y mi ceño se frunció. Si, no hablaba pero la oía, como aquella vez. Y si me fijaba bien incluso podía ver la palma de mi mano sobre ella, tal y como quedó marcada en la cueva de Smaug.
Extendí mi mano sobre ella y tras dudar por algunos segundos la posé sobre la calavera de fuego. Escuchándola con claridad.
La sensación era agradable y a la vez provocaba cierto temor. Pero por alguna razón algo me decía que aquello era como debía de ser, y no me pareció agradable la idea de tener que abandonarla en aquella sala.
S.A.M-9917
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Drones y Centinelas con unsistema de invisibilidad activado patrullan el espacio aereo de la Torre, buscando algo que saben esta ahi pero no pueden ver. La gran cantidad de energía magica liberada hacia una semana los habia delatado y desde entonces y cada vez en mayores cantidades, drones espía y unidades aereas de asalto vigilaban y patrullaban la zona, ocultos, tratando de encontrar la brecha.
Geolocalización realizada con éxito. Medidas parametricas de energia magica elevadas, coordenadas establecidas. Guardar ubicacion.
Escáner visual: sin imagen
Escáner de sonido: sim datos
Escáner termico: sin datos
Escáner de señal: nulo
Escáner de energía magica: elevado. Contrastado con niveles a 7 dias anteriores. Niveles inferiores pero constantes.
Triangulando posición estimada....
Geolocalización realizada con éxito. Medidas parametricas de energia magica elevadas, coordenadas establecidas. Guardar ubicacion.
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Escáner de energía magica: elevado. Contrastado con niveles a 7 dias anteriores. Niveles inferiores pero constantes.
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Lyosha Svensson
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-Ohhh…Tienes inventiva. Muy bien- Dijo, realmente sorprendida y hasta ilusionada. Podría decir orgullosa. ¿Lo reconocería? ¡NEVAH! Alzó el mentón con una sonrisa sádica antes de arrugar la nariz y alejarse de ella. La maldición le encantó, era como una melodía perfecta para sus oídos – Rabia, ira… Ummm… ¿Qué mas despertamos los Svensson en ti, perrito faldero?- Preguntó ladeando la cabeza y empezó a agacharse a la altura de Vanessa mientras veía su debilidad -Entonces con este pequeño detalle- Señaló lo que había extraído de su cuerpo y lo lanzó directo a su yugular, sin embargo, el arma se detuvo justo antes -Y afuera enemigo… ¡Gracias! Puedes considerar que te he dado…una clase…exclusiva- Dijo y su rostro poco a poco fue perdiendo la gracia.
-¿Sientes eso?- Inquirió refiriéndose a la inmensa cantidad de metal que, de pronto, tenían cerca. Se incorporó con el ceño fruncido. Reconocía esa cantidad y calidad de metal -SAM- Musitó recordando las palabras de Erika y sólo de pensar en que estaban a punto de ser atacados -Ha llegado el momento. Reponte y busca al resto de los Svensson y de las hermandades Bajó la vista hacia Vanessa despidiéndose de ella con un gesto y salió por la puerta. A medida que avanzaba iba adquiriendo todo el metal posible de la torre. Las puertas cayeron, las armas respondieron a su llamado, los candelabros, las llaves, todo. Subió hasta donde debería estar su hermano pero no lo encontró en la camilla…Sino más allá. Lo que si consiguió en su sitio fue el arma, la atrajo hacia sí y unió a ella el metal que había absorbido de la torre.
-¿En serio?... Idiota- Espetó acercándose a él -Te despiertas y me llamas. No te vas por allí a contemplar, joder- Le cogió del hombro y lo giró con bastante firmeza tras ver el daño en el cristal -En qué…- La revenant dejó de hablar y soltó lentamente el cuerpo de Khaled. Observó las orbes rojas y ardientes del demonio con curiosidad -Belialt- Puso las manos en jarras con un gesto adusto -¿Sigue por allí? Necesito que me escuche y esté atento. No estoy segura de que tengamos mucho tiempo. Erika ha venido a contarnos todo sobre SAM. No es alentador- Lo empujó hacia un lado para acercarse a la ventana y contemplar lo que estaba afuera. .
No había nada.
No podía ver nada.
Pero ella los sentía. Sentía el cosquilleo, el llamado.
La abrió y se inclinó, sacando casi medio cuerpo afuera tratando de comprobar. Se aferró a la ventana por si acaso -Nos están observando…¿Atacarán?- Preguntó y torció el gesto -Tenemos que irnos. Harán aquí lo que hicieron en la otra. Paso de morir…¡Apenas ha pasado una semana desde la última vez!
-¿Sientes eso?- Inquirió refiriéndose a la inmensa cantidad de metal que, de pronto, tenían cerca. Se incorporó con el ceño fruncido. Reconocía esa cantidad y calidad de metal -SAM- Musitó recordando las palabras de Erika y sólo de pensar en que estaban a punto de ser atacados -Ha llegado el momento. Reponte y busca al resto de los Svensson y de las hermandades Bajó la vista hacia Vanessa despidiéndose de ella con un gesto y salió por la puerta. A medida que avanzaba iba adquiriendo todo el metal posible de la torre. Las puertas cayeron, las armas respondieron a su llamado, los candelabros, las llaves, todo. Subió hasta donde debería estar su hermano pero no lo encontró en la camilla…Sino más allá. Lo que si consiguió en su sitio fue el arma, la atrajo hacia sí y unió a ella el metal que había absorbido de la torre.
-¿En serio?... Idiota- Espetó acercándose a él -Te despiertas y me llamas. No te vas por allí a contemplar, joder- Le cogió del hombro y lo giró con bastante firmeza tras ver el daño en el cristal -En qué…- La revenant dejó de hablar y soltó lentamente el cuerpo de Khaled. Observó las orbes rojas y ardientes del demonio con curiosidad -Belialt- Puso las manos en jarras con un gesto adusto -¿Sigue por allí? Necesito que me escuche y esté atento. No estoy segura de que tengamos mucho tiempo. Erika ha venido a contarnos todo sobre SAM. No es alentador- Lo empujó hacia un lado para acercarse a la ventana y contemplar lo que estaba afuera. .
No había nada.
No podía ver nada.
Pero ella los sentía. Sentía el cosquilleo, el llamado.
La abrió y se inclinó, sacando casi medio cuerpo afuera tratando de comprobar. Se aferró a la ventana por si acaso -Nos están observando…¿Atacarán?- Preguntó y torció el gesto -Tenemos que irnos. Harán aquí lo que hicieron en la otra. Paso de morir…¡Apenas ha pasado una semana desde la última vez!
Sabía que Erika rondaba por la sala de las Calaveras, y al poco pude sentir a Lyosha aproximandose. Ella...que podía sentir algo que nosotros no, porque no estaba ni muerto ni vivo, ni nada a medias de ambos caminos. No para nosotros, al menos.
Me sacó de mi contemplación por aquel ventanal con un brusco movimiento, pero la mujer pareció darse cuenta rápidamente de que no hablaba con su hermano ahora mismo. Me giré y la miré de reojo, con el mentón ligeramente alzado.
- Quién de los dos es el hermano mayor? Recuérdamelo porque...con estas cosas tiendo a olvidarlo. - curvé mis labios en una ladeada sonrisa cuando pronunció mi nombre, dandome un gesto de perversa satisfaccion. Después, volví mi mirada al punto en el que había estado anteriormente: lo lejano.
- Sí... sigue ahí. - enfoqué nuevamente el reflejo en el cristal, el propio, frunciendo levemente el ceño. La mujer me apartó y le dediqué una mirada de molestia. - ¿Estás sintiendo a los enemigos de metal?
Una útil habilidad, dadas las circunstancias...puesto que ahora mis sentidos estaban ciegos en ese ambito. - Saben que estamos aquí pero no pueden vernos... Los hechizos de protección deben de evitarlo. Pero si lo que dices es cierto acabarán atacando aunque sea a ciegas. - dije con voz neutral, no cabía duda de que Khaled había escuchado a su hermana y seguía perfectamente consciente. Solo por joderle, puse una mano sobre la espalda de su hermana, empujándola un poco más al vacio al que ella misma se estaba asomando, pero la sujeté antes de que se desiquilibrase de mas y se precipitase al vacío. - Podrías crear alas de metal que te llevasen volando?
De un tirón, la metí hacia dentro de nuevo. Me coloqué bien la ropa, que hasta el momento solo habia dejado el abrigo rojo por encima de los hombros. - Si, nos iremos... ¿Donde está Astaroth? Dónde está el bastón con la calavera de nigromancia? - no estaba a mi lado, como deberia ser.
Metí la mano en el bolsillo y saqué un objeto mágico, la piedra de los Tres Mundos. La dejé sobre el alféizar de la ventana, contemplándola.
- Khaled consiguió esto. Podemos hacerla funcionar. Nos iremos....la Torre entera se irá. ¿O quieres dejar este último bastión de poder e ir suplicando a los magos? - me acerqué a ella demasiado y golpeé el metal de su coraza con mis nudillos, inclinandome sobre ella porque le ganaba en altura. - Tú... organiza las defensas y capitanea al resto de líderes de las hermandades. Que nadie abandone la Torre. Nos va a llevar un rato.
Mis ojos brillaron con algo mas de intensidad. Estaba enviando una visión a todos los Soul Reaper de la Torre. Los informaba de lo que habia dicho Lyosha: el enemigo invisible nos rodeaba, y podiamos caer bajo ataque en cualquier momento. No abandonar la torre, preparar las defensas...
Agarré de nuevo la piedra y salí de mi habitacion pegándole una temperamental hostia a la puerta, que casi la saca de los goznes, con el mismo codo de ese brazo. Me dirigí a la sala de los portales, tenía algo que hacer allí.
Me sacó de mi contemplación por aquel ventanal con un brusco movimiento, pero la mujer pareció darse cuenta rápidamente de que no hablaba con su hermano ahora mismo. Me giré y la miré de reojo, con el mentón ligeramente alzado.
- Quién de los dos es el hermano mayor? Recuérdamelo porque...con estas cosas tiendo a olvidarlo. - curvé mis labios en una ladeada sonrisa cuando pronunció mi nombre, dandome un gesto de perversa satisfaccion. Después, volví mi mirada al punto en el que había estado anteriormente: lo lejano.
- Sí... sigue ahí. - enfoqué nuevamente el reflejo en el cristal, el propio, frunciendo levemente el ceño. La mujer me apartó y le dediqué una mirada de molestia. - ¿Estás sintiendo a los enemigos de metal?
Una útil habilidad, dadas las circunstancias...puesto que ahora mis sentidos estaban ciegos en ese ambito. - Saben que estamos aquí pero no pueden vernos... Los hechizos de protección deben de evitarlo. Pero si lo que dices es cierto acabarán atacando aunque sea a ciegas. - dije con voz neutral, no cabía duda de que Khaled había escuchado a su hermana y seguía perfectamente consciente. Solo por joderle, puse una mano sobre la espalda de su hermana, empujándola un poco más al vacio al que ella misma se estaba asomando, pero la sujeté antes de que se desiquilibrase de mas y se precipitase al vacío. - Podrías crear alas de metal que te llevasen volando?
De un tirón, la metí hacia dentro de nuevo. Me coloqué bien la ropa, que hasta el momento solo habia dejado el abrigo rojo por encima de los hombros. - Si, nos iremos... ¿Donde está Astaroth? Dónde está el bastón con la calavera de nigromancia? - no estaba a mi lado, como deberia ser.
Metí la mano en el bolsillo y saqué un objeto mágico, la piedra de los Tres Mundos. La dejé sobre el alféizar de la ventana, contemplándola.
- Khaled consiguió esto. Podemos hacerla funcionar. Nos iremos....la Torre entera se irá. ¿O quieres dejar este último bastión de poder e ir suplicando a los magos? - me acerqué a ella demasiado y golpeé el metal de su coraza con mis nudillos, inclinandome sobre ella porque le ganaba en altura. - Tú... organiza las defensas y capitanea al resto de líderes de las hermandades. Que nadie abandone la Torre. Nos va a llevar un rato.
Mis ojos brillaron con algo mas de intensidad. Estaba enviando una visión a todos los Soul Reaper de la Torre. Los informaba de lo que habia dicho Lyosha: el enemigo invisible nos rodeaba, y podiamos caer bajo ataque en cualquier momento. No abandonar la torre, preparar las defensas...
Agarré de nuevo la piedra y salí de mi habitacion pegándole una temperamental hostia a la puerta, que casi la saca de los goznes, con el mismo codo de ese brazo. Me dirigí a la sala de los portales, tenía algo que hacer allí.
Siquiera tenía fuerza para insultar de nuevo a Lyosha, de modo que pasé descaradamente de contestar a su provocación, lo que se tradujo en un chisto. Me apoyo sobre la pared para intentar no caer al suelo, sintiendo la debilidad propia de la anemia ferropénica, puede que no podía usar la fuerza física, pero quién dice que no podía usar la otra, aunque en cualquier caso iba a salir mal parada. Intenté que la bala que acababa de crear no se acercara más que lo justo a mi persona. Si tenía que morir allí, lo haría luchando, vaya que sí. Pues al final iba a saber de dónde coño había sacado la mala baba Zayra, de su familia. La seguí con la mirada, sin decir nada verbalmente, pero sí con la mirada. Había algo que ya no iba a olvidar nunca, estaba claro.
Y de golpe se vuelve loca del todo. ¿Sentir? ¿Sentir el qué? ¿La mala hostia que me ha puesto? Vaya, vaya que si la sentía. MUCHO. La estaba sintiendo en todos los poros de mi piel, corriendo por todas mis células anémicas. ¿SAM? No dije nada, solo la seguí con la mirada hasta que se perdió de la sala, y por tanto, de mi vista. Suspiro y salgo al pasillo, cogiendo todo el metal que habíamos usado. Me apoyo en la pared para avanzar despacio, agotada, todavía me faltaba el aire y estaba a punto de pensar que iba a perder la conciencia en cualquier momento. Me dirigía a buscar a la hermandad de la calavera de la sanación a que usaran su magia en mi persona.
Y aunque me costó un rato, conseguí llegar. Y con ello, el mensaje mental de Khaled. Me llevo la mano a la frente mientras alguien hace su magia potagia en mi persona. Estaba yo ahora como para que pueda dar una paliza al enemigo, que lo mismo me la dan a mi.
Y de golpe se vuelve loca del todo. ¿Sentir? ¿Sentir el qué? ¿La mala hostia que me ha puesto? Vaya, vaya que si la sentía. MUCHO. La estaba sintiendo en todos los poros de mi piel, corriendo por todas mis células anémicas. ¿SAM? No dije nada, solo la seguí con la mirada hasta que se perdió de la sala, y por tanto, de mi vista. Suspiro y salgo al pasillo, cogiendo todo el metal que habíamos usado. Me apoyo en la pared para avanzar despacio, agotada, todavía me faltaba el aire y estaba a punto de pensar que iba a perder la conciencia en cualquier momento. Me dirigía a buscar a la hermandad de la calavera de la sanación a que usaran su magia en mi persona.
Y aunque me costó un rato, conseguí llegar. Y con ello, el mensaje mental de Khaled. Me llevo la mano a la frente mientras alguien hace su magia potagia en mi persona. Estaba yo ahora como para que pueda dar una paliza al enemigo, que lo mismo me la dan a mi.
Suspiré cansada. Después de toda la noche en vela, Astaroth había conseguido descansar. Estaba en su habitación y algunos de los compañeros habían salido. Silencio. Qué paz. Decidí que lo mejor era poder tomar algo para despejarme. Me cargué mis cosas y salí de la habitación dispuesta a tomarme un café bien bien cargado. Había querido haberme ido hacía ya varios atrás, pero encontrarme a Astaroth en esa situación ... no podía dejarle atrás. Estoy segura que él me hubiera cuidado también. De hecho, hasta me sentía un poco como mala persona por dejarle solo. Pero necesitaba ese café.
Me di cuenta que la gente estaba yendo y viniendo como si estuviera pasando algo raro. Intenté preguntar a alguien, pero la verdad es que la mayoría de los presentes me ignoraban, o pasaban de mi. Al final pude enganchar a alguien de la calavera de la sanación y me dijo que le siguiera mientras me contaba.
Fui tras él hasta lo que habían montado como una enfermería. Allí se encontraba la compañera de Adramelech, la soldado. La había visto en el baile de Ouroboros, pero no hasta ahora. -Ey, no tienes buena pinta- Fui a ayudarla mientras iba sacando herramientas de mi botiquín, gasas y demás vendajes para poder curar la herida de su pierna -No sé si te acurdas de mi, nos conocimos en la fiesta de Ouroboros. ¿Qué te ha pasado? Te han atacado los que nos asedian?- Le pregunté mientras cerraba el sangrado de Vanessa y el soul de la hermandad empezaba con pociones y otra magia de sanación. Me fijé en las técnicas que estaba usando, mientras pensaba en mi café... aquel que no podría tomar nunca
Me di cuenta que la gente estaba yendo y viniendo como si estuviera pasando algo raro. Intenté preguntar a alguien, pero la verdad es que la mayoría de los presentes me ignoraban, o pasaban de mi. Al final pude enganchar a alguien de la calavera de la sanación y me dijo que le siguiera mientras me contaba.
Fui tras él hasta lo que habían montado como una enfermería. Allí se encontraba la compañera de Adramelech, la soldado. La había visto en el baile de Ouroboros, pero no hasta ahora. -Ey, no tienes buena pinta- Fui a ayudarla mientras iba sacando herramientas de mi botiquín, gasas y demás vendajes para poder curar la herida de su pierna -No sé si te acurdas de mi, nos conocimos en la fiesta de Ouroboros. ¿Qué te ha pasado? Te han atacado los que nos asedian?- Le pregunté mientras cerraba el sangrado de Vanessa y el soul de la hermandad empezaba con pociones y otra magia de sanación. Me fijé en las técnicas que estaba usando, mientras pensaba en mi café... aquel que no podría tomar nunca
Los días siguientes al ritual fueron un tanto complicados, pues ni Khaled ni Astaroth reaccionaban. Ambos habían "sobrevivido", pero no en buenas condiciones. El líder de los Soul Reaper había perdido el brazo, y mi hermano tardaba en despertar. La transferencia del alma al cuerpo había sido la correcta, pero la recuperación era lenta. Durante ese tiempo casi no me separé de él, al igual que Cleo. No hablé demasiado con ella, pues intentaba dejarla algunos ratos a solas con él, por si quería decirle algo más personal y le daba vergüenza hacerlo delante de mí. También supe que Vanessa andaba por la torre, y me extrañó que no subiera a ver qué había pasado con mi hermano, ni a preguntarme por el torneo. Tal vez estaba enfadada, pero no sabía por qué.
Me encontraba en la puerta de la habitación de Astaroth cuando de repente comenzó a haber bastante revuelo, idas y venidas por las escaleras de miembros de diferentes hermandades. Al parecer estábamos en peligro y debíamos prepararnos. Mi primer instinto fue mirar hacia donde estaba mi hermano. Ahora que no estaba Cleo era yo el que estaba al cargo. Debía cargarlo, o despertarlo, lo que fuese. Por la ventana se coló un inoportuno patronus en forma de nutria con la voz de Adael, pidiendo que fuese a la isla a no sé qué cosa urgente en la sala de reuniones. Me intrigó el mensaje, pero yo ya tenía otras cosas urgentes de las que encargarme por el momento.
"¿Algo de los androides, tal vez?"
Ya iría luego cuando resolviésemos nuestros asuntos. Me acerqué rápidamente a la cama de mi hermano, poniendo ambas manos en sus hombros para sacudirlo un poco. Lo cierto es que me daba pena molestarlo, pero ya era hora.
- Astaroth...vamos, necesito que despiertes. Regresa ya con nosotros. Tenemos que irnos de aquí...estamos en peligro. - me quedé mirando su pelo blanquecino y su nuevo rostro, tratando de acostumbrarme a que esa era ahora su nueva cara, aunque me costase no pensar en la anterior.
Me encontraba en la puerta de la habitación de Astaroth cuando de repente comenzó a haber bastante revuelo, idas y venidas por las escaleras de miembros de diferentes hermandades. Al parecer estábamos en peligro y debíamos prepararnos. Mi primer instinto fue mirar hacia donde estaba mi hermano. Ahora que no estaba Cleo era yo el que estaba al cargo. Debía cargarlo, o despertarlo, lo que fuese. Por la ventana se coló un inoportuno patronus en forma de nutria con la voz de Adael, pidiendo que fuese a la isla a no sé qué cosa urgente en la sala de reuniones. Me intrigó el mensaje, pero yo ya tenía otras cosas urgentes de las que encargarme por el momento.
"¿Algo de los androides, tal vez?"
Ya iría luego cuando resolviésemos nuestros asuntos. Me acerqué rápidamente a la cama de mi hermano, poniendo ambas manos en sus hombros para sacudirlo un poco. Lo cierto es que me daba pena molestarlo, pero ya era hora.
- Astaroth...vamos, necesito que despiertes. Regresa ya con nosotros. Tenemos que irnos de aquí...estamos en peligro. - me quedé mirando su pelo blanquecino y su nuevo rostro, tratando de acostumbrarme a que esa era ahora su nueva cara, aunque me costase no pensar en la anterior.
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