Enfermería

Habian pasado unos cuantos dias ya. Mi manquez y cojera se habian solucionado a base de la magia de Chloe y el reposo. Como estaba solo en la enfermeria, me habia dedicado a fumar como un puto cosaco, sin nadie que me diera por saco porque eso no era bueno. Me termine todos los que me quedaban.

Unas cuantas pruebas de aptitud me indicaron que estaba listo para volver al ruedo. Montar y desmontar mi pistola entera en poco menos de un minuto, y pijadas asi. La mano se habia recuperado y el pie tambien. Asi que enfundé mi bota y agarré mis cosas.

Johan tenia razon, darle la vuelta al tablero de una puta vez. Vete a saber como.

"por el momento iré a por Reed, y luego hablaré con Erika. Estaria mas tranquilo si lo llevase fuera de la ciudad una temporada, con sus hermanos. Aunque odio a su puto hermano."

Y el me odiaba a mi, pero bueno. En fin, que cogi mis cosas y me fui de alli, preparando un thalos reload para futuras escaramuzas o lo que se tercie. Buscar al crio y evacuarlo, dejar de ser un mal padre, esas cosas....

No perdía ni medio movimiento de Chloe al ir haciendo sus curaciones. Habíamos tenido mucha suerte al haber recibido la asistencia de una sanadora. No dejaba de pensar en que habría hecho las cosas mucho más fáciles tener la ayuda de los dos que habían acompañado a Dyospiros durante el ataque a los campos. Pasado el miedo inicial me limitaba a observar, sentado en una posición incómoda, mientras cogía su mano con suma delicadeza. -No… No dejaré que te vayas, no…- Suspiré en drow. No comprendí porqué me salió aquella lengua, durante tanto tiempo distanciada de mi.

Me había dicho que íbamos a sacarla de esa. -Eso es lo único que deseo.- Murmuré, de nuevo, sin poder convencerme mucho por sus miradas o palabras. Aparentemente si que tocaría donar. -Entonces que así sea… Yo estoy en condiciones, por eso no te preocupes.- ¿Mentía? Si. ¿Con mala intención? No. En la operación había perdido muchísima sangre y la reabastecedora no había podido cubrirlo todo, pero en cuanto comiera un poco estaba seguro que tendría fuerzas suficientes como para resistir otra pérdida.

Entonces nos cogió, cosas de la desaparición. Pero en ese momento, en cuanto me miró y comprendió mis palabras, algo pareció hacer click en su cabeza, a juzgar por su mirada. Le devolví la mirada con estoicidad. No iba a negar lo que había sido. No iba a ningunear las personas heridas o muertas por mi culpa. Ella parecía sorprendida. -Vas a tener que guardarme ese secreto.- No podía permitirme que fuera gritando por los campos que el segundo capitán había traído a un herido, y que estaba allí metido, y… No todos tendrían la bondad de aquella muchacha para ayudarnos. No quería esconderme, pero mis valores importaban poco al tener que cuidar de mi hermano.

Con un tartamudeo aseguró que curaría mi pierna. -... Siempre después. No es prioridad.- Me daba igual perderla en aquel momento: Había perdido un brazo ya, y empezaba a valorar mucho menos el valor de una de carne y hueso. Mi brazo mecánico había soportado temibles descargas, con mucho mejor resultado que el resto del cuerpo. Justo antes de desaparecernos agarré la manta, porque algo me decía que la necesitaría.


El agrio sabor de la magia invadió todo mi cuerpo al llegar a nuestro destino. El lugar era de lo más ruinoso, triste. Me llevó unos momentos entender que era una enfermería. De inmediato cogí a Dyospiros y lo dejé bien colocado sobre una camita, mientras yo me echaba la manta por encima para cubrirme, con la esperanza que eso evitara miradas y sorpresas. La sangre se pegaba con el pelo, la piel y la ropa, de forma desagradable. -¿Qué necesitas? He traido cosas…

Fui poniendo encima de una mesita la poción reabastecedora, la cicatrizante, unas pocas vendas, las pinzas con las que había intentado trastear antes y una botella de alcohol. Era poca cosa, pero es lo que quedaba del botiquín de la antigua casa. Y empezaba a creer que casi podría ser un lujo en aquel lugar tan… tan abandonado. Tan triste. Dentro de mi sentía todo revolverse, pensar contra qué clase de personas habíamos estado atacando. Aquello apenas se sostenía en pie. Y el lugar parecía en extremo húmedo, claustrofóbico… Me di cuenta que muy probablemente fuera subterráneo. Había pasado mucho tiempo en cuevas como para olvidar la sensación de lugares profundos.

Me puse al lado de la camilla donde lo habíamos dejado y quité los restos de la camiseta que le había desgarrado, y puse el abrigo al lado, porque parecía que lo apreciaba bastante y no quería que acabara hecho trizas. Tras eso busqué una fregona para ayudarme a caminar y dejar de cojear de una vez. Y me senté en la camilla del lado. Todo aquello estaba curiosamente desierto. -De… ¿Debería donar sangre ahora?- Mascullé. -De… debe haber alguien más que nos pueda ayudar…- Saqué brevemente el galeón y envié un mensaje al de los condenados semielfos. “Vuestro drow está herido de gravedad. Deberíais volver de inmediato.” Ya antes le había visto enviarles un mensaje.

Lo guardé y posé la mirada en Chloe, como si buscara en ella algún tipo de esperanza.

Acerté con mi descubrimiento, me pidió que le guardase el secreto. No hace falta que lo diga, no voy a ponerme a largarlo por la base nada más llegar, lo primero es lo primero. Más tarde hablaré con él, cuando todo se solucione. Y se lo diré al resto, tal vez no ponga tantas pegas como creo. Al aparecer en la enfermería espero que Ailanthus no se maree, a algunos que no están acostumbrados. Parece que resiste bastante bien, es capaz de poner a su hermano en la camilla más cercana sin caerse al suelo. Acerco rápidamente un carrito con utensilios varios hasta la camilla de Dyospiros, indicando al hermano que vaya dejando ahí las cosas que ha traído. Enciendo el precario foco de luz que hay encima de la camilla, ahora que tengo que proceder a operarlo, echando mano en primer lugar de las pinzas que ha dejado él al lado. Aquí también tenemos pinzas, pero por no buscarlas uso las que trae. Desinfecto echando alcohol a las pinzas, indicando después a Ail que se eche para atrás para dejarme espacio. Respiro hondo para relajarme un poco, pensando en qué necesito que haga él cuando ofrece su ayuda.

- Hay que ponerle una vía ya mismo. Cuelga ahí la poción. En cuanto puedas trae antibiótico de ese armario, lo pondremos después cuando esté fuera de peligro- señalo al palo del gotero que hay al lado, mientras yo busco la vena en el oscuro brazo del drow. En cuanto la encuentro introduzco la aguja con el cable conectado, para que empiece a llegarle el repuesto de sangre en cuanto Ailanthus cuelgue la poción. Para sedarlo añado también un poco de leche de amapola de una botellita que llevo encima, por si acaso despierta.

- Tenemos esa máquina para monitorizar, es muy antigua, la robaron del hospital. Conecta los sensores a su pecho. Y no, no creo que debas donar sangre ahora. Tendría dos personas que atender en vez de una...lo mejor será que te tomes un poco de esto, te adormecerá, te calmarás y te quitará el dolor. Cuando despiertes él estará bien. Y...sí, alguien más debería venir a ayudar. Manda otro mensaje  pidiendo donantes...o alguien que venga y ...ayude.- si tuviese tiempo me pondría a llorar de la responsabilidad, pero va a ser que no estamos para perder el tiempo. Procuro que mi pulso sea todo lo firme posible, comenzando así a extraer las balas que voy encontrando por el cuerpo de Dyospiros. Algunas no me cuestan demasiado, al estar en puntos no vitales, y relativamente externas. Las voy quitando una a una, dejando cada bala sobre la bandeja. Han dejado al pobre como un colador. Cada bala que saco voy echando un poco de poción cicatrizante, además de usar mi habilidad sanadora para que cure la herida, desde dentro hacia afuera. Por el momento va saliendo bien, incluso un par de las más peligrosa que están en la zona del abdomen, que consigo cerrar correctamente antes de que sangren demasiado.

- Ya queda menos...- informa a Ailanthus con cara de concentración, una pizca más tranquila porque por ahora lo voy haciendo bien. El resto de heridas es sólo cerrar, ya que la bala ha salido por el otro lado, y creo que he podido reparar los tejidos con mi magia.  - Pero sigue sin respirar bien, se está ahogando.- murmuro acercando la cara a la de Dyospiros, sin apenas percibir respiración. Su pecho ha dejado de bajar y subir de manera más o menos normal. Una bala me falta por sacar, la que está en una zona complicada de la cavidad torácica. - Ha...ha debido perforarle el pulmón. La sangre no le deja respirar. - hurgo con las pinzas en la complicada herida, durante algunos angustiosos segundos en los que no la encuentro. Cuando consigo sacarla la sangre comienza a salir a borbotones, así que me apresuro en taponar la herida con ambas manos, acabando salpicada por todas partes. - ¡Ven! ¡presiona aquí! - grito alarmada para que sea él quien ponga las manos también en la herida. Es ahora o nunca, cerrar la herida desde dentro para que deje de sangrar así, para poder después drenar con toda la rapidez posible. Concentro toda la energía que puedo, haciendo que esta vez la iluminación procedente de la sanación sea mucho más intensa, con más alcance. Las energías comienzan a mermar, pero al menos siento que va sirviendo de algo, atajando la violencia de la hemorragia.
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dado opciones
1-2- Termino de curarlo completo, relativamente rápido y todo sale perfecto
3-4- Hace falta hacer una operación más larga, pero va saliendo bien
4-5- Termino de curarlo por completo,  relativamente rápido y todo sale perfecto
6-7- Entra en parada
8-9 Hemorragiaaa por sitio chungo
10- Parada

El miembro 'Chloe Hacksaw' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

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'Dado opciones' : 9

Fue consiguiendo el distinto material y lo que pudiéramos ir necesitando para la operación. Yo, muy sumiso, obedecía a cualquier orden que pudiera darme, intentando tenerlo todo listo cuanto antes. Solo abrí la boca para gruñir cuando puso la luz para la operación, medianamente cegado. Tras los momentos iniciales de movimiento finalmente habíamos apañado ahí un ambiente medianamente decente para poder operar, aunque… Aún dejaba mucho que desear. Lo primero que me mandó a hacer fue poner la poción para la via.

-¿Se puede poner por via intervenosa? Oh…- Me sorprendió un poco pero no lo puse en duda: Rápidamente coloqué la reabastecedora y, con cierta preocupación, vi el líquido ir fluyendo por la via. Miré el gotero con algo de recelo. Le había reventado la boca a un médico con uno de esos. Me dio un escalofrío y agradecí sinceramente no ser el que estuviera siendo operado. Observé la… droga o lo que fuera que le ponía. Nervioso. Haciendo entrechocar los dedos al no tener nada en mano, medio sentado en otra camilla.

También me explicó que tenían una máquina robada y que conectara los sensores. Así lo hice, con muchísimo cuidado de no tocar ninguna herida. Luego le aparté un poco el pelo de la cara por el mero hecho de hacerlo. Era algo que Riddah no me dejaba que lo hiciera… Sonreí amargamente, unos instantes, antes de que me dijera que me tomara de aquella… cosa, aquella droga para adormecerme. “Cuando despiertes él estará bien”, dijo.

-No.- Odiaba hablar con tanta contundencia y es algo que nunca olvidaría de mi época como militar. Pero no iba a darme el lujo de dormir hasta que supiera que él estaba estable. Que iba a vivir. -Voy a intentar enviar otro mensaje…- Me aparté un poco y escribí el tercero de aquella noche: “Cualquiera que pueda ayudar a curar o aportar sangre para Dyospiros, que acuda a la enfermería”.

Empezó a extraer balas, dejándolas en una bandeja. Las iba contando con terror, cada vez más nervioso. Iba utilizando las pociones y la magia para ir cerrando lo que extraía, y yo, cojeaba un poco nervioso arriba y abajo, me sentaba… Aseguró que quedaba menos y yo la miraba con algo de miedo, pero intentando aparentar seguridad. -Va a sobrevivir, ¿No?- Susurré. Ella tampoco debía saberlo. No. No iba a sobrevivir. Empecé a temer cuando me dijo que no podía respirar. -No… ¿No tenéis nada…?- Inquirí, con miedo.

La vi hurgar en una herida del pecho. Me decía que la sangre no le dejaba respirar, que… tenía un pulmón perforado y… -No, por favor… no…- Rezaba para que se estuviera equivocando. Me acerqué más en un arrebato protector, mientras ella rebuscaba ahí. No dejaba de mirar la herida. Lo profunda que era. Nuevamente cogía una de las manos de mi hermano, como si quisiera intentar sentir su pulso desde ahí. Pero el corazón me iba a tope y toda aquella sangre empezaba a marearme: Tenía el olor calado hasta las narices. Y más lo tuve cuando empezó a sangrar terriblemente, tras quitar la bala.

-¡DYOSPIROS!- Grité. Lo iba a perder. Lo iba a perder. La sangre empezó a teñirla a ella, y en cuanto me dijo que la taponara yo, me bañé aún más. Sangre fresca sobre sangre reseca: toda suya. O casi toda. Entonces ella empezó a curar con magia, en un desesperado intento de poder cerrarla. Yo hacía todo el esfuerzo posible para mantener mis manos ahí. Cegado. Completamente cegado por la luz de su magia. Suponiendo que debió funcionar le cogí la poción cicatricante y me di la licencia de refregarla con intención de evitar que siquiera sangrando tan profusamente, con miedo, con terror, con todo. La calma y desánimo de antes se habían substituido por la histeria y ansiedad. Los ojos enrojecidos por la luz, la miraron con una mezcla de miedo y rabia.

Volvía a tener ambas manos sobre la herida, que poco a poco se iba cerrando. Parecía haber pasado. -¿Cómo le vamos a drenar la sangre? ¿Se está ahogando? ¿Cuanto rato podrá aguantar? Apenas le veo respirar… No… No puede morirse, no… no puede, no… ¡Joder!- Todo yo era una masa de tembleques y había palidecido. El pulso dolía en mi pecho, y en un descuido, había apoyado la pierna rota en el suelo. Pero el terror no me dejaba reparar en tal error. -¡No es justo que muera! ¡No él…!- Hablaba desesperado. Igual la cueva en la que habíamos quedado había sido un preámbulo amargo, con su adecuado nombre. Como la misma posada.

La poción reabastecedora de sangre comienza a fluir hacia el cuerpo de Dyospiros en cuanto se cuelga del gotero, mientras explico brevemente que puede ser administrada por ambas vías, pero que en este caso como no la puede beber debe ser así. Tampoco me explayo mucho en las respuestas porque tengo toda mi concentración puesta en canalizar la energía de sanación. Ailanthus se niega a tomar algo para estar más adormecido, y en parte lo entiendo. Yo también querría saber qué pasa si fuese Ian el que estuviese ahí. - Sí, por favor, pide que se den prisa, que la poción se gastará rápido. - pido algo agobiada cuando dice lo del mensaje, negando con la cabeza a eso de tener...algo. Supongo que se refiere a mascarillas para respirar, oxígeno. - Había algunas también robadas, pero dejaron de funcionar hace unos meses. Eso sin contar que no hay oxígeno. Robábamos del hospital mágico de Londres, ahora fuera de uso. Y al de humanos no podemos entrar...vamos muy escasos de todo. -

Parece que todo va bien justo hasta ese momento en el que el sangrado se desborda, al extraer la bala. Si mi nivel de nervios ya era alto antes ahora lo es muchísimo más. Sería el primer paciente que perdiese, no puedo permitir que eso suceda, aunque la situación sea de lo más complicada. Ni siquiera debo pararme a pensar dos segundos, así que enseguida comienzo a actuar en lo principal, que deje de perder sangre de manera tan exagerada, para ponerle cuanto antes con el tema de extraer la sangre acumulada. El drow me hace preguntas y preguntas que en este momento no puedo responder, y algunas tampoco las sé. Intento tranquilizarlo, aunque no creo que sirva absolutamente de nada.[color:dc00=#lightyellow] - No se va a morir, no vamos a dejarle, ¿entendido? tú sigue presionando...- El torrente mágico que utilizo para frenar la hemorragia es tal que por momento siento que me mareo, y no es por ver la sangre, a eso estoy más que acostumbrada. Por suerte la sanación comienza a surtir efecto, regenerando y cerrando los tejidos desde el interior del pulmón, frenando la hemorragia. No sabría decir el tiempo transcurrido, pero por lo menos algunos minutos. Aparto las manos de Ailanthus de donde estaba el sangrado de Dyospiros, ahora desaparecido.

- Ya no es necesario que presiones. Voy a...extraer la sangre que no le deja respirar...- el pecho del herido apenas sube y baja, pero al menos no está en parada. Después cojo el bisturí para realizar algunas incisiones no demasiado grandes en diversos puntos de su caja torácica, lugar donde colocaría los drenajes, una especie de cables para extraer la sangre. Empleo un pequeño aparatejo médico de bomba de succión en el que confluyen todos esos cables, para que la sangre estancada por la hemorragia comience a salir de manera controlada, poco a poco pero de manera continuada. Al no tener ayuda de mascarilla de oxígeno no se le puede ayudar a que vaya más rápido el proceso, así que inicio la maniobra de respiración asistida, haciéndole el boca a boca tal y como me han explicado, con sus pausas incluidas. Su respiración se vuelve más regular y fuerte a los pocos minutos de llevar el drenaje y de meterle oxígeno, momento en el que dejo la maniobra, suspirando aliviada. Reviso sus constantes vitales, tomándole el pulso. Me vuelvo hacia el desencajado Ailanthus, poniendo una mano en su antebrazo para estar segura de que me está escuchando.

- Por ahora está fuera de peligro. Las siguientes horas son cruciales para la supervivencia de tu hermano, ahora ya depende él. Seguro que es fuerte, aguantará. Después necesitará bastante tiempo para recuperarse. - me dejo caer en la silla más cercana porque necesito un descanso antes de seguir con el otro, todavía con el corazón bombeando a tope por la situación vivida y la adrenalina haciendo que me temblasen las piernas. - Dame unos minutos y me creo que podré encargarme de ti. Tu hermano necesita que estés fuerte para poder cuidarlo.

Prisa. Prisa. No iban a darse prisa. ¿Dónde íbamos a encontrar un donante, sin embargo? Habían demasiados magos en el mundo y no todos los drows que pudiéramos necesitar, aunque sinceramente me alegraba no tener que cruzarme muchos. No dejaba de tenerles mucho recelo. Si me compadecía del viejo era, especialmente, por su sacrifico y vejez. Pero era extraño que hubiera llegado a dignificar otro de mi raza sin lazos de sangre de por medio. -No hay mucho que hacer. Creo que sigo siendo la única opción.

Iba a darle hasta la puñetera última gota de sangre que corriera por mis venas si con eso había de salvarle. Asumía la responsabilidad de aquello. Pero después de todo, debía tener en consideración mi propia vida… Pues, ¿Qué sentido tendría hacer un sacrificio de última hora si todo aquello había sucedido por sacarme a mi de allí? Poco. Pero seguía siendo prioritario que él viviera. Me interrumpió los pensamientos la voz de Chloe, que me explicaba cómo habían conseguido todo aquello. La miré con los ojos algo tristes.

-No… No tenía ni idea… perdón…- Era culpa de la Alianza que algunas personas vivieran en aquellas condiciones. Y como capitán, también era mía. No había hecho grandes maniobras estando en el poder pero si que había efectuado asesinatos a sangre fría en mi época como Ejecutor. Con gente que, tal vez, solo quisiera material para salvar la vida a sus seres queridos. Los remordimientos y los recuerdos del pasado, que hasta ahora nunca parecían haber tenido consecuencias, iban consumiendo poco a poco la alegría de haber huido. Ahora que era libre, tendría que aprender a aceptar mis propios demonios.

Todas mis preguntas pasaron a un lugar secundario por la herida que tanto empezó a sangrar. Me dijo que no íbamos a dejarlo morir. Y todo lo que respondió a su palabra fue una mirada vacua. Sabía muy bien que era escaso el valor de las palabras. Un mero consuelo. Que agradecía. Mucho más efecto tuvo ver la herida cerrada. Apartó mis manos y aunque quedaba rastro, no había sangrado. Me permití un largo suspiro e incluso me senté unos instantes en la camilla del lado. El dolor de la pierna volvía a agudizar. Seguía sin saber qué me había roto, pero ahí había algo sumamente horrible. Tenía mal aspecto…

-La sangre…- Me alegré muy profundamente de que tuvieran aún herramientas para esa desagradable tarea. Utilizó unos cables y unas cosas, y abrió una heridita, y corría un hilo de sangre pero iba bajando lo que tocaba. Todo empezaba a darme náuseas. Tenía las manos bañadas de sangre, y algo debía haberse colado entre las articulaciones de la mecánica, que se atascaba. También tuve que limitarme a observar la maniobra del boca a boca que realizó la chavala, con intención de hacer más llevadero el proceso.

No comenté nada al respecto. No estaba de humor, pero en otro momento me habría hecho gracia pensar que el primer… contacto de boca a boca con alguna otra persona fue durante su inconsciencia. Igual se lo comentaría, cuando todo aquello hubiera pasado. Igual a Dyospiros le convendría echarse una novia en algún momento, aunque la guerra era precisamente la peor situación para amores. Que yo tuviera pocos pensamientos del tipo no quitaba que conociera el funcionamiento de todo aquello.

Estaba profundamente perdido en mis pensamientos. Todo empezaba a tranquilizarse y él estaba estable. Más o menos. Por eso, cuando Chloe me tocó, di aún un respingo desde la camilla en la que me había sentado. Los ojos tan cansados le observaron tal y como hablaba, como si me costara asimilar sus palabras. -Él… él es fuerte. Estoy seguro que logrará salirse con la suya. ¿Qué puedo hacer para agradecertelo…?- Miré otra vez la imagen lastimera que Dyospiros desprendía, allí con los cables puestos, con… con aquel aspecto aún mortífero… Pero respiraba bien, y eso me permitió sonreír muy levemente. Iba a sobrevivir.

Me sorprendió cuando habló de curarme a mi. -Es solo una… Pierna rota o… eso creo. Quizás un tobillo torcido.- Le miré con una expresión disimulada. Disimulaba dolor. Mucho dolor. No tenía buen aspecto, pero era joven y… no quería agobiarla. Pero la necesidad de estar en condiciones para él si que era importante. -Lo sé, lo sé… Necesito hacer algo con eso. No quiero que acabe así.- Le enseñé el brazo mecánico. -Y tengo que darme una buena ducha y… Joder. ¿Qué día es hoy?- Había perdido la noción del tiempo. Las ojeras que subrayaban mis ojos caían ya como cascadas. Estaba demasiado cansado.

El momento de vida o muerte da paso a una tensa calma en la que todavía no está claro si saldrá adelante o no, aunque quiero pensar que lo hemos hecho bien y que él tiene las fuerzas necesarias como para sobrevivir. Continúo descansando algunos minutos más para recuperarme del masivo empleo de energía de antes, pensando que es la primera vez que la he usado de manera tan intensa. No sé si podría haber seguido de haber tenido que atender otra urgencia seguida, y eso es lo que me preocupa. Si hay una batalla los heridos no vendrán de uno en uno, y ahora mismo no hay muchos sanadores disponibles. El tema de a sangre es otro problema. Tengo muchas dudas sobre lo que podemos usar y lo que no, y él ha dicho que sigue siendo la mejor opción, pero no está en condiciones.

- Sobre lo que dijiste antes de la sangre...creo que puede haber otra opción. En alguna ocasión vi por la base a tu hermano con otro drow, puedo ir a buscarlo. Además, también ha debido recibir el mensaje en la moneda, seguro que la tiene. Primero quiero asegurarme de que no hay otra posibilidad. - bajo la mirada al regazo, tan manchado de sangre como las manos. También he dejado un pequeño rastro de sangre desde la camilla de Dyos hasta el lugar en que me he sentado. Alzo de nuevo la vista hacia el drow que he curado, con gesto de incertidumbre. Me pongo en pie para ir a revisar de nuevo que siga respirando bien y que la sangre termine de drenarse, además de comprobar el latido. Alzo el pulgar para indicar a Ailanthus que todo va en orden.

Luego camino hacia él con la intención de encargarme de sus heridas, aunque la pregunta de qué puede hacer para agradecerlo no me la esperaba. Me encojo de hombros, sonriendo levemente antes de sentarme al lado mientras medito mi respuesta durante algunos segundos. Realmente no quiero pedir ninguna forma de agradecérmelo a mí, ni es necesario que de las gracias por mi acción, le salvé la vida porque es lo correcto. Me entra mi momento paz y amor y no puedo evitar pedirle que se una a mi rollo pacifista altruista. - No soy muy de pedir, pero...creo que se me ocurre algo. Que ayudes a todos los que encuentres que lo necesiten, sean lo que sean. Si todos ayudásemos sin mirar el bando o la raza no estaríamos tan mal como estamos. Y que a su vez le pidas a esas personas que hagan lo mismo. - lo miro ilusionada con esta propuesta de cadena de ayuda, como si fuese una idea buena para que todos fuesen más solidarios. Luego me acuerdo de que aún tendré que explicar a los demás de que he metido aquí a uno de los capitanes de la Alianza, imaginando las caras poco altruistas que pondrán.

Debería solucionar eso antes de que se líe. He debido de quedarme empanada al pensar eso, porque tan sólo escucho a medias lo que dice de su pierna. - Ah, sí, curar pierna. Espera. - bajo de la camilla para ir a por un pequeño taburete, alzando con cuidado la pierna de Ail para que la apoye ahí. Después me agacho a la altura para examinarla. - Puedo intentar curarte un poco con magia, pero después de lo de antes no creo que consiga mucho. Haré una mezcla...un poco de tradicional y un poco de magia ¿vale? - ladeo la cabeza varias veces con el ceño un poco fruncido mientras termino de valorar el tipo de rotura. Al menos puedo recolocarlo con magia, luego lo de soldar será más lento.

Echo mano de las pocas reservas que me quedan, haciendo que el hueso desplazado y algo astillado se mueva muy despacio a su lugar. La luz esta vez es bastante tenue, pero dura menos de un par de minutos. Hago un sonidillo de decepción, pero lo cierto es que no me sale más. Me encargo del resto usando un par de tablas y vendas para inmovilizarle la pierna, terminando así de entablillársela, de manera un tanto aparatosa. Después atraigo hacia mí una mohosa muleta que se encuentra en una esquina de la enfermería, entregándosela a Ail.

- Tendrás que usarla al menos un par de semanas. Por lo menos podrás ponerte en pie, pero no abuses, sí era rotura. - me pongo en pie de nuevo, yendo al fregadero de la enfermería para limpiarme un poco las manos. - Sí, lo mejor será que nos duchemos ambos...- asiento sin darme cuenta de lo que he dicho, aunque no lo pillo hasta un par de segundos después, aclarando algo avergonzada. - digo...cada uno en su ducha. Hay varias duchas en los aseos al fondo de este pasillo, ve para allá. Del día que es ni idea. Aquí todos parecen lo mismo. - nada, ni vacaciones, ni fiestas...como mucho los cumpleaños. - Voy a cambiarme y a ver a quién me encuentro, volveré más tarde a ver cómo va. Descansa un poco. - le aconsejo mientras me dirijo a la puerta, saliendo después de la enfermería.

La tranquilidad era casi como una forma más mortífera de la agonía. Unos instantes de no decir nada, minutos de silencio, con el macabro significado que estos tienen. Y yo estaba sentado en la camilla, como si deseara acurrucarme en mi mismo. Observaba el pecho de mi hermano ir subiendo y bajando, poco a poco, levemente… Pero constante. Ahora más que nunca valoraba las señales de vida, aquello que distinguía a los vivos de los muertos. Me pregunté si la obsesión de Velinyon con verme respirar tendría algo que ver. ¿Igual le preocupaba que muriera?

La voz de Chloe golpeó una vez más los pensamientos. Mencionó la existencia de otro drow, que iba con mi hermano. Cavilé un poco… No. El enano, pues era diminutivo en altura, escaso de centímetros, poco abundante en tamaño, no era la solución. -El… ¿El drow así como rosado…? No es un drow, es medio, y… Está en Irlanda, me temo. No creo que tengamos más opción.- Ya estaba puesto al día. Les había enviado un mensaje, y aún esperaba la respuesta. Fue entonces cuando se levantó a comprobar su estado, que parecía ser estable. Según su gesto.

Entonces se acercó y se sentó con una escasa sonrisa que yo no pude responder. Con los ojos buscaba la respuesta a lo que habia acabado de preguntar que, tras unos momentos de expectación, pronunció. Sobre ayudar al resto sin mirar raza o bando. Sencillamente altruísmo puro y duro, en una ideología que cuadraba mucho con el aspecto “hippy” que algunos le habrían visto ya. -... Es la razón por la cual he dejado al ejército. Me dejé embaucar por sus… palabras nobles, sobre querer traer la igualdad, sobre la injustícia de la magia… Quedé encantado con todo aquello. Nunca me equivoqué tanto, sabes… El idealista. Para ellos era idealista, por… por decir que nuestros enemigos no dejaban de ser personas, como nosotros… Y que tenían derecho a la vida, y…

Cuando Morgana mató aquel crío vi hasta que punto había un abismo entre mis ideas y las del resto. No era mi lugar. -Pienso intentarlo. Estoy cansado de guerra, estoy cansado de muerte, estoy cansado de todo. Los que lo mueven, no son más que cuatro gatos. Y siquiera hay ideología. Dinero, es siempre dinero. El dinero siempre está de por medio, es la causa de todo, el más sucio capi…- “Ailanthus, no le metas ideas comunistas a una menor. Por favor.”

La pierna dejó las ideologías de lado. Buscó un taburete y cuidadosamente puse la pierna ahí, estremeciéndome un poco ante el dolor y… Ver una especie de bultito donde no debería haberlo. Debía ser un hueso un tanto hecho polvo. Toda la pierna estaba recubierta de una fina capa de sangre, fruto de habérmela rascado contra el suelo al caer. Dijo que usaría magia y método “tradicional”. -¿M-Magia? Eh… Oh.- Me di cuenta de lo que eso implicaría. La extraña sensación de la magia, que cosquilleó mi cuerpo y me hizo estremecer un poco, al notar el hueso moverse. O algo así. Había pasado tanto tiempo temiéndola, despreciándola, que sentirla de nuevo sobre mi carne pudo ponerme algo nervioso. Apreté la camilla con las dos manos y no me relajé hasta que la luz se desvaneció. El resto del proceso, por suerte, no implicó más magia. Tablas, vendas… un apaño. Y me dejó una muleta.

Dos semanas. -¿¡Dos semanas!? Pero…- “Hay una guerra ahí fuera. Tengo que hacer cosas. No sé el que, pero. No puedo estar dos semanas sin hacer nada…” Pero todo quedó sin respuesta. Dijo que sería adecuado ducharnos ambos. Quizás la extraña madurez de mis ciento ocho años, la diferencia de edad, o el hecho de tener una sexualidad similar a la de las empanadillas de queso, hizo que no pillara del todo la posible malinterpretación hasta que lo repitió.

Tampoco sabía que día era. Le miré con los ojos brillantes, entre confusos y absortos en otras cosas. Finalmente, casi de forma repentina, dijo que se iría a cambiar y que ya volvería. -Oh, eh… ¡Gracias por todo!- Alcancé a decir aún un tanto ausente mentalmente tal y como se iba de la habitación.

Tras eso me permití un larguísimo suspiro, tras el cual miré de nuevo la camilla en la que había dejado a Dyospiros. -... Pobre.- Hablé finalmente. Palabras lanzadas al aire, que realmente, no servían para nada más que para escucharme a mi mismo. Me apoyé en la muleta tras comprobar que no se iba a desmontar a la mínima, y me acerqué a su camilla. No dejaba de pensar en que, hacía menos de veinticuatro horas, le había disparado yo mismo. Lo contemplé unos instantes en aquel silencio mortecino, de nuevo apartando el pelo de su cansado rostro. El drenaje ya había extraído parte de la sangre. A pesar de la insensibilidad que había desarrollado por las heridas, aquello me superaba.

Tras pensármelo un par de veces y conseguirme una bolsa, fui directo hacia el baño con las indicaciones anteriores de Chloe. No me gustaba irme de allí. Prefería quedarme el rato que fuera a necesitar él para espabilarse, porque prevenía que no le gustaría demasiado encontrar todo el ambiente médico a su alrededor. No tras pasar por los campos. Una vez en los baños me busqué una con puerta a la que le fuera el cerrojo, me colé dentro, fui dejando toda la ropa allí puesta y usé la bolsa para cubrir la chapucilla de Chloe, encendí el grifo y…

Frío. Puto frío. El agua heló mi piel y me quitó la tontería en cuestión de segundos. Apoyado en la muleta, huí a una esquinita de la claustrofóbica ducha hasta superar la impresión que acababa de tener. Y tras hacer acopio de valor me dejé otra vez mojar, observando como la sangre de todo el cuerpo iba, poco a poco, colándose por rendijas en el suelo. Encontré algo que se podía intuir como un gel de cuerpo, y una sustancia pegajosa endurecida que podía servir para el pelo. Y froté, y froté, y froté. La insistencia acabó con cualquier rastro de suciedad. Una vez acabé yo le tocó el turno a la ropa, más ruinosa de lo que habría preferido.

Primero la interior y luego la exterior. Todo excepto las botas. La privacidad me permitió hacer todo aquello en el estado natural del ser viviente: Al desnudo. Y decidí tomarme mi tiempo para ello. Pasado el frío inicial el agua había resultado ser buena para alejar toda la carga que llevaba encima, toda psicológica, y casi agradecía ver muchísimo pelo largo blanco por todos lados. Casi me supo mal tener que salir de allí. Con una toalla que había conseguido anteriormente, me sequé el cuerpo y pelo y… me di cuenta que tenía toda la ropa mojada.

Me asomé un poco y encontré algo muy abrigado y aparatoso para esas épocas del año. Un jersey verde de lana de esos feos de naturaleza, con unos pantalones marroncitos como llenos de polvo. Estaban limpios pero polvorientos. ¿Quién se habría dejado aquello? Vestido cual árbol de navidad, recogí mis cosas. Quité la bolsa del aparatejo y la usé para poner todos mis ropajes. Y cojeando, escondido bajo la manta ahora húmeda (y aún sangrienta) volví a la enfermería. Una vez allí me senté en la camilla del lado y volví a la quietud de antes. Él seguía inconsciente. Pero vivo.

Y eso era lo que importaba.

Dejé atrás la superficie de Bastion Hollow tras recibir aquel mensaje en la moneda informando sobre la aparición del drow que buscaba. La situación arriba parecía controlada, además no había ningún enemigo cerca. Me hubiese gustado acompañar un rato más a Scar y a Thalos, especialmente después del susto del Blood, pero tampoco puedo andarme con calma con semejante mensaje recibido. También me hubiese gustado averiguar más sobre la extraña mujer que decía ser un recipiente de un demonio, preguntándome quién demonios (nunca mejor dicho) la había traído a la base. No es que sea exigente con el tipo de razas que entran aquí, pero lo cierto es que el desconocimiento sobre esos seres me inquieta. Lo poco que sé es malo. Claro que esto es refugio para gentes variadas, pero por el bien de todos debemos de controlar quién entra y sale de aquí.

Voy caminando por el pasillo rumbo hacia la enfermería, cavilando todavía sobre los acontecimientos del exterior. La llegada de Scar, la aparición de Harley y el ataque del Blood Keeper, anunciando que han roto el pacto. Si Rybar ha muerto seguro que tienen nuevo jefe y nuevas leyes. Dudo que sean fuertes como para recuperar el potencial de cuando estaban en el gobierno mágico, pero sí que pueden jodernos en los momentos menos oportunos. Habría seguido pensando en el asunto de no ser porque me encuentro con Chloe por el pasillo, bastante azorada. Se detiene ante mí porque dice que tiene que contarme una cosa, aunque me esquiva la mirada. Comienza diciendo que ha encontrado y curado a Dyospiros, pero que viene acompañado. Tras unos segundos de insistir y preguntar acaba soltándome la bomba:

Ha traído aquí a uno de los capitanes de la Alianza, al hermano del que habló Dyospiros. Me quedo más que helado, esperando que esté confundida y que se haya equivocado, pero insiste una y otra vez en que es su hermano. No hay dudas. En cuanto reacciono no puedo tener palabras suaves con ella, ha actuado sin consultar a nadie, sin pedir permiso para algo tan importante como eso. Los malditos Hacksaw siempre están poniendo en aprietos a nuestro bando. El padre atacándonos cual sádico en su época de capitán de aurores, asesinando incluso a la madre de Erika. El terco de Ian montando haciendo tratos e intercambios de medicinas con un auror para que le dejase colarse en la fortaleza de Bastión de Magos. Casi los matan a él y a Jarkko, si no hubiésemos ido a ayudarlos. A Ian le costó el destierro durante una temporada. Y ahora la pequeña de los Hacksaw, Chloe, metiendo al enemigo en casa. No tengo tiempo para abroncarla como se merece en este momento, pero le dejo bien claro que tendría que haber consultado antes, o dejar fuera al otro mientras curaba a Dyospiros. Tras un cortante ya hablaremos sigo caminando por el pasillo, pensando en lo que haría a continuación. Me dirijo hacia la enfermería, abriendo la puerta sin prisa. Efectivamente, ahí están los dos drows, y uno de ellos no debería estar aquí.

Le dirijo una gélida mirada mientras avanzo hacia él, erguido y con calma. El intruso se encuentra sentado en una camilla, liado en una manta, con una muleta al lado y mirando hacia su hermano. Hasta ahí todo lógico. Pero la escena va mucho más allá. ¿Qué pensarán en la Alianza de esto? ¿o acaso está aprovechando al hermano herido para colarse? ¿Nos han localizado ya por su culpa?. Al pasar al lado de una mesa con utensilios agarro un bisturí, todo pausado, sin dejar de mirarle a la cara. En cuanto estoy frente a él realizo un movimiento brusco para agarrarlo por la cabeza, del cabello, con la intención de dejar su nuca al descubierto y eliminar cualquier localizador que nos ponga en apuros. Tanto por Ian como por los periódicos sé que lo ponían ahí, y él no deja de ser un tipo de raza mágica, por mucho que estuviese en el ejército con un puesto importante. Ante la duda lo mejor es mirar. Pero en su nuca lo único que encuentro es un destrozo, alguien se me ha adelantado. Lo suelto tras chistar contrariado, alejándome un poco mientras tiro el bisturí al suelo.

- Bueno, parece que de momento no nos hará falta esto, ¿no es así? - comento con tono inquisitivo mientras me pongo a los pies de la camilla de Dyos, que parece vivo pero tampoco como para tirar cohetes. Necesito que el intruso hable, y mucho. Sigo sin fiarme de que no lleve algún otro localizador. - ¿Ellos saben que estás aquí? ¿Dónde encontraste a Dyospiros? ¿Se lo han hecho los tuyos? Has tenido suerte de encontrarte primero con Chloe, mucha suerte...Tu turno para hablar, aprovéchalo bien. - le advierto con seriedad, esperando que sea claro y conciso, no me apetece escuchar ningún tipo de discurso, sino lo que necesito saber para valorar la seguridad de la base ahora mismo.

El silencio reinaba en aquella estancia. La falta de gente hacía que, más allá del ya rítmico aparato que marcara su pulso y nuestras respiraciones -la suya aún leve, forzosa-, nada interrumpiera aquella calma absoluta. En ningún momento planteé aquella como una situación aburrida, siquiera pesada. Sencillamente una larga espera que aprovechaba para hacerme muchas cuestiones. Tras mucho cavilar decidí que debía dejar de pensar en el pasado y en cuestiones morales. Decidir que haría a partir de ahora resultaba mi única y absoluta prioridad. Después de que él sanase, claro estaba.

Pretendía empezar a trazar planes mentales cuando un súbito calorcillo en el bolsillo me alarmó. Aquello regresó mi mente a la realidad, al dolor de las muchas… ostias que hubiera recibido. Rasqué el bolsillo esperando encontrar un ardiente móvil. En su lugar estaba la moneda, con un nuevo mensaje: “¿quien escrive? como le ayas echo algo a nuestro drow te parto las muelas. Atte: ROÄC” La más pura y detestable orcografía asaltó mis ojos. Me pasé la mano por ellos esperando encontrar sangre, pues la reacción más obvia para semejante violación de toda norma literaria no merecía más que un llanto del líquido vital. Superado el shock inicial, recordé el nombre de boca de mi hermano. El… Pájaro. El semielfo que había visto en los campos.

Me alivió saber que en el otro lado de la moneda se encontraba aquel personaje. No me había resultado antipático, desde luego. Más agradable que el otro. Pero no resolvía mi problema: Dyospiros seguía allí, aún luchando contra la muerte. ¿Qué podía decirle? “Bueno, aparte de disparar por… “error” a tu hermano, más bien se lo han cargado otros”. No. No sonaba convincente. Apreciaba mi dentadura. Acaricié un poco el galeón tal y como pensaba, ¿Y qué le digo? “Hola, soy el segundo capitán de la Alianza, ¿Qué tal?”. No… Quería confiar que habría comprendido en los campos que no me contentaba la situación. Escribí.

“Soy Ailanthus, su hermano. Me ha ayudado a escapar de la Alianza. Está en la base de los… renegados o resistencia o… algo así. Malherido. Un centinela lo atacó, y… ¿Dónde estáis? ¿Podéis venir? Puede ser cuestión de vida o muerte.” Esperaba que aquella mención fuera a traerlos de vuelta cuanto antes. Apenas guardé la moneda cuando una sombra opacó la entrada a la enfermería. Y no era Chloe. El hombre me miró con seriedad. Yo me erguí y mis ojos fueron a encuentro de los suyos, suponiendo que no tenía intenciones amistosas. Menos cuando lo vi agarrar un bisturí. Alcé el brazo mecánico de forma defensiva tal y como se acercaba… Aunque la brusquedad del movimiento, que me despejó de la manta-capucha y acabó por agarrarme el pelo. Me di cuenta que buscaba mi nuca. Saqué la cuchilla del brazo con intención de interponerla entre él y yo, en caso de hacer él algún movimiento con el bisturí.

Se le quitaron las ganas al ver el desastroso estado de la nuca. Me soltó, dejó también el bisturí y se alejó. Yo lo contemplé con una posición defensiva, la cuchilla aún al descubierto y los ojos brillando casi en rojo, en un instinto racial. Respiraba sonoramente. No me gustaba que estuviera tan cerca de la camilla de mi hermano, pues no conocía su relación con él. Su primera frase tenía un deje irónico. “De momento.” -Tu sabrás. Si te hace emoción abrirme en canal igual te es útil.- Escupí las palabras con desagrado. No me gustaban las brusquedades y menos en aquellos momentos. Estaba en desventaja. Con una pierna rota, sin arma a distancia y debilitado…

Su siguiente asalto de preguntas me relajó algo. No era más que un… Un hombre tratando de proteger la seguridad de aquella base. El agresivo gesto de antes fue menguando por uno más relajado. Poco a poco la cuchilla volvió a su lugar, escondida dentro del brazo. ¿Sabía la Alianza mi paradero? -No saben nada. Me perdieron el rastro en Londres. Dyospiros me quitó allí el chip, como bien habrás podido ver. Si entrara alguien chipeado en vuestra base quitárselo o no ya sería irrelevante, pues tendrían la localización.

Iba a ser conciso. E iba a colaborar. Si bien me sentía en peligro e incluso atacado, además de la poca simpatía que me despertaba tan agresivo hombre, permanecer allí era vital. En aquel momento todo lo que no fuera mi hermano me parecía poco importante. La otra pregunta… -Nos encontramos en China Town, tal y como habíamos quedado. Allí es donde pudimos iniciar nuestra huida, sin más ayuda que la de Szyraenk Baenre. Había un hombre con un niño en China Town, tal vez de los vuestros. Pero no he vuelto a ver un resistente hasta encontrarme con Chloe, en la cueva, sin chip en el cuello.

Todo el recorrido. Ahorré explicar todos los enfrentamientos, problemas y otros procesos que habían acabado con él malherido y yo con una pierna inhabilitada, además de la extracción del chip… No creí que fueran a importarle detalles personales. Su siguiente pregunta, sin embargo, levantó de nuevo la furia en mi. “Los tuyos”. Me levanté con prudencia, aferrado a la muleta y me quedé al lado de la camilla. No a los pies. Siempre cierta distancia. -No son los míos. No te atrevas a relacionarme con ellos, pues ya no trabajo para la Alianza.- Pero sí. Ellos lo habían herido. Y yo. Yo también. -Fue un centinela el mayor responsable de sus actuales heridas.- Y el resto eran detalles.

Mis ojos volvieron a bajar, observando la pésima imagen que ofrecía mi hermano. Sentí una sensación de mareo, de frío, de todo volverse negro unos instantes… Cansancio. Ta vez pérdida de sangre. Más débil, haciendo un esfuerzo por hablar… -... La razón por la que estoy aquí es por velar por mi hermano. No pretendo nada más. Puedes creerme, puedes pensar que miento. Podrías creer que tal vez lo he herido yo mismo para entrar aquí…- No miraba a Johan, si no a Dyospiros. -... Pero no estoy con la Alianza. Ya no.- Rebusqué entre la bolsa que llevaba hasta sacar la correa, rota. Eso a nivel efectivo poco o nada debía demostrar. Lo único importante era su valor simbólico.

La alcé y finalmente le dirigí la mirada. Serio, solemne, como siempre. Tanto como pudiera estarlo alguien apoyado en una muleta. -En el momento que rompí esto decidí que la via de la Alianza Humana no era la mía…- Bajé el brazo. -Esperaba poder traeros un… “regalo” o prueba para ello. La cabo Wolf. No conseguimos huir con ella, pero probablemente puedas leer eso en los periódicos dentro de un par de días, entre las muchas mentiras que cuentan.- Subí la manta un poco por encima del cuerpo de Dyospiros, hasta la altura del drenaje. Que refrescaba. -Ahora mismo, no soy más que… un hombre que espera que su hermano pueda ver el amanecer una vez más, por muy mal que nos siente a los de nuestra raza esa fase del día.

Por suerte la sangre no llega al río en el primer encontronazo, ni por mi parte ni por la suya, con la cuchilla que saca un momento ante mi intento de ataque al cuello. No ha entrado aquí desarmado, al menos eso ya lo tengo claro. Hago un sonido despectivo respecto a eso de si me emociona abrirlo en canal, aunque para cuando respondo ya me había alejado de él. - Pues si me es útil para saber si es un peligro inminente para la base, entonces perfecto. - si hubiese llevado el chip habría tenido que actuar rápido, aunque probablemente ya fuese tarde, teniendo en cuenta que llevan aquí desde que mandaron el mensaje a la moneda. Hay demasiada gente aquí para ponerlo todo en juego de un modo tan absurdo. Si nos encuentran que no sea por errores nuestros. Le dejo su tiempo para hablar, tal y como pedí al terminar mis preguntas, dejando que vaya explicando. Luego ya decidiré lo que pienso al respecto, pero por ahora me limito a escucharlo. Enseguida me confirma lo que sospechaba segundos antes, que si entra alguien a la base con chip ya estaríamos jodidos porque lo habrían localizado.

- ¿Quieres decir que pediste a tu hermano que te quitase el chip? ¿Por qué ese cambio repentino? - lo miro con renovado interés, queriendo saber más al respecto. Algo gordo debía haber pasado para dejar atrás el ejército, o puede que fuese un cúmulo de situaciones. - Eras, o eres...capitán. Estabas bien posicionado, aparentemente seguro y dando órdenes. ¿Qué te ha llevado a largarte? - si es que era cierto y no formaba todo parte de algún entramado para infiltrarse. Obviamente no voy a fiarme a la primera de cambio. Quiero observar, durante más tiempo. Y comienzo ya a pensar las medidas de seguridad que puedo emplear, incluida una persona idónea para el puesto de vigilancia. La historia de China Town va cuadrando, fue donde perdimos la pista. Thalos me contó que Dyospiros y Ailanthus estaban allí, en medio de esa situación tan peligrosa para el crío de Draven. El tal Szyraenk ni me suena, así que no pregunto nada sobre él. Sonrío de manera irónica al notar lo que le molesta eso de 'los tuyos', que da muestra de resentimiento.

- Me atrevo porque puedo. Estabas con ellos, por tanto eran los tuyos. No se puede borrar el pasado de un plumazo, y cuesta mucho construirse un presente y futuro nuevos. Lo peor que puedes hacer es renegar de lo que has sido, porque así no pasarás página.- bordeo la camilla de  Dyospiros para volver a acercarme al capitán huido, que también se acerca a la camilla de un modo que se me antoja territorial. - Por muy equivocado de bando que estuvieses no creo que fueses tan rastrero como para herir a tu propia sangre, ¿no? aunque también es cierto que los lazos de sangre si no vienen unidos a una relación no valen mucho...- y Dyospiros me había dicho que su relación con su hermano había sido nula hasta el momento. Lo cierto es que el drow intruso parece preocupado por el estado del hermano, no sólo por sus palabras, sino por los gestos. A continuación me muestra una correa rota, que me suena vagamente de alguna foto del periódico. La correa de un perro. También se lamenta por no haber traído a la puñetera soldado Wolf, con la que nos hemos enfrentado en más de una ocasión. - Como una prueba de que lo que dices es cierto, supongo. Lástima que no hayas podido traerla... - y me callo el 'a no ser que eso también forme parte del plan'. Demasiada paranoia ya. Me pregunto si lo último que ha intentado hacer es una broma o chiste para relajar el ambiente, aunque el tipo tiene tan mala pinta que dan más ganas de decirle que se vaya a acostar. Si ahora mismo nos diese por pelear de verdad no duraría ni medio asalto.

- No serías el primer miembro de la Alianza que acaba aquí. Pero a quienes han entrado no les ha sido nada fácil ganarse la confianza de todos. Lo han conseguido a base de sangre y esfuerzo. - tengo bien claro un nombre en mente, y es cierto que no entró aquí por las buenas. Costó tiempo, y situaciones diversas. - Tu hermano ya era libre de entrar aquí cuando quisiera, y él no estaba ligado a la Alianza, por tanto no suponía un problema. Tú tendrás acompañantes que te custodien durante el tiempo que estés aquí, mientras se recupere tu hermano. Por ahora no puedes volver a salir al exterior, aunque es evidente que no puedes. Tampoco cuando puedas andar. Luego ya hablaremos de lo que pasará a continuación. ¿Alguna pregunta al respecto?

-Mucho me temo que ese bisturí no te permitirá hacer el acto heroico del día.- Suspiré. Los de la Alianza no iban a dejar pasar aquella huida y me temía que en próximos… Prisioneros pusieran más de un localizador aparte del chip, incluso en lugares muy complicados de sacar, como pudieran ser huesos.

Siguió con sus preguntas tras mi explicación. Parecía sorprendido de que hubiera pedido a Dyospiros que me quitara el chip. Antes de poder responder volvió a hablar. Yo me quedé ahí, inmóvil, con los ojos ahora clavados en él. Hasta cierto punto intimidante. Su segunda pregunta venía relacionada con mi posición. Estaba mínimamente enterado del tema. Me tomé unos segundos, permitiéndome cerrar los ojos para pensar en algo. -¿Habiendo traicionado a la Alianza y secuestrado una cabo, tu crees que habría ayudado en algo tener un localizador? Pudieron encontrarnos en… La posada en la que nos quedamos. Allí me lo quitó. Era crucial para nuestra supervivencia deshacernos de él.

La cuestión era, y probablemente lo que más le escamara del asunto, que porqué me habría querido ir. -... La Alianza no fue lo que… creí en un primer momento. Desde joven odié la magia. No sé hasta que punto conocerás nuestras sociedades, pero en muchos casos el poderío mágico de un ser determina que sea capaz de gobernar sobre los otros. Siempre la he visto como una herramienta para el control. Y un obstáculo para alcanzar la democracia.- Nuevamente le clavé los ojos. -Cuando llegué, fui acogido por una familia humana. Conocí el lenguaje y el mundo a través de ellos y se encargaron de inculcarme sus propias ideas. No hicieron mucho más que acrecentar mi asco a lo mágico, más, cuando un grupo de aurores acabó con ello. Nuevamente… Vi qué tan poderosa e injusta era la magia. Me uní a la Alianza pocos años después, borracho en utopías y con la esperanza de poder alcanzar así un mundo justo.

Mi historia, a grosso modo. Era indispensable conocer la base para poder explicar el final. -Lo que encontré allí no fue gente que quisiera poner un fin a la dictadura mágica. A ellos les importaba poco dispararle a un auror o a alguien que tuviera la desgracia de nacer como mago, fuera cual fuera su ideología. Lo que encontré allí era mero, simple racismo hacia cualquier ser mágico. No quieren la paz. No quieren la convivencia. Lo único que buscan es acabar con todos ellos. Y a ello, súmale los intereses personales de cada uno.- Suspiré largamente. Tal vez necesitara dejar ir mi frustración. -Más que ideología, los ministros se ocupaban de sacar lo que pudieran del conflicto. Dinero. Proteger su propiedad. Poco les importa el mundo que venga… El acto que lo culminó todo fue… Un disparo. Morgana Wolf mató a un chaval, en China Town. Un niño. No debía tener diez años, no tenía nada que ver con el conflicto, no… No había razón. Pero dijo que le daba asco y así, así fue como descubrí que la Alianza no era mi lugar. Cuando vi al otro niño temí por su vida más que por la de la cabo. Me aferré a él en un intento de evitar que saliera dañado en el conflicto, de que Wolf le disparara. Me di cuenta, entonces, que ese no era mi mundo. Por eso los traicioné.

Historia larga. Podía creerla o no, pero a mi me sentó algo mejor soltarlo, como si con eso hubiera puesto un poco de orden a mi cabeza. La agresividad de sus palabras, sin embargo, me hizo ponerme tenso de nuevo. Una sonrisa irónica estampada en su cara, sus broncas moralizantes. Lo miré con auténtico asco. -Eran, pero ya no lo son. Es así de sencillo.- Pocas palabras bastaban para ciertos comentarios. “Tan rastrero” fue la palabra clave de su siguiente palabreo. -... Siempre quise un hermano. Olvidé eso en mis años de la Alianza… Olvidé mucho. Con sus… médicos y sus píldoras y líquidos y…- Manchas confusas de un pasado que no podía apenas recordar. -Recordarlo me hizo volver a cuestionármelo todo. Él fue la clave que permitió no únicamente salir, si no sencillamente pensar porqué debía hacerlo.-

La correa tal vez debió demostrarle algo. Su siguiente comentario podía ser irónico o no. “Lástima”, decía. -Dos centinelas, tres soldados. No pudimos hacer nada por ello. Y Szyraenk… Szyraenk ha sido atrapado…- No dejaría de atormentarme por un tiempo aquello. Y no lograría relajarme hasta que sacara a Szyraenk del infierno. Iban a hacerle daño. Iban a sacarle información, fuera cual fuera el coste. Tal vez creyeran que él estaba relacionado en mi huida. Me daba igual si daba un chivatazo de absolutamente todo… Pero me temía que no sabía siquiera la mitad de lo que pudieran preguntarle.

Volví a dirigirle mi mirada cuando mencionó que no era el único de la Alianza allí. -Puedo trabajar o luchar por lo que considere justo, pero no derramaré sangre si no creo que haya un motivo. Muchos de los soldados no son más que meros peones. Los que merecen la muerte son los que están arriba. No es así con los aurores o… lo que sean hoy en día. No dudé en reventarle el brazo al jefazo de estos, ni en meterlo en los campos. Y aún hoy tampoco lo dudaría. No sé si tenéis algún tipo de alianza con ellos, pero no dejarán de ser mis principales enemigos.

Y si por mi fuera, no dejaría que “keepearan” mucho la “blood” de sus cuerpos”. (... Ail no debería dedicarse a hacer chistes malos, no es lo suyo). Luego fue a por lo útil: Que podría estar allí, con vigilancia. Hasta ahí bien. No tanto que no me dejaran salir. Aún con el semblante debilitado, voz débil, me atreví a protestar sobre aquello. -Saldré de aquí cuando mi hermano esté en condiciones de marcharse. Imagino que sabrás el asco que profesa a la Alianza, y comprenderás que sería el primero en acabar conmigo si fuera a traicionaros en pos de los humanos. Pero… Me gustaría salir fuera, de vez en cuando… Mientras se recupera. Odio estar bajo tierra.- No me había pasado desapercibido el estarlo, aunque hubiera llegado allí a través de teletransporte. El aire era distinto, el olor era característico. El techo encima de mi parecía ser pesado… Y me traía una sensación de encierro, casi claustrofóbica. Tal era mi odio a mis orígenes.

-Si quieres tenerme vigilado en todo momento no me opondré. Entiendo tus miedos y comprendo que puedas temer por la seguridad de los vuestros.- Miré hacia abajo, hacia la camilla. Casi inconscientemente me puse a limpiar con la mantita un poco de sangre que caía del drenaje. -... Aunque…- Tras acabar mi tarea volví a mi camilla, porque sentía un segundo mareo. -... Tengo mis necesidades. Ya me entiendes. Comer, beber, café.- Suspiré casi avergonzado. -Os puedo ofrecer información sobre el ejército a cambio de eso. Y como agradecimiento por haber salvado la vida a Dyospiros.

Aguardo con cierta impaciencia hasta la parte del relato en la que comienza a dar sus motivos para abandonar la Alianza, casi sorprendido por la ingenuidad demostrada al principio, con eso de que no era lo que esperaba. ¿Y qué esperaba? Al fin y al cabo son una organización que de primeras declaran que todo lo que no sea humano debe ser excluido y tratado de manera diferente. Es una mala premisa para comenzar. - No sé mucho de vuestra sociedad, hasta lo de tu hermano y su amigo no conocía a ningún drow en persona. - comento a modo de pequeño inciso en el momento en que dice lo de su sociedad, dejando después que siga contando su periplo hasta llegar a la Alianza. Aurores, cómo no...siempre consiguiendo nuevos enemigos gracias a sus métodos. Me da la impresión de que confundió la ayuda que le prestó esa familia con lo que representan los humanos del ejército  y del gobierno humano actual.

- Si esa familia hubiese sido como los de la Alianza ni te habrían ayudado. Debían ser justo lo contrario, puesto que te acogieron. Qué irónico...-
equivocado de lleno, había ingresado en una organización en la que lo difícil es salir, más cuando entras con el nivel de un paria a su servicio. Niego con la cabeza ante estas reflexiones, soltando el aire lentamente después. No puedo estar más de acuerdo con lo que dice del racismo, porque lo he comprobado. - Exacto. No quieren negociar. Y si alguna voz se alza en ese sentido la silencian. Lo de que no quieren la paz no es cierto....quieren SU paz, que sólo comenzará cuando no quede ni uno de nosotros, o cuando nos tengan a todos atrapados y dominados. ¿En serio pensaste que te aceptarían de verdad? Todavía no entiendo cómo te nombraron capitán, o qué querían de ti. - todo un misterio, que espero que él sepa resolver. Tal vez sólo fuese para callarle la boca a aquellos que pedían algo más de apertura, dando una imagen más amable de la Alianza. Me cuesta creer que de verdad tuviesen intenciones de cambiar, o de "integrarnos". En un punto de su historia reconozco la imagen que yo mismo vi en China Town, aquel niño de origen mágico asesinado al lado de un contenedor. No me extraña para nada la autoría del disparo.

- Yo también vi aquel crío. Cuando fui a ayudar al otro del que hablas, es el hijo de mi amigo. Y no le hizo ni puta gracia todo aquello. El niño podría haber acabado herido, tanto por tu culpa como por la de ella. Deberías haberla matado...cualquiera deberíamos haberla matado antes. - si ha llegado al punto de matar niños no creo que haya reforma posible para ella. A Ailanthus le había costado bastante llegar al punto de traicionar a la Alianza, pero ya se sabe, no hay más ciego que el que no quiere ver. La cara de asco con la que me mira no me hace mucho efecto, ya me han mirado así demasiadas veces.

- Entonces parece encontraste tu ancla a la realidad para salir de la farsa...- añado en referencia a lo que dice de su hermano, mirando al drow que yace en la camilla. A veces hace falta alguien que sacuda nuestra existencia para hacer que nos demos cuenta de que el camino tomado no es el adecuado. Luego menciona a alguien atrapado, alguien que sigue sin sonarme de nada. Seguro que no es el único. - Es difícil que vuelvas a verlo. No se entra así como así en los campos. Y mucho menos se sale. Tu hermano y otros de los nuestros casi mueren en el intento. - la misión salió bien por muy poco, y todavía estamos esperando una revancha por parte de la Alianza, tanto están tardando en prepararla que es preocupante. Por si acaso ya llevamos algún tiempo con preparativos. - Por cierto, el licántropo que sacamos de allí es hermano de Chloe. Puede que te de igual, pero lo digo como otro de estos datos curiosos de las vueltas que da la vida...- me encojo de hombros al decir esto último, sacando después la moneda comunicadora para mandar un mensaje a Yaroslav, para que viniese para acá cuanto antes. Después vuelvo a guardar la moneda en el bolsillo, atendiendo a su declaración de principios.

- De acuerdo, los de arriba son igual de culpables o más que los soldados de lo que sucede. Pero lo de ser un simple peón no me vale. Siempre hay opción, aunque implique huir y ser perseguido. Es una excusa muy cómoda. Lo mejor es no entrar, claro, pero si ya se está dentro se puede desertar. - con lo del jefazo de los Blood me responde a la duda del paradero de Rybar. Ha ido a parar a los campos y los otros se han descontrolado. - Después de mucho tiempo peleando con los ministeriales hicimos un pacto de no agresión con el líder que tenían en ese momento, Rybar, ese al que reventaste el brazo. Lo estaban respetando, hasta que anoche un Blood apareció por aquí atacando. Se ve que tienen nuevo líder, y han vuelto a las viejas costumbres. - el drow parece mostrarse algo más conciliador cuando expresa su deseo de obtener algunas prebendas, pero niego con la cabeza porque lo de salir no es una opción, no por el momento.

- Pediré que te traigan comida y café, si es que hay. También que Chloe pase regularmente para revisaros. No hace falta que des información a cambio de eso, eres nuestro...invitado...- no suena como invitado de verdad, más bien prisionero, pero he de hacer gala de la famosa hospitalidad de los Black. - No puedes abandonar el lugar. Primero recuperaos, después hablaremos de qué sabes sobre el ejército y lo que podemos hacer al respecto. En cuanto a los Blood, tranquilo, han roto la tregua, vuelven a ser objetivo. - muchos frente abiertos de nuevo, aunque puede venirnos bien alguien que haya estado dentro de la organización recientemente, los datos que tenemos están desactualizados. - Vendrá alguien a acompañarte enseguida. Hasta entonces te recomiendo, por tu bien,  que no se te pase por la cabeza el sacar a pasear la cuchilla que mostraste antes, incluso si el café que te traigamos es el peor de todo Londres. Buenas noches. - inclino ligeramente la cabeza a modo de despedida tras una leve sonrisa que indica advertencia, saliendo después de la enfermería con muchos más asuntos en mente de los que traía al llegar.

Johan no comprendió en exceso el tema de la familia que me había acogido. Yo era aún… Un crío. No me di cuenta de que no fui más que una fuente de información para ellos hasta que Cygnus me lo explicó desde su punto de vista. Pero es algo que me estuve negando la gran mayoría del tiempo. Pero no vi necesario hacer más comentario al respecto. Negué levemente con la cabeza y ya. Al menos, concidió en aquello que había visto acerca del racismo. Realmente lo destaqué con esa misma finalidad. No me era desconocido el valor de saber decir lo que la gente quería escuchar, aunque fuera entre frases.

-¿Por qué me subieron de capitán? La otra solución era tener un único capitán. Imagino que a algún que otro político no le iba bien, eso de tener todo el ejército dominado por una única persona. Y yo suponía no solo una renovación de imagen, si no un capitán muy fácil de dominar, con un localizador metido en el cuello, que debía ser fácil de controlar.- Pero se equivocaron. Y había huido, y los había dejado atrás. Ahora el ejército estaba en manos del ya desaparecido Javert. Temía por los soldados. Si bien Javert tenía… métodos que no me gustaban, al menos, él valoraba las vidas de los suyos. Cosa que los ministros no.

Él también vio al niño. Pensé que deberíamos haberlo… enterrado, o algo. Igual sus padres… No estaban muertos, igual no era un huérfano en la calle y… Un mal sabor de boca invadió mis pensamientos. Dijo conocer al otro, al hombre del crío. Dijo que no le hizo ni “puta gracia”. -Intenté proteger al niño. Intenté evitar que saliera herido. Hice todo lo que estuvo a mi alcance…- Aquella lucha me traía malos recuerdos, no me gustaba recordarla. No había sabido actuar con demasiada inteligencia.

Asentí levemente cuando habló de mi hermano como aquello que me devolvió a la realidad. Había logrado despertar… Recuerdos en mi consciencia. Que había dejado sellados, o eso creí, en mi última carta antes de partir del hogar. Su advertencia sobre el posible rescate de Szyraenk me hizo mirarle con algo de firmeza, extraña determinación. -Me importa poco lo complicado que pueda ser. Es mi culpa, y como tal, la asumo. Y haré lo que esté en mi mano para sacarlo de allí.- Tendría que hablar con Dyospiros al respecto. Y en cierta manera, sabía que nosotros dos no haríamos nada. Tal y como confirmó después el ataque a los campos debió ser por la relación de algunos de los renegados con el licántropo atrapado. -... Hice bien en intentar cegarlo con magia y no a tiros.

No sabía porqué no me había limitado a intentar derribarlo. Aquellos momentos habían sido de máxima tensión. Sus siguientes palabras, sobre el desprecio a los soldados, me hicieron de nuevo gruñir. -¿Crees que tienen capacidad para decidir? Les lavan el cerebro desde pequeños. Javert quería hacer un maldito cómic para motivar a los jóvenes a unirse. No les dan jamás la opción de planteárselo. Para muchos, es la única forma de sobrevivir, de proteger a sus familias, de poder llevarse algo de comer a la boca. No dejan de ser personas.

Los “Blood”, nuevo nombre para los aurores, parecían estar enemistados con ellos. De nuevo. Asentí levemente y me limité a seguir escuchando. Declaró que tendría comida. Que Chloe vendría. Y que sería su… -¿Invitado? No hace falta que uses eufemismos conmigo.- Gruñí con algo de rabia. Entendía la razón de su precaución pero no la compartía. No iban a dejarme salir… Lo miré con molestia. -No tengo posibilidad de ir muy lejos hasta que no me recupere. Necesito salir.- Me incomodaba aquella falsa hospitalidad, y no iba a pasar por alto que me hubieran dejado encerrado. Finalmente me dijo que vendría alguien, que no… usara mi cuchilla, y que me conformara. Y se despidió con una sonrisa. Lo miré con desprecio tal y como se iba.

Me encogí un poco en la camilla sentado como estaba. La muleta estaba apoyada contra esta, y yo, ofrecía un aspécto pésimo a pesar de mi reciente baño. Tenía toda la pierna de rodilla hacia abajo ventada y en cierto modo… Escayolada. O no. Era un apaño, un arreglo. Pero aún podía agradecer que tuviera consciencia, pues en la camilla del lado estaba ahí, él. Dyospiros. Tumbado, despojado de su camiseta, con un drenaje conectado directamente con el pulmón, heridas de disparo a medio cicatrizar, y con un rostro febril. Casi mortecino.

La enfermería estaba en el más absoluto silencio, por el resto. Más allá de ese incómodo pitido que revelaba que algo aún latía bajo su maltrecho cuerpo. -... Sabes, Dyospiros…- Sabía que no me escuchaba. Necesitaba sentir mi voz aunque fuera. -Aquella carta, la última, tu debiste leerla… Qué tan equivocado estuve. Hiciste bien en quemarla, ¿No crees?- Sonreí irónicamente. -Creí que mi hermano sería un niño adorable, que la Alianza sería la salvadora, que iría allí abajo, a las cuevas, con tanques… Y acabaría con aquella sociedad absurda y asquerosa.

Miraba hacia él. -Ahora resulta que la Alianza son los malos, que mi hermano es… un mercenario. Pero tienes buen fondo. Tienes buen fondo…- “Más del que incluso atribuyera a mi idealización de hermano”. -Y… Ahora, aquí estoy. Encerrado. ¿Qué vueltas da la vida, no te parece? Qué vueltas… Yo que quería encerrar a la Wolf, y mírame. Que no puedo salir. ¡Que no puedo salir!- Me reí. Por no llorar. A veces, creía estar al borde de la locura. -En fin. Intentaré tomármelo con calma. Cuando estemos buenos les contaré toooodo lo que quieran sobre la Alianza, pues mucho me interesa que caigan cuanto antes. Y entonces tu les dirás que no soy tan malo, ¿No? O algo así… Y me dejarán ir y… Podremos ir a casa, a casa…

A casa. A duras penas podía creer mis palabras. -Y encima me darán café. Qué majos.

Camino a grandes zancadas por los pasillos de la enfermeria porque Johan me habia pedido que hiciese no se que cosa de vigilar a un drow que habia venido con su hermano y que estaba en la enfermeria, que tenia un brazo metalico con cuchilla y que tenia hambre de cafes y comida. Vamos, que debo de vigilarlo y que no haga cosas raras, porque por lo visto es un pez gordo de la alianza....

Bueno, y que ha estado haciendo el Tosltoi estos meses? Es un misterio. Pero nada muy interesante, eso os lo puedo asegurar. Arreglar mis trastos rotos, sobre todo.

"Y me piden que le traiga café!"

Saco mi petaca de vodka del abrigo y le pego un indignado trago mientras entro por la puerta de la enfermeria, guardandola nuevamente a la vista del drow. Lo miro, muy ufano. No emito palabra. Es ocuraco, mas que Vor'kalth. Pero el otro, el de la camilla, ese me suena. Pues era coleguilla del otro, los habia visto por ahi juntos en la base un par de veces. Y el pelacos, ese tambien me suena. Que habia visto su jeto en un periodico, al lado de Javert. El puto que me pegó un tiro mientras echaba unos tragos tranquilamente.

"espera, si esta aqui, es porque una de dos...o es un espia...o ya no son amigos! Ajá! O sea que por eso quiere Johan que lo vigile...bien...pues cumpliré mi cometido."

Planto mi mano sobre el mango de mi inmenso martillo, que llevo ahi colgando del cinturon. Como diciendo "eh tio que voy armado". Paso por delante de él y luego miro al coleguilla de la camilla. Habria soltado un silbido de estos largos de admiracion por toda la sangre que hay, pero eso me habria restado seriedad....

Él esta sentado sobre una camilla. Me dentego frente a el, saco otra petaca, diferente a aquella en la que llevaba mi vodka, y se la lanzo para que la coja al vuelo. Su café. Bueno, café café, no es. Achicoria. Que somos pobres y estamos en guerra.

-A quien se le ocurre beberr café solo.

Digo con mi cerrado acento, mirandolo como quien mira a una boa euroasiatica alada metida tras un cristal en un raro zoo. Café! Sin vodka.... Luego extraigo un paño con queso y pan liados. No me habia pedido que lo interrogase, ni que le sacase informacion...nada de eso. Asi que igual que le lancé la petaca, le lanzo el fardo con la comida. Entendamos lanzar por lanzar, no como si le arrojase una bola de beisbol y quisiera acabar con su carrera como recogepelotas....

-Voy a serr tu vigilante. Me llamo Yaroslav Tolstoi. -formal, de brazos cruzados, me presento, elevando mi tono de voz. No creo que el otro se despierte por ello.... ciertamente, me moria por hacer preguntas. Pero un vigilante que entra preguntando como un loco no inspira mucha vigilancia.

Poco a poco se me cerraban los ojos debido al cansancio. Tiritaba un poco debido al dolor, la pérdida de sangre y la debilidad general. No había comido nada desde hacía bastantes horas y había perdido muchísima energía con toda la huida y la lucha. Ahora me pasaba factura. Tener un hueso roto empezaba a ser algo… Notorio. El cuello dolía y escocía y podía sentir todo el corte que me había hecho. Tampoco me pasaban desapercibidos los golpes que me diera para “calmarme” en la operación, incluyendo el del pecho y el de la frente. Y tenía resaca. La absenta me pasaba factura, con una sensación de mareo y aún ganas de vomitar, pero no tenía ya nada en el cuerpo que pudiera soltar.

Me moví ligeramente buscando la leche de amapola que Chloe había usado con Dyospiros. No parecía que fuera a despertar pronto, y yo, quizás debería ocuparme de dormir en lugar de perder mi tiempo pensando más lo que ya apenas comprendía. Mis ideas fueron interrumpidas por la entrada de el “vigilante”. Un hombre no especialmente… imponente, ni masculino. Muy blanco de piel y pelo. Con un martillo al que se aferraba con desconfianza, echándome una mirada desagradable. No cambió mi expresión: Le devolví la misma mirada con la estoicidad de siempre.

Se puso delante mía y me esperaba cualquier cosa. Que sacara el martillo y me diera con él, que me abriera con el bisturí que antes blandiera Johan, o que sencillamente me asestara un puñetazo en la cara. En su lugar arrojó una petaca. Y tan hecho polvo estaba (o sencillamente tan emparanoiado) con una agresión directa, que no hice ni gesto por ir a cogerla. Me dio en toda la cara y tardé un par de segundos en reaccionar. -A-Ah…- No había ido con mala fe, por lo que no había resultado doloroso.

Su acento ruso me devolvió a la realidad. -... Bueno. Ahora no beberé café solo. Beberé café acompañado.- Tales eran mis niveles de despiste: No se me había planteado la idea de combinar el café con nada más. Había abierto la petaca para comprobar que no fuera veneno o… Algo por el estilo, cuando lo vi preparar un pañuelo que también me lanzó. Esta vez lo pude coger. -... Gracias.- Susurré, al observar que era comida.

Olisqueaba la petaca cuando se presentó. Aquello no era café. Se presentó con el nombre más ruso que se me hubiera podido pasar por la cabeza, y confirmó algo que ya sospechaba. Que era el vigilante. Parecía medianamente serio, por su cruce de brazos. Y al menos parecía que no iba a tener que soportar la bordería disimulada en forma de hospitalidad del otro. Los rusos eran más directos. Si quería agredirme lo haría, en vez de embutir eufemismos en pocas palabras. -Saludos, señor Tolstoi.- Le di un trago a mala gana a mi no-café, que realmente había logrado identificar. Aquella puñetera planta me era conocida, y la despreciaba. Pero la necesitaba también.

Olí queso en el fardo. Pan reseco. Mi estómago gruñó. No iba a sentarme bien. -Mi nombre es Ailanthus Sreysnah, aunque ya debes saber más o menos quien soy.- Me permití un pequeño mordisco al pan y otro al queso, a cada cual más ruinoso. Pero era comida, y de la que necesitaba en aquel momento. Débil, dejé reposar la cabeza contra la pared a la que daba la camilla, sentado aún ahí. -I… Imagino que tendrás tus… dudas al respecto. No todos los días uno comparte habitación con un ex… exex…- Se me atragantaban las palabras. Daba vueltas, el mundo. -... Capitán de la… Alieh… Alianza. Ya sabes.- Le miré, con los ojos brillantes aunque algo vidriosos. -Al grano, ¿Qué querrías saber? ¿O igual te apetece hablar del día? Yo te lo arga… agradrece… Ya me entiendes.- Solté un gruñido de desagrado por mi propia inhabilidad para hablar. Un dolor de cabeza empezaba a crecer, poco a poco, dentro de mi cabeza.

Estoy a punto de hacerme un facepalm cuando la petaca se estampa contra su cara. Esta empanao. Simplemente lo miro con mis parpados ligeramente agachados y las cejas por el contrario, alzadas.

"en serio"

Pero no le pido perdon. Porque luego hace lo que me parece un chiste malo. Que no beberá cafe solo si no, "acompañado"- ¿lo dice por mi?

-Tienes peorr sentido del humorr que los brritanicos.

Me parece que se da cuenta de que lo que le he dado no es café, pero me da lo mismo...que hubiese pedido vodka! Vale, mi vodka tampoco era VODKA. Era un mal chacha. El original, aquel bueno, se habia agotado hacia meses....

-No es Señorr Tolstoi, es Yaroslav. -hay indignacion en mi voz, sigo de brazos cruzados. El elfo se come a pequeños bocados lo que le he traido. Si, el panqueso no es ninguna maravilla, pero entra muy bien cuando se tiene hambre...y ese pan es tan denso que le llena la tripa a cualquiera.

-Si sé quien erres, Ailanthus. Tu compañerro Javerrt mandó de turrismo una de sus balas a mis intestinos.- desde aquel dia, no comia sopas con cuchara, ni nada con cucharas. Les habia cogido tirria, vete a saber tu por qué.... -O deberria llamarrte ex-compañerro?....Porr que tarrtamudeas? Se te está olvidando el inglés porr momentos?

"o igual soy yo empezando a hablarlo mal?"

-Esperro que no sea una tactica de confusion. Conmigo no va a funcionarr, te advierrto.

Empiezo a tener la sensacion de que lo que quiere no es confundirme, si no que realmente tiene mucho sueño. Saco mi petaca, otro traguito mas de vodka, y de paso, el chivatoscopio, mi amoroso trasto peonza zumbona. La enciendo y la dejo sobre la palma de mi mano, pero no hace nada....o está estropeado (otra vez) o el tio no es una amenaza ahora mismo, al menos. Hago un ruidillo echando aire por mi nariz como de mal humor.

-Conozco a tu herrmano. Su mini-camarrada es camarrada mio. Me regaló vodka.

Guardo peonza y petaca, nuevamente. Sigo de pie, es una posicion mas digamos...profesional, o eso quiero creer.
-Mis prreguntas se responderrán solas, con el tiempo. Ahorra no te entenderria ni aunque me hablases en el mejorr de los rusos.

Si bien no sabía que Yaroslav pensaba lo mismo, podría afirmarse que mi estado se correspondía al de una empanadilla. Estaba perdiendo conexión con la realidad por momentos, una sensación… Extraña, como si no estuviera presente mentalmente. De vacaciones en Babia. Por eso tampoco había alcanzado a comprender que tomar el café solo era sobre el estado del mismo café, no el mío. Indignadamente me comentó que mi humor era escaso. -Yyo… No había captado que… Ah, disculpa.

Si bien podía considerar mi mente un poco brillante, en aquel momento es como si estuviera completamente ennegrecida, polvorienta, todo el contrario de lo que normalmente era. Me temblana algo el pulso incluso, como si me costara coordinar los movimientos. Se indignó por mi trato formal. -Yaroslav, entonces.- No iba a insistir en intentar mantener las conversaciones con las convenciones usuales si a él no le agradaba.

Comía poco a poco, como un gorrioncillo que más que comer por hambre lo hiciera por vicio. Me daba la sensación de que si me daba mucha prisa acabaría todo fuera de nuevo. Y no me apetecía. Agradecí internamente que supiera quien era. En el fondo era una desventaja. Que te tuvieran por un asesino, líder de un grupo un tanto… Nazi ideológicamente, compinchado con elementos como Javert. A quien mencionó. -Ah, el otro capitán… Tiene malas formas. Está… amargado…

Era una de esas cosas que me habría gustado investigar. Había algo en su personalidad, en sus motivaciones, en el hecho de estar casado con un ser mágico… Luego repentinamente me hizo tres preguntas. Poco relacionadas entre ellas. -Ex-compañero. No afiliación. Trat… tart… tartamudeo…- ¿Quién puso una palabra tan difícil a algo que consiste en no poder hablar bien? Hay que ser un poco sádico e hijo de la grandísima puta. -Estoy cansado. Cansado… Mal, y perdí sangre, pero hablo inglés…

De hecho tenía mejor inglés que él, que no era difícil. Su acento era fortísimo, extraño, con las rr muy marcadas, el típico ruso. Si alguna vez tuve acento drow este se había perdido por completo. Treinta años fuera hacían milagros en borrarlo. Llamaba a aquello táctica de confusión. Los ojillos, que lo observaban a través de una pequeña rendija que los casi cerrados párpados me dejaban, le miraron hablando más que yo. “¿En serio?” No respondí nada. Lo vi muy entretenido bebiendo y con… una peonza. “Qué juegos más raros tienen los magos de hoy en día”.

Yo acabé de comer. No bebí, sin embargo. No necesitaba estar despierto ya, había tomado una decisión. Tras mirar el aparato de su mano pareció desagradado con él y se lo volvió a guardar. -No… No tienes que hacerlo girar para que funcione… ¿Tal vez?- Critiqué de fondo, inconsciente. Aunque poco importó cuando mencionó que conocía a Dyospiros. Una pequeña chispa de vida me hizo alzar algo la cabeza. -Mini-camarada… El… ¿El rosa?- Sabía su nombre, pero me daba algo de pereza acordarme de él. Con la mano hice un gesto como si quisiera indicar que era escaso de altura.

Pero se guardó las cosas. Que el tiempo respondería. -... El tiempo no cambiará mucho. Estoy cansado de… eseper… esper… esperar.- ¿Qué querían que hiciera para que demostrara mi fidelidad? Les estaba ofreciendo contárselo todo, y lo posponían, y decían que sería… tiempo. Maldito tiempo. -Sabes… Necesito dormir. Igual entonces puedo ress… responder, eso… Si, preguntas y…- Muy torpemente fui a coger la botella de leche de amapola que hubiera quedado por ahí, sin levantarme.

-Espero despertar en esta misma camilla.- No lo dije por desconfianza, si no por miedo a caerme hacia algún lado al dormir, o… Despertarme sonámbulo y no saber a donde iría. -Si Dyos despierta antes di… dile que… Yo que sé. Que duerma. Que para algo soy su hermano mayor.- Y como si eso zanjara todo asunto, le di un largo trago a aquella cosa, sin saber que era una droga, lo dejé en una mesita al lado y antes de poder taparme con la manta caí completamente dormido.

Aquel hombre que había conocido en la superficie requería de su ayuda para salvar a alguien de su misma raza, ¿quién podría ser? Esta era una pregunta que igualmente debería esperar para ser contestada pues mientras caminaba por los pasillos de la fortaleza una alarma que tenía programada sonó fuertemente causando eco en los vacíos pasillos. Ah... Que inoportuna era la vida, pero para su desgracia eso no lo podría dejar pasar ya que era algo sumamente importante: era la hora de su mantenimiento diario. Bueno, no de él propiamente dicho, si no el de sus prótesis ya que si bien eran de alta tecnología la minuciosidad y perfeccionismo de Yazzyr hacían que quisiera prestarles más atención de la debida para asegurar siempre su máximo rendimiento. Tuvo que tomar un desvío hacia donde debía dormir tomando las herramientas necesarias para hacerlo, tardando apenas unos minutos en acabar con la tarea.

Acabado este asunto se apresuró a moverse de nuevo por los laberínticos pasillos de la base, buscando llegar a la enfermería, sin duda llegaba tarde, quizá con suerte quien sea que fuera que necesitara su sangre aún siguiera vivo, o quizá no, al menos con esa opción podía ser librado de cualquier responsabilidad y podía evitar donar su sangre. No le costó mucho encontrar el camino ya que había memorizado con antelación los planos de aquel lugar, no le gustaba la idea de perder el tiempo dando vueltas sin saber a donde ir. Se encontraba ahora de pie delante de la puerta de aquel lugar la cual abrió sin mucho más dudar divisando el interior con calma. Parecía ser que no solo había uno de los suyos si no dos, sin duda eso era muy interesante, aunque por desgracia ambos estaban... Indispuestos o inconscientes, ¿o quizá muertos? No, su pecho se movía, por lo que aún estaban con vida a pesar de sus heridas. Sentimientos encontrados esto le producía pues su instinto de autopreservación prefería no tener nada que ver con esto, sin embargo su curiosidad y la necesidad de mantener la fachada delante de este grupo de "revolucionarios" le obligaba a seguir adelante.

No fue hasta entonces que divisó a un humano dentro de esa misma sala, aunque no era el mismo que le había dicho de ir a aquel lugar... Por mucho que mirara no podía encontrarlo por ningún lado y a este no lo conocía... Suspiró levemente, por lo visto se había tardado demasiado por lo que debía conformarse con aquella persona a la cual se acercó con paso calmo para luego dirigirle la palabra. — No se quién seas. — Le dijo con naturalidad poniendo sus manos detrás de su espalda. — Pero me dijeron que debía venir aquí por que... — Continúa mientras hace un ademán hacia los cuerpos de los drow. — Parecía que necesitaban ayuda, o mi sangre mejor dicho. — Alternó su mirada entre los dos drow en las camillas. — Me pregunto cual de ellos será, aunque parece que llegué tarde a la fiesta. — Dijo para luego chasquear levemente su lengua como signo de irritación más bien fingida. — Supongo que de momento debemos esperar. — Añadió mientras tomaba asiento en una de las sillas dispersas por el lugar, acomodándose. Ambos parecían estar gravemente heridos sin embargo parecían estables y no parecía haber nadie más que pudiera atenderlos ni realizar la transfusión por lo que restaba una cosa, esperar ya que sin duda, al menos por apariencia, aquel hombre no estaba allí para ninguna de esas cosas.