Cueva de gough

Hablaba de la putrefacción de la carne, la belleza temporal... a medida que hablaba yo iba dando pasos lentamente hacia mis pertenencias asintiéndole con la cabeza tontamente como si realmente le estuviese atendiendo. Una vez salí completamente del agua quedé junto a mi ropa, por consiguiente cerca de él sin reparo ninguno, evidenciando además mi superioridad física.

Aquel 'querida' cambió la expresión de mi cara, a una más sarcástica, menos dura también, pero todavía soberbia. - ¿Mis privilegios? Yo me gano los privilegios... sea donde sea. Querido. - sentencié. Definitivamente ya esta arremetiendo contra nosotras, las mujeres. Yo era diferente a las demás drows, bueno, quizás no tanto, pero un poco sí.

Al mencionar lo de los ilícitos y los pulpos volteé la cabeza rápidamente hacia el agua, era mentira... allí no parecía haber nada y me convencí bien de ello. Si no se ve, no existe. Volví hacia él sin disimular aquel leve berrinche. - ¿Cuando hablas de señores pulpos te refieres a ti? - que hacía ahí el drow parado delante de una mujer desnuda si no iba con segundas intenciones... igual hacía ya mucho tiempo que no veía a una... - ¿Y qué si me van? - le esbocé una sonrisa pequeña, pero pícara.

El drow empezaba a divagar sobre lo que quería de una forma bastante irritante para mí, así que intenté interrumpirle: - ¿Que qué quieres aquí? ¿Qué quieres de mí? ¿Qué haces mirándome? - no pude contener mi curiosidad ni tanta pregunta en serie.

No era tan imbécil como para no darme cuenta que estaba buscando acercarse a sus cosas. Yo le miraba con expresión inocente, como quien no sabe nada, pero si bien mis palabras soltaban tontería, sabía muy bien cual era su intención. Uno no abre el camino de la nigromancia. Que le llamara querida le cambió la expresión en el rostro. Solía hacerlo. Tendía a utilizar apelativos “cariñosos” con gente que era demasiado hostil como para merecerlos. Lo que no me esperé es que usara el mismo trato, a lo que alcé una ceja.

-Ahora mismo aquí estamos tu y yo, y para mí, tienes los mismos privilegios que cualquier otro monstruito que merodee estos lares. No hay leyes ni normas en el medio de dos mundos tan distintos. Libertad y anarquía.- Prontamente la sonrisa regresó a mi rostro, tal y como iba quitándome de encima toda la parte de la capucha y túnica, para tirarla por el suelo casi con desprecio. Tenía como calorcita.

Miró alrededor buscando desolladores. Cosa que no encontró. Si los había, sinceramente, no tardaría en desaparecer de allí. Aquellos condenados seres me ponían muy nerviosos, y aunque mi madre los favorecía, a mi siempre me habían dado algo de repelús. Y eran demasiado inteligentes. Más que yo. Cosas de la inteligencia colectiva, la mente colmena. Y sin embargo me preguntó si era yo un señor pulpo. -Podría ser un genio maligno que estuviera modificando tus pensamientos para que vieras un drow en el lugar de un ilícido. Así que es una opción. Aunque de serlo, me habría hecho más guapo…

Y luego me preguntó, con una muy adecuada sonrisa, qué pasaba si le iban. -Pues entonces significa que estarías muy desesperada… ¿Y sabes? Yo sé imitar un poco sus trucos, sin eso de sorber cerebros.- Había visto un drow morir de esa manera. Mi madre cogió un esclavo y se lo ofreció a un ilícido para enseñarnos a los seis hijos que éramos porqué NUNCA debíamos meternos con ellos. A mi me quedó clara la lección, tal y como los tentáculos se colaban por las cuencas oculares.

Y sin embargo aquellas imágenes quedaron interrumpidas por la nada desagradable drow que tenía al frente. Por ella y por sus muchas preguntas. -¿Quieres que sea sincero? No quiero nada de ti. ¿Qué tienes a ofrecerme?- El leve movimiento de cejas revelaba que igual sí que quería algo. No podía ocultar más cómo me llamaba aquel instinto por… La carne que tanto quería negar. -No he sido capaz de observar una drow en pelotas en toda mi vida. Empezaba a pensar que debajo de tanta ropa teníais algo especial que justificara porqué os flipáis tanto allí abajo. Igual dos ombligos o un cañón termonuclear, quien sabe.

Conseguí poco a poco situarme junto a mi ropa, situando de reojo donde estaba mi espada. No pensaba usarla, no para matar a este hombre. No por ahora. Sin embargo sus insinuaciones comenzaron a brotar, estaban tardando si es que hacía tiempo que no veía a una drow desnuda. De una manera muy caprichosa opté por hacerme la dura y semi-esquivarlo. Chasqueé sonoramente la lengua con eso de anarquía y traté de mirar a otro lado con desinterés cuando se quitaba la túnica.

La idea de que alguien estuviese modificando mis pensamientos no inmutó en absoluto y me sonaba más a puro flirteo. En un rápido movimiento cogí mi espada, suficientemente larga como para que al estirarla llegase a la cara del drow. - Veamos - ladeé su cara con el lado plano de la espada, ignoré completamente sus comentarios - así mucho mejor... - me quedé con la espada ladeando el ''lado bueno'' de su rostro. - Vaya, ¿y cuáles son tus trucos? - alcé las cejas falsamente sorprendida, a pesar de hacerme la dura tenía que reconocer que aún así le estaba dando pie a más conversación.

Aquel '¿Qué tienes a ofrecerme?' hizo que por mi cabeza se pasasen varias cosas, varias cosas que obviamente no diría, con mi espada alojada en su mejilla me puse a divagar como una niña de 10 años. - Veamos... podría arrancarte el brazo que te queda... o quizás terminar de destrozarte la cara... - sonreí de lado, hacía tanto que no tenía a un drow frente a mí que sólo la idea de decir que lo iba maltratar me causaba un morbo tremendo. Y pensaba que no era diferente para él, que reconoció no haber visto nunca una mujer desnuda. - ¿Ah sí? ¿Y acaso no es especial lo que ves? - endurecí dramáticamente mi expresión, cualquier excusa valía para mostrarme falsamente enojada.

Si llegó a su ropa es porque la dejé. Eso que te quede claro, Anzus. Estando tan indefensa como lo había estado en el agua habría sido relativamente sencillo evitarlo, o incluso cogerle la espada. Pero estaba siendo muy imprudente. Quizás porque me hacía más divertido el asunto. Ella iba con aquella superioridad femenina tan común en los míos, aquel intento de aparentar más que nadie incluso estando en pelotas, incluso pareciendo una criaja.

Cogió la espada. Y eso no me hizo ni puta gracia. Mucho menos que la dirigiera hacia mí. Se estaba dando demasiadas licencias y aquello no era lo que más me apetecía afrontar, puesto que me gustaba tener el control de la situación. Me hizo girar el rostro para observar el lado bueno, comentando que era mucho mejor. -El otro suelo llevarlo tapado por discrección. Si me das tiempo me lo puedo tapar todo por tí, igual así no te da tanto asquito, ¿No?- Comenté con falsa modestía y aún más venenoso sarcasmo.

Me preguntó mis trucos. Sonreí desagradablemente solo para que dejara de mirarme el lado bueno. -[color=slategray]Todos los que quieras, chavala. Depende hasta donde estés dispuesta a llegar.- Había algo de coqueto en mis palabras, y mucho más de desafío. Casi una amenaza. No era mi tono el más romántico de los que hubieran existido. Amenazó con atacarme allí mismo y yo me reí sonoramente. No le tenía miedo. -Si tienes esa espada en la mano es porque a mí me da la gana.- Cansado de sus amenazas, retrocedí hacia atrás hasta la orilla del lago, mirándole de nuevo con el total de mi rostro.

Le desagradaba que despreciara su belleza. -He visto muertos con mucho más busto y con menos aspecto de niña. Lo más especial que tienes es un corazoncito latiendo bajo tu cuerpo, la sangre que corre y que estás viva.- Nunca me iba a tirar un muerto, ¿No? Aunque fueran conscientes y eso. No me gustaba lo frío de sus pieles. -Pero no soy quién para objetar. Me temo que no soy el mayor de los bellezones en pisar estas cuevas.- Y puesto que estábamos solos, se podía interpretar como piropo.

Tener la espada colocada en su rostro me divertía en exceso, ni mucho menos iba a herirle siendo de los míos. Pero me producía bastante placer tener el control de su cara en ese momento. Se tomó mejor de lo que podía esperar mi comentario sobre su cara. - Mmmmm... -continué haciendo ligeros movimientos con mi espada moviendo su cabeza para un lado y para otro. Simplemente era divertido experimentar este tipo de situaciones con un drow macho.

Las insinuaciones, aunque sarcásticas, seguían en aumento, él reía, yo seguía en silencio, jugueteando con mi espada en su cara, la cual afirma que tengo por que él quiere. - ¡JA! Realmente sí que has olvidado cómo tratar a una mujer... - ante su retroceso finalmente bajé la espada, y la solté, era una manera de mostrar que ni siquiera me hacía falta.

Sin embargo continuaba arremetiendo contra mi cuerpo, qué desfachatez. Yo tenía algo más que esas pocas y estúpidas 'cosas especiales' que él enumeraba aunque me temía que lo decía por picarme. Quizá por unos instantes suavizó el ambiente a lanzar lo que interpreté como un piropo, en ese momento sonreí dulcemente, me di unos largos instantes para que pudiera observar mi falsa sonrisa lo bastante. En mi rostro había una sonrisa, en mi cerebro ya estaba dando orden de lanzarlo al agua. Sin darle mucho tiempo a imaginárselo creé una sonora ráfaga de viento, supuse que lo suficiente para lanzarlo al agua sin intención de hacerle daño. Una vez el viento amainó, volví a mi expresión sonriente. - ¿Y cómo se llama el caballero?

No me hacía gracia que mirara mi cara como si fuera un expositor. No. No, estaba a punto de acabar por molestarme. Mi humor tendía a ser bueno y me tomaba las cosas con calma, siempre que yo tuviera el control. -Para ser un drow feo no parece que te canses, ¿No?- Escupí las palabras con mucha sorna, con una rabiosa sonrisa plasmada en el rostro. Y sin embargo se burlaba de mi seguridad sobre que tuviera esa espada. -Me da igual que seas hombre, mujer o cualquier cosa entre medio. Eres un trozo de carne con unos cuantos órganos funcionales. Y a ese trozo de carne le explico que tiene la espada porque YO quiero.

Era desagradable en mi forma de describir los seres vivos. Los muertos y la muerte me habían hecho insensible al cuerpo humano. Soltó la espada y le miré con desinterés, sin dejar de agarrar mi guadaña. Nunca la soltaba, porque no me podía sentir más seguro que con aquella cosa entre manos. Excepto si la situación REALMENTE lo requería.

Lo que menos gracia me hizo es que me tirara al agua. El frío de aquella cosa congeló mi cuerpo bruscamente. Viento, comprendí. Pero que comprendiera no me quitó la expresión de molestia. Era débil y enfermizo, y el frío contacto de aquel líquido me hacía aún más propenso a las enfermedades. Y no era bueno para mis huesos. Apoyé la guadaña para incorporarme, pensando en si debía quedarme con la ropa húmeda… O no. Ella definitivamente había escogido la desnudez, y no tenía interés alguno en volver a vestirse. Al darme cuenta arqueé una ceja mientras me alzaba por encima del nivel del agua mediante la levitación.

-Ilztvyll Arken’rret. El menor de toda la casa.- Ya sabrás, Anzus, que mentía. Velinyon era mi nombre real. Pero lo había enterrado, de la misma forma que tu hiciste con mi cuerpo, creyéndome muerto. -¿Y qué tal si la poco pudorosa muchacha se presenta a mí persona?- Tosí un poco por el brusco cambio de temperatura, mucho más en guardia que antes. Igual si que me convendría pasarme a la túnica de nuevo y quitarme el resto...

Tenía razón el drow, aunque la mitad de su cara no fuese precisamente agradable de ver, la otra sin embargo me era sumamente atractiva, y un conjunto era hasta interesante. Así que le di la razón con una ligera mueca de sonrisa. Aquello realmente parecía un juego, un intercambio de borderías e insinuaciones. - Tengo la espada porque tú quieres, bien - le termino dando la razón como si le estuviera hablando a un bebé. - Y tú continúas aquí porque yo quiero. - en definitiva, él continuaba frente una drow desnuda dejándose acariciar por mi espada, ¿alguna razón de peso?

Hubiese soltado una sonora carcajada fácilmente al ver que lo frío del agua no le gustó mucho. Pero me mantuve firme, la diversión se reflejaba más bien en mis ojos, expectantes a una mala reacción o algo parecido. Pero no, respondió a mis preguntas sin ninguna protesta. - Ilztvyll... es un nombre bonito... no te hace justicia. - mentí, a medias, igual que la belleza de su cara que era a medias. Él arremetía contra mi belleza, yo contra su fealdad. - Faeryl, menor de la casa Felyndiira.


Sin esperar ninguna respuesta comencé a adentrarme otra vez en el agua recuperando el baño que me había sido interrumpido, marcando una prudente distancia con Ilzt que se encontraba levitando, aunque después de todo aquel entrañable diálogo y la condición en la que estábamos, sobre todo yo, las distancias en el agua servían de poco.

Sonrió ante mi despectivo comentario sobre mi propio aspecto. A ver, Anzus. Que yo ya tenía completamente aceptado que el mundo no me había dejado ser bello. Los elfos oscuros prácticamente nunca se pueden llamar feos, por eso de que... Bueno. Todo elfo es radiantemente bello por naturaleza. Y sin embargo yo era una de esas excepciones, con mi rostro medio podrido, esquelético, aquel aspecto enfermizo… Y sin embargo me ofendía que otros me lo recordaran. Me dio la razón y noté casi algo de ironía en sus palabras. -Aunque para ser sinceros, la estás usando de una forma que no me acaba de gustar.- Y sin embargo me dijo que yo seguía ahí porque ella quería. -Yo sigo estando y existiendo donde me place. El mundo es poco más que un conjunto de sitios, una realidad expandida rasgable… El espacio no es lo que me preocupa.

El tiempo sí. Y menos iba a durar si seguía metiéndome en aguas frías infestadas de aberraciones de la naturaleza. Perdí la pierna por un aboleth, que bien podría estar merodeando esas aguas, no creyendo que fue suficiente comer una pierna de drow. Por eso tomé la prudencia de levitar, mientras ella decía que el nombre era demasiado bonito. Ahora reí yo. Casi forzadamente. -Pues hay muchos que se quejan de lo horrible que es por lo difícil de pronunciar que resulta. Si es que tiene mala ostia…- Ella se presentó. Faeryl de una casa que no conocía, seguramente éramos de ciudades distintas.

-Creo que no somos paisanos, entonces. Una pena.- Y sin embargo ella no tuvo reparos en seguir con su baño. Yo levité de nuevo hasta donde había dejado mi seca túnica. -Creo que si apreciar tu salud visual sería adecuado que no miraras. Como cierta señorita me ha arrojado al agua, uno ha de tener prendas más secas, ¿No? Tsssss…- En realidad era una invitación. Te sorprenderá mucho mi comportamiento, mi querido azul amigo. Pero me estaba rindiendo al poder de la atracción física. Quizá tenía a ver que me hubieras mandado a tomar por saco tan rápidamente y en el fondo, quisiera pagar mis frustraciones.

Quizás algo de lo que no se percató Ilzt es que sus confirmaciones de que no le gustaba que jugueteara con mi espada en su cara me gustaban aún más a mí. Aún así paré de hacerlo. Sus palabras tan barrocas entraron por mi oído y salieron por el otro, sin poder evitar una leve mueca de estupefacción ante tan retorcidas palabras.

Una vez metida en agua sus palabras eran totalmente ignoradas. Estaba concentrada en la relajación que me producía el nado y la pequeña atención que le dedicaba a que pudiese aparecer cualquier criatura. Aún así a veces me dirigía a Ilzt, asintiendo con la cabeza a sus palabras a las que en verdad no le estaba haciendo caso ninguno. Fue una verdadera desilusión que no se hubiese quedado en agua conmigo.

Entonces captó algo más atención sus ya típicas insinuaciones, supuse que se iba a cambiar de ropa. Tampoco se había mojado tanto... que hombre tan aburrido. Por otro lado también hacía años que veía a un hombre de mi especie desnudo, aunque bajo tanta ropa... tampoco podía imaginar qué había debajo. Sólo esperaba que la monstruosidad que tenía en la mitad de su cara no se extendiese también al resto de su cuerpo. - Vamos, no me digas que no te ha gustado el baño. - dije adentrándome de espaldas cada vez más en el lago.

Hay pocas cualidades que aprecie en las personas más allá del hecho de estar vivas. Y en aquel momento intentaba cazar cualquier tipo de signo de atracción que pudiera generarme aquella mujer, y sin embargo, no acababa de sacar mucho más allá del cuerpo. Y yo seguía reticente a no abandonarme a un instinto básico, animal y detestable, no podía encontrar atractiva una persona por muy absurdamente bella que fuera. No si no me daba un poco de juego. Y en aquel momento todo el juego se lo estaba llevando ella, que callaba, callaba eternamente…

Había sacado poco de su personalidad y de sus encantos. No me eran ajenos los intentos de picarme, las ironías e incluso algún breve sugerimiento. Pero me daba poco que hablar, y con ello, ponía muy en duda su inteligencia. Y sin inteligencia, sin juego, no había mucho que rascar. En eso pensaba al levitar sobre el lago y examinar casi con repugna como asentía sin darle importancia a nada de lo que hablaba. -Podría decir que el cielo es rosa fosforito y asentirías, ¿No?- Burla, sin pizca de coqueteo, meramente agresividad. Me irritaba profundamente aquella actitud. ¿Y sabes, Anzus? De ti aprecié aquella inteligencia tuya, aquellas ganas de filosofear y ponértelo todo en duda. Uno no cuestionaba la sociedad en la que vivía sin tener un espíritu… Superior.

Y quizás esperaba encontrar en ella largas charlas en las que hundirme y regodearme, y en su lugar encontraba una mujer que mucho disfrutaba su baño. Y ya. Tal y como me quitaba la húmeda ropa con más pudor del que se pudiera esperar, una clara intención de dejar demasiado sin ver, ella se atrevió a hablar. -¿El baño? No me sienta bien mojarme tan de golpe. Cosas de salud. Luego me duelen todas las articulaciones y el té necesario para quitarme eso de encima es caro… Así que podríamos decir que no.- Le dije. ¿Era aquel tono borde un intento de picarla o era realmente lo único que quería transmitir en aquel momento? Estaba un poco perdido… Confuso. Me habría gustado preguntarte un poco qué carajos hacer.

El muy observador no pasó por alto que ignoraba mucho de lo que me decía, mi actitud no cambió en absoluto, pero si solté una pequeña risilla por lo bajo. Así que lo que a él le molestaba era el silencio a sus palabras... - Seguramente sí - dije alegremente- ¿Sabes? No vivo muy lejos de aquí. Y los desolladores acechan... los pulpos, ya sabes - mentía, o quizás no, pero era innegable que en aquella cueva algún bicho debía haber. De alguna manera mi baño ya me empezaba a aburrir y deseaba volver a casa pronto.

No traté de disimular que le cediera privacidad ninguna al drow mientras se desvestía. Efectivamente no había mucho que ver en su cuerpo, era delgaducho, seguramente enfermizo. Su interés prácticamente emergía solo del lado bueno de su cara y aquella palabrería, que aunque fuese extraña, era interesante y divertida una persona tan caprichosa como yo. Para ser honesta, aquello de que el agua tan fría no le sentaba bien por problemas de salud me hizo sentir algo mal. Si no hubiera sido porque era obvio que su cuerpo era endeble y delgaducho no le hubiera creído, pero le creí. - Vaya - bajé la mirada sintiéndome culpable - ¿te apetece ayudarme a recoger palos? Al calor de un fuego te secarás antes. - no lo pensé, como siempre, pero efectivamente le estaba invitando a ir a casa.

Creo que había algo de burla en su tendencia a ignorar un poco mis palabras. Alcé las cejas cuando afirmó que sí, que fijo que asentiría. -Darme la razón como a los tontos, ¿Eh? Tsss…- Y luego me habló de que vivía cerca. Oh. ¿Me estaba sugiriendo ir con ella? Sonreí más confiadamente, comprendiendo un poco sus intenciones. -Agradecería hablar en otro sitio, sí. Cuando ha svisto un desollador chuparle el cerebro a un esclavo se te quitan las ganas de encontrártelos de nuevo.- Algún día me enteraría, Anzus, del episodio que tuvo tu futuro grupito de orejas picudas. Con un par de desolladores. No era una bonita historia, desde luego… Y yo no tenía pensado tentar a la suerte demasiado rato sin algo que me asegurara que mi mente estaba a salvo.

Sentirme observado durante mi cambio de ropas me hizo algo… Incómodo. No voy a mentir en esto. Mi cuerpo me acomplejaba. Las costillitas y huesecitos sobresaliendo por debajo de mi piel resultaban anguniosas, y no había logrado subir el peso de ninguna de las maneras. Algo más de musculatura sería de agradecer. Pero en parte, desde el día que me enterraras, sentía que mi cuerpo había perdido toda capacidad de mejorar. Y me temía que la de empeorar seguría tan intacta como antes. -No es que haya mucho que ver, no…- Excepto la oscuridad que substituía las extremidades de la derecha, que hice revolver un poco para que viera su bonita flexibilidad.

¿Le había despertado compasión mi enfermizo estado? Eso era algo digno de sorprenderme. Me ofreció ir a buscar palos. -Yo lo veo. Una bonita hoguera, carne de cualquier bichejo de monte, un par de setas y uno se monta la cena perfecta.- ¿Qué? Setas sin cocinar alimentaban, pero todo bien hecho era mucho mejor. -Entonces me temo que tendremos que salir fuera, y aún debe ser de día. Estaba nublado el asunto. ¿Y tu? ¿No te has bañado ya suficiente?- Me había puesto lo que era toda la capa con la capucha por encima. Me había tenido que dejar los pantalones por debajo, pero iba mucho más ligero de ropa que de costumbre. Cosa a la que en aquel momento no le di importancia.

No le estaba dando la razón como a los tontos, simplemente era una muchacha distraída, y me perdía en sus extrañas frases. Pero lo de invitarle a mi casa pareció gustarle más, o quizás lo que le gustó más era evitar el riesgo de que apareciese por allí cualquier desollador... - ¿De verdad quieres seguir hablando conmigo? - pregunté algo tontorrona. A decir verdad la idea de que hubiese allí algún bicho no era muy agradable, y yo andaba algo lejos de la orilla. Sin prisa pero sin pausa me dirigí nadando otra vez hacia mis cosas.

Más cerca de él pude ver su extrema delgadez, nuestros cuerpos contrastaban fuertemente. Yo, tan alta, tan fornida, no pasa necesidades en el tema de la comida, quizás él sí. Si ese era problema, no importaría darle una buena comilona. Y él mismo se encargó de hacer notar sus ganas de comer... bichejo, setas... ¿áquello era lo que él daba por una cena perfecta? - No, no amigo - dije ya fuera del agua y escurriendo el pelo de lado - Un delicioso jabalí con cerveza nos espera, eso sí es una cena querido - corregí, al menos así era para mí. A estas alturas sabía gastármelas bien en el arte del saqueo para no tener que estar comiendo meros "bichejos". Aunque fuese de día, como él decía, ya me estaba aburriendo aquel lugar, con cuidado y yendo por el bosque no cogeríamos mucho sol. Así que con algo de pasimonia comencé a ponerme los pantalones. - Es aburrido bañarse sola... tsk - le dije con tono de molestia haciendo referencia al reparo que tenía con el agua.

Le miré con una breve mueca de diversión ante su pregunta, alzando levemente mis cejas mientras acomodaba muy bien mi ropa. Sin despegarme de la guadaña, que había dejado pegadita a mi. -La vida del elfo oscuro es muy larga, hija de los Felyndiira, y pocas son las actividades con las que matar el tiempo. Véase, en lenguaje más coloquial… No tengo mejor mierda que hacer.- Me encogí de hombros suavemente. Y seguía sin abandonar mi sonrisa. Amplia y exagerada. Ella se acercó a sus ropas sin tener mucho reparo en mirarme.

-Ya sé que parezco un mono de feria.- Yo ya no disimulaba en absoluto que su cuerpo desnudo no estaba nada mal. Miraba tal y como me placía, como respuesta a su violación de mi imagen visual. Estaba… Fuerte. Como correspondía a la raza. De hecho tal vez estaba más fuerte que tu en la adolescencia, aún con lo que te gustaba construír músculo solo por el placer. Ella sugirió algo más cargado de cena… -Cambia la cerveza por un vino y te daré la razón.- Recordemos que yo, a diferencia de un mierdas como tu, Anzus, venía de una casa noble. Y tenía un gusto tremendo por las bebidas más caras y refinadas.

Pero ella iba con muchísima calma lo de vestirse. Yo ya estaba bien abrigadito y escurría las ropas mojadas con poco interés. -El agua caliente da juego a muchas más cosas que la fría.- Unas bonitas termas habrían estado de maravilla. Si el agua fría retorcía mis articulaciones, la caliente me relajaba los músculos. -Y en cuanto te canses de vestirte a ese ritmo y decidas acabar nos podremos ir de aquí. Imagino que tendrás un bonito hogar que ofrecer, ¿No? Yo vivo en un roñoso hotel… Poco puedo dar.

Intermitente miraba su guadaña, de la cual no se despega. Supuse que todavía debía tener sus reticencias al tratar con una drow. Dijo, resumiendo, no tenía nada que hacer. Para un drow con tal mala apariencia era normal tal vez no tener compañía aquí arriba para pasar el tiempo. - ¿No hay más mujeres drows aquí arriba? - pregunté pensativa. Aquella pregunta respondía a dos respuestas, quería saber por un lado sin rondaba alguna compatriota de mi raza aquí arriba, y por otro quería saber si el pobre Ilzt había tenido oportunidad de saciar sus necesidades sexuales, cosa que por la manera en que me miraba, parecía responderse por sí solo.

Aunque tenía razones, Ilzt no ocultaba su complejo por su cuerpo, y aquello me daba cierta pena. - Vamos, no es para tanto...- murmuré, ya colocándome mi peto de piel y tapando lo que quedaba desnudo de mi cuerpo que Ilzt estaba observando. Él prefería vino, yo también... en la época en la que vivía con mi familia, pero en estos lares lo que más abundaba era la cerveza y ya le había empezado a coger el gusto - Podemos saquear una posada... coger alguien como esclavo... - me puse a divagar sobre esa idea con una sonrisita un tanto sádica. Ahora que tenía compañía podía ser más divertido entrar a algún sitio, saquearlo, e inventar ingeniosas formas de matar a sus habitantes. Eran cosas que a menudo pensaba como si pensara en arco iris y unicornios felices.

Definitivamente no le había gustado aquel agua fría, y a mí sin embargo me daba igual. Y pareció darse cuenta de mi lentitud al vestirme, me senté en el suelo, atando mis botas, lentamente, pero con fuerza. - ¿Qué pasa? ¿Cuando estaba desnuda no tenías tanta prisa? - dije sonriente - Oh, pues yo vivo en una pocilga, quizás no te guste... estás a tiempo de huir, ¿sabes? - dije en tono sarcástico, lo suficiente como para que se notase que estaba mintiendo. No vivía en una pocilga, de hecho era un lugar lo bastante cómodo como para no echar de menos las comodidades que tenía con mi familia.

Con toda la armadura puesta, ya sólo me quedaba abrocharme el cinto con mi espada, mis dagas y eso. Aquello lo haría en el camino, mientras tanto me eché el cinto al hombro, con una mano sujetaba la espada y con la otra me puse a pocos centímetros de Ilzt y le agarré la nunca. -¡Vamos vamos vamos! - dije abriendo mucho los ojos como una niña pequeña instándole a salir de allí.

Solía vigilar mi peculiar guadaña con recelo porque nunca acababa de sentirme seguro en las cuevas. Era la clave para muchos de mis hechizos y servía de bastón, aunque generalmente era mala idea atacar físicamente con aquel enorme trasto. No es que te confiese mucho al decir que no me gustaba nada el agua y mucho menos los ríos subterráneos. Tu mismo viste porqué. Sabía qué clase de abominaciones podían salir de ahí… Y tenía miedo. En el fondo, tenía bastante miedo. Aún era un crío cuando me arrancaron media pierna de cuajo. Mis bonitos recuerdos de infancia quedaron interrumpidos por su pregunta. -Ah, ¿Mujeres drow? No que yo haya visto. Entenderás que a vosotras lo de quedaros allí os conviene más que a los pobrecitos hombres. Aunque eso es un dato irrelevante, porque yo no miro géneros.- Me encogí de hombros, sin mucho complejo al confesar mis tendencias sexuales.

Me dijo que no era para tanto, lo del cuerpo. ¿Compasión? -Sé que algún día recuperaré lo que perdí.- Sonaba casi a broma, pero algo en la seriedad con lo que lo dije demostraba que era mi intención. Al fin y al cabo ansiaba poder, mucho poder… Habría un punto en el que recuperar las extremidades perdidas debería ser, como mínimo, sencillo. Pero ahí estaba, ya bastante vestida. Ahora que había menos que mirar me crují los dedos y empecé con toda la calma del mundo a vendarme un poco el lado jodido de la cara, una costumbre casi rutinaria que no había hecho antes porque no esperaba encontrarme con nadie. Planteó atacar una posada. Esclavos.

-Nunca me han gustado los esclavos. Tienen demasiada libertad mental. Tengo un par de truquitos que pueden solucionar eso, sin embargo.- Otra vez una sonrisa muy amplia, tal y como hacía un pequeño nudo para acabar el vendaje. Me recriminó que no tuviera tanta prisa en cuanto estaba desnuda. Chasqueé con la lengua y me encogí de hombros casi con naturalidad. Y su siguiente pregunta… -Oh, siempre estoy a tiempo de huir. Por eso no te preocupes.- No iba a ponerle muchas pegas a su hogar. Había dormido en sitios peores, seguro.

Me sorprendieron sus prisas por salir de allí sin embargo. En un arranque casi infantil, cogiéndome la nuca. Yo, poco acostumbrado al tacto repentino, me zafé del agarre y le miré con desconcierto. Pero no desagrado. Lo cual era algo terriblemente extraño en mi, pues no solía ceder el derecho al contacto prácticamente nunca. -Entonces, como dicen los humanos estos… Arreando que es gerundio.- Le di un golpecito suave con el lado plano de la guadaña para que supiera que tocaba caminar. Y con esas salimos de aquella infernal, húmeda cueva.

Uno, dos, tres, cuatro, el goblin cazo el gato. Cinco, seis, siete, ocho, comete un bizcocho. Nueve, diez, once, doce... ¿Qué rima con doce? Maldición, ya había perdido la cuenta, volvió a empezar: Uno, dos, tres, cuatro, el goblin cazo el gato…

En sus sueños aparecían estas cuevas pero dudaba mucho de que encontrara algo, algunas de las marcas de los huesos se parecían a símbolos que había visto en su aldea, sin embargo no había nada mas, por mucho que rebuscara nada, tan siquiera un atisbo de luz en ese asunto. Cruzo las piernas y se sentó en el húmedo suelo; ¿Porque había dejado a Betsy? Ella sabría que hacer, hacia mucho que no estaban tanto tiempo separados, la echaba de menos… Sin embargo no podía arriesgarse a llevarla sabiendo lo que podría encontrar, además ella sabía que los rituales de los verdaderos chamanes eran peligrosos.

Intento escribir de nuevo un glifo, se desvendo el corte de la mano y arrojo un poco de su sangre en el, pero nada, incapaz de activar-lo. Cansado pensó en establecer un campamento, no sabía qué hora era en lo profundo de esa cueva el tiempo era raro. Dejo sus sacos de cosas en un rincón de la cavidad rocosa y monto un sistema de cascaras de nueces  alrededor de la zona para despertarse si alguien llegaba, nunca estaba mal algo de precaución y menos cuando esperas visita de alguien tan especial

Silencio... No hay nada más que silencio y oscuridad. La negra noche inunda la cueva. No obstante no es una noche cualquiera, una densa oscuridad se extiende por cada rincón. Ninguna de las criaturas del ecosistema se atreve a soltar el más leve murmullo.

Entre las tinieblas surge un resplandor rojo como el amanecer mismo. El destello ciega todo rastro de vida a su alrededor y los animales y espíritus del lugar huyen agitados. Se augura un mal presagio....

En medio de la ya lóbrega luz, cubierta por una densa niebla, se yergue una figura humana mirando fijamente al suelo. Quizás el viajero haya llegado a su destino. Pero ¿Es tal inmunda cueva digna de su presencia?

No tarda mucho en disipar su calma. A lo lejos, hay algo ¿Pero, qué? No se asusta, no se embriaga ante tal poder. Tiene que ser un ser abrumador, de una fortaleza mental absoluta ¿Como puede ser? ¿Tal barbarie descortés? ¿Ante el enviado del Shogun? No duraría mucho...

Se acerca a la criatura. Pero, para su sorpresa, no es más que un triste goblin sumido en un sueño profundo causado por el cansancio.

"Go....hoo...... Goblin...No...peligro....no es MalOo...."

Las palabras distantes del clan resuenan en su cabeza. Aliviado contempla la criatura lleno de curiosidad.

"NO!.... No exis....ten... ¿Porque... aquí?... Magos...Malvados...Tiranos....Matar...Torturar"

Esta frente a alguien o algo que sobrepasa los límites de los conocimientos antiguos... Por eso, lleno de júbilo, se acerca a la criatura sin hacer ruido para mirarla fijamente de cerca.

Intenta pronunciar algo para despertarla.

-...-

Nada... Su cuerpo aún no es capaz de expresar nada.

En su sueño todo de mueve. ¿Una pesadilla? Antiguos trazos de luz se mueven poe su cabeza. "ESTUPIDAS LUCECITAS, NO PODEIS MAREAR A BOGGARTH" dice antes de caer.

Maldito suelo incomodo, tenia que venir a esta estupida cueva a seguir al estupido señor rojo que venia en mis estupidos sueños mis estupidos antepasado... Cuando delante de el se alza la figura del demonio se siente sobrepasado, cae como en su sueño.

-¿ Quieres galletas ?- saca unos trozos la mayoria rotos por la caida de una de sus bolsas. -Tu estas en mis sueños, sabes porqué?-

Mirando al goblin decide sentarse y tomar una de sus galletas. Sin saber muy bien que hacer, ve como su acompañante se mete alguna en la boca y, en acto de cortesía, destroza algunas contra lo que representa la boca de su mascara. Ante su pregunta, se siente extraño, él no había hecho nada, no había llamado a nadie. Quizás el destino lo había atado a esa criaturilla.

-....h....ag....Arf....

No consigue comunicarse. El cuerpo aun no actúa correctamente. Por eso decide probar otra cosa. Se sienta cruzando las piernas preparándose para meditar y lentamente alza su dedo contra el goblin. Al llegar a su frente empieza a apretar levemente su tercer ojo.
-....Esc....Esc....Scha...


A la vez que intenta pedirle que lo escuche una voz marcada por un cóctel de sentimientos se proyecta en la mente del goblin.

"TUuuU.... porqué?.... aquí?...Señor...Mi...Señor....Lo cono....conoces?"

Acto seguido suelta al mequetrefe notando que le ha provocado un pequeño corte con sus largas uñas. En gesto de perdon agacha su cabeza en una leve reverencia y espera por una respuesta