Recuerdo del primer mensaje :
Lugar de reunión de los trabajadores del hospital
Lugar de reunión de los trabajadores del hospital
-¿Catherine? Está lidiando con sus propios fantasmas personales- Mascullé queriendo zanjar nada que tuviera que ver con la descendiente de Morgana, tratando de mantener la intimidad de la compañera en celo secreto. En verdad, era cierta la respuesta, pero lidiar con un marido, al que estoy seguro que le falta un tornillo o dos, un árbol que no quiere a una de tus hijas cerca, la misma hija que ha tenido que venir de urgencia a Ouroboros para pasar unos días en la incubadora… Creo que, con todo eso, ya tenía más que bastante. Debía descansar. Para tener la mente fría y tomar las decisiones que a nadie le apetecería tomar -Pero creo que ha estado investigando, sí- O al menos eso demostró en la reunión, antes de que esta se fuera a la mierda. Pero daba la sensación que no avanzaban en aquel tema… solo daban vueltas y vueltas y no avanzaban.
Añadí una risotada, no jactanciosa, sino agotada, mientras negaba con cansancio y me masajeaba las sienes -El cabronazo sabe defenderse. Se comió a un paciente en hall del hospital. Y a un par de soldados también- Alcé el puño y lo apreté con fuerza, para reflejar cómo de maravilloso debió de ser aquel momento. -Pregúntale a tu cuñada. Mucho “voy a hacer, hay que hacer”, pero a la hora de la verdad no mueve ni un pelo, la cabrona. Todo lo que tiene de guapa lo tiene de vaga- Rodé los ojos y exhalé con hastío claro. Sobre el tema. Entonces, se me ocurrió una idea, ya quería preguntarle a Giordano sobre un tema de un invento, ahora le daría otra para que se entretuviera. Y ya iba siendo hora de coger el toro por los cuernos y tomar una actitud más activa en ese maldito tema. -No realmente. Intuyendo los efectos que tiene el tronco principal, es posible que no tardemos en ver los efectos en el resto de la isla pronto-
Me incorporé en el sofá cuando la respuesta de qué hacer con la carta era quemarla, echando ligeramente el cuerpo hacia delante -Exacto, quemarla- Respondí con condescendencia y con una sonrisa ladeada, yo hubiera dicho algo más soez, como limpiarme el culo con ella. Pero quemarla también estaba bien. Y como estaba equivocado, esperé las razones por las que estaba equivocado, apoyando de nuevo la espalda contra el sofá, escuchando con atención, mientras la conversación seguía sumando tensión y crispación. Añadí una sonrisa con sorna, al principio, luego empecé a ser más directo -Pues temo decirte, querida, que esa no es la imagen que estás proyectando. ¿Estamos equivocados? Muy bien, demuéstraselo. Plántales cara, ya te lo he dicho. Salir por la ventana de atrás es huir. Y refugiarte en Londres es esconderte, por mucho que quieras pintarlo con colores de fresa y diciendo que estás estudiando- Seguí diciéndole subiendo el tono de molestia en función directamente proporcional al ceño fruncido de Arleen. Hasta que explotó. Estudié a la mujer con gesto serio, tenso, pero no incómodo por el grito de ella. Al contrario, podía decir. Al menos parecía que tenía sangre en las venas por una vez. Que tenía miedos. Ya iba siendo hora de que los demostrara. Ya estaba bien de la perfecta Arleen. Tras un silencio, perfectamente meditado, me levanté y le regalé una frikada muggle, que posiblemente no entendiera -Has aprendido mucho, mi joven padawan- Le dije, con una sonrisa un poco burlona, porque sabía que no me iba a entender, acercándome a ella, todavía en el sofá. Pero no seguí con aquello.
Tensé el labio con aquella muestra de esperanza sobre el proyecto. Sí, eso esperaba yo también. Pero que trataran de boicotear ya la inauguración de las obras demostraba las ganas de cooperación. No quise añadir más leña al fuego, pues sabía que al final los tacharían de filántropos en un sentido peyorativo. Fruncí el ceño y alcé la ceja mientras apoyaba la espalda en la estantería y revisaba el tomo que había conseguido para ver si había algún hechizo de los que necesitaba para la habitación de Aelin, no quería inmiscuir a la Guardia en aquello. Demasiadas habladurías que no me apetecía escuchar -¿Me estás pidiendo salir?- Le dije con sorna pasando hojas de forma desinteresada, mientras seguía con la mirada a la mujer acercarse, devolviéndole la sonrisa y fijando mi mirada grisácea en la morada de ella, acercando lentamente nuestros rostros hasta que la distancia que nos separaba era milimétrica. Añadí un “aham” esperando aquella estupidez, preparando nuestros labios para recibir los del contrario. Entonces me separé y cerré el libro entre ambos, rodeando a Arleen por uno de los laterales para empezar a empacar unas cuantas cosas -Me has convencido. Dame una hora, tengo un asunto que atender- En verdad había encontrado un hechizo que le vendría al pelo hacía rato, pero el libro daba mucho juego.
Añadí una risotada, no jactanciosa, sino agotada, mientras negaba con cansancio y me masajeaba las sienes -El cabronazo sabe defenderse. Se comió a un paciente en hall del hospital. Y a un par de soldados también- Alcé el puño y lo apreté con fuerza, para reflejar cómo de maravilloso debió de ser aquel momento. -Pregúntale a tu cuñada. Mucho “voy a hacer, hay que hacer”, pero a la hora de la verdad no mueve ni un pelo, la cabrona. Todo lo que tiene de guapa lo tiene de vaga- Rodé los ojos y exhalé con hastío claro. Sobre el tema. Entonces, se me ocurrió una idea, ya quería preguntarle a Giordano sobre un tema de un invento, ahora le daría otra para que se entretuviera. Y ya iba siendo hora de coger el toro por los cuernos y tomar una actitud más activa en ese maldito tema. -No realmente. Intuyendo los efectos que tiene el tronco principal, es posible que no tardemos en ver los efectos en el resto de la isla pronto-
Me incorporé en el sofá cuando la respuesta de qué hacer con la carta era quemarla, echando ligeramente el cuerpo hacia delante -Exacto, quemarla- Respondí con condescendencia y con una sonrisa ladeada, yo hubiera dicho algo más soez, como limpiarme el culo con ella. Pero quemarla también estaba bien. Y como estaba equivocado, esperé las razones por las que estaba equivocado, apoyando de nuevo la espalda contra el sofá, escuchando con atención, mientras la conversación seguía sumando tensión y crispación. Añadí una sonrisa con sorna, al principio, luego empecé a ser más directo -Pues temo decirte, querida, que esa no es la imagen que estás proyectando. ¿Estamos equivocados? Muy bien, demuéstraselo. Plántales cara, ya te lo he dicho. Salir por la ventana de atrás es huir. Y refugiarte en Londres es esconderte, por mucho que quieras pintarlo con colores de fresa y diciendo que estás estudiando- Seguí diciéndole subiendo el tono de molestia en función directamente proporcional al ceño fruncido de Arleen. Hasta que explotó. Estudié a la mujer con gesto serio, tenso, pero no incómodo por el grito de ella. Al contrario, podía decir. Al menos parecía que tenía sangre en las venas por una vez. Que tenía miedos. Ya iba siendo hora de que los demostrara. Ya estaba bien de la perfecta Arleen. Tras un silencio, perfectamente meditado, me levanté y le regalé una frikada muggle, que posiblemente no entendiera -Has aprendido mucho, mi joven padawan- Le dije, con una sonrisa un poco burlona, porque sabía que no me iba a entender, acercándome a ella, todavía en el sofá. Pero no seguí con aquello.
Tensé el labio con aquella muestra de esperanza sobre el proyecto. Sí, eso esperaba yo también. Pero que trataran de boicotear ya la inauguración de las obras demostraba las ganas de cooperación. No quise añadir más leña al fuego, pues sabía que al final los tacharían de filántropos en un sentido peyorativo. Fruncí el ceño y alcé la ceja mientras apoyaba la espalda en la estantería y revisaba el tomo que había conseguido para ver si había algún hechizo de los que necesitaba para la habitación de Aelin, no quería inmiscuir a la Guardia en aquello. Demasiadas habladurías que no me apetecía escuchar -¿Me estás pidiendo salir?- Le dije con sorna pasando hojas de forma desinteresada, mientras seguía con la mirada a la mujer acercarse, devolviéndole la sonrisa y fijando mi mirada grisácea en la morada de ella, acercando lentamente nuestros rostros hasta que la distancia que nos separaba era milimétrica. Añadí un “aham” esperando aquella estupidez, preparando nuestros labios para recibir los del contrario. Entonces me separé y cerré el libro entre ambos, rodeando a Arleen por uno de los laterales para empezar a empacar unas cuantas cosas -Me has convencido. Dame una hora, tengo un asunto que atender- En verdad había encontrado un hechizo que le vendría al pelo hacía rato, pero el libro daba mucho juego.
Asintió cuando mencionó a la descendiente Le Fay, sin comprender mucho aquello de los fantasmas personales pero decidiendo no meter demasiado las narices porque no era asunto suyo y esa mujer era bastante antipática. Con que pudiera echarle un ojo en algún momento sería de agradecer por todos los que habían ido a Roma a ayuda a Giordano.
La risa de Oscurus fue…extraña y Arleen frunció el ceño sonriéndole como sin llegar a entender de que se reía, pero era bueno saber que su compañero podía un rango variado de emociones pero de pronto palideció -¡¿Se comió a alguien?!- Preguntó abriendo los ojos con sorpresa y sintiéndose absolutamente insegura en el sitio en el que estaba. El comentario de Sofía hizo que negara con la cabeza -Está embarazada… y acabas de decirme que ese árbol come gente, normal que no esté cerca de él. Quizás…quizás habría que hablar con sus aprendices.
En cuanto al tema de Londres y su “rebeldía”, Arleen no paraba de sentirse atacada y estaba llegando a su límite pero porque mientras más Oscurus hablaba más sentido cobraban sus palabras. Decidió no seguir defendiendo su posición porque él también estaba en sus trece. El té la ayudó a tranquilizarse y apartó la mirada al sentir que la observaba en ese tenso silencio. Encontró divertido el borde de su vestido y empezó a acomodárselo como si nada. Cuando se levantó le siguió con la mirada, arqueando las cejas al oír aquella palabra extraña -¿Padawan?- ¿El qué había aprendido?
Al dejar la taza y acercarse a él pudo leer el título del libro y se preguntó para qué lo necesitaba hasta que comprendió que quizás era por el tema del árbol, un extra de protección. Iba a preguntarle si consideraba que podían proteger el edificio con el árbol dentro cuando le soltó aquella pregunta que le hizo detenerse en el acto, alzando la vista hacia él con sorpresa porque cuando había hecho esa pregunta había pensado en sus propios impulsos y no en él.
Se le quedó mirando en silencio… ¿Estaba empeñado en que hablara con Sayid porque él quería salir con ella? Pensó que su cita había sido un fracaso y por eso se habían quedado como compañeros. Empezó a sentir cómo sus mejillas ardían con la cercanía de Oscurus y cuando soltó aquel “aham”, Arleen parpadeó -Eh… Creo q…- Pero se alejó, y en su opinión el libro había hecho un gran estruendo al cerrarse. Le siguió con la mirada, recorriendo su figura un momento, para luego sacudir la cabeza -No, no…Oscurus, no era mi intención. Sólo…- ¿Qué?¿Qué iba a decirle? ¿Que había estado pensando en cómo un capitán de las fuerzas de coalición de Londres besaba como los dioses? ¿O cómo había dejado que ese mismo capitán acariciara su cuerpo de forma íntima? Ese capitán terco y cabezota que ahora vivía bajo su mismo techo... Y que le había dicho que comprara ropa interior. El rojo se acrecentó más tanto por los recuerdos como por la vergüenza que le recorría -No me malinterpretes, era un decir. Pensé que no había interés, no me hablaste para quedar de nuevo después de nuestra primera cita- Logró formar la oración y fue hasta la mesa donde estaba su bolso, cogiéndolo -Y-Yo también tengo que hacer…cosas- Dijo apurada -Si necesitas ayuda con algo...del hospital, avísame- Le dijo antes de salir rápidamente de la sala de personal. Lo que faltaba era que los del hospital cotillearan que había dejado a Sayid para meterse con Oscurus.
La risa de Oscurus fue…extraña y Arleen frunció el ceño sonriéndole como sin llegar a entender de que se reía, pero era bueno saber que su compañero podía un rango variado de emociones pero de pronto palideció -¡¿Se comió a alguien?!- Preguntó abriendo los ojos con sorpresa y sintiéndose absolutamente insegura en el sitio en el que estaba. El comentario de Sofía hizo que negara con la cabeza -Está embarazada… y acabas de decirme que ese árbol come gente, normal que no esté cerca de él. Quizás…quizás habría que hablar con sus aprendices.
En cuanto al tema de Londres y su “rebeldía”, Arleen no paraba de sentirse atacada y estaba llegando a su límite pero porque mientras más Oscurus hablaba más sentido cobraban sus palabras. Decidió no seguir defendiendo su posición porque él también estaba en sus trece. El té la ayudó a tranquilizarse y apartó la mirada al sentir que la observaba en ese tenso silencio. Encontró divertido el borde de su vestido y empezó a acomodárselo como si nada. Cuando se levantó le siguió con la mirada, arqueando las cejas al oír aquella palabra extraña -¿Padawan?- ¿El qué había aprendido?
Al dejar la taza y acercarse a él pudo leer el título del libro y se preguntó para qué lo necesitaba hasta que comprendió que quizás era por el tema del árbol, un extra de protección. Iba a preguntarle si consideraba que podían proteger el edificio con el árbol dentro cuando le soltó aquella pregunta que le hizo detenerse en el acto, alzando la vista hacia él con sorpresa porque cuando había hecho esa pregunta había pensado en sus propios impulsos y no en él.
Se le quedó mirando en silencio… ¿Estaba empeñado en que hablara con Sayid porque él quería salir con ella? Pensó que su cita había sido un fracaso y por eso se habían quedado como compañeros. Empezó a sentir cómo sus mejillas ardían con la cercanía de Oscurus y cuando soltó aquel “aham”, Arleen parpadeó -Eh… Creo q…- Pero se alejó, y en su opinión el libro había hecho un gran estruendo al cerrarse. Le siguió con la mirada, recorriendo su figura un momento, para luego sacudir la cabeza -No, no…Oscurus, no era mi intención. Sólo…- ¿Qué?¿Qué iba a decirle? ¿Que había estado pensando en cómo un capitán de las fuerzas de coalición de Londres besaba como los dioses? ¿O cómo había dejado que ese mismo capitán acariciara su cuerpo de forma íntima? Ese capitán terco y cabezota que ahora vivía bajo su mismo techo... Y que le había dicho que comprara ropa interior. El rojo se acrecentó más tanto por los recuerdos como por la vergüenza que le recorría -No me malinterpretes, era un decir. Pensé que no había interés, no me hablaste para quedar de nuevo después de nuestra primera cita- Logró formar la oración y fue hasta la mesa donde estaba su bolso, cogiéndolo -Y-Yo también tengo que hacer…cosas- Dijo apurada -Si necesitas ayuda con algo...del hospital, avísame- Le dijo antes de salir rápidamente de la sala de personal. Lo que faltaba era que los del hospital cotillearan que había dejado a Sayid para meterse con Oscurus.
-No es exactamente comer, pero sí- Comenté observando el puño cerrado que emulaba las raíces cerrándose sobre alguien hasta exprimirlo. En verdad, tampoco sabía si realmente había sido así, pero era como mejor me lo podía imaginar: gráfico y asqueroso. Como el Sanguis. -Se alimenta de sangre. De algún sitio va a tener que sacarla- Respondí abriendo la mano de nuevo, observando a la mujer como si aquello fuera la respuesta más evidente del mundo. No, el árbol no se andaba con lindezas, no iba pidiéndote un poco de sangre que te sobrara el día. Te la robaba como la vida y el alma. -Ah, que yo tengo que gestionar también los estudiantes de los demás. Joder, voy a pedir una subida de sueldo- Añadí con sorna porque ni siquiera había convocado a los estudiantes y, de haberlo hecho, se había quedado callada. Casi peor.
Asentí levemente cuando repitió la palabra que sabía que no iba a entender. Que se la explicaran en Londres, si es que quería. Con ello la discusión sobre Sayid se dio por zanjada, aunque, a mi punto de vista, todavía quedaba algo que tratar. Sin embargo, ahora mismo no estaba de humor como para comentarlo. Y sabía que la propuesta no sería bien recibida en este momento. Por lo que pudo seguir avanzando con el libro, hasta que captó la mirada sorprendida de la mujer, a la que devolvió una sonrisa divertida, antes de acercarme lentamente. Cada vez más cerca… tanto que podían notar el perfume de cada uno de ellos. Incluso me atreví a silenciar aquella duda con un toque leve en los labios de la mujer.
Pero no. -¿Malinterpretar? No hay nada que “malinterpretar”- Alcé la ceja con desconfianza, apoyando la escápula en la pared enfrentada. Giré para devolverle una sonrisa taimada entrecerrando los ojos -No aceptaré un no como respuesta- Respondí cruzándome de brazos observando cómo se empezaba a apurar y poner roja, como un tomate. No respondí absolutamente nada, pero disfruté con malicia la urgencia y la vergüenza de Arleen, porque sí, soy un poco cabroncete. Cuando salió me asomé al pasillo para gritarle que en una hora nos veríamos -Doris, bloquea mi agenda toda la tarde- Entré de nuevo en la sala apoyando la espalda en la pared, empezando a escuchar el murmullo generado en el pasillo. Disfruté por un corto periodo aquella confusión entre los que habían escuchado todo aquello, con una sonrisa abierta.
Me relamí el labio con cierto placer por aquel momento de discordia. Pero tenía cosas que hacer, aquello no era mentira. Debía elevar la protección de la habitación de la niña para que solo personas que no quisieran dañarla pudieran entrar, aunque en la recepción solo diría que necesitan mi permiso, para evitar preguntas inoportunas o fuera de lugar. Después de esto pasaría por casa para adecuarme para la falsa cita y reaparecer, una hora más tarde, en el hospital.
Cambié el gesto a mi peculiar hastío, tensando los labios y buscando el hechizo que necesitaba, marcado con los dedos en el interior del libro y me desaparecí de la sala de personal para ir a la de la niña y acabar con aquello.
Asentí levemente cuando repitió la palabra que sabía que no iba a entender. Que se la explicaran en Londres, si es que quería. Con ello la discusión sobre Sayid se dio por zanjada, aunque, a mi punto de vista, todavía quedaba algo que tratar. Sin embargo, ahora mismo no estaba de humor como para comentarlo. Y sabía que la propuesta no sería bien recibida en este momento. Por lo que pudo seguir avanzando con el libro, hasta que captó la mirada sorprendida de la mujer, a la que devolvió una sonrisa divertida, antes de acercarme lentamente. Cada vez más cerca… tanto que podían notar el perfume de cada uno de ellos. Incluso me atreví a silenciar aquella duda con un toque leve en los labios de la mujer.
Pero no. -¿Malinterpretar? No hay nada que “malinterpretar”- Alcé la ceja con desconfianza, apoyando la escápula en la pared enfrentada. Giré para devolverle una sonrisa taimada entrecerrando los ojos -No aceptaré un no como respuesta- Respondí cruzándome de brazos observando cómo se empezaba a apurar y poner roja, como un tomate. No respondí absolutamente nada, pero disfruté con malicia la urgencia y la vergüenza de Arleen, porque sí, soy un poco cabroncete. Cuando salió me asomé al pasillo para gritarle que en una hora nos veríamos -Doris, bloquea mi agenda toda la tarde- Entré de nuevo en la sala apoyando la espalda en la pared, empezando a escuchar el murmullo generado en el pasillo. Disfruté por un corto periodo aquella confusión entre los que habían escuchado todo aquello, con una sonrisa abierta.
Me relamí el labio con cierto placer por aquel momento de discordia. Pero tenía cosas que hacer, aquello no era mentira. Debía elevar la protección de la habitación de la niña para que solo personas que no quisieran dañarla pudieran entrar, aunque en la recepción solo diría que necesitan mi permiso, para evitar preguntas inoportunas o fuera de lugar. Después de esto pasaría por casa para adecuarme para la falsa cita y reaparecer, una hora más tarde, en el hospital.
Cambié el gesto a mi peculiar hastío, tensando los labios y buscando el hechizo que necesitaba, marcado con los dedos en el interior del libro y me desaparecí de la sala de personal para ir a la de la niña y acabar con aquello.
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