Sala de personal

La forma en la que hablaba Arleen daba a entender que empezaba a recomponerse y eso le tranquilizaba enormemente. Aunque la referencia que había hecho al Pendragon le pareció rara -Él no dijo nada de tu sangre. Habló de la magia de sangre en general. Aparte, sino me equivoco tenemos un Descendiente para eso…¿Snagov?- Sabía que había fallecido pero quizás había algún familiar que pudiera percibir algo -Es mejor tirar de ese hilo que el de los otros- Recomendó, no muy tranquilo con el hecho de que esa familia pusiera sus garras en Arleen. No, nada cómodo.  La advertencia de Sofía sobre el tema de la magia no le pasó desapercibida y entrecerró los ojos fijándose en ella, que había sido secuestrada por ellos y, lo cierto, es que nunca habían hablado del tema. De acuerdo, otro punto a discutir con su futura esposa.  

De pronto, alguien volteó la mesa y todas las fichas del tablero de su hermana se dispersaron y alguien puso una nueva mano. La suya… Vishous se tensó ¿Por eso habían sido sus palabras en la cena de Navidad? -Arleen- Advirtió pero notó que su hermana le ignoró descaradamente y miró a Sofía con preocupación, intentando que no sintiera que le estaban poniendo alguna especie de yunque encima. Extendió la mano y atrapó la de Sofía, en un agarre de seguridad. Un mensaje a través del casco le advirtió que Sayid ya estaba despierto -Me necesitan. Arleen me están informando que tu casa fue atacada. Iros a casa de Sofía a por ese té, cuando Sayid y Amaya estén bien os llamaré- Intercambió una significativa mirada con su futura esposa  y tras ello finalmente salieron de allí.

Guie sin muchas ganas de hablar al Pendragon por los pasillos del hospital, café en mano, y un par de pasos por delante del hombre. Si así iba a seguir el turno o a empezar, yo presentaba la carta de renuncia y listo. Me bajaba a la superficie con mi UVI móvil y que les jodieran fuerte a todos. -No sé si tendrá alguna pregunta sobre lo que ha pasado, Sr. Pendragon- Aunque la verdad, es que parecía que no, de modo que disfruté de aquel café antes de que aparecieran más problemas y me quedara con las ganas de cafeína en vena.

Doblamos unas cuantas esquinas, pasando por pasillos poco transitados hasta llegar a la zona del personal del hospital, era una zona reservada y tranquila a los ojos de intrusos. Por el camino una celadora nueva nos trajo un pequeño vial de sangre con una carpeta con un mapa que no mostré a Darren, de las pruebas de glucosa de Arleen y de otros factores hemáticos para el control del su embarazo. Invité al Pendragon a entrar y cerré la puerta -Por favor, tome asiento- Un último sorbo y me senté frente al rubio, arrastrando la silla de una forma muy sonora y molesta, buscando la irritación o el enfado o cualquier otro sentimiento humano por parte de aquel hombre que era posiblemente el más sieso que jamás hubiera visto. Dejó el café en una de las esquinas de un pequeño mapa de Ouroboros , la sangre al lado, encima de la carpeta. -Bien, es el momento de la magia- Me crucé de brazos por delante del pecho esperando que hiciera su magia, arrugando el ceño y el labio, entre el escepticismo y la esperanza de que aquello funcionara, porque de ser así, la magia de sangre podría tener un nuevo adepto.

Darren siguió en silencio al medimago sin mediar palabra con el mismo, con la mirada fijada al frente y los brazos moviéndose al vaivén del caminar. Según le había dicho aquel hombre, el tiempo apremiaba, de modo que no entendía por qué razón no se habían desaparecido directamente al lugar donde pretendía que se reunieran. La suposición del médico era cierta y alguien le alcanzó un pequeño frasco de sangre mientras ambos se desplazaban por los tortuosos pasillos de aquella zona del hospital. De toda aquella situación que le había descrito Oscurus, Darren seguía sin entender la razón por la que la Guardia de Ouroboros no había actuado para evitar que Arleen se desapareciera con el muggle. Aquello pasaba por dejarles pasear sin control de un lado a otro, seguramente ahora que la superficie volvía a ser segura, muchos (o todos) se irían de la isla. Y con ellos muchos de los magos afines y otra inmundicia que no eran de interés para los linajes de los Descendientes, quizás, únicamente, para engendrar descendencia.

La sala donde le había dirigido era terriblemente fría, en comparación con el resto del hospital. Paredes grises, techos altos, llenos de tuberías y canalizaciones. En el centro una mesa larga, de metal, rodeada por sillas de madera clara. La decoración brillaba por su ausencia, pero sí había en la pared taquillas y algún objeto de divertimento para el personal sanitario. Algún tipo de sala de reunión. Ningún parecido con la sala del trono o la de la mesa redonda de Avalon. Darren aceptó la invitación del médico y tomó asiento, en silencio, sin hacer aquel ruido molesto que el otro estaba haciendo. Sin embargo, no mostró ningún tipo de afección por aquel sonido. Se limitó a sentarse y posar los brazos sobre la mesa, entrelazando los dedos sobre el mapa de Ouroboros que estaba sobre la superficie de la misma. Darren alzó la mirada hacia el médico, escrutándolo con la misma, tratando de averiguar cuáles eran sus intenciones, si eran necesidad, curiosidad por la magia de sangre, o en verdad era urgencia. Extendió la mano, cogiendo el frasco de sangre para untarse un poco del líquido vital sobre los dedos, concentrándose en su portadora, como hacía con sus hermanos cuando les tenía que localizar. La sangre contactó con su portadora, formando un vínculo silencioso, fuerte, invisible e irrompible.

Darren extendió la mano sobre la isla de Ouroboros, pero se detuvo en seco antes de acercarse -La doctora no está en la isla- Alzó la mirada verde hacia el médico, clavándole los ojos, esperando que todo aquello no fuera una tomadura de pelo. Sin embargo, la carpeta que tenía al lado llamó la atención de la untuosa sangre por culpa de los anticoagulantes y la del mago. Dejó el frasco, cogió la carpeta y la lanzó sobre el mapa de Ouroboros, dejando a la vista la ciudad de Londres. Arrugó el labio, con molestia, a sabiendas que el médico se estaba guardando información que debería haber compartido con él y que se había callado. -Espero que todo esto no se trate de un absurdo juego-

Sin embargo, Darren dejó que la sangre guiara su mano hacia algún punto del mapa… se alejaba de la zona céntrica del centro de la ciudad… un barrio residencial periférico, un suburbio... Darren dibujó un punto con la yema de su dedo sobre el lugar donde sangre y portadora contactaban. La mancha tintineaba sobre una ubicación, extendía pequeños brazos y volvía a concentrarse, moviéndose en línea recta con cierta velocidad. Salvo por el fondo, aquel mapa le recordaba al que Withyr tenía en el castillo, donde las pequeñas gotas de sangre no dejaban de moverse por el papel, muestra de la ubicación de los portadores. -Ahí tiene a la doctora. No deberían demorar en salir a buscarla, si es que confían en que su seguridad se mantenga en el tiempo- Darren se puso en pie y desde la altura dirigió la mirada inexpresiva al moreno, paseó la yema del dedo pulgar por la sangre que estaba en la de los dedos índice y corazón haciendo que el líquido desapareciera.

Capté la mirada del rubio que sabía perfectamente que me estaba estudiando. Aquello tenía hasta su misticismo y los ojos verdes de Darren eran brillantes como una hoja bañada por el rocío del amanecer. No temía, si es que pretendía amedrentarme, pero le desafié, fijando mi mirada en la suya. Me incliné levemente hacia delante, apoyando los codos sobre la mesa y las manos, estiradas, sobre los labios. Si íbamos a jugar a los duelos de miradas, yo también quería participar. Y si pensaba que me iba a acobardar en mi propio hospital, lo llevaba muy claro.

Siguió con la mirada la mano del invitado hasta la sangre y se apuntó los gestos que éste hacía y cómo trataba con cuidado el líquido rojizo. Recordó aquello que dijo el hermano mayor durante la operación de Lucio, lo de que no hacía falta haberlo hecho de aquella forma, pero el rubio hacía aquello como si de un ritual silencioso se tratase. Le recordó a aquellas películas de vampiros que veía cuando vivía en Londres, ¿acaso la magia de sangre tenía algún tipo de relación con el vampirismo? Sí, ¿por qué no? Que el Pendragon pillara la prueba que le había preparado no me pilló por sorpresa, al contrario, era de esperar. Lo que no sabía es que fuera a descubrirlo tan rápido. Una leve sonrisa se dibujó en mis labios, con malicia. -Puede creerme, no se trata de ningún juego, y menos si se trata de la vida de una compañera. Por favor, proceda- Dirigí el mapa de Londres hacia Darren, arrastrándolo por la mesa con en su dirección, con la punta de los dedos. Extendí la mano, presentando el mapa y dejé que el mago obrara. Me crucé de brazos, ahora con impaciencia, dándome cuenta de cómo se separaba del centro de la ciudad. Oscurus conocía más que de sobra la ciudad, y aquello no era el London Eye y el movimiento que realizaba la sangre por el dibujo de las calles de Londres parecía demasiado al que realizaría el suburbano. Aquello le escamó, pero tendría sentido, si la interpretación de Vishous era cierta, Arleen se habría desaparecido a la gran noria, pero si aquello era verdad, ya no estaba allí. Tenía sentido, quizás el muggle la haya arrastrado por el resto de la ciudad… Aquella gota, aquel movimiento, era como hipnótico. -¿Cómo puedo saber qué esto no es una estratagema vuestra? ¿Cómo sé que Arleen está ahí? ¿Cómo sé si está viva, siquiera?- Inquirí, poniéndome yo también de pie, para quedar a su misma altura -¿Cómo puedo confiar en ustedes?- Entrecerré los ojos, manteniéndole la mirada.

Un gruñido descontento se materializó en aquella sala ante el juego al que parecía querer someter el médico al Pendragon. Apretó los dientes con fuerza y entrecerró los ojos, alzando los dedos manchados en sangre en dirección a Oscurus -No juegue con el fuego de un dragón si no quiere quemarse- Avisó, sin alzar la voz, en un tono neutral. Aquel médico no querría conocer la furia de Darren, y por tanto, era mejor que no jugara con su paciencia, o no al menos de aquella forma tan poco descarada. Y no quería perder el control con un ciudadano de Ouroboros. Darren desconocía que se estaba trayendo aquel médico entre manos, pero aquello era algo en lo que el rubio no quería seguir participando. Y el hecho de ponerse en pie dejaba claro que su presencia en el hospital finalizaría cuanto antes. Ni prestó atención al trayecto de la sangre por el mapa, resultándole indiferente. El Pendragon había cumplido, otra vez, localizando a la maga. Lo que hicieran con aquella información no era asunto suyo. Sostuvo la mirada del médico cuando este se puso en pie, quedando ahora ambos a la misma altura. Expulsó aire con fuerza por la nariz ante aquellas insinuaciones -Ya se lo he avisado. No juegue conmigo, ni con la magia que no conoce. No hace falta tenderos una trampa si quisiera ver toda la isla arder, lo haría por mis por mis propias manos- Le dijo al médico apretando los dientes, ahora sí, con furia contenida. Cuando quiso ser consciente de la situación, Darren había cogido por la pechera al médico, arrimando el cuerpo del mismo en su dirección. Le apartó de un empujón, dándole la espalda para llevarse la mano a la frente y masajearse las sienes y respirar para serenarse. -La doctora tiene problemas de circulación que podría poner en peligro su embarazo- Trató de explicarle, aunque en verdad era un recordatorio para sí mismo. Aquella era información que, de seguro, el equipo ya conocía, ¿para qué hacerla patente de nuevo? ¿Acaso era preocupación lo que sentía el rubio por la mujer? No…. No… Debía darle igual, ella era la mujer del Usurpador. Se volvió hacia el médico, hinchando el pecho y alzando levemente la barbilla. La pregunta del médico le arrancó una leve sonrisa, irónica y satisfecha, fijando la mirada de nuevo en el doctor, y se ahorró la respuesta.

Fue entonces cuando una extraña sensación le recorrió la espina, y las molestias de la marca se acrecentaron. Estaba pasando algo en Avalon, con el árbol, con su familia, era un presentimiento. -Las cartas están sobre la mesa. Ahora la partida solo depende de vosotros- Y sin añadir mucho más, el rubio Pendragon se desapareció del hospital, dejando aquella gotita de sangre recorriendo el mapa de Londres hasta que se posó en un punto en concreto. Y entonces quedó inmóvil.

Apreté los dientes con fuerza, aguantando una carcajada por aquel comentario. Me encantaba tensar las situaciones hasta los límites insospechados, y por alguna razón, parecía que estaba conociendo los del rubio. A pesar de la contención, una sonrisa ladina se perfiló entre la perilla cuidadosamente recortada del médico, apartando con sus dedos los del Pendragon. -Conozco unos cuantos remedios contra las quemaduras de dragón- Añadí, con superioridad. Alzó la mirada hacia el rostro del Pendragon para seguirle en la alzada, sin ningún tipo de congoja. Entrecerré los ojos ante aquella amenaza, escrutándola, tratando de averiguar cuánto habría de farol en aquel argumento y cuánto no. Y, algo le dijo, dentro de su inteligencia, que perfectamente podrían hacer arder aquella isla hasta los cimientos si se lo pretendían, a matarlos a todos con aquella magia de sangre. Solo tenían que proponérselo -¿Y qué te lo impide?- Escupí prácticamente aquellas palabras, arrugando el labio con desagrado, asqueado por la bravuconada. Le cogí por las manos que me había lanzado al pecho y se las empujé con fuerza, para retirarlas. La suma de su fuerza con la mía, casi hizo que me cayera, trastabillé y tuve que apoyarme contra la pared, sin entender a qué venía ahora con el embarazo de Arleen -¿De qué vas, de colega?- Entrecerré los ojos, incorporándome, esperando su respuesta, la cual nunca llegué a recibir y entonces se desapareció.

La tensión se mantuvo durante unos segundos más, mientras seguía contemplando el lugar donde estaba aquel hombre, con su fuerza y sus amenazas. ¿Tan fuerte era el pacto con los Descendientes que evitaban que aquella gente pudiera destruir la isla de una sentada si les apetecía? Me senté de nuevo, apoyando los codos en la mesa y echándome el pelo hacia atrás, comprobando el recorrido de la gota de sangre por lo que parecía ser la línea de metro hasta que se detuvo. Fuera, o no fuera una trampa, debería de informar al machirulo de Vishous. Conjuré un patronus en forma de cuervo que desapareció de la sala para buscar al teniente de la Guardia, con la información de que conocía la ubicación de la compañera del hospital. Luego trató de comprobar el estado del café y…. ¡joder! ¡Otra vez se le había quedado frío! Pues entre la conversación con Darren Pendragon y el café frío tuvo que aguantarse una arcada para no vomitar allí mismo, y solamente pudo esperar paciente a que llegara la guardia.

Después de la revisión de la zona no habían encontrado una maldita mierda. Volvió a la isla sólo para recibir un patronus de mierda de Sofía y quedarse sin respuesta alguna. Estaba empezando a caminar sobre el peligroso borde de la ira y Fred no hacía más que mirarlo y tratar de calmarlo pero a ese también estaba a punto de partirle la cara. Lo mandó a tomar por culo y a que se fuera a revisar a Aurora, avisar a su madre, hablar con Sayid o con quien coño le placiera mientras él iba  su ático y revisaba los escasos libros que tenía sobre magia.

Si él era un ser tan poderoso que necesitaba advertencia tenía que haber una forma de conseguirla ¿no?  Había pasado por casa de Sofía momentáneamente pero allí no estaba su futura esposa. Es más, sólo habían reportado que había ido hacia el castillo de los Pendragon pero nada más. Envió a unos guardias allí porque estaba claro que él no sabría como llevarlo pero le avisaron que habían partido… ¿A DÓNDE COÑO, SI SE PUEDE SABER? Pero esa fue otra pregunta que no le respondieron.

Recibió un patronus con información sobre Arleen y se desapareció al hospital para ir directo a la sala de personal dónde le había citado el mismo médico que le había llamado en primera instancia. Abrió sin tocar y le buscó con la mirada -¿Qué sabes?- Inquirió, sin ir sin rodeos pero entonces se fijó en el mapa con aquel recorrido de sangre y empezó a acercarse a él con el ceño fruncido. ¿Aquello era magia de sangre? Fue…cuidadoso a la hora de pensar mientras sentía que su ira se templaba, cosa que no era para nada bueno. Sabía que Oscurus era pariente de Galenus, pero más o menos le importaba una mierda -¿Cómo lo habéis conseguido?- Inquirió en un tono frío y muy bajo.

Andaba recogiendo el lugar del crimen de sangre tras la conversación con el Pendragon mientras esperaba la guardia. El vial de sangre se perdió en un bolsillo mientras que los planos todavía quedaron extendidos en sobre la mesa, dejando ver aquel punto rojo oscuro inmóvil sobre aquella ubicación. Definitivamente era una zona residencial, quizás la casa del secuestrador. En cualquier caso, no era algo que fuera a comprobar por su propio pellejo. El café frío también desapareció, pero en el fondo de una papelera. Y no tuvo que esperar mucho tiempo sentado contemplando aquella mancha con gesto de aburrimiento hasta que Vishous llegó a la sala. No hubo ningún intercambio de saludos, ni de protocolos de bienvenida. Giró el mapa y lo puso en dirección al teniente, para que pudiera orientar la ciudad. Tras aquello dio un leve toque en la ubicación del punto de sangre -Creo tener una ubicación- Entrelacé los dedos y apoyé la barbilla detrás de ellos -También sé, o supongo, que con el delicado estado de salud de Arleen y su embarazo, y después de haberse desaparecido, no creo que podamos estar perdiendo mucho más el tiempo-

-Tengo mis fuentes- Entrecerré los ojos y calvé la mirada azul grisácea en el rostro del teniente, hablándole de una forma muy pausada y calmada, sopesando su reacción. Y aquel tono no auguraba nada bueno, podríamos llamarlo corazonada o experiencia. Suspiré de una forma cansada y cogí aire, hinchando el pecho, mientras permanecía sentado -Contacté con los Pendragon para localizar a Arleen. Era la forma más rápida que se me ocurrió y ya habían trabajado juntos con anterioridad. El resto, lo puede ver aquí mismo, teniente- Volví a señalarle el mapa -No puedo prevenirle de que todo sea una trampa de los Pendragon, cosa que dudo, a decir verdad. Sí puedo decirle que toda esta zona es residencial, si SAM no la ha reestructurado- Y entonces esperó, porque sabía que la pregunta de cómo, por qué habría contactado con los Pendragon no tardaría en hacer acto de aparición. Se cruzó de brazos por delante del pecho y esperó a que el teniente desatara su furia, aquello solo era la calma que precede a la tormenta. Se le podía percibir toda aquella tensión al teniente de la Guardia -Y no hay tiempo que perder para más discusiones- Inquirí, antes de que toda aquella furia fuera desatada.

-Mmm..Gracias… ¿Tus fuentes?- Preguntó con cierto rintintín  y le sostuvo la mirada, si creía que le iba a intimidar con aquellos ojos estaba puto equivocado. Escuchó lo que temía y maldijo interiormente, esos malditos Pendragon estaban empezando a rondar demasiado cerca de Arleen y ahora uno de ellos literalmente había estado en contacto con la sangre de su hermana -¿Y has hablado con Sayid sobre esto?- Inquirió alzando una ceja pero manteniendo el tono frío y bajo, neutral, agarrando su temperamento con una correa al cuello muy muy fuerte.

Miró hacia el mapa. Zona residencial. Tendrían que hacer un reconocimiento para conocer la situación antes de realmente ir a por ella. Envió un patronus a Fred para que viniera con él y así organizar la situación y la gente que iba a bajar con ellos, porque solos no iban a ir, sólo en caso de que los Pendragon hubiesen hecho algún tipo de jueguecito tenebroso. Volvió la mirada hacia Oscurus cuando le advirtió con aquel tonito que no había tiempo que perder -Las discusiones vendrán después, cuando ella se entere de que has permitido que un Pendragon manipule su sangre. ¿Es que acaso no conoces la situación? ¿No conoces la denuncia que han hecho contra Darren Pendragon o todos los atentados contra descendientes que hicieron? Les has puesto en bandeja de oro a MI HERMANA- Le gritó en último instante y golpeó la mesa con un puño - ¡No tenías autorización para tomar decisiones sobre su sangre! ¿Qué pasa si la has puesto en más peligro al volver aquí? ¿Qué pasa si los Pendragon deciden tomar algún tipo de venganza contra Sayid?-

Cogió el mapa y lo envolvió con más cuidado de lo que esperaba -Las consecuencias de esto aún están por verse- Le ladró, pensando en Sofía que estaba lejos de allí y que parecía que con cada segundo que pasaba la distancia de ambas mujeres le quitaba el aire. Desapareció en un instante.

De toda aquella conversación lo primero que le sorprendió es la mención del Descendiente. Alzó las cejas de una forma muy expresiva, sin entender bien qué pintaba él aquí -¿El desaparecido? Esto es más acuciante que…- Se mordió la lengua para no seguir con el resto de la frase, porque el Descendiente de Ibn Salah, marido de Arleen, era el jefe de la guardia. Insultarle de aquella tan forma tan gratuita podría ser más contraproducente teniendo al teniente ahí delante, plantado como un toro esperando la embestida. Pero, si por Oscurus fuera, podrían darle por culo mucho y muy fuerte a Sayid, y ni tan siquiera se le había pasado por la cabeza ir a llorarle. -No, no había tiempo- Reconocí, finalmente sin cambiar el semblante serio del rostro. -He tenido que asistir algún caso de secuestro cuando trabajaba en el hospital de Londres, y sé que el tiempo es crucial y juega en nuestra contra. Ahí tiene la dirección, haga lo que considere oportuno con ello- Porque le entraron ganas de tirarle aquel mapa a la cara. Además, no estarían teniendo esa conversación si la estúpida e inútil guardia hubieran hecho algo, cosa que no fue así.

Tras aquello se creó una calma tensa que podía cortarse con un cuchillo. Oscurus permanecía sentado, levemente inclinado sobre la mesa, observando en silencio como el moreno manipulaba el mapa marcado con sangre. Rodeó los ojos y los puso en blanco, apretándose con fuerza las sienes, tapando con la palma gran parte del rostro. Cogió aire. Lo de la denuncia sobre uno de ellos no lo sabía, ahora entendía la reacción de la recepcionista -Si los Pendragon quieren vengarse de Sayid la rubia podría habérselo cargado cuando le estuvo curando al volver de la misión. Eso si no se han hecho con sangre ya desde entonces- Se alzó de forma repentina, quedando a su altura. Quizás así sería más fácil de que entendiera que había tenido todo el cuidado del mundo. Empezó a hablar despacio, todo lo que ese tipo tenía de músculo le faltaba de cerebro -No hay más sangre de Arleen que la que está en ese mapa, si querían vengarse de ella ya podrían haberlo hecho- Añadió una risotada irónica con aquello último, a sabiendas que podía ganarse un puñetazo -¿Esta conversación es por Arleen o por Sayid? Porque creo que nos estamos equivocando de rumbo- Le recordó al teniente, de la misma forma que él le estaba enfatizando que, supuestamente, aquella conversación era para encontrar a Arleen -Porque creo que estábamos hablando de encontrar a TU HERMANA y no andar preocupándonos por las botas lamidas de Sayid- Quizás estaban claras las preferencias, y distaban mucho de aquellas falsas enfatizaciones con las que estaba engañándose el teniente barbudo.

Apretó los dientes con aquella amenaza, más allá de las posibles consecuencias que pudiera haber por haber usado magia de sangre, estaba dando a entender que habría consecuencias hacia su persona. Entrecerró los ojos y clavó con fiereza la mirada en el teniente -Me comen los huevos las consecuencias. La prioridad es la vida de mi compañera aún por encima de las consecuencias o de lo que Sayid diga o deje de decir- Le escupió las palabras, en respuesta a su ladrido. No iba a amenazarle con gilipolleces.

Tras aquello el teniente desapareció. Por supuesto no esperaba un gracias, pero al menos no que le amenazara de aquella forma tan descarada. Que le jodan. Devolvió todo su correspondiente lugar gruñendo y no queriendo saber absolutamente nada de nadie ni nada. Ese día no habría servicio. Estaba de baja.

La canalización de magia de sanación a Aedan me había dejado agotado, mucho rato sin tener un resultado positivo. ¿De qué servía mi poder si ni siquiera podía salvar la vida de un niño? ¿no se suponía que era lo que se esperaría del descendiente de Galeno? Otra vez no era suficiente. Tan sólo había comprado algo de tiempo. Por eso mismo decidí no alejarme del hospital en las horas que siguieron, por mucho que hubiese acabado mi turno. Me dirigí hacia la sala de personal para descansar un poco y para tomarme los cafés que hiciesen falta para recargarme, aunque tras el cuarto ya empezaba a estar alterado de más.

Aproveché ese estado mental para intentar buscar más referencias sobre maldiciones en mis libros, y al final todo coincidía con lo que le había estado comentando a Justin horas atrás. Magia demasiado poderosa y antigua, marcas de maldición sobre linajes...sabía que había más, pero tampoco habían explicado lo suficiente. Tal vez trabajando a la vez con Sean consiguiésemos algo, si es que conseguía localizarlo. Me extrañaba que no hubiese acudido a la llamada de Catherine, y también que no me hubiese dicho nada de la nota de casa. A lo mejor estaba molesto por algo, desde la fiesta había estado algo tirante. Estaba ya a punto de marcharme de la sala de personal para ir a ver a Aedan de nuevo, pero entonces me encontré a Sean viniendo hacia donde yo estaba. Avancé rápidamente hacia él, buscando con curiosidad algún gesto en su cara que delatase lo que pensaba de la nota. No era como decir que había adoptado un gato. Lo mismo no le hacía gracia la idea. - Te estaba buscando, Sean. ¿Dónde te metías? ¿Has venido por lo de Aedan? y...¿viste lo de casa?

Estaba agotdo pero las cosas iban demasiado rápido, en cualquier momento Catherine cometería una locura, seguramente yo haría lo mismo por mi familia en algún punto si fuera necesario pero en ese puto y tal y como estaban las cosas me parecía una idea nefasta. Después de ayudar a Aedan y dejarlo con su padre fui en busca de Lucio, pregunté por él a las enfermeras hasta llegar a la sala de personal , tenía el ceño fruncido, el cansancio y toda aquella situación me afectaba más de lo que quería admitir pero al ver como mi prometido se acercaba pude esbozar una sonrisa, levantando los brazos para darle un buen abrazo y un beso en los labios -Estoy agotado... he conseguido contener la maldición de Aedan pero mucho me temo que es demasiado incluso para mi...-  lo estrujé un poco más antes de separarme y tomar su mano para que nos sentáramos juntos y poder contarle lo que había estado haciendo mientras respondía a los mensajes que me habían enviado.

-Siento haber desaparecido estos días, ya sabes que lo de los Pendragon me supera, cada vez es peor y sé que todos estáis dispuestos a darles una oportunidad pero esto... lo siento, creo que debo alejarme de la isla- saqué un pergamino de mi bolsa y se lo tendí a Lucio, eran unos planos mal dibujados pero con un concepto clave que esperaba se entendiera -Quiero bajar a tierra y abrir una nueva academia, una para todos aquellos que quieran aprender magia sin importar tu lugar de residencia, el origen de tu magia... solo ganas de aprender - mientras lo decía parecía utópico, era algo muy ambicioso... pero sentía que era necesario -Me llevaré a Zaphira de aquí, ella tampoco puede estar mucho más tiempo expuesta, menos en su estado, creo que Lyran era profesor, le preguntaré a él y a Aldaron si quieren acompañarme, tal vez reconstruir bastion hollow... no lo tengo todo encajado aún, solo sé que me quiero ir ¿vendrías conmigo?-

me quedé un momento en silencio esperando la respuesta de Lucio hasta que recordé la nota que había dejado en el sofá de casa, una sorpresa decía, pero no había podido ver nada en casa, al menos no en el poco tiempo que tardé en ir y volver -Por cierto, ¿qué sorpresa tienes para mi? lo siento, he pasado tan rápido por casa que a duras penas he podido leer tu nota-

Me aburro luego de un rato de tener a una mujer intentando enseñarme a hablar griego, prefiero los emocionantes relatos sobre la furia de los dioses. Los doce trabajos de Hércules es mi favorito, hay tantas muertes. La guerra de Troya es bastante decepcionante, uno pensaría que, como en el título dice “guerra”, habría más sangre, pero ni tanto, hay un gran caballo de madera. Debajo de la bata de hospital llevo la cota de mithril porque me siento más cómoda usándola, en la silla de ruedas a la que me sujetaron para que no me ponga de pié guardo dos cuchillos, una daga, un puño americano, una piedra verde y una poción matalobos.

La lanza es lo único que dejo en la habitación porque no hay forma de esconderla en la silla de ruedas. Avanzo por los pasillos de penetrante olor a desinfectante, de vez en cuando acariciando con el pulgar la piedra color turquesa pensativa, me ayuda a enfocarme. Los que ahora convalecen en el hospital no me sirven para ser miembros del clan, son débiles y enfermizos, así que me dedico a presumir mi panza en forma de globo gigante. No entiendo la razón de tanta etiqueta y protocolo para los descendientes y sus compañeros, pero la idea ronda mis pensamientos desde que la chamana de la isla flotante me lo dijo.

Sigo su aroma y también otros por curiosidad. Entro en una sala que huele a algo dulce y a antiséptico y veo a dos personas charlando. Voy hasta la fría heladera y la abro para descubrir lo que hay adentro; recipientes cerrados que contienen comida y bebida. -¿Dónde está Anteia Malfoy?- Pregunto mientras agarro uno, lo olisqueo y, como no me interesa, lo lanzo por detrás de mi hombro sin cuidado alguno.

Suspiré aliviado al ver que venía a darme un abrazo y que no estaba enfadado. Por un momento había pensado que estaría molesto por algo. Le abracé con cariño antes de darle un beso, dejando otro en su frente antes de separarme un poco. - Gracias por venir. Yo tampoco he podido hacer mucho, pero al menos tú has ganado algo de tiempo para el niño. - lo tomé de la mano para llevarlo al interior de la sala de personal, esperando que se sentase en una silla para descansar. Canalizar magia de ese modo dejaba agotado a cualquier mago, incluso a los más poderosos. Enseguida me explicó el motivo por el que había estado ausente los últimos días, aunque algo me había supuesto desde lo de la fiesta.

- ¿¿Cómo que alejarte de la isla?? Pero...si no tienes que verles si no quieres. - repliqué rápidamente, desconcertado por la decisión de alejarse. Extendí la mano hacia el pergamino que me pasaba, abriéndolo con gesto dudoso mientras me decía su idea con lo de la academia. Sonaba a que quería abandonar Ouroboros, y eso me puso triste. - Una academia para todos...es buena idea, pero...¿no puede llevarla otro? tu lugar está en la isla, conmigo y con el resto de compañeros del Consejo. Con tus alumnos. - lo de Zaphira podía entenderlo, ella estaba ahora en una situación complicada y tenía sentido, pero Sean no estaba en peligro de ningún modo. Puse mi mano sobre la suya cuando me preguntó aquello de si iría con él, entendiendo que quería marcharse de manera definitiva.

- Quiero que sigas viviendo aquí, en el hogar que hemos creado. Claro que puedes bajar cuando quieras, pero... Ouroboros es nuestro sitio. No puedo abandonar el hospital, lo sabes. ¿Qué haría yo de útil allí abajo? - enseguida descubrí que él no sabía nada de lo que ponía en la nota, tal vez cuando se lo dijese cambiase de opinión. Me puse un poco nervioso al intentar explicarlo, aunque traté de ser directo. - He...he llevado a la pequeña de los O'Connell a casa. Me daba pena que estuviese sola y abandonada en la guardería del hospital, más teniendo en cuenta su problema en las piernas. Así que firmé para tenerla acogida. Quién sabe...tal vez incluso podríamos adoptarla. ¿Te parece bien? - en ese momento nos vimos interrumpidos por una mujer en silla de ruedas que se coló en la sala de personal así sin más. Enseguida la reconocí como la mujer embarazada de Altair, así que me fui directo hacia ella al verla abrir el frigorífico como si nada para ponerse a tirar cosas.

- Lo siento, pero no puedes entrar aquí sin permiso. Anteia está indispuesta ahora mismo y la mandé a descansar. ¿Para qué la necesitas? Creo que tú deberías irte a casa de Altair. No tiene sentido que des vueltas por el hospital en silla de ruedas. No estás enferma... si alguien debe estar pendiente de ti es el padre de tus hijos, habla con él. Pediré que alguien del hospital te lleve a casa de Altaïr. - me asomé un momento al pasillo, llamando a un celador para que se acercase a colaborar con el asunto.

Suspiré pesadamente cuando dijo que al menos había podido ganar tiempo para el pequeño, eso no era lo que un descendiente de Merlín debería hacer, me sentí estancado e inútil pero aún así sabía que había otra forma de salvarlo que no implicara unirse en matrimonio a un potencial enemigo... Me dejé llevar por Lucio hasta sentarnos uno frente al otro y bastante cerca. Le expliqué mis intenciones, lo que quería hacer y no pareció agradarle demasiado la idea, sonreí al escuchar sus réplicas llevando una mano a su mejilla para acariciarla de forma gentil -Lucio, esto se nos va de las manos, sé que tu también lo sabes y no me siento a gusto, no me siento a salvo y antes que perder mi tiempo aquí quiero hacer algo más con mi vida, quiero ayudar, quiero sentirme útil...-

Dejé que echara un vistazo al pergamino, no quería que fuera un proyecto de Ouroboros, quería que fuera mío así que no contaría con los medios de la isla, pero ya me las arreglaría después, lo primero era convencer a Lucio -Mis alumnos pueden venir conmigo, pueden venir a la academia, al fin y al cabo tienen edad para desaparecerse, todos son mayores y ya no hay nada que los amenace... al menos abajo- me quedé unos segundos en silencio, ya volvía de nuevo a mis pensamientos conspiratorios, cada vez me parecía más a los rusos -Sé que no puedes dejar el hospital pero... ¿recuerdas que pensamos en reconstruir el de tierra? por eso he pensado en Aldaron, todos los refugiados que vuelvan a tierra necesitarán un lugar al cual ir... tu puedes ir y venir pero podriamos vivir abajo, en la cabaña de mi familia o en una cueva, nuestro hogar será cualquier lugar en el que estemos juntos-

Extendí mis manos hacia las de él para entrelazarlas con las mías esperando su respuesta pero su contraataque me tomó realmente desprevenido, abrí los ojos de par en par intentando procesar lo que me estaba diciendo...cerré los ojos y moví la cabeza de un lado a otro, no era una señal negativa, de hecho mi rostro solo podía expresar sorpresa -Bueno, no... no me opongo a tenerla en casa, me parece una buena idea pero ¿adoptarla? ¿y sus hermanos? sé que la ministra ya no está y su padre está en la cárcel pero... bueno, supongo que si vivimos en tierra los chicos podrán visitarla..ah. no sé que decir la verdad- me llevé una mano a la cabeza, eran muchas cosas pero si adoptábamos a la niña... la idea de una familia se hacía mucho más real, miré de un lado a otro, después a lucio y de nuevo al vacío hasta poder dedicarle una sonrisa y responderle.... pero no, una mujer llegó y fue directa a la nevera lanzando uno de los tuppers del personal del hospital, como si no pasaran los pobres suficiente hambre como para que encima les tiraran la comida. detuve aquello con un conjuro frunciendo el ceño -Señora ¿quiere bolsa?- le dije ante su mal comportamiento como si pudiera llegar y servirse loq ue le diera la gana.

Esperé a que Lucio le echara la "bronca" como solía hacer, estaba claro que era paciente y no pesonal y cuando mencionó a Altair casi pude entender su actitud. Uno de los celadores entró para llevársela y bufé cuando por fin nos dejó solos -De verdad... que cara más dura tienen algunos...- moví mi mano para que el tupper con comida volviera a su sitio, intacto como si nada hubiera pasado y de nuevo miré a Lucio -si llega a ser la comida de Aldaron seguro le da con la cerbatana- dije a modo de broma antes de volver a donde nos habíamos quedado - Me parece bien lo de la niña... pero eso me da una razón más para pensar que deberíamos bajar... ha nacido en condiciones especiales, no sé si me entiendes, sus padres... sus piernas, su magia... - por la puerta empezaba a pasar gente y aquel ya no era un lugar privado, saludé a los recién llegados y me levanté -vamos a casa y a por la pequeña- al menos podríamos hablar frente a la chimenea tranquilamente así que nos desaparecimos del lugar.

¡Qué vergüenza! ¿Podría seguir saliendo las cosas mal aquella mañana? No había tenido suficiente con cagarla con Iroh y su reconocimiento, con que me hubiera pillado con lo de Chloe, con haberme roto la nariz al tratar de huir de la habitación, sino que para rematar el día, Oscurus me había pillado. Por Merlín, ahora pensaría que soy más idiota de lo normal. Lloriquearle durante el trayecto que hubo desde la habitación de Iroh hasta la sala de personal de aquella planta no había servido, y pronto me había quitado la tarea de encargarme de la revisión del resto de los pacientes. Andaba con la mirada baja hasta que pasamos a la sala, busqué una silla y pude descansar, tapándome la cara muerto de la vergüenza. Al menos durante el camino Oscurus no me había hecho ninguna pregunta rara, solo me acompañó en silencio… y seguro que me estaba evaluando de aquella forma que él hacía con esos ojos fríos. -Ha sido un accidente… No vi la puerta- Suspiré de una forma cansada dejándome resbalar por el respaldo de la silla. Fue en aquel momento en el que me pasé la mano por la nariz al apartarme la gasa que me había dado y poder ver la sangre -No le digas nada a Josephine, no quiero preocuparla…- y qué se yo, lo mismo tenía que redactar el testamento o mi dimisión. Y entonces miré a Oscurus con cara de pena. La verdad que la nariz no me dolía nada, el amor propio ya era otra cosa…

Caminé en silencio al lado el aprendiz, a su mismo paso, con la mano sobre su hombro para dirigirle a la sala de personal. Cada vez que trataba de decir que tenía que seguir con su ronda, recibía una negativa por mi parte. -Eso ya está solucionado. Deja de lloriquear- Le hice entrar en la sala y le invité a que se sentara. Cerré la puerta, arrastré una silla y me senté delante de él. Suspiré pesadamente, con hartazgo, y rodé los ojos, poniéndolos en blanco -Ya supongo que ha sido un accidente. Nadie en su sano juicio se parte la nariz de una forma tan gratuita- Le cogí por la barbilla y le retiré la gasa con la que se estaba cubriendo la nariz. Observé la herida -Pero como sigas aporreándote de esta forma tan estúpida, empezaré a dudar de tu salud mental- Le comenté de tal forma que podría estar de broma o no. Cuando sea mayor, el peliblanco, aprenderá la sutileza del humor. Apreté suavemente el tabique por la zona de la herida valorando en silencio la tumefacción y la leve hemorragia. Apreté en los pómulos con los pulgares -¿Dolor?- No parecía que hubiera fractura. Sabía que el joven estaba hablando porque notaba el movimiento de la boca, pero debía reconocer que le estaba ignorando, de una forma muy deliberada. -¿Por qué no? A las chicas le gustan mucho las heridas de guerra… o a los chicos- Me encogí de hombros. No me iba a meter en los gustos del chico, que experimente si es que estaba coqueteando con el paciente… ¡pero cuando saliera! Cubrí la herida con mi mano y le canalicé magia para sanarle la herida. Un breve brillo y todo el daño desapareció prácticamente al instante.

Me puse en pie en silencio y me quité los guantes, tirándolos a una papelera. Le di la espalda al muchacho, cogiendo las listas de material que había elaborado antes, y que había dejado en la mesa de la sala -No te retires. Me vas a ayudar con una cosa- Le pasé las hojas para que las leyera. Entrecerré los ojos y esperé unos segundos -¿Reconoces ese material de la lista, verdad? Confío en que los hayas estado estudiando- Alcé la ceja, esperando que no me defraudara. Si me mentía le descubriría.

Seguí con la mirada al sanador, en silencio, mientras se acomodaba delante de mí, observando en silencio cómo arrastraba aquella silla. No quise añadir nada más después de aquel gesto por parte de Oscurus y decidí quedarme callado… porque como terminara por hartarle me tendría colocando cajas de depresores linguales toda la semana… o peor, inventariándolas por unidades. Bajé la mirada hacia el suelo, avergonzado por toda aquella situación. -Lo siento- Fue lo único que se me ocurrió para tratar que aquello no siguiera pareciendo tan patético como lo estaba siendo. Me mordí el labio y le miré esperando que, en verdad, no dudase de mi salud mental.

La evaluación de la nariz me hizo sisear con molestia, asintiendo a su pregunta. ¿Qué si dolía? Tanto o más como el orgullo propio. Pero me contuve para no derramar una sola lágrima. Pero su comentario me dejó totalmente fuera de lugar. Abrí de una forma muy expresiva los ojos y cuando entendí a lo que se refería me encendí como un faro rojo -¿Qué? ¡No! Yo no estaba …. Es decir… ¡no! ¡Fue un accidente! ¡De verdad!- Trató de arrugar la nariz, con disgusto, pero el dolor le recordó que no podía hacerlo y se llevó la mano para tratar de cubrirse las molestias. ¡Qué bochorno, por el amor de Merlín! ¿Por qué no se abría el suelo y le tragaba? Ahora Oscurus pensaría que me gustaba Iroh o yo qué sé imaginaciones raras estaba elucubrando -Gracias- Le dije, bajando la voz. Comprobé el estado de mi nariz, arrugándola y moviéndola y estaba todo en su sitio. Iba a salir de la sala para poder, yo qué sabía, comprarme una cara nueva para que no me reconociese nadie más nunca cuando me ordenó quedarme

Cogí las hojas, echándole un ojo por encima -En su gran mayoría sí. De cuando estuvimos limpiando la consulta y el quirófano- Confirmé, con cierto deje molesto, recordando que hubo un par de días que me hizo vaciar una consulta entera, limpiarla, e inventariar, uno por uno todo el material. Y lo mismo con la maquinaria del quirófano. Vaya pérdida de tiempo. Lo bueno, es que ya me había aprendido todos las tijeras y pinzas que había en Ouroboros. -Lo que no sé es qué es un cardiocompresor, ni el Lifepack. Aquí en el hospital no hay de esos- Dejé las hojas sobre la mesa, entrecerrando los ojos con duda sin saber muy bien a qué quería llegar -Por cierto, ¿qué hospital es “La Paz”? ¿El material es para llevarlo allí?-

El muchacho parecía haber entendido que no le interesaba tocarme mucho las narices, especialmente porque yo tenía la suya entre mis manos. Su lastimera y entrañable disculpa me hizo alzar la ceja, con escepticismo, disimulando que me parecía ciertamente entrañable. No dejaba de ser un niño tratando de hacer cosas de mayor, y aunque sanar no era un juego de niños, Oscurus no podía tampoco olvidar en qué punto estaba y no dejaba de ser un crío asustado tratando de buscar su hueco en un mundo cambiante de adultos. Si a nosotros nos costaba, impensable para un adolescente como él. Le dirigí la mirada para estudiar el rostro ruborizado del chaval cuando trató de excusarse. Siseé una carcajada -¿Qué pasa? No es nada malo. Experimenta cuanto quieras, sé libre. Explora tu sexualidad. Eso sí, fuera de las horas de trabajo- Le reprendí, avisándole con el dedo índice, pero a su vez siendo comprensivo. ¿A quién no le habían pillado haciendo lo que no debía de hacer en la sala de material? ¿O en la ambulancia? ¿O en la sala de descanso de la guardia? Ay, la juventud… Por cierto, todavía tenía pendiente cierto café con cierta pelirroja… -Quieto. O no podré sanarte el golpe- Le avisé cuando empezó a moverse. No tardó en obedecer y la nariz en sanar -Listo. Prepárate una tintura, en base de alcohol, con árnica fresca. Se la puedes pedir a Sofía Discórides o a Aldaron. Vía tópica, en caso de hematoma. Si persiste el dolor o algún malestar o cefalea, avísame- Le indiqué, tras la cura.

Asentí a su exposición, aunque él no parecía convencido. Ya me lo agradecería el día que tuviera que estudiarse el manual. Asentó por aquel material que no conocía. Bendito Lifepack -Más o menos- Sonreí, con cierta superioridad. Recoloqué la sala, para sentarnos y que la mesa quedara ante nosotros. Busqué el proyecto del Hospital, con los dibujos que servirían para crear el holograma -El hospital es un gran proyecto en el que estamos trabajando desde Ouroboros, en colaboración con los humanos, un símbolo de confraternización, de alianza. La ausencia de Arleen en el hospital hoy es porque está con los preparativos para la presentación oficial a todas las autoridades- Entrelacé los dedos y apoyé las manos sobre la mesa. Entrecerré los ojos, estudiando al aprendiz y averiguando de qué palo iba. -Y uno de los sub-objetivos que contempla el proyecto es llevar la sanidad a la gente que no pueda acceder a ella. Hacerla universal- Chasqueé la lengua, quitándole importancia a toda la retahíla -Vamos, que vamos a crear una flota de ambulancias. Ven conmigo-

De nuevo me puse en pie. Invité a salir al muchacho por delante y avanzamos por los pasillos hasta salir por la puerta de atrás del hospital. Era una zona ajardinada, pero tenía un pequeño descampado arenoso donde una ambulancia, con ciertos toques futuristas, descansaba sobre el arenero. El vehículo era un superviviente de la guerra y sus abolladuras, sus roces y la ausencia de uno de los espejos laterales eran testigos de ello, Me crucé de brazos por delante del pecho y cogí aire, con orgullo -¿No crees que es preciosa?-

-No estaba…- Trató de seguir justificándose, sufriendo aquel bochorno al que estaba siendo sometido. Se mordió los labios por dentro, bajando la mirada al suelo, con el calor de la vergüenza recorriéndole todo el cuerpo. -Sí, señor- Se limitó a responder. Ya qué más daba, ya daba igual lo que dijera o justificara, Oscurus se había hecho esa idea y punto. No entendía porqué todo el mundo trataba de emparejarle últimamente, debía ser que estaba de moda, y él solo quería centrarse en sus estudios, ayudar a Nichollas y cuidar a sus padres…. Suspiró de una forma muy cansada y dejó hacer el médico. -Sí, señor...- Aunque no sería él el que le corrigiera sobre las tinturas, ya que cuando se usan plantas frescas es un alcoholaturo. Por  lo demás, tomó nota, por si, como señalaba, se encontrase mal en los próximos días.

Seguí con la mirada, en silencio, mientras recolocaba la sala para poder sentarnos alrededor de la mesa, todavía con carpetas en la mano hasta que pude dejarlas sobre la mesa, todavía contemplando en silencio el esquema de lo que sería el hospital. Escuché atentamente la explicación sobre aquel tema que me presentó Oscurus, escuchando con gran atención. Todo aquello que explicaba era como dulce miel que endulzaba sus oídos. Sí, todo aquello le sonaba tan bien, le recordaba a su pasado, a su padre, a otros tantos que quería. Todos querían la paz entre los grupos, sin embargo no habían acabado muy bien. Quería creer que esta vez saldrá bien. Observó la mirada de Oscurus, sabía que lo estaba estudiando. Reaccionó todo lo rápido que pudo -¡Es bueno! Eso es bueno. Ojalá salga todo bien… por fin- Sonrió de una forma cansada pues no quería crearse falsas ilusiones. Conocía demasiado bien la superficie como para saberlo, aunque esperaba que se equivocara esta vez. -¿Ambulancia?- Aquello sí que le sorprendió. Se puso de un salto en pie y siguió a Oscurus hasta el exterior del hospital.

Se quedó boquiabierto al contemplar el vehículo que descansaba en el exterior. Estaba hecha una pena, la verdad, por mucho que quisiera el medimago decorarlo de otra forma. Miró por el rabillo del ojo y luego al vehículo. Arrugué la nariz con cierto disgusto. -Bueno… quizás con una capa de pintura…- Añadí con cierta ironía, encogiéndome de hombros. Esperaba que fuera un vehículo nuevo, inventado por Giordano y no una tartana que estaba a punto de caerse a trozos. A pesar de aquella cosa no se veía como hubiese esperado, se acercó con cierta curiosidad. La puerta trasera estaba entreabierta, de modo que aprovechó para abrirla y explorar con la mirada el interior, vacío.