Área de habitaciones individuales (Damas) [Piso 3] EDIFICIO OUROBOROS

Asentí y le dí las gracias por pedirle a su dios por mí, aunque parecía que los dioses habían hecho que sus santas mascotas meen sobre éste mundo pero, si la escuchaban, mejor. La miré sorprendida cuando se levantó.

-¿Desayunar? Pensaba que era hora de la cena, estoy muy desorientada. ¿Cuánto tiempo dormí?- No tenía ganas de comer, no tenía ganas en general. Aunque comer en compañía de Cleo sonaba bien, tampoco quería que me traiga el desayuno a la cama, no merecía tal gesto porque yo no era la víctima.

-Aunque me encantaría flojear todo el día en la cama, tengo que ir al hospital.- Tenía turno para hacerme la castración, tal vez, porque no sabía qué día era y si el turno ya había pasado o si aún estaba a tiempo. Me acerqué a ella para recargar la cadera en el mueble de la cocina para mirarla de frente cuando asomó la cabeza por detrás de la puerta.

-Porfiiii- Pedí cuando repitió mis palabras en forma de pregunta y me puse a buscar una tijera cuando aceptó. -Tu cortas y yo limpio.- Resolví, alguien debería barrer el pelo que sería cortado. Una fugaz sonrisa pasó por mi rostro cuando mandó a volar la idea de cocinar, pero algo de lo que dijo resonó tarde en mi mente.

-No sé si tengo apetito Cleo.- Dije dudosa y frunciendo un poco los labios. A pesar de haber sido mía la idea del corte de pelo, no sabía cómo hacerlo ¿Dónde lo haríamos?¿En la cocina?¿En el baño? Me senté donde ella me indicó y la esperé pacientemente mientras comenzaba por peinarme el pelo. El mechón que Victorya había cortado seguía ahí, desparejo con respecto al resto de la rubia y ya demasiado larga cabellera.

Alcé las comisuras de mis labios un poquito ante la broma de comerse un caballo, personalmente prefería carne con menos músculo y más grasa. La carne de caballo sabía como a pollo pero debía revisar que no llevara montura o algún tipo de armadura puesta, cosa en la que, cuando estaba convertida, no reparaba. A todo esto ¿Cuánto faltaba para la luna llena? Volví a la cama para sentarme con las piernas cruzadas para pensar.

¿Desde la despedida? Ni siquiera sabía cuándo había sido, recordaba que había estado ahí y todo lo que había hecho, pero no había prestado atención al día o a la hora. Quedé con la boca abierta de la sorpresa mientras veía a Cleo traer la comida. -Eso es mucha comida. Ahora entiendo porque dicen que las grullas traen los bebés, pueden cargar mucho peso.- ¿Las grullas?¿Eran las grullas o eran las… ehh… las…? Bah, no me acuerdo. La leche sonaba demasiado pesada para lo cerrado que tenía el estómago.

Miré y miré la bandeja que me había preparado mientras ella comía, pero me limité a hacerle compañía. -No es nada serio, no te preocupes, es una consulta para saber si me pueden hacer algo que evite que quede embarazada, algo permanente y definitivo. Pero si, me gustaría tener tu compañía.- Estar sola no era una idea que me gustara mucho en ése momento. Solté una risa resoplando por lo bajo ante su advertencia.

Nunca antes había escuchado "escabechina", pero supuse su significado por el contexto o tal vez se trataba de un corte en específico, ni idea, cada día encontraba algo nuevo. -¿Qué significa "escabechina"?- Le pregunté mientras la miraba comer. Detuve mí mente para apreciar ése momento, un rato de tranquilidad, ambas sentadas en la cama charlando mientras la luz de la mañana entraba por la ventana. Luego de ver la muerte, esto era el paraíso.

-Mmm… quisiera emparejarlo con éste mechón.- Reuní un poco de pelo y le mostré la diferencia en el largo. -Me lo cortó una bruja con sombras, eran sombras filosas.- Expliqué y me senté derecha, manteniendo la cabeza quieta para que Cleo pueda trabajar bien.

-Yo la solté.- Dije sin más pasado un tiempo mientras escuchaba la tijera cortar el pelo. No me moví, solo lo dije. Era la primera vez que lo decía en vos alta desde que ya no estaba y sentí que debía decirlo para incorporarlo y dejarlo ir como mi pelo se iba. -Y soy acusada de homicidio imprudente.- Cada vez sentía la cabeza más liviana mientras el peso del pelo me dejaba.

Contemplé a la bella mujer que era Cleo mientras acariciaba a la grulla, su pelo azabache reflejaba tonos azules a la luz del sol, sus pobladas pestañas definían sus profundos ojos del color del mar, su altura y sus atractivas curvas femeninas la posicionaban como la árabe más hermosa que había visto. El aleteo de Ptah al irse me espabiló y desvié la mirada. No había pensado antes en que me deberían operar, eso sí me hizo dudar.

-¿Operar? Pensaba que… ya sabes… con un bibidi babidi bu lo arreglarían… bueno, a eso voy justamente, a una consulta. Lo vengo pensando desde antes de esto que pasó. No pienso condenar a nadie más a vivir en éste mundo, me parece una crueldad innecesaria, y sería más barato que los anticonceptivos convencionales.- Le expliqué encogiendome de hombros. -Gracias.- Susurré cuando dijo que me acompañaría.

Su frase sobre que algunas cosas no tienen vuelta atrás me dió algo de miedo, aunque nunca lo admitiría. Asentí comprendiendo "escabechina" y las comisuras de mis labios se elevaron un poco cuando aseguró que sus sombras no eran filosas. No había sido con intención, pero igual se había ido. -Sí, fue un accidente que la mató.- Me dí cuenta del error que había cometido al pronunciar aquellas palabras por la reacción de Cleo. -Lo siento, no debí decir eso.- Me disculpé y guardé silencio esperando que me indique cuando termine.

Presté atención a lo que decía y me pregunté cuál era el alcance de la magia. La miré y sonreí suavemente ante la fantasía de un mundo maravilloso, era un lindo ideal, un sueño acojedor. Mordisquee el interior de mí mejilla dudando en si en verdad era una buena idea expresarme.

Dí el tema por concluido con sus palabras y busqué otro tema de conversación en mi mente para terminar con el silencio incómodo, me pregunté cómo se sentiría ella, en qué había estado, qué era lo que ella quería hacer, si sabía el alcance de la magia o de alguien que supiera.

Me comenzaba a molestar un poco el cuello por tener la cabeza tensa, pero no quería moverme. Cuando Cleo indicó que había terminado, yo aún pensaba algún tema para hablar. Estaba intrigada por conocer el resultado así que me fijé cómo había quedado en el espejo más cercano.

Me sorprendí al verme y sonreí mientras agitaba mi pelo corto, ahora era más liviano y más fácil de agitar. -Así está perfecto, muchas gracias.- Le agradecí pasando un brazo sobre sus hombros para darle un beso en la mejilla mientras me ponía en puntas de pié porque ella era más alta que yo.

Me quité la tela con mis pelos que habían sido cortados esparcidos en ella y la sacudí para que caigan, ayudé a recojer los restos de mis pelos del suelo después de jugar con algunos grandes mechones haciéndome cosquillas en la mejilla y buscar las cosquillas de Cleo.

Cuando ya estuvo todo en su lugar, me preparé y me vestí. -¿Vamos?- Le pregunté desde la puerta de entrada, ya lista para salir e ir al hospital para resolver si me castraba o no. -Entonces la magia no es todopoderosa.- Dije retomando el tema de antes. -¿Crees que alguno de los pavos reales sepa sobre cuál es el alcance real de la magia?- Pregunté refiriéndome a los que reinaban en la isla para tener un tema de conversación durante el camino al hospital.

Antes:

Ahora (Noviembre 2041):

La bruja descansaba de proteger la realidad de los peligros que acechaban a la dimensión. Lo más fácil sería dar por perdida aquella realidad, pero aún no tenía la habilidad para llegar a dimensiones paralelas que no sean el paraíso, el purgatorio y el infierno, así que tenía que investigar más hasta conseguirlo. Aún tenía que encontrar a Júpiter, tenía tanto por hacer y estaba allí, encadenada, pagando por pecados ajenos. Bien, sería su chivo expiatorio, descubrirían su tumba vacía en la madrugada del domingo, resucitaría de entre los muertos, ascendería al reino de los cielos y se sentaría a la diestra de Dios.

Luego de la desagradable visita del servicio médico para que no se vuelva a congelar por la falta de magia, se sentó en el bordillo de una ventana que abrió para hacer uso de el regalo que Sofía le había dejado. Esas cadenas drenaban su magia y su vitalidad lo que, junto a su frágil salud, la estaban matando. Tras un hondo suspiro en el que soltó el humo, llamó a una de sus damas de compañía y con voz pausada le dió una serie de encargos.

Me encontraba en mi casa preparando una excursión al bosque para los aprendices de druidismo cuando una emisaria me interrumpió. Su mensaje me pareció cuánto menos extraño, pero más raro la persona que lo enviaba. Por algún tipo de extraña razón Bellatrix reclamaba mi presencia. Agradecí a la dama que vino con la nota y la despaché para prepararme tranquilamente. A pesar de haberme curado el brazo después del entrenamiento con V, todavía notaba el brazo entumecido en ciertas ocasiones, por lo que me lo vendé con una cataplasma antes de salir.

Me aparecí en la ubicación que me habían indicado que me reclamaban. Mientras esperaba me abracé a mí mismo para aguantar el calor, el frío empezaba ya a apretar. Toqué la puerta y esperé.

La puerta se abrió para dar paso a la fría y sombría estancia. Aire helado fluía con bravura por el oscuro alojamiento decorado con sobriedad. El suelo estaba cubierto por una fina capa de humareda grisacea que se apartaba al pasar. Lo primero con lo que se encontraría el visitante al cruzar el umbral sería la sala de estar en la que había dos mullidos sillones individuales ante una mesita de café, una puerta que dirigía al dormitorio y otra que llevaba a un tocador completamente equipado.

Al fondo se escuchaba musica y varias voces. Sentada en el bordillo de la ventana abierta de la sala de estar se encontraba la bruja, el viento movía los pliegues de su vestido con aires de muerte y a su alrededor los fantasmas flotaban. Estaba dando una calada mientras cantaba con las apariciones.


Claramente se encontraba bajo la influencia del cannabis, éste cambiaba su ánimo, la hacía participativa, menos apática. La canción tenía cierta razón ya que, con ella, venían las almas de los muertos porque era algo así como un imán de espíritus. En cuanto se dió cuenta que había un ser vivo cerca apagó el cigarrillo y se puso de pié alisando su vestido.

-Sarah Darwin.- Dijo con voz pausada y cierto toque de sorpresa. -Pasa, por favor, toma asiento.- Le ofreció mientras ella se sentaba en el otro sillón. Las cadenas tintineaban con cualquier movimiento que hiciera. Se había fumado la mitad, así que no estaba muy afectada, sólo se la veía un poco más animada comparado a su grave actitud habitual. A pesar de ésto, le tomó un momento centrarse y encontrar las palabras.

-Te debes estar preguntando la razón de mis acciones y la respuesta es la protección del Consejo de los 20, ésa es mí motivación.- Habló con voz pausada y clara. -¿Qué te impulsa a ti?- Le preguntó.

Pasé al interior de la habitación cuando Bellatrix me invitó a hacerlo, observando todo a mi alrededor e intentando no respirar muy fuerte, pues el hedor a drogas salía de la habitación y rezumaba por la calle. No entró mucho al cuarto, de quedó más bien cerca de la puerta mientras la anfitriona se sentaba. Ella colocó sus brazos en jarras, sobre las caderas. -¿Qué es lo que quieres, Bella?- Rodeé los ojos, poniéndolos en blanco. La excusa de siempre. La misma cantinela. -¿Y qué te hace pensar que apuñalar traicioneramente a un compañero del Consejo sirva para protegerlo? ¿Esa es tu motivación? ¿Apuñalarnos a todos y tenernos entre tus amigos los muertos? ¿Eso es? ¿Quieres controlar nuestros fantasmas?-

Estudió a su compañera de arriba a abajo, con cara de clara molestia. ¿Para eso le había hecho llamar? ¿En serio? ¿Este era el mensaje tan importante que quería darle? ¿Ni una disculpa? Claramente se merecía su castigo. Pero en ese momento recordó un mensaje que había llegado hacía poco. Rebuscó en sus bolsillos encontrando el dispositivo (¿?) que usaban los descendientes para comunicarse hasta localizar el mensaje de Matvey
-Pues mira, ya que estamos, quiero que me expliques esto. ¿Has sido tú? ¿Todo forma parte de tu plan de “protección”?-

Matvey Rasputín escribió:

Mensaje borrado

La mujer suspiró pesadamente y negó con la cabeza suavemente, pero cuando mencionó a las almas de los difuntos, de forma bastante grosera, para variar, abrió los ojos como dándose cuenta de algo y les hizo un gesto seco a los fantasmas para aplacarlos, no era el momento para que se pongan nerviosos… nunca lo era, pero ahora, menos.

-Eso no se me había ocurrido… pero… no… mejor no. Además no puedo, hice un pacto de sangre en el que acordé no lastimar a ningún miembro del Consejo.- Descartó la idea de controlar los fantasmas de los miembros del Consejo… de ese momento. -¿Se celebró el Samain?- Preguntó esperanzado un fantasma a Sarah con su confianza enteramente volcada en los ritos paganos de la druida.

La sinuosa figura espectral de la bruja peliblanca, de piel tan pálida como la nieve y de labios azulados se mantuvo sentada en la sombría sala con las manos de dedos largos y delgados delicadamente cruzadas sobre el regazo, con los ojos del color de un tempano de hielo flotando en medio del océano clavados en el crucifijo de mediano tamaño que colgaba en la pared.

Dirigió los ojos lentamente a aquello que le enseñaba para luego posar la mirada en la mujer de pelo color rojo sangre con parsimonia. -No.- Respondió a sus preguntas con voz calma y pausada para volver a observar la esfinge de Cristo pensativa. -¿Crees que, si pido perdón, acepten mis disculpas?- Preguntó.

Miró a la mujer de pecas y ojos verdes llenos de vida. Se la veía molesta. -Te llamé porque quiero ejercer mi derecho a apelar mi sentencia. En el cónvlave previo al asesinato de Desmond Le Fay accedí a prestar mis habilidades para crear portales interdimencionales con la cuestión en tierra firme y es lo que pienso hacer, pero me será imposible con éstas cadenas.- Dijo mostrándole los grilletes que rodeaban sus muñecas y que drenaban su vitalidad.

-Dí mi palabra, Sarah.- Resaltó. -Sé que lo que hice estuvo mal, sentí tanto dolor que pensé que la daga estaba clavándose en mi corazón.- Nunca antes había expresado sus sentimientos ante otro vivo. -Necesito cumplir con lo prometido, por favor.- Pidió. Con quitarle les cadenas por un breve espacio de tiempo sería suficiente para poder crear portales que los transporten de forma segura a aquellos que querían ir a tierra firme y de vuelta.

No quería huir, no quería lastimar, solo quería cumplir con su palabra y quería demostrarlo, solo que no sabía cómo. Podrían considerarla una asesina, pero nunca rompería una promesa. Accedería a que se las saquen por un tiempo, hacer lo que quieran que haga y, una vez terminado, volver a ser encadenada. Todo menos faltar a su palabra.

-¿Perdona?- Solté una risotada cuando Bella mencionó su pacto de no lastimar a ningún miembro del Consejo. No sé muy bien con quién habría hecho el pacto de sangre, pero estaba claro que no era tan fuerte como el inquebrantable, de lo contrario, Bella estaría tan muerta como Matvey…. ¿o no? –Pues deberías haber leído mejor la letra pequeña de tus pactos de “no agresión”, porque parece que las condiciones  no han quedado claras para las partes…- Dije con profunda sorna.

El espíritu pregunta si este año se había celebrado la fiesta de muertos celta. Negué. No estaban las cosas en ese moemnto para honrar memorias, ni de vivos ni de muertos. -Otro año será-

Al parecer la bruja estaba buscando alguien que pudiera mediar por ella ante todos los demás miembros del consejo. Bajo el punto de vista de Sarah había elegido mal, pues Sarah ni tenía el temple ni compartía amistad íntima con la bruja que tenía delante. Respiró profundo, intentando templarse, pues la actitud pasivo agresiva de Bella. A pesar de ello, la escuchó, más por respeto que por pensar que tuviera razón.

Bufé molesta ante la negativa de la bruja, no era lo que esperaba. Y la respuesta de Jack tampoco cuadraba en todo esto. “Pero sigue habiendo cosas que no terminan  de encajar” ¿Qué se ocultaba tras la muerte de Matvey? -Lo dudo. La cagaste fuerte, Bellatrix- Respondí a la Descendiente mientras guardaba el intercomunicador en mi macuto. Describió en ese momento sus planes para demostrar su redención, para con la misión y la participación en las acciones contra la famosa IA que nos tenía a todas en jaque. Me crucé de brazos por delante del pecho, cambiando el peso de una cadera a otra. –Vas a tener que probar tu lealtad no con palabras, ni con disculpas, sino con actos. Ya no al Consejo, sino al mismo Ouroboros-

Relajé el gesto, sintiéndome mal por ser tan dura. Suspiré empatizando con ella. ¿Y si está siendo sincera? Aunque… ya no la jugó una vez. Pero me dio lástima, la veía tan frágil con las cadenas puestas... -Hablaré con Amaya. Pero no prometo nada-

La bruja se tomó su tiempo para girar el rostro de expresión nula hacia el fantasma tras oír la respuesta de la druida, la noticia lo dejó notablemente afligido, el espectro sintió impotencia ante la idea de estar en el mismo plano que malos espíritus y se volvió invisible para llorar sus penas en privado.

Era de imaginar que las probabilidades de que la perdonen sean bajas, pero le extrañó el hecho de que hablar con propiedad no era el fuerte de la mujer de pecas. Miró el crucifijo y rezó internamente para pedirle a Dios que perdone el vocabulario de Sarah ante su presencia.

Débiles haces de luz entraban a la fría estancia, mientras la brisa helada soplaba. Era cambiante el sonido del viento que se infiltraba por la ventana y traspasaba las cortinas, como si se tratara de voces del más allá desperadas por enviar un mensaje y que las escuchen pero lo único que llegaban eran susurros.

Alzó la mirada hacia la mujer cuando la idea de redención pareció posible. Su condición de salud lo hacía improbable pero creyó detectar su pulso y sentir sus músculos funcionar. Hizo un tibio intento de tocar los pulgares con sus dedos meñiques de sus enguantadas manos, pero no lo consiguió y lo dejó estar.

Los aspectos morales del mundo representaban para ella un papel secundario frente a la ley y la obediencia a los dogmas. Su palabra aún tenía cierto peso ante la ley y se esforzaría por mantenerlo. -Diganme lo que debo hacer.- ¿Qué actos debería realizar para probar su lealtad? -Grazie, Sarah, significa mucho.- Dijo con voz pausada.

-Eres una de los pocos miembros del Consejo que han atendido a mí llamado. Quiero expresarle mí deseo de apelar a mi sentencia a todos los miembros del Consejo de los 20 personalmente y tú me has dado tu voto de confianza, estoy en deuda contigo.- Habló sinceramente e inclinó su cabeza para representar su gratitud.

-Me pondría de pié pero temo que me siento algo débil.- Su delicado estado de salud combinado con las cadenas y el cigarrillo la hacían más débil que de costumbre. En eso, las cosas livianas que había en el salón levitaron hasta llegar al techo y cayeron estrepitosamente. La bruja suspiró sabiendo que se trataba de los espíritus.

-Me disculpo por eso.- Ella estaba acostumbrada a que las puertas, las ventanas se abran, se cierren, las cosas se muevan, se rompan porque era la forma en la que los fantasmas se manifestaban cuando no podían percibirlos los demás sentidos de los mortales. Del mismo modo que Sarah debía estar acostumbrada a la vida en la naturaleza.

Siguió con la mirada al espíritu al que había herido por no realizar la festividad hasta que desapareció. Suspiró y se sintió un poco incómoda porque, en verdad, dentro de ella, sabía que debían tener contentos a los espíritus, que nunca se sabe cuándo puede uno cabrearse y poseer a alguien, o pasar a ser un poltergeist, y ya suficiente tenían en la isla como para encima andarse con fantasmas saltones. El silencio consecuente del rezo le puso igual de nerviosa e incómoda, y no pudo más que revolverse en el sitio, con cierta impaciencia. La parsimonia de la rubia le alteraba.

Por fin, pareció hablar. Pero Sarah no tenía las respuestas que Bellatrix solicitaba. Y quizás estaba hablando o prometiendo más de la cuenta. Quizás debería haberse callado, que estaba mucho más guapa. -Solo quiero aclarar las cosas- “Aunque están bastante claritas” -Y ahora que todo está tan mal con la máquina en tierra, se necesitarán muchas manos- Se sintió en un encrucijada, por un lado estaba furiosa con la culpabilidad de la rubia ante la acusación en el juicio. ¿Por qué? Por otro lado, sentía profunda lástima por la exmiembro del consejo. Se llevó una mano al hombro, levantando la mirada al techo, para no posarla encima de Bellatrix -Tampoco he hecho nada. La última palabra es de Amaya y de la Guardia-

Cuando los objetos cayeron súbitamente al suelo dio un respingo que le hizo chocarse con la espalda en la puerta de acceso a las habitaciones -Ya. No pasa nada- Intentó quitarle importancia, claramente nerviosa. No le gustaba mucho estar rodeada de muertos y muerte, prefería el bosque lleno de vida. -Interpelaré por ti. Debo irme- Y con una breve, casi imperceptible reverencia, salió de la casa de los fantasmas, respirando hondo cuando cruzó el umbral y cerró la puerta tras ella, apoyándose de nuevo. Lo peor, es que todavía no sabía el porqué de lo de Matvey, y las palabras de Jack le despistaban. Ella no era nadie para jugar a los detectives, eso era cosa de Amaya. Por el bien del Consejo… lanzó una última mirada a la puerta, dudando si la rubia le había tomado el pelo en todo momento. Suspiró y se fue de allí.

-Has venido a escucharme.- Replicó con voz pausada. Eso era más de lo que habían hecho otros miembros. Se sentía como un fantasma que no todos percibían o se negaban a aceptar que estaba allí.

Inclinó la cabeza a modo de saludo cuando la bruja se despidió y dejó su habitación. Aún se encontraba bajo los efectos del cannabis cuando llamó a su dama de compañía con un seco movimiento de la mano.

-¿Los cíclopes, pestañean o guiñan el ojo?- La muchacha la miró sin saber qué responderle, pero antes de que empiece a balbucear le dió otra serie de encargos para hacer con palabras tajantes y orgullosas.

Aparecieron fuera del pasillo del piso de habitaciones de Damas, acompañadas por los dos Guardias. Amaya soltó a Leila y caminó, esperando que la siguiera, y sino para eso estaban los Guardias para instarla  a seguir. Después de pedir más información a través del casco se dirigió a la habitación de Leila, la abrió con su poder de metal removiendo los seguros e ingresó. No revisó nada, aún, sino que se fue hacia la ventana y se sacó las hombres de la armadura, con su manipulación del metal creó los barrotes para todas las ventanas y así evitar que se escapara.

Se fue hacia la puerta y se mantuvo allí cubriéndola -Revisar la habitación por más armas- Ordenó en voz baja y neutral y vigiló con la mirada a Leila un momento antes de ver alrededor y seguir sacando información del lugar en el que se encontraba. Cogió las armas que le tendían y luego se giró a la rubia -Voy a inspeccionarte- Informó y aunque mucha gente hubiese creído que la iba a tocar, no lo hizo. Elevó una mano hacia ella y observó su mirada con un gesto serio, estaba revisando si no tenía otro ápice de metal encima que pudiera servir como arma.

Sayid Ibn Salah… recordaba ése nombre. No entendí lo que el licantropo me respondió, nadie es inocente, nadie es todo bondad. Demostrar quien era realmente… si ni siquiera yo misma sabía eso, tal vez era la mugre que se oculta debajo de la alfombra. Esa era mi naturaleza, ocultarme, guardar los secretos de los secretos y seguir como si nada. Al aparecer en el ala derecha del edificio residencial, busque recuperar el aire porque la desaparición me hizo sentir una fuerte presión en todo el cuerpo que no me dejó respirar, eso sumado a no haber comido desde lo de Lila hizo que la vista se me nuble.

Ya con aire en los pulmones y con una respiración estable, observé mi entorno para descifrar dónde estaba y seguí a la mujer "Gracias por su colaboración". Debía ser algún tipo de mantra suyo. No sabía si prefería que me esposen y llegar caminando o la desaparición. "En verano se debe freír en ése uniforme" Pensé observando la vestimenta que ella llevaba, sabía cómo se sentía ir con armadura debajo del sol abrasador. Pensaba que nunca más volvería allí, por eso había sacado casi todas mis pertenencias de mí habitación. La miré hacer los barrotes y recargué mí peso en una pared, más que nada porque seguía viendo algo borroso y sentía que en cualquier momento me iba a caer.

Era una sensación de debilidad, como de mareo que busqué disimular, tenía práctica gracias a las numerosas borracheras, pero no se sentía del mismo modo. Me paré derecha, lista para que me inspeccione pero la miré extrañada levantar una mano en mí dirección. Yo llevaba el sombrero pirata, la máscara debajo de éste, una chaqueta sobre la cota, el collar con la piedra de los hijos de Fenrir, un anillo y una pulsera de rubí debajo de los guantes, el escudo de energía y las cápsulas con el pegamento quirúrgico, mí traje y un robot explorador en los bolsillos ¿Estaba esperando que le choque los cinco?¿Era una especie de "háblale a la mano"? Me asomé por un lado de su mano para mirarla con las cejas alzadas.