Piso 7 | Pareja Evans-Pyro

Mientras devoraba sus labios mis manos bajaron hasta su trasero para ceñir mis manos al mismo, no sabía si era por la temperatura del agua o la situación pero estaba sintiéndolo todo con más intensidad, bajé por sus muslos levantando sus piernas para que me rodeara por la cadera haciendo que nuestros sexos se rozaran el uno con el otro, Mérida despertaba mis instintos más bajos de una forma que no había experimentado nunca con nadie, porque a diferencia de muchos otros con ella no había solo deseo sexual, había algo más que me llenaba por completo.

La erección no se hizo esperar demasiado y abandoné la calidez de su boca para sonreír -te toca- dije antes de subirla por completo a mi regazo y echarme hacia atrás quedando sentado en la bañera y ella sobre mi, aún con mis manos en sus muslos dejé que una se deslizara hasta su entrepierna para invadir su intimidad y empezar a acariciarla al mismo tiempo que mi lengua la recorría desde la clavícula hasta la parte alta del cuello -Vamos pelirroja, demuestrame que puedes hacerme perder la cabeza- susurré en su oído con un tono suave para después morder el lóbulo de su oreja

Cuando le arrinconó, Mérida sonrió de lado ante su frase -Oye…Yo siempre me esfuerzo- Se quejó mordiéndole el labio antes de besarlo. Al principio fue lento pero en seguida la intensidad volvió a hacer de las suyas. Sintió sus manos deslizarse por su cuerpo y era curiosa la sensación en el agua mientras le rodeaba con las piernas, era mucho más ligera y suave. Pasó las manos por su espalda y luego acarició su cabello mojándolo en el camino. Podría pasarse horas y días besándolo, habían conseguido poco a poco el ritmo de cada uno para conocerse a la perfección.

Se encontró, deseando absolutamente, entregarse a él de nuevo y el cosquilleó que sentía era sólo la expectativa. Una risita salió, sin cerdito, cuando la subió hacia él y ella meció su cadera contra la del contrario -Mmmm…- Gimió, arqueándose cuando sintió que la acariciaba y besaba su piel. Si hubiese tenido uñas se las habría clavado en la espalda al sentir el escalofrío que la hizo estremecerse. Sin embargo, lo que la enloqueció fue el susurro y aquel mordisco. Ladeó la cabeza hacia él y atrapó sus labios en un beso aún más intenso que el anterior, pero lento, pasional, profundo mientras con una de sus manos lo guiaba a su interior.

Gimió contra sus labios cuando lo sintió en lo profundo de su ser, volvió a echarle los brazos al cuello para estrecharlo contra sí misma. No quería que ninguna parte de su cuerpo no estuviera en contacto con él. Se meció suavemente, simplemente danzando sobre él, y diciendole con su cuerpo lo que aún no se atrevía -enteramente- a decirle con palabras. La calidez del agua los envolvía pero también el calor y la intimidad que ellos mismos generaban. Aún le sorprendía lo rápido que podían pasar de ser dos payasos a ese punto de su relación y recordó las palabras de Cleopatra. Conectaban, era eso, sencillamente.  

Se separó de sus labios, con suavidad, succionó su labio inferior antes de mirarlo a los ojos -¿Qué...tenía que decir?- Pregunto rozando su nariz con la de él, sonriendo brevemente. Sabía que tenía que buscar su mano porque lo habían hablado así que juntó las palmas sintiendo que algo en su corazón se removía haciendo que latiera con más fuerza.

Me reí cuando me reprochó que ella se esforzaba, claro que lo hacía, yo lo sabía pero me gustaba que me llevara la contraria. Aquel beso pasó de algo lento a otra cosa llena de lujuria, su intensidad subía al mismo tiempo que nuestro deseo, la suavidad y el calor de la piel de Mérida me invitaban a disfrutar más de su ser, cuando se aferró a mi espalda y la sujeté con fuerza cambiamos posiciones mientras ella se reía y gemía complacida por el contacto que no era menos para mi.

Me mordí el labio inferior cuando movió la cadera contra mi aguantando un gemido de placer, cómo le gustaba jugar conmigo y sabía perfectamente lo irresistible que me resultaba. Besé su piel, la acaricié y cada uno de sus gemidos eran un aliciente más para mi deseo, mis palabras surtieron el mismo efecto en ella y una vez más nos besamos, esta vez sin prisas y con más sentimientos de por medio. Su mano guió mi erección hasta lo más profundo de ella sintiéndome abrazado por su calidez arrebatándome un jadeo de los labios a la vez que ella gemía una vez más.

Nuestros labios se rozaban con cada movimiento de ella y la envolví con mis brazos mientras ella hacía lo mismo conmigo, como si ese simple gesto hiciera que nuestros cuerpos se fundieran en uno, La miré, su rostro era... precioso, sus pecas, sus pestañas y el profundo azul que me hacia perderme en su mirada, la madre de mi hijo, esa pelirroja que me confundía y me estaba llevando por un camino sin retorno.

Mordió mi labio y yo le correspondí con un lametón a los suyos, me preguntó por las palabras y me contagió su sonrisa mientras buscaba mi mano, juntamos las palmas y acerqué mis labios a los suyos para susurrar suavemente -Atenta...- anuncié antes de empezar a moverme, marcando un ritmo más intenso mientras con cada jadeo le decía lo que tocaba -Mérida Pyro... Te acepto como eres... y siempre te tendré cerca de mi corazón. Caminaré a tu lado por toda la eternidad- entrelacé mis dedos con los de ella, aquellas palabras no eran mías pero eso no significaba que fueran una mentira porque así lo sentía en mi pecho mientras aquella marca empezaba a brillar

Verlo morderse el labio por su causa la hizo sonreír e insistió un poco más en esa previa deliciosa hasta que su lujuria pudo más y finalmente se fundieron en uno. Ella se mantuvo moviéndose para placer de ambos durante un rato, entre besos, hasta que recordó entonces la razón por la que estaba haciendo aquello y que no se trataba exclusivamente de sexo. Ya no lo sentía así…Desde hace un tiempo.

Cuando Kyllian la miró fue consciente de que estaba contemplándola y por primera vez en siglos Mérida se sonrojó mientras sonreía, no porque estuviese incómoda, sino porque estaba halagada y venía muy a la par con lo que le había dicho hace unos días. Recibió el lamentón y se rió por lo bajo mientras sus palmas se unían -Vale…- Murmuró mientras un cosquilleo extraño se expandía desde su mano hasta su corazón cuando dijo su nombre. La pelirroja lo miró a aquellos ojos dorados con una intensidad distinta porque aquellas palabras le parecían preciosas, atrajo su mano para ponerla entre los corazones de ambos. Apoyó su frente en la de él -Kyllian Evans… Te acepto como eres... y siempre te tendré cerca de mi corazón. Caminaré a tu lado por toda la eternidad- Le encantaba la primera frase..Y la segunda…Y la última. Todo. Su mano empezó a calentarse, pero no como la primera vez, no quemaba, simplemente un calor glorioso que le recorrió por todo el cuerpo llevándolos a ambos al clímax.